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Tema 15

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Corpus joánico y epístolas católicas 146

IV. EL APOCALIPSIS DE SAN JUAN

Los cuatro jinetes (cf. Ap 6). Beato de Valcabado, año 970.

ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA
BIGUZZI, G., Apocalisse (I Libri Biblici –Nuovo Testamento 20; Paoline, Milano
2005).
GONZÁLEZ RUIZ, J.M., Apocalipsis de Juan. El libro del testimonio cristiano (Biblia y
Lenguaje 9; Cristiandad, Madrid 1987).
MUÑOZ LEÓN, D., Apocalipsis (Comentarios a la Nueva Biblia de Jerusalén - NT 8;
Desclée de Brouwer, Bilbao 2007).
STOCK, K., La última palabra es de Dios. El Apocalipsis como Buena Noticia (Sicar
3; San Pablo, Madrid 2005).
VANNI, U., Apocalisse e Antico Testamento. Una sinossi (Pontificio Istituto Biblico,
Roma 21987).
_______, Apocalipsis. Una asamblea litúrgica interpreta la historia (Estudios
Bíblicos; Verbo Divino, Estella 92004).
_______, Lectura del Apocalipsis. Hermenéutica, exégesis, teología (Verbo Divino,
Estella 2005).
* * *

Tema 15. Introducción al Apocalipsis (I): Dimensión histórica


y literaria
En griego apokálypsis (Ap 1,1) significa “revelación”; con este nombre se conoce el
libro en inglés (“Revelation”) o en alemán (“Offenbarung”). Pero pese a ello el
Apocalipsis que cierra nuestra Biblia es un libro de difícil comprensión. Su abigarrado
simbolismo y lo misterioso de muchas de sus afirmaciones hacen de él un terreno en
el que resulta complicado adentrarse. Pero eso lo hace particularmente atrayente,
según afirmara san Jerónimo:
Corpus joánico y epístolas católicas 147

El Apocalipsis de Juan contiene tantos misterios como palabras. Y aun así me quedo
corto, ante el valor del libro. Toda alabanza es insuficiente: en cada palabra se ocultan
múltiples sentidos1.
En este primer tema abordamos algunas cuestiones que nos permitirán una primera
aproximación a este libro único del NT.

1. Aspectos lingüísticos y literarios


La atmósfera que preside el Apocalipsis trasciende la experiencia cotidiana; esto, que
es propio del género apocalíptico, se manifiesta también en su lenguaje y su estilo
literario, así como en las formas literarias que asume.

a. “Apocalipsis”: naturaleza, género literario, contenido, finalidad


Un “apocalipsis” es una obra en que se narran visiones y audiciones de un personaje
célebre acerca de los misterios celestes y del futuro de la historia, hasta su
consumación (MUÑOZ LEÓN, Apocalipsis, 11).
La apocalíptica es un género literario abundantemente cultivado (primero en
ambiente judío, luego también cristiano) entre los siglos II a.C. y III d.C.; se
caracteriza por interpretar hechos concretos a la luz de Dios, que conduce los
acontecimientos de la historia y les da un significado que trasciende su materialidad.
Este significado se expresa mediante un simbolismo complejo y refinado, y un tono
general intencionadamente hermético2.
En cuanto a su contenido, “generalmente se centra en el desarrollo de la historia
(contemplada en el futuro, pero que el autor en parte ya ha vivido). Un lugar
importante es ocupado por el anuncio del triunfo de Dios sobre las fuerzas
perseguidoras (castigo del mal y triunfo de los mártires)”3.
La finalidad de las obras apocalípticas es proporcionar consuelo y ánimo al pueblo de
Dios en la tribulación. Así, el libro de Daniel surge como reacción a la persecución de
Antíoco IV Epífanes; y el Apocalipsis de Juan, probablemente, ante la persecución de
Nerón o de Domiciano4.

b. Lengua y estilo
[Los textos en esta fuente son traducción de U. VANNI, “Apocalisse. Traccia e
complemento delle lezioni” (apuntes para uso de los alumnos), PIB, Roma
1997-1998]
El griego del Apocalipsis presenta, en una primera lectura, dos
características: un cierto trasfondo hebreo-arameo y una serie de anomalías
gramaticales.
• Según unos autores, es una traducción del arameo o del hebreo; según
otros, el autor piensa en arameo y escribe en griego. Es difícil pensar en
el Apocalipsis como una traducción; más bien, el autor aparece como una
persona culta, de matriz judía, pero con un impresionante dominio de la
lengua griega.

1
Apcalypsis Ioannis tot habet sacramenta, quot verba. Parum dixi pro merito voluminis. Laus omnis
inferior est: in verbis singulis multiplices latent intelligentiae (Jerónimo, Ad Paulinum, 53, 8; año 394).
2
Cf. VANNI, Apocalipsis, 10.
3
MUÑOZ LEÓN, Apocalipsis, 12.
4
Ver MUÑOZ LEÓN, Apocalipsis, 12.
Corpus joánico y epístolas católicas 148

• Las anomalías gramaticales constituyen un problema aparte. No son


imputables a ignorancia o negligencia, dado que junto a las formas
irregulares se hallan normalmente también las formas correctas; indican
más bien que el autor, sintiéndose limitado por el sistema lingüístico en
el que opera, no duda en forzarlo, para exponer un contenido que a veces
alcanza el límite de lo inexpresable. Es el caso del nombre de Dios (1,4) y
de Cristo Cordero (5,6).
Ap 1,4: “… de parte del que es y era y viene” (avpo. o` w'n kai. o` h=n kai. o` evrco,menoj).
La preposición griega avpo, rige genitivo, pero aquí va seguida por tres nominativos. El autor
conserva inmutado el Nombre divino (cf. 1,8), de modo que ni lo declina.
Ap 5,6: “Entonces vi… un Cordero [avrni,on] como degollado teniendo [e;cwn] siete cuernos y siete
ojos”.
VArni,on (“Cordero”) es un acusativo neutro; pero el participio que concuerda con él (e;cwn
“teniendo”) es un nominativo masculino. Prevalece la concordancia “real” (Cordero = Jesús
resucitado) sobre la gramatical.
El estilo se caracteriza, además de sus peculiaridades sintácticas, por
algunos aspectos característicos. El autor tiene un ritmo que, sin obedecer a
leyes métricas, consigue implicar inmediatamente al lector en su trama. Un
procedimiento particular es la repetición insistente, en un pasaje, de un
término o expresión que constituyen el trasfondo sobre el que se mueve el
pasaje (por ej. “trono” en Ap 45; o “Aleluya” en 19,1-6)6. El autor tiene
también una elegancia especial, como se ve por el uso de esquemas
(septenarios, cuaternas, tríos), juegos de palabras, recurso a criptogramas
(cf. 13,18) y por el elaborado simbolismo.
Uso de fórmulas: en el Apocalipsis aparece 45 veces el verbo εἶδον (“vi”) y 27 veces el verbo
ἤκουσα (“oí”)7; ambos aparecen unidos varias veces (Ap 4,1; 5,11; 6,1.5; 8,13). Son muy
frecuentes a principio de frase (semitismos) las fórmulas “y vi” (καὶ εἶδον: 32 veces), “y oí”
(καὶ ἤκουσα: 17 veces). Es de destacar también la fórmula “vi, y he ahí que” (εἶδον, καὶ ἰδοὺ:
7 veces), propia de la apocalíptica bíblica8.

c. Las formas literarias del Apocalipsis


“Entendemos por forma literaria aquella unidad de expresión que da el tono
predominante a una determinada comunicación oral o escrita, bien sea de tipo
narrativo bien de tipo discursivo”. La diversidad de formas literarias contribuye a
configurar la personalidad característica del Apocalipsis. Ver MUÑOZ LEÓN,
Apocalipsis, 20-22.
• Visiones: forma literaria fundamental, que encontramos en todo su desarrollo.
• Oráculos: dentro de las visiones el vidente (que es también profeta) recibe
comunicaciones divinas. Por ej., Ap 1,17.
• Himnos: frecuentes a lo largo del libro, ya en boca del autor (1,5-6), ya de los
diversos personajes (Ap 4–5: vivientes, ancianos, ángeles; 11,16-18: ancianos;
15,3-4: los redimidos; 19,1-9: multitud celeste).

5
14 veces en 11 versículos.
6
‘Allhloui?a,: 4 veces. En todo el NT, sólo aquí aparece esta palabra hebrea (= “Alabad a YHWH”),
frecuente en el Salterio (21 veces; cf. también Tob 13,18).
7
εἶδον: 76 veces en el NT (de ellas, al margen de Ap, sólo 9 en 1ª pers. singular; Jn 1,48.50; 18,26; He
7,34; 11,5.6; 26,13; Ga 1,19; 2,14). ἤκουσα: 36 veces en el NT (cf. en particular He 11,7; 22,7; 26,14).
8
Cinco veces en Zacarías, nueve en Ezequiel, una en Daniel. Cf. Za 2,1; Ez 1,4; Dn 10,5.
Corpus joánico y epístolas católicas 149

• Elegías: lamentos fúnebres por Babilonia (Ap 18).


• Cartas: todo el libro tiene una impronta epistolar (cf. 1,4 y 22,6-21). Dentro de él
se distinguen las siete cartas a las iglesias de Asia (Ap 2–3).
• Aclamaciones litúrgicas: presentes a lo largo de todo el libro. Ver 1,5-6 y 22,20.

2. La apocalíptica judía y el Apocalipsis de Juan


El género apocalíptico es un modo de expresión ampliamente practicado en el
ambiente judío del s. I d.C., y que tiene también su reflejo en el resto del Nuevo
Testamento9. A continuación presentamos los principales precedentes judíos, así
como la peculiaridad que distingue al Apocalipsis de Juan de todos ellos.

a. Literatura apocalíptica bíblica y extra-bíblica


Apocalíptica bíblica: “El género apocalíptico apareció al final del periodo del Antiguo
Testamento y tiene su mejor ejemplo en el libro de Daniel, con sus famosas visiones
sobre la estatua (c. 2), de la escritura en la pared del salón de Baltasar (c. 5), de las
Bestias y del Hijo del hombre (c.7), del carnero y del macho cabrío (c. 8), de las
setenta semanas (c. 9) y de la resurrección (c. 12)” (MUÑOZ LEÓN, Apocalipsis, 11).
Pero en el AT encontramos otros amplios pasajes apocalípticos importantes: en Isaías
(Is 24–27), Ezequiel (Ez 1–3; Ez 40–48) y Zacarías (Za 9–14).
Apocalíptica judía extra-bíblica: En los llamados “apócrifos” del Antiguo Testamento
encontramos también escritos que pertenecen al género apocalíptico10. Los más
significativos son el Libro de los Jubileos (s. II a.C.) y el primer Libro (o colección de
libros) de Henoc, o “Henoc etiópico” (s. I a.C. aprox.), en el que se describen las
visiones de este personaje referidas a la historia futura, con una sección dedicada al
Hijo del hombre o futuro personaje escatológico, identificado con el Mesías11. Hay
otros dos apocalipsis famosos, especialmente interesantes porque son contemporáneos
del Apocalipsis de Juan (finales del s. I): el primero, el Apocalipsis de Esdras
(llamado libro 4 de Esdras), en el que se describen los signos que preceden al Fin y
una serie de visiones, como la mujer en llanto (Sión), la sucesión de los imperios con
la visión del águila y el león, la representación del Hijo del hombre (que sale del mar).
Y después el Apocalipsis griego de Baruc (también llamado Segundo de Baruc), que
describe las visiones de este personaje bíblico acerca de la destrucción de Jerusalén,
de los signos del Fin y de la sucesión de aguas negras (imperios malvados) y aguas
luminosas (generaciones justas), hasta la llegada del Mesías. Ver MUÑOZ LEÓN,
Apocalipsis, 11.

9
Por ejemplo, el discurso apocalíptico de Jesús (Mt 24–25, Mc 13), así como pasajes más breves en
muchos otros escritos.
10
Para un primer acercamiento a estas obras ver A. DÍEZ MACHO, Apócrifos del Antiguo Testamento
(Vol. I: Introducción general; Madrid 1984). Ver también BROWN, “Apócrifos judíos”, NCBSJ II, 690-
703.
11
Ver A. Díez Macho (ed.), Apócrifos del Antiguo Testamento (Vol. IV: Ciclo de Henoc; Madrid:
Cristiandad, 1984) 29-30. Henoc (Gn 5,21-24) aparece mencionado en Sir 44,16; 49,14. Recordemos la
relación de este apócrifo del AT con la carta de Judas (más arriba, p. 136). También son apocalípticos
el segundo libro de Henoc (s. I d.C.) y el tercero, más tardío aunque conserve tradiciones muy antiguas
(s. VI d.C.). Sobre la identificación del Hijo del hombre con Henoc en 1 Henoc, ver I. Sanz Extremeño,
“El Hijo del hombre: del libro de Daniel al Nuevo Testamento”: 'Ilu 22 (2017) 399-419, pp. 411-412.
Corpus joánico y epístolas católicas 150

b. Peculiaridades del Apocalipsis de Juan


1. La principal peculiaridad del Apocalipsis de Juan es su carácter cristiano, que ve
en Jesús el cumplimiento de las promesas escatológicas: “El Apocalipsis de Juan
pertenece al género apocalíptico, pero tiene una diferencia esencial en relación
con la apocalíptica judía. En ésta se contempla el futuro con la esperanza de la
venida del Mesías; en el Apocalipsis de Juan se proclama ya realizada la primera
venida del Mesías (Jesucristo) y se mira al futuro con la seguridad de la segunda
venida del mismo Jesucristo” (MUÑOZ LEÓN, Apocalipsis, 11-12).
2. El Apocalipsis de Juan se caracteriza además por presentarse como una profecía
(1,3; 10,11; 22,6-10.18-19)12. En el AT a Daniel, por ejemplo, no se le llama
“profeta”13. “[El autor de Ap] siente que tiene una misión que lo coloca en la línea
de los grandes profetas del Antiguo Testamento y lo lleva… a un contacto
continuado con un grupo de oyentes a los que exhorta con urgencia; todo esto es
algo ajeno al género literario puramente apocalíptico” (VANNI, Apocalipsis, 10).
Igual que los grandes profetas experimentaron la revelación de Dios y hablaron de
parte de él, Juan es portavoz divino, atestiguando el cumplimiento de las grandes
promesas proféticas.

3. Autor del Apocalipsis; lugar y fecha de composición


El problema del autor del Apocalipsis es aún hoy motivo de discusión. Las
tendencias de fondo se pueden reducir a tres:
a) Según una primera posición, el autor del Apocalipsis es el Apóstol Juan:
lo atestigua una sólida tradición patrística de la que son representantes
eminentes Justino…, Ireneo…, Clemente de Alejandría… Se mueven en la
misma línea el Canon de Muratori, Orígenes, Hipólito, Tertuliano,
Jerónimo y probablemente también Papías de Hierápolis. (…)
Esta postura explica las diferencias entre Ap y Jn a partir de las diferencias de
situación y de género literario.
b) Pero en la Antigüedad no faltan voces discordantes a esta opinión14. Una segunda
posición, notando estas discrepancias en la tradición, y sobre todo una diversidad
radical en el plano literario con el 4º evangelio (pese a evidentes puntos de
contacto en su contenido), sitúa el Apocalipsis en el ámbito del movimiento
joánico, pero distinguiendo claramente a este Juan del autor de los otros escritos
joánicos15.
Hay que mencionar en especial a Dionisio de Alejandría († hacia el 265). Este
obispo combatía el milenarismo, cuyos partidarios se basaban en Ap 20,4-6;
rechazando la atribución al Apóstol Juan, Dionisio confesaba a propósito del libro:
“Y yo no repruebo lo que no he comprendido, antes bien, lo admiro más, porque

12
En estos versículos del capítulo 22 hallamos 4 veces la expresión “las palabras de la profecía de este
libro” (oi` lo,goi th/j profhtei,aj tou/ bibli,ou tou,tou: vv. 7, 10, 18, 19 [var.]).
13
La Biblia sólo denomina una vez “profeta” a Daniel, y es en el NT (Mt 24,15).
14
Por ejemplo Gayo (fin del s. II), jefe de los “Álogos” (negadores del Logos) que lo atribuía a Cerinto,
gnóstico del s. I.
15
“En conclusión, parece que el autor del Apocalipsis haya vivido en el ámbito joánico o, mejor,
paulino-joánico, parece que se llamaba verdaderamente Juan, pero parece ser un Juan distinto del hijo
de Zebedeo y un autor distinto del autor del evangelio de Juan… Lo podemos llamar Juan «de
Patmos»“: BIGUZZI 39.
Corpus joánico y epístolas católicas 151

ni siquiera lo vi” (en Eusebio, Hist. Eccl. 7,25,5); con todo, excluía decididamente
–quizá por esos motivos polémicos– la atribución al Apóstol Juan16. Pero además
de esta motivación polémica aduce argumentos de tipo literario. “Dionisio no se
basaba en testimonios anteriores que adujeran el nombre de otro autor, sino en las
diferencias de lenguaje, de giros expresivos y de pensamiento que se pueden
detectar entre el Evangelio [de Juan] y el Apocalipsis. Dionisio concluye de aquí
que es imposible atribuir las dos obras al mismo autor”: STOCK, La última palabra
es de Dios, 11-12.
c) Tercera posición (ya en época moderna): en el Apocalipsis tenemos un caso
de pseudonimia, en continuidad con la tradición de la literatura
apocalíptica17.
La investigación reciente, que por amplio consenso atribuye la obra a la escuela
joánica, no ha alcanzado una certeza en lo referente a su autor concreto. Podemos
decir como conclusión –siempre provisional– de la cuestión:
No habiendo un metro de juicio objetivo para medir las distancias entre las que un autor
se puede mover, tanto menos en el ámbito de temáticas diversas y en el caso de
participación de colaboradores, no nos es posible llegar a una certeza en este tema. En
este punto juega un papel muy importante la valoración subjetiva (…) Pero de la cuestión
del autor no depende el valor ni el significado del libro”: STOCK, La última palabra es de
Dios, 11-12.
Lugar y fecha de composición: el libro fue escrito en Patmos, isla del mar Egeo (Ap
1,9), en torno al año 95; san Ireneo lo sitúa “hacia final del reinado de Domiciano”
(81-96 d.C.: Adv. Haer., V, 30, 3).

4. Estructura del Apocalipsis


Ha habido muchos tentativos de concretar la estructura literaria del
Apocalipsis; aún no se ha llegado a una solución definitiva. Pero podemos
fijar con un cierto grado de probabilidad una estructura mínima, a partir de
las indicaciones literarias que ofrece el libro18:
1,1-3: PRÓLOGO
Se indican el origen [Jesucristo, Dios], el contenido [lo que ha de suceder en breve], el
medio [ángel, Juan] y la finalidad del libro [ser leído y escuchado].
1,4-3,22: CARTAS A LAS SIETE IGLESIAS. Se articula en tres partes que se
suceden in crescendo: diálogo litúrgico inicial (1,4-8), encuentro dominical
con Cristo resucitado (1,9-20) y mensaje de Cristo a las “siete iglesias” (2-3).
4,1-22,5: DIOS, SEÑOR DE LA HISTORIA POR MEDIO DEL CORDERO
4,1-5,14: sección introductoria. Se presentan los tres parámetros fundamentales
para una interpretación de la historia: el trono de Dios y los personajes de la corte
celeste (4,1-11), el rollo que contiene el proyecto divino sobre la historia (5,1-5) y
Cristo Cordero que recibe el rollo (5,6-14).
6,1-8,5: los siete sellos. Apertura progresiva por parte del Cordero. El séptimo sello
(8,1-5) introduce la sección siguiente.

16
Cf. Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica (Versión española, introducción y notas de Argimiro
Velasco-Delgado; BAC 612; Madrid: BAC, 2001) 473-483.
17
Ver VANNI, Apocalipsis, 14-15; MUÑOZ LEÓN, Apocalipsis, 23-24. BIGUZZI 36 rechaza
decididamente esta hipótesis, viendo en el autor del Apocalipsis a un Juan diverso del hijo de Zebedeo
y del Presbítero (ver la nota anterior).
18
Ver U. VANNI, La struttura letteraria dell'Apocalisse (Aloisiana 8a; Morcelliana, Brescia 21980).
Corpus joánico y epístolas católicas 152

8,1-11,19: las siete trompetas. Sonido sucesivo de las siete trompetas tocadas por
los ángeles. A las tres últimas se sobreponen los tres “ayes”, creando un “crescendo”
literario notable. La séptima trompeta (11,15-19) introduce la sección siguiente.
12,1-15,8: el triple signo. Más compleja que las precedentes, se caracteriza por tres
“signos” en el cielo (12,1: la mujer; 12,3: el dragón; 15,1: los ángeles con las siete
copas). Este último introduce la sección siguiente.
15,1-16,21: las siete copas “de la cólera de Dios” (16,1), con las siete plagas
escatológicas (15,1). La séptima copa (16,17-19) introduce la sección siguiente.
17,1-22,5: sección conclusiva. Caracterizada por la intervención resuelta e inapelable
de Cristo Cordero, “Rey de reyes y Señor de señores” (19,16). Por una parte juzga y
anula todas las fuerzas hostiles, que confluían en la convivencia con Babilonia, “la
gran prostituta”; por otra, prepara y realiza la “nueva Jerusalén”, la novia que se
convierte en esposa (21,9).
Todas las secciones de la 2ª parte están unidas entre sí por un desarrollo lineal,
temporal y progresivo: se determina así un movimiento ascendente que desemboca
en la sección conclusiva. Pero en el decurso del libro algunos elementos se sustraen
del eje temporal; confieren así un cierto carácter meta-temporal al relato, superando
la preocupación cronística por los acontecimientos y permitiendo la aplicación del
mensaje a cada situación concreta de la historia.
22,6-21: EPÍLOGO
En su centro está la palabra de Jesús (22,12-16), dirigida a su próxima venida, meta de
cuanto se revela en el Apocalipsis. El deseo de la “gracia” une 22,21 con 1,4.
Destacan los septenarios, que cubren buena parte de la obra. Pero están íntimamente
entrelazados con la narración, que resulta así sumamente compacta; las cartas
dependen de la cristofanía del c. 1; los siete rollos y las siete trompetas, de la visión
del trono; las siete copas, de la historia del Dragón y las Bestias (cf. BIGUZZI 23).
Corpus joánico y epístolas católicas 153

Visión de conjunto del Apocalipsis:


PRÓLOGO 1,1-3 LAS SIETE TROMPETAS 8,1-11,19
[Visión preparatoria 8,1-5]
I. CARTAS A LAS SIETE IGLESIAS 1,4-3,22 Las cuatro primeras trompetas 8,6-12
Diálogo litúrgico inicial 1,4-8 La quinta y sexta trompetas (dos “ayes”) 8,13-9,21
Visión inaugural 1,9-20 Interludios:
Mensaje a las siete iglesias 2,1-3,22 a) El ángel y el cuadernillo 10,1-11
Éfeso 2,1-7 b) Medición del templo. Los dos testigos 11,1-14
Esmirna 2,8-11 La séptima trompeta (tercer “ay”) 11,15-19
Pérgamo 2,12-17
Tiatira 2,18-29 EL TRIPLE SIGNO 12,1-15,8
Sardes 3,1-6 Dos signos: la mujer y el dragón 12,1-18
Filadelfia 3,7-13 Las dos bestias 13,1-18
Laodicea 3,14-22 El Cordero en Sión 14,1-5
II. DIOS, SEÑOR DE LA HISTORIA 4,1-22,5 Los tres ángeles y el anuncio del Juicio 14,6-13
El juicio: La “siega” y la “vendimia” 14,14-20
SECCIÓN INTRODUCTORIA 4,1-5,14 El tercer signo: los siete ángeles 15,1-8
Visión de la corte de Dios 4,1-11
El documento sellado y el Cordero 5,1-14 LAS SIETE COPAS 15,1-16,21
[Visión preparatoria 15,1-8]
LOS SIETE SELLOS 6,1-8,5 Las siete plagas 16,1-21
Los cuatro primeros sellos (cuatro caballos) 6,1-8
Los sellos quinto y sexto 6,9-17 SECCIÓN CONCLUSIVA 17,1-22,5
Interludios: Juicio contra “la gran Babilonia” 17,1-18
a) La Iglesia “militante” 7,1-8 Lamentación por Babilonia 18,1-24
b) La Iglesia “triunfante” 7,9-17 Himno triunfal (Alleluia!) 19,1-10
El séptimo sello 8,1-5 El Mesías vencedor 19,11-21
El reino de mil años 20,1-6
Último asalto enemigo y juicio final 20,7-15
La nueva creación y la nueva Jerusalén 21,1-22,5
EPÍLOGO 22,6-21

5. El Apocalipsis y el Antiguo Testamento


“La presencia del AT en el Apocalipsis es, según la opinión común, la más extensa y
característica respecto de los otros libros del NT: según las indicaciones del Novum
Testamentum Graece de Nestle-Aland… hallamos en el Apocalipsis 814 referencias a
pasajes del AT. No son nunca citadas con una fórmula, sino que son incorporadas al
discurso del autor. No todas tienen el mismo grado de adherencia respecto de la fuente
originaria: hay referencias literales, referencias con variantes, contactos contextuales,
reminiscencias. Para comprender el texto del Apocalipsis es indispensable tenerlas
debidamente en cuenta a todas”19. El autor emplea siempre la Escritura de forma
creativa, en cierto modo “recreándola”; de esta manera el Apocalipsis aparece como
conclusión de la historia de la salvación atestiguada por la Escritura, historia que
Jesucristo lleva a su plenitud. “En una palabra, una hermenéutica del Apocalipsis es
en gran parte una relectura cristiana del Antiguo Testamento”20.
Un ejemplo: la visión de los cuatro seres vivientes (Ap 4,6b-8), compuesta a partir de
Ez 1,5-12, que se combina –en Ap 4,8– con Is 6,3 y se integra en el nuevo contexto
mediante la repetición de “el que era y es y viene” (cf. 1,3). Así se reorienta la visión
del profeta, que ahora apunta decididamente a Cristo.

6. El Apocalipsis y el canon cristiano


El carácter profético de este libro ha motivado su colocación al final del canon del
NT, donde –a semejanza del canon del AT– primero están los “libros históricos”
(evangelios y Hechos), a continuación los “sapienciales” (cartas) y por último el libro
“profético” (Apocalipsis).

19
VANNI, Apocalisse e Antico Testamento, I.
20
VANNI, Apocalipsis, 27. Sobre esta cuestión, ver: PÉREZ MÁRQUEZ, R. A., L’Antico Testamento
nell'Apocalisse. Storia della ricerca, bilancio e prospettive (Assisi: Cittadella, 2010).
Corpus joánico y epístolas católicas 154

Sin embargo, históricamente su inclusión entre los libros canónicos no estuvo exento
de trabas. “El Ap en particular halló dificultades de tipo doctrinal. En Occidente los
montanistas abusaban de él a favor del «milenarismo»; y los Álogos, que se oponían
al montanismo, rechazaban también el Evangelio de Juan y el Apocalipsis, sin admitir
por tanto el Logos joánico[21]. En Oriente, la herejía «milenarista» de los quiliastas,
quienes interpretaban Ap 20,1-6 en términos de un nuevo Paraíso terrestre instaurado
por Cristo en este mundo antes de la Parusía, indujo a la mayor parte de los Padres de
Siria y de Asia Menor a rechazar el Apocalipsis, cuya canonicidad resultaba aún más
problemática debido a la incierta paternidad joanea del escrito (el griego bajo del
Apocalipsis no es el del Evangelio de Juan, como ya observaba Dionisio de
Alejandría)”22.
Para las diversas interpretaciones posibles del milenarismo en el Apocalipsis, ver MUÑOZ LEÓN,
Apocalipsis, 155-156.
Acerca de las vacilaciones en la Iglesia sobre la aceptación del Apocalipsis, es
interesante comprobar que S. Cirilo de Jerusalén (Catequesis IV, año 348) y el
concilio de Laodicea (360) lo omiten al enunciar los libros canónicos (EB 10; 12)23.
Por el contrario S. Atanasio de Alejandría (carta 39, año 367), el Concilio de Hipona
(393) y S. Inocencio I (Carta “Consulenti tibi” a Exuperio, año 405) lo incluyen (EB
15; 17; 21).
Un importante testimonio antiguo a favor de la aceptación en el canon (Canon de
Muratori, s. II):
“… también Juan, aunque en el Apocalipsis escribe a siete iglesias, sin embargo escribe a
todas” (EB 4). “Apocalipsis aceptamos solo el de Juan y el de Pedro, si bien algunos de
los nuestros no quieren que este último se lea en la iglesia” (EB 6).

7. El texto del Apocalipsis


El texto del Apocalipsis está atestiguado desde muy antiguo; el papiro más antiguo
(P47) data del s. III. Sin embargo las dudas acerca de la canonicidad influyeron en su
transmisión textual. Así, el Códice Vaticano (B) no contiene el Apocalipsis. El
Sinaítico (S o ‫ )א‬lo incluye, pero con un texto de baja calidad crítica. Por ello los
editores suelen atender preferentemente al códice Alejandrino.
El texto del Apocalipsis está documentado – todo o en parte – con suficiente
amplitud, que se extiende desde los papiros (P18 P24 P43 P47 P85 P94 contienen
fragmentos), pasando por los códices mayúsculos (‫א‬, A, C […]), hasta los
códices minúsculos (…). No se tiene documentación de leccionarios
litúrgicos.
El hecho de que el Apocalipsis no esté contenido en el códice B (Vaticano) y
que el texto que hallamos en ‫( א‬Sinaítico) no tenga el acostumbrado nivel de
fiabilidad aísla en cierto sentido el Apocalipsis del resto del NT, y hace más
compleja la crítica textual. Hoy… se tiende a privilegiar el códice A
(Alejandrino, s. V) como referente básico, integrado, según la oportunidad,
con los otros mayúsculos – especialmente el Sinaítico – y los papiros.

21
Según los álogoi, el autor de los escritos joánicos había sido en realidad Cerinto.
22
MANNUCCI, La Biblia como Palabra de Dios, 197. Sobre el griego del Apocalipsis, ver cuanto
hemos dicho más arriba en el punto 1b.
23
EB: Enquiridion bíblico. Documentos de la Iglesia sobre la Sagrada Escritura (eds. C. GRANADOS –
L. SÁNCHEZ NAVARRO) (BAC 691; Madrid 2010).

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