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ANEXO DE LECTURAS
OBLIGATORIAS
1. La Propiedad.-
En memoria de mi tío el doctor Uldarico Ramos Chávez y de Eric Bedoya Figueroa.
Socio Principal del Estudio Vidal, Melendres & Palomino Abogados (www.vmplegal.com). Titulo de
Segunda Especialización en Derecho Ambiental y los Recursos Naturales por la Pontificia Universidad
Católica del Perú, Candidato a Magíster en Derecho Civil y Comercial en la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos, cursando estudios de doctorado en la misma casa de estudios. Profesor en las facultades de
derecho de la Universidad Cesar Vallejo Lima Este y la Universidad de Huánuco. Es Presidente del Instituto
Peruano de Derecho Civil.
1
naturales, que provienen del bien sin intervención humana, frutos industriales,
en cuya percepción interviene el hombre, y frutos civiles, que se originan como
consecuencia de una relación jurídica, es decir, un contrato.
Creemos que la reivindicación se podrá ejercer cuando exista una amenaza o agresión al
derecho de propiedad o cuando se discuta su titularidad, como en la prescripción adquisitiva o
los interdictos de recobrar o de retener que se manifiestan en la defensa posesoria, de lo
contrario el propietario no podrá ejercer la reivindicación, ya que solo genera persecutoriedad
sobre cualquier persona que atenta (habitante precario o poseedor ilegitimo ) contra el derecho
de propiedad, se ejercita la reivindicación en el momento preciso que el propietario se sienta o
crea que es amenazado, por un sujeto ajeno a la situación jurídica entre el titular y la
propiedad y por ultimo si el propietario no se ve en la necesidad de defender su propiedad ante
la amenaza de un tercero creemos que no será necesario considerar como atributo de la
propiedad a la reivindicación debido a que este atributo (reivindicación) no seria constante y
que solo se perfeccionaría en los momentos de ejercer la persecución del bien considerándole un
atributo relativo y no absoluto.
1
AVENDAÑO VALDEZ, Jorge. Código Civil Comentado- Por los Cien Mejores Especialistas, tomo V, Gaceta
Jurídica, 1 Ed. 2003-Lima. pp. 187-188.
2
ESCOBAR ROZAS, Freddy. Mitos en Torno al contenido del derecho de Propiedad, En: Ius Et Veritas, revista
editada por estudiantes de la facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, año XI N° 22, pp.
117. “ i) La facultad de disponer y la de gravar son manifestaciones concretas del poder jurídico, que constituye una
situación jurídica subjetiva distinta del derecho subjetivo. El poder de disponer y de gravar deriva de la relación de
titularidad que une a un sujeto de derechos con un derecho subjetivo (en este caso, el derecho de propiedad).
2
La Doctrina nos señala cuatro características de la propiedad: es un derecho real,
un derecho absoluto, un derecho exclusivo y un derecho perpetuo.
Pero cuando tenemos un derecho real solo se crea una situación jurídica
entre el titular y la cosa, es decir el titular tiene un poder o atribución sobre la
cosa y jamás podría existir un relación jurídica entre el bien o cosa con el titular
del bien, solo existe una situación jurídica o una atribución del propietario sobre
el bien del cual ejerce un poder jurídico pleno.
El maestro DÌEZ PICAZO nos dice “los sujetos de toda relación jurídica son
siempre las personas entre quienes la relación se traba o se establece. Una
relación jurídica es siempre una situación en la cual se encuentra dos o más
personas. No es admisible, en buena técnica jurídica, utilizar la idea de relación jurídica
para aludir a la situación en que se encuentra una persona respecto a una cosa, una persona
respecto a un lugar o varias cosas entre si. La relación jurídica es siempre
relación entre personas5”.
ii) la facultad de reivindicar es un mecanismo de tutela del derecho de propiedad, esto es, un instrumento que le
permite al titular del mismo eliminar las consecuencias negativas derivadas de la violación, por parte de un tercero,
del deber jurídico general de no invadir la esfera jurídica ajena. En tal sentido, la facultad de reivindicar no forma
parte del contenido del derecho de propiedad.
3
TORRES LOPEZ, Juan. Análisis Económico del Derecho, Ed. Tecnos S.A., Madrid, 1987, p. 49.
4
VIDAL RAMIREZ, Fernando. Prescripción Extensiva y Caducidad, Gaceta Jurídica, Lima, 1996, p. 25. “la
relación Jurídica, como hemos visto, es el vinculo establecido entre dos o mas personas, mientras que la situación
Jurídica es la que se configura en base a la relación que vincula a las personas y a sus respectivos derechos subjetivos
o deberes jurídicos, pero de modo permanente o duradero”.
5
DÌEZ-PICAZO, Luís. Fundamentos de Derecho civil patrimonial, Ed. Tecnos, Madrid, 1979, Volumen I, pp. 49
3
GUILLERMO BORDA nos indica que: i) derecho real es un poder o
facultad que se tiene directamente sobre una cosa; el típico es la propiedad, que
importa un poder de señorío, de goce y de disposición de la cosa; los restantes
derechos reales no son, en el fondo, sino desmembramientos de ella.
ii) derecho personal, en cambio, es la facultad que se tiene de exigir de otra persona
el cumplimiento de una obligación; en otras palabras, es una vinculación jurídica,
que une a dos personas (o grupos de personas) en virtud de la cual el deudor
debe satisfacer al acreedor la prestación debida6.
6
BORDA A. Guillermo. “Manual de Derecho Civil-Parte General”, Ed. Abelardo Perrot, Bs. Aires, 1996. pp. 359-
363.
7
Ibidem. pp. 362-363. “La concepción clásica de los derechos reales ha sido impugnada por Planiol. Sostiene el
ilustre jurista francés que la idea de que los derechos reales establecen una relación directa entre una persona y una
cosa, es falsa porque una relación de orden jurídico no puede existir sino entre personas; esta es, afirma, una verdad
axiomática y elemental para la ciencia del derecho. Y si se profundiza el análisis de los derechos reales, se vera que
también en ellos hay sujeto pasivo, entre los cuales, como en los derechos personales, se establecen la relación
jurídica. En nuestro caso, los derechos obligados serán todos los integrantes de la sociedad, que tienen el deber de
respetar el derecho real, de abstenerse de todo hecho que lo perturbe; es, pues, un obligación de no hacer que pesa
sobre el resto de la colectividad y que por ello puede llamarse pasivamente universal. De ahí se desprende que la
diferencia entre derechos reales y personales no es esencial, sino que se traduce solamente en lo siguiente: mientras
que en estos últimos el sujeto pasivo es determinado, en los primeros es indeterminadado y de numero ilimitado.
4
de respetarlos, sino el poder de goce y disposición que se reconoce al titular
sobre la cosa8.
En los derechos reales, el objeto del derecho lo constituyen los bienes y las
cosas, mientras que en los derechos de obligación el objeto del derecho lo
constituyen las prestaciones ajenas en cuanto puedan proporcionar una cierta
utilidad al acreedor. Igualmente, los derechos reales giran alrededor del derecho
de propiedad y sus desmembraciones, y la relación es entre el sujeto al que
corresponde el derecho y el bien objeto de el, mientras que en los derechos de
obligaciones la relación es de persona a persona, entre sujeto activo o acreedor, y
sujeto pasivo, o deudor; por lo tanto, la relación con las cosas es siempre
indirecta a trastes de las personas comprendidas en la prestación, son derechos
de naturaleza transitoria, pues la facultad correspondiente a ella se agota al
hacerse efectiva, mientras que las facultades correspondientes a un deber jurídico
distinto al obligacional no se agota por su uso normal.
8
Ibidem. pp. 366.
9
LA PUENTE LAVALLE, Manuel. Estudios sobre El Contrato de Compraventa, Gaceta Jurídica, Lima, 1999, p.
11.
10
ALBALADEJO, Manuel. Derecho Civil I, Tomo III, Derecho de Bienes, Vol. I. Barcelona; Librería Bosh 3ª. Ed.
1977, pp. 243-245.
5
Las consecuencias que se derivan de los derechos reales y de los derechos de
obligación son también distintas. Así, la perdida de la cosa en los derechos de
propiedad importa la extinción del derecho, lo cual no sucede en todos los casos
cuando se trata de los derechos de obligación, por cuanto ellos subsisten
trasformándose en la indemnización de daños y perjuicios. El derecho real tiene
entre sus atributos la persecución (rei persecutoria) mientras el de las obligaciones
no. de otro lado, el derecho obligacional puede consistir en un dar, hacer o no
hacer, y el derecho real da nacimiento a una obligación de no hacer (de los
demás) de carácter universal.
Finalmente, debe destacarse que los derechos reales son oponibles a todos
(erga omnes) y los derechos de obligación se caracterizan justamente por lo
contrario, ya que son oponibles únicamente a un sujeto determinado, especifico.
De allí que a los primeros se les llama absolutos, y a los segundos relativos11.
DÍEZ PICAZO, sostiene que la tradición por si sola no sirve para transmitir
el dominio, pues la entrega o la transferencia de la posesión es en si misma un
11
FERRERO COSTA, Raúl. Curso de Derecho de las Obligaciones, Ed. Grijley, Lima, 3era. Ed. 2004, pp. 8-9.
12
ALBALADEJO, Manuel, Ob. Cit. pp. 138-139.
6
acto incoloro y ambiguo, al que solo dota de sentido el negocio jurídico
antecedente celebrado por las partes, que justifica la transmisión13.
La doctrina peruana se encuentra dividida en dos sectores: uno de ellos opina que
el sistema peruano de adquisición de la propiedad esta articulado en la aplicación
de la teoría del titulo y el modo para el caso de los bienes muebles y la aplicación
del principio de la transmisión solo consensus para el caso de los bienes inmuebles; el
otro sector sostiene que tanto para el caso de los bienes muebles como para el de
los bienes inmuebles debe aplicarse la teoría del titulo y el modo16.
13
DÍEZ-PICAZO, Luís. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, Madrid 1983. Ed. Tecnos S.A., Vol. II, pp.
648-649. “es necesaria, pues, la yuxtaposición de dos elementos en algo que se puede considerar como un supuesto
completo de formación suseciva: el contrato antecedente y el traspaso posesorio. Solo la yuxtaposición de ambos
elementos, cuando ambos actos jurídicos existen y son validos, determina la transmisión. Si únicamente ha existido el
primero, habrá entre las partes una simple relación con puro valor obligacional. Se ha existido traditio, pero no habrá
existido una verdadera transmisión de la propiedad, de modo que el tridente sigue siendo propietario, el accipiente no
habrá llegado a serlo nunca y el primero podrá ejercitar una acción real reenvidicatoria, tanto frente a los posibles
poseedores” (sub. adquirientes de este).
14
VEGA MERE, Yuri. (ideas vertidas al autor en correspondencias por mail) “que la ley en mi concepto, el propio
art. 949 que toma como titulo el acto y la ley que actúa como mecanismo de transmisión de la titularidad. Por
supuesto, existen excepciones como es el caso de la venta de bienes genéricos o de bienes ajenos, por ejemplo, que
impiden que la ley atribuya un efecto real al acto del cual surge la obligación.
15
ALBALADEJO, Manuel. Op. Cit. T. III, Vol. I, pp. 138-139.
16
LA PUENTE LAVALLE. Manuel, Estudios sobre El Contrato de Compraventa, Gaceta Jurídica, Lima, 1999, pp.
23-24. El primer sector argumenta que toda obligación se cumple mediante la ejecución de una prestación, que es un
comportamiento o actividad del deudor y que el articulo 949 el código civil, al establecer que la adquisición del
derecho de propiedad de un inmueble determinado no requiere de la conducta del deudor –como se necesita en
cambio para la transmisión del derecho de propiedad de una cosa mueble- debe ser entendido en el sentido que esa
transmisión no deriva del cumplimiento de una obligación sino que emana directamente del contrato, sin que sea
necesario el expediente de crear una obligación, (Tesis sostenida por Hugo Forno) y otra posición es la de sostener
que en la compraventa inmobiliaria el comprador se convierte en propietario por haberse perfeccionado su
adquisición (tesis Jack Bigio).
17
BELTRAN PACHECO, Jorge. La Ineficacia del Acto Jurídico, En: Cuadernos Jurisprudenciales, Gaceta Jurídica,
Año: 1 Nro. 6, p. 6.
7
HUGO FORNO, nos ilustra, como se sabe, en el derecho romano existía una
clara separación entre lo que hoy se conoce como el titulo y el modo. El titulo era la
justificación jurídica en cuya virtud se sustentaba un desplazamiento patrimonial, y el modo el
mecanismo establecido por el derecho para producir tal desplazamiento18.
18
FORNO FLOREZ, Hugo. El Contrato con Efectos Reales, En: Ius Et Veritas, revista editada por estudiantes de la
facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Nº. 7, Lima 1993, pp.79. (77-87).
19
ESCOBAR ROZAS, Freddy. El Contrato y los Efectos Reales, En: Ius Et Veritas revista editada por estudiantes de
la facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, año XIII N° 25, pp. 46.
20
VEGA MERE, Yuri. Contratos de Consumo, Grijley-Lima-Perú. 2001. p. 27.
8
Inspirados en este sistema ubicamos: al sistema italiano (articulo 1376
de su Código Civil), el sistema francés (articulo 1138 de su C.C.), el sistema
portugués (articulo 408 de su C.C.), el sistema mexicano (articulo 2014 de su
C.C.), el sistema venezolano (articulo 1161 de su C.C.).
21
FERNANDEZ CRUZ, Gastón, La Obligación de enajenar y el sistema de transferencia de la Propiedad inmueble
en el Perú. En: Themis-Revista de Derecho Nº. 30. Lima. 1994. pp. 160. “en la teoría de la doble causa el “acto de
obligación” (titulo) y el “acto de disposición” (modo) son dos actos distintos pero dependientes”.
22
ESCOBRA ROZAS, Freddy. El contrato y los Efectos reales Ob. Cit. pp. 49. “en la Alemania del siglo
XXI aun tenia apogeo la teoría del titulo y el modo, que había hacho suya la primera interpretación y que
evidentemente había debilitado a la vieja traditio romana. Con la promulgación del Code , esta ultima
sufrió un mayor debilitamiento, en tanto que fue expresamente eliminada como requisito para que se
produzca la transferencia de propiedad
9
produce los efectos obligatorios y otro que genera la transferencia de la
propiedad. De acuerdo al sistema recogido en el BGB, los negocios
obligacionales quedan absolutamente separados de los negocios de
disposición. Los primeros crean los vínculos de obligación que sirven de
fundamento o base para la transferencia de propiedad. Los segundos por su
parte, acompañados de la inscripción registral (cuando se trata de inmuebles)
o de la entrega (cuando se trata de muebles), son los que producen la referida
transferencia, el sistema de separación del contrato supone, entonces, la
concurrencia de dos negocios jurídicos y de un acto ejecutivo real23.
Según Cayo, eran res mancipi las cosas mas preciosas: “los fundos y cosas
situadas en Italia, los esclavos y animales que es costumbre domar por el cuello o
por el lomo, por ejemplo , los vacunos, los caballos, las mulas y los asnos; también
las servidumbres rusticas25.
Eran res nec namcipi, en cambio, las otras cosas: sumas de dinero, animales
salvajes, la mancipatio, que se empleaba para la enajenación de las res mancipi, era un
acto formal celebrado en presencia de cuando menos cinco testigos “en una balanza,
23
LARENZ, Kart. Derecho de Obligaciones, Madrid: Revista de Derecho Privado. Citado por
ESCOBAR ROZAS, Freddy, El Contrato y los Efectos Reales, Ob. Cit. pp. 50.
24
BELTRAN PACHECO, Jorge. Exorcizando el espiritualismo: registro vs. Consenso en la transferencia de
propiedad inmobiliaria. En: Dialogo con la Jurisprudencia. Nº 38. 2001. pp.81-85. “los sistemas de transferencia de
propiedad existentes en la doctrina han sido reunidos, clásicamente, en tres grandes sistemas: el sistema romano de
transferencia de propiedad o de la tradición; b) el sistema espiritualista o francés; y, c) el sistema alemán o del
registro.
25
ARIAS-SCHEREIBER PESET, Máx. Exégesis, Tomo IV, Gaceta Jurídica, 1998, pp. 307.
10
las librepens, que deberían llevar los contratantes, se pesaba un objeto
representativo del objeto del contrato y del otro plato se colocaba un pedazo de
cobre, por ejemplo, que simbolizaba el pago, además debían pronunciarse formas
sacramentales a fin de que se entendiese materializada la adquisición.
La in jure cessio utilizada también para la transferencia de las res mancipi, era
igualmente un acto formal, pero se celebraba delante del Pretor. Este modo implica
una reivindicación simulada. En efecto, el adquiriente alegaba la propiedad del bien
ante el pretor y el enajenante se allanada a ello. La tradittio (tradición) era empleada
para alinear las res nec mancipi. Suponía la entrega física del bien, de común acuerdo
entre el trasdens (el que entrega la cosa) y el accipiens (el que la recibe)26.
11
La separación del contrato en dos momentos en Roma30, no fue por un
simple capricho, la razón se justificaba de establecer un mecanismo objetivo de
publicidad sobre la transmisión del derecho. Una publicidad que permite conocer a
la comunidad de las transferencias de propiedad realizadas.
30
FORNO FLORES, Hugo. Ob.Cit. pp. 80. “a partir de Justiniano se amplia el concepto de contractus para
comprender no solo a los acuerdos bilaterales constitutivos de obligación sino también a los acuerdos bilaterales que
constituyen o transfieren derechos reales, pero advertido el diferente efecto que producen ambos tipos de acuerdo en
cuanto que unos constituyen la causa de la atribución, se acentúa en el derecho común la necesidad de mantenernos
diferenciados y se designa a los primeros con el nombre de titulus adquirendi y a los segundos con el de modus
adquirendi”.
31
PLANIOL, Marcel y RIPERT, Jorge. Tratado Práctico de Derecho Civil Francés-Tomo III. Ed. Civitas. Madrid
1988. pp. 111.
32
Ibidem. pp. 534.
12
efecto real; la compraventa, por ejemplo, no solo crea obligaciones entre las partes,
sino que el transmite al comprador la propiedad de la cosa vendida33.
33
MASEAUD, Henri y León y MASEAUD, Jean. Lecciones de Derecho Civil-Derechos Reales Principales (El
Derecho de Propiedad y sus desmembraciones), Parte Segunda: Volumen IV, Ed. Jurídica. Europa-América, Buenos
Aires-1960, pp. 323-324
34
ALBALADEJO Manuel. Ob. Cit. pp. 234.
35
VAZQUES RIOS, Alberto. Los Derechos Reales: La propiedad, Ed. San Marcos, Lima-Perú, p. 100.
36
FORNO FLOREZ, Hugo. Ob. Cit. pp. 81 “la propia idea de libertad de actuación de los particulares encuentra su
justificación en la voluntad individual (la llamada autonomía de la voluntad).”
37
OSTERLING PARODI, Felipe- CASTILLO FREYRE, Mario. Ob. Cit. pp. 412 “Se considera perfecta y
ejecutable en el mismo momento de su formación. El consentimiento decía Bigot-Preameneu, perfecciona por si solo
la obligación de entregar la cosa y no hay necesidad de tradición real para que el acreedor sea considerado propietario
de ella. Por el contrato, afirmaba Portalis, se opera una especie de tradición civil, y Marcade agrega: la convención de
dar crea la obligación; la obligación de dar lleva consigo la de entregar; el cumplimiento de esta obligación por la
tradición trasfiere la propiedad; la tradición no necesita ser real, porque el consentimiento lleva en si un tradición
fingida que produce el mismo efecto; y esta tradición realiza el desplazamiento automático del dominio.
13
En conclusión el derecho francés desarrolla un sistema de transmisión y
adquisición de derechos reales distinto del sistema dual (titulo y modo) por lo cual
solo se baza en el “solo consensus” es suficiente para adquirir la propiedad de un bien
inmueble, una vez transmitido el derecho de dominio como efecto inmediato del
contrato, la obligación del vendedor consistirá en permitir la posesión real y efectiva
del bien, en propiedad del comprador.
El que compra una cosa quiere adquirirla no solo para aprovecharse de ella
temporalmente, sino con carácter definitivo y excluyente y para disponer de ella; por
lo tanto, con la sola entrega de la cosa el vendedor no ha cumplido su obligación
totalmente: esta obligado a proporcionar la propiedad sobre ella. La transmisión de
la propiedad esta regulada en el derecho de cosas. Esta transmisión, cuando se
refiere a cosas muebles, exige la entrega y el acuerdo de ambas partes de “transmitir
la propiedad” no se contiene en el contrato de compraventa, sino que es necesario
un especial contrato “real” diferente, cuyo único contenido es que la “propiedad sea
transmitida”, este contrato real es independiente del contrato de compraventa que le
sirve de base, es decir, es un contrato “abstracto”38.
38
LA PUENTE LAVALLE, Manuel. Perfeccionamiento de la Transferencia de la Propiedad, En: Folio Real año III
Nº. 7 febrero 2002, pp. 104.
39
ARIAS SCHEREIBER-PEZET, Máx. Exégesis, Tomo II. Gaceta Jurídica, 1998. Lima-Perú. pp. 25.
14
6. EL SISTEMA PERUANO.-
Uno de los puntos que fue materia de intensos y brillantes debates, y que
más avivó el interés de la Comisión, fue el concerniente a la transmisión de
propiedad de bienes inmuebles. Todos los integrantes de ella tuvieron la honrosa
misión de elaborar el código mencionado, estuvieron de acuerdo que el viejo sistema
40
OSTERLING PARODI, Felipe- CASTILLO FREYRE, Mario. Tratado de las Obligaciones, Ob. Cit. , pp. 407.
15
todavía imperante, sustentado en el simple consentimiento, es imperfecto, tanto por
inseguro y que en el curso de su vigencia y de su aplicación, ha dado origen a
opuestas e inconciliables discusiones e interpretaciones.
La institución del registro fue implanta en el Perú hace casi medio siglo. No
obstante los esfuerzos realizados, es lo cierto que no ha podido arraigarse en todo el
país y que adolece de vacíos e imperfecciones que no son insuperables a la acción de
la voluntad. El registro existente tiene el gravísimo defecto de ser personal. Su
transformación recurrirá, como condición insustituible, el catastro. Por eso, es
imperativo prescindir del sistema germánico que ha organizado el dominio y los derechos
reales sobre las bases de la publicidad y de la especialidad, atribuyendo el primer
valor y eficacia materiales. Ningún sistema teórico, por perfecto que sea, puede por
si solo resolver satisfactoriamente los hechos. No son paralelos el progreso legal y el
adelanto moral de una nación. La propiedad de las cosas muebles se adquiere por la
tradición, y el dominio de los inmuebles, por el contrato, con las restricciones
derivadas de la institución del registro.
16
llegan a 24, 876 urbanos, 21, 398 rústicos y 3, 041 minas, según la estadística llevada
en el Registro de la Propiedad hasta el año 1921, numero que habrá aumentado
desde entonces y que seguirá aumentado cada dia.
17
lo cual, en esta situación excepcional de incertidumbre jurídica, seria
la inscripción la que atribuiría la propiedad, y en consecuencia,
tendría carácter constitutivo41.
El profesor TORRES nos indica que el articulo 152943 del código civil
consagra el régimen del titulo y el modo en referencia a manera de la
transferencia de propiedad inmueble, la compraventa, tanto mobiliaria
como inmobiliaria, no es traslativa sino obligatoria (no opera como consecuencia
directa del contrato sino como consecuencia de la entrega del bien realizada en
cumplimiento de un titulo valido) , para la constitución de la compraventa es
necesario a su ves la celebración de la compraventa, esto quiere decir, pues,
que la transferencia inmobiliaria se consigue con la sola celebración de
dicho contrato.
41
BIGIO CHREM, Jack. La compraventa y la transmisión de propiedad, En: Para Leer el Código Civil. Lima Fondo
Editorial de la PUCP, 1991. pp. 94
42
TORRES MENDEZ, Miguel. La transferencia de propiedad de los bienes incorporales en el código civil, En:
Derecho Nº 45, Diciembre 1991, PUCP. pp. 163.
43
Este autor empieza recordando el problema interpretativo que, surge entre los artículos 949 y 1529 del Código
Civil. Por este último, el vendedor se obliga a transferir la propiedad de un bien al comprador, y este establece que la
sola obligación de enajenar hace al acreedor propietario del inmueble. Según esta norma, la compraventa inmobiliaria
es traslativa y no obligatoria. Ello establece que la transferencia se produce sin que sea necesario el cumplimiento o
ejecución de la obligación de enajenar, sino basta únicamente que se haya constituido dicha obligación. Citado por:
GONZALES BARRON, Gunther. Tratado de Derecho Registral Inmobiliario, pp. 302.
18
c) POSICIÓN DE HUGO FORNO FLOREZ.-
44
FORNO FLOREZ, Hugo. Ob. Cit. p. 84. “en nuestro caso, la ley establece que la adquisición del derecho de
propiedad de un inmueble determinado no requiere de la conducta del deudor -como se necesita en cambio para la
transmisión del derecho de propiedad de un cosa mueble- por lo que no cabe que esta transmisor deriva directamente
del contrato sin que el expediente de crear una obligación”.
¿De que obligación puede hablarse en el caso del articulo 949 del Código vigente? Se trata de una obligación que
consiste en trasmitir el derecho de propiedad, lo que supondría una actividad material del deudor consistente en dar,
hacer o no hacer (que es la prestación) a través de la cual se produzca dicha transacción (cumplimiento). la prestación
siempre es contenido u objeto para quienes prefieren un enfoque distinto de la obligación. Pero en este caso, el interés
del sujeto activo queda satisfecho mediante la obtención del derecho de propiedad y esa obtención se logra
automáticamente sin necesidad de ningún acto material del sujeto pasivo.
19
por ejemplo, del sistema registral constitutivo de transferencia de la
propiedad inmueble, como modo de transmisión del dominio inmobiliario,
dado el nivel socioeconómico y cultural de las grandes mayorías nacionales
y la imposibilidad de extender el registro inmobiliario a todos los confines
de la patria, pese a significar el sistema más perfecto de seguridad jurídica
individual imaginable, incrementaría los costos de transacción a un nivel
inaceptable, paralizando las transacciones jurídicas45.
El artículo 949 del Código Civil, lejos de adoptar la teoría del titulo y el modo, le
otorga al contrato (su finalidad traslativa) la virtualidad de transferir directamente la
propiedad47.
45
FERNANDEZ CRUZ, Gastón. Ob. Cit. pp. 152.
46
Ibidem. pp. 159.
47
Ibidem. pp. 173.
20
La propiedad se transfiere al momento del perfeccionamiento del
contrato. Sin embargo, esta norma es completamente incoherente con la
función que la propiedad debe desarrollar. El contrato es un acto que, de
ordinario, permanece oculto al conocimiento de terceros48.
48
BULLARD GONZALEZ, Alfredo. Sistemas de Transferencia de Propiedad, En: Derecho y Economía, Palestra
Editores, Lima-2003. pp. 156.
49
BULLARD GONZALEZ, Alfredo. Ob. Cit. pp. 146. “La incertidumbre de saber si compro o no compro un bien
hace que se celebren menos contratos, que haya menos circulación de riqueza y menor dinamismo, impidiendo la
maximacion de las operaciones y transferencias.
50
Ibidem. pp. 151. “el riesgo que esta presente en toda transferencia radica en el hecho de que podría no transmitirse
al adquiriente la potestad de excluir a los demás, o que la posibilidad de exclusión no sea transmitida en términos
perfectos. Si este riesgo no es racionalizado, el potencial adquirente puede decidir no comprar o hacerlo a un precio
que se encuentre por debajo del valor real del derecho que se adquiere. Ello se puede apreciar, por ejemplo, cuando se
compra un inmueble no inscrito, pues el precio que se fije del valor real del derecho que se adquiere. Ello se puede
apreciar, por ejemplo, cuando se compra un inmueble no inscrito, pues el precio que se fije viene a ser, de ordinario,
considerablemente menor al de otro inmueble si registrado. La protección registral y la certeza que esta brinda son la
explicación a este mayor valor. En el fondo, lo que hace diferencia es que quien compra siente que el registro el
garantiza una posibilidad, de exclusión mas perfecta y, por tanto, mas valiosa. En el inmueble no registrado entra a
tallar el azar, y con ello la irracionalidad. Por lógica consecuencia, la posibilidad ya no es tan cierta. Este riesgo
podría determinar que se adquiera una propiedad que no permita excluir, por ejemplo, a un adquiriente anterior.
Estaríamos, entonces, ante una propiedad disfuncional o, dicho de una manera mas clara, ante la ausencia de un
autentico derecho de propiedad. Un sistema de transferencia de propiedad coherente debe dar al adquiriente la
certeza de poder excluir a cualquier otro pretendido adquiriente, es decir, una posibilidad de exclusión total.
21
Para BULLARD el controvertido articulo 949. C.C. por la cual
la propiedad se transfiere al momento del perfeccionamiento del contrato.
Sin embargo, esta norma es complementaria incoherente con la función
que la propiedad debe desarrollar. El contrato es un acto que, de ordinario,
permanece oculto al conocimiento de terceros.
51
BULLARD GONZÁLEZ, Alfredo. Ob. Cit. pp.156-157. “imaginemos que un cliente acude a un estudio de
abogados y el pregunta a uno de sus integrantes desde que momento seria propietario. Este le dice que según el
artículo 949, es propietario desde que celebra el contrato. El cliente sale de la oficina y celebra el contrato. El cliente
sale de la oficina y celebra el contrato de compraventa. Cuando va tomar posesión de su inmueble se da con la
sorpresa de que este esta ocupado por un tercero, el mismo que tiene su derecho inscrito. Al pedirle su titulo de
propiedad el ocupante le enseña al cliente una escritura pública cuya fecha es posterior al contrato que el celebro.
Recordando las palabras de su abogado y utilizando un poco de sentido común le dice que ese titulo no tiene ningún
valor, pues en la fecha que se celebro ese contrato el ya había celebrado con anterioridad otro contrato con el
propietario; por tanto, en la fecha de la escritura publica quien le vendió al ocupante no era propietario, y como nadie
puede transferir el derecho que no tiene queda claro que el único titulo valido es el suyo. Sin embargo, en el
juicio que siguió con el ocupante el cliente se da con la sorpresa de que el poder judicial le da la razón a la
otra parte. El error en el consejo del abogado esta en haber confundido la definición formal (y abstracta) contenida
en el Código, con el funcionamiento del derecho en la realidad. En el trasfondo de la pregunta del cliente estaba la
siguiente inquietud: ¿a partir de cuando poder yo excluir a los demás? Para fines prácticos esto es lo único que le
interesa. El abogado le contesto una pregunta distinta: ¿desde cuando dice el código civil que tengo un derecho
llamado propiedad? Como vimos en el ejemplo, las respuestas a estas dos preguntas.
52
ARIAS SCHEREIBER-PEZET, Max. Ob. Cit. pp. 293-327.
22
haberse consumado el contrato y surgió un derecho al bien para el acreedor
(ius ad rem), sino que simultáneamente este adquiere la propiedad (ius in re).
53
ARIAS SCHEREIBER-PEZET, Max. Ob. Cit. pp. 305. “el articulo 1135 del Código Civil regula la hipótesis
excepcional de que el deudor se hubiera obligado a entregar un mismo inmueble diversos acreedores (como
consecuencia de cualquier acto jurídico que implique una obligación de dar: contratos de donación o de
arrendamiento –cuando el supuesto no fuese el previsto por el articulo 1670 del Código, por ejemplo, y no
exclusivamente el de compraventa-, y señala las normas de preferencia para la entrega que en ese supuesto operan. La
preferencia que se otorga al acreedor de buena fe que hubiese inscrito primero su titulo esta en función de que el
hecho de la inscripción califica un mejor derecho oponible al de los otros títulos referidos al mismo bien inmueble. El
artículo por lo tanto brinda una solución obligacional al caso de concursos de acreedores y no una de carácter real al
de la pluralidad de propietarios. En consecuencia, no es exacto que el artículo 1135 otorgue a la inscripción la
calidad de modo excepcional de adquirir la propiedad inmobiliaria.
23
que aumentaría su volumen al basarse en un régimen que asegura la
realidad de los inmuebles, ix) mediante la inscripción constitutiva, se
descartaría, por ejemplo, la posibilidad de la venta del mismo bien a un
segundo o tercer adquiriente que ignoraba la primera enajenación y, aun la
venta de lo ajeno. Es precio imponer en nuestro país el sistema de la
inscripción, en forma distinta a la vigente, exigiendo esta como requisito
consultivo de todos los derechos reales que se establezcan sobre la
propiedad inmueble inscrita.
54
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Perfeccionamiento de la transferencia de propiedad, En: Scribas, Nº. 2,
Arequipa-1996, pp. 37-42.
55
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Perfeccionamiento de la Transferencia de Propiedad, Ob. Cit. pp. 37-42.
“Si bien el contrato de compraventa no se transfiere al comprador la propiedad del bien vendido, corresponde hacer
todo lo necesario para que este efecto se produzca, pues solo así se habrá cumplido la obligación que en ese sentido
ha asumido al celebrar el contrato. Pensar que el vendedor por el mero hecho de celebrar el contrato satisface todo lo
que de el se requiere, seria privar al contrato de compraventa de gran parte de su virtualidad y convertirlo en un
instrumento inadecuado para que el comprador adquiera la propiedad del bien”.
56
LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo. “Notas polémicas sobre la regulación de la reserva de
propiedad” en “temas de Derecho Civil”, Universidad de Lima, 1991, pp.234, Citado por DE LA PUENTE Y
LAVALLE, Ob. Cit. “considera que el artículo 1549 del código civil debe ser interpretado en el sentido que
“perfeccionar” la transferencia de la propiedad significa que ha habido un inicio de transferencia, la cual puede estar
aun incompleta, inacabada o imperfecta si no se han transmitido todos los poderes jurídico-reales sobre el bien
adquirido, pero el entendimiento de la norma implica que la transferencia jurídica ya se ha producido como efecto de
la transferencia jurídica ya se ha producido como efecto natural del consentimiento perfecto (art. 1352) de vender y
comprar, y se encuentra a la espera de perfeccionamiento con pasos ulteriores de dar o hacer recíprocamente
exigibles.
24
propiedad del bien. En los bienes inmuebles la transferencia se obtendrá
mediante la celebración de un contrato de compraventa que cree a cargo
del vendedor una obligación pura de transferir la, propiedad del bien, de
acuerdo con el artículo 949 del Código Civil, según el cual la sola
obligación de enajenar un inmueble determinado hace al acreedor
propietario de el, salvo disposición legal diferente o pacto en contrario.
57
DE LA PUENTE Y LAVALLE. Ob. Cit. “El verbo “perfeccionar” es entendido como celebrar y también
concluir. Esta interpretación coincide con la tercera apreciación de la palabra “perfeccionar” dada por el diccionario
de la lengua española, según el cual significa “completar los requisitos para que un acto civil, especialmente un
contrato, tenga plena fuerza jurídica”. En efecto, tanto en el caso del articulo 1352 como en el del articulo 1373 se
quiere expresar que el cumplimiento de cada uno de los requisitos contemplados en ellos esto es la existencia del
consentimiento, en el caso del artículo 1352, y el conocimiento de la aceptación por parte del oferente, en el caso del
articulo 1373 –d lugar a la existencia del contrato, esto es a su vez celebración. Podemos decir que se trata de un
perfeccionamiento constitutivo.
58
Ibidem. “Se trata, pues de dos supuestos distintos. En el caso del artículo 1549, a diferencia de los artículos 1352 y
1373, existe un vínculo precedente que determina que una persona tenga la calidad de vendedor -que se adquiere en
virtud de un previo contrato de compraventa -y que tal persona tenga como obligación esencial inherente a tal
calidad que perfeccionar la transferencia de la propiedad para que produzca sus efectos propios. En este caso el
sentido de la palabra “perfeccionar” corresponde más bien a la primera acepción de ella según el diccionario de la
lengua española, o se “acabar enteramente una obra, dándole el mayor grado posible de bondad o excelencia”.
Podemos decir que se trata de un perfeccionamiento complementario.
25
A fin de que opere el perfeccionamiento complementario tanto en
el caso de bienes muebles como de inmuebles, se requiere que previamente
se haya producido el perfeccionamiento constitutivo de producido el
perfeccionamiento constitutivo del respectivo contrato de compraventa,
que crear la obligación del vendedor de transferir al comprador la
propiedad del bien. Solo cuando se haya celebrado el contrato de
compraventa podrá efectuarse el perfeccionamiento complementario de
la transferencia del bien mediante la entrega del mismo, que en el caso de
bien mueble tendrá como efecto la transferencia de la plena propiedad, y en
el caso de bien inmueble la adquisición de la posesión.
59
OSTERLING PARODI, Felipe- CASTILLO FREYRE, Mario. La transferencia de Propiedad en el Perú, En: Ius
Et Praxis, Universidad de Lima, Nº 30, 1999. pp.163.
26
i) POSICIÓN DE JORGE AVENDAÑO VALDEZ60.-
60
AVENDAÑO VALDEZ, Jorge. El Derecho de Propiedad, El sistema Registral Peruano y la Reforma del Código
Civil, En: Folio Real, Revista Peruana de Derecho Registral y Notarial, Año I Nº 2, Agosto 2000, Palestra Editores,
pp.101-106.
61
AVENDAÑO VALDEZ, Jorge. “Clasificación de los Bienes y transferencia de propiedad” citado por:
GONZALES BARRON, Gunther. Tratado de Derecho Registral Inmobiliario, Jurista Editores, Lima-2002, pp. 295.
62
La propuesta del profesor AVENDAÑO en la Comisión revisora del Código Civil es la siguiente: el nuevo criterio
es, pues, bienes registrados y no registrados, estableciendo que los bienes registrados se transfieren con titulo y
registro obligatorio (modo), con lo cual estamos atribuyendo efectos constitutivos al registro, no solo al de la
propiedad inmueble, sino a todos los registros, entonces habrá titulo y modo cuando se trate de la transferencia de
bienes registrados y de bienes no registrados. En ambos casos el titulo es el contrato, el modo en los bienes
registrados es el registro y en los no registrados es la tradición.
27
j) POSICIÓN DE GUNTHER GONZÁLES BARRON63.-
k) NUESTRA POSICIÓN.-
28
Para el sistema espiritualista o consensual (lo cual consta en la
Tendencia Jurisprudencial Peruana64) de transmitir la propiedad inmueble,
la sola obligación es el que produce el efecto traslativo del dominio de la
propiedad.
29
error sobre la naturaleza del derecho real y de la relación obligatoria, ya que
para los derechos reales basta la voluntad de las partes para crear el vinculo
jurídico, no siendo así para los derechos reales puesto que son de otra
naturaleza, ya que al ser de carácter absoluto puede hacerse valer contra
todos, por lo que la transmisión de la propiedad por el simple
consentimiento contradice la naturaleza del derecho real66.
“en una primera etapa el contrato (titulo) hace nacer la obligación que pesa sobre el
dueño, de transmitir al adquiriente el derecho de dominio sobre la cosa. En esa etapa,
encontrándose vinculados al deudor y al acreedor (el viejo dueño y el futuro dueño) por
una relación obligacional. Se presenta, luego, una segunda etapa que también es causal, y
que se materializa con el cumplimiento de la prestación por el deudor (el viejo dueño),
entregando la cosa al acreedor. En este instante se extingue la relación obligacional, y
queda transferida la propiedad a través de la tradición.
66
MESSINEO, Francesco. Ob. Cit. pp. 332.
30
admisibles en el derecho peruano, ya sea por disposición expresa del
artículo 949 o por vía interpretativa67.
67
BARBERO, Domenico. Sistema del Derecho Privado, Tomo IV. pp. 7-13, citado por GONZALES BARRON,
Gunther, Tratado de Derecho Registral Inmobiliario, pp. 311.
68
“Conforme al articulo 1135 del Código Civil, cuando el bien es inmueble y concurren diversos acreedores a
quienes el mismo deudor se ha obligado a entregarlo, se prefiere el acreedor de buena fe cuyo titulo, ha sido
primeramente inscrito” Exp. 573-95-Lima, Sala Civil de la Corte Suprema, Hinostroza Minguez, Alberto,
“Jurisprudencia Civil”, tomo IV, pp. 519.
- Cas. 672-97-Lima, Sala Civil de la Corte Suprema, El Peruano, 15/10/98, pp. 1930 “el articulo 1135 del Código
Civil se refiere a la prelación que tienen los acreedores a quienes un mismo deudor se obligo a entregar un bien
inmueble, que podría ser el caso de varias ventas de un mismo bien a favor de distintas personas, u otros contratos
que generen obligación de entregar un bien inmueble, como los derechos reales de usufructo, habitación, superficie o
anticresis”.
31
Si hay dos acreedores respecto del mismo bien y el segundo de estos
inscribe, es preferido respecto del primero. Es decir, es el propietario del bien.
¿Produce en este caso efectos constitutivos la inscripción registral? La repuesta
es que ella sola no produce tal efecto porque a ella debe sumarse la buena fe. Si
están presentes ambas, la protección es total, lo cual significa que el amparo
registral al tercero tiene finalmente un efecto constitutivo del derecho. Pero el
sistema es doble y confuso porque hay norma expresa que dice que el solo
consenso es suficiente para producir la transferencia. Si esto es así, ¿no es cierto
que el enajenante agote su derecho con la primera enajenación? ¿Qué derecho
transmitió entonces cuando otorgo la segunda Transferencia?69.
- Si dos o mas personas alegan tener derechos reales sobre un determinado inmueble, es preciso que el derecho que se
opone este inscrito con anterioridad al de aquel a quien se opone y, en defecto de la inscripción, tiene preferencia
aquel que ostente titulo de fecha anterior, siempre que este ultimo conste de documento de fecha cierta mas antigua.
(Exp. 173-94-Lima, Ledesma Narváez, Marianella. Ejecutorias Supremas Civiles. (1993-1996) pp. 494.
69
AVENDAÑO VALDEZ, Jorge. Clasificación de los bienes y transferencia de propiedad. pp. 169-171. citado
GONZALES BARRON, Gunther. Tratado de Derecho Inmobiliario. pp. 295-296.
32
del inmueble, el articulo 113570 reconoce la necesidad de inscribir el titulo de
adquisición del derecho de propiedad inmueble.
“se trata dar una clara excepción del artículo 949 del código civil en donde triunfa el
principio de la inscripción (que excepcionalmente tiene carácter constitutivo), aunque ello no
pueda se explicado satisfactoriamente por la doctrina francesa referida a que existen dos
propiedades, una relativa entre las partes y otra absoluta frente a todos los terceros, ya que en
ese caso el “propietario relativo” no podría siquiera desalojar a un precario o exhibir su titulo
ante la administración71”.
33
siempre admiten prueba en contrario. Con respecto al segundo problema (las
cargas), este si es insoluble, ya que muchas cargas que afectan la propiedad
territorial (por ejemplo: las hipotecas) no tienen exteriorización posesoria, y
por ello, en estos casos, es imprescindible contar con algún sistema
publicitario que se constituya en una excepción del principio consensualista.
b) Por otro lado, inclusive en el caso de que haya de que el vendedor exhiba
títulos legítimos, es posible que este haya enajenado el inmueble con
anterioridad, siendo que el nuevo comprador desconozca la existencia del
contrato precedente. En un sistema consensualista estricto, sin publicidad
alguna, se presenta el grave problema de la doble venta.
Un sistema de mero consenso reduce los costos de transacción, porque no requiere notario,
no requiere de inscripciones, no requiere registros, lo que hace mas “barato” contratar 74. Esta
posición concuerda con la opinión del maestro LEON BARANDIARAN, por lo
cual indica que la imperfección de los Registros Públicos, lo que hacia inviable el
régimen constitutivo de la inscripción, considerando la deficiente organización
administrativa, la falta de catastro y titulo idóneos que no existen en todas las
regiones, “sin notario, sin abogados, sin clima propicio para imponer el requisito de
la inscripción con carácter de ineluctable obligatoriedad75.
73
GONZALES BARRON, Gunther. Curso de Derechos Reales, Ob. Cit. pp. 594.
74
FERNANDEZ CRUZ, Gastón. Ob. Cit. pp.149-163.
75
LEON BARANDIARAN, José. Tratado de Derecho Civil. Tomo III, Vol. I. Lima, WG Editor, pp. 345.
34
Compartimos plenamente la opinión del profesor BULLARD,
“definitivamente lo que plantea FERNANDEZ CRUZ elimina ciertos costos. El
problema es que genera otros costos, como consecuencia de aliviar los primeros.
Básicamente se genera el costo de la incertidumbre. Es decir, como uno no sabe si
quien le vende es efectivamente el propietario, probablemente no le compre o el
compre mas barato. Basta simplemente con ver el precio en que se vende un
inmueble no registrado con respecto a otro registrado para descubrir que la
seguridad tiene un valor adicional por el cual nosotros pagamos, y que la propiedad
vale menos como consecuencia de esta incertidumbre. La incertidumbre de saber si
compro o no compro un bien hace que se celebren menos contratos, que haya
menos circulación de riqueza y menor dinamismo, impidiendo la maximación de las
operaciones y transferencias76.
76
BULLARD GONZALEZ, Alfredo. Ob. Cit. pp. 146
77
POSNER, Richard A. El Análisis Económico del Derecho, Fondo de Cultura Económica, México-1998., pp. 78-79.
35
nacionales, la población económicamente activa, se encontraba residiendo en el
campo.
De acuerdo con el censo del año 1940, el 17% de la población total del Perú
vivía en ciudades de mas de 20, 000 habitantes, mientras que a fines de la década de
los sesenta, el 65% de dicha población ya era urbana (JOSE MATOS MAR-
Desborde Popular y Crisis del Estado).
Estos grupos humanos que buscaban asentarse en las principales ciudades del
país se encontraron prácticamente fuera del círculo económico, del mercado y de la
legalidad vigente. Y para ello crearon su propia legalidad.
36
desarrollados (En occidente, por ejemplo, los inmuebles formales en su mayoría son
fáciles de usar como garantía para un préstamo; para obtener una inversión bajo la
figura de intercambio de activos por inversión; de esta manera generando una
economía, de un capital pasivo a un capital activo que dinamiza las diferentes
transacciones.
10. CONCLUSIONES.-
1) El artículo 949 del Código Civil, se evidencia el problema de la falta en
publicidad de la adquisición del bien inmueble frente a terceros.
2) El sistema peruano de transferencia de propiedad inmueble respalda la
propiedad relativa, pues no permite excluir a todos, toda transmisión de
propiedad debe estar dotado de seguridad jurídica en sus operaciones,
favoreciendo la dinámica circulación de los bienes inmuebles.
3) La inscripción declarativa en merito del articulo 1135, otorga la garantía y
seguridad jurídica que no brinda el articulo 949, constituyendo una
excepción y reconociendo la importancia de la inscripción del titulo en el
registro.
4) El artículo 1135 en cierta forma otorga a la inscripción, la calidad de modo
excepcional de adquirir la propiedad inmobiliaria.
37
5) En la concurrencia de acreedores de propiedad inmueble, se evidencia el
principio “Quien inscribe primero es propietario”, es la opción más recomendable
y practicada en la realidad.
6) En toda transferencia de propiedad inmueble, es necesario interpretar y
relacionar el artículo 949 del Código Civil, con otras normas que brindaran
una serie de garantías y corregirá los defectos que pudiera acarrear la
solitaria aplicación del artículo 949, considerando los siguientes artículos:
1135, 2012, 2013, 2014, 2016 y 2022 del Código Civil.
38
CURSO ”PRECEDENTES EN MATERIA CIVIL”
Los tribunales de justicia se enfrentan a diario con el problema surgido en torno del
cónyuge que, por sí solo, celebra un negocio dispositivo sobre el íntegro bien social, con
exclusión del otro cónyuge. Este caso se replica con el copropietario individual que vende
el bien común, pero sin la autorización de los otros copropietarios.
1
El Tribunal Supremo Español tiene la misma duda, pues considera que si la disposición del bien común
exige el consentimiento de todos los copropietarios, entonces la participación de solo algunos de ellos, hace
que “falte el consentimiento contractual” de los otros. El error de tal postura ha sido denunciado por la
doctrina más atenta, en cuanto la falta de todos los comuneros conlleva la falta del poder de disposición, y no
la nulidad por ausencia de consentimiento, salvo que el vendedor haya actuado con la supuesta (e inexistente)
anuencia de los otros, en cuyo caso sí habría invalidez: “Cuando un propietario vende un bien que no le
pertenece en su totalidad y lo hace en nombre propio, lo que se produce es una falta de poder de disposición
del transmitente, que a fortiori debe recibir igual respuesta que la venta de cosa ajena: su validez. El contrato
subsiste como fuente de obligaciones, como, por ejemplo, la obligación de sanear en caso de evicción, que
carecería de sentido de predicarse la nulidad del contrato. (…) La necesidad de consentimiento de todos los
contravención de norma imperativa; y, últimamente, también se aprecian, ya, demandas de
ineficacia del contrato por “falta de legitimación”. No obstante, debe admitirse que la
solución judicial frecuente ha sido declarar la nulidad del contrato por contravención de la
norma imperativa del art. 315 CC, en el caso de la disposición individual de cónyuge sobre
bien social.
A resultas de este vaivén, hoy se discute si la demanda del propietario no-partícipe debe ser
de nulidad o ineficacia. Ese es el estado de la cuestión.
Sin embargo, hay un segundo plano que ha sido oscurecido por el anterior, y que
puede resumirse en la siguiente pregunta: ¿qué pasa con el contratante perjudicado,
muchas veces de buena fe, que tiene frente a sí al otro contratante no-titular? ¿qué
remedio le toca dentro de la relación contractual?
El primer plano es de orden externo, y pone la mirada en los remedios que tiene A, tercero
ajeno frente al contrato de B-C, donde se pretende disponer de lo suyo. Aquí el centro de
discusión está puesto en el propietario no-contratante.
El segundo plano es de orden interno, y pone la mirada en los remedios que tiene el
comprador C frente a su vendedor B en relación a un bien que este no puede transmitir.
Aquí la cuestión está puesta en el contratante.
En los últimos tiempos ha ganado consenso la idea de que el negocio jurídico mantiene su
validez, aunque aparezca un sujeto no-titular, pues, en buena cuenta, la estructura del
negocio cuenta con sujetos, voluntad, causa, objeto, por lo que subsiste como valor
representativo de la autonomía privada de los contratantes, cualquiera que estos
sean2. Otra cosa es que pudiese faltar la necesaria relación entre el sujeto disponente y la
titularidad, pero este es un problema diferente, funcional, ajeno a la validez genética.
comuneros no es sino fruto de la regla nemo dat quod non habet. Cosa distinta es que el comunero haya
actuado en nombre de los demás, faltando el consentimiento de estos, supuesto que sí cabe reconducir a la
nulidad ex art. 1259 CC (sentencia de 14 de octubre de 1991). El consentimiento exigido por el art. 1261 CC
se refiere al que es parte en el contrato, por lo que hay que valorar en cada caso concreto si el comunero
vendedor actuó en nombre propio o ajeno. En este último caso sí faltaría el consentimiento contractual:
CUENA CASAS, Matilde. “Venta de cosa común y venta de cuota” (artículo aún inédito), pp. 6-7.
2
“El poder de disposición del transmitente no es requisito de validez del contrato, sino de la tradición como
modo de adquirir (…) Es más, la venta de cosa ajena debe necesariamente ser válida „por exigencias del
sistema‟ en la medida en que otras instituciones solo cobran sentido precisamente si se predica su validez y
eficacia. Tal es el caso de la usucapión ordinaria que opera como un modo de adquirir subsidiario de la
tradición, es decir, en aquellos supuestos en los que esta no ha consumado una adquisición por falta de poder
de disposición del tradens. La necesidad de que el justo título para la usucapión sea válido (arts. 1952 y 1953
CC), pone de relieve precisamente que el poder de disposición es un requisito ajeno al título”: Ibíd., pp. 4-5.
siguientes hipótesis específicas: copropietario que realiza acto de disposición de todo el
bien común (art. 978 CC), copropietario que arrienda todo el bien indiviso (art. 1669),
cónyuge que hace disposición de bien social, sin intervención del otro (art. 315 CC), falso
apoderado que pretende actuar por cuenta de otro (art. 161 CC)3.
Para tales casos, plantea el concepto de “legitimidad” 4 en los siguientes términos: “La
legitimidad es la capacidad para transferir efectos jurídicos o el poder de disposición del
sujeto en relación con una determinada posición jurídica. La falta de legitimidad genera la
inoponibilidad del contrato para el verdadero titular. De ahí que la legitimidad es un
requisito de eficacia de los contratos”5. En tal sentido, el negocio celebrado por quien no
cuenta con legitimidad para transferir un determinado derecho, es inoponible (ineficaz)
frente al verdadero titular del interés. Por tal razón, Morales concluye: “dichos actos son
válidos y eficaces para los contratantes, pero inoponibles para los copropietarios no
intervinientes”6.
En líneas generales, debe aceptarse como correcta la idea de que un no-titular carece de
competencia para disponer de lo ajeno. Sobre eso no hay duda ni discusión. Por tanto, la
llamada “falta de legitimidad en los contratos inoponibles” no es otra cosa que el nombre
creativo de todas las hipótesis muy antiguas en las que una persona pretende disponer de lo
ajeno, sea porque el derecho no le corresponde absolutamente, sea porque el derecho le
corresponde solo parcialmente, pero no en la totalidad. En el Derecho romano ya se conocía
el principio inderogable nemo plus iuris, por cuya virtud, nadie puede dar más derecho del
que tiene. Aquí se contienen las hipótesis de actos dispositivos celebrados por no-titular, en
cuyo caso, por supuesto, no se producía cambio alguno en el derecho perteneciente al otro 7.
3
MORALES HERVIAS, Rómulo. “La falta de legitimidad en los contratos inoponibles”. En Actualidad
Jurídica, Gaceta Jurídica, Nº 230, Lima, enero 2013, pp. 13-16.
4
En otra sede, empero, he cuestionado el uso del término “legitimidad para contratar”, pues, en realidad, toda
persona capaz tiene legitimidad para contratar con fines lícitos, que, por lo demás, constituye un derecho
fundamental de la persona, que dimana de su dignidad y del ámbito de poder que se le atribuye a la persona
por medio de una esfera propia, autónoma, en la que pueda realizar el libre desarrollo de la personalidad, pero
que se expande de lo personal hacia lo patrimonial. En consecuencia, todos tenemos “legitimidad para
contratar”, por lo que este concepto debe ser reemplazado por el más antiguo y suficientemente explícito
“poder de disposición”. El sujeto que carece de poder de disposición (no es titular del derecho) no puede
realizar o consumar una transmisión de tal derecho. Por lo demás, la polémica formal (terminológica), para
mí, queda resuelta cuando el propio Rómulo Morales la pone en sus justos límites: “Además, como ya lo ha
advertido alguna doctrina italiana el poder de disposición es la legitimidad para contratar” (Ibíd., p. 14, parte
final de la nota a pie 1).
5
Ibíd., pp. 13-14.
6
Ibíd., p. 17.
7
El poder de disposición está referido normalmente al titular del derecho, salvo los casos excepcionales en
que la ley atribuye tal poder a terceros especialmente legitimados, específicamente a administradores legales,
sin embargo, en ningún caso el vendedor de un bien ajeno tiene poder de disposición, ni siquiera si finalmente
la transferencia se produce por efecto de las adquisiciones a non domino. En contra, por ejemplo, se
encuentra, la tesis de un autor atrapado en errores elementales: “En efecto (sic), aun cuando dentro del
patrimonio de un sujeto no se encuentre derecho alguno sobre el cual ejercer su poder de disposición, este
igualmente puede ser ejercido respecto de derechos pertenecientes a otros sujetos” (NINAMANCCO
CÓRDOVA, Fort. Poderes de representación, Gaceta Jurídica, Lima 2013, p. 95). Esta “construcción
dogmática” es inaudita, pues lleva directamente a sostener que un estafador (que vende lo ajeno) “cuenta
con poder de disposición”, por tanto, no cometería acto ilícito alguno, pues, contaría con la autorización del
ordenamiento jurídico para la disposición, y, en consecuencia, el delito quedaría diluido. En realidad, las
Tal vez la única particularidad moderna es que el centro de atención se pretende desviar
hacia el “hecho causal – contrato” (inoponible), cuando en realidad el tema controvertido es
el “efecto – disposición” (no producido). Creo preferible la última opción, esto es, que la
cuestión se reubique en el efecto, y no en el hecho causal8.
Por tanto, el debate ha logrado identificar el problema, sea la falta de legitimidad, sea la
ausencia de poder dispositivo. Sin embargo, falta discutir lo más importante: ¿cómo
solucionar el problema?
adquisiciones a non domino son reglas excepcionales que protegen solo al adquirente, pero no al
transmitente, por lo que este último sigue siendo un non domino. Lo contrario, “desplaza lo que solo es una
protección del adquirente a la posición jurídica del transmitente” (PAU PEDRÓN, Antonio. “Esbozo de una
teoría general de la oponibilidad”. En Íd. La Publicidad Registral, CRPME, Madrid 2001, p. 329). Es más,
por eso se le exige buena fe al adquirente, como criterio básico para sustentar su primacía frente al titular
originario; por el contrario, si el transmitente fuese verus dominus, entonces, ¿qué importaría la condición
subjetiva del adquirente? Por tanto, habría que preguntarle a Ninamancco, desde una perspectiva moral –que
él desconoce, pues sus tesis son puramente dogmáticas, lo que por sí constituye una visión decadente del
Derecho-, ¿por qué su “teoría” pretende legalizar a un estafador?; y desde una perspectiva jurídica, ¿por qué
el adquirente necesita de buena fe si el transmitente cuenta con “poder de disposición”?
8
En efecto, no me satisface el concepto “contrato inoponible”, en vista que, en puridad, todos los contratos,
como hecho jurídico, son inoponibles, esto es, solo vinculan a las partes y sus herederos (art. 1363 CC); por
tanto, no puede producirse una especie de “ineficacia” (inoponibilidad), cuando en realidad esta es la
consecuencia lógica de todo contrato. Por tal motivo, el adjetivo oponible/no oponible debe predicarse en
relación con los derechos, por lo que es equívoco hacer esa traslación al hecho, que es la fuente generadora
del derecho. La doctrina italiana reciente nos da la razón cuando sostiene que lo oponible son las posiciones
(de derecho real) creadas por el contrato, y no el contrato mismo (ROPPO, Vincenzo. El contrato, traducción
de Nélvar Carreteros Torres, a cuidado de Eugenia Ariano Deho, Gaceta Jurídica, Lima 2009, p. 680).
9
Prefiero esta aclaración semántica, pues decir que un negocio con tales características es simplemente
“ineficaz”, constituye un error técnico. En efecto, el negocio jurídico de disposición de bien ajeno es válido y
eficaz inter partes, entre los que lo celebraron, para quienes genera obligaciones y responsabilidades, pero
obviamente no produce la transferencia del derecho. Eso ocurre en el Derecho español, italiano y hasta en el
alemán. En efecto, “Por lo que concierne a la venta de cosa ajena, esta parece admitirse en el ordenamiento
alemán siendo eficaz el contrato de compraventa. Si el vendedor no logra procurarse la propiedad de la cosa
responderá ante el comprador reparándole el daño causado” (FUENTESECA DEGENEFFE, Cristina. La
compraventa y la categoría del negocio jurídico abstracto, Editorial Reus, Madrid 2012, p. 146). Solo en el
Derecho francés se prescribe la nulidad en los casos de venta de bien ajeno, sin embargo, la doctrina ha
propugnado que tal norma es incompatible con el saneamiento de evicción, que presupone la validez del
contrato para efectos que el comprador pueda demandar la indemnización contractual (¿cómo podría haber
indemnización contractual si el contrato es nulo?); por tal motivo, la doctrina de ese país ha propuesto
interpretar que la norma en el sentido que la venta de bien ajeno es válida, pero impugnable o anulable.
El profesor Rómulo Morales propone que el propietario no-contratante demande la
“inoponibilidad de contrato” frente a los que contrataron sobre lo suyo, lo que produce las
siguientes consecuencias:
10
MORALES HERVIAS, Op. Cit., p. 20.
11
El contradictor reconoce implícitamente que la pretensión es real: “En otros términos, la titularidad
permanece incólume e inatacable” (Ibídem), es decir, en puridad, se busca el reconocimiento de la condición
de propietario, pues el negocio ha fallado en cuanto a realizar la disposición.
Un ejemplo: A demanda a B-C por vender una casa que es suya; y ya sea que la pretensión
sea de nulidad o inoponibilidad, el juez solo podrá pronunciarse sobre esto último cuando
previamente reconozca que el propietario es A. Por tanto, la demanda busca, en puridad, el
reconocimiento de propiedad, sea a través de una acción declarativa, sea a través de una
reivindicatoria, si hubiese la necesidad de obtener, además, la posesión12.
12
Podría objetarse esta conclusión señalando que en la venta del bien ajeno es necesario, también, que se
dilucide previamente la titularidad del bien. La objeción no es correcta, pues, en tal figura, el remedio es
típicamente contractual, otorgado al comprador perjudicado, por lo que la acción tiene tal carácter; si bien en
forma instrumental habrá que dilucidar el dominio de modo previo para luego decidir sobre el contrato y sus
vicisitudes. Por el contrario, en el caso aquí planteado, se discute la acción que le corresponde al propietario
no partícipe, este no es parte del contrato que celebraron otros, no es el comprador, en consecuencia, es
anómalo dotarle de remedio contractual a quien no es contratante.
13
Otra cosa, distinta, es que una de las partes decida acumular la reivindicación con la nulidad del negocio
jurídico, como refuerzo de su demanda, pero ello no es necesario para obtener éxito en el mejor derecho
de propiedad (MDP) o la reivindicatoria. Por ejemplo: A vende a B, que no inscribe; y luego A vende a C,
que inscribe; en consecuencia, se plantea el MDP entre B y C, pues el primero alega que el segundo inscribió
de mala fe. Si se probase ese argumento, es suficiente para lograr la sentencia favorable. Sin embargo, B
puede acumular la pretensión de nulidad de negocio jurídico, si supone y cuenta con indicios que la venta A-C
fue simulada. En consecuencia, la acción real puede formularse sin necesidad de anular el título contrario;
pero cabe la acumulación cuando se pretende resolver un tema distinto, pero conexo, referido a una acción
contractual. En el mismo ejemplo, podría ocurrir el actor triunfe en el MDP, pero la demanda de nulidad sea
infundada, empero, igual B consigue su objetivo.
Nuestra propuesta es más racional, pues el verus dominus X se dirigirá de una vez contra E
para que, en vía de tutela real, se le reconozca como propietario a través de una acción
declarativa (En el Perú, es común que esta pretensión reciba el nombre de “mejor derecho
de propiedad”). En cambio, si se opta por el remedio contractual, entonces habrá la
necesidad de plantear tantas demandas como contratos, sea en procesos autónomos o
acumulados, para ir declarando inoponibles todos esos contratos, en una sucesión sinfín que
podría terminar agotando al propietario y, con ello, ahogando la justicia: En suma, un
nuevo contrato implicaría una nueva demanda, por lo que habrá que anular o declarar
inoponibles tantos contratos como se celebren.
La tercera ventaja está vinculada con la característica anterior, pues las acciones de
protección de la propiedad permiten realizar, precisamente, un balancing de títulos,
sin necesidad de pedir la nulidad, inoponibilidad o tutela contractual respecto del
título contrario, porque ese ya es un problema exclusivo de los contratantes, pero no del
derecho real.
En efecto, las acciones de tutela de la propiedad sirven para compulsar títulos; por un lado,
el de A, por el otro, de E; y en ese balanceo se determina quién es el propietario. Eso se
conoce desde antiguo. La declaración de propiedad a favor de A no está supeditada a la
nulidad o inoponibilidad de los títulos sucesivos. En la reivindicación o en la acción
declarativa de dominio, el juez pondera los dos títulos y resuelve, sin prejuzgar la validez o
no de los mismos; simplemente, decide quién es el propietario por virtud de los títulos que
se le presentan, que supuestamente acreditan la consumación de la adquisición en cabeza de
una de las partes.
14
“Segundo.- Que, la acción reivindicatoria es la acción real por excelencia, ya que protege el derecho real
más completo y perfecto que es el dominio; por ella se reclama no sólo la propiedad sino también la posesión.
Tercero.- Que, precisamente, en este tipo de procesos debe judicialmente quedar establecido, como lo es en el
caso de autos, el título que a cabalidad acredite la propiedad del reivindicante, es decir, que en la acción de
reivindicación también procede determinar el mejor derecho de propiedad, cuando ambas partes tengan dicho
título. Cuarto.- Que, el Juez al resolver un proceso, deberá atender a que la finalidad concreta del mismo es
resolver un conflicto de intereses o eliminar una incertidumbre, ambas con relevancia jurídica, haciendo
efectivos los derechos sustanciales y que su finalidad abstracta es lograr la paz en justicia, tal como lo
establece el artículo III del Título Preliminar del Código Procesal Civil. Quinto.- Que, en el caso de autos, la
Sala de mérito ha concluido que aun cuando no se ha demostrado la nulidad ni la falsedad de la venta a favor
de la co-demandada Marina Díaz y la causante de los otros emplazados; sin embargo, el derecho de los
nuevos compradores del bien sub litis, a su vez vendedores de los accionantes, es preferente al de los
emplazados, pues son propietarios registrales que adquirieron el bien de buena fe y a título oneroso;
añadiendo que no es necesario exigir a los demandantes el inicio de una nueva demanda de mejor
derecho, ya que al no asistirle tal derecho a los demandados, se concluye que el derecho de los
demandantes es mejor. Sexto.- Que, además en el punto sexto de la contestación de la demanda, se exponen
En buena cuenta, para tener éxito en la reivindicatoria, o en la acción declarativa de
dominio, no es necesario anular de modo previo el título invocado por el demandado, pues,
en la acción plenaria entablada, el juez evalúa los títulos presentados, y decide cuál de ellos
acredita la propiedad.
En suma, los remedios contractuales están dirigidos a los contratantes, pues ellos son los
que tienen interés en el negocio. Un no-contratante, obviamente, carece del remedio
contractual, salvo que se le asimile a tal condición (tercero en el contrato celebrado a su
los fundamentos del mejor derecho de propiedad, que es materia de la revocación que se precisa a fojas ciento
cuarenta y nueve...”.
15
Este criterio ha sido expuesto en la ejecutoria de la Corte Suprema de 27 de septiembre de 2002 (Casación
N° 608-2002-Ica): “Séptimo.- (…) al respecto no cabe discutir en los procesos de reivindicación la validez o
eficacia de los títulos como se pretende al calificar de simulado el título que sustenta la pretensión de los
actores, pues tal naturaleza corresponde su análisis en otro proceso” (Finalmente, se anuló la sentencia de
vista y se dispuso emitir un nuevo fallo).
Asimismo, puede mencionarse la sentencia de 21 de marzo de 2007, Casación N° 698-2006-Lima, por cuya
virtud de señala que la reivindicación exige solo la ponderación de los títulos. “Cuarto.- Que, tratándose del
derecho de propiedad, no es posible jurídicamente la existencia de dos o más titulares de dicho derecho, por
cuanto es excluyente; en tal sentido, advirtiéndose de autos como lo han establecido las instancias de mérito,
que tanto demandante y demandado ostentan títulos inscritos sobre el mismo bien, resulta necesario realizar
un estudio de los mismos, teniendo en cuenta que debe distinguirse el título como derecho, del título como
documento, para poder así determinar cuál es el título que le confiere a su tenedor derecho de propiedad y que
prevalece sobre el otro, a fin de resolver la acción reivindicatoria”.
favor) o que la ley por determinados fines de interés general la habilite específicamente;
pero, en el caso planteado, el tercero pretende hacer evidente el defecto de competencia de
un negocio ajeno, que solo perjudica a las partes, por lo que un tercero extraño carece de
habilitación para tal propósito. Por el contrario, el propietario no-contratante pretende
cuestionar un hecho jurídico, un título –más que como contrato- que puede generar
apariencia de propiedad, engañar a terceros, producir problemas de hecho, posesorios; por
tanto, la destrucción de esa apariencia se hace por medio del instrumento idóneo para
dilucidar quién es el propietario de la cosa, y quién, no. En consecuencia, se trata de una
típica tutela de naturaleza real16.
El art. 161 CC regula una hipótesis de remedio contractual (ineficacia) otorgada a tercero, y
no a las partes del contrato, por lo que habría que imponer la analogía para los casos,
16
“En ambos casos (venta de bien por co-titular aislado de comunidad hereditaria o postganancial), el
comunero que no ha prestado su consentimiento, podrá ejercitar la acción reivindicatoria por la totalidad
del bien perteneciente a la comunidad, respecto del cual no tienen ningún derecho el comunero transmitente”:
CUENA CASAS, Op. Cit., p. 4.
17
ROPPO, Vincenzo, Op. Cit., p. 680.
18
MORALES HERVIAS, Op. Cit., p. 20.
supuestamente similares, de venta por un cónyuge del bien social o de la venta por el
copropietario individual de todo el bien común.
No obstante, tales hipótesis no pueden agruparse en una sola categoría, y vamos a probarlo
con el siguiente ejemplo básico: A vende un bien a B, pero la propiedad corresponde a C.
La propuesta del compañero docente pasa porque C ratifique la venta A-B, con lo cual, el
originario acto adquiere eficacia en forma sobrevenida. Sin embargo, en puridad técnica,
tal “ratificación” no es posible, pues el vendedor es A, y seguirá siendo A, por tanto, en
quien recaen los efectos del negocio es en él; y, bajo ninguna fuerza taumatúrgica puede
resultar que C “ratifique” la venta de A, pues ello implicaría admitir lo que antes se criticó:
el falso titular A no puede disponer, pero, el verdadero titular C sí podría entrometerse en
un contrato en el que no es parte. Nótese que el negocio celebrado es entre A y B, por lo
que C no puede incorporarse a la fuerza, con su voluntad unilateral de “ratificación”
en negocio ajeno. Adviértase que C es un particular más, que solo puede relacionarse con
otros por virtud de la autonomía privada, y no forzadamente por reglas heterónomas. Lo
que A no puede hacer sobre el derecho de propiedad ajeno; tampoco puede hacerlo C sobre
el negocio jurídico ajeno. El mismo Rómulo Morales, citando a Bianca, reconoce que el
sujeto no está legitimado para disponer de la esfera jurídica ajena 19. La esfera ajena no solo
comprende los bienes del otro, sino también los negocios y las relaciones jurídicas extrañas.
Por tanto, el supuesto ratificador no puede ingresar sin permiso en un contrato en el que
nadie lo invitó.
En tal sentido, los problemas de tal “ratificación” son insolubles. Si C ratifica, ¿quién es el
vendedor? ¿A o C? Si es C, entonces se cae en el absurdo que una voluntad unilateral puede
modificar un negocio extraño. Si es A, entonces C nada ha producido, no hay cambio en el
negocio original, y en ese contexto nada se transfiere. C solo puede transferir su derecho
con un negocio jurídico causal traslativo que deba celebrar con A, o, en todo caso, deberá
celebrarse una novación subjetiva en la que C se incorpore al negocio de A y B, pero eso
implica un nuevo consenso, esto es, un segundo contrato que sí contará con eficacia
dispositiva. Nótese que la sola ratificación no hace “eficaz” el primer negocio, pues el verus
dominius no puede entrometerse en contrato de terceros, por tanto, se requiere un segundo
contrato traslativo, pero eso ya es otra cosa. No es una “ratificación”, que implica que el
único negocio se hace eficaz; por el contrario, es un segundo contrato autónomo que hace
posible la disposición del verus dominus. En cualquier hipótesis, queda descartada la simple
ratificación.
En puridad, debemos recordar que la ratificación está pensada para la figura del falso
procurador, en cuanto este sí declara que actúa por otro, es decir, el apoderado indebido se
entromete directamente en la esfera ajena, por lo que el perjudicado puede aprovecharse de
los efectos del negocio mediante la oportuna ratificación. En cambio, esta situación es
anómala cuando A vende como A, no como C, por lo que él solo es la parte contractual, y
aun cuando C quiera convertirse en A, no puede hacerlo por su voluntad unilateral
ratificatoria. La autonomía privada tutela no solo a los propietarios que no disponen de
lo suyo, sino también a los contratantes que negocian a nombre propio, bajo su
responsabilidad, y no pueden ser excluidos del contrato por acto de tercero ajeno. La
19
Ibíd., p. 14.
autonomía privada no se rige por la ley del embudo: lo ancho para el propietario; lo angosto
para el contratante.
Aquí debe distinguirse la intromisión personal (“soy A, pero digo actuar en nombre de
B”), lo que habilita a B para aprovecharse de los efectos del negocio; pero un caso muy
distinto es la intromisión solo en el ámbito real, pero no en el personal (“soy A, me creo
propietario del bien, por tanto, vendo como A y me obligo como A”), pues, en tal
circunstancia, el sujeto protagonista del negocio no está en duda, es A, por lo que nadie
puede interferir en él; por más que su actuación sea dolosa, culposa o de buena fe. En
efecto, no dudemos que en muchos casos el disponente actúa creyendo en su honestidad,
pues supone que es el propietario exclusivo del bien.
Esta primordial diferencia hace que el típico caso de intromisión personal (falso
procurador, ex art. 161 CC) no pueda aplicarse por analogía a las intromisiones reales
(venta de bien ajeno o de bien social por un solo cónyuge), en cuyas hipótesis, los
sujetos del negocio actúan a nombre propio, son ellos los protagonistas, y no pueden ser
movidos por una fuerza extraña. El derecho fundamental de libre contratación exige respeto
a la estructura de intereses creada por las partes, para bien o para mal, pero que se refleja
solo por ellas.
La gran diferencia entre las intromisiones personales y reales se advierte en el hecho que
uno requiere la “aprobación” (según el Código Alemán, sin embargo, esta figura no es
trasladable al Derecho peruano) y el otro la “ratificación”, las que bajo ningún punto de
vista se pueden asimilar en una categoría unitaria, y, por tanto, las reglas de uno no son
aplicables por analogía al otro; y aunque las distinciones pueden dividir a la doctrina, sin
embargo, casi todos están de acuerdo en su diferencia intrínseca:
El 978 solo dice que el negocio será válido si en el futuro el bien materia de disposición es
adjudicado en exclusiva al copropietario por virtud de la partición. No hay ratificación
alguna.
Tampoco es admisible una interpretación correctora con el art. 1669 CC. En efecto, tal
precepto señala que un copropietario no puede arrendar un bien indiviso sin consentimiento
de los otros; sin embargo, si lo hiciese, el contrato es válido si los demás copropietarios lo
ratifican expresa o tácitamente. De esta norma se pretende deducir que en todo acto de
disposición de bien común, por obra de un solo copropietario, cabe la ratificación de los
otros copropietarios21.
La aplicación generalizadora del art. 1669 para casos diversos a su hipótesis específica,
tiene un obstáculo insalvable, pues, en realidad, el copropietario individual sí tiene potestad
para arrendar, sin consentimiento de los otros copropietarios, cuando se convierte en
administrador de hecho (art. 973 CC). Recuérdese que en virtud de esta figura, el
copropietario que se mantiene en disfrute del bien común, sin que nadie lo haya nombrado,
empero, cuenta ex lege con las potestades de cualquier administrador, lo que incluye
obviamente arrendar el bien; y es obvio que si el copropietario individual lo arrienda,
entonces se encuentra en ejercicio del disfrute, por lo que automáticamente tiene la
condición de administrador. En consecuencia, la sola omisión de los otros copropietarios en
dejar a uno solo de ellos como poseedor del bien, hace que el negocio de arrendamiento ya
cuente con la autorización de todos los copropietarios por mero silencio (impropiamente
llamada: “ratificación tácita”).
En buena cuenta, la norma excepcional del 1669, amparada por otra disposición que la
completa y le dota de sentido (973), cuando no puede generalizarse para los actos de
disposición, en los que no se producen autorizaciones por mero silencio.
20
RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco. Representación sin poder y ratificación, Thomson Reuters, Madrid
2013, pp. 345-346.
21
MORALES HERVIAS, Op. Cit., p. 18.
uno nuevo, o se produzca novación. No es posible que la voluntad unilateral pueda producir
efectos heterónomos sobre otras personas, sobre contratantes ajenos, sobre circunstancias
extrañas al propio interés, que es el único en el cual manda la autonomía privada.
El profesor Morales cita el parágrafo 185 BGB, que regula precisamente la hipótesis de un
acto dispositivo que deviene eficaz cuando el titular lo ratifica. El caso típico es A,
propietario, que no es parte del contrato B-C en el cual se vende un bien suyo. En tal caso,
A puede ratificar el contrato originario, con lo cual la disposición se hace eficaz.
Esta hipótesis, tan simple para el Derecho alemán, sin embargo, la hemos rechazado en el
acápite anterior para el caso peruano. La razón de la diferencia se encuentra en que el
Derecho alemán reconoce los negocios jurídicos abstractos de disposición.
“la autorización es, como el poder, nada más que autorización, legitimación;
significa que el autorizado puede ejercitar eficazmente en nombre propio el derecho
del autorizante, en particular disponer de él, porque está autorizado para ello por el
titular del derecho, lo mismo que el apoderado está autorizado por el poderdante
para celebrar por él un negocio jurídico. Igual que en el caso del poder, se
22
FLUME, Werner. El negocio jurídico, traducción de José María Miquel González y Esther Gómez Calle,
Fundación Cultural del Notariado, Madrid 1998, p. 1043.
determinará por la relación jurídica subyacente si el ejercicio del derecho por el
autorizado está justificado en relación con el autorizante”23.
El señor A, en el ejemplo, cede a B su legitimación para que este disponga del derecho,
según su voluntad. ¿Cómo se explica que el propietario A, sin transmitir el derecho, ceda
exclusivamente la legitimación dispositiva a B? La lógica de todo ello es que los negocios
dispositivos en el sistema alemán son abstractos, basta la voluntad de transmitir y adquirir,
por tanto, en este caso, la voluntad autoritativa de A es suficiente para fundar un acto
dispositivo o legitimador de disposición.
En los casos que el titular disponente tiene parcialmente interés en el derecho (cónyuge,
copropietario) tampoco cabe la ratificación. El vendedor es uno solo; no el otro. No cabe
que un tercero, por más cónyuge que sea, pretenda incorporarse forzadamente a negocio
ajeno. El matrimonio forma una comunidad de bienes, pero no destroza la libertad
individual, ni “socializa” a las dos personas. La autonomía privada funciona para todos, no
solo para un lado de la balanza. La ratificación, por el contrario, es admisible cuando el
mismo sujeto dice que actúa por otro, por lo que él se pone en intromisión personal.
Sin embargo, es común escuchar que el cónyuge preterido puede “ratificar” el negocio
dispositivo celebrado por el otro cónyuge, mediante la sola prestación de su asentimiento.
Lo mismo puede replicarse en relación con los copropietarios. Es más, esa es la razón
práctica que normalmente se arguye para descartar la nulidad del contrato.
23
Ibíd., p. 1046.
24
WOLFF, Martin. Derecho de Cosas”. En ENNECCERUS, Ludwig, KIPP, Theodor y WOLFF, Martin.
Tratado de Derecho Civil, traducción de Blas Pérez González y José Alguer, Bosch, Barcelona 1971, Tomo
III-1º, p. 238.
25
La profesora española Matilde Cuena Casas comparte mi posición, según me lo hizo saber por correo
electrónico de 26 de julio de 2013, que me autorizó a reproducirlo: “Creo que se mezclan dos hipótesis
distintas: falsus procurator y venta de cosa común. Esta no puede resolverse con la ratificación porque quien
consiente en nombre propio es el vendedor non dominus y coincido contigo en la imposibilidad de ceder la
legitimación abstracta a la disposición al margen de un poder de representación”.
En primer lugar, supongamos que el esposo A vende a nombre propio la casa conyugal a C,
y luego la esposa B “ratifica” el contrato. En puridad, el negocio A-C no puede ser alterado
por una voluntad de tercero. Sin embargo, para efectos prácticos, es posible imaginar
soluciones simples, pero sin necesidad de herir la dogmática. En tal caso, los otros
copropietarios o el cónyuge no partícipe podrían manifestar que siempre estuvieron de
acuerdo con el negocio, desde su origen, que son parte en él, pero solo se expresaron
verbalmente, por lo que mediante un instrumento complementario, incluso público, se
limitan a reconocer una voluntad ya prestada, por lo que se trataría de un documento
meramente recognoscitivo. El problema es que los autores originales del negocio podrían
negar esta declaración verbal, por lo que el tema tendría que dilucidarse con la prueba
actuada en el caso. Si no hay prueba alguna que la corrobore, entonces la pretendida
incorporación en negocio ajeno es ineficaz; en cambio, si hay prueba del consenso general,
entonces la escritura pública tiene carácter probatorio del negocio global, nacido desde su
origen por consenso de todos, pero que documentalmente consta dividido en dos o más
instrumentos. Tal vez podría suponerse que la notificación al comprador C de la mal
llamada “ratificación” (en puridad: documento recognoscitivo de consentimiento previo),
sin oposición de este, implica una prueba de su aquiescencia frente a la declaración
invasiva del cónyuge.
En segundo lugar, el cónyuge A vende a C, sin requerir la intervención del cónyuge B, por
no considerarlo necesario. Luego se dan cuenta que si se le necesita. Aquí no hay
“ratificación” de un mismo negocio que a partir de determinado momento se hace eficaz.
Por el contrario, si se produce pleno consenso entre las partes, lo que podría ocurrir es que
se haya presentado una novación subjetiva por incorporación de personas. Pero, nótese que
no es el mismo negocio original, es otro distinto, novado. Por tanto, no puede haber
ratificación cuando el contrato se modificó.
En tercer lugar, supongamos que se documenta un futuro negocio de los cónyuges A-B a
favor de C, pero originariamente solo prestan su voluntad los señores A y C, pero no B. En
tal caso, el supuesto negocio está incompleto, no se ha perfeccionado el consenso. Nadie
podrá decir que la posterior voluntad de B “ratifica” el contrato, pues en realidad se
produce el nacimiento del contrato al haberse arribado a consenso. No antes.
Por tanto, estas y otras hipótesis de “ratificación” no son propiamente tales. Por ello, el art.
315 CC señale que el cónyuge puede disponer por sí solo con poder del otro, lo que es
correcto; pero justamente omita la posibilidad de “ratificar” el negocio. Y justamente no lo
dice porque la ratificación es un fenómeno vedado en este caso, pues su radio de acción son
las intromisiones personales (actuar por otro, invadiendo su “personalidad”) y no las
intromisiones reales (disponer “bienes” por otro).
Recordemos las tres hipótesis planteadas: disposición por cónyuge individual del bien
social, disposición por copropietario individual del bien común o, directamente, disposición
por sujeto sin ningún interés sobre bien de otro.
En tales casos, ¿qué remedio tiene el contratante perjudicado (comprador, por ejemplo)
frente al contratante no-titular (vendedor, por ejemplo)? Nótese que en este caso, sí, se
requiere de un remedio estrictamente contractual, pues el perjuicio se encuentra dentro de
este ámbito.
En otra sede tuve oportunidad de referirme al tema con ocasión específica del art. 978
CC26, pero cuyas conclusiones las hago perfectamente aplicables a las otras hipótesis.
Durante la vigencia del Código de 1936, fue doctrina jurisprudencial que los actos no-
autorizados de los copropietarios se encontraban en una situación de validez, pero
subordinado a la condición (conditio iuris) de que el bien le sea adjudicado al copropietario
que vendió la totalidad27. El codificador de 1984 ratificó esta doctrina, pues consideró que
el acto dispositivo no-autorizado estaba sujeto a una condición suspensiva de carácter legal:
“El acto de disposición del bien o de parte material de él, debe quedar en suspenso y tener
vigencia recién cuando la condición se produzca”28. En un primer momento, la
jurisprudencia aplicó este criterio, pues lo consideraba un acto jurídico condicionado 29. Sin
embargo, los pronunciamientos judiciales más recientes se inclinan por reputarlo, sin
más, un acto nulo30.
26
GONZALES BARRÓN, Gunther. Código Civil y Reforma. Libro V (Derechos Reales) y IX (Registros
Públicos), Jurista Editores, Lima 2011, p. 257.
27
ROMERO ROMAÑA, Eleodoro. Los Derechos Reales, s/e, Lima 1955, Tomo II, p. 250.
28
AVENDAÑO VALDÉZ, Jorge. “Exposición de motivos del anteproyecto del libro de Derechos Reales”.
En COMISIÓN REFORMADORA DEL CÓDIGO CIVIL DE 1936. Proyectos y anteproyectos de la reforma
del Código Civil, PUCP, Lima 1980, Tomo I, p. 802.
29
“El artículo 978 del Código sustantivo prevé la posibilidad de que un coheredero realice actos que importen
el ejercicio de propiedad exclusiva sobre todo o parte de un bien, en dicho supuesto el acto sólo será válido
desde el momento en que se adjudique el bien o la parte del mismo a quién practicó el referido acto; debiendo
entenderse que cuando el Código habla de validez quiere decir eficacia, y es que el acto de disposición
exclusiva realizado por un copropietario es un acto válido sujeto a condición suspensiva, y que será eficaz
cuando la parte o totalidad del bien que ha dispuesto le sea adjudicado, y en caso de no cumplirse con la
mencionada condición, recién podrá incoarse la acción de nulidad”: Sentencia de la Corte Suprema, Casación
Nº 953-96.
30
“(…) evidenciándose que se realizó la enajenación material de dicho inmueble, practicándose sobre parte de
un bien un acto que importa el ejercicio de propiedad exclusiva (actuando como si fuera la única propietaria),
dicho acto solo será válido desde el momento en que a dicho propietario se le adjudique el bien o parte de él,
por así normarlo el artículo 978 del mismo cuerpo normativo, y en tanto ello no sucede no hay lugar a
considerar válido un acto de tal naturaleza. La relación entre el artículo 971 y el artículo 978 es igual a la que
existe entre una regla y su excepción que la confirma y, en tal sentido, debe concluirse que la venta del bien
común requiere para su validez necesariamente de la conformidad de todos los copropietarios, y si uno de
ellos dispuso del mismo sin asentimiento de los demás, tal acto no será válido mientras no se produzcan los
En realidad, el acto no autorizado de copropietario debe subsumirse en el art. 1540 CC, por
cuya virtud, la venta de un “bien parcialmente ajeno” da lugar a que el comprador pueda
optar entre solicitar la rescisión del contrato o la reducción del precio. La venta de “bien
parcialmente ajeno” implica que el enajenante es dueño de una porción (cuota ideal) del
bien, lo que alude a la presencia de un copropietario. Esta solución es acertada, pues
permite que el afectado (comprador) decida el mantenimiento o no de la relación
contractual, de acuerdo con sus intereses. Por el contrario, la solución del art. 978 CC es
cuestionable, en tanto el contrato queda sometido indefinidamente a una supuesta condición
suspensiva, sin que el afectado pueda decidir lo más conveniente para su protección.
Rómulo Morales impugna esta solución en cuanto señala que el art. 1540 CC omite
establecer los remedios para el copropietario que no ha participado del acto de disposición,
por tanto, si la norma no dice nada, entonces fundadamente se pregunta, ¿qué solución
puede prestar?31 El compañero docente, sin embargo, ha modificado el plano de discusión.
La propuesta mía, en dicho trabajo, no apuntaba hacia el verus dominus, que no participó en
el negocio; por el contrario, la preocupación se centra en el comprador perjudicado frente al
copropietario individual que ha vendido el bien común.
En estos casos, ya lo hemos dicho, siempre hay dos perspectivas. La primera, ¿qué puede
hacer el propietario no contratante? Según Morales, cabe formular la inoponibilidad de
contrato; según quien esto escribe, debe plantearse una acción de tutela real, conforme se ha
sustentado a lo largo de este artículo. En cambio, en la segunda, el problema se centra en la
desprotegida figura del comprador. Todos hemos hablado del propietario supuestamente
afectado por un negocio en el que se pretende disponer un interés suyo, pero nadie se
acuerda de la otra víctima: el comprador.
Pues bien, la objeción del opositor no es justificada, pues las reglas de venta de bien ajeno
o parcialmente ajeno se aplican precisamente a favor del comprador perjudicado por una
disposición ineficaz, que no se concreta32. Por supuesto que tiene razón que esas reglas no
tienen relación con el propietario no contratante, pero no me había referido a ello. Por tanto,
el remedio de los artículos 1539 o 1540, según el caso, es perfectamente viable, pero
obviamente solo para el comprador.
supuestos contemplados en el artículo 978 del Código Civil”: Casación Nº 102-2009-Cusco, de 25 de agosto
de 2009, publicado en el diario oficial el día 30 de marzo de 2010.
31
MORALES HERVIAS, Op. Cit., p. 17.
32
Esta es la posición de la mejor doctrina: “Cuando un copropietario vende un bien que no le pertenece en su
totalidad y lo hace en nombre propia, lo que se produce es una falta de poder de disposición del transmitente,
que a fortiori debe recibir igual respuesta que la venta de cosa ajena: su validez”: CUENA CASAS, Op.
Cit., p. 6.
En el plano interno, en la relación contractual, el comprador no tendrá que esperar hasta las
calendas griegas (¡hasta que se produzca la partición entre los copropietarios!, ¡hasta que se
produzca la disolución de la sociedad de gananciales entre los cónyuges!), por lo que tendrá
tutela sustancial mediante el remedio de la rescisión.
Por lo demás, si las reglas de venta de bien parcialmente ajeno no se aplicasen al caso del
copropietario que dispone de todo el bien común, entonces, ¿para qué casos sirve?, pues
resulta obvio que si el bien es parcialmente ajeno, por lógica deducción es parcialmente
propio; y si ello es así, entonces solo puede tratarse de un copropietario.
CONCLUSIONES
x. Por lo demás, el art. 1669 no puede generalizarse, pues se trata de una hipótesis
aislada de copropietario individual que puede celebrar válidamente contratos de
arrendamiento en condición de administrador de hecho, cuando los otros
copropietarios lo han dejado en posesión individual (art. 973 CC). En
consecuencia, el silencio de los otros copropietarios funciona como “ratificación
tácita” del arrendamiento, aunque en puridad se trate de una autorización por
silencio.
xiv. En tal sentido, la acción real como remedio de protección del propietario no-
contratante tiene múltiples ventajas: a) logra coherencia entre la tutela
sustancial reclamada por el perjudicado (propiedad) y el objeto del debate
judicial. En efecto, en las supuestas demandas de inoponibilidad, antes de
resolver el tema contractual, el juez tendría que declarar quién es el propietario
de la cosa, por tanto, el tema realmente debatido es el dominio, y solo de manera
indirecta o traslaticia se terminaría emitiendo un pronunciamiento que ya no
tiene relevancia, pues si ya se dijo quién es el titular del bien, entonces la
validez o no del negocio es irrelevante; b) se evita la multiplicidad de demandas
inútiles, pues si hubiese diversos contratos supuestamente inoponibles, entonces
todos ellos deberían ser atacados; en cambio, la tutela real se dirige contra el
último de la cadena de títulos, por declaración de propiedad, y ya es innecesario
reaccionar frente a cada contrato; c) la tutela de la propiedad, desde muy
antiguo, permite que el juez se limite a compulsar los títulos, reconozca el
dominio y no diga nada sobre la validez de los títulos, que nada aporta al fin
pretendido; por lo demás, esos títulos pueden subsistir perfectamente, entre las
partes, y no hay razón para descalificarlos por obra de un tercero.
1. INTRODUCCIÓN
*
Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Maestría en Derecho Civil y
Comercial. Juez Civil Titular del Callao. Profesor de la Universidad de Lima e Inca Garcilaso
de la Vega. Profesor de la Academia de la Magistratura.
41
Política jurisdiccional, predictibilidad y doctrina del Primer Pleno Casatorio
este tiempo, hasta el día 18 de diciembre de 2007 en que se llevó a cabo el Pri-
mer Pleno Casatorio en audiencia pública (Caso empresa Minera Yanacocha
por indemnización por daños). Sin duda fue un privilegio haber estado pre-
sente en ese trascendente acto jurisdiccional.
En propuesta de reforma legislativa se encuentra la modificación del artículo
400º del Código Procesal Civil, adoptando un sistema por medio del cual las
sentencias que expidan las salas casatorias constituyan precedente vinculante
cuando así lo expresen en la propia sentencia, tal como ocurre en el Código
Procesal Constitucional, Código Procesal Penal y el Decreto Legislativo Nº 807.
Los precedentes en materia civil deberían ser el resultado del pronunciamien-
to de los integrantes de las Salas Civiles de la Corte Suprema, lo que nos per-
mitiría mirar dichos criterios con mayor confiabilidad por tratarse de criterios
especializados.
Juan Monroy Gálvez señala que es necesario una reformulación de nuestro
sistema casatorio y, sobre todo, una modificación de las reglas de competen-
cia de la Corte Suprema, de lo contrario, el “efecto guía de la jurispruden-
cia”, razón de ser de la doctrina del precedente judicial, seguirá siendo letra
muerta. El tema del apartamiento del precedente judicial es un elemento
natural de la doctrina del mismo, cómo debe ocurrir y qué debe significar
para el sistema el apartamiento, son temas que requerirán una regulación
específica. Sin embargo, lo que hay que recusar es esa actitud patológica vi-
gente en sede nacional, según la cual apartarse del precedente constitucional
equivale a incurrir en prevaricato o algo parecido. Es indispensable cumplir
con algunos presupuestos normativos antes de incorporarlo, temas como la
determinación (quién y cómo) de la ratio decidendi o el sistema de overru-
ling a ser empleado, entre otros, son aspectos que deben estar regulados con
algún nivel de precisión1.
Una de las carencias de nuestro sistema judicial es no haber podido generar
una política jurisdiccional a nivel de nuestro tribunal supremo, en el llamado
pleno casatorio, o también fallo plenario, sentencia normativa, acordadas. A
decir de Marcial Rubio Correa, la política jurisdiccional es una determinada
orientación de los criterios en los cuales se debe desenvolver la potestad ju-
risdiccional: coherencia, predictibilidad y equidad. La predictibilidad busca
garantizar el derecho constitucional de igualdad en la aplicación de la ley y en
el tratamiento procesal de los justiciables, según la dispone el artículo 2º inciso
2) de la Constitución Política.
1
En: Legal Express Nº 81, Año 7, 2007, Gaceta Jurídica, p. 13.
42
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Política jurisdiccional, predictibilidad y doctrina del Primer Pleno Casatorio
torio tiene efectos ex nunc, por lo que los procesos resueltos con anterioridad
a la decisión bajo criterios diferentes, mantiene plena vigencia al estar prote-
gido dentro del marco de la autoridad de la cosa juzgada.
En materia contencioso administrativa, el artículo 34º de la Ley No. 27584,
Ley que regula el proceso contencioso administrativo, con una mejor técnica,
dispone que las decisiones de la Sala de Derecho Constitucional y Social de la
Corte Suprema constituyan doctrina jurisprudencial, y que por tanto, los jueces
y tribunales no pueden apartarse de ella, a menos “que se presenten circuns-
tancias particulares en el caso que conocen y que motiven debidamente las
razones por las cuales se apartan de la doctrina jurisprudencial”. No recoge la
posibilidad de explicar las razones de su apartamiento, sino que les autoriza a
explicitar las circunstancias que permiten distinguir el caso que se encuentran
conociendo, de aquél en el que la Corte Suprema sentó el criterio vinculante.
En materia penal, el artículo 301-A del Código de Procedimientos Penales,
incorporado mediante el artículo 2º del Decreto Legislativo No. 959, tiene si-
militud con los términos utilizados por el artículo VII del Título Preliminar del
Código Procesal Constitucional. Asimismo, existen diversos precedentes vincu-
lantes en el ámbito penal, en el que los vocales integrantes de las Salas Penales
de la Corte Suprema, reunidos en pleno jurisdiccional han señalado por una-
nimidad los principios jurisprudenciales con carácter vinculante de acuerdo a
lo regulado por el artículo 22º de la Ley Orgánica del Poder Judicial.
En materia laboral, se presenta una situación excepcional, al no existir un dis-
positivo legal que viabilice la emisión de precedentes de observancia obligato-
ria, y al establecer el inciso d) del artículo 56º de la Ley Procesal del Trabajo,
Ley No. 26636, la posibilidad de alegarse como causal de casación la contradic-
ción del fallo superior con otras resoluciones expedidas por la Corte Suprema
de Justicia o las Cortes Superiores, pronunciadas en caso objetivamente simila-
res siempre que dicha contradicción esté referida a una de las otras de casación
(aplicación indebida, interpretación errónea o inaplicación de una norma de
derecho material). No existe necesidad de que previamente se haya efectuado
un pleno casatorio.
Las tendencias jurisprudenciales de una Sala Superior legalmente no pueden
generar principios jurisprudenciales.
44
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45
Política jurisdiccional, predictibilidad y doctrina del Primer Pleno Casatorio
46
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El artículo 1302º del Código Civil, otorga a la transacción extrajudicial los efec-
tos de cosa juzgada (asimismo lo contemplan textualmente siguiendo la in-
fluencia directa del Código Civil francés de 1804 artículo 2052º, por ejemplo,
los Códigos Civiles argentino artículo 850º, chileno artículo 2460º, ecuatoriano
artículo 2386º, venezolano artículo 1718º, boliviano artículo 949º, colombiano
artículo 2483º, mejicano artículo 2953º, español artículo 1816º). No han adop-
tado fórmulas análogas, el Código Civil alemán en el numeral 1 del parágrafo
779, italiano en el artículo 1965 º y Portugal en el artículo 1248º. Esta regla no
la consignó el Código Civil Peruano de 1936. El legislador peruano del Código
Civil de 1984 justificó este efecto porque no cabe la lesión en la transacción, ya
que las partes se hacen concesiones recíprocas.
La sentencia del Pleno Casatorio en su argumentación sigue a las doctrinas
española y argentina. Se omite desarrollar las duras críticas que han mereci-
do las normas en el Código Civil francés. La doctrina francesa dice que esta
asimilación entre el efecto de la transacción con el valor de la cosa juzgada es
inexacta: “Los efectos de transacción se explican simplemente por su fuerza
obligatoria y por la regla general de que las convenciones son la ley entre las
partes”3.
El profesor sanmarquino René Boggio Amat y León, en su obra “Obligaciones”
comentando el artículo 1307º del Código Civil de 1936, destaca que se conside-
2
En: El Peruano, 3 de enero de 2008, página 13; asimismo en el Suplemento de Análisis Legal
Jurídica de fecha 12 de febrero de 2008, p. 5.
3
Ripert, Georges y Boulanger, Jena, Tratado de derecho civil según el Tratado de Planiol, citado
por Rómulo Morales Hervias. En: Diálogo con la Jurisprudencia Nº 114, Lima, Gaceta Jurídica,
marzo 2008, p. 46.
47
Política jurisdiccional, predictibilidad y doctrina del Primer Pleno Casatorio
4
Lima, Universidad de Lima, Programa Académico de Derecho y Ciencias Políticas, Serie
Derecho y Ciencias Políticas Nº 1, 1982, p. 94.
5
Tratado de Derecho Civil, Las Obligaciones, Lima, WG editor, Tomo III, Vol. II, pp. 576, 577 y 583.
6
Derecho Civil, Barcelona, Ed. Bosch, Tomo II, Vol. II, 1979, página 443.
7
Lima, 1954, Tomo III, “Modos de extinción de las obligaciones”, p. 353.
48
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tencia judicial, pero no impide que pueda producir efectos similares a los de la cosa
juzgada, entre los cuales destaca la preclusión de iniciar un proceso judicial,
pero para que se produzca dicha preclusión es indispensable que se homolo-
gue judicialmente dicha transacción.
En conclusión, Francisco Peláez en su obra “La transacción. Su eficacia procesal”
señala que cuando el Código Civil dice que la transacción tiene entre las partes
la autoridad de la cosa juzgada, está utilizando una expresión metafórica, con la
única finalidad de reforzar la eficacia que tiene para que no quede reducida a ser
ley, como cualquier otro contrato, entre las partes contratantes8.
Por otra parte, la transacción judicial y la transacción extrajudicial se distin-
guen por la congruencia entre las prestaciones pactadas con el derecho en
litigio; en el caso de la transacción judicial, conforme lo señala el artículo 337º
del Código Procesal Civil “no se puede crear, regular, modificar o extinguir
relaciones materiales ajenas al proceso”, a diferencia de la transacción extraju-
dicial recogida en el artículo 1302º del Código Civil que señala: “con las con-
cesiones recíprocas, también se pueden crear, regular, modificar o extinguir
relaciones diversas de aquellas que han constituido objeto de controversia en-
tre las partes”. De la lectura de las citadas normas se puede afirmar que “en la
transacción judicial no puede operar la liberalidad sin límite en las concesio-
nes recíprocas, situación que sí permite la transacción extrajudicial; además,
esta última no requiere de homologación como sí se permite en la transacción
judicial; pero la distinción no se agota en ello, sino en la autoridad de la cosa
juzgada que encierra la transacción judicial frente a la extrajudicial”9.
Asimismo, las clases de transacción se distinguen por el tratamiento procesal.
La ejecución de la transacción judicial se realizará bajo los alcances del proceso
de ejecución de resoluciones judiciales, por haberse homologado el acuerdo,
el mismo que constituye el título de ejecución, que regula el inciso primero
del artículo 713º del Código Procesal Civil; por su parte, el documento privado
que contiene una transacción extrajudicial, tiene mérito ejecutivo (inciso 5)
artículo 693º del Código Procesal Civil), por lo que puede ser ejecutado en
el proceso ejecutivo. Sin embargo, también se puede llegar a la transacción al
interior del proceso, sin necesidad de someterla a control jurisdiccional, cuya
finalidad es el efecto de la conclusión del proceso, como lo contempla el inciso
4) del artículo 322º del Código Procesal Civil.
8
Barcelona, Ed. Bosch, 1987, p. 169.
9
Marianella Ledesma Narváez, “La transacción extrajudicial y los mecanismos procesales de defensa”,
En: Athina, Nº 4, 2008, página 170.
49
Política jurisdiccional, predictibilidad y doctrina del Primer Pleno Casatorio
Las excepciones, también llamadas defensas de forma son el medio a través del
cual el demandado denuncia la existencia de una relación procesal inválida,
sea por que se ha omitido o se ha presentado defectuosamente un presupuesto
procesal o una condición de la acción. Es un medio que se confiere al de-
mandado, en virtud del cual puede poner de manifiesto al juez la ausencia o
insuficiencia de uno de los presupuestos procesales (competencia del juez, ca-
pacidad procesal de las partes y requisitos formales de la demanda), o de uno
de los presupuestos para un pronunciamiento válido sobre el fondo (legitimi-
dad e interés para obrar), con la finalidad de paralizar y subsanar algún vicio
procesal o, en su caso, extinguir la relación jurídica procesal.
Con arreglo al principio Iura Novit Curia, es el juez como titular de la potestad
jurisdiccional, quien tiene el poder-deber de proporcionar el derecho que co-
rresponda al proceso, con prescindencia de la respectiva invocación de las par-
tes, conforme a la pretensión procesal planteada, objeto del proceso. Se funda
en la presunción lógica sobre el conocimiento del derecho por parte del juez,
y en consecuencia no se encuentra vinculado por las calificaciones jurídicas de
las partes, existiendo el límite de respetar el principio de congruencia.
El principio Iura Novit Curia, no solamente permite suplir o subsanar la omi-
sión en la calificación jurídica sino corregir el derecho mal invocado por las
partes. Se realiza a través de dos funciones: a) Supletoria: cuando las partes han
omitido de plano, los fundamentos jurídicos en que sustentan su demanda y,
eventualmente, los demás actos postulatorios del proceso: contestación de la demanda, re-
convención y excepciones; b) Correctora: el juez aplica la norma jurídica pertinente
cuando las partes han invocado mal los fundamentos jurídicos de su demanda
y, eventualmente, los demás actos postulatorios del proceso.
En principio, en materia de excepciones procesales, la jurisprudencia perua-
na ha establecido en aplicación del principio Iura Novit Curia que: “No incu-
rre en nulidad la resolución que por error da denominación distinta a una
excepción”10 . En sede casatoria nacional no es admisible la aplicación del prin-
cipio Iura Novit Curia, al permitir solo el recurso extraordinario de casación
la revisión de los casos denunciados específicamente bajo los supuestos del
artículo 386º del Código Procesal Civil, posición manifestada por el Tribunal
Constitucional11.
10
Víctor Roberto Obando Blanco, Estudios de Derecho procesal civil, Lima, Editorial San Marcos,
1997, página 260, Tesis para optar el título de abogado.
11
Ver Expediente Nº 8327-2005-AA/TC y Exp. Nº 7022-2007-AA/TC.
50
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12
Artículo 344º del Código Procesal Civil.
13
Fundamento jurídico 25.
14
“Las Excepciones en el Código Procesal Civil Peruano”, en la obra La formación del proceso
civil peruano. Escritos reunidos, Lima, Comunidad, 2003, p. 360; publicado asimismo en Thémis,
Segunda Época, Nº 27-28, Lima, 1994, página 127.
51
Política jurisdiccional, predictibilidad y doctrina del Primer Pleno Casatorio
15
Tratado de derecho procesal civil, Lima, Editora Jurídica Grijley, Volumen II, 1ra. edición, p. 488.
16
Comentarios al código procesal civil, análisis artículo por artículo, Tomo II, Primera Edición, Gaceta
Jurídica Sociedad Anónima, Lima, 203, pp. 896 y 897.
52
Víctor Roberto Obando Blanco
ción del artículo 1302º del Código Civil, al poner fin a algún asunto dudoso
o litigioso evitando el pleito que podría promoverse o finalizando el que está
iniciado, por lo tanto, no se contraviene los artículos 446º, inciso 10), y 453º,
inciso 4) del Código Procesal Civil, así como tampoco se vulneran los artículos
5º y 1305º del Código Civil, al estar transándose la indemnización sobre el daño
que sufrió la parte afectada por el derrame de mercurio, por lo que si bien el
daño puede ser extrapatrimonial, toda indemnización por sí misma se confi-
gura como un derecho patrimonial, respecto al cual sí se puede transigir, y que
por consiguiente, la transacción previa al proceso impide que se demande en
base a los mismos hechos.
La profesora Eugenia Ariano Deho al abordar el tema “De la excepción de
transacción a la ‘excepción de conclusión del proceso por transacción’ ” se-
ñala: “(…) Del propio inciso 10) del artículo 446º del Código Procesal Civil,
así como del inciso 4) del artículo 453º del Código Procesal Civil, se infiere,
sin ofrecer posibilidad de duda, que el supuesto de hecho de la ‘excepción’
(que no se olvide conduce a la ‘nulidad de todo lo actuado y a la conclusión
del proceso’, conforme lo dispone el inciso 5) del artículo 451º del Código
Procesal Civil) es la existencia de un previo proceso idéntico a aquel en el que
se ha planteado la excepción, un proceso, en su momento, terminado por tran-
sacción; es decir, a la figura de conclusión ‘especial’ del proceso expresamente
regulada por el artículo 337º del Código Procesal Civil”. Sobre esta premisa, la
profesora Ariano Deho concluye: “Por lo tanto, resulta por demás obvio que
en el inciso 10) del artículo 446º del Código Procesal Civil, no alberga, a secas,
la ‘excepción de transacción’, es decir, la alegación por parte del demandado
de la existencia de un acuerdo transactivo (prescindiendo de que haya habido
un previo proceso sobre la controversia transada), sino una figura mucho más
delimitada: que hubo un proceso previo idéntico sobre cuyo objeto las partes
celebraron un acuerdo transactivo, acuerdo que, previa aprobación judicial,
provocó el fin a tal proceso ex artículo 337º del Código Procesal Civil” 17 . Esta
posición de Ariano también aparece en su obra “El proceso de Ejecución,” al
desarrollar si la transacción extrajudicial puede hacerse valer como excepción,
señala que: “Dada la regulación taxativa de las excepciones no se podría, pues-
to que el inciso 10) del artículo 446º del Código Procesal Civil, hace referencia
al supuesto de conclusión de proceso por transacción. Luego, sólo podría ha-
cerse valer como defensa de fondo, como hecho extintivo o modificativo del
derecho del actor, que fundamenta su pretensión”18.
17
En: Actualidad Jurídica, Lima, enero 2008, Tomo 170, pp. 13 y 14.
18
Lima, Rodhas, 1996, p. 217.
53
Política jurisdiccional, predictibilidad y doctrina del Primer Pleno Casatorio
19
“La transacción extrajudicial y los mecanismos procesales de defensa”, En: Diálogo con la Juris-
prudencia Nº 112, Lima, Gaceta Jurídica, enero 2008, p. 170.
20
“Las defensas de forma y el Primer Pleno Casatorio Civil”, En: Actualidad Jurídica Nº 174, Lima
Gaceta Jurídica, mayo 2008, p. 85.
21
Ob. Cit., p.85.
54
Víctor Roberto Obando Blanco
55
Política jurisdiccional, predictibilidad y doctrina del Primer Pleno Casatorio
siendo por tanto su finalidad poner fin a las cuestiones transigidas, ellas no
pueden ser discutidas de nuevo. El efecto preclusivo de la transacción no con-
vierte sus efectos jurídicos en inmutables.
El profesor Aníbal Torres Vásquez, ante el problema de excluir la transacción
extrajudicial de los alcances del artículo 453 inciso 4) del Código Procesal Ci-
vil, ya que ésta puede adolecer de nulidad o anulabilidad (artículo 219º al
229º), señala que significaría dejar sin efecto el artículo 1302º del Código Civil
que define a la transacción ,señalando que es el acto por el que “las partes,
haciéndose concesiones recíprocas, deciden sobre algún asunto dudoso o liti-
gioso, evitando el pleito que podría promoverse o finalizando el que está ini-
ciado”, decisión que para ellas tiene la calidad de cosa juzgada, la misma que
es el sustento de la seguridad jurídica.22. En esta misma posición encontramos
al profesor Juan Morales Godo, quien señala “Si ambas transacciones, la civil
y la judicial, pueden ejecutarse de acuerdo a las reglas de los procesos de eje-
cución (…) adquiriendo ambas la calidad de cosa juzgada; de la misma forma
ambas pueden ser opuestas por alguna de las partes, como excepción procesal.
El tema es claro respecto de la transacción judicial, en virtud a que el artículo
713º inciso 1) del Código Procesal Civil hace referencia a ella. Sin embargo,
por interpretación analógica podemos concluir que la transacción civil, que
tiene las características principales comunes con la judicial, también podría
ser deducida como excepción, para poner fin a un litigio, cuyas pretensiones
versan sobre lo que ha sido materia del acuerdo transaccional”23.
9. NULIDAD MANIFIESTA
22
En: Actualidad Jurídica, Lima, Gaceta Jurídica, enero 2008, Tomo 170, p.a 22.
23
“¿La transacción civil puede oponerse como excepción procesal?” En: Diálogo con la Jurispru-
dencia Nº 114, Gaceta Jurídica, marzo 2008, p. 141.
24
Fundamento jurídico 39.
56
Víctor Roberto Obando Blanco
sacción, según lo dispuesto por los artículos 447º y 448º del Código Civil; sin
embargo, en este caso, la aprobación del juez fue un año después de celebrada
la transacción.
Respecto a la transacción sobre derechos de menores de edad, el Pleno Casa-
torio conforme a lo prescrito por dichos dispositivos legales, sostiene: “(…) Si
bien en el artículo 447º se dice que se requiere contar con previa autorización
judicial, por su parte el artículo 1307º preceptúa que se debe contar con la
aprobación del juez, no indicando si esta debe ser anterior o posterior a la cele-
bración de la transacción. Es más, el artículo 447º no sanciona con nulidad
cuando se ha realizado alguno de los actos jurídicos que señala sin contar
con la autorización previa, por tanto bien se puede tener dicha autorización
posteriormente. Caso distinto es el de la transacción, donde no se menciona
que la aprobación del juez debe ser necesariamente anterior a su celebración,
con lo cual se concluye que ella pueda ser posterior a su realización. El hecho
concreto es que debe contarse con tal aprobación, como en efecto aconteció
en el caso de autos” 25.
Cabría declarar de oficio la nulidad del acto jurídico (transacción extrajudi-
cial), en aplicación del segundo párrafo del artículo 220º del Código Civil,
siendo congruente que la transacción extrajudicial es el sustento de la excep-
ción procesal deducida y la inobservancia de normas de orden público. Sin
embargo, debe observarse que dicha potestad debe ejercerla respetando el
debido proceso y, particularmente, el derecho de defensa de las partes, por ser
un mandato imperativo regulado en el artículo 50º, inciso 2 del Código Proce-
sal Civil. Tal es el criterio seguido en la jurisprudencia nacional, como el que
señala la Casación Nº 1324-05-Puno de fecha 3 de abril del 2006, publicada en
el diario oficial El Peruano el día 30 de octubre de 2006.
En la doctrina nacional, el profesor Juan Guillermo Lohmann Luca de Tena
en su obra El negocio jurídico señala: “Por nulidad manifiesta se conoce aquella
que no requiera de otro exámen o información diferente a la constante en el
documento que instrumente el negocio o aquella a la que el juez haya accedi-
do en el curso de un procedimiento en el cual el negocio haya surgido, si bien
no como cuestionado en su validez”26 . El autor, fija su posición en que la ley
le da al juez la posibilidad de declararla si en el curso de un proceso tomara
conocimiento de ella, porque el juez no puede permanecer impasible ante un
negocio, por ejemplo, inmoral o ilegal, y está aceptada por varios ordenamien-
tos legales, como el argentino, el brasileño, el colombiano y el español.
25
Fundamento jurídico 80.
26
Lima, Librería Studium Editores, Primera Edición, 1986, p. 413.
57
Política jurisdiccional, predictibilidad y doctrina del Primer Pleno Casatorio
Se ha señalado, que la bondad del segundo párrafo del artículo 220º del Códi-
go Civil es que no toda nulidad puede ser tomada en cuenta, sino solo la mani-
fiesta. Sin embargo, deberá establecerse límites (vg. el juez tenga competencia
si la nulidad hubiera sido demandada, la causal de nulidad esté de manifiesto
en el propio acto, observancia del principio del contradictorio a las partes del
proceso y si éste involucra a terceros), para que no se convierta en una atribu-
ción desmedida del juez, como ocurriría en el caso de declararse la nulidad de
las transacciones sobre alimentos que se dan en el curso de procesos judiciales
en un proceso de prorrateo de alimentos, pués en definitiva sería como si de
oficio, un juez declare la nulidad de la sentencia de otro juez27. En otros or-
denamientos no se establece límite (manifiesta), estableciendo que la nulidad
puede ser declarada de oficio sin diferenciación alguna, como ocurre con el
artículo 1421º del Código Italiano que establece “Salvo disposición diversa de
la ley, la nulidad puede ser alegada por cualquiera que tenga interés y puede
ser declarada de oficio por el juez”.
27
Ver Casación Nº 1864-2000-San Román expedida por la Sala Civil Transitoria de la Corte
Suprema de Justicia de la República de fecha 07 de marzo de 2001.
58
Víctor Roberto Obando Blanco
Procesal Civil, es decir, sólo pueden reclamar daños ambientales las institu-
ciones sin fines de lucro, gobiernos regionales, municipales, comunidades
campesinas o nativas, entre otras, pero no las personas naturales. En conse-
cuencia, la persona natural no puede solicitar una indemnización alegando
daños ambientales.
Sobre el precedente vinculante, que la transacción extrajudicial no homologa-
da judicialmente pueda ser opuesta como excepción procesal y la validez de
las transacciones en que participan menores, aprobados después por un juez,
a opinión personal, no cumplen los presupuestos establecidos en la norma
procesal y norma sustantiva, respectivamente, los que han sido desarrollados
en este trabajo, destacando que el acto jurídico nulo no puede ser confirmado
o convalidado.
Coincidimos con Aldo Zela cuando señala “el Pleno Casatorio pudo haber
brindado un mensaje social trascendental sobre el peligro de la contaminación
y las precauciones que deben tomarse al respecto, sin embargo, la Corte Supre-
ma optó simplemente por no asumir el problema, dejando un gran sensación
de impunidad”28.
11. CONCLUSIONES
28
Diálogo con la Jurisprudencia Nº 116, Gaceta Jurídica, mayo 2008, p. 69.
59
Política jurisdiccional, predictibilidad y doctrina del Primer Pleno Casatorio
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CURSO ”PRECEDENTES EN MATERIA CIVIL”