Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
0% encontró este documento útil (0 votos)
35 vistas4 páginas

Duelo

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1/ 4

Manejo del Duelo en tiempos de COVID 19

Este tema, sobre todo en tiempos como este, resulta complejo y doloroso, pues nos hace recordar
que todavía no podemos sentirnos seguros, pues aún no tenemos garantizada la vida, la salud y el
bienestar en general. Además, hemos estado expuestos últimamente a tantos momentos
dolorosos de pérdidas que nos desarticulan y, la verdad, no sabemos cómo reaccionar.

Primero tenemos que aclarar qué es duelo. Solemos pensar que duelo es la pérdida de un ser
amado, cuando en realidad, el concepto va mucho más allá. Se refiere a la pérdida, ¿de qué? De
TODO, que nos genera dolor, rabia, miedo, soledad, desesperanza, que muchas veces nos deja sin
la capacidad de tomar decisiones, y demás sentimientos que consideramos negativos.

Entonces, definimos Duelo, como el proceso psicológico que atravesamos a lo largo de la vida y
las diversas pérdidas que sufrimos en ella. Puede ser, efectivamente, que se refiera al
fallecimiento de miembros de nuestra familia, el alejamiento de la pareja, el ya no contar con
nuestros seres queridos como era antes, discusiones con amigos que generen reales alejamientos.
También puede deberse a otro tipo de pérdidas, como podría ser el trabajo, la salud que se pierde,
el dinero y, por lo tanto, nuestro estilo de vida, beneficios de algún tipo, y un largo etcétera.

Lo peor que podemos hacer es resignarnos ante el dolor (eso es como si nos dejáramos morir), hay
que reasignar esa pena y transformarla en combustible que ayude a continuar. Cargar con el
sentimiento de la pérdida es algo así como cargar en la espalda un saco de carbón, pesa , hace
heridas al contacto, hasta que nos damos cuenta que ese carbón podemos usarlo como
combustible, que si lo quemo, puedo avanzar más rápido que sólo llevarlo en la espalda.

Es cierto que, a veces nos invade la idea “Por qué a mí que soy bueno y a él no que es tan malo”.
Hay que entender que las cosas no nos pasan porque sean premios o castigos en la vida, todos
somos mortales, todos somos propensos a morir, porque así es la biología. Lo mismo con las otras
pérdidas que comentamos líneas arriba, sobre todo en tiempos como este, donde tenemos muy
pocas cosas seguras. Así como están las cosas, nuestra vida puede cambiar en un minuto, por eso,
lo mejor que podemos hacer es cuidarnos y, si nos enfrentamos a un cambio radical, a una
pérdida, lo mejor por hacer es no culpar a nadie, pues nadie buscó esa situación de manera
deliberada; debe quedar claro que la vida no se empeña en hacernos daño, son sólo hechos
fortuitos.

Por otro lado, la pérdida o el dolor ante el duelo nos genera estrés, y las personas no
reaccionamos de la misma manera ante el estrés; por ello, no podemos decir que existe una única
manera de manejar este dolor. A pesar de ello, se recomienda pasar por 5 etapas:

1. Negación. Es cuando tratamos de “amortiguar el golpe” y negamos el impacto que ha


tenido la pérdida en nosotros. Aquí, mientras más lejos estemos de la realidad y de
entender la pérdida como tal, más nos tomará tiempo sentir el malestar de la
pérdida.
2. Ira. En esta etapa aparecen la rabia y el resentimiento, tratamos de buscar
responsables o culpables. También pasamos a entender que la pérdida es irreversible,
lo cual genera más dolor. Esa rabia se proyecta, no solo con nosotros mismos, sino
con todo nuestro entorno.
3. Negociación. Aquí tratamos de estar en control de lo que pasa, a veces fantaseamos
que podemos evitar el suceso, como cuando se le pide a Dios que nos ayude, o
hacemos promesas para que el duelo no se dé. Esta etapa es corta porque no encaja
con la realidad, y puede darse antes que el duelo ocurra en verdad.
4. Depresión. Nos invade la tristeza y sensación de vacío, no hablamos de depresión
clínica (el trastorno de la salud mental), pero sí de no manejar la situación de manera
adecuada. Podría llevarnos a presentar crisis existencial: “para qué me quedo aquí,
sola(o) si ya no está”. Aquí lo difícil no sólo aceptar la ausencia, sino también
entender que la vida que nos queda por recorrer está definida por esa ausencia. Es
normal que nos aislemos más, que nos sintamos cansados, que pensemos que no
podemos salir de ese estado de tristeza y melancolía.
Esta etapa suele durar más tiempo, es la que nos impacta más, pues nos toca lidiar
con la realidad. A veces, el dolor nos bloquea y no nos permite entender la realidad, o
ver el mundo como realmente es. Es la etapa más peligrosa.
5. Aceptación. Se acepta la pérdida, la ausencia del ser querido, o de eso importante
que ya no tenemos. Si bien la tristeza se mantiene porque el recuerdo de los
episodios tristes no desaparecen, pero al recordar lo ocurrido ya no genera dolor. Al
principio, si bien nos sentimos más aliviados y ya no pre sentamos sentimientos
intensos, pero tampoco sentimos felicidad ni tranquilidad; esa va llegando de manera
paulatina, hasta regresar a la “normalidad”. Aprendemos a convivir con el dolor, sin
que genere mayor dolor.

Cabe señalar que no todos tenemos que pasar necesariamente por estas etapas, ni tampoco en
ese orden específico, pero al menos debemos llegar a la última etapa. Se espera que el duelo se
termine de superar en aproximadamente un año, es decir, que transitemos por las etapas que
sean necesarias en este tiempo.

Muchos de nosotros nos hemos enfrentado a la pérdida de un ser querido, el cual no hemos
tenido la oportunidad de despedirlo de la manera que seguramente hubiésemos deseado; es más,
en muchos casos, no pudimos, siquiera, dar el último adiós. Eso complica más el proceso de duelo,
se torna más doloroso e, incluso, podría volverse traumático. Podría originar que nos
estanquemos en alguna de las etapas que mencionamos antes, por ejemplo en negación y nos
bloquee por completo, haciendo que no podamos seguir la vida como siempre, que no podamos
sentirnos como antes de todo esto, que no consigamos integrarnos a nuestra vida pasada,
llenándonos a presentar duelo patológico.

¿Cómo ayudarnos ante un duelo complicado?


 Es necesario que dejemos fluir las emociones que nos embargan, no “hacernos los
valientes”, es normal sufrir, es normal que duela muchísimo y que sintamos que se nos
parte el alma. Tenemos que permitirnos “estar mal”, aflorando las emociones dolorosas.
 Es importante hablar de lo que sentimos (las palabras son mágicas, siempre), puede ser
con personas cercanas, con algunos miembros de la familia, con alguien de nuestra
confianza y que sabemos que nos brindará soporte emocional.
A veces, no somos capaces si quiera de hablar del tema, a veces la pena es tan grande que
no podemos ponerle nombre, solo se siente. Cuando eso ocurra, si las palabras no nos
ayudan, busquemos la manera de plasmar el dolor de otra manera. Lo importante es que
nosotros mismos seamos conscientes que no nos encontramos bien.

 También nos ayuda “hablar” con el fallecido, desde abrazar su foto, usar su ropa, su
perfume, etcétera, es una manera de sentirnos más cerca y lidiar con el dolor. Eso
podemos hacerlo mientras nos preparamos y aprendemos a vivir con la ausencia de la
persona.

 Una opción, sobre todo ahora que esta situación de la covid 19 no nos ha permitido
despedirnos de la manera que quisiéramos y necesitamos, es hacer una carta de
despedida. Puede ser en un momento y espacio privado, donde nosotros nos permitimos
mostrar nuestro dolor, algo así como si tuviésemos una cita con esa persona, y ahí le
decimos todo lo que nos sale del corazón, aquello que hubiésemos querido decirle como
despedida. Seguramente una sola carta será insuficiente, se podrá hacer las necesarias.

 También se pueden hacer cartas como quien narra la historia que tuviste con esa
persona, lo que compartieron, lo que sentían el uno por el otro, la historia de vida en
común. Esto ayudará, no sólo para que afloren todas las emociones que podríamos tener
guardadas, sino también para que se ejercite la memoria. Hay que tener en cuenta que la
memoria es aquello que nos ayudará a que nuestros seres queridos siempre se
“mantengan” en nuestro recuerdo, con nosotros.

 Algunas personas cuando se sienten tristes tratan de alejarse, incluso de no recibir apoyo
de otros, esa es la peor opción, pues es como si nosotros mismos escogiéremos enfrentar
el peor momento de nuestras vidas sólo por nuestra cuenta. Es necesario recibir el
cuidado, cariño y afecto de los demás, alguien que nos brinde la opción de conversar, pero
no sólo para hablar de lo doloroso, sino también de cosas positivas, incluso permitirnos
reír, de darse el caso.

 Ayudaría también que, en casa podamos darle un último adiós, esto además de
brindarnos paz, también nos ayuda a sentirnos tranquilos de estar haciendo algo que,
seguramente, alegraría a esa persona que ya no está. Desde prender una vela, incienso,
tocarle una canción, prepararle la comida que más le gustaba, leerle algo, etcétera
 Con este tema del duelo, a veces pensamos que ya no hay salida, que estamos perdidos y
no tenemos opción de sentirnos bien. Ojo que, aunque a veces no lo parezca, siempre hay
salidas, hay luz al final del túnel, pues llega un momento donde el dolor se vuelve
manejable, consiguiendo vivir con esa pena sin que nos genere más dolor emocional.

 Es cierto también que por más que nos esforcemos, el dolor no cesa, llevándonos a sentir
desesperación y desamparo. Es en esos casos, es necesario buscar ayuda psicológica
profesional, pues nuestro esfuerzo, penosamente no fue suficiente. Si este pesar no se
atiende de manera adecuada, puede generar en nosotros desde trastornos de ansiedad,
depresión, estrés post traumático, somatizaciones, pérdida del sentido de la vida,
hipersensibilidad, irritabilidad, trastornos de la alimentación, adicciones y un sinfín de
síntomas. Recordemos que cuidar nuestra salud mental, no sólo nos permite continuar
viviendo, sino vivir bien.

También podría gustarte