Representar y Disponer - A. Mockus (Selección)
Representar y Disponer - A. Mockus (Selección)
Representar y Disponer - A. Mockus (Selección)
La autocomprensión del conocimiento parece haber ido dejando atrás el predominio del
modelo de la percepción y cada vez acude más a conceptos que privilegian el lenguaje, la
acción y la combinación de ambos. Incluso el más rápido y superficial examen de la
filosofía contemporánea lo pone de manifiesto.
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En adelante citaremos la edición francesa de Garnier-Flammarion de 1979, dando únicamente la paginación
de Adam y Tannery (de ahí la abreviaturaMédit. AT).
Introducción
ya sea porque lo que se presenta adviene develando en forma muy parcial una trama que
nos desborda —la del logos hecho destino—, lo que se hace presente se manifiesta como
previo y autónomo con respecto al sujeto. Más bien el sujeto es el llamado a colocarse en el
ámbito instaurado por la representación y lo representado. La representación no es aquí lo
que ocurre o pre-existe primordialmente en la conciencia del sujeto; es algo provisto de
autarquía en cuyo campo puede ser interpelado el hombre, siendo llamado a reconocerse
como tributario de algo que lo trasciende.
Pero ¿cuál puede ser el origen del corte cartesiano? ¿de dónde viene ese “representar”
que en caso de poseer ciertas cualidades puede otorgar tanta certeza? Una lectura de las
Reglas para la dirección del espíritu(19…) sugiere que la noción cartesiana de
representación, y sobre todo su subordinación al imperativo de una captación inmediata de
conexiones necesarias, tiene como raíz la experiencia cartesiana del poder de la
extensionalización y de la reducción de muy diversos problemas a relaciones entre
magnitudes representables gráfica y algebraicamente. Es como si Descartes, a sabiendas del
cambio de terreno, hubiese querido prolongar un modo de conocer radicalmente apoyado
en la intuitivación posibilitada por dispositivos escritos (gráficas y expresiones algebraicas)
a un terreno en el cual esos dispositivos no podían ya operar. Así como desde una buena
representación gráfica se podía resolver y recuperar en todos los términos relevantes un
problema de óptica o de geometría, así también lo bien representado ya no sobre el papel
sino en la conciencia debía permitir resolver los grandes problemas de la metafísica, siendo
posible recuperar incluso (a partir de una lectura prácticamente inmediata de relaciones que
en el nivel de la idea misma asumida como representación se reconocerían como
necesarias) la existencia misma de uno de los objetos de la representación (Dios).
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Introducción
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Introducción
Tal vez el afán de esbozar una respuesta a la pregunta por lo que en el horizonte de la
modernidad puede ser la representación nos ha llevado a lecturas forzadas o simplemente
equivocadas. Obviamente no es disculpa suficiente subrayar que el presente no pretende ser
un trabajo de historia de la filosofía y que ni siquiera intenta una reconstrucción de la
historia de un concepto. Lo que nos interesa ante todo es abrirnos camino hacia la noción
de representación que a nuestro juicio acompaña la actual precomprensión del ser como
disponible. De todas maneras, por la conciencia de los peligros antes señalados (y aunque
sabemos que al apoyarnos así en una serie de fragmentos no nos protegemos de errores de
lectura o de interpretación global) nos hemos permitido recargar las notas a pie de página
con citas bastante extensas. A pesar de todos los riesgos que implica el intento de poner en
relación horizontes tan diversos, esperamos que nuestro texto pueda ser leído como una
suerte de diálogo en cuyo interior el contraste con tradiciones de pensamiento anteriores y
posteriores ayuda a poner de relieve la originalidad de algo tan central para la filosofía
moderna como la noción cartesiana de representación y tal vez justifica la dirección en la
que intentamos reconsiderar esa noción.
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5.
A nuestro parecer es en las Reglaspara la dirección del espíritu (más que en las
Meditaciones) donde pueden hallarse indicaciones sobre el carácter de certeza inmediata
atribuido a ciertas representaciones privilegiadas, y específicamente sobre la labor previa
que en muchos casos esa certeza presupone: una labor de delimitación y de construcción
para asegurar la inmediatez. En las Reglas juega un papel central la traducción
espontánea (mecanismos de la sensación, de la imaginación, de la memoria) o deliberada
(criterios y procedimientos ofrecidos por Descartes como parte de su método) de todo lo
sensible a figuras; igualmente sucede con la traducción —en la medida en que lo exigen
las limitaciones y la necesidad de simultaneidad en la consideración—de figuras y de
relaciones puestas bajo forma de figuras (o reconocidas a partir de las figuras) a trazos y
signos escritos. Se trata de un laborioso camino al final del cual todo lo relevante se ha
5. La representación como dispositivo de certeza…
5.1. El comienzo de las Reglas para la dirección del espíritu parece paradójico.
Mientras la primera regla se apoya en una crítica de las restricciones que involucra toda
especialización y manifiesta las pretensiones omnienglobantes del proyecto cartesiano
(“dirigir el espíritu para que pueda formar juicios sólidos y verdaderos sobre todas las
cosas que se le presentan”. Reglas, AT, X, 3592), la segunda establece una tajante
delimitación del ámbito de objetos relevantes: aquellos susceptibles de ser conocidos con
2
Citamos la traducción de Ezequiel de Olaso y Tomás Zwanck (Descartes, Reglas, pp. 33-131). Los pasajes
se indicarán con paginación de AT. El subrayado, tanto en esta cita como en la siguiente, es nuestro.
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5. La representación como dispositivo de certeza…
certeza (“Debemos ocuparnos únicamente de aquellos objetos que nuestro espíritu parece
poder conocer de un modo cierto e indudable”. Reglas, AT, X, 362). Se trata de
conocerlo todo pero dentro de ese todo solo se admite lo que puede conocerse con
certeza. En cierto sentido, el conjunto de las reglas no hace más que desarrollar esta
aparente paradoja mostrando cómo el privilegio de la certeza puede ser fructífero y
terminar siendo menos restrictivo de lo que parece en un principio.
Descartes concibió las Reglas para la dirección del espíritu como un tratado con tres
partes, cada una formada por doce reglas. En las doce primeras Descartes considera
“haber expuesto todo lo que a nuestro juicio puede facilitar de algún modo el uso de la
razón” (Reglas, AT, X, 429). En las doce siguientes, de las que sólo redactó nueve,
Descartes se propone tratar las cuestiones “que se comprenden perfectamente aunque se
ignore su solución”. Para la tercera parte, que hasta donde sabemos nunca fue escrita,
deja las cuestiones “que no se comprenden perfectamente” (Reglas, AT, X, 429). Lo
“perfectamente comprensible” ocupa el primer plano aunque repetidas veces se anuncia
como preparación para un paso que en las Reglas no se da; de un modo sintomático, en la
redacción misma de las Reglas Descartes aplaza la consideración de lo otro.
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5. La representación como dispositivo de certeza…
La primera parte de ese escrito culmina con la regla XII que, según Descartes, puede
considerarse como la conclusión de lo expuesto en las once primeras. 3 El propio
enunciado de la regla es muy general:
3
Como ya se señaló, mientras la primera regla expone y justifica la amplitud de la pretensión del proyecto,
la segunda propone una drástica autolimitación a favor de aquello que pueda conocerse con certeza. Según
Descartes, esta regla “nos prohibe perder el tiempo” (Reglas, AT, X, 364); así la delimitación propuesta
apunta en dirección a lo que hoy llamaríamos eficacia o productividad de la discusión y que significa un
privilegio radical de aquellos argumentos que garantizan la aquiescencia del interlocutor y por ende el
establecimiento del consenso (las “discrepancias entre los hombres de talento” no son sino el síntoma de la
ausencia de tales argumentos: “si las razones del uno fueran ciertas y evidentes, las podría exponer al otro
de tal manera que terminara por inclinar también su entendimiento”, Reglas,AT, X, 363). A continuación
(regla III), Descartes señala los dos únicos medios de indagación que quedan abiertos: intuir con claridad y
evidencia o deducir con certeza. La investigación de la verdad requiere del método que no es más que “el
orden y la disposición de los objetos a los que debemos dirigir la penetración de la inteligencia para
descubrir alguna verdad” (Reglas, AT, X, 379), yendo de lo complejo y oscuro a lo simple y claro para
regresar luego de esto a aquello (reglas IV y V). Debe reconocerse un orden que corresponde a las
jerarquías y a las “distancias” lógicas entre las ideas (regla VI). Ante la imposibilidad de captar estas
últimas mediante una sola mirada deben someterse a revisión mediante un “movimiento continuo e
ininterrumpido del pensamiento” para lo cual es necesaria una enumeración completa y ordenada (regla
VII). Donde la intuición resulte imperfecta hay que detenerse; además es menester habituarse a reconocer
intuitivamente la verdad con distinción y claridad y adquirir sagacidad en el seguimiento del orden en cosas
sencillas ya descubiertas por otros (reglas VIII, IX y X). Además el “movimiento continuo” requerido por
la regla VIII debe acompañarse de una reflexión sobre las diversas relaciones entre lo sucesivamente
considerado, procurando “concebir distintamente varias cosas a la vez” y aprendiendo a apreciar la
intuición intelectual como opuesta a la deducción y a la enumeración (regla XI). A estas alturas del texto, el
llamado a cultivar la captación simultánea de un conjunto de cosas y de relaciones es aún muy genérico. En
la segunda parte de las Reglas adquirirá un contenido bastante más específico ligado de raíz con el uso de
dispositivos gráficos y simbólicos.
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Los textos que acompañan las reglas XII y XIV son, de lejos, los más extensos (ocupan, respectivamente,
19 y 14 páginas de las 110 páginas consagradas a las reglas en la edición Adam-Tannery).
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5. La representación como dispositivo de certeza…
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5. La representación como dispositivo de certeza…
Aunque Descartes presenta todas estas explicaciones como debiendo ser admitidas ya
que, al igual que las que hacen los geómetras,“no disminuyen en nada la verdad de las
cosas” y “de ningún modo debilitan la fuerza de las demostraciones” (Reglas, AT, X,
412), él insiste en otorgarle un sentido literal a las mismas:
“[...] todos los sentidos externos [...] solo sienten pasivamente, hablando con
propiedad, de la misma manera que la cera recibe la impresión de un sello. Y no
se piense que esto se dice por analogía, sino que se debe concebir que la figura
externa del cuerpo que siente es realmente modificada por el objeto del mismo
modo que la que hay en la superficie de la cera es modificada por el sello”
(Reglas, AT, X, 412).
Si por un lado todos los sentidos reciben en primera instancia figuras, por el otro el
carácter visual y táctil de la figura la convierte en objeto óptimo de los sentidos. 9 Es así
como Descartes puede emplear una vez más el mismo esquema de absolutización-
delimitación usado en las dos primeras reglas. Por un lado, “el concepto de figura es tan
común y simple que está implicado en toda cosa sensible”; y por el otro, por ejemplo para
explicar el color sin “admitir inútilmente o imaginar a la ligera un nuevo ser [...]
solamente hacemos abstracción de todo, excepto lo que tiene naturaleza de figura”
(Reglas, AT, X, 413). Podemos limitarnos deliberadamente a la consideración de las
7
Aquí, en cambio, la formulación es compatible tanto con la concepción aristotélica, como con la
concepción estoica del papel de la phantasia en el movimiento.
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Aquí también se podría establecer una relación con los “incorpóreos” de los estoicos.
9
“Es muy útil concebir así estas cosas, porque nada cae bajo la acción de los sentidos tan fácilmente como
una figura, pues se toca y se ve” (Reglas, AT, X, 413).
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5. La representación como dispositivo de certeza…
figuras, tanto más cuanto toda diferencia sensible es expresable mediante diferencias de
figura y todo conocimiento de lo sensible revela ser una comparación.
El entendimiento es para Descartes una fuerza incorpórea unitaria, activa y pasiva que
puede “recibir […] las figuras del sentido común simultáneamente con la fantasía”, que
puede “aplicarse […] a las que guarda la memoria”, o que puede “formar otras nuevas”.
En cuanto activo el entendimiento imita al sello, en cuanto pasivo a la cera (pero —
Descartes lo indica enfáticamente— esta vez sólo en sentido metafórico). Queda
esbozado así un doble uso del entendimiento: frente a lo incorpóreo debe defenderse solo;
frente a lo corpóreo,en cambio, debe ayudarse con la imaginación y los sentidos y
también acudir a un segundo sensible que son las figuras artificiales “reducidas”, las
cuales son “más útiles en cuanto más breves”.10 Queda esbozado así el papel que
Descartes asignará más adelante a las figuras trazadas y a los signos escritos.
5.3. Las “figuras” juegan así un papel relevante en ambos polos de la relación entre
sujeto y objeto de conocimiento. En la medida en que consideremos en las cosas
solamente las figuras (y traduzcamos las demás cualidades y relaciones a ellas), y en la
medida en que privilegiemos selectivamente en nosotros la claridad, en el completo
“darse”—propio de las figuras— se hace alcanzable esa inmediatez intuitiva que
caracteriza la “evidencia”que Descartes busca. Esta opción por las figuras permite
además dar un contenido bastante preciso a la oposición, decisiva para el método
cartesiano, entre las cosas simples y las cosas compuestas. Lo simple es aquello en torno
a lo cual el conocimiento puede nuclearse intuitivamente para partir hacia la conquista de
10
En el mismo texto en que Descartes resume la doble característica del entendimiento introduce las
consideraciones que le permitirán privilegiar las figuras trazadas y los signos escritos:
“[...] se concluye con certeza que si el entendimiento se ocupa de objetos que no tienen nada de corpóreo,
no puede ser auxiliado por aquellas facultades [los sentidos, la imaginación y la memoria corporal], sino,
por el contrario, para no verse entorpecido por ellas será preciso prescindir de los sentidos, y despojar en lo
posible a la imaginación de toda impresión distinta. Pero si el entendimiento se propone examinar algo que
pueda referirse al cuerpo, su idea se ha de formar en la imaginación lo más distintamente posible, y para
hacerlo con mayor comodidad hay que mostrar a los sentidos externos la cosa misma que esa idea
representa. Una pluralidad de objetos no hace más fácil para el entendimiento una intuición distinta de cada
uno. Mas para sacar una deducción de una pluralidad, cosa que es preciso hacer ordinariamente, debemos
excluir de nuestras ideas sobre las cosas todo lo que nos exija una atención inmediata a fin de que la
memoria pueda retener fácilmente el resto; y, del mismo modo, no es necesario presentar entonces las cosas
mismas a los sentidos externos, sino más bien algunas figuras reducidas de las mismas que, con tal de que
basten para evitar las fallas de la memoria, serán más útiles cuanto más breves” (Reglas,AT, X, 416-7; el
subrayado es nuestro).
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5. La representación como dispositivo de certeza…
lo complejo.11 Pero lo simple no está en las cosas mismas sino que viene dado en
necesaria relación con el conocimiento.12 La afirmación es casi tautológica: en cuanto
concierne al conocimiento, la cosa es en el modo en que se presta al conocimiento. Por
ello el conocimiento puede ser “contraevidente” con respecto a los sentidos y a las
opiniones recibidas. Por ello puede también deslizarse, sobre la base de suposiciones
como las que hacen los geómetras, en dirección a la autofundamentación.
Aunque la figura formada a propósito de un objeto puede ser infiel, la captación por
parte del entendimiento de esa figura en tanto figura que se ofrece al entendimiento no
puede contener engaño alguno. Si se cancelan sus pretensiones de fidelidad y se toman en
11
En efecto, para construir la oposición entre cosas simples y cosas compuestas, Descartes solicita
previamente que se le acepte una separación entre lo que es hablar de una cosa en particular refiriéndonos a
su existencia real, y lo que es hablar de ella en relación a nuestro conocimiento. Esta diferencia es decisiva
para la definición misma de lo que es una cosa simple porque, mientras desde el primer punto de vista (el
de la existencia real) algún cuerpo extenso figurado puede ser uno y simple, en relación al conocimiento no
es simple y presenta tres naturalezas: corporeidad, extensión y figura, siendo cada una de éstas simple
porque “la inteligencia no puede dividirlas en varias cuyo conocimiento sea más distinto aún” (Reglas, AT,
X, 418).
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La afirmación de Descartes en este sentido es tajante: “no podemos entender nunca nada más allá de esas
naturalezas simples y de la especie de mezcla o composición que existe entre ellas” (Reglas, AT, X, 422).
12
5. La representación como dispositivo de certeza…
5.5. Descartes postula que las naturalezas simples pueden ser de tres clases: las
puramente materiales, o “las que no conocemos más que en los cuerpos como la figura, la
extensión, el movimiento, etc.”; las comunes, que son “las que indiscriminadamente se
atribuyen ya a los objetos corpóreos, ya a los espíritus, como la existencia, la unidad, la
duración y otras cosas semejantes”; y las puramente espirituales, que son “las que el
entendimiento conoce por una luz innata y sin el auxilio de ninguna imagencorpórea”
(Reglas,AT, X, 419; el subrayado es nuestro). Descartes señala cómo, por ejemplo,
“nos es imposible imaginar ninguna idea corpórea que nos represente lo que es el
conocimiento, la duda, la ignorancia, la acción de la voluntad, que podemos
llamar volición, y otras cosas semejantes, todas las cuales conocemos, sin
embargo, verdaderamente y con tanta facilidad que nos basta para ello con estar
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5. La representación como dispositivo de certeza…
Ahora bien, los tres tipos de naturalezas simples van a ser objeto de un conocimiento
inmediato e incontestable: “estas naturalezas simples son todas conocidas por ellas
mismas y no contienen ninguna falsedad” (Reglas,AT, X, 420;el subrayado es nuestro).
La única posibilidad de error está en una composición equivocada.14 Del conocimiento
inmediato e incontestable de las figuras, Descartes da el paso al conocimiento inmediato
e incontestable de las ideas; el costo de esta generalización terminará siendo doble: la
identificación entre razón (“luz natural”) y apercepción reflexiva, y la teoría de las ideas
innatas. El entendimiento “puro” ha sido concebido a imagen y semejanza de un
entendimiento “impuro” que se supone que conoce lo sensible a través de un acceso
inmediato a figuras.
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5. La representación como dispositivo de certeza…
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5. La representación como dispositivo de certeza…
afirmará tajantemente: “solo hay dos géneros de cosas que se comparan entre sí: las pluralidades y las
magnitudes” (450).
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Descartes pasa cuidadosamente de las magnitudes en general a la extensión. Anuncia que se trata de
“servirnos, no del entendimiento puro, sino del entendimiento auxiliado por las especies pintadas en la
fantasía” valiéndose del hecho de que “de las magnitudes en general no se dice nada que no sea posible
referirlo también a cualquier magnitud particular”. Y prosigue: “De donde es fácil concluir que nos será útil
aplicar lo que veamos que se dice de las magnitudes en general a aquella especie de magnitud que se pinta
más fácil y distintamente que las demás; ahora bien, que esta especie de magnitud es la extensión real del
cuerpo, con abstracción de todo, excepto de que tiene figura, se sigue de lo dicho en la regla duodécima,
donde vimos que la fantasía misma con las ideas que existen en ella no es otra cosa más que un verdadero
cuerpo real extenso y figurado. Lo cual es también evidente por sí mismo, puesto que en ningún otro sujeto
se muestran más distintamente todas las diferencias de las proporciones [...]”.
Descartes concluye el párrafo con un resumen del modo en que las cuestiones perfectamente determinadas
se dejan referir completamente a la extensión y a las figuras: “Quede pues, ratificado y fijo que las
cuestiones perfectamente determinadas no contienen más dificultad que la que consiste en desarrollar las
proporciones en igualdades; y que todo aquello en que encontremos precisamente esta dificultad puede y
debe ser separado fácilmente de cualquier otro objeto, y luego ser referido a la extensión y a las figuras, de
las que, por lo tanto, vamos a tratar exclusivamente desde ahora hasta la regla vigésimoquinta, dejando de
lado toda otra consideración” (Reglas, AT, X, 441; los subrayados son nuestros). La extensionalización
permite una radical homogeneización de las cuestiones: “Aquí, pues, nos ocupamos de un objeto extenso,
no considerando en él más que la extensión misma [...] suponemos que todas las cuestiones han sido
llevadas a un punto en que no se pretende otra cosa que conocer una determinada extensión comparándola
con otra ya conocida. Como no esperamos conocer aquí ningún nuevo ente, sino queremos solamente
reducir las proporciones, por complicadas que sean, al punto de llevar lo desconocido a la igualdad con
algo conocido, es cierto que todas las diferencias de proporciones que existen en los demás sujetos pueden
hallarse también entre dos o más extensiones, y, por consiguiente, basta considerar para nuestro fin en la
extensión misma todo lo que puede ayudar a exponer las diferencias de las proporciones y que consiste
solamente en tres cosas: la dimensión, la unidad y la figura” (447).
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Se trata de recurrir de una manera muy selectiva a las figuras que expresan óptimamente las
proporciones: “En cuanto a las figuras, ya se mostró antes cómo únicamente por medio de ellas se pueden
formar las ideas corporales de todas las cosas; nos queda por advertir en este lugar que de sus innumerables
especies diferentes solo emplearemos aquí las que expresan más fácilmente todas las diferencias de
relaciones o proporciones. Pero solo hay dos géneros de cosas que se comparan entre sí: las pluralidades y
las magnitudes; y tenemos también dos géneros de figuras que nos sirven para concebirlas; pues, por
ejemplo, los puntos
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5. La representación como dispositivo de certeza…
lo que es una figura o una notación sistemáticamente depurados, la idea de las “ideas
claras y distintas” puede perder sus especificidades cartesianas.
Esmediante figuras y signos y sobre figuras y signos que los imperativos cartesianos
de reductibilidad a elementos simples claros y distintos, de ordenabilidad y de
enumerabilidad pueden no solo satisfacerse a cabalidad sino garantizar una plena
captación sintética como la requerida en la regla XI. También es esa la perspectiva en la
que la extensionalización de todas las cualidades sensibles arroja sus frutos. Aunque cada
que representan un número triangular, o el árbol que explica la genealogía de alguien etc., son figuras que
sirven para representar la pluralidad; en cambio, las figuras continuas e indivisas, como el triángulo, el
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5. La representación como dispositivo de certeza…
Figuras y signos como los construidos por Descartes llegan a tal grado de concisión y
de exhaustividad, y se mueven a tal punto en el terreno de la necesidad, que su uso
adquiere rasgos de intemporalidad y de universalidad que pueden terminar justificando
plenamente la idea de una captación completa, inmediata e “incorregible”. La certeza y
su privilegio se han incubado sobre el papel.22 La noción cartesiana de representación
deriva posiblemente de lo que puede entenderse como una buena representación sobre el
papel. Lo que ella es, no como copia o imagen especular de lo real 23 sino como su plena y
Sobre la base de un ejemplo, Descartes advierte que su uso de los signos no está subordinado (como lo
puede estar para los calculadores) al logro del resultado sino a la expresión clara y distinta de las relaciones
de dependencia involucradas: “Todo esto lo distinguimos nosotros que buscamos un conocimiento evidente
y distinto de las cosas; pero no los calculadores, que se sienten satisfechos con tal de encontrar la suma
buscada, aunque no adviertan cómo depende de los datos, en lo que, sin embargo, consiste única y
propiamente la ciencia” (Reglas, AT, X, 458). Antes Descartes ha propuesto su notación para las
magnitudes conocidas, para las desconocidas, para sus múltiplos y sus potencias, afirmando que “con este
procedimiento no sólo economizaremos muchas palabras, sino, lo que es más importante, presentaremos
los términos de la dificultad tan puros y despojados que, sin omitir nada útil, no contendrán, sin embargo,
nada superfluo y que ocupe inútilmente la capacidad del espíritu cuando la inteligencia tenga que abarcar
varias cosas a la vez” (455).Según Descartes su método da cuenta de aspectos fundamentales de la
aritmética y de la geometría. Antes de exponer lo que entiende por objeto extenso y por dimensión, afirma
que se propone “demostrar acerca de él [el objeto extenso], lo más fácilmente que podamos, todo lo que
hay de verdadero en la aritmética y en la geometría” (447). Sin embargo, Descartes considera
explícitamente que el alcance de su método desborda ampliamente el ámbito de las matemáticas: “[...] no
temo decir que esta parte de nuestro método no ha sido inventada para resolver los problemas matemáticos
sino más bien que éstos casi deben ser aprendidos sólo para ejercitarse en la práctica de este método” (442).
21
“Por dimensión no entendemos otra cosa que el modo y razón según la cual un sujeto es considerado
como mensurable [...] en el mismo sujeto puede haber infinitas dimensiones diversas y que si bien no
añaden nada en absoluto a las cosas mensurables, se entienden de la misma manera, ya tengan un
fundamento real en los sujetos mismos, o bien hayan sido imaginadas por arbitrio de nuestra inteligencia
[...] Y, sin embargo, todas estas cosas se comportan del mismo modo [...]” (Reglas, AT, X, 447-8; el
subrayado es nuestro). Tales dimensiones, tengan base real o intelectual deben ser consideradas por pares
cuidando que dejar de considerar a alguna en cierto momento no signifique su negación. Paradójicamente
hasta la unidad que podría ser “abstraída” conserva en Descartes un substrato multidimensional: “[...] pero
de cualquier modo que sea representada y concebida [la unidad], entenderemos que es un objeto extenso en
todos los sentidos y susceptible de infinitas dimensiones” (453).
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Según Descartes su método da cuenta de aspectos fundamentales de la aritmética y de la geometría. Antes
de exponer lo que entiende por objeto extenso y por dimensión, afirma que se propone “demostrar acerca
de él [el objeto extenso], lo más fácilmente que podamos, todo lo que hay de verdadero en la aritmética y
en la geometría” (Reglas, AT, X, 447). Sin embargo, Descartes considera explícitamente que el alcance de
su método desborda con mucho el ámbito de las matemáticas: “[...] no temo decir que esta parte de nuestro
método no ha sido inventada para resolver los problemas matemáticos sino más bien que éstos casi deben
ser aprendidos sólo para ejercitarse en la práctica de este método” (442).
23
Nuestra lectura de Descartes ha sido orientada en parte por algunas sugerencias contenidas en el trabajo
de RortyPhilosophy and theMirror of Nature (1979). En particular resulta importante su énfasis en el
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5. La representación como dispositivo de certeza…
“acceso inmediato e incorregible” que en Descartes caracteriza la relación de la conciencia con las
“representaciones privilegiadas”. Nos parece sin embargo que a falta de una genealogía como la que hemos
esbozado, se puede exagerar la arbitrariedad de la inmediatez y certeza de las representaciones cartesianas.
Locke es quien emplea la metáfora del espejo (AnEssayConcerningHuman Understanding, II, 1, 25).
Nuestra lectura muestra por qué Descartes no puede valerse de esa metáfora para pensar la noción de
representación. La “figura” que se le presenta con inmediatez al entendimiento presupone procesos de
selección y transformación (extensionalización). Claro está que esta selección y transformación — que
opera con notorio éxito en buena parte de la investigación contemporánea— encuentra sucedáneos
problemáticos cuando se trata de enfrentar lo incorpóreo. Rorty no considera el modelo latente de la
mathesis, tal vez porque su enjuiciamiento, más que contra Descartes, está dirigido contra aquellos de sus
herederos y contrincantes que mantuvieron y radicalizaron una filosofía convertida en una teoría del
conocimiento centrada en entidades y procesos ubicados en una “conciencia subjetiva”.
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5. La representación como dispositivo de certeza…
conocidos tan directamente como éstas. El entendimiento intuye así, sin ninguna
posibilidad de engaño, los objetos que “posee en sí mismo“.
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5. La representación como dispositivo de certeza…