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Al Servicio de Un Dios Emperador

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INTRODUCCIÓN: A las órdenes de un Dios-Emperador

Baal se ha alzado definitivamente como una divinidad materializada sobre la faz de Faerun:
ya no esconde sus planes al resto de deidades y poderes del cosmos. Kossuth, Gond, Pelor y
Bahamut son al menos conocedores de su reencarnación, y han demostrado seguir muy de cerca
cada uno de sus pasos. Para evitar esfuerzos inútiles, ha dejado de lado la táctica de la cautela y se
ha autoproclamado Dios-Emperador de la Muerte en Vida. Como una maniobra de propaganda, ha
extendido su culto mediante la proliferación de iglesias y centros de adoración, donde cada vez más
mortales deciden entregar su fe a un culto que promete una vida eterna entregada a la oscuridad y el
asesinato. Las facetas más oscuras de los seres inteligentes han aflorado tras años de hambrunas y
miserias derivadas de las Guerras de la Sangre. Una oscuridad que Baal no dudará aprovechar.

Los aventureros son llamados a una audiencia con su señor. Baal se encuentra como de
costumbre sentado en su trono, armado con su inmenso exoesqueleto de metal viviente. Cuando se
sitúan frente a él, su voz afilada y corrosiva resuena atronadora en el interior de la sala del trono:
“Atended, mis campeones. Os requiero de nuevo de forma urgente. - dice sin mover ni un ápice su
cuerpo metalizado y oscuro.- He sido contactado por mis hijos Nix y Pathos, quienes han pedido mi
ayuda y consejo. Para empezar, Pathos, mi fiel Señor de la Guerra, se ha encargado del
entrenamiento de seres de inmenso poder para que éstos aumenten exponencialmente las fuerzas de
mis tropas. Aunque su trabajo ha sido concluido, dice que no quedará satisfecho con su obra hasta
que mis combatientes más loados los hayan puesto a prueba. Y estoy de acuerdo con él, debemos
asegurarnos que sus planes de entrenamiento son efectivos. De lo contrario, quizás el propio
Pathos necesite una dosis de disciplina. En segundo lugar, Nix la Terrible ha enviado informes
preocupantes sobre su situación en los Hielos Altos. En las montañas de hielo, Nix extrae para mí
el valiosísimo ónice negro, el cual resulta fundamental para llevar a cabo mis trabajos
nigrománticos. Hace una semana, un espía fue capturado y, tras torturarle, confesó que era un
enviado de Bahamut, quien pretendía actuar pronto para interrumpir la extracción del ónice de las
montañas.”

Los aventureros deben elegir qué misión van a efectuar primero, si tienen más preguntas
sobre éstas, Baal sólo les dirá lo siguiente:

“Podéis acceder a los Salones de la Guerra a través de las escaleras subterráneas bajo mis
aposentos.”

“Para llegar a los Hielos Altos,utilizaréis un modo de transporte que desarrollé durante mi
exilio y que ahora he perfeccionado. Tomad. (unos anillos forjados en forma de calavera con ónices
incrustados en las cuencas flotan hasta los aventureros). Con éstos anillos podréis atravesar el
Plano de la Energía Negativa sin ningún problema, llegando hasta la guarida de Nix en escasos
minutos.”

A: Los Salones de la Guerra

En esta misión, los aventureros conocerán a Pathos, Señor de la Guerra y Comandante


Supremo de los ejércitos de Baal. Enfrascado en su tarea, Pathos ha permanecido recluido en los
niveles subterráneos de la Catedral de los Huesos, forjando con crueldad seres pesadillescos y
preparándolos para el combate.

Pathos se presenta ante los aventureros como una figura embutida en metal negro como el
azabache, alta y intimidante. A través de las juntas de su armadura escapan volutas de humo negro y
puede percibirse una luminosidad rojiza similar a la de las brasas proviniendo de su interior. Tras
acercarse con atronantes pasos, dejará descansar sobre el suelo el gigantesco mazo a dos manos que
descansaba previamente sobre sus hombros, provocando un estruendo que incluso hace vibrar el
suelo. Unas llamas rojas observan desde el interior del casco de feroces formas antes de decir:
“¿Así que vosotros sois los gusanos que mi padre me ha cedido para comprobar la letalidad de mis
obras? - su voz es dura como el golpe de un ariete sobre un portón a punto de ceder.- No perdamos
el tiempo pues. Adentraos en mis estancias y cumplid con vuestra misión: servid a los propósitos de
mi padre”.

– Salones de la Guerra 1: unos cadáveres enjutos y fuertes se adelantan hacia vosotros con
una agilidad sobrenatural obvia en sus movimientos. Su piel curtida y reseca se ondula
sobre sus cuerpos, tolerando los rápidos movimientos de éstas a pesar de ser como
pergaminos sin vida.

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