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El Cuaternario

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EL CUATERNARIO DE LA CORDILLERA DE MÉRIDA ANDES VENEZOLANOS

Chapter · January 1993

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2 1,131

1 author:

Eglee Zent
Venezuelan Institute for Scientific Research
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Conocimientos y prácticas ertnomédicas de mujeres mayas de Guatemala View project

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EL CUATERNARIO
DE LA CORDILLERA
DE MÉRIDA
ANDES VENEZOLANOS

Carlos Schubert / Leonel Vivas

Con las contribuciones de:


Raúl Estévez
Heinz Henneberg
Eglée López del Pozo
Milagro Rinaldi
Erika Wagner

Universidad de Los Andes / Fundación POLAR


Mérida - Venezuela
1993
con respecto a la línea de nieves perpetuas achual de 5100 m. Como no existe
ningún área en esa zona con esta altitud, no es posible verificar esta inferencia.
Por lo tanto, la zona periglacial durante el último avance glacial del Pleistoceno
Tardío (suponiendo una relación altitudinal similar a la actual entre las zonas
glacial y periglacial), probablemente llegó a los 2400 m de altitud en la
Cordillera de Mérida suroriental, y a 2900 m en la parte noroccidental. Llegó
2
a ocupar aproximadamente 2200 k m en extensión total. Actualmente, ocupa
2
un área de aproximadamente 1200 k m

3.4. EL PARAMO: DIFERENTES VISIONES

Por Egleé López del Pozo

«el páramo es lo más alto 'e la montaña, a 'onde llega


vusté después de pasar los filos y no puede seguir más
pa'rriba porque destá es el cielo, ¿pa'ónde va a coger
vusté?, páramo es lo que tá más arriba e'todo, por las
montañas, la tierra, el frailejón y la papa...» (Sr. Emilio
Suescún, Páramo de Aranguren)

«el páramo todo lo más son frailejonales, pa'ónde


vusté mire vé Frailejones, Chucas y Romeritos. Aquí (..)
se crían todos los tipos de Frailejones no vaya vusté a creer
que hay d'iuno sólo, ése de embojotar queso que llaman es
del que más hay, pero a yo conozco nueve calidades de
Frailejones que se crían pa'la Colorada, de ái tiene vusté
también la paja e'techo y la de échale a los animales, ora
los Dítamos se crían no en toda tierra, esos tiene vusté que
míralos bien del Dítamo riñon es más fácil más que
chiquitico qu'es...Romeritos tamién se conocen cuatro y
esos sí crecen por to'o la'o, pa' Otubre florean bonito...»
(Sr. Claudio Rojo, Páramo de los Conejos)

La palabra páramo presenta algunos sesgos que impiden en una primera


instancia homogeneizar su definición, debido a la diversidad de criterios y
perspectivas con las que se ha enfocado el término. La dificultad se inicia al
intentar determinar su origen etimológico y se acentúa a lo largo de la historia
dado el enfoque del interlocutor que haga uso de páramo.

El origen de páramo se desconoce con precisión. En su etimología se citan


vocablos griegos (K : pará/al lado, uuos: ámmos/arena) para describir un
«campo desierto, raso, elevado y descubierto á (sic) todos los vientos, que no se
cultiva ni tiene habitación alguna» (Barcia, 1882: 64). También le atribuyen
una raíz celta (Vareschi, 1970, p. 9) o una derivación preromana (Monasterio,

709
1980a: 17). Metafóricamente designa «cualquier lugar sumamente frío y des-
amparado» (Alba de, 1918: 302; Vergara, 1926: 148).

En América, la voz páramo provino de la nominación dada por los


españoles a la tierra más alta y fría en las montañas andinas. Constituye la
transposición del referente ambiental de los erales de las Sierras del Sistema
Montañoso Central de España (Avila, Madrileña, parte meridional de la
provincia de León, etc.) al norte de los Andes suramericanos. El supuesto de que
un vocablo indígena conceptualmente equivalente existiese antes de la llegada
del español no se ha registrado en la literatura, salvo para el norte de Perú,
donde las formaciones páramo se han denominado Jalka (Cuatrecasas, 1968:
182; Barclay, 1968: 204; Monasterio, 1980a: 15; Molina y Little, 1984: 57). Las
poblaciones humanas que ocupan el páramo se han denominado parameros o
parames (Vergara, 1925: 147), siendo algunos etónimos comunes, paramunos,
campesinos parameros, o simplemente gente de tierra fría.

Desde la época colonial, páramo se asoció con enormes extensiones de


tierra gélida y estéril en la que los españoles supusieron que los asentamientos
humanos no podían sustentarse (Fray Pedro de Aguado, 1581/1963; Juan de
Castellanos, 1589/1962; Diego Villanueva y Gibaja, 1607/1929; Fray Pedro
Simón, 1627/1963; José Oviedo y Baños, 1723/1967; AH General de Indias,
Escribanía de Cámara-Colección Los Andes, 1655; AH Nacional de Colombia-
Colección Ciudades de Venezuela, Provincia de Mérida, s. XVII-XVIII; AH
Registro Principal de Mérida-Repartimientos 1558;Boussingault, 1849;Goering,
1876/1962; Lares, 1883; Dalton, 1912/1966; Salas, 1908/1956; Febres Cordero,
1920/1960; Jahn, 1927/1973; Alvarado, 1945; Acosta Saignes, 1952). Esta
connotación ha prevalecido hasta nuestros días entre parameros venezolanos,
quienes en ocasiones designarán como el verdadero páramo (Fig. 3-15) aquel
situado a mayor elevación que sus unidades residenciales, a la par de aquellos
que no han permitido la domesticación humana (como, por ejemplo, los páramos
de La Laja, coronando el pueblo de San José de Acequias, el de Don Pedro,
bordeando la cima de San Pedro, ambos en los Pueblos del Sur en la Sierra
Nevada, y el del Destierro, a la sombra del Campanario, en la Sierra del Norte,
todos en el Estado Mérida). Es usual también nominar colectivamente como
páramo áreas sobre el límite del bosque, sean praderas o sabanas en la parte
superior de los valles y laderas dedicadas a la cría y pastoreo de ganado (Jahn,
1931a: 93). La actividad humana en estos casos cualifica al ambiente pese a que
las condiciones naturales de este último no lo califiquen como páramo. Serán
páramo aquellas áreas de potrero situadas a mayor altura local aunque no
posean ninguno de los atributos geomorfológicos y ecológicos con los que se ha
definido ese ambiente (como por ejemplo, el Páramo de Marino, en los límites
de los Estados Mérida y Táchira, Venezuela).

Este uso del término páramo refleja acuerdo descriptivo para limitar un
espacio natural, pero aglutina criterios vagos que no llegan a definir los límites

110
del concepto. Un tratamiento más conceptual aparece en las referencias
literarias desde finales del siglo pasado y puede ilustrarse en estudios como los
del geógrafo y viajero alemán Sievers (1888a), en referencias de Humboldt a
partir de sus recorridos por los páramos colombo-ecuatorianos (1801-03/1886)
o en las de Ernst (1887) en páramos venezolanos. Humboldt, por ejemplo,
señala a los páramos como regiones cubiertas de plantas que no tienen
comparación con las de tierras altas alpinas, especialmente las gramíneas y
liqúenes (citado en Troll, 1968: 17). En el transcurso de este siglo, páramo va
a ser objeto de delimitaciones conceptuales específicas en virtud de sus ca-
racterísticas geológicas y climato-ecológicas afectadas por la situación geográfica
astronómica y por la altitud regional que ocupan (Monasterio y Reyes, 1980:49)
(Fig. 3-16).

La noción fisiográfica del páramo esta asociada a los biomas de montaña


determinados horizontal y verticalmente, y caracterizada por un paisaje
abierto y condiciones ambientales particulares y extremas. Genéricamente se
refiere al piso comprendido entre el nivel superior del bosque y el límite nivel
(entre los 2900 m y hasta los 4700 m s.n.m.) en los Andes del norte suramericano.

Aunque el páramo se localiza principalmente en los Andes del Norte


(Lauer, 1979: 29; Azocar, 1980: 16; Monasterio, 1980a: 15), se extiende desde
9
Costa Rica (Cordillera de Talamanca, l l latitud Norte) hasta el norte de
9
Huánuco en Perú (8 latitud Sur). Formaciones páramo aisladas pueden
encontrarse también en Panamá y en las laderas orientales húmedas de Perú
y Bolivia (Cleef, 1978: 367). En su sentido más amplio, ecosistemas de alta
montaña análogos a los páramos pueden encontrarse entre los Trópicos de
Cáncer y de Capricornio de todos los continentes, aunque se les conoce por el
nombre dado a las formaciones de plantas locales más distintivas (Monasterio
y Vuilleumier, 1986: 3). Así, existen páramos en las tierras altas de los Andes
del Norte (páramos, jalkas) y Centrales (punas), en África Oriental (piso
afroalpino), en Malasia, Hawaii y Nueva Guinea (pisotropical alpino; Troll,
1968: 29; Lauer, 1979: 29; Monasterio, 1979:117; Monasterio y Vuilleumier,
1986: 3). El término designa especialmente a aquellos que se ubican en los
Andes colombo-ecuatorianos y a su distribución noreste-sureste venezolana
(región ecuatorial húmeda).

La porción de páramos en los Andes venezolanos cubren aproximada-


2
mente 4100 k m (Jahn, 1931a: 114) y se distribuyen latitudinalmente entre los
9 2
7 30' (Páramo de Tama) y alrededor de los l l de latitud Norte en la Sierra de
Perijá (Monasterio y Reyes, 1980:47). Entre ambas latitudes se ubican aislados
y pequeños páramos en los actuales Estados Zulia, Lara, Portuguesa y Barinas.
La extensión más amplia y continua de área páramo se encuentra en los
2 2 2
Estados Táchira (600 k m ) , T r u j i l l o ( 9 0 0 k m ) y M é r i d a ( 2 6 0 0 k m ; Jahn, 1931a:
114).

112
Figura 3-16. Aspectos ecológicos y humanos de los páramos. A. Valle glacial típico de Las González (3500-
3700 m), Páramo de Los Conejos (Sierra de La Culata). Se observan los barbechos de papa maduros (Julio
1988). B. Laguna glacial de la Santa Cruz (3950 m), Páramo de Santo Cristo (Sierra Nevada de Mérida).
Detrás delalagunaseobservauna roca aborregada con pulimento y fracturamiento glacial. C. Topografía
denominada "La Cara del Indio" (3950 m), Páramo de Los Conejos (Sierra de La Culata). Nótese la
topografía de aristas en la parte y de modelado glacial. E. Circos y laguna glacial (Laguna Azul), Páramo
de Llano del Trigo (3650 m; Sierra Nevada de Mérida). F. Restos de habitación humana (Manuel Suescún
y Loba), Páramo Don Alfonso (3600 m; Sierra Nevada de Mérida).

113
En la literatura geológica, ecológica y botánica se proponen varias
zonaciones para limitar a los páramos tanto en relación con la alta montaña en
general como al interior del ecosistema paramero: 1. En lageología de los Andes
venezolanos la zona periglacial corresponde al área páramo, ubicada entre los
3600 m y el límite inferior de los glaciares a 4700 m s^n.m. aproximadamente
(ver secciones 3.1, 3.2 y 3.3), pero se presume qiie en las épocas de las
glaciaciones descendió a 2400 m en el sureste, y a 2900 m en el noroeste de la
Cordillera de Mérida (Schubert, 1975: 197; Glaciación Mérida, ver Capítulo 2).
2. Estudios ecológicos en las tierras altas andinas venezolanas destacan dos
zonas dentro del piso páramo: el Andino (entre 2000 y 4000 m s.n.m.) y el
Altiandino que se extiende entre los 4000 y 4765 m s.n.m. en la Sierra Norte,
y entre los 4300 y 5000 m s.n.m. en la Sierra Sur (Monasterio, 1980b: 99-100;
Azocar, 1980: 17). Aunque se subdivide en dos zonas, se considera al páramo
como una Región Natural en virtud de las convergencias dadas por similares
historia y evolución plio-pleistocena y contemporánea de los páramos (Mo-
nasterio, 1980a: 22). Una sub-clasifícación análoga (Dollfusy Lavalle, 1971:29)
diferencia entre páramo alto (3800-4600 o 4700 m s.n.m.) y páramo bajo (3200-
3700 m). Otros autores utilizando la misma nomenclatura establecen el
primero entre 3600 y sobre los 4000 m y el segundo entre 3000 y 4000 m (Molina
y Little, 1984: 56). 3. Los trabajos botánicos especialmente en páramos co-
lombianos han definido tres formaciones vegetales: Subpáramo o cinturón
inferior (3000-3500 m), bioma Páramo propiamente dicho (3500-4100 m) y
Superpáramo o cinturón superior (4100-4750 m; Cuatrecasas, 1968: 171, 177;
Cleef, 1978: 369; Lauer, 1979: 30-34). Además, publicaciones de ecología
vegetal de páramos venezolanos destacan la presencia de siete formaciones
compuestas de diversas asociaciones botánicas (Monasterio, 1980b: 94).

También los parameros venezolanos consideran estos tres tipos de


criterios globales para demarcar el ambiente páramo: etnobotánicos,
ecoclimáticos y etnogeológicos, y añaden una cuarta variable: la etnodemográfica
o cultural. En los tres primeros coinciden con los científicos al destacar
atributos o caracteres aprehendidos sensorialmente que indican las propiedades,
el inicio o fin del páramo en virtud de su presencia o ausencia. Los criterios
culturales remiten a la consideración de la presencia humana o sobrehumana
como alteradoras del ambiente al punto de modificar sustancialmente su
cualidad de verdadero páramo o no. En este caso se habla de la posibilidad de
domesticar un páramo si el mismo lo permite.

La consideración de la presencia humana y sobrehumana en el espacio


paramero, apela a la cualidad de humanización del ambiente, bien sea para
alterar porceptualmente el paisaje a través de la explotación de los recursos, así
como una suerte de ejercicio con el que se mide la capacidad humana de
incorporarse o no al ambiente sin causar desequilibrios sustanciales (física e
ideológicamente). Esta asociada también a la autoevaluación individual del

114
conocimiento ambiental del vocero y a su estrecha concepción de pertenencia.
La presencia de entes sobrehumanos corre paralela a la de los entes humanos.
Ambas están relacionadas conceptualmente y graduadas en la medida en que
la acción de una, estimula efectos sobre la otra.

La efectividad de la humanización del ambiente se traduce en una


relación de comunicación dialéctica que se refleja en la posibilidad de permitir
la convivencia humana en el ambiente páramo. En este sentido, la percepción
de los parameros se traduce en una suerte de consideración en la que los
miembros de la actividad comunicativa (páramo/hombres) son virtualmente
capaces de ocupar el mismo nivel de discurso.

Para las comunidades científicas y campesinas, el páramo constituye un


ambiente diferenciado, en general y en particular. A nivel genérico, el páramo
ha sido tratado como un ecosistema, es decir, como una unidad funcional
constituida por comunidades bióticas específicas interactuando con el ambiente
físico (cfr. Odum, 1983: 13). A nivel particular, el páramo ha sido contrastado
con respecto a los restantes pisos de montaña, de acuerdo al criterio orientador
del interlocutor (botánico, ecológico, geológico, antropológico, etc.), que propicia
la abstracción de criterios tipo considerados apropiados para generar el concepto
(geomorfológicos, climáticos, vegetación, florística, altitud, zonación por el uso
de los ambientes, etc.).

Una postura mediadora entre las zonificaciones ubicaría a los páramos


altitudinalmente entre las cotas de 3000 a 4700 m s.n.m., aunque este rango
varía considerablemente dependiendo de los factores locales, de acuerdo a las
diferentes vertientes y cordilleras (Jahn, 1931a: 99; Cuatrecasas, 1979: 89;
Monasterio, 1980a: 17). En este sentido el límite inferior páramo puede
descender a 2400-2600 m (Jahn, 1931:119), como sucede en alguna localidades
en la zona de los Pueblos del Sur (Páramo de Chirrivital) en la Sierra Nevada
de Mérida (Petit, 1984: 114), fenómeno reportado también a altitudes de 2800
m en las laderas secas de páramos de Ecuador, al oeste de la Cordillera Oriental
(Parsons, 1985: 25) y ascender a 3400 m (Azocar, 1980: 17). El límite superior
es también variable, existiendo formaciones páramo a alturas cercanas a los
5000 m propiciado por mayores porcentajes de humedad, y en laderas protegidas
contra el viento que favorecen el desarrollo de comunidades de plantas incluso
arbóreas (Jahn, 1931a: 94).

En su borde inferior la mayoría de los páramos están limitados por


formaciones selváticas, generalmente determinadas por la humedad (Selvas
Nubladas Montanas Altas, Selvas Siempreverdes Secas Montanas, Bosques de
Espeletia neriifolia, etc.). Sin embargo, el límite de bosque continuo se presenta
en formas variables y es usual encontrar formaciones boscosas interdigitadas
con parameras en los Andes venezolanos (Monasterio y Reyes, 1980: 87-88).

115
Aún cuando no es extraño encontrar sobre los 3500 msnm árboles con amplias
hojas y denso foliaje (especialmente bosques de Polylepis sericea, incluso sobre
los 4000 m s.n.m.) y masas de epifitas (musgos, hongos, liqúenes), su presencia
se limita a áreas térmicamente favorecidas, en tanto que el cinturón continuo
de árboles esta casi limitado a la cota de 3000 m (Guhl, 1968: 211; Monasterio
y Reyes, 1980: 51).

Las temperaturas promedio varían mínimamente al compararlas en


e
ciclos mensuales o anuales, en tanto que la variación diaria puede fluctuar 20 C
2
e incluso hasta 25 C en la época de verano (Guhl, 1968: 203; Vareschi, 1970a:
15; ver sección 3.1). Así, por ejemplo, se registran para el páramo alto medias
9 2 2
anuales de 3 a 7 C, con oscilaciones diarias de 23 C, siendo la máxima media
S 2 9
anual de 12 C, la máxima absoluta 20 C y la mínima -3 C. El nivel de páramo
2 2
bajo presenta medias anuales entre los rangos de 7 a 11 C, con una máxima
9 9
entre los 14 y 18 C (Molina y Little, 1984: 58). Las variaciones topográficas
locales inciden en los cambios térmicos. En los valles y laderas, por ejemplo, la
temperatura diurna disminuye al aumentar la altitud, en tanto que durante la
noche las temperaturas en laderas son más altas que en los valles o picos. La
temperatura nocturna puede descender más abajo del punto de congelación en
cualquier época del año, dependiendo de la cota altitudinal y de factores locales.
A una altitud de 4700 m es bastante alta la probabilidad de heladas durante
gran parte de los días del año, en tanto que alrededor de la cota de los 4000 m
las heladas pueden ocurrir hasta 300 días al año. Hacia los 3000 m el ambiente
puede estar virtualmente libre de heladas (Troll, 1968: 22) aunque se han
señalado heladas en la montaña tropical a 1500 m (Mani, 1980: 5). En los
páramos se han identificado dos estaciones conocidas como Verano, o período
de sequía (entre fines de Noviembre y mediados de Marzo), e Invierno, o período
de las lluvias (desde fines de Marzo a mediados de Noviembre). Ambas
estaciones varían considerablemente y debe tomárselas en sentido relativo. El
término sequía, por ej emplo, se refiere más a menor regularidad de lluvia en un
mes o un período, que a carencia total de humedad (Goebel, 1890:9; Monasterio,
1979: 126).

Los ciclos recurrentes diarios a todo lo largo del año de descensos


nocturnos y ascensos diurnos de temperatura influyen sensiblemente tanto en
los elementos abióticos como en los bióticos. El fenómeno de heladas nocturnas/
fusión diurna afecta considerablemente el desarrollo de las bioformas, así como
en aspectos hidrológicos, condiciona además el éxito agrícola a mayor altitud y
en gran medida determina el límite de los cultivos (Troll, 1968: 23-28). En la
cota altitudinal que se extiende entre 3000 y 4000 m s.n.m., las heladas se
presentan en ciclos irregulares, tanto interanualmente como en el mismo ciclo
anual. Entre estos rangos se han registrado heladas especialmente en la
denominada estación seca, aún cuando su presencia es ciertamente aleatoria e
9
ímpredecible. Las temperaturas bajo 0 C a estas alturas ocurren comunmente

116
durante una o varias horas nocturnas, dando lugar a ciclos térmicos caracteri-
zados por heladas nocturnas/fusión diurna. Menos usuales son las ocurrencias
de heladas diurnas, pero se han registrado.

Los parameros venezolanos reconocen dos períodos durante el ciclo anual


con probabilidad de heladas: el primerohacia julio-agosto, denominado anevazón
y considerado inofensivo para plantas y animales, y el segundo en diciembre-
enero, que puede extenderse imprevisiblemente a loJargo del verano, el cual se
considera nocivo y se concibe como un tipo de escarcha. La tradición oral reporta
heladas ocasionales desde la cota altitudinal de 2800 m s.n.m., especialmente
durante diciembre, probables a los 3000 m, especialmente en julio-agosto, y más
frecuentes desde los 3400 m. Pese a la imprevisibilidad de las heladas, algunos
parameros de avanzada edad manifestaron la posibilidad de observar el
anuncio de las heladas cuando los frailejones de indio o los chirique (Espeletia
spp.) se acurrucan o cierran hacia el corazón de la roseta, o bien cuando los
Guardarocío (Lachemilla spp.) se comprimen y recogen mayor humedad (López,
en prensa).

La importancia de las plantas se refleja en el hecho de que constituyen


uno de los criterios básicos para conceptualizar el páramo. El concepto botánico
de páramo, como se ha señalado (Lauer, 1979:30), es más estricto y restringido
que el paisajístico que se ha descrito hasta aquí. En términos botánicos, la
particularización de los páramos se delimita por la presencia de determinadas
comunidades de plantas. En este sentido, páramo denota «formas de vida
vegetal de las regiones húmedas altas abiertas con pastisales de tipo tussock,
plantas almohadilladas y arrosetadas» (Lauer, 1979: 29). Tales biotipos vege-
tales se distribuyen de manera discontinua (Vuilleumier, 1979:186) definiendo
especies de «islas páramo» en las montañas elevadas, encontrándose por
ejemplo en algunos tepuyes (mesetas) de Guayana, entre el Orinoco y el
Amazonas (Lauer, 1979: 30; Cleef, 1984: 367), y virtualmente en todas las
tierras altas tropicales (Monasterio y Vuilleumier, 1986: 3).

Morfo-fisiológicamente tales biotipos presentan caracteres particulares


que responden a procesos de análoga evolución adaptativa. Científicos y
parameros coinciden al destacar como más características las formas de vida
(cfr. López, en prensa). Al margen de la forma de vida a la que pertenezcan, las
plantas parameras poseen ciertas características comunes en virtud de las
condiciones climáticas que confrontan (isotermía, heladas, aridez de la atmósfera,
intensidad y duración de la radiación solar o ultravioleta, etc.), Usualmente
esas características constituyen respuestas adaptativas al ambiente que se
sobreponen a las taxonómicas (Jahn, 1931a: 105; Billings, 1974: 403; Mani,
1980: 127). Los procesos de evapotranspiración estimulados por los ciclos de
oscilaciones térmicas diarias propician el crecimiento de plantas de foliage
persistente y estructura xeromórfica, pese a la humedad ambiental constante

117
que lo haría parecer paradójico (Pittier, 1929: 29; Tamayo, 1958: 13-15;
Cuatrecasas, 1968:170-171) así como algunas tendencias en las plantas. Entre
éstas se encuentran el fenómeno de reducir su crecimiento en longitud, lo que
se traduce en un acortamiento de los entrenudos, y a experimentar un crecimiento
lento (Pittier, 1929:29; Jahn, 1931a: 104-105; Troll, 1968:29-30). También a la
evapotranspiración se adjudican formas, tamaños y estructuras de las hojas.
Son comunes hojas más amplias apicalmente con inclinación a formas
espatuladas, obovadas u oblanceoladas, se observa también la predominancia
de hojas dentadas, lobuladas y pinnatisectadas. A esto se suma una usual
disminución en superficie del tamaño global de las mismas, desarrollos arro-
llados y carnosos. Las hojas usualmente presentan estructuras radicales,
coriáceas o rígidas cubiertas de indumentos pubescentes, velludas o tomentosas,
desarrollos de vainas, la desaparición de limbos y el engrosamiento de las
células epidérmicas. También son frecuentes los crecimientos de las hojas
conformando agrupamientos (Goebel, citado en Jahn, 1931a: 105-107; Pifano,
1961: 124; Guhl, 1968: 208; Mani, 1980: 130-131; Azocar, 1980: 19). Estos
rasgos morfológicos adaptativos favorecen el éxito de permanencia de las
plantas parameras.

Otros rasgos adaptativos usuales los constituyen los crecimientos en poco


volumen y escasa altura o enanismo. Comunes también son los desarrollos de
las plantas apegadas a la superficie del suelo (especialmente el rocoso) o muy
cercanos a él para aprovecharse del máximo calor (Budowski, 1968: 157). Esto
suele dar lugar a crecimientos en extensión superficial y no en longitud, como
se observa en las formaciones almohadilladas o en cojín y/o acaules. General-
mente la inflorescencia toma la forma de corimbos, espigas en bulbo,
agrupamientos verticilados o umbelíferos. Sin embargo, la inflorescencia de las
rosetas constituye una excepción. En las rosetas las flores crecen por lo común
sobre escapos erectos desprovistos de hojas.

Las Formaciones Vegetales han sido consideradas como delimitadoras de


zonas dentro del piso páramo, comprendiendo tres sub-pisos, fajas o niveles
dentro del piso páramo (cfr. Cleef, 1978:369; Lauer, 1979:30), aún cuando cada
sub-piso es denominado formación por el autor que propone la subdivisión (cfr.
Cuatrecasas, 1968: 171). En este ensayo se supone válido el término sub-piso
en el tratamiento de las formaciones según esta división.

La segunda propuesta, por otra parte, esta explícitamente sustentada en


la definición de conceptos que generan el reconocimiento de siete Formaciones
Vegetales en los páramos venezolanos. A este respecto, se habla de «Formaciones
Tipo», al considerar unidades de vegetación con estructura y ecología caracte-
rísticas que poseen «una serie de unidades concretas» representadas por las
Formaciones (Monasterio, 1980b: 93, 94-157).

118

í
De acuerdo a la primera subregionalización, existen tres sub-pisos en el
páramo en virtud de la presencia o ausencia de plantas: a) el sub-páramo o
cinturón inferior (3000-3500 m s.n.m.); b) el cinturón medio o bioma páramo
propiamente dicho; y c) el super-páramo (4100-4750 m), o cinturón superior,
que coincide con el límite de las nieves (Cuatrecasas, 1968: 189; Cleef, 1978:
369).

El sub-páramo comprende una zona de transición donde de manera


aislada se presentan elementos propios de la comunidad biótica de bosque;
igualmente, el super-páramo en el límite superior describe una faja casi
desprovista de vegetación. Ambos sub-pisos constituyen zonas transicionales o
ecotonos, en tanto que el área que encierran es el bioma páramo propiamente
dicho.

El sub-páramo constituye la transición entre el bosque continuo y el


páramo abierto, siendo la vegetación predominante allí una mezcla de plantas
de las dos fajas que lo limitan (arbustos y árboles del bosque altoandino/
frailejones, pajas y hierbas; Hypericum, Aragoa, Arcytophyllum, Baccharis,
Senecio, Loricaria, Miconia, Polylepis, Gynoxys, Purpurella, Escallonia,
Weinmannia, Befaría, Arcytophyllum nitidum y Gaylussacia buxifolia, etc.;
Cuatrecasas, 1968: 171, 177; Lauer, 1979: 34; Monasterio, 1980a: 21; Cleef,
1978: 369).

El páramo propiamente dicho esta caracterizado por gramíneas


fasciculares (macolladoras) de los géneros Calamagrostis y Festuca, y funda-
mentalmente por las formas caulirrosulas de Espeletia (Frailejón). Aquí pue-
den encontrarse dispersos la mayoría de los arbustos del sub-páramo, que en
ocasiones pueden presentarse agrupados de acuerdo alas condiciones edáficas
de cada páramo (Monasterio, 1980a: 21-22). Son relativamente frecuentes
árboles pequeños (de 1 a 2 ra de altura), como Diplostephium revolutum,
Valeriana arbórea, Polylepis boyacensis, Miconia summa, Gynoxis paramuna,
Senecio vaccinioides, etc., aislados o dispuestos en pequeños grupos en bordes,
laderas favorecidas, o lugares rocosos a alturas notables, hasta de 4400 m s.n.m.
(Gynoxis) o casi 5000 m (Polylepis). Comunes también son las especies de
Hypericum, Vaccinium, Gautheria, Pernettya, además de compuestos arbustivos
y hierbas. Los parameros destacan: Frailejones (Espeletia spp), arbustos o
arbolitos (Compuestas, Baccharis e Hypericáceas, Hypericum spp), pajas
(Gramíneas, Stipa spp), pastos parameros (Gramíneas), Albrojos (Aciachne
pulvinata), Díctamos, Espadillas (Sisyrinchium tinctorium), y Viraviras
(Gnaphallium spp). La mayoría de los informantes justificaron su argumento
al acreditar estas plantas como «indicadoras de estar en la presencia del
páramo», dada la «gran cantidad» de las mismas en el ambiente. Frailejones,
Romeritos, Chilcasy Pajas son, además, plantas cotidianas y significativamente
utilizadas por los parameros. La preferencia de tales plantas por habitar el

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páramo, se traduce en su exitosa adaptación al ambiente, reflejado en términos
de los parameros, en su amplia colonización de extensas porciones del páramo.

A mayor altura se observa una menor distribución y dispersión de


arbustos. Hacia los 4500 m s.n.m., solamente aparecen hierbas perennes,
plantas rastreras y arbustos del género Loricaria. Otras plantas usuales
pertenecen a los géneros Bomarea, Bartsia, Gentiana, Halenia, Geranium,
Lupinus, Draba, Lucilia, etc. Son características de las formaciones en cojín de
esta faja, la Plantago rígida que forma capas de 15 a 20 cm de espesor en los
lugares más húmedos, como también Distichia, Azorella y Paepalanthus (cfr.
Cuatrecasas, 1968: 178-179; Cleef, 1978: 368-369; Monasterio 1980a: 20-21).

El superpáramo en el límite del borde nival, esta caracterizado por


plantas endémicas que reflejan el carácter insular de la zona. Presenta una faja
pequeña de plantas distribuidas de manera dispersa y discontinua, debido
especialmente a los cambios climáticos diarios y al tipo de suelo arenoso o
gravoso (Monasterio, 1980a, p. 21-22). Las especies más características son las
Culcitim del género Senecio (plantas tomentosas o pubescentes blancuzcas).
Esta es la única zona del páramo donde la presencia de la Espeletia es escasa
o nula, pese a constituir el biotipo más característico del páramo (Cuatrecasas,
1968: 182).

La segunda zonificación define siete Formaciones Vegetales distribuidas


entre los sub-pisos Andino y Altiandiño de la Región Natural Páramo. Cada una
de estas formaciones esta conformada por asociaciones vegetales características
que consisten en comunidades de plantas que se desarrollan en habitats
específicos. Tales formaciones con sus asociaciones características, son las
siguientes: Páramo Desértico, Desierto Periglacial, Bosque Altiandino, Pára-
mo Andino, Pajonal Paramero, Pastizal Paramero y Bosque Paramero.

Los aspectos señalados parecen apuntar hacia una suerte de gradiente


conceptual que puntualiza como prototipo a aquél páramo que posee con
propiedad la serie de atributos que definen páramo. Tales atributos parecen
responder a dos tipos de aprehensión cognoscitiva: 1. aquellos esencialmente
sensuales, percibidos a través de los sentidos y dada la recurrencia de determi-
nados rasgos físicos en un área determinada; y 2. aquellos sustancialmente
culturales, conservados en la tradición oral y transmitidos a través de las
generaciones que han ocupado, temporal o permanentemente, la región
paramera. Estos dos órdenes de criterios están relacionados dialécticamente y
a partir de ellos puede ensayarse un concepto de páramo.

La noción del concepto páramo surge en virtud de la diferenciación de los


biomas de montaña, y donde algunas plantas específicas determinan sus
contornos. El atributo botánico es el más consistente en el conjunto de criterios

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para definir páramo. La presencia o ausencia de comunidades botánicas es,
entonces, fundamental en el proceso de abstracción del ambiente paramero.

El páramo es el ecosistema ubicado a mayor altitud en el norte de los


Andes Suramericanos que permite asentamientos humanos permanentes.
Coincide con el límite agrícola y de pastoreo. Se extiende entre el borde superior
de bosques y el margen inferior de la región de heladas permanentes (2400-4500
m s.n.m.), el cual coincide también con la presencia continua de plantas.
Describe ciclos de isotermía anual, siendo constantemente húmedo y frío. Esta
caracterizado por un paisaje abierto, delineado por rasgos botánicos y
geomorfológicos: vegetación enanay poco voluminosa, con rasgos configurativos
superimpuestos taxonómicamente; valles interceptados por morrenas, aristas
y terrazas, a la sombra de picachos topográficamente irregulares y lagunas
enmarcadas en circos alternos. Esta expuesto a una intensa radiación que
permite cielos azules e intensos durante las horas diurnas, cubiertos de niebla
a partir del mediodía y poblados de estrellas en la noche.

3.4.1. Agradecimientos

Este artículo se enriqueció sustancialmente gracias a los comentarios de


Erika Wagner, Carlos Schubert, Stanford Zent y Stephen Tillet. Sin la hospi-
talidad y cooperación de los parameros no habría sido posible este trabajo;
gracias a ellos se pudo atisbar en el universo de información que poseen sonre
el ambiente páramo.

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