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EL PÁRAMO DE LAS HERMOSAS EN EL CONTEXTO ETNOHISTÓRICO DEL


TERRITORIO PIJAO, CORDILLERA CENTRAL, DAPARTAMENTOS DEL VALLE Y
TOLIMA

Conference Paper · May 2002

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Guillermo Ospina
Universidad de Los Lagos
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SIMPOSIO ARQUEOLOGÍA EN EL TOLIMA. BALANCE Y PERSPECTIVAS DE LA
INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA REGIONAL.
II CONGRESO DE ARQUEOLOGÍA EN COLOMBIA.
IBAGUÉ, MAYO 9-11 DE 2002.

EL PÁRAMO DE LAS HERMOSAS EN EL CONTEXTO ETNOHISTÓRICO


DEL TERRITORIO PIJAO, CORDILLERA CENTRAL, DAPARTAMENTOS
DEL VALLE Y TOLIMA.

Guillermo Andrés Ospina

Resumen

Los páramos localizados en las tierras altas de la cordillera Central a más de 3600
m.s.n.m., han representado a través del tiempo un espacio de frontera geográfica para
los pueblos asentados en las vertientes y valles interandinos de los ríos Cauca y
Magdalena. Esta frontera sin embargo es dinámica y se considera más como un espacio
de relaciones sociales entre ambas vertientes que como un límite infranqueable. En esta
ponencia, primero se describe brevemente el lugar que ocupa el medio ambiente
páramo a escala regional como un espacio de ocupación humana desde 10.000 años
antes del presente; segundo, se localiza el contexto cultural de la cordillera Central en el
Suroccidente de Colombia, para llegar a la ubicación del páramo de Las Hermosas y
sus connotaciones estratégicas dentro del territorio Pijao desde la visión de algunos
autores. Finalmente, se plantean algunas consideraciones críticas con respecto a la
delimitación del territorio Pijao, y la posible interacción que existe entre ambas
vertientes como escenarios de guerra en el pasado y que se prolongan hasta el presente.

Introducción

La idea central que se intenta sustentar en esta ponencia, es que la región del páramo de
Las Hermosas ha constituido a través del tiempo un lugar persistente para grupos
humanos específicos que sostienen una actitud de resistencia, relacionada con la
utilización del paisaje (terreno) como escenario estratégico en la guerra por el territorio.
El intento analítico, consiste en correlacionar variables de tipo geográfico considerando
el medio ambiente páramo como un espacio de uso sociocultural, con variables de tipo
arqueológico y etnohistórico que definen un contexto de relaciones sociedad-paisaje
sobre un largo período de tiempo.

Considerando la definición de Schalanger (1992), se entiende como lugares


persistentes “los lugares que fueron utilizados repetidamente durante largos períodos en
regiones de ocupación. Ellos no son sitios estrictamente (como concentración de
materiales culturales) ni simplemente rasgos distintivos (alteraciones) de un paisaje.
Ellos representan la conjunción de comportamientos humanos particulares sobre un
paisaje particular” (97). Para el caso que se intenta argumentar en esta ponencia, “un
lugar persistente puede tener cualidades únicas que lo hacen particularmente situado
para ciertas actividades, prácticas o comportamientos” (97).

Molano (1995), señala al páramo como un “espacio de conflicto”, estratégico desde el


punto de vista de la defensa y el ataque en las confrontaciones bélicas que han tenido
lugar en el país desde el momento de la Conquista española. Según el autor, a lo largo
de la historia nacional “el territorio paramero (sic) sirvió de teatro de operaciones para
muchas acciones de guerra, ya de manera directa como escenario, o como lugares de
campamento y refugio... lo inaccesible de estos espacios y sus condiciones ambientales
tan exigentes favorecen de manera relativa a quienes se localizan en ellos y produce no
sólo desgaste sino peligro para el enemigo”(46).

A continuación, intentaré definir el contexto regional del medio ambiente páramo a


partir de sus apropiaciones humanas desde tiempos prehispánicos, con el fin de
delimitar el tipo de relaciones que pueden ser establecidas para el caso particular del
páramo de Las Hermosas donde se enfoca esta ponencia.

1. Datos de la presencia humana en el ambiente páramo

De acuerdo con Rivera (1992), el medio ambiente páramo ha despertado poca


curiosidad entre los arqueólogos por considerarse espacios “poco aptos para la
ocupación permanente del hombre precolombino” (13). Las interpretaciones del registro
arqueológico sin embargo, sugieren que la historia de la presencia humana en el páramo
data aproximadamente de 12.000 años antes del presente (a.p.), para el caso de algunas
regiones documentadas en la cordillera Oriental y el altiplano cundiboyacense en
Colombia (Correal y Van Der Hammen, 1977; Cifuentes, 1987; González y Cárdenas,
1995; Castaño, 1996; entre otros). Esta fecha relativa se sostiene para otras regiones de
los Andes ecuatoriales húmedos en Venezuela y Ecuador (Monasterio, 1980; Clarc de
Briceño, 1981; Acosta – Solís, 1984; La Valle, 1987).

Desde una escala de tiempo geológica, el ambiente de la alta montaña ecuatorial1 se


formó aproximadamente entre 3 y 5 millones de a.p. resultado de “procesos creativos”
como el elevamiento de las cordilleras, migración de especies y cambios climáticos
globales y regionales. Bosques alto andinos y páramos como los que conocemos en el
presente, datan de 30.000 y 10.000 a.p. respectivamente (Van Der Hammen, 1979,
1995). De acuerdo con algunos autores, durante el período Pleniglacial
(aproximadamente entre 21.000 y 13.000 a.p.) los glaciales descendieron hasta los
3.000 (3.500) m.s.n.m. debido a una baja en la temperatura y en las precipitaciones. Las
huellas del avance y retroceso de los glaciales pueden observarse en rasgos del paisaje
paramuno (+3.500 m.s.n.m.) como morrenas, lagunas, picos y cuchillas2.

De acuerdo con estos planteamientos climáticos globales, las primeras bandas de


cazadores recolectores que incursionaron en los Andes colombianos a finales de la
última glaciación del Pleistoceno (finales del Pleniglacial), fueron testigos de las
cumbres nevadas que cubrían la cima de las cordilleras Oriental, Central y algunas
zonas de la Occidental. Las características de este paisaje sin duda, incidieron sobre la
percepción del territorio colonizado al constituir fronteras geográficas nevadas de alta
montaña y un verdadero obstáculo para el tránsito y el intercambio transandino entre las
poblaciones asentadas en las vertientes más bajas.

1
La alta montaña ecuatorial es definida como los ambientes o paisajes por encima de los 3.000 metros
sobre el nivel del mar propios de los Andes ecuatoriales húmedos de Ecuador, Colombia y Venezuela
(Rangel, 1995).
2
Para una discusión sobre el avance y retroceso de los glaciales y límites altitudinales de la vegetación en
la alta montaña relacionado con los cambios climáticos ver los artículos de Gonzáles y Cárdenas (1995),
Molano (1996) y Castaño (1996).

2
De manera recurrente, los estudios arqueológicos sugieren que la alta montaña fue
utilizada inicialmente (hace unos 12.000 años a.p.) por grupos de cazadores recolectores
que subían desde las tierras bajas por las vertientes de las cordilleras en busca de presas
de fauna ahora en su gran mayoría extinta o en vía de extinción; pero también como
espacios de transito transandino. Para entonces, la serie de cambios climáticos globales
y regionales donde alternaban períodos más fríos y más cálidos (avance-retroceso de
glaciales y vegetación) sugieren que la utilización de los recursos de la alta montaña
estuvo asociada con actividades de subsistencia (favorecidas o restringidas) que
cambiaban por intervalos de tiempo. En este sentido, es posible identificar algunos
momentos claves de acuerdo con la escala del tiempo geológico, los cambios climáticos
y las estrategias adaptativas humanas en espacios de alta montaña (ver cuadro No 1).

Cuadro No 1. Tiempo, clima y adaptación humana en el páramo.


TIEMPO CLIMA ESTRATEGIAS ADAPTATIVAS
12.500 años antes del El clima mejora y es muy Primeras evidencias de presencia
presente. (Finales del similar al actual, periodo humana. Caza y recolección,
Pleistoceno) interestadial de Guantiva. campamentos temporales en abrigos
rocosos.
9.500 años antes del El clima es un poco más frío Grupos de Hombres frecuentan
presente (Comienza el que el actual. El límite abrigos rocosos.
Holoceno) altitudinal del bosque sobre
3.000 m.s.n.m.
8.500 años antes del La temperatura es 2 grados La fauna escasea. La ocupación de
presente. Centígrados más cálida que la los abrigos es mucho menor.
actual. El bosque sube y el
páramo retrocede. (Periodo
Hipsitermal)
Entre 7.000 y 6.000 años Clima similar al actual. Vivienda sedentaria, el abrigo es
antes del presente. utilizado como sitio de enterramiento
para los muertos.
5.000 años antes del Hay un fuerte cambio Disminuye la ocupación. El abrigo
presente. climático, más frío y sequías. sigue siendo utilizado como sitio de
enterramiento.
2500 años A.P. El clima mejora Agricultura intensiva basada en maíz
definitivamente haciéndose sobre algunas regiones como el
menos cálido y menos húmedo altiplano cundiboyacense.
Fuente: Correal y Van Der Hammen, 1977, 167-171

En el caso del altiplano Cundiboyecense y la sabana de Bogotá al cual se refiere el


cuadro anterior, las evidencias arqueológicas dan cuenta de una “progresiva”
complejización de las tecnologías de subsistencia que abarcan desde la caza y
recolección hace 12.000 a.p. hasta la horticultura sedentaria que encontraron los
españoles en el momento del contacto con la sociedad Muisca asentada en el área.
Dichos estudios dan cuenta de aspectos como la cultura material, dieta, cambios
climáticos, florísticos, faunísticos, períodos de asentamiento, etc., aportando una
información básica acerca de las relaciones especie humana - medio ambiente en la alta
montaña del altiplano durante intervalos de tiempo amplios.

Por otro lado, además de estar asociada a fuentes de recursos para la cacería y el
tránsito, la utilización del páramo también ha estado relacionada con aspectos rituales y
cognitivos del paisaje que representan concepciones mítico religiosas de los pueblos
prehispánicos (Cárdenas y Gonzáles, 1995). Retomando crónicas de la Conquista
española, Rivera (1992) identifica para el caso del páramo de Guerrero (Boyacá) que,

3
“se practicaban ceremonias religiosas, principalmente relacionadas con las lagunas, de
naturaleza sagrada para la mayoría de las naciones agroalfareras que poblaban nuestro
territorio... se sabe también que el indígena dejó sus huellas en aquellos parajes
cuando los cruzó para comunicarse entre valles más bajos con fines migratorios,
comerciales o guerreros” (13). Los páramos han representado el espacio donde habitan
los ancestros dentro de la geografía sagrada y simbólica de los Andes, es un espacio
“bravo” y de los espíritus (de los muertos), “no apto” para la ocupación permanente del
hombre; es un espacio de tránsito y de frontera entre lo humano y lo divino por el que
solo se pasa y en el que no se permanece.

En síntesis, podemos decir que el páramo y la alta montaña en general, han representado
a través del tiempo un espacio de “frontera” geográfica y de paso obligado, que
restringe el acceso entre las vertientes altas y las tierras bajas y templadas donde se
asienta mayor densidad de población humana de manera permanente. La noción de
frontera geográfica en este contexto es dinámica, ya que fue a través de los accesos
naturales que proporciona el páramo por donde se comunicaron entre sí los habitantes
de los valles interandinos y las vertientes exteriores de las cordilleras que comunican los
Andes con la Costa Pacífica y la Amazonía. Quizás, sea posible comprender por qué el
páramo fue considerado un paisaje sagrado en el pasado si lo pensamos como una
estrategia para trazar fronteras étnicas, controlar el acceso a los recursos y a un territorio
articulando un sistema político administrativo con una geografía sagrada.

2.Relaciones entre las vertientes este y oeste de la cordillera Central

En el contexto de la alta montaña, la cordillera Central se eleva sobre el paisaje de los


Andes ecuatoriales húmedos como la más alta y la más antigua del sistema orográfico
en el territorio colombiano (Guhl, 1976), constituyendo una frontera geográfica para
valles interandinos cálidos y dividiendo el país en dos grandes vertientes interandinas
(Cauca y Magdalena) que corren en sentido sur-norte para desembocar en la cuenca del
Caribe.

Intentando delimitar el contexto geográfico y cultural prehispánico para la región de la


cordillera Central entre el Valle y el Tolima, encontramos las siguientes áreas culturales
tomando como núcleo el páramo de Las Hermosas: al oriente, la vertiente oriental de la
cordillera, la cuenca del Saldaña y algunas subcuencas importantes como la del río
Cambrín, Anamichú, Río Blanco, Tuluní y Amoyá, más abajo el valle del Magdalena y
las estribaciones occidentales de la cordillera Oriental que comunican con las llanuras
del Meta; al occidente, la vertiente occidental de la cordillera y algunas subcuencas
importantes como las del río Bolo, Nima, Amaime, Buga y Tulúa tributarios del río
Cauca, más abajo el valle geográfico del río Cauca y las estribaciones orientales de la
cordillera Occidental que comunica con el Pacífico (Calima); al norte, el departamento
del Quindío (Quimbaya), donde han sido identificadas afinidades en la orfebrería con
Calima y Tolima, su distribución abarca gran parte del norte del departamento del Valle
y Tolima, y los departamentos de Caldas y Risaralda (macizo volcánico de Los
Nevados); al Sur encontramos el área Paez que se extiende alrededor del Nevado del
Huila en el norte de los departamentos de Cauca y el Huila y el sur de los
departamentos del Valle y Tolima. (Ver mapa)

Las investigaciones arqueológicas hechas en el valle geográfico del río Cauca


(Cubillos, 1984; Salgado, 1986; Rodríguez, 1986, 1989) y el Tolima (Cubillos, 1946;

4
Rodríguez, 1991; Cifuentes, 1994; Salgado, 1999; entre otros), dan cuenta de una
estrecha relación entre algunas regiones de la vertiente oriental de la cordillera y la
vertiente occidental en la región del Quindío. Cubillos (1946a) plantea que existen
antecedentes de trabajos lingüísticos, antropológicos, etnográficos y arqueológicos
sobre los Pijao que datan de 1943 realizados por iniciativa de Paul Rivet y el Instituto
Etnológico Nacional. De acuerdo con él, existe cierto “parentesco cultural” entre el
subgrupo Pijao y el subgrupo Quimbaya, ambos de la familia lingüística Karib y
evidente en los análisis de la orfebrería3.

No obstante los intentos de establecer un contexto arqueológico de relaciones regional


para la vertiente oriental de la cordillera Central en el Tolima, la vertiente occidental en
el Valle ha permanecido como un espacio arqueológicamente indocumentado sobre el
que sabemos muy poco a pesar de su conexión geográfica y posibles relaciones
culturales con el Tolima. No sabemos mucho de la afinidad en la cerámica, por
ejemplo, y las relaciones de intercambio entre los habitantes prehispánicos de ambas
vertientes que nos den cuenta de manera sistemática de relaciones culturales
transandinas en ecosistemas regionales extensos.

3. El páramo de Las Hermosas en el territorio Pijao

El páramo de Las Hermosas se localiza en la cordillera Central entre los departamentos


del Valle y el Tolima, y ha representado a través del tiempo un espacio de frontera
geográfica y de resistencia cultural para las sociedades asentadas en sus vertientes. Su
topografía otorga al paisaje unas características únicas de altitudes que ascienden hasta
4000 m.s.n.m., un área continua de páramos, más de 300 lagunas de origen glacial,
riscos, profundos cañones y pendientes súper escarpadas ideales desde el punto de vista
estratégico militar para el refugio, el ataque y la retirada. (Ver mapa)

De acuerdo con Cubillos (1946a), los límites aproximados del área de asentamientos
Pijao han sido trazados tomando “datos de los cronistas y la influencia del medio
geográfico” que sugieren el filo de la cordillera Central como el límite Occidental de su
territorio. Cifuentes (1994), se refiere la gran variedad de grupos dentro de los llamados
Pijaos distribuidos sobre el territorio del Tolima para el momento de la Conquista (ver
cuadro No. 2) delimitado al Occidente por “el filo de la cordillera Central desde el
nevado del Huila hacia el Norte, hasta un poco más arriba del páramo de Barragán
propiamente en la depresión de Yerbabuena” (61).

Cuando en un contexto etnohistórico se hace referencia a los Pijao, la asociación más


directa y recurrente (casi automática) es la de resistencia y guerra durante el período
histórico de la Conquista y Colonia española en el territorio del Tolima. Ampliando el
cubrimiento geográfico de los registros coloniales sobre las incursiones Pijao, el área de
acción bélica es mucho más amplia y se expande a las fundaciones del valle geográfico
del río Cauca mientras algunas cuencas altas de la cordillera Central entre los
departamentos del Valle y el Tolima permanecen como el núcleo cultural de un
territorio estratégico para el ataque y retirada. Cubillos (1946a) plantea que era desde el
filo de la cordillera Central (la Línea), de donde los Pijao “...emprendían sus ataques a
las fundaciones del valle del río Cauca, Buga, Tulua, Cali y Cartago, para luego volver
a su primitiva salida en el Tolima” (52).
3
Ver: Cubillos (1946b).

5
Garcés y de la Zerda (1994), sugieren que los Pijao “Habitaron ambas vertientes de la
cordillera Central y al parecer utilizaron indistintamente los recursos de los valles, las
laderas selváticas y de los páramos” (90), en el territorio que hoy corresponde al
páramo de Las Hermosas. Con relación a este punto, es importante señalar que no
existen trabajos de tipo arqueológico que confirmen esta última apreciación; y por lo
tanto, en nuestro criterio se trata de una hipótesis todavía abierta a la investigación.

En el pasado, la presencia de grupos Pijao en la región de Las Hermosas que


incursionaban hacia los valles geográficos desde las tierras altas de la cordillera para
asaltar los asentamientos coloniales, representaron uno de los principales obstáculos
para la colonización de las vertientes altas que permanecían como espacios inaccesibles
tanto para el Valle como para el Tolima.

Según ha sido planteado por autores como Cubillos y Cifuentes, antes mencionados, el
área de la cordillera Central entre el nevado del Tolima y el nevado del Huila (hoy
páramo de Las Hermosas), perteneció al territorio tradicional de los indios Pijao
caracterizados por su belicosidad durante la Conquista y Colonia española. Al parecer,
luego de la dramática reducción de la población de estos grupos luego del contacto y
guerras territoriales con los europeos, sus descendientes quedaron confinados a ciertas
zonas cálidas y semiáridas del valle del Saldaña, mientras las tierras altas de la
cordillera entre el Valle y el Tolima permanecieron “deshabitadas” durante varios
siglos.

Considerando un aspecto central como la toponimia, es posible suponer que en la región


de las Hermosas está relacionada lingüísticamente con el Tolima y que posiblemente
existió una relación entre ambas vertientes de la cordillera desde tiempos prehispánicos
que aún persiste en la población contemporánea. El análisis de nombres de sitios, nos da
cuenta de posibles relaciones sociales entre ambas vertientes durante períodos de tiempo
prolongados. En este sentido, encontramos lugares, ríos y quebradas en el Valle tales
como Toche4, Nima y Amaime cuyas raíces ima, ime, son recurrentes para el
departamento del Tolima (ver cuadro No. 2).

4
Ver leyenda de los indios Toches y del camino antiguo entre Ibagué y Salento... La distribución
geográfica de la palabra Toche es muy amplia. Inicialmente abarca departamentos como Huila. Tolima,
Valle y Santander... En la vertiente occidental de la cordillera, encontramos esta palabra en
Corregimientos de Buga y Palmira, en este último desempeñó un papel crucial durante la época de la
colonización de la zona montañosa del municipio en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX como
“puerto interior” y punto de enclave para la llegada y partida de inmigrantes rurales de diversas
procedencias.

6
Cuadro No 2. Relaciones en la toponimia en la cordillera Central (Valle y Tolima)
Grupos Pijao según el Principales tribus Pijao Grupos Pijao según Nombres de sitios
Archivo General de según Cubillos (1946) Cubillos (1946). En: “Pijaos” actuales en la
Indias fechado 1608. Cifuentes (1994) cordillera Central entre
(En: Cifuentes, 1994) el Valle y el Tolima
Bioima Los Cutiva o Cutiba Quindios VALLE TOLIMA
Bulira Los Aype Puimas (Putimas) Cacuana Cacuana
Canchuma Los del Valle de Las Tuamo Amaime Anaime
Toychi Hermosas Poina Toche Toche
Anayma Los Irico Cacataima Nima Combeima
Ytoima Los Paloma Otaima Irco
Motaima Los Ambeima Coyaima Icarco
Conveyma Los Amoyá Beuni Ocorco
Sutagaos Los Tumbo Paloma
Coyaima Los Coyaima Anatomía
Mola Los Poima o Yaporoge Amoeima
Otaima Los Mayto, Maito o Amoya
Mococua Marto Irico
Amoya Los Mola Totuamo
Boboroma Los Ataima u Otaima Ombecho
Aneytoma Los Cocataima Natagaima
Calorama Los Tuamo Cutiva
Ambeyma Los Bulira Pana
Paloma Los Ocama Sutagao
Natagayme Los Behuini, Beuni o Cunday
Tumbo Biuni
Lutura Los Ombecho
Totumo Los Anatoima
Orli Los Indios del Valle de
Duhos La Palma y los Totumos
Los Natagaima
Los Indios de Los
Organos, Pana o Pamao
Los Indios del Valle de
Miraflores
Los Guarro
Los Tonuro
Los Hamay y Zearco
Los Lucira
Los Quindio

No obstante las relaciones culturales que sugiere la toponimia, aparece de manera


recurrente en la literatura arqueológica y etnohistórica la Línea divisoria de aguas entre
el Cauca y el magdalena en la cima de cordillera como un referente fronterizo y
limítrofe para grupos humanos adscritos a sociedades específicas localizadas en las
vertientes. Es en esta Línea divisoria donde encontramos el abrupto paisaje de páramo
característico de Las Hermosas donde los riscos alternan con picos y cuchillas hasta
4000 m.s.n.m. y profundos cañones de pendientes súper-escarpadas donde se depositan
más de 300 lagunas de origen glacial.

Salgado y Gómez (2000), plantean que para la zona de Cajamarca (La línea) no hubo
mucho interés de los conquistadores españoles de establecer asentamientos
permanentes debido a las condiciones topográficas y climáticas. “Por el contrario, estas
condiciones medio ambientales fueron aprovechadas como refugio por las diferentes
parcialidades indígenas de ambas vertientes de la cordillera Central, incluyendo grupos
del piedemonte (valles medios del Magdalena y Cauca)” (156).

7
En este sentido, podríamos inferir que los Pijao no fueron como tal un grupo étnico o
comunidad específica propiamente dicha, sino que denotaba una “actitud” específica
que tenían un conjunto de grupos (pobladores y refugiados)5 que hacían de la guerra
una estrategia de resistencia para conservar sus territorios de ataque y retirada contra
las avanzadas colonizadores y los pueblos coloniales localizados en las vertientes bajas
de la cordillera y los valles interandinos. Valencia (1991), plantea que “Durante el
período comprendido entre 1550 y las primeras décadas del Siglo XVII, estos grupos
aborígenes se caracterizaron por oponer una tenaz resistencia al proceso de conquista y
colonización, lo cual, motivó, en la práctica, el establecimiento de una frontera de
guerra a lo largo de la cordillera Central..., frontera interna que se había creado en la
cordillera Central y que separaba la Gobernación de Popayán y en Nuevo Reino de
Granada” (citado en Salgado y Gómez, 2000, 96).

Al parecer, la hegemonía Pijao colapsó con el paso del tiempo ante la gradual
imposición del poder de los europeos que lograron doblegar una resistencia “feroz”, al
punto de que entre los siglos XVIII y XIX quedaron reducidos solo a ciertas áreas del
Tolima donde fueron asimilados por la población mestiza o por grupos como los
Coyaimas y los Natagaimas asentados en el valle seco del Saldaña. Desde entonces, el
territorio Pijao permaneció aparentemente deshabitado y continuó siendo percibido por
la memoria social de sus zonas aledañas como un espacio de peligro, aspecto que
constituye en el presente un campo abierto a la investigación.

De acuerdo con lo anterior, durante la colonia la montaña permaneció para los


habitantes de los valles interandinos a ambos lados de la cordillera como un espacio
“peligroso” controlado bélica y estratégicamente por los Pijaos, quienes conservaron
las ventajas militares de la altura en las cuencas interandinas, y estableciendo alianzas
con otros grupos como los Paeces con quienes consolidaron “confederaciones
guerreras” para realizar sus incursiones contra los puestos de avanzada del “enemigo”
(Cubillos, 1946, 66). De la frecuencia de este tipo de incursiones bélicas desde la
cordillera Central hacia las haciendas localizadas en tierras más bajas cercanas al valle
del Cauca, dan cuenta los “Fuertes” (construcciones de resistencia) como el de María
Luisa de la Espada localizado en la cuenca del río Amaime a 2000 m.s.n.m. y que data
del período de la Colonia sobre los cuales no contamos con investigaciones
arqueológicas y etnohistóricas regionales.

Conclusión

La colonización de las tierras altas de la cordillera Central es un hecho relativamente


reciente que data de finales del siglo XIX para algunas regiones como el eje cafetero y
responde a un conjunto de circunstancias históricas y socioculturales relacionadas
estrechamente con aspectos económicos y políticos de la historia reciente colombiana.
Desde comienzos del siglo XX hubo una incidencia directa de la colonización “paisa”
proveniente desde el norte que consolidó asentamientos en las vertientes medias y
templadas de la cordillera entorno al cultivo del café para el norte del Valle y el
Tolima. Este poblamiento inicial, incentivó la colonización de la alta montaña (baldíos
de la nación), particularmente durante la década del 40 del mismo siglo, cuando la
colonización avanzaba hacia el páramo resultado de la inmigración de población
5
De la diversidad de estos grupos denominados Pijaos se ofrece un listado en el cuadro No 2 a partir de la
visión de algunos autores.

8
boyacense y nariñense en el área alrededor de una economía basada en la caza,
recolección y la consolidación de la horticultura como parte de una economía de
mercado regional.

Simultáneamente, ha sido identificada otra migración proveniente del sur desde el


territorio Paez en el norte del Cauca y del Huila que colonizó el sur del Valle y del
Tolima hasta cruzarse con la avanzada de colonización paisa (Rojas y Castillo, 1991)6.
No se tienen datos documentados sobre asentamientos indígenas en Las Hermosas, sin
embargo, algunos campesinos recuerdan historias de los antiguos que a la llegada de los
primeros colonos existían “silvianos” que habitaban la zona en cabañas, a los que no se
les entendía la lengua y con costumbres marcadas como cocinar en fogones dispuestos
sobre piedras en el piso y dormir en el suelo.

Comparar las relaciones culturales que existen entre las sociedades que habitaron las
tierras altas de la cordillera Central entre las vertientes del Cauca y el Magdalena
(cuencas altas del los ríos Amaime, Nima y Bolo (Valle) y Amoyá, Anamichú y
Cambrín (Tolima)), implicaría considerar una gran cantidad de materiales provenientes
de investigaciones arqueológicas y etnohistóricas que hasta el momento no está
disponible para abarcar un contexto de relaciones regional.

Los accesos naturales del páramo sin embargo, suponen la posibilidad de comunicación
entre ambas vertientes de la cordillera, hecho que puede ser sustentado en el presente
por el tránsito de campesinos que atraviesan la cordillera (La Línea) utilizando caminos
herradura entre el Valle y el Tolima. Hasta el momento, se cuenta con la investigación
de sitios específicos en las vertientes del Tolima y se ha avanzado sobre una
periodización que abarca desde un período precerámico hasta uno tardío preconquista.
Para el caso del Valle, las investigaciones se han concentrado en las tierras planas del
valle geográfico mientras la cordillera ha permanecido indocumentada en términos
arqueológicos.

Hipotéticamente, el hecho de que la región de Las Hermosas continúe hoy como un


territorio por fuera de “la ley”, y que la montaña sea considerada como “zona roja”,
“violenta” y “peligrosa” por los habitantes de los valles y tierras más bajas, hace pensar
en una representación histórica del paisaje dentro de una estructura de larga duración.
Quizás el aislamiento geográfico puede representar la fuente de la sensación de
“peligro” que entraña la montaña constituyendo una categoría del espacio cerrada: a la
montaña se entra y de la montaña se sale. Igualmente, desde el Valle se entra al Tolima
cuando se pasa La Línea que actúa como un punto de referencia geográfico y cognitivo
(frontera) para delimitar territorio. De algún modo, también se encuentra relacionado
con las manifestaciones de “violencia” ocurridas en el sur del Tolima durante la década
de los años `50 del Siglo XX (Uribe, 1990), y el uso dado a la montaña como espacio

6
El caso de los asentamientos Paeces en el sur del Valle es considerado como uno de los casos más
notables de recomposición social indígena en las estrategias de expansión y recuperación de territorios
étnicos. Sería interesante pensar en el área de la cordillera que ocuparon grupos Paeces en el pasado
durante un largo período de tiempo y su relación (conflicto o convivencia) con los Pijao y con los grupos
de las tierras bajas en los valles geográficos. Es posible que las evidencias arqueológicas halladas las
cuencas medias y altas de los ríos Amaime, Nima, Bolo puedan ser relacionadas con asentamientos
tardíos de resistencia durante el período de la colonia española? Grupos humanos explotando los recursos
de la alta montaña (caza, recolección, horticultura) y defendiendo un territorio estratégico desde el punto
de vista militar. Evidente aquí cierta analogía histórica con lo que observamos en el presente con los
grupos guerrilleros que conservan la montaña como su territorio tradicional de ataque y retirada.

9
de ataque y retirada desde la Colonia española hasta la guerra de guerrillas de nuestros
días.

Bibliografía

Acosta – Solís, M. (1984). Los páramos andinos del Ecuador. En: Publicaciones
científicas MAS. Editorial ENA. Quito. Ecuador.

Castaño Uribe, Carlos. (1996). El Hombre y el continuum del páramo. En: Reyes,
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