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Somos Amor (Darío Lostado)

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OBRAS DEL MISMO AUTOR

La Alegna de ser tú mismo


Ama y Haz lo que Quieras
Vivir como Persona. ¿Ser algo... o Ser Alguien?
Hacia la Verdad de tí Mismo
...Pero mi Voz me Dice...
SOMOS

AMOR
DARIO LOSTADO

SOMOS

AMOR

PRIMERA EDICION

EDITORIAL
KIER,s.a.
AV. SANTA FE 1260 (1059) BUENOS AIRES
Ediciones en español
Editorial KIER, S. A. Buenos Aires
l9ed. diciembre 1991
Composición tipográfica
Cálamus
Correctora de pruebas
Delia Arrizabalaga
Libro de edición argentina
ISBN: 950-17-0990-6
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.72
© 1991 by Editorial KIER, S.A. Buenos Aires
Impreso en la Argentina
Printed in Argentina
INTRODUCCION

• NUESTRO MUNDO NO ES UN OASIS


• ES NECESARIO DESPERTAR PARA SER LIBRE

El mundo de nuestros días no aparece ciertamente


como un placentero e idílico paraíso. Ni ciertamente lo es.
Es verdad que en esta jungla de gritos, prisas, agobios,
ambiciones, deseos de sexo, de drogas, de envidias, de bla,
bla, bla políticos, de competencias y rivalidades, de delin­
cuencia, accidentes y catástrofes, existen algunos rayos de
luz esperanzadora, de paz, amor y armonía. Y gracias a ellos
este planeta es todavía habitable.
Una visión general del panorama de nuestro mundo no
resulta demasiado alentadora y optimista.
Las gentes que llenan nuestras calles, los grandes
almacenes, los estadios, las salas de fiesta, las oficinas, los
talleres, las fábricas y hasta los propios hogares viven ansio­
sos, llenos de innumerables deseos y ambiciones sucesivas
y abrumados por el afán y trabajo para satisfacerlos.
Cada día se ven bombardeados por la propaganda
alienadora del consumismo creando necesidades (!!) «inne­
cesarias» y ficticias de los nuevos inventos y hallazgos para
satisfacer gustos y apetencias ciegas, sensuales y vanidosas.

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Las personas son traídas y llevadas como marionetas
mecánicas sin voluntad, por las innumerables novedades
que cada día ofrece el consumismo.
La técnica moderna televisiva nos trae a la casa imáge­
nes que no sólo nos sacan de nuestra propia casa y de
nuestros propios pensamientos y preferencias sino hasta de
nosotros mismos. Y quedamos alienados.
Los medios de transporte nos llevan en pocas horas a
cualquier punto de la Tierra. Y cada vez estamos también
más lejos de nosotros mismos.
Hemos olvidado que la mejor comunicación con los
seres queridos no se consigue con la presencia física sino con
el corazón y el ser interior para el que no existen distancias
ni fronteras.
Los inventos para acercarnos y comunicarnos están
creando, paradójicamente, distancia e incomunicación.
El gran río de la Vida pasa y seguirá pasando ante
nuestros ojos arrastrando los días, semanas, meses, años y
edades con sus vicisitudes transitorias, sus afanes diarios,
sus modas del momento, sus lujos y pasatiempos frívolos...
Todo es arrastrado por La Vida y el tiempo y todo va
reduciéndose paso a paso a lo que realmente es: polvo y humo
que se lleva el viento y desaparece.
Existen mucho alejamiento, frialdad, desamor y odio.
Y a pesar de todo, en medio de este maremagnum de frustra­
ciones, ajetreos, ambiciones esclavizantes, egoísmos sen­
suales y materialistas, el corazón de cada ser humano en lo
más profundo y auténtico de su ser y su naturaleza es amor.
Somos amor aunque nuestra vida sea una retahila de
egoísmos necios infantiles.
8
Lo único que nos falta es despertar nuestra conciencia.
Darnos cuenta de nuestra realidad de fondo, de nuestro
verdadero ser auténtico real.
Somos amor. Somos una conciencia de unidad.
Vivimos alejados, separados, odiados porque no hemos
despertado a esa conciencia de amor y unidad.
Se dan muchas leyes para que los hombres no se
destruyan unos a otros. Se dan conferencias, clases, cursos,
se hacen reuniones, convenciones, grupos para mejorar la
conducta y comportamiento de los jóvenes y los menos
jóvenes. Se dan consejos, se habla, se enseña para que los
hombres y mujeres sean buenos ciudadanos...
Y todo ello podría simplificarse si tratáramos de ver y
entender que la causa de la conducta inadecuada e incorrecta
reside en que vivimos ignorantes y desconocedores de no­
sotros mismos.
Mientras por una parte se nos enseña y se nos aconseja
ser buenas personas, por la otra se nos trata de alienar,
despersonalizándonos, haciéndonos marionetas sin volun­
tad de decisión y sin libertad.
Los maestros, educadores, medios de comunicación y
todos aquellos que se dedican a la orientación de las perso­
nas, siguen insistiendo una y otra vez en consejos y pautas de
conducta porque seguramente ellos mismos tampoco se han
dado cuenta de que al «ego» o engañosa entidad de nuestra
persona no se le puede cambiar de su naturaleza. Es lo que es
y como es. Nada más.
Lo que sí se puede hacer es darnos cuenta de que no
somos ese «ego». Que somos una entidad real mucho más

9
positiva, real, fecunda, inteligente y amorosa que el pequeño
«ego» ruin sobre el que estamos centrados erróneamente.
Yo no quiero ser moralista ni caer en moralismos.
Deseo ante todo ayudar a despertar, a abrir las con­
ciencias a la atención sobre sí mismos.
No se trata de aconsejar esta clase de conducta o la otra.
Cuando nos demos cuenta de que no somos lo que
creemos ser y sobre lo cual estamos obsesionadamente
dando vueltas y vueltas inútilmente y veamos con claridad
que la realidad que nos constituye como seres humanos es
AMOR, entonces harán falta menos consejos, leyes e im­
posiciones.
Siempre fui reacio y lo soy ahora también, a estructurar
lo que voy a escribir. Quizás se deba a una repulsión natural
hacia todo lo estereotipado y preestablecido.
Rebuscar la forma y el lenguaje para expresar lo que voy
sintiendo se me antoja que sería como si tratara de colorear
el agua pura y clara que surge de la fuente para que aparezca
más atractiva y aceptable.
En nuestro tiempo todo se disfraza y disimula. A veces
hasta la sofisticación se disfraza con una ficticia y estudiada
espontaneidad.
Muchas veces la artificialidad corrompe y desnaturali­
za la belleza y bondad de lo más hermoso, sano y puro.
Intento decir las cosas con la naturalidad con que el
niño habla con su madre, sin artificio alguno.
Pretendo que lo que expreso aquí sea entendible para
todos.

10
Acabo de leer un libro sobre el comportamiento huma­
no. El autor empieza con muchas dudas y ambigüedades y
termina de la misma manera. Después de leerlo he tratado de
pensar qué mensaje o lección podía sacarse de su lectura.
Quizás podría deducirse que no se puede saber nada sobre el
comportamiento humano.
He quedado preocupado de que eso mismo pudiera
ocurrirle a algún lector de mis libros.
El título de este libro es una afirmación tajante: Somos
amor. Pero más que los argumentos que puedan darse para
probarlo, lo que nos lleva a la intuición y evidencia de esa
verdad es el verlo y sentirlo por nosotros mismos. Yo única­
mente trato de mostrar el camino para que cada cual lo vea
por sí mismo. Mira dentro de ti, observa la vida alrededor de
ti y verás que poco a poco se van aclarando cosas que parecían
ininteligibles.
Vivimos dormidos. Y es necesario despertar.
Teóricamente, según lo expresado por el poeta dra­
maturgo, todos admitimos que la vida es sueño. Pero cree­
mos que es una licencia poética únicamente. Pero no es así.
Es la verdad. Vivimos dormidos. Y suponiendo que lo que
ocurre junto a nosotros cada día fuera real, lo que sí es un
sueño es el modo de verlo, sentirlo e interpretarlo.
Lo que importa es despertar y encontrar el verdadero
sentido de cuanto ocurre en nosotros y alrededor de nosotros.
Estas líneas quieren ser una llamadita para despertar.
Pero una llamada sin exigencias. Nos dicen, nos han dicho
muchas cosas. Nos bombardean con noticias, con amenazas,
con consejos, con enseñanzas...

11
En los colegios, en los diarios, en la T.V. constante­
mente nos llenan la cabeza de mensajes de todo tipo. Los
políticos nos hacen promesas que no cumplen, se nos dan
noticias tristes, alegres, catastróficas...
Los que hablan, los que escriben, unas veces tratan de
halagamos, otras nos dicen lo que les interesa para ser leídos
o escuchados, otras se nos presentan como amigos que
desean servirnos, hacernos pasar un rato agradable, solucionar
nuestros problemas...
Pero siempre el que habla o escribe lo hace porque hay
«alguien» que lo va a escuchar o leer. Ese «alguien» es tan
importante que sin él no se hablaría o no se escribiría.
Recibimos mensajes y orientaciones ideológicas tan
variadas y hasta contradictorias que nos sentimos a menudo
perplejos sin saber qué hacer ni a qué atenernos.
La educación de la niñez y la juventud, la moral social
y religiosa es tan variada en sus métodos y principios que
hace cundir el desconcierto por todas partes y en todos los
ambientes. Es como si existieran morales diversas. Nunca
como hoy el relativismo moral ha sido tan admitido en la
práctica diaria. Incluso dentro de la misma religión o iglesia
hay enfoques tan opuestos que se parece a la carta de un
restaurante para elegir el plato que más gusta del menú.
No digamos nada de los asuntos políticos, económicos
y sociales. La diversidad de juicios y opiniones es tan diversa
y variada que pareciera que cada uno tiene la solución de los
problemas en su mano con su teoría respectiva.
Es evidente que esta variedad de pensamiento y opinio­
nes es un positivo signo de libertad de expresión, uno de los
derechos más esenciales y valiosos de la persona en la vida
social.

12
A pesar del desconcierto que se puede crear con tanta
variedad de ideas y opiniones, es innegable que es preferible
esto al amordazamiento de otros tiempos en que se coartaba
no sólo la libertad de expresarse sino la de informarse y hasta
la de pensar por sí mismo.
Recuerdo que siendo yo joven había libros y autores
que estaban «prohibidos».
Esta prohibición estaba basada y expresada en una
célebre lista o Indice de libros y autores que la iglesia católica
había determinado que no se debían leer bajo pena de pecado.
Desconozco si todavía existe dicho Indice y su prohibición.
Recuerdo que algunos de los autores que estaban pro­
hibidos eran aquellos escritores llamados librepensadores.
El librepensamiento, como su nombre lo indica, era y es una
actitud mental que no se ciñe a moldes, normas y hábitos
fijos preestablecidos para pensar, juzgar y expresar sus ideas
y creencias.
Esta es una evidente actitud antidogmática.
Pues bien, con una actitud coercitiva dogmática se
prohibía leer libros de autores que exponían su pensamiento
sin condicionamientos ni ideas preconcebidas.
Tanto los que nos bombardean con sus ideas políticas,
comerciales o de cualquier otro tipo, como los que nos
prohibían leer ciertos autores y libros coinciden en la misma
cosa: unos y otros dicen que lo que nos imponen de una u otra
manera es para nuestro bien.
Unos y otros impiden que pensemos por nosotros
mismos.

13
Me dan miedo los que saben lo que me conviene y se
empeñan en imponérmelo.
Lo único que parece poder afirmarse sin temor, que
conviene a una persona, es ser ella misma en todo y sobre
todo.
Los que me imponen con técnicas y métodos sutiles
unas ciertas ideas, gustos, preferencias, opiniones... lo mis­
mo que los que me impiden pensar y sentir por mi cuenta,
con toda seguridad me están haciendo el peor de los males:
me impiden ver y pensar por mí mismo sin condicionamientos
ni imposiciones.
Cada línea que yo escribo quiero que lleve la impronta
de la libertad.
Cometer un error con libertad es preferible a no cometer
error alguno porque no me han dado libertad para ello. Es
como quien nunca rompió un plato porque jamás se puso a
fregarlos.
Algunos libros educativos y moralistas religiosos nos
han ido imponiendo más o menos sutil y solapadamente
ciertas normas de conducta y creencias bajo ciertas veladas
amenazas.
Por buena que sea la intención de quienes usan tales
métodos no parece que sea ese el mejor camino de ayudar a
las personas en su desarrollo y transformación.
Toda persona necesita ante todo estar despierta. En­
tonces podrá ver y decidir el camino que debe tomar en su
vida. Hipnotizar de una u otra forma y presionar para hacerle
caminar un camino determinado no parece lo mejor, ni lo
más adecuado.

14
Cuando alguien me pregunta para qué escribo o qué
pretendo con lo que escribo, me dan ganas de contestarle que
quiero ser un despertador. Solamente eso. Porque cuando
alguien está despierto ¿para qué necesita ya de orientaciones
y ayudas? La ayuda es únicamente para despertar.
La peor dificultad para despertar es el creer que
estamos ya despiertos, cuando en realidad estamos dormi­
dos y a veces profundamente dormidos.
Es necesario estar despierto para ser libre.
Todos aquellos hipnotizados y programados por los
medios de información y dominación, los autómatas que
piensan y hacen «lo que los demás piensan y hacen, lo que la
sociedad hace», son marionetas que bailan al ritmo que les
tocan en cada momento. Jamás deciden cantar o bailar por sí
mismos. Son siempre el eco de la voz de su amo.
Liberar la mente, liberar la visión, liberar los gustos y
valoraciones de las cosas es imprescindible para llevar una
vida medianamente digna de seres humanos.
Es éste como un leit motiv de todo cuanto escribo.
Por eso quisiera que estas páginas no sean una más de
cuantas lees. Quisiera que te sirvieran para ser libre en
pensar, leer, oír, sentir y hacer.
Ser libre siendo tú mismo siempre y en todo. Entonces
verás y llegarás a la experiencia directa por ti mismo de que
todo tú eres amor aunque a veces sientas el hielo del desamor
en tus huesos.

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Primera parte

TODO ES AMOR

LO QUE SUELE
ENTENDERSE POR AMOR

Pasaba una mañana de verano por delante de una


carnicería.
En la puerta, un regordete y simpático cachorrito de
perro mordisqueaba una gran salchicha que le daba su joven
amo.
El joven se la dejó en el suelo y entró en la tienda. El
cachorrito, echando una mirada de apetito a la salchicha se
fue adentro de la tienda con su amo. El joven salió con el
cachorro para que comiera la salchicha. Mientras él perma­
necía con el cachorro dándosela con la mano, el perrito la
comía feliz. Pero cuando el joven entraba en la tienda,
dejándole la salchicha en el suelo, aunque mirándola con
gula, seguía a su amo dejando la salchicha. Al fin el joven,
entendiendo el deseo de su cachorro, mantuvo la salchicha
en su mano hasta que el perrito gustoso y feliz la comió toda.

17
El «yo» físico del estómago del perrito amaba la salchi­
cha. Pero su «yo» afectivo amaba a su amo. Y este amor era
mayor que el otro.
Cuando se aunaron los dos deseos, el de comer la
salchicha y el de estar con su amo, el perrito se sintió feliz.
Antes de adentramos en el tema hemos de ver y notar
con claridad que hay dos maneras de enfocar el sentido del
amor: uno es el sentido profundo que no es sino el sentimien­
to subjetivo de unidad entre el ser que ama y el amado, donde
ya no son dos sino uno, distinguiéndose y respetándose las
diferencias personales accidentales y otro el sentido en que
suele entenderse el amor por la mayoría de las personas, que
consiste en una atracción y deseo hacia lo que resulta
apetecible y bueno.
Hablaremos primero de la clase de amor más corriente
y más vulgar entre la mayor parte de las personas.
El que sea mayoría el número de personas que aman y
sienten así sobre el amor no lo constituye por eso en bueno
y verdadero.
Lo único que podemos afirmar es que la mayoría vive
en el error de considerar amor verdadero lo que es un amor
a medias, un amor muy elemental. Así nos podemos dar
cuenta de que por más que se diga en la vida corriente que « se
ama» o que «se hace el amor»... la gente sigue viviendo
huérfana de amor.
Hemos dicho que lo que normalmente se entiende por
amor es la atracción o deseo que se siente hacia algo o alguien
que se considera deseable, bueno o útil.
Todo ser vivo, plantas, animales y seres humanos

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sienten esa atracción hacia lo que les resulta útil, provecho­
so, agradable o bueno.
Para todos es suficientemente manifiesto y evidente, a
poco que se observe la naturaleza, las atracciones, apetitos e
inclinaciones que sienten las plantas, los animales y por
supuesto el ser humano.
Dejamos, pues, claramente establecido que a la atrac­
ción que se provoca en todo ser vivo hacia algo o alguien que
aparece como deseable y apetecible se le llama amor. Así
suele decirse que ciertas plantas aman la sombra y otras en
cambio aman el sol.
Es obligado reconocer que éste es el sentido que, en la
vida social, corrientemente rige, en la práctica, la vida de la
mayoría de las personas.
Es un amor del nivel físico-sensitivo. Y en cierto
sentido del nivel psíquico inferior.
Para comprender las múltiples contradicciones que
oímos y vemos en la vida diaria sobre tantas relaciones
amorosas «apasionadísimas» (!!) hoy y reducidas a cenizas
mañana, es necesario distinguir bien de qué nivel de amor se
trata.
Cuando más adelante hablemos del amor-amor, del
amor que brota del centro amoroso y no de los sentidos
físicos periféricos, veremos que estas contradicciones y
altibajos absurdos desaparecen, porque el amor a nivel pro­
fundo es unidad esencial y armonía vital sin fisuras.
Unicamente en el nivel de la personalidad se dan las
contradicciones y las desilusiones amorosas. Nunca a nivel
del espíritu.

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Todo cuanto el ser humano hace en su existencia lo.
hace por amor. El único motor de la vida es el amor.
Todo es amor y no hay cosa alguna que no sea manifes­
tación y expresión de amor.
Aunque parezca una paradoja, hasta los crueles actos
de injusticia y odio son producto de amor. Un amor desvir­
tuado y desviado por la ignorancia y el bajo nivel de concien­
cia. Pero la energía por la que esas acciones son realizadas
brota siempre de la energía amorosa.
Todo ser, toda acción es efecto de la Realidad-Amor
que siempre es positiva, aunque los mecanismos intermedios
o instrumentos la usen o dirijan destructivamente, sobre
todo, el mecanismo mental.
Cuando la conciencia se mueve en un nivel bajo y
elemental de desarrollo, su impulso está torpe y errónea­
mente dirigido, más a la destrucción y desunión que a la
armonía unificadora.
A ese impulso desordenado y erróneamente dirigido lo
calificamos y llamamos conceptual y verbalmente como
odio. Pero la energía que lo impulsa solo puede ser amor.
Todo cuanto existe, toda acción tiene su origen en la
esencia Una, en la energía Una, en el Ser Uno que es Amor.
El es Uno indivisible. Por eso es amor infinito. Cuanto
más Uno, más Amor. Porque Amor es la Unidad. Así como
toda división o desunión es llamada desamor u odio.
Todas las acciones humanas llamadas egoístas o defec­
tuosas son sombras del amor. Ellas no son el amor pero
señalan al amor como a su fuente y origen, que las proyecta
y las produce.

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Y es que detrás de todas las acciones por más egoístas,
malévolas u odiosas que parezcan hay una intención de bien
y amor por pequeño, limitado, erróneo o egoísta que sea.
Todas las envidias, injusticias, recelos, desamores y
odios que diariamente percibimos en nuestro mundo son
sombras del Amor. Los podemos llamar pequeños o falsos
amores. Pero las palabras que usamos son únicamente
conceptualizaciones del Amor. La Realidad, toda realidades
solamente Amor. Lo que llamamos desamor u odio es
únicamente una conceptualización de las sombras del amor.
Yo estoy escribiendo por amor. Tú lees por amor.
Las acciones o conductas aparentemente de desamor
no son sino el efecto de vivir, ver y juzgar por las sombras o
los reflejos.
La Realidad que está más allá de los reflejos y las
sombras no puede ser nada más que Amor.
El fin o sentido de la vida humana es liberarse del error
de las sombras y los reflejos para llegar a la Verdad de La
Realidad, del Amor.
La realización, salvación o liberación del ser humano,
porque todo es una misma cosa, consiste en dejar de vivir del
error de las sombras y los reflejos y llegar a vivir el Amor.
Mientras juguemos con amores objetivos, concep-
tualizados, idealizados estaremos jugando a ser buenos, a ser
más o menos amorosos...
Cuando tomemos conciencia del Amor que somos
como realidad verdadera, dejaremos de hacer teatro en la
vida representando personajes simpáticos, atractivos,
triunfadores, buenos o amorosos.

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Es conveniente que sepamos a qué nos referimos en
cada caso cuando para cosas tan distintas usamos las mismas
palabras.
Una cosa es el amor íntimo y central del espíritu por el
que una persona se siente una con la persona amada y otra
cosa muy distinta es el amor por el que una persona tiende
a estar o conseguir a otra persona porque la encuentra
agradable, útil o conveniente para sus fines y satisfacciones
egoístas.
Es necesario saber distinguir aquel amor superior del
espíritu, de este otro egoísta de la personalidad psicofísica
instintiva.
Sabemos que el amor-amor del espíritu no es muy
frecuente. Pero no quiere decir que no exista y no sea una
realidad de cada día, aunque escasa, entre personas huma­
namente muy desarrolladas. Es el amor al que estamos
llamados y destinados todos. Pero la mayoría de las personas
se quedan atrapadas en la maraña de las pretensiones indi­
viduales de la personalidad. Y se crean un amor egocentrado
de personalidad con el que se manejan prácticamente toda su
vida.
Este sentimiento de atracción física, mental o afectiva
es siempre egocentrado. Aun en los casos que parecen más
espirituales, como en el de tantas personas que dicen que
aman a Dios, lo hacen «para ir al cielo». No es corriente
encontrar aquel amor:
«... Muéveme en fin tu amor
y en tal manera
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno te temiera.»

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Este amor, aunque generoso y desinteresado es un
amor de personalidad, porque el que ama se siente una
persona separada individual y distinta de la persona amada.
En el nivel en que se desenvuelve la mayoría de las
personas, éste sería y es el amor perfecto. Y sería deseable que
fueran muchas las personas que amaran de esta manera.
Lo corriente y más común es ese amor egocentrado,
interesado, que busca la complacencia de los sentidos e
instintos o del sentimentalismo sensible y emotivo.
Es evidente que la palabra amor en el lenguaje corriente
es una palabra equívoca.

23
2 EL AMOR A SI MISMO

Durante mucho tiempo y sobre todo en ciertos am­


bientes más o menos religiosos fue conceptuado el amor a sí
mismo como malo, defectuoso o pecaminoso. Se nos decía
que había que amar a los otros sacrificándose uno mismo por
ellos. Al amor a sí mismo se lo suele llamar egoísmo o
narcisismo.
Hay que decir de entrada que el amor a sí mismo es el
fundamento de todo amor.
Es muy importante no confundir el amor a sí mismo
con la complacencia e indulgencia con todos los caprichos
del «ego» sensual. Cuando existe ignorancia o distorsión en
el concepto sobre sí mismo se produce inevitablemente el
amor erróneo hacia sí mismo.
Quienes se identifican con su cuerpo, sus sentidos y
sus gustos sensibles, el amor a sí mismo les lleva a buscar
como principal objetivo la satisfacción de aquello que creen
ser: su cuerpo con sus apetencias, su ego con sus vanidades.
Para estas personas el ideal de la vida es «pasarlo lo
mejor posible», satisfacer sus sentidos físicos al máximo o
como apetencias muy elevadas, satisfacer los deseos de su
ego mental o sentimental.

24
Los hedonistas puros no son muy frecuentes. Las
apetencias sentimentales inferiores suelen ocupar un papel
importante en esta clase de personas.
El genuino amor a sí mismo tiene otro sentido distinto
para quienes tienen un verdadero conocimiento de la reali­
dad de sí mismos.
Quien se conoce bien a sí mismo comprende que
amarse es realizar su naturaleza. Amarse es querer y hacer
todo aquello que conduce a la persona a su plenitud.
Quien se conoce a sí mismo sabe que el mejor modo de
amarse es ejercitar todas sus capacidades de amor, de inte­
ligencia y de energía de que es capaz.
Quien cree ser su cuerpo, quien se identifica con la
parte física de sí o con sus pensamientos o sentimientos
creerá que amarse a sí mismo consiste en satisfacer y
complacer al máximo todas las exigencias de sus sentidos, de
su mente o afectividad inferior.
En el recto y completo amor a sí mismo no se excluye
nada, ni mucho menos su propio cuerpo que es el medio o
instrumento a través del cual ha de realizarse, ha de hacer
realidad todas sus capacidades y potencialidades.
El amor a sí mismo se manifiesta de una manera
automática e inconsciente en el niño recién nacido. Busca y
quiere todo «para él». En él, este amor es perfecto. Necesita
todo para poder subsistir.
En la medida que la persona va creciendo, va tomando
también conciencia de los otros y de sus capacidades de amar
generosamente.
Si la persona, cuando crece, sigue manteniendo el

25
círculo de su amor cerrado en sí mismo, como el niño,
aunque crezca físicamente es una persona inmadura, infantil.
Toda aquella persona que únicamente busca ser com­
placida con el amor y las transigencias y donaciones de los
demás, si no ejercita su amor activamente amando, quedará
reducida psicológicamente á la etapa y estado infantil.
Son personas para quienes la etapa infantil no fue una
etapa de transición sino que se quedaron fijas en ella. Son
niños con cuerpo grande. O personas grandes con psiquismo
infantil.
Cada ser, en su naturaleza, crece en la medida que
ejercita sus potencialidades, sus facultades. Crecen los mús­
culos en la medida que se los ejercita. La inteligencia y la
memoria crecen también con el ejercicio. Y una persona será
tanto más amorosa cuanto más ejercite su capacidad de
amar.
Cuando alguien se ama a sí misnío hará indefectible­
mente todo aquello que favorece su crecimiento, que lo
conduce a su plenitud.
Amarse a sí mismo es igual a desarrollar su ser-energía-
inteligencia-amor.
Aquel que se cierra y se limita a complacer sus apetitos
sensitivos está limitando su crecimiento. Se está
anquilosando.
En realidad, entre amarse a sí mismo y amar a los otros
no existe ninguna diferencia. Son, además, simultáneos.
Quien se ama bien a sí mismo automáticamente está abierto
al amor a los otros.
Quien se ama a sí mismo no puede dejar de amar a los

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otros. Porque su amor es más verdadero cuanto más generoso
es.
Amar a los demás olvidándose de sí, además de ser
absurdo, es una sutil forma de autocomplacerse con su
propia generosidad buscada.
El amar y entregarse a los demás debería ser la donación
espontánea y natural del amor que uno siente ser, en el
centro de sí mismo, como el desbordamiento de un vaso
lleno de agua que tuviera la fuente dentro de sí mismo.
Para ello se requiere darse cuenta de que uno es fuente
de amor.
Amarse correctamente, con amor verdadero a sí mis­
mo es querer, amar y buscar en todo y sobre todo su propia
y auténtica realización personal a través de cuanto se hace y
se vive en la vida cotidiana.
Este auténtico amor a sí mismo impulsa a la persona a
amar más y mejor a cuantos conviven con ella y al Universo
entero. Tal como la persona se ame a sí misma proyectará su
amor a los demás. Si su amor es superior y generoso hacia sí,
también lo será hacia los demás. Quienes, por el contrario,
se aman con un amor inferior y egoísta, también amarán a los
otros con el mismo amor egoísta, egocentrado.
El amor a sí mismo no solamente no es reprochable ni
malo sino que es la base y origen de todo amor en la persona.
El egoísmo, el amor inferior centrado en sí mismo,
busca la complacencia sensible y vanidosa del cuerpo físico
o del altanero «ego».
El amor verdadero a sí mismo, por el contrario, impulsa
a la persona sabiamente a todo aquello que conduce a una
mejor y mayor realización personal de sí y de los otros sin
27
intereses personales egoístas, por una parte, ni complacen­
cias indulgentes y necias por la otra. Una cosa es amar y otra
muy distinta acceder a los antojos caprichosos de la persona
amada.
Nadie amará recta y adecuadamente a los demás si
antes no se ama con amor verdadero y auténtico a sí mismo.

28
3 AMOR A LOS OTROS

Normalmente, cuando se habla de amor, por lo general


se habla siempre del amor de una persona a otra.
Y como ya dijimos anteriormente, en el sentido más
común y vulgar, amar es sentir atracción hacia una persona,
querer tener a esa persona cerca, y querer también que esa
persona nos corresponda con su amor.
Una frase común es decir a la persona amada: te
necesito. Es como decir: Siento una apetencia por ti tan
fuerte que necesito complacerla y tú eres el instrumento
para satisfacerla.
Se oye también: Sin ti no puedo vivir. Con estas pa­
labras la persona amada se siente muy halagada porque se
considera importante, tan valiosa que una vida depende de
ella. Y al mismo tiempo la persona que lo dice, expresa su
vacío, la ignorancia sobre sí misma y el pobre concepto que
tiene de sí misma.
Frecuentemente las personas que se aman y se expre­
san el amor con frases semejantes a las que hemos señalado
caen fácilmente en desilusiones frecuentes porque pronto se
dan cuenta de que aquellas expresiones de no poder vivir sin

29
ella y otras cosas por el estilo fueron simples palabras sin
demasiado sentido.
Así vemos con frecuencia, con demasiada frecuencia,
que aquellos amores tan necesarios e imprescindibles pronto
son sustituidos por otros también «necesarios» para vivir.
La gente de nuestro tiempo suele vivir con conceptos
de cine y telenovelas con respecto al amor. En realidad es un
concepto totalmente sensual, egocéntrico y falso. Los sen­
tidos engañan y el amor que se basa en los sentidos es
engañoso y poco estable. Así, esos folletones que ofrece la
T.V. tienen tantos amores y desamores cambiantes y las más
de las veces frustrantes. Las frases que se repiten una y otra
vez son siempre las mismas: Te necesito, jamás he amado
así, no puedo vivir sin ti, tú eres mi vida, te amaré eternamente,
sin ti no puedo ser feliz... etc. Y la comedia del engaño
continúa.
Así, pues, las personas pueden ser destinatarias de un
amor verdadero o pueden convertirse en instrumentos o
medios de utilidad para la propia complacencia e interés
egoísta.
Muchas personas aman a los otros «para sí». Parece
como si sacrificaran mucho por los demás. Pero en realidad
no son los otros los destinatarios de su sacrificio y amor sino
ellos mismos. Los otros son unas veces una excusa y otras un
medio útil para sus fines. Se sirven de los otros para su propia
utilidad. Pero no sólo eso sino que usan un fingido amor para
mostrarse como generosos.
Por el contrario, existen quienes aman de verdad.
Aman a las otras personas porque quieren ayudarlas a
ser más felices. A veces la recta finalidad de su intención no

30
se corresponde con los medios más adecuados. Pero la
intención surgió del deseo generoso y profundo del bien de la
otra persona.
Cuando la persona amada está suficientemente desa­
rrollada en su conciencia, comprende y acepta el acto de
amor aun cuando no se hayan conseguido los fines que se
buscaban.
Las personas, en cambio, de un bajo nivel de conciencia
se enojan cuando se sienten contrariadas por no haberse
logrado el fin que se perseguía.
Son dos maneras distintas de recibir el servicio de amor
generoso. A la persona desarrollada le basta la intención
amorosa de la otra persona. A la persona poco desarrollada
sólo le interesan los resultados para satisfacer sus gustos y
deseos. Y menosprecia la recta voluntad de quien la está
amando con desinterés y generosidad.
Examinar nuestro amor a los demás, así como el modo
de cómo recibimos el amor de los otros puede ser un intere­
santísimo ejercicio para ver cómo vamos en madurez. Cada
día se nos presentan oportunidades para lo uno y lo otro.
Muchas personas se pesan cada día para ver de no
aumentar de peso y perder la figura. Pero muy pocos son los
que cada día examinan el grado de su amor y el peso de su
madurez. Y esto es mucho más importante que lo otro. Y si
hay algunos pocos para quienes esto no sea importante, el
problema se convierte en dramático y el remedio deben
buscarlo con toda urgencia, si no quieren verse abocados a
estados tristes y dolorosos en un futuro próximo.
Es necesario cambiar los conceptos. Lo que oímos y
vemos cada día sobre el sentido del amor a otras personas,

31
está muy lejos de ese amor generoso, desinteresado, respe­
tuoso, sincero, cordial, comprensivo, paciente, maduro, in­
tegral y total. Ese amor que no excluye nada de la persona
sino que incluye todo, desde lo que aparece como lo más
inferior hasta lo más elevado del espíritu.
El amor verdadero no es como algunos creen un amor
espiritual, angélico y abstracto. Es por el contrario un amor
muy humano que ve a la persona en su totalidad.
La vida humana podría simplificarse en muchos as­
pectos si tomáramos el examen de nuestro amor como tema
diario de nuestro trabajo y preocupación.
Nuestra transformación personal lo mismo que la del
mundo, únicamente ha de venir por una transformación,
crecimiento y mejoramiento del amor.
El amor verdadero del espíritu se fundamenta y se basa
en el amor que somos como realidad central en el fondo de
nosotros mismos. Pero ello no quiere decir que el amor se
quede en mero sentimiento interno sin proyección a la vida
concreta existencial.
La persona que ama con amor superior ama a la persona
integral, total, sin excluir lo que pudiera parecer inferior o
material. Lo que ocurre es que la persona que ama con amor
correcto y verdadero sabe distinguir lo que es el bien de la
persona amada de lo que son caprichos pueriles y absurdos.
Es necesario poseer un sabio discernimiento para conocer y
distinguir lo necesario de lo superfino y caprichoso y poder
obrar adecuadamente en consecuencia. Es ésta una sabia
prudencia poco frecuente en la vida concreta de cada día.
Amar de verdad sin fáciles y absurdas complacencias,
pero sacrificando los propios gustos y caprichos por el bien

32
auténtico de los demás es un buen camino de amor.
El bien básico e importante del otro está por encima de
los caprichos propios. Con mucha sinceridad consigo mismo
será relativamente fácil comprender el momento y el grado
en que se debe sacrificar lo propio por el bien de los otros.
El amor auténtico qué no es ciego sino lúcido e inte­
ligente ha de señalar siempre el camino más adecuado para
manifestarse y expresarse en cada situación de la vida con­
creta.

33
4 «... COMO A TI MISMO»

Era un hombre amargado.


Desde joven, antes de casarse ya era así.
Depués de casado era el martirio de su esposa y sus
hijos. Para sí mismo tampoco era mejor.
Se martirizaba con sus temores, con sus hipocondrías,
con su actitud habitualmente masoquista. Por eso era tam­
bién sádico con los demás, incluida su familia. Pareciera
que para él no había otro camino en la vida que el del
malestar y sufrimiento.
De vez en cuando encontramos por los caminos de la
vida personas así. Personas que no son capaces de tener
algunas demostraciones de amor y benevolencia hacia los
demás. Y ni para consigo mismos. Tienen habitualmente
una actitud negativa y hostil, empezando por sí mismos.
Por eso mi voz interior me dice que aquel mandamien­
to por el que se nos manda amar al prójimo como a nosotros
mismos no suele ser bien entendido y explicado.
El amigo de nuestra historia inicial estaría cumpliendo
el mandamiento a cabalidad. El amaba a los demás como se

34
amaba a sí mismo. El amor destructivo y masoquista que
tenía hacia sí mismo lo trasladaba también hacia sus próji­
mos. Amaba mal a sus prójimos como se amaba a sí mismo.
El «como a ti mismo» no significa un sentido compa­
rativo de identidad. Es decir no significa «ama de la misma
manera que te amas a ti mismo», ni en el mismo grado que
te amas a ti mismo. Significa más bien: Ama a tu prójimo
porque él es tú mismo o lo que es lo mismo, porque tú eres
él. Tú y él sois uno mismo. Así se entiende aquella oración:
Padre, que ellos sean uno como Tú y yo somos uno. Que
sientan, que sepan que son uno, que entiendan que sus
individualidades no los deben separar. Que conozcan su
verdadera esencia que no es otra que El Amor.
Cuando las personas se den cuenta de que son una
misma cosa en El Amor que las une, no necesitarán ni
consejos ni mandamientos. Serán entonces lo que tienen que
ser, que no es otra cosa que El Amor mismo manifestado en
todas sus acciones.
Los psicólogos coinciden casi todos en que en general
las personas no se aman bien a sí mismas. No tienen hacia
sí mismas el aprecio, la estima, la fe, la confianza, el respeto,
el cuidado y el amor que debieran tenerse.
Esto no será una novedad para el Maestro que nos dio
el mandamiento.
Ocurre que estamos acostumbrados a vivir siempre
comparando. Así hemos entendido el «como» del manda­
miento, igual que si fuera el sentido de una comparación de
identidad.
El sentido podríamos parafrasearlo así: Siente que tu
prójimo eres tú mismo. Y entre tú y el otro ya no habrá

35
distancias ni diferencias. Seréis los'dos uno solo. Por consi­
guiente tampoco habrá dos clases de amor sino uno solo.
Solamente habrá un sujeto y un solo destinatario del amor:
tú mismo. Porque en ti sentirás que vive tu prójimo. O te
sentirás tú en tu prójimo.
Y cuando realmente te des cuenta de que no hay
distancias entre tú y tu prójimo sentirás que eso es el amor,
ese sentimiento de unidad es la esencia de todo amor autén­
tico. Sentirás entonces que no eres sino amor.
No es otro el sentido de aquello: El Padre y Yo somos
uno. O aquello otro: Si alguien me ama, yo estaré en él y él
en mí.
Amar y ser Uno es la misma y simultánea realidad.

36
5 AMOR A LAS COSAS

Aunque normalmente cuando hablamos del amor nos


referimos al amor entre personas, hemos de aceptar que
nuestra existencia está llena de otros muchos amores, el
amor a muchas cosas.
Hemos dicho que el concepto del amor más corriente
y aceptado es o consiste en la atracción o inclinación hacia
algo que aparece como apetecible y deseable.
Todos conocemos personas que sacrifican hasta su
propia salud o la vida misma por conseguir o mantener
ciertas cosas que aman, apetecen o desean.
Recuerdo aquella señora que cada mañana del duro
invierno yo veía, cuando marchaba a mis clases, lavando su
sencillo y utilitario coche que tenía siempre aparcado delan­
te de su casa. Aquella señora amaba su coche.
Conocí una señora ya anciana, con achaques serios de
salud a quien el médico le había recetado unas píldoras que
debía tomar diariamente. Cada día tomaba en la mano una
de aquellas pildoritas mirando a sus hijos con cara de pena al
mismo tiempo que a la píldora que tenía en sus manos y les
decía con tono de lástima: ¡Ay, qué ruina!, mirad, ¡quince

37
pesetas, hijos, quince pesetas! (unos quince centavos de
dólar).
Aquellas píldoras con seguridad le hacían más daño
que provecho, por el dolor y tristeza que le causaba el gastar
quince pesetas en cada una. Ella amaba el dinero más que su
propia salud.
Todos conocemos algunas personas que exponen su
salud por ganar más y más dinero. O personas que están tan
apegadas a sus cosas que son capaces de sacrificar hasta lo
más valioso por ellas.
Ese deseo, esa atracción o dependencia de las cosas
suele llamarse amor.
Digamos ya desde ahora, que hasta esa clase de amor es
en sí mismo positiva. Sí. Incluso el amor del avaro a su dinero
es en sí mismo positivo y bueno en cuanto expresión de una
energía hacia algo.
Todo acto de voluntad o energía es positiva. Aunque
sea incorrecta la actitud o dirección de quien dirige esa
energía hacia unos fines no correctos o inadecuados.
La energía en sí misma es buena.
Lo que la puede convertir y de hecho la convierte en
negativa o destructiva es la dirección o intencionalidad del
deseo y la ignorancia o falta de conciencia en la jerarquización
de los valores, puesto que muchas veces un valor inferior se
absolutiza y de ello se siguen más efectos negativos que
positivos.
Oímos a veces hablar con demasiada frivolidad y lige­
reza que el amor al dinero o tal o cual cosa es malo.

38
En realidad no hay amor malo, sino actitudes malas,
erróneas o incorrectas.
Hay que repetir una y otra vez que las cosas, los objetos,
el mundo no es malo.
Puede haber y de hecho lo hay, un mal uso de las cosas
o del mundo. Pero todo, cuanto existe es en sí mismo bueno.
Podemos aclararlo con un simple ejemplo. Sabemos
que el rayo láser sirve para infinidades de usos positivos y
hasta para sanar enfermedades y salvar vidas. Ese mismo
rayo láser dirigido para matar se convierte en malo o
destructivo. No es él malo sino la dirección que se le da.
Lo mismo podríamos decir de la energía atómica y
tantas otras cosas más.
Las cosas son buenas. Por tanto, amarlas también lo
será.
Pero el amar las cosas como si fueran el objetivo último
de tus acciones y tu vida, en lugar de usarlas como medio e
instrumento para un fin superior es lo que constituye el
deseo de ellas en incorrecto o malo.
Dios puede y debe ser amado en todo lo existente y
visible.
Pero amar el medio, las cosas, y quedarse encadenado
en ellas impidiéndote conseguir llegar al fin para el que están
destinadas puede convertir su uso, apego o amor en incorrec­
to o malo porque lo que era un medio se ha convertido en fin.
Todas las cosas son buenas cuando se usan para lo que
han sido hechas y tú las posees sin que ellas te posean a ti.
Quien vive apegado y encadenado a las cosas, se inuti­
liza para amar.

39
AMOR A LA CIENCIA
Y EL ARTE

Entre las cosas y las personas existe otro objeto de


amor: los conocimientos científicos y el arte.
Suele decirse erróneamente que el amor por la ciencia
y el arte es un amor más elevado que el amor por las cosas o
todo aquello que es puramente material.
Pero en realidad no se puede hablar de niveles de amor
por la clase del objeto del amor.
El nivel no lo da el objeto sino la calidad de la concien­
cia de quien ama.
El amor a una flor o a una casa o el amor entre dos
personas en el acto sexual puede ser tan elevado como el acto
más sublime a Dios.
Dios está en las cacerolas de la cocina o en el lugar más
escondido y humilde lo mismo que en la catedral más
solemne y grandiosa o en el mismísimo cielo, en el caso
absurdo de que el cielo fuera un lugar.
En la opinión más general los trabajos científicos o
artísticos suelen considerarse como más elevados y eminen­
tes que los manuales. Pero una vez más, hemos de insistir

40
que la elevación o excelencia de los trabajos no reside en lo
que se hace sino en el espíritu con que se hace.
De cara a la repercusión social o de desarrollo técnico,
los trabajos científicos y artísticos aparecen de una mayor
importancia y trascendencia no sólo por el resultado mismo
del trabajo sino porque se suele creer que los trabajos manuales
son producto únicamente de la mecánica de las manos y los
científicos y artísticos lo son de la inteligencia y la inspiración
interior.
Pero de cara a la realización personal, de cara al cum­
plimiento de la misión que la Vida o Dios ha dado a cada
persona, todos los trabajos son igualmente importantes,
excelentes y valiosos.
Este es uno de los puntos en que la mentalidad y el
sentir vulgar del común de la gente difiere radicalmente del
pensar y sentir de las personas que están en camino de su
realización personal por encima de cualquier otro objetivo.
Vivimos en un mundo donde se comercializa hasta lo
más sagrado. El arte y la ciencia no son una excepción.
Tanto el arte como la ciencia son manifestación y
expresión de la inteligencia e inspiración del «yo» interior.
Esa digna vocación queda mucha veces profanada en muchos
artistas por un espurio interés mercantilista y utilitarista.
Hay artistas que sirven al arte y otros se sirven de él.
Es posible que algunos artistas mercantiles triunfen
socialmente. Pero únicamente los que son artistas por amor,
tienen la satisfacción intema que siempre gozan los que
trabajan y viven por amor.
Explotar y utilizar valores elevados y nobles con fines
mercantilistas es profanar esos valores.
41
El amor a las obras científicas y artísticas lo mismo que
al trabajo que las produce es un digno amor. Como siempre,
la excelencia de este amor depende de la calidad y nivel de la
conciencia y el corazón de donde se origina.
A pesar de la abundancia de artistas y científicos
comerciantes en nuestro tiempo, es evidente que existen
esos intelectuales y artistas dignos de vocación, amantes de
la ciencia y el arte, para quienes el objetivo en su vida es
expresarse a través de su ciencia y su arte. El amor a lo que
hacen enaltece sus obras y sus personas. Y ellos son los
involuntarios pero rotundos acusadores de los que se llaman
artistas, siendo únicamente los modernos traficantes de algo
tan elevado como la expresión artística, en todas sus formas
y variedades.
Apreciar, ser sensible y amar las obras de arte no es sino
reconocer la propia capacidad potencial artística en uno
mismo. Todo aquello que admiramos está en potencia ya en
nosotros mismos. En algunos esa potencialidad se ha ex­
presado y de ahí han surgido las obras artísticas. Reconocer
y amar ese centro de inspiración es amar la Inteligencia
amorosa que somos todos en el fondo de nosotros mismos.

42
7 EL AMOR CONYUGAL

Ante los numerosísimos fracasos en los matrimonios


hay que examinar y preguntarse qué es lo que está fallando.
Si hemos de ser francos, hemos de reconocer con toda
honestidad que son muy pocas las parejas que van al ma­
trimonio con un sentido claro de un amor auténtico y
profundo.
En la juventud se va adquiriendo a través de los niedios
de comunicación, del cine, la T.V. y el sentir vulgar de la
calle, un concepto insubstancial del amor, que es lo que
predomina en el conjunto de la sociedad. Es el amor utilitario,
sensual y a lo sumo sentimentalista.
Esa clase de amor está condenada al fracaso. No da para
más.
Esa clase de amor sigue la misma línea y el mismo
signo que el sentido todo de la vida de nuestro tiempo.
Suele decirse con una cierta intención educativa que
en la vida de pareja debe vivirse como si los dos fueran uno
y que uno u otro han de renunciar a sus gustos y preferencias
por el otro para que haya paz y armonía en la pareja. Pero creo

43
que este estilo de unión y convivencia idílica es engañoso y
se convierte en una espada de doble filo.
Es cierto que debe haber unión entre los dos. Pero los
dos deben conservar su propia individualidad con sus cua­
lidades y defectos. Es cierto que si se aman con un amor
desde el centro de sí mismos, que suele ser muy escaso y
excepcional, no se sentirán dos sino uno, porque en el fondo
de nosotros mismos lo único que cuenta es la unidad e
identidad de nuestra realidad interna. Pero no es éste el caso
que nos ocupa. Hablamos de personas que se conducen con
un amor de personalidad y no de la profundidad del ser.
Así, pues, no se trata de que hagan el esfuerzo por
sentirse Uno sino que sintiendo que son dos admitan a su
pareja con todas sus peculiaridades sin idealizarse uno a otro
con cualidades exageradas y sueños vanos.
Por otra parte se dice que deben renunciar a sus propios
gustos por el bien de la armonía de la pareja. Cuando esta
autoimposición de renuncia es compulsiva, forzada, tarde o
temprano llegará el cansancio y se tirará todo por la borda en
cualquier momento. La renuncia de algo debería ser conse­
cuencia normal y lógica de una aceptación y comprensión
del otro tal como es. Porque cada uno comprende que deben
aceptarse tal como son. Dicho de otra forma, sería lo mismo
que decir que no debe haber ningún sufrimiento porque hay
una aceptación clara y sincera del otro tal como es. Pero esta
comprensión y aceptación debe ser muy clara y serena ya
antes de constituirse formalmente en matrimonio o pareja.
No es fácil imponerse la renuncia o la aceptación después de
haberse creado vanos sueños e idealismos angélicos creyendo
que su pareja poco menos que le ha caído del cielo envuelta
en celofán.

44
Para una mejor comprensión mutua, conviene de vez
en cuando un temporal alejamiento. Si es posible, este
alejamiento es conveniente que sea incluso físico. No para
conocer otras parejas, como a veces pueden pensar quienes
intentan aparecer como progresistas, sino para revisar su
relación con mejor perspectiva y conseguir posteriormente
que el reencuentro sea mucho más íntimo, más cordial y
feliz.
Para tener una visión completa de un jardín es con­
veniente salir de él. No podemos formarnos una idea total e
integradoramente comprensiva si únicamente lo miramos y
observamos desde un rincón por bello que él sea.
Del mismo modo conviene que las parejas observen y
valoren los cambios que la evolución natural como personas
va realizando en cada uno de ellos.
Uno de los peligros en toda relación humana es el
formarse una opinión fija y estática de la persona con la que
nos estamos relacionando sin tener en cuenta que la vida es
una continua transformación y cada miembro de la pareja
sigue también el ritmo del cambio y transformación.
Conviene salir al paso de uno de los tópicos que suelen
mantenerse con respecto a la pareja. Suele decirse que para
que la convivencia sea armoniosa ambos deben coincidir en
sus gustos, ideas y sentimientos.
La convivencia resulta más profundamente amistosa y
el amor más comprensivo, precisamente cuando se sabe
aceptar que el otro tenga su propio y peculiar modo de pensar,
sentir y ser, que no tiene que coincidir con el de su pareja,
necesariamente.
Si el otro me dice a todo amén y coincide en todo con

45
mis maneras de pensar y sentir, ¿cómo podré desarrollar mi
capacidad de comprensión del otro en cuanto otro? En esos
casos el otro se convierte en una resonancia de mis propios
gustos, pensamientos y deseos. Pero deja de ser él. Y eso
nunca puede ser positivo.
Existen personas que únicamente saben vivir mandando
o siendo mandadas. Y ni una ni otra posición es compatible
con una fluida, armoniosa y humana convivencia.
En el desarrollo de la persona, una cualidad elemental
para convivir humanamente reside precisamente en tener el
suficiente equilibrio para no ser una oveja dócil inconsciente
ni un dictadorcillo déspota y mandón.
En la convivencia amorosa de pareja cada uno debe
seguir siendo él mismo con todas sus particularidades y
respetar las individualidades del otro. Aceptará cada cual los
gustos, ideas, sentimientos y preferencias de su pareja con la
misma validez con que mantiene los suyos propios.
Todo esto que decimos teóricamente es muy evidente,
pero en la práctica resulta un tanto excepcional el creer que
los que no piensan como uno mismo tienen tanta verdad y
razón como nosotros.
No es el hecho de estár siempre juntos y pensar y sentir
lo mismo, lo que hace que la pareja perdure, sino la com­
prensión y aceptación que se tiene del otro con todas sus
particularidades y maneras de ser y pensar distintas de las de
uno mismo, pero aceptadas de buen grado con la convicción
de que son tan buenas y dignas como las nuestras.
El matrimonio en que uno es el dictador y otro el
vasallo sumiso y obediente no es precisamente ejemplo de
una buena pareja por más que haya algunas parejas que

46
prefieren vivir así por comodidad. Es posible que en esa
pareja haya paz. Pero es una paz poco humana.
En la convivencia y amor de pareja son los dos los que
deben desarrollarse y crecer. Y en el caso del vasallaje sumiso
ninguno crece ni se desarrolla debidamente.
Vemos, pues, que en principio la causa-raíz de la mayor
parte de los fracasos matrimoniales reside en la falta de
madurez en la personalidad de quienes forman la pareja.
En cada uno de nosotros existen apetencias físicas,
tendencias ideológicas, sentimentales, artísticas...
Cuando la persona no tiene una clara comprensión e
integración de todas estas facetas de la personalidad surgen
conflictos tanto a nivel personal como en relación con la
pareja.
No puede haber una estable madurez de la persona si
no hay un reconocimiento claro y aceptación efectiva de
cada uno de los varios niveles de la personalidad: físico,
mental, afectivo, estético, moral...
Los conflictos surgen cuando, al no haber integrado
todas las tendencias de todos los niveles, se da la colisión,
roce o enfrentamientos entre las tendencias y apetencias de
los distintos niveles.
En la personalidad madura hay un reconocimiento e
integración de todos los niveles de la persona y los conflictos
de desconcierto, duda y desequilibrio, son mucho más escasos
y menores.
Si por el contrario se unen dos personalidades inmaduras
en una pareja, los conflictos se multiplican por dos.

47
Ya dijimos que la personalidad inmadura es la que se
quedó estancada en la fase infantil del amor. Pues bien,
cuando uno de los dos aprende a superar el amor egocentrado
en que ha venido viviendo y empieza a tener como destinatario
al otro y no a sí mismo es seguro que las cosas cambiarán a
mejor, por momentos. El amor posesivo irá cambiando
paulatinamente en abierto y generoso.
Ya hemos dicho también en algún momento que en los
primeros años de infancia existe en el niño una necesidad
perentoria de mimo y cariño.
Durante toda nuestra vida sigue perviviendo en nosotros
ese niño que quedó grabado en nuestra mente subconsciente
con todas sus características y por supuesto quedó también
ese deseo de ser amados y mimados.
Esta apetencia normal en la edad infantil puede con­
vertirse en anormal y patológica en las personas mayores
inmaduras. Y únicamente puede evitarse en la medida en
que se va superando el amor egocentrado de la infancia.
La reciprocidad del amor en la pareja es normal y
necesaria siempre pero no ya como una exigencia enfermiza
sino como expresión del amor consciente, generoso y es­
pontáneo.
Muchos matrimonios de nuestro tiempo fracasan
porque se casaron sin haber madurado y siguen sin madurar
psicológicamente.
Los celos suelen ser una buena señal de ello. Es el amor
desconfiado, posesivo, exigente y egocentrado que tienen,
como en su infancia.
La tiranía de los niños con su madre la conservan

48
algunas personas mayores y la ejercen en el matrimonio con
su pareja y con sus hijos.
Esta, como todas las tiranías, en el fondo, son efecto de
inmadurez psicológica.
Tratando de encontrar la razón de tantas separaciones
o el estado de indiferencia a que llegan muchos matrimonios
parece que la causa principal hay que buscarla en la desilu­
sión que reciben uno del otro. A veces la desilusión es
recíproca. Toda desilusión proviene de una ilusión anterior.
Y toda ilusión implica la esperanza de conseguir algo que se
considera muy grato y que al fin o no se consigue o no resulta
tan grato como se pensaba.
En el fondo, el matrimonio basado en una ilusión es un
matrimonio no tanto de amor sino de conveniencia egoísta.
Este egoísmo es muy variado y de muy diverso nivel según
sea el objetivo de conveniencia que se hubiera propuesto.
Quien así se une a su pareja no lo hace por dar algo, por
entregarse y ayudar a su pareja a ser feliz sino porque espera
conseguir algo que no tenía antes de casarse.
Las personas que se unen con este sentido utilitario e
interesado están llamadas al fracaso.
A veces las cosas no van bien en un matrimonio. Pero
ellos ven que no pueden separarse por las consecuencias
desastrosas que la separación acarrearía. Y ahora, como
cuando se casaron, se imponen el criterio de conveniencia.
Se casaron por un sentido egoísta y por el mismo
motivo deciden ahora «sobrellevarse» con paciencia y sa­
crificio.
Cuando se casaron, uno de ellos o quizás ambos, te-

49
nían la esperanza y la ilusión de encontrar algo gratificante,
útil, agradable que luego no resultó como esperaban. Pero en
vista de las molestias y desventajas mayores que se originarían
con la separación, optan por mantener el compromiso oficial
aunque entre ambos sólo existe psicológica y humanamente
nada más que alejamiento e indiferencia.
Esa actitud utilitaria con que llegan al matrimonio
muchas parejas, puede llamarse amor aunque sea egocentrado
e interesado. Pero un amor de esta clase deja de existir
cuando esa conveniencia ya no existe. Es el destiño de todo
amor inferior.
Un mundo que se desenvuelve con esta clase de amores
egocentrados en que hasta lo más sagrado se usa para la
propia conveniencia e interés no puede disfrutar de mucha
paz y armonía.
Dicen que las células de la sociedad son las familias.
Luego, si en las familias es escaso el amor verdadero y
generoso no podemos tener muchas esperanzas de llegar a
tener un mundo amoroso y feliz.
Una familia con amor es mucho más que una familia
sin discusiones y peleas.
Recuerdo aquella historia del célebre Mullah Nasrrudin.
Alguien preguntó a Mullah: ¿Cómo van las cosas entre tú y
tu mujer? Y él le respondió: Entre nosotros no hay jamás
discusiones. Desde el primer día quedamos en que las cosas
importantes, en los problemas graves, trascendentales, seré
yo quien decida. En los restantes problemas es mi mujer.
Pero el amigo le preguntó: Pero ¿a qué cosas llamas sin
importancia o pequeños problemas ? Es muy claro, respondió
Mullah: dónde debemos vivir, a qué colegio deben ir los
hijos, qué se va a comer, qué hay que comprar para la casa y

50
los hijos, a dónde debemos ir de vacaciones, cuándo debemos
vender o comprar una casa... etc... todo eso es poco impor­
tante. Y ¿cuáles son los problemas importantes? le preguntó
el amigo. El gran problema es si Dios existe o no. Eso lo
decido yo, dijo Nasrrudin.
Una familia con amor es. aquélla en que las opiniones
son distintas entre sus miembros, pero hay una consciente
y voluntaria aceptación de la que en cada caso parezca la más
razonable.
El amor es mucho más que armonía y ausencia de
disensión. Es la unión del centro de cada uno con el de los
otros. Y el amor conyugal es esa unión del espíritu que se
complementa con la unión física de los cuerpos en una
expresión manifiesta del amor que brota desde dentro y del
cual nacen los hijos.
No son los hijos, como se dice frecuentemente, la
razón por la que deban mantenerse los esposos unidos, sino
el amor, el verdadero amor entre ellos.
Cuando nacen los hijos, nace también con ellos la
responsabilidad que tienen los padres hacia sus hijos hasta
que éstos sean capaces de manejarse y defenderse por sí
mismos. Pero nunca los hijos son o deben ser la causa o ra­
zón del amor entre los esposos. La razón del amor es el amor
mismo.

51
8 AMOR DE AMISTAD

¡Qué bello es un buen amor de amistad!


La palabra «amigo» se manosea demasiado frívola­
mente.
Siempre se puso como ejemplo de buen y gran amor el
de la madre a su hijo. Sin querer herir la sensibilidad de las
madres, reconozcamos que el amor de la madre por su hijo no
es sino la prolongación del amor a sí misma.
En el amor al amigo no hay obligación, no hay motivo
o razón especial. Simplemente: Te amo. No porque seas de
mi sangre. No porque te debo algo. No porque tengo obliga­
ción. Te amo porque quiero amarte como amigo.
Y en el amigo amado surge una respuesta espontánea,
no obligada: yo te amo no porque tú me amas sino porque te
siento amigo.
No hay razonamientos, ni explicaciones, ni motivos,
ni recovecos disimulados, ni exigencias, ni compromisos de
retribución de favores. Eres mi amigo y te amo. Sin más. No
te pido nada. No espero nada.

52
Fluye en la amistad el amor cordial y espontáneo como
el borbotón de agua pura y limpia del fresco manantial.
Con el amigo «no se tiene que hacer nada». Simple­
mente se hace lo que se siente.
«Es un deber de amistad» se dice a veces. Pero en la
amistad nq hay ningún deber. Si se siente como deber ya no
es amistad.
Es el amor generoso, sin obligaciones.
«No me tienes que dar porque te quiera
pues aunque lo que espero no esperara
lo mismo que te quiero te quisiera.»

Sería bello el mundo lleno de amigos. Sería bella la


Humanidad amistosa.
Son bellas las reuniones de verdaderos amigos.
Cuando en cada relación personal desaparezca el frío e
interesado mercantilismo comercial implícito aunque no
explícito («te doy si me das») o el recelo desconfiado («qué
estará buscando éste de mí») puede empezar a aparecer la
pacificadora amistad humana y con ella la cordialidad y la
paz.
Dar sin esperar retribución y menos aún exigir, es el
amor generoso de amistad.
¿Cuántos amigos tienes que te amen así?
Y tú, ¿de cuántas personas eres amigo de verdad?
¡Ah! ¿Tienes uno? ¡Enhorabuena! ¿Cuándo serán mu­
chos, infinitos?

53
Como de tantas otras palabras, también abusamos de
lapalabra amigo. Se suele llamar am igo a cualquier conocido.
Unicamente hay amigos donde existe el verdadero
amor generoso, desinteresado, de amistad mutua.
En la amistad no existen el recelo, la desconfianza, la
mala interpretación, la suspicacia, el cumplimiento por
obligación o para quedar bien...
Si se da algo de esto la amistad ya no es verdadera.

54
9 AMAR LA VEJEZ

Se cuenta que en cierta región, hace mucho tiempo,


existía la costumbre de colgar a los viejos, los ancianos, de un
árbol, de un cocotero. Los más jóvenes movían entonces el
árbol y los viejos que caían, si no morían por la caída o por los
golpes de los cocos que caían, eran eliminados por el pueblo.
Unicamente sobrevivían los pocos que aguantaban y
permanecían aferrados al árbol sin caerse.
Era una inhumana y cruel selección de los más fuertes.
Esta costumbre salvaje contrasta con ese otro sentido
antiguo de algunos pueblos como Japón y la India donde los
ancianos son extremadamente venerados y respetados.
En nuestra época no cuelgan a los ancianos de los
árboles pero todavía no existen el respeto y amor de corazón
que se merecen.
En nuestro tiempo hay unas maneras sofisticadas de
colgar a los ancianos de un árbol. Hoy se los deja abandona­
dos en las casas o en los hospitales o en ciertas residencias
donde apenas reciben las visitas de sus familiares.
Hoy se cuelga a los ancianos de los árboles con el
menosprecio, la indiferencia y el olvido.
55
Hoy cuelgan muchos hijos a sus propios padres en los
árboles cuando están ansiosos esperando que «los viejos»
mueran para que al morir les caiga como fruta madura la
herencia que están esperando. Es duro y triste. Pero ésa es la
realidad en muchos casos. En más de los que se confiesa y se
reconoce.
Amar la vejez. La ajena y también la propia.
Es frecuente oír a muchas personas decir que lo único
que temen es llegar a viejos. Tales personas están rechazando
la naturaleza tal como es. Quieren que La Vida, el orden de
la Naturaleza se acomode a sus caprichos, como han hecho
durante todos los años de su existencia.
Cada edad tiene su propio encanto.
Quien no acepta y ama su propia vejez presente o
futura difícilmente amará a los otros ancianos, porque no se
ama a sí mismo. Temer u odiar llegar a viejo es querer
inmovilizar la vida. Y paralizar la vida es muerte.
La vida tiene sus períodos y épocas y cada una tiene su
razón de ser y existir.
Sólo los racionalmente conscientes aman las cosas tal
como son. Aceptan la vejez tal como es, incluso con sus
achaques.
Amar. Amar a los ancianos no por compasión y lástima
sino por la misma razón por la que se ama la niñez o se ama
a los hijos o a un amigo.
Amar a los ancianos porque yo soy amor y todo cuanto
existe es efecto del amor. También la ancianidad.
Las arrugas y los achaques no son causa para excluirlos

56
del amor que no tiene barreras. Ni las molestias que puedan
ocasionar.
Las personas que temen su propia ancianidad, con
seguridad se pueden pensar que no aman de corazón a los
ancianos. Y quienes no aman a los ancianos, difícilmente
tendrán un amor generoso en sus vidas. Y sin amor generoso
la vida será árida y seca.

57
VERDADERO
WAMOR
DESDE EL FONDO

Comúnmente se cree que el amor es algo que se posee


y se da, algo que se tiene y se ofrece a otro. El amor no se tiene.
Se ES. No es algo, no es un objeto, sino que el amor lo
SOMOS. La esencia de nuestro ser es ser Uno, ser amor.
Frecuentemente suele identificarse el amor con ciertas
palabras amables y galantes, con la donación de ciertos
regalos, con la concesión de ciertos caprichos, con el consen­
timiento a ciertas veleidades... Y suele creerse que cuanto
más da una persona a otra, más la ama.
Convengamos que en la práctica, así se maneja la
mayor parte de las personas, aunque todos estemos con­
vencidos teóricamente de que no es eso el amor.
La mayor parte, cuando da algo espera recibir algo en
correspondencia.
Cuando alguien da algo sin pedir ni esperar absoluta­
mente nada se dice que ama con amor generoso.
Esto es correcto a nivel de la personalidad. Y hasta
podemos decir que a ese nivel es lo más perfecto.
Aunque no sea ése el verdadero amor a nivel del
espíritu, sería deseable que fuera más frecuente encontrar

58
esa clase de amor en que se entrega algo sin esperar absolu­
tamente nada.
Pero siempre que hay dualidad, es decir, siempre que
entendamos el amor como un sentimiento o actitud en que
hay uno que da algo y.otro que recibe, no podemos hablar de
verdadero amor del espíritu, amor del fondo del ser.
Como casi siempre nos manejamos con conceptos y
actitudes a nivel de la personalidad, los problemas amoro­
sos son tan frecuentes.
El verdadero amor del espíritu o del fondo del ser es un
sentimiento claro y profundo de Unidad con el otro y con
todos y con el que es Todo. Entonces no hay nada que dar
porque el otro es uno mismo. Todo lo que uno tiene y Es lo
tiene y Es también el otro.
Es cierto que también entonces hay cosas externas a
uno mismo que llamamos posesiones que pueden darse o no
darse. Pero todas esas cosas son tan ajenas a uno mismo que
a pesar de que para muchas personas esas cosas tienen tanta
importancia, no la tienen a la hora de evaluar el amor.
Los que viven única y exclusivamente a nivel de la
personalidad, todo esto lo verán quizás un tanto lejano. Pero
bastará con serenar un poco la mente para entender que ésa
es la única manera de explicar la inconsistencia y volubilidad
de los amores superficiales inferiores y el sentido del amor
verdadero profundo del espíritu.
Quizás algún lector pueda pensar que nadie ama con el
verdadero amor del espíritu. Pero no es así. Lo que ocurre es
que quienes sienten y viven así no suelen ser advertidos
fácilmente, porque suelen vivir en silencio. No ««hacen»
cosas llamativas o sensacionales por los demás. Viven y

59
aman en silencio aunque no sea éste un estilo de vida muy
entendible y aceptable por la gente común.
Cuando hablamos de amor verdadero del espíritu no
hablamos de un amor abstracto, utópico, lejano o angelical.
Hablamos de un amor humano, verdaderamente humano, de
personas que son conscientes de su auténtica realidad esen­
cial y la viven. Son las personas humanamente realizadas no
como tales o cuales profesionales sino como personas.
Es un amor muy concreto porque es un sentimiento
vivo, práctico, de unidad con cada cosa, que se relaciona con
nosotros, con cada persona, tanto con las que están cerca
como lejos, las que nos quieren como las que nos odian.
Amor verdadero es amar el amor.
Y el amor es la Unidad.
Amar la unidad es sentirse uno.
El gran maestro, el Cristo, como la más sublime súplica
dijo: "que sean ellos Uno, padre, como Tú y yo somos uno."
Dios es El Amorporque es el Ser Uno sin segundo. Y no
hay nada fuera de El. Todo cuanto existe, todo lo visible no
es sino una manifestación del Ser invisible. Ningún ser
visible tiene substantividad sin El. Ningún ser visible puede
existir ni un momento sin la base del ser invisible que lo está
sustentando y manteniendo en el ser, en la existencia.
Sentirse Uno con El y con todas sus manifestaciones es
el amor verdadero. Y cada cosa, cada ser visible es su
manifestación. Por lo que nadie puede sentirse Uno con Dios
si no se siente también Uno con todos los seres visibles
humanos, vivientes y no vivientes, si es que puede hablarse
de seres no vivientes.

60
Todo acto de amor inferior o de personalidad es como
un destello o una irradiación de este amor verdadero.
Toda acción humana, más aún, todo cuanto se hace y
ocurre en el Universo es fruto del amor.
Seamos conscientes de ello o no, todo cuanto se hace,
todo cuanto existe en el Universo tiene su origen en la fuente
de la energía infinita del amor. Todo cuanto existe, existe por
amor.
Los innumerables grados que existen en el amor de
personalidad dependen del mayor o menor grado de concien­
cia generosa que se tiene al amar.
El amor ruin e interesado de la persona egoísta es
raquítico y pequeño porque el campo déla conciencia del que
ama se reduce a sus propias conveniencias sensuales. A
medida que la conciencia se va ampliando, va acogiendo en
su ámbito también a los otros y el radio de su amor se amplía.
Y así paulatinamente se va mejorando la calidad del
amor y se asciende en grado de amor.
Cuando la persona trasciende su personalidad y ama
desde el fondo de su ser y no desde las manifestaciones de su
personalidad ya no existen grados ni clases de amor. Sim­
plemente la persona siente que ella es amor. Eso basta.
El único camino para llegar a amar con amor perfecto,
con amor del espíritu consiste en VER, comprender y SENTIR
que somos Uno. Sentir que tú eres el otro y que el otro eres
tú.
Físicamente diríamos que algo existe como «tal objeto
o tal cosa» cuando los componentes de ese objeto o cosa
están unificados y tienden a mantener esa unión. Esa ten-

61
dencia de cada molécula o átomo o partícula subatómica a
adherirse a las demás sería lo que podríamos llamar el amor
que tienen las cosas por sí mismas, por su unidad.
Desamor, por el contrario, es la tendencia o sentimien­
to de división y alejamiento.
Cuando el ser humano es consciente de que él es Uno
con El Uno y con la manifestación del UNO que es el
Universo entero, entonces ama verdaderamente, se siente
amor, se siente Uno.
Por eso Dios es El Amor, porque El es la conciencia
pura de unidad con todo y en todo.
En la medida que nos sentimos individualidades se­
paradas ya no tenemos el sentido de unidad, aunque dentro
de nuestra individualidad separada tengamos sentimientos
de acercamiento a otros. Este sentimiento de acercamiento
a otras personas es el que solemos tener cuando amamos con
el amor inferior de personalidad.
En este amor de personalidad el que ama se siente, ante
todo, como una personalidad separada de la persona amada.
Y aquí empieza el juego del amor y sus vicisitudes de alta y
baja, de amor y desamor. Aquí entra también el juego de las
demostraciones que hay que dar para expresar a la persona
amada que se la ama. Cuando se le da una pequeña cosa se
cree que se la ama poco. Si se le da algo más valioso se creerá
que se la quiere más.
Sí, es verdad, que a veces no hay que dar nada y el otro
sabe que se lo ama. Es cierto que hay casos en que la persona
amada se siente bien amada aunque no reciba nada de
momento. Pero aún en estos casos en que el amor de
personalidad es más fino y de un mayor grado, sigue ha-

62
hiendo dualidad, uno que ama y otro que es amado. Hemos
dicho y hay que repetirlo de nuevo que dentro del amor de
personalidad existen grados ««casi» perfectos de amor. Digo
«casi» porque la perfección en el amor es ser y sentirse el
amor mismo.
En el amor verdadero del espíritu no hay «yo» ni «tú».
Sólo unidad, amor. Sin diferencia entre «tú» y «yo». Cuando
estamos pendientes de las diferencias del yo o del tú, esta­
mos en el amor de personalidad. Eso es precisamente la
personalidad: ese conjunto de manifestaciones individuales
físicas, afectivas, mentales y modos de ser particulares.
Porque el Ser es único y sus manifestaciones, en cambio, son
múltiples e infinitas.
Yo no soy las formas externas con las que me mani­
fiesto. Yo soy lo invisible, no lo visible de mí. Yo no soy una
manifestación del Ser o Dios. Yo soy El. Y las manifestaciones
específicas y distintas en mí como las de los otros no son yo
ni los otros son tampoco sus manifestaciones.
Las diferencias y la separatividad es propia de los
cuerpos y las personalidades. Pero no es el cuerpo ni la
personalidad quien ama sino el «yo». Es cierto que el «yo»
manifiesta y expresa el amor a través de la personalidad. Pero
no es el cuerpo o la personalidad quien ama sino el sujeto, el
««yo» que se expresa y manifiesta a través de la personalidad.
Hablar o proponer este amor verdadero del espíritu no
es proponer algo inviable, imposible, utópico. No.
Queramos o no, nos demos cuenta o no, somos amor y
no dejamos de serlo nunca. Nuestra identidad profunda es
amor.
Incluso las personas llenas de egoísmo, ambición,
crueldad, venganza, odio... son amor.
63
Y si es así ¿por qué sus obras distan tanto de ser
expresión de amor? La razón hay que encontrarla en el bajo
nivel de conciencia en que se están desenvolviendo tales
personas. Debido a ese estrecho y bajo nivel de conciencia,
la persona únicamente ve su bien pequeño y reducido a su
propia utilidad. Diríamos que ven y consideran el mundo en
función del interés de su sensitivo y vanidoso «ego».
Pero aún entonces, en esos actos que socialmente son
rechazables y negativos, todo se hace con intención de bien,
por más que sea un bien pequeño y egoísta. Hasta cuando se
obra egoísta y cruelmente se hace impulsado por la energía
del Amor, reducido a su visión miope y egocentrada, a costa
del «mal» de otros.
El amor de personalidad, tanto en su nivel físico-vital
como en el emocional-afectivo y el mental es siempre
egocentrado, centrípeto.
El amor, en cambio, de espíritu es irradiante, unitivo,
luminoso, libre y liberador.
El amor de la personalidad es absorbente, posesivo,
interesado en mayor o menor grado y de alguna forma
dependiente.
El amor genuino, el amor auténticamente verdadero es
un sentimiento o una fuerza por la que el centro subjetivo de
una persona se conecta y se siente Uno con el centro de otra
u otras personas. O dicho de otra manera, es una conciencia
subjetiva de unidad con la persona amada.
El amor de personalidad se basa en la atracción hacia
algo que gusta o resulta útil y conveniente. En sí misma es
una correcta tendencia instintiva orgánica para su propia
subsistencia. Pero eso no es el amor superior propio de

64
personas conscientes de sí mismas al que estamos llamados
todos sin excepción. El amor instintivo de utilidad es común
a todo ser vivo, incluidos los vegetales.
El amor verdadero de espíritu es exclusivo de los seres
reflexivamente conscientes de sí mismos. Y por lo que
conocemos hasta ahora, ello es exclusivo de los seres
humanos. O por lo menos, sabemos que nosotros estamos
llamados a ese amor, con toda seguridad.
El amor verdadero del espíritu surge del centro de la
persona y termina en el mismo centro porque allí siente a la
persona amada. Se expresa a través de su personalidad y la de
la persona amada. Pero su origen y término es siempre el
centro de sí mismo.
En el centro de nosotros mismos percibimos el centro
de la otra persona. En nuestra actual existencia, normalmen­
te, pero no necesariamente, usamos los mecanismos de
nuestra personalidad para expresar nuestro amor. Amor que
al salir del centro de nuestro ser llega también al centro de la
persona amada.
Cuando el amor es un estado habitual de la persona o
dicho de otra manera, cuando uno está instalado en el amor,
todo se simplifica: en el centro de uno mismo se siente a los
demás y al que es el origen, base, fundamento y fin de todos
y de todo.
Para el amor verdadero la diversidad de las personas y
las diferencias de las formas no constituyen obstáculo algu­
no para amar, por muy ajenas y hasta opuestas que sean a las
nuestras. Esa es la base de una auténtica comprensión en la
relación humana.
El amor inferior o vulgar se fundamenta en las aparien­
cias de las personas.
65
El amor profundo trasciende todas las exterioridades
dé las formas y engendra un sentimiento de unidad, desde el
fondo de sí mismo hasta el fondo de la persona amada,
dejando de considerarse dos y sintiéndose Uno.
Cuando existe amor profundo en una persona, la forma
diversa de pensar, sentir y ser de las otras personas no sólo se
aceptan de buen grado sino que jamás son motivo para el
distanciamiento o alejamiento de tales personas.
Nadie duda que el amor ocupa el centro de la vida en
todos los seres humanos. Sea el amor superior o el inferior es
siempre lo más importante hasta para aquellas personas
duras y metalizadas que tienen el corazón frío como el hielo.
Para ellos también el «amor» al dinero es lo más importante.
Todos, mejor o peor, en mayor o menor grado, amamos
y deseamos ser amados. No hay un solo ser humano que no
viva con amor, por amor y para el amor.
El amor debería llenamos de gozo y cordialidad siempre.
¿Por qué no ocurre así?
Ante todo porque el amor que predomina en el corazón
de la mayoría de las personas es un amor a nivel inferior y
egocentrado. Y esta clase de amor acarrea más desilusión y
vacío que alegría y paz. Esta actitud inferior y egocentrada
puede corregirse y mejorarse. Puede lograrse mediante el
reconocimiento sincero de nuestro error. Entonces veríamos
que antes y más que una individualidad personal, somos una
identidad profunda con todos y con El Todo.
Al considerarnos una individualidad distinta y en­
frentada con todas las demás que nos rodean, únicamente
vemos enemigos y rivales en todo nuestro entorno. Nos
sentimos débiles y necesitamos defendernos.
66
Por el contrario, cuando amamos con un amor profun­
do superior no sólo no tenemos miedo a nadie, pues los
sentimos Uno con nosotros sino que nos sentimos fuertes
con la fortaleza máxima. Tampoco pretendemos conseguir
nada porque ya lo somos todo.
Quien ama con amor inferior está siempre bordeando
el infierno del temor. Siempre temiendo perder lo que tiene
y que quiere poseer exclusivamente para sí.
¿Por qué no nos abrimos más al amor generoso hacia
los demás en lugar de quedarnos encerrados en nuestro ruin
egoísmo?
Porque tenemos miedo a perder una imagen que te­
nemos y queremos que los demás tengan sobre nosotros.
Durante mucho tiempo hemos ido construyendo una
imagen de nosotros que nos cuesta abandonar. Pensamos
erróneamente que al entregarnos abiertamente, generosa­
mente, los otros pueden desilusionarse de nosotros. Y pre­
ferimos seguir encerrados en nuestro cascarón, mantenien­
do con cuidado a costa de triquiñuelas la imagen que queremos
mantener ante los demás.
No resulta difícil ni enigmático encontrar la razón por
la que no logramos hacer que nuestra existencia sea más
dichosa, más plena y más feliz.
No llegamos a vivir dichosos porque amamos poco y
mal.
Amamos poco porque son pocos los instantes en que
estamos presentes a nosotros mismos. Generalmente suele
decirse que hay que estar pendientes de los demás. Pues, no.
Si yo no estoy presente a mí mismo, si m i atención está

67
puesta en cada momento en las cosas que quiero conseguir,
en lo que hago, en lo que voy a hacer mañana, nunca lograré
darme cuenta de que el que busca, piensa, anhela, trabaja, ése
que es el sujeto y testigo de todos los anhelos y deseos no
necesita absolutamente nada, porque ya lo tiene todo, ya es
más de lo que pretende ser o parecer.
Es evidente que si uno está centrado en la esencia de sí
mismo, en el centro donde uno se siente unidad con los otros,
sin intentarlo expresamente, el bien de los demás es el bien
de uno mismo. Y con los caprichos y banalidades ocurrirá lo
mismo.
La política mundana aconseja estar pendiente de los
caprichos de los demás para ganarlos para tu propia causa.
Así los que quieren ganarse a una persona para algún fin se
preocupan de saber cuáles son los regalos que le van a
impactar más. Es claro que el regalo se hace a la persona para
que ésta a su vez sea condescendiente o agradecida con quien
le hizo el regalo.
Alguien me dijo en cierta ocasión que él estaba pen­
diente de los gustos de sus amistades no para que se lo
agradecieran sino porque simplemente quería complacerlas,
sin pretender recompensa alguna.
Esta actitud no es frecuente pero se da espontánea y
naturalmente cuando se ama de verdad. En realidad no se
está pendiente de los gustos y caprichos de la persona amada
sino que surge en cualquier momento, como fruto del amor
verdadero. Y aún en estos casos los gustos ocupan un lugar
secundario y nunca preferencial.
La actitud con la persona amada de dar y recibir
espontánea y recíprocamente lo que cada uno ya es por
naturaleza, sería y es el camino más simple y sencillo para
una convivencia armoniosa y feliz.
68
El amor es ante todo una donación de sí para fundirse
con la persona amada. Se entrega y se da más, quien se siente
más UNO con la persona a quien está amando y con el
Universo todo.
Se pueden dar cosas, dinero, obsequios, gustos, capri­
chos, tiempo, actos de servicio... Pero todo puede llegar a ser
y lo es efectivamente en muchos casos, una moneda para
comprar el amor o el aprecio de la otra persona. En realidad
no existe voluntad de donación de algo sino de conseguir
algo.
Cuando por el contrario se ama de verdad, práctica­
mente no se tiene que dar nada porque uno entero se entrega
con todo lo que uno tiene y es. Más que entregar es un
sentirse Uno con la persona amada.
En el verdadero amor no existen «mis» cosas o «tus»
cosas.
Ni siquiera existe «yo» ni «tú».
Cuando yo te amo, me siento a mí en ti y a ti te siento
en mí.
Cuando yo te amo aunque tú no me ames yo sigo
sintiéndote en mí y yo en ti. No me importa que tú no te
sientas en mí y no me sientas en ti. Yo te seguiré sintiéndo­
me en ti y seguiré sintiéndote en mí.
Si no hay cansancio en este amor simple y verdadero,
el amor simple se convierte en doble, porque tú llegarás a
amarme.
No te amo para que me ames pero sí te amo para que
ames, para que seas expresión de amor, porque eso es lo
mejor que puedes hacer en tu vida.

69
Yo deseo que me ames pero no por mi bien o mi agrado
sino por ti mismo. Yo sé que tú eres amor y deseo que
ejercites y desarrolles lo que eres porque en ello va tu
felicidad. Y quiero que seas feliz de la mejor y única manera
que puedes serlo.
Quien ama para ser amado, fácilmente cae en la im­
paciencia y el desmayo. Al no ser prontamente correspondi­
do en su amor, deja de amar. Cuando pierde la esperanza de
conseguir lo que deseaba ,deja de amar. En realidad no es que
deje de amar, porque nunca amó. Más bien, deja de usar las
artimañas para comprar el amor de la otra persona.
Muchos, muchos estados psicológicos negativos de
depresión, abatimiento, soledad, tristeza, melancolía, vacío,
falta de ánimo para vivir... tienen una fácil solución: amar,
amar generosamente, desinteresadamente, amar porque
sientes que eres amor y únicamente te sentirás lleno y feliz
cuando ames sin límites ni condiciones.
Es cierto que para amar así; es necesario estar con­
vencido de que el amor es nuestra naturaleza, que lo esencial
de nosotros es: ser amor.
No es difícil entender lo que estamos diciendo. Es
universalmente conocido que todos los seres humanos de­
seamos ser amados sin excepción alguna. Pero ocurre que ese
amor que deseamos recibir, lo deseamos porque ya está en
nosotros, pero está sin desarrollarse. Por eso deseamos que
nos amen. Es algo así como querer llenar el vacío que
sentimos en nuestro interior por no amar, con el amor que
deseamos recibir de otros.
Conviene entender muy claramente esto que estamos
diciendo porque es el fundamento y razón por la que debe­
mos amar, al mismo tiempo que nos aclara por qué vivimos

70
permanentemente ansiosos de amor. No sentiríamos esa
ansia y deseo de ser amados si no existiera en nosotros esa
demanda interna del Amor que somos como realidad que
desea expresarse y ejercitarse. El amor que se recibe sería al
mismo tiempo el estímulo para activar la capacidad amorosa
que somos en el fondo.
De niños nos sentíamos completamente llenos y sa­
tisfechos con el amor que nos daban. Pero cuando la concien­
cia se despierta o como vulgarmente se dice, se llega al uso
de razón, la persona se va dando cuenta de que no puede
seguir únicamente recibiendo sino que tiene que desarrollar
lo que ella siente capacidad de ser y hacer. Entonces algunos
comienzan a ejercitarse y desarrollarse. Cada uno en diverso
grado y diversa forma. Pero ahí comienza el desarrollo de la
persona. Otros en cambio quedan adheridos e inmoviliza­
dos en su estadio infantil y creen que toda la vida debe ser de
la misma manera: chupar y recibir. Siguen ávidos y anhelan­
tes de cariño. Es la personalidad infantil de muchos adultos.
Para éstos es apremiante aprender a dar y ser generosos en el
amor.
Todo ser humano sin excepción tiene esa potenciali­
dad de amar. Y toda potencialidad puede quedar nula y
estéril si no se actualiza, o lo que es lo mismo, si no se
ejercita, si no pasa a ser acto y no sólo potencia. La capacidad
de ver que tiene una persona que está con los ojos
cerrados , solamente pasará de potencia a acto abriendo los
ojos y mirando. Puede pasarse toda la vida con los ojos
cerrados, sin mirar. Sigue siendo potencia de ver pero no
llega a ver nunca porque no ejercitó, porque no puso en
ejercicio esa capacidad que tenía. Tenía capacidad de ver.
Nunca vio. Nunca ejercitó su capacidad.

71
Lo mismo ocurre con el amor, pero con unas conse­
cuencias muchísimo más graves.
No es esencial en la vida ver o que me vean. Pero no
puedo vivir sin amar y sin ser amado.
Corrientemente se habla del amor como de algo que se
da o se quita.
El amor no es «algo», no es algo que se tiene o no se
tiene, algo que se da o se quita.
El amor ES nuestra esencia real.
El amor no es algo accidental que podamos tener o no
tener.
Existimos en cuanto somos amor.
El amor es una substantividad. El amor es un subs­
tantivo y no un adjetivo. Como palabra, a veces se ha
entendido erróneamente como substantivo abstracto. Pero
es una realidad concreta. Cuando el amor es en nosotros una
pura potencialidad que no se manifiesta en actos concretos,
puede de algún modo interpretarse o entenderse como
substantivo abstracto, en cuanto que no está manifestado en
acto. Pero el amor en sí es una substantividad concreta
porque es energía. También la energía, si no es concretada en
algo puede de alguna manera entenderse como abstracta. Y
en cambio, la energía es la substantividad más básica y
fundamental de cuanto existe.
Es también evidente que la energía, cuanto más sutil e
invisible, es más potentemente activa y eficaz. De ahí que
la energía primera, original, causa de cuanto existe, a la que
solemos llamar Dios es la más sutil y etérea o fina, pero la
más básicamente real y substancial. Y esa energía es EL
AMOR.
72
No somos un cuerpo físico con una mente y una
afectividad, como suele decirse vulgarmente.
Nuestro cuerpo es limitado, contingente y constante­
mente mudable, sin una entidad estable.
Nuestra mente no tiene substantividad por sí misma,
porque no es sino los contenidos de conciencia, las distintas
percepciones que han llegado a la consciencia.
La afectividad, por su parte, no es sino la dinámica de
la conciencia y el sentimiento de unidad que se expresa en
forma de deseos de acercamiento y reunión.
Nuestro yo, nuestra esencia, en cambio, es una entidad
real, Amor.
Cuando se ama de verdad no hay dualidad. Desapare­
cen el yo y el tú. Solo hay amor, unidad. Yo soy en el otro y
el otro es en mí. La separatividad es de los cuerpos y las
personalidades que «no aman» de verdad sino que «desean».
No amamos por lo que no somos sino por lo que somos,
por el amor que somos.
Somos conciencia. Y cuando esa conciencia actúa y
vive como lo que es, vive y siente la unidad de su ser con
todas las conciencias y con La Conciencia pura. Es el amor
verdadero, el sentimiento de unidad.
No podemos entender lo que es el amor mirando hacia
fuera, hacia lo que nos dan los sentidos, hacia lo que nos
dicen las palabras e ideas que nos llegan de fuera, sino
mirando lo que nos dice la visión interior.

73
INTENSIDAD Y
PROFUNDIDAD DEL AMOR

Cualquiera de vosotros que leéis este libro os habréis


encontrado con parejas semejantes a la que yo conocí.
Era una pareja de mediana edad, dentro de la juventud.
Se amaban, según ellos se encargaban de decir (¿?)
intensísimamente. No había amor mayor en el mundo que
el de ellos. Para ellos, los demás no sabían lo que era amarse.
Él estaba embobado con la carita linda de su novia. Para
ella, él era un Adonis.
Ambos se quedaban extasiados mirándose como dos
reflejos narcisistas.
Todo eran carantoñas, arrumacos, embelecos.
Cada uno veía la perfección en el otro no sólo física
sino también en la conducta y modo de ser.
A pesar de rondar los veinticinco años parecían dos
adolescentes pipiólos inexpertos.
Llegó el momento del matrimonio. Todo ocurrió como
podía esperarse. Mucha ilusión, mucha confianza en su
amor «eterno».

74
Como siempre, las primeras semanas todo fue sobre
ruedas. Todo resultaba un paraíso.
Pero después del verano caluroso llega el otoño. Y
luego el invierno.
La vida humana es como la naturaleza misma. Hay
estaciones, no sólo las que agradan, sino también las otras.
Pasaron unos meses y el fuego intensísimo de aquel
amor «eterno e infinito» iba perdiendo su fuerza. Poco a poco
iban apareciendo las debilidades de uno y otro. Las que antes
se veían como cualidades excepcionales, ahora empezaban a
parecer vicios o defectos intolerables.
La convivencia diaria sacó a la luz .que aquel amor
intensísimo mutuo era más bien un apasionamiento sensual
egocéntrico con el que cada uno se buscaba a sí mismo más
que la felicidad del otro.
Podía haber sido aquél uno de tantos matrimonios que
se sobrellevan. Pero ni siquiera quedó en eso. Con la intensidad
con que ellos mismos decían que se amaban antes, parecía
que se odiaban ahora.
Cuando eran novios no hubieran admitido que podía
haber un amor tan grande como el de ellos. Y ciertamente su
amor era grande en intensidad, pero nulo en profundidad.

La intensidad del amor es efecto y expresión de la


cantidad de energía con que una persona desea la unión con
la otra.
La profundidad se refiere al origen de donde brota esa
tendencia a la unión.
75
Puede existir gran intensidad amorosa sin profundidad.
El amor es entonces superficial, físico, epidérmico, sensiti­
vo.
La profundidad amorosa se refiere al amor que no se
origina en la belleza física, en las formas, en el atractivo
sensitivo sino en el sentimiento que brota misteriosamente
dentro del corazón y del alma sin saber definir y determinar
por qué se ama. Y es que se ama porque uno se siente amor
y quiere expresar lo que es.
La intensidad del amor busca siempre ser satisfecha en
su propio mecanismo: el cuerpo.
La profundidad del amor no siempre necesita expresarse
físicamente. Y cuando se expresa, el cuerpo es siempre un
medio. Nunca el origen y el fin. Se origina en lo más profundo
del ser y allí mismo termina, como sello de su autenticidad.

La intensidad amorosa tiene como meta el placer


físico.
La profundidad del amor es puro gozo profundo, que
está más allá de toda sensación física.
La persona que ama con profundidad puede también
sentir el placer físico. Pero sabe que éste es siempre epidér­
mico, fugaz, contingente.
El que ama en profundidad experimenta un gozo tal,
que no necesita encender una vela ante el sol. No necesita el
placer físico ante el gozo profundo, íntimo.
Cuando alguien necesita y busca la luz de una vela o un
candil es señal que la luz del sol está ausente.
76
La duración del amor de una pareja no depende de la
intensidad sino de la profundidad.
La emoción con todas sus manifestaciones suele ser
signo de intensidad. Por eso todas las emociones intensas
tienen su ■ manifestación orgánica. Pero de poca o nula
profundidad. Por eso también las emociones son tan varia­
bles y engañosas.
El amor profundo tiene su propia vida y gozo en el
corazón. Los que aman así, de verdad, conocen y saben de esa
experiencia de dicha gozosa, felicidad profunda y permanente,
de la bienaventuranza de sentir lo que se es en lo más íntimo
del ser: Amor.
Generalmente, quienes aman con intensidad, buscan
ansiosamente el amor periférico y sensible, como el sediento
el agua fresca. Busca el agua cuando siente sed, porque
necesita satisfacer una necesidad.
El que ama en profundidad, en cambio, ama siempre.
Porque para él vivir es amar y amar es vivir.
El que ama desde lo profundo sabe que todo en su
existencia es fruto y expresión de amor.
El que ama con intensidad periférica necesita de pala­
bras y gestos para expresar el amor al otro y recibir el amor
del otro.
Sí. Es cierto que no somos ángeles y, como muchos
dicen, se necesita de la expresión física del amor para
manifestarlo.
Pero los que aman en profundidad mutuamente, no
necesitan muchas palabras, gestos y otras expresiones espe­
ciales para sentir su mutuo amor, porque toda su existencia
77
es un acto permanente de amor y así lo sienten y perciben.
El problema surge cuando el amor de uno de los dos es
más intenso y pasional que profundo. No percibe entonces el
amor profundo de su pareja porque él o ella sólo entiende de
manifestaciones externas de la intensidad amorosa. Y en
este caso, o la parte que ama intensamente se contagia del
amor profundo de su pareja o los conflictos acabarán con la
relación de pareja, aunque nunca acabará el amor del que
ama en profundidad.
Cuando se ama con gran intensidad se dice/jue se ama
apasionadamente. Y es que la pasión es propia de la
instintividad y por tanto es ciega. A veces también el
psiquismo participa en la pasión. Pero nunca la pasión
procede de la profundidad del ser. Porque el Ser es inteligencia
luminosa, amor y armonía. La pasión en cambio es ciega y
enceguece a quien domina.
Amar apasionadamente es amar ciegamente. Y hay
quienes se glorían de su amor apasionado.
La intensidad de amor pasional suele aparecer ante los
ojos de la mayoría como un gran amor. Pero la inestabilidad
de esos amores suele quedar muy patente en las primeras
dificultades que surgen entre las parejas, cuando son con­
trariados los apetitos sensibles en los que se basa esa clase de
amor.
Los amores intensos en pasión que no tengan profun­
didad son tan volátiles como el humo.
El amor profundo, en cambio, que brota del centro del
ser es eterno como él.

78
12 SILENCIO Y AMOR

La escena puede resultar familiar para casi todos.


Un atardecer.
Enfrente, el mar infinito, espejo quieto del cielo azul.
Una pareja sentada frente a él. Sólo presencia de silen­
cio y unidad. No hay emoción neurótica. No hay pasión. No
hay compulsión.
Está reinando entre ellos el sentimiento vivo de recí­
proca identidad del corazón y del espíritu.
¿Nació el amor del silencio o brotó el silencio del
amor?
Poco importa. Lo único que importa es que amor y
silencio son compañeros inseparables de un sentimiento de
unidad, paz y serenidad y por el contrario la pasión, el
parloteo, las interjeciones y los gritos neuróticos y
compulsivos van emparejados con el desequilibrio, la
desarmonía y la histeria.
Es prácticamente imposible que exista amor verdadero,
duradero y profundo donde no hay un gran espacio para el
silencio interior.
79
El mundo moderno tiende a aturdirse con ruidos,
músicas estridentes, conversaciones, alborotos, saltos, his­
terias...
Se dirá que todo eso es propio de la juventud. Pero eso
no es cierto. Eso quizás es propio de una juventud neurótica.
Pero hay otra juventud. La que ama la música y el baile,
el juego y la aventura y hasta el riesgo. Pero sin neurosis ni
histerias extravagantes.
No se puede ni debe pretender que la juventud tenga la
cordura, sosiego, serenidad y prudencia de la edad madura.
Pero eso tampoco puede justificar la locura irritante de
ruidos, modas y costumbres.
Una persona me decía que en cuanto despierta, nece­
sita el ruido de la radio. Se acostaba con la TV prendida. Y
cuando llegaba a casa de la calle tenía que poner la radio, para
no caer en un estado depresivo.
No resulta difícil adivinar que aquella persona sufría
de neurosis y miedos constantes. Vivía llena de temores,
siempre con la espada de Damocles real o imaginaria sobre
su cabeza.
El círculo vicioso se repetía sin cesar: Ruidos -
aturdimiento - neurosis - ruidos y conversaciones - temores
- neurosis - ruidos...
Tales personas suelen decir que desean la paz. Pero no
ponen los medios para lograrla.
Quien vive por lo que recibe de fuera, tiene su vida
hipotecada.
Unicamente tiene un pensar, sentir y vivir auténti-
80
camente propios quien vive cada instante en el silencio
amoroso del centro de sí mismo.
Quien siente, piensa y ama a merced de los estímulos
de fuera no es de fiar. En cualquier momento los estímulos
cambiarán y con ellos también las promesas de aquel «amor
eterno» (¿?).
La triste historia de muchos matrimonios es ésta.
Basta con echar una mirada a nuestro derredor. Los que
supuestamente se quisieron tanto, se separan, se divorcian o
viven un amorfo y aburrido soportarse, Dios sabe por qué
diversas razones y motivos.
Cuando el amor se instaló en la profundidad del silencio
del corazón y del alma, permanece siempre íntegro/ a pesar
de las nubes y tormentas que aparezcan en el horizonte de la
vida.
Quien desea un amor con garantías de verdad y per­
manencia, tendrá que darle un espacio y un tiempo al
silencio interior del corazón y la mente.
Cuando haya silencio en el corazón y la mente, cuando
se aquieten los deseos y se acalle la chicharrería y
parlanchinería de la mente, con toda seguridad aparecerá lo
único que eres en el interior de ti mismo: el Amor. Te
sentirás uno con la Vida y uno con todo lo viviente. Y amarás.
Quien pretende amar sin sentirse él mismo amor en el
fondo de sí mismo, es muy difícil, si no imposible, que ame
con profundidad.
Quien, por el contrario, sienta el amor que es en el
fondo, no necesitará proponerse amar ni que le impongan la
obligación o necesidad de hacerlo.

81
13 ¿QUE HAY EN MI?

Mi nombre es Darío. Pero yo no soy Darío. Darío es


únicamente un nombre y yo no soy un nombre. Esa palabra
significa algo que me diferencia de todos los demás. Cuanto
más creo ser Darío o lo que esa palabra significa, más lejos
estoy de conocer lo que soy en realidad de verdad.
Todo lo que veo y hay en mí pero que está supeditado
y sujeto al tiempo, espacio, movimiento y cambio, no soy yo.
Lo que yo soy está libre de toda eventualidad accidental
aunque se revista y se manifieste con accidentes cambian­
tes.
Esa personalidad que creo ser tiene caras y formas
infinitas y variables. Mis modos de ser cambian según las
situaciones de cada momento.
Saber convivir con cada una de ellas sin identificarme
con ninguna y trascenderlas a todas como el rosal trasciende
todas las innumerables rosas con que se adorna día tras día
y año tras año es una buena señal de sabiduría.
Saber que no soy la rosa lozana ni la marchita ni
siquiera el rosal sino la vida que lo vivifica es un grado mayor
de sabiduría.
82
Vivo aquí y ahora. Con adornos llamativos y
elegantes o con harapos. Con flores lozanas o marchitas.
Pero no soy ni lo uno ni lo otro.
Todo mi entorno con sus circunstancias no me perte­
necen. Pero son las circunstancias que misteriosamente
elegí o la Vida eligió para mí. Tengo lo que quise tener o lo
que debo tener. ¿Por qué he de pasarme la vida añorando
otras circunstancias distintas? Las que tengo son las mejores
porque ésas son las mías.
Tengo que andar mi camino aquí. No allí.
Tengo que vivir y convivir con esto. No con lo otro o
aquello.
He de ser consciente de que vivo ahora. No ayer ni
mañana.
Cuando más se aferra mi mente al pasado con la
memoria o al futuro con los deseos, más me alejo de mí
mismo y de mi camino hacia las estrellas.
Yo sé que Eso que soy, Eso que no es mi cuerpo ni mi
personalidad, Eso que suelen llamar alma, espíritu, ser
interno o cualquier otro nombre con que se lo designe,
porque las palabras poco importan pues son solamente
signos o símbolos de una realidad, eso que soy como iden­
tidad, es la Energía, la única Energía que existe, pero una
energía consciente de sí misma, una energía luminosa,
cálida, amorosa, que se sienteUna con el Todo-Uno-Universo.
Yo sé que soy eso y no puedo ser otra cosa. Y sé que tú
también lo eres. Y el dirigente político y el obrero humilde
y el rico orgulloso y prepotente y el niño ignorante y pordiosero
y el que se dice fervoroso creyente igual que el incrédulo.

83
Nuestra naturaleza más íntima es Amor, una
Consciencia amorosa.
Las diferencias entre unas y otras personas son todas
accidentales. Las formas de la cara, color de la piel, esqueletos
más o menos delgados recubiertos con más o menos músculos,
tendencias genéticas por unas u otras cosas, una educación
con más o menos conocimientos, más o menos refinamiento...
todo es accidental.
La diferencia que podría considerarse como la más
sustancial sería la mayor o menor bondad moral. Pero
también es accidental. La mayor o menor bondad de las
personas está en relación directa con el mayor o menor
desarrollo de su conciencia.
En la medida en que se va tomando conciencia de lo
que uno mismo es en el fondo, la bondad se va manifestando
en los acontecimientos y situaciones de cada día, más y más.
El comportamiento de cada persona se corresponde
con el desarrollo de la conciencia. Y el desarrollo de la
conciencia no sigue necesariamente los mismos pasos que el
desarrollo cultural. No siempre los más cultos tienen un
mayor desarrollo de conciencia. Por eso mismo, la bondad
moral no camina pareja con el desarrollo cultural.
El desarrollo y amplitud de la conciencia es fruto de
una disponibilidad dócil y abierta a las voces del interior
como a la enseñanza de La Vida en cada momento, en cada
situación, en cada cosa.
Es necesario comprender que la realidad como energía
consciente y amorosa que somos cada uno de nosotros, es la
misma en todos los humanos. Pero en cada uno está desa­
rrollada, manifestada y expresada en distinto grado.
84
Este grado de manifestación es correlativo al grado o
nivel de conciencia que se tiene.
No son muchas las cosas que hay que hacer para lograr
ese nivel de conciencia. Pero sí es indispensable hacer eso
poco que hay que hacer: estar atento al sujeto testigo de
cuanto ocurre en tomo a uno y en uno mismo.
Si se quiere simplificar más todavía: hay que estar
atentos a la misma atención.
Atención. Más que a las cosas, al sujeto que las percibe.
Y más que al sujeto que las percibe, a la atención misma.
Entonces te darás cuenta de que no eres sino atención,
conciencia atenta, amorosa.

85
TODO ES FUGAZ
MENOS EL AMOR

Nos gusta que huyan, que se pasen rápidamente los


días, los momentos desagradables, los días en que todo nos
viene torcido, los momentos fastidiosos en que tenemos que
aguantar algo o a alguien que nos desagrada.
Por el contrario, quisiéramos perpetuar, eternizar otros
ciertos días o momentos que nos resultan placenteros y
agradables.
Y ocurre, por el contrario, que, paradójicamente, el
tiempo psicológico de los momentos desagradables se hace
muy largo y el de los momentos agradables muy corto.
Pero aparte de esta consideración del tiempo psicológi­
co, tanto lo agradable como lo desagradable es fugaz. Todo es
fugaz, temporal, pasajero.
Recuerdo que siendo yo joven recorté de un diario una
fotografía que me había impresionado de un modo muy
especial. La puse en mi escritorio y frecuentemente me
sirvió de punto de reflexión. En ella aparecían con gestos
prepotentes y orgullosos tres personajes muy importantes
durante cierto tiempo en la escena mundial: Stalin, Molotov
y Malenkov. En esos momentos ya habían desaparecido de la
escena y su recuerdo era más causa de odio y desprecio que
de admiración. A mí, aquella fotografía me servía de punto
de reflexión sobre la vanidad y caducidad de la gloria huma-
86
na. Aquella fotografía con aquellos rostros altaneros me
resultaba grotesca y un ejemplo claro de la rápida y fugaz
transitoriedad del necio orgullo humano. Pensaba en la loca
pretensión de los hombres que luchan y trabajan por lograr
eternizarse en el poder o en los que se empeñan en el culto
estúpido y ridículo endiosamiento del cuerpo y la personali­
dad.
Todo pasa. Todo lo que empieza, termina. Todo lo
físico y mental es limitado. Y lo limitado, perece.
Sí. Lo mental también es limitado. Lo que no es
limitado es el origen y causa de la mente y los pensamientos,
que es la conciencia personal e individual que a su vez es
participación de la Conciencia Absoluta, pura e infinita.
Llamamos mente al conjunto de contenidos de la
conciencia.
El trabajo y técnicas de todos los métodos de control y
desarrollo mental van dirigidos para que esos contenidos
sean positivos en lugar de negativos.
Cuando uno tiene una conciencia clara de sí mismo, de
lo que uno es en el fondo de su naturaleza, los contenidos
mentales no tienen mayor relevancia. Porque entonces la
actitud ante la vida y los sentimientos que surgen en la
persona no están dirigidos por los pensamientos advenedizos
de la mente sino por la luz clara y gozosa de la conciencia de
sí mismos.
Todo es fugaz y pasajero, menos la Conciencia amoro­
sa que tú, yo y todos los seres humanos somos como
naturaleza.
Tu cuerpo es fugaz, tus ideas son fugaces, tus senti­
mientos son variables y fugaces. Tu fama es fugaz. Tus
bienes son fugaces.
87
Pero Tú eres permanente. Tú, como conciencia y amor
es lo único que permanece. Eso es lo divino de ti.
La Vida es permanente.
Los seres vivos, incluido el ser humano, son formas
con las que La Vida se expresa y manifiesta. Por eso, los seres
vivos, como tales formas, son fugaces, transitorios.
Entronizar el orgullo ridículo de las formas físicas en sí
mismas, es levantar un monumento al humo.
¡Cuántos trabajos y desvelos por querer que lo fugaz no
huya, no se acabe!
Muchas personas quieren hacer eterno lo temporal y
permanente lo que es impermanente. Es como querer atrapar
el viento entre los dedos o querer solidificar el humo del
tiempo.
Todo es fugaz. Pero tú no eres fugaz.
La forma de tu cuerpo y tu mente son fugaces.
Pero La Vida que tú eres, la energía que tú eres, la
inteligencia que tú eres, el amor que tú eres, es permanente,
eterno.
Tu conciencia amorosa es eterna en su origen y por
ende también en su destino. Sólo muere lo que nace. Muere
tu cuerpo como muere la flor. Pero la vida que sostiene tu
cuerpo como al rosal, jamás se acaba.
Cada ser es fruto del amor.
El Amor eterno y Absoluto moviliza la energía física
que forma los cuerpos como también la energía de la con­
ciencia que forma los pensamientos.
La esencia y fundamento-base de cada uno de nosotros
sólo es El Amor Absoluto.
88
]5 ¿AMOR O PERDON?

Siempre hemos oído que no se debe pecar porque es una


ofensa a Dios.
Pero mi voz me dice que Dios jamás puede ofenderse
por nada ni por nadie. Quien, aparentemente, ofende volun­
taria o involuntariamente a Dios no lo ofende a Él sino que
se ofende a sí mismo. Humanizamos con todos los defectos
humanos a Dios y lo desnaturalizamos de su naturaleza
divina.
Dios jamás puede ser ofendido.
Tampoco el ser interno verdadero del hombre puede
ser ofendido. Sólo se ofende su ego falso.
Dios no puede ser ofendido
• porque Él es infinita y eterna comprensión
• porque Él es el infinito amor generoso
• porque únicamente se ofende el que necesita o
espera algo que no tiene
• porque conoce a la perfección todos los motivos y
circunstancias de todas nuestras acciones

89
• y porque Él es en definitiva el único «Hacedor» en
todos los aparentes «hacedores» del Universo.
Solemos proyectar nuestro modo de ser y obrar en el
modo de ser de Dios. Pero Dios no es como nosotros. «¡Qué
distintos son mis pensamientos de los vuestros!» dice Yaveh
en la Biblia.
Cuando el hombre hace algo mal, o como suele decirse
vulgarmente «cuando peca», el único perjudicado y ofendido
es él mismo.
Cada acción mala o defectuosa lleva en sí misma su
propio y adecuado castigo. A veces puede parecer que no sea
así. Pero tarde o temprano es siempre así.
Quien obra incorrectamente, él mismo es el ofensor y
el ofendido y perjudicado. Y él es quien debe reconocer su
error y evitarlo. Ese reconocimiento y aceptación del error es
su perdón. Y el premio del perdón es vivir en la verdad y el
amor.
Y si Dios no es ofendido, ¿qué y cómo va a perdonar?
Sólo tiene que perdonar quien se siente ofendido.
Si miramos a Dios, Divino como es, no le achacaremos
los defectos humanos. Es cierto que Él en la Biblia se ha
mostrado a veces como humano, para nuestra mejor com­
prensión. Pero cuando lo mires y veas dentro de ti, Lo
sentirás de otra manera.

90
SOLO PUEDE AMAR
QUIEN ESTA DESPIERTO

No hay personas malas sino dormidas.


Como en el sueño físico, también en el sueño psicoló­
gico y espiritual hay muchos grados.
Hay quienes están profundamente dormidos, profun­
damente sumidos en la ignorancia de sí mismos.
Otros están habitualmente dormidos, pero ocasional­
mente entreabren efímera y fugazmente sus ojos y entrevén
tenuemente algo de la Realidad, de La Verdad.
Otros tienen chispazos de claridad y lucidez.
Otros tienen mayores aunque aislados momentos de
lucidez.
Hay quienes viven medio dormidos, pero con una
indudable intuición de La Verdad que les reclama por un
mayor despertar.
Algunos pocos, muy pocos, suelen vivir despiertos.
Desde el sueño profundo hasta vivir despiertos hay
innumerables grados de sueño.

91
Según sea el grado de sueño o lucidez es el grado de
ignorancia o sabiduría.
A mayor sueño o ignorancia, mayor incoherencia,
torpeza y perversidad.
A mayor lucidez de conciencia o sabiduría, mayor
coherencia, más bondad y más amor.
Estar dormido es confundir los sueños con la realidad.
Creer que los sueños son realidad.
Estar despierto es descubrir a cabalidad la realidad
permanente, lo que no cambia, lo que está más allá de los
sueños, los sentidos y la mente.
Estar despierto es comprender y percibir interiormente
La Vida y la Belleza más allá de la rosa y el rosal.
Estar despierto es reconocer, penetrar y descubrir la luz
más allá del sol.
Estar despierto es reconocer lo permanente como real
y lo transitorio como aparentemente real pero realmente
ilusorio.
Estar despierto es reconocer el pasado como muerto y
el presente como el único instante vivo.
Estar despierto significa darse cuenta de que el sufri­
miento es creación de tu mente y cuando te deshagas del
dominio de la mente te desharás del sufrimiento.
Estar despierto significa aceptar la realidad tal como es,
sin querer ni pretender que se acomode a nuestros caprichos.
Estar despierto es descubrir que el tiempo es ilusorio
como todas las cosas que medimos con él.

92
Estar despierto es reconocer el ser real que es la base de
todas las apariencias de cada cosa que consideramos como
real.
La Realidad únicamente existe en el AHORA eterno e
infinito.
Todo el pasado es de sueños. Como el futuro.
Mientras no entiendas o por lo menos vislumbres lo
que estamos diciendo, es señal de que estás durmiendo y
necesitas despertar.
En la medida que vislumbres o intuyas la realidad
permanente más allá de la ilusoriedad de los sueños, empe­
zarás a despertar.
Si no estás despierto a la realidad que en ti es amor
¿cómo podrás amar de verdad?
Tus amores serán inestables y ficticios como tus sue­
ños ilusorios.
Un parámetro o piedra de toque para conocer la pro­
fundidad de tu sueño puede ser la cantidad y profundidad de
tus sufrimientos y temores.
Si sufres mucho es que estás profundamente dormido.
Si van disminuyendo los temores y sufrimientos én tu
existencia es señal de que vas despertando.
Los dolores físicos afectan más a quienes se resisten a
aceptarlos. Los que están despiertos los aceptan como se
acepta que tras el día llegue la noche.
El sufrimiento no está en las cosas, ni en los aconteci­
mientos ni en la realidad sino única y exclusivamente en la
mente dormida. Como los problemas no residen en los
93
acontecimientos y reveses de la vida sino en la mente que
percibe, los juzga como malos y no sabe percibirlos y enten­
derlos porque está dormida. No puede discernir porque se
maneja con valores e ingredientes ilusorios del sueño.
Los elementos del sueño son válidos solamente para
entender el sueño, pero no para la realidad que está fuera y
más allá del sueño.
Nadie puede amar si no percibe y comprende la reali­
dad amorosa que él es en lo más básico de sí mismo.
Todo lo existente es fruto y producto del amor.
Si eres consciente de que eres amor, amarás todo
cuanto es fruto del amor.

94
17 TODO ES AMOR

Lo vi triste, deprimido.
Le pregunté: ¿Qué te pasa?
Me dijo: Las cosas andan mal. Ya sabes, lo económico,
la casa... no va bien. Y me siento mal.
Le dije: Tú puedes ir bien aunque las cosas vayan mal.
Incluso cuando tú vayas bien, las cosas también andarán
mejor.
Tú estás a merced de las cosas. Y si las cosas van mal
te sientes hundido. Deberías cambiar los términos.
Ocúpate de andar tú bien. Tú eres más y antes que
todas las cosas. Cuando tú estés asentado en ti mismo,
cuando tus ideas y sentimientos se fundamenten en tu
realidad viva, positiva, amorosa y divina...
¡Oye, oye! me dijo interrumpiéndome, que no estás
hablando con Dios. Yo soy humano...
Sí, le dije, ya veo que a pesar de que eres un creyente
religioso práctico tú no estás más cerca de Dios que los no
creyentes. Te decía que tu realidad es divina y eternamente

95
amorosa. Pero parece que para ti eso no significa mucho o
quizás no lo crees o no estás muy convencido de ello.
Lo creas o no, lo que tú eres en el fondo de ti mismo es
divino.
Pero tú en cambio te comportas como una hoja seca
arrastrada hacia aquí o hacia allá por cualquier vientecillo de
un acontecimiento cualquiera.
Cuando tú piensas que algo te va mal, la simple idea de
que «te va mal» es suficiente para que tú te sientas mal.
Te empeñas en que el estado de tu ánimo dependa
siempre de los acontecimientos y las circunstancias que te
rodean.
Has de darte cuenta que tú eres más y antes que los
acontecimientos y tus estados de ánimo.
Si estuvieras bien contigo mismo, si estuvieras más
centrado en ti, todo lo verías con otra perspectiva, lo verías
con menos dramatismo, lo interpretarías mejor. Pero cada
día, cada minuto vives ajeno a ti mismo, lejos del foco de
atención que eres. Te das cuenta de lo que haces pero no
pones la atención en quien lo hace.
Y si no crees que eres divino en tu naturaleza profunda,
por lo menos, ya que eres creyente religioso, deberías saber
y sentir que estás continuamente inundado por el amor
divino, ¿no?
Es curioso observar que algunas personas que no per­
tenecen a religión alguna, ni practican ningún rito, tienen
muy claro y es una evidencia indiscutible para ellos que
Todo es amor, porque todo es efecto del amor. Saben tam­
bién que ellos son amor y cuanto ocurre, sucede también
96
porque el Ser-Amor así lo quiere y determina.
En cambio para ti, creyente que casi te comes los
santos, pareciera que tu dios fuera un dios de bolsillo, de
utilidad, de conveniencia.
Cuando las cosas y los acontecimientos te son favorables
ves el mundo justo y armonioso. Pero si algo falla, es como
si el mundo se hundiera, como si tu dios hubiera desapare­
cido y te abandonara. Y tú lo abandonas a él porque no te ha
sido útil.
Tú puedes estar bien aunque las cosas anden mal.
. Porque tú eres amor y vives inundado de amor.

97
18 EL AMOR COMPRA-VENTA

Él era un profesional brillante, además de pertenecer a


una familia bien acomodada.
Ella trabajaba en una oficina próxima. Era linda, inte­
ligente y amable.
Se conocieron como tantas otras parejas, en uno de
esos encuentros que se llaman casuales.
Se enamoraron como tantas otras parejas semejantes.
Se trataron y relacionaron como tantas otras.
Se amaron, «supuestamente» como tantas otras.
Se casaron como tantas otras.
Ellos jamás lo hubieran admitido si alguien hubiera
osado insinuarlo. Pero su «supuesto» amor habíá sido objeto
de compra-venta.
Sin intentarlo ni pensarlo expresamente, aquel «su­
puesto» amor que se prometieron había sido un símbolo-
objeto de compra-venta.
La moneda de él había sido su posición social. La de ella
98
su belleza, simpatía y hermosura.
Lo de él era económico. Lo de ella era físico-sexual.
Cada uno pagaba con lo que tenía.
Y se estaba comprando eso que llamaban amor y que
sería luego un objeto de contrato ante el juez y un repre­
sentante de Dios.

Este es uno de tantos matrimonios compra-venta.


Alguien me dijo, quizás un poco exageradamente, que
así era la mayoría.
Sin caer en derrotismos y negativismos, analizando los
matrimonios de nuestro entorno no es difícil encontrar
muchos de estos matrimonios compra-venta.
En nuestros tiempos todo está en compra-venta.
Las obras artísticas, la música, los deportes y depor­
tistas... todo es objeto de compra-venta.
Y lo más grave es que también hasta lo más sagrado se
hace objeto de compraventa.
Y el amor no es una excepción. Y cuando el amor se
expone a los vaivenes de la compraventa no es de extrañar
que sufra los avatares del desgaste como todo lo demás.
Ese amor compraventa no es El Amor. Sólo tiene de
amor la palabra. En realidad es un objeto útil para satisfacer
ciertas apetencias más o menos caprichosas.
Todos los amores compraventa o lo que es lo mismo,

99
aquellas relaciones humanas en las que bajo el nombre o
apariencia de amor se intenta conseguir ciertas ganancias o
ventajas materiales o sensuales están destinados al fracaso.
No hay que buscar motivos o razones extrañas para
explicar muchos fracasos matrimoniales.
Los intereses egoístas pervierten todo sentimiento por
puro o intenso que parezca.
No es extraño ver cómo tantas personas ponen en la
balanza de‘sus valores el amor a sus familiares y hasta a los
mismos padres y pesa más el platillo del amor al dinero que
el del amor a sus padres.
Hace falta mucha honradez y sinceridad para recono­
cer cada uno en sí mismo hasta qué punto nuestro amor está
contagiado por la ruindad del egoísmo sensual o monetario.

100
19 AMOR-PALABRAS

Era una mujer activa, sociable, metida en casi todas las


organizaciones sociales, altruistas, religiosas...
Hablaba de política, de la nueva juventud, de los
movimientos modernos, de las modas, de religión, de mo­
ralidad, de arte, de los personajes del momento... Pero sobre
todo se gloriaba de que para ella lo más importante de la vida
era El Amor. Decía que la ausencia de amor era la culpable
de todos los males sociales y familiares en el mundo. Repetía
con o sin pretexto alguno que ella amaba a todo el mundo,
que no odiaba a nadie, que su amor era Universal...
Pero esta mujer tan «ejemplar y maravillosa de palabra»
no consentía que nadie la contrariase. Cualquiera que pen­
sase de distinta manera que ella o fuera de alguna manera su
rival podía prepararse para sufrir la indiferencia más odiosa
por su parte.
Con la misma facilidad y ligereza con que su lengua se
movía para hablar lindezas y maravillas del amor, el altruismo,
la generosidad, etc., lo hacía también para despellejar a sus
vecinas y «amigas», a la familia de su marido y a cualquiera
que cayera en desgracia ante sus ojos.

101
Y es que el amor no son palabras o música celestial.
El amor es vida. Y no palabras, ni siquiera simples
sentimientos abstractos.
Si el amor no se expresa en la vida concreta es una
campana sin badajo.

102
20 AMOR-SEXO

El ambiente del mundo moderno está invadido por el


sexo.
Después de un largo tiempo de tabúes sexuales ha
explosionado la llamada libertad sexual que se ha constituido
en una bandera símbolo de los que pretenden aparecer como
revolucionarios y progresistas liberales.

Pero como siempre suele ocurrir en estos casos, se ha


caído en el paradójico contrasentido de que aquello de lo que
dicen estar liberados se ha constituido en las cadenas y
barrotes de su prisión.
Bajo el slogan de la libertad sexual como señal de
progreso en el pensamiento y en la vida, miles y millones de
personas quedan atrapadas en la cárcel de la pulsión del sexo,
reducidas a marionetas sin voluntad y dominadas por el
instinto ciego.
La energía sexual, como toda energía del Universo es
en sí misma, buena.
A veces esa energía o pulsión sexual es reprimida con
un rechazo inconsciente. Se rechaza el acto de momento
pero la energía permanece intacta dentro, reprimida. Esa

103
represión se convierte en patológica cuando no se quiere
reconocer y la tensión aumenta en la medida que se va
reprimiendo inconscientemente, como aumenta la presión
del agua de un fuerte caudal retenida en un dique artificial.
Toda represión de cualquier energía natural en una
persona constituye una cierta mutilación de la misma.
Toda energía de la Naturaleza es en sí misma positiva
y buena. Y la energía sexual es igualmente buena. Y positiva.
Nos acostumbraron en el pasado, a considerar las
tendencias sexuales como obscenas, impuras o pecaminosas.
Recuerdo aquella señorita un tanto mayor. Era muy
religiosa. De esas personas a quienes suelen llamar beatas.
Tepía el espíritu puritano de aquellos años, de la década de
los 40 ó 50. Decía con cierto aire de pietismo puritano: ¡Qué
bonito sería el matrimonio si no fuera por «eso»! Natural­
mente el «eso» para ella era la relación sexual. Después de
mucho trabajo y diversos intentos logró casarse. Y en su
matrimonio tuvo varios hijos, como resultado naturalmente
de «eso».
Hubo en años pasados y aun subsiste en ciertos am­
bientes de nuestro tiempo un pseudo-moralismo centrado
en la represión de todo lo que se refiriera al sexo.
No podemos caer en un angelismo desvaído que no
acepte a la persona en su totalidad.
Somos una energía inteligente, amorosa, divina que
está expresándose y manifestándose a través de este cuerpo
físico que todos tenemos, con todas siís legítimas tendencias
naturales. Querer desconocer dichas necesidades y tenden­
cias es ignorar dónde estamos y con qué nos manejamos en

104
nuestra existencia. Y la ignorancia de cualquier aspecto de
nuestro ser es siempre nefasta.
El principio de la sabiduría es conocer lo que somos
como entidad profunda esencial. Pero es necesario conocer
igualmente el vehículo o medio físico a través del que
nuestro ser más íntimo se expresa al exterior.
La sabiduría nos va mostrando, si sabemos entenderla,
cómo debemos jerarquizar todas las tendencias y necesida­
des físicas como también las demandas internas del espíritu.
Ese difícil equilibrio y madurez hacen que la persona
viva con moderación, templanza y sobriedad adecuada.
Cuando el acto sexual es la expresión física del amor
profundo entre dos personas, implica al ser completo en el
acto amoroso.
El amor verdadero es necesario para una estable y
satisfactoria relación sexual.
La sexualidad en cambio no es necesaria para una sana,
durable y profunda relación de amor.
El amor verdadero es interno, consciente y perdurable
y brota de lo profundo del ser.
La sexualidad es epidérmica, cortical y se origina en el
movimiento hormonal de los sentidos físicos.
La sociedad nos ha impuesto una serie de esquemas
mentales sobre las costumbres y quehaceres humanos. Y
nos hemos acostumbrado también a ciertos tópicos que son
tan falsos como absurdos.
Uno de los tópicos convencionales que suelen usarse

105
con más frecuencia es el referirse al acto sexual como «hacer
el amor».
El amor no puede hacerse. El amor ES. El amor lo
somos cada uno de nosotros. Se hace el sexo. ¿Por qué
profanar la palabra más sagrada que existe en todas las
lenguas?
No es precisamente el sexo la manera más adecuada y
efusiva de expresar el amor. Porque aunque es posible y se da
realmente, aunque excepcionalmente, suele pervertirse por
centrarse la pareja en su propia e individual satisfacción
sensual.

Es conveniente, por tanto, no caer en extremismos que


conducen a una mayor confusión.
El acto sexual puede ser una perfecta expresión del
amor más auténtico y profundo y puede conducir incluso al
éxtasis amoroso, en que ambos se sienten no sólo física sino
íntimamente UNO.
Pero es necesario dejar bien claro que para que se dé
este éxtasis amoroso es fundamental que la pareja acceda al
acto sexual con un sentimiento auténticamente amoroso y
no por deseo de satisfacción sensual.

Muchas personas se engañan fácilmente tratando de


convencerse de que su amor es auténtico y verdadero, siendo
fundamentalmente sensual y egoísta. Podrán comprobar su
autoengaño si habitualmente sienten un vacío interior y de
un modo especial después del orgasmo sexual. Puede darse
en un momento determinado una cierta satisfacción física y
al mismo tiempo un vacío interior. Conviene no confundirse.

106
LA FELICIDAD Y EL AMOR
NO SON UN OBJETO

Una y otra vez leemos y oímos frases como éstas: «el


hombre vive persiguiendo la felicidad cada día de su vida sin
alcanzarla» o también «toda nuestra vida es una cañera
permanente detrás de la felicidad y el amor»... etc...
Esas y otras frases semejantes nos resultan bellas y
muchos las creen verdaderas.
Yo me imagino, al leerlas u oírlas, la carrera de un galgo
en un canódromo, detrás de la liebre ficticia a la que indefec­
tiblemente nunca acaba de atrapar.
Esas y otras frases semejantes tienen tanto más peso
cuanto que suelen ser escritas o dichas por personas cultas y
aparentemente sensatas.
Pero todas esas frases y expresiones sobre la felicidad
resultan además de manoseadas, torpemente falsas y
desorientadoras.
La felicidad, lo mismo que el amor, porque no puede
existir la una sin el otro, no es «algo» que hay que conseguir,
conquistar o alcanzar.
Todavía más. La felicidad no es tampoco un estado
anímico mental o sentimental que haya que conseguirse por

107
medio de ciertos artificios o técnicas.
SOMOS ya felicidad y amor.
Y es feliz y amoroso el que se da cuenta que ya lo ES.
Es decir, la vida de una persona es feliz en la medida que su
conciencia ve y comprende con toda claridad práctica lo que
es en su naturaleza como realidad viva.
El hecho de que constante y permanentemente esté
urgiendo y expresándose en nosotros el hambre y anhelo de
felicidad y amor es la señal más evidente de que esa felicidad
y amor están ahí, dentro de nosotros. No sólo como una
capacidad lejana y abstracta sino como una realidad pre­
sente. Si no, jamás sentiríamos el ansia de felicidad y amor.
¿Qué es entonces lo que nos impide ser felices y
amorosos? ¿Cuál es la causa por la que nuestra vida se
desarrolla tan huérfana de amor y felicidad?
La única causa de nuestra infelicidad y nuestro des­
amor en la existencia concreta de cada día es la ignorancia.
Esta ignorancia está compuesta de ideas falsas y pro­
gramaciones mentales erróneas con las que convivimos en
cada momento como si fueran verdad.
Cuando alguien descubre la falsedad de tantas ideas
falsas sobre sí mismo, se da cuenta de que lo que toda la vida
ha estado ansiando y deseando ya está allí, dentro de sí.
Entonces uno se da cuenta de que no hay que conseguir
nada.
No hay que anhelar nada, porque se anhela lo que no se
tiene.
Uno, entonces, escucha la sinfonía sin necesidad de la
orquesta, sin necesidad de los instrumentos.

108
Entonces cada uno es amoroso y feliz sin necesidad de
los estímulos externos que ahora tanto estamos deseando.
Entonces uno es feliz porque se da cuenta de que lo es.
La puerta, pues, de la felicidad es tomar conciencia,
darse cuenta de la auténtica realidad.
El secreto es simple: consiste en quitar el velo que
oculta la realidad. El velo es siempre ideal. Está hecho de
ideas.
La idea de que mi cuerpo ha de estar de esta manera o
la otra, que he de poseer esto o aquello, que he de vivir con
tales o cuales personas, que he de estar aquí o allá... consti­
tuye el velo que te oculta la verdad de ti mismo.
Cuando quites el velo entrará la luz, el sol.
El sol está siempre ahí. Pero vives en tinieblas, en las
tinieblas de la duda y el temor.
El sol está ahí. Pero lo tienes oculto por el velo de tus
ilusiones e ignorancia.
El velo puede descorrerse en un instante. Y también
puede ir rasgándose poco a poco, día a día.
Rásgalo ahora un poco para que entre un poco de luz.
Lo importante y lo primero es que estés convencido de
que tienes el velo de la ignorancia. Porque si crees que estás
en la verdad de que todo está bien, que tus ideas e imagina­
ciones son la realidad, entonces jamás podrás llegar a la
verdad.
A medida que vayas rasgando el velo de tu ilusión, irás
sintiendo paulatinamente algún rayo cálido de felicidad y
amor que está tratando de aparecer en ti.

109
22 AMOR AGRADECIDO

El gato dio un salto, se subió al sillón y se encaramó


sobre la mesa. Quería comer pero no como todos los gatos,
en el suelo, sino en la mesa y mejor aún en mi propia mano.
Es un gato callejero. Pero su visita es como un regalo
para mí. Comió de mi mano. Cuandoya no quiso más, apoyó
cariñosa y agradecidamente su cabeza sobre mi brazo, se
frotó sobre él y fue a recostarse sobre el sofá. Allí estuvo un
rato gustoso, descansado y agradecido hasta que al cabo de
una hora maulló pidiendo que le abriera la puerta para seguir
sus correrías callejeras. Porque hay que decir que él ama ante
todo la libertad.
Los animales, como las personas, tienen hambre de
cariño. Y quieren ser amados como nosotros.
Nuestro amor, el amor que somos cada uno de nosotros
no tiene un letrerito de exclusividad que diga «sólo para
personas». Somos amor para todo y para todos. Podemos
tener alguna selectividad en la entrega de nuestro amor. Pero
no podemos hacerlo exclusivo, porque todo amor exclusivo
es destructivo.
Es lógico seleccionar los amigos. Es lógico elegir las
110
personas con quienes queremos convivir habitualmente.
Pero no es lógico regatear, tacañear y exclusivizar nuestro
amor.
Kosqui, mi amigo el gato callejero, agradece el amor
que se le da. Y él retribuye y brinda a su manera también su
amor. Es cierto que es polígamo porque tiene varias gatas y
muchos hijos. Pero siempre amagenerosa y agradecidamente.
Él no tiene prejuicios. Ni excesivas preferencias. Es un
gato amoroso y muy inteligente. A pesar de ser callejero, sabe
seleccionar lo que desea comer. Pero jamás hace un desaire
a quien le pasa la mano por el lomo.
Los animales llamados irracionales nos enseñan mu­
chas veces a los seres racionales a ser un poco más racionales
y más amorosos.
Ellos son lo que están destinados a ser, por su natura­
leza.
Nosotros, destinados a amar, no cumplimos con nues­
tra misión y destino.
La Vida nos enseña a través de toda la naturaleza.
Y muy claramente a través de la amorosa espontaneidad
lógica de los animales llamados irracionales.

111
23 LOS PROBLEMAS DE AMOR

Los mayor parte de los problemas psicológicos de las


personas tienen su origen y causa en deficiencias afectivas.
Todos ellos tienen un marcado sello sentimental.
Pero, curiosamente, hay que decir muy claramente
que el amor verdadero no tiene problema alguno. Que
cuando se ama bien, no se tiene ningún problema.
Los problemas surgen del amor de personalidad, del
amor inferior, del amor pequeño, egocentrado.
Lo que solemos llamar amor, vulgarmente no es sino
un aspecto parcial y muy limitado del verdadero amor. Son
las tendencias y deseos de la personalidad que quiere ser y
tener más de lo que es y tiene.
Pero esa tendencia de la personalidad hacia algo más,
está señalando la existencia de una demanda interior de
mayor plenitud, que tiene su origen en la nostalgia incons­
ciente de esa plenitud que ya somos en el fondo de nosotros
mismos, pero no la vivimos.
Esa justa y razonable demanda de plenitud que tiene su
origen en la nostalgia inconsciente de esa plenitud que ya

112
somos en el fondo de nosotros mismos, pero no la vivimos.
Esa justa y razonable demanda de plenitud, únicamen­
te puede ser satisfecha con la plenitud misma, pero jamás
con algo limitado, parcial e imperfecto.
Y ocurre que generalmente, la persona trata de resolver
sus problemas y deficiencias en el nivel en el que se está
desenvolviendo en su vida, que no es otro que el de la perso­
nalidad con todas sus leyes y exigencias. Y querer encontrar
la plenitud en lo que es pequeño, limitado y exiguo es caer e
incurrir en todo tipo de frustraciones y desilusiones.
Las demandas de un amor pleno y perfecto sucumben
en los desengaños de amores pequeños, variables e imperfec­
tos. Y cuando estos desengaños y desilusiones afectivas son
frecuentes y reiteradas, la tristeza y la depresión se instalan
en el corazón de la persona quien buscará por aquí y por allá
remedio a su estado depresivo. Recorrerá psicoanalistas,
consejeros, amigos, distracciones... sin darse cuenta de que
el remedio está en él mismo. Podría darse cuenta de que su
problema es un problema de amor, pero no de amor receptivo
sino de amor irradiante. Se daría cuenta de que ese vacío y
soledad que ahora lo deprimen, esperando que algo de fuera
lo llene y lo solucione, tiene una sencilla fórmula: amar,
irradiar el amor que ya es en el fondo de sí mismo.
Un jazmín, simplemente por ser lo que es, exhala el
perfume que es por su naturaleza. Se siente pleno e irradia lo
que es propio de su esencia de jazmín. Es posible que si el
jazmín tuviera esa ensalzada y encumbrada capacidad men­
tal personal de la que tanto nos gloriamos los humanos,
quizás comenzaría a formarse deseos de tener el perfume de
las rosas o del clavel. Comenzaría el mundo de sus sufri­
mientos.

113
Nada ni nadie podrá jamás satisfacer tu ansia de amor
pleno. Ningún amor que recibas colmará jamás tu plenitud.
Alguien está arguyendo que eso es una exageración porque el
amor divino llena y sacia. Pero ese amor de llenura y plenitud
divina no te viene de arriba sin más, sino cuando estás
abierto al ser interno que es en sí mismo amor divino. Y
cuando alguien está abierto al ser interno no existe ni asomo
de tales problemas.
Los problemas afectivos son problemas del amor de la
personalidad que no es sino un aspecto muy parcial y
deficiente del amor total y verdadero.
Resulta triste y dramático a la vez el observar que
muchísimos de los problemas que aquejan a la mayoría de
las personas tengan una solución tan a la mano y en cam­
bio caminen toda su existencia cargándolos y sufriéndolos a
duras penas.
Claro que la solución no se improvisa.
Cuando una persona vive frívolamente, despreocupa­
da de sí misma, de su mundo interior, no es fácil que vea la
solución simple y sencilla que podría tener de sus problemas,
si estuviera preparada para verla. Pero está embelesada,
absorta y enfrascada en las frivolidades de su personalidad
que le impiden ver y darse cuenta de la naturaleza de su
problema.
La misión de todo aquel que intenta desarrollarse
como persona consiste en trascender las limitaciones de su
personalidad, reconociendo y asumiendo todas sus defi­
ciencias sin caer en un perfeccionismo angelical, pero sin
renunciar a la plenitud a la que está llamado.

114
24 ENAMORAMIENTO: ESE FALSO AMOR

Mi amigo andaba demasiado raro, demasiado alienado,


demasiado aturdido, enloquecido.
Recuerdo que trataba yo de hacerle ver, de serenarlo,
apaciguarlo. Estaba a punto de cometer una locura que le
acarreraría a él y su familia graves consecuencias.
Yo trataba de hacerle ver cosas elementales, evidentes.
Estaban en juego su trabajo, su familia y sobre todo su
equilibrio personal.
Alguien me argüyó que había que dejarle hacer lo que
le gustaba. No me extrañó tal razonamiento porque sé que
ése es el que suele hacerse comúnmente.
Yo no trataba de presionarle, pero sí que reflexionase y
no hiciera las cosas precipitadamente.
Por fin, como queriendo darme la razón más convin­
cente para justificar su actitud y modo de obrar me espetó de
repente: Lo que pasa es que tú no estás enamorado y no sabes
lo que es enamorarse.
Ahí estaba toda la explicación. Estaba enamorado y por
tanto ciego. Porque el enamoramiento es una miopía, un
115
empequeñecimiento y distorsión tal de la visión, que no ve
la realidad sino lo que imagina y quiere ver. Cuando la
ilusión imaginaria cambia o se desvanece, viene la desilusión
y el término del enamoramiento.
El estado de enamoramiento es el estado de mayor
irrealismo.
El enamoramiento es un amor engañoso.
Sí, sí. Ya sé que todos me dirán que ese momento o esos
días de enamoramiento son los más bellos, los más placen­
teros, los más gratos de la vida-
Hablamos aquí del enamoramiento tal como suele
entenderlo la mayor parte de las personas. No, en cambio, del
comienzo de un amor verdadero. Porque el amor verdadero
es igual a felicidad. Pero no las ilusiones emocionales del
enamoramiento.
Lo que realmente nos interesa aquí es denunciar el
error tan común de creer que el enamoramiento es un gran
amor verdadero.
Recuerdo el caso de una muchacha excelente, muy
querida entre sus compañeras de colegio, simpática, amable,
generosa, servicial con todos, alegre y cordial.
Un buen día, por no decir un mal día, se enamoró. Se
centró de tal manera en su novio, que era incapaz de llamar
por teléfono a sus antiguas amigas con quienes había pasado
los dieciocho años de su vida. Una amiga me dijo que apenas
las saludaba cuando se la encontraban por la calle. Vivía
como si el mundo se redujera a ella y su novio.
No puedo decirles cómo acabó la historia de esta
simpática muchacha.
116
En la historia de la Humanidad hay ejemplos de
enamoramientos en los que se han cometido grandes dislates
y disparates.
Cierto que a veces se ponen como ejemplos de un gran
amor a personajes que amaron a una persona y dejaron bie­
nes y honores por el amor de esa persona. Pero conviene no
identificar todos los casos y distinguir aquéllos en que el
amor venció todo y aquellos otros en que el capricho se
impuso sin existir amor verdadero.
El amor siempre es lúcido, sereno, pacificador, desin­
teresado, generoso, del alma y del espíritu.
El amor apasionado de enamoramiento es por el con­
trario ciego, alterado, pendiente en el preseñte o en la ilusión
de futuro, de las satisfacciones físicas y sensibles que espera
recibir, epidérmico e inestable.
En el amor verdadero inicial de una pareja no está
ausente el gusto por la presencia física del ser amado e
incluso el deseo de su unión íntima como una expresión del
sentimiento profundo que sienten de unidad, pero este deseo
no es compulsivo sino libre y consciente.
Es de todos conocido el frecuente y brusco cambio que
suele producirse en los que hoy dicen que se quieren
apasionadísimamente y mañana se odian con la misma
pasión.
Se dice que el odio está a un paso del amor. Pero eso es
totalmente falso y absurdo. El odio sí está junto, muy junto
al amor ciego apasionado. Pero jamás junto al amor verda­
dero.
No hace falta sino echar un vistazo a las novelas,

117
telenovelas y filmes para darse cuenta de que lo que se
comercializa es el amor de apasionamiento ciego, egoísta.
Los casos son ilimitadamente variados según el grado
de ceguera y apasionamiento del enamoramiento y según
también el grado y calidad del amor que puede conllevar. No
pueden igualarse y unificarse todos los casos de ena­
moramiento en un solo grupo o clase.
Existen los casos de enamoramiento con ceguera total,
sin un ápice de amor verdadero. Y hay enamoramientos con
una ceguera parcial y un cierto grado de amor generoso.
Es muy útil tener presente todo esto, a la hora de
valorar y explicar algunos conflictos entre los matrimonios
y parejas.
Los casos de enamoramiento totalmente ciego y pa­
sional puede que no sean excesivamente frecuentes. Pero sí
es muy frecuente el enamoramiento ciego, egoísta, apasio­
nadamente deseoso de satisfacer su impulso sexual por
encima de cualquier otro objetivo e interés. En estos casos la
persona enamorada dice que ama a tal persona. Pero la
realidad es que siente atracción por dicha persona y el
objetivo primordial de su atracción es satisfacer su apetencia
sexual. Conseguido esto, ya no queda sentimiento alguno
superior de unión y bien mutuo. A lo sumo se trata de
conservar la amistad o relación para satisfacer su apetencia
en una próxima ocasión. Es como quien tiene un juguete que
le gusta y trata de no perderlo porque le va a servir en el
futuro. Pero sólo es un objeto útil. La persona enamorada
está dispuesta en estos casos hasta para hacer grandes sacri­
ficios por su amor. O para ser más exacto, por el objeto de su
satisfacción. No se hace el sacrificio por el bien de la persona
amada sino para conseguir a la persona supuestamente
amada, como objeto de su satisfacción.

118
Evidentemente hay uniones en que el amor es el
protagonista único de la relación. Recuerdo aquella pareja de
ancianos a los que les pregunté el día de sus bodas de
diamante (75 años de casados): Señora, usted ¿quiere a su
marido como hace 75 años?

Y si no lo quisiera ¿cómo lo iba a aguantar con lo


gruñón que es?, me contestó.
Y él ante la misma pregunta me dijo: La quiero más que
el día que la conocí.
Como se ve, en esta pareja hubo amor de enamo­
ramiento. De él nacieron ocho hijos que adoraban a sus
padres. Pero el amor era tan superior y tan lúcido que
superaba la pequeña ceguera que en su momento podía
haber producido algún grado de enamoramiento físico. Ante
todo se amaban. Sentían la atracción física sexual que se
requiere para una unión física satisfactoria. Pero ante todo
hubo entre ellos un amor que superaba todas las deficiencias
humanas.

Los enamoramientos superficiales, pasajeros e incon­


sistentes son la trampa en que se cae fácilmente.
El amor verdadero dominando el enamoramiento ini­
cial de dos personas, hace que la relación sea fecunda, gozosa
y eterna.
Decía muy bien Shakespeare:
No es amor el amor que sufre cambios
cuando cambios encuentra,
o el que tiende a alejarse
con aquello que aleja.
¡Oh no! Es una luz por siempre fija

119
que impasible contempla la tormenta.
Es una estrella para la barca errante
cuya altura se mide, cuyo valor se ignora.
El amor no es un juguete del tiempo.

El amor no se altera con días y semanas breves,


sino que perdura hasta el final de los tiempos.

En el enamoramiento hay emotividad, hay deseo


compulsivo. Hay miopía, obcecación... Pero nada de esto es
amor.
Al estar identificada una persona con su cuerpo cree
que lo que le ocurre al cuerpo es lo valioso, lo real, lo
auténtico. La emotividad es la manifestación orgánica,
corporal de un sentimiento, de una emoción. Pero la persona
emotiva se queda con lo menos real del sentimiento que es
su conmoción orgánica.
El amor está en el silencio. No se piensa ni se habla.
Cuando la mente y las palabras están presentes hay
conceptualización del amor. Pero no amor. El amor solamente
se da en el silencio de la mente y del corazón.
Lo que se suele entender vulgarmente por enamo­
ramiento no es sino el nacimiento impetuoso de la atracción
hacia alguien con el deseo de satisfacer ciertas apetencias
psicológicas y/o físico-orgánicas.
Cuando esas apetencias son principal o exclusivamen­
te psíquicas y mentales puede darse el enamoramiento
llamado platónico, ideal, mental. La mente de la persona
enamorada se identifica o «se enamora» de una cierta idea o
imagen de una determinada persona. No de la persona sino
120
de la imagen que tiene de ella. En su enamoramiento mental
disfruta y sufre según sea agradable la idea que ocupe y ronde
por su mente en cada caso.
Frecuentemente lo que se busca en el enamoramiento,
de cualquier tipo o grado que sea, es llenar un vacío afectivo
y satisfacer unas ciertas apetencias insatisfechas total o
parcialmente. En tales casos, la persona que se enamora
entra en un estado de euforia y alegría porque ha encontrado
la solución a su problema de soledad o deseos insatisfechos.
Estos estados de soledad o deseos insatisfechos no siempre
son reconocidos abierta y conscientemente. Las más de las
veces, están ahí presentes pero la persona se resiste a reco­
nocerlos y aceptarlos.
A veces, pareciera que la persona llega a enamorarse
sin habérselo propuesto. Y en parte, es ciertamente así. Pero
aunque el momento, las circunstancias y la persona de la
cual se enamora hayan surgido sin buscarlo ni pretenderlo,
lo cierto es que los deseos y pensamientos subconscientes
estaban ahí exigiendo ser atendidos y cumplidos.
Es necesario no engañarse. Conviene conocer con
claridad el sentido y razón de ser del enamoramiento, por
una parte, y por la otra ,ser muy sinceros al enjuiciar los casos
concretos que casi siempre se suelen considerar como «ex­
cepcionales». «Mi caso es especial» suele decirse.
Convengamos que en el enamoramiento, casi siempre,
se da este sentimiento: «He encontrado lo que buscaba».
Muchas veces «eso» que se buscaba estaba envuelto en una
imagen física determinada. Cuando la persona encuentra esa
imagen cree que ha encontrado también lo que esa imagen
significaba para ella en su imaginación, las cualidades que
ella ha asociado en su mente con dicha imagen. Las más de
121
las veces no se dan ni se corresponden en la realidad. Pero aun
en el caso de que se correspondan esas cualidades en la
persona de la que se ha enamorado, es casi imposible que se
den como ella imaginó. Y cuando se dieran exactamente
como la persona enamorada estaba deseando encontrar, será
siempre el hallazgo y consecución de «algo» que le faltaba o
quería conseguir.
La persona de la que se ha enamorado ha pasado a ser
un objeto para satisfacer una necesidad o gusto, pero no una
persona depositaría de su sentimiento amoroso, de su senti­
miento de unión generosa y desinteresada del espíritu y del
corazón.
En una ocasión en que yo hablaba con unos jóvenes en
un sentido parecido a lo que estoy exponiendo ahora, me
dijeron: ¿Pero, usted rechaza el enamoramiento?
Yo me reí. No se trata de que yo rechace o no el
enamoramiento. Nadie puede rechazar los hechos. Las cosas
son como son. La gente se enamora de muchas maneras.
Algunos enamoramientos, aun con todos los defectos que
comporta en sí mismo todo enamoramiento, llegan a un
perfecto estado de armonía y realización humana en la vida
de matrimonio o de pareja.
Lo que yo trato aquí es de advertir que no conviene
confundir ese estado de embeleso y arrobamiento con el
verdadero sentimiento de amor. Yo trato de hacer ver ciertos
hechos para que se distinga el amor auténtico de lo que no lo
es. Se trata de no engañarse.
El amor limpio, genuino, generoso, del espíritu no se
genera por encontrar algo que pueda cubrir o satisfacer
ciertos vacíos y necesidades. El amor auténtico brota del
conocimiento y comprensión de que somos esencialmente

122
amor irradiante. Y todo amor irradiante tiende a expresarse
en todo y con.todos. No por conveniencias egoístas. Porque
eso ya pertenece al amor inferior de la personalidad que
siempre siente el vacío de algo más.
El enamoramiento es un amor inferior de la persona­
lidad. Y la mayor parte de las veces se fundamenta única y
exclusivamente en formas físicas y conveniencias econó­
micas, profesionales, sociales, sensuales...
Ya sé que los que se enamoran seguirán engañándose a
sí mismos. Pero puede ser que alguien que lea estas líneas se
haga más consciente ante ese acontecimiento que suele
darse con relativa frecuencia en la vida de las personas.
Si se comprenden bien la génesis y naturaleza del
enamoramiento es seguro que se tendrá una mayor pruden­
cia para enjuiciarlo cuando se presente la ocasión.

123
25 ¿CASTIDAD, VIRGINIDAD, AMOR?

Una persona virgen, hombre o mujer, es aquélla que


jamás ha realizado el acto llamado sexual.
Es casta, por su parte, una persona cuyo corazón es
puro, libre y exento del egoísmo del placer del sexo, incluso
aun en el caso de que haya realizado el acto sexual.
Así, hay personas vírgenes no castas.
Y personas castas no vírgenes.
La virginidad es física.
La castidad es del corazón y del alma.
De poco o nada sirve la virginidad sin la castidad.
La castidad en cambio es siempre bella, virtuosa y
ejemplar. Tanto con virginidad como sin ella.
La unión de matrimonio o de pareja puede ser casta o
no casta.
Muchas personas son fieles físicamente a su pareja
mientras su corazón está lleno de deseos ilícitos y extraños.
Tal infidelidades tan grave como la física, aunque sean pocos
los que lo consideren así.
Toda persona, hombre o mujer, está llamada por la
naturaleza de su ser más íntimo a la castidad como al amor.
124
En una relación física de pareja sólo hay amor verdade­
ro en la relación de amor casto.
El amor casto está exento de la opresión del placer
sexual egoísta. Hay agrado y placer en la unión pero no es ni
tiranizante ni compulsivo.
La castidad abarca tanto el amor como el goce del sexo.
El acto sexual cuyo objetivo primordial sea el manifes­
tar y expresar conscientemente y libremente el amor es
siempre casto. Cuanto más genuino es el amor de pareja,
más casto es. Y esa misma castidad hace que el goce de la
relación sexual sea más gratificante y satisfactorio.
La persona casta admite y reconoce con toda llaneza la
tendencia natural o pulsión de su cuerpo físico hacia el acto
sexual. Pero cuando lo realiza, lo hace antes y más por el
impulso íntimo de amor generoso hacia su pareja que por la
satisfacción egoísta del sexo.
En esto, como en otras situaciones humanas semejan­
tes, el autoengaño se agazapa sutilmente disfrazado. Lo
verdadero y real no es lo que se dice con palabras o lo que se
desea que fuera sino lo que Es, lo que se siente en el corazón.
Muchas personas dicen que tienen un amor generoso y
libre de deseos compulsivos. Pero la realidades otra, aunque
no quieran reconocerla.
El matrimonio casto, la vida casta en pareja, es siempre
una relación feliz porque es una relación amorosa, mutua­
mente generosa.
Los conflictos en la pareja están en proporción de la
falta de castidad o amor generoso y puro del corazón.
En toda pareja rota o en conflicto, subyace siempre la
ausencia de un amor casto.

125
Cuando el instinto egoísta predomina en una relación,
puede preverse el próximo final de la misma.
La castidad no es una virtud lejana, abstracta,
inalcanzable, angélica, sino muy humana. Es propia de las
personas libres y no dominadas y avasalladas por el instinto
ciego y esclavizante del sexo.
Nuestra sociedad vive acostumbrada a los mitos.
Es como si los mitos nos dieran alguna seguridad de
que carecemos.
Se crean mitos patrióticos, sociales, deportivos, reli­
giosos...
Uno de los mitos de los hombres de nuestro tiempo es
el de la virginidad de la mujer que va a ser su pareja.
Me decía un joven en tono festivo que eso era antes.
Que ahora ya no hay más vírgenes que la Virgen María.
Lo cierto es que durante mucho tiempo se ha hecho y
se hace todavía un conflicto con la virginidad. Es una
consecuencia más de la insubstancialidad en que se mueve
la vida moderna.
Los hombres han puesto mucho hincapié en la virgini­
dad de las mujeres en lugar de ocuparse si su corazón era
casto en su amor hacia ellos.
Por otra parte, los hombres han exigido cínicamente a
sus parejas femeninas la virginidad, a sabiendas que ellos no
podían gloriarse de su propia virginidad ni de una elemental
castidad.
El único brillo y grandeza tanto de la virginidad como
de la castidad residen en el amor auténtico y generoso.

126
Segunda parte

MIRAR HACIA DENTRO

] ¿INCOMPRENSION?

Muchas personas se quejan frecuentemente de ser


incomprendidas, de no ser bien aceptadas o no ser amadas.
Todas ellas suelen culpar a los demás de falta de compren­
sión. Pocos son los que miran dentro de sí mismos para ver
el origen de la incomprensión.
Pero mi voz me dice y te dice:
Cuando te sientas incomprendido por los demás, em­
pieza a pensar que te ocurre alguna de estas cosas:
• o que tú no te comprendes a ti mismo
• o que no comprendes a los demás
• o que no eres tú el que se siente íncomprendido y el
que no comprende sino tu falso «ego», la idea
errónea que tienes sobre ti mismo.
Recuerda que esa idea de ti no eres tú. Por lo que no

127
puedes quejarte de que tú no eres comprendido. A lo máxi­
mo, puedes pensar que no comprenden la máscara o la careta
con que en esos momentos estás mostrándote ante los
demás. Es cierto que muchas veces no somos comprendidos.
Porque es tan variable y frecuente la careta o el «ego» con que
nos manifestamos que resulta incomprensible para los de­
más el reconocemos.
Tú eres en el centro de ti una clara y pura inteligencia
comprensiva. Pero debes verlo. Si no ves ni vives lo que tú
eres ¿cómo van a verlo y comprenderlo los demás?
Quien se comprende a sí mismo, jamás se queja de ser
incomprendido por los demás. Porque comprende la in­
comprensión de los otros y porque no necesita el reconoci­
miento ni la comprensión ajena y además porque ser com­
prendido o no, en nada afecta a su propia comprensión.

128
2 TODO TIENE SENTIDO

La Vida, la Inteligencia infinita de La Vida nos habla


siempre. Aunque muchas veces no la entendemos y otras no
la escuchemos.
La Vida nos habla a través de cada cosa, de cada ser
existente, de cada acontecimiento. Tanto en los éxitos como
en los fracasos.
Es fácil entender el lenguaje de la Vida en los momen­
tos y situaciones favorables y placenteras si el éxito y el goce
no nos obnubila y ciega, que suele ser lo más frecuente.
No es tan fácil entender el lenguaje de la Vida cuando
nos golpea con el fracaso o el sufrimiento. En estos casos,
unas veces nos reconocemos los causantes inmediatos de
nuestro fracaso y disgusto consiguiente. Vemos que hicimos
lo que no debimos hacer y/o dejamos de hacer lo que debimos
haber hecho.
Otras veces buscamos sin encontrarla, una explicación
de nuestro fracaso o malestar. No sabemos por qué, tenemos
una sensación de descontento con nosotros mismos. Cree­
mos que hicimos lo que teníamos que hacer, pero una voz
dentro de nosotros nos está diciendo que no hemos hecho las
cosas como debimos haberlas hecho. Quizás tuvimos buena
voluntad. Pero las cosas no salieron bien. Y si ahondamos un
poco más encontramos que detrás de nuestra buena volun-
129
tad se escondía el secreto deseo de lucirnos o de engordar
nuestro «ego» vanidoso y sea por lo que fuere, las.cosas no
salieron bien y nuestro «ego » siempre hambriento de alaban­
zas recibió un golpe y se sintió herido. Y nos sentimos mal.
Tenemos una sensación de disgusto y fracaso.
Ante esa situación, habitualmente solemos sentirnos
deprimidos, tristes, un tanto avergonzados aunque solamen­
te sea ante nosotros mismos.
Si sabemos leer en este gran libro de la Vida, una de
cuyas páginas es nuestra vida de cada día, veremos que la
Infinita Inteligencia de la Vida (Dios) nos está diciendo algo.
Nos dice que los acontecimientos, nuestro entorno con
nuestras acciones no son un escenario de lucimiento vanido­
so sino una oportunidad de desarrollar y expresar nuestra
inteligencia y amor sencillamente, generosamente. Cuando
cambiamos la finalidad y buscamos nuestro ridículo luci­
miento particular, La Vida que es Inteligencia en acción nos
habla y nos da la lección. Cuando no la sabemos entender y
aprovechar, nos deprimimos y buscamos explicaciones y
justificaciones a nuestro estado anímico o a nuestro fracaso.
Culpamos a los demás en lugar de reconocer lisa y
llanamente que la causa de ese pequeño o grande fracaso
estuvo en nosotros, en nuestra actitud ansiosa de acaparar
alabanzas y gloria. Y culpamos a Dios, a la mala suerte, al
destino o a la torpeza o envidia de los demás.
Hemos de aprender que cada día de nuestra vida no es
una escena para lucimos en este gran teatro del mundo sino
que es una ocasión de expresar simple y sencillamente lo que
somos en el fondo de nosotros mismos, lo que somos como
capacidad inteligente y amorosa, no para competir con los
demás sino con nosotros mismos, siendo hoy un poco más
inteligentes, un poco más amorosos que ayer.
130
Hay que convertir tanto los reales como los aparentes
fracasos en un escalón para subir en nuestro nivel de con­
ciencia, en lugar de quedamos hundidos por el abatimiento
compadeciéndonos de nosotros mismos y queriendo com­
pensar el fracaso de nuestro «ego» vanidoso con explicacio­
nes inútiles y falsas.
Cada instante, cada cosa, cada acontecimiento son
enseñanzas de la Vida. El inteligente y sabio aprende a vivir
más y mejor. El necio, en cambio, se encierra en su cascarón
limitado y opaco sin ver más allá de su interés momentáneo.
Todo es para nuestro bien. Y de un modo especial,
aquellas cosas y acontecimientos desagradables que golpean
nuestra comodidad y vanidad.
Todo es para nuestro bien.
A veces no podremos discernir si hemos sido nosotros
los causantes o ha sido la Vida misma, sin nuestra interven­
ción inmediata, la que está dirigiendo los acontecimientos.
Pero sea como fuere, todo está bien, todo ocurre como tiene
que ocurrir.
Nos resulta fácil aceptar y afirmar que la Vida es bella
y que todo es para nuestro bien cuando los vientos soplan a
favor de nuestros gustos y deseos egoístas.
Pero no suele ser tan fácil y evidente el ver y afirmar
que la Vida también sigue siendo bella, justa, inteligente y
perfecta cuando los acontecimientos y las cosas no satisfa­
cen nuestros deseos egoístas.
Cuando en esos momentos tachamos a la Vida de
injusta, o a la gente de malvada, cruel, incomprensiva u otras
cosas por el estilo, lo único injusto e incomprensivo es
nuestro modo de ver y juzgar.
Hoy es un día en que podemos empezar a ver la Vida
con mayor justicia, con mejor comprensión y con más amor.
131
CHUMAMAYA O
EL SILENCIO CREADOR

Tengo frente a mí la bella, serena y majestuosa sierra


de los Comechingones.
Algunos montañeros, cuando llegan a las cimas de las
más altas montañas suelen decir que allí se sienten más
cerca de Dios.
En realidad Dios no está aquí o allá. Dios ES. Dios es
la presencia de todo en todo.
Pero si en algún lugar se puede percibir con más
sensibilidad esa presencia es en el silencio de Chumamaya,
a la falda de esta siena de Comechingones. Este es uno de
esos rincones del mundo donde se percibe el silencio, ese
silencio que suave, pausada y gradualmente van deshilando
y no desgarrando, los dulces y melodiosos gorjeos de los
variados pajarillos que despiertan al asomarse los primeros
rayos del sol sobre las cimas de la quietud de la sierra.
En este silencio de Dios se siente al Dios del silencio.
No es frecuente encontrar personas que amen el silencio
en estos tiempos de ruidos, estrépitos y aturdimientos.
Frecuentemente en esta quieta, silenciosa y creativa
132
soledad evoco los versos de Fray Luis de León en la ladera de
su huerto de Salamanca, junto a su fontana serena y clara.

«¡Oh monte, oh fuente, oh río!


¡Oh secreto seguro deleitoso!
Roto casi el navio
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.
Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza, o el dinero.
Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves,
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.
Vivir quiero conmigo;
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

El silencio puede entenderse como una simple ausen­


cia de ruidos y palabras en un sentido vulgar o puede
entenderse en un sentido creativo como una nueva dimen­
sión de vivir.
No es el silencio físico imprescindible para el silencio
creativo interior. Pero es una adecuada y apropiada circuns­
tancia que lo favorece y apoya.

133
Solemos movemos cada día, cada instante en una serie
de ininterrumpidos estímulos externos y respuestas. .
Hay personas que no soportan vivir un solo momento
sin estímulos sensibles externos. Tan es así que hasta tienen
que dormir con la radio prendida.

Pero para hacer un trabajo útil y provechoso en el


desarrollo y transformación de sí mismo es imprescindible
llegar a conseguir instalarse en el silencio creativo interior.

El silencio es el medio, el puente, el instrumento que


nos conduce desde la periferia de las cosas a su esencia y
desde la apariencia externa de nosotros mismos al centro de
nuestra realidad.
El silencio no es algo que podamos hacer, provocar o
producir. El silencio es un camino o puente ya construido y
apto para ser recorrido o atravesado. Está siempre tendido
desde allá hacia acá. Solamente es necesario estar atentos y
despiertos para, a través de ese silencio, entrar en la plenitud,
el sosiego, la armonía creadora.
Mientras estemos absortos y cautivados por todo lo
que pasa a nuestro derredor, por todo lo que cambia y se
mueve, no podremos acceder a ese recinto creativo donde no
sólo se percibe el movimiento y el cambio sino lo que está
más allá de lo que cambia y se mueve.
Para lograr conseguir el silencio interior con inmensos
beneficios y dones, es necesario empezar por evitar los ruidos
y estímulos exteriores: palabras, radio, T.V., lecturas, noti­
cias... reduciéndolos a lo más necesario e imprescindible.
Hay que evitar también nuestras palabras externas, las
conversaciones inútiles, hablando lo únicamente necesario
para nuestra convivencia social.
134
Es necesario, también evitar todo el chicharreo mental
que constantemente se agita en nuestra memoria.
Hay que paralizar todo el mundo afectivo por sano,
santo o dulce que parezca.
Y por fin hay que acallar y paralizar todo el movi­
miento de los sentidos.
Ese es el estado que Fray Luis de León anhelaba:
Estar quiero conmigo;
gozar quiero del bien que debo al cielo.
A solas sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Hemos dicho que el silencio es una nueva dimensión
de vivir. Lo cual quiere decir que no es un fenómeno más de
nuestra existencia, como lo puede ser el deporte, la música,
la lectura... El silencio es algo muy distinto de todo lo
fenoménico que vivimos en nuestra existencia. Como la
nada no es una cosa o el vacío no es un objeto.
Pero el ser humano se debate cada día entre cosas y
fenómenos. ¿Podrá, a pesar de ello, conseguir el silencio
creador y transformador?
Es posible vivir todo lo existencial y fenoménico de
cada día y al mismo tiempo experimentar y hasta instalarse
en el silencio creador.
Más aún. Pueden vivirse todos los acontecimientos
humanos desde ese nivel superior del silencio. En el silencio
tomamos contacto con el mundo superior sin dejar desde allí
de vivir la existencia cotidiana. Entonces la persona se da
cuenta de que todo, hasta lo más material y vulgar se genera

135
en el poder del silencio y allí es donde todo adquiere sentido
y significado.
No es secreto para nadie que las mayores obras artísti­
cas o hallazgos científicos se han originado en un estado de
silencio exterior e interior.
Todos tenemos alguna experiencia aunque sea ele­
mental de que los pensamientos, proyectos, soluciones a
ciertos problemas y visión de alguna toma de decisiones nos
ha surgido siempre cuando en mayor o menor grado hemos
hecho silencio en nuestros sentidos y nuestra mente.
Encontrar lugares como Chumamaya, a los pies de esta
sierra de los indios comechingones es algo así como descu­
brir y encontrarse en los preliminares para un estado de paz
y armonía creadora.

136
4 LA ABEJA Y LA FLOR

Volaba y revoloteaba de aquí para allá.


Por fin se posó en una flor.
La abeja comenzó su labor. Comenzó a sorber el polen
de la flor.
Era una flor humilde, sencilla.
Las mejillas de sus pétalos se habían abierto al sol
naciente.
Tímidamente se quejó contra la abeja: ¿Por qué me
picoteas? Cada día extiendo mi bandera de la paz. ¿Por qué
me agredes?
La abeja le replicó: Deberías sentirte dichosa y feliz.
Eres bella y son muchos los que admiran tu hermosura y
colorido.
Pero también puedes endulzarles su existencia. Y yo
vengo a ayudarte en tu cometido. Vengo a convertirte en
dulzura.
Muchos hombres pasan junto a ti inadvertidamente
indiferentes a tu hermosura. ¿Por qué no devolverles con
dulzura su indiferencia?

137
Quizás alguno abra los ojos algún día...
Hasta puede ser que se despierte una sonrisa de amor
en su corazón. Están hechos para amar, como yo para hacer
miel, pero...

138
5 ¿QUIENES NECESITAN PERDONAR?

-Me preguntó: ¿Me perdonas?


-No, -le dije-. No necesito perdonarte porque aunque
hubieras querido ofenderme, yo no me hubiera sentido
ofendido.
Necesitan perdonar:
• los que viven dominados por un «ego» susceptible y
vulnerable que siempre se siente ofendido.
• los que «imaginan» que lo que alguien ha hecho o
dicho puede destruir la imagen que tienen de sí
mismos y quieren mantenefía’,
• los que se ofenden cuándo creen que no se les tiene
en cuenta.
• los que ven rivales y rivalidades por todas partes.
• los que consideran como enemigos a quienes no
piensan ni sienten como ellos.
• los que se sienten superiores.
• los que se sienten poseedores exclusivos de la ver­
dad.
• los que tienen ciertas «llagas» y se sienten heridos
cuando alguien pone el dedo en ellas.
• los que se sienten débiles.
139
• los que aspiran a ser tenidos por «San fulanito
mártir».
• los que se han creado una imagen determinada de sí
mismos y temen perderla.

Si no te sientes ofendido no tendrás necesidad de


perdonar.
Si alguien intenta ofender, él mismo es el ofensor y el
ofendido.
Y si alguien no intenta ofender... ¿cómo iba a necesitar
el perdón?

140
6 LOS DESEOS, CAUSA DEL SUFRIMIENTO

La tendencia más universal entre los seres humanos es


el rechazar y huir del sufrimiento.
Y son pocos los que se dan cuenta de que:
• el sufrimiento proviene de los deseos y temores;
• cuantos más deseos existen en el corazón, más
sufrimientos sobrevienen al no ser realizados.
• incluso cuando los deseos son satisfechos, siempre
asoma el sufrimiento bajo el temor de perder lo que
se posee.
• a más y mayores deseos, más sufrimientos.
• desea cosas, éxito, poder, riquezas... quien no es
consciente de sí mismo, de lo que es en el fondo de
sí mismo.
• tienen más deseos los que se sienten más vacíos.
• Tú eres más y mejor que todo cuanto puedes desear.
• lo que es más y mejor, como eres tú, suple y com­
pensa con creces lo que es menos y peor, que son los
objetos de tus deseos.
• cuando tú te posees a ti y te sientes ser tú mismo ya
no necesitas desear nada más.
• todos tus deseos cumplidos jamás saciarán la sed de
felicidad.
141
• cuando te das cuenta de lo que eres, desaparecen los
deseos porque ya no necesitas nada más.
• los deseos de la propia subsistencia son simples y
sencillos cuando estás lleno de ti mismo.
• los deseos de la subsistencia se complican cuando te
sientes vacío interiormente y multiplicas artificial­
mente tus necesidades.
• cuantos más deseos satisfaces, otros nuevos apare­
cen en tu corazón insaciable y en tu mente ávida y
curiosa.
• desea únicamente lo necesario y te librarás de mu­
chos sufrimientos inútiles.

142
7 AMOR Y BELLEZA

Era una tarde de otoño.


Estaba contemplando un bello atardecer. El sol
arrebolaba los rizos redondos de unas nubes pasajeras en el
horizonte, mientras se apresuraba a esconderse detrás de la
montaña lejana.
Y me di cuenta de que:
• la belleza no estaba en el sol arrebolado en las nubes.
• no eran mis ojos los que sentían la belleza.
• yo era el sujeto testigo que veía y sentía la belleza del
atardecer.
• nada de aquello existía para mí sin mi yo conscien­
te.

Al día siguiente me comunicaron que un ser querido


había fallecido tras unas semanas de intensos dolores. Sufrí.
Lo sentí como si hubiera sido mi propio dolor.
Me centré y vi que:
• el dolor que me embargaba procedía de un pensa­
miento.

143
• mi pensamiento era producto de unas ideas e imáge­
nes mentales.
• en última instancia yo era el sujeto de aquellos
pensamientos.
• yo era el testigo consciente de todo cuanto ocurría
dentro de mí.
• yo soy inteligencia comprensiva y entiendo el sentido
del dolor y la muerte.

Entonces el sufrimiento se desvaneció.


Todo pensamiento, todo sentimiento tienen como
base al «yo», a esa realidad dentro de mí sin la cual no hay
pensamiento ni sentimiento.
Yo soy el sujeto que ve, piensa, siente. Y quien se da
cuenta de que ve, piensa y siente.

144
8 ¿HUMILDAD?

El maestro-conferenciante estaba exponiendo a sus


oyentes que lo que da verdadero sentido a todo en nuestra
vida es el intuir con claridad lo que es el «Yo» verdadero, lo
que somos como realidad profunda, lo divino de nuestro ser
interno...
Dos de los oyentes creyeron que aquello era un orgullo
demasiado pretencioso y le objetaron diciendo «que siempre
nos han enseñado que la humildad es una virtud necesaria».
Y aquello que se estaba exponiendo era lo contrario a la
humildad.
Pero aquellas personas habían olvidado y no se daban
cuenta de que:
• debe distinguirse entre el «Yo» profundo y el yo
superficial de la personalidad.
• la realización de una persona no consiste en que el
yo personal sea muy sabio, muy importante, muy
bueno, muy exitoso, muy satisfecho... No.
• la verdadera realización consiste en darse cuenta de
la realidad profunda que está más allá de nuestra
personalidad.
• toda la vida nos la pasamos hinchando, agrandando
145
nuestro yo personal. Y en broma o en serio siempre
se le busca una justificación a ese orgullo infantil y
ridículo («hay que engordar el ego»...)
• los únicos que son orgullosos son los que viven
gobernados por el yo superficial de la personalidad.
• cuando se intuye lo que es el «Yo» verdadero pro­
fundo y se vive impulsado por él, no es posible el
orgullo, porque se sabe que, Eso que uno es, lo son
también todas las personas aunque no sean cons­
cientes de ello.
• saber que «Lo Divino» está en mí y en todos, es la
verdad y «la humildad es la verdad».
• únicamente tienen que soñar en ser más, los que no
saben que ya son Todo. Pero ese Todo hay que
intuirlo y verlo en lo profundo. No en la superfi­
cialidad del ego personal.

146
9 CANTO DE ALEGRIA

Cada día, cada mañana debería florecer en tus labios un


canto de amor y alegría.
Cada mañana al abrir los ojos debes darte cuenta de que
ése es un día más que La Vida te regala.
Desecha los temores que ensombrecen tu alma.
Desecha los recuerdos del ayer cercano o lejano con
imágenes deprimentes, como intrusos visitantes no desea­
dos.
Hoy puedes cantar.
Hoy puedes amar.
Hoy puedes vivir con renovada alegría.
La Vida es generosa contigo.
¿Por qué añorar y ansiar lo que no tienes?
Haz hoy tu trabajo. Evita el gesto quejumbroso.
Sólo tienes que hacer tu trabajo. No el de los demás.
Haciendo bien tu trabajo, estás haciendo lo mejor por

147
los demás. La Vida te irá diciendo en su momento si tienes
que hacer algo más.
Si haces lo que tienes que hacer, rebosarás de gozo. Y
ese gozo será la mejor ayuda para los demás.
Haz lo que amas. Y sobre todo ama lo que haces.
Si el amor preside tu día desde que abres los ojos hasta
que los cierras, estarás cumpliendo con La Vida.

148
10 CONSCIENCIA-CENTRO

Había estado trabajando.


Salí a pasear. Era una tarde serena, otoñal.
Hice unas respiraciones conscientes, profundas. Sentí
mi cuerpo inhalando y exhalando el aire puro de la montaña,
impregnado por el aroma natural de las hierbas del verde
campo.
Me di cuenta del aire, del aroma, de mis pies movién­
dose sobre las verdes hierbas silvestres. Me di cuenta de que
todo mi cuerpo se movía y se afectaba interna y externamen­
te.
Y sobre todo me di cuenta de que:
• nada tenía sentido sin el centro de donde surgía toda
la energía consciente.
• nada tenía sentido sin la conciencia que soy y que en
ese momento se daba cuenta de cuanto hacía y
sentía.
• todo estaba allí dentro, en la conciencia que sentía
el movimiento, el olor, el bienestar, la respiración...
• me sentía a mí mismo.
• yo era el que vivía y respiraba, olía y sentía a través
149
de aquel cuerpo con sus sentidos, sus percepciones,
sus actividades...
• nada ocurría sin que se originase en mi «yo», centro
de mí, incluso aunque no fuera consciente de ello.
• el olor no estaba en las hierbas sino en mi concien­
cia, respondiendo al estímulo de las hierbas.
• sólo había percepción...
• sólo había consciencia de la percepción.
• yo sólo era concienciá-percepción-amor.

150
11 ¿PASARLO BIEN?

««Ya que la vida es corta debemos hacer que nuestro


paso por la tierra sea lo más agradable y confortable posible.»
Cuando oí esta frase, como un acertado y sensato sentir
de la mayoría de la gente, también a mí me pareció de repente
una útil y acertada idea.
Luego he ido comprendiendo que:
• esa filosofía de vida es común entre la gente pero eso
no la hace válida ni verdadera.
• son más los que viven en la práctica esa filosofía de
vida que los que la sostienen reflexiva e intelec­
tualmente.
• hasta los que dicen ser religiosos y espirituales
suelen practicar esa filosofía en su vida concreta.
• tener como objetivo de vida el buscar lo ««más
agradable» es reducirse a ser un puñado de instintos
sensibles que deben ser satisfechos sea como fuere.
• lo poco o mucho que vivimos no es simplemente
para vivirlo ««confortablemente».
• cuando vivimos buscando el confort como objetivo
perdemos el rumbo y sentido mismo de la vida.
• nadie vive más agradable y felizmente que quien
151
relegando a un segundo o tercer plano el confort, se
dedica a comprender el sentido de vivir en sí mismo.
• el sentido de la vida es hacer realidad y actualizar
todas las potencialidades que uno es.
• cuando se actualizan las capacidades de la energía,
del amor y la inteligencia que cada uno es en su
naturaleza, sobreviene de inmediato como una ló­
gica consecuencia la dicha y felicidad profunda y
serena.
• todo el gusto y satisfacción de los sentidos es la
sombra de la felicidad del ser consciente en su
profundidad.
• los que viven tras las satisfacciones sensuales y
confort material, consideran y llaman ilusos a
quienes buscan la felicidad dentro de sí mismos.
Pero
• los auténticos realistas son estos últimos, mientras
los ilusos son los que viven siempre con la ilusión
vana de ser felices con migajas de confort que se
esfuma por momentos.

152
12 PERSONAS: MASCARAS

No hay nadie que no admire con gusto y ternura y en


cierto sentido también con nostalgia la candidez, la esponta­
neidad, la sencillez de los niños...
Es como si nos diéramos cuenta de que un día lejano
perdimos lo más preciado, lo más valioso de nosotros mis­
mos, algo que tuvimos de niños y ahora lo añoramos con
pena y envidia nostálgica.
Y nó es para menos. Vivíamos en el paraíso natural de
nuestra esencia, de nuestro ser natural de seres humanos
puros y nos exiliamos como hijos pródigos en un mundo de
máscaras y disfraces donde cada cual trata de colocarse la
máscara más adecuada para cada ocasión. Y nadie sabe quién
es quién.
En el mundo infantil de la verdad, de la espontaneidad
no se usan máscaras. Cada uno es lo que es y nadie necesita
disfrazarse.
Pero cuando nos hicimos «personas», es decir, cuando
nos enseñaron a tener una «personalidad», que es cuando
empezamos a ser mayorcitos, nos mostraron y fuimos pro­
bándonos una serie de disfraces.

153
Debemos recordar que los griegos en sus representa­
ciones teatrales usaban unas caretas para representar los
distintos personajes. A esas caretas se las llamaba «personna ».
Se cambiaban las caretas o «personnas» según el personaje
que debían representar. Un mismo actor podía representar a
distintos personajes en la misma obra. El cambio de máscara
era cambio también de persona o personaje o personalidad.

Ahora, no en el teatro sino en la vida normal social


ocurre casi lo mismo. Nos han enseñado a cambiarnos
oportunamente de máscaras. Y quien lo hace mejor es
considerado más inteligente.
En las esferas y ámbito del poder y la política triunfan
aquéllos que saben ponerse y quitarse las máscaras más
oportunamente. Ser político y diplomático en la vida social
significa dominar el arte del disimulo, del disfraz. A eso
también suele considerarse o llamarse como «tener mundo»,
«saber estar en sociedad», «tener nivel» o «ser una gente
bien».
¿No podríamos volver al mundo de la espontaneidad,
de la sencillez y de la verdad?

154
13 YO: CONCIENCIA

Era un espectáculo público. Uno de tantos.


Las personas allí presentes estaban pendientes y aten­
tas a lo que ocurría en su derredor y en el escenario. Algu­
nos trataban de conservar actitudes cuidadas y estudiadas.
Otros, atentos al espectáculo, quedaban atrapados por lo que
veían.
Era la actitud común y general en este tipo de
situaciones.
Yo también miraba lo que ocurría. Pero en un momento
dirigí la atención a mí mismo y me di cuenta de que:
• todo era un juego.
• todo lo que ocurría procedía de la conciencia de cada
uno.
• mi propia observación tenía el mismo origen: mi
propia conciencia.
• Mi conciencia era "Yo", era la conciencia Universal
manifestada en mí.
• yo era la energía, la única energía manifestada a
través de esto que llamo mi persona.
• esa energía y esa consciencia que unos llaman Ser,
155
otros Absoluto, otros Dios o con cualquier otro
nombre, porque el nombre que se le dé es secundario,
estaba expresándose a través de mí y a través de
cuantos allí estaban aunque no se dieran cuenta de
ese sublime y maravilloso hecho tan simple.
• ese Dios-Energía movía los cuerpos y las mentes.
• ese Dios era la base de todas aquellas consciencias,
incluso aunque fueran consciencias inconscientes.
• todo era Uno.
• todo era la gran Consciencia Universal manifestada
y expresada en formas infinitamente variadas.
• yo no era distinto de los demás.
• mi consciencia era consciente de que todo lo que
ocurría en mí y en los otros procedía de la Consciencia
Pura Universal.
• este Ser-Dios Consciencia Universal es lo que
siempre está presente en todos y en todo.
• unos lo perciben. Otros viven ajenos a sí mismos y
a Él.
• la mayor diferencia entre las personas es la distinta
calidad y claridad de consciencia entre unas y otras.
• la mayor o menor consciencia cambia totalmente el
sentido de la vida y el valor que se da a las cosas y los
acontecimientos.

Vi también que:
• en todas partes y en todo momento, cada uno, cada
persona, puede realizarse, puede realizar su
naturaleza consciente.
• nada es malo en sí mismo. Todo depende de la
consciencia con que se vive.
• todo es o puede ser un medio de realización y causa
de felicidad.
156
• cada uno es feliz si es consciente de sí y de Él en sí.
• solamente se puede ser feliz siendo conscientes del
Ser-Felicidad que vive en uno mismo.
• lo que llamamos felicidad, consistente en la satis­
facción de los sentidos, es una errónea, inoportuna
y desafortunada falsificación de la felicidad.

157
14 EL “EGO” SIEMPRE

Era un programa de entrevistas en la T.V.


La conductora del programa, muy amiga de la frivolidad,
medio en broma medio en serio dijo muy satisfecha ante el
halago de alguien: "De vez en cuando hay que alimentar el
'ego'".
Me quedé pensando que tras esa frase que parecía
inocente y trivial se escondía un peligroso mensaje.
Y vi que:
• defender el "ego" es defender lo más falso y
destructivo de uno mismo.
• quien vive pendiente de lo insubstancial en la vida
no puede ocuparse de lo esencial.
• el roce continuo, habitual con gente frívola aleja de
la verdad y la sabiduría.
• en las reuniones sociales existe un cuidadoso esm ero
por no herirse los "egos", excepto en los casos en
que arteramente se lanzan dardos malintencionados
sobre personas rivales u odiadas. •
• los muy cuidadosos y amantes en demasía de las
formas y apariencias externas, difícilmente pueden
158
ser muy amigos de la Verdad.
• existe una proporción inversa: a mayor vanidad,
menor profundidad.
• los amantes del ego vanidoso siempre buscan discul­
pas y justificaciones para su frívola necedad.
• el amante de la verdad y la esencia reconoce bien
cuándo está haciendo el papel del ego necio.
• alardear como pavo real de vanidades inestables es
condenarse a la desilusión de lo falso y engañoso.

159
15 EL CERDO Y EL PAJARILLO

El cerdo andaba a sus anchas por el campo con el hocico


metido en el maloliente cieno.
Un alegre pajarillo aterrizó en su lomo y gorjeó cerca
del cartílago de su desmadejada oreja.
El cerdo gruñó y dijo: ¿Qué te pasa que gorjeas tan
alegremente?
Y el diminuto pajarillo le contestó:
Sí. Ciertamente estoy muy contento. He volado sobre
jardines muy bellos que además me han ofrecido semillitas
muy gustosas y tiernas. Luego he recorrido verdes y arboladas
praderas...
¿Qué me hablas de bellos jardines y floridas praderas?,
le increpó el cerdo sin levantar su vista y hocico del lodo. ¿Es
que acaso hay algo mejor y más bello que este lodazal con
abundantes y ricas lombrices y gusanos?
Tú eres muy tonto y muy ciego, le respondió el pajarillo.
En el mundo hay cosas muy bellas. Y un canario amigo mío
todavía ha visto otros mundos que yo aún desconozco donde
sólo hay armonía y paz, sin temor a nada ni a nadie.
160
Bah, bah, bah, dijo el cerdo incrédulo. Esas son tonterías
y pamplinas. Yo no creo más que lo que veo y lo que toca mi
hocico.
Y le contestó el humilde y alegre pajarillo:
Tú eres tonto, ciego y sordo. No ves, ni oyes ni entiendes
el mundo que te rodea. Eres incapaz de ver más allá de tu
hocico. Te pareces a algunos de esos animales que se llaman
humanos. Contigo no se puede hablar. Claro que en ti todo
es comprensible porque no puedes levantar tu cabeza y tus
ojos y hocico están siempre pegados al suelo ¡Pero ellos...!

161
EL MEJOR DESARME

Se realizan felizmente gestiones para el desarme


nuclear. Y para el control de todo tipo de armas. ¡Enhorabuena!
Muchas veces esos convenios y tratados suelen ser
papel mojado... Por lo menos los intentos son bienvenidos.
Más urgente que todos esos tratados internacionales es
el desarme que depende de cada uno de nosotros mismos. Es
un desarme necesario e imperioso: el desarme de los rencores,
del menosprecio, de las luchas fratricidas, entre las familias,
en los pueblos entre razas, entre las diversas ideologías
religiosas, entre nacionalismos.a ultranza... etc...
Es urgente el desarme del odio.
Es urgente el desarme del desamor.
Para este desarme no se requieren reuniones de jefes de
estado, de políticos, militares, técnicos...
Este desarme únicamente requiere de tu conciencia.
Tú te reúnes en tu conciencia con aquellos resque­
mores del pasado, con tus envidias, con tus odios o antipatías
y los reconoces con claridad.
162
Debes reconocerlos con claridad, sinceridad y
ACEPTARLOS.
Acepta como un hecho real tus sentimientos de
desamor y odio. No los justifiques. No des explicaciones.
Míralos como te miras en el espejo a tus propios ojos y
FIRMA EL ARMISTICIO.
Firma la paz.
Sólo se requiere que pongas amor donde había odio e
indiferencia.
Cada día puedes firmar el armisticio con algo o alguien.
Dentro de poco gozarás la paz del desarme.

163
17 ¿POR QUE NO SOMOS FELICES?

Esta mañana al despertar y abrir los ojos, martilleaba


en mi mente esta pregunta ¿por qué, diablos, no somos
felices?
Si tenemos, o mejor dicho todavía, si somos una rea­
lidad divina, si somos el amor y la felicidad misma en el
fondo de nuestra realidad auténtica, ¿por qué andamos como
mendigos hambrientos pidiendo y buscando ansiosamente
migajas de amor y felicidad?
Y al mirar dentro de mí con los ojos internos se asoma
de inmediato a mi mente la respuesta: Porque vivimos
embobados con todo lo que nos rodea y nos pasamos la vida
dando vueltas alrededor de ideas y más ideas peregrinas y
sobre todo alrededor de una idea, la más dramáticamente
errónea que generación tras generación se nos va trasmitiendo
a través de la sociedad. Es la idea que nos hemos formado
sobre nosotros mismos.
Hemos llegado a pensar que somos un animalito insig­
nificante que se arrastra por este planeta lleno de limitaciones,
miserias y vicios. Y basados en esa idea generalizada que
tenemos sobre nosotros mismos de que somos un cuerpo
animal que trata de satisfacer sus necesidades biológicas lo
más agradablemente posible, ciertamente no tenemos

164
muchos motivos para una mejor y más optimista idea sobre
nosotros mismos.
Al estar absortos y embebidos en todo lo que nos rodea,
en todo lo exterior a nosotros mismos, hemos olvidado mirar
dentro para damos cuenta de que no somos únicamente ese
cuerpo biológico con que andamos por la tierra. No hemos
llegado a percibir esa realidad no física, esa realidad fuente y
origen de toda la energía que moviliza no sólo el organismo
biológico sino también la mente y la afectividad. Somos Eso.
Es decir, ésa es nuestra identidad. Todo eso que habitualmente
creemos ser quedaría inerte y reducido a nada sin esa realidad
que moviliza toda la energía. Eso no es ninguna materia, eso
no es ningún pensamiento. Eso es una Realidad, es nuestro
ser. Esa es la naturaleza divina o como quiera llamársele. Esa
es la naturaleza infinita por la que somos ricos, amorosos,
sabios, felices.
Cuando acabo de escribir estas palabras, pienso si tú
que las estás leyendo en estos momentos te das cuenta
suficientemente de lo que significan.
¿Te das cuenta de que ERES ya todo lo más que puedes
llegar a ser y desear ser?
Hagamos una observación práctica.
Todos decimos o sabemos que el amor es lo más
importante de nuestra vida, que el amor es la vida de nuestra
vida, la salsa, el calor, el sabor, la razón de vivir ¿no?
Si tú que estás leyendo crees que el amor es todo esto
y mucho más, te pregunto: ¿a cuántas personas amas, en
estos momentos, de verdad? Es decir, ¿cuántas personas hay
a las que tú amas generosamente, sin esperar nada de ellas,
simplemente porque el amor te surge de dentro hacia ellas,
porque te sientes unido a ellas, porque las sientes como si
esas personas fueran tú y tú fueras ellas?
165
Es tan simple, tan sencillo y tan lógico amar, o debería
serlo, como lo es para la rosa exhalar su perfume o a la fuente
de la montaña manar agua fresca y clara.
Y si es tan simple, si es tan lógico ¿por qué resulta tan
raro, difícil y extraño encontrar personas que amen con la
misma espontaneidad con que la rosa nos ofrece su fragancia
y la fuente su agua fresca?
¿Qué es lo que pasa en nosotros? ¿Por qué no des­
pertamos, por qué no abrimos los ojos y nos damos cuenta de
que estamos metidos hasta el cuello en la gran mentira, en
la gran farsa de nuestras ideas sobre cosas y sobre personas y
sobre todo en la gran falsedad de la idea errónea sobre
nosotros mismos?
De poco sirven los moralismos.
De poco sirven los discursos y consejos. De muy poco
sirve el precepto de amarnos.
De nada sirve el buscar "las ventajas" que tenemos al
amar, porque siempre que pensemos en las ventajas estamos
lejos de amar con amor verdadero y generoso.
Empecemos por donde hay que empezar. Empecemos
tomando conciencia de que la felicidad no es la suma de
deseos satisfechos, como muchos piensan. La felicidad no
viene con la consecución de todas esas cosas que quieren
tener. La felicidad únicamente te sobrevendrá cuando
expreses de mil maneras el amor que ya Eres en el fondo de
ti mismo.
Empecemos dándonos cuenta de que ya somos la
felicidad.
Cada día y cada instante puedes darte cuenta de que
eres ya mucho más de lo que anhelas ser y tener.

166
18 INMADUREZ REVOLUCIONARIA

Aunque para muchos resulte sorprendente, una señal


de inmadurez es querer cambiar el entorno y el mundo antes
de cambiarse a sí mismo.
Muchas de las revolucionarias y magnánimas protestas
pueden ser justas y bienintencionadas, pero casi siempre
suelen ser un evidente signo de inmadurez.
La persona madura ve y constata con toda evidencia los
errores, defectos y lacras del mundo en que vive. Y por
supuesto conoce y reconoce los suyos propios.
Pero todo lo ve, lo comprende y lo acepta con equilibrio,
ecuanimidad y serenidad. Porque todo cuanto ocurre en sí
mismo como en su entorno lo comprende e interpreta como
un lógico y debido efecto de su propia y acorde causa.
Cada árbol frutal tiene la fruta propia de su naturaleza
y la tiene en la estación apropiada. Nadie razonable puede
esperar peras de un manzano y mucho menos en el crudo
invierno.
El mundo va desarrollándose como lo decidimos sus
habitantes.

167
Las lamentaciones son propias de los que no com­
prenden.
Quien comprende, acepta. Y no se lamenta inútilmente
sino que obra en cada momento en consonancia con su
comprensión.
No son las lamentaciones, ni siquiera las denuncias
sociales, tan de moda en nuestros tiempos entre los artistas,
periodistas y políticos las que van a solucionar los problemas
que nos aquejan personal, grupal o socialmente sino la com­
prensión viva de las cosas y las situaciones, además de la
acción y actitud concreta y correcta en cada instante de cada
uno, en existencia concreta.

168
19 LOS VIOLADORES

Un día apareció en la T. V. el momento en que la policía


detenía y conducía a la cárcel a un violador. Por el informe,
aquel hombre había violado a unas niñas pequeñas. Las
personas allí congregadas querían lincharlo. Una de las
personas que lo estaba viendo por la T.V. dijo muy enfática
y moralizadora: "Yo a esas personas las colgaría".
Esa suele ser una reacción muy frecuente en tales
casos.
Es evidente que quienes así se expresan quieren decir:
eso yo no lo haría jamás. Pero es muy posible que aquel
supuesto violador pensara en situaciones similares, algo
parecido a lo que estaba diciendo y pensando aquel televi­
dente, cuando se encontraba un poco más sano y más cons­
ciente. Probablemente luego cayó en esa enfermedad tan
común de la inconsciencia, de la obsesión enfermiza del sexo
y no tuvo reparos en satisfacerla incluso con la violación de
unas pequeñas niñas inocentes.
Algunos tienen la peregrina idea de que los violadores
son o pertenecen a una clase de gente que ya nace así. No se
dan cuenta de que el vicio no se origina de repente ni por
casualidad. La vida frívola y licenciosa con formas y actitudes
ligeras y sensuales y las expresiones de moda como "estar en
lamarcha" o "vivir al ritmo de los tiempos" y otras parecidas,
169
son la preparación más o menos inmediata para esos excesos
viciosos incontrolados.
El sexo no irrumpe repentina y violentamente en la
persona.
Como todo en la vida humana suele desarrollarse
gradualmente.
Cuando la filosofía de vida es eminentemente sensual
y el sexo ocupa un lugar preferente, nadie puede extrañarse
de estas aberraciones como la violación de niñas inocentes.
En nuestra sociedad moderna se alzan voces y
lamentaciones puritanas, hipócritas y absurdas.
Por una parte, a fuer de parecer liberales y progresistas
se ve con naturalidad y hasta con complacencia todas las
licencias sexuales de los medios de comunicación y en la
vida práctica diaria. Pero cuando llegan estos casos todos se
rasgan las vestiduras.
No se puede tener un cierto sentido y una filosofía de
vida y no aceptar sus consecuencias. Lo uno trae lo otro.
La filosofía y el sentido de vida de la sociedad moderna
.con su objetivo material-hedonista de vivir, allana y abre el
camino para los violadores, delincuentes y criminales. Todo
es lógico. Es lógico que en una sociedad que se gobierna con
estos principios se acabe en tal fin grosero y aberrante.
La solución contra los violadores no consiste en
colgarlos, sino en cambiar el sentido de la vida en todas las
esferas de la vida social.
Los políticos y gobernantes dan un espectáculo
lamentable, en la mayoría de los casos, con sus honrosas y
gratas excepciones. El afán por el poder y el dinero son
patentes cada día.
170
Los padres y educadores no están menos esclavizados
y dependientes del dinero que los demás. Estar esclavizados
al dinero no quiere decir no tenerlo ni ganarlo. Quiere decir
que no se constituya en objetivo y meta para tener más y más
cosas, las más de las veces superfluas e innecesarias.
Los violadores y delincuentes son enfermos que están
contagiados por los virus y miasmas entre los que estamos
inmersos en nuestra sociedad: afán de poder, dinero, influencia
social y confort exagerado.
El violador no es un sátiro ni un degenerado.
Sería bueno que quienes pontifican y alardean de
moralistas con sus frases condenatorias y anatematizadoras
mirasen el fondo de sus corazones y vieran los deseos oscuros
e inconfesables que han albergado o albergan aunque sólo sea
en el foro interno de sus mentes.
Si una persona tiene una normal madurez y un
elemental conocimiento de sí misma empieza a ser más
comprensiva de cuanto ocurre en la sociedad.
No son mejores los que más se lamentan y gritan. Son
mejores quienes dan mejores frutos prácticos de vida, con
mayor conciencia y bondad.
Los violadores no nacen ni se hacen por generación
espontánea. Ni han venido al mundo con la etiqueta y marca
de violadores. El género de vida sensual y materialista que se
respira en todas las esferas y ámbitos de la sociedad es un
apropiado caldo de cultivo para esas bajezas y brutalidades y
muchas más. ¿Por qué tantas sorpresas, escándalos y
lamentos? El terreno está sobradamente abonado para ello.
¿Quién lo abona cada día?

171
20 DESCONTENTO

Mi amigo se había marchado a pasear y se quedó


meditativo en un acantilado frente al mar.
Cuando regresó lo noté contrariado.
-¿Qué te pasa? -le pregunté.
-Nada -me contestó-. Esta vida es un asco. Y yo más
asco todavía.
-¿Por. qué dices eso?
-He estado mirando el mar infinito -me dijo-. Siempre
el mismo. He pasado revista a mis preocupaciones y me
parecen todas ridiculas,infantiles. Siempre ocupado en nece­
dades sin sentido, como si fueran problemas trascenden­
tales...
Siempre esclavo del deseo de esto o aquello.
Siempre ocupado en necesidades insensatas.
Siempre pendiente de si fulanita me quiere o no.
Siempre pendiente de si reconocen y aprecian mis
cualidades.
172
Siempre preocupado de que no me falten ciertas co­
modidades.
Siempre apegado a cosas y personas...
Me siento ridículo. Me siento estúpido.
Veo que tengo un mundo infinito más que el mar y me
encadeno a pequeneces.
Veo que el Universo entero está en mi conciencia, veo
que soy la Inteligencia y La Vida infinita... y pequeñas
situaciones, hechos insignificantes llegan a alterarme..
-Pero eso no es para enojarte contigo mismo -le
dije-.Eso es más bien para que estés contento de que al fin te
das cuenta de tu necedad, del error en que has estado sumido
mucho tiempo de tu vida. Pero ahora tomas conciencia, lo
ves.
-Sí. Pero me da rabia de mí mismo porque he perdido
tanto tiempo...
-Mira, si te da rabia es que todavía no te has compren­
dido bien. Todavía estás mirándote y mirando tu vida con los
ojos de tu "ego" vanidoso que quiere verse perfecto. Por eso
se enoja consigo mismo. Cuando tengas comprensión. Cuan­
do te mires y mires tus propias deficiencias con serenidad,
con una comprensiva aceptación total, estarás empezando a
madurar, a abrir los ojos, a ser menos estúpido. Mientras te
enojes contra ti mismo, algo anda mal en su fundamento.
Es verdad que a veces se oyen voces por ahí, de indig­
nación por los males del mundo y muchas voces animan e
incitan a la rebeldía y las protestas y...
-¿Qué? ¿Acaso vas a decir que eso no está bien? -me
cortó.
173
-Es verdad que el preocuparte de tonterías es necio.
También es verdad que en el mundo hay muchas injusticias
y muchos abusos... Pero tus gritos, tu rabia y tu rebeldía
como la del mundo entero no solucionan ningún problema.
El problema únicamente empieza a resolverse cuando lo ves,
lo comprendes y resuelves la parte que te corresponde a ti.

174
ni LAS DEMARCACIONES
41 Y SEPARATISMOS

Desde siempre ha existido una tendencia y costumbre


de dividir a los hombres en grupos. Blancos y negros, ricos y
pobres, civilizados e incivilizados, de derechas y de izquier­
das, conservadores y progresistas, de un país o de otro.
Los límites, las líneas, las divisiones, las demarcacio­
nes, pueden ser útiles quizás o necesarias para algunas pocas
cosas en la vida. Pero cuando se trata de clasificar y juzgar a
las personas es el origen de muchos errores, inexactitudes,
injusticias, atropellos y absurdos.
Los nacionalismos, con todo lo que significan de
sentimiento de estar separados de otros, de querer diferen­
ciarse por los motivos que fuere, de ensalzar lo propio sobre
lo de los demás o cualquiera otra exaltación del "ego"
colectivo nacional o racial, es un modo de engendrar luchas
y rivalidades que conducen a enfrentamientos odiosos y
destructivos.
La historia es el testimonio más claro y patente de
todas las absurdas irracionalidades que se cometen bajo la
bandera del patriotismo, las nacionalidades y los separatis­
mos.
Es muy justa la preténsión de las personas de liberarse
175
de todo tipo de sometimientos y dependencias. Pero suele
resultar una puerilidad absurda ya que se liberan de unas
ataduras o dependencias para caer en otras semejantes y a
veces más nefastas.
Si todos los esfuerzos que se dedican a conseguir esas
ciertas libertades externas, se emplearan en una auténtica
liberación interior, las personas se sentirían mucho más
plenas, desarrolladas y exentas de tantos conflictos y
enfrentamientos inhumanos y armados.
Todas las demarcaciones han sido creadas por los
hombres. Y todas ellas han acarreado a la Humanidad dolor
y sufrimiento.
La Vida, la Naturaleza, Dios, han hecho que cada ser
dentro de sus características individuales viva en armonía
con el Universo. Incluso las distintas razas o clases de seres
humanos tienden, por su propia naturaleza, a convivir pací­
fica y armoniosamente entre sí.
Pero las ambiciones humanas de unos pocos que
quieren ser líderes y gobernar, exaltan y suscitan
demagógicamente los sentimientos individualistas de las
másas que van donde las llevan.
Es cierto que algunos hombres y mujeres humana­
mente desarrollados trabajaron por la independencia de sus
países, esforzándose para liberarse de la explotación inhu­
mana a que estaban sometidos por algún otro pueblo. Pero
aún en estos casos excepcionales y extremos, todo ello se
hizo sin violencia ni odio y con una clara conciencia de la
verdad y la justicia y sin afanes ambiciosos de protagonismos.
Es muy sintomático que ninguna persona que esté en
la búsqueda auténtica de la Verdad haya llegado jamás a la
dirección política de país alguno.

176
Se dice que los países tienen los gobernantes que se
merecen. Y es claro. Se dice en filosofía que cada ser busca su
semejante. O dicho de otra manera, cada uno busca el traje
a su medida.
Cuando en un pueblo abundan las personas que se
gobiernan por deseos y apetencias ambiciosas e inconscien­
tes, buscarán como dirigentes a personas que sean de la
misma manera. Y tales personas con semejantes filosofías de
vida no parecen las más apropiadas para un gobierno justo,
honesto y consciente.
Ser y considerarse "ciudadano del mundo" no es una
teoría utópica.
Hace falta más universalidad, en lugar de tanta sepa-
ratividad y singularidad.
Cuando nos ocupemos más en lo que nos une que en lo
que nos separa y distingue, se acabarán muchas luchas
fratricidas y muchas situaciones de alejamiento, desamor y
odio.
A través de toda la Historia y también en nuestro
tiempo se observan absurdos tan grandes como las luchas
religiosas no sólo entre religiones con fundadores distintos
sino aun dentro del mismo cristianismo cuyo Maestro dejó
como lema de su doctrina el amor fraterno.
¿Cuál es la explicación? Muy sencilla.
Él nos dejó una doctrina y enseñanza para vivir. Pero
los hombres, con sus ambiciones, hicieron sus propias de­
marcaciones para tener unos ciertos espacios de poder. Ahí
comienzan las divisiones y las rivalidades consiguientes.
El Maestro no puso límites a nada. No creó fronteras ni
capillas ni guetos ni grupo alguno separado. Eso ha sido obra

177
humana. Y con la creación de las demarcaciones religiosas
ha llegado también el proselitismo, con todas las luchas por
el poder. Siempre fue así y hoy sigue siéndolo en aquellos
lugares donde se lucha y se mata en nombre de una denomi­
nación religiosa cualquiera.
La Historia nos enseña que la mayor parte de las
conflagraciones bélicas, por no decir todas, han llegado por
demarcaciones geográficas o ideológicas.
Muchas personas se glorían con ciertas denominaciones
étnicas, ideológicas, deportivas, geográficas, culturales, re­
ligiosas... Se ufanan colgándose etiquetas que los identifican
como pertenecientes a algún grupo. Pareciera que necesitan
apoyarse en algo porque se sienten poca cosa e inseguros por
sí mismos. Si se observa con toda imparcialidad y serenidad
se reconocerá al "ego" individual que se arropa tras el "ego"
colectivo. Solamente hay que ser un poco honrado consigo
mismo para reconocer que la debilidad del "ego" individual
siempre busca el apoyo del ego colectivo. Y éste a su vez se
siente más fuerte cuanto más numeroso es.
Llegará una nueva Humanidad en que las nacionalida­
des desaparecerán, las diferencias entre los hombres serán
puramente anecdóticas y triviales y los animales, las plantas
y todo lo existente formarán la gran Unidad del Universo.
Ahora puede parecer la utopía de un mundo ideal. Pero
no es así. Estamos "condenados", destinados a formar un
mundo con una clara y total conciencia de Unidad.
El desamor de las divisiones, demarcaciones y sepa­
raciones corroe las mentes y nos aleja de nuestra conciencia
de Unidad que es nuestra Realidad auténtica.

178
22 ¡NO TE LAMENTES!

No te lamentes de tus errores.


No te lamentes de tus fracasos.
No te lamentes de tus desaciertos, fallas o defectos.
Ni tampoco de los errores y defectos de los demás.
Todo lo que consideras negativo, perjudicial e ingrato
en tu vida puede convertirse en positivo y beneficioso.
Al signo menos o negativo (-) lo puedes convertir en
más o positivo (+) con una simple rayita perpendicular, como
una decisión firme de ver las cosas de otra manera, como una
postura nueva de ser y vivir.
Aun lo más reprochable en apariencia se puede conver­
tir en una oportunidad de ampliar la conciencia.
Y recuerda que lo mejor, lo más positivo en la vida de
cualquier persona es la expansión y desarrollo de su concien­
cia.
Si no, tus errores y fracasos serán un lastre pesado ante
tus ojos, que arrastrarás amargamente por mucho tiempo.
Alégrate, incluso por tus errores y desaciertos. Ellos te
hacen más comprensivo y tolerante con los ajenos.
Todo es para bien. Aun lo que parece un mal.
179
23 ¿LA OPCION POR LOS POBRES?

Ultimamente se oye y se lee aquello de que "la iglesia


tiene opción por los pobres". (Hace unos años parece que la
opción era otra).
Tener opción por una clase de personas, puede ser en
ciertos aspectos útil, propagandístico o proselitista. Pero no
parece lo más correcto y adecuado según justicia.
El Cristo no tuvo jamás opción ni acepción por clase
alguna social. Su única opción fue la Verdad y la Justicia.
Hay personas que viven en la pobreza material, vícti­
mas de las injusticias de otros hacia ellos.
Otras personas son pobres por su propia injusticia y
abandono sobre sí mismos o por sus injusticias hacia los
demás.
Si se quiere ayudar a los más necesitados, parece que
según la más recta y justa jerarquía de valores, los más
necesitados son aquéllos que viven sumidos en la pobreza y
miseria de espíritu. Y éstos se encuentran lo mismo entre los
pobres de bienes materiales como entre quienes nadan en la
abundancia.

180
Hace unos años (y también ahora aunque más
disimuladamente) existió una preferencia, más que opción,
por los ricos en bienes materiales y no precisamente para
sacarlos de la ruindad y miseria en que se encontraban sus
espíritus.
Hoy se pregona la opción por los pobres.
No es la pobreza o carestía de bienes materiales garan­
tía de nada por sí misma.
El espíritu de desapego efectivo de bienes y riquezas sí
es garantía de sabiduría, armonía y profundidad de espíritu.
¿Habría necesidad de hablar de opción por los pobres en
una comunidad o ambiente donde las personas estuvieran
realmente desapegadas de los bienes y riquezas?
¿No sería mucho más efectivo estar desapegado y
desprendido de bienes y riquezas en lugar de hacer carteles
o frases propagandísticas?
Vuelvo de nuevo al Cristo, maestro de vida. Estuvo con
todos. No tuvo acepción de personas. Para Él, sólo contaban
la actitud del corazón y del espíritu. "Llegará un día en que
ni en este templo ni en Jerusalén daréis culto a Dios sino que
lo adoraréis en espíritu y en verdad". Lo valioso para Él no era
el dónde ni el cómo sino el espíritu de donde procedía el
sentimiento y la adoración.
Opción por la justicia.
Opción por la verdad. Eso nos hace falta hoy como hace
dos mil años. La situación de fondo es la misma.
Si se tuviera una opción práctica y viva por la verdad y
la justicia no habría necesidad de optar por ninguna clase de
181
personas en especial. En esa clase de opción no es necesario
clasificar ni calificar a las personas. Las etiquetas, calificati­
vos y apellidos sobran.
El mundo materialista moderno hace muchas distin­
ciones de las personas por la cantidad de su dinero.
Quienes hacen tales distinciones y opciones es que
para ellos todavía cuenta demasiado el dinero y el estatus
social y económico.
La verdad y la justicia no son exclusivas de ninguna
clase de personas. Y la única opción justa y saludable es la
opción por la Verdad y la justicia.
Hay quienes intentan imponer la justicia en el mundo
o por lo menos en ciertos países, por medio de las armas, por
la violencia.
Otros lo intentan por medio de discursos y frases más
o menos bellas y llamativas. Se habla, se escribe, se .predica
y discursea acerca de las injusticias sociales...
Yo veo otro camino más simple pero paradójicamente
más difícil: cada uno de los que vemos injusticias en la so­
ciedad y el mundo, calladamente pero práctica y eficazmen­
te pongamos justicia en nuestras palabras, pensamientos,
sentimientos y acciones en cada acto y momento de nuestra
vida.
Mientras nuestra vida no sea toda ella justa, abstengá­
monos de predicar, hablar, discursear y gritar o empuñar
armas para imponer la justicia que nosotros no vivimos.
No se alegue que nosotros somos un poco injustos pero
que las injusticias contra las que clamamos son mucho más
grandes. Sabemos de sobra que eso es salirse por la tangente,
huir de nuestras propias injusticias.
182
Quien sea justo con su familia y con sus compañeros de
trabajo, con sus vecinos, con sus amigos y enemigos... puede
atreverse a hablar contra las injusticias sociales y del mundo.
Tener opción por una clase de personas según su mayor
o menor posesión de bienes materiales es priorizar lo que se
tiene a lo que se es.
Se dice que el pobre tiene menos acceso a los bienes
espirituales, confundiendo la espiritualidad con la cultura.
No son precisamente los más cultos los más justos, sanos y
bondadosos.
La justicia y la bondad son contagiosas. Y el mejor
modo de propagarlas es siendo justos, sanos y bondadosos los
que quieren difundirla.
He conocido muchas personas y familias ricas y mu­
chas también pobres. Y he de reconocer que he percibido
mucha más bondad y felicidad entre las personas pobres que
entre las que tienen mucho más de lo que necesitan.
Ocurre lo mismo con los países. He recorrido países
que se llaman los más ricos del mundo. Y he visitado así
mismo los países más pobres del planeta. Y he de confesar
que he visto mucha más alegría en los rostros morenos de
grandes y expresivos ojos de los niños indios de la India o
Indonesia o Africa que en los niños bien alimentados y llenos
de caprichos de los EE.UU. o de Europa, y los países escan­
dinavos.
También los que se llaman o se creen apóstoles de la
justicia social confunden la esencia de la felicidad y de la
justicia y bondadcon ciertos signos extemos o estímulos que
parecen provocarlas.

183
Afortunadamente la felicidad reside más allá de todas
las manifestaciones en las que suele colocarse.
No pretendo ser aceptado en mi apreciación por mu­
chas personas que piensan de otra manera. Pero sí me parece
que puede ser útil salirse de los valores mentales, ideológicos
y existenciales en que habitualmente nos movemos para
repensar las cosas desde una perspectiva más nueva, más de
cada uno, sin imposiciones y repeticiones de frases por bellas
y autorizadas que ellas parezcan.

184
24 TU ERES ESO

La milenaria sabiduría védica hindú enseña insistente­


mente que bajo las infinitas formas ilusorias de todo cuanto
existe sólo es real Brahmán o Dios.
Cuando los discípulos se presentan al maestro porque
quieren conocer La Verdad, éste les pone la mano sobre el
corazón señalándoles y les dice: Tú eres ESO.
Tú eres Eso, tú eres la Verdad, tú eres Brahmán o Dios,
porque lo que se ve de ti, tu apariencia toda, es ilusoria e
inconsistente. Lo único que tiene entidad verdadera, lo
único que vale la pena en ti es aquello que está sosteniendo
tu cuerpo y tu personalidad individual. Y eso es Dios.
Hay un cuento vedántico que trata de expresar esta
enseñanza. Era un grupo de diez hombres que tuvieron que
vadear un río y ninguno sabía nadar. Después de muchos
esfuerzos lograron llegar a la orilla. Creyendo que alguno
podía haber sido arrastrado por las aguas, uno de ellos se
puso a contar a todos, empezando por el que estaba a su
derecha y terminando por el de su izquierda, sin contarse a
sí mismo. Así eran nueve. Faltaba uno. Todos estaban
convencidos de que faltaba uno porque cada uno de ellos
contaba a los demás sin contarse a sí mismo. Y se pusieron
185
á llorar la muerte del que faltaba. Cuando estaban en sus
lamentos acertó a pasar por allí un caminante que al verlos
tan tristes logró enterarse de lo que ocurría. Entonces le
mandó a uno de ellos que contara de nuevo. Cuando éste
hubo acabado contando nueve solamente, el viajero le tocó
con su dedo al pecho del que había contado y le dijo: Tú eres
el décimo. Ellos entonces se dieron cuenta de su error y se
llenaron de gozo.
El ser humano pasa su vida creyéndose indigente,
pobre, desdichado, hasta que la Sabiduría le toca el corazón
y la conciencia y se da cuenta de que él es la dicha, la felicidad
y el Amor.
Tú eres todo eso.
Toda tu apariencia es una vana frivolidad.
Tú no eres tu apariencia sino mucho más.

186
0£ CADA AMANECER
40 ES UNA BENDICION

Cada día, cada hora, cada instante puede ser el mejor de


tu vida.
Mejor aún. Este instante, este momento de ahora en
que lees estas líneas es el mejor de tu vida. Porque éste es el
único que tienes. Este minuto en que yo estoy escribiendo
estas líneas es para mí el mejor de mi vida.
Todos los momentos gratos y felices del pasado ya no
existen. Puedo revivirlos con el recuerdo de mi memoria.
Pero lo que únicamente cuenta es lo que pienso y siento
AHORA. No lo que pasó o pensé en el pasado. En último caso
es lo que ahora hago con aquel recuerdo que ahora lo hago
presente en mi memoria.
Cada amanecer puedo ser una persona nueva.
Cuando abro los ojos por la mañana y empieza mi
conciencia a ser dueña de sí misma es como si en ese
momento empezara a vivir.
Es cierto que ante la sociedad los errores que cometí
ayer, en el pasado, han hecho que piensen de una manera o
de otra sobre mí, que tengan una opinión favorable o desfa­
vorable. Pero quien vive pendiente de la opinión que puedan

187
tener los demás sobre sí mismo, jamás podrá vivir tranquilo
ni un solo instante de su vida, porque siempre habrá alguien
que pueda pensar desfavorablemente.
Hoy puedo cambiar mi vida. Ahora podemos cada uno
hacer lo más importante demuestra existencia: despertar.
Ahora, en este momento puedes empezar a amar de
verdad, olvidando los juegos y palabras sobre el amor.
Ahora puedes sentir la energía del vivir.
Ahora, en este momento puedes tomar la decisión más
importante de toda tu vida: tu propia transformación, el
cambio de vivir habitualmente inconsciente de ti mismo, a
vivir cada instante presente a ti mismo, a lo que eres, piensas,
sientes y haces.
Este es tu momento.
El amanecer de hoy no ha sido un amanecer más en tu
existencia. Ha sido el gran amanecer de tu vida.
Desde toda la eternidad este amanecer estaba destinado
a ser "tu amanecer", el amanecer de tu despertar, de tu
transformación. Esto que estás leyendo y pensando en estos
momentos no son palabras simplemente optimistas. Es una
verdadera realidad. Lo que te estoy comunicando en este
momento es un amanecer mío que se repite cada día. Pero
puede ser tu amanecer si tú así lo deseas.
Los amaneceres son de cada uno. El sol sale para todos
por igual. Pero cada uno lo recibe según su estado o nivel de
su conciencia.
No esperes al amanecer de mañana para despertar.
Porque el amanecer de mañana va a depender algo o mucho
del de hoy.

188
Hoy, ahora es tu momento.
El sol de esta mañana te ha envuelto en una bendición.
Solamente aprovechan esta bendición quienes son cons­
cientes de ella.
Mañana, cuando abras los ojos al amanecer, podrás
decirte y sentir que ese amanecer es el mejor de tu vida. Y lo
será con más razón si el de hoy es el mejor hasta hoy.
Cada amanecer es un repique de campanas en el corazón.
Cada día las campanas te llaman a despertar,a ver, a
vivir de un modo nuevo.
Ningún día, ningún instante es igual al anterior.
Para quienes viven inconscientes de la riqueza de sí
mismos cada día, cada año es igual. La rutina inconsciente
diaria, convierte en monótona y amorfa la vida.
El vivir mecánico, automático y monótono paraliza a
la persona, la atrofia y la destruye.
Cada uno puede empezar a vivir cada instante con un
corazón más conscientemente amoroso. Sin imposición.
Unicamente estando presente a ti mismo, que eres quien
vive y se da cuenta de que vive.
Cada día es una nueva bendición.
Cada amanecer es una bendición para ti.

189
NO HAGAS IDOLOS,
NI SIQUIERA DE DIOS

Queremos encuadrar todo en nuestros esquemas men­


tales.
A lo que no entra dentro de nuestra corta lógica
racional humana lo rechazamos como imposible. Así cree­
mos ser más "racionales", nos mantenemos en la
racionalidad.
Pero las cosas más asombrosas y fascinantes de la
naturaleza están más allá de la racionalidad. Y más todavía
los hechos espirituales que están fuera de las normas de lo
físico, sensible y racional.
Cuando se saca a Dios del misterio se está haciendo un
dios-ídolo de bolsillo para solucionar los gustos y caprichos
más vulgares.
Muchos creen en un dios-idolillo.
Pocos viven al Dios insondable, indefinible.
-¿De qué trata su filosofía o ideología?,me preguntó.
-De nada, le dije.
-¿Cómo, de nada?
-Yo no tengo filosofía ni ideología, le dije.
190
-Pero...
No había manera de hacerle ver que ciertas cosas se
expresan con palabras y conceptos pero no se pueden ence­
rrar en ellos.
Lo indefinible no puede encerrarse en palabras limita­
das. Unicamente se siente y se vive.
Cuando lo Indefinible e Indecible se expresa y se dice
ya no es ELLO.
El ídolo es el empequeñecimiento de lo Infinito y el
irracional y desmedido agrandamiento de lo pequeño y
limitado.
Tan idólatras son los que rebajan a Dios a la categoría
de un dios-ídolo de bolsillo para resolver sus problemas más
absurdos, como los que enaltecen cosas o personas, otor­
gándoles absurda e irracionalmente un valor, una grandeza
y poder que no les corresponde.
Conocer y vivir la Verdad es lograr el difícil y perfecto
equilibrio.

191
27 LA FELICIDAD EN TI

Cuando estés triste, alicaído, deprimido... y pienses


que casi no es posible la felicidad o la ves inalcanzable
PIENSA:
• que existe la felicidad verdadera.
• que esa felicidad verdadera está en ti.
• que Tú eres la felicidad.
• que sólo te hace falta darte cuenta y vivirla.
• que el estado de tristeza y depresión por el que pasas
en ese momento es pasajero.
• que la felicidad que tú eres es permanente.
• que tu tristeza momentánea es únicamente una
nube fugaz que oculta tu sol radiante.
• que si Dios representa para ti algo, no puede ser
nada más que Amor y Felicidad. Y El está en ti.
• que lo auténtico de ti es la felicidad y lo falso la
tristeza.
• que cuándo estás triste estás viviendo en el mayor
error sobre ti mismo.
• que la tristeza empieza en tu mente y se asienta en
tu corazón.
• que tú no eres ni tu mente ni tu corazón.
• que no debes ceder el dominio de tu mente y tu
192
corazón a un acontecimiento cualquiera, a una
influencia exterior cualquiera.
• que las cosas del mundo pueden darte alguna satis­
facción pero ni todas juntas te podrán dar ni un
gramo de felicidad auténtica.
• que todos los estados anímicos de alegría o tristeza
son huéspedes pasajeros en tu vida.
• QUE TU ERES FELICIDAD EN TU SER INTIMO.

193
Ofi EL AGUILA Y
40 SU REFLEXION

Un águila planeaba apacible y majestuosamente por


las alturas cuando apareció una compañera de correrías,
agitada y temblándole todavía las alas por el susto.
Oye, le dijo, he visto pasar por encima de mí una
tremenda águila que rugía. No movía las alas y quemaba el
viento por donde pasaba.
¡Ah! Sí, contestó tranquila y serenamente su inter-
locutora. Son esos pobres animales humanos que antes se
arrastraban por la tierra con máquinas metálicas y ahora han
aprendido de nosotras y les han puesto alas para volar.
Dicen que son inteligentes pero tratan de imitarnos en
todo. Inventan cosas y más cosas metálicas. Pero casi siem­
pre son para destruir.
He oído, contestó la compañera, que están intentando—
hacerse nidos más altos que las montañas donde tenemos los
nuestros. Cerca del ojo de la Gran Aguila.
No te preocupes, le dijo el águila más serena. Los
pobres hombres han ido destruyendo poco a poco el planeta
donde la Madre Común los puso. Pero el orgullo y la ambi­
ción que los domina, hacen que fracasen en todos sus
intentos.
194
Se cuenta que son los animales más queridos de la Gran
Madre Aguila. Pero parece que ellos no se dan cuenta y no
son mejores que esos roedores y culebras que nos sirven de
banquete cada día.
Se matan entre ellos sin necesidad alguna. Hay algunos
entre ellos, más sensatos, pero a esos los llaman locos
ilusos.

195
29 UN MITO MAS

Aquélla fue una triste y absurda historia.


Era una familia muy conocida, de rancio abolengo,
tradicional, una de esas familias en las que parece que todo
tiene que ser recto y desenvolverse según la tradición, donde
hay que conservar las formas ante la sociedad.
Habían preparado la boda del hijo mayor con toda
minuciosidad. Y se celebró con toda pompa.
La novia era una bella muchacha simpática y culta. Y
naturalmente "de buena familia", acorde con la familia del
novio.
Todo parecía que era el matrimonio perfecto. Y podía
haberlo sido.
Pero inesperadamente, a los tres días de iniciado el
viaje de novios, la joven pareja volvió a casa prematuramente.
Sin dar demasiadas explicaciones el joven recién casado
manifestó en la casa de sus padres que quería divorciarse.
Como paso previo, él se quedó en la casa paterna mientras su
esposa quedaba sola en la suya.

196
El escándalo, en aquel pueblo tradicional, donde "nun­
ca ocurría nada", fue sonado. Todo el mundo hacía sus
propias conjeturas y especulaciones, pero nadie sabía nada,
de cierto.
Un tiempo después se supo que el joven marido había
dejado a su bella esposa "porque no era virgen".
No es ésta la única historia. Son muchos los maridos
que han repudiado a sus esposas por el mismo motivo.
Acostumbrados a vivir más por lo de fuera, más por lo
físico que por lo espiritual, suelen darse mayor importancia
a lo que es menos.
Se valora y magnifica la virginidad sin apreciar la
castidad.
Una persona virgen, hombre o mujer, es aquélla que
jamás ha realizado el acto llamado sexual.
Es casta en cambio una persona cuyo corazón es puro.
Corazón puro significa libre del deseo ilícito y egoísta del
placer del sexo. Así hay personas vírgenes no castas porque
su corazón está mancillado por los deseos ilícitos de sexo
egoísta y hay personas castas no vírgenes. Son aquéllas que
en las circunstancias que fuere han tenido el acto sexual,
como puede ser dentro del matrimonio, pero su corazón está
puro porque no ha sido el placer egoísta del sexo el motivo de
su relación sexual sino el amor puro y profundo de entrega y
unidad con el ser amado. Y no albergan deseos ilícitos.
La virginidad se refiere a lo físico. Y la castidad en
cambio al corazón y el alma.
De poco sirve la virginidad sin la castidad.

197
La castidad en cambio, con virginidad o sin ella, es
siempre bella, válida y virtuosa.
La unión física de matrimonio o de pareja puede ser
casta o no casta. O dicho de otra manera, puede ser huma­
namente realizadora y virtuosa o lasciva y destructiva. Todo
depende del nivel de amor o la clase de profundidad que lo
impulse. Cuando el amor es auténticamente del centro de la
persona y no del deseo de satisfacción física sexual, la
relación es normalmente casta. Pero existe muy frecuente­
mente en toda pareja la relación lujuriosa. Baste con recor­
dar, pues es un caso relativamente frecuente, aquellos ma­
trimonios o parejas en las que uno de ellos o quizás ambos
necesitan pensar en otra persona para que pueda realizarse el
acto sexual. Los cuerpos están cerca pero las almas de cada
uno está muy lejos de allí.
Muchas parejas son fieles físicamente a su pareja
mientras su corazón está lleno de deseos ilícitos y extraños.
Tal infidelidad es tan grave como la física. Pero acostumbra­
dos a vivir de las apariencias, no se le suele dar demasiada
importancia.
Toda persona, hombre o mujer, está llamada y destinada
por la naturaleza misma de su ser íntimo a la castidad lo
mismo que al amor.
El matrimonio puede ser y debe ser el camino para la
realización de ambos. Es el medio de comunicarse el amor en
toda su plenitud.
Los que viven en pareja harían bien en examinar la
verdadera motivación que los lleva a unirse físicamente. Sin
autoengañarse. Porque es muy fácil justificar y enmascarar
las tendencias egoístas con otras razones falsas.

198
™ BUENANIMOY
uu MAL ANIMO

Ningún desierto es infinito.


Ninguna noche es eterna.
Ninguna tormenta es inacabable.'
Cada noche está entre dos días.
El sol siempre está ahí, aunque a veces, las negras
nubes te lo oculten.
Todo lo bueno que hay en el mundo está en ti.
Todo lo bello que es en el mundo, lo conoces porque ya
está en ti. Si no, nunca llegarías a conocerlo.
Todo lo bueno que ves y admiras en otros está en ti en
potencia. Por eso lo ves. Por eso lo admiras y deseas.
¡Si eres tanto!... ¿por qué pierdes el ánimo?
Cuando estás de mal ánimo es porque un negro
pensamiento fugaz se ha adueñado de ti como un malévolo
y destructivo impostor.
Mira lo que eres. Tu capacidad de bondad, inteligencia,

199
amor y belleza es real y muy superior a todo lo que piensas
de ti.
Aunque hoy no lo veas claro, piensa y sabe que tú eres
una estrella del cielo infinito. Aunque las brujas de tus dudas
la hagan invisible, está ahí, viva y luminosa. Desde arriba se
ve mejor que desde abajo. Cada día puedes ascender un
peldaño más para verla mejor.
Si estás triste, ¡mírate al espejo! Mira tus ojos alicaídos
y... ¡ríete de ti! ¿Acaso no resultas una figura cómica con ese
rostro alicaído? Ríete de tu patetismo.
Por más que te lo parezca, nunca tienes motivos para
perder el ánimo.

200
31 ESOS DIAS DE REGALOS...

Llegan ciertos días y "hay que hacer un regalo" o


muchos.
¿Por qué?, pregunto.
Me dicen que hay que hacerlos. Es la costumbre.
"Vivimos en sociedad". "Hay que cumplir"... bla, bla, bla...
¡Qué distinto es ese regalo sin día fijo, que se hace por
amistad, espontáneamente, de esos "que no hay que hacer"
pero que se dan con el corazón!!
Esos regalos son el canto del jilguero libre al amanecer...
Sin obligaciones, sin anuncio, sin espera. Sin obligaciones ni-
exigencias sociales...
En los regalos sociales, lo importante es "quedar bien".
Por eso se cuidan tanto la apariencia, el envoltorio, los lazos.
Sobre todo los lacitos de cintas de color. Bien atados. Como
los prisioneros sin libertad ni espontaneidad.
Ningún regalo puede sustituir ni reemplazar al regalo
de una palabra de amistad, un gesto, una flor, una llamada
telefónica, un beso sincero. No los besos de saludo

201
protocolario que a veces en lugar de besos podrían ser
puñales.
Regalar lo que no hay obligación de regalar. Cuando no
hay que regalar "para cumplir", eso es un regalo.
El regalo de compromiso social o para obligar y
comprometer al otro para que me devuelva con otro favor, no
es un regalo. Es una cínica compraventa disfrazada.
El amor "¡también!" puede expresarse con regalos.

202
32 REUNION DE BURROS

Se habían reunido todos los burros de la región porque


debían tratar asuntos importantes.
Habían elegido la sombra refrescante de unos árboles y
allí el burro que parecía ser el líder del grupo se dirigió a sus
compañeros y les dijo: Hermanos, hay una cosa que me está
preocupando y me hace perder el sueño. ¿Podremos seguir
aguantando a esos seres que se llaman hombres y que nos
maltratan sin cesar? Nos insultan llamándonos despec­
tivamente burros.
Uno de la reunión rebuznó fuerte y sonoramente y dijo
con tono solemnemente crítico: Hermanos, quiero que todos
tengan conocimiento de una triste experiencia, que el
domingo pasado viví con sumo asombro y no menor tristeza.
Cuando mi amo iba pesadamente sentado sobre mis lomos,
percibí, como si me hablara, que una negra pasión de odio
recorría sus venas y su alma. Cuando llegamos junto a un
edificio que .llaman iglesia me dejó amarrado a un débil
arbolito que me servía de sombrilla contra el sol ardiente.
Dentro, en eso que llaman templo o iglesia hablaban del
amor...

203
El rebuzno aflautado de un joven bonico interrumpió
el discurso para preguntar: ¿Qué es eso del amor?
Se oyeron algunas rebuznadas de risa entre los presentes
reprochando al joven burro por su ignorancia.
Joven hermano, le dijo el que estaba discurseando.
Debes saber que entre los humanos no hacen más que hablar
del amor. Cuando rebuznan a su manera no hacen sino
rebuznar al amor.
Se reúnen en las iglesias y allí les dicen que tienen el
deber de amarse, eso que hacemos nosotros sin que nos lo
digan.
Cuando oí que les estaban diciendo que todos éramos
hermanos yo me puse a saltar de alegría porque ya no tendría
que cargarlo sobre mis lomos y sobre todo porque ya no me
maltrataría más. Pero pronto me desilusioné. Al salir mi
amo, sin saludarme montó malhumorado y pesadamente
sobre mí y despectivamente me gritó: ¡Arre, burro!
Cuando llegamos a la casa vi que mientras comían se
gritaban unos a otros, tenían envidias, recelos, odios... todo
lo más opuesto a lo que llaman amor.
Todavía estaban a la mesa cuando cuando llegaron
unos que llamaban familiares. Hablaban de una herencia.
Discutieron, se amenazaron, se insultaron... y por primera
vez me sentí importante porque todo el tema era sobre mí,
mi compañera y nuestros hijos. Cada uno de los allí reunidos
nos quería para sí. Todos querían llevarnos...
Al atardecer, después que el odio se había adueñado
bien de sus corazones y hasta de sus cuerpos, nuevamente
me llevaron cargando con el pesado cuerpo de un familiar

204
que ahora pesaba más, hasta el edificio de la mañana que
llaman iglesia. Oí los mismos discursos, las mismas pala­
bras, los mismos consejos sobre el amor... Pero al terminar
sentí también el mismo odio, la misma indiferencia y
desprecio, como si aquello fuera una comedia que únicamente
se representaba allá dentro.
Un rebuzno de tenor llamó la atención de la asamblea
y dijo: Hermanos, debéis saber que esos humanos son muy
difíciles de entender. Nosotros nos entendemos con un
simple movimiento de nuestras orejas. Y a veces con algún
que otro rebuzno. Pero ellos se pasan los días y hasta las
noches siempre hablando, hablando, hablando. Pero casi
nunca coincide lo que dicen con lo que hacen. Son muy
hipócritas y mentirosos.
Levantando las orejas y echando un breve rebuzno, el
burro que estaba junto al que discurseaba dijo: Compañeros,
ahora que conocemos un poco mejor a los hombres, gracias
a las enseñanzas de lo que habéis contado, es oportuno que
aprendamos la lección. Ya que ellos son tan raros, incon­
gruentes y desconcertantes, nosotros tenemos que seguir
siendo lo que somos. Así nadie se engañará. Mis padres me
enseñaron a ser un burro sufrido, sincero y recto. A lo mejor
es eso a lo que llaman amor los humanos. Pero no importa
cómo se lo llame. Nosotros hemos de ser lo que somos y
basta de discursos.
Todos aplaudieron y casi en silencio fueron mar­
chando pausadamente a sus casas.

205
33 TRABAJAR POR LOS DEMAS

Era una persona religiosa, admirada como generosa y


trabajadora por los demás. Decía, como suelen decir muchos,
que "al cielo no se va solo sino en racimo" o "uno debe
salvarse salvando a los demás", "lo mejor que uno puede
hacer es trabajar por los demás". Y otras cosas por el estilo...
Pero aquella persona:
• era poco generosa en su propia casa, con su familia.
• era crítica en todo y con todos.
• hablaba de sus sacrificios por los demás.
• menospreciaba a quienes no trabajaban o sentían
como ella. ■
• sentía envidia y celos cuando alguien era más
querido, admirado y apreciado en su trabajo de
apostolado.
• con apariencia de hacer bien, propalaba chismes
sobre otras personas.
• se sentía ofendida y frustrada cuando no recono­
cían o correspondían a su "trabajo desinteresado".
• disimuladamente, como no dándole importancia,
trataba de que todos se enterasen de sus trabajos y
sacrificios altruistas y apostólicos con los pobres y
marginados.
206
• alardeaba "humildemente" de vivir y compartir sus
horas en las casas de los más pobres...

Pero mi voz interior me dice que:

• lo primero es lo primero.
• hay que empezar por salvarse y transformarse a sí
mismo para poder salvar a los demás.
• las palabras y las apariencias valen poco. No son
efectivas.
♦ cuando uno comienza por mejorarse a sí mismo se
da cuenta de que resulta lógico y consecuente
ocuparse de comunicar su propio bien y felicidad a
los demás. O mejor, lo comunica sin proponérselo.
• no hay que esforzarse en que los demás se enteren de
que se trabaja por los otros.
• la bondad cuando es auténtica se contagia sola.
• cada uno tiene su propio camino. Y no somos
nosotros quienes debamos señalárselo.
• la mejor ayuda a los otros consiste en que cada uno
tome conciencia de sí mismo y su misión en la vida.
• el mejor modo de enseñar a otro a vivir con bondad
y amor es viviendo nosotros mismos esa bondad y
amor.
• todo cuánto se hace manteniendo el" ego" soberbio
y vanidoso resulta totalmente estéril.
• es cierto que nadie se salva sólo porque el que se
transforma a sí mismo siempre arrastra a otros con
su bondad.
• no hay que pretender transformar el mundo. Cada
uno transforma su entorno proporcionalmente a su
propia transformación.

207
34 LA REALIDAD Y
H EL REFLEJO

Era una gata salvaje. Le puse por nombre Susi.


Era arisca, desconfiada, miedosa, esquiva.
Merodeaba frecuentemente la casa buscando qué co­
mer. Siempre encontraba algo. Poco a poco fue tomando
confianza. Llegó un momento en que hasta la pude tomar en
brazos:
Un día la tenía en los brazos y casualmente pasé de­
lante de un espejo. Ella se vio reflejada en él y abrió desor­
bitadamente, asustadamente sus celestes ojos y quedó
mirándose con fijeza. Estaba viendo ante sí una gata que
nunca había visto. No la conocía. Ella conocía otros gatos y
gatas pero aquélla que tenía delante era desconocida.
La miré y me reí de sus reacciones.
Yo también me quedé con la gata en los brazos
mirándome y mirándola en el espejo.
¿Quién estaba en la verdad, la gata o yo?
Yo pensaba que aquél o aquello que veía en el espejo era
yo con una gata en los brazos.
208
Ella creía que aquella gata que veía en el espejo era otra
gata distinta de sí misma pero no ella.
¿Acaso no soy yo el reflejo de los demás?
¿Acaso no me reflejo yo en los otros?
¿Soy yo mi reflejo? ¿Es el reflejo algo más que una
ilusión?
Todo cuanto veo ¿es algo más que reflejos de alguna
realidad desconocida y oculta? ¿Acaso vemos algo más que
reflejos?
Mi gata salvaje era la verdad, sin la contaminación de
la ilusión ni el entramado complicado de la mente.
Y yo, ¡pobre iluso! me reía del error engañoso de la gata.
Siempre la misma historia. Siempre viviendo en la
confusión ilusoria de las imágenes.
¿Sabremos alguna vez conocer la realidad auténtica y
distinguirla de las imágenes, los reflejos y las ilusiones?

209
¿QUE HACER...
PARA SER FELIZ?

La gente hace muchas cosas "para ser feliz", olvidando


que para ser feliz no hay que hacer nada. La felicidad
sobreviene a la persona como un estado lógico y consecuente
de la conciencia efectiva de sí mismo.
¿Sabes cuándo y por qué serás feliz?
• cuando haces lo que tienes que hacer.
• cuando no haces lo que no tienes que hacer.
• algunos quieren forzar las situaciones y hacen más
de lo que tienen que hacer y siembran así su
infelicidad.
• algunos no hacen lo que tienen que hacer y dejan
pasar la felicidad sin que se haga realidad en ellos.
• como todos estamos llamados a ser felices, porque
la felicidad ya habita en cada uno, únicamente hay
que hacer y vivir en cada momento lo que la vida te
va señalando en cada instante. No más pero tam­
poco menos.
• los conscientes, los que están atentos a sí mismos y
a la Vida, saben en cada momento lo que deben
hacer y lo que no deben hacer.
• cuando haces lo que tienes que hacer, sólo te queda
aceptar la vida tal como es y se presenta.
• lo que la vida te da sea agradable o desagradable es
lo mejor. Si lo ves y lo comprendes, lo aceptarás de
buen grado y serás feliz.
210
DOS FILOSOFIAS,
00 DOS AMORES

Al querer hacer una gran división del mundo por la


filosofía de vida de sus habitantes es frecuente hacerla con
los términos de materialistas y espiritualistas. No soy
partidario de tales vocablos y conceptos, pero hay que
reconocer que es un modo muy fácil de ser entendido.
Podríamos decir en otras palabras que unos, los más,
buscan como principal o única finalidad de la vida satisfacer
sus apetencias sensitivas físicas del cuerpo o las psíquicas
del exigente y vanidoso "ego", y otros en cambio buscan por
encima de todos los intereses materiales, encontrar y gozar
de La Verdad, la Belleza y el sentido verdadero de sí mismos
y del Universo.
Para quienes viven bajo los estímulos esclavizantes y
raquíticos de la satisfacción sensual y material, el objetivo de
la Verdad les resulta ilusorio, lejano y poco práctico.
La filosofía del "pasarlo bien", "disfrutar lo más
posible" es la más general.

Me decía un joven, cuando yo le hablaba de este tema:


Entonces ¿usted cree que no se debe pasar bien, que no se
debe disfrutar de la vida?
211
No solamente es nuestro derecho, le dije, sino que es
nuestra obligación ser felices, lo más felices que se puede ser.
Y nadie es malo por buscar la felicidad. Puede ser tonto,
ignorante. Pero no malo. Lo que ocurre es que errónea,
ignorante y tontamente se busca algo donde no puede estar.
Recuerda aquel cuento de Mullah Nasrrudin. Estaba buscando
algo en la calle. Un amigo lo vio y le dijo: ¿Qué estás
buscando Mullah? La llave de mi casa, le respondió. Pero ¿la
has perdido aquí? le preguntó el amigo. No. La perdí en mi
casa, contestó. Y ¿por qué la buscas aquí? levolvió apreguntar.
Porque aquí hay más luz que en mi casa, le contestó Mullah.
La gente suele buscar la felicidad donde, de momento,
ven alguna apariencia de satisfacción. Podrían darse cuenta
de su error y de que aquello es un puro espejismo. Pero
mientras no despierten... No se puede encontrar algo donde
no está.
Buscar la Verdad, o por mejor decir, tener en la vida
como objetivo primero y principal el buscar La Verdad no es
muy rentable ni está muy cotizado en el mundo de nuestros
días. Pero es el objetivo de muchas personas que están
despiertas y saben que la llave de su felicidad está ahí, en la
Verdad de sí mismos y ahí la buscan.
Todos los científicos que han dedicado sus vidas a la
búsqueda del conocimiento del mundo, de la materia y sus
elementos conocen la satisfacción que produce el ir
descubriendo aspectos parciales de la verdad que se busca.
Pero la verdad básica es la Verdad de sí mismo. Ese es
el camino para la Verdad total.
Así pues, en términos generales están por una parte, los
buscadores de satisfacciones físicas y materiales y por otra
parte, los buscadores de la Verdad.

212
Le preguntaba yo en una ocasión a una persona en cuál
de los dos bandos creía ella que se encontraba y me contestó
de manera muy salomónica: en los dos. Pero ésa es una
simple escapatoria dialéctica. "Nadie puede servir a dos
señores"...
No se trata de que no se puedan tener en un cierto grado
ambos objetivos o deseos. De lo que se trata es de que uno de
ellos sea el que absorba la vida, el que domine la existencia,
el que marque la dirección del estilo de vida en cada momento.
Quien tiene en su existencia el objetivo primordial de
buscar la Verdad por encima de todo, no tiene por qué
renunciar a gustar y saborear todo lo que los sentidos le
ofrecen de agradable. Pero eso no es lo principal. Es la
añadidura.
Tener como meta en la existencia la búsqueda de la
Verdad es buscarla y anhelarla con la misma ansia y anhelo
con que busca el aire quien se está asfixiando.
Cada filosofía de vida se corresponde con un amor.
Quien ama la verdad, la busca siempre, en todas las
cosas y en todo lugar.
Los placeres y satisfacciones sensuales son el objeto de
deseo y amor de quienes tienen como objetivo en su exis­
tencia "pasarlo lo mejor posible".
Los que quieren nadar entre dos aguas son una legión.
Son aquéllos que quieren y no quieren. Son los llenos de
contradicciones. Son los que quieren servir a dos señores al
mismo, tiempo y no sirven a ninguno.
Existen ciertas enseñanzas sencillas, tajantes, claras,
rotundas de los grandes maestros de La Humanidad que nos
213
resistimos a aprender, aceptar o entender.
El gran maestro Sócrates dijo hace más de dos mil
quinientos años que el principio de la sabiduría es el
conocimiento de sí mismo y que ése es el principio de la
felicidad del hombre, llamado a satisfacer su ansia eterna de
verdad.
Y hace más de dos mil años otro gran maestro de vida,
el Cristo, nos dijo algo tan sencillo como que el compendio
de toda la ética y moral humana consistía en amarse con
generosidad y verdad.
Pero preferimos perdemos en moralismos y lucubra­
ciones intelectuales en lugar de aceptar lo que es tan claro y
evidente.
Buscar la Verdad y Amarla.

214
37 ¿TEOLOGIA DE LA LIBERACION?

Se dicen cosas muy diversas y a veces contradictorias


sobre la libertad en el hombre.
Se dice que el hombre es libre o debe ser libre...
Se habla de muchas clases de libertad, entre los
manoseados derechos humanos.
Se cacarean y alaban las libertades democráticas en los
países que gozan de gobiernos democráticos...
Hace unos años se han acuñado esas dos palabritas,
caballo de batalla de defensores y detractores de la "Teología
de la liberación".
Si observamos este contradictorio mundo en que
vivimos, podemos observar que una pequeña parte de sus
habitantes, digamos una cuarta parte más o menos de la
Humanidad, disfruta de un anhelado bienestar y elevado
confort material.
Los países llamados ricos o desarrollados corren y se
afanan día a día tras nuevas comodidades y un mayor y más
sofisticado confort.

215
Los países pobres, en cambio, unas tres cuartas partes
de la Humanidad, se debaten en la pobreza y sobreviven con
dificultad en medio de un hiriente subdesarrollo en unos
pocos y una sobrecogedora miseria en el resto.
Se considera que los países y los individuos ricos son
libres porque tienen capacidad de acceder a la cultura, de
expresarse, de comprar y vender, de ir y venir...
Los pobres, se dice, viven esclavizados a su miseria,
incapaces de valerse por sí mismos por falta de medios
técnicos, culturales, económicos...
Ante este panorama, ciertas mentes bien intencio­
nadas y sensibles a los problemas de los más pobres han
levantado la voz: Es necesario liberar a los hombres que
viven esclavizados en su pobreza y víctimas en muchos
casos de injusticias evidentes y lacerantes.
Es sorprendente el observar con qué facilidad la gente
piensa y habla de lo que otros piensan y hablan sin ponerse
a juzgar por sí mismos. Sobre todo si se trata de algo
novedoso o llamativo.
Para poder unir esas dos palabritas "teología" y
"liberación" hacen falta muchos equilibrios intelectuales.
Teología es el tratado o estudio de Dios. Y si quieren
ampliarlo más, podría hasta hablarse de las relaciones del
hombre con Dios.
Dios no es libre. Dios es lo que es y no puede ser otra
cosa.
A Dios no se le pueden aplicar los calificativos huma­
nos, aunque eso es lo que se hace constantemente por la
in f 1 ucncia judeo-cristiana de la Biblia en que se habla de Dios
216
como de una persona con infinito poder, sabiduría, vengador
y castigador, deseoso de ser alabado y glorificado, como una
persona que piensa y proyecta lo que va a hacer...
Dios hace lo único que puede y tiene que hacer. La
elección es de nuestra mente. Y toda supuesta elección que
atribuyamos a Dios es proyección de nuestra mente humana.
En Dios todo es un eterno presente. Cualquier noción de
tiempo que le atribuyamos de "antes" o "después" es una
simple proyección de nuestra mente, que no sólo crea el
tiempo para sí, sino que lo atribuye también a Dios.
Dios no es libre. La elección es un signo de deficiencia.
Dios ES la Plenitud. La Plenitud no puede elegir nada. ES
Todo. En El tampoco existen el antes y después. Todo es
simultáneo. Todo es un eterno presente.
El hombre realizado o el hombre identificado con el Ser
Uno, con Dios, tampoco es libre. Entonces es lo que ES.
Pero el ser humano existencial, viviendo con esta
corporeidad, esta afectividad y esta mente, está sujeto a las
leyes del tiempo y espacio, a las necesidades para su
subsistencia, lo mismo que al aprendizaje del pasado y los
proyectos del futuro.
El ser humano, en este estado existencial en que
vivimos, está condicionado siempre a unas ciertas limita­
ciones y dependencias que le impiden ser totalmente libre.
La libertad física como la psicológica tienen sus
respectivos condicionamientos.
La liberación humana consiste en eliminar todos
aquellos condicionamientos que le impiden al ser humano
actuar y vivir como tal ser humano, esto es, actuar y vivir

217
expresando lo que es como capacidad consciente y amorosa.
La actividad externa puede estar coartada por ciertas
limitaciones y prohibiciones impuestas desde fuera. Pero la
actitud interna de la persona seguirá siendo libre.
Pero la gran dificultad para una auténtica liberación
interior humana reside en la dependencia y subordinación a
que se ve sometida la persona a su "ego". Liberarse de esta
dependencia del "ego" es la verdadera y auténtica liberación
humana. Mientras la persona sea persona, es decir, mientras
viva encamada con un cuerpo y con una mente, no podrá
prescindir de su "ego", pero podrá liberarse de su dependencia
y condicionamiento.
Una verdadera teología de la liberación debería centrarse
en esta liberación, sin querer negar con esto, la necesidad de
liberarse también de ciertos condicionamientos físico-
materiales que le son impuestos injustamente desde fuera, a
la persona.
Por sus mismos términos, una teología de la liberación,
parece que debería consistir en descubrir el camino por el
que la persona se sintiera libre para encontrarse con Dios.
Todos los conocimientos de todos los teólogos del
mundo son nada, comparados con la visión de una vivencia
y experiencia mística directa de Dios.
Esto mismo es lo que dijo el más grande teólogo de
todos los tiempos, Sto. Tomás de Aquino. Cuando un hermano
de religión le recriminó por qué no seguía escribiendo tantas
cosas maravillosas acerca de Dios como había escrito hasta
entonces, Tomás de Aquino le dijo: Mira, hermano, después
de haber tenido una experiencia directa de Dios y conocido
lo que El es, todo lo que he escrito me parece paja.

218
Y resulta que en las facultades de Teología se sigue
enseñando y estudiando aquella paja y no se enseña en
cambio a tener ese contacto y experiencia directa de Dios.
Así como la teología está centrada en teorías y
disquisiciones intelectuales accidentales o inútiles (paja)
acerca de Dios, que nada tienen que ver con la auténtica
relación con Dios, ¿no estará también la llamada teología de
la liberación tratando de la liberación menos importante, de
la liberación que no libera a la persona?
La auténtica y verdadera liberación que nos puede
conducir a una vida digna de personas nos prepara el camino
para una auténtica realización personal, que es lo mismo que
el cumplimiento de nuestra misión de personas; es la libe­
ración de nuestro "ego", de las egocéntricas pretensiones
vanidosas del ego o del yo inferior, de la personalidad.
Es una sana intención la de eliminar las injusticias
sociales y con ellas la miseria de los pueblos. Pero mientras
el ser humano no se libere de la esclavitud a la que lo some­
ten las exigencias de su "ego" no se conseguirá dar un paso
hacia un auténtico bien integral del hombre.
Para que el hombre pueda llegar a Dios, que parece que
es el fin de la teología de la liberación, porque si no, no se
justificaría su nombre, ha de liberarse de sí mismo. No basta
liberarlo de la miseria.
Llamemos a las cosas por su nombre. Trabajar por la
justicia es una noble empresa que nos atañe a cada uno en su
propia vida, empezando por set justo uno consigo mismo y
con su entorno más cercano.
Mientras los que trabajan, hablan o escriben sobre la
liberación de los pobres, no estén liberados ellos mismos de
219
las esclavitudes del ego vanidoso y ambicioso, del sutil
egoísmo disfrazado de trabajo social o apostolado, podrá
pensarse que todo es una escapatoria. O una disquisición
intelectual más. O una de tantas escenas de cara a la galería.
No es fácil casar las dos palabras: teología y liberación,
si a la liberación no se le da el auténtico sentido de la
realización humana,- y no sólo la liberación de la pobreza.

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INDICE

INTRODUCCION:
• Nuestro mundo no es un oasis 7
• Es necesario despertar para ser libre 7

Primera parte

TODO ES AMOR

1. Lo que suele entenderse por amor 17


2. El amor a sí mismo 24
3. Amor a los otros 29
4. "...Como a tí mismo" 34
5. Amor a las cosas 37
6. Amor a la ciencia y el arte 40
7. El amor conyugal 43
8. Amor de amistad 52
9. Amar la vejez 55
10. Amor verdadero desde el fondo 58
11. Intensidad y profundidad del amor 74
12. Silencio y amor 79
13. ¿Qué hay en mí? 82
14. Todo es fugaz menos el amor 86
15. ¿Amor o perdón? 89
16. Sólo puede amar quien está despierto 91
17. Todo es amor 95
18. El amor compra-venta 98
19. Amor-palabras 101
20. Amor-sexo 103
21. La felicidad y el amor no son un objeto 107
22. Amor agradecido 110
23. Los problemas de amor 112
24. Enamoramiento: ese falso amor 115
25. ¿Castidad, virginidad, amor? 124

Segunda parte

MIRAR HACIA DENTRO

1. ¿Incomprensión? 127
2. Todo tiene sentido 129
3. Chumamaya o el silencio creador 132
4. La abeja y la flor 137
5. ¿Quiénes necesitan perdonar? 139
6, Los deseos, causa del sufrimiento 141
7. Amor y belleza 143
8. ¿Humildad? 145
9. Canto de alegría 147
10. Consciencia-centro 149
11. ¿Pasarlo bien? 151
12. Personas: máscaras 153
13. Yo: conciencia 155
14. El "ego" siempre 158
15. El cerdo y el pajarillo 160
16. El mejor desarme 162
17. ¿Por qué no somos felices? 164
18. Inmadurez revolucionaria 167
19. Los violadores 169
20. Descontento 172 •
21. Las demarcaciones y separatismos 175
22. ¡No te lamentes! 179
23. ¿La opción por los pobres? 180
24. Tú eres Eso 185
25. Cada amanecer es una bendición 187
26. No hagas ídolos, ni siquiera de Dios 190
27, La felicidad en ti 192
28. El águila y su reflexión 194
29. Un mito más 196
30. Buen ánimo y mal ánimo 199
31. Esos días de regalos... 201
32. Reunión de burros 203
33. Trabajar por los demás 206
34. La realidad y el reflejo 208
35. ¿Qué hacer... para ser feliz? 210
36. Dos filosofías, dos amores 211
37. ¿Teología de la liberación? 215
Este libro se terminó de imprimir
en los Talleres Gráficos de la calle
María J. Ocanto 253, Avellaneda, Bs. As.,
en el mes de Diciembre de 1991.
Tirada: 5.000 ejemplares.
“Somos Amor aún sin ser conscientes de lo que somos. Somos Amor hasta
cuando el hielo paraliza nuestras manos para dar. Somos Amor siempre. Todo
cuanto el ser humano hace en su vida lo hace por Amor, aunque en ocasiones
parezca paradójico.
El Amor es el único motor de la vida. Todo es Amor, y nada hay que no sea
manifestación y expresión de Amor. Aunque parezca absurdo, hasta los actos
crueles de injusticia y odio son producto y efecto de Amor.- quizá sea un Amor
torpemente dirigido, pero el motor que impulsa toda acción en la Vida es
Amor... Mientras juguemos con amores objetivos, conceptualizados, idealizados,
estaremos jugando a ser buenos, a ser más o menos amorosos. Cuando
tomemos conciencia del Amor que somos, como realidad verdadera, dejaremos
de hacer teatro en la vida, representando personajes simpáticos o atractivos,
buenos o amorosos.
Entonces seremos auténticos.
Entonces seremos lo que somos.
Entonces seremos AMOR.”

Así, vibrantemente, como todo inspirado que transmite fe


y esperanza, DARIO LOSTADO nos hace partícipes
de una Verdad potentísima la cual debería
ser vivida con toda la mente, con todo
el corazón y con la máxima fuerza
de nuestras obras.

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