Guia MEGA Por Que Compramos
Guia MEGA Por Que Compramos
Guia MEGA Por Que Compramos
Esta Guía Mega te ayudará a conocer lo que revela la nueva ciencia del cerebro y cómo proceder frente a las
nuevas tecnologías.
Podrás comprender a fondo las verdaderas razones detrás de las decisiones de compra.
Podrás contar con nuevos conocimientos para diseñar tus campañas de marketing y publicidad.
Sin embargo, es difícil que revelemos cómo decidimos en realidad nuestras compras.
No somos mentirosos y creemos en nuestras razones.
Pero, la mayor parte de las veces, ignoramos qué es lo que decide nuestra compra.
Como consumidores, podremos manejar mejor nuestras decisiones de compra, sin ser víctimas de los procesos
no conscientes.
Como creadores de contenidos para orientar las compras, podremos utilizar mejor los procesos de decisión
no conscientes.
El marketing del siglo 20 vs el neuromarketing del siglo 21
El marketing tradicional del siglo XX encuestaba a los consumidores acerca de sus preferencias, en forma
individual o en focus groups.
Creía erradamente que sus respuestas racionales ayudarían a lograr más ventas.
Luego, validaba los resultados según las ventas, pero sin explicar qué creaba las ganancias y qué las pérdidas.
En este siglo XXI, el neuromarketing comenzó a estudiar el cerebro y su funcionamiento durante los procesos
de selección y compra.
Hoy la publicidad y las marcas aún funcionan, pero no del mismo modo.
El estudio del cerebro
Para comprender nuestras decisiones de compra o lograr mayores ventas, precisamos entender cómo
funciona nuestro cerebro.
Al entender mejor por qué hacemos lo que hacemos, también lograremos que otros hagan lo que deseamos.
Los esfuerzos de Daniel Kahneman y Amos Tversky en el siglo XX, sobre los modelos mentales, fueron funda-
mentales.
Más tarde, los iluminadores trabajos de otros investigadores como James C. Crimmins con su libro 7 Secrets
of Persuasion, Martín Lindstrom con Buoyology, Matt Johnson con Blindsight y Phil P. Barden con Decoded,
pusieron a nuestra disposición excelentes recursos para aprender a conocer nuestro cerebro y nuestras
preferencias y decisiones.
Aun como ciencia en desarrollo, el neuromarketing es la clave para entender los pensamientos, sentimientos
y deseos subconscientes que están detrás de las decisiones de compra.
El cerebro y sus dos sistemas de pensamiento
Tenemos dos modos diferentes de pensamiento: el sistema automático, o sea nuestros procesos mentales no
conscientes, y el sistema de reflexión, que son nuestros procesos mentales conscientes.
El sistema automático afecta todas nuestras decisiones y es la exclusiva influencia en muchas de ellas.
Está enraizado en nuestro cuerpo reptil originario y es semejante al del lagarto y los demás vertebrados.
Puede cambiar según la especie, pero la función básica de este sistema de decisión automática es la misma:
buscar el placer y evitar el dolor.
Como Kahneman demostró, es el sistema de pensamiento veloz opuesto a nuestro pensamiento reflexivo,
racional, que es lento.
Para nuestro cerebro primitivo, lo primero que viene a la mente es lo más real.
Porque es el lagarto el que actúa, nunca deberíamos preguntar a los demás por qué hacen lo que hacen.
No lo saben, aunque crean que lo saben.
Si comprendemos cómo funciona el lagarto, sabremos por qué respondemos a determinados estímulos y no
a otros.
Sabremos también cómo plantear decisiones, transformando las recompensas de compra de postergadas a
inmediatas, de inseguras a seguras y de racionales a emocionales.
Debemos aprender a reconocer el lenguaje del lagarto para entender nuestras decisiones y hablar el lenguaje
del lagarto si queremos persuadir al consumidor.
¡Pero no es con este lenguaje que convenceremos al lagarto, que es quien toma las decisiones!
Debemos hablar en su lenguaje y tener en cuenta lo que hoy sabemos gracias a la investigación neurológica
y de la conducta.
La gramática del lenguaje del lagarto está basada en su disponibilidad mental y sus asociaciones inmediatas.
Y tiene su estilo, que registra principalmente la acción, los sentimientos y las preferencias de los demás.
Para el lagarto, las acciones ofrecen un mensaje más contundente que las palabras.
La apariencia que imita una conducta también funciona para él: no importa el por qué o la veracidad, importa
la acción que se ve.
Nuestro sistema consciente requiere atención y responde a la evidencia y a la razón pero la realidad es que,
aunque este modelo de pensamiento ha sido el que dominó la ciencia y nuestro pensamiento, es el sistema
automático el que decide las cosas fundamentales de nuestra vida, tales como una pareja, la religión, o los
amigos.
El sistema automático responde además a la emoción porque él mismo usa la emoción como lenguaje para
comunicar sus deseos: lo que le gusta, lo que le repele, lo que teme, lo que lo hace feliz.
Para persuadir, el lenguaje racional no es el más convincente.
El proceso de compra
CÓMO DIALOGAR CON EL LAGARTO CONSUMIDOR E INFLUIR EN SU DECISIÓN
Aunque es el cerebro el que elige, no lo hace a través de su parte racional sino de su parte subconsciente.
Si el modelo racional persiste, es solo porque la toma de decisiones nos parece racional, ya que su parte oculta
es totalmente subconsciente.
Es por eso que cuando una decisión no se tomó racionalmente, es muy difícil cambiarla ofreciendo razones.
Se trata más bien de mostrar al lagarto un modo mejor de concretar sus deseos.
El lagarto es veloz, tiene una gran capacidad de acumulación de información, trabaja sin esfuerzo, automáti-
camente y no se le puede desconectar. Solo es capaz de llevar a cabo tareas innatas como ver, o aprender a
través de la repetición incesante.
La persuasión del consumidor
Contra lo que se cree habitualmente, es inútil la persuasión del consumidor instando a un cambio de actitud,
ya sea frente a un hábito como a una marca.
Es más fácil crear un cambio a través de la acción que intentar persuadir racionalmente con buenos argumentos.
Cambiando un precio, el lugar donde se muestra un producto en el local, o las tiendas donde se distribuye, por
ejemplo, se logra un inmediato cambio de conducta.
Para persuadir al consumidor, hay que dirigirse a su cerebro lagarto, hablando su lenguaje subconsciente.
Los sesgos cognitivos en el proceso de compra
Leales a nuestra conducta habitual, inventaremos explicaciones para justificar nuestra actitud, incluso cuando
esta sea un inconveniente o irracional.
Heurística de disponibilidad
Es ese sesgo cognitivo que tiende a la asociación inmediata con lo más familiar y conocido.
Por eso una vez que se instala la experiencia de la marca y se la recarga con una creencia, ésta será la primera
que acuda a la mente.
Sin embargo, a veces, también ama ser sorprendido por la novedad si esta trae una recompensa.
Deseo mimético
El neuromarketing utiliza este sesgo cognitivo para crear conductas de imitación en el consumo o aceptación
de marcas.
Anclas referenciales
Otro sesgo cognitivo es el de los anclajes: nuestro cerebro subconsciente tiene siempre puntos de compara-
ción que usa como anclas referenciales.
Y podemos hacerlo conscientemente, de modo endógeno, o de modo exógeno, motivados por algo externo
que, obligadamente, apelará en primer término a nuestro subconsciente.
Las marcas están permanentemente creando anclas, especialmente en los precios, ofreciendo ofertas.
El neuromarketing aprovecha la brecha entre lo subconsciente y lo consciente para lograr cambios en nuestra
conducta como consumidores.
Nuestro cerebro no conoce la realidad en sí misma: construye modelos de la realidad para comprenderla.
Lo hace apelando principalmente a los sentidos, al de la visión en primer lugar ya que es el sentido dominante,
seguido por el de la audición.
Ver es creer: nuestro subconsciente no distingue entre una realidad construida para provocar una conducta y
otra “real”.
Conocer los sesgos cognitivos abre así muchas puertas a la comprensión de nuestra conducta.
La mayor parte de lo que sucede en el cerebro tiene que ver con las emociones y no con la razón.
Las marcas son mucho más que diseños atractivos: las marcas que permanecen y a las que somos fieles como
consumidores, se dirigen al cerebro subconsciente de modo muy específico.
Diversos experimentos de la neurociencia en relación a las marcas han obtenido importantes conclusiones.
Como señala Lindstrom en Buyology, las compañías y las marcas exitosas tienen mucho en común con las
religiones.
Apelan a un sentido de pertenencia, a una visión clara, al poder sobre los enemigos.
Tienen grandeza, un componente sensorial, construyen un relato y usan símbolos, misterio y rituales a la vez
que hacen evangelización, es decir, fidelización.
Crear o fortalecer una marca exige trabajar sobre las asociaciones, remodelando los modelos mentales con
nuevas asociaciones relativas a las emociones que deseamos provocar.
Inventamos creencias.
La memoria es aquello por lo cual nuestro cerebro intenta conectarnos a nuestro pasado.
Por lo tanto, para que una experiencia llegue a ser memoria, debe cambiar nuestro cerebro agregando esa
impresión.
Las marcas reconstruyen nuestra experiencia de la realidad sin que seamos conscientes de ello.
El cerebro tiene una memoria implícita que las marcas han creado sin que lo registremos.
El cerebro no detecta la diferencia entre una experiencia vivida en la realidad o codificada por el neuromarketing.
Es por eso que las compañías invierten millones en diseñar experiencias de marca para orientar las conductas
de los consumidores hacia sus productos.
Con la inmensa expansión de las tecnologías virtuales, se abrió además un nuevo campo para la creación de
experiencias.
Ya no serán las marcas en nuestro cerebro de las experiencias reales, las que serán sustituidas por las experi-
encias artificiales creadas por las marcas.
Las experiencias virtuales serán vividas en la realidad, en esa última frontera en la cual la experiencia de la
marca, será la realidad misma.
El consumidor: perfiles y adicciones
IMPULSO O REFLEXIÓN
Actuar según el impulso del lagarto o, si descartamos racionalizar sobre nuestro impulso para justificarlo,
reflexionar acerca de qué queremos en realidad, qué precisamos o qué nos conviene.
En ambos casos, lo que está en juego es siempre lo básico de nuestras necesidades humanas y universales:
obtener una recompensa y no ser castigados.
El cerebro es perezoso y actúa por asociación con lo inmediato, sin preocuparse por obtener mucha infor-
mación.
El mundo consumista; por lo tanto, colabora con nuestra pereza haciendo que las decisiones de compra sean
tan fáciles e irreflexivas como sea posible.
Tecnología y adicciones
Nada explica mejor el éxito de Amazon a nivel global que lo fácil y eficiente que ha hecho el proceso de
compra.
Todas las nuevas tecnologías ayudan además a que compremos de un modo automático.
Sin embargo, si como consumidores aceptamos que somos inducidos a comprar muchas veces lo que no
precisamos o lo que no nos gusta del todo, podremos ejercer un control cognitivo.
Teniendo en cuenta no solo la velocidad de nuestro proceso automático de compra, sino la manipulación de
las marcas.
Gracias al neuromarketing, nos alimentan con memorias que enaltecen sus productos.
Nos recompensan brindándonos aquello que nos falta: amor, felicidad, compañía, status.
Nos emocionan.
Cuando es alto, podemos resistir a la inmediata gratificación; cuando es bajo, somos presa de nuestros impulsos.
Los consumidores con un bajo factor K son el sueño de los vendedores, no resisten las incitaciones a la
compra.
El neuromarketing estudia en profundidad cómo se producen las decisiones de compra, en especial, cuando
se trata de productos nuevos, ya que la gran mayoría de estos fracasan.
El piloto automático procesa todo a alta velocidad, según sus sesgos cognitivos y modelos mentales.
El piloto automático enmarca nuestra experiencia en el momento de la compra, registrando todas las señales
sensoriales y mensajes implícitos y decide.
Las marcas actúan también como un marco para la decisión, ya que implícitamente ejercen una influencia
sobre la percepción y valor de los productos.
Control cognitivo
Ser conscientes del tipo de comunicación que las marcas establecen con nuestro subconsciente y con nues-
tros deseos más íntimos, nos ayudará a ejercer un mejor control cognitivo.
Aprenderemos a ver cuánto de arquitectura pare el consumo hay en esa esencia o alma del producto que nos
convenció de inmediato.
Aprenderemos a abrir el paquete con el que la marca envolvió a esa esencia y a juzgar el producto por sus
cualidades más mesurables de calidad y precio.
Por último, como consumidores, nos conviene estar atentos a nuestras adicciones a las nuevas tecnologías.
De consumidores a vendedores inconscientes de datos
No solo somos víctimas de las ofertas que nos tientan a comprar con solo un click.
De consumidores pasamos, sin darnos cuenta, a ser vendedores de nuestros datos y preferencias.
Nuestra actividad online está permanentemente monitoreada y vendida a las compañías de marketing.
Vendemos valiosa información sin recibir nada a cambio, o recibiendo servicios que quizá valdrían mucho
menos que nuestros datos, si decidiéramos pagarlos.
Como vendedores, tenemos la oportunidad de utilizar el neuromarketing para crear e imponer marcas, así
como para influir en las experiencias y decisiones de consumo.
Nos preocupamos por crear un adecuado marco para el nivel implícito, de modo que el piloto automático
pueda funcionar en un entorno familiar.
Para crear la nueva experiencia, tenemos en cuenta los sesgos de disponibilidad y de consistencia, creamos
un ancla o apelamos al deseo mimético, según corresponda.
Nos fijamos en el tipo específico de recompensa que nuestro grupo receptor puede esperar y creamos una
experiencia de recompensa.
Contamos una historia cuando es posible, pero fijándonos siempre que la historia tenga que ver con la marca
o el producto.
No contradecimos los deseos del consumidor: los descubrimos primero y luego los satisfacemos.
Enviamos todas las señales posibles — visuales, auditivas, olfativas, gustativas, táctiles — para persuadir en
diferentes niveles.
Nuestro objetivo es modificar la conducta del consumidor: queremos que cambie la preferencia de marca, que
compre aquello que no compraba y que repita una y otra vez la experiencia de compra.
Emoción y competencia
Usamos la emoción con inteligencia, a sabiendas de que el sistema automático usa las emociones para definir
sus preferencias y guiar sus decisiones.
Sabemos que competimos con muchas marcas y sabemos que lo más común es que los nuevos productos
fracasen.
Por eso estudiamos a fondo los comportamientos neurológicos de los consumidores frente a las diferentes
opciones y sacamos conclusiones científicas.
Vamos a competir por su atención descartando las campañas ingeniosas o llamativas, en favor de las
campañas que apuntan a cambiar su modelo mental y a satisfacer sus deseos más genuinos.
El marketing de la experiencia
Con el auge del marketing de la experiencia, el coste para construir una marca ha aumentado considerable-
mente pero, al mismo también, también han aumentado sus beneficios.
Las experiencias no solo desean vender, además reclaman un trozo de la memoria del consumidor donde
quedar para siempre.
Como creadores de ocasiones de compra, usaremos el factor K a nuestro favor: debilitaremos la resistencia al
cambio de los consumidores con factor K alto y aprovecharemos la debilidad de aquellos con factor K bajo.
Usaremos positivamente las inclinaciones positivas al placer y eliminaremos toda connotación negativa de
dolor.
Resaltaremos el valor positivo del producto y el placer que proporcionará y eliminaremos o minimizaremos la
connotación de dolor asociada al precio que hay que pagar por él.
Valor y meta
El precio no es el valor.
Para el sistema automático, el valor depende, entre otras causas, en cómo el producto o la marca cumplen con
las metas del consumidor, es decir, en cómo satisface su deseo.
Precio
Cuanto más relevante es un producto o servicio para cumplir con el propósito del consumidor, cuanto más alta
es la recompensa implícita, mayor será el valor que el consumidor le dará y mayor el precio que estará
dispuesto a pagar por él.
¿Qué desea el consumidor del producto o marca y qué meta debe alcanzar?
Luego sabremos cómo entrar en el mercado, cómo segmentarlo y cómo desarrollar el producto o marca.
Tener en cuenta las metas ocultas del consumidor — conseguir mayor status, estima, calidad de vida, amor…
— nos lleva a entender cuál es el valor potencial del producto o de la marca y a fijar el precio que el consumi-
dor estará dispuesto a pagar.
Por otra parte, inversamente, un precio muy alto puede aumentar el valor del producto. “Si es caro, debe ser
bueno”.
El lenguaje, el packaging, el diseño y las connotaciones de clase, raza o nacionalidad, también pueden agregar
valor implícito.
En el siglo XX se criticaban los mensajes subliminales, que se consideraban desleales, ya que actuaban fuera
del nivel de conciencia del consumidor.
El neuromarketing podría despertar las mismas críticas en el siglo XXI, si no fuese porque la experiencia es
exactamente a la inversa.
No se trata ahora de incrustar mensajes en el cerebro de los consumidores, sino de leer mejor el cerebro para
saber cómo ofrecerle los productos, servicios y marcas que mejor cumplan con sus necesidades y metas
emocionales.
Es, tal vez, en el caso de las experiencias destinadas a crear memorias con objetivos comerciales, que los
consumidores pueden requerir en el futuro una defensa y protección.
Las memorias destinadas a comprar no se diferencian en el cerebro de las experiencias vitales genuinas.
Una mayor concientización de los consumidores aventará el peligro de invasión mental y, si fuese necesario,
oportunas regulaciones evitarán los abusos, en especial en el marketing dirigido a los niños.
Entender cómo funciona el cerebro y por qué compramos, puede hacer que los mercados sean más ricos,
variados e interesantes.
Aceptar las nuevas tecnologías para ampliar la experiencia humana resulta también inevitable, aunque
muchos se asusten.