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Etica Cristiana

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Módulo de Ética Cristiana. Instituto Bíblico Apostólico Nicaragüense IBAN.

IGLESIA APOSTOLICA DE LA FE EN CRISTO JESUS


IAFCJ

INSTITUTO BIBLICO APOSTOLICO NICARAGUENSE


IBAN

MODULO DE:

SECRETARIA NACIONAL DE EDUCACION CRISTIANA

1
Secretaría Nacional de Educación Cristiana IAFCJ, Nicaragua.
Módulo de Ética Cristiana. Instituto Bíblico Apostólico Nicaragüense IBAN.

Presentación

El Modulo: Ética Cristiana


Es producido bajo la dirección de la Secretaria Nacional
De Educación Cristiana de la IAFCJ
Nicaragua

Elaborado por: Hno. William Ulises Rodríguez Arce.


Revisado por: Hno. Migdonio López Vergara

2016

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Secretaría Nacional de Educación Cristiana IAFCJ, Nicaragua.
Módulo de Ética Cristiana. Instituto Bíblico Apostólico Nicaragüense IBAN.

Contenido

I. Presentación
II. Objetivos
III. Introducción
Unidad: I. Aspectos conceptuales de la Ética. ………….. 08
1.1 Introducción a la Ética……………………………………. 09
1.2 Problemas de la Ética……………………………………. 13
1.3. Los Criterios de la Conducta Humana………………… 16
1.4 La Ética y la Moral………………………………………….. 21
1.5. El Ser Humano y sus Actos………………………………. 29
1.6. La ética y sus valores……………………………………… 36

Unidad II. La Ética Cristiano y sus principios……….…. 43


2.1. La Ética Cristiana……………..…………………………. 44
2.2. Fundamentos Bíblicos de la Ética Cristiana.…………. 45
2.3. El bien en la ética cristiana………………………………… 47
2.4. El cristianismo como moral vivida o ética cotidiana……. 48
2.5 Una ética del amor a todos, empezando por los que ….. 50
2.6 Una ética del Reinado de Dios……………………………. 56
2.7. El cristianismo como ética filosófica o teología moral….. 63
Bibliografía……………………………………………………… 70

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Módulo de Ética Cristiana. Instituto Bíblico Apostólico Nicaragüense IBAN.

Presentación

La sociedad nicaragüense vive una profunda crisis de valores éticos y de principios


morales. La violencia, corrupción, individualismo egoísta, son males que amenazan
la convivencia pacífica a todos los sectores sociales en Nicaragua. Esta crisis de
valores amenaza también a los cristianos evangélicos, quienes están inmersos en
ella a través del ejercicio de sus prácticas religiosas o de fe, tanto en la vida pública
como privada. Parece ser que la formación en esta área ha sido poca trabajada,
ignorando o dejando muy poco espacio a la ética en este proceso de crecimiento
espiritual del creyente.

El Instituto Bíblico Apostólico Nicaragüense de la IAFCJ, es una institución de


enseñanza teológica que trata de hacer una contribución a educación cristiana de
la iglesia. La formación de la vida de los creyentes sustentada y fundamentada en
la ética cristiana, es una buena parte de la misión de la Educación Cristiana de la
IAFCJ. Por lo tanto, el Programa de Ética Cristiana fue elaborado con la finalidad de
procurarle herramientas al estudiante, que lo oriente y guíe durante sus funciones
como líder cristiano, que conozca los diferentes rasgos que debe tener una persona
en cuanto a la vida cristiana se refiere. Orientar para ser un creyente al máximo,
conociendo sus deberes y derechos para darse por entero a su liderazgo.

Por otro lado, profundizar en el origen y función como creyente dentro de la


sociedad, y que su honor será solo el reflejo de su ética en su testimonio. También
darles a conocer que, las relaciones entre los seres humanos en sociedad y su
comportamiento han motivado a que históricamente surgieran y se desarrollaran
doctrinas éticas que han buscado y buscan dar respuestas efectivas a problemas
que se presentan en épocas y sociedades determinadas.

Este programa se imparte en los programas del IBAN. Su contenido “Ética


Cristiana” está conformado por dos grandes unidades la primera contiene los

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aspectos teóricos de la ética y la segunda con el estudio de la ética aplicada a la


vida del creyente, estas para ser desarrollados de acuerdo al período determinado
en horas clases, las que serán utilizadas en diferentes formas de organización de
las clases, tales como conferencia, clase práctica y seminarios.

Objetivos

Este módulo parte de objetivos fundamentales como:

1) Desarrolla una educación integral practicando valores y principios


morales en la vida cristiana.
2) Orienta al alumno a ser cristiano al máximo conociendo sus deberes y
derechos para darse por entero a su vida y liderazgo.
3) Procura ser una herramienta que lo oriente y guíe durante su vida y
liderazgo cristiano,
4) Estudia el comportamiento ético del ser humano y su relación con la
sociedad, analizando la importancia de los valores éticos en el
comportamiento humano como creyente en la iglesia y en la sociedad.

Esto nos permitirá analizar el objetivo de la Ética, y la dinámica de los valores éticos
y morales en la vida cristiana. Esperamos contribuir a la formación integral del
liderazgo de la iglesia con altos valores fundamentados en una ética cristiana. Y que
los principios, valores y normas de conducta que aquí estudiamos, sean de gran
beneficio a los futuros líderes de la IAFCJ.

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Introducción
General.

Pasó en un campo de concentración durante la segunda Guerra Mundial. La gente


moría por la violencia y por el hambre. 6 millones de judíos, fueron víctimas del
nazismo. Se dice de la autobiografía de uno de los sobrevivientes de los campos de
concentración; y cuenta la siguiente historia sobre un judío, llamado Labi, que
también estuvo preso en ese mismo lugar. Este Labi era un judío muy tradicional;
se negaba a tomar la sopa que les ofrecían a los presos todos los días, porque
había pedacitos de carne de caballo en la sopa. Los demás presos le decían: Labi,
debes de comer la carne porque si no, vas a morir. Necesitamos la sopa y la carne
por mas asquerosa que sea, es la única manera de sobrevivir, no la podes negar.
¿Por qué no la quieres comer?

Después de mucho insistir Labi por fin respondía porque no quería comer esa sopa
con carne de caballo diciendo: hay cosas puras y hay cosas impuras; hay cosas que
el hombre puede hacer y hay otras cosas que el hombre no debe hacer, hay cosas
buenas y cosas malas y el hombre sabe la diferencia entre ellas; ese es el principio
de la civilización humana. Si me olvido de ese principio ya no vale la pena sobrevivir,
porque ya no sobreviviré como ser humano sino como animal.

Para los demás presos era algo increíble; según ellos en esa situación extrema
nadie podía permitirse el lujo de mantener ciertas reglas religiosas o éticas que te
impidan comer un poco de carne impura; la única cuestión que valía en el campo
era sobrevivir, con ética y religión o sin ellas, sobrevivir no más. Pero Labi quería
sobrevivir como ser humano, es decir sobrevivir con su ética, con su religión, con
su civilización humana, y si no, sería mejor morir. Un testimonio interesante.

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Con unas pocas palabras este hombre judío expresa perfectamente cuál es el
secreto de la civilización humana, qué es lo que hace humana a una vida personal
y a una sociedad. Hay cosas que se pueden hacer y hay otras cosas que no se
deben hacer. Ese es el secreto, la base de la existencia humana, es la conciencia
ética que tiene el ser humano, el saber del bien y del mal, y poder distinguir entre el
bien y el mal. Esa es la característica esencial del ser humano. El ser humano ha
sabido que no se puede hacer todo con otra persona; hay límites, hay que tomar en
cuenta la dignidad del otro y la otra. Esa conciencia ética es la que nos distingue de
los animales. Los animales actúan simplemente en base a sus instintos.

Los seres humanos somos diferentes; nosotros tenemos opciones; por supuesto
ciertos instintos son muy importantes también para el actuar del ser humano; pero
nosotros tenemos la capacidad de trascender el nivel de los instintos; nosotros si
podemos elegir entre diferentes opciones, entre diferentes formas de actuar;
podemos elegir entre el bien y el mal; tenemos la capacidad de servir no solo a
nuestro propios intereses, sino también a los intereses de los otros. Es por eso que
ha sido necesario que en las relaciones entre los seres humanos en sociedad y su
comportamiento hayan motivado que históricamente surgieran y se desarrollaran
doctrinas éticas que han buscado y buscan dar respuestas efectivas a problemas
que se presentan en épocas y sociedades determinadas. De ahí el carácter relativo
que históricamente se ha atribuido a las doctrinas éticas en función del tiempo y del
espacio; aunque cabe destacar que dicho carácter de relatividad no implica que las
mismas en cualquiera época y lugar no hayan tratado de preservar los valores
sociales positivos y la dignidad del hombre 1.

1 Vijver, Enrique, Introducción a la Ética, Política y Democracia, Doc., de conferencias, Managua, 2000.

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Unidad i

Aspectos conceptuales de la Ética

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1.1 Introducción a la Ética

Algunas veces escuchamos decir que el comportamiento de alguna persona no es


ético o que alguien actuó o no con ética. ¿Qué quiere decir esto? Parece ser que una,
conducta ética es buena y que una conducta no ética es mala. Ejemplo: Decir mentiras
no es ético y es algo malo; por el contrario cumplir con nuestras obligaciones es ético
y es algo bueno. La ética permite al ser humano distinguir lo que es bueno y lo que es
malo. En efecto, la ética precisamente se ocupa de eso, de establecer lo que es bueno
o lo que es malo, y de lo que es justo o lo que es injusto.

Su término se deriva de costumbre o conducta. La ética es un saber práctico, por lo


que de nada sirve saber mucho de ella si no la ponemos en práctica. "Ética" deriva del
nombre griego ethos, que significa costumbre2. Los latinos llamaban a la costumbre,
Mos, de donde se deriva la palabra "Moral", que también trata de las acciones
humanas en orden a su bondad o malicia3. En efecto, la ética para los griegos, en la
antigüedad, obedecía a una concepción total del individuo y la sociedad; de la virtud
y la verdad, donde la eticidad estaba asociada con el "cuidado de sí" con la
"preocupación por sí"4. Este precepto era para los griegos uno de los principales
principios para las ciudades, una de las reglas más importantes para la conducta social
y personal, y elemento fundamental en el arte de la existencia.

Progresivamente, la ética ha venido a significar la averiguación rigurosa sobre el


bien, esto es, sobre el "debe ser". Lo que debe ser aunque no sea, o lo que es pero
no debe ser. Tal es el objeto de la ética. Pero no se trata en la ética de fijar lo que
debe ser el bien sino en descubrirlo, por eso la ética no inventa el concepto del
bien; tampoco lo construye, simplemente lo descubre y nos lo muestra. Esta noción

2 Diccionario Filosófico Océano, 2001, p436.


3 Diccionario Filosófico Océano. 2001, p337.
4 Chong, Moisés, (1970), Lecciones de filosofía, p65-66).

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se nos ha vuelto muy oscura y desdibujada con el pasar del tiempo, ya la gente ni
se conoce en su interior y casi siempre no se cuida, no cultiva una autoestima.

El origen etimológicamente5, de la ética es:

“La ciencia que estudia las buenas costumbres,


las buenas acciones de los seres humanos”

El sentido más antiguo de la palabra ética residía en el concepto de la morada o lugar


donde se habita. Luego referido al ser humano o pueblos se aplicó en el sentido de su
país, tomando especial prestigio la definición utilizada por Heidegger: "es el pensar
que afirma la morada del hombre", es decir su referencia original, construida al
interior de la íntima complicidad del alma. En otras palabras ya no se trataba de un
lugar exterior, sino del lugar que el ser humano porta a sí mismo. "El éthos es el suelo
firme, el fundamento de la praxis, la raíz de la que brotan todos los actos realizados
por el ser humano".

La palabra ética puede usarse como sustantivo o como adjetivo. Utilizada como
sustantivo, cuando decimos, “Ética profesional de los contadores”. Esto significa, un
conjunto de principios, valores y normas que regulan la conducta del contador. Usada
como adjetivo, es cuando se dice que “la mayor parte de los contadores nicaragüenses
carecen de ética”, empleamos la palabra ética como valoración de la conducta moral
de los contadores nicaragüenses. Emitimos un juicio de valor sobre su actuación,
convirtiéndose esto en un juicio de valor negativo. Obviamente, que para valorar la
conducta moral es necesario tener un marco de referencia, primero del sistema moral
que rige la sociedad y segundo, tener una referencia de los principios morales y
valores éticos de este sistema.

Por esto, el ser humano a través de su vida va realizando actos que son regulados
por los diferentes sistemas morales. También el ser humano posee la libre

5 Ferrater Mora, José, (1982). Diccionario de Filosofía. T. I Alianza Editorial, Barcelona, Pág. 646.
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determinación de sus actos. Es libre de elegir entre el bien y el mal. Por lo tanto, el ser
humano es responsable de sus decisiones. La repetición de los actos y hábitos
determinan las actitudes. El ser humano de este modo, va viviendo y se va haciendo,
construyéndose a sí mismo. El carácter como personalidad es obra del ser humano,
es su tarea moral, es el cómo resultará su carácter moral para toda su vida.

En el capítulo primero del libro primero de la Política, Aristóteles afirma que “lo
propio del hombre con respecto a los demás animales es que él sólo tiene la
percepción de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, y de otras cualidades
semejantes, y la participación común de estas percepciones es lo que constituye la
familia y la ciudad.” De este modo, la ética distingue al hombre del animal, y su ser
social está también estrechamente ligado a su comportamiento. Un poco antes,
Sócrates proclamaba que una vida que no se examina así mismo, no vale la pena
vivirse.

Para el sabio griego el auto examen es un medio importante para lograr el dominio
de sí mismo. Muchos años después, Benjamín Franklin, descubrió no sólo que era
importante el dominio de las fuerzas de la naturaleza, sino también y sobre todo el
dominio sobre sí mismo, el dominio de las propias pasiones. La ética, según las
materias que estudia y la forma cómo las estudia, se divide en dos grandes campos:
La Ética teórica o filosofía moral y la ética aplicada o Deontología.

1) Ética teórica o filosofía moral, es aquella en que se realizan los fundamentos o


principios generales del orden moral. Es decir trata de responder a preguntas
lógicas, epistemológicas o semánticas.

Entre ellas están:


1) La ética individual.
2) La ética social.
3) La ética religiosa
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2) Ética aplicada o Deontología6: En ella se aplican los principios generales a las


situaciones concretas de la actividad humana, tales como la aplicación a las
profesiones (ética profesional). Es la que se ocupa de analizar los actos buenos o
malos de los seres humanos con el objeto de determinar si se ajustan al paradigma
aceptable como valor.

1) La bioética
Entre ellas están: 2) Técnicoética
3) Ética del profesional
4) Ética jurídica, etc.
1. 1.1. Concepto de ética.

En general, existen diversas definiciones de la ética, esta puede ser definida como:

❖ Conjunto de reglas de comportamiento y formas de vida a través de las cuales tiende


el ser humano a realizar el valor de lo bueno.
❖ Conjunto de valores, principios que orientan la conducta del individuo en la sociedad,
desde el punto de vista del bien y del mal.
❖ Es la ciencia que orienta la conducta del ser humano permitiéndole distinguir el bien
y el mal.

También, puede decirse que la ética es una disciplina prescriptiva, cuyo propósito es:
“determinar y fundamentar los principios y normas de comportamiento que garanticen la
recta conducta y el uso racional de la libertad”. Es decir, su objetivo es someter la
conducta humana a máximas universales que les permitan a las personas realizarse
socialmente dentro de las fronteras del bien.

1.1.2 El objeto de la ética

La ética como ciencia teórica-normativa, tiene como objeto específico la bondad


natural de las acciones libres del ser humano, de sus actos, conocerlos desde el punto

6 La palabra deontología viene del griego deon, que significa deber, y logos tratado.
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de vista del bien, por lo que también se le llama Ética Natural, Ética Racional o
simplemente Ética. Como rama filosófica, la ética, va a suponer sobre una reflexión
acerca de los motivos y los objetos del obrar. Más claro sería afirmar que la ética
busca la fundamentación de la conducta humana.

1.1.3 Características de la ética

Al hablar de ética necesariamente tenemos que hablar de filosofía, debido a que


pertenece a esta esfera del conocimiento. La acepción más conocida del vocablo “ethos”
se presenta con Aristóteles donde se entendía por “ethos”: al temperamento, carácter,
hábito y modo de ser.
Algunas características de la ética son:

• Es una disciplina filosófica.


• Su objetivo de estudio es la moral.
• Es normativa de la actividad humana en orden del bien.
• Es reflexiva, porque estudia los actos no como son, sino como deberían de ser.
• Es práctica, es decir, se enfoca al campo de acción humano.

Por lo tanto, la ética se define como: “principios directivos que orientan a las personas
en cuanto a la concepción de la vida, del ser humano, los juicios, los hechos, y la moral
desde el punto de vista del bien.”

1.2 Problemas de la Ética

Los Lineamientos Curriculares del Área de Ética y Valores Humanos deben partir
de una comprensión, en el terreno filosófico, de la naturaleza y de la discusión en
torno al problema de la Ética y la Moral, desde la cual obviamente, se pueda
fundamentar una propuesta de formación en valores.

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La existencia de las normas morales siempre han incidido o afectado a la persona


humana, ya que desde pequeños captamos por diversos medios la existencia de
dichas normas, y de hecho, siempre somos afectados por ellas en forma de consejo,
de orden o en otros casos como una obligación o prohibición, pero siempre con el
fin de tratar de orientar e incluso determinar la conducta del ser humano. Las normas
morales existen en la conciencia de cada uno y en cada sociedad, esto provoca que
frente a una acción existan diferentes puntos de vista y por ende problemas en el
momento de considerar las diferentes respuestas existenciales que ejercen las
personas frente a ellas. Estos problemas se mencionan a continuación.

1.2.1 La Diversidad de Sistemas Morales

Este se da debido al pluralismo que existe en las tendencias o posiciones frente a


un mismo acto, para algunas personas un acto puede ser correcto, y para otros
puede ser incorrecto, por ejemplo: el divorcio, el aborto, la eutanasia, etc. La
pregunta que normalmente se hace una persona que rige su conducta en base a
las normas morales es ¿cuál es el criterio que necesito escoger una norma o la
contraria?

1.2.2 La Libertad Humana

La libertad humana es uno de los temas de debate más complicados de desarrollar


dentro del mismo, ya que debido a temas tanto religiosos, científicos, sociales como
psicológicos, no se ha podido definir dicha cuestión con total exactitud y aceptación
de parte de todos los eruditos en dichos campos.

Sin embargo, podemos definirla como “la capacidad de poder elegir nuestras
acciones y decisiones conociendo sus consecuencias y aceptándolas como tales
pero todos queremos que nuestra vida este protegida por lo que queremos una
libertad protegida contra todo aquello que la pueda destruir y privarnos de ella”.

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La libertad humana no es del todo real, ya que todo individuo está de cierta forma
condicionado por una sociedad en la cual toda persona actúa bajo una presión
social, cultural o laboral; aunque considerando a la ética y la moral, permite
conservar una conciencia, que permite a una persona actuar en base a un criterio
propio. El problema está en la incompatibilidad de la libertad humana y las normas
morales, o sea en el ser y el deber ser. La pregunta será, ¿Qué soy o que debo de
ser?

1.2.3 Los Valores

Los valores son cualidades o modelos de comportamiento que pueden ser estimados
y practicados, en procura del bien moral7. Aquí el problema radica principalmente en
la objetividad y subjetividad de los valores, existen cuestionamientos sobre si ¿los
valores son objetivos?, ¿los valores existen fuera de la mente de tal manera que
todo ser humano deba acatar los valores ya definidos?, o si los valores son
subjetivos porque ¿dependen de la mentalidad de cada sujeto? También existe otro
aspecto, su conocimiento, ¿cómo podemos conocer los valores? y en sí ¿cuál es
su esencia?

1.2.4 La Obligación Moral

La obligación moral se define como la presión que ejerce la razón sobre la voluntad,
enfrente de un valor. La obligación moral no es la obligación que se siente por la
presión externa, ni mucho menos ese tipo de acción psíquica originada por el
inconsciente.

Esto está íntimamente ligado con el tema de los valores ya que normalmente se
dice que lo que se hace por obligación, pierde todo mérito, en cambio, cuando se
realiza por su propio convencimiento, adquiere valor moral. Con esto se da a

7 La esencialidad de los valores consiste en ser algo que valen; es decir, lo propio del valor es el que vale.
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entender que la obligación moral le quita al ser humano la única posibilidad de ser
el mismo, de acuerdo con su propia moralidad y con su propio criterio. Pero hay que
aclarar también que una cosa es la obligación entendida como corrección externa y
otra como la obligación basada en la presión interna que ejercen los valores en la
conciencia de una persona.

Actividad a realizar.

Tarea Nº 1

1. Elabore un cuadro sinóptico sobre la ética.


2. ¿Cuál es el objeto de la ética?
3. ¿Qué nos plantea la diversidad de sistemas morales en cuanto a la ética?
4. ¿Qué problema nos plantea la libertad humana?
5. ¿En qué radica el problema de los valores?
6. ¿Qué problema nos plantea la obligación moral?

1.3. La Conducta Humana

Llamamos conducta a toda forma en que actúa una persona en el seno de la


sociedad. Es decir, se le llama conducta a “todo el conjunto de actos que realizan
los seres humanos para darle curso a la vida social” 8. Está claro que, según se
aprecia en la realidad, los actos de algunas personas son predominantemente
plausibles, por lo que se dice de ellas que tienen una buena conducta. Por otro lado,
están otras personas en las que dominan los actos condenables, a causa de lo cual
se dice de ella que es una persona con una mala conducta.

La historia humana nos ha demostrado que el ser humano puede comportarse de


diferentes maneras y tener una conducta buena o mala. También la persona puede

8Becerra Longin, Ética y Deontología del Educador, Editorial BAKTUN, Tegucigalpa, Honduras 2da Edición
2003,. Págs. 27 - 34

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utilizar una enorme variedad de criterios que sirven como orientadores para elegir
su propia conducta, aunque muchos de ellos no tengan que ver con la ética y la
moral. Sin embargo, se pueden señalar algunos niveles o tipos de criterios:

1.3.1. El Criterio basado en el placer y los instintos

Es un criterio que señala que el ser humano, desde niño busca lo agradable y evita
lo desagradable, busca placer y evita el dolor. Este nivel de placer instintivo, es el
normal entre niños y adultos que no han recibido una educación que les haya
mostrado una apertura hacia otros valores superiores. Pero tampoco hay que
desechar por completo este criterio cuando se trata de escoger una diversión,
pasatiempo o un tema de conversación, ya que este nivel es un auténtico criterio
que sirve como orientación en muchos casos de forma legítima.

Lo que nos plantea aquí es cuando se va a los dos extremos, es decir, 1) el uso
exclusivo de este nivel en cualquier situación de la vida, o 2) la eliminación absoluta
de este criterio, como si el placer fuera algo malo. Por el contrario, el placer es un
valor sin duda alguna ya que busca la satisfacción de las necesidades vitales del
ser humano.

1.3.2 El Criterio basado en el Super Yo

Aquí el sujeto se deja orientar rígidamente por ciertas normas o valores que las
autoridades le han inducido desde la infancia. Y como son desde la infancia esas
normas y valores ya forman parte del inconsciente del sujeto y por esa razón tienen
un carácter autoritario, rígido, exagerado. De hecho este tipo de criterio impide al
sujeto de hacer excepciones cuando se encuentra en una situación dudosa. La
orientación que este experimenta ya es mecánica y ni el mismo puede saber por
qué tener que actuar por necesidad en determinado sentido o dirección.

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1.3.3 El Criterio basado en la presión social

Este criterio radica en la absorción de todas las normas y valores que el medio
ambiente o sociedad influyen en el individuo en forma de "presión social". Es la
principal fuente que orienta y empuja la conducta de las personas cultas. La guía de
conducta dentro de una sociedad es pues, la moda y la propaganda. En muchas
ocasiones esa conducta no tiene nada de objetable, pero en muchas ocasiones la
gente se pregunta si un individuo que actuó con cierta conducta, lo hizo por
responsabilidad o por simple inercia, y si pudo haber actuado de de otra manera.

Por supuesto que este criterio es muy generalizado y de escaso valor ético, sin
embargo es superior a los otros criterios debido a que se trata de una orientación
consciente (aunque no siempre en su totalidad). Por ejemplo: una persona usa un
determinado tipo de ropa porque es lo que ve, está de moda o lo que oye en la
propaganda; en cambio, no está consciente del origen de las normas y valores
inculcados en su infancia por los cuales puede llegar a ser muy puntual, muy aseado
o muy ahorrativo. Los tres niveles o criterios mencionados anteriormente son los
que se podrían llamar básicos o de uso generalizado. Los que se explicarán a
continuación son de orden superior y mucho más valiosos para la Ética.

1.3.4 El Criterio Legal

Este criterio tiene el sentido de orientar y dirigir la conducta por medio de normas y
leyes establecidas por terceros a través de códigos. En cierto aspecto este tipo de
criterio resulta ser muy cómodo, pues uno puede consultar la ley y decidirse
conforme a ella sin mayor discusión. En atención a dicha ley el individuo está
dispuesto a contravenir lo que dicen a sus instintos, su inconsciencia (Super Yo) y
la presión social. Se puede decir que al hacer esto se tiene cierta garantía del valor
de su conducta, sin embargo, el apego y la fidelidad a la ley no constituyen la
esencia del valor moral.

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Con esto podemos decir que pueden llegar a existir verdaderas diferencias entre un
código civil y un código moral, los cuales podrían quedar en una verdadera
contraposición. Por ejemplo puede existir una ley que permita el aborto, pero sin
embargo, el individuo en su código moral no lo permite, y podría regirse por ese
criterio. O también una persona condenada a varios años en prisión conforme a las
leyes de su país, pero es inocente desde el punto de vista de su propia conciencia
moral.

Esto nos ilustra que existe una enorme variedad de criterios de orden legal que
pueden llegar a originar una verdadera confusión en la mentalidad de una persona.
Pero el hecho de que existan códigos escritos ofrece la posibilidad de la amplia
difusión de la ley con el mínimo de distorsión, puede plantearse de manera universal
y por tanto enseñarse y difundirse de generación en generación. No hay apegarnos
que apegarse tanto a este criterio, porque al hacerlo nos estamos apegando en
exceso a la letra y no al propio espíritu de la ley, es aquí donde surge el legalismo,
que podría ser considerado como la falla principal de esta ley.

1.3.5 El Criterio Axiológico

El criterio axiológico se basa en los valores internamente percibidos y apreciados


como tales9. Este criterio coincide con lo que se llama "actuar por propio
convencimiento". Con este criterio una persona puede descubrir algunos valores y
los aprecia como tales, en función de esos valores puede juzgar su situación y
orientar su conducta, aun cuando tenga que ir en contra de las leyes, la presión
social y sus costumbres o instintos.

Una propiedad notable de este criterio es la capacidad de eliminar aquellos


conflictos que puedan surgir en los niveles previos y actuar con serenidad y

9Tomando en cuenta que los valores son conceptos sustantivos de alcance universal que nos sirven
como guías para forjarnos una existencia plena de significado.
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responsabilidad, pues su conciencia ya no está dividida, sino que elige y actúa


conforme a lo que el percibe como valioso. Por este motivo, su conducta adquiere
un valor ético. Este criterio axiológico es el más adecuado para la Ética, ya que los
cuatro niveles anteriores pueden diferir con respecto a lo que la persona considera
valioso en su fuero interior. Sin embargo el criterio axiológico muestra algunos
defectos.

El primero es la limitación de los valores sustentados, una persona normalmente


descubre los valores que se practican en su ambiente, pero nada más, se tiene que
hacer uso del Yo Profundo para ser capaz de vislumbrar un amplio horizonte de
valores. El segundo defecto es su individualismo, este criterio trata de una Ética
individual y para que pueda ser colectiva se tiene que hacer uso nuevamente del
Yo profundo.

1.3.6 El Criterio basado en el Yo Profundo

Se caracteriza por que el sujeto se guía en sus decisiones a partir de la percepción


axiológica que se obtiene durante la captación de su Yo Profundo. El Yo profundo
es el núcleo del ser humano, es la persona, el plano del ser, difiere a lo del plano
del tener, que son las cualidades de la personalidad entre las cuales se encuentran
el estatus, los conocimientos, el inconsciente, el grado de inteligencia y belleza, etc.

El Yo profundo es lo que verdaderamente distingue a cada individuo, ya que no


reside en lo que se cree ser y valer. La importancia del Yo profundo se destaca por
varias razones: Cuando una persona enfoca su Yo Profundo con los otros niveles
de criterios el horizonte axiológico o repertorio de valores se amplía, por lo tanto, el
individuo puede actuar en función de otros valores más profundos, elevados y
comunitarios. La captación del Yo Profundo crea un mayor sentido de
responsabilidad al tener una conciencia más clara de su Yo como sujeto y autor de

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su conducta y permite el descubrimiento de los valores propiamente humanos,


comunitarios y con validez universal.

Con el uso del Yo Profundo, el valor moral de una persona puede quedar
incrementado. Desde el punto de vista práctico es importante tomar la actitud
adecuada para poder captar al Yo Profundo y, con ello, al conjunto de valores que
allí están implicados.

Tareas del tema Nº 2

1. ¿En qué consisten los criterios de la conducta humana?


2. ¿Explique el criterio basado en el placer y los instintos?
3. ¿En qué consiste el criterio basado en el super yo?
4. ¿En qué radica el criterio basado en la presión social?
5. ¿Cuál es el sentido del criterio legal?
6. ¿En que está basado el criterio axiológico?

1.4 La Ética y la Moral

1.4.1. Características y diferencias

El uso de la palabra Ética y la palabra Moral está sujeto a diversos


convencionalismos y que cada autor, época o corriente filosófica las utilizan de
diversas maneras. En términos generales los conceptos de ética y moral significan lo
mismo, pues como se dice al inicio, ambos términos proceden de palabras con raíces
similares.

Sin embargo, el contenido de estas dos materias no es exactamente igual. La ética es


una ciencia teórico-normativa, mientras que la moral no alcanza el nivel de ciencia por
ser esencialmente práctica. Algunos autores establecen cierta diferencia entre ambos
conceptos. En este caso, tal diferencia podría explicarse de la siguiente manera: La
moral es el conjunto de principios, costumbres, valores y normas de conducta,
adquiridos y asimilados del medio (hogar, escuela, iglesia, comunidad). Su
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asimilación y práctica no depende de una actitud plenamente consciente o racional,


sino principalmente, de un sentimiento de respeto a la autoridad moral de la que
provienen.

En cambio la ética es la ciencia que tiene un conjunto de principios, valores,


costumbres y normas de conducta, adquiridos, asimilados y practicados de un modo
estrictamente racional o consciente. Corresponde al ejercicio libre y consciente de
la razón para justificar nuestros actos desde el punto de vista del bien y del mal.

Visto de esta manera, podemos decir que: la moral es particular y subjetiva, la ética
es universal y objetiva, porque se basa en principios racionales, que trascienden los
hábitos y las costumbres particulares.
Si bien es cierto que pueden existir diversas “morales” o costumbres morales, sólo hay
una ética, de la misma manera que una sola es la humanidad y una sola la razón
humana. Desde luego, que de esta ética general, conformada por principios
racionales de validez universal, pueden derivarse normas específicas de conducta y
conformarse así “éticas especiales”; por ejemplo: la ética profesional, la ética médica,
la ética social. Pero para poder distinguir será necesario nombrarlas características
de cada una de estas palabras así como sus semejanzas y diferencias 10.

1.4.1.1. La Moral y sus características

La moral sólo tiene que ver con el comportamiento del ser humano, en cuanto que
sobre su propia naturaleza crea una "segunda naturaleza" de la que forma parte su
actividad moral. El ser humano no puede desarrollar su vida de modo espontáneo
a través de los cauces instintivos establecidos de antemano por la especie. ¿Por
qué el ser humano ha de crearse, mediante actos y hábitos, una segunda

10
Silva, Edwin, Educación en Valores, y los Derechos Humanos, Instituto de Investigaciones y Acción Social,
Marthin Luther King, UPOLI, Managua, Nicaragua, 2002. Págs. 22 - 24
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naturaleza, la naturaleza moral? Porque la actividad moral le viene exigida al


hombre por su misma estructura bio-psicológica.

El ser humano es constitutivamente un ser moral. Ese hecho tiene lugar con el
momento de la aparición del ser humano como ser racional, histórico y social. A
partir de su agrupamiento en las colectividades primitivas o pre-históricas, y del
nacimiento de su autoconciencia inicial, el ser humano comienza a comportarse de
acuerdo con las reglas que rigen la colectividad. Las características de la moral son:
Es el hecho real que encontramos en todas las sociedades. Es un conjunto de
normas que se transmiten de generación en generación, evolucionan a lo largo del
tiempo y poseen fuertes diferencias con respecto a las normas de otra sociedad y
de otra época histórica. Son normas que se utilizan para orientar la conducta de los
integrantes de una sociedad.

1.4.1.2 Características de la Ética

Es el hecho real que se da en la mentalidad de algunas personas. Es un conjunto


de normas, principio y razones que un sujeto ha realizado y establecido como una
línea directriz de su propia conducta.

1.4.2 Valores morales

Es el valor humano fundamental necesario para una vida mejor en la sociedad, es


decir, es la utilización simple y práctica de la energía de buena voluntad. La buena
voluntad aquí es, una actitud mental inclusiva y cooperativa, es "amor en acción",
este se da cuando se fusiona el corazón y la mente en una condición de sabiduría
y de inteligencia creadora. El valor moral estimula la justicia y la integridad de
aquellos que tienen influencia y autoridad. Es realmente la piedra angular de la
sociedad humana que responde a los valores de la sociedad.

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Son las acciones del ser humano en cuanto proceden de su voluntad y no de la obra
que llevan a cabo. Estos son valores de orden práctico que ven las acciones del ser
humano. Ellos determinan el valor de la persona humana. Estos valores son
relativos y cambiantes. Los valores que son en si intrínsecos, se hacen
instrumentales a través de la educación y los extrínsecos o socialmente valorables
así, el valor una vez conseguido, le empuja superarlo. Todo valor tiene como una
de sus características la bipolaridad o antivalor.

1.4.3 La Conciencia Moral

La conciencia es una forma de conocimiento o de percepción, es con lo que nos


damos cuenta de lo que vale, de lo que merece la pena para la vida, de lo que es
bueno -o bien, de lo que no merece la pena, de lo malo, de lo que hay que evitar.
Por otro lado tenemos que, los actos morales, como actos que son, están orientados
hacia el exterior, la realidad, el mundo, los demás. Pero, por ser morales, tienen un
aspecto interno, que es el que hace que sean valorables. No podemos olvidar que
somos morales porque sabemos que podemos elegir, porque sentimos que
tenemos posibilidad de seguir caminos diferentes en nuestra vida, porque nos
damos cuenta de que nuestras acciones tienen consecuencias. La conciencia de
estas consecuencias es la base del aspecto interno de la moral, en ella está el origen
de la valoración de nuestros actos, nuestros hábitos o nuestro modo de vida. Pero
la conciencia moral es también conciencia de la libertad, conciencia de que no
todas las posibilidades de elección son igualmente valiosas. Por eso es
especialmente importante plantearnos qué es y cómo funciona. La misma palabra
que usamos para referirnos a ella ya nos da una pista: estar consciente significa
darse cuenta de lo que ocurre alrededor.

Mientras que en la naturaleza todo se encuentra condicionado por las leyes de la


causalidad en la conciencia moral rige un imperativo que no conoce condiciones, un
imperativo categórico. La conciencia moral dice 'no mentirás' sin condicionar en

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modo alguno el mandamiento, no establece circunstancias particulares bajo las


cuales la ley tiene validez o no, el mandato es siempre absolutamente válido, de
otra forma, no sería una exigencia moral.

Kant diferencia el imperativo categórico del imperativo hipotético. En este último, el


mandato se halla condicionado o reducido a una circunstancia determinada: '”si
quiero ganar su confianza, no debo mentir'”, porque si no es importante para mí
ganar su confianza, mentir o no mentir, deja de ser un mandato. Tenemos por un
lado que la conciencia sociológica abarca la totalidad de nuestro "yo", la misma que
nos permite darnos cuenta de nuestra propia existencia, como entidades
individuales y de existencia de las otras personas y del mundo material que nos
rodea, como algo fuera de nuestro" yo". En cambio la conciencia moral es
consciente de los valores éticos, es decir conocimiento de lo que se debe hacer y
de lo que no se debe hacer, y en esta forma poder diferenciar lo bueno y lo malo.

1.4.4 La buena voluntad

La buena voluntad es el único bien que es solamente bueno y al cual no cabe hacer
ninguna restricción. La buena voluntad es sólo buena o no es. De acuerdo a la ética
de Kant11, sólo la buena voluntad es absolutamente buena en tanto que no puede
ser mala bajo ninguna circunstancia. Para Kant la buena voluntad no es buena por
lo que se efectúe o realice, no es buena por su adecuación para alcanzar algún fin
que nos hayamos propuesto, es buena solo por el querer, es decir, es buena en sí
misma.

Analicemos esto:

11Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Real Sociedad Económica Matritense de Amigos
del País. Madrid, págs. 53-55 y 63-65.

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1) Imaginemos que una persona se está ahogando en el río, hago todo lo


posible por salvarla pero no lo logro. La persona muere, de todas formas.
2) Imaginemos ahora que hago todo lo posible por salvarla y que tengo éxito,
salvando su vida.
3) Imaginemos la tercera posibilidad: la persona se está ahogando y yo la atrapo
por casualidad mientras paso cerca de donde esta persona está en
problemas.

¿Cuál es el valor moral de cada uno de estos posibles actos imaginados? La tercera
posibilidad carecería de valor moral porque ocurre sin intencionalidad. Moralmente
no es ni buena ni mala, simplemente neutra. Los otros dos actos son moralmente
buenos y tienen el mismo valor, en tanto que la buena voluntad es buena en sí
misma.

1.4.5 El deber

Cuando hablamos del deber, nos referimos a los mandatos y obligaciones mediante
los cuales modificamos nuestra conducta y, en general, al conjunto de exigencias
que conforman nuestra praxis cotidiana. Es decir, el deber refiere a que la “’buena
voluntad”’, bajo ciertas limitaciones, no puede manifestarse por sí sola. El hombre,
no es un ente puramente racional, sino que también es sensible. Kant observará
que las acciones del ser humano en parte están determinadas por la razón pero
existen también ‘”inclinaciones”’ como el amor, el odio, la simpatía, el orgullo, la
avaricia, el placer… que también ejercen su influencia. El ser humano reúne en su
juego la racionalidad y las inclinaciones, la ley moral y la imperfección subjetiva de
la voluntad humana. Entonces tenemos acá, que la buena voluntad, se manifiesta
pero en cierta tensión o en lucha con estas inclinaciones, como una fuerza que
parece oponerse. En la medida que el conflicto se hace presente, la buena voluntad
se llama deber.

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Si una voluntad puramente racional sin influencia alguna de las inclinaciones fuese
posible, sería para Kant, una voluntad santa (perfectamente buena). De esta forma,
realizaría la ley moral de modo espontáneo, esto es, sin que conforme una
obligación. Para una voluntad santa, el deber, carecería entonces de sentido en
tanto que el querer coincide naturalmente con el ‘deber’. Pero en el ser humano, ley
moral, suele estar en conflicto con sus deseos.

Se distinguen así cuatro tipos de actos:

a) Actos contrarios al deber: En el ejemplo de la persona que se está ahogando en


el río. Supongamos que disponiendo de todos los medios necesarios para
salvarlo, decido no hacerlo, porque le debo dinero a esa persona y su muerte
me librará de la deuda. He obrado por inclinación, esto es, no siguiendo mi deber
sino mi deseo de no saldar mi deuda y atesorar el dinero.
b) Actos de acuerdo al deber y por inclinación mediata: El que se esta ahogando
en el río es mi deudor, si muere, no podré recuperar el dinero prestado. Lo salvo.
En este caso, el deber coincide con la inclinación. En este caso se trata de una
inclinación mediata porque el hombre que salvo es un medio a través del cual
conseguiré un fin (recuperar el dinero prestado). Desde un punto de vista ético,
es un acto neutro (ni bueno ni malo).
c) Actos de acuerdo al deber y por inclinación inmediata: Quien se está ahogando
es alguien a quien amo y por lo tanto, trato de salvarlo. También el deber coincide
con la inclinación. Pero en este caso, es una inclinación inmediata porque la
persona salvada no es un medio sino un fin en sí misma (la amo). Pero para
Kant, este es también un acto moralmente neutro.
d) Actos cumplidos por deber: El que ahora se ahoga es un ser que me es
indiferente… no es deudor ni acreedor, no lo amo, simplemente, un desconocido.
Pero aún, es un enemigo, alguien que aborrezco y mi inclinación es desear su
muerte. Pero mi deber es salvarlo y lo hago, contrariando mi inclinación. Este es

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el único caso en que Kant considera que se trata de un acto moralmente bueno,
actos en los que se procede conforme al deber y no se sigue inclinación alguna.

1.4.6. La conducta Moral

Es el conjunto de acciones de las que tenemos que responder, justificándolas


responsablemente. Ser moral o tener una conducta moral significa no solo evitar el
mal, sino también hacer el bien. Para ello en ocasiones es necesario tener el valor
de enfrentamos al código moral de nuestro entorno cultural...el ser humano decide
lo que tiene que hacer en cada situación. La conducta moral es una conducta
obligatoria conforme al deber, es decir, el individuo se haya obligado a comportarse
de acuerdo a una regla o a una norma de acción y a evitar los actos prohibidos por
ella. La obligatoriedad moral impone deberes al sujeto. Toda norma establece un
deber. El carácter social de la obligación moral, viene dado por las siguientes
razones:

❖ Existe obligatoriedad moral para un individuo cuando sus decisiones y sus


actos afectan a los demás, o a la sociedad entera.
❖ Lo obligatorio de un acto no es algo que el individuo establece, sino que lo
encuentra ya establecido, en una sociedad dada.
❖ Las normas morales, no son modificadas por cada individuo, sino que
cambian de una sociedad a otra; por lo tanto, el individuo decide y actúa en
el marco de una obligatoriedad dada socialmente.

Tareas del tema Nº 3

1. Según Kant, ¿En qué consiste la buena voluntad?


2. ¿Cuáles son los elementos que pueden inclinar el deber?
3. ¿Qué son los valores morales?
4. ¿En qué consiste la conciencia moral?
5. ¿Cuáles son las características de la conducta moral?

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1.5. El Ser Humano y sus Actos

1.5.1. Definición del ser humano

El ser humano es un ser social, es un ser histórico, es un ser encarnado de una


realidad y es allí en donde se manifiesta como ser de posibilidades. La
representación que cada uno de nosotros tiene del ser humano está plasmada de
valores y fines, que orientan nuestra acción. La imagen del ser humano no es una
creencia que nos venga desde afuera, sino que es el conjunto de ideas prácticas,
plasmado de valores y fines que constituyen la autointerpretación que hace de sí
mismo el ser humano".

Según algunos pensadores como Sócrates, Platón y Aristóteles, tienen sus propios
planteamientos en cuanto al ser humano. Sin embargo, un rasgo muy humano es la
satisfacción de las necesidades a través del trabajo. En el ejercicio de éste se
desarrollan diversas técnicas y herramientas cuyo correcto uso conforman el
conocimiento.

Sócrates: lo que constituye la naturaleza humana es: “la virtud, entendida como el
saber actuar bien”. La persona es: “una criatura en constante búsqueda de sí
misma, que en todo momento de su existencia debe mantener bajo examen y
escrutinio racional las condiciones de esta”.

El va a plantear que el ser humano se distingue siempre por: “ poder dar una
respuesta racional a cualquier pregunta racional que se le haga sobre sí mismo.

Platón: lo real y verdaderamente humano se encuentra en el alma. Para él el alma


es: “la esencia humana y el cuerpo son un instrumento a su servicio”. Entonces el
ser humano es: “un alma racional encadenada a un cuerpo material y sensible, que
busca salir de él para retornar a un estado original de perfección a través de una

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continua lucha por el logro de mayores y más perfectos conocimientos y evitando


caer en los apetitos de su ser sensible y material”.

De donde se concluye que la función prioritaria de todo ser humano ha de ser el


cultivo de su inteligencia como un deber moral por el rescate de su alma de lo
terrenal, DEXA (mundo sensible) y su retorno al mundo superior, de la perfección
llamado EPISTEME (mundo inteligible).

Aristóteles: consideró que la unión entre estos dos elementos era fundamental.
Como Platón, Aristóteles encontraron que el alma poseía varias facultades. Estas
facultades según Aristóteles y en su orden de sucesión van a ser: “un compuesto
natural, en donde la relación entre el alma y el cuerpo está representada por un lazo
fuertísimo e indisoluble de necesidad mutua, ya que es la coordinadora principal del
cuerpo”. “la nutrición, el apetito, la sensibilidad, la locomoción y el pensamiento”.
““un compuesto natural, en donde la relación entre el alma y el cuerpo está
representada por un lazo fuertísimo e indisoluble de necesidad mutua, ya que es la
coordinadora principal del cuerpo”.

Sin embargo, durante fines del siglo XIX y XX filósofos cristianos como Jaspers -
Gabriel Martel y Kloosterboer, (desde una percepción cristiana) o Heidegger y Sartre
(desde una óptica atea) intentaron explicar las distintas motivaciones que se forman
en la razón del hombre, constituyéndose en sus principales objetivos. Estos
objetivos según Jean Paul Sartre (filósofo francés S XX) estarán intrínsecamente
relacionados al concepto de valores (todo aquello que hace que el hombre aprecie
o desee algo) y libre albedrío (los actos del ser humano que parten de su voluntad
y libre elección).

Es mediante este concepto que nace la corriente EXISTENCIALISTA, las cuales


mediante la teoría del libre albedrío Sarte sostiene que el hombre sostienen que el
hombre: “Siempre está eligiendo ya que es ante todo un proyecto y solo es lo que

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él se hace pues es el único que no es solo como se concibe, sino tal como él se
quiere”.

Esta posición es inapelablemente opuesta al DETERMINISMO de Max Scheler


(filósofo alemán S.XX) el cual señala a los valores a priori (del latín lo que viene
antes de) de las cosas por lo tanto independientes de la experiencia humana.

1.5.2 Los Actos Humanos.

Por actos humanos se entiende todas las acciones que proceden de él, aunque las
produzca sólo en su materialidad, sin dominio racional; sólo en fuerza del instinto, p.
ej., retirar la mano del fuego, o por ley necesaria de la naturaleza, p. ej., las funciones
de los aparatos digestivo y respiratorios de digerir o respirar. Se consideran en cambio
actos humanos sus actuaciones tanto positivas (acciones) como negativas (omisión
de deberes), en cuanto las realiza de modo específicamente propio, en cuanto
procede en ellas como ser racional, determinándolas con su voluntad, a propuesta del
entendimiento, previa deliberación sobre las mismas.

Los actos del hombre son aquellos que no tienen significado moral, los que no
podemos elegir, como respirar, hacer la digestión y cosas por el estilo, conocidos
como involuntarios. Los actos humanos son aquellos que podemos o no escoger,
conocidos como voluntarios. Pues bien, actos propiamente morales son sólo estos
últimos.

La ética se ocupa únicamente de los actos típicamente humanos, es decir, de aquellos


actos que dependen o está de por medio la razón y la libertad. Estos son actos
voluntarios que pueden realizarse o evitarse dentro del ámbito de la libertad personal.
Otros actos conocidos como involuntarios, como el sueño, el hambre y el dolor, si bien
son humanos, no dependen de la libertad. Son actos involuntarios que ocurren
querámoslo o no.

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1.5.2.1 Los Actos Humanos voluntarios

Son todas ejecutadas consciente y libremente, es decir, en un nivel racional. Son


originados en la parte típicamente humana, es decir, en sus facultades específicas,
como son la inteligencia y la voluntad. Estos son el objeto material de la Ética y son
los que pueden ser juzgados como buenos o malos desde el punto de vista de la
Moral.

1.5.2.2 Los Actos Humanos involuntarios

Carecen de conciencia o de libertad o de ambas cosas, un ejemplo claro es la


digestión, la respiración, etc. Los actos del hombre sólo pertenecen al hombre
porque él los ha ejecutado, pero no son propiamente humanos porque su origen no
está en el hombre en cuanto a hombre, sino en cuanto a animal. Estos actos carecen
de moral (son amorales) por lo tanto no pueden juzgarse desde el punto de vista
moral como buenos o malos, si pueden juzgarse como buenos o malos pero desde
otro punto de vista, como por ejemplo el fisiológico.

Los actos, ya sean humanos o del ser humano, tiene un cierto valor ontológico
independiente del valor moral. El valor ontológico o metafísico de la conducta
humana se refiere al hecho real, a la existencia, a la objetividad del acto. En cambio
el valor moral depende de ciertas condiciones subjetivas y propias de la persona
que ejecuta dicho acto, como la intención, la libertad, el grado conciencia, etc. El
valor moral se encuentra solo en los actos humanos y el valor ontológico se
encuentra en ambos.

Cuando se dice que un acto humano tiene un valor moral, se está implicando que
este valor moral puede ser de signo positivo o de signo negativo. Trabajar, por
ejemplo, tiene valor moral positivo, pero asesinar tiene un valor moral negativo.
Normalmente hemos designado al valor moral negativo como "inmoral", pero esta
palabra, en su etimología, indica más bien un desligamiento del valor moral y los
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únicos actos que están desligados de los valores morales son los actos del hombre,
pero estos ya han sido calificados como "amorales".

1.5.3 La Felicidad

En cuanto a qué es la felicidad, existen una gran cantidad de respuestas. En la


antigua Grecia, Platón la definió la felicidad como “lograr el equilibrio entre las partes
del alma; esto es vivir de acuerdo al orden natural,” Sócrates sostiene que es la
“imperturbabilidad.” mientras que Santo Tomás de Aquino la identifica con “la
contemplación beatífica de Dios, y la vida de un santo.” Ahora bien en la actualidad
el concepto de felicidad ha cambiado. Por definición de diccionario sabemos que es
un “estado de ánimo que se complace con la posesión de un bien,” sin embargo
muchos sostienen que los bienes materiales no son necesarios para alcanzarla, y
hasta otros la definen como un estado de ánimo que se alcanza mediante el
despego de los bienes, tanto materiales como morales, o espirituales.

La felicidad es otro aspecto que ha estado conectado a la Ética desde los tiempos
de Aristóteles. La felicidad es la actualización de las potencias humanas, es decir,
la realización y el ejercicio de las facultades y demás capacidades del ser humano.
Cuando el ser humano pone a funcionar sus potencialidades, la consecuencia
natural es la felicidad. Además, éste es el fin propio del ser humano. El ser humano
está hecho para ser feliz. Des del punto de vista de la Filosofía y la Psicología, la
felicidad es la consecuencia normal de un funcionamiento correcto del ser humano.
Se pueden distinguir tres tipo o niveles de felicidad:

a. La Felicidad Sensible. Es la experiencia de satisfacción y beneplácito a partir de


los sentidos.
b. La Felicidad Espiritual. Es superior a la sensible y se obtiene por el correcto
funcionamiento de las potencialidades humanas en un nivel suprasensible, como
la inteligencia, la voluntad, el amar, la libertad, el arte, las virtudes, etc.

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c. La Felicidad Profunda. Proviene del núcleo de identidad personal. Es una


felicidad más refinada que las dos anteriores y sólo se percibe cuando el
individuo capta su propio núcleo por medio de un conocimiento conceptual y
atemático.

1.5.4. El Concepto de Libertad

La libertad humana es uno de los temas de debate más complicados de desarrollar


dentro del mismo, ya que debido a temas tanto religiosos, científicos, sociales como
psicológicos, no se ha podido definir con exactitud y aceptación de parte de todos
los eruditos en dichos campos. Muchas veces la libertad humana se ha definido
como la "autodeterminación axiológica". Es la capacidad de poder elegir nuestras
acciones y decisiones conociendo sus consecuencias y aceptándolas como tales,
pero todos queremos que nuestra vida este protegida por lo que queremos una
libertad protegida contra todo aquello que la pueda destruir y privarnos de ella. Esto
significa que una persona libre se convierte, por ese mismo hecho, en el verdadero
autor de su conducta, pues él mismo la determina en función de los valores que
previamente ha asimilado. Cuando no se da la libertad, o se da en forma disminuida,
entonces el sujeto actúa impedido por otros factores, circunstancias y personas, de
modo que ya no puede decirse que es el verdadero autor de su propia conducta.

Para que la libertad axiológica se pueda dar debe existir la posibilidad de un


conocimiento holístico o intuitivo de uno o varios valores. Sin este tipo de
conocimiento, muy diferente al conocimiento conceptual, no es posible que se dé la
libertad que nos lleva al valor moral. En otras palabras: para elegir un valor, primero
hay que conocerlo y apreciarlo en cuanto a tal. Para un manejo sencillo de las
clasificaciones de la libertad, esta se ha divido en dos muy sencillas:

a. Libertad-de: Significa libertad de obstáculos, de vínculos o de restricciones,


sean estos de orden físico o de orden moral.

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b. Libertad-para: Significa libertad para alcanzar un objetivo o para realizar un


valor o para llegar a una meta, es de tipo interna y reside en la voluntad.

La libertad humana no es absoluta. Existen varios obstáculos que disminuyen y, a


veces, nulifican la libertad de la conducta humana. El Estudio de ellos proporciona
mayor claridad para la comprensión de los actos humanos en la vida real. En la
medida en que falta libertad, el acto humano pierde su calidad de humano y llega a
convertirse en un simple acto del hombre. A pesar de esto, la libertad puede
conquistarse e incrementarse a partir del nivel de desarrollo y madurez propio de
cada uno. Afortunadamente existen procedimientos psicológicos que fomentan este
gradual crecimiento de la libertad personal.

Tareas del tema Nº 4

1. Según Sócrates: ¿Qué es lo que constituye la naturaleza humana?


2. Para Platón, ¿Dónde se encuentra lo verdadero humano y como se explica
eso?
3. ¿Cuál es el planteamiento de Aristóteles sobre el ser humano?
4. ¿Cuáles son las diferencias entre el acto voluntario y el acto involuntario?
5. ¿Defina el concepto de libertad?
6. ¿Cuáles son los factores que limitan la libertad del ser humano?

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1.6. La ética y sus valores

1.6.1 Concepto de valor:


Valoramos y somos valorados. Valoramos las acciones de los otros, valoramos a las
personas de nuestro entorno y valoramos los objetos que nos rodean; simultáneamente,
los otros valoran nuestras acciones y valoran nuestra persona. Los humanos no
sabemos vivir sin valorar; no tenemos una actitud indiferente y pasiva frente a la realidad,
sino que la sentimos bella o fea, buena o mala, agradable o penosa, como noble o vil.

Cualidades o modelos de comportamiento que


pueden ser estimados y practicados, en procura del
Los Valores son: bien moral. Son conceptos sustantivos de alcance
universal que nos sirven como guías para forjarnos
una existencia plena de significado

Su esencialidad consiste en ser algo que vale; es decir, lo propio del valor es el valer. Si
bien los valores pueden abstraerse y entenderse como realidades “en sí” (belleza,
sinceridad, humildad, honradez, honestidad, justicia), en la vida práctica los identificamos
encarnados o asociados con las acciones, las cosas y las personas. Así por ejemplo, la
humildad como concepto o valor en sí se manifiesta en las acciones humildes que
distinguen a ciertas personas, haciéndolas dignas de admiración.

Atribuimos un valor a una acción cuando afirmamos que es buena, atribuimos un valor
a una persona cuando decimos que es bella, atribuimos un valor a un objeto cuando
afirmamos que es útil. Pero las cualidades buena, bella y útil aplicadas a una acción (por
ejemplo, ayudar a un amigo), a una persona (por ejemplo, a María) o a un objeto (mis
deportivas) no son visibles como lo son las acciones o las personas, ni se pueden tocar
como se pueden tocar los objetos.

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Un valor es, pues, una cualidad, una propiedad o una característica que, atribuida a
acciones, personas u objetos, justifica una actitud positiva y preferencial hacia ellos.
Frente a un valor siempre es posible identificar un antivalor. Veamos algunos ejemplos
de valores y anti-valores:

VALOR ANTI – VALOR


1. Amar 1. Odiar
2. Sabiduría 2. Ignorancia
3. Fortaleza 3. Debilidad
4. Valentía 4. Cobardía
5. Sinceridad 5. Hipocresía
6. Perdón 6. Venganza
7. Verdad 7. Mentira
8. Humildad 8. Soberbia
9. Altruismo 9. Egoísmo

1.6.2. Clasificación de los valores:

Los valores pueden ordenarse en diferentes clases, según su naturaleza. Ejemplo:

Valores morales Valores religiosos Valores estéticos Valores sociales

• Justicia • Santidad • Belleza • Urbanidad


• Prudencia • Piedad • Armonía • Cortesía
• Humildad • Perdón • Solidaridad
• Elegancia
• Veracidad • Castidad • Amistad
• Lealtad • Caridad • Afabilidad
• Sabiduría • Amor al prójimo • Civismo
• Tolerancia • Misericordia • Respeto
• Generosidad • Pureza • Decencia
• Honestidad • Pudor • Amabilidad
• Honradez • Mansedumbre • Éxito
• Respeto a la • Paciencia • Prestigio
vida. • Templanza
• Altruismo

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1.6.3. Propiedades y característica de los valores

Las propiedades de los valores se encuentran representadas por los rasgos que les dan
a los valores un modo de ser particular, distinto al de otras categorías científicas. Gracias
a dichas características, los valores son conceptos perfectamente diferenciables en el
conjunto de las doctrinas que componen la ciencia filosófica. Entre los rasgos más
importantes de los mismos suelen mencionar los siguientes: Son bipolares, preferibles,
jerarquizables, trascendentes y la objetividad.

1.6.3.1. La Bipolaridad de los Valores

Cuando hablamos de bipolaridad, es que los valores siempre se mencionan por


pares, uno positivo y el otro negativo, por eso siempre se verá la “honestidad –
deshonestidad”, “puntualidad – impuntualidad” “responsable – irresponsable”, etc.

Sin embargo, algunos teóricos afirman que el valor negativo es sólo una privación
del correspondiente valor positivo, es decir, que los valores negativos no existen
como tales desde el punto de vista teórico, por sí mismo son una contradicción. Por
ejemplo, cuando hablamos de pobreza, en efecto, como opuesto a la riqueza no es
que hablamos de un valor que existe como negativo, sino que hablamos de un
disvalor o sea un no valor 12.

1.6.3.2. La Preferibilidad de los Valores

Esta característica es el mismo corazón del valor. Esta particularidad consiste


principalmente en que los valores atraen la atención hacia sí mismos, las facultades
y, en especial, la voluntad del ser humano que los capta, un objeto, una persona

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Véase a Gutiérrez Sáenz, Raúl, Introducción a la Ética, Editorial Esfinge, México, 1998.
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valiosa, inmediatamente nos inclinamos a ella. Cuando el ser humano se encuentra


enfrente de varias cosas, este prefiere las que encierran un valor.

Esta característica de atracción surge ante la imperfección que muestra el ser


humano y la necesidad que tiene éste de eliminarla, complementándose con otros
objetos, otros entes que de alguna manera llenan o satisfacen su hambre de
desarrollo y de plenitud. A partir de esta polarización: el atractivo de los valores por
un lado y la precariedad humana por el otro, el valor se ha convertido en el
satisfactor normal de la naturaleza humana imperfecta y necesitada.

1.6.3.3 Jerarquía de los valores:

Esta es otra característica de los valores que es muy importante considerar. Existe
una gran cantidad de valores, que pueden ser ordenados dentro de una jerarquía
que muestra la mayor o menor calidad de dichos valores comparados entre sí. Es
claro que no es igual lo material que lo espiritual, lo animal o lo intelectual, lo humano
o lo divino, lo estético o lo moral.

Por lo tanto para dicha clasificación utilizaremos el criterio de que el valor será más
importante y ocupará una categoría más elevada en cuanto perfeccione al ser
humano en un estrato cada vez más íntimamente humano.

1.6.3.4. Trascendencia

Características en que los valores se dan de un modo perfecto en su esencia, pero


de modo imperfecto cuando se encarnan en las personas o en las cosas. Tomemos
como ejemplo, el valor de la justicia, donde encontramos perfecto como concepto,
pero se da imperfecto en la práctica real de los seres humanos.

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Otro ejemplo tenemos en la belleza, cuya esencia no ofrece irregularidades, sin


embargo, sí, su representación objetiva. Estos dos ejemplo nos indican que los
valores trascienden como esencia la realidad y se concretizan imperfectamente.

1.6.3.5 La Objetividad del Valor

El valor se puede referir como todo objeto en cuanto qué guarda relaciones de
adecuación con otro objeto. Esto significa que cualquier objeto puede ser valioso,
todo depende de su armonización con otras cosas. Dicha armonía o integración no
depende de que el sujeto la capte o no; el sujeto no crea esa armonía, sino que se
da mucho antes de que el sujeto la descubra y la observe. Esa es la base de la
objetividad de los valores. Normalmente a esa parte subjetiva del valor se le conoce
como valorización, que muchas veces es confundida con el valor.

El valor es objetivo, ya que se da independiente del conocimiento que se tenga o no


de él. En cambio la valorización es subjetivas ya que depende de las personas que
juzgan; aun así para que una valorización sea valiosa, debe tener un poco de
objetividad, es decir, necesita basarse efectivamente en los hechos reales que se
están juzgando y no ser un producto de conductas viciosas o circunstancias
desfavorables del que juzga.

1.6.5 Los valores morales

Los valores morales son los que contribuyen a la realización del bien y a nuestra
perfección moral. Se distinguen de otros valores que usualmente practicamos, como
los sociales, por ejemplo, en que su práctica no depende de la obligación ni de la
presión del medio social, sino únicamente de la conciencia ética.

Por ejemplo, acciones solidarias como la cooperación y los aportes económicos para
obras de bienestar social, pueden ser practicadas por razones distintas al deber moral,

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tales como: alcanzar una meta política, darse a conocer a la gente o cumplir una
disposición legal. Pero, tales acciones sólo tendrán valor ético cuando sean fruto de
la convicción interna de quien las realiza, independientemente de motivos externos
como los señalados. Por ello, la práctica de valores morales es el resultado de la
integridad y la transparencia de las personas que actúan sólo por deber, sin esperar
premios, recompensas o el reconocimiento público de sus actos.

En resumen, los valores morales son las cualidades absolutas y valiosas en sí mismas,
que aplicamos a las acciones o personas en particular. Por ejemplo, de quien no roba
y es recto en su proceder, decimos que es una persona honrada, porque en él se
manifiesta el valor de la honradez. Igualmente, al hecho de cooperar y ayudar a otras
personas, sobre todo en situaciones difíciles como la enfermedad y el sufrimiento, lo
calificamos de solidario, porque en éste se refleja de algún modo el valor de la
solidaridad.

En ambos casos, lo que hacemos es valorar la conducta y el hecho mencionados,


tomando como referencia los valores de honradez y solidaridad, que son cualidades
objetivas aplicables a diferentes situaciones similares.

1.6.6. Descripción del Valor Moral

La Esencia del valor moral es la congruencia de la conducta con la naturaleza


humana, pero esta esencia resulta muy general y poco aplicable así que es
conveniente mencionar algunas características propias de este valor:

Primero, El valor moral perfecciona a las personas en cuanto a tal, en tanto que los
demás valores perfeccionan al individuo en aspectos parciales o periféricos, el valor
moral se enclava en el núcleo de la identidad personal. Segundo, La persona con
valor moral es todo lo contrario al sujeto mezquino, egocéntrico interesado
exclusivamente en su propio bienestar. Tercero, La persona con valor moral

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manifiesta una triple armonía: Su conducta es congruente con lo que piensa y lo


que dice. No hay autoengaño ni falsas posturas hacia los demás. Y los tres niveles:
pensamiento, palabras y acciones, expresan lo mismo, la naturaleza que se está
realizando en forma armoniosa.

Un acto honesto es una acción que posee un valor intrínseco y, además, se ejecutan
dentro de una actitud de benevolencia, desinterés y generosidad que procede del
núcleo de identidad personal del individuo.

Tareas del tema Nº 7

1 Elabore un cuadro sinóptico sobre los valores y sus


características.
2 Explique la objetividad del valor.
3 ¿En qué consiste la preferibilidad de los valores?

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Unidad II

La Ética del cristiano y sus principios

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2.1 Ética Cristiana

Introducción

El estudio de la ética es muy importante para el ser humano. A parte de la ética


secular, hay lo que llamamos "ética cristiana", que es el estudio de la ética aplicado
a la vida cristiana. La ética es el estudio de lo bueno y lo malo, de lo correcto y lo
incorrecto. La ética cristiana bíblica es inseparable de la teología porque está
basada en el carácter de Dios. La tarea de la ética cristiana, entonces, es determinar
lo que se conforma o no al carácter de Dios.

Este tema va basado en varias citas bíblicas las cuales nos muestran la verdad
sobre cómo debemos actuar en ciertos actos morales, ya que para actuar bien
debemos apoyarnos en lo que dice la biblia

La ética cristiana radica en la práctica del bien y de las buenas obras, tal como lo
manda Jesucristo en el Evangelio. Por otra parte, el bien o el buen obrar está
presente de modo intrínseco en la persona misma, que según lo que dice la biblia
fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios. Si, pues, habéis resucitado con
Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto,
y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se
manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. Haced
morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas,
malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene”
(Colosenses 3:1-6).

Aunque mucho más que una lista de mandatos positivos y negativos, la Biblia nos
da instrucciones detalladas sobre cómo vivir como debería el cristiano. La Biblia es

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todo lo que necesitamos para saber cómo vivir la vida cristiana. Sin embargo, la
Biblia no trata explícitamente cada situación que podamos enfrentar en nuestras
vidas. ¿Cómo, entonces, es suficiente? Esto es el porqué de la ética cristiana.

La ciencia define la ética como, “una colección de principios morales, el estudio de


la moralidad.” Por lo tanto, la Ética Cristiana consiste de los principios, derivados de
la fe cristiana, por los cuales actuamos. Mientras la Palabra de D6(d)-5(o)6(s )-54(ci)5(t)-4(a(s t)-4(

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Podemos encontrar:

1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.


2. No tomarás el nombre de Dios en vano
3. Santificarás el día del Señor.
4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
5. No matarás.
6. No cometerás actos impuros.
7. No robarás.
8. No levantarás falsos testimonios ni mentirás.
9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10. No codiciarás los bienes ajenos.

Por lo que las personas que finalmente hacen el bien son aquellas personas que
cumplen a cabalidad estas normas impuesta por “Dios”, retomando lo descrito
anteriormente al reconocer el bien como el fin de la conducta del hombre la razón
descubre su primer principio: se ha de hacer el bien y evitar el mal ("Bonum est
faciendum et malum vitandum").

2.4. El cristianismo como moral vivida o ética cotidiana

Para mostrar cuál es la visión que tengo del cristianismo como moral vivida o ética
cotidiana comenzaré con un relato en forma de parábola que pretende invitar a los
lectores a reflexionar sobre el modo en que, a mi modo de ver, se transmitió y se
sigue transmitiendo la auténtica moral cristiana:
La Parábola de los fieles de una iglesia en un barrio de la periferia de la ciudad.
El ofrecimiento de una ética cristiana se parece a lo ocurrido en una iglesia que
queda en un barrio pobre de la ciudad, llena de fieles al que un buen día entró un
desconocido al que todos miraron con curiosidad. El desconocido se acercó a un
grupo de fieles y les comentó a algunos de los miembros de aquella congregación
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que él era un nuevo vecino, y que llegaba con mucha ilusión de congregarse y a
vivir allí, y que por eso estaba muy contento y les invitaba a tomar un cafecito. Entre
los fieles de la congregación que le escuchaban hubo entonces tres tipos de
reacciones.
Un pequeño grupo se alegró de la invitación. Le dieron las gracias y se interesaron
por conocer al recién llegado y desconocido, pidiéndole que contase más detalles
sobre los motivos que le habían llevado a congregarse en aquella iglesia del barrio
y por qué eso le ponía tan contento.
En cambio algunos otros de los fieles aceptaron la invitación, se tomaron el café,
pero no tuvieron el menor interés en escuchar la plática del recién llegado. Eran los
típicos que les interesa la vida de los demás y siempre consumen a costa de otros
y nunca invitan a nadie, de manera que se limitaron a seguir su costumbre sin dar
las gracias siquiera.
Finalmente otros miembros del grupo que habían escuchado la invitación, la
rechazaron con indiferencia. Dijeron que ellos no tenían tiempo y dieron las excusas
sin razonamientos, puesto que ese tipo de invitaciones a desconocidos les parecía
sospechoso y un poco humillante. Lanzaron al desconocido una mirada de recelo y
de desconfianza. El desconocido les sostuvo la mirada con serenidad y no dijo nada.
Al cabo de un rato, los miembros del primer grupo estaban entusiasmados por el
encuentro con el desconocido. Hasta tal punto que estaban felices de haberse
encontrado con él, que sus vidas ya no serían las mismas en adelante. El
desconocido les hablaba con enorme sabiduría sobre las cuestiones que a ellos les
preocupaban, y ellos sentían que aquel hombre les comprendía y les estimaba muy
de veras, a pesar de que acababan de conocerse. Se sentían tan intensamente
amados por él, que al salir de la iglesia y volver a sus respectivos hogares y lugares
de trabajo empezaron a comportarse de un modo más atento y cuidadoso con las
demás personas. Por ejemplo, empezaron a ocuparse mucho más de los niños y de
los ancianos, a quienes anteriormente apenas prestaban atención. Y en adelante

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tenían más cuidado con las injusticias en el trabajo y en la sociedad, y se mostraban


abiertamente críticos ante los responsables de las mismas.
Siguieron reuniéndose a menudo con el nuevo miembro de la iglesia, y cada vez
que lo hacían y compartían con el cafetín de la iglesia, salían con el ánimo renovado
y con la alegría en la cara, dispuestos a amar a la gente con la que se encontrasen,
pero especialmente a los más desfavorecidos, humillados y excluidos. Al cabo de
unos meses, algunos de ellos acabó marchándose a vivir a otra ciudad y en la
condición de nuevos en las iglesias y en los barrios en los que ahora eran ellos los
desconocidos que invitaban a los miembros de las congregaciones, y algunos de
éstos sentían también el contagio de una actitud amorosa que en adelante les
cambiaría radicalmente la vida.

2.5. Una ética del amor a todos, empezando por los que más sufren

Lo que considero esencial en la ética cristiana es que toda ella parte de un encuentro
personal con alguien que no es únicamente de este mundo, aunque ha pasado por
este mundo y ha conocido a fondo su injusticia. En mi opinión, lo que define al
cristianismo es la experiencia personal de encuentro con Jesucristo. Esta
experiencia te cambia la vida radicalmente, de modo que la ética personal anterior
al encuentro ya no puede ser igual que la que inspire el resto de la vida a partir de
ese momento. Esto es lo que le ocurre, por ejemplo, a Saulo de Tarso, que tras
tener una experiencia profunda de encuentro con Jesucristo, se convierte en Pablo
el Apóstol, y no solo deja de perseguir a muerte a los cristianos, sino que se dedica
en adelante a difundir por todas partes el mensaje de la vida y obra de Jesús de
Nazaret, a quien considera como alguien que está vivo para no volver a morir.
No siempre la experiencia de encuentro a la que me refiero ha de ser
necesariamente tan extraordinaria como la que narran Los Hechos de los Apóstoles
acerca de San Pablo, pero quiero insistir en que el núcleo de la ética cristiana no
puede encontrarse en otra parte, tal y como yo veo este asunto. Porque la ética

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cristiana no es primariamente un conjunto preceptos que hay que cumplir para ganar
un premio o evitar un castigo, sino principalmente una nueva actitud profunda que
nace del corazón en la medida en que has podido tener esa experiencia de
encuentro personal con alguien que te ama y ama a todas las personas con la
misma intensidad.

En la mayoría de los casos, supongo, a la experiencia de encuentro personal con


Jesucristo vivo se llega a través de la mediación de otras personas cristianas que,
a su vez, hayan tenido previamente la experiencia de ese encuentro y la hayan
trasmitido a través de la palabra y sobre todo del testimonio de la propia vida. El
cristiano propiamente dicho es, antes que cualquier otra cosa, una persona que ha
quedado fascinada por el encuentro con otra Persona, y desde ese momento
experimenta la vida entera como un regalo, como un don maravilloso que siempre
va a más, incluso más allá de la cruda realidad del mal y de la muerte, porque esas
realidades se perciben ahora como transitorias, mientras que lo definitivo será el
triunfo de la justicia y de la vida en plenitud. Ese encuentro personal puede darse
de muchas maneras, pero cuando ocurre de veras no deja indiferente a la persona
que lo vive, sino que le impulsa a revisar y reinterpretar toda su vida para enfocarla
de un modo nuevo. Todo el edificio institucional y el desarrollo doctrinal que han
elaborado los cristianos desde hace dos mil años cobra su sentido a partir de la
sacudida vital que supuso conocerle personalmente y experimentar que sigue vivo
tras la resurrección y tras el envío de su Espíritu al mundo (a todo el mundo, no sólo
a los testigos de la vida del Jesús histórico y a sus seguidores).

Desde este punto de vista, la ética cristiana es claramente una “ética de máximos”,
que hunde sus raíces en la metafísica de la resurrección y en lo que ella significa
de acercamiento de Dios a la humanidad a través de una Persona que muestra un
nuevo rostro de ese Dios. Un Dios que no es el frío y distante motor del universo, ni
el juez legalista e intransigente que prepara castigos eternos, sino el padre-madre

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que ama a sus criaturas libres con la abundancia de la gratuidad y con la


generosidad desbordante que contagia a quienes la acogen, pero sin violentar esa
libertad en lo más mínimo.

Para entender lo que significa afirmar que el cristianismo es “una ética de máximos”,
hay que partir de la distinción que se viene haciendo en Filosofía moral entre las
éticas de máximos y la ética de mínimos: las de máximos son propuestas de sentido
y de plenitud humana que hacen las distintas religiones y filosofías, tanto creyentes,
como agnósticas y ateas, mientras que la ética de mínimos es un núcleo de valores
compartidos por la mayoría de éticas de máximos, que sirve de base para una
convivencia justa y pacífica entre los grupos que sostienen las diversas éticas de
máximos. Obsérvese que las éticas de máximos son muchas, mientras que la ética
de mínimos es necesariamente una: la ética cívica o ética ciudadana, la ética
compartida por todos los que se sienten diferentes en sus respectivas creencias. En
una sociedad liberal moderna, caracterizada por el pluralismo de éticas de máximos
que rivalizan entre sí para atraer seguidores, el cristianismo es una más de tales
éticas, y apoya de buen grado los valores de la ética mínima compartida por dos
razones: en primer lugar, porque los valores de la ética mínima (libertad, igualdad,
solidaridad, respeto activo, renuncia a la violencia y actitud de diálogo) proceden en
gran medida de la propia tradición cristiana; y en segundo lugar, porque la mayor
parte de cristianos acepta la convivencia justa y pacífica con grupos que tienen otras
creencias y comprende la necesidad de respetar los valores que permiten tal
convivencia.

Esa ética cristiana que proclama que Dios nos ama como un padre-madre y que por
ello deberíamos amarnos unos a otros como hermanos iguales, nunca invita a sus
seguidores a transgredir los mínimos de justicia, sino todo lo contrario: puesto que
se experimenta el amor de Dios, se ama de veras a todos sus hijos creados a
imagen suya, y por tanto no se comete injusticia ni falta de respeto con ninguna. El

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encuentro con Jesucristo abre al creyente a la relación con un Dios que no es


idéntico al que presentan otras religiones y filosofías, sino que en este caso se
parece a un padre-madre que ama a sus hijos. Una parábola de Adela Cortina lo
expresa de este modo:
“El reino de los cielos es como un Padre de familia que despertaba con cariño a sus
hijos al amanecer y los bendecía a la puerta de casa, cuando cada cual se
encaminaba a su tarea. Uno era juez, otro trabajador manual, otro político, otro
administrativo, otro parado... Quedaba el Padre en casa, esperándolos por si
necesitaban consuelo, ánimo, consejo, sin suplantarlos nunca en sus tareas, porque
ésa era cuestión de ellos. Precisamente porque el Padre no se confundía con un
legislador más, un juez más, un político más, podía inspirar la confianza de quien
sólo ofrece consuelo, ánimo, consejo.”

Añade la autora que esa parábola “puede despertar la sospecha de ser


desmovilizadora en cuestiones de justicia, porque es un viejo recurso del laissez
faire el de situar a Dios más allá de la legislación, el juicio y el castigo”, pero aclara
a continuación que “el Padre desea ardientemente que sus hijos mantengan entre
sí al menos unas relaciones de justicia. No en vano son todos hijos suyos”. Por ello
no hay contradicción alguna entre su actitud de padre paciente y las exigencias
elementales de la ética cívica, puesto que también estas exigencias están
contenidas en la revelación, pero el mensaje de esta última va más allá de los
mínimos exigibles y contiene una propuesta de plenitud que se expresa en un amor
desbordante a la humanidad.

De este modo, a través de la referencia al encuentro personal con el Dios vivo del
amor y de la gratuidad, que se renueva en la comunidad, la fe cristiana va perfilando
un tipo de ética, un ethos cristiano, que no ofrece primordialmente “normas”, ni
“mandamientos”, sino acogida, consejo, ánimo, consuelo, comprensión,

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acompañamiento,… Recordemos la insistencia del evangelio de Juan de que “la


Ley vino por Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo”.
Por tanto, lo típico de la ética cristiana no es tener “respuestas para todo”, porque
la fe nos proporciona sobre todo una vitalidad nueva, un sentido, una motivación,
una actitud de servicio al prójimo desde el amor, pero no nos provee de una
habilidad especial para abordar los casos morales difíciles. Por eso no debiera
cargarse sobre los hombros de las personas, sean creyentes o no, los pesados
fardos de las prohibiciones absolutas y de los anatemas a quienes no puedan o no
quieran atenerse a ellas, sino que sería más propio de cristianos aportar servicio,
acogida, comprensión y respeto. En el Evangelio queda bastante clara la crítica de
Jesús al legalismo de la tradición anterior a él, pero muchos documentos eclesiales
que tratan cuestiones morales parecen caer en el legalismo de “la ley natural” y
desde ese legalismo parecen olvidar que la clave de la ética cristiana está en las
actitudes que nacen de la experiencia del encuentro personal; una experiencia que
proporciona alegría y esperanza, pero no esas otras actitudes de condena y rechazo
que presenta ese tipo de documentos.

La ética cristiana no proporciona, por ejemplo, una habilidad superior para resolver
conflictos entre principios morales de igual nivel de exigencia, ni para resolver de un
plumazo los intrincados problemas éticos que plantean las biotecnologías. Lo propio
de las religiones no es responder a la pregunta “¿qué debemos hacer?” sino más
bien dar respuesta a esta otra: “¿qué nos cabe esperar?” En consecuencia, a la
vista de que la pregunta por el qué hacer no es propia de las religiones, el ethos
cristiano ha de incluir la necesaria actitud humilde de colaborar lealmente con
creyentes y no creyentes en la búsqueda de soluciones justas a esos problemas del
qué debemos hacer para comportarnos como humanos.

La ética cristiana no es un conjunto de recetas morales dispuestas para solucionar


los problemas concretos a los que se enfrentan los ciudadanos, ni tampoco

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proporciona varitas mágicas, ni atajos milagreros. Lo que proporciona es coraje,


empuje, ganas de hacer bien lo que haya que hacer. ¿Pero qué es exactamente lo
que hay que hacer en este o aquel problema moral que tanto nos preocupa por el
sufrimiento evitable que provoca a las personas? Para responder a esa pregunta la
ética cristiana no tiene una sabiduría especial. Sólo tiene la opción radical por la
justicia que procede de aquel amor desbordante: nada más, pero nada menos. El
cristiano es un ciudadano más, que se compromete junto a creyentes y no creyentes
en la realización de lo justo, y que para ello participa en el debate sobre las
cuestiones morales que en cada momento histórico son relevantes, pero sin
pretender que la fe le ha dado la clave para zanjar ese debate de una vez para
siempre.

La fe no autoriza al cristiano a imponer creencias u opiniones a los demás, sino que


le impulsa a escuchar, a respetar, a colaborar lealmente con los demás y a ofrecer
con humildad los propios puntos de vista sin pretender que éstos representan “la
voluntad de Dios”. Porque la propia fe cristiana anuncia que “el Espíritu sopla donde
quiere” y la experiencia histórica muestra bien a las claras que no siempre las
soluciones concretas propuestas por los cristianos han sido las mejores para hacer
avanzar a la humanidad hacia nuevas cotas de humanización.

Por eso la humildad de la que hablamos aquí es la que se basa en el reconocimiento


sincero de que los creyentes no tenemos todas las respuestas, aunque tengamos
la esperanza de tenerlas algún día, en otra vida más plena y definitiva que la
presente. Se trata de la humildad de aceptar de corazón las reglas de juego de una
sociedad pluralista, en la que ya no valen, afortunadamente, los privilegios injustos
que antaño se otorgaban a la Iglesia y a sus dirigentes, y por ello es preciso ganarse
a pulso la autoridad moral y el respeto de los demás grupos sociales por la vía de
la coherencia vital y de la participación dialógica en el debate moral de la sociedad.

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Por otra parte, la ética cristiana se caracteriza también por dar prioridad a los más
pobres, a las víctimas de la historia, a las personas que sufren por la injusticia
estructural que hemos acumulado a lo largo de los siglos. Esta preferencia por los
excluidos, por los que sufren, por los enfermos y en general por los que necesitan
ayuda, no significa que el cristianismo valore como algo positivo el sufrimiento, la
miseria, la enfermedad o cualquier otra causa de exclusión social. Al contrario, la
ética cristiana considera que todas esas lacras son algo que se debe eliminar, o al
menos se debe reducir cuanto sea posible, porque se trata de males evidentes que
dañan la vida de las personas. Lo que ama el cristiano como fruto del encuentro
amoroso con el Dios de la Vida es la persona que está sufriendo, no el sufrimiento
mismo.

Pero amar a la persona que sufre y detestar lo que le hace sufrir se traduce de
inmediato en ayudarle a que supere el sufrimiento. Porque, de lo contrario, si le
abandonamos a su suerte, no le estaríamos mostrando amor, sino indiferencia. En
resumen: por ser la ética cristiana una ética del amor, por ello es también una ética
de la preferencia por las personas más necesitadas, de modo parecido a la
anécdota que se cuenta de una madre de familia numerosa a la que le preguntaron
que si tenía como preferido a alguno de sus hijos; la respuesta de la madre no se
hizo esperar: “Les quiero mucho a todos, pero en este momento quiero más al que
está enfermo, y le dedico más tiempo y cariño que a los demás”.

2.6 Una ética del Reinado de Dios

Esa ética del amor universal con preferencia por los últimos es la que está a la base
de ese “Reinado de Dios” al que se refiere el Evangelio como la tarea que se
propuso Jesús de Nazaret y que por ello se convierte en la tarea principal de quien
se encuentra con Jesucristo y decide seguir sus pasos: Su Espíritu va completando
en la historia, incluso desde antes de que el Jesús histórico pasara por este mundo,

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un plan de salvación que Dios tiene para el mundo, y que consiste básicamente en
que la humanidad viva en este mundo en relaciones de fraternidad, de justicia, de
cooperación mutua, de amor de cada persona a todas las demás y viceversa. Por
eso, la participación activa en la realización del Reinado de Dios en la historia es la
tarea ética que caracteriza a la ética cristiana y le aporta esas mismas
características: una ética de la fraternidad universal, de la justicia, de la cooperación
mutua, del amor incondicional.

El Reinado de Dios, conforme a la visión que probablemente tenía Jesús de


Nazaret, no es un régimen político ni una estructura institucional como otra
cualquiera. Se trata, más bien, de un amplio movimiento de humanización de las
relaciones entre las personas, que empezó a extenderse desde antes de Jesús de
Nazaret y que el propio Jesús quiso impulsar de un modo explícito y enérgico a
través de sus palabras y de sus obras. No es que el Reinado de Dios vendrá algún
día (aunque tal vez algún día se manifestará en toda su plenitud), sino que ya está
entre nosotros y se va extendiendo calladamente a lo largo de los siglos. Dios
interviene en la historia sin hacer ruido, sin hacerse notar demasiado, a través de
una serie de cambios en los valores dominantes. Esos cambios solo se hacen
efectivos en la medida en que las personas nos hacemos cargo libremente de
fomentar los nuevos valores. Por ejemplo, la lenta pero continua difusión de los
derechos humanos desde finales de la edad media hasta nuestros días, se puede
considerar como una muestra más de que el Reinado de Dios ha ido calando poco
a poco en la historia, a pesar de las trabas y retrocesos que se han ido poniendo
por el camino. Lo mismo podría decirse de la desaparición de la esclavitud, de la
igualación de la mujer en derechos con el varón y del reconocimiento de los niños
como seres dignos del mayor respeto y consideración. Todos esos avances
históricos en el reconocimiento de la igual dignidad de las personas son totalmente
congruentes con el mensaje evangélico, a pesar de que las iglesias cristianas no

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hayan sido muy consecuentes con la semilla sembrada por Jesús en esas y en otras
muchas cuestiones.

Veamos algunos de los rasgos principales de la ética que Jesús de Nazaret propone
como elementos clave del Reinado de Dios:
a) Jesús criticó el legalismo religioso: “El sábado se hizo para el hombre y no el
hombre para el sábado” (Marcos, 2, 27). Las normas tradicionales han de ser
tenidas en cuenta, pero con tal que su cumplimiento no traiga como
consecuencia más sufrimientos, desgracias y desastres para la humanidad
(Castillo 2005, 60).
b) Su actitud fue contraria al ritualismo que obsesionaba a los fariseos y
escribas de su época. Para “entrar en el Reino” lo prioritario ha de ser el trato
justo y cuidadoso con las demás personas, especialmente con quienes
padecen sufrimientos e injusticias (Mateo, 5, 20). Invita a abandonar la
observancia literal de las normas religiosas para adoptar una actitud de
sinceridad y generosidad. No basta lo externo, es menester lo interno, el
corazón: sencillez en la comunicación (Mateo 5, 37), huida de la ostentación
en la práctica de la ayuda, de la oración y el ayuno (Mateo 6, 3, 6 y 18).
c) Se invita a amar no sólo al amigo sino al enemigo (Mateo 5, 44.). Se
recomienda la renuncia a la venganza y se prescribe devolver bien por mal:
“Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los
que os maldicen, rezad por los que os injurian” (Lucas 6, 27-28; Mateo, 5, 38-
48). Pero ese amor al prójimo va siempre acompañado del amor a Dios.
“Amad a vuestros enemigos (...) de modo que seáis hijos de vuestro Padre
del cielo, que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre
justos e injustos (...). Sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre del cielo”
(Mateo 5, 44-45 y 48; Lucas 6, 35-36). Según los expertos, la perfección a la
que alude este pasaje se refiere la compasión que Dios tiene con todo lo

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humano, de modo que la exhortación final habría que interpretarla como “Sed
compasivos como es compasivo vuestro Padre del cielo” (Vidal 2007, 81).
d) Se recomienda que renunciemos a juzgar al prójimo (Mateo, 7, 1). Se supone
que solo Dios conoce a fondo las circunstancias y las intenciones profundas
de cada cual, de manera que solo Él tiene los datos necesarios para juzgar
a las personas, mientras que nosotros los humanos deberíamos ceñirnos a
juzgar únicamente los comportamientos (como hace Jesús cuando reprocha
a los mercaderes en el Templo el haber convertido la religión en un negocio
o al rico Epulón su comportamiento de indiferencia ante los sufrimientos del
pobre Lázaro), pero sin entrar a juzgar a las personas como buenas o malas.
e) Las “bienaventuranzas” expresan primariamente un clamor radical contra la
injusticia, acompañado de la convicción de que ésta no triunfará, así como la
idea de que el egoísmo humano es la principal causa de la injusticia. En las
bienaventuranzas se usa la expresión “dichosos”, en plural, para significar
que la plenitud y alegría que han de experimentar quienes vivan el mensaje
cristiano no es una felicidad individualista, sino comunitaria. La expresión
“dichosos” (en griego makárioi) significa el estado de felicidad de quien está
libre de preocupaciones y de sufrimientos: Quienes viven sobriamente,
quienes luchan por un mundo más justo y pacífico, quienes se solidarizan
con los últimos, quienes van por la vida con un corazón sincero y abierto,
tendrán la dicha más elevada que se puede tener, porque la recibirán de Dios
en abundancia (Mateo 5, 3-12 y Lucas 6, 20-23). El programa ético de las
bienaventuranzas es un programa de felicidad colectiva, en el que se invita
a cada uno a buscar la felicidad de los demás, y solo de ese modo se logra
también la felicidad personal.
f) Jesús no devaluaba las obras por el hecho de insistir en la actitud interior: “El
árbol se conoce por sus frutos” (Lucas 6, 44). La parábola en la que sugiere
qué tipo de comportamientos en esta vida son preferidos por Dios, el criterio
para valorar lo positivo es lo que realmente se haya hecho (“Tuve hambre y

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me dísteis de comer, …” Mateo 25, 35), pero el criterio para valorar el mal es
más bien lo que dejó de hacerse, es la indiferencia ante el sufrimiento
humano (Mateo 25, 37-40). Se supone que la obra externa manifiesta la
bondad interna, porque “el que es bueno, de la bondad de su corazón saca
el bien” (Lucas 6, 45).
g) Cuando le preguntan cuál es el “mandamiento mayor de la ley” (Marcos 12,
28-34), responde mediante una doble fórmula: “Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón (...)” (Deuteronomio 6, 4-6), y “amarás al prójimo como a ti
mismo” (Levítico 18, 19). En otros pasajes evangélicos se ofrece una
formulación de la regla de oro: “Todo lo que queráis que los hombres os
hagan, hacedlo vosotros a ellos” (Lucas 6, 31). Mateo añade: “Esto es la Ley
y los Profetas” (Mateo 7, 12), con lo que esa fórmula se convierte también en
una síntesis de la ética cristiana y de la interpretación cristiana de la ética de
Antiguo Testamento. Es interesante notar que la fórmula evangélica de la
regla de oro evita la formulación negativa (“no hagas...”) y prefiere la positiva
(“haced...”).
h) El modo cristiano de entender al “prójimo” en sentido universalista se aclara
en la parábola del samaritano (Lucas 10, 29-37). Allí se muestra que el
prójimo es cualquier persona que necesita ayuda, con independencia de sus
merecimientos y de su condición social, económica, racial, sexual, etc. En la
parábola de los jornaleros contratados a lo largo del día para trabajar en la
viña (Mateo19, 30) se muestra que Jesús invita a atender las necesidades
de los últimos sin faltar a las obligaciones contraídas con los primeros: lo
justo es cumplir lo debido con los que han tenido mejor suerte en la vida e ir
más allá de lo debido, con generosidad y solidaridad, con quienes han tenido
peor suerte.
i) Con respecto a los pequeños placeres de la vida, la actitud de Jesús no es
el puritanismo, sino más bien una actitud de sano disfrute de la vida, tal como
se muestra en el pasaje de Mateo 11, 16-19: allí Jesús compara su propia

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actitud con el invitado a una boda, en la que se come y se bebe con alegría.
Lo que Jesús quiere es que todos podamos vivir y gozar de la vida, pero sin
exclusiones injustas de quienes no han tenido tanta suerte como nosotros.
Por eso no siempre es posible que podamos gozar tranquilamente de lo que
tengamos, porque sabemos que, entre tanto, miles de personas padecen
injustamente por necesidades insatisfechas. En este terreno la ética cristiana
invita sobre todo a compartir y a ser solidarios, en una dinámica de donación
de bienes, pero sobre todo de donación de uno mismo.
j) Jesús se mostró crítico con el modelo de la familia patriarcal (Mateo 10, 34-
35, Lucas 12, 51-53 y 14, 26-27) y daba prioridad a las relaciones personales
respecto a las relaciones de parentesco (Marcos 3, 31-35; Mateo 12, 46-60
y Lucas 8, 19-21). Esto se comprende mejor si observamos que las
relaciones de parentesco son relaciones institucionales, basadas en un
sistema rígido de normas en las que la implicación personal es secundaria,
mientras que las relaciones personales suponen un mayor grado de
responsabilidad personal, de sinceridad, de transparencia, de donación de sí
mismo, de fidelidad sin condiciones y comunicación emocional que se
expresa en afecto, bondad y ternura (Castillo 2005, 25).
k) La ética de Jesús de Nazaret nos muestra, con diversos testimonios a lo largo
de su vida, que el camino para abordar los problemas humanos desde la raíz
no consiste en idolatrar el poder, ni el dinero, ni tampoco las estructuras
religiosas (como el Templo y sus rituales), sino en acercarse a quienes
padecen la injusticia y el dolor para ver el mundo desde abajo, desde los
últimos: lo que se dice y lo que se hace cobra su significación más auténtica
cuando está en consonancia con el desde dónde se dice y se hace (Castillo
2005, 43).
l) Con respecto a las relaciones de poder y de dominación de unos sobre otros,
Jesús se mostró extremadamente crítico: Rechaza el afán de ser más que
los demás, el deseo de dominar a los otros. Insiste en hacerse último, en

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servir, en no tiranizar ni oprimir, como hacen “los jefes de las naciones”


(Marcos 10, 43).
m) En relación con el dinero, la actitud de Jesús es advertir de que se puede
caer fácilmente en la tentación de convertirlo en un ídolo que todo lo puede,
de ahí el riesgo de idolatría y fetichismo, debido a la seducción que tiene este
recurso como medio universal para conseguir toda clase de fines, tanto
legítimos como ilegítimos. Jesús admite que se use el dinero como un medio
para hacer el bien, pero sin atesorarlo como si fuera la salvación. Al no
tenerlo, solo nos queda la posibilidad de dar a los otros la propia persona
(amistad, respeto, estima, amor) y no algo externo, como es el dinero. “El
que va por la vida despojado de todo, sólo puede darse a sí mismo” (Castillo
2005, 182).
n) Con respecto a la sexualidad, la ética de Jesús fue bastante menos puritana
que la ética cristiana posterior. Esto es debido a que las cartas de Pablo y
otros muchos escritos de cristianos a lo largo de la historia han introducido
en el cristianismo una buena dosis de puritanismo que, en principio, es ajeno
al mensaje evangélico. En los evangelios, la actitud de Jesús ante las
relaciones sexuales es de advertencia contra:
a. la violencia y la injusticia que acarrea el adulterio (ofensa a la propia
pareja y a la pareja de la otra persona, que puede desencadenar una
espiral de violencia),
b. la injusticia flagrante en que incurrían los varones al repudiar a sus
esposas por motivos caprichosos, y
c. la hipocresía que se aprecia en quienes critican la conducta sexual de
otras personas (generalmente mujeres) sin revisar la propia falta de
afecto, cariño y generosidad en las relaciones humanas. Jesús no
rechaza como malo el deseo sexual ni considera “impuras” las
prácticas sexuales, sino que únicamente advierte de que en ellas son

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igualmente dignos el varón y la mujer, que han de tratarse


mutuamente con el máximo de amor y respeto.

El puritanismo es una actitud ante la vida que antepone la pureza a las relaciones
humanas. Supone una escala de valores en la que el primer puesto lo ocupa la
pureza, la vida intachable en cuestiones de sexo, y sobre todo la imagen pública
que se tiene ante la gente en ese orden de cosas. De este modo, el puritano es
alguien que se centra en sí mismo, en su obsesión por la castidad como una lucha
interior que llega al desprecio del propio cuerpo (Romanos 7, 21- 24), con lo cual se
descuidan las atenciones hacia los demás y se disminuye la sensibilidad ante las
injusticias y el sufrimiento humano (Castillo 2005, 220- 223).

2.7. El cristianismo como ética filosófica o teología moral

La reflexión filosófica sobre la moral tiene tres tareas principales: aclaración,


fundamentación y aplicación. La tarea de aclaración pretende responder a la
pregunta ¿En qué consiste la moral y en qué se diferencia de otros ámbitos de la
experiencia humana como el derecho, la religión, la ciencia y la técnica? La tarea
de fundamentación, en cambio, se pregunta ¿Qué sentido tiene la moral en la vida
humana, si es que tiene alguno? ¿Por qué hay moral y por qué debe haberla? Por
último, la tarea de aplicación pretende aprovechar lo aprendido en las dos tareas
anteriores para orientar en las cuestiones prácticas que se presentan en los diversos
ámbitos de la actividad humana: la familia, los amigos, el trabajo, la investigación
científica, la vida política, el deporte, las asociaciones.

Las éticas filosóficas tratan de dar respuesta a las cuestiones correspondientes a


las tres tareas mencionadas, de modo que pueda sistematizarse todo el saber moral
en un todo ordenado y consistente. Esta es una tarea histórica interminable, en la
que constantemente hay nuevas aportaciones de estudiosos e investigadores, pero

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no obstante se han ido consolidando algunas escuelas o corrientes filosóficas y


teológicas que ofrecen sus conclusiones a la opinión pública.
De las tres tareas mencionadas, la que sin duda constituye el núcleo de cada
propuesta es la segunda: la fundamentación de la moralidad es la cuestión clave
que distingue a cada propuesta filosófica de las demás propuestas rivales. En este
aspecto, a mi modo de ver, ha habido tres respuestas principales a la cuestión de
por qué hay moral y por qué debe haberla:
a) Fundamentación teológica: Hay moral porque los dioses, o un Dios único, han
establecido por su voluntad lo que está bien y lo que está mal, lo que está
permitido y lo que está prohibido, lo que debe hacerse y lo que debe omitirse.
b) Fundamentación naturalista: Hay moral porque la sabia Naturaleza ha fijado
para cada especie unos patrones de comportamiento que le permiten sobrevivir
a lo largo de generaciones. En el caso de la naturaleza humana, dado que el ser
humano es un animal social y dotado de un cerebro más desarrollado que el de
otras especies animales, la moral es un sistema complejo de comportamiento
ligado a la cultura propia de cada población concreta, y se trasmite a lo largo de
la infancia a través del proceso de socialización.
c) Fundamentación racionalista: Hay moral porque el ser humano está dotado de
Razón, que es una capacidad que nos distancia de nuestro ser natural y nos
permite elegir libremente nuestro modo de comportamiento, con cierta
independencia de nuestros condicionamientos de todo tipo (biológicos,
psicológicos, culturales, económicos, políticos, religiosos, etc.). Sin duda esos
condicionamientos recortan la libertad de un ser racional para elegir su
comportamiento, pero no la anulan por completo. El uso de la Razón nos permite
conocer el mundo que nos rodea y comprender cuáles son los principios
racionales y razonables para comportarnos correctamente en medio de ese
mundo, tratando de compaginar lo que consideramos como bueno para uno con
lo que la Razón nos señala como bueno para todos.

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A primera vista podría parecer que la ética cristiana ha de tener, necesariamente,


una opción exclusiva por la fundamentación teológica. Puesto que, al fin y al cabo,
el cristianismo se basa en una fe religiosa. Sin embargo, observemos que nada
impide a alguien que sea partidario de la fundamentación teológica admitir al mismo
tiempo alguno de las otras dos opciones de fundamentación, e incluso podría admitir
las otras dos simultáneamente.

En efecto, eso es lo que ha ocurrido a lo largo de la historia: los filósofos y teólogos


de inspiración cristiana estaban convencidos de que en última instancia es la
voluntad divina la que fundamenta la existencia de los preceptos morales de la
tradición bíblica judía y de la tradición cristiana del Nuevo Testamento. Al fin y al
cabo, Dios es el origen y fin de todo cuanto existe, de modo que la moral también
ha de ser obra suya, pero esa convicción de fe no es incompatible con afirmar que
Dios se ha servido de la Naturaleza, o de la Razón, o de ambas al mismo tiempo,
para hacer llegar al ser humano su mensaje moral. Esta es la teoría
mayoritariamente aceptada por los filósofos cristianos a lo largo de la historia (San
Agustín, Santo Tomás de Aquino, Erasmo, Kant, etc.): Aunque la moralidad haya
sido establecida por Dios y revelada a través de las Sagradas Escrituras, no puede
haber contradicción entre esa fuente religiosa de la moral y lo que nos indican las
otras fuentes de la moralidad que son la Naturaleza y la Razón. Porque también la
Naturaleza y la Razón son obras del mismo Dios, de modo que no tendría sentido
que hubiese contradicciones entre las tres.

Ahora bien, ¿cómo hemos de interpretar los contenidos morales de la fe, los
procedentes de la naturaleza y los que contenga la razón? En este punto aparecen
las discrepancias entre los distintos filósofos y teólogos. Porque no es lo mismo
afirmar que la interpretación de los contenidos morales de la fe es una competencia
exclusiva de los dirigentes religiosos que afirmar que cualquier persona dotada de
razón y con la formación previa adecuada es competente para interpretar las

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exigencias morales de la fe. En este sentido, la tradición filosófica cristiana ha dado


una importancia capital a la conciencia de cada persona como la instancia última de
apelación en cuestiones morales. Cada persona es responsable ante sí misma, ante
los demás y ante Dios, de los juicios morales que elabore para justificar su
comportamiento. Los juicios morales se justifican por razones, y la conciencia es la
facultad de raciocinio y discernimiento que aplicamos a las cuestiones morales. De
ahí que la doctrina mayoritaria en el cristianismo afirme que “siempre hay que
obedecer a la propia conciencia”, puesto que la integridad y alta dignidad de la
persona exigen que así sea. Esto no significa que la conciencia sea infalible, dado
que la conciencia personal podría estar mal formada o alienada de mil maneras,
sino que hay un deber de formar la propia conciencia mediante la educación y el
apoyo de la comunidad. Pero, teniendo en cuenta este deber de formación continua
y la consecuente admisión de la complejidad de la vida moral, la filosofía moral
cristiana hace bien en señalar a la conciencia personal como el referente último, en
este mundo, de lo que debe hacerse. De este modo se respeta lo esencial de la
experiencia cristiana, que es el encuentro personal con Jesús en la intimidad de
cada cual: de esa experiencia surge la auténtica moral cristiana en forma de un
actuar que surge como sobreabundancia del corazón, que se siente amado a
rebosar, y lejos de una moralidad de deberes y obligaciones vividos como fardos
pesados que otros colocan sobre las espaldas. La moral cristiana no es una “moral
del camello” en el sentido de Nietzsche, sino una moral de la libertad profunda de
quien se siente tan sumamente amado que no le nace ya otro modo de estar en el
mundo que no sea el de difundir ese amor a los demás.

Por otra parte, la tradición filosófica y teológica cristianas han tomado de otras
filosofías, especialmente de los antiguos griegos y romanos, una especial
predilección por la noción de “naturaleza” y de “ley natural”. La interpretación de
esta noción ha llevado a mantener que ciertos preceptos, por ejemplo los
relacionados con la procreación como finalidad suprema del matrimonio, o con la

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prohibición de conductas homosexuales, están fundamentados en “el orden natural”


establecido por Dios. Sin embargo, algunos críticos han sugerido que tal “orden
natural” es a menudo una construcción cultural elaborada con las ideas dominantes
de un grupo social determinado, y adolece también de otros defectos relacionados
con una concepción estática de la realidad y una reducción de lo humano a ciertos
aspectos biológicos que no deberían ser determinantes en la compleja moralidad
personal (Vidal 2007, 133). En efecto, la naturaleza es un punto de partida para el
comportamiento humano, puesto que somos seres corporales, animales, que
formamos parte del ecosistema del planeta. Pero eso no significa que tengamos un
deber moral de plegarnos a todos y cada uno de los condicionamientos que la
naturaleza nos impone. Por el contrario, la racionalidad y las convicciones morales
derivadas de la fe religiosa nos pueden impulsar a ir más allá de los imperativos
naturales y a superar condicionamientos que nos afectan en tanto que animales.
Por ejemplo, mientras que la naturaleza nos condiciona para buscar el alimento,
una persona puede negarse a comer por motivos morales y/o religiosos, incluso en
el caso de que esta huelga de hambre terminase con la vida del huelguista. Porque
seguramente tales motivos morales y/o religiosos tendrían un peso mayor en la
conciencia moral que la mera obediencia rutinaria a los imperativos de la naturaleza.
Y esto no significa que los imperativos que derivan de la naturaleza sean absurdos
ni despreciables, pero no parece acertado concederles la primacía que algunos
pretenden.

Otro aspecto significativo del cristianismo como ética filosófica ha sido su insistencia
en que es preciso tener muy en cuenta los avances de las ciencias y del
pensamiento racional en el proceso de discernimiento moral. Es verdad que ha
habido y sigue habiendo algunos sectores cristianos que no aceptan el
evolucionismo ni alguna otra afirmación científica que parece contradecir lo
expresado en la Biblia, pero la mayoría de cristianos comprende que no hay tal
contradicción, sino que la Biblia utiliza un lenguaje y unas metáforas propias de un

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tiempo en que no existía la ciencia, y por ello no se le puede pedir al texto bíblico
que informe científicamente. Por otro lado, si Dios se ha servido de la evolución para
crear las especies y de otros muchos mecanismos para que el mundo funcione del
modo en que lo hace, no tiene por qué sospecharse de la ciencia como rival de la
fe, sino que cada una tiene su propio lugar y sus límites en el contexto de la
experiencia humana. De ahí que la ética cristiana no renuncie en absoluto a tener
en cuenta los dictámenes de la ciencia a la hora de reflexionar sobre cuestiones
controvertidas, como la investigación con embriones, la reproducción asistida, los
trasplantes de órganos, la eutanasia, etc. En esas y en otras muchas cuestiones, la
ética cristiana ha asumido seriamente el compromiso de consultar a la ciencia antes
de dar cualquier orientación moral. Y en principio esa opción es la correcta, puesto
que la ciencia es uno de los productos más preciados de la razón humana, y dentro
de ciertos límites nos ofrece verdades que no podemos ignorar (Martínez Navarro
2005, cap. 3). Sin embargo, no se debería idolatrar la ciencia como si fuese la
verdad absoluta, puesto que se trata de un saber histórica y socialmente
condicionado. De modo que la consulta a la ciencia ha de ser un elemento
importante, pero no el único a tener en cuenta a la hora de reflexionar sobre las
cuestiones morales desde una perspectiva cristiana.

La ética cristiana, a lo largo de su larga historia, ha establecido un diálogo fructífero


con las filosofías morales elaboradas por autores de muy distintas mentalidades.
Algunas de tales filosofías morales, como el aristotelismo, ponen el acento en las
virtudes que se precisan para llevar una vida buena, mientras que otras lo ponen en
los deberes y obligaciones que es necesario respetar para que el mundo humano
funcione adecuadamente. Ha habido propuestas de ética cristiana en sintonía con
ambas escuelas de pensamiento. Santo Tomás de Aquino (1225-1274) se inspira
muy directamente en la ética aristotélica, mientras que Inmanuel Kant (1724-1804)
es el autor de referencia en la ética de los deberes. Actualmente, en cambio, aunque
sigue habiendo moralistas cristianos que se inclinan por uno u otro de tales

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enfoques, es interesante observar que predomina un enfoque nuevo: lo esencial en


la vida ética del creyente no es la adquisición de virtudes que nunca están de más
ni la observancia de deberes y obligaciones que tampoco hay que menospreciar,
sino que lo esencial en la ética cristiana es la “opción fundamental” y las “actitudes”
que dependen de ella. Por “opción fundamental” se entiende el proyecto general de
vida de una persona, el tipo de persona que proyecta ser y el conjunto de valores
que pretende fomentar con su comportamiento. Mientras que las “actitudes” son las
disposiciones adquiridas que nos llevan a reaccionar positiva o negativamente ante
los valores éticos, de modo que se pueden distinguir tantas actitudes como ámbitos
de vida moral en los que estemos involucrados. La opción fundamental cristiana no
puede ser otra que la decisión radical de seguimiento de Jesús y de realización de
los valores del Reinado de Dios. Y las actitudes cristianas correspondientes a esta
opción fundamental serían aquellas en las que se concreta esta opción fundamental,
como la expresión de una alegría profunda, la apertura cordial al prójimo, el
compromiso con los más desfavorecidos, la rebeldía frente a las injusticias, etc. La
“opción fundamental cristiana” es el resultado del encuentro con Jesús como
respuesta gozosa a su llamada a seguirle como colaborador en la realización del
Reinado de Dios, identificado con los pobres y mediante ellos con Cristo. Es la
opción por el amor como sentido de la vida. El resultado final de la opción
fundamental y de las actitudes libremente asumidas ha de ser la concreción en los
actos cotidianos, estableciendo una dinámica real entre:
Opción fundamental ←→ Actitudes ←→ Actos.

La ética cristiana no puede quedarse en una simple realización mecánica de ciertos


actos “buenos”, pero desligados de una intención principal que muestre su sentido,
pero tampoco vale decir que se tiene una opción fundamental y no mostrarlo en
actitudes y actos consecuentes con la opción fundamental supuestamente
adoptada. Este enfoque subraya que “el comportamiento ético cristiano no nace de
un imperativo seco y frío, sino de un indicativo de gracia y de don” (Vidal 1995, 163).

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