Etica Cristiana
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MODULO DE:
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Presentación
2016
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Contenido
I. Presentación
II. Objetivos
III. Introducción
Unidad: I. Aspectos conceptuales de la Ética. ………….. 08
1.1 Introducción a la Ética……………………………………. 09
1.2 Problemas de la Ética……………………………………. 13
1.3. Los Criterios de la Conducta Humana………………… 16
1.4 La Ética y la Moral………………………………………….. 21
1.5. El Ser Humano y sus Actos………………………………. 29
1.6. La ética y sus valores……………………………………… 36
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Presentación
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Objetivos
Esto nos permitirá analizar el objetivo de la Ética, y la dinámica de los valores éticos
y morales en la vida cristiana. Esperamos contribuir a la formación integral del
liderazgo de la iglesia con altos valores fundamentados en una ética cristiana. Y que
los principios, valores y normas de conducta que aquí estudiamos, sean de gran
beneficio a los futuros líderes de la IAFCJ.
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Introducción
General.
Después de mucho insistir Labi por fin respondía porque no quería comer esa sopa
con carne de caballo diciendo: hay cosas puras y hay cosas impuras; hay cosas que
el hombre puede hacer y hay otras cosas que el hombre no debe hacer, hay cosas
buenas y cosas malas y el hombre sabe la diferencia entre ellas; ese es el principio
de la civilización humana. Si me olvido de ese principio ya no vale la pena sobrevivir,
porque ya no sobreviviré como ser humano sino como animal.
Para los demás presos era algo increíble; según ellos en esa situación extrema
nadie podía permitirse el lujo de mantener ciertas reglas religiosas o éticas que te
impidan comer un poco de carne impura; la única cuestión que valía en el campo
era sobrevivir, con ética y religión o sin ellas, sobrevivir no más. Pero Labi quería
sobrevivir como ser humano, es decir sobrevivir con su ética, con su religión, con
su civilización humana, y si no, sería mejor morir. Un testimonio interesante.
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Con unas pocas palabras este hombre judío expresa perfectamente cuál es el
secreto de la civilización humana, qué es lo que hace humana a una vida personal
y a una sociedad. Hay cosas que se pueden hacer y hay otras cosas que no se
deben hacer. Ese es el secreto, la base de la existencia humana, es la conciencia
ética que tiene el ser humano, el saber del bien y del mal, y poder distinguir entre el
bien y el mal. Esa es la característica esencial del ser humano. El ser humano ha
sabido que no se puede hacer todo con otra persona; hay límites, hay que tomar en
cuenta la dignidad del otro y la otra. Esa conciencia ética es la que nos distingue de
los animales. Los animales actúan simplemente en base a sus instintos.
Los seres humanos somos diferentes; nosotros tenemos opciones; por supuesto
ciertos instintos son muy importantes también para el actuar del ser humano; pero
nosotros tenemos la capacidad de trascender el nivel de los instintos; nosotros si
podemos elegir entre diferentes opciones, entre diferentes formas de actuar;
podemos elegir entre el bien y el mal; tenemos la capacidad de servir no solo a
nuestro propios intereses, sino también a los intereses de los otros. Es por eso que
ha sido necesario que en las relaciones entre los seres humanos en sociedad y su
comportamiento hayan motivado que históricamente surgieran y se desarrollaran
doctrinas éticas que han buscado y buscan dar respuestas efectivas a problemas
que se presentan en épocas y sociedades determinadas. De ahí el carácter relativo
que históricamente se ha atribuido a las doctrinas éticas en función del tiempo y del
espacio; aunque cabe destacar que dicho carácter de relatividad no implica que las
mismas en cualquiera época y lugar no hayan tratado de preservar los valores
sociales positivos y la dignidad del hombre 1.
1 Vijver, Enrique, Introducción a la Ética, Política y Democracia, Doc., de conferencias, Managua, 2000.
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Unidad i
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se nos ha vuelto muy oscura y desdibujada con el pasar del tiempo, ya la gente ni
se conoce en su interior y casi siempre no se cuida, no cultiva una autoestima.
La palabra ética puede usarse como sustantivo o como adjetivo. Utilizada como
sustantivo, cuando decimos, “Ética profesional de los contadores”. Esto significa, un
conjunto de principios, valores y normas que regulan la conducta del contador. Usada
como adjetivo, es cuando se dice que “la mayor parte de los contadores nicaragüenses
carecen de ética”, empleamos la palabra ética como valoración de la conducta moral
de los contadores nicaragüenses. Emitimos un juicio de valor sobre su actuación,
convirtiéndose esto en un juicio de valor negativo. Obviamente, que para valorar la
conducta moral es necesario tener un marco de referencia, primero del sistema moral
que rige la sociedad y segundo, tener una referencia de los principios morales y
valores éticos de este sistema.
Por esto, el ser humano a través de su vida va realizando actos que son regulados
por los diferentes sistemas morales. También el ser humano posee la libre
5 Ferrater Mora, José, (1982). Diccionario de Filosofía. T. I Alianza Editorial, Barcelona, Pág. 646.
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determinación de sus actos. Es libre de elegir entre el bien y el mal. Por lo tanto, el ser
humano es responsable de sus decisiones. La repetición de los actos y hábitos
determinan las actitudes. El ser humano de este modo, va viviendo y se va haciendo,
construyéndose a sí mismo. El carácter como personalidad es obra del ser humano,
es su tarea moral, es el cómo resultará su carácter moral para toda su vida.
En el capítulo primero del libro primero de la Política, Aristóteles afirma que “lo
propio del hombre con respecto a los demás animales es que él sólo tiene la
percepción de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, y de otras cualidades
semejantes, y la participación común de estas percepciones es lo que constituye la
familia y la ciudad.” De este modo, la ética distingue al hombre del animal, y su ser
social está también estrechamente ligado a su comportamiento. Un poco antes,
Sócrates proclamaba que una vida que no se examina así mismo, no vale la pena
vivirse.
Para el sabio griego el auto examen es un medio importante para lograr el dominio
de sí mismo. Muchos años después, Benjamín Franklin, descubrió no sólo que era
importante el dominio de las fuerzas de la naturaleza, sino también y sobre todo el
dominio sobre sí mismo, el dominio de las propias pasiones. La ética, según las
materias que estudia y la forma cómo las estudia, se divide en dos grandes campos:
La Ética teórica o filosofía moral y la ética aplicada o Deontología.
1) La bioética
Entre ellas están: 2) Técnicoética
3) Ética del profesional
4) Ética jurídica, etc.
1. 1.1. Concepto de ética.
En general, existen diversas definiciones de la ética, esta puede ser definida como:
También, puede decirse que la ética es una disciplina prescriptiva, cuyo propósito es:
“determinar y fundamentar los principios y normas de comportamiento que garanticen la
recta conducta y el uso racional de la libertad”. Es decir, su objetivo es someter la
conducta humana a máximas universales que les permitan a las personas realizarse
socialmente dentro de las fronteras del bien.
6 La palabra deontología viene del griego deon, que significa deber, y logos tratado.
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de vista del bien, por lo que también se le llama Ética Natural, Ética Racional o
simplemente Ética. Como rama filosófica, la ética, va a suponer sobre una reflexión
acerca de los motivos y los objetos del obrar. Más claro sería afirmar que la ética
busca la fundamentación de la conducta humana.
Por lo tanto, la ética se define como: “principios directivos que orientan a las personas
en cuanto a la concepción de la vida, del ser humano, los juicios, los hechos, y la moral
desde el punto de vista del bien.”
Los Lineamientos Curriculares del Área de Ética y Valores Humanos deben partir
de una comprensión, en el terreno filosófico, de la naturaleza y de la discusión en
torno al problema de la Ética y la Moral, desde la cual obviamente, se pueda
fundamentar una propuesta de formación en valores.
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Sin embargo, podemos definirla como “la capacidad de poder elegir nuestras
acciones y decisiones conociendo sus consecuencias y aceptándolas como tales
pero todos queremos que nuestra vida este protegida por lo que queremos una
libertad protegida contra todo aquello que la pueda destruir y privarnos de ella”.
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La libertad humana no es del todo real, ya que todo individuo está de cierta forma
condicionado por una sociedad en la cual toda persona actúa bajo una presión
social, cultural o laboral; aunque considerando a la ética y la moral, permite
conservar una conciencia, que permite a una persona actuar en base a un criterio
propio. El problema está en la incompatibilidad de la libertad humana y las normas
morales, o sea en el ser y el deber ser. La pregunta será, ¿Qué soy o que debo de
ser?
Los valores son cualidades o modelos de comportamiento que pueden ser estimados
y practicados, en procura del bien moral7. Aquí el problema radica principalmente en
la objetividad y subjetividad de los valores, existen cuestionamientos sobre si ¿los
valores son objetivos?, ¿los valores existen fuera de la mente de tal manera que
todo ser humano deba acatar los valores ya definidos?, o si los valores son
subjetivos porque ¿dependen de la mentalidad de cada sujeto? También existe otro
aspecto, su conocimiento, ¿cómo podemos conocer los valores? y en sí ¿cuál es
su esencia?
La obligación moral se define como la presión que ejerce la razón sobre la voluntad,
enfrente de un valor. La obligación moral no es la obligación que se siente por la
presión externa, ni mucho menos ese tipo de acción psíquica originada por el
inconsciente.
Esto está íntimamente ligado con el tema de los valores ya que normalmente se
dice que lo que se hace por obligación, pierde todo mérito, en cambio, cuando se
realiza por su propio convencimiento, adquiere valor moral. Con esto se da a
7 La esencialidad de los valores consiste en ser algo que valen; es decir, lo propio del valor es el que vale.
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entender que la obligación moral le quita al ser humano la única posibilidad de ser
el mismo, de acuerdo con su propia moralidad y con su propio criterio. Pero hay que
aclarar también que una cosa es la obligación entendida como corrección externa y
otra como la obligación basada en la presión interna que ejercen los valores en la
conciencia de una persona.
Actividad a realizar.
Tarea Nº 1
8Becerra Longin, Ética y Deontología del Educador, Editorial BAKTUN, Tegucigalpa, Honduras 2da Edición
2003,. Págs. 27 - 34
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utilizar una enorme variedad de criterios que sirven como orientadores para elegir
su propia conducta, aunque muchos de ellos no tengan que ver con la ética y la
moral. Sin embargo, se pueden señalar algunos niveles o tipos de criterios:
Es un criterio que señala que el ser humano, desde niño busca lo agradable y evita
lo desagradable, busca placer y evita el dolor. Este nivel de placer instintivo, es el
normal entre niños y adultos que no han recibido una educación que les haya
mostrado una apertura hacia otros valores superiores. Pero tampoco hay que
desechar por completo este criterio cuando se trata de escoger una diversión,
pasatiempo o un tema de conversación, ya que este nivel es un auténtico criterio
que sirve como orientación en muchos casos de forma legítima.
Lo que nos plantea aquí es cuando se va a los dos extremos, es decir, 1) el uso
exclusivo de este nivel en cualquier situación de la vida, o 2) la eliminación absoluta
de este criterio, como si el placer fuera algo malo. Por el contrario, el placer es un
valor sin duda alguna ya que busca la satisfacción de las necesidades vitales del
ser humano.
Aquí el sujeto se deja orientar rígidamente por ciertas normas o valores que las
autoridades le han inducido desde la infancia. Y como son desde la infancia esas
normas y valores ya forman parte del inconsciente del sujeto y por esa razón tienen
un carácter autoritario, rígido, exagerado. De hecho este tipo de criterio impide al
sujeto de hacer excepciones cuando se encuentra en una situación dudosa. La
orientación que este experimenta ya es mecánica y ni el mismo puede saber por
qué tener que actuar por necesidad en determinado sentido o dirección.
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Este criterio radica en la absorción de todas las normas y valores que el medio
ambiente o sociedad influyen en el individuo en forma de "presión social". Es la
principal fuente que orienta y empuja la conducta de las personas cultas. La guía de
conducta dentro de una sociedad es pues, la moda y la propaganda. En muchas
ocasiones esa conducta no tiene nada de objetable, pero en muchas ocasiones la
gente se pregunta si un individuo que actuó con cierta conducta, lo hizo por
responsabilidad o por simple inercia, y si pudo haber actuado de de otra manera.
Por supuesto que este criterio es muy generalizado y de escaso valor ético, sin
embargo es superior a los otros criterios debido a que se trata de una orientación
consciente (aunque no siempre en su totalidad). Por ejemplo: una persona usa un
determinado tipo de ropa porque es lo que ve, está de moda o lo que oye en la
propaganda; en cambio, no está consciente del origen de las normas y valores
inculcados en su infancia por los cuales puede llegar a ser muy puntual, muy aseado
o muy ahorrativo. Los tres niveles o criterios mencionados anteriormente son los
que se podrían llamar básicos o de uso generalizado. Los que se explicarán a
continuación son de orden superior y mucho más valiosos para la Ética.
Este criterio tiene el sentido de orientar y dirigir la conducta por medio de normas y
leyes establecidas por terceros a través de códigos. En cierto aspecto este tipo de
criterio resulta ser muy cómodo, pues uno puede consultar la ley y decidirse
conforme a ella sin mayor discusión. En atención a dicha ley el individuo está
dispuesto a contravenir lo que dicen a sus instintos, su inconsciencia (Super Yo) y
la presión social. Se puede decir que al hacer esto se tiene cierta garantía del valor
de su conducta, sin embargo, el apego y la fidelidad a la ley no constituyen la
esencia del valor moral.
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Con esto podemos decir que pueden llegar a existir verdaderas diferencias entre un
código civil y un código moral, los cuales podrían quedar en una verdadera
contraposición. Por ejemplo puede existir una ley que permita el aborto, pero sin
embargo, el individuo en su código moral no lo permite, y podría regirse por ese
criterio. O también una persona condenada a varios años en prisión conforme a las
leyes de su país, pero es inocente desde el punto de vista de su propia conciencia
moral.
Esto nos ilustra que existe una enorme variedad de criterios de orden legal que
pueden llegar a originar una verdadera confusión en la mentalidad de una persona.
Pero el hecho de que existan códigos escritos ofrece la posibilidad de la amplia
difusión de la ley con el mínimo de distorsión, puede plantearse de manera universal
y por tanto enseñarse y difundirse de generación en generación. No hay apegarnos
que apegarse tanto a este criterio, porque al hacerlo nos estamos apegando en
exceso a la letra y no al propio espíritu de la ley, es aquí donde surge el legalismo,
que podría ser considerado como la falla principal de esta ley.
9Tomando en cuenta que los valores son conceptos sustantivos de alcance universal que nos sirven
como guías para forjarnos una existencia plena de significado.
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Con el uso del Yo Profundo, el valor moral de una persona puede quedar
incrementado. Desde el punto de vista práctico es importante tomar la actitud
adecuada para poder captar al Yo Profundo y, con ello, al conjunto de valores que
allí están implicados.
Visto de esta manera, podemos decir que: la moral es particular y subjetiva, la ética
es universal y objetiva, porque se basa en principios racionales, que trascienden los
hábitos y las costumbres particulares.
Si bien es cierto que pueden existir diversas “morales” o costumbres morales, sólo hay
una ética, de la misma manera que una sola es la humanidad y una sola la razón
humana. Desde luego, que de esta ética general, conformada por principios
racionales de validez universal, pueden derivarse normas específicas de conducta y
conformarse así “éticas especiales”; por ejemplo: la ética profesional, la ética médica,
la ética social. Pero para poder distinguir será necesario nombrarlas características
de cada una de estas palabras así como sus semejanzas y diferencias 10.
La moral sólo tiene que ver con el comportamiento del ser humano, en cuanto que
sobre su propia naturaleza crea una "segunda naturaleza" de la que forma parte su
actividad moral. El ser humano no puede desarrollar su vida de modo espontáneo
a través de los cauces instintivos establecidos de antemano por la especie. ¿Por
qué el ser humano ha de crearse, mediante actos y hábitos, una segunda
10
Silva, Edwin, Educación en Valores, y los Derechos Humanos, Instituto de Investigaciones y Acción Social,
Marthin Luther King, UPOLI, Managua, Nicaragua, 2002. Págs. 22 - 24
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El ser humano es constitutivamente un ser moral. Ese hecho tiene lugar con el
momento de la aparición del ser humano como ser racional, histórico y social. A
partir de su agrupamiento en las colectividades primitivas o pre-históricas, y del
nacimiento de su autoconciencia inicial, el ser humano comienza a comportarse de
acuerdo con las reglas que rigen la colectividad. Las características de la moral son:
Es el hecho real que encontramos en todas las sociedades. Es un conjunto de
normas que se transmiten de generación en generación, evolucionan a lo largo del
tiempo y poseen fuertes diferencias con respecto a las normas de otra sociedad y
de otra época histórica. Son normas que se utilizan para orientar la conducta de los
integrantes de una sociedad.
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Son las acciones del ser humano en cuanto proceden de su voluntad y no de la obra
que llevan a cabo. Estos son valores de orden práctico que ven las acciones del ser
humano. Ellos determinan el valor de la persona humana. Estos valores son
relativos y cambiantes. Los valores que son en si intrínsecos, se hacen
instrumentales a través de la educación y los extrínsecos o socialmente valorables
así, el valor una vez conseguido, le empuja superarlo. Todo valor tiene como una
de sus características la bipolaridad o antivalor.
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La buena voluntad es el único bien que es solamente bueno y al cual no cabe hacer
ninguna restricción. La buena voluntad es sólo buena o no es. De acuerdo a la ética
de Kant11, sólo la buena voluntad es absolutamente buena en tanto que no puede
ser mala bajo ninguna circunstancia. Para Kant la buena voluntad no es buena por
lo que se efectúe o realice, no es buena por su adecuación para alcanzar algún fin
que nos hayamos propuesto, es buena solo por el querer, es decir, es buena en sí
misma.
Analicemos esto:
11Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Real Sociedad Económica Matritense de Amigos
del País. Madrid, págs. 53-55 y 63-65.
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¿Cuál es el valor moral de cada uno de estos posibles actos imaginados? La tercera
posibilidad carecería de valor moral porque ocurre sin intencionalidad. Moralmente
no es ni buena ni mala, simplemente neutra. Los otros dos actos son moralmente
buenos y tienen el mismo valor, en tanto que la buena voluntad es buena en sí
misma.
1.4.5 El deber
Cuando hablamos del deber, nos referimos a los mandatos y obligaciones mediante
los cuales modificamos nuestra conducta y, en general, al conjunto de exigencias
que conforman nuestra praxis cotidiana. Es decir, el deber refiere a que la “’buena
voluntad”’, bajo ciertas limitaciones, no puede manifestarse por sí sola. El hombre,
no es un ente puramente racional, sino que también es sensible. Kant observará
que las acciones del ser humano en parte están determinadas por la razón pero
existen también ‘”inclinaciones”’ como el amor, el odio, la simpatía, el orgullo, la
avaricia, el placer… que también ejercen su influencia. El ser humano reúne en su
juego la racionalidad y las inclinaciones, la ley moral y la imperfección subjetiva de
la voluntad humana. Entonces tenemos acá, que la buena voluntad, se manifiesta
pero en cierta tensión o en lucha con estas inclinaciones, como una fuerza que
parece oponerse. En la medida que el conflicto se hace presente, la buena voluntad
se llama deber.
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Si una voluntad puramente racional sin influencia alguna de las inclinaciones fuese
posible, sería para Kant, una voluntad santa (perfectamente buena). De esta forma,
realizaría la ley moral de modo espontáneo, esto es, sin que conforme una
obligación. Para una voluntad santa, el deber, carecería entonces de sentido en
tanto que el querer coincide naturalmente con el ‘deber’. Pero en el ser humano, ley
moral, suele estar en conflicto con sus deseos.
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el único caso en que Kant considera que se trata de un acto moralmente bueno,
actos en los que se procede conforme al deber y no se sigue inclinación alguna.
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Según algunos pensadores como Sócrates, Platón y Aristóteles, tienen sus propios
planteamientos en cuanto al ser humano. Sin embargo, un rasgo muy humano es la
satisfacción de las necesidades a través del trabajo. En el ejercicio de éste se
desarrollan diversas técnicas y herramientas cuyo correcto uso conforman el
conocimiento.
Sócrates: lo que constituye la naturaleza humana es: “la virtud, entendida como el
saber actuar bien”. La persona es: “una criatura en constante búsqueda de sí
misma, que en todo momento de su existencia debe mantener bajo examen y
escrutinio racional las condiciones de esta”.
El va a plantear que el ser humano se distingue siempre por: “ poder dar una
respuesta racional a cualquier pregunta racional que se le haga sobre sí mismo.
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Aristóteles: consideró que la unión entre estos dos elementos era fundamental.
Como Platón, Aristóteles encontraron que el alma poseía varias facultades. Estas
facultades según Aristóteles y en su orden de sucesión van a ser: “un compuesto
natural, en donde la relación entre el alma y el cuerpo está representada por un lazo
fuertísimo e indisoluble de necesidad mutua, ya que es la coordinadora principal del
cuerpo”. “la nutrición, el apetito, la sensibilidad, la locomoción y el pensamiento”.
““un compuesto natural, en donde la relación entre el alma y el cuerpo está
representada por un lazo fuertísimo e indisoluble de necesidad mutua, ya que es la
coordinadora principal del cuerpo”.
Sin embargo, durante fines del siglo XIX y XX filósofos cristianos como Jaspers -
Gabriel Martel y Kloosterboer, (desde una percepción cristiana) o Heidegger y Sartre
(desde una óptica atea) intentaron explicar las distintas motivaciones que se forman
en la razón del hombre, constituyéndose en sus principales objetivos. Estos
objetivos según Jean Paul Sartre (filósofo francés S XX) estarán intrínsecamente
relacionados al concepto de valores (todo aquello que hace que el hombre aprecie
o desee algo) y libre albedrío (los actos del ser humano que parten de su voluntad
y libre elección).
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él se hace pues es el único que no es solo como se concibe, sino tal como él se
quiere”.
Por actos humanos se entiende todas las acciones que proceden de él, aunque las
produzca sólo en su materialidad, sin dominio racional; sólo en fuerza del instinto, p.
ej., retirar la mano del fuego, o por ley necesaria de la naturaleza, p. ej., las funciones
de los aparatos digestivo y respiratorios de digerir o respirar. Se consideran en cambio
actos humanos sus actuaciones tanto positivas (acciones) como negativas (omisión
de deberes), en cuanto las realiza de modo específicamente propio, en cuanto
procede en ellas como ser racional, determinándolas con su voluntad, a propuesta del
entendimiento, previa deliberación sobre las mismas.
Los actos del hombre son aquellos que no tienen significado moral, los que no
podemos elegir, como respirar, hacer la digestión y cosas por el estilo, conocidos
como involuntarios. Los actos humanos son aquellos que podemos o no escoger,
conocidos como voluntarios. Pues bien, actos propiamente morales son sólo estos
últimos.
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Los actos, ya sean humanos o del ser humano, tiene un cierto valor ontológico
independiente del valor moral. El valor ontológico o metafísico de la conducta
humana se refiere al hecho real, a la existencia, a la objetividad del acto. En cambio
el valor moral depende de ciertas condiciones subjetivas y propias de la persona
que ejecuta dicho acto, como la intención, la libertad, el grado conciencia, etc. El
valor moral se encuentra solo en los actos humanos y el valor ontológico se
encuentra en ambos.
Cuando se dice que un acto humano tiene un valor moral, se está implicando que
este valor moral puede ser de signo positivo o de signo negativo. Trabajar, por
ejemplo, tiene valor moral positivo, pero asesinar tiene un valor moral negativo.
Normalmente hemos designado al valor moral negativo como "inmoral", pero esta
palabra, en su etimología, indica más bien un desligamiento del valor moral y los
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únicos actos que están desligados de los valores morales son los actos del hombre,
pero estos ya han sido calificados como "amorales".
1.5.3 La Felicidad
La felicidad es otro aspecto que ha estado conectado a la Ética desde los tiempos
de Aristóteles. La felicidad es la actualización de las potencias humanas, es decir,
la realización y el ejercicio de las facultades y demás capacidades del ser humano.
Cuando el ser humano pone a funcionar sus potencialidades, la consecuencia
natural es la felicidad. Además, éste es el fin propio del ser humano. El ser humano
está hecho para ser feliz. Des del punto de vista de la Filosofía y la Psicología, la
felicidad es la consecuencia normal de un funcionamiento correcto del ser humano.
Se pueden distinguir tres tipo o niveles de felicidad:
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Su esencialidad consiste en ser algo que vale; es decir, lo propio del valor es el valer. Si
bien los valores pueden abstraerse y entenderse como realidades “en sí” (belleza,
sinceridad, humildad, honradez, honestidad, justicia), en la vida práctica los identificamos
encarnados o asociados con las acciones, las cosas y las personas. Así por ejemplo, la
humildad como concepto o valor en sí se manifiesta en las acciones humildes que
distinguen a ciertas personas, haciéndolas dignas de admiración.
Atribuimos un valor a una acción cuando afirmamos que es buena, atribuimos un valor
a una persona cuando decimos que es bella, atribuimos un valor a un objeto cuando
afirmamos que es útil. Pero las cualidades buena, bella y útil aplicadas a una acción (por
ejemplo, ayudar a un amigo), a una persona (por ejemplo, a María) o a un objeto (mis
deportivas) no son visibles como lo son las acciones o las personas, ni se pueden tocar
como se pueden tocar los objetos.
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Un valor es, pues, una cualidad, una propiedad o una característica que, atribuida a
acciones, personas u objetos, justifica una actitud positiva y preferencial hacia ellos.
Frente a un valor siempre es posible identificar un antivalor. Veamos algunos ejemplos
de valores y anti-valores:
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Las propiedades de los valores se encuentran representadas por los rasgos que les dan
a los valores un modo de ser particular, distinto al de otras categorías científicas. Gracias
a dichas características, los valores son conceptos perfectamente diferenciables en el
conjunto de las doctrinas que componen la ciencia filosófica. Entre los rasgos más
importantes de los mismos suelen mencionar los siguientes: Son bipolares, preferibles,
jerarquizables, trascendentes y la objetividad.
Sin embargo, algunos teóricos afirman que el valor negativo es sólo una privación
del correspondiente valor positivo, es decir, que los valores negativos no existen
como tales desde el punto de vista teórico, por sí mismo son una contradicción. Por
ejemplo, cuando hablamos de pobreza, en efecto, como opuesto a la riqueza no es
que hablamos de un valor que existe como negativo, sino que hablamos de un
disvalor o sea un no valor 12.
12
Véase a Gutiérrez Sáenz, Raúl, Introducción a la Ética, Editorial Esfinge, México, 1998.
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Esta es otra característica de los valores que es muy importante considerar. Existe
una gran cantidad de valores, que pueden ser ordenados dentro de una jerarquía
que muestra la mayor o menor calidad de dichos valores comparados entre sí. Es
claro que no es igual lo material que lo espiritual, lo animal o lo intelectual, lo humano
o lo divino, lo estético o lo moral.
Por lo tanto para dicha clasificación utilizaremos el criterio de que el valor será más
importante y ocupará una categoría más elevada en cuanto perfeccione al ser
humano en un estrato cada vez más íntimamente humano.
1.6.3.4. Trascendencia
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El valor se puede referir como todo objeto en cuanto qué guarda relaciones de
adecuación con otro objeto. Esto significa que cualquier objeto puede ser valioso,
todo depende de su armonización con otras cosas. Dicha armonía o integración no
depende de que el sujeto la capte o no; el sujeto no crea esa armonía, sino que se
da mucho antes de que el sujeto la descubra y la observe. Esa es la base de la
objetividad de los valores. Normalmente a esa parte subjetiva del valor se le conoce
como valorización, que muchas veces es confundida con el valor.
Los valores morales son los que contribuyen a la realización del bien y a nuestra
perfección moral. Se distinguen de otros valores que usualmente practicamos, como
los sociales, por ejemplo, en que su práctica no depende de la obligación ni de la
presión del medio social, sino únicamente de la conciencia ética.
Por ejemplo, acciones solidarias como la cooperación y los aportes económicos para
obras de bienestar social, pueden ser practicadas por razones distintas al deber moral,
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tales como: alcanzar una meta política, darse a conocer a la gente o cumplir una
disposición legal. Pero, tales acciones sólo tendrán valor ético cuando sean fruto de
la convicción interna de quien las realiza, independientemente de motivos externos
como los señalados. Por ello, la práctica de valores morales es el resultado de la
integridad y la transparencia de las personas que actúan sólo por deber, sin esperar
premios, recompensas o el reconocimiento público de sus actos.
En resumen, los valores morales son las cualidades absolutas y valiosas en sí mismas,
que aplicamos a las acciones o personas en particular. Por ejemplo, de quien no roba
y es recto en su proceder, decimos que es una persona honrada, porque en él se
manifiesta el valor de la honradez. Igualmente, al hecho de cooperar y ayudar a otras
personas, sobre todo en situaciones difíciles como la enfermedad y el sufrimiento, lo
calificamos de solidario, porque en éste se refleja de algún modo el valor de la
solidaridad.
Primero, El valor moral perfecciona a las personas en cuanto a tal, en tanto que los
demás valores perfeccionan al individuo en aspectos parciales o periféricos, el valor
moral se enclava en el núcleo de la identidad personal. Segundo, La persona con
valor moral es todo lo contrario al sujeto mezquino, egocéntrico interesado
exclusivamente en su propio bienestar. Tercero, La persona con valor moral
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Un acto honesto es una acción que posee un valor intrínseco y, además, se ejecutan
dentro de una actitud de benevolencia, desinterés y generosidad que procede del
núcleo de identidad personal del individuo.
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Unidad II
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Introducción
Este tema va basado en varias citas bíblicas las cuales nos muestran la verdad
sobre cómo debemos actuar en ciertos actos morales, ya que para actuar bien
debemos apoyarnos en lo que dice la biblia
La ética cristiana radica en la práctica del bien y de las buenas obras, tal como lo
manda Jesucristo en el Evangelio. Por otra parte, el bien o el buen obrar está
presente de modo intrínseco en la persona misma, que según lo que dice la biblia
fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios. Si, pues, habéis resucitado con
Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto,
y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se
manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. Haced
morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas,
malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene”
(Colosenses 3:1-6).
Aunque mucho más que una lista de mandatos positivos y negativos, la Biblia nos
da instrucciones detalladas sobre cómo vivir como debería el cristiano. La Biblia es
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todo lo que necesitamos para saber cómo vivir la vida cristiana. Sin embargo, la
Biblia no trata explícitamente cada situación que podamos enfrentar en nuestras
vidas. ¿Cómo, entonces, es suficiente? Esto es el porqué de la ética cristiana.
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Podemos encontrar:
Por lo que las personas que finalmente hacen el bien son aquellas personas que
cumplen a cabalidad estas normas impuesta por “Dios”, retomando lo descrito
anteriormente al reconocer el bien como el fin de la conducta del hombre la razón
descubre su primer principio: se ha de hacer el bien y evitar el mal ("Bonum est
faciendum et malum vitandum").
Para mostrar cuál es la visión que tengo del cristianismo como moral vivida o ética
cotidiana comenzaré con un relato en forma de parábola que pretende invitar a los
lectores a reflexionar sobre el modo en que, a mi modo de ver, se transmitió y se
sigue transmitiendo la auténtica moral cristiana:
La Parábola de los fieles de una iglesia en un barrio de la periferia de la ciudad.
El ofrecimiento de una ética cristiana se parece a lo ocurrido en una iglesia que
queda en un barrio pobre de la ciudad, llena de fieles al que un buen día entró un
desconocido al que todos miraron con curiosidad. El desconocido se acercó a un
grupo de fieles y les comentó a algunos de los miembros de aquella congregación
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que él era un nuevo vecino, y que llegaba con mucha ilusión de congregarse y a
vivir allí, y que por eso estaba muy contento y les invitaba a tomar un cafecito. Entre
los fieles de la congregación que le escuchaban hubo entonces tres tipos de
reacciones.
Un pequeño grupo se alegró de la invitación. Le dieron las gracias y se interesaron
por conocer al recién llegado y desconocido, pidiéndole que contase más detalles
sobre los motivos que le habían llevado a congregarse en aquella iglesia del barrio
y por qué eso le ponía tan contento.
En cambio algunos otros de los fieles aceptaron la invitación, se tomaron el café,
pero no tuvieron el menor interés en escuchar la plática del recién llegado. Eran los
típicos que les interesa la vida de los demás y siempre consumen a costa de otros
y nunca invitan a nadie, de manera que se limitaron a seguir su costumbre sin dar
las gracias siquiera.
Finalmente otros miembros del grupo que habían escuchado la invitación, la
rechazaron con indiferencia. Dijeron que ellos no tenían tiempo y dieron las excusas
sin razonamientos, puesto que ese tipo de invitaciones a desconocidos les parecía
sospechoso y un poco humillante. Lanzaron al desconocido una mirada de recelo y
de desconfianza. El desconocido les sostuvo la mirada con serenidad y no dijo nada.
Al cabo de un rato, los miembros del primer grupo estaban entusiasmados por el
encuentro con el desconocido. Hasta tal punto que estaban felices de haberse
encontrado con él, que sus vidas ya no serían las mismas en adelante. El
desconocido les hablaba con enorme sabiduría sobre las cuestiones que a ellos les
preocupaban, y ellos sentían que aquel hombre les comprendía y les estimaba muy
de veras, a pesar de que acababan de conocerse. Se sentían tan intensamente
amados por él, que al salir de la iglesia y volver a sus respectivos hogares y lugares
de trabajo empezaron a comportarse de un modo más atento y cuidadoso con las
demás personas. Por ejemplo, empezaron a ocuparse mucho más de los niños y de
los ancianos, a quienes anteriormente apenas prestaban atención. Y en adelante
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2.5. Una ética del amor a todos, empezando por los que más sufren
Lo que considero esencial en la ética cristiana es que toda ella parte de un encuentro
personal con alguien que no es únicamente de este mundo, aunque ha pasado por
este mundo y ha conocido a fondo su injusticia. En mi opinión, lo que define al
cristianismo es la experiencia personal de encuentro con Jesucristo. Esta
experiencia te cambia la vida radicalmente, de modo que la ética personal anterior
al encuentro ya no puede ser igual que la que inspire el resto de la vida a partir de
ese momento. Esto es lo que le ocurre, por ejemplo, a Saulo de Tarso, que tras
tener una experiencia profunda de encuentro con Jesucristo, se convierte en Pablo
el Apóstol, y no solo deja de perseguir a muerte a los cristianos, sino que se dedica
en adelante a difundir por todas partes el mensaje de la vida y obra de Jesús de
Nazaret, a quien considera como alguien que está vivo para no volver a morir.
No siempre la experiencia de encuentro a la que me refiero ha de ser
necesariamente tan extraordinaria como la que narran Los Hechos de los Apóstoles
acerca de San Pablo, pero quiero insistir en que el núcleo de la ética cristiana no
puede encontrarse en otra parte, tal y como yo veo este asunto. Porque la ética
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cristiana no es primariamente un conjunto preceptos que hay que cumplir para ganar
un premio o evitar un castigo, sino principalmente una nueva actitud profunda que
nace del corazón en la medida en que has podido tener esa experiencia de
encuentro personal con alguien que te ama y ama a todas las personas con la
misma intensidad.
Desde este punto de vista, la ética cristiana es claramente una “ética de máximos”,
que hunde sus raíces en la metafísica de la resurrección y en lo que ella significa
de acercamiento de Dios a la humanidad a través de una Persona que muestra un
nuevo rostro de ese Dios. Un Dios que no es el frío y distante motor del universo, ni
el juez legalista e intransigente que prepara castigos eternos, sino el padre-madre
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Para entender lo que significa afirmar que el cristianismo es “una ética de máximos”,
hay que partir de la distinción que se viene haciendo en Filosofía moral entre las
éticas de máximos y la ética de mínimos: las de máximos son propuestas de sentido
y de plenitud humana que hacen las distintas religiones y filosofías, tanto creyentes,
como agnósticas y ateas, mientras que la ética de mínimos es un núcleo de valores
compartidos por la mayoría de éticas de máximos, que sirve de base para una
convivencia justa y pacífica entre los grupos que sostienen las diversas éticas de
máximos. Obsérvese que las éticas de máximos son muchas, mientras que la ética
de mínimos es necesariamente una: la ética cívica o ética ciudadana, la ética
compartida por todos los que se sienten diferentes en sus respectivas creencias. En
una sociedad liberal moderna, caracterizada por el pluralismo de éticas de máximos
que rivalizan entre sí para atraer seguidores, el cristianismo es una más de tales
éticas, y apoya de buen grado los valores de la ética mínima compartida por dos
razones: en primer lugar, porque los valores de la ética mínima (libertad, igualdad,
solidaridad, respeto activo, renuncia a la violencia y actitud de diálogo) proceden en
gran medida de la propia tradición cristiana; y en segundo lugar, porque la mayor
parte de cristianos acepta la convivencia justa y pacífica con grupos que tienen otras
creencias y comprende la necesidad de respetar los valores que permiten tal
convivencia.
Esa ética cristiana que proclama que Dios nos ama como un padre-madre y que por
ello deberíamos amarnos unos a otros como hermanos iguales, nunca invita a sus
seguidores a transgredir los mínimos de justicia, sino todo lo contrario: puesto que
se experimenta el amor de Dios, se ama de veras a todos sus hijos creados a
imagen suya, y por tanto no se comete injusticia ni falta de respeto con ninguna. El
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De este modo, a través de la referencia al encuentro personal con el Dios vivo del
amor y de la gratuidad, que se renueva en la comunidad, la fe cristiana va perfilando
un tipo de ética, un ethos cristiano, que no ofrece primordialmente “normas”, ni
“mandamientos”, sino acogida, consejo, ánimo, consuelo, comprensión,
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La ética cristiana no proporciona, por ejemplo, una habilidad superior para resolver
conflictos entre principios morales de igual nivel de exigencia, ni para resolver de un
plumazo los intrincados problemas éticos que plantean las biotecnologías. Lo propio
de las religiones no es responder a la pregunta “¿qué debemos hacer?” sino más
bien dar respuesta a esta otra: “¿qué nos cabe esperar?” En consecuencia, a la
vista de que la pregunta por el qué hacer no es propia de las religiones, el ethos
cristiano ha de incluir la necesaria actitud humilde de colaborar lealmente con
creyentes y no creyentes en la búsqueda de soluciones justas a esos problemas del
qué debemos hacer para comportarnos como humanos.
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Por otra parte, la ética cristiana se caracteriza también por dar prioridad a los más
pobres, a las víctimas de la historia, a las personas que sufren por la injusticia
estructural que hemos acumulado a lo largo de los siglos. Esta preferencia por los
excluidos, por los que sufren, por los enfermos y en general por los que necesitan
ayuda, no significa que el cristianismo valore como algo positivo el sufrimiento, la
miseria, la enfermedad o cualquier otra causa de exclusión social. Al contrario, la
ética cristiana considera que todas esas lacras son algo que se debe eliminar, o al
menos se debe reducir cuanto sea posible, porque se trata de males evidentes que
dañan la vida de las personas. Lo que ama el cristiano como fruto del encuentro
amoroso con el Dios de la Vida es la persona que está sufriendo, no el sufrimiento
mismo.
Pero amar a la persona que sufre y detestar lo que le hace sufrir se traduce de
inmediato en ayudarle a que supere el sufrimiento. Porque, de lo contrario, si le
abandonamos a su suerte, no le estaríamos mostrando amor, sino indiferencia. En
resumen: por ser la ética cristiana una ética del amor, por ello es también una ética
de la preferencia por las personas más necesitadas, de modo parecido a la
anécdota que se cuenta de una madre de familia numerosa a la que le preguntaron
que si tenía como preferido a alguno de sus hijos; la respuesta de la madre no se
hizo esperar: “Les quiero mucho a todos, pero en este momento quiero más al que
está enfermo, y le dedico más tiempo y cariño que a los demás”.
Esa ética del amor universal con preferencia por los últimos es la que está a la base
de ese “Reinado de Dios” al que se refiere el Evangelio como la tarea que se
propuso Jesús de Nazaret y que por ello se convierte en la tarea principal de quien
se encuentra con Jesucristo y decide seguir sus pasos: Su Espíritu va completando
en la historia, incluso desde antes de que el Jesús histórico pasara por este mundo,
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un plan de salvación que Dios tiene para el mundo, y que consiste básicamente en
que la humanidad viva en este mundo en relaciones de fraternidad, de justicia, de
cooperación mutua, de amor de cada persona a todas las demás y viceversa. Por
eso, la participación activa en la realización del Reinado de Dios en la historia es la
tarea ética que caracteriza a la ética cristiana y le aporta esas mismas
características: una ética de la fraternidad universal, de la justicia, de la cooperación
mutua, del amor incondicional.
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hayan sido muy consecuentes con la semilla sembrada por Jesús en esas y en otras
muchas cuestiones.
Veamos algunos de los rasgos principales de la ética que Jesús de Nazaret propone
como elementos clave del Reinado de Dios:
a) Jesús criticó el legalismo religioso: “El sábado se hizo para el hombre y no el
hombre para el sábado” (Marcos, 2, 27). Las normas tradicionales han de ser
tenidas en cuenta, pero con tal que su cumplimiento no traiga como
consecuencia más sufrimientos, desgracias y desastres para la humanidad
(Castillo 2005, 60).
b) Su actitud fue contraria al ritualismo que obsesionaba a los fariseos y
escribas de su época. Para “entrar en el Reino” lo prioritario ha de ser el trato
justo y cuidadoso con las demás personas, especialmente con quienes
padecen sufrimientos e injusticias (Mateo, 5, 20). Invita a abandonar la
observancia literal de las normas religiosas para adoptar una actitud de
sinceridad y generosidad. No basta lo externo, es menester lo interno, el
corazón: sencillez en la comunicación (Mateo 5, 37), huida de la ostentación
en la práctica de la ayuda, de la oración y el ayuno (Mateo 6, 3, 6 y 18).
c) Se invita a amar no sólo al amigo sino al enemigo (Mateo 5, 44.). Se
recomienda la renuncia a la venganza y se prescribe devolver bien por mal:
“Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los
que os maldicen, rezad por los que os injurian” (Lucas 6, 27-28; Mateo, 5, 38-
48). Pero ese amor al prójimo va siempre acompañado del amor a Dios.
“Amad a vuestros enemigos (...) de modo que seáis hijos de vuestro Padre
del cielo, que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre
justos e injustos (...). Sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre del cielo”
(Mateo 5, 44-45 y 48; Lucas 6, 35-36). Según los expertos, la perfección a la
que alude este pasaje se refiere la compasión que Dios tiene con todo lo
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humano, de modo que la exhortación final habría que interpretarla como “Sed
compasivos como es compasivo vuestro Padre del cielo” (Vidal 2007, 81).
d) Se recomienda que renunciemos a juzgar al prójimo (Mateo, 7, 1). Se supone
que solo Dios conoce a fondo las circunstancias y las intenciones profundas
de cada cual, de manera que solo Él tiene los datos necesarios para juzgar
a las personas, mientras que nosotros los humanos deberíamos ceñirnos a
juzgar únicamente los comportamientos (como hace Jesús cuando reprocha
a los mercaderes en el Templo el haber convertido la religión en un negocio
o al rico Epulón su comportamiento de indiferencia ante los sufrimientos del
pobre Lázaro), pero sin entrar a juzgar a las personas como buenas o malas.
e) Las “bienaventuranzas” expresan primariamente un clamor radical contra la
injusticia, acompañado de la convicción de que ésta no triunfará, así como la
idea de que el egoísmo humano es la principal causa de la injusticia. En las
bienaventuranzas se usa la expresión “dichosos”, en plural, para significar
que la plenitud y alegría que han de experimentar quienes vivan el mensaje
cristiano no es una felicidad individualista, sino comunitaria. La expresión
“dichosos” (en griego makárioi) significa el estado de felicidad de quien está
libre de preocupaciones y de sufrimientos: Quienes viven sobriamente,
quienes luchan por un mundo más justo y pacífico, quienes se solidarizan
con los últimos, quienes van por la vida con un corazón sincero y abierto,
tendrán la dicha más elevada que se puede tener, porque la recibirán de Dios
en abundancia (Mateo 5, 3-12 y Lucas 6, 20-23). El programa ético de las
bienaventuranzas es un programa de felicidad colectiva, en el que se invita
a cada uno a buscar la felicidad de los demás, y solo de ese modo se logra
también la felicidad personal.
f) Jesús no devaluaba las obras por el hecho de insistir en la actitud interior: “El
árbol se conoce por sus frutos” (Lucas 6, 44). La parábola en la que sugiere
qué tipo de comportamientos en esta vida son preferidos por Dios, el criterio
para valorar lo positivo es lo que realmente se haya hecho (“Tuve hambre y
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me dísteis de comer, …” Mateo 25, 35), pero el criterio para valorar el mal es
más bien lo que dejó de hacerse, es la indiferencia ante el sufrimiento
humano (Mateo 25, 37-40). Se supone que la obra externa manifiesta la
bondad interna, porque “el que es bueno, de la bondad de su corazón saca
el bien” (Lucas 6, 45).
g) Cuando le preguntan cuál es el “mandamiento mayor de la ley” (Marcos 12,
28-34), responde mediante una doble fórmula: “Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón (...)” (Deuteronomio 6, 4-6), y “amarás al prójimo como a ti
mismo” (Levítico 18, 19). En otros pasajes evangélicos se ofrece una
formulación de la regla de oro: “Todo lo que queráis que los hombres os
hagan, hacedlo vosotros a ellos” (Lucas 6, 31). Mateo añade: “Esto es la Ley
y los Profetas” (Mateo 7, 12), con lo que esa fórmula se convierte también en
una síntesis de la ética cristiana y de la interpretación cristiana de la ética de
Antiguo Testamento. Es interesante notar que la fórmula evangélica de la
regla de oro evita la formulación negativa (“no hagas...”) y prefiere la positiva
(“haced...”).
h) El modo cristiano de entender al “prójimo” en sentido universalista se aclara
en la parábola del samaritano (Lucas 10, 29-37). Allí se muestra que el
prójimo es cualquier persona que necesita ayuda, con independencia de sus
merecimientos y de su condición social, económica, racial, sexual, etc. En la
parábola de los jornaleros contratados a lo largo del día para trabajar en la
viña (Mateo19, 30) se muestra que Jesús invita a atender las necesidades
de los últimos sin faltar a las obligaciones contraídas con los primeros: lo
justo es cumplir lo debido con los que han tenido mejor suerte en la vida e ir
más allá de lo debido, con generosidad y solidaridad, con quienes han tenido
peor suerte.
i) Con respecto a los pequeños placeres de la vida, la actitud de Jesús no es
el puritanismo, sino más bien una actitud de sano disfrute de la vida, tal como
se muestra en el pasaje de Mateo 11, 16-19: allí Jesús compara su propia
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actitud con el invitado a una boda, en la que se come y se bebe con alegría.
Lo que Jesús quiere es que todos podamos vivir y gozar de la vida, pero sin
exclusiones injustas de quienes no han tenido tanta suerte como nosotros.
Por eso no siempre es posible que podamos gozar tranquilamente de lo que
tengamos, porque sabemos que, entre tanto, miles de personas padecen
injustamente por necesidades insatisfechas. En este terreno la ética cristiana
invita sobre todo a compartir y a ser solidarios, en una dinámica de donación
de bienes, pero sobre todo de donación de uno mismo.
j) Jesús se mostró crítico con el modelo de la familia patriarcal (Mateo 10, 34-
35, Lucas 12, 51-53 y 14, 26-27) y daba prioridad a las relaciones personales
respecto a las relaciones de parentesco (Marcos 3, 31-35; Mateo 12, 46-60
y Lucas 8, 19-21). Esto se comprende mejor si observamos que las
relaciones de parentesco son relaciones institucionales, basadas en un
sistema rígido de normas en las que la implicación personal es secundaria,
mientras que las relaciones personales suponen un mayor grado de
responsabilidad personal, de sinceridad, de transparencia, de donación de sí
mismo, de fidelidad sin condiciones y comunicación emocional que se
expresa en afecto, bondad y ternura (Castillo 2005, 25).
k) La ética de Jesús de Nazaret nos muestra, con diversos testimonios a lo largo
de su vida, que el camino para abordar los problemas humanos desde la raíz
no consiste en idolatrar el poder, ni el dinero, ni tampoco las estructuras
religiosas (como el Templo y sus rituales), sino en acercarse a quienes
padecen la injusticia y el dolor para ver el mundo desde abajo, desde los
últimos: lo que se dice y lo que se hace cobra su significación más auténtica
cuando está en consonancia con el desde dónde se dice y se hace (Castillo
2005, 43).
l) Con respecto a las relaciones de poder y de dominación de unos sobre otros,
Jesús se mostró extremadamente crítico: Rechaza el afán de ser más que
los demás, el deseo de dominar a los otros. Insiste en hacerse último, en
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El puritanismo es una actitud ante la vida que antepone la pureza a las relaciones
humanas. Supone una escala de valores en la que el primer puesto lo ocupa la
pureza, la vida intachable en cuestiones de sexo, y sobre todo la imagen pública
que se tiene ante la gente en ese orden de cosas. De este modo, el puritano es
alguien que se centra en sí mismo, en su obsesión por la castidad como una lucha
interior que llega al desprecio del propio cuerpo (Romanos 7, 21- 24), con lo cual se
descuidan las atenciones hacia los demás y se disminuye la sensibilidad ante las
injusticias y el sufrimiento humano (Castillo 2005, 220- 223).
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Ahora bien, ¿cómo hemos de interpretar los contenidos morales de la fe, los
procedentes de la naturaleza y los que contenga la razón? En este punto aparecen
las discrepancias entre los distintos filósofos y teólogos. Porque no es lo mismo
afirmar que la interpretación de los contenidos morales de la fe es una competencia
exclusiva de los dirigentes religiosos que afirmar que cualquier persona dotada de
razón y con la formación previa adecuada es competente para interpretar las
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Por otra parte, la tradición filosófica y teológica cristianas han tomado de otras
filosofías, especialmente de los antiguos griegos y romanos, una especial
predilección por la noción de “naturaleza” y de “ley natural”. La interpretación de
esta noción ha llevado a mantener que ciertos preceptos, por ejemplo los
relacionados con la procreación como finalidad suprema del matrimonio, o con la
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Otro aspecto significativo del cristianismo como ética filosófica ha sido su insistencia
en que es preciso tener muy en cuenta los avances de las ciencias y del
pensamiento racional en el proceso de discernimiento moral. Es verdad que ha
habido y sigue habiendo algunos sectores cristianos que no aceptan el
evolucionismo ni alguna otra afirmación científica que parece contradecir lo
expresado en la Biblia, pero la mayoría de cristianos comprende que no hay tal
contradicción, sino que la Biblia utiliza un lenguaje y unas metáforas propias de un
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tiempo en que no existía la ciencia, y por ello no se le puede pedir al texto bíblico
que informe científicamente. Por otro lado, si Dios se ha servido de la evolución para
crear las especies y de otros muchos mecanismos para que el mundo funcione del
modo en que lo hace, no tiene por qué sospecharse de la ciencia como rival de la
fe, sino que cada una tiene su propio lugar y sus límites en el contexto de la
experiencia humana. De ahí que la ética cristiana no renuncie en absoluto a tener
en cuenta los dictámenes de la ciencia a la hora de reflexionar sobre cuestiones
controvertidas, como la investigación con embriones, la reproducción asistida, los
trasplantes de órganos, la eutanasia, etc. En esas y en otras muchas cuestiones, la
ética cristiana ha asumido seriamente el compromiso de consultar a la ciencia antes
de dar cualquier orientación moral. Y en principio esa opción es la correcta, puesto
que la ciencia es uno de los productos más preciados de la razón humana, y dentro
de ciertos límites nos ofrece verdades que no podemos ignorar (Martínez Navarro
2005, cap. 3). Sin embargo, no se debería idolatrar la ciencia como si fuese la
verdad absoluta, puesto que se trata de un saber histórica y socialmente
condicionado. De modo que la consulta a la ciencia ha de ser un elemento
importante, pero no el único a tener en cuenta a la hora de reflexionar sobre las
cuestiones morales desde una perspectiva cristiana.
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BIBLIOGRAFÍA
en CAMPS, V. (ed.): Historia de la ética, vol 1. Barcelona, Crítica, pp. 282- 344.
Madrid,
Pablo.
10. VIDAL, M. (2007): Orientaciones ética para tiempos inciertos. Entre la Escila del
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