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Monografia de Consumo 1ra Parte

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UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE LOS ANDES


FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS
CONTABLES Y SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

TEMA:
El régimen constitucional de defensa del Consumidor.
La discriminación en el consumo.

DOCENTE: DR. José Paul Gonzales Rodríguez


INTEGRANTES:
 Mendoza Espinoza Ros Meri
 Palomino Chávez Aron Fabricio
 Baca Taiña Andrea
 Mamani Miranda Washington junior
 Tacuri Fernández Pierina
CUSCO – PERU
2021

EL REGIMEN CONSTITUCIONAL DE DEFENSA DEL CONSUMIDOR

1. ORIGEN Y EVOLUCION
2. ANTECEDENTES EN EL PERU DE DEFENSA DEL CONSUMIDOR

Coincidente con el derecho comparado, la evolución legislativa peruana sigue mismo


derrotero del entorno internacional. De normas atomizadas y de protección indirecta y
de falta de instituciones para velar por el cumplimiento de las mismas, hacia una
protección directa mediante disposiciones coherentes y con instituciones con
responsabilidades específicas. Del mismo modo y al igual que en otros países, la
normativa sobre protección al consumidor tiene sus inicios con la normativa sobre pesos
y medidas, rotulado de productos farmacéuticos, disposiciones sobre propiedad
industrial y sobre represión de la competencia desleal. Un universo legislativo difuso y
no coherente.

La Constitución actual, la misma que contiene un precepto específico sobre la materia,


el artículo 65 citado anteriormente, tiene como antecedente el artículo 110 de la
Constitución de 1979, la misma que declaraba que el “Estado… fomenta los diversos
sectores de la producción y defiende el interés de los consumidores”. Esta disposición
Constitucional fue desarrollada legislativamente por el nunca aplicado y poco conocido
Decreto Supremo 036-83-JUS del 28 de julio de 1983, sobre medidas extraordinarias en
materia económica en defensa del interés de los consumidores. En ella se introdujo la
primera definición normativa del consumidor: “quien mediante contrato verbal o escrito
adquiere bienes, fungibles o no, o la prestación de algún servicio”. Su vigencia fue
simbólica por decirlo de alguna manera puesto que entro otros aspectos, adoleció de un
marco institucional para su cumplimiento.

Con la creación del INDECOPI el panorama comienza a consolidarse. En primer lugar,


se le adscribe la responsabilidad del Decreto Legislativo 716 de 7 de noviembre de
1991, Ley de Protección al Consumidor, la misma que se erige como la primera
verdadera ley peruana en materia de protección al consumidor.

3. LA CREACIÓN DEL INDECOPI Y LOS PRIMEROS PASOS EN LA


PROTECCIÓN AL CONSUMIDOR EN EL PERÚ

EL DECRETO LEGISLATIVO 716


El antecedente directo del Decreto Legislativo 716 fue el Decreto Supremo 036-83-JUS,
mediante el cual se dictaron una serie de disposiciones orientadas a la protección de los
consumidores. La referida norma contenía una serie de imprecisiones que generaron su
nula aplicación por los operadores jurídicos de la época. Asimismo, poseía un tono
claramente intervencionista a nivel económico, tal como puede constatarse al verificar
la existencia de una prohibición absoluta del monopolio o la posibilidad que el Estado
ejerza un control de precios de los bienes ofertados en el mercado, atendiendo a la
“incidencia significativa en el gasto familiar”, al “carácter básico del producto o
servicio en relación a la economía nacional”, entre otros factores.

Sin embargo, en el presente caso es imposible desvincular al Decreto Supremo 036-83-


JUS del contexto político que atravesaba el Perú a principios de la década de 1980. Con
una nueva Constitución recién aprobada en el año 1979, nuestro país dejaba atrás un
sistema político marcado por las dictaduras militares y un severo intervencionismo
estatal en la economía, e intentaba insertarse en el mundo occidental. El balance final de
la década nos dejó un Estado fragmentado, con altos índices de violencia producto de la
guerra interna del país contra el terrorismo, una crisis económica generalizada en toda la
región y la desconfianza de la población en general sobre las normas, el sistema de
justicia y el modelo económico en sí mismo.

Al respecto, sobre dicha época, Rojas (2004: 16-7) anota que “el sistema político y las
políticas económicas del Perú también han experimentado variaciones asombrosas. el
gobierno del Perú siempre ha sido muy centralizado, y como muchos países del área, el
Perú tiene una fuerte tradición de la participación del estado o del control del mismo en
la actividad económica. Comenzando en 1963, el Perú se enfocó particularmente en un
modelo de desarrollo económico de ‘sustitución de importaciones’ que incluye la
manipulación del comercio y la tasa de cambio, así como una extensa regulación de
precios e ingreso.

Asimismo, en relación con la protección al consumidor se afirma que “antes de 1991, el


consumidor tenía tremendamente limitado su derecho a elegir, pues su elección estaba
supeditada muchas veces a la decisión del Estado, que determinaba qué era bueno para
todos. En diferentes dependencias gubernamentales, funcionarios del Estado
determinaban precios, calidad de productos, subsidios, condiciones de contratación, etc.
Se enfrentaba escasez, poca variedad de productos, especulación, acaparamiento,
ausencia de calidad y no existía –ni en las empresas ni en los consumidores– una cultura
de servicio al consumidor, pues las empresas no se consideraban obligadas a darlo y los
consumidores no nos considerábamos en situación de exigirlo. El consumidor no tenía
conciencia de sus derechos ni de su capacidad de influir con sus decisiones en la
conducta de las empresas. No había, salvo algunos esfuerzos heroicos de organizaciones
de defensa de los consumidores, instancias donde recurrir a plantear quejas o reclamos.
Si bien siempre ha existido el Poder Judicial, acceder a la tutela de este resultaba
demasiado costoso para un reclamo de unos cuantos soles. Por otro lado, se estaba
expuesto a una publicidad poco regulada y engañosa. No había programas de radio y
televisión que se preocuparan de los derechos de los consumidores, como los hay hoy
de manera diaria, ni líneas telefónicas ‘800’ para llamar en caso se tenga un problema
con el producto, ni fechas de vencimiento en el rotulado y envases. Es decir, no
contábamos aún con una cultura generalizada de servicio al consumidor”.

Posteriormente, en los inicios de la década de 1990, el Estado peruano impulsó una serie
de decretos ley y normas adicionales que debían establecer los pedestales del modelo de
economía que finalmente se instauró en la Constitución de 1993. Así, durante los
primeros años de la década del noventa, el marco normativo e institucional en el cual se
desarrollaba la actividad económica del país se modificó radicalmente, redefiniéndose la
relación entre sector público y privado y revalorándose el mercado y la competencia
como elementos esenciales para una asignación eficiente de recursos en la economía.
Asimismo, se redefinió el rol del Estado en la economía, iniciándose un amplio
programa de privatización de empresas públicas, brindando acceso al sector privado a la
provisión de servicios públicos, que hasta entonces eran de ámbito exclusivo del Estado.
Por otro lado, el proceso de reformas cubrió una serie de áreas específicas como el
comercio exterior, mercado financiero, mercado laboral, sectores productivos (sector
agrario, pesca, minería e hidrocarburos) y servicios públicos e infraestructura. En lo que
respecta al comercio exterior se realizó una reforma arancelaria y para arancelaria, a la
vez que se reorganizó el sistema aduanero. En lo que respecta al mercado financiero se
liberalizó el régimen que regulaba las operaciones de las empresas financieras y de
seguros, se suprimió los controles a las tasas de interés, se eliminó la banca estatal de
fomento y se reformó la ley del mercado de valores. En lo que respecta a las normas
dirigidas a sectores productivos y de servicios específicos, se flexibilizó los regímenes
de propiedad, brindando acceso e igualdad de trato al inversionista privado y extranjero,
y se eliminó una serie de regulaciones y trabas burocráticas que limitan el desempeño
eficiente de los mismos”.

Uno de los dispositivos de esta tendencia fue el Decreto Legislativo 716, Ley de
Protección al Consumidor, a través de la cual se derogó expresamente el Decreto
Supremo 036-83-JUS, estableciendo los derechos de los consumidores y las
obligaciones de los proveedores que operaban en el mercado libremente.

De acuerdo con el Indecopi, los principales derechos consagrados en el Decreto


Legislativo 716 fueron:

i) El derecho a elegir libremente entre los productos o servicios que se ofrecía en el


mercado.

ii) El derecho a recibir información suficiente y verdadera antes de adquirir un producto


o servicio.

iii) El derecho a ser advertido sobre peligros y riesgos que los productos conlleven.

iv) El derecho a conocer las condiciones de pago que incluye el precio al contado, el
precio total al crédito, el número de cuotas y el monto de cada una, la tasa de interés
efectiva que se le aplica al crédito, antes de realizar la compra o contratación.

v) El derecho a recibir un comprobante de pago como prueba de haber realizado la


compra de un bien o de haber adquirido un servicio.

vi) El derecho a ser escuchado por el proveedor si tuviera alguna queja o reclamo del
servicio recibido o el producto comprado.

El texto original de la Ley de Protección al Consumidor de noviembre del año 1991


brindaba competencia a la Dirección General de Defensa del Consumidor del entonces
vigente Ministerio de Industria, Turismo, Integración y Negociaciones Comerciales
Internacionales para sancionar en el ámbito administrativo los probables
incumplimientos de los proveedores a la naciente normativa de protección al
consumidor. La facultad aquí señalada permitía a dicha instancia administrativa
imponer multas que no debían superar las cincuenta (50) unidades impositivas
tributarias.

Sin embargo, pronto el propio Estado verificaría que una verdadera revolución en la
economía requería el establecimiento de una entidad que se encargara de vigilar el
mercado y que, asimismo, debía sancionar directamente las infracciones que los
proveedores podían cometer en el normal desarrollo de sus actividades, a través de las
cuales se perjudicaba a los consumidores que poco a poco empezaban a recobrar la
confianza en el sistema económico y en las instituciones públicas.

4. LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL PERÚ DE 1993

En diciembre del año 1993, la reforma política del Estado y la recomposición del Poder
Legislativo luego de la disolución del Congreso de abril de 1992, confluyeron para la
emisión de la actual carta política del país: la Constitución Política de 1993, norma
cumbre que determina las siguientes reglas para el marco económico del Perú:

i) Se establece que el régimen económico del país es una economía social de mercado, a
través de la cual el Estado orienta el desarrollo del país y actúa principalmente en las
áreas de promoción del empleo, salud, educación, seguridad, servicios públicos e
infraestructura.

ii) Se reconoce que la iniciativa privada es libre y que existe pluralismo económico.

iii) Se señala que el aparato estatal estimula la creación de riqueza y garantiza la libertad
de trabajo y la libertad de empresa, salvaguardando la moral, la salud y la seguridad
pública.

iv) Se determina que el Estado tiene un rol promotor de las pequeñas empresas en todas
sus modalidades.

v) Se estipula que el Estado puede realizar actividad empresarial, directa o indirecta,


únicamente de forma subsidiaria, siempre que esté autorizado por ley expresa y por
razón de alto interés público o de manifiesta conveniencia nacional.

vi) Se precisa que el Estado facilita y vigila la libre competencia, combatiendo las
prácticas que la limiten y el abuso de posiciones dominantes o monopólicas.

5. EL RÉGIMEN CONSTITUCIONAL ECONÓMICO Y LA PROTECCIÓN AL


CONSUMIDOR

La Constitución Política del Perú dedica el título III al régimen económico, título que
empieza con el capítulo I, relativo a los principios generales, dentro de los cuales se
ubica el siguiente artículo:
Artículo 65.- El Estado defiende el interés de los consumidores y usuarios. Para tal
efecto garantiza el derecho a la información sobre los bienes y servicios que se
encuentran a su disposición en el mercado. Asimismo, vela, en particular, por la salud y
la seguridad de la población.

Atendiendo a su carácter constitucional, esta es la norma matriz de la regulación


normativa de la protección al consumidor en el Perú. De ella se derivan tres funciones
básicas del Estado:

a) El Estado asume un rol defensor del interés de los consumidores y los usuarios,
aunque en realidad debería ser un rol tuitivo, es decir protector, en virtud del
actual modelo económico (la economía social de mercado) que otorga al Estado
la tarea regulatoria, mas no intervencionista, en la economía.
b) El Estado garantiza el derecho a la información que deberán ofrecer los
proveedores sobre los bienes y los servicios que se encuentran en el mercado a
disposición de los consumidores y los usuarios, precisamente para contrarrestar
(en parte) la natural asimetría informativa.
c) El Estado vela en particular por la salud y la seguridad de la población, al
estimar que se trata de dos bienes jurídicos de especial relevancia, por lo que
merecen una mayor tutela estatal.

Todo lo anterior podríamos vincularlo sosteniendo que el Estado procura la protección


del consumidor y, para ese cometido, garantiza que el proveedor le dará información al
consumidor, lo que es especialmente trascendente cuando la relación de consumo
involucra la salud o la seguridad del consumidor o usuario.

En palabras de Alfredo Quispe Correa:

La empresa, como se sabe, busca utilidad. El consumidor, se supone, busca calidad y


precio. De esa relación asimétrica entre la empresa y el consumidor, la ventaja marcha
al lado de la empresa: tiene mayor capacidad económica para influir en la decisión del
usuario y/o consumidor, lo que realiza a través de la publicidad y la propaganda, estudio
de mercado, experiencias de laboratorio, etc. El usuario o consumidor se encuentra
indefenso ante una campaña agresiva a favor de un producto, por lo que el Estado, o la
asociación de consumidores, o quienes están encargados de proteger los llamados
intereses difusos, deben intervenir para equilibrar la presión que se ejerce.
Sin embargo, no confundamos lo antes expuesto con el paternalismo, que “es la
tendencia a aplicar las formas de autoridad y protección propias del padre en la familia
tradicional a relaciones sociales de otro tipo, como políticas”, Como bien explica
Victorhugo Montoya Chávez: “no solamente se requiere una orientación de las
actividades económicas necesarias para el desarrollo real del país, sino también, en
algunos casos, es imprescindible una intervención vigilante y controladora por parte del
Estado”. En ese sentido se pronuncia la sentencia del Tribunal Constitucional recaída en
el expediente 2016-2004-AA/TC, cuando refiere que las políticas públicas que se
realicen como expresión de obligaciones concretas para garantizar los derechos de las
personas importa que tanto el Estado como la comunidad, a través de un deber de
solidaridad, deban intentar conseguir aquellos bienes que les permitan el goce efectivo
de sus derechos económicos. Esta regulación legal no tiene que ser paternalista, sino
promotora de la actuación del consumidor diligente, informado y razonable.

Véase, entonces, que el actual régimen constitucional económico tiende a la protección


del consumidor, sin que ello suponga una actuación paternalista que, lejos de ser
beneficiosa, termina siendo contraproducente para todos los que de una u otra manera
están involucrados en el mercado.

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