Hilarioneslava Cecilianismo
Hilarioneslava Cecilianismo
Hilarioneslava Cecilianismo
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JOSÉ LÓPEZ-CALO
cos, llegó, en muy poco tiempo, a toda Europa, alcanzando, a finales del si-
glo XIII, un desarrollo tan intenso, que dio origen a una variante importante
de ese arte, que en los libros de historia de la música es llamada “Ars Nova” y
que abarca, aproximadamente, todo el siglo XIV1.
Para comienzos de ese siglo, sin embargo, es decir, cuando la “Ars Nova”
estaba ya configurada en sus principales características, se habían ido intro-
duciendo en la música religiosa una serie de elementos ajenos a la espirituali-
dad propia de un arte que debía servir tan sólo para la dignificación del cul-
to, lo que obligó al papa Juan XXII a intervenir, condenando esos abusos, con
un documento, Docta Sanctorum Patrum que, aun sin ser probablemente una
bula papal, sí fue promulgado con toda solemnidad el año 13252.
Después de recordar que la finalidad de la música religiosa es la de rendir
a Dios el culto debido y en la forma debida y, además, “excitar la devoción de
los fieles”, y cómo todo eso se había recibido por la tradición de los Santos
Padres (“Docta Sanctorum Patrum auctoritas”), añade, respecto a los abusos
recientes:
Pero algunos discípulos de una escuela nueva, mientras atienden a me-
dir los compases, prefieren crear con nuevas notas melodías propias antes
que cantar las antiguas [...]; cortan la melodía con hoquetos y la afeminan
con discantos, y aun a veces introducen en ellos triples y motetes en len-
gua vulgar, de modo que en ocasiones hasta desaparece el carácter funda-
mental del antifonario y del gradual3.
Llega a denunciar que algunos imitan, con gestos y visajes, el sentido de
esos cantos nuevos4. Naturalmente, en la segunda parte del documento prohí-
be expresamente esos abusos y manda a los prelados que los cantores que no
se avengan a seguir lo aquí prescrito sean depuestos de sus oficios. Permite,
sin embargo, que “alguna que otra vez”, sobre todo en algunas fiestas princi-
pales, se añadan al canto eclesiástico “algunas consonancias melódicas”,
cuidando, sin embargo, que permanezca intacto e íntegro el canto llano, y
no se inmute por ello nada de música tan bien ordenada; particularmente
porque las melodías de este canto, agradando al oído, provocan la devo-
ción y levantan a Dios los ánimos de los cantores5.
1
Por supuesto, todo eso es bien conocido por los especialistas de historia de la música; pero pa-
reció conveniente recordarlo aquí dado que, por el carácter de la revista Príncipe de Viana, en que se
publica este trabajo, puede ser que lo lean personas que no sean especialistas en esa rama del saber.
2
Una edición crítica moderna de este importante documento pontificio puede verse en ROMITA,
Fiorenzo, Jus Musicae Liturgicae, Roma, Edizioni Liturgiche, 1947, pp. 47-51. Una buena traducción al
español, junto con el original latino, fue publicada en OTAÑO, Nemesio, La música religiosa y la legis-
lación eclesiástica, Barcelona, Isidro Tres Oriol, 1912, pp. 10-13. De él tomo la traducción de los pá-
rrafos o frases que cito a continuación. No consta explícitamente la categoría curial del famoso docu-
mento, pues el manuscrito más antiguo que lo transmite no la expresa; tan sólo dice, respecto a la fe-
cha y al lugar de emisión, que fue expedido en Aviñón, “en el año noveno de nuestro pontificado”; y
aunque no se conserve el original ni otra fuente directa en los archivos pontificios, no puede dudarse
de su autenticidad, y ni siquiera puede excluirse que se trate de una verdadera bula pontificia.
3
Sed nonnulli novellae scholae discipuli, dum temporibus mensurandis invigilant, novis notis inten-
dunt fingere suas, quam antiquas cantilenas cantare malunt [...]; nam melodias hoquetis intersecant, dis-
cantibus lubricant, triplis et motectis vulgaribus nonumquam inculcant, adeo ut interdum antiphonarii et
gradualis fundamenta despiciant.
4
Gestibus simulant quod depromunt [...].
5
Per hoc autem non intendimus prohibere quin interdum, diebus festis praecipue, sive sollemnibus in
Missis et praefatis divinis officiis, aliquae consonantiae, quae melodia sapiunt [...]supra cantum ecclesiasti-
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cum simplicem proferantur, sic tamen ut ipsius cantus integritas illibata permaneat, et nihil ex hoc de bene
morata musica imutetur, maxime quum huiusmodi consonantiae auditum demulceant, devotionen provo-
cent, et psallentium Deo animos torpere non sinant.
6
Pueden verse algunos de estos textos –que, sin embargo, no sos los únicos– en ROMITA, Jus Mu-
sicae Liturgicae, pp. 52-58.
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“Cecilianismo” del siglo XIX; menor aún fue el influjo trentino respecto de la
polifonía, excepto en el caso de Milán, donde el celo del cardenal Carlo Bo-
rromeo, con su maestro de capilla Vincenzo Ruffo, trató de crear un nuevo
tipo de música polifónica, conforme al espíritu del Concilio, que no tuvo ma-
yor trascendencia.
En cambio, el Concilio sí tuvo un influjo, indirecto sí, pero decisivo, en
la evolución de la música de la Iglesia, creando el espíritu religioso de devo-
ción, de fervor, incluso de ascetismo y mística, que daría a la Iglesia y al mun-
do esa corte de santos de la segunda mitad del siglo XVI, en verdad única en
la milenaria historia de la Iglesia. Ese espíritu religioso, que en muchos casos
–Guerrero,Victoria y tantos otros– alcanzaba un auténtico misticismo de vi-
da espiritual muy alta, manifestada en sus composiciones musicales, se unió
a lo que, en definitiva, fue el motor básico y casi causa principal de la mara-
villosa polifonía de la segunda mitad del siglo XVI que san Pío X, con toda ra-
zón, ponía en su Motu Proprio de 1903 casi a la par con el canto gregoriano
como ideal de la verdadera música religiosa.
Pero esa segunda mitad del siglo XVI elevó a la categoría de indispensables
en el culto dos elementos musicales que ya se estaban gestando en los veinte
o más años anteriores a 1550 y que tendrían una parte decisiva en lo que iban
a ser los “usos y abusos” en la música religiosa de los tres siglos siguientes, has-
ta que se llegó a un punto en que todos, autoridades eclesiásticas y músicos
de iglesia, y hasta músicos de fuera de ella, clamasen por una “restauración”,
volviendo a lo antiguo, “que sería un progreso”7. Esos dos elementos son la
7
“Volvamos a lo antiguo y será un progreso” es una frase que suele atribuirse a Verdi en una car-
ta presuntamente dirigida a Wagner; en realidad, no fue dicha exactamente de ese modo, ni menos fue
dirigida a Wagner, pero sí aparece en una carta a un gran wagneriano y con una expresión que viene a
decir eso mismo; es, de todas formas, el mejor testimonio de aquel sentir universal, dentro y fuera de
la Iglesia, a finales del siglo XIX. Esa frase la escribió Verdi en una carta escrita el 14 de abril de 1892 di-
rigida a Hans von Büllow, en respuesta a una que éste le había enviado una semana antes desde Ham-
burgo, pidiéndole perdón por unas frases que había publicado, muchos años atrás, contra Verdi; por
cierto que en esa carta Büllow refiere precisamente la frase evangélica de “no la letra que mata, sino el
espíritu que vivifica”. Creo que merece la pena copiar las frases exactas de la carta de Verdi que se re-
fieren a esto. Después de manifestar su gratitud al gran maestro germánico por su carta y por su since-
ridad, y de asegurarle que “los artistas verdaderamente superiores juzgan sin prejuicios de escuela, de
nacionalidad o de tiempo” [“Gli artisti veramente superiori giudicano senza pregiudizi di scuole, di na-
zionalità, di tempo”] y que las diferencias entre los artistas “del Norte” y los “del Sur” es fortuna que
existan, añade: “¡Felices vosotros, que sois todavía los hijos de Bach! ¿Y nosotros...? También nosotros,
hijos de Palestrina, tuvimos un día una escuela grande..., ¡y nuestra! Ahora se hizo bastarda y amenaza
ruina. ¡Ojalá que pudiésemos volver a comenzar!” [“Felici voi, che siete anora i figli di Bach! E noi? Noi
pure, figli di Palestrina, avevamo un giorno una scuola grande... e nostra! Ora s’è fatta bastarda e mi-
naccia rovina! Se potessimo tornare da capo?]. Véase CESARI, A. y LUZIO, A., I copialettere di Giuseppe
Verdi, Milán, 1913, pp. 375 y ss.
En España es bien conocida la actitud de Barbieri, del todo parecida a la de Verdi. Expuso sus
ideas en el discurso que pronunció el 8 de mayo de 1889 en el Congreso Católico de Madrid y causa-
ron gran impresión, de modo que el discurso fue publicado inmediatamente después en La Ilustración
Musical Española e Hispanoamericana. Recientemente ha sido reproducido en CASARES RODICIO, Emi-
lio, Francisco Asenjo Barbieri, Madrid, Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU), 1995,
vol. II, pp. 444-452. Menos conocido era un escrito firmado el 18 de marzo de 1880, que se conserva
manuscrito en la Biblioteca Nacional, dentro del “Legado Barbieri”, y que también publicó Emilio
Casares, esta vez en el volumen segundo de sus “Escritos de Barbieri” (Documentos sobre música espa-
ñola y epistolario, Madrid, Fundación Banco Exterior, 1988, pp. 294 y ss.). Merece la pena copiar al-
gunos párrafos, que sintetizan, de modo admirable, esos “usos y abusos” –y él usa esta misma expre-
sión– en la música religiosa. Curiosamente, Barbieri se manifiesta contrario al “canto de órgano”, por
el hecho de que la polifonía contrapuntística no permite entender la letra o texto que se canta que se-
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2. EL CECILIANISMO
El problema, lejos de ser exclusivo de España, era universal. Más aún:
en Italia llegó a extremos incluso superiores a lo que había sucedido en Es-
paña. Pero hay que insistir en que las autoridades eclesiásticas a todos los
niveles se esforzaron, una y otra vez, en intentar remediar la situación, siem-
pre con resultados prácticamente nulos. Son numerosos los concilios, tan-
ría, según él, la que causaría la devoción de los fieles que él considera, con toda razón, el fundamen-
to mismo o razón de ser de la música religiosa. Por ello dice: “De aquí viene cantar en forma que la
letra no se entiende, ni aún percibe, y así a los oídos del pueblo no llega más que la armonía y conse-
cuencia de las voces, porque con esta sola quieren satisfacerle y agradarle”. Y continúa así: “El mismo
principio tuvo el uso o, para decir mejor, el abuso de los villancicos, que no solamente no nos convi-
da a devoción, mas nos distrae de ella, particularmente aquellos que tienen diversidades de lenguajes
y hoy son tan usados; porque el oír ahora un castellano, luego un portugués, después un vizcaíno o
gallego, tras ellos un negro o moro, ¿qué efecto puede hacer semejante música, sino forzar a los oyen-
tes, aunque no quieran, a reírse y a burlarse, y a hacer la Iglesia de Dios un teatro de comedia, y de
casa de oración sala de recreación? Ya las cornetas, sacabuches y otros instrumentos de que también
han dado en usar algunos religiosos, claro es que todos sirven y se inventaron más para deleitar que
para otra cosa”. El modo en que está publicado este documento parece indicar que es del propio Bar-
bieri; pero pienso si no se trata de un texto antiguo, copiado por Barbieri, si es que lo que se conser-
va en su legado es autógrafo de él, detalle que yo desconozco; que refleja su modo de pensar parece
seguro, pues de lo contrario no lo habría copiado; pero el estilo, y aun determinados aspectos del con-
tenido y hasta el lenguaje, parecen deber situar este texto en la segunda mitad del siglo XVII; además
parece que directamente se refiere no tanto a las catedrales, sino a las iglesias de religiosos.
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8
El documento pontificio más conocido de todos los anteriores a la segunda mitad del siglo XIX
es la carta encíclica de Benedicto XIV Annus qui, del 19 de febrero de 1749, dirigida a los obispos de los
Estados Pontificios con ocasión de la preparación del Año Santo de 1750; pero también otros papas pro-
mulgaron diversos documentos, incluidas bulas, sobre este mismo tema.
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“Es voluntad de Su Majestad el rey que, a fin de realzar el servicio divino en las iglesias, espe-
cialmente en las catedrales, el canto litúrgico y la música de los coros eclesiásticos se restablezcan según
las normas del buen estilo antiguo […]” (Rescripto de la secretaría del Rey de 9 de septiembre de 1830;
véase WEISEMANN, Carl, Geschichte der Kirchenmusik, Ratisbona, Pustet, 1906; hay también una tra-
ducción italiana, publicada igualmente en Ratisbona por la misma editorial en 1908.
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10
La bibliografía sobre el Cecilianismo alemán es muy abundante, pero no parece necesario ci-
tar aquí esos libros, la mayor parte de los cuales, por añadidura, están en alemán, y muchos de ellos
son de difícil acceso, por ser de finales del siglo XIX o de la primera mitad del XX. No me consta que
haya ningún resumen amplio en español. Para las notas que aquí presento me he basado en fuentes
originales.
11
DALY, Kieran Anthony, Catholic Church Music in Ireland, 1878-1903, Dublín, Four Courts Press,
1995, passim.
12
Como se ha dicho en la nota 10 para el movimiento alemán, también la bibliografía sobre el Ce-
cilianismo italiano es extensísima. Un resumen breve pero completo, en italiano, puede verse en BAG-
GIANI, Franco, “La musica sacra a Ratisbona dalla fine del sec. XIX e i suoi riflessi sulla prassi liturgico-
musicale italiana”, Bollettino Ceciliano, vol. 100 (2005), pp. 259-265. Otro resumen más completo, pe-
ro en una publicación menos asequible, se encuentra en ROMITA, Fiorenzo, La preformazione del Motu
Proprio, Roma, Desclée, 1961, que es fundamental en la historiografía de la reforma de la música sa-
grada, sobre todo en Italia, por los numerosos documentos y datos nuevos que saca a la luz. También
poco asequible, pero que debe mencionarse por ser uno de los más completos, es el largo apéndice (pp.
208-235) de la Storia della Musica Sacra de Carl WEINMANN (Ratisbona y Roma, Editorial Pustet, 1908).
Finalmente hay que citar la larga serie de artículos de Emidio PAPINUTTI: “I Congressi Nazionali de
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Musica Sacra”, en Bollettino Ceciliano, 1996-1997; el primero fue publicado en el número de junio-ju-
lio de 1996 y el último en abril de 1997, y constituyen una base insustituible, por los numerosos datos
hasta ahora desconocidos que presenta el autor de todo el proceso reformista en Italia; es importante la
síntesis histórica que publica Papinutti en el primero de los artículos, como introducción, sobre los abu-
sos e intentos de reforma anteriores al movimiento de la segunda mitad del siglo XIX, refiriéndose pre-
cisamente a Italia.
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Perosi creó un estilo musical del todo personal, basado en una melodía
sencilla, elegante, sin grandes exigencias técnicas ni complicaciones interváli-
cas o rítmicas, pero rebosante siempre de profunda religiosidad, junto con
una notable belleza y elegancia; el acompañamiento –siempre para órgano so-
lo– era un poco más exigente, pero sin atisbo alguno de profanidad o de vir-
tuosismo. Sus obras más difundidas, en particular por lo que respecta a Es-
paña, y las que más influjo ejercieron sobre los compositores italianos y de
otras naciones, son algunas de sus misas, en particular la de requiem, la misa
a dos voces de hombre, la a tres voces de hombre y las dos “pontificales”. Y si
algo vale el testimonio personal de quien, como yo, vivió intensamente ese es-
píritu desde los lejanos años 30 del siglo XX hasta que el movimiento litúrgi-
co, y eclesiástico en general, posterior al Concilio Vaticano II acabó con los
casi dos mil años de historia de música religiosa en la Iglesia, deberé decir que
esas composiciones, junto con las de otros compositores italianos –Casimiri,
Refice– y españoles –Goicoechea–, que nacieron a imitación de las de Pero-
si, sonaban indefectiblemente en nuestras celebraciones, llenándonos de fer-
vor y entusiasmo religioso y litúrgico.
13
SIGÜENZA, Fray José de, Historia de la Orden de San Jerónimo, Madrid, 1600-1605, parte 3ª, ca-
pítulo 33. Esta cita, junto con otras referentes a los orígenes de esta práctica musical en España, fue pu-
blicada en LÓPEZ-CALO, José, La música en la catedral de Granada en el siglo XVI, Granada, Fundación
Rodríguez Acosta, 1963, vol. 1, y de ahí la han tomado, asumiendo esa misma opinión, prácticamente
todos los autores que después se han ocupado de este tema, que son muchos. Hoy sabemos que las co-
sas no sucedieron exactamente así, pues después de la publicación de ese libro se han conocido datos
que demuestran que la práctica venía de algo antes. Este último hecho es cierto, aunque no invalida,
en lo sustancial, la afirmación de fray José de Sigüenza, ya que los hechos anteriores se refieren a ac-
tuaciones ocasionales y no tuvieron la trascendencia de lo iniciado por fray Hernando de Talavera.
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HILARIÓN ESLAVA (1807-1878), PRECURSOR DEL CECILIANISMO EN ESPAÑA
del misterio que se celebraba –baste pensar en los “nacimientos” que comen-
zó a construir nada menos que San Francisco de Asís en el siglo XIII– hacían
que fuese natural, casi inevitable, ese proceso descendente de la calidad lite-
raria y musical. A ello se añadía que el repetir, año tras año, y en un número
considerable los mismos conceptos básicos, obligaba a poetas y maestros de
capilla a inventar nuevos motivos, literarios o musicales, que llegaron a ago-
tar la materia, con las consecuencias fácilmente comprensibles; los maestros
tuvieron que seguir escribiendo cada año diez o más “villancicos” –que fue el
término que, tras las oscilaciones del siglo XVI, quedó como único desde co-
mienzos del XVII–, con la particularidad de que cada vez se fueron haciendo
más largos y complejos, lo que aumentaba consiguientemente las dificultades
y ayudó a la progresiva degeneración de poesías y músicas.
El problema, en este sentido, comenzó muy pronto. La primera colección
que nos transmite algunos de estos “villancicos” de Navidad, la de Uppsala,
es buena prueba de ello, pues aunque tiene varios de excelsa factura literaria,
tiene otros, como los números 45 y 46, que ya abren las puertas a otras for-
mas literarias y, consiguientemente, musicales, bien diversas:
Cancionero de Uppsala, nº 45.
E la don, don Verges María,
e la don, don, peu cap de sang,
que nos densaron.
E la don, don14.
Cancionero de Uppsala, nº 46
Ríu, ríu, chíu,
la guarda ribera;
Dios guarde el lobo
de nuestra cordera15.
No es, pues, de extrañar que a partir de comienzos del siglo XVII se en-
cuentren, en las actas capitulares de todas las catedrales españolas, numerosos
acuerdos para tratar de resolver el problema, y en particular que muchos ca-
bildos adoptasen la fórmula de nombrar una comisión a la que el maestro de
capilla tenía que presentar los textos de todos los villancicos antes de comen-
zar a ponerlos en música, para censurar su contenido teológico y poético. Es-
ta práctica se hizo pronto universal y persistió en el tiempo mientras duraron
los villancicos, pero confieso, como ya he expresado en otras ocasiones en que
toqué temas similares al presente, que nunca he comprendido los criterios
que guiaban a estas comisiones capitulares en su juicio, pues sólo muy raras
veces aparece la noticia de alguna crítica o dificultad por parte de los censo-
14
Mitjana atribuye esta pieza, con interrogante, a Mateo Flecha; despues de cada estrofa de cua-
tro versos, se repite el estribillo E la don, don; las estrofas, todas de cuatro versos, son siete. Véase Can-
cionero de Uppsala, introducción, notas y comentarios de Rafael Mitjana, transcripción musical en no-
tación moderna de Jesús Bal y Gay, Méjico, El Colegio de Méjico, 1944; y Cancionero de Uppsala, trans-
cripción de Rafael Mitjana, estudio introductorio sobre la poesía y la técnica musical por Leopoldo
Querol Rosso, Madrid, Instituto de España, 1980.
15
La “cordera” es la Virgen; la poesía mezcla conceptos de la Inmaculada Concepción con los del
Nacimiento del Señor; el estribillo Ríu, ríu, chíu no se repite en todas las estrofas, pero sí en varias; las
estrofas son seis, pero muy largas, de doce versos, estructuradas en varias partes. Para las ediciones de
esta pieza, véanse las referencias bibliográficas mencionadas en la nota anterior.
[11] 587
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res, mientras que tanto la poesía como la música de esos mismos villancicos
dejan, a mi juicio, mucho que desear.
El problema, lejos de reducirse, se fue agrandando según pasaban los
años, pues ya antes de que finalizara el siglo XVI se había establecido la ley, no
escrita pero universal, y tan estricta que no admitía excepción, de que esos vi-
llancicos tenían que ser nuevos, poesía y música, cada año; y si alguna vez el
maestro se descuidaba o repetía algunos textos o algunas composiciones, el
Cabildo se apresuraba a llamarle la atención, exigiéndole la novedad, e inclu-
so amenazándole con que, si repetía la falta, el Cabildo encargaría la compo-
sición a otro músico, pagándole a costa del salario del mismo maestro.
A lo largo de todo el siglo XVII se mantuvieron esas tendencias en sus di-
versos aspectos sin que hubiese cambio sustancial, dentro de la lógica evolu-
ción que experimentaron la música y la poesía en esos años. Pero es digno de
notarse que ninguno de los tres grandes teóricos españoles del siglo XVII –Ce-
rone en 1613, Lorente en 1672 y Nassarre a finales del siglo16– aluden en sus
voluminosos tratados a este problema. Tampoco se podía esperar, en buena
lógica, otra cosa, dada la orientación que los tres dieron a sus libros. Tan só-
lo Nassarre, en las “Cristianas advertencias para maestros de capilla, compo-
sitores y músicos”, que antepuso al segundo volumen, incluye repetidos la-
mentos sobre los abusos de algunos maestros, pero todo en términos genéri-
cos, idénticos a los de otros muchos tratadistas de todos los tiempos sobre los
que él se apoya y a los que cita constantemente, que no significan nada con-
creto. Es bien significativo, por ejemplo, que el primero de los autores que ci-
ta, después de San Pablo y Santo Tomás de Aquino, es San Agustín, al que
vuelve una y otra vez; por supuesto, quien no podía faltar, en esa larga serie
de autores que él cita, era el Padre Atanasio Kircher (Kircherio, lo llama él),
además de Lanfranco y otros.
Los cambios vinieron con el siglo XVIII, sobre todo en la música, en que
cambió todo, desde la concepción de la melodía hasta las formas musicales,
pasando por los instrumentos. Se puede decir, sin exageración, que la música
del siglo XVII era aún la “antigua”, mientras que la que se introdujo a partir
de hacia 1700 fue la “moderna”. Los cambios más visibles e inmediatos se die-
ron en la música en castellano, en que llegaron a adoptarse, y ya casi desde el
comienzo mismo del siglo, formas musicales tan nuevas como las cantatas y,
por supuesto, los recitados-arias en lugar de los tradicionales “villancicos” de
Navidad y Corpus, que también siguieron existiendo, por supuesto, y hasta
eran, con mucha diferencia, los más numerosos, pero también esas otras for-
mas nuevas fueron muy usadas.
Uno de los cambios que más influjo tuvieron, en todos los órdenes, en el
siglo XVIII fue el de los instrumentos, sobre todo con la introducción de los
violines, que muy pronto se convirtieron en indispensables. Pocos decenios
después de comenzado el nuevo siglo los cambios habían sido tales que sus-
16
Es bien sabido que, aunque los dos volúmenes de la obra de Nassarre Escuela Música están pu-
blicados en 1723 y 1724, los tenía preparados antes de finalizar el siglo XVII; y, en todo caso, el autor re-
fleja en todo el tratado la música del siglo XVII, no la del XVIII; véase a este respecto el “estudio preli-
minar” de Lothar Siemens a la edición facsímil de 1980, en la Institución “Fernando el Católico” de la
Diputación de Zaragoza, en que aclara éste y otros puntos de la edición, lo mismo que de los Frag-
mentos Músicos de 1683.
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HILARIÓN ESLAVA (1807-1878), PRECURSOR DEL CECILIANISMO EN ESPAÑA
17
FEIJÓO, Benito Jerónimo, Teatro crítico universal, o discursos varios en todo género de materias, pa-
ra desengaño de errores comunes, tomo I, “nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Su-
plemento en sus lugares”, Madrid, Imprenta de Joaquín Ibarra, 1777, pp. 285-309. Hay diversas edi-
ciones modernas, varias de ellas antológicas. Entre la abundante bibliografía sobre ese discurso, las dos
publicaciones más importantes, que considero básicas, son MARTÍN MORENO, Antonio, El Padre Fei-
jóo y las ideologías musicales del XVIII en España, Orense, Instituto de Estudios Orensanos “Padre Feijóo”,
1976, y el segundo volumen de la conocida monografía de Francisco José LEÓN TELLO: La teoría espa-
ñola de la música en los siglos XVII y XVIII, Madrid, CSIC, 1974.
18
FEIJÓO, “Música de los templos”, en Teatro crítico universal, I, p. 287.
19
Hace años que poseo este manuscrito en mi biblioteca. Nunca, hasta hoy, había dado cuenta de
él. Lo adquirí en Granada hace ya más de cuarenta años, aunque se puede dar por seguro que no fue
escrito en Granada pero sí en Andalucía, o quizás en Guadalupe, ya que contiene varias composiciones
de maestros y organistas de ese monasterio.
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Ejemplo 1. Fray Domingo [de Santiago], Minué para tecla. Santiago de Compostela, Biblioteca de José
López-Calo.
Ejemplo 2. [Alonso] Ramírez de Arellano, pieza para tecla (1756). Santiago de Compostela, Biblioteca
de José López-Calo.
590 [14]
HILARIÓN ESLAVA (1807-1878), PRECURSOR DEL CECILIANISMO EN ESPAÑA
20
Véase DÍEZ MARTÍNEZ, Marcelino, La música en Cádiz. La catedral y su proyección urbana du-
rante el siglo XVIII, Cádiz, Universidad, Diputación y Ayuntamiento de Cádiz, Centro de Documenta-
ción Musical de Andalucía y Unicaja, 2004, pp. 479 y ss. El catálogo de las obras de Ramírez de Are-
llano conservadas en Cádiz –por el momento las únicas que se conocen de él– puede verse en PAJARES
BARÓN, Máximo, Catálogo del Archivo de Música de la Catedral de Cádiz, Granada, Centro de Docu-
mentación Musical de Andalucía, 1993, pp. 467-471; las datadas van desde 1779 hasta 1784; hay una de
1796, pero parece que esa fecha se refiere al año de copia, no al de composición.
[15] 591
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592 [16]
HILARIÓN ESLAVA (1807-1878), PRECURSOR DEL CECILIANISMO EN ESPAÑA
lúmenes XII –siglo XVIII, pero que llega hasta 1810 aproximadamente,– y XIII
–primera mitad del siglo XIX– de los que he dedicado a esa catedral21; y si bien
no es elegante citarse uno a sí mismo, en este caso no tengo más remedio que
hacerlo, ya que, repito, es la única música publicada con un criterio plena-
mente representativo de las varias tendencias de esta época.
Pues bien: en esos dos volúmenes de Burgos se ve, con toda claridad, la
diferencia de concepción musical que hay entre las obras de, por ejemplo,
Gregorio Yudego (maestro desde 1792 hasta 1824, aunque hacia 1810 dejó de
componer, por falta de salud) y las de Plácido García Argudo, organista de la
Catedral de Burgos desde 1798 hasta 1825, en que fue nombrado maestro (se
jubiló en 1829, pero fue autor de una buena parte de la música de la catedral
desde que Yudego dejó de componer) y, por supuesto, las de Francisco Gon-
zález Reyero (nombrado maestro en 1829, siguió en Burgos hasta su muerte,
acaecida en 1866, pero tuvo que dejar de servir el magisterio por problemas
de salud desde 1860). Yudego aún pertenece al siglo XVIII, por lo que sus obras
incluyen, por lo general, orquesta completa, y sus melodías son, con mucha
frecuencia, ornadas, y aun muy ornadas; pero también es verdad que dos
Christus publicados de este maestro22 son espléndidos motetes de una perfección
estilística y religiosa tal, que bien podría firmarlos el más celoso cecilianista
de la segunda mitad del siglo XIX; lo mismo sucede con el himno de Com-
pletas Te lucis ante terminum 23 y con otras obras; se trata casi de excepciones,
pero existen, y constituyen una prueba más de la tendencia que entonces co-
menzaba a tomar cuerpo entre nuestros compositores, de un cambio hacia un
estilo musical más litúrgico.
En efecto: frente a la tendencia que, salvo esas excepciones que se acaba de
señalar y otras similares, Yudego mantiene aún en sus composiciones, según la
herencia recibida del siglo XVIII, las obras de los otros dos maestros de la pri-
mera mitad del XIX son ya otra cosa, comenzando por la misa de García Argu-
do que abre el volumen XIII, para tiple solista, primer coro, también de solistas
a cuatro voces, segundo coro “de ripieno” y acompañamiento de solo órgano,
ya plenamente realizado en la partitura original, apoyado por el contrabajo, sin
ningún otro instrumento; o el salmo de Completas Cum invocavero, también
para tiple solista y coro acompañante a cuatro voces, con también sólo acom-
pañamiento del órgano y del contrabajo. Esas obras y las demás que constitu-
yen el citado volumen XIII demuestran palmariamente que estamos ante un
mundo de estética, y aun de espiritualidad musical religiosa, del todo nuevo.
21
LÓPEZ-CALO, José, La música en la Catedral de Burgos. Vol. XII. Musica (III). Siglo XVIII, Burgos,
Cajacírculo, 2002; LÓPEZ-CALO, José, La música en la Catedral de Burgos. Vol. XIII. Musica (IV). Siglo XIX
(I), Burgos, Cajacírculo, 2003.
22
LÓPEZ-CALO, La música en la Catedral de Burgos. Vol. XII, pp. 479-488.
23
Ibidem, pp. 490-495.
[17] 593
JOSÉ LÓPEZ-CALO
sente; pero sólo con esa visión de conjunto se pueden enjuiciar adecuada-
mente los esfuerzos renovadores de Eslava, lo mismo que su obra, tanto mu-
sical como teórica, y tanto en lo que tiene de positivo como en lo que tiene
de negativo, al menos según los criterios de juicio en que actualmente nos po-
nemos, pues por los numerosos testimonios de sus contemporáneos sabemos
que ellos tenían un concepto de muchas de las obras de Eslava del todo dife-
rente del que nos formamos nosotros.
Miguel Hilarión Eslava nació en Burlada, un pueblecito en las afueras de
Pamplona, el 21 de octubre de 180724; pocas semanas antes de cumplir los diez
años fue admitido como niño de coro de la Catedral de Pamplona; cuando
tenía 15 años, por haber cambiado la voz, asumió el cargo de instrumentista,
junto con otras obligaciones en la Capilla de la misma catedral, entre ellas la
de componer música para ella; su principal profesor en Pamplona fue el ma-
estro de capilla Julián Prieto, con quien estudió, además del solfeo, la armo-
nía y composición, ampliando luego sus estudios en esta última asignatura
con Francisco Secanilla, maestro de capilla de la Catedral de Calahorra; en
1828 ganó por oposición la plaza de maestro de capilla de la Catedral de El
Burgo de Osma, donde permaneció hasta 1832, en que fue elegido para el
mismo puesto de la Catedral de Sevilla; finalmente, en julio de 1844 fue ele-
gido maestro de la Capilla Real de Madrid, cargo que conservó, primero co-
mo “maestro supernumerario” y desde 1847 como titular, hasta su muerte,
que le sobrevino en Madrid el 23 de julio de 1878.
En Madrid, además de su cargo principal de maestro de la Capilla Real,
Eslava fue profesor de composición en el Conservatorio desde 1854 y, duran-
te unos meses, también director, cargo que asumió de nuevo más tarde, pero
siempre de forma transitoria y breve. La revolución de septiembre de 1868,
con su implacable sed de revancha contra todo lo hecho por el gobierno an-
terior, destituyó a Eslava de sus dos cargos, maestro de la Capilla Real y pro-
fesor del Conservatorio; el cese del primer cargo era lógico, dado que el nue-
vo gobierno suprimió, sin más, la Capilla de Música, dejando a todos sus
miembros en la calle, sin respetar en modo alguno los derechos adquiridos,
en concreto en el caso de Eslava, pues él tenía su cargo por oposición, en pro-
piedad; su destitución en el Conservatorio, en cambio, era del todo arbitraria
y dictada sólo por la política del nuevo gobierno de eliminar todos los nom-
bramientos anteriores, sólo por el hecho de haber sido hechos por la reina y
su gobierno, sin fijarse en la valía o aptitud de las personas que ocupaban esos
cargos; el gobierno cambió incluso el nombre del Conservatorio sólo porque
se lo había puesto la reina cuando lo creó, sustituyéndolo por el de “Escuela
Nacional de Música”; afortunadamente, la decisión de quitar a Eslava el car-
go y sueldo de profesor del Conservatorio fue tan arbitraria e injusta, y el
prestigio del compositor era tan grande, que poco después, también por ges-
tiones de hombres tan eminentes como Barbieri y Monasterio, junto con la
presión popular, se le restituyó en el sueldo de profesor, y hasta se le devol-
24
La más completa biografía de Eslava hasta ahora publicada es la de ANSORENA, José Luis, “Bio-
grafía de D. Hilarión Eslava” en Monografía de Hilarión Eslava, Pamplona, Diputación Foral de Nava-
rra, 1978, pp. 1-118; se trata de una biografía exhaustiva, construida sobre documentos originales y, en
conjunto, definitiva. De ella tomo los datos que resumo en el texto, así como algunas citas que opor-
tunamente menciono.
594 [18]
HILARIÓN ESLAVA (1807-1878), PRECURSOR DEL CECILIANISMO EN ESPAÑA
vieron los honorarios que se le habían suprimido. Más tarde, cuando la res-
tauración alfonsina, se restituyó a Eslava en el puesto de director de la Capi-
lla Real, devolviéndole también lo que había dejado de cobrar, y en la cátedra
del Conservatorio, aunque su estado de su salud, que para entonces era ya crí-
tico, no le permitió una actividad continuada y eficaz en ninguno de los dos
cargos.
Efectivamente, el daño estaba hecho y había sido enorme. Y si bien el
prestigio del anciano profesor y maestro, lejos de disminuir, seguía creciendo
de forma masiva y constante, y hasta contribuyó decisivamente a ello la gra-
vísima injusticia que el gobierno había hecho con él, aquellas dos destitucio-
nes, con todo lo que llevaron consigo, sobre todo lo sucedido en el Conser-
vatorio, afectaron gravemente a su salud, sin que las constantes muestras de
estima y admiración que recibía lograran compensar el derrumbe que aque-
llas injusticias le causaron, a lo que se juntaba el desgaste que una vida de in-
tensísimo trabajo había causado en su otrora fuerte naturaleza.
Pasemos ahora, tras este breve recuento biográfico, a centrarnos en las ac-
tividades de Eslava en pro de la mejora de la música religiosa, que tienen dos
aspectos: el teórico y el práctico, que deben ser estudiados individualmente.
Eslava fue el primer músico español que se propuso un plan de mejora de
la música religiosa a nivel nacional y que, en sus escritos, creó un cuerpo doc-
trinal coherente, y bastante completo, respecto a la música religiosa como,
por lo demás, hizo en otros campos de la música, en particular en la pedago-
gía, ya que sus métodos de solfeo, de armonía y de composición quedaron co-
mo clásicos, y aun muchos músicos españoles que nos formamos a partir de
los años 30 del siglo XX los hemos utilizado para nuestro aprendizaje musical.
Eslava no solamente fue el primero, sino que hasta la llegada del Padre Ota-
ño, en los comienzos del siglo XX, tras el Motu Proprio de Pío X, fue el único
que intentó una tal empresa de reforma, también porque nadie, como él, dis-
frutó de una posición de autoridad nacional indiscutible25. Es imposible re-
producir aquí todas sus iniciativas, y menos los escritos, que son muy nume-
rosos, en pro de la mejora de la música religiosa en España, por lo que recor-
daré sólo los dos o tres que creo son los principales y que bastan para el pro-
pósito del presente escrito.
La primera gran iniciativa, y quizá la más importante, data de 1852, aun-
que es evidente que los pasos que entonces dio Eslava fueron fruto de una
meditación larga y profunda, seguramente de meses, si no de años, y se pue-
den resumir así: el 3 de marzo de ese año se estableció en Madrid una “Aso-
ciación de la Lira Sacro Hispana”26, de la que formaban parte diecisiete músi-
cos, casi todos de la Capilla Real –de la que, no lo olvidemos, Eslava era el
25
Entre Eslava y Otaño está Felipe Pedrell, pero éste constituye un caso particular, diferente de los
otros dos. Véanse algunos datos sobre Pedrell al final del presente trabajo.
26
ANSORENA, “Biografía”, p. 71, la llama “Unión Artístico-Musical”; no me consta de dónde ha-
ya tomado él este nombre, pues Eslava no lo usa en su Breve memoria histórica de la música religiosa en
España, que publicó con la última entrega de la Lira Sacro-Hispana y que constituye la fuente más di-
recta de lo que sabemos de todo eso. Esa “Unión Artístico Musical” existió, pero en otro momento y
con otras finalidades; me faltan elementos de juicio para afirmar si, efectivamente, la “Unión Artístico
Musical” tuvo algo que ver con la constitución de la sociedad fundada el 3 de marzo de 1852.
[19] 595
JOSÉ LÓPEZ-CALO
27
RUBIO, Samuel, “Eslava musicólogo - Lira Sacro-Hispana”, en Monografía de Hilarión Eslava,
pp. 151-175; la frase citada está en la p. 156, “Ejemplar modestia de Eslava con respecto a la realización
de su obra”.
28
ESLAVA, Hilarión, Breve memoria histórica de la música religiosa en España, Madrid, Imprenta de
Luis Beltrán, 1860, p. 1.
596 [20]
HILARIÓN ESLAVA (1807-1878), PRECURSOR DEL CECILIANISMO EN ESPAÑA
El resultado, como se sabe, son los diez imponentes volúmenes de la Lira Sa-
cro-Hispana, que aún hoy causan asombro por su envergadura y por el colosal es-
fuerzo que Eslava, por sí solo, tuvo que realizar. Con razón escribe el Padre Rubio:
Se trata de una empresa que hoy mismo nos asustaría; que de hecho
no se ha vuelto a repetir, aunque su necesidad es bien patente y apre-
miante; que supone un tesón, una fuerza de voluntad y una constancia,
para no desmayar ante el cúmulo de dificultades que tuvo que vencer Es-
lava, rayanos en lo milagroso29.
Y un poco más adelante: Imagínese el acopio de material que habría logrado
Eslava si hubiera contado con los medios de que disponemos hoy para obtener co-
pias sin movernos de nuestro estudio”. Al año siguiente, y mientras Eslava seguía
recogiendo materiales para su magna obra y dirigiendo su publicación, acometió
otra parecida que, aunque de menor extensión, no fue menos benemérita, en to-
dos los sentidos: la de reunir una antología de música orgánica30. La finalidad de
esta nueva empresa, era, en el fondo, la misma: la mejora de esta rama de la músi-
ca religiosa en España. Lo expone él en el prólogo de la publicación:
El objeto de la obra que ofrezo a mis comprofesores es de la más alta
importancia: Constituir el verdadero género orgánico-religioso, establecer
las bases y reglas que para él deben regir, dar un gran número de piezas
compuestas con sujeción a ellas, esclarecer la historia de los organistas es-
pañoles y proponer todos los medios más conducentes para mejorar este
ramo, que es uno de los más importantes del arte musical. He aquí los fi-
nes que en esta publicación me propongo.
Los medios, sin embargo, serían diversos de los que usó en la Lira. En ésta se
propuso recopilar una antología de composiciones musicales españolas de todos
los tiempos; en el Museo, en cambio, lo que hizo fue pedir a varios organistas com-
positores una serie de obras, escritas expresamente para esta antología, o que ya
tuviesen compuestas, pero que juzgasen, en alguna manera, modélicas, de modo
que pudiesen servir, tanto para el uso de los demás organistas en las funciones li-
túrgicas como de modelo de composiciones organísticas para los demás.
Desde este punto de vista que es, repitámoslo, el de Eslava, tengo que con-
fesar que siempre me he quedado perplejo porque, realmente, no se acaba de
comprender qué entendía él por modelos de composiciones organísticas. Él, en
la “Breve memoria histórica de los organistas españoles”, al hacer, como en la
Lira, un recorrido por las formas musicales y estilos de los sucesivos períodos
históricos, se detiene en modo particular en la “decadencia” en que, según él,
había caído la música organística después de que, en el siglo XVIII, los organis-
tas hubiesen abandonado el género fugado y adoptado el que él llama género li-
bre, que ocasionó esa “decadencia” del siglo XIX. Escribe Eslava:
Los organistas que se dedicaron al género libre casi exclusivamente, no
se contentaron con lucir su habilidad en el órgano, sino que quisieron
también ser pianistas y hacerse aplaudir en los salones; y así como el gé-
nero libre influyó en la decadencia del género fugado, el piano influyó, a
su vez, en la decadencia del libre orgánico.
29
RUBIO, “Eslava musicólogo”, p. 153.
30
ESLAVA, Hilarión, Museo orgánico español, Madrid, 1853-1854. Como hizo con la Lira, Eslava publi-
có el Museo orgánico por entregas; la primera salió en septiembre de 1853 y la última en noviembre de 1854.
[21] 597
JOSÉ LÓPEZ-CALO
Ejemplo 3. Hilarión Eslava, Ofertorio nº 1, fragmento inicial (Museo Orgánico Español, vol. I, p. 28).
598 [22]
HILARIÓN ESLAVA (1807-1878), PRECURSOR DEL CECILIANISMO EN ESPAÑA
Ejemplo 4. Hilarión Eslava, Elevación nº 1, fragmento de la “Plegaria” (Museo Orgánico Español, vol. I,
p. 36).
[23] 599
JOSÉ LÓPEZ-CALO
600 [24]
HILARIÓN ESLAVA (1807-1878), PRECURSOR DEL CECILIANISMO EN ESPAÑA
Cuán poco meditada ha sido esta materia lo prueban los tristes resul-
tados que tocamos. Una gran porción de iglesias catedrales han expedido
edictos para varias plazas que se hallan vacantes, y no se han presentado
opositores, o se han provisto de cualquier modo. En otras, sin embargo de
haber vacantes, no se proveen, por saberse con certeza que no hay sujetos
dignos de ocuparlas, si han de ser sacerdotes.
La solución que Eslava proponía consistía, en lo fundamental, en estable-
cer escuelas de música en todas las catedrales, que deberían actuar de acuer-
do con el Conservatorio, y hasta parece sugerir que pudieran tener validez
académica; los profesores serían los propios músicos de las catedrales; y, por
supuesto, volvía a insistir en la necesidad de suprimir la cláusula que obliga-
ba a que los músicos fuesen sacerdotes. Esta última idea era poco menos que
imposible de soslayar, ya que el Concordato adjudicaba sendos “beneficios”
eclesiásticos a esos cargos musicales; es verdad que muy pronto las catedrales
comenzaron a aplicar la fórmula de pasar esas cantidades a la “Fábrica”, para
poder admitir seglares en esos cargos; pero ello llevaba consigo otras compli-
caciones, como un determinado número de misas que esos “beneficiados” te-
nían obligación de celebrar, en virtud del cargo que desempeñaban.
Naturalmente, ni el gobierno respondió a la “exposición” de 1854, ni la
propuesta de Eslava tuvo efecto práctico alguno, a pesar de las varias veces que
en la revista vuelven, él y otros, sobre estos temas. Pero Eslava ideó otras ini-
ciativas, no menos importantes, que produjeron frutos más positivos que esas
que se han mencionado, como también publicó otros impresos donde expu-
so sus proyectos de reforma de la música sagrada, que también deben cono-
cerse; y ya que hemos comenzado exponiendo lo que podría ser llamado
“concepto teórico” o “básico” de lo que él creía que debía ser la música sa-
grada, y, por tanto, por dónde, y cómo, debía acometerse la tan ansiada re-
forma, vamos a detenernos todavía un poco en la visión teórica de Eslava
acerca de la música sagrada y su reforma.
Eslava, a lo que parece, evolucionó no poco en este punto. O al menos eso
se deduce de la comparación de esos primeros escritos “teóricos” con los que
escribió más tarde. De todos ellos hay uno que destaca de manera decisiva so-
bre los demás: la ya citada Breve memoria histórica de la música religiosa en Es-
paña, escrito que él, con su modestia habitual, califica de “breve”, pero que en
realidad contiene conceptos verdaderamente excelsos, y donde ofreció, de una
manera más completa y prácticamente definitiva, su pensamiento.
En el capítulo que, a petición del Padre Ansorena, redacté en 1978 para la Mo-
nografía de Hilarión Eslava, analicé con detencion esas opiniones del gran maes-
tro navarro con amplias citas textuales, para presentar su pensamiento de una ma-
nera más segura y directa, por lo que no creo necesario reproducirlas de nuevo
aquí31. Pero sí me parece indispensable copiar algunos párrafos porque, en verdad,
constituyen las bases teológicas sobre las que Eslava funda su pensamiento:
El hombre, criado por Dios, dotado de un alma racional y hecho rey
de la creación, admiró desde luego las maravillas del universo, se recono-
ció deudor de inmensos beneficios y prorrumpió en cantos de alabanza al
31
Véase LÓPEZ-CALO, José, “Hilarión Eslava, compositor de música sagrada”, en Monografía de
Hilarión Eslava, pp. 119-150.
[25] 601
JOSÉ LÓPEZ-CALO
602 [26]
HILARIÓN ESLAVA (1807-1878), PRECURSOR DEL CECILIANISMO EN ESPAÑA
CONCLUSIONES
Con toda razón el Padre Ansorena, después de hacer un amplio recorrido
por los variados intentos de Eslava de corregir los defectos que según él tenía
la música religiosa de su tiempo, de publicar un buen número de sus textos
sobre sus ideales de música en las iglesias, y de comparar todo eso con las
obras del mismo Eslava, escribe:
Cuando él [Eslava] habla, a partir de 1855 de las cualidades que deben
adornar la música religiosa, hay una palmaria contradicción con sus pri-
[27] 603
JOSÉ LÓPEZ-CALO
32
ANSORENA, Biografía, p. 82.
33
Propiamente era Bonifacio San Martín Eslava; véase ANSORENA, Biografía, p. 20.
34
En la ya varias veces citada Monografía de Hilarión Eslava, pp. 346-370, publiqué como apén-
dice a mi artículo “Hilarión Eslava, compositor de música sagrada”, y como apéndice al cuerpo de ar-
tículos que constituyen el libro, un “Catálogo provisional de las obras religiosas de Hilarión Eslava”;
estructuré ese catálogo provisional en los cuatro períodos en que se articula su obra como composi-
tor: Pamplona, Burgo de Osma, Sevilla y Madrid, y añadí unas pocas obras que se conservan en va-
rios archivos o que son “de época incierta”. Posteriormente, y a lo largo de muchos años, he ido com-
pletando ese “catálogo provisional”, que desde hace tiempo tengo concluido, aunque nunca lo he pu-
blicado.
35
LÓPEZ-CALO, “Hilarión Eslava, compositor de música sagrada”, p. 144.
604 [28]
HILARIÓN ESLAVA (1807-1878), PRECURSOR DEL CECILIANISMO EN ESPAÑA
Ejemplo 5. Hilarión Eslava, Ave María a 4 voces mixtas y órgano, fragmento inicial.
[29] 605
JOSÉ LÓPEZ-CALO
36
ANSORENA, Biografía, pp. 4-7.
37
LÓPEZ-CALO, José, “El Miserere de Eslava”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de Santa
Isabel de Hungría, nº 27 (Sevilla, 1999), pp. 199-259.
38
ANSORENA, Biografía, p. 5, dice: “Incomprensibles las palabras de Felipe Pedrell, si no conocié-
ramos su fanatismo, que le llevó a arremeter por igual contra otros nombres venerables”. Véase, a este
respecto, VILLALBA MUÑOZ, Luis, Felipe Pedrell. Semblanza y biografía, “Imprenta de la Tierra de Se-
govia”, 1922, passim, sobre todo a partir de la p. 91; ya el primer párrafo de ese importante folleto lo di-
ce todo: “Felipe Pedrell.- He aquí la figura más grande de la música contemporánea española. Y no es
incompatible con la valía real y positiva de su personalidad artística el que alrededor de su nombre mu-
sical y en la apreciación crítica de su labor se haya tejido una paradoja de juicios desconcertantes, pues
nada más cierto que Pedrell ha resultado para sí mismo, y que él mismo se ha labrado, una verdadera
paradoja”.
39
El movimiento “ceciliano” o “pre-ceciliano” en España está aún por estudiar. Desgraciadamen-
te, los pocos artículos que sobre la música religiosa española de la segunda mitad del siglo XIX se han
publicado en estos últimos años aclaran poco, pues por lo general se limitan a poco más que repetir
conceptos y hechos tan conocidos que se convierten casi en lugares comunes; algunos dan la impresión
de que sus autores no leyeron nada, o casi nada, de la música del siglo XIX que se guarda en los archi-
vos de nuestras catedrales, quiero decir de las composiciones mismas, en particular las latinas, a pesar
de que es en esos archivos donde está la casi totalidad de esta música y donde hay numerosísimos ejem-
plos bien significativos de lo que en realidad fue. Un ejemplo entre los muchos que se podrían citar es
el caso de Antonio García Valladolid, maestro de capilla de la Catedral de Valladolid, que tiene una pro-
ducción musical extraordinariamente rica y que en 1865 –es decir, el mismo año del folleto de Proske–
compuso para su Catedral de Valladolid una interesantísima serie de versiones del himno a la Virgen
Ave maris stella en polifonía pura, a cappella, en estilo “polifónico” del más puro contrapunto imitati-
vo; algunas de las versiones son de otros autores, entre ellas –y el dato es bien significativo– la de Juan
Navarro, de la edición de 1590, que García Valladolid copia transcribiéndola a notación moderna, in-
cluido el “canon in diapason” de la estrofa Vitam praesta puram. Y aún habría que añadir que esas com-
posiciones polifónicas de García Valladolid fueron muy usadas en el culto solemne de la catedral cas-
tellana, como lo demuestran la partitura y las partichelas de las mismas, que se conservan en el archi-
vo de esa catedral y que están sobadas, y hasta ajadas, por el mucho uso. Repito: esa iniciativa del maes-
tro vallisoletano es de 1865.
606 [30]
HILARIÓN ESLAVA (1807-1878), PRECURSOR DEL CECILIANISMO EN ESPAÑA
RESUMEN
El artículo estudia el importante papel que tuvo el compositor navarro Hila-
rión Eslava (1807-1878) como precursor en España del Cecilianismo, una co-
rriente que tuvo gran fuerza en Alemania, Italia y otros países, y que introdujo
notables reformas en la música religiosa. El trabajo se articula en cuatro sec-
ciones: 1) Usos y abusos en la música religiosa; 2) El Cecilianismo; 3) Intentos
reformistas en España antes de Eslava; y 4) Iniciativas reformistas de Eslava.
ABSTRACT
This article studies the important role played by the Navarran composer Hi-
larión Eslava (1807-1878) as precursor in Spain of Cecilianism, a movement
which enjoyed great impetus in Germany, Italy and other countries, and
which originated significant changes to religious music. The article is organ-
ised into four sections: 1) The use and abuse in religious music; 2) Cecilian-
ism; 3) Attempts at reform in Spain prior to Eslava; and 4) Eslava’s reform ini-
tiatives.
40
ANGLÉS, Higinio y PENA, Joaquín, Diccionario de la Música Labor, vol. I, Barcelona-Madrid,
Editorial Labor, 1954, p. 835.
[31] 607