Esquema de Adoración 4° Rosario Mundial Mater Fatima
Esquema de Adoración 4° Rosario Mundial Mater Fatima
Esquema de Adoración 4° Rosario Mundial Mater Fatima
I. INTRODUCCIÓN
III. CREDO
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y
sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos subió a los
cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar
a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
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V. ORACIONES DEL ÁNGEL DE LA PAZ
“Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
no esperan, no os aman.”
Nos dice la Carta a los Hebreos (10, 1-10)1 que Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, al ingresar al
mundo, en el momento de Su Encarnación, hace suyas las palabras del Salmo 40[39] (7-9)2:
7 No quisiste sacrificios ni ofrendas —lo dijiste y penetró en mis oídos— no pediste holocaustos
ni víctimas.
8 Entonces dije: «Aquí estoy, de mi está escrito en el rollo del Libro.
9 He elegido, mi Dios, hacer tu voluntad, y tu Ley está en el fondo de mi ser».
El sentido de la vida del creyente consiste en “cumplir la voluntad de Dios” con docilidad,
tanto en la aceptación como en la acción.
Para cada persona y para el mundo, el acatamiento de la Voluntad Divina es el único camino
para la felicidad, pues Dios es el único bueno, origen de todo bien, que ha querido ser nuestro
Padre.
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Citas bíblicas tomadas de la versión de la BIBLIA LATINOAMERICANA (versión online)
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Las citas bíblicas se consignan para fundamentar la meditación, y para apoyar la profundización de quienes
quieran trabajar sobre las reflexiones. Por tanto, no se destinan a ser leídas en el rezo comunitario. La
numeración es la litúrgica (la tradicional de la Vulgata, usada en los leccionarios de la celebración eucarística).
En paréntesis cuadrados [-] se pone la numeración moderna y en paréntesis comunes los versículos, que no
serían leídos, sino sólo el número del salmo (según la enumeración que se elija). Para no distraer la piedad
de los orantes, se ha sustituido el término “Yahveh” por Señor y se han hecho pequeños retoques de
redacción en algunos casos.
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Por eso, en el Padrenuestro, Jesús nos enseña a decir: “Padre… que se haga Tu voluntad”. La
Santísima Virgen María hizo eco de esas palabras de nuestro señor Jesucristo y respondió al
Ángel: “Que se haga en Mí según tu palabra”.
Así nos lo enseñan todos los Santos, en particular, los pastorcitos: Lucía, Jacinta y Francisco,
mensajeros de la Virgen, que siempre mostraron tanta docilidad en cumplir las indicaciones
del ángel de la Paz y de Nuestra Señora.
En este Misterio, oramos por la santidad de la Iglesia Católica, los Sacerdotes y gobernantes,
para que la luz del Espíritu Santo los acompañe en el cumplimiento fiel de su misión y afronten
con sabiduría y en el amor de Dios, los desafíos y necesidades de sus comunidades.
Para nosotros, que por la herencia del pecado tenemos atrofiada nuestra sensibilidad, es
imposible dimensionar el dolor de Cristo: no sólo el de Su alma, sino el de Su cuerpo. Él es el
inocente, y la fineza de Su sensibilidad aumenta el impacto de los golpes.
El pecado embrutece: oscurece la mente, encierra en el egoísmo y atrofia la sensibilidad
incluso de las personas buenas.
En la Pasión, el dolor de la Madre y del Hijo van a la par, y cada herida que recibe Jesús,
estremece a María.
Los Santos son aquellos que se abren al amor y por eso mismo captan más el dolor, propio y
ajeno. Dice san Pablo: “completo en mi cuerpo lo que falta a las tribulaciones de Cristo” (Col
1, 24).
Los santos pastorcitos, siendo tan pequeños, fueron elegidos para ser víctimas con Jesús por
la enfermedad. Cuando a Francisco le preguntaba Lucía si sufría, él con sencillez respondía:
“Bastante; pero no importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor”. Jacinta, por su parte, debió
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padecer dolorosas operaciones: le extrajeron dos costillas y le quedó un gran orificio. Y,
además, la pena de morir sola, como la misma Virgen se lo había anunciado, aunque la misma
Madre del Cielo no dejó de visitarla.
En este Misterio, oramos al Señor por la paz en el mundo y en cada corazón, para que la
humanidad entera siga el camino de Dios, se abra al diálogo y alcance acuerdos que lleven a
la construcción de una sociedad más justa y fraterna.
El Salmo 21 [20] celebra la victoria del rey elegido por Dios diciendo (4-6. 8):
4 Tú le presentas buenas bendiciones, con oro fino coronas su cabeza.
5 La vida que te pidió, tú se la diste: largos días, muchos y muchos años.
6 Debido a tu favor, será muy famoso, derramas sobre él honor y majestad.
8 El rey confía en el Señor, el favor del Altísimo lo hace inquebrantable.
En Su Pasión, Cristo recibe del mundo enemigo una corona de espinas: El Domingo de Ramos
es aclamado por la multitud que lo saluda como Rey, y el Viernes Santo, habiendo sido
traicionado y abandonado por Sus apóstoles, la misma multitud elige a Barrabás.
A lo largo de la Historia, muchos vociferan, como los rebeldes de la parábola: “No queremos
que éste sea nuestro Rey” (Lc 19, 14). Ante la pregunta de Pilato, Cristo responde con firmeza:
“Yo soy Rey” (Jn 18, 37). Su reino no tiene origen en este mundo, pero está destinado a
implantarse en él para dar a la humanidad la paz y la prosperidad que sólo en Cristo se
encuentran.
A los pastorcitos, Nuestra Señora les habló sobre los males que padece el mundo: las guerras
y los errores de Rusia que causan mucho sufrimiento a los buenos y persecución a la Iglesia.
Por eso, pide la consagración a su Inmaculado Corazón, asegurando Su triunfo y un tiempo
de paz.
En este Misterio, pedimos por las familias para que, siguiendo el modelo de la Sagrada Familia
de Nazareth, vivan en gracia, protejan la vida, sean reflejo del verdadero amor y esperanza
para quienes han perdido la fe.
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Cristo, manso Cordero destinado al Sacrificio por el bien de la humanidad, recorre el camino
al Calvario hostigado por Sus enemigos, como lo describe el Salmo 22 [21] (12-13).
12 No te alejes de mí, que la angustia está cerca, y no hay nadie que pueda ayudarme.
13 Me rodean novillos numerosos y me cercan los toros de Basán.
Este salmo, cuyas palabras pronuncia Jesús en la Cruz, describe el abatimiento del alma de
Cristo en Su Pasión. Aunque lo acompaña una multitud que se lamenta de Su dolor, no basta
para consolar Su Corazón: Sólo la presencia de Su Madre le da ánimos para continuar su
ofrenda.
Jesús se hace solidario con todos los que marchan por la historia llevando su cruz sin
encontrar un cireneo y sin que su dolor sea a veces ni siquiera conocido.
Dios se reserva ser el único apoyo de quienes son llamados a unirse al Cordero de Dios como
víctimas por la Salvación del mundo.
En Fátima, y en cada uno de los lugares en los que Nuestra Señora nos ha dado un signo cierto
de Su presencia, Ella se nos brinda con Su amor materno para secar con Su manto inmaculado
nuestras lágrimas y limpiar la sangre y el polvo del camino. Como la saludamos en las Letanías
Lauretanas, Ella es Consuelo de los afligidos, Refugio de los pecadores y Auxilio de los
Cristianos; “Vida, Dulzura y Esperanza nuestra”, como la invocamos en la “SALVE”.
En Ella, los pastorcitos encontraron alegría y fortaleza para el camino de sacrificio que Dios
les invitaba a recorrer. Ya desde la primera aparición, Jacinta sobre todo no se cansaba de
exclamar: “¡Ay, qué Señora tan bonita!”
En este Misterio, pedimos que María Santísima sea nuestro refugio y el camino que nos lleve
hacia Dios; y por su intercesión, brille la esperanza de Cristo Resucitado para abrazar con amor
nuestra cruz de cada día, esperando su encuentro definitivo en la Patria Eterna.
10 Ten piedad de mí, Señor, pues estoy angustiado; mis ojos languidecen de tristeza.
11 Mi vida se consume en la aflicción y mis años entre gemidos; mi fuerza desfallece entre
tanto dolor y mis huesos se deshacen.
12 Mi enemigo se alegra, mis vecinos se horrorizan, y se espantan de mí mis conocidos: si me
ven en la calle, se alejan de mí.
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Por la fuerza de Su amor, Cristo ha transformado la Cruz, de instrumento de tortura y muerte,
en fuente de vida; es el Árbol de la Vida que renueva y alimenta a todo el que se acerca a Él
con confianza, como el buen ladrón, cuya culpa fue perdonada y se le prometió el paraíso.
Pero no sólo es la promesa del Cielo, sino una transformación de este mundo, al cual Dios
quiere salvar, eliminando el mal, el pecado, la muerte, la destrucción y toda pena. Por medio
del profeta Ezequiel ya había dicho el Señor: “Yo no quiero la muerte del pecador, sino que se
convierta y viva” (Ezequiel 33, 11).
A Sor Lucia, siendo ya una joven religiosa, la Virgen y la misma Trinidad Santísima se le
manifestaron en el convento de Tuy, mostrándole una cruz y “bajo el brazo izquierdo, unas
letras grandes, como si fuesen de agua cristalina, que corrían hacia el altar, formaban las
palabras “Gracia y Misericordia”3 … es lo que Cristo y Su Madre quieren regalarnos.
Dios Padre quiere el triunfo del Inmaculado Corazón de María, como preparación a la
instauración del reinado de Jesús.
En este Misterio, pidamos para que vivamos siempre en actitud de conversión; y reparemos
las ofensas cometidas contra los Sagrados Corazones de Jesús y de María Santísima, y
alcancemos una auténtica reconciliación y renovación a través de los sacramentos,
alimentados con la Palabra de Dios y la Eucaristía.
Tres Ave María en honra de la Santísima Virgen María y por el Santo Padre para alcanzar la
indulgencia plenaria
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Página 195 del libro Las Memorias de la Hermana Lucía
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VIII. CONSAGRACIÓN DE SÍ MISMO A JESUCRISTO POR MARÍA
SANTÍSIMA Y SAN JOSÉ (Inspirada en SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE
MONTFORT)
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, Sabiduría eterna y encarnada!, ¡verdadero Dios y verdadero
hombre!, ¡Hijo único del Padre Eterno y de María, siempre Virgen! Te adoro en la gloria del
Padre, durante la eternidad y en el seno virginal de María, tu Madre, en el tiempo de tu
Encarnación.
Te doy gracias porque, anonadándote, has venido al mundo, hombre entre los hombres y
servidor del Padre, para librarme de la esclavitud del pecado. Te alabo y glorifico Señor,
porque has vivido en obediencia amorosa a María, para hacerme fiel discípulo suyo.
Desgraciadamente, no he guardado los votos y promesas de mi bautismo y no soy digno de
llamarme hijo de Dios. Por ello, acudo a la misericordiosa intercesión de tu Madre, esperando
obtener por su ayuda el perdón de mis pecados y una continua comunión contigo, Oh
Sabiduría Encarnada.
Te saludo pues, oh María Inmaculada, templo viviente de Dios: en ti ha puesto su morada la
Sabiduría Eterna para recibir la adoración de los ángeles y de los hombres. Te saludo, oh Reina
del cielo y de la tierra: a ti están sometidas todas las criaturas. Te saludo, refugio seguro de
los pecadores: todos experimentan tu gran misericordia. Acepta los anhelos que tengo de la
Divina Sabiduría y mi consagración total.
Yo, ________________ consciente de mi vocación cristiana, renuevo hoy en tus manos mis
compromisos bautismales. Renuncio a satanás, a sus seducciones, a sus pompas y a sus obras,
me consagro y consagro a Rusia y al mundo entero al Sagrado Corazón de Jesús para llevar
mi cruz detrás de Él, en la fidelidad de cada día a la voluntad del Padre. En presencia de toda
la corte celestial, te elijo en este día por mi Madre y Maestra. Me entrego y consagro a ti
Inmaculado Corazón de María, como tu esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis posesiones tanto
internas como externas, incluso el valor de todas mis buenas acciones, pasadas, presentes y
futuras, dejando en ti, entero y completo derecho de disponer de mí, y todo lo que me
pertenece, sin excepción, de acuerdo a tu voluntad, para mayor gloria de Dios en el tiempo y
en la eternidad.
Madre del Señor, acepta esta pequeña ofrenda de mi vida y preséntala al Sagrado Corazón
de tu Hijo; si Él me redimió con tu colaboración, debe también ahora recibir de tu mano, el
don total de mí mismo. En adelante, deseo honrarte y obedecerte en todo como verdadero
esclavo tuyo.
¡Oh Corazón Inmaculado de María!, que yo viva plenamente esta consagración para prolongar
en mí la amorosa obediencia de tu Hijo y dar respuesta a la misión trascendental que Dios te
ha confiado en la historia de la salvación. ¡Madre de misericordia!, alcánzame la verdadera
Sabiduría de Dios, y hazme plenamente disponible a tu acción maternal. Colócame así, entre
los que tú amas, enseñas, guías, alimentas y proteges como hijos tuyos. ¡Oh Virgen fiel!, haz
de mí un auténtico discípulo e imitador de tu Hijo, la Sabiduría Encarnada. Contigo, Madre y
modelo de mi vida, llegaré a la perfecta madurez de Jesucristo en la tierra y a la gloria del
cielo, Amén.
¡Totus Tuus!
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IX. BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
XI. AGRADECIMIENTOS