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Formacion para Catequistas

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FORMACION PARA CATEQUISTAS

TRAS LAS HUELLAS DEL PASTOR

La figura de buen Pastor con la cual Jesús se identifica puede ayudarnos a


descubrir rasgos poco explorados de nuestra vocación catequística.
Para un pueblo acostumbrado a la vida rural, como era el israelita, la imagen del
pastor se asociaba fácilmente a una serie de tareas, rutinas, preocupaciones y
cuidados propios de su oficio. La cotidianeidad del ejemplo que señalaba Jesús
permitía reconocer de inmediato las situaciones que la comparación sugería.
Andando por el campo he tenido la suerte de poder contemplar pastores cuidando
sus ovejas u otros animales... la reflexión de la Biblia conjugada con la vida va
enseñando y descubriendo el gran tesoro de esta comparación que Jesús utiliza
darse a conocer. Creo que como catequistas tenemos mucho que andar en la
huella del Buen Pastor.

El Buen Pastor, Jn. 10, 1-42

Es bueno leer el capítulo entero, pues a las palabras de Jesús, Juan opone la
reacción de los judíos.
1) Ir leyendo el evangelio y anotar las actitudes de buen pastor que Jesús
propone.
2) Para cada actitud recordar situaciones de la vida de Jesús donde podamos
apreciar cómo la vivió él de manera concreta.
3) Relacionar cada actitud con nuestra práctica de catequistas, ¿cómo incorporar
a nuestro ser catequista esta manera de ser de Jesús?
Te presentamos algunas actitudes para ir pensando
• El buen Pastor conoce sus ovejas
¿Conocemos la vida de nuestros catequizados? ¿Compartimos sus alegrías, sus
angustias, sus esperanzas, sus desalientos? ¿Sabemos lo que están viviendo las
familias que tenemos a cargo? ¿Nos interesamos por sus situaciones de vida?
• Las llama por su nombre
¿Tenemos un trato personal con nuestros catequizados? ¿Buscamos llegar a su
interioridad? ¿Somos portavoces para que el Señor llame a cada uno por su
nombre a través nuestro?
• Camina al frente de sus ovejas
¿Damos testimonio de lo que enseñamos? ¿Intentamos vivir lo que creemos?
¿Somos los primeros en cumplir lo que pedimos a los demás que cumplan?
¿Vivimos en forma coherente como para ir al frente y de frente?
• Da la vida
¿Entregamos lo mejor de nosotros por los demás? ¿Buscamos donar los talentos
que recibimos de Dios para beneficio de los otros?
• Sus obras lo dan a conocer
¿Nuestras obras, nuestros gestos, nuestras actitudes de vida muestran a los
demás lo que creemos y enseñamos? ¿Somos transparentes: los demás
descubren y encuentran al Dios de la Vida a través de nuestra práctica?
¿Nuestra manera de estar con los demás... refleja y testimonia nuestra cercanía a
Dios?

Para trabajar en grupos

Para reflexionar:

Leer en silencio el salmo.


Elegir una frase y repetirla en voz alta
Comentar con el grupo por qué elegiste esa frase.
  A partir del salmo descubrir nuevas actitudes y características del catequista.

Para la puesta en común:

Sintetizar en un dibujo las características descubiertas


Escribir entre todo el salmo como si hubiera sido  escrito en nuestro tiempo,
usando imágenes, situaciones y palabras de nuestra cultura.

Dios nos llama a ser catequistas


 
Antes de iniciar la reflexión de este artículo
Intenta recordar la manera en que Dios te llamó a ser catequista ¿Cuándo fue?
¿Cómo? ¿De qué se valió Dios para irrumpir en tu vida y llamarte?
¿Te acuerdas de personas que supieron transmitirte la Palabra de Dios en tu
vida? ¿Quiénes te enseñaron las cosas de Dios, aún sin tener un título de
catequista, pero viviendo la misión de un catequista?
Busca en la Palabra de Dios los siguientes textos. Observa en ellos cómo llama
Dios y cómo responden las personas.
Abraham         -    Gén. 12, 1-5
Moisés            -    Ex. 3, 1-4, 17
María               -    Lc. 1, 26-38
Discípulos       -    Mc. 1, 16-20
¿Encuentras elementos en común con tu vida? ¿Descubres nuevas maneras de
llamado que pueden ayudarte a pensar si Dios te sigue llamando hoy?
Cuando compartimos nuestras experiencias de vida como catequistas, cuando
somos capaces de revisar nuestra vocación y descubrir la forma en que Dios nos
ha llamado a cada uno... y meditamos nuestra vida a la luz de la Palabra siempre
viva de la Biblia, aprendemos como:
Dios utiliza distintos medios para llamarnos:
nos llama a través de personas
nos llama a través de situaciones de la vida
nos llama a través de señales o signos
Sentir el llamado de Dios, darse cuenta que Dios llama
Dios pasa por la vida de todos los días, hay que estar atento para escucharlo.
Tener la capacidad de descubrir la presencia de Dios.
Lo cotidiano, la vida de siempre, ése es el lugar que Dios elige para revelarse,
para correr el velo y descubrirnos que está pasando por ahí.
La vocación es un proceso (tiene etapas, tiene momentos, se va viviendo)
El llamado de Dios es progresivo, nuestra vida es una historia de sucesivos
llamados.
Hay que aprender a mirar la vida con otros ojos para encontrar las huellas de Dios
en nuestro caminar.
La vocación es camino, más que puerta de entrada, y se hace camino al andar...
Todos recibimos dones para que podamos vivir nuestra vocación
Dios no nos deja solos, su garantía es que Él está junto a nosotros.
Todos hemos recibido mucho, hay que descubrir que recibió cada uno, para
ponerlo al servicio de los demás (parábola de los talentos).
Dios nos llama constantemente, también nos va mostrando nuevos dones que no
sabíamos que teníamos.
A veces nos cuesta vivir la vocación (dudas, miedos, incertidumbres)
El llamado de Dios siempre es un desafío, un cuestionamiento, un compromiso…
Decir sí al Señor compromete la vida.
Las dudas, miedos e incertidumbres son parte del camino, nos ayudan a seguir
buscando, nos recuerdan que nunca podremos encontrarlo todo, nos descubren
nuestra esencia vital de peregrinos...
Leer la Biblia, la Palabra de Dios, nos ayuda a descubrir nuestra vocación
Cuando leemos la Palabra encontramos ejemplos de personas que vivieron
llamados parecidos a los nuestros.
Sus vidas nos muestran que es posible responder al Señor e iniciar un camino de
compromiso
Sus experiencias también nos hablan de un lento descubrir que quiere Dios de
nosotros y un camino de respuesta que pasa por la vida y no por decir, de palabra,
«Señor, Señor...» (la respuesta se da con la vida).
Nuestra respuesta al llamado de Dios es servir y ayudar con disposición y alegría
Dios llama para dar una misión, un compromiso, una tarea en bien de los demás.
La respuesta es estar disponible a la misión que El nos vaya mostrando.
La alegría en el servicio es signo de que nuestra entrega es sincera y fecunda.
Transmitir el mensaje de Dios y el amor de El
Dios nos llama para ser instrumentos de su mensaje y para colaborar con Él en la
construcción de su Reino para mostrar con nuestro testimonio (porque a las
palabras... se las lleva el viento) que nos ama y quiere que vivamos su amor
construyendo la fraternidad real (porque nadie ama a Dios a quien no ve sino ama
a su hermano al que ve).
Para trabajar en grupos
Dios nos llama a ser catequistas

Para reflexionar con la Palabra y la vida


Trabajar en pequeños grupos con las preguntas y textos que aparecen al principio
del artículo.
Si se pueden formar cuatro grupos, repartir un texto para cada uno.
Comentar con el grupo qué conocemos del personaje bíblico del texto.
Hacer una lista de características de cómo Dios llama y cómo es la respuesta de
cada persona ante ese llamado.

Para la puesta en común


Escribir en un afiche, en dos columnas, las características que observamos del
llamado y respuesta en el texto bíblico.
Escribir entre todos una oración que relacione el texto leído con la experiencia de
catequista de los integrantes del grupo.

Plenario
¿Qué encontramos en común con nuestras vidas?
Compartir las oraciones.

Los frutos del espíritu en la vida del catequista

«El fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, fidelidad,
mansedumbre y dominio de sí mismo.»
Gálatas 5, 22

El tiempo de Pentecostés es un excelente momento para revisar nuestra vocación


y práctica de catequistas.
Ser catequista es anunciar la Palabra de Jesús, dar testimonio del Evangelio, y
enseñar a los demás con nuestra palabra y nuestra vida.
El origen de la palabra catequista es «hacer resonar». Siempre que pregunto en
los talleres de espiritualidad del catequista, con qué imagen asociamos este
significado tan motivador des ser catequista, me responden «con una campana».
En nuestros días se escuchan pocas campanas, pero si andamos en este mundo
podremos recordar campanas que escuchamos sonar.
Yo me acuerdo mucho de dos:
La campana del colegio... Señalaba el comienzo (¡alegría!) del recreo, y también
su finalización (no tanta alegría...)
La campana de la parroquia... Marcaba las horas del día y sonaba con fuerza
antes de cada misa dominical llamando a la comunidad.
La campana era una señal, con su tañido nos hablaba de otra realidad más
importante y trascendente que su sonido mismo.
Ser catequista tiene mucho que ver con ser campana. Nuestro sonido (nuestra
vida, nuestra palabra) debe ser capaz de evocar algo más importante que nos
trasciende: la Palabra de Dios, el encuentro con Jesús.
El sonido de la campana es signo... y también lo es nuestra misión de catequista.
Signos de la vida nueva a la que Dios nos invita, signo de la compañía de Dios
que camina a nuestro lado-signo de la comunidad que nace en torno a la palabra,
a la oración, a la enseñanza, a los sacramentos, al compartir.
El catequista vive animado por el Espíritu de Jesús, pide su guía y su aliento para
er fiel a su misión y poder anunciar el Evangelio.
¿Cómo está «sonando» nuestra campana en estos tiempos?
¿Estamos dando los frutos que el Espíritu espera de nosotros?
Para trabajar en grupos

Los frutos del Espíritu en la vida del catequista

Leemos el texto de Gálatas 5, 22

Recortamos siete campanas de cartulina y le ponemos a cada una el nombre de


uno de los frutos del Espíritu (conviene que las campanas sean grandes).
Nos dividimos en parejas (y si somos pocos cada uno trabaja con una campana).
A cada pareja se le da una campana y la siguiente guía:
¿Qué significa ser campana de caridad, alegría, paz... (cada uno completa según
su campana) en la vida de un catequista?
Nombrar tres actitudes que como catequista ayudan a que suene esa campana.
Nombrar tres actitudes que como catequista no ayudan a que la campana suene,
actitudes que ahogan ese fruto, que no lo muestran, que no lo transmiten.
Escribir una pequeña oración que comience con la frase: «Espíritu de Jesús
ayúdanos a ser campana de...»
Las actitudes y la oración se escriben dentro de la campana de cartulina.
Se pone en común lo trabajado en los grupos (o individualmente si son pocos).
En ronda realizamos una oración compartida. Si es posible tener una campana de
verdad, a medida que cada catequista va haciendo su oración personal en voz
alta, al terminar hace sonar la campana y se la pasa al de al lado.
Entre todos escribir una nueva campana con un compromiso común a intentar vivir
como catequistas. Colgar esa campana en un lugar visible dentro de la parroquia.
Terminar con un canto al Espíritu Santo.

PERSEVERAR EN LA ORACIÓN

«Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres,


de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.»
Hech. 1, 14

El libro de los Hechos de los Apóstoles nos señala en varias oportunidades esta
actitud de los primeros discípulos de reunirse y orar juntos para escuchar la
voluntad de Dios. Los apóstoles habían aprendido de Jesús su manera de orar al
Padre. Realmente les había llamado la atención esta disposición de Jesús,
expresada en la búsqueda de momentos y lugares para orar, tan diferente a las
prácticas de oración del pueblo judío, caracterizadas por lo ritual, la repetición, los
horarios fijos.
Jesús les había enseñado a orar en la vida y a orar la vida... para encontrar la
voluntad de Dios y la fuerza para ponerla en práctica. Por eso, el primer testimonio
que encontramos de la comunidad primitiva es su disposición a orar...

Perseveraban...
La oración no es para un rato, o para hacer de vez en cuando. Es una práctica de
vida, un estilo de comunicación con Dios que hay que ejercitar. La oración
requiere esfuerzo, dedicación, interés, ganas, constancia...
...juntos...
La oración de los discípulos es compartida, en común, en comunidad. Al Padre
nos dirigimos como comunidad. Buscamos su voluntad unidos. Porque así nos
damos fuerzas, aliento mutuo y además aprendemos de los demás. Porque Dios,
muchas veces, habla a través de los que tenemos al lado.

... en compañía de María...


La madre es mediadora ante el Señor. Ella intercede para llevar nuestra oración.
María es maestra de oración. La Biblia nos repite, en los evangelios, que María
guardaba la Palabra de Dios y la meditaba en su corazón. Siguiendo su ejemplo
podremos descubrir al Dios vivo y verdadero que conoció María. El Dios del
Magnificat, el Dios que libera, que hace justicia y hace maravillas en aquellos que
siguen sus pasos.

Propuesta para  una reunión de catequistas


1. Leemos en común Hech. 1,14

En parejas trabajamos:

¿Cómo es tu oración personal?


¿Le dedicas tiempo por día, por semana a la oración?
¿Cómo rezas? (contarle al otro cómo es nuestra manera cotidiana de rezar)

2.      Nos reunimos de a dos parejas:


¿Qué fue lo que más te impactó de lo charlado en el paso anterior?
¿Aprendiste algo del otro? ¿Qué?
¿Como catequistas, como es nuestra oración en común? ¿Rezamos? ¿Cuándo?
¿Cómo?
¿Qué nos enseña María con respecto a la oración?
Ponerse de acuerdo en tres propuestas para mejorar la oración en común del
grupo de catequistas. Escribirlas.

3.      Nos reunimos en el grupo grande:


Se ponen en común las propuestas y se eligen dos para intentar vivir en la
segunda mitad del año que resta.

Se acuerda reunirse nuevamente a fin de año para evaluar si se han cumplido las
propuestas y si han servido para mejorar la oración personal.
Concluir el encuentro con una oración espontánea.

Como signo visible, cada participante toma la Palabra de Dios y la aprieta contra
su corazón, dice su oración y pasa la Biblia al compañero del costado, para que
repita el gesto, haga su oración... y así recorrer una ronda de oración en común.
Terminar con un canto a María.
El catequista, artesano del encuentro

La catequesis es espacio eclesial para el descubrimiento del Dios de la Vida y el


nacimiento de la experiencia de fe y comunidad. A través de un itinerario
permanente (que no atañe solamente a los años de la infancia) busca desarrollar
un proceso que conduzca a las personas a:

1. conocer a Dios, amarlo y buscar su voluntad,


2. fortalecer la fe en Dios, conocer las enseñanzas de su mensaje,
3. integrarse a una comunidad de fe para vivir lo que Dios propone,
4. sumarse a la tarea de anunciar la Buena Noticia de Jesús y construir su
Reino de vida.

Este proceso es un camino que se inicia en la familia, núcleo privilegiado para la


transmisión de la fe, y continúa con las distintas opciones que ofrece la comunidad
eclesial, conforme a la edad de las personas y a su iniciación en la fe.

Todos esos espacios que la catequesis ofrece están atravesados por una
experiencia que los unifica y da sentido: el encuentro con Dios vivo y el encuentro
con los hermanos. La catequesis puede ser el lugar que enseñe y capacite a las
personas para el encuentro con Dios y los demás.

Si consideramos esto como el eje que vértebra toda acción catequística de la


comunidad, el responsable de animar esta tarea es el catequista que puede
descubrir una misión profundamente enraizada en su vocación: ser artesano del
encuentro.

Ser artesano

Todos conocemos, seguramente, algún artesano, ya sea por contacto directo o


por referencia. A partir de esa/s personas que conocemos, reflexionemos algunas
de sus características propias:
Ama profundamente lo que hace (le da sentido a su vida).
Aplica un saber nacido y acrecentado en la experiencia.
Busca nuevas maneras de hacer sus cosas (se renueva).
Es paciente, con sí mismo y con su obra.
Lo que sabe lo aplica (hace con las manos).
¿Puedes agregar otras características que hayas reconocido en artesanos?

Artesano del encuentro

Apliquemos estas características a la tarea catequística para descubrir nuevas


luces que iluminen nuestro caminar:
Ser artesano del encuentro, de Dios con los demás y de los demás entre sí,
requiere catequistas que:
Amen profundamente a Dios y encuentren en la catequesis el llamado de Dios
para sus vidas. Nadie puede dar lo que no tiene. Para enseñar y transmitir las
cosas de Dios hay que llevarlo muy adentro en el corazón.

Para ayudar a otros a encontrar a Dios hay que partir de la propia experiencia de
haber encontrado a Dios en la propia vida. La transmisión de la fe nace del
testimonio vivo (recordemos los relatos de la iglesia naciente, en el libro de los
Hechos de los Apóstoles).

El artesano es un innato investigador, busca, desarrolla, experimenta... El


catequista que quiera provocar el encuentro debe vivir en permanente búsqueda,
desinstalarse y estar abierto a lo nuevo. La capacitación y formación es una
herramienta privilegiada para crecer y aprender, para enseñar y transmitir mejor.

Dios enseña que nos espera siempre, y que, pacientemente, sale a nuestro
encuentro con la alegría de la primera vez (Parábola del Padre Misericordioso).
Sencillamente, si Dios es paciente... nosotros también...
El artesano no es un intelectual teórico. Sabe, posee un saber intelectual, pero no
se queda en palabras, su obra es la obra de sus manos. De la misma manera el
catequista muestra con sus obras su capacidad de generar encuentro.

Para pensar y meditar

Piensa en la catequesis como en una artesanía del encuentro con Dios: ¿qué
actitudes de un catequista favorecen su trabajo?

El mismo Dios es un artesano de tu vida, relee el hermoso pasaje de Jeremías


(18, 1-4) y aplícalo a tu vida. ¿Qué características tiene el modelado de tu vida
que va proponiéndote Dios?

Piensa en dos actitudes que puedas comprometerte a vivir en tu misión de


catequista para generar encuentro con Dios y con los demás.

EL CATEQUISTA, SERVIDOR DE LA PALABRA

Quiero compartir con ustedes una pequeña reflexión surgida en un encuentro con
catequistas. Este encuentro era la segunda etapa de un proceso de formación de
dos años que estábamos realizando con los catequistas, rurales y urbanos de una
sufrida región de nuestro país. Los catequistas rurales son personas muy sencillas
y llenas de Dios, pastores, campesinos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos...
en sus  desoladas tierras son los arroyos que llevan el agua viva de la Palabra a
sus comunidades.

La Biblia nos habla de las personas que anuncian la Palabra


«Yo, por mi parte, era como un canal salido de un río, como un arroyo que se
pierde en un jardín del Paraíso. Yo pensé: voy a regar mi huerta, voy a regar mis
flores. Pero mi canal se convirtió en río, y el río en mar. Entonces dije: Haré brillar
como la aurora la instrucción, llevaré a lo lejos su luz. Derramaré la instrucción
como una profecía y la dejaré a las generaciones venideras. Comprueben ahora
que no he trabajado para mí solo, sino para todos los que buscan la sabiduría.»
Eclo. (Sir.) 24, 30-34

La vida del catequista a la luz del texto bíblico

Como catequistas somos servidores de la Palabra. Pequeños canales, sencillos y


humildes, que surcan la vida de nuestra comunidad... Cuando tomamos
concienciade nuestra vocación y decidimos emplear nuestro tiempo, nuestras
capacidades y nuestros dones al servicio de nuestra gente, descubrimos, con
alegría y sorpresa, que el Dios generoso multiplica nuestros esfuerzos. Si nos
entregamos con confianza a Dios, sabiendo que somos simples canalitos para que
su Palabra llegue con su frescura y novedad a los demás, El se encarga de hacer
de nosotros arroyos y ríos.

El texto nos habla de la experiencia de un hombre sabio, que ha descubierto la


obra de Dios en su propia vida y decide comprometerse en el anuncio de su
Palabra. Como catequistas somos llamados a transmitir las enseñanzas de Jesús
y promover el encuentro de los demás con el Dios verdadero, que cambia la vida y
nos descubreel sentido profundo de la existencia.

¡Qué alegría poder decir como el sabio del texto, he trabajado para los demás,
paraque los otros conozcan la sabiduría, es decir la Palabra del Dios de la Vida!
Para rumiar el texto y rezar la vida

El catequista, servidor de la Palabra en su comunidad

-       ¿Somos canales por donde circula el agua viva de la Palabra de Dios?
-       ¿Qué actitudes de nuestra vida «secan» nuestro reserva de agua viva?
-       La Palabra es la Fuente donde nace nuestro canal, ¿está presente en
nuestra vida de todos los días? ¿Acudimos a ella? ¿Nos nutrimos con su lectura y
oramos con ella? ¿Estudiamos la Palabra para poder transmitirla mejor?
-       Compara las palabras del texto con tu vida, ¿eres un verdadero arroyo para
tu comunidad? Los demás ¿se encuentran con el Dios de la Vida a través de tu
testimonio y enseñanzas?
-       ¿Qué puedes y debes cambiar de tu manera de ser para ser un arroyo más
transparente, más caudaloso, más fecundo?
-       Ofrécele tus reflexiones a Dios a través de una oración escrita por tus propias
manos.

LA SABIDURÍA DEL CATEQUISTA


En todo el país se encuentran catequistas con muchísima y profunda
espiritualidad. Muchos de ellos, sencillas mujeres y hombres del pueblo, que
enseñan con su testimonio y ejemplo la sabiduría de una vida enraizada en la
palabra de Dios.
Feliz la persona que busca la Palabra

«Feliz el que se dedica a la sabiduría y puede responder al que lo interroga; que


hace suyos los caminos de la sabiduría y profundiza sus secretos; que sale a
cazarla y acecha su paso; que mira a través de sus ventanas y escucha a su
puerta; que instala su tienda al lado de su casa y clava las estacas en sus muros.
Pone su tienda en manos de la sabiduría y se queda en esa feliz morada. Deja a
sus hijos bajo su protección y se tiende al abrigo de sus ramas; lo protege del
calor y él se instala en su gloria.» Eclo. (Sir.) 14, 20-27

La Palabra, cimiento de la vida del catequista

Este pequeño texto, escondido en uno de los libros sapienciales de la Biblia, nos
ayuda a pensar en el alimento que nutre la vida de un catequista. El autor alaba a
la persona que se dedica a la sabiduría, que para el pueblo de Israel estaba
contenida en la Palabra de Dios. Ella brinda respuestas de vida y nos orienta para
vivir el proyecto de Dios.
El texto invita a acercarse a la Palabra, a profundizar en su lectura, para descubrir
significados siempre nuevos. ¡Quién puede decir «ya conozco la Palabra»! Si el
mismo Dios nos sale al encuentro cada vez que la leemos con apertura de
corazón y sencillez.
La Palabra nos ayuda a comprender la vida que vivimos, nos devuelve la mirada
de Dios sobre las cosas, nos introduce en la voluntad del Padre. Por eso es vital
para la vida de fe el contemplar la realidad desde su lectura y oración. La Palabra
nos ayuda a discernir, nos permite conocer y adentrarnos en los misterios de Dios,
siempre infinitamente Otro, cercano y compañero, pero también por descubrir,
pura sorpresa y gratuidad.
El texto nos propone instalar nuestra existencia a su lado, abrigarnos a su amparo,
permanecer en su presencia: «saborear» su compañía.

Para rumiar el texto y rezar la vida

La sabiduría del catequista


Dedícale un tiempo a la evaluación y discernimiento de tu tarea. A la luz del texto
te invitamos a revisar tu espiritualidad de catequista:

¿Qué presencia tiene la Palabra de Dios en tu vida?


¿Haces tuyos sus caminos? ¿Cómo mejorar?
¿Contemplas la vida a través de sus ventanas...? ¿Te ayuda la lectura de la
Palabra a conocer la voluntad de Dios en los tiempos que vivimos? ¿Te guía para
interpretar la realidad que vivimos desde la mirada de Dios?
¿Dónde tienes instalada la carpa de tu existencia? ¿Dónde buscas amparo y
protección en los momentos difíciles?
Como catequista, ¿qué pasos puedes ir dando para dedicar más tiempo a la
Palabra de Dios?
Aprende a rumiar los textos y rezar la vida con la Palabra. Relee versículo por
versículo la cita bíblica sugerida y aplícala a tu propia vida. ¿Qué aprendes? ¿Qué
puedes comentarle a Dios? ¿A qué te puedes comprometer para crecer en la
sabiduría que nace de la Biblia?
Escribe un propósito concreto en el que expreses un compromiso de crecimiento
con relación a la Palabra de Dios en tu vida.

LA IMPORTANCIA DEL TESTIMONIO

La fe se transmite  a través del testimonio y el ejemplo. Si revisamos nuestra


historia seguramente podremos recordar varias personas que, mediante su
testimonio de vida, nos acercaron al misterio del Dios de la Vida. Muchas veces no
han sido grandes intelectuales los que nos han enseñado el rostro de Dios sino
personas sencillas, muchas de ellas en el hogar, el colegio, el barrio, la misión...
A la hora de transmitir la fe y contagiar a los demás la alegría del evangelio la
herramienta más eficaz es el propio ejemplo.

Con mis obras te mostraré mi fe


«Hermanos, si uno dice que tiene fe, pero no viene con obras, ¿de qué le sirve?
¿Acaso lo salvará esa fe? Si un hermano o una hermana no tienen con qué
vestirse ni qué comer, y ustedes les dicen: “Que les vaya bien, caliéntense y
aliméntense”, sin darles lo necesario para el cuerpo, ¿de qué les sirve eso? Lo
mismo ocurre con la fe: si no produce obras, muere solita. Y sería fácil decirle a
uno: “Tú tienes tu fe sin obras. Muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré mi fe a
través de las obras”. Sant. 2, 14-18

El testimonio de vida, principal recurso pedagógico del catequista


La carta de Santiago es muy clara al plantear la necesidad de acompañar la fe con
obras que la muestren y lleven a la vida práctica. El catequista, como servidor de
la Palabra y pedagogo de la fe debe recordar siempre estas sencillas enseñanzas.
Lo que enseñamos con el ejemplo no se olvida fácilmente. La pedagogía de Jesús
está llena de gestos y actitudes. Si recorremos los evangelios son muchas las
ocasiones en que su manera de vivir despierta interrogantes en los discípulos, y
esos interrogantes (profundos, existenciales) abren el camino al don de la fe.
Es común encontrar a muchos catequistas preocupados por la necesidad de
actualizar sus recursos para enseñar el evangelio. Y es muy bueno que así sea,
pues implica una toma de conciencia de su misión y responsabilidad. Pero a veces
los recursos están más cercanos de lo que esperamos.

¿Por qué no planificar algunos encuentros de catequesis alrededor de acciones


solidarias?
Los frutos de la sabiduría se aprecian en la conducta, nos enseña el mismo
Santiago unos párrafos más adelante que la cita señalada más arriba (Sant. 3, 13)
La forma de vivir del catequista, su manera de ser-para-los-demás, el ejemplo de
su entrega y su servicio son herramientas privilegiadas para la transmisión de la
fe. Quien ha de confiar y creer en una persona que no muestra con su vida lo que
enseña con sus palabras. Vivimos un tiempo histórico en el que las palabras están
muy devaluadas.
Estamos acostumbrados a escuchar grandes discursos y promesas de cambio...
que quedan en la nada e incrementan el escepticismo de la gente. Por esto es tan
importante enseñar con los hechos y el testimonio. Además de seguir los pasos
del Señor, que pasó haciendo el bien y nos enseñó con su vida, respondemos a
una situación histórica.

En los cursos y talleres para catequistas, cuando hablamos de este tema, siempre
dejo estos interrogantes:
• ¿Cuántos libros de la madre Teresa has leído?
• ¿Qué recuerdas de ella?
• ¿Por qué su enseñanza del evangelio es tan transparente?

En la enseñanza de la fe es necesario siempre volver a lo simple, a la sencillez del


evangelio vivido todos los días... que tal vez sea mucho más exigente y
comprometido que hablar con palabras complicadas y difíciles.

Para rumiar el texto y rezar la vida

La importancia del testimonio

Relee las palabras de la carta de Santiago.


• ¿Qué te ha llamado la atención?
• ¿Puedes relacionar el texto con tu vida personal y de catequista?
• Tus obras... ¿serían capaces de generar fe y adhesión a Jesús en los demás?
• ¿Qué obras concretas debes vivir como catequista comprometido en el anuncio y
transmisión del evangelio de Jesús?
• ¿Qué cambios debes hacer en tu manera de hacer catequesis para incorporar lo
que la Palabra de Dios nos señala?

Mis manos abiertas

Enséñame Señor
A vivir mí fe todos los días,
En las cosas sencillas y cotidianas.
Enséñame Señor
A transmitir mí fe todos los días
Con gestos sinceros, con manos abiertas.
Enséñame Señor
A contagiar a otros
El espíritu del Evangelio.
A hacer el bien para que venga el Reino.
Enséñame Señor
A ser un espejo de lo que creo,
A mostrar con mis obras
La fe que da sentido a mi vida.
Que así sea, Señor.

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