El Avion
El Avion
El Avion
Creo no exagerar si afirmo, que ninguna otra industria relacionada con el transporte es
objeto de procesos tan exhaustivos para su diseño, fabricación y mantenimiento como la
industria relacionada con el transporte aéreo, lo que no evita que, de vez en cuando, se
produzcan fallos, algunos incluso insospechados.
1. Consideraciones de diseño
Cuando un fabricante decide iniciar la producción de un nuevo modelo de avión, junto a
conocer la opinión de las compañías aéreas respecto a sus necesidades, analizar la
evolución del precio del combustible, las restricciones ambientales impuestas por el ruido
y otros problemas asociados con el medio ambiente -sin olvidar cualquier mejora que
hubiera introducido en sus aviones la competencia-, se incorporan mejoras que hagan
más seguro el avión.
Los aviones se diseñan y construyen para poder salir airosos de situaciones complicadas,
tanto desde el punto de vista de maniobras propias del vuelo, como ante meteorología
adversa. Hasta cierto límite, por supuesto. También hay que contar con la pericia de los
pilotos.
– La mejora continua durante los años que dure la fabricación de cada modelo de avión.
Gracias a esta forma sistemática de trabajo los aviones actuales son muy fiables. De ahí, la
evolución meteórica experimentada por la industria del transporte aéreo.
Por otra parte, esta reducción en el peso también ha hecho posible triplicar y cuadruplicar
muchos sistemas importantes y, con ello, reducir la probabilidad de un fallo total de
sistemas críticos. De ese modo, los fallos simples, e incluso dobles, no deberían causar
incidencia reseñable en cuanto a la seguridad de vuelo.
Con independencia de los materiales que se utilicen, la estructura de un avión debe
diseñarse para soportar ciertas cargas máximas. Las alas, por ejemplo, deben soportar
cargas de aproximadamente 3g -tres veces el peso del avión [16]– y cargas de rotura de
4,5g, límite hasta el que no se permiten deformaciones estructurales ni roturas.
Estas cargas máximas de diseño se espera que ocurran, como mucho, una vez durante la
vida operativa del avión, mientras que las cargas menores debidas a volar en turbulencia y
ejecución de maniobras de vuelo pueden producirse miles de veces.
En vuelo, son las alas las que aguantan todo el peso del avión, por lo que tienden a
curvarse hacia arriba por un efecto combinado del peso y la sustentación -véase la foto-.
Lo contrario sucede cuando el avión está en tierra: las alas sólo soportan su propio peso -y
el combustible que albergan sus depósitos-, por lo que se suelen doblar muy ligeramente
hacia abajo. En el caso del Airbus 380, cuyo peso al despegue es de unos 500.000 kilos,
estaríamos hablando de 2,5 millones de kilos que deben soportar las alas sin deformarse
permanentemente, ni romperse.
Además, la propia estructura del avión debe ser también capaz de soportar un gran
número de variaciones de carga a lo largo de su vida operativa. Por ejemplo, el
estabilizador horizontal del Boeing 787 es capaz de soportar un 150% de la carga
aerodinámica máxima que pueda encontrar en vuelo. Esas variaciones de carga que se
producen al despegar y aterrizar, al maniobrar y al volar en turbulencia, originan
minúsculas grietas que, si se permite que crezcan más allá de las tolerancias calculadas,
pueden originar fallos estructurales por fatiga del material, incluso con la aplicación de
cargas mucho menores que las máximas calculadas durante el proceso de diseño. Lo que
lleva, a que por sistema el manual de mantenimiento del avión marque bloques de horas
de vuelo tras los cuales es necesario hacer un examen exhaustivo de la estructura,
cuestión esta que se aborda en el capítulo 8.
Por otro lado, sólo presenta un 63% de la conductividad eléctrica del cobre para alambres
de un mismo grosor, pero pesando menos de la mitad. Esto significa, que un alambre de
aluminio de conductividad comparable a uno de cobre es más grueso, pero sigue siendo
más ligero. Todo esto tiene su importancia en el caso del transporte de electricidad de alta
tensión -700.000 voltios o más- alarga distancia para lo que, precisamente, se utilizan
conductores de aluminio.
5. El tren de aterrizaje
Es uno de los elementos más críticos del diseño de un avión, ya que debe soportar
impactos muy fuertes durante el aterrizaje. Además, para frenar con seguridad se idearon
frenos de disco de carbono y sistemas antibloqueo de ruedas -ABS- que luego fueron
exportados a los vehículos que conducimos, e incluso, al ferrocarril. Por otro lado, en vez
de utilizar ruedas muy grandes para soportar grandes pesos, se opta por patas con varios
ejes y múltiples neumáticos a las que se llama boggies, disposición que permite repartir
mejor el peso entre todas las ruedas y evitar incidencias en caso de un pinchazo o
reventón de alguno de sus neumáticos.
Tren de aterrizaje principal del Airbus 340 y del ATR 72.
6. Los motores
Un dato que tienen muy en cuenta los diseñadores a la hora de elegir los motores para un
nuevo modelo, es el peso total que tendrá el avión en el momento del despegue -peso
propio+pasajeros+carga+combustible-, ya que estos deben ser capaces de generar, al
menos, una fuerza -toneladas de empuje- equivalente entre la tercera y la cuarta parte del
peso total del avión para conseguir moverlo, acelerar, contrarrestar la resistencia al
avance del aire y alcanzar la suficiente velocidad para que las alas generen la sustentación
necesaria para despegar. Por ejemplo, en un avión comercial con capacidad para 100
pasajeros y 50 toneladas de peso, cada uno de sus dos motores necesita generar ocho
toneladas de fuerza. Mientras que en el caso del A380, cada uno de sus cuatro motores
tiene que generar unos 35.000 kilos de empuje x 4 = 140.000 kilos para poder mover un
peso aproximado de 560.000 kilos, la cuarta parte del peso.
Por otro lado, sin el desarrollo y evolución que ha experimentado el motor a reacción el
propio avance del transporte aéreo no habría sido posible. Un ejemplo lo encontramos en
el motor a pistón del DC-3, que necesitaba una revisión cada 500 horas de vuelo, mientras
que el motor de un Boeing 767 debe ser revisado cada 30.000, lo que da idea de la
fiabilidad de uno y otro. Fiabilidad que se debe, entre otras cosas, a que los materiales con
los que está construido pueden soportar miles de horas de funcionamiento a
temperaturas enormes sin deteriorarse.
Otro aspecto que también ha evolucionado ha sido el aumento de su diámetro, cuya
consecuencia inmediata es una drástica disminución del ruido generado debido a la
reducción de la velocidad de los gases de escape.
A todos nos sorprende la aparente facilidad con la que los grandes aviones comerciales
adquieren velocidad en la pista y, en menos de un minuto, elevan en el aire sus varios
cientos de toneladas. En esos momentos, cada uno de los motores, por ejemplo de un
Boeing 747, desarrolla un empuje de casi 30 toneladas. Empuje, cuya mayor parte del
esfuerzo es soportado por el gran rotor de casi tres metros de diámetro que se aprecia al
observar al motor de frente. Se conoce como fan -ventilador-.
El desarrollo y producción de estos motores es una labor muy especializada por parte de
las empresas fabricantes. La competencia es dura y todas pretenden conseguir diseñar el
motor más eficiente que proporcione el mayor empuje con el mínimo consumo de
combustible, ya que este incide de forma decisiva en los costes operativos de las
compañías aéreas. El aspecto clave es el desarrollo de materiales más resistentes a los
esfuerzos y a la fatiga, más ligeros y que toleren altas temperaturas sin perder sus
cualidades. Un motor turbofán como el desarrollado para el Airbus A380, absorbe durante
su funciona miento en vuelo 1,2 toneladas de aire en cada segundo gracias al ventilador.
El 87% de este aire es impulsado directamente hacia atrás, como lo haría una hélice,
mientras que el 13% restante se comprime y se mezcla con el combustible para producir,
tras el paso por varias etapas, la energía suficiente para mover a gran velocidad el fan.
Los fans se fabrican de una aleación de titanio. Sus palas no son macizas, sino huecas y
rellenas por un entramado de soportes a modo de panal de abeja. Llama la atención que
sean de una pieza, sin remaches ni soldaduras, y que estén unidas al disco central también
sin soldaduras. La razón se debe a una propiedad física de ciertas aleaciones conocidas
como superplásticas.
La superplasticidad, es un curioso fenómeno que tiene lugar incluso en las aleaciones más
duras y resistentes que se conocen. Pongamos como ejemplo al titanio, un metal ligero
pero muy duro y resistente aún a temperaturas muy altas. Sin embargo, al alearlo con un
6% de aluminio y un 4% de vanadio se hace extremadamente dúctil entre 900 y 950
grados centígrados, muy por debajo de su punto de fusión de 1.600 grados. Horquilla de
temperatura en la que la aleación se deja moldear como si fuera plástico. Sin perder su
dureza, la aleación puede ser estirada a más de quince veces el tamaño original y piezas
diferentes pueden ser unidas por simple presión.
– Pruebas de vuelo.
El objetivo de este proceso, es que durante el mismo se verifique que la concepción del
avión se ajusta a las normas en vigor, que cumple las características de vuelo recogidas en
el diseño, así como los requisitos respecto de la resistencia de materiales, de la estructura,
de los motores o de los equipos de a bordo.
8. El programa de pruebas
Un programa de pruebas requiere la construcción de varios prototipos. Cada uno de ellos
será dedicado a cubrir apartados específicos del programa. Si no se contara con un
prototipo -o varios- y se construyera directamente el avión de serie, es muy probable que
se produjeran problemas, algunos impredecibles, lo que llevaría a numerosas
modificaciones del avión de serie, a un aumento del coste del proyecto y a riesgos para los
pasajeros. Por esta razón, es necesario llevar a cabo varios miles de horas de vuelo de
pruebas del prototipo o prototipos para verificar y ajustar los datos de funcionamiento
calculados durante el proceso de diseño, así como de las modificaciones que se vayan
introduciendo en el modelo. Finalizada esta fase, se llega al diseño final del avión de serie,
al proceso de producción y a las pruebas de certificación exigidas por la autoridad
aeronáutica.
Una parte de las pruebas se realiza en tierra sin necesidad de despegar, como las de
flexión de las alas y de fatiga del material.
Cuando un avión sale del hangar donde se ha montado para realizar su primer vuelo, será
el primero de una serie dentro del programa de pruebas que se combinará con otras
actividades de experimentación y análisis en tierra. Como ya se ha expuesto, esas pruebas
deben demostrar que el avión cumple con las normas para poder ser certificado y
declarado apto para la operación. Durante todo el proceso, los datos que se vayan
obteniendo se trasladan al departamento de diseño para que realice las correcciones y
mejoras necesarias.
Otra prueba consiste en hacer aterrizar al avión en una pista mojada para verificar su
capacidad de frenada. Y otra con fuerte viento cruzado, en la que se verifica su
maniobrabilidad y estabilidad. Los aviones de gran capacidad que se fabrican hoy, son
capaces de aterrizar en condiciones de viento cruzado de hasta 100 km/h. Y deben hacerlo
con una desviación máxima respecto del eje de la pista de poco más de cinco metros.Por
el peligro que supone para los motores la ingestión de agua, se somete al avión a
aterrizajes en pistas inundadas para verificar que el diseño aerodinámico del avión, así
como el del tren de aterrizaje, impiden la entrada de agua en los motores.
Airb
us 340 probando en vuelo un motor del Airbus 380.
También está la prueba de despegue abortado. Esta prueba, consiste en comprobar la
respuesta del avión con el peso máximo al despegue ante la posibilidad de tener que
realizar una frenada de emergencia en caso de que el despegue sea abortado justo antes
de alcanzar la velocidad de decisión V1. Para ello, se instala al prototipo un sistema de
frenos manipulado para que sus condiciones de funcionamiento se correspondan con las
que tendría al 90% del máximo desgaste permitido y se somete al avión a una frenada
máxima.
Todas estas pruebas pueden llegar a suponer, para el caso de los aviones de largo
recorrido de última generación, más de 2.400 horas de vuelo a lo largo de más de 700
vuelos.
Por otro lado, una vez que el avión ya esté operando con una compañía aérea, si esta
detecta alguna deficiencia inmediatamente la pone en conocimiento de la empresa
fabricante, que se encargará de avisar al resto de compañías aéreas que tengan en su flota
aviones del mismo modelo. Al mismo tiempo, se iniciará un proceso de análisis para
averiguar la causa de la deficiencia, hallará una solución y, finalmente, la difundirá a todos
sus clientes para que la corrijan.
Ese trabajo se basa en los planes de mantenimiento que cada fabricante elabora para los
modelos de aviones que fabrica, que son incorporados a los manuales técnicos, en los se
especifican en detalle cómo se deben realizar las operaciones de mantenimiento por parte
de las compañías aéreas. Junto al programa de mantenimiento, los fabricantes también
proporcionan a las compañías aéreas una Lista de Equipo Mínimo o Minimum Equipment
List, MEL, en la que se recogen, entre otros aspectos, las condiciones mínimas que debe
cumplir un avión para poder operar. Además, cada avión cuenta con un “libro de
diferidos” en el que se recoge el tiempo máximo que puede demorarse una reparación
cuando la anomalía no se considera importante. Luego, las compañías aéreas pueden
introducir más restricciones a estas listas, pero nunca menos. Plan de mantenimiento,
manual técnico, MEL y libro de diferidos, deben ser aprobados por la autoridad
aeronáutica de cada país, que en el caso español es la Dirección General de Aviación Civil.
17. Diaria
Antes de la salida del primer vuelo del día, un técnico de mantenimiento lleva cabo una
revisión en el mismo aparcamiento para verificar el estado general del avión: posibles
daños en fuselaje y alas que pudieran haberse producido durante el tiempo que ha estado
aparcado, así como de indicadores, registros, conectores, etc., de todos los servicios que
se hayan conectado al avión desde que llegó al aeropuerto. Estado de ruedas y frenos,
extensión de los amortiguadores de los trenes de aterrizaje, comprobación de niveles de
aceite, hidráulico, presión de oxígeno del sistema auxiliar y revisión del equipo de
emergencia de a bordo.
18. Tránsito
Antes de cada vuelo y lo más cerca posible de la salida, se debe llevar a cabo una
inspección exterior con el fin de comprobar de nuevo el estado general del avión: posibles
daños en fuselaje, tren de aterrizaje y alas, que pudieran haberse producido durante el
vuelo o durante la escala. También se comprueba que los registros y conectores de todos
los servicios que se han conectado al avión en la escala, como combustible, aguas
residuales, electricidad, etc., están correctos para el vuelo.
19. Revisión
Cada cien horas de vuelo se comprueban todos los aspectos relacionados con la
seguridad, se corrigen posibles anomalías y se realiza una puesta a punto completa al
avión.
NOTAS AL PIE:
[16] El peso, es la medida de la fuerza de atracción que ejerce la gravedad terrestre sobre
un cuerpo. Si la fuerza de atracción se hace con una aceleración de 9,8 m/s2, se dice que
la fuerza es 1g y será igual al peso del cuerpo.
Si la aceleración fuera el doble, la fuerza sería de 2g y su peso sería el doble y así
sucesivamente.
Ejemplos de fuerza g:
– Al detectar una aceleración equivalente a 3g, se activan los airbags de los automóviles.
– Un caza en un viraje puede producir 7g.
– Un Fórmula 1 puede producir en una frenada 5g y 3g laterales en las curvas.
[17] La certificación de tipo de un nuevo diseño, es una responsabilidad que corresponde
a la autoridad aeronáutica del país donde radica la empresa que diseña y fabrica la
aeronave. Las autoridades aeronáuticas de aquellos países donde vayan a matricularse
aeronaves de ese tipo, pueden optar por aceptar el certificado de tipo emitido, o bien
realizar un proceso de verificación técnica o validación, tras lo cual expiden su propio
certificado de tipo.
[18] Se define Aeronavegabilidad, como la situación de una aeronave que denota la mejor
condición técnica para interactuar en el medio aéreo de forma segura.
[19] Si alguna de las puertas estuviese inoperativa la capacidad de pasaje del avión debe
reducirse.
[20] Todo el personal que realiza labores de mantenimiento debe estar acreditado como
Técnico especialista en Mantenimiento de Aeronaves, TMA, y todos los trabajos deben ser
supervisados por un certificador, que ofrece la garantía de que el trabajo se ha hecho
conforme a las normas establecidas.
[21] La razón de despojar al avión de la pintura, es revisar los paneles del fuselaje y los
remaches que los unen. Una vez revisado el fuselaje, las alas y las superficies de mando, se
inspeccionan con rayos X para comprobar si existen fisuras, se sustituyen los elementos
necesarios, se monta todo de nuevo y se vuelve a pintar. El exterior de un Airbus 340
requiere alrededor de una tonelada de pintura.
[22] Debe verificarse que las piezas deterioradas y aquellas que han cumplido su ciclo de
vida útil no vuelven a entrar en el circuito de la reparación de aviones. Esto se consigue
con un riguroso control que puede, incluso, llegar a verificar la destrucción física de las
piezas sustituidas.
NOTA: Este artículo pertenece al capítulo III del libro “Descubrir el viaje en avión”,
publicado por el autor. ( Publicado aqui con su autorización expresa y con la de AENA
Publicaciones )
CARGA ALAR
La carga alar de un avión es la masa que tiene que sustentar por unidad de superficie del
ala, dadas las dimensiones de los aeromodelos, como unidad de masa se toma el gramo
(g) y como unidad de superficie el decímetro cuadrado (dm2). En la aviación real se toman
el kilogramo y el metro cuadrado. Hay que tener cuiadado al pasar de unas unidades a
otras, todos sabemos que 1Kg=1.000g, pero cuidado con las medidas de superficie, ya que
1m2=100dm2 y no 10.
Por ejemplo: 34g/dm2 serán 3,4Kg/m2 (se divide entre 10), para la operación inversa,
multiplicar por 10.
Una carga alar baja es sinónimo de vuelo lento, debido a que para generar una
sustentación (superficie) igual al peso (masa), es necesaria menor velocidad y por el
contrario una carga alar alta, necesitará mayores velocidades.
No se puede hablar de cargas alares bajas en términos aboslutos, por ejemplo: un velero
Escuela de 2m con 40dm2 y 1.100g tendrá una carga alar de 27,5g/dm2 y ASG-29 de 4,8m
con 87,7dm2 y 5.100g la tendrá de 58,15g/dm2. ¿El ASG es un velero de vuelo rápidísimo?
Lo que ocurre es que la carga alar y el tamaño (superficie alar) están relacionados, cuanto
mayor el el avión, más carga alar necesita. Para ello se recurre al cociente de carga que es
la carga alar dividida entre la raiz de la superficie alar.
Velero Escuela: 27,5/(raiz de 40)=4,35
Velero ASG-29: 58,15/(raiz de 87,7)=6,2
En la siguiente tabla están el rango de cocientes de carga, con su uso
Planeador 4-5
Entrenador 6-8
Acrobático 9 - 12
Carreras / Escala 13 - 15
De lo cual se puede deducir que el velero Escuela es un planeador de vuelo lento aunque
no es un velero térmico puro, mientras que el ASG-29 es un planeador que tendrá un
vuelo mas rápido.
Como último ejemplo un velero real, el Horten-1 B de 12,4m con 21m 2 y 210Kg, tiene una
carga alar de 10Kg/m2, esto son 100g/dm2 y una superficie de 2.100dm2. Su cociente de
carga es 2,18 que corresponde a un ligero velero de vuelo térmico.
Por otra parte una carga alar menor implica un ala de mayor tamaño y más gruesa lo que
a su vez causa un mayor rozamiento aerodinámico, lo cual combinado con la mayor
sustentación causa que los aviones con menor carga alar requieren menos energía para
mantenerse en vuelo que un aparato con carga alar mayor e igual masa pero a una
velocidad de crucero menor.
Otro efecto de la carga alar se produce en los cambios de dirección horizontal. Cuando un
avión cambia de dirección sobre el plano horizontal debe alabearse para compensar la
fuerza centrífuga y al inclinarse las alas respecto al ángulo horizontal estas pierden fuerza
ascensional produciéndose un descenso que debe ser compensado por el piloto
aumentando el ángulo de ataque del aparato, todo lo cual causa una resistencia
aerodinámica que frena al aparato, tanto mayor cuanto menor sea el radio de giro. Este
freno debe compensarse con un aumento del empuje del motor. El mínimo radio de giro
que puede mantener un avión sin perder altura ni velocidad se llama radio de giro
sostenido y depende del tamaño del ala y la potencia del motor. Durante este aumenta la
carga alar en proporción a la fuerza g causada por la fuerza centrífuga, lo cual hace que
aviones con menor carga alar puedan tolerar incrementos mayores de esta antes de caer
en pérdida y por tanto poseen radios de giro sostenido menores.
Por otra parte se denomina radio de giro instantáneo al radio mínimo que un avión puede
alcanzar antes de perder sustentación. Este por su parte es menor en aviones con mayor
carga alar ya que las menores dimensiones del ala y la mayor carga sobre las superficies
de control le permiten reacciones más ágiles, que son las que se buscan en los aviones de
caza en los que la pérdida de sustentación no es un grave problema dada la mayor
potencia del motor en proporción al peso del aparato.
La estabilidad de un avión también se ve afectada por el nivel de carga alar ya que las
turbulencias y cambios en la densidad del aire son más acusadas en aviones con alas
relativamente grandes en relación a su masa, y por tanto con menor carga alar, en las
cuales dichas turbulencias tienen más superficie para actuar y las diferencias de presión
causadas por el vórtice son proporcionalmente más intensas. Por tanto para el vuelo a alta
velocidad y baja altura (con aire más denso y potencialmente turbulento) es preferible un
ala más pequeña y cargada en la que las variaciones de presión se harán notar menos.
Una solución parcial a este problema se encontró con el desarrollo del ala de geometría
variable tras la Segunda Guerra Mundial. Estas alas pivotan desde su base variando según
las necesidades el ángulo del borde de ataque y (según ciertos diseños) la superficie alar y
por tanto la carga alar entre otras muchas características. Este tipo de ala se reserva a
aviones militares de elevadas prestaciones y tamaño medio o grande, tales como el F-
111, Panavia Tornado, Tupolev Tu-22M o F-14. Este diseño, no obstante, está actualmente
en desuso debido a la complejidad y el elevado peso de estos mecanismos y al desarrollo
de nuevos sistemas de control de vuelo que eliminan parte de los inconvenientes de
estabilidad de las alas convencionales en determinadas circunstancias.
El límite de carga alar para que un ave pueda volar se estima en unos 25 kg/m².