Guia Metodologica Enseñanza de La Historia Rebsamen
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los mismos, y de ordenarles la observancia del programa, método y procedimientos
respectivos. Se levantó la presente acta que firman los asistentes: Enrique C. Rébsamen, E.
Fuentes y Betancourt, Hugo Topf, Manuel R. Gutiérrez, Juan Manuel Betancourt, Graciano
Valenzuela, Luis Pérez Milicua, Agustín García Figueroa, Florencio S. Veyro, Everardo
Vázquez, Benigno D. Nogueira; Horacio Catucci, José María Iglesias, Rafael Montiel, José
de J. Coronado, Carlos Rodríguez, Federico Sándrock, Secretario. -Por la copia. -Federico
Sándrock.
República Mexicana. -Secretaría del Gobierno del Estado Libre y Soberano de
Veracruz-Llave. -Número 7,776. -impuesto el C. Gobernador de la comunicación de usted,
número 154, fecha 22 de este mes, y de la copia que trajo adjunta del acta de la sesión de la
Junta Académica de esa Escuela, en que se recomienda la Guía Metodológica para la
Enseñanza de la Historia, se sirvió acordar le manifieste que acepta las indicaciones hechas
por dicha Junta y ha mandado imprimir el trabajo a que se refiere, para distribuirlo a todos
los establecimientos públicos de enseñanza, así como a los profesores y profesoras de los
mismos, en los términos que lo consulta la referida Junta Académica, -Patria y libertad,
Xalapa, 25 de Julio de 1890, -A Güido.- Al Director de la Escuela Normal. –Presente.
1 Conservamos integro este prologo, tanto por las reminiscencias, que hace de uno de los
periodos más importantes de la historia de la evolución escolar en México, cuanto porque revela
bien las claras intenciones con que fue escrita esta monografía. El Autor.
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Mexicana, sino que había bosquejado ya, en sus partes más importantes, el plano de esta
grandiosa obra.
Cerró sus trabajos el Congreso con un espontáneo y expresivo voto de gracias al señor
Presidente de la República, al ínclito General Don Porfirio Díaz, y a su digno Secretario de
Justicia e Instrucción Pública, señor Lic. Don Joaquín Baranda, iniciadores del hermoso
pensamiento. Siguieron algunas horas de expansión en el banquete ofrecido al señor
Baranda por los miembros del Congreso, para significarle su cariño y gratitud por el firme
apoyo que había dispensado a sus trabajos.
Se acercaba la hora de la despedida Pero no quisimos separarnos los que más
directamente estábamos ligados con el ramo de Instrucción sin renovar la solemne promesa
de trabajar con todo entusiasmo cada uno en su esfera, por llevar al terreno de la práctica
las resoluciones del Congreso, y sin sellar con fraternal abrazo las disensiones surgidas en el
seno del Congreso entre quienes persiguiendo idénticos fines, habíamos diferido, sin
embargo, en cuanto a algunos de los medios propuestos.
Esta reunión íntima se verificó el 4 de abril, y en ella tomaron parte los
representantes dic los Distritos Federales y Baja California (Norte) y de los Estados de
Coahuila, Nuevo León, Oaxaca, Tabasco, Tlaxcala, Yucatán y Veracruz.
Hablóse extensamente sobre los medios más adecuados para implantar la Reforma
Escolar. Uno de los presentes hizo notar la necesidad de escribir una serie de guías
metodológicas para las diversas asignaturas del nuevo programa, a fin de dar a conocer los
modernos métodos y procedimientos, e imprimir a la evolución de la enseñanza nacional el
sello de unidad de que hasta ahora carece. Todos acogieron con verdadero entusiasmo esta
idea, y yo, aunque desde un principio juzgue la empresa muy superior a mis fuerzas, he
querido hacer cuando menos un ensayo. ¡De tal modo me ha seducido la hermosura del
pensamiento y tan grande es mi entusiasmo por el mayor auge de la educación popular!
Me he fijado en la enseñanza de la Historia por varios motivos!
Desde luego, esta asignatura es la piedra angular para la educación nacional; ella,
junto con la Instrucción Cívica, forman al Ciudadano. Nuestra escuela antigua ha
descuidado mucho esta importantísima faz de la enseñanza Las palabras de Leví Alvarés:
“La enseñanza elemental de la Historia, con pesar lo decimos, por ver una verdad que aflige,
está completamente ignorada en Francia”, pueden aplicarse, sin temor, a nuestra República.
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En la inmensa mayoría de nuestros planteles de instrucción primaria elemental no se ha
enseñado la Historia, y donde figura este ramo, se le enseña de una manera rutinaria,
obligando a los niños a aprenderse de memoria un texto en forma catequística, sin darle las
explicaciones más indispensables. Semejante enseñanza, como es natural, no habla ni al
corazón ni al cerebro, no puede despertar en los niños ni ideas claras, ni sentimientos
nobles, y mucho menos influye en su modo de obrar y en la formación de su carácter.
Es preciso, sin embargo confesar que tan lamentable estado de cosas tiende a
desaparecer. Entre los muchos progresos que presenta nuestra instrucción primaria en los
últimos diez años, notamos con verdadera satisfacción la importancia creciente que se va
concediendo a la enseñanza de la Historia Patria Universal. Pero tan plausibles esfuerzos se
encuentran aún paralizados en muchas partes por las erróneas ideas que privan acerca de
los métodos y procedimientos más adecuados. En el mismo Congreso de Instrucción se
emitieron opiniones tan diametralmente opuestas, que esta asignatura fue, sin disputa, la
más debatida. Felizmente prevalecieron al fin los principios más acertados y racionales.
En la presente obrita señalo, aunque brevemente, dos puntos principales que han
sido objeto de largas discusiones, y que merecen, sin duda alguna un estudio más detenido
que el verificado por mí en esta monografía. Refiérese el primero al método regresivo, que
combato por más que haya sido preconizado por algunos pedagogos de nota. Con respecto al
segundo, “hacer la Historia de cada localidad”, lo juzgo no sólo atentatorio a los
principios pedagógicos, sino, más aún, a la idea de la unificación nacional. Creo que es
del todo incompatible con el sistema nacional de educación popular que ha proclamado
el Congreso.
El humilde trabajo que hoy ofrezco al profesorado mexicano, es el fruto de mis
cátedras, en esta Escuela Normal, sobre la parte respectiva de la Metodología aplicada, y ha
aparecido por primera vez en la Revista Pedagógica “México Intelectual”. La Junta
Académica de la misma Escuela Normal me ha dispensado el alto honor de hacerlo suyo y de
recomendar que en las Escuelas Cantonales se observen sus métodos y procedimientos por
mí iniciados.
El señor Gral. Enríquez patriota gobernador del Estado de Veracruz, que tanto ha
hecho en bien de la Instrucción Pública, mejorando las escuelas oficiales con criterio
luminosísimo, ennobleciendo el magisterio, creando la Escuela Normal, y poniendo cuanto
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es y cuanto vale al servicio de las modernas conquistas pedagógicas, se ha dignado, a moción
de la referida Junta Académica, hacer extensiva esa medida a todas as escuelas públicas de
enseñanza primaria elemental y superior, y ha mandado imprimir suficiente número de
ejemplares para distribuirlos entre los planteles públicos del territorio veracruzano. Yo, por
mi parte, alentado por algunos amigos de otros Estados, me he decidido a hacer la presente
edición, que pongo bajo la égida de mis compañeros de profesión.
No pretendo haber hecho una cosa ni siquiera medianamente buena. Es un humilde
ensayo, y su único mérito consiste en la buena voluntad del autor y en la circunstancia de
ser el primero que hasta hoy se emprende para aplicar los principios pedagógicos modernos
a la enseñanza de la Historia Patria. Si consigo llamar la atención de nuestros pedagogos
nacionales hacia esta materia, cuya trascendental importancia salta a la vista; si alguno,
con la competencia de que yo carezco, se sintiera invitado por este opúsculo para venir a
espigar en este campo risueño y fecundo de la Metodología y produjese un trabajo
verdaderamente digno del grandioso objeto a que mis débiles esfuerzos van encaminados;
finalmente, si los maestros encuentran una que otra idea útil en estas páginas que yo he
escrito al calor de inmensa devoción por la ciencia pedagógica y de profundo amor a la
Nación Mexicana, a esta tierra de promisión de la libertad, habré realizado uno de mis más
puros y más vivos anhelos.
ENRIQUE C. REBSAMEN
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CAPITULO 1
Importancia pedagógica de la enseñanza da la Historia
Investigar las facultades cuyo ejercicio implica el estudio de determinada asignaturas
fijar el valor relativo que tiene esa asignatura como instrucción y como educación, y
deducir de ello el lugar que le corresponde en un programa racional de estudios, es el primer
problema que hay que resolver para emprender con provecho el estudio metodológico de
cualquier materia de enseñanza.
A fines del siglo XVIII encontramos la Historia como ramo especial de enseñanza, en
un número muy reducido de escuelas primarias, mientras que hoy esta asignatura figura en
los programas de todos los países civilizados. Este cambio e debe a la convicción general del
gran valor no instructivo, pero sí educativo de nuestra materia. Como instrucción, es decir,
para suministrar conocimientos de utilidad práctica para la vida, el estudio de la Historia es
indudablemente inferior al de la Geografía, la Geometría, la Aritmética, etc.; pero como
educación intelectual casi las iguala y como educación moral es incomparablemente
superior.
Por lo que respecta a las facultades estéticas, no habrá tal vez otro ramo que tanto
se preste para despertar en el niño los sentimientos de verdad, justicia y belleza, para
inculcarle el amor por la Patria y la Humanidad.
En cuanto a las facultades éticas, esta enseñanza tiene el objeto de fortalecer la
voluntad y de contribuir a la formación del carácter.
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Debemos insistir aún más en el gran valor da la Historia para el fin ideal, o sea
para la educación moral y cívica del niño. Se ha dicho, y con razón, que el mejor maestro de
Moral es el ejemplo. En esto estriba la influencia duradera que tiene sobre el ser moral de
los niños la clase de Historia, cuando se enseña bien. En ella se presentan infinidad de
ejemplos de generosidad y abnegación, de todas las grandes virtudes morales y cívicas; pero
a la vez no faltan también ejemplos de egoísmo, de tiranía y abyección. Por medio de estos
ejemplos se despertará desde luego en los niños el amor por lo bueno, lo noble y lo bello, y el
odio o la aversión por lo malo. No basta, sin embargo, despertar estos sentimientos, es
necesario que en seguida este entusiasmo por los héroes de la Patria y la Humanidad se
convierta en voliciones y actos. Esto lo consigue el buen maestro fácilmente, valiéndose de la
tendencia a la imitación tan desarrollada, en los niños. Hacer que nuestros alumnos no sólo
manifiesten veneración por nuestros grandes hombres, sino que procuren imitar los
buenos modelos que la Historia les presenta: He aquí el fin supremo de nuestra
asignatura
Bastan las breves reflexiones que anteceden, para encontrar enteramente justificada
la introducción de la enseñanza de la Historia en el programa de la escuela primaria.
CAPITULO III
El programa de estudios
Debiendo ser uniforme, según decisión del Congreso Nacional de Instrucción, el
programa de estudios en todas las escuelas primarias elementales y superiores de la
República, no presento aquí un programa mío, sino me limito a copiar el que aprobó el
mencionado Congreso y en cuya formación he tomado parte como miembro de la Comisión
respectiva. En lo relativo a Historia, dice como sigue:
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SEGUNDO AÑO ESCOLAR
Relatos y conversaciones familiares sobre los personajes más notables y los hechos
principales de la Historia Nacional desde los tiempos primitivos hasta nuestros días.
Clase alternada.
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Edad Media y las evoluciones notables de la Época Moderna y Contemporánea. Se tratarán
de preferencia los sucesos de significación política puramente, los que den una idea de los
progresos de la civilización hablándose de los principales descubrimientos, invenciones, etc.
No deberá seguirse en las lecciones un encadenamiento riguroso, y se darán bajo la forma
más atractiva posible, procurándose en todas despertar el amor a la familia humana.
Clase alternada.
Pocas palabras tengo que agregar a. este programa. Como se ve, se empieza por la
Historia Patria, y este orden está en consonancia con el principio didáctico ir de lo conocido
a lo desconocido. Al acatar este principio, se ha sabido evitar sabiamente la exageración del
mismo, que consistiría en querer hacer la historia de cada localidad, como algunos lo
pretenden. Ya al tratar del método regresivo, hemos demostrado que esto sería
antipedagógico. Conviene llamar ahora la atención del lector sobre la circunstancia de que
semejante proceder sería también antipolítico, cuando menos tratándose de nuestra
República. Uno de los fines que nos proponemos alcanzar con la enseñanza de la Historia
Patria en la escuela primaria, es: “Conseguir la unidad nacional por el convencimiento de
que todos los mexicanos formamos una gran familia”. Ahora bien, esto se consigue tan sólo
“aprovechándose de las circunstancias que se presenten para destruir el espíritu de
localismo”. Pero es claro que la enseñanza de una historia local propiamente dicha, no
destruirá el espíritu de localismo, antes al contrario, serviría para fomentarlo.
El segundo ciclo comprende dos años escolares (el 3° y 4°), dedicándose uno a la
historia antigua y época colonial, y otro a la historia moderna y contemporánea Cuando se
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trató este punto en el Consejo de Instrucción, hubo quien opinara que más valía recorrer
cada año la Historia Patria en toda su extensión, ampliando cada vez más los conocimientos
creo, sin embargó, más acertada la división que propuso la Comisión respectiva y que
aprobó el Congreso, porque, si se presentan cada año las mismas cuestiones, aun que sea
con mayores detalles, los niños perderán fácilmente el interés por la enseñanza. Todo lo
contrario sucede con la división en dos años, pues en este caso se ofrecen cada año nuevas
cuestiones a la curiosidad de los niños, y el mayor del tiempo de que se dispone permite
profundizar más y presentar mayores detalles. No cabe duda que esto hace la enseñanza
más atractiva, y facilita a los niños percibir mejor el encadenamiento de los sucesos.
Algunos maestros podrían abrigar dudas sobre si no hubiera sido preferible tratar en
el 3er, año tan sólo la Historia Antigua y reservar el período colonial para el 4° año,
fundándose tanto en el cambio radical que produjo la Conquista en las condiciones
sociológicas y políticas del país, cuanto en que así resultarían dos divisiones de casi igual
duración; a la par que, con la división del programa oficial, resulta el segundo período de
poco más de medio siglo de duración, a la vez que el primero abarca varios siglos. Estas
objeciones, aparentemente muy justificadas, no tienen, sin embargo, razón de ser, si nos
fijamos en que México sólo llegó a formar una nación después de conquistar su
Independencia, y en que la vida nacional debe tener más interés para nosotros que la de
las tribus aisladas y la de nuestros antepasados bajo la dominación española. Los sucesos de
la Historia antigua y época colonial, aunque explican en parte nuestro estado actual, ya no
influyen en nuestro porvenir de la misma manera como lo hacen los de la Historia
moderna. El presente tan lleno de sucesos trascendentales y de promesas halagüeñas para
el porvenir, merece nuestra preferencia sobre el pasado.
El programa detallado del 3er. año escolar no hace mención especial de las tribus
cuya historia debe estudiarse preferentemente. Esto se explica: nada más natural que, al
tratar de los antiguos pobladores de nuestra República, se dé a preferencia en todas partes a
lo que tenga colorido local. La civilización maya se tratará más extensamente en Yucatán
que en Chihuahua. La historia de los tarascos merece especia atención en las escuelas de
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Michoacán, etc. La única tribu cuya historia debe tratarse con alguna extensión en todas las
escuelas de la República, es la azteca, por el papel que representó en la Conquista.
Para la Historia General sólo disponemos de un año escolar (el 6°), y en atención a lo
corto del tiempo y lo vasto de la materia, tendremos que limitarnos forzosamente a nociones
muy generales, procurando caracterizar las principales épocas y naciones mediante
personajes. En atención a las circunstancias ya expuestas, no será posible observar un
encadenamiento riguroso.
CAPITULO V
La forma para la Enseñanza de la Historia
El método didáctico o método de la enseñanza primaria, es la manera de
escoger, ordenar y exponer la materia, y comprende, por consiguiente, estos tres
factores: elección de la materia, orden y forma, de la enseñanza.
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dos últimas en el 6°, y empleándose las marchas sincrónica, regresiva, comparativa y
de agrupación tan sólo en las repeticiones.
De hecho se encuentran en nuestras escuelas dos formas muy distintas: La enseñanza por
medio de la memorización del texto, y la clase oral que bien podría llamarse
enseñanza por medio del maestro.
Pero si rechazamos con indignación esa enseñanza por medio del texto, no
queremos decir que sea de reprobarse incondicionalmente el uso de textos en la enseñanza.
Lo que pretendemos es, que ya no más ocupe el texto el lugar que únicamente corresponde el
maestro; sin negar, por otra parte, que el texto, si reúne las cualidades necesarias, puede ser
uno de tantos medios secundarios de que dispone el maestro para hacer más fructuosa
la enseñanza. En su oportunidad, al tratar de los medios de enseñanza, diremos en qué
casos y bajo qué condiciones será útil el uso de un texto especial para la clase de Historia,
como mero auxiliar de maestros y alumnos.
La clase oral puede revestir doble forma: si el maestro comunica directamente los
conocimientos, toma el nombre de forma expositiva. Si, al contrario, dice a los alumnos
lo menos posible, procurando por medio de preguntas adecuadas, que ellos mismos
encuentren las verdades que se les quiere inculcar, entonces usa la forma
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interrogativa, llamada por algunos método socrático, eurístico o inventivo. No cabe
duda que esta última forma tiene mayor valor educativo que la primera; pero el uso de
ambas está subordinado a la índole peculiar de las diversas asignaturas. Hay conocimientos,
y los históricos pertenecen a este grupo, que no pueden “inventarse”, sino que deben
comunicarse directamente. Emplearemos, pues, en la enseñanza de la Historia la forma
expositiva, quiere decir, el maestro debe presentar los conocimientos históricos EN
LA FORMA DE CUENTOS O NARRACIONES.
¿Habéis escuchado alguna vez en las largas noches de invierno los cuentos de vuestra
abuelita? ¿Habéis observado el brillo en los ojos de los chiquitos, el interés con que se fijan
en el mejor detalle? ¿Habéis notado como no se cansan de oír por vigésima vez una misma
historia, cómo interrumpen y corrigen al narrador, si éste involuntariamente ha cambiado
algún detalle? ¿Os habéis fijado en las “reflexiones” que tales cuentos despiertan en la
mente de los niños? ¿Lo habéis hecho todo esto?... Pues id en paz, maestros, nada puedo
enseñaros; tenéis el verdadero método.
Es bastante difícil contar bien, y creo que han de ser muy pocos los maestros que
reúnan todas las condiciones necesarias. Por lo mismo, es preciso dar al maestro
principiante algunas reglas para encaminarlo.
1° Debe PREPARAR cuidadosamente cada clase. La preparación es indispensable para la
enseñanza de cualquier ramo, pero en mayor grado la requiere una lección de Historia,
donde se trata de que el maestro hable sin interrupción durante cinco, diez o quince
minutos, de una manera sencilla y natural, a la vez que pintoresca y atractiva, para lograr
la atención de los alumnos, estimular su imaginación, provocar nobles sentimientos y
fortalecer su voluntad. Entra en la preparación en primer lugar, que el maestro, antes de
dar su clase como lectura privada, vuelva a leer lo que sobre el punto particular dice algún
buen autor. De este modo tendrá los sucesos más frescos, se posesionará mejor de la
materia, se entusiasmará con la viva y animada descripción del autor, y hará traslucir este
entusiasmo en su propia narración. Al tratar, v. gr., del Grito de Dolores, debe el maestro,
como preparación, leer el relato trazado por la correcta pluma de D. Julio Zárate, en la
obra “México a través de los siglos”. Para la toma de la Alhóndiga de Granaditas, puede
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inspirarse en los “Episodios Nacionales Mexicanos” de Enrique de Olabarría y Ferrari,
quien, con un lenguaje que está a la altura del pueblo, ha sabido “dramatizar” la Historia
Patria. Por lo que respecta a la Historia Antigua de México, ahí está Clavijero. El maestro
de la enseñanza primaria, si quiere merecer el honroso título de maestro, no debe
desconocer todas estas obras antiguas y modernas, para aumentar sus conocimientos y
formarse un criterio propio.
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serlo. Pero lo que sí sería malo, en mi concepto, es que el maestro quisiera hacer predominar
en la enseñanza sus ideas subjetivas a costa de la verdad objetiva. Maestros hay que
adulteran la verdad histórica por servir los intereses de determinada facción, por hacer
prosélitos entre sus alumnos. Este escollo debemos evitarlo. La escuela debe ser un
verdadero templo de la tolerancia; en sus aulas pueden sentarse niños católicos,
protestantes y ateos, hijos de liberales y conservadores, sin que se ofendan las creencias de
unos ni de otros. ¿Cómo hacerlo, si todos los bandos y todos los partidos han cometido
errores y crímenes? Pues precisamente ateniéndonos religiosamente a la verdad histórica.
La verdad no ofende más que a los mentirosos e hipócritas, y debemos impedir la
entrada de tan feos vicios en el corazón de nuestros alumnos. ¡Sed, pues, verídicos,
maestros! ¡no falsifiquéis la Historia, ni con la mejor intención, ni siquiera por patriotismo!
¡Cuán mala impresión causan ciertos textos de Historia que se usan en muchas escuelas,
tanto de Alemania como de Francia, donde se ensalza indebidamente una nación y se
denigra injustamente la otra, a costa de la verdad, falseando los hechos! Es tan sublime el
verdadero patriotismo, como absurda y ridícula es la patriotería, y ésta es aún criminal,
cuando la usa el maestro para adulterar la verdad histórica y corromper la buena fe de los
niños.
Los sucesos que la Historia ha escrito con letras de sangre, son los que se relacionan con el
fanatismo religioso o político. Estos sucesos ofrecen al maestro la mejor oportunidad
para predicar la verdadera tolerancia, para hacer ver a los alumnos que a nadie se le
debe perseguir por su color, nación o creencia, sino que, al Contrario, debemos respetar
en los demás la libertad de conciencia que pedimos para nosotros mismos. El sólo hecho
de que un individuo tenga opinión propia, aun cuando sea diametralmente opuesta a le
nuestra, lo hace acreedor a nuestro respeto. Estaremos en nuestro pleno derecho de
combatir sus ideas, pero su persona debe ser sagrada para nosotros. Haciendo ver a los
niños todo lo desgraciada que ha sido la humanidad bajo el yugo del fanatismo religioso y
político, es como mejor lograremos extirparlo de su corazón y sustituirlo por el amor a
todos nuestros semejantes.
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3° La narración del maestro deber ser intuitiva, quiere de decir, viva y animada, de
manera que despierte en los alumnos percepciones tan claras como si tuviesen a la vista
los personajes, lugares y sucesos históricos. Este precepto nos conduce lógicamente al
estudio de los medios más o menos mecánicos, de que dispone el maestro para el objeto
arriba indicado, y cuyo conjunto se designa con el nombre de procedimiento intuitivo. El
próximo capítulo atenderá a este punto.
Maestro. ¡Pues esto sí es malo! Los niños que van a paseo en vez de asistir a
la escuela, ignoran muchas cosas bonitas y útiles que aprenden sus compañeros
más aplicados, y cuando sean grandes, tendrán que arrepentirse amargamente al
ver su ignorancia e ineptitud. No vuelva usted a cometer semejante falta, Juanito,
y fíjese usted en lo que nos va a contar Enrique.
(Estos alumnos faltistas son la mayor calamidad para el progreso simultáneo de una
sección. ¿Hasta cuándo cumplirán las autoridades y los padres con su deber y harán
efectivo el precepto de la enseñanza obligatoria?)
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Enrique. (Se pone en pie y comienza a relatar los sucesos. Cuando se le
escapa algún dato importante, Otros niños levantan la mano para indicar que
quieren ayudar a corregir).
Si la enseñanza del maestro es buena, todos los niños, aun los menos vivos, deben
ser capaces de repetir el cuento de le lección anterior.
Maestro, Ya que ustedes conocen bien estos sucesos, trataremos hoy de otro
asunto nuevo; voy a hablarles… y aquí principia la segunda parte de la lección,
que denominaremos.
Al tratar de la subdivisión del programa, hemos indicado que la primera lección con
los alumnos de 4° año debe versar sobre: “La juventud de Hidalgo, sus estudios,
puestos que ocupó, su vida en Dolores”. Esta forma la hemos escogido para recordarle
al maestro los principales puntos que debe comprender su narración; pero para anunciar el
tema a los alumnos, esa misma forma sería del todo inconveniente La sustituiríamos, v. gr.
por la siguiente.
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Maestro. Niños, voy a contarles hoy COMO EL PADRE DE NUESTRA
INDEPENDENCIA DON MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA, LLEGO A SER CURA EN EL
PUEBLO DE DOLORES.
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aunque no esté terminada y dirigirles preguntas adecuadas para despertar nuevamente su
interés y atención.
¡Usted, Panchito!
(Lo hace el niño designado, ayudándole el maestro).
¡Vamos por partes! ¿Dónde nació D. Miguel Hidalgo y Costilla? ¿En qué
fecha? ¿Quiénes fueron sus padres? ¿Dónde pasó los primeros años de su vida?
¿En qué colegio hizo sus estudios? ¿Cuál fue su ocupación predilecta en Dolores?,
etc.
Para el efecto, hará que los mismos alumnos encuentren los puntos principales que
deban anotarse y se limitará a recordarles lo que hubiesen olvidado y a corregir los defectos
de forma. Los niños después copian lo escrito en sus cuadernos de Historia. Se entiende que
sólo figuran puntos principales y que se deben usar pocas palabras, v. gr.:
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