Evaluación 8vo A
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Instrucciones:
A Testigo.
B Personaje.
C Omnisciente.
D Protagonista.
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2 Tratado Primero
(2 pts.)
Cuenta Lázaro su vida y cuyo hijo fue.
“Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí me llaman Lázaro de Tormes,
hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de
Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el
sobrenombre, y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de
proveer una molienda de una aceña, que está ribera de aquel río, en la cual fue
molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada
de mí, tomole el parto y pariome allí: de manera que con verdad puedo decir nacido
en el río”.
Anónimo, El lazarillo de Tormes
A Testigo.
B Protagonista.
C Omnisciente.
D De conocimiento relativo.
La pata de palo
Vivían en Londres un comerciante y un artista de piernas de palo. Eran famosos los dos: el
primero, por sus riquezas, y el segundo, por su rara habilidad en su oficio. Y basta decir que esta
era tal, que aun los de piernas más ágiles y ligeras envidiaban las que solía hacer de madera,
hasta el punto de haberse puesto de moda las piernas de palo.
En este tiempo nuestro comerciante se rompió una de sus piernas, con tal perfección, que los
cirujanos no hallaron otro remedio más que cortársela. Y aunque el dolor de la operación casi lo
mata, después de que se recuperó y se vio sin pierna, no dejó de alegrarse pensando en el artista,
que con una de palo le habría de librar para siempre de semejantes percances.
Mandó llamar a Mr Wood al momento (que este era el nombre del estupendo maestro en
piernas de palo), y ya se imaginaba con su bien arreglada y prodigiosa pierna.
Este no se demoró en llegar, y fue seguramente por la fama de rico que tenía quien lo
llamaba, y de que pagaba generosamente los servicios.
–Míster Wood– le dijo– felizmente necesito de su habilidad.
–Mis piernas –repuso Wood– están a disposición de quien quiera servirse de ellas.
–Mil gracias; pero no son las piernas de usted, sino una de palo lo que necesito.
–Las de ese género ofrezco yo replicó el artífice que las mías, aunque son de carne y hueso,
no dejan de hacerme falta.
–Por cierto que es raro que un hombre como usted que sabe hacer piernas que no hay más
que pedir, use todavía las mismas con que nació.
–En eso hay mucho que hablar; pero al grano: usted necesita una pierna de palo, ¿no es eso?
–Cabalmente– replicó el acaudalado comerciante– pero no vaya usted a creer que se trata de
una cosa cualquiera, sino que es necesario que sea una obra maestra, un milagro del arte.
–Un milagro del arte, ¡eh! –repitió míster Wood.
–Sí, señor, una pierna maravillosa y cueste lo que cueste.
–Estoy en ello; una pierna que supla en un todo la que usted ha perdido.
–No, señor; es preciso que sea mejor todavía. Que encaje bien, que no pese nada, ni tenga
yo que llevarla a ella, sino que ella me lleve a mí.
–Será usted servido.
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–En una palabra, quiero una pierna..., vamos, ya que estoy en el caso de elegirla, una pierna
que ande sola.
–Como usted guste.
–Conque ya está usted enterado.
–De aquí a dos días tendrá usted la pierna en casa, y prometo a usted que quedará
complacido.
Dicho esto se despidieron, y el comerciante quedó entregado a sus esperanzas, pensando
que de allí a tres días se vería provisto de la mejor pierna de palo que hubiera en todo el reino
unido de la Gran Bretaña. Entretanto, nuestro ingenioso artífice se ocupaba ya en la construcción
de su máquina con tanto empeño y acierto, que de allí a tres días, como había ofrecido, estaba
acabada su obra, satisfecho sobremanera de su adelantado ingenio.
Era una mañana de mayo y empezaba a rayar el día feliz en que habían de cumplirse las
mágicas ilusiones del cansado comerciante, que yacía en su cama muy ajeno de la desventura
que le aguardaba. Llamaron a la puerta, y al poco rato entró en la alcoba del comerciante un
empleado de su tienda con una pierna de palo en la mano, que no parecía sino que se le iba a
escapar.
–Gracias a Dios– exclamó el comerciante– veamos esa maravilla del mundo.
–Aquí la tiene y sepa que mejor pierna no la ha hecho mi jefe en su vida.
–Ahora veremos– y enderezándose en la cama, pidió su vestimenta y mandó al empleado de
piernas que le acercase la suya de palo para probársela. No tardó mucho tiempo en calzársela.
Pero aquí entra la parte más lastimosa. No bien se la colocó y se puso en pie, echó a andar la
pierna por sí sola con tal seguridad y rapidez, que hubo de seguirla el obeso cuerpo del
comerciante. Inútiles fueron las gritos que daba llamando a sus criados para que le detuvieran.
Desgraciadamente, la puerta estaba abierta, y cuando ellos llegaron, ya estaba el pobre
hombre en la calle. Luego que se vio en ella, ya fue imposible contener su ímpetu. No andaba,
volaba; parecía que iba arrebatado por un torbellino. En vano era echar atrás el cuerpo, tratar de
aferrarse a una reja, dar voces que le socorriesen y detuvieran, que ya temía estrellarse contra
alguna muralla. El cuerpo seguía el impulso de la alborotada pierna; si se esforzaba a cogerse de
alguna parte, corría peligro de perder allí el brazo, y cuando las gentes acudían a sus gritos, ya el
desventurado banquero había desaparecido.
José de Espronceda. Tomado de http://www.curriculumenlineamineduc.cl/605/articles-
20756_recurso_pdf.pdf (fragmento y adaptación)
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A mansión
B Habitación
C Propiedad
D Finca
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C Un acontecimiento secundario
9 ¿Qué significa la palabra destacada en el siguiente fragmento: "la plaza de Armas (2 pts.)
era un mercado abierto donde cada día convergían todo tipo de personas?
A Concurrían
B Esperaban
C Conversaban
D Habitaban
10 Cuando leemos “me gustas cuando callas porque estás como ausente”, quien se (2 pts.)
expresa en ese verso es:
A Emisor real.
B Pablo Neruda.
C Personaje real.
D Hablante lírico.
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A Tercer verso.
B Primer verso.
C Segundo verso.
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A Mostrar su pasión.
B Manifestar su amor.
D Expresar su resentimiento.
Oyeron los moros como a gritos llamaba al santo pidiéndole la libertad, y quedaron
intranquilos pensando que en realidad pudiera venir a librarlo.”
A La fe.
B El miedo.
C La guerra.
D La conciencia.
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