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2.6 La Moralidad Del Acto Humano

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Universidad Fasta - Departamento de Formación Humanística. Apuntes sobre los actos humanos.

Documento recuperado el día


20 de julio de 2020 en https://www.ufasta.edu.ar/carteleravirtual/files/2016/03/Apunte-sobre-los-actos-humanos.pdf pp. 6-10.
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ÉTICA Y BIOÉTICA (DHM34)
ÉTICA, BIOÉTICA Y ÉTICA PROFESIONAL (DHM35, DHM36)

6. LA MORALIDAD DEL ACTO HUMANO

El acto humano no es una estructura simple, sino integrada por elementos diversos. ¿En
cuáles de ellos estriba la moralidad de la acción? La pregunta anterior, clave para el estudio de
la ciencia moral, se responde diciendo que, en el juicio sobre la bondad o maldad de un acto,
es preciso considerar:
• El objeto del acto en sí mismo,
• las circunstancias que lo rodean, y
• la finalidad que el sujeto se propone con ese acto.
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Para dictaminar la moralidad de cualquier acción, hay que reflexionar antes sobre estos tres
aspectos.

6.1. El objeto

El objeto constituye el dato fundamental: es la acción misma del sujeto, pero tomada bajo
su consideración moral.
Nótese que el objeto no es el acto sin más, sino que es el acto de acuerdo a su calificativo
moral. Un mismo acto físico puede tener objetos muy diversos, como se aprecia en los
ejemplos siguientes:
MISMO ACTO - OBJETOS DIVERSOS:
- matar, asesinato
- defensa propia
- aborto
- pena de muerte
-hablar
- mentir
- insultar
- adular
- bendecir
- difamar
- jurar

La moralidad de un acto depende principalmente del objeto: si el objeto es malo, el acto es


necesariamente malo; si el objeto es bueno, el acto es bueno si lo son las circunstancias y la
finalidad. Por ejemplo, nunca es lícito calumniar, por más que las circunstancias o la finalidad
sean muy buenas.
Si el objeto del acto no tiene en sí mismo moralidad alguna (por ejemplo, pasear), la recibe
de la finalidad que se intente (por ejemplo, para descansar y conservar la salud), o de las
circunstancias que lo acompañan (por ejemplo, con una mala compañía).
Aun cuando pueden darse objetos morales indiferentes en sí mismos ni buenos ni malos,
sin embargo, en la práctica no existen acciones indiferentes (su calificativo moral procede en
este caso del fin o de las circunstancias). De ahí que en concreto toda acción o es buena o es
mala.

6.2. Las circunstancias

Las circunstancias (circum-stare: hallarse alrededor) son diversos factores o modificaciones


que afectan al acto humano. Se pueden considerar en concreto las siguientes:

1) Quién realiza la acción (por ejemplo, la autoridad que comete un ilícito.).


2) Las consecuencias o efectos que se siguen de la acción (un leve descuido del médico
puede ocasionar la muerte del paciente).
3) Qué cosa: designa la cualidad de un objeto (por ejemplo, el robo de una cosa sagrada)
o su cantidad (por ejemplo, el monto de lo robado).
4) Dónde: el lugar donde se realiza la acción (por ejemplo, un acto ilícito cometido en
público es más grave, por el escándalo que supone).
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5) Con qué medios se realizó la acción (por ejemplo, si hubo fraude o engaño, o si se
utilizó la violencia).
6) El modo como se realizó el acto (por ejemplo, rezar con atención o distraídamente,
castigar a los hijos con crueldad).
7) Cuándo se realizó la acción, ya que en ocasiones el tiempo influye en la moralidad
(por ejemplo, no pagar impuesto en la fecha correspondiente)

Influjo de las circunstancias en la moralidad. Hay circunstancias que atenúan la moralidad


del acto, circunstancias que la agravan y, finalmente, circunstancias que añaden otras
connotaciones morales a ese acto. Por ejemplo, actuar a impulso de una pasión puede -según
los casos- atenuar o agravar la culpabilidad. Insultar es siempre malo: pero insultar a un
semejante es mucho menos grave que insultar a una persona enferma.
Es claro que en el examen de los actos morales sólo deben tenerse en cuenta aquellas
circunstancias que posean un influjo moral. Así, por ejemplo, en el caso del robo, da lo mismo
que haya sido en martes o en jueves, etc.

• Circunstancias que añaden connotación moral al acto ilícito, haciendo que en un


sólo acto se cometan dos o más actos ilícitos específicamente distintos (por
ejemplo, el que mata al padre comete dos faltas: homicidio y parricidio). La
circunstancia que añade nueva connotación moral es la circunstancia “qué cosa”,
en este caso la cualidad del padre.
• Circunstancias que cambian la especie teológica del pecado, haciendo que un
pecado pase de mortal a venial o al contrario (por ejemplo, el monto de lo robado
indica si un pecado es venial o mortal).
• Circunstancias que agravan o disminuyen el pecado sin cambiar su especie (por
ejemplo, es más grave dar mal ejemplo a los niños que a los adultos; es menos
grave la ofensa que procede de un brote repentino de ira al hacer deporte, etc.).

6.3. La finalidad

La finalidad es la intención que tiene el hombre al realizar un acto, y puede coincidir o no


con el objeto de la acción. No coincide, por ejemplo, cuando camino por el campo (objeto)
para recuperar la salud (fin). Si coincide, en cambio, en aquel que se emborracha (objeto) con
el deseo de emborracharse (fin).
En relación a la moralidad, el fin del que actúa puede influir de modos diversos:

1) Si el fin es bueno, agrega al acto bueno una nueva bondad (por ejemplo, oír Misa -
objeto bueno- en reparación por los pecados -fin bueno-).
2) Si el fin es malo, vicia por completo la bondad de un acto (por ejemplo, ir a Misa -
objeto bueno- sólo para criticar a los asistentes -fin malo-).
3) Cuando el acto es de suyo indiferente el fin lo convierte en bueno o en malo (por
ejemplo, pasear frente al banco -objeto indiferente- para preparar el próximo robo -
fin malo-).
4) Si el fin es malo, agrega una nueva malicia a un acto de suyo malo (por ejemplo,
robar -objeto malo- para después embriagarse -fin malo-).
5) El fin bueno del que actúa nunca puede convertir en buena una acción de suyo
mala. Dice San Pablo: “No deben hacerse cosas malas para que resulten bienes” (cfr.
Rom. 8,3). Por ejemplo, no se puede jurar en falso -objeto malo- para salvar a un
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inocente -fin bueno-, o dar muerte a alguien para liberarlo de sus dolores, o robar al
rico para dar a los pobres, etc.

7. DETERMINACIÓN DE LA MORALIDAD DEL ACTO HUMANO

El principio básico para juzgar la moralidad es el siguiente:

Para que una acción sea buena, es necesario que lo sean sus tres elementos: objeto bueno,
fin bueno y circunstancias buenas; para que el acto sea malo, basta que lo sea cualquiera de
sus elementos (“bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu”: el bien nace de la
rectitud total; el mal nace de un sólo defecto; S. Th., I-II, q. 18, a. 4, ad. 3).

La razón es clara: estos tres elementos forman una unidad indisoluble en el acto humano, y
aunque uno sólo de ellos sea contrario a la ley divina, si la voluntad obra a pesar de esta
oposición, el acto es moralmente malo.

8. LA ILICITUD DE OBRAR SÓLO POR PLACER

La ilicitud de obrar sólo por placer es un principio moral que tiene en la vida práctica
muchas consecuencias. Las premisas son las siguientes:

1) Dios ha querido que algunas acciones vayan acompañadas por el placer, dada la
importancia para la conservación del individuo o de la especie.
2) Por eso mismo, el placer no tiene en sí razón de fin, sino que es sólo un medio que
facilita la práctica de esos actos: “Delectatio est propter operationem et non et
converso” (La delectación es para la operación y no al contrario: C.G., 3, c. 26).
3) Poner el deleite como fin de un acto implica trastocar el orden de las cosas señalado
por Dios, y esa acción queda corrompida más o menos gravemente. Por ello, nunca es
lícito obrar solamente por placer (por ejemplo, comer y beber por el sólo placer es
pecado; igualmente realizar el acto conyugal exclusivamente por el deleite que lo
acompaña; cfr. Dz. 1158 y 1159).
4) Se puede actuar con placer, pero no siendo el deleite la realidad pretendida en sí
misma (por ejemplo, es lícito el placer conyugal en orden a los fines del matrimonio,
pero no cuando se busca como única finalidad. Lo mismo puede decirse de aquel que
busca divertirse por divertirse).
5) Para que los actos tengan rectitud es siempre bueno referirlos a Dios, fin último del
hombre, al menos de manera implícita: “Ya comáis ya bebáis, hacedlo por la gloria de
Dios” (I Cor. 10, 31). Si se excluye en algún acto la intención de agradar a Dios, sería
pecaminoso, aunque esta exclusión de la voluntad de agradar a Dios hace el acto
pecaminoso si se efectúa de modo directo, no si se omite por inadvertencia.
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9. LA RECTA COMPRENSIÓN DE LA LIBERTAD

Una de las notas propias de la persona -entre todos los seres visibles que habitan la tierra
sólo el hombre es persona- es la libertad. Con ella, el hombre escapa del reino de la necesidad
y es capaz de amar y lograr méritos. La libertad caracteriza los actos propiamente humanos:
sólo en la libertad el hombre es “padre” de sus actos.
En ocasiones puede considerarse la libertad como la capacidad de hacer lo que se quiera sin
norma ni freno. Eso sería una especie de corrupción de la libertad, como el tumor cancerígeno
lo es en un cuerpo. La libertad verdadera tiene un sentido y una orientación: “La libertad es el
poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello,
de ejecutar por sí mismo acciones deliberadas” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1731).
La libertad es posterior a la inteligencia y a la voluntad, radica en ellas, es decir, en el ser
espiritual del hombre. Por tanto, la libertad ha de obedecer al modo de ser propio del hombre,
siendo en él una fuerza de crecimiento y maduración en la verdad y la bondad. En otras
palabras, alcanza su perfección cuando se ordena a Dios: “Hasta que no llega a encontrarse
definitivamente con su bien último que es Dios, la libertad implica la posibilidad de elegir entre
el bien y el mal, y por tanto de crecer en perfección o de flaquear y pecar. Se convierte en
fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de demérito” (Catecismo de la Iglesia Católica,
n. 1732).
A la libertad que engrandece se llama libertad de calidad. Esa libertad engrandece al
hombre, por ser sequi naturam, es decir, en conformidad con la naturaleza, que no debemos
entender como una inclinación de orden biológico, pues concierne principalmente a la
naturaleza racional, caracterizada por la apertura a la Verdad y al Bien y a la comunicación con
los demás hombres. En otras palabras, la libertad de calidad es posterior a la razón, se apoya
en ella y de ella extrae sus principios. Exactamente al revés del concepto erróneo de libertad
como libertad de indiferencia, en que la libertad está antes de la razón, y puede ir
impunemente contra ella. Es la libertad que no está sujeta a norma ni a freno, aquella que
postula la autonomía de la indeterminación. Un libertinaje ilusorio e inabarcable, pero
destructivo del hombre y su felicidad.

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