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Título: El pago a los acreedores y los privilegios que operan en el juicio sucesorio
Autor: Dos Santos Freire, María Betania
Publicado en: RCCyC 2020 (abril), 64
Cita: TR LALEY AR/DOC/35/2020
Sumario: I. Sumario.— II. Introducción.— III. Declaración de legítimo abono.— IV. Legítimo abono y cosa
juzgada.— V. Los privilegios que operan en el juicio sucesorio.— VI. ¿Cuándo puede (debe) solicitarse la
apertura del concurso de la sucesión? Presupuesto objetivo.— VII. Proceso sucesorio y proceso concursal.
Competencia.
(*)

(**)

I. Sumario
- El procedimiento de pago regulado en el art. 2358, Cód. Civ. y Com. presupone que los fondos alcancen
para satisfacer íntegramente el crédito de todos los acreedores presentados.
- El procedimiento de registración de deudas —denuncia de créditos— reglado en el art. 2356, Cód. Civ. y
Com., no es por su naturaleza y trámite similar al procedimiento de verificación de créditos regulado en la Ley
de Concursos y Quiebras (ley 24.522), pues la verificación de créditos es un trámite causal y contencioso,
inserto en un proceso predominantemente inquisitivo por estar en juego intereses generales y por ende
indisponibles.
II. Introducción
En este trabajo analizaremos algunos aspectos de la nueva regulación que trae el Código Civil y Comercial
en relación con el pago de deudas y legados y su relación con la ley 24.522 de Concursos y Quiebras.
El sistema del Código Civil y Comercial evidencia un mayor perfeccionamiento en cuanto al procedimiento
para el pago respecto de la normativa contenida en el Código velezano, según la cual el heredero administrador
debía pagar a medida que los acreedores se iban presentando (conforme lo normaba el art. 3398). En la
normativa vigente, el art. 2356 dispone que los acreedores hereditarios que no son titulares de garantías reales
deben presentarse a la sucesión y denunciar sus créditos a fin de ser pagados. Y el art. 2358 establece que el
administrador de la herencia debe pagar a los acreedores que se presenten en la sucesión, conforme el rango de
preferencia de cada crédito establecido en la Ley de Concursos y Quiebras (1), otorgando así un mayor orden y
claridad al proceso.
Este nuevo modo de liquidación del pasivo hereditario es receptado además en el Anteproyecto del Código
Procesal de Santa Fe, que también se remite a las normas de la ley 24.522 (2).
III. Declaración de legítimo abono
La petición de legítimo abono es un trámite facultativo del acreedor y no imperativo, que debe promover
antes de la partición, acompañando los títulos de su crédito. Se trata de una antigua práctica judicial receptada
en el art. 701, último párrafo, del Cód. Proc. Civ. y Com. de la Nación, y admitida por la jurisprudencia pacífica
de los tribunales de todo el país, según la cual los herederos mayores de edad que hubiesen acreditado su
vínculo con el causante podrán reconocer acreedores del causante.
El nuevo Cód. Civ. y Com. recepta el instituto en el art. 2357, otorgando a los herederos la facultad de
"reconocer" acreedores y precisa que, una vez emitida la declaración del juez, el acreedor reconocido debe ser
pagado según el orden establecido en el art. 2358. En caso de que no exista aceptación expresa ni unánime por
parte de los herederos, el acreedor se encuentra autorizado para deducir las acciones que entienda le
corresponden.
Conforme ha sido regulado, la declaración de legítimo abono consiste en una petición de quien se arroga el
carácter de acreedor del causante, efectuada en el proceso sucesorio con el propósito de que se le reconozca su
crédito y se lo pague con prontitud.
Cabe acotar que el pedido de legítimo abono no está regulado en numerosas provincias, razón por la cual
resultaba necesaria su recepción normativa en el Código sustantivo con el propósito de contribuir a la
uniformidad y armonización de nuestro ordenamiento jurídico (3).
El instituto en cuestión se cimienta en el principio de economía procesal que apunta a evitar un dispendio
jurisdiccional innecesario, procurando una mayor concentración de trámites procesales y, a la postre, una mejor
administración de justicia (4).
IV. Legítimo abono y cosa juzgada
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Tratándose de un reconocimiento que en definitiva depende de la voluntad unánime de todos los herederos,
sin dar vista a ningún otro posible interesado y donde el juez se limita a admitirlo sin ningún otro control más
que la unanimidad acordada, podemos afirmar, como primera conclusión, que la declaración de legítimo abono
positivizada hoy en el art. 2357 Cód. Civ. y Com. no tiene efectos de cosa juzgada en el supuesto de posterior
apertura de concurso preventivo o quiebra de la sucesión (arts. 2º y 8º, ley 24.522), incluso cuando el proceso
concursal tramite ante el mismo juez del sucesorio (supuesto posible en jurisdicciones con juzgados con
competencia civil y comercial como en la Provincia de Santa Fe). En el punto VI nos referiremos al tema de la
competencia en supuestos de concurso de la sucesión.
Ello así, pues el proceso concursal es un proceso predominantemente inquisitivo, por estar en juego
intereses generales y por ende indisponibles. Como explica Rouillón, "los distintos intereses afectados por la
insolvencia, las graves repercusiones de esta y los plurales sujetos involucrados que aspiran a la tutela legal, la
necesidad de realizar justicia de tipo distributivo ante la imposibilidad de llevar a cabo la justicia conmutativa,
así como los principios orientadores elaborados a través de la historia a la que nos hemos referido, explican la
existencia de una legislación diferenciada —la ley concursal— que da respuestas distintas de las del derecho
común a los conflictos intersubjetivos que se plantean cuando hay estado de cesación de pagos o insolvencia
patrimonial" (5).
Ha de tenerse presente que en forma absolutamente unánime la doctrina autoral y jurisprudencial reconoce
al juez amplias facultades inquisitivas en la verificación de créditos al punto de poder afirmar que es en la
comprobación y determinación del pasivo donde aquellas adquieren su máxima expresión, sin que ello implique
por cierto una marginación absoluta del principio de congruencia sino que el juez debe investigar los hechos y
analizar todo el material probatorio y puede apartarse del consejo del síndico y resolver en contra de lo admitido
por el deudor y acreedores (6).
La verificación de créditos es un trámite causal y contencioso, en el cual la aceptación expresa del deudor
(en el caso, de los herederos) o el allanamiento no genera derechos a favor del acreedor, quien debe probar la
causa y justificar el título de su crédito (arts. 32, 200 y 273, inc. 9º, ley 24.522) (7).
Por ende, afirmamos que el procedimiento de registración de deudas —denuncia de créditos—, reglado en el
art. 2356 Cód. Civ. y Com., no es por su naturaleza y trámite similar al procedimiento de verificación de
créditos regulado en la Ley de Concursos y Quiebras (ley 24.522). El procedimiento de verificación de créditos
es un trámite propio de los procesos concursales, típico de ellos, en principio igual para todos los acreedores,
cualquiera fuese la naturaleza de sus créditos o de los títulos en que estuviesen instrumentados. Es una etapa
necesaria del proceso concursal, cuya finalidad es reconstruir la masa pasiva, determinar quiénes pueden
participar del concurso y cobrar, así como la graduación de los créditos.
Y como consecuencia de ello también afirmamos que los créditos reconocidos por declaración del juez del
sucesorio por la vía simplificada del "legítimo abono" también deben someterse a la verificación en caso de que
se declare el concurso o quiebra de la sucesión.
Ricardo S. Prono (8) afirma: "El principio general es entonces que las sentencias dictadas contra el deudor en
sede extraconcursal pasadas en autoridad de cosa juzgada deben también someterse a la verificación, lo cual se
impone por los siguientes motivos: en primer lugar, porque deben comprobarse la existencia y exigibilidad
actual de tal crédito, lo que únicamente se logra mediante el sometimiento a la verificación, siendo innecesario
aclarar que el título que da lugar al pedido de verificación es el crédito, y no la sentencia que lo ha reconocido.
En segundo lugar, porque debe ser definida la graduación de tal crédito, aspecto que se logra a través de la
verificación. En tercer lugar, porque aun tratándose de sentencias recaídas en juicios de conocimiento pleno, la
eficacia de la cosa juzgada material que de ellas emerge, solo opera directamente entre las partes, es decir,
alcanza únicamente a quienes en ese carácter participaron en estos juicios, pero no se extiende respecto del
concurso en donde intervienen los demás acreedores del deudor que, obviamente, resultan terceros ajenos a esos
pleitos".
Así ha sido declarado también, en las XXVII Jornadas Nacionales de Derecho Civil 2019, en donde se
concluyó de lege lata: "El crédito declarado de legítimo abono en el proceso sucesorio, si luego el patrimonio
hereditario entra en concurso o quiebra, debe someterse a posterior verificación por parte del juez del proceso
concursal".
V. Los privilegios que operan en el juicio sucesorio
Sin perjuicio de lo dispuesto por los arts. 2358 y 2579, Cód. Civ. y Com., es claro que si la masa indivisa es
"solvente" todos los créditos deberán ser pagados íntegramente y, por ende, en tanto no existirán saldos
insolutos no existirá conflicto entre los acreedores que deba ser dirimido conforme las normas que establecen
tanto la Ley de Concursos y Quiebras (arts. 240, 243, 247, 249) como el Cód. Civ. y Com. (art. 2586).
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Si bien es claro que la prelación en el pago de las deudas de la sucesión derivada de la prioridad en la
presentación al cobro conforme lo establecía el art. 3398 del Cód. Civil era pasible de acertadas críticas, y por
ello la solución incorporada por el art. 2358 del Nuevo Código Civil y Comercial es justa y superadora al dar
prioridad a la jerarquía del crédito por sobre la agilidad en la presentación al cobro, los pagos del pasivo
hereditario podrán ser "sucesivos" si los fondos son suficientes para pagar a "todos".
En el mismo sentido, o sea, con fundamento en la necesidad de preservar el principio de concurrencia y el
derecho "igualitario" de los acreedores del causante, Marcos M. Córdoba cuando analiza quiénes están
legitimados para solicitar la partición de la herencia expresa que el legatario "particular" puede pedir la cosa
legada desde la muerte del causante en virtud de ser considerado "acreedor de la sucesión" pero ello "procede
tan solo en caso de que la herencia de evidencia suficiente de solvencia y que asegure que la entrega del legado
no afectará los derechos de acreedores..." (9).
Por lo tanto, a nuestro juicio, el pago presupone que una vez citados los acreedores y vencido el plazo
otorgado a estos para que comparezcan a hacer valer sus derechos, el administrador haya presentado un
proyecto sobre la base del activo y pasivo conocido, y si de este resulta que no hay fondos suficientes para
satisfacer las deudas, deberá informarlo para que los legitimados peticionen el concurso preventivo o la quiebra
de la sucesión, tal como lo expresa hoy el art. 2360, Cód. Civ. y Com., en concordancia con los arts. 2º y 8º de
la Ley de Concursos y Quiebras.
En conclusión, solo en supuesto de existencia de fondos para atender "todos" los créditos, será operativo el
"procedimiento" de pago establecido en el art. 2358, Cód. Civ. y Com.
Por ello, coincidimos con Guilisasti y Basualdo (10) en el sentido de que, si el patrimonio es solvente o no se
encuentra en "cesación de pagos", no se justifica la remisión al sistema concursal. No obstante, dado que el art.
2579, Cód. Civ. y Com., confirma la norma del art. 2358, Cód. Civ. y Com. que se refiere a la aplicación del
régimen de privilegios de la ley concursal, exista o no cesación de pagos, justifica que hagamos una breve
referencia a la normativa de la ley especial.
La ley 24.522 de Concursos y Quiebras regula los privilegios en el cap. I del tít. IV. En la materia rige el
principio de legalidad, según el cual los privilegios nacen solamente de la ley y no pueden crearse por la
autonomía de la voluntad (art. 2574, Cód. Civ. y Com.). La doctrina y la jurisprudencia siempre han sido
uniformes al respecto. También en cuanto a que la interpretación de todo lo concerniente a privilegios debe ser
restrictiva. No pueden reconocerse privilegios por analogía; y en caso de duda, ha de estarse en contra de la
existencia del privilegio. Ello se debe a que los privilegios son excepciones al principio concursal de
universalidad y al principio general del derecho privado que asigna al patrimonio la significación de ser garantía
común de los acreedores, principio hoy positivizado en los arts. 242 y 743 del Cód. Civ. y Com.
Afirma Ricardo Prono (11) que "del principio de legalidad se desprende el criterio restrictivo que debe
primar en la interpretación y aplicación de las normas sobre privilegios porque excepcionan lo que conforma la
garantía común de los acreedores. Dispone el nuevo código (art. 743) que tal garantía está constituida por los
bienes presentes y futuros del deudor, y agrega que todo acreedor puede ejecutar estos bienes 'en posición
igualitaria, excepto que exista una causa legal de preferencia'. Por lo demás, es sabido que el principio de
igualdad de trato o pars conditio creditorum está en la génesis de la disciplina concursal, por lo cual en
situaciones de crisis o insolvencia regidas por la ley especial no corresponde admitir privilegios en casos de
dudas o por extensión analógica. El criterio restrictivo de interpretación está enunciado en el art. 242 de la LCQ,
al disponer que —salvo los casos expresamente mencionados por la ley— los privilegios se extienden
exclusivamente al capital del crédito. Corroborado por el art. 2577 del Cód. Civ. y Com. al expresar —en el cap.
I del título de los privilegios: "Disposiciones Generales"— que el privilegio no se extiende a los intereses, ni a
las costas, ni a otros accesorios, excepto disposición legal expresa en contrario".
Según su rango, determinante de la posición del cobro en caso de insuficiencia de producto distribuible (que
es lo que de ordinario ocurre, esto es, la insuficiencia de fondos), las categorías de acreedores son: a) acreedores
con privilegio especial; b) acreedores por gastos de conservación y justicia (o "del concurso"); c) acreedores con
privilegio general; d) acreedores comunes o quirografarios, y e) acreedores subordinados.
En cuanto a su asiento, los privilegios se clasifican en generales y especiales. Los especiales tienen asiento
sobre bienes específicos; pueden hacerse valer exclusiva y excluyentemente sobre el producto de la liquidación
de los bienes afectados, o sobre el importe que sustituya a estos (subrogación real, art. 245, ley 24.522). El
porcentaje (o la totalidad) del crédito con privilegio especial no percibido sobre el asiento de este es considerado
común o quirografario, salvo ciertos créditos laborales con privilegio general (art. 245 in fine, ley 24.522). La
concurrencia —conflicto— entre privilegios especiales de igual asiento se resuelve según las reglas del art. 243,
ley 24.522.

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Los créditos con privilegio general no ejercen su preferencia sobre el producto de la liquidación de un bien
determinado, sino sobre el resto del producido de la liquidación de todo el activo falencial, después de
satisfechos los privilegios especiales (art. 241, ley 24.522) y los gastos de conservación y de justicia (arts. 240 y
244, ley 24.522).
El art. 2580 del Cód. Civ. y Com. dispone que los privilegios generales solo pueden ser invocados en los
procesos universales, es decir, en los concursos y las sucesiones. Ello es congruente con el "asiento" de los
privilegios generales: la totalidad del patrimonio del deudor (art. 1º, ley 24.522; arts. 242 y 2277, Cód. Civ. y
Com.).
Recordemos que el asiento de estos privilegios es sobre el producido de cualquiera de los bienes del deudor,
luego de pagar a los privilegios especiales y los gastos de conservación y de justicia. En consecuencia, es lógico
que solo se hagan valer en los procesos universales, en los cuales queda comprendido todo el patrimonio de la
persona.
Los acreedores quirografarios (o comunes) cobran sobre el 50% que queda después de las categorías
precedentes, y antes que los acreedores subordinados (los quirografarios tienen así mejor rango —preferencia—
respecto de estos últimos).
Cabe destacar, que previo a desinteresar a los "especiales" deberá cumplirse con la "reserva de gastos" del
art. 244 de la ley 24.522 (conc. art. 2585, Cód. Civ. y Com.). Los gastos y honorarios mencionados en la norma
tienen el mayor rango posible, pues prevalecen incluso sobre los privilegios especiales que se asientan en el bien
liquidado.
Luego de pagar a los "especiales", deberán abonarse los "gastos de conservación y justicia", es decir, los
gastos de conservación, administración y liquidación de los bienes del acervo hereditario (art. 240 de ley
24.522, conc. art. 2359, Cód. Civ. y Com.). Posteriormente se cumplirá con los acreedores privilegiados
generales (art. 246, ley 24.522), dentro de los cuales, pueden diferenciarse dos clases: a) los acreedores laborales
(art. 246, inc. 1º, ley 24.522), que tienen mejor rango que los demás privilegiados generales (art. 246, incs. 2º a
4º, ley 24.522), ya que cobran con preferencia a estos y, además, sobre todo el monto del producto de la
liquidación del activo falencial (después de satisfechos los créditos preferentes de los arts. 244, 241 y 240, ley
24.522). En caso de insuficiencia, concurren entre ellos a prorrata; y b) los acreedores privilegiados generales
restantes (art. 246, incs. 2º a 4º, ley 24.522), que solo pueden afectar la mitad del producto premencionado,
porque la otra mitad se destina a pagar al porcentaje impago de los privilegios generales, en concurrencia pari
passu con los acreedores quirografarios. En caso de insuficiencia, concurren entre ellos a prorrata.
En resumen, el ranking que surge del ordenamiento es el siguiente:
1º Reserva de gastos (art. 244, LCQ).
2º Acreedores con privilegio especial (art. 241, LCQ).
3º Gastos de conservación, administración y liquidación de los bienes del acervo hereditario (art. 240, LCQ).
4º Privilegios generales ilimitados (los laborales).
5º Privilegios generales limitados (50% del remanente).
6º Acreedores quirografarios, en concurrencia con el porcentaje impago de los privilegios generales.
7º Acreedores subordinados (art. 250, LCQ).
VI. ¿Cuándo puede (debe) solicitarse la apertura del concurso de la sucesión? Presupuesto objetivo
Nuestra legislación concursal establece que el estado de cesación de pagos es el presupuesto objetivo de los
procesos concursales (art. 1º, ley 24.522). Como sencillamente expusiera Rouillón en una conocida obra
publicada hace más de 35 años, a partir de los brillantes estudios de Yadarola y Fernández, la doctrina nacional
es prácticamente uniforme en cuanto a la conceptualización de la cesación de pagos o insolvencia como
fenómeno económico apreciable en un patrimonio que se revela impotente para satisfacer, regularmente y con
medios normales, las deudas exigibles que lo gravan (12). Más recientemente explica que dicho estado importa
un desequilibrio entre los compromisos exigibles y los medios disponibles para enfrentarlos: cuando estos
últimos se revelan insuficientes, de manera regular y con cierta permanencia, para atender a aquellos, se
configura la impotencia patrimonial técnicamente llamada insolvencia o estado de cesación de pagos (13).
No obstante, a partir del año 1983 y con la reforma introducida por la ley 22.917, se introdujo en la ley
concursal y posteriormente en otros textos normativos, expresiones como "dificultades económicas o financieras
de carácter general" (art. 69, ley 24.522), "dificultades económicas" (ley 25.284 que regula el proceso concursal
de salvataje de entidades deportivas), o "insuficiencia de bienes", que podrían hacer pensar que algunos tipos de

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procesos concursales pueden instarse sin que exista estado de cesación de pagos. Sin embargo, consideramos
que con excepción del "Acuerdo Preventivo Extrajudicial" regulado en el cap. VII del tít. II de la ley concursal,
que amplía el presupuesto objetivo incluyendo los estados de crisis o "preinsolvencia", o sea un estado
intermedio entre la solvencia y la insolvencia definida, las restantes expresiones son "imprecisiones
terminológicas y no nuevos presupuestos objetivos" (14).
Por ende, si bien en el texto del art. 2360 del Cód. Civ. y Com. referido a la "masa indivisa insolvente" se
alude a "desequilibrio patrimonial" y a "insuficiencia de activo hereditario", coincidimos con Gerbaudo (15) que
no hay un nuevo presupuesto objetivo, y que esas expresiones deben considerarse como que aluden al estado de
cesación de pagos o insolvencia que constituyen el presupuesto objetivo de los procesos concursales que
menciona el texto —quiebra o concurso preventivo de la sucesión— ya previstos en la legislación concursal,
tanto en el art. 2º, inc. 1º) que incluye dentro de los "sujetos comprendidos" al patrimonio del fallecido mientras
se mantenga separado del patrimonio de los sucesores", como en el art. 8º que autoriza a cualquiera de los
herederos a solicitar el concurso preventivo en relación al patrimonio del fallecido.
El Código Civil y Comercial utiliza la expresión "insuficiencia de bienes" en la norma referida a la
"insolvencia" de la simple asociación (art. 191), y en el art. 1687 que prevé "la liquidación del fideicomiso sobre
la base de las normas previstas para concursos y quiebras". Pero toda la doctrina autoral y judicial elaborada en
materia concursal (16) coincide en que la cesación de pagos es un estado patrimonial que no refiere a un
necesario desequilibrio entre activo y pasivo, pues no es la inferioridad del activo con relación al pasivo lo que
determina la insolvencia sino la impotencia del patrimonio para cubrir las deudas exigibles, impotencia que
puede surgir de la imposible o dificultosa realización de los bienes numéricamente suficientes o de la ausencia
de un flujo de fondos dinámico para hacer frente a las obligaciones de exigibilidad inmediata o inminente.
Si el concurso preventivo de la sucesión indivisa abierto a instancia de los herederos, o la quiebra declarada
a instancia de ellos o de acreedor legitimado, son remedios regulados en la ley especial que exige como
presupuesto objetivo al estado de cesación de pagos, consideramos que en modo alguno la insuficiencia de los
bienes que integran el acervo hereditario es suficiente para viabilizar la apertura de un proceso concursal pues es
la "masa indivisa insolvente" como reza el art. 2360, Cód. Civ. y Com. el patrimonio susceptible de ser saneado
o liquidado conforme las normas contenidas en la legislación concursal. Esa insolvencia puede ser simplemente
"confesada" o denunciada por los herederos (arg. arts. 11, inc. 2º y 79, inc. 1º, ley 24.522) o demostrada
sumariamente por el acreedor (art. 83, ley 24.522), y en definitiva el juez abrirá el procedimiento si hay
"incapacidad de pagar", lo que se mide con un test de iliquidez pues no es una cuestión de balances, de modo
que si el deudor manifiesta o sumaria y provisoriamente se demuestra que no hay capacidad de pago del ciento
por ciento a todos los acreedores, se debe facilitar el acceso al concurso.
En el marco del Conversatorio Lineamientos para una futura reforma del régimen concursal argentino
realizado en el X Congreso Argentino de Derecho Concursal y VIII Congreso Iberoamericano de la insolvencia
(17) Adolfo Rouillón expresó: "Creo que tenemos un rollo excesivo con el tema del presupuesto objetivo desde
que Raymundo Fernández escribiera, hacia 1937, su enorme obra titulada Fundamentos de la quiebra, con
teorías que hoy tendrían cien años. O sea, nos enredamos con este tema cuando en realidad hoy en el mundo se
discute poco; es decir, lo que se discute es más bien como se hace para abrir o no abrir un concurso. Y ahí yo
diría que hay dos o tres posturas. Una, que consiste en determinar si hace falta que el deudor tenga incapacidad
de pago; lo que en realidad se llama cesación de pagos, pero en el sentido literal de la palabra, o sea incapacidad
de pagar, que se mide con un test de liquidez, nada más. La otra postura, en el otro extremo, es la insolvencia en
el sentido del balance, del pasivo superior al activo, lo que prácticamente no se conserva en ninguna ley del
mundo, y en las pocas que aún la tienen la única consecuencia ha sido que nunca se abriera un concurso, porque
el debate sobre esto es interminable. Y luego están algunas leyes en las que, en honor a la palabra 'insolvencia'
que hace mención de ese desequilibrio, dicen: 'bueno, lo que se demuestre primero, lo del test de liquidez o lo
del balance'; para concluir que, a su juicio, lo relevante, 'más allá de como definamos a la insolvencia', es
facilitar la apertura del proceso concursal a quien manifiesta que no puede pagar a todos sus acreedores".
En definitiva, consideramos que no hay un "nuevo y diferente" presupuesto objetivo para el concurso de la
sucesión, como sostienen algunos reconocidos y respetados doctrinarios (18) sino que las expresiones utilizadas
son producto quizás de la distinta "pluma" utilizada en la redacción del Nuevo Código, debiendo prevalecer la
legislación especial, en el caso la ley 24.522, en todo lo referido a presupuestos objetivo y subjetivo de los
concursos, competencia, procedimientos y privilegios.
VII. Proceso sucesorio y proceso concursal. Competencia
Respecto del juez competente, la ley concursal no tiene una disposición específica referida al concurso o
quiebra del patrimonio del fallecido, por lo que habrá de estarse a las normas referidas al concurso de persona

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humana, que establecen que corresponde intervenir en los concursos al juez con competencia ordinaria del lugar
de la sede de la administración de sus negocios; si hubiera varias administraciones, la del establecimiento
principal; si no pudiere determinarse esta calidad, lo es el juez que hubiere prevenido. Agotadas estas
alternativas será competente el juez de su último domicilio, con el fin de la correcta protección del ejercicio de
los derechos de los acreedores, y de los múltiples intereses de las partes (art. 3º, incs. 1º y 2º, ley 24.522) (19).
Ambos procesos, el sucesorio y el concurso o quiebra, son universales. Y esta universalidad se complementa
y concreta con el fuero de atracción, así ordenado en el juicio sucesorio (art. 2335, Cód. Civ. y Com.), en el
concurso preventivo (art. 21, ley 24.522) y en la quiebra (art. 132, ley 24.522).
Estos procesos no tienen prioridad uno sobre otro, porque tienen diferente objeto. Así, el proceso sucesorio
"tiene por objeto identificar a los sucesores, determinar el contenido de la herencia, cobrar los créditos, pagar las
deudas, legados y cargas, rendir cuentas y entregar los bienes" (art. 2335 del Cód. Civ. y Com.). Mientras que el
concurso preventivo o la quiebra tienen por fin —ambos— superar la insolvencia: el primero, por la
reestructuración del pasivo mediante un acuerdo del deudor con los acreedores y la segunda, mediante la
liquidación de los bienes para distribuir su producido entre los acreedores (20).
Entre ambos procesos, no hay fuero de atracción ni "acumulación", y el art. 105 de la ley 24.522 nos da una
pauta clara al respecto al establecer que en el juicio sucesorio no pueden disponerse medidas sobre los bienes
del fallido cuya sucesión se abre con posterioridad.
Ahora, si bien no existe fuero de atracción, la jurisprudencia y la doctrina con buen criterio han dicho que,
tratándose de dos jueces del mismo fuero y que tienen la misma competencia por razón del territorio y de la
materia, innegables razones de conexidad y economía procesal aconsejan que tramiten ambos procesos ante el
mismo órgano jurisdiccional, permitiendo de ese modo la concentración de todos los juicios que puedan afectar
la universalidad del patrimonio de los causantes, fallidos o concursados ante el mismo magistrado. Conforme a
ello se concentra en un único magistrado toda cuestión vinculada a la sucesión concursada y sus incidentes, lo
que se conoce como acumulación impropia (21).
Medina sostiene: "En muchas circunscripciones judiciales de nuestro país es posible tramitar los procesos
concursales ante el mismo juez del sucesorio, pues la competencia civil y mercantil se halla unida. Pero esto se
revela imposible en la Capital Federal y en las provincias en donde existen tribunales especializados en razón de
la materia. Si bien el concurso, la quiebra y la sucesión son procesos que deben sustanciarse
independientemente dado el régimen propio y diferente finalidad que los caracteriza, es conveniente que —en
las circunscripciones donde ello sea posible— sea el órgano que entiende en la liquidación del patrimonio
afectado al concurso o la quiebra quien conozca todo lo concerniente a los eventuales reclamos de los herederos
en torno al posible remanente que allí resultare o a otros derechos que pudieren corresponderles sobre los bienes
extraordinarios o inembargables" (22).
Cualquiera sea el caso, esto es quiebra declarada y posterior muerte del fallido o concurso o quiebra de la
sucesión insolvente, el juicio sucesorio podrá avanzar hasta la declaratoria de herederos o la aprobación del
testamento, ya que, de no ser así se impediría concretar lo previsto por el art. 8º de la ley 24.522, que autoriza a
los herederos a peticionar la apertura del concurso previsto. Pero en el juicio sucesorio no podrán adoptarse
medidas relativas a los bienes del acervo (partición, adjudicación); ello será competencia exclusiva del juez del
concurso o la quiebra (23).
En resumen, siendo claro que "primero se debe pagar y luego heredar", en supuestos de "masa indivisa
insolvente" (art. 2360, Cód. Civ. y Com. y arts. 2º, incs. 1º y 8º, ley 24.522) o muerte sobreviviente del fallido
(art. 105, ley 24.522), las cuestiones vinculadas con el pasivo hereditario y los bienes de la sucesión son de
competencia exclusiva del juez concursal, que podrá ser también "juez del sucesorio" en las jurisdicciones
donde la competencia civil y comercial se halla unida.
No obstante, se trata de dos procesos independientes: el juicio sucesorio avanzará hasta la declaratoria de
herederos y podrá continuar luego su trámite normal si se cumpliera el acuerdo homologado en el "concurso de
la sucesión" o hubiera remanente en la "quiebra de la sucesión" (24), luego de satisfechos todos los créditos
verificados y declarados admisibles y los gastos de conservación y justicia, es decir si hubiera "pago total" (art.
228, ley 24.522).
(A) Este artículo está basado fundamentalmente en la ponencia presentada por la autora en las XXVII Jornadas
Nacionales de Derecho Civil, Comisión N.º 8, desarrollada en Santa Fe, los días 26, 27 y 28 de septiembre de
2019.
(AA) Abogada, título expedido por la FCJS de la UNL. Magíster en Asesoramiento Jurídico de Empresas, de la
Fac. de Cs. Empresariales de la Universidad Austral de Rosario. Mediadora. Docente, jefa de Trabajos Prácticos
ordinaria por concurso de Derecho de los contratos de la carrera de Abogacía de la FCJS de la UNL. Abogada
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en la Procuración General dependiente de Fiscalía de Estado de la Provincia de Santa Fe.


(1) Esta remisión que se hace al sistema de privilegios regulado en la Ley de Concursos y Quiebras no es más
que una reafirmación de lo normado por el art. 2579, Cód. Civ. y Com.
(2) Anteproyecto Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Santa Fe, actualmente en trámite
parlamentario. "Art. 678.— El administrador tiene a su cargo el pago a los acreedores y legatarios de la
sucesión. Debe citar por notificación directa a los acreedores conocidos, que no sean titulares de garantías
reales, para que se presenten en un plazo de diez días en su domicilio legal a denunciar sus créditos, con la
documentación acreditante de los mismos. Dentro de los diez días siguientes el administrador deberá presentar
un informe sobre los créditos presentados y un proyecto de pago según el orden de preferencia de la Ley de
Concursos, que se pondrá de manifiesto por cinco días. Vencido el plazo, o resuelta la eventual impugnación, el
juez debe aprobar el proyecto. El juez podrá aplicar supletoriamente las normas de la ley concursal que estime
pertinente".
(3) En concordancia al Cód. Civ. y Com., lo prevé el anteproyecto Código Procesal Civil y Comercial de la
Provincia de Santa Fe, actualmente en trámite parlamentario. "Art. 679.— Los herederos pueden reconocer a los
acreedores del causante que soliciten la declaración de legítimo abono de sus créditos, en cuyo caso el acreedor
reconocido debe ser pagado por el administrador conforme al orden de preferencia aprobado. De no lograr el
reconocimiento expreso y unánime de los herederos, el acreedor deberá promover o continuar la acción judicial
pertinente".
(4) MORÓN, Alicia S., "Legítimo Abono. Cambiar para que nada cambie", LA LEY 09/03/2018, 4 - LA LEY
2018-A, 519.
(5) ROUILLÓN, Adolfo A., "Régimen de Concursos y Quiebras - Ley 24.522", Ed. Astrea, Buenos Aires, 16ª
ed., ps. 37 y ss.
(6) DE CESARIS, María C., "La verificación de créditos en el proceso concursal", Ed. Nova Tesis, Rosario,
2011, p. 13 y sus remisiones.
(7) ROUILLÓN, Adolfo A., ob. cit., ps. 43 y ss.
(8) PRONO, Ricardo S., "Derecho Concursal Procesal adaptado al Código Civil y Comercial", Ed. La Ley,
Buenos Aires, 2017, ps. 403 y ss.
(9) CÓRDOBA, Marcos M., "Partición privada de la herencia", en KIPER, Claudio (dir.) — DAGUERRE, Luis
(coord.), Aplicación Notarial del Código Civil y Comercial, Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2015, t. III, ps. 533
y ss.
(10) Ponencia presentada en el XXVII Jornadas Nacionales de Derecho Civil 2019 por GUILISASTI, Jorgelina
- BASUALDO, Ma. Eugenia, "Masa hereditaria insolvente".
(11) PRONO, Ricardo S., ob. cit., p. 736.
(12) ROUILLÓN, Adolfo A., "Procedimientos para la declaración de quiebra", Ed. Zeus, Rosario, 1982.
(13) ROUILLÓN, Adolfo A., "Régimen de Concursos y Quiebras - Ley 24.522", ob. cit., p. 57.
(14) GERBAUDO, Germán, "Herramientas concursales en la prevención de la insolvencia", SJA 28/11/2018,
Ed. Thomson Reuters.
(15) Ibidem.
(16) Ver las referencias y remisiones realizadas por Gerbaudo en el trabajo citado en la nota anterior.
(17) GEBHARDT, Marcelo - ROUILLÓN, Adolfo A. N., "Libro 4 de Conferencias y trabajos en comisión", ps.
93 y ss.
(18) MEDINA, Graciela - ROLLERI, Gabriel, "Derecho de las sucesiones", Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires,
2017, p. 273; FERRER, Francisco A. M., "Comentario al art. 2360 del Cód. Civ. y Com.", en ALTERINI, Jorge
H. (dir. gral.) - ALTERINI, Ignacio (coord.), Código Civil y Comercial comentado. Tratado exegético, Ed.
Thomson Reuters - La Ley, Buenos Aires, 2015, 1ª ed., t. XI, e-book.
(19) ARDUINO, Augusto H. L., "Proyecciones concursales en materia sucesoria: aplicación de los privilegios
concursales", RDPC 2019-2, ps. 121 y ss.
(20) RIBERA, Carlos E., "El concurso preventivo y la quiebra y su relación con el proceso sucesorio", RDPC
2018-3, ps. 252 y ss.
(21) ARDUINO, Augusto H. L., ob. cit., p. 121.
(22) MEDINA, Graciela, "Proceso Sucesorio", Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1996, t. I.
(23) ARDUINO, Augusto H. L., ob. cit., ps. 121 y ss.
(24) RIVERA, Julio C., "Instituciones de Derecho Concursal", 2ª ed. act., t. I, p. 231.

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