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Rodrigo Garcia

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CINISMO, MELANCOLÍA Y ESQUIZOFRENIA POLÍTICA |

ENTREVISTA A RODRIGO GARCÍA

Ediciones DocumentA/Escénicas, editorial


independiente cordobesa que nos tiene acostumbrados
a convertir las piezas teatrales en libros objeto, editó
en esta oportunidad la pieza que Rodrigo García
presentó recientemente en nuestro país: Evel Knievel
contra Macbeth na tierra do finado Humberto. Los
textos vienen acompañados por una serie de bocetos y
dibujos que el dramaturgo utilizó para explicar la
espacialidad y tenor de la puesta en escena a los
actores y links a videos que hacen al imaginario
circundante a la pieza. Pudimos conversar con Rodrigo
durante su visita sobre el libro, la obra, su vida y su
percepción del momento político internacional. Pasen y
lean…
Contame un poco acerca de esta obra y sobre todo de
este libro, que es como un tránsito de la literatura a la
escena.
Claro, nadie lo entiende bien el libro. El libro salió porque
Gabriela, la editora, justo tenía que viajar a Europa y nos
encontramos, no nos conocíamos de nada. Empezamos a
hablar y yo le expliqué cómo trabajaba y que justo me
agarró ensayando. Entonces le expliqué que yo hacía
dibujos para llevarles a los actores, para que vieran cosas y
por eso el libro es una mezcla rara de dibujos, el texto de la
obra y los videos.
Los “cuentos” que aparecen en cada capítulo, ¿van a
ser parte de la obra?
Son parte de la obra. Yo no sé escribir diálogos, entonces
escribo ese tipo de narraciones así que lo van diciendo las
actrices, que son dos mujeres que tengo escena.
Los textos reflejan una actualidad social que excede a
lo regional. Disparatados y todo, tocan diferentes
puntos neurálgicos de lo que estamos atravesando
como país. Hay una reflexión sobre el poder, sobre los
medios de comunicación, sobre la perdida de lo
esencial en el ser humano…
Cuando uno toca esos temas, al final son universales y
afectan un poco a todo. Yo, como argentino emigrado, hace
tiempo hacía obras donde intentaba hablar de una manera
más directa de mi pasado en Argentina. Esta vez no, ésta
es una obra donde se habla de una manera más general.
Se está hablando de ciudades que pueden ser cualquier
ciudad. Situé la acción en Salvador de Bahía porque me dio
la gana, porque me gusta, fui muchas veces,viste… En el
libro siempre hay una idea de desmitificar las cosas, de
quitarle peso, por eso cada vez que quiere contar algo
importante, o que para mí es importante, me gusta ponerlo
en un contexto que sea estúpido, que sea banal, que sea
popular. 

Es muy divertido el libro, pero no deja de tener una


crítica lúcida sobre ciertos temas.
Yo no me libro de ser bastante nostálgico. Al final, tengo
una carga nostálgica y muchas veces intento serlo menos
pero no puedo, por… moralista… A veces hay detalles un
poco moralistas…
¿Cómo recuperás la figura de Evel Knievel?
Son cosas de mi infancia en Argentina. Me acuerdo de
verlo en la televisión. En Europa, en Francia donde yo viví,
les hablás de Knievel y nadie sabe de qué les estás
hablando. Pero no importa, es un referente para mí en la
infancia y me gustaba que una persona que llegó a tener
tanta popularidad se la gané haciendo una boludez…
¿Cómo puede convertirse en un ídolo de masas un tipo que
lo que hace es una barbaridad? Se tomaba dos botellas de
whisky, se subía a una moto y saltaba, se rompía entero, lo
llevaban al hospital y se acabó. Y me parece “cómo puedo
decirte de otra forma que el ser humano es un idiota”. No
se me ocurre otra. Entonces Evel Knievel era un idiota
contra otro idiota que era Orson Wells que se cree MacBeth
en la tontería que escribí… Son como idiotas que van
respondiéndose y peleando.
 Hay un espíritu cínico que sobrevuela los textos, por
ejemplo cuando Evel Knievel va a fumar adentro de las
casas de los amigos y dice: se las dejé apestadas, pero
ya apestaban al olor de la estructura familiar, y empieza
a deconstruír la estructura familiar. En el medio de un
devarío aparece una patada a los dientes del
espectador, donde les estás diciendo: mirá que éste
sos vos. Eso es interesante.
Es lo que intento. Cuando era más joven me ponía a
escribir exclusivamente sobre las cosas que me
disgustaban, ahora que soy más viejo intento no escribir
solo sobre las cosas que me disgustan, también intento
escribir cosas bonitas. Tengo que intentar pensar que hay
cosas buenas también. Pero estas partes malas que decís,
críticas, tienen que estar para no quedar como un ingenuo.
Me río y meto esas críticas dentro de situaciones
completamente surrealistas, así me libro de la pedantería o
del moralismo.
Pensaba en la figura de la mosca que aparece en tu
texto: “es una mosca que está comiendo dulce con
cocaína, que seguramente se pensará que es una
mosca que está en el atelier” y es una mosca que está
preparada para chocar contra la ventana cuantas veces
sea necesario…” Hay algo universal en eso; los seres
humanos estamos transitando un momento político
donde nos estamos dando de cabeza contra una
ventana que sabemos que no funciona, pero no
podemos pensar más allá de esa ventana.
Para agarrar la metáfora que estás usando de la mosca, lo
que a mí más me preocupa en este momento es que dale,
muy bien, digamos que somos moscas que nos pegamos
contra el cristal, pero a mí lo que más me molesta es que
no vayamos juntos. Hay un nivel de individualismo tan
espantoso que como resultado da esto. Y es una pena. En
realidad, lo que estoy diciendo es que quiero creer en el
amor. Me gustaría creer en el amor. Y no puede ser que
vivir sea sálvese quien pueda. Quizás todas mis obras sean
una especie de llamada a unirse, a prestar atención a
alguien más que a vos mismo.
Me interesa la idea de Estado que trasciende a los
textos. En un momento salta la frase “la fraternidad es
un insulto para el amor”. Y hablás de la fraternidad
como Estado.
Volviendo a la realidad nuestra, esa fraternidad que me
parece asquerosa es un punto de partida y acá yo veo que
ni se llegó. Ni siquiera se llega a ser a lo que debería ser un
punto de partida para lo demás. Yo me fui de acá en 1986,
no cambió nada para mejor. 32 años es mucho tiempo…
entonces, ¿siempre tienen la culpa, exclusivamente, los
políticos?
Ahí está la mosca que se pega la cabeza contra el
cristal.
Y me duele ver que se da vueltas y vueltas y vueltas… Hay
algo de no ayudarse, tío. De no tener la menor solidaridad.
Eso es una putada.
 Lo es. Nos pusimos solemnes. Es una mierda.
Pero bueno también, ¿cómo vas a ser solidario si estás
corriendo la coneja, si no tenés un mango? Es un lío.
¿Cómo vas a ser solidario si ves que los otros afanan? Es
mucho pedir.
Tus obras anteriores están editadas con la misma
forma que este último.
No. Esto es una cosa nueva que ha hecho Gabriela. Yo a
veces mezclé dibujos míos en algunos libros. Pero esto de
los videos es la primera que lo hicimos. Fui yo él que lo
propuse. Así se divierte más el lector, tiene más cosas.
¿Y la recepción de los espectadores con las obras?
Mi obligación es no saberlo porque yo soy muy frágil,
entonces me hace daño cualquier cosa. Cuando acaba una
obra salgo corriendo. No me quedo en el bar, no voy al bar.
Siempre en los teatros tengo una puerta de salida para
escapar por atrás. No quiero escuchar. No puedo hacer
nada más. Yo hice lo que hice. No necesito escuchar nada.
Mala suerte, es lo que hay. Si gusta, gusta. No quiero
saberlo, hombre. Hay una cosa que es clarísima; si la sala
está vacía no me va contratar nadie. Si está vacía ya sé
que no funciona. Pero si la sala está llena, y hay quilombo,
perfecto. Mejor.
¿Esta no es la primera obra tuya que llega acá?
No. Dirigida por mí hice una hace tres años en el FIBA en
el teatro San Martín, una que se llamaba Gólgota Picnic y
luego, hace dieciséis años atrás, presenté tres obras más.
Y luego se hicieron obras mías por otros directores.
¿Por qué te fuiste?
Me fui por problemas personales, por la mala relación con
mi padre. Y también porque me fui porque era joven, y
cuando se es joven haces cualquier tontería. Me fui
también porque tenía un sueño roto, porque yendo de niño
a joven me tocó enterita la dictadura militar, y luego ganó
Alfonsín y entonces como yo viví el primer gobierno de
Alfonsín, y para mí era lo mejor que nos podía pasar en la
vida. Ver la gran dificultad, aquel gran desastre… aquello
que no podía funcionar con Alfonsín, ya terminó de
decirme vete por ahí, a ver qué pasa. No me siento
orgulloso de haberme marchado, para nada, a veces me
siento culpable, pero esos son los motivos. Mucho pesó el
familiar, estar lejos de mi padre, persona a la que detesté
siempre, y luego, el sueño de Alfonsín, que se había ido a
la mierda.
¿Y cómo llegaste al teatro?
Al teatro llegué porque mis padres me llevaron a ver una
obra de Federico García Lorca, yo tenía nueve o diez años,
y fue una obra muy rara, un montaje muy delirante. Me
asusté mucho por el ruido, porque había gente desnuda en
el escenario. Ese fue el primer recuerdo y me apasionó. Y
luego empecé a venir al teatro, como yo vivía en el barrio
de Grand Bourg, de extrema pobreza y de extrema
violencia, no me gustaba vivir ahí. Entonces intentaba salir
de ahí y me iba al teatro. Yo le robaba dinero a mis viejos y
me lo gastaba en entrar al teatro en vez de en drogas. Y
así empecé a ir, para intentar cambiar la vida.
 Como extranjero, ¿cómo se vive la política? ¿Cómo te
involucrás con los diferentes movimientos sociales?
Yo soy un capitalista, yo lo asumí eso. Estoy dentro del
sistema capitalista. Tengo una casa muy bonita, un
coche… Pero no lo estoy diciendo como algo positivo.
Estoy hasta las pelotas de los artistas que dicen que son de
izquierda y viven una economía liberal, capitalista, pero
cuentan que son de izquierda. Y es mentira, lo único que
hacen es ir a restaurantes de tres estrellas Michelin y todos
viven maravillosamente. Entonces, no sos de izquierda,
porque eso ya no existe. En el imaginario de todos nosotros
sí, pero es mentira. En España y Francia, es mentira. ¿Qué
izquierda?
 ¿Ves alguna alternativa al capitalismo?
Si viera alguna alternativa, me dedicaría a la política. Sería
diputado e intentaría luchar por eso. Es una sociedad que
es una bola que te lleva, estamos dentro y ya. Es feo lo que
digo. Cualquiera que lea eso diría: este tipo es un cagón,
¿cómo que es una bola que te lleva? Por supuesto que se
pueden hacer cosas buenas. Y claro que se pueden hacer
cosas buenas. A mi modo lo intento. Pero al final mi
ordenador es un Mac y tengo un iPhone, estas son las
zapatillas que las tiene no sé quién… ¡Estoy hasta las
pelotas de la gente que vive esa esquizofrenia!

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