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Historias de Tapias y Tapiadores María Teresa Arcila Estrada 2018

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PLAN ESPECIAL DE SALVAGUARDIA (PES)

MANIFESTACIÓN CULTURAL SILLETERA

Ejes de acción de Salvaguardia


Proyectos de investigación
Transmisión, educación y comunicación social del patrimonio

Temática de investigación
Historias y memorias de la manifestación cultural silletera

Proyecto
Repositorio digital de memoria oral: Raíces, Cultura Silletera - Fase 2
Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín
Unidad de Memoria y Patrimonio Cultural
Universidad de Antioquia

Medellín, Colombia
2018
Historias de tapias y tapiadores
Por: María Teresa Arcila Estrada.
Antropóloga, investigadora
Instituto de Estudios Regionales
Universidad de Antioquia
Historias de tapias y tapiadores

Introducción

De acuerdo con estudios arqueológicos realizados en la cuenca alta de la quebrada Piedras

Blancas1, la quebrada El Rosario y la vereda Mazo, existen allí vestigios de construcciones

de tapia cuya antigüedad se remonta al siglo XVII2, que obedecen a la presencia -escasa por

demás- de colonizadores españoles que explotaban algunas minas de sal y de oro.

A pesar de las innegables ventajas constructivas de la tapia, la década de los sesenta en el

siglo XX marcó el fin de un oficio que estuvo vigente por lo menos durante tres siglos. La

apertura de carreteras veredales inexistentes hasta entonces, posibilitó que un mayor número

de habitantes de las zonas rurales pudieran acceder a materiales como el adobe y el cemento3,

reemplazantes de la tierra pisada. Por su parte, las tejas de barro cocido para las cubiertas o

techos de esas mismas construcciones, elaboradas en los tejares de Guayabal -situados en las

goteras de Medellín-, se habían utilizado durante el siglo XX. Antes de estos, los tejares

artesanales más comerciales eran los pequeños talleres de Altavista, de principios del siglo

XIX4. Las tejas eran transportadas desde la ciudad a lomo de mula, luego a la espalda desde

los caminos que se cruzaban con la vía Medellín-Rionegro5.

1
La cuenca de la quebrada Piedras Blancas hace parte del altiplano de Santa Elena, el cual conforma un corredor
de aproximadamente 30 km de largo por 8 km de ancho.
2
Castro, 1999, p.143, citado por Henao y Urrea, 2006, 26, 90; Obregón, et. Al, 2003, citado por Henao y Urrea,
2006, p.97.
3
De acuerdo con la versión oral del señor Lázaro Vanegas Vanegas, a Santa Elena llegó el cemento a fines de
la década del 40, aproximadamente en 1948.
4 Gonzáles Escobar, L. F. Artesanos y maestros en la arquitectura de Medellín y Antioquia, 1775-1932.

Medellín, 2008, p.35.


5
La vía Medellín-Rionegro se comenzó a construir en el año 1928 (Henao y Urrea, 2006, p.27-28).

3
En Santa Elena, la técnica de la tapia o tierra pisada se empleó para levantar distintas clases

de edificaciones: fondas, templos, escuelas y viviendas, muchas de las cuales todavía están

en uso, mientras que de otras solo quedan vestigios. De esas, las más numerosas fueron las

viviendas6, un signo cultural de alta complejidad e importante referente de unidad y cohesión

familiar, especialmente en sociedades campesinas como ésta, donde la subsistencia se

obtenía con el esfuerzo y el trabajo del grupo familiar en pleno.

A continuación, se presenta un relato sobre el oficio de la construcción en tapia o tierra pisada

en Santa Elena, territorio de la manifestación cultural silletera en el departamento de

Antioquia, Colombia. Un relato reconstruido a partir de referencias testimoniales en torno a

sus protagonistas: los tapiadores o maestros albañiles. Si bien ya no es posible escuchar sus

voces, pues todos están muertos, la idea es destacar sus nombres al reconstruir la historia de

este oficio, mediante los aportes de sus descendientes, con el propósito de reivindicar el valor

histórico y social de su labor.

Para este relato se realizaron entre agosto y noviembre de 2018, nueve entrevistas con hijos,

parientes y amigos de los principales tapiadores de Santa Elena. Fueron ellos: Miguel Ángel

Atehortúa Zapata, Lázaro Vanegas Vanegas, Pablo Emilio Atehortúa Ramírez, Julio César

Ramírez Londoño, Fidelino de Jesús Londoño Guzmán, Tulio Benjamín Alzate Atehortúa,

Reinaldo Atehortúa Atehortúa, Antelmo Patiño Londoño y Álvaro Antonio Patiño Alzate.

6
Una línea de tiempo elaborada por Henao y Urrea (2006, p.27-28) para la cuenca alta de la quebrada Piedras
Blancas, donde situaron su investigación, muestra que hubo por lo menos tres periodos de aumento en la
construcción de viviendas:
- Década de 1770 debido al aumento de la población de mazamorreros y la subdivisión de tierras y parcelas.
- En 1850 y los años siguientes por el nuevo auge de la minería de veta en el altiplano de Santa Elena.
- A partir de 1928 con el inicio de la construcción de la carretera a Oriente, dado que producto de ello Santa
Elena se convirtió en lugar de actividades de recreo y actividades rurales campesinas.
Historias de tapias y tapiadores

Por haber sido sus ayudantes de construcción, son una fuente testimonial de gran valor. A

ellos les reiteramos una profunda gratitud por habernos confiado sus memorias.

También se sumaron fragmentos de seis entrevistas en profundidad elaboradas en 2017

durante el proceso de reconstrucción de las historias de vida de varios silleteros, en la Fase 1

de este proyecto. Solo cuando fue necesario se introdujeron corchetes con breves anotaciones

o referencias a palabras que fueron omitidas, y cuya ausencia pudiera dificultar la

comprensión del sentido del texto.

Este relato articula diversas voces y formas de narrar. Se pueden leer, por un lado, numerosas

voces de quienes asocian y traen al presente sus recuerdos que, adormecidos por la bruma

del tiempo, se desperezan y van emergiendo ante las preguntas y la curiosidad de los

interlocutores. Por otro lado, también se puede leer a la relatora, quien luego de barajar las

ideas contenidas en la totalidad de las entrevistas y testimonios recolectados, se formó una

idea general del oficio y con ese material armó una versión –quizás incompleta y

fragmentaria- de esta historia. Las otras voces que se suman son los escritos de autores que

en momentos anteriores se interesaron por el tema, periodistas e investigadores que iluminan

ciertos vacíos desde distintos ángulos, de forma enriquecedora.

Lo más probable es que la historia referida a las técnicas y procesos de fabricación de la tapia

en el territorio cultural y rural de Santa Elena se asemeje a la de otras localidades de

Antioquia y Colombia. Sin embargo, debido a los alcances de este proyecto, no fue posible

establecer diferencias o especificidades.

5
Toda la información generada en esta investigación puede ser consultada en el micro sitio

web http://raíces.patrimoniomedellin.gov.co.
Historias de tapias y tapiadores

Tapiadores

Durante el periodo colonial y republicano, el albañil por


excelencia era el maestro tapiador, hábil artesano que
trabajaba en asocio de su asistente y la peonada que
transportaba, preparaba y pisaba la tierra. 7

Como maestros y tapiadores se denominaba en Antioquia a quienes construían con tierra

pisada. Más recientemente, se les conocería como oficiales o albañiles. La denominación de

maestro evoca los gremios de artesanos de la Europa de la Edad Media y da cuenta de la

gradación de los conocimientos, experiencias y reconocimiento social de estas personas

respecto de quienes eran sus aprendices.

Dos generaciones atrás, los maestros tapiadores más conocidos en Santa Elena eran Benjamín

Alzate y su hijo Rubén Antonio Alzate Londoño, Crispiniano Ramírez Ruiz, Arturo Patiño,

Pedro Londoño, los hermanos Lucio y Felipe Vanegas, todos fallecidos, habitantes de

veredas como Mazo, Barro Blanco, El Placer, La Palma y El Tambo. Ellos, con el producto

de su trabajo construyeron sus viviendas y en algunos casos, las de sus hijos y otros

familiares.

7
“La tapia pisada una técnica ancestral”. Recuperado en:
https://reconstruyendotradicionecologica.wordpress.com/la-tapia-pisada-una-tecnica-ancestral/, 20 de
septiembre de 2018.

7
Benjamín Alzate (c.a. 1887 – 1965). Nació y vivió siempre en la vereda Mazo, y si bien

conoció y utilizó la técnica de la tapia, su trabajo se concentró en construcciones de cemento

y ladrillo en la zona urbana de Medellín. Don Benjamín se casó con Ana Tulia Londoño, con

quien tuvo ocho hijos: Rubén Antonio (el mayor), Jorge Luis, Marco Tulio y Marco Aurelio;

las mujeres fueron María Elena, Tila, Celina y Tránsito. Dirigió la construcción del colegio

Salesiano El Sufragio, en el barrio Boston, la obra donde moriría electrocutado un hijo suyo

y un primo de éste. Años más tarde, con la ayuda de su hijo Jorge construyó el colegio de las

hermanas Salesianas de María Auxiliadora, situado también en el centro de Medellín8. Don

Benjamín murió en 1965 a los 78 años. Su esposa moriría cuatro o cinco años después.

Rubén Antonio Alzate Londoño (1918-2000). Hijo mayor de Benjamín Alzate y Ana Tulia

Londoño, fue un maestro tapiador bastante conocido en Santa Elena por la calidad de su

trabajo. Vivió buena parte de su vida en Mazo hasta que construyó su vivienda en la vereda

La Palma, algunos años después de haber contraído matrimonio. Dirigió la construcción en

tapia de la primera escuela del sector, conocida como La Trina, y de muchas otras viviendas

de Santa Elena. Hizo parte del grupo fundador de la Acción comunal de la vereda Barro

Blanco, junto a Crispiniano Ramírez, Pedro Luis Londoño, Juan Andrés Patiño, Miguel

8
Durante el ejercicio de memoria de 2017 (Raíces, cultura silletera Fase 1) contaba el señor Alfonso Ríos (+)
que la suya fue la primera casa en adobe, construida al Norte de la carretera de El Placer. Para hacerla buscó a
un oficial amigo suyo que consideraba tremendo de bueno, era de Mazo y se llamaba Jorge Alzate. “Era tan
buen oficial y tan práctico, que él y el papá, que también era oficial, le reconstruyeron la Iglesia de Boston a los
padres de esta parroquia. La iglesia era de tapia, pero no obstante esto, Jorge Alzate y el papá se comprometieron
con los padres a no dañar el techo, sino que ellos eran capaces de levantar esas tapias por columnas en adobe y
así lo hicieron. Era tremendo para pegar adobe. Yo lo conocía mucho y era muy amigo mío. En ese entonces,
estaban haciendo el colegio de María Auxiliadora en la calle Echeverri. Jorge trabajaba allá y casi todos los
oficiales eran de la vereda Mazo. Yo la iba bien con Jorge y le dije un día que si me pegaba unos adobitos que
tenía allá arriba. Él me dijo: “yo con tapia no trabajo, busque a Rubén, mi hermano”. Y le dije: “No, yo tengo
es adobes allá y Rubén no los sabe pegar, antes Rubén me dijo que lo buscara a usted”. Y me dijo: “Yo le pego
los adobitos Alfonso, compre cemento que tal día voy”.” Historia de Vida de don Alfonso Ríos Ramírez,
proyecto Raíces, cultura silletera. Fase 1, 2017.
Historias de tapias y tapiadores

Ángel Atehortúa y otros más. También participó en la construcción de la carretera y la escuela

de Barro Blanco, dirigió la sociedad enterradora, estuvo en la construcción del cementerio y

de la capilla del parque principal de Santa Elena. Tulio Benjamín, su hijo mayor, se

desempeñó durante varios años como su ayudante. Rubén Antonio murió en el año 2000

cuanto tenía 82 años, a causa de diversos problemas respiratorios generados por su adicción

al cigarrillo. Trabajó la tapia durante 65 años.

Crispiniano Ramírez Ruiz (1908-1988). Nació en la vereda San Miguel abajo, municipio de

Guarne, en 1908, en un rancho de paja y bahareque situado en un paraje cercano de la

quebrada que separa esa vereda de Barro Blanco. María Jesús Ruiz se llamaba su mamá y

Jorge Ramírez, su papá; además de ellos su familia paterna estuvo compuesta por cuatro

hermanos, dos hombres y dos mujeres. De joven cocinó sal9 al jornal en el salado El

Concurso, en la vereda San Miguel; también trabajó en minas de oro y fue arriero en el

camino que conducía de Rionegro a Medellín; participó luego –a pico y pala- en la

transformación de ese camino en carretera. Se casó con Ana de Jesús Londoño Zapata, una

de las hijas mayores de Manuel Antonio Londoño (papá Manuel) y de su esposa, Teresa

Zapata. Durante un tiempo él y su joven pareja vivieron en un humilde rancho de la vereda

San Miguel, de donde pasaron a vivir en la casa paterna de ella, situada en el paraje Santa

Rita. Allí nacieron sus primeros cinco hijos. Construyeron luego su propia vivienda en un

lote que les dio el abuelo Manuel en la vereda Barro Blanco, donde nacieron sus otros cinco

9
De los ojos de aguasal o salados, afloramientos de agua ricos en minerales, se extraía por evaporación la sal
para consumo humano y animal.

9
hijos. En esta construcción desplegó Crispiniano sus conocimientos sobre la tapia, al lado de

su cuñado y con la ayuda de su hijo mayor, Julio, quien apenas tenía 15 años y también de

Jairo, otro de sus hijos. En 1988, después de un breve periodo de enfermedad, murió don

Crispiniano Ramírez, a los 80 años. Sus hijos Jairo y Yolián (+) le dieron continuidad al

oficio de su padre durante un tiempo.

Arturo Patiño (c.a. 1918-1981). Nació en el paraje El Rosario de la vereda Barro Blanco, el

lugar de su infancia y juventud, y donde llegó a ser propietario de una parcela. Se unió en

matrimonio a Leopoldina Londoño, con quien se fue a vivir durante varios años en una casa

de bahareque situada en El Rosario, allí tuvieron sus primeros tres hijos. Se trasladaron luego

a la vereda El Placer, donde Arturo construyó su vivienda en tapia, la primera que realizó

como oficial, pues hasta ese momento se había desempeñado como ayudante. Leopoldina y

Arturo tuvieron doce hijos, seis de los cuales aún viven. De ellos, Antelmo, el cuarto, fue el

primero en nacer en la casa de El Placer y fue también quien ayudara a don Arturo en sus

trabajos hasta que éste muriera a los 63 años. Además de la casa de El Placer construyó otra

en Piedra Gorda, propiedad del tío Gerardo Londoño y otra más, conocida en la zona como

“La Montaña Mágica”. Durante muchos años trabajó la construcción al lado de don Pedro

Londoño. Además de maestro tapiador, don Arturo fue agricultor, cultivador de flores y uno

de los pioneros del desfile de silleteros de la Feria de las flores de Medellín.

Pedro Londoño. Vivió en Barro Blanco y, al parecer, murió antes que los demás ya

referenciados. Poco sabemos de su vida, entre esos pocos datos se conoce que construyó la

casona de tapia de don Pedro Luis Londoño Zapata, que aún se conserva en Barro Blanco.

Fue también maestro tapiador de la vivienda familiar de Pablo Emilio Atehortúa Ramírez

(Tocayo negro), en la vereda San Miguel, y quien guarda muy buenos recuerdos de él por su
Historias de tapias y tapiadores

gran experiencia en construcción, además del amor que don Pedro prodigaba hacia los demás,

ya que ayudaba con oraciones al buen morir de las personas. Ninguno de sus tres hijos,

Ramón, Misael y Miguel heredó su oficio, no han residido en Santa Elena y tampoco han

sido floricultores.

Existieron también otras personas que conocían el trabajo de la tapia sin que fueran

especialistas en el oficio, entre ellos:

Juan Andrés Patiño Ruiz. Campesino cultivador de cabuya, fríjol, papa, maíz, habas y flores.

Murió en 1964 cuando buena parte de sus nueve hijos todavía estaban pequeños. Hizo parte

del grupo de líderes fundadores de la Acción Comunal de Santa Elena; además, donó el

terreno para hacer la actual escuela de Barro Blanco. Como tapiador construyó varias casas

en la vereda El Rosario, entre ellas las de don Ángel, Jaime y Antonio Zapata, familiares

suyos. Según narra Álvaro Antonio, hijo de don Juan Andrés, don Crispiniano Ramírez les

decía que su papá era uno de los mejores tapiadores de Barro Blanco (“Si, lo de mi papá era

la tapia, mi papá era muy bueno para tapiar. Yo me acuerdo que sobre todo alineaba muy

bien el muro, el muro le quedaba muy derecho”. (Álvaro Antonio Patiño Alzate,

comunicación personal, 16 de septiembre de 2018)

Otros nombres que se mencionaron en las conversaciones que sostuvimos durante este

estudio, asociados a este oficio son los de: Manuel Londoño Zapata, en la vereda San Miguel;

Erasmo Rojas y Gabriel Vanegas Vanegas, en la vereda El Tambo; Evaristo Zapata y Gerardo

Conejo, en la vereda El Salado; Ramón Antonio Velásquez Henao en la vereda El Cerro, y

11
otros más, cuyas historias no alcanzamos a registrar aquí. Sin embargo, en Santa Elena los

maestros tapiadores eran pocos, por tanto, ellos mismos como personas y sus conocimientos

del oficio fueron muy valorados en estos vecindarios campesinos.


Historias de tapias y tapiadores

II

Tapiar, un oficio artesanal

No solo el uso de técnicas manuales e instrumentos rudimentarios les otorgan a los oficios

artesanales su carácter tradicional; también las formas de trasmisión para garantizar su

continuidad. En el oficio de la tapia, los jóvenes se iniciaban como ayudantes, es decir, la

práctica era la mejor escuela, pues no existían instituciones donde se les enseñara a hacerlo.

El aprendizaje del oficio estaba siempre asociado con la familia, ya que el maestro escogía

como ayudante a uno de sus hijos o a algún pariente cercano, como una forma de legarles

una ocupación útil. Con el tiempo y la observación, el ayudante adquiría los conocimientos

necesarios para desempeñarse como maestro.

Mi papá trabajaba mucho al jornal, era un maestro para hacer estas casas de tapia. En

toda parte lo buscaban y cuando yo estaba más grandecito, yo era el ayudante. [O

uno], porque para las casas de tapia son dos. Yo era el que araba la tierra. Me daban

como diez centavos al día. Eso era pique tierra y alce, eche aquí, alce, pique, galón al

hombro, suba la escalera. Yo trabajé mucho con mi papá. Él era un genio para esto,

así como un tío que vivía aquí cerquita. Trabajé la construcción con él hasta antes de

casarme. Yo me casé en el 50 y esta casita la hice yo como en el 55. Hace rato. (Julio

César Ramírez Londoño, comunicación personal, 20 de septiembre de 2018)

13
Sin embargo, todavía es poco lo que se conoce acerca de la formación en el oficio de los

tapiadores de tres, cuatro y más generaciones atrás. Probablemente, su aprendizaje pudo estar

ligado con las cuadrillas de trabajadores y oficiales de las construcciones -varias iglesias, los

conventos de las Carmelitas Descalzas y de San Francisco, el ayuntamiento, la cárcel, las

carnicerías y algunas viviendas- que se reedificaron o se emprendieron en la villa de Medellín

en el último tercio del siglo XVIII. Esas obras fueron lideradas por alarifes10 y maestros que

residían en Santa Fe de Bogotá y en la ciudad de Antioquia, como Juan María Holguín, Juan

José Gómez, Francisco Rodríguez, José Torres, Joaquín Gómez, naturales de Medellín; y

también por maestros carpinteros como José Ortiz, Mariano Baena, Silvestre Córdoba,

Lorenzo Quiroz, Miguel Ospina11.

Entre los intereses del visitador real Juan Antonio Mon y Velarde, reflejados en sus

Ordenanzas para el Gobierno de Antioquia durante la década del ochenta del siglo XVIII

estuvo la organización por gremios de los artesanos. En ellas no solo se dictaba el

nombramiento del más acreditado como maestro mayor, sino que se buscaba que un maestro

formara en el oficio a los aprendices; esto, aparte de lo referido a la crianza y el santo temor

a Dios. El control del gremio por parte del maestro mayor estaba orientado a velar por el

cumplimiento de los horarios y contratos de trabajo, la calidad de los materiales, entre otros

requerimientos12. “La organización en gremios garantizó la transmisión de los conocimientos

de los maestros a los aprendices, como se planteaba en las Ordenanzas, hasta establecerse

una importante tradición gremial importante que se mantuvo a lo largo del siglo XIX”13.

10
Nombre que se daba antiguamente al albañil y a otros artesanos.
11
González Escobar, Artesanos y maestros en… 2008, p.43-45.
12 González Escobar, op. cit. 2008, p.48.
13 González Escobar, op. cit. 2008, p.50.
Historias de tapias y tapiadores

Esto abrió campo para que se configurara en Medellín un núcleo básico de alarifes y

albañiles. Según González, con el transcurrir del siglo XIX se produjo un cambio social

importante, que condujo del alarife individual a la conformación de grupos familiares que

trabajaban en talleres, donde la enseñanza práctica predominó sobre lo teórico e hizo posible

la transmisión del conocimiento de padres a hijos y nietos14.

En Santa Elena, para la época en la que transcurre este relato, existía una división del trabajo

asociada al oficio de tapiar. El maestro tapiador se hacía una idea de la obra y dibujaba en

cualquier trozo de papel un “plano” con las dimensiones de lo que pretendía construir. Era

él, por lo general, quien montaba el tapial o formaleta y quien pisaba la tierra, con el apoyo

de dos ayudantes; mientras uno de ellos desprendía, picaba y sacaba la tierra de un talud

cercano a la construcción, el otro la cargaba y abastecía al tapiador. A esto se le llamaba

zurroniar o tarriar, dependiendo del recipiente en el cual se transportara la tierra: una bolsa

de cuero o zurrón o un galón metálico (tarro). A pedido del maestro, ellos también le

acercaban la madera. Ese trabajo, aunque básico, era acuciante:

Los ayudantes: sacar tierra, echar tierra. Le decían a uno traiga madera, lleve madera.

¡Tierra, tierra! Desde las 7 de la mañana hasta las 5 o 6 de la tarde voliando15 tierra.

Uno acababa con el hombro maltratado, y dele para el hueco; mientras que armaban

el tapial uno picaba la tierra allá, picaba la tierra en el hueco. (Julio César Ramírez

Londoño, comunicación personal, 20 de septiembre de 2018)

14 González Escobar, op. cit. 2008, p.53.


15
Textualmente significa lanzar o arrojar, pero en este contexto quiere decir trabajar duro.

15
Los sistemas de pago eran por contrato y al jornal, más común el segundo, ya que los

campesinos no disponían de un monto grande de dinero para pagar la obra completa; los

oficiales y ayudantes recibían un pago semanal que correspondía únicamente a los días

trabajados y por una suma previamente acordada. “[Yo] Le pagaba al cuñado, mi papá no me

cobraba, pero el cuñado sí, 30 centavos, 25 centavos, y era un sueldazo16” (Julio César

Ramírez Londoño, comunicación personal, 20 de septiembre de 2018).

Para estos campesinos las construcciones de tapia resultaban costosas; por eso, en muchos

casos para ahorrar gastos y/o reducir el tiempo de la construcción, algunos miembros de la

familia dueña de la vivienda se desempeñaban como ayudantes. “Cuando lo contrataban, él

[Crispiniano Ramírez, su papá] iba con los mismos ayudantes y los de la casa que también

colaboraban en el trabajo que iban hacer, entonces en ese sistema se iban rotando” (María

Ramírez Londoño, comunicación personal, 16 de octubre de 2018).

Otras veces, se utilizaba el sistema de mano cambiada, una forma solidaria de intercambio

de trabajo muy común en aquellos tiempos, que consistía en trabajar en la construcción de la

vivienda de un hermano, pariente o amigo, con el compromiso de aquel de trabajar después

en la construcción de la otra persona.

Según don Miguel Ángel Atehortúa, cuando su familia paterna se fue a vivir a la casa de la

vereda La Palma, ésta ya estaba completamente construida, pero con el tiempo le hicieron

algunas ampliaciones, también en tapia, en las cuales él mismo trabajó. Por colaboración o

mano cambiada también participó en la construcción de la casa de Pedro Luis Londoño junto

a Crispiniano Ramírez y a Rubén Alzate. Fue ayudante de este último en la construcción de

16
Pago, honorarios o sueldo muy considerable y jugoso.
Historias de tapias y tapiadores

la casa de Pedro Atehortúa, donde le tocaba echar pisón, “lo mismo que Pedro, quien hizo la

casa antes de casarse. Pero el primer tipo que hizo la casa para casarse fue Pedro Luis

Londoño”. (Miguel Ángel Atehortúa Zapata, comunicación personal, 22 de agosto de 2018)

Las afectaciones o enfermedades asociadas a este oficio artesanal tenían que ver con el

agotador ejercicio de levantar y cargar pesos durante largas jornadas. Se mencionaron las

hernias y dolores musculares u óseos, producto de esfuerzos mal hechos, que derivaban con

los años en deformaciones de la columna vertebral. De cualquier modo, la tapia no constituía

un oficio de alto riesgo, porque a lo sumo, la caída de una formaleta era el mayor peligro al

que estaban expuestos los tapiadores, tal y como recuerda uno de los nietos del maestro

Benjamín Alzate, hijo de Rubén:

…el armazón del tapial donde iba a ir la tapia, había veces que se volteaba para un lado,

entonces ahí si era peligroso, entonces tenían que cuñarla muy bien de los lados para que

no se cayera, si no tenían precaución se les ladeaba el tapial, entonces si era peligroso.

Eso era pesado, es que eso eran tablas anchas para poder resistir el golpe de los pisones.

(Tulio Benjamín Alzate Atehortúa, comunicación personal, 8 de octubre de 2018)

17
III

Antes de la tapia fue el bahareque

En Santa Elena, los ranchos de paja y bahareque antecedieron a las casas de tapia.

Por aquí no había casas, eran ranchos de bahareque, sarros17 clavados en la tierra.

Primero eso era empacado y techado con hojas o con eso que llaman paja de basto.

Si, así me tocó vivir a mí o así empecé yo. Vivimos varias veces y por varios años en

casas de esas. (Pablo Emilio Atehortúa Ramírez, comunicación personal, septiembre

de 2017)

Es que por aquí la mayoría de las casas eran de paja, ¡eh, avemaría! y de bahareque.

Ya comenzaron a hacer los tapiales, entonces se cambiaron. (Miguel Ángel Atehortúa

Zapata, comunicación personal, 22 de agosto de 2018)

Desde tiempos antiguos, los mineros y campesinos habitaban en ranchos de bahareque y paja,

fáciles de levantar y poco costosos, pero deleznables, de poca durabilidad y muy expuestos

a incendios por el tipo de materiales. Los maestros tapiadores, hijos de campesinos pobres,

de mineros o jornaleros sin tierra, quienes a base de mucho esfuerzo y privaciones adquirían

lotes de tierra para cultivar y criar su extensa prole, vivieron su infancia en esos ranchos.

Podría decirse que aprendieron a trabajar la tapia para construir sus viviendas, pero esto solo

era posible luego de muchos años y con la colaboración de un grupo de parientes y amigos.

Así fue como en la generación de los abuelos y bisabuelos se lograría reemplazar el

17
Tipo de helecho terrestre (Cyathea microdonta) cuyo tallo puede medir hasta 6m de altura, generalmente de
hojas múltiples, fronda de 1,5-2,5m de longitud, pecíolo espinoso, de color pardo a granate, escamas
lanceoladas. Uso ornamental.
Historias de tapias y tapiadores

bahareque por la tapia entre los campesinos de Santa Elena. Pero este proceso no consistió

únicamente en un cambio de materiales constructivos, fue un cambio técnico que también se

expresaría en cambios sociales y culturales18.

Es importante diferenciar ambas técnicas constructivas y los materiales empleados por cada

una, y posteriormente los usos y la distribución de los espacios en ambos tipos de

construcciones.

…también me tocaron las [casas] de bahareque. Esas eran palos clavados, clavaban

los palos y, por ejemplo, a esta distancia le ponían varitas y lo iban llenando con barro,

pisaban barro y le iban poniendo barro. (…) Si me tocó ver casas de bahareque, pero

esas, no me tocó a mí trabajarlas. [Eran menos costosas] pero eran más débiles porque

se pudría la madera, entonces ahí mismo se iba cayendo. Primero se usaban esas casas

de bahareque y ya después la tapia. [El techo era] pues así normal, teja. O también le

ponían paja. [La paja] esa nacía por ahí en el monte, silvestre. (Tulio Benjamín Alzate

Atehortúa, comunicación personal, 8 de octubre de 2018)

Si bien, para ambos tipos de construcciones se tomaban elementos del entorno y en ese

sentido aquellas fueron importantes adaptaciones al medio natural, el bahareque como una

18
Según el arquitecto e historiador Luis Fernando González, “el cambio de material de la cubierta no era un
hecho simple ni implicaba sólo un problema externo, pues esto obligaba a cambios en las estructuras de cubierta
y en los muros de soporte; así que el trabajo de madera debió, necesariamente, transformarse a medida que
aumentaba el número de casas con cubierta en teja de barro, y de ello debía encargarse un artesano
especializado; así que no sólo es una nueva producción local y un desarrollo técnico, sino la aparición del
carpintero especializado en este tipo de obras”. Gonzáles Escobar, L. F. Artesanos y maestros en la arquitectura
de Medellín y Antioquia, 1775-1932. Medellín, 2008, p. 35

19
expresión constructiva vernácula19 se asociaba con tradiciones indígenas prehispánicas,

mientras que la tapia tenía una clara procedencia ibérica, a la cual se le fueron adaptando y

agregando distintos elementos nativos.

Las viviendas de bahareque existentes en Santa Elena hasta la generación anterior contaban

con dos espacios, totalmente independientes; mientras en un rancho se cocinaba, en el otro

se descansaba; esa única pieza servía como dormitorio para toda la familia, sin distinción ni

separación de sexos; los hijos compartían este espacio con sus padres. Tal distribución

remarca la importancia que se le concedía en la vida rural a la separación entre el espacio

exterior, dedicado al trabajo y otro interior asociado a la reposición de las energías; expresa

también la vigencia de tres actividades humanas básicas para la supervivencia: el trabajo, la

elaboración de los alimentos y el descanso.

Durante los siglos XVIII y XIX, las casas de tapia y teja ubicadas en el altiplano de Santa

Elena eran escasas y pertenecían o habían pertenecido a ricos y acomodados propietarios de

minas y de grandes extensiones de tierra de origen ibérico, por tanto, llegaron a constituirse

en símbolo de prestigio social20. Durante buena parte del siglo XX las dos tradiciones

constructivas, bahareque y tapia, coexistieron como reflejo, cada una de ellas, de las

condiciones sociales de sus habitantes, ya que solo los más acomodados podían disponer de

construcciones de tapia. Por eso, para estos campesinos, pobres en su mayoría, todavía a

19
La arquitectura popular o vernácula “lleva consigo toda una tradición a nivel cultural, constructivo y
simbólico como resultado de una serie de procesos e influencias a lo largo de la historia. La vivienda popular
insertada en el ámbito rural nos habla de la presencia no solo de una tradición constructiva, sino también de
aprovechamiento y manejo del territorio en el cual se ubica, es decir que “además de ser una unidad de
habitación es una unidad productiva y unidad cultural”.” Fonseca y Saldarriaga, 1980, 19 citados por Henao y
Urrea, 2006, 35.
20
Las viviendas coloniales eran precarias y modestas, no obstante, los materiales constructivos empleados y de
mayor prestigio eran la tapia pisada y la teja de barro, en los que estaban construidas principalmente las
viviendas urbanas. Henao y Urrea, 2006, 41. Las viviendas de tapia y teja fueron durante el periodo colonial
neogranadino indicadoras del status de la población.
Historias de tapias y tapiadores

comienzos del siglo XX poseer y habitar casas de tapia era un lujo, un indicador de mejoría

en la calidad de vida y de modernidad. Si bien las casas de tapia eran pequeñas, eran más

perdurables, seguras y confortables que los ranchos.

El matrimonio era un hito importante en las vidas de los jóvenes aprendices o ayudantes de

los maestros tapiadores, el momento para el cual anhelaban disponer de su vivienda en tapia,

un logro que muy pocos alcanzaban. Las jóvenes parejas levantaban y habitaban casas de

bahareque y solo después del nacimiento del cuarto o quinto hijo, y después de trabajar con

dedicación, alcanzaban la gran meta que era tener su casa de tapia.

21
IV

Tipología de la vivienda rural en Santa Elena

Las formas más comunes de las viviendas de tapia construidas en Santa Elena eran dos: en

cuadro y de número. Cuando la familia disponía de pocos recursos construía la vivienda tipo

cuadro. Con el tiempo le agregaban otros espacios y entonces se convertía en una casa de

número; aunque seguían siendo de un piso con techos de dos o de cuatro aguas21.

Ejemplo de casa cuadrada o de cuadro con techo a cuatro aguas. Vereda Barro Blanco.
Fotografía Jorge Cano. Árbol Visual, 2018.

Las viviendas en cuadro, no obstante, esta denominación, eran rectangulares, con medidas

que oscilaban entre 10 metros, 13 metros, 15 metros de largo por 4 o 6 metros de ancho, con

21
Se denominan así los faldones o porciones inclinadas que se unen en el caballete o cumbrera de las
cubiertas o techos. Este tipo de techos es utilizado en lugares con climas lluviosos, ya que su inclinación
permite que el agua se deslice por simple gravedad.
Historias de tapias y tapiadores

una altura que podía alcanzar los 5 o 6 metros; techos a dos aguas y un solo piso. En esa área

se disponían tres espacios interiores: una sala22 con un muro divisorio de mediana altura que

daba lugar a otro espacio semi-independiente, de tamaño más pequeño que el anterior;

estaban dotadas de dos ventanas y una puerta como acceso principal de la vivienda. La cocina

era el tercer espacio, separada de los anteriores por un muro completo; a ella se accedía por

una puerta que daba a un corredor que se encontraba bajo techo y ocupaba la extensión total

de la fachada; enfrente del corredor había un patio, por lo general en tierra, empedrado solo

en algunos casos. La parte trasera o posterior de la vivienda era ciega.

Se suponía que la estructura tipo cuadro era apenas el inicio, por cuanto se esperaba que si

las condiciones económicas mejoraban o la familia crecía era preciso adicionarle nuevos

espacios internos y convertir la casa en una con estructura tipo número. La ampliación

permitía entonces disponer de otro espacio –que podía ser interno o independiente del cuadro

original; un espacio para guardar las herramientas y los materiales de trabajo. En la mayoría

de los casos, la parte trasera de la vivienda seguía siendo ciega.

…Cuando se decía casa de número era un cuerpo central y al lado otra pieza. Como

una L. Pues allá si hicieron una, pero entonces era con un patio adentro, entonces era

cuadrada. (Tulio Benjamín Alzate Atehortúa, comunicación personal, 8 de octubre de

2018)

22
Esa denominación (sala) obedecía al uso social que solía tener en algunos casos.

23
Fachada de una vivienda de tapia con volumetría en L o de número, cubierta de teja a dos aguas. Veredas La
Palma. Fotografía Jorge Cano. Árbol Visual, 2019.

Vivienda con medianías propiedad de los descendientes del señor Eladio Atehortúa Ospina. Vereda La Palma.
Fotografía María Teresa Arcila, 2018.
Historias de tapias y tapiadores

Más escasas fueron las casas con medianías23. Estas disponían de tapias de mediana altura

(1,80 o 2,00 m.) con techos de teja que rodeaban o cerraban la vivienda al ampliar el patio

delantero. Las medianías separaban el espacio doméstico del resto de la parcela y tal

aislamiento servía como protección y seguridad; también se utilizaba para labores cotidianas

como el encierro de los terneros.

Eso casi no se veía, y yo por aquí no conocí sino la del bisabuelo de este muchacho [don

Eladio Atehortúa], esa es la única que yo conocí con esas tapias, de resto no, lo llamaban

dizque las medianías (…) las vacas las mantenían afuera y los terneros los metían adentro.

Esa es la única casa que yo conocí con eso. (Tulio Benjamín Alzate Atehortúa, comunicación

personal, 8 de octubre de 2018)

Después de habitar en ranchos de paja, la construcción de viviendas de tapia y teja reflejó

importantes cambios en los usos del espacio y en las costumbres familiares y sociales. El más

notable fue la integración de la cocina al cuerpo principal de la vivienda, aun cuando se

mantenía separada por un muro para evitar las molestias ocasionadas por el humo de la leña;

así, a la cocina se le dieron nuevos usos además de ser el sitio para la elaboración de los

alimentos: la comensalía o consumo en común de los alimentos y el encuentro familiar

alrededor del fogón, marcaron desde entonces este lugar de la casa. El otro cambio notable

fue la división del espacio de descanso -que en las casas de bahareque era común-, para

disponer un espacio menor, utilizado como habitación exclusiva para los padres y las mujeres

23
En otros lugares se conocían como tapial o vallado.

25
de la familia, quedando el espacio más amplio como la habitación para los hombres. Se

generalizó, así mismo, el uso de maderas aserradas para los techos, las puertas y las ventanas.

Además, se le dio al corredor un uso social intermedio entre el exterior y el interior. La letrina

seguía ubicada en el exterior, como ocurrió hasta hace pocas décadas, pues solo cuando se

construyeron los acueductos, los baños y sanitarios ingresaron a la vivienda.

La relación de la vivienda rural con el entorno ha sido muy estrecha.

No se puede ver la vivienda aislada de su asentamiento, sino que ha de ser considerada

como una parte de todo el sistema social y espacial que relaciona la casa, el modo de

vida, el asentamiento y hasta el paisaje. El hombre vive en el asentamiento del cual

la vivienda es una parte y el modo de utilizarlo afecta la forma de esta. (Rappaport,

1975, p.93 citado por Henao y Urrea, 2006, p.38).

Así, pues, es fácil apreciar lo importante que era encontrar dentro del lote un buen lugar para

levantar la vivienda, pero lo más importante de todo era que éste se hallara ubicado cerca de

una fuente de agua.

…porque en ese tiempo, no se podía hacer una casa, sino donde hubiera agua, agua

nativa. Como ahora que hacen una casa en cualquier loma y ya, no, en ese tiempo,

donde no haya [hubiera] agua corriente, por zanja, no se puede [podía] hacer casa.

Buscaban primero, si había agua, pues que el agua la podían [pudieran] llevar por

manguera, no por cañería, sino, no se podía hacer casa, porque una casa sin agua no

servía. (Oscar de Jesús Atehortúa Ríos, comunicación personal, 18 de septiembre de

2018)

Otra condición, quizás menos importante para localizar la vivienda, era que ésta contara con

una buena divisa, es decir que su ubicación permitiera disfrutar de un paisaje amplio y abierto
Historias de tapias y tapiadores

sobre la cadena de montañas distantes. Esta es una característica común en las casas

familiares que conocimos durante el desarrollo de este estudio. Es probable que fuera

importante, además, porque tal ubicación permitía dominar y vigilar los cultivos o el

trabajadero24 desde el corredor de la casa.

Dominio del paisaje desde la vivienda. Vereda San Ignacio.


Fotografía Jorge Cano. Árbol Visual, 2018.

Durante la segunda parte del siglo XIX, se introdujeron cambios constructivos y cierta

especialización en los usos y funcionalidades de los espacios domésticos, los cuales se

produjeron con base en conceptos como la privacidad y la higiene. En este periodo la

población del altiplano de Santa Elena estaba conformada principalmente por campesinos

24
También se denominaba de ese modo al lote de tierra cuya finalidad única era el cultivo, no la residencia.

27
dedicados a la agricultura y en menor medida a la minería. Si bien la tapia como material

constructivo se generalizó, buena parte de la población de los sectores populares urbanos y

rurales continuaba habitando en viviendas de bahareque, pues para ellos los cambios no

siguieron la misma dinámica.

En síntesis, y de acuerdo con los aportes de la investigación de Henao y Urrea (2006) los

tipos de viviendas en tapia eran cuatro:

- Espacios únicos. Rectángulo simple, sin divisiones internas, techo a dos o cuatro

aguas. Contempladas solo para descansar y dormir, pues comer y cocinar se hacían

en el exterior; eran reflejo de un núcleo familiar unido y de la inexistencia de

conceptos de individualidad o privacidad. También puede ser probable que su

ocupación fuera esporádica o por temporadas. Este tipo sería el de las viviendas más

tempranas (Fines del siglo XVIII).

- Estructuras de espacios divididos. Un solo volumen de forma rectangular con una

o más divisiones interiores; con un espacio más grande que el o los otros. En estas se

da la especialización de los espacios. Al espacio único se agregan nuevos espacios

separados, para cocinar o almacenar. Empiezan a aparecer concepciones como que

cocinar o almacenar, si bien no se hacen al interior de la casa, no deben hacerse afuera.

Esa necesidad de nuevas espacialidades expresa un nuevo manejo de la relación

interior/exterior; además, cambios en las dinámicas familiares, como la separación

entre las personas que habitan la casa: padres de hijos, mujeres de hombres.

- Estructuras con diferentes volúmenes. Por lo general, dos volúmenes, forma de L.

Espacios interiores aumentan a 4 o 5. Los muros son de 40 y 50 cm. de ancho, los

patios empedrados. Son estructuras dinámicas, pues son susceptibles de ampliarse.


Historias de tapias y tapiadores

En casi todas se encuentra un espacio más grande, posiblemente de uso social entre

la familia. Estas reflejan mayor diversificación de las actividades realizadas, entre

ellas, un área social externa – interna en la habitación más grande y corredores; un

área social interna, la cocina aparte, habitaciones para el descanso. Las concepciones

de limpieza e higiene empiezan a hacerse más evidentes en esos momentos.

- Estructuras especializadas. Se trata de edificaciones en tapia que tuvieron o tienen

fines distintos de la vivienda, es decir, usos productivos, de explotación económica o

interacción social. De algunas de ellas solo quedan ruinas, mientras que otras aún se

encuentran en pie y fueron mencionadas por nuestros interlocutores en 2018. De estas

se reconocen las siguientes: Escuela Sabanas25, en el sector la Laguna de la vereda

El Tambo (Henao y Urrea, 2006, 93-94); Escuela La Trina en el sector de Barro

Blanco (nombrada por Miguel Ángel Atehortúa Zapata, Álvaro Patiño Alzate y María

Ramírez Londoño, en 2018; el primero de ellos es hijo del donante de los terrenos

para su construcción y los dos últimos estudiaron allí)26; Fonda La Cartuja, en La

Laguna, cerca del camino de Cieza, en bajo estado de conservación debido a la acción

de la guaquería (Henao y Urrea, 2006, 94); Hotel (Fonda) Cabuya, en la vereda El

Tambo, situada en un lugar delimitado por dos antiguos caminos de arriería (Henao

y Urrea, 2006, 95-96); capilla de la vereda Mazo.

25
Una de las primeras escuelas públicas situada en la vereda El Tambo, aunque no se conoce la fecha de
fundación si ha figurado en algunos censos desde 1915. Zapata Hincapié, 2011, 39.
26
“A la Escuela La Trina iban a estudiar jóvenes de Barro Blanco, del sector La Honda y de Guarne”. Zapata
Hincapié, 2011, 40.

29
V
La técnica de la tierra pisada

La primitiva técnica de construir muros


compactándose a golpes la tierra arcillosa mediante
el uso de un pisón dentro de un encofrado de madera
deslizante para contenerla, se denominó en
Iberoamérica tapia y tapial en España. Utilizado
también entre los antiguos romanos27.

Los materiales utilizados para esta técnica eran la tierra amarilla o colorada, principalmente;

madera, mucha madera, tanto para las tapias como para el techo y piedra para las cepas o

cimientos de cada tapia. Todos ellos estaban disponibles en el entorno inmediato y a muy

bajo costo, con excepción de las tejas, que en un principio eran transportadas a lomo de mula

desde el Valle de Aburrá.

La tierra, si bien debía tener ciertas características, era un recurso abundante, y por motivos

prácticos, extraída en sitios cercanos a la construcción.

[El material en el que se hacia esa tapia] era una tierra amarilla… Por ejemplo, una

capa de estas tiene por ahí tres capas antes de encontrar la buena para la tapia, hay

una que es la negra, hay otra que es como amarillosa que es como una que le dicen

caballuna, después sigue una que es arcillosa, que es barro, no sirve, hay que buscar

más abajo del barro que hay una que es la peña. Es arenosa, no es arcillosa, porque la

arcillosa si usted de tanto pisarla ella se vuelve como una melcocha y apenas seca se

27
(S. A.) “La tapia pisada una técnica ancestral”. https://reconstruyendotradicionecologica.wordpress.com/la-
tapia-pisada-una-tecnica-ancestral/ Consulta en línea septiembre 20 de 2018.
Historias de tapias y tapiadores

raja y empieza a tarjarse28 y mientras que la peña -esa que es como arenosita- esa no.

Así, conforme se sacaba de la tierra, así se le echaba al tapial. (Antelmo Patiño

Londoño, comunicación personal, 16 de septiembre de 2018)

La tierra amarilla o colorada propia para las construcciones de tapia es abundante en el territorio de Santa
Elena. Fotografía Jorge Cano. Árbol Visual, 2018

28
Cuartearse.

31
La madera también era abundante y se extraía de los bosques localizados en la propia parcela

o cercanos a ésta. Se la utilizaba sin aserrar o rolliza, tal como se sacaba de los montes. Las

maderas utilizadas eran arrayán (Luma apiculata), siete cueros (Tibouchina lepidota), carate

(Vismia baccifera), chilco (Baccharis latifolia), encenillo (Weinmannia tomentosa), drago

(Croton magdalenensis), guayabo (Psidium); todas ellas, maderas que se consideraban

ordinarias, pues de las maderas finas solo el roble (Quercus humboldtiise) se conseguía en

estos bosques.

Cuando eso no había sino leña común para quemar carbón y… lo único que había era,

por ejemplo, madera para hacer la casa, era leña común y lo que servía era como

alfardas29. Pues sí había por ahí un arrayán o un chilco que siempre era grueso para

una viga, por ejemplo. Sí había maderas finas que servían, hay muchas casas con

alfardas redondas, puede ser chilco, sietecueros; ah, sietecueros no, porque eso no da

mucho, arrayán, chilco y sauco. Maderas finas para armazones; había, por ejemplo,

canelo, chilco, arrayán, guayabo… es que ya la madera se acabó, en ninguna parte

hay maderas. (Miguel Ángel Atehortúa Zapata, comunicación personal, 22 de agosto

de 2018)

Pino y un palo que había mucho por aquí que se llamaba drago, que era muy bueno

también para eso, lo apetecían mucho. Encenillo madera del monte. Y el roble, que

siempre había roble por aquí abajo. Esta casa tiene madera de roble por dentro. Las

vigas por dentro son de roble. (Rubén Antonio Amariles Patiño (+), comunicación

personal, 4 de septiembre de 2017)

29
Piezas de madera ubicadas siguiendo el sentido de la pendiente y en las cuales se clava la tablilla, en sentido
perpendicular a estas. En las antiguas construcciones de tapia de las alfardas se amarraba el maguey empleando
para ello bejucos o cabuya.
Historias de tapias y tapiadores

La historia del pino (pinus o coníferae) en Santa Elena es reciente, ya que se trata de una

variedad exótica oriunda del hemisferio norte. Según recuerda don Miguel Ángel Atehortúa,

el pino comenzó a plantarse en el altiplano de Santa Elena en la década de los treinta,

aproximadamente:

Trajeron eso de por allá de los lados de Rionegro. Yo recuerdo, mi papá los pinos que

compró -que eso sí produce mucho-, [se] compraban a peso. Sí, a peso. Y era un

platal, era un viajazo de plata. Y por allá venían de pronto del Tablazo, de Rionegro

traían, encargaban y le daban a uno por ahí… por ejemplo, 100 pinos y era mucha

plata, yo creo que mi papá compró como en dos veces, tal vez por 100 pesos.

(Comunicación personal, 22 de agosto de 2018)

Otra versión referida a las primeras plantaciones de pino en Santa Elena la ofreció don Lázaro

Vanegas Vanegas, aserrador y carpintero de muchísimos años, después de haber sido

ayudante de sus tíos en las construcciones de tapia durante su primera juventud:

¿En forma? hace cincuenta años que llegó aquí el pino. Si había palitos por ahí, pero

estos palos los sembraron ahí de las Empresas [Públicas de Medellín], me acuerdo

que tienen entre cuarenta y cinco y cincuenta años cuando vino el primer pino por

aquí. Ese llegó por [el terreno de] la Universidad Nacional [en Santa Elena]. Todo lo

que sembraron aquí de pino. [La Universidad Nacional] tenía fincas por aquí.

Sembraban más que todo en lo que era del gobierno, del Municipio de Medellín.

Sembraron mucha madera. Hace sesenta años que vino la primera madera aquí, el

33
pino. Eso tiene ganas de sacarlo todo. Lo van a recoger para poner de aquel de allí,

del común, que porque toma mucha agua y ahora le van a cortar el pescuezo para que

no tome agua. (Comunicación personal, 22 de octubre de 2018)

El tratamiento que se le daba a la madera para garantizar su resistencia y duración consistía

en cortarla cuando la luna estaba en cuarto menguante o en luna nueva, es decir, “cuando la

luna se perdía tres días”. Eso con el fin de que no le fuera a dar broma30. De todas, la madera

del arrayán de hoja chiquita, era la especial, afirma don Lázaro Vanegas Vanegas. Otro

aspecto importante era cortar la madera solo cuando el árbol fuera adulto:

La madera [era] común, así del monte, arrayanes, sietecueros, madera común,

buscaba uno una madera que estuviera ya jecha31, pues así que estuviera como cuando

los árboles se van a secar que estuvieran bien hechos; tumbaba uno eso y los utilizaba.

(Antelmo Patiño Londoño, comunicación personal, 16 de septiembre de 2018)

También era importante disponer de las tejas al inicio, pues con ellas se protegían las tapias

en construcción de la humedad y de la lluvia. Para construir su casa en la década de los

cincuenta, por ejemplo, lo primero que hizo Julio César Ramírez fue comprar la teja para

proteger la tapia, porque si llovía se mojaba y era trabajo perdido. Compró mil tejas a seis

centavos cada una y un familiar se las llevó en carro hasta El Yarumo32. Entonces, todos los

días salía por viaje después de trabajar; los amigos le ayudaban, las cargaban a la espalda,

amarradas con lazo y se ponían el cargador.

30
Molusco que come madera.
31
Fruto que ha finalizado el proceso de maduración. Hecha/o.
32
Fonda o lugar de descanso de arrieros y recuas de mulas situado sobre el antiguo camino de arriería que
conducía de Medellín a Rionegro, el cual se convirtió décadas más tarde en paradero de los buses de escalera
que transitaban por aquella vía. Los campesinos de las veredas El Placer, Barro Blanco, Piedra Gorda, San
Ignacio (ver mapa de oficios tradicionales) descargaban allí sus productos luego de recorrer trochas y caminos
pantanosos, con ellos a la espalda. Se encontraba cerca del actual estadero El Silletero.
Historias de tapias y tapiadores

La piedra se extraía de las quebradas cercanas o se picaba en canteras, también cercanas al

sitio de la obra.

Las herramientas eran pocas y sencillas; la más importante: el tapial y sus pisones, propiedad

de los maestros tapiadores. Asociados con el tapial se usaban también los zurrones, ya

referidos. Es decir, petacas o bolsas hechas de cuero de res que servían para cargar y

transportar la tierra, las cuales se levantaban con la ayuda de cargaderas o fajas de cabuya

para sujetarlas en los hombros; se necesitaban también lazos de cabuya para atar los maderos

del tapial. Además de todo lo anterior, también se empleaban los instrumentos propios del

oficio de constructor: la plomada, el codal y el metro para garantizar que los muros quedaran

rectos; aunque el buen ojo era otra marca registrada de estos maestros.

Yo creo que los instrumentos eran en ese tiempo el codal y el ojo, la vista. Él

[refiriéndose a su papá, Juan Andrés Alzate] como que empezaba a trabajar allá en la

otra esquina y venia aquí y miraba. (…) No usaba plomada, nivel, ni metro. No es

como ahora. (Álvaro Antonio Patiño Alzate, comunicación personal, 8 de octubre de

2018)

Pues las [herramientas] principales para la tapiería [eran] palas y lo del tapial que era

el pisón, un pisón hecho en madera y palas y picas para sacar tierra. Lo que si se

utilizaba en el tapial era una plomada, una plomada grande, en mi casa estuvo hasta

no se jmm, ni supe qué se haría o qué la harían, pero una plomada grande ahí que la

ponían al tapiar, de todas maneras, había que ponerla a plomo normal, darle plomo.

Es como nivelar, que quede bien derecho el tapial o la tapia, como utilizar el nivel

35
[por]que ahora casi [todo] es con nivel. El metro, que era en madera (…) tablitas de

10 centímetros y tenía como unos pasadores y usted lo iba cerrando y él iba quedando

así encarradito33. (Antelmo Patiño Londoño, comunicación personal, 16 de

septiembre de 2018)

Maestros como don Crispiniano Ramírez usaban la escuadra para la obra de carpintería, es

decir, para elaborar las puertas y las ventanas, además del martillo, el serrucho, el cepillo, las

garlopas34 y los garlopines. También utilizaban otras herramientas más elaboradas, como el

pico y la pala, para realizar las explanaciones. Ahora bien, las construcciones de tapia

comenzaban con el banqueo o explanación del terreno donde quedaría ubicada la vivienda.

Mientras finalizaba el banqueo, se realizaban otras acciones como recolectar la piedra y la

madera, y se compraban las tejas, y todo esto se disponía en el lugar elegido.

Se hacía un banqueo y de una quebrada se consigue piedra para ponerle en la cepa.

Donde mi papá había una roca de piedra y traía de allá y había que picarla, claro.

Entonces se hacía el banqueo, a punta de pico y pala. (Julio César Ramírez Londoño,

comunicación personal, 20 de septiembre de 2018)

La técnica de la tierra pisada o la tapia se empleaba únicamente para levantar los muros o

paredes, es decir, para la obra negra. Algunos maestros partían de un dibujo en el que definían

las dimensiones básicas de la construcción, mientras que otros trabajaban a partir de sus

ideas, sin ningún boceto, solo a partir de lo que salía de sus cabezas mientras avanzaban en

el trabajo.

33
Cantidad de cosas que se colocan de forma superpuesta y organizada.
34
Tipo de cepillo de carpintero.
Historias de tapias y tapiadores

Aspecto de un tapial que se conserva en la finca silletera Abuela Sarito.


Fotografía Jorge Cano. Árbol Visual, 2019.

Es pertinente aclarar que una cosa era la tapia como sistema constructivo y otra el tapial como

horma o formaleta para fabricar las tapias. El tapial constaba de sendos tablones y

compuertas, dos agujadas, seis agujetas, seis cuñas e igual número de lazos de cabuya. El

tapial se armaba de la siguiente manera:

El tapial o las formaletas grandes, que se llaman, iban montadas sobre tres palitos que

se llaman agujadas35 y entre esos tres palos iban seis parados, sosteniendo las

35
Soportes de las agujas o parales en el tapial. Eran por lo general tres.

37
formaletas, que les llamaban agujas36, y cada uno, cada palo llevaba una cuña37. La

agujada tenía un orificio donde entraba la aguja, un orificio largo. Las agujas son un

larguero o un listón que acá [abajo] se adelgazaba de modo que entrara en el orificio.

En el orificio que queda en la aguja se recostaba contra la formaleta por fuera y en el

espacio que quedaba se le metían unas cuñas de madera para que no se movieran, que

iban así en punta y se iban ampliando; entonces, quedaba en cuña y con un martillo

se golpeaba la cuña para que apretara en la parte de abajo. (Antelmo Patiño Londoño,

comunicación personal, 16 de octubre de 2018)

El tapial debía quedar muy firme, pues tenía que soportar la presión de los pisones, como

continúa explicando el señor Patiño:

La formaleta del tapiado en la parte de encima se amarra con una manila 38. Abajo se

están sosteniendo con las cuñas, porque las cuñas no la van a dejar abrir (…) en la del

centro va la compuerta, y en un extremo va otra compuerta que se hacían de 40 cm.

de grueso (…) cada compuerta iba metida entre las dos formaletas. Al llenar este

cajón saca uno las agujas, sueltas, las manilas, saca las agujas y las formaletas abren,

entonces ahí se sacan las compuertas, se sacan las demás. (Comunicación personal,

16 de octubre de 2018)

De forma similar, el médico e historiador, don Manuel Uribe Ángel (1892) describía el tapial

del siguiente modo:

36
Listones de madera, por lo general seis, que se insertaban en las agujadas y sostenían de manera vertical las
formaletas del tapial.
37
Pieza menor que se inserta para asegurar la firmeza o sujeción de otra, en una junta de albañilería.
38
Lazo.
Historias de tapias y tapiadores

Apostados sobre cimientos hechos en piedra y cascajo a poca profundidad, aunque

dependiendo de la altura de la construcción, luego, sobre las bases de piedra se hacía

un aparato llamado tapial, formado por un cajón de dos metros, generalmente dos

varas de largo y de espesor lo que quisiera dársele a las paredes, a continuación se

colocaba la tierra por capas apisonándola con mazos de madera hasta darle la dureza

y firmeza necesarias, luego de una capa, se colocaba otra y así sucesivamente hasta

llenar el cajón, luego de construir la primera vuelta en lo que era la circunscripción

de la casa, se repetía la operación con el tapial hasta lograr la altura deseada, según

fuera de uno o dos pisos dejando los vacíos para las puertas y ventanas, dinteles y

soleras. (Uribe Ángel, 1892, p.103)

Dos pisones como este servían para compactar la tierra dentro del tapial.
Fotografía Jorge Cano. Árbol Visual. 2018.

39
Los tapiadores de Santa Elena comenzaban cada tapia con una base en piedra de 30 cm.

aproximadamente, denominada cepas:

En el piso lo montábamos sobre unas piedras, no le hacíamos abajo cepa39,

llenábamos con piedra a nivel y ahí montaban la tapia. Eso lo apretaban con la misma

tierra. Eso quedaba choroto40. Y le echaban la tierra encima, lo pisaban y eso quedaba,

¡vea! ¡Muy bueno! Y eso era la cepa que le poníamos. No es como ahora que hay que

ponerle 20 o 30 cm. para abajo. Nosotros ahí lo levantábamos. En la base le poníamos

la piedra y por ahí se iba la tierra, y eso quedaba trabado. Eso quedaba más fino que…

Eso no fallaba”. (Lázaro Vanegas Vanegas, comunicación personal, 22 de octubre de

2018)

Para entender la técnica, es preciso avanzar en la descripción que, a este respecto, refiere don

Antelmo Patiño Londoño:

Entre las tapias, por ahí cada 30 cm por decir algo, se le meten unos palos para que

amarre la tierra. Si yo llevo 30 cm con tierra, entonces voy a poner unos palos,

pongámosle, tres más o menos, de lado a lado que lleguen de aquí [compuerta 1] a

aquí [compuerta 2]. Entonces, vuelve y se le echa, le voy pisando tierra otros 30 cm

por ahí a 60 cm, hago lo mismo otros tres palos. Esos quedan metidos ahí. Eso se

llama las trabas.

39
Bases o cimientos sobre las cuales se levanta el resto de la edificación.
40
Disparejo, mal hecho, ordinario.
Historias de tapias y tapiadores

Entonces, cuando yo voy a empatar esta tapia con la que sigue, con un recatoncito41,

pues, se le hace para meter estos palos; como ya este tapial de aquí no lleva

compuertas, porque va a quedar pegada la tapia, sino que ya la compuerta va en este

lado [opuesto], entonces perforo los tres huecos en esta tapia y le meto los palos 20 o

30 cm. para que no se dilate una con otra. Los palos van cada 60, 20, 30 cm por decir

algo, se perfora una y se meten los palos que van a llegar desde aquí [compuerta 1]

hasta donde está la otra compuerta. (…) De todas maneras, los palos se empotraban

de esta tapia a la otra; entonces iba quedando trabada por encima, una con otra, con

la madera. Para que no dilataran. (Comunicación personal, 16 de octubre de 2018)

Luego de terminada la primera vuelta de tapias se iniciaba la segunda, que se montaba trabada

respecto de la primera. Un procedimiento que se repetía de acuerdo con las hiladas de tapia

que tuviera la casa:

Eso demoraba mucho. Cuando le daban de seguido, cuando le daban la primera vuelta

ya había que esperar un poquito que se secara para montarle la otra vuelta encima.

Eso le daban tres o cuatro vueltas. (…) Si se le daba la vuelta en ocho días… a los

ocho días volvían a empezar. Otra vuelta por encima. Haga de cuenta, como pegando

adobes, eso iba trabado. Así era la tapia. (Rubén Antonio Amariles Patiño,

comunicación personal, 2017)

41
Herramienta de hierro con una punta aplanada que se encaba en un palo de madera. Se utiliza para romper o
levantar pisos, también para cavar o perforar suelos muy duros o rocosos. Diminutivo.

41
Una vez finalizados los muros se procedía a armar la cubierta; sin embargo, mientras estos

quedaban listos, las tapias no se podían mojar ni humedecer, por tanto, había que protegerlas

y para eso se empleaban las tejas

La madera utilizada para los techos era la misma madera común que se extraía de los bosques.

El techo de la casa de Pablo Emilio Atehortúa Ramírez en la vereda San Miguel, por ejemplo,

fue hecho con madera de arrayán y espadero (Myrsine guianensis) traída del cerro Las Brisas.

La estructura del techo se iniciaba al colocar a lo ancho, sobre los muros o tapias, varias vigas

denominadas sobretapias. Estas eran de pino, drago, encenillo -madera del monte- y roble,

una especie que abundaba en las partes más bajas. Sobre ellas, en sentido vertical, se ubicaba

un madero corto o pieamigo que se unía al caballete o solera. De esta última, se desprendían

las alfardas sostenidas de la solera, dispuestas en dirección perpendicular y hacia afuera. Así

lo describe don Antelmo Patiño Londoño:

Se ponía un larguero sobre el muro y ya sobre este la solera42. Se utilizaba mucho

ponerles vigas a las casas, esos palos gruesos atravesados de tapia a tapia. [Si eran

techos] de dos aguas, entonces, yo ponía una viga en el centro de lado a lado (…) eso

no iba a dejar abrirlas. Se ponían atravesadas por donde iban a ir las dos aguas, por

ejemplo, en el centro una, en este centro otra, en este centro otra, pero una sola en

todos los centros, porque de ahí a la guía del techo se iban poner unos pieamigos,

como un rey que uno le dice, un palito parado para sostener la guía y ahí hacer las dos

aguas. Entonces iban unidos con los sobremuros43. [Para los remates de cada lado] se

42
Elemento horizontal más bajo de una estructura de entramado de madera anclado en un muro de cimentación;
también llamado durmiente. La solera superior es un madero colocado horizontalmente (sobre su cara más
ancha) en un armazón que recibe los extremos de los postes, viguetas, cabios, etc.
43
Vigas o maderos rollizos que constituye la base del techo de las casas de tapia, los cuales se colocan a lo
ancho, directamente sobre el muro o la tapia. También se denominan sobremuros.
Historias de tapias y tapiadores

cerraba con bahareque que eran palos, juntaban palos y boñiga. Se llamaban culatas44.

(Comunicación personal, 16 de septiembre de 2018)

Estructuras de la cubierta o techo de viviendas tradicionales construidas en tapia.


Fotografías María Teresa Arcila, 2018

Antes de colocar las tejas sobre la estructura descrita anteriormente, se ponía un tendido de

varas de maguey rajadas a lo largo, amarradas de las alfardas con cabuyas o bejucos; a esto

se le denominaba enlatado. Sobre el enlatado se colocaba helecho y sobre este, barro. Solo

entonces se colocaban las tejas.

[Para aislar la teja] primero utilizaban madera, pero varitas pequeñas así delgaditas

amarradas con fique o bejucos, eso se utilizaba primero, y ya después alambres,

después con clavos o guadua, la guadua fue más moderna, sobre ese tendido de varas

se emboñigaba y después se blanqueaba. (Antelmo Patiño Londoño, comunicación

personal, 16 de septiembre de 2018)

44
Muro que se remata con pendientes para recibir el techo de una vivienda. En muchas regiones se le llama
cuchilla. Muro que en la parte superior forma la pendiente o caída del agua.

43
Tendido de varas de maguey rajadas a lo largo, amarradas de las alfardas con cabuyas o bejuco.
Fotografía María Teresa Arcila, 2018

Luego de hacer el techo, lo siguiente era el piso; por lo general, de tierra, y algunas veces de

madera que los mismos maestros pulían con cepillos, garlopas y garlopines, herramientas

también hechas en madera. El procedimiento, entonces, para hacer el piso, era el siguiente:

… se empedraba primero a la altura de la cepa (…) en piedra toda, toda la casa y se

le echaba cemento, otros sobre la piedra le ponían madera y lo entablaban, eso todavía

se ve mucho en las casas viejas. (Antelmo Patiño Londoño, comunicación personal,

16 de septiembre de 2018)
Historias de tapias y tapiadores

Piso de madera en vivienda tradicional. Vereda El Placer. Fotografía Jorge Cano. Árbol Visual, 2018

Además de los techos, los tapiadores experimentados también se encargaban de realizar la

obra de carpintería: puertas y ventanas; un trabajo usualmente más funcional que pulido.

Eso por lo general, le ponía a cada pieza una ventana, como no eran sino dos piezas

entonces dos ventanas, y la puerta, casi que le ponían más puertas que ventanas. Es

que le ponían puerta al entrar adentro (sic) y le ponían puerta al entrar a la cocina. [La

parte de atrás nunca iba abierta] no, eso era todo cerrado. [Las puertas] pues en madera

sencilla. Mi papá también hizo las ventanas para esto [la casa del hijo) y eso que ya

hace un año que las cambié. (Julio César Ramírez Londoño, comunicación personal,

20 de septiembre de 2018)

45
[A las ventanas] le ponían los listones45, los largueros46 y le pegaban unas bisagras y

le ponían las tablas y por dentro le ponían una chapita para cerrar, le ponían varillas

por ahí de media o tres cuarto -dizque para seguridad- eran de madera también, más

que todo macana47. La macana la subían de Medellín, la madera no, la madera la

conseguían por aquí mismo. Más que todo pino. (Tulio Benjamín Alzate Londoño,

comunicación personal, 8 de octubre de 2018)

Los muros se cubrían con un pañete o emboñigado, denominado así porque la boñiga era su

principal componente.

45
Tablas largas y estrechas.
46
Palo o barrote que, con otro igual, se pone a lo largo de obras de carpintería como puertas, ventanas, camas,
bastidores.
47
Tipo de madera dura y pesada.
Historias de tapias y tapiadores

Muro de tapia empañetado y cubierto de cal. Fotografía Jorge Cano. Árbol Visual, 2018.

La obra blanca era estiércol de caballo y se revolvía con tierra y a lo que ya estuviera bien

pisada se empañetaba.48 Emboñigar49 le decían también. Le echaban eso y lo estiraban con

la mano, después le pasaban una llana50 con un palustre, pero más grande, como así de ancho;

entonces le pasaban esa llana y ya quedaba parejito, ya después le echaban cal y quedaba

blanquita. (Tulio Benjamín Alzate Atehortúa, comunicación personal, 8 de octubre de 2018)

Sobre la tapia se emboñigaba, como revoque, pues, era empañetar con boñiga. Hacía

uno medidas, por ejemplo, una caneca de cagajón51 por dos de tierra, pero también

48
Enlucir, encalar las paredes de una casa o de cualquier otra construcción. Cubrir una pared con mezcla de
barro, paja y boñiga.
49
Untar una cosa con boñiga o excremento de ganado. Para el caso alude al lucimiento o revoque de las
paredes.
50
Herramienta de albañilería consistente en una plancha con un asa en el centro de su parte posterior que sirve
para extender y allanar materiales blandos que recubren superficies.
51
Excremento del ganado caballar.

47
había que escoger la tierra. No era de la misma [de la tapia], pues tenía que ser una

tierra que no fuera ni barrosa-barrosa, por lo que digo, que raja mucho o más bien de

la misma peña con la que tapiaba, así un parecido y una tierra más blanca, como más

pulida, por aquí la utilizábamos muchos de la cancha52 de Barro Blanco que había

una tierra blanca. (Antelmo Patiño Londoño, comunicación personal, 16 de

septiembre de 2018)

De la existencia de minas de donde se extraía aquel mineral que junto con la boñiga servía

para empañetar las paredes de las casas de tapia, proviene el nombre de la vereda Barro

Blanco.

… toda la vida eso se ha llamado El Barro, porque de ahí iba toda la gente o toda la

comunidad [iba] a sacar tierra blanca para emboñigar con el cagajón de los caballos

y la tierra la mallugaban, la pisoteaban (…) la revolvían con agua y le echaban esa

tierra blanca y prácticamente ese era el embarnizado anteriormente: boñiga. (María

Ramírez Londoño, comunicación personal, 16 de octubre de 2018)

Cuando el emboñigado ya estaba seco podía aplicársele la cal a las paredes, y para esto se

utilizaba el hisopo, un mazo de cabuya en rama que hacía las veces de brocha, una artesanal

herramienta que muchos en Santa Elena sabían elaborar.

Ya después eso había que dejarlo secar y quedaba blanco y luego se compraba la cal

y ya se blanqueaba. Y vea, para la blanqueada, los hisopos. La cabuya tenía mucho

uso. Digamos, en los diciembres había mucha venta de cabuya porque… todo el

mundo era: “¿Eh, tenés cabuya? necesito que me vendás un pedacito de cabuya para

hacer unos hisopos” Los hisopos son como las brochas ahora. Un hisopo para

52
Local o recinto destinado a la práctica de determinados deportes, como el baloncesto o el tenis.
Historias de tapias y tapiadores

blanquear… Mi papá los hacía. Él era muy hábil para hacer todo, ¡él tenía una ciencia!

Lo amarraba bien apretado y le daba machete bien amolado y lo partía y ya le quedaba

el manojo listo, el hisopo listo. Y atrás yo no sé cómo le hacía, pero lo pulía de tal

manera que eso quedaba, haga de cuenta como el mango de una brocha. Por aquí

mucha gente lo buscaba. “Vea, don Juan Andrés, que mi papá necesita cuatro hisopos,

para que haga el favor y se los haga”. “Ah, bueno, yo se los hago” y hacía los hisopos.

(Álvaro Antonio Patiño Alzate, comunicación personal, 8 de octubre de 2018)

No se acostumbraba colorear la cal, se prefería de color natural, es decir, blanca. Algunas

casas tenían zócalos como protección contra la humedad, pero también como decoración y

estos se acostumbraban pintar de un color diferente de las paredes.

[Después] se pintaban los zócalos, que eso los hacían, así como [de] este alto [señala

más o menos 50cm.] … más que todo los pintaban de un color así, como un color

ladrillo, pero hecho con la misma tierra y cal (…) En esos tiempos casi no se usaba

sino cal y… el zócalo como un color ladrillo, como un color tierra. (Álvaro Antonio

Patiño Alzate, comunicación personal, 8 de octubre de 2018)

Hasta este punto llegaba la obra blanca o el acabado final, lo demás era parte de la estética y

de las preferencias de cada familia.

49
Corredor de la vivienda de la familia Ramírez Ruiz. Vereda Barro Blanco.
Fotografía María Teresa Arcila, 2018.

La única que tenía chambrana53 era la de los más viejos, por ejemplo, la del abuelo

mío, [la] del papá de mi mamá si era enchambranada y la del difunto Eladio Atehortúa

también, esas sí iban enchambranadas, pero de resto no, son así sencillas, pasaba uno

por donde fuera. [Las señoras le ponían] de pronto una cortina para entrar a la pieza,

porque eso no se usaba puerta, sino una cortina, una tela ahí colgada y ya. Matas54

casi no. Yo me acuerdo que no mantenían matas, eso era así el corredor pelado todo

y después si empezaron como a sembrar maticas por ahí y colgadas así en el corredor.

(Tulio Benjamín Alzate Atehortúa, comunicación personal, 8 de octubre de 2018)

Antes sí, una que otra mata por ahí en un tarro o en un balde. Antes embadurnaban

las paredes de puros… ¿cómo es que se llamaban? papeles con cosas así, tarjetas…

53
Travesaño que une dos postes, las partes de una mesa, silla u otro mueble para darle mayor seguridad. En
esta región significa labor o adorno que se pone alrededor de una puerta, ventana, consistente en barrotes
delgados que se sacan, por lo general, de un tipo de madera denominado macana.
54
Plantas sembradas en materas u ollas que hacen parte del jardín de una vivienda.
Historias de tapias y tapiadores

Y eso como que lo llenaban en las paredes de tarjetas y almanaques y algo así. (María

Ramírez Londoño, comunicación personal, 16 de octubre de 2018)

La construcción podía durar varios meses, según el tamaño de la obra.

51
VI

Después de la tapia

Ahora hasta luego


Ventana, puerta, fuego
Agua que hierve, muro.
Hasta luego, hasta luego cocina
Hasta cuando volvamos…55

Con tierra pisada se obtenían dos productos constructivos: las tapias y los terrones. Para

ambos la técnica consistía en compactar tierra dentro de un molde o formaleta de madera

hasta formar bloques lo suficientemente sólidos que al estar superpuestos permitieran

levantar muros. Las diferencias estaban en el tamaño de los moldes, ya que las tapias más

grandes podían medir 3 m. de largo x 1,20 m. de alto x 60 cm. de espesor o 2,50 m. x 1,20

m. x 50cm. En cambio, el tamaño aproximado de los terrones era 60cm. de largo x 20 cm. de

alto x 20 cm. de espesor. Todos los entrevistados coincidieron en que los terrones surgieron

después de la tapia.

El terrón era como un armario más pequeño, como un adobe, y ese también había que

pisarlo. Eso sería por ahí de 60 o 1,50 cm. de largo, y de ancho era como por ahí de 20

cm por 60 más o menos. De alto por ahí de otros 20 cm. [Y se hacían igual], pero cuando

lo pegaban, lo pegaban como pegando adobes, entonces no lo pegaban con cemento sino

55
“Oda a la casa abandonada”, Pablo Neruda.
Historias de tapias y tapiadores

con estiércol de caballo pisado, ese si es más distinto. (Tulio Benjamín Alzate Atehortúa,

comunicación personal, 8 de octubre de 2018)

Los terrones no se cocían, pero de algún modo eran semejantes a los adobes, su producción

era más asequible y sin la complejidad que entrañaba la tapia, ya que hasta los jóvenes podían

elaborarlos.

Ya con el tiempo empezó a salir el terrón. El terrón era una especie de adobe, (…) era

como de 25 por 40 cm. Yo me acuerdo que aquí en la casa nos estábamos el día entero

haciendo terrones. Nosotros hacíamos por ahí cincuenta, sesenta… hasta cien terrones

llegamos a hacer en un día. Entonces, había que ponerlos a secar en el sol en el día, y ya

con el tiempo los utilizaban. (Álvaro Antonio Patiño Alzate, comunicación personal, 2

de octubre de 2018)

Aunque su uso constructivo ofrecía mayores facilidades, se empleaban únicamente para los

muros interiores, pues probablemente por razones de firmeza y seguridad los muros

exteriores continuaron siendo de tapia. Los muros hechos con terrones eran más delgados y

tenían la ventaja adicional de generar más amplitud interior en la vivienda, una característica

que cobraría cada vez más importancia con el paso del tiempo.

Una sola hilera, pero entonces quedaba más delgadita, pero a la gente más que todo les

gustaba para hacer las divisiones de los cuartos, para que la tapia no quedara tan ancha

y que no ocupara tanto espacio adentro. Eso fue después de las tapias, ya empezaron a

hacerlo así para que no quedaran las casas tan estrechas. (Tulio Benjamín Alzate

Atehortúa, comunicación personal, 8 de octubre de 2018)

53
Si bien, la técnica de elaboración de la tapia se mantuvo igual durante el siglo XX, en las

construcciones se presentaron diversos cambios asociados principalmente a los tamaños de

las tapias y a las alturas de las construcciones. Se puede afirmar que, aproximadamente hasta

la década de los años cuarenta, las viviendas podían medir hasta 5,80 m. de altura, como

aquellas en la que se había superpuesto cuatro hiladas56 de tapias. Después de esa década, las

alturas de los muros disminuyeron hasta llegar a 2.40 o 3 m., pues la última hilada ya solo se

hacía de la mitad del tamaño. Es decir, se redujeron los tamaños de los tapiales hasta alcanzar

dimensiones de 1,20 m. de largo x 90 cm. de alto. También se modificó el espesor de los

muros. Si a comienzos del siglo XX estos podían tener 50 cm. de longitud y 60 cm. de

espesor, en la época más reciente, cuando se construyeron las últimas casas de tapia en Santa

Elena, no sobrepasaban los 40 cm.

Es posible ubicar a finales de la década de los sesenta el momento en el cual la tapia dejó de

emplearse en las construcciones y fue reemplazada por el cemento y el ladrillo. Los motivos

que adujeron los hijos de los maestros entrevistados para justificar tal situación, se refieren a

los costos, la rapidez y la facilidad de construir con materiales mucho más modernos.

No, ya [a] nadie le gustaba hacer una casa de tapia, y ya el tapial se quedó por ahí, se

fue dañando, se fue dañando… porque ya la gente pues decía “no pues, es que sale

caro, más costoso, hacer una casa de tapia que comprar adobes y pegar adobes, hacer

una casa de ladrillos y es mucho más fácil. (Antelmo Patiño Londoño, comunicación

personal, 16 de septiembre de 2018)

Hoy, nadie en Santa Elena construye con tapia y tampoco hay maestros vivos que dominen

la técnica. Algunos de los hijos que aprendieron de ellos y se desempeñaron como sus

56
Cada una de las filas horizontales.
Historias de tapias y tapiadores

ayudantes, abandonaron la técnica cuando sus padres murieron, y prefirieron aplicar esos

conocimientos en las construcciones modernas. Lamentablemente, la tapia ha quedado en el

pasado, como un conocimiento ancestral con el cual se construían viviendas en las que ya

muy pocos quieren habitar.

55
VII

Valoración y significados

Pisar tapia no es malo, sino bueno.


Es bueno en lo estético, y desde todos los sentidos.
La tapia pisada es agradable al tacto: fresca, densa, seca, una masa apretada y viva que
respira. (…). Y, claro está, es bella para la vista: ya sea desnuda y áspera, ocre o grisácea
o rojiza; ya sea encalada de blanco o pañetada de tierra color sangre, como la Alhambra
de Granada. Pisar tapia es bueno también en lo económico, y desde todos los ángulos.
Ya lo estético es en sí mismo un valor económico, por supuesto (…).
Pero, además, la tapia pisada es barata: se hace con tierra y agua; y en efecto se puede
reciclar (…), con tapias viejas se hacen tapias nuevas, como las lámparas maravillosas de
Aladino. Es duradera: los muros de tapia pisada de Ctesifón, la antigua capital del imperio
parto en el norte de Irak, están en pie desde hace 2.000 años (…). Ahorra energía:
conserva en el día la frescura de la noche, y en la noche el calor del día.” 57

En las sociedades modernas, la vivienda es uno de los bienes más preciados. No solo porque

ofrece cobertura y protección ante las condiciones naturales y climáticas; también porque

indica permanencia, estabilidad, integración y unidad familiar. La vivienda es un signo

cultural, pues permite entender cómo en una sociedad determinada se ocupa y controla el

territorio; ella representa el status y la posición social que ostenta la familia, expresa sus

códigos estéticos y permite entender sus costumbres y maneras de relacionarse.

Por lo anterior, no resulta demasiado arriesgado reafirmar en este apartado que una de las

principales razones por las cuales estos maestros y sus hijos aprendieron el oficio, fue para

construir sus viviendas y cumplir con el antiguo anhelo de tener una vivienda propia, digna,

cómoda y segura. De este modo, entendimos la siguiente expresión del hijo mayor de quien

57
“Tapia pisada”. Por Antonio Caballero. Revista Semana. 27 de marzo de 2000.
Historias de tapias y tapiadores

fuera uno de los más reconocidos tapiadores de Santa Elena, don Rubén Alzate: trabajar la

tapia producía alegría si estaba asociada con la construcción de la propia casa. “… pues uno

trabajaba por la platica58, pero así ¿mucha alegría? pues de pronto que hubiera sido para uno,

si, mucha alegría, pero uno trabajaba por la platica nada más” (Tulio Benjamín Alzate

Atehortúa, comunicación personal, 8 de octubre de 2018).

También resulta interesante comprobar que para algunos de quienes llegaron a ser maestros

tapiadores, la primera casa que construyeron completa –es decir, cuando dejaron de ser

ayudantes- fue la propia.

De todos modos, a pesar de que la tapia ha entrado en desuso, la mayoría de nuestros

interlocutores a lo largo de este trabajo nos introdujeron en las ventajas de este tipo de

construcciones:

Las casas de tapia son ecológicas, pues están hechas con materiales naturales tomados del

entorno inmediato: tierra, madera y piedra. Son económicas, ya que ninguno de esos

materiales implicaba gasto alguno de dinero para sus dueños, aun cuando no puede

desconocerse la alta inversión de trabajo que suponía su construcción. Son firmes y sismo-

resistentes, probadas en los diferentes temblores que ha experimentado la región59; en

referencia especialmente al terremoto de 1963:

58
Dinero, peso o unidad monetaria en Colombia. Diminutivo de dinero.
59
Respecto de su resistencia decía en su momento Manuel Uribe Ángel lo siguiente: “Es verdad bien reconocida
entre arquitectos que las paredes de tierra pisada, por su elasticidad, soportan mejor que las de calicanto y las
de fábrica los trastornos sísmicos de nuestro planeta. Entre los inconvenientes de las tapias, debo apuntar la
facilidad con que se desploman cuando no descansan sobre terreno firme o cuando no han sido bien
comprimidas. Sin embargo, conviene saber que es muy raro el caso en que caigan del todo, y muy frecuente el
que aguanten la ruina de las techumbres, cosa debida, en mi opinión a que la tierra usada para hacerlas es de
excelente calidad” (1892 p. 101).

57
…Que se cayeron muchas casas… Y estaba temblando, y nosotros nos salimos para

la manga, y la casa era así. ¡Vea! así [con la mano hace un movimiento]. Y apenas se

averió allí [(señala una esquina de la casa], en una adición que había. Medio se averió

una tapia, un muro de la tapia. Y de ahí raspamos la boñiga, porque esto era boñiga y

ya se le tiró cemento. (Julio César Ramírez Londoño, comunicación personal, 20 de

septiembre de 2018)

La tapia es térmica, y para las condiciones climáticas de Santa Elena esta es una de las

principales cualidades que las personas reconocen en aquellas casas. “Allá en la casa no hacía

frío. La casa era muy buena para uno habitar” (Álvaro Antonio Patiño Alzate, comunicación

personal, 8 de octubre de 2018). “Y estas casas son calienticas, ¡oiga!, son ricas” (Blanca

Rosa Gallego Vásquez, comunicación personal, 20 de septiembre de 2018).

La tapia es durable y además es reciclable, ya que muchas de aquellas casas podían alcanzar

cien, doscientos o más años, siempre y cuando recibieran mantenimiento. El material podía

reutilizarse en otras casas o construcciones y en ampliaciones o refacciones de las mismas.

Algunos más sabios alcanzan todavía hoy a reconocer el inmenso valor que se concentra en

aquellas obras, por el tiempo de trabajo, el gran esfuerzo grupal, y por la dificultad que

entrañaba y las habilidades que demandaba tan detallada elaboración.

Esas casas de tapia, hombre, eso no lo deben de tumbar nunca, hombre; que eso es

sagrado, eso es sagrado, ¿cuánto se demora una persona para hacer una casa de ese

tamaño? Eso necesita mucha tierra, mucha tierra, buenos terrenos, como hacer una

plancha. Eso es voleé tierra y el otro pise y pise, pise y pise. Entre más lo pise mucho
Historias de tapias y tapiadores

mejor, pero es una tierra especial, tampoco es cualquier tierra. (Oscar de Jesús

Atehortúa Ríos, comunicación personal, 18 de septiembre de 2018)

Numerosos elementos se combinan para darle a esas construcciones un carácter patrimonial,

pues ellas concentran referentes históricos, materiales, estéticos, culturales e identitarios de

este grupo humano que, como bien lo ilustra el señor Atehortúa Ríos, nunca se deberían

tumbar. Al contrario, deberían constituirse en monumentos y documentos de una época

marcada por el esfuerzo y el trabajo en equipo.

59
Referencias bibliográficas

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Historias de tapias y tapiadores

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