Trabajo de Titulación
Trabajo de Titulación
Trabajo de Titulación
Autor:
CI: 1751651652
Correo electrónico: freddycp1996@gmail.com
Tutor:
CI: 1103612683
Cuenca - Ecuador
10-marzo-2022
RESUMEN
Por lo cual, para la implementación del método activo se aborda como base la
formación del docente y lo que esta conlleva. Así mismo, se hace hincapié en contraponer
la metodología activa y tradicional, es decir, exponer sus características y horizontes dentro
de la acción educativa. También se abordan los cambios que la educación va teniendo en la
actualidad y la importancia de tener en cuenta el método activo en la enseñanza de la
filosofía.
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
ABSTRACT
In the framework of the research “Active methodologies a viable alternative for the
teaching of philosophy in the BGU”, a bibliographic documentary review has been carried
out on the wide field of active methodologies and their relevance in teaching. In this
context, the purpose of this monograph is to establish the importance of teachers using this
type of methodological action in the teaching-learning process.
Therefore, teacher training and what it entails is addressed as a basis for the
implementation of the active method. Likewise, emphasis is placed on opposing the active
and traditional methodology, therefore, exposing its characteristics and horizons within the
educational action. It also addresses the changes that education is taking at present and the
importance of taking into account the active method in teaching of philosophy.
What is expected is to show that the use of active methodologies in current teaching
has a great potential, for which philosophy cannot be the exception and must overcome the
traditional teaching method based on passivity and memorization and fix its looks towards
a more active process that encourages learning in students in a reflective, critical and
meaningful way.
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
ÍNDICE
RESUMEN: ........................................................................................................................... 2
INTRODUCCIÓN ................................................................................................................ 9
CONCLUSIONES ............................................................................................................. 57
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................... 59
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
DEDICATORIA
A Dios, por ser el guía en mi vida y la fortaleza durante los momentos difíciles.
A mis padres, Jaime Cardoso y en memoria de mi madre Julia Paucar, quienes han sido mi
ejemplo a seguir.
A mis hermanos (as) por estar siempre presentes y apoyarme, especialmente a Lucia y
Zaida, quienes han sido un pilar fundamental en este proceso.
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
AGRADECIMIENTO
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
INTRODUCCIÓN
En este sentido, para dar respuesta a esta pregunta, se planteó el siguiente objetivo:
analizar cómo la formación del docente influye en la implementación de las metodologías
activas en la enseñanza de la Filosofía en el BGU. Para alcanzar este propósito se
establecieron los siguientes objetivos específicos: describir la formación del docente en
torno al manejo de metodologías en la enseñanza de la filosofía; comparar la metodología
tradicional y la metodología activa en la enseñanza de la filosofía; y, por último, describir
la relevancia que tiene el empleo de metodologías activas en la enseñanza de la filosofía.
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
Para dar cumplimiento a los objetivos de la presente monografía, esta se estructuró en
tres capítulos. En el primero se trabajó en torno a la formación docente y el empleo
metodológico en la enseñanza; es así que se hizo una revisión de los siguientes elementos:
el docente de filosofía, la organización de actividades de aprendizaje, la interacción social
al conflicto cognitivo, la cooperación entre iguales y el proceso de interiorización. En el
segundo capítulo se contrapusieron las metodologías activas y metodologías tradicionales,
por lo cual se hizo una revisión de los tipos de paradigmas que sustentan a estas
metodologías; además se revisó la intencionalidad que tienen estas, se caracterizó el rol de
los actores educativos dentro de cada metodología y se trabajó en torno a la formación
docente en el manejo de la metodología activa y tradicional. En el tercer y último capítulo
se abordó al docente y la relevancia que tiene el empleo de metodologías activas en la
enseñanza de la filosofía; por lo cual se presentaron las necesidades actuales en educación,
la figura de las metodologías activas en la actualidad y las metodologías activas en la
enseñanza de la filosofía.
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
CAPÍTULO I. LA FORMACIÓN DEL DOCENTE EN TORNO AL MANEJO DE
METODOLOGÍAS EN LA ENSEÑANZA.
En este capítulo se trabajó como eje principal la formación docente y algunos subtemas
que se encuentran en ella. Se abordó, desde una perspectiva general, lo que conlleva la
formación docente y su influencia en el tipo de metodologías de enseñanza que se emplean
en el salón de clase; esto con miras a consolidar metodologías dinámicas o activas. Así
mismo, se hizo hincapié en el docente de filosofía como un elemento decisivo en acciones
como: la organización de las actividades del aprendizaje y la interacción entre los
estudiantes; todo lo cual, permitió evidenciar que la formación del maestro, tanto primaria
como continua, es un factor que puede beneficiar o perjudicar al proceso de enseñanza -
aprendizaje.
Ahora bien, es necesario dividir dicha formación en dos aristas importantes: por una
parte, la inicial y por otra, la continua. “La formación inicial que, en mi perspectiva, tiene
un papel importante en la historia profesional de los docentes, como un trayecto donde se
introducen al conocimiento sistematizado de disciplinas asociadas con la educación y,
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
parcialmente, a la práctica escolar” (Mercado, 2010, p. 150). Agrega Mercado que la
formación inicial es la base fundamental para la profesión docente, ya que los futuros
educadores tendrán un primer contacto con la concepción de la docencia y su ejercicio en el
ámbito educativo. Ahora bien, esta etapa de formación está a cargo de los institutos y
universidades de educación superior, como bien refiere Gouveia y Atencio (2019): “en la
mayoría de los países, la formación inicial del profesorado de educación secundaria es
universitaria, aunque en algunas naciones existen institutos superiores no universitarios” (p.
39).
Dentro de este marco, cabe resaltar las tendencias existentes usualmente en el ámbito
de la formación docente, para lo cual debe nombrarse a Acosta et al. (2015), quienes
señalan que: “la formación del docente ha sido vista desde diferentes paradigmas,
Pedagogía Tradicional, Pedagogía Crítica, Pedagogía Liberadora y Pedagogía
Constructivista, como parte de la formación permanente, asociada a las exigencias
pedagógicas y a sus competencias inherentes” (p. 45). En este sentido, se puede afirmar que
existe algún tipo de influencia en la concepción de cómo llevar a cabo los procesos
educativos entre los futuros docentes.
Por ende, desde esta etapa empieza a normalizarse entre los futuros docentes la
enseñanza tradicional como una primera alternativa a la hora de llevar a cabo la profesión
docente, pues este modelo ha sido su primer contacto con el quehacer educativo. Dicho
modelo usualmente se caracteriza, por presentar una metodología “verbalista, eclética, […]
régimen disciplinario […] rígido y poco dinámico, no se adapta a las innovaciones”
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
(Viñoles, 2013, p. 9). Esto trae consigo el clásico proceso enseñanza - aprendizaje, donde el
docente es el transmisor incuestionable de la información y el estudiante un receptor pasivo
de esta.
Por otra parte, hay que referirse a la formación continua, la que es usualmente
considerada como un complemento que aporta a la profesionalización de los docentes, por
lo tanto, se vuelve fundamental conocer a detalle lo que conlleva este tipo de formación.
Para ello se la definirá en palabras de Lalangui et al. (2017):
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vida” (p. 34). Con base en lo antes señalado se puede mencionar que este tipo de formación
brinda una opción de actualización constante al cuerpo docente, incurriendo así en la
mejora de la práctica profesional.
Desde este ámbito, es importante tener en cuenta que existen muchos programas de
formación continua; sin embargo, se hace referencia a los más comunes, los cuales se
encuentran dentro de la clasificación emitida por la Organización de Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura (2013), que señala que, por una parte existen cursos,
talleres o seminarios de actualización, que buscan renovar los conocimientos de los
docentes en las diversas disciplinas en torno al currículum y el ámbito pedagógico. Por otra
parte, las licenciaturas o posgrados brindan a los docentes la posibilidad de especializarse y
acceder a un nivel superior en torno al conocimiento relacionado a los avances
investigativos.
El hecho de pensar o creer que un sujeto cualquiera puede ser un maestro o una
maestra, y que su oficio requiere tan poca experticia que termina realizándolo
cualquier sujeto, que además hace infinidad de prácticas y labores que lo convierten
en un “todero” o “todera”, siguen reafirmando esa imagen de un profesional
subalterno, fracasado, desposeído de conocimiento, con poca solidez conceptual,
que es necesario formar o capacitar para que mejore sus prácticas educativas. (p.
575)
El docente de esta Nueva Era, no puede seguir conformándose con ser simplemente
un mediador intermedio, meramente ejecutor de un programa y transmisor de unos
determinados conocimientos, sino que debe desarrollar competencias, tanto
profesionales como personales, que lo conduzcan a sumergirse, de forma cada vez
más profunda y activa, en el proceso mismo de enseñanza–aprendizaje. (p. 208)
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
Recapitulando, la formación docente, sea primaria o continua, es un pilar fundamental
en el accionar profesional de los futuros maestros, por lo cual debe asumirse de manera
rigurosa y acorde a las exigencias de la sociedad, siempre con el fin de garantizar una
educación de calidad. Por tanto, se hace preciso en el siguiente acápite hablar del docente
de filosofía y así cimentar un horizonte más específico.
Ahora bien, al hablar del docente de filosofía es preciso tener en cuenta algo muy
importante mencionado por Cerletti (2008): “…un profesor de filosofía no se “forma” sólo
con adquirir algunos contenidos filosóficos y otros pedagógicos, y luego yuxtaponerlos. En
realidad, se va aprendiendo a ser profesor desde el momento en que se empieza a ser
alumno” (p. 53). En tal sentido, la influencia que tiene el cómo se lleva a cabo el proceso
enseñanza-aprendizaje recaerá en las acciones del futuro docente de filosofía, por lo cual
Rico (2014) señala que “para la construcción de la educación filosófica es importante el
protagonismo del docente en un contexto en donde se carece de un pensamiento
contemplativo, que logre llevar al estudiante a la reflexión y a preguntarse por las cosas” (p.
102).
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
que trabajar en torno a la filosofía conlleva múltiples acciones complejas, como bien afirma
Cerletti (2008):
Por otra parte, hay que tener en cuenta que la enseñanza de la filosofía va más allá de
la simple reproducción y revisión vacía de datos; al respecto señala Rico (2014): “...la
filosofía se ha caracterizado en su enseñanza en la escuela, en donde se procura dar a
conocer al educando una infinita variedad de discursos relacionados con esta disciplina,
tratando así que conozca de una forma superficial el gran legado” (p. 105). Sin embargo,
para Huertas (2019) “...si bien la enseñanza de la Filosofía, se ha orientado hacia la
información histórica de la filosofía, debe rencausarse hacia el Filosofar de los problemas
que ataña como ser humano”. (p. 137).
Dentro de este orden de ideas, es preciso señalar la gran relevancia que tiene que un
docente busque un horizonte que se adecúe a las necesidades de los estudiantes al momento
de trabajar en torno a la filosofía, ya que se puede caer en un ejercicio inútil al momento de
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
estudiar y enseñar filosofía; por lo tanto, se tomará en consideración lo que plantea
Villanueva (2006) y que resulta de sumo interés:
Según Cerletti (2008): “El desafío de todo docente y muy en especial de quien enseña
filosofía es lograr que en sus clases, más allá de transmitirse información, se produzca un
cambio subjetivo” (p. 36). Sin lugar a dudas, es importante que el docente de filosofía
domine, trabaje y, por ende, dé a conocer datos y posturas de los distintos filósofos, pero
también es fundamental que, con base en esto, se genere un pensamiento crítico y nuevas
formas de interpretar y problematizar dicha información, pues como bien menciona Cerletti
(2008):
Finalmente, un aspecto primordial para llevar a cabo de una u otra forma el proceso
enseñanza- aprendizaje tanto de filosofía como en otras asignaturas será la formación que el
docente tenga, pues como refiere Cerletti (2008): “a lo largo de los años de estudiante, se
van internalizando esquemas teóricos, pautas de acción, valores educativos, etc., que actúan
como elementos reguladores y condicionantes de la práctica futura” (p. 53). Dentro de estos
elementos también está presente un aspecto de mucha relevancia para la acción educativa
como lo es la organización de las actividades de aprendizaje, por lo cual se hace preciso
hacer una revisión de estas en el siguiente apartado.
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
1.2. La organización de las actividades de aprendizaje.
Dentro de este marco, debe tenerse en consideración que cada una de las formas de
organización de las actividades tienen su momento y circunstancia para ser empleadas; sin
embargo, algunas se adaptarán mejor que otras al trabajo que se esté llevando a cabo, por lo
cual García y Troyano (2010) consideran que “ha de mantenerse un criterio de adaptación a
las actividades, puesto que en algunos momentos se necesitará utilizar estrategias
cooperativas, en otros competitivas o individualistas, e incluso las tres de forma secuencial”
(p.7).
Ahora bien, una vez que se tiene claro el tipo de organización que se puede dar para las
actividades de aprendizaje, se debe considerar al docente como un factor fundamental en el
empleo de uno u otro tipo. Usualmente el docente se decide por algún tipo de organización
debido a la formación que este tuvo, ya que según Cerletti (2008) “Se termina enseñando,
en gran medida, como uno “fue enseñado” (p.54). Por su parte Valbuena (2008) refiere que
además de la formación existen otros factores que pueden condicionar el accionar del
docente:
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
priorizado la estructura competitiva y la individual, dando menos cabida a la estructura
cooperativa” (p. 110).
Por su parte, la organización cooperativa se perfila más hacia la postura activa, ya que
dentro de sus metodologías puede encontrar un aprendizaje que gira en torno a este tipo de
organización, en este sentido Juárez et al. (2019) señalan que: “el Aprendizaje Cooperativo
(AC) constituye una metodología activa en la que los/las estudiantes trabajan en grupos
reducidos para maximizar su aprendizaje, favoreciendo el desarrollo de su competencia
social, la inclusión y la reducción del acoso escolar” (p. 201).
En una línea similar, se debe referir a Coll (1997), quien en su obra “Aprendizaje
escolar y construcción del conocimiento”, señalaba que organizar cooperativamente las
actividades traía mayores beneficios en torno al rendimiento y trabajo de los sujetos, en
comparación a las organizaciones individuales y competitivas. Las ventajas del trabajo
cooperativo son múltiples y ayudan en el desarrollo de un proceso educativo sustancial.
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
1.3. De la interacción social al conflicto cognitivo.
Cuando un docente opta por llevar a cabo las actividades de forma cooperativa dentro
de un salón de clases está propiciando una mayor interacción social entre los individuos, ya
que, según Arias (2009): “las interacciones sociales corresponden a las vivencias cotidianas
que se desarrollan al interior del aula” (p. 34).Sin embargo, las interacciones están latentes
en los estudiantes, aun cuando no se trabaje de forma cooperativa, como bien refiere Roselli
(2016) al señalar que: “…se piensa que la condición social es un dato primario y natural del
desarrollo humano, y que, por lo tanto, hay una disposición espontánea de los alumnos a la
sociabilidad que está disponible” (p. 231). Por lo cual, el mismo Roselli sugiere que el
docente debería normalizar el trabajo de los estudiantes en forma colaborativa haciendo uso
de ciertas estrategias.
Ahora bien, cuando los estudiantes se relacionan para trabajar con un fin común
tienden a intercambiar datos, reflexiones y puntos de vista; lo cual brinda un mayor
horizonte cognitivo en relación a un mismo contenido. Esta interacción entre los
estudiantes tiene algunas características específicas, que son comentadas por Aguilar y
Oktaç (2004):
Dentro de este orden de ideas, Aguilar y Oktaç (2004) apuntan a que: “…una manera
de provocar el conflicto utilizando alguna actividad es que el estudiante se enfrente con
distintas soluciones de un mismo problema y empiece a cuestionarlas. Esta situación ocurre
frecuentemente dentro de un ambiente de grupos de aprendizaje cooperativo” (p. 119). A
partir de lo planteado, se puede establecer que el docente debe garantizar un espacio de
interacción entre los estudiantes para generar unos procesos cognitivos más eficaces, pues
según Gouveia y Atencio (2019): “...las metodologías de enseñanza que un docente elige y
utiliza inciden en los contenidos que transmite a los alumnos, el trabajo intelectual que
estos realizan, los hábitos, los valores que se ponen en juego en la situación de clase” (p.
199).
En esta misma línea, podemos resaltar que la interacción entre estudiantes posee una
gran relevancia en el ámbito educativo desde hace años, pues en su libro “Aprendizaje
escolar y construcción del conocimiento”, Coll (1997) afirma:
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
cognitivas en un entorno de interacción entre semejantes (estudiante-estudiante) donde se
genere tanto un desequilibrio cognitivo como una posterior reorganización de los
conocimientos, reafirmando así la importancia de la actividad del dicente, quien, a criterio
de Valbuena (2008), se constituye en un factor determinante para la construcción adecuada
del conocimiento.
Por tanto, habrá que tener en cuenta que la relación docente-estudiante es usualmente
vertical, con la única finalidad de transmitir algunos conocimientos, dejando de lado un
aspecto importante en la construcción del saber, que consiste en la interacción de los
estudiantes; algo que tiene mucha relevancia según el criterio de varios autores. En su
estudio titulado: “El legado de Vygotski y de Piaget a la educación”, Rodríguez (1999)
sostiene:
Dentro del trabajo cooperativo, la interacción de los estudiantes resulta un factor que
promueve el intercambio de ideas, posturas y visiones entre semejantes; a esto agregan
Gutiérrez y Castro (2018), que los estudiantes se involucran, por una parte en su
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
aprendizaje, y por otra, en el de sus compañeros. Ahora bien, los estudiantes, al trabajar
entre semejantes, generan una cooperación entre todos los miembros del grupo para
estructurar un conocimiento. Según Coll (1997): “la ayuda y el soporte mutuos que
proporciona la situación interactiva fuerza la reestructuración intelectual; primero, mediante
la regulación recíproca que ejercen entre sí los participantes; después, y de forma
progresiva, mediante la autorregulación individual” (p. 128).
Siguiendo este orden de ideas, y para entender de mejor manera el cambio del
conocimiento grupal a uno más interior e individual, se hará referencia a la teoría de la zona
de desarrollo próximo, la cual consiste, según Vygotsky (1973, como se citó en Coll, 1997),
en “la diferencia entre el nivel de las tareas realizables con la ayuda de los adultos y el nivel
de las tareas que pueden realizarse con una actividad independiente” (p. 124). Lo
importante del concepto anterior es tener claro que: “…lo que el estudiante puede hacer hoy
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
con la ayuda de otro estudiante o profesor, mañana podrá hacerlo por sí solo” (González et
al., 2011, p. 533).
En este contexto, en los múltiples escenarios de aprendizaje entre iguales, los dicentes
toman un papel mediador en el nivel inter-psicológico; lo cual les permite brindar una
ayuda pedagógica que se ajusta a sus necesidades, mediante la edificación de zonas de
desarrollo próximo, las cuales dan paso a que los individuos se apropien de los
conocimientos por medio del proceso de internalización, es así que podrán autorregular el
conocimiento conseguido (Sánchez 2015). Por lo cual, hay que tener en cuenta que “los
grupos interactivos son un lugar óptimo para la participación igualitaria, de forma que en
ellos la diversidad es aceptada, entendida como una fortaleza y como una oportunidad para
el enriquecimiento mutuo” (Gutiérrez y Castro, 2018, p. 80).
En este marco, los docentes deben incentivar y brindar espacios de trabajo cooperativo
que permitan a los estudiantes construir un conocimiento sólido, en el que puedan brindar
asistencia sus compañeros desde una cooperación entre iguales, ya que estos entienden las
necesidades de sus pares. De aquí la importancia de un espacio de interacción entre los
estudiantes para generar cambios, tal como propone Coll (1997):
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
CAPÍTULO II. LA METODOLOGÍA ACTIVA Y TRADICIONAL EN LA
ENSEÑANZA.
Por otra parte, se expone la tendencia a lo activo, por lo que se referirá al modelo
pedagógico constructivista, en el que, según Vives (2016), “la enseñanza es la organización
de métodos de apoyo que permitan a los estudiantes construir su propio saber, se aprende
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
construyendo la propia estructura cognitiva, el conocimiento se autoconstruye” (p. 46). En
este modelo el estudiante es un sujeto activo en el proceso de enseñanza-aprendizaje,
tomando así la característica de ser el descubridor de su conocimiento (Vergara y Cuentas,
2015). En esta línea, dentro de los modelos didácticos alternativos, Mayorga y Madrid
(2010) incluyen al modelo activo-situado como una alternativa al tradicional, pues entre sus
características está el concebir a los estudiantes como actores principales del aprendizaje y
este se sustenta en la actividad.
Ahora bien, una vez desarrollada una revisión rápida a los modelos pedagógicos y
didácticos que sustentan las metodologías a ser trabajadas, se puede dar paso a establecer
los paradigmas presentes en las distintas metodologías, pues como afirman Gouveia y
Atencio (2019): “las metodologías educativas suelen girar alrededor de los paradigmas
educativos como son: El conductismo, constructivistas, cognitivo, humanistas, histórico -
cultural o socio histórico. Cada paradigma tiene sus procesos, estrategias, métodos de
actuación y actividades” (p. 197).
De este modo, la primera metodología a ser abordada será la activa o dinámica por lo
que es preciso entender en qué consiste esta. “Las metodologías activas se conciben como
estrategias facilitadoras y promotoras del pensamiento crítico que promueven la eficacia de
los mensajes y la asertividad de la comunicación de los estudiantes, mediante la utilización
de mecanismos participativos” (Lira, 2010, p. 2). Es por ello que en esta metodología se
resalta una transformación en el paradigma usualmente empleado en la intervención
educativa, tal como afirman Mingorance et al. (2017): “...el paradigma de intervención que
evoluciona de una enseñanza centrada en el docente a un aprendizaje centrado en el
estudiantes” (p. 131).
Ahora bien, cuando se trata de establecer qué paradigma gira en torno a las
metodologías activas, será necesario referirse a Gouveia y Atencio (2019), quienes en su
estudio descriptivo titulado “Concepción de los docentes sobre las metodologías de
enseñanza en los paradigmas educativos”, establecieron la concepción de las metodologías
de enseñanza latentes en los paradigmas educativos; para esto los investigadores, además
de trabajar conceptualmente los tipos de paradigmas, aplicaron una encuesta sobre este
tema a un grupo de veintinueve docentes del área de ciencias sociales en la Unidad
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
Educativa Nacional José Antonio Almarza. Dato relevante que brinda este estudio fue el
siguiente: “al preguntarle ¿qué plantean teóricamente cada paradigma educativo? 10 (34%)
docentes respondieron coincidiendo que el constructivismo, forma estudiantes activos,
participan e interactúan profesores y alumnos, preguntan, critican y reflexionan” (Gouveia
y Atencio, 2019, p. 209).
Con base en lo establecido en el párrafo anterior se puede mencionar que los propios
docentes, con sus años de experiencia, sustentan que el paradigma constructivista está más
centrado en crear estudiantes activos que participan e interactúan; por lo cual estaría más
apegado a las características de las metodologías activas, como son: la interacción del
estudiante, el pensamiento crítico, el dinamismo, el protagonismo del estudiante, entre otros
(Lira, 2010).
Ahora bien, es pertinente señalar que el paradigma cognitivo comparte también algunas
características básicas con las metodologías activas; al respecto, refiere Hernández (1998):
“el alumno es, según este paradigma, un sujeto activo procesador de información, que
posee competencia cognitiva para aprender y solucionar problemas; dicha competencia, a
su vez, debe ser considerada y desarrollada usando nuevos aprendizajes y habilidades
estratégicas” (p. 134). Al interior de este paradigma, el docente posee una visión distinta
del estudiante pues “se considera que el profesor parte de la idea de un alumno activo que
aprende significativamente, que puede aprender a aprender y a pensar” (Hernández, 1998,
p. 135). En este mismo orden de ideas, y consolidando lo dicho sobre el paradigma,
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
Gouveia y Atencio (2019) definen a este estudiante como “un sujeto más consciente, activo
y responsable en sus aprendizajes” (p. 202).
Por consiguiente, las características de los dos paradigmas revisados encajan de manera
sólida con la postura de las metodologías activas; en torno a lo cual, hay que tener en
cuenta que “el constructivismo y cognitivo donde la instrucción es centrada en el alumno,
que el aprendizaje tiene lugar a través de interacciones activas con el entorno, generando
construcciones significativas relacionando los nuevos conocimientos con los previos,
generando solución de problemas” (Gouveia y Atencio, 2019, p. 210).
Nos encontramos pues, inmersos en el nuevo paradigma del sistema educativo del
siglo veintiuno, en el cual las estrategias docentes se basan en metodologías
interactivas y colaborativas, los contenidos curriculares tienen un enfoque aplicado,
la gestión del aula está centralizada en el alumno, el sistema de evaluación es
cualitativo pero a su vez formativo y formador y las estrategias de aprendizaje
consisten en desarrollar un conocimiento estratégico, creativo, activo y aplicado.
(p.153)
En este mismo orden de ideas, Hernández (1998) agrega que: “el conductismo se
inserta en la tradición filosófica del empirismo. Según esta postura, el conocimiento es una
copia de la realidad y simplemente se acumula mediante simples mecanismos asociativos”
(p. 83). Por ende, se habla de características básicas insertas en la educación tradicional de
una visión de reproducción y acumulación de los conocimientos; a su vez, aspecto
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
importante de esta relación es que “el sujeto cognoscente del empirismo es un ente pasivo,
una tabula rasa, un «libro en blanco»” (p. 83). Esto se inserta en aquello que el docente con
una formación tradicional y manejo de este paradigma piensa en cuanto a la construcción
del conocimiento, y que, por tanto, difiere con los paradigmas de lo activo como lo hacen
notar Serrano y Pons (2011) en la siguiente cita: “desde el paradigma conductista
(aprendizaje como adquisición de respuestas) hasta el paradigma constructivista
(aprendizaje como construcción de significados)” (p. 16).
En fin, los distintos paradigmas que sustentan tanto a la metodología tradicional como
a la activa brindan un horizonte específico en la forma de llevar a cabo el proceso
enseñanza- aprendizaje. Es así, que la intencionalidad de cada metodología toma un camino
distinto en la acción educativa; por lo cual, en el siguiente punto se desarrolla de manera
más exhaustiva este tema.
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
Dentro de este proceso existen distintos caminos para llegar a cumplir este objetivo, entre
los que hay que resaltar los varios enfoques, modelos y paradigmas de la práctica educativa,
que establecen el empleo de metodologías que influyen en el modo de aprender usualmente
reflejado en un aspecto dicotómico. Fernández (2006) afirma: “con respecto al aprendizaje,
la elección oscilaría entre favorecer un aprendizaje memorístico, reproductivo y superficial
o un aprendizaje significativo, por comprensión, por investigación y profundo” (p. 42).
Desde este planteamiento se constata un camino ya conocido y otro no tan explorado en
torno al proceso educativo.
Así mismo, según Silva y Maturana (2017), estas metodologías cristalizan el cambio en
la manera de concebir el aprendizaje, pues las actividades toman mayor relevancia que los
contenidos; lo que trae consigo cambios profundos en el actuar de docentes y estudiantes
(p. 121). En similar orden de ideas, Fernández (2006) refiere que los métodos de enseñanza
donde participa el estudiante son más formativos que informativos, pues la responsabilidad
del aprendizaje recae en la actividad; ello favorece aprendizajes más significativos y
duraderos que facilitan la transferencia a contextos más diversos (p. 42).
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
contenidos que se generan en un salón de clase; es decir, una autonomía en la búsqueda
complementaria de información.
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
que debe ser respetado; por ende, los conocimientos nuevos sólo se podrán conocer cuando
la información que le antecede es aprendida (Vergara y Cuentas, 2015).
Con base en lo expuesto puede colegirse que este enfoque y metodología de corte
tradicional busca la trasmisión constante y eficaz de la información, sin tener en cuenta si
dichos contenidos son significativos para el estudiante, es decir, si perdurarán. Según
Hernández (1998), la característica básica de este enfoque es el creer que la enseñanza está
condicionada por la cantidad de datos o información que se le proporcione al estudiante
para que la almacene. En esta línea, Rojas (2016), en su estudio “Retos a la Educación
Peruana en el Siglo XXI”, señala que un gran problema en torno a este sistema educativo es
el excesivo porcentaje de contenidos de carácter conceptual que se pretende que el
estudiante retenga. La gran cantidad de información que se desea sea memorizada sin
ningún análisis no garantiza, ni más aprendizaje ni una mejor preparación para la realidad.
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
Si bien es cierto que la educación ha cambiado debido a las exigencias del avance
de la ciencia y la tecnología y a que el tipo de estudiante que hoy se pretende
formar, piensa de manera abierta y espontánea, a diferencia de los de épocas
anteriores, este modelo aún cobra vigencia en el contexto educativo actual. (p. 119)
Ahora bien, dentro del proceso educativo existen dos pilares fundamentales que se
interrelacionan frecuentemente: el docente y el estudiante. A lo largo de la historia han
tenido presencia varios modelos, paradigmas, teorías y escuelas pedagógicas que han
establecido un rol específico a cada uno (Defaz, 2020).
A su vez, dentro de cada postura que guía el proceso formativo están presentes
diferentes metodologías; sobre esto apunta Macías (2017): “las metodologías de enseñanza
son aquellas herramientas que intervienen en la labor docente, se aplican con la intención
de potenciar y mejorar los procesos educativos como estrategia para potenciar el desarrollo
de la inteligencia, la afectividad y competencias educativas” (p. 25). Estas metodologías
tienen un horizonte distinto en los procesos de enseñanza - aprendizaje, algunas están
encaminadas a la postura tradicional, otras hacia lo activo.
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
Tabla 1. Comparación entre metodologías activa y tradicional
El estudiante es un actor
principal y activo en la acción El educando es un actor
educativa, por lo cual puede pasivo en su proceso
trabajar en equipos, formativo y receptor de
Rol del estudiante evidenciando flexibilidad, información que aprende Diferente
proactividad y autonomía, esto repitiendo y memorizando
con un apego hacia la contenidos (Vergara y
reflexión (Silva y Maturana, Cuesta, 2015).
2017).
John Dewey
Carl Rogers
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
Los datos de la tabla 1 refieren que la postura tradicional busca centrar su proceso en el
contenido y el maestro, lo cual genera pasividad en los estudiantes, pues valoran más la
memoria y la reproducción; mientras que, desde la postura activa, el proceso gira en torno
al estudiante, a quien se lo concibe como un actor activo y constructor de su conocimiento.
Una vez revisadas las bases teóricas que sustentan cada metodología, se adquiere un
horizonte en torno al rol que se le asigna a cada actor del proceso formativo.
Ahora bien, se partirá desde el enfoque metodológico activo, donde el rol del maestro
posee nuevas características, y en el que, según Silva y Maturana (2017), su carácter
mediador “permite enfocar las disposiciones de aprendizaje profundo, a través de
actividades que posibilitan en el estudiante la participación, cooperación, creatividad y
reflexión sobre la tarea” (p. 122). De este modo, el docente deja de ser la única e
incuestionable fuente de conocimiento que buscaba la pasividad del dicente generando un
cambio en su rol; al respecto, afirma Hernández (1998): “las diferencias con el profesor
«tradicionalista» consisten en que no debe centrarse exclusivamente en la enseñanza de
información, ni en intentar desempeñar el papel protagónico (es el que sabe, el que da la
clase, etc.) en detrimento de la participación cognitiva de los alumnos” (p. 135).
En este mismo orden de ideas, Fernández (2006) señala: “...el profesor juega un papel
esencialmente de persona guía y recurso, en el que las interacciones con los alumnos se
centran en facilitar su papel activo y ayudarle a descubrir por sí mismo cómo se realiza la
tarea y obtener una producción de calidad” (p. 55). Ahora bien, a pesar de que el docente
toma un papel menos protagónico en el momento mismo de la clase, esto no quiere decir
que deje todo en manos de los estudiantes y que pase a ser un mero observador; alguien que
no interviene de ninguna manera. Como mencionan Silva y Maturana (2017): “centrar el
aprendizaje en el estudiante, requiere una acción docente con enfoque en el aprendizaje en
lugar de la enseñanza” (p. 119). Así mismo, Abellán y Herrada (2016) afirman que “la
labor del docente es clave para el éxito de las innovaciones educativas” (p. 73).
Por su parte, en las metodologías activas el estudiante toma un papel más protagónico
en el proceso educativo, según el parecer de Silva y Maturana (2017), quienes lo consideran
“un actor principal […] dispuesto a trabajar en equipo, demostrar flexibilidad, proactividad
y autonomía, junto con una disposición permanente hacia la reflexión” (p. 119). En este
37
Freddy Segundo Cardoso Paucar
contexto se deja de lado la pasividad, se promueve el trabajo colaborativo y se busca un
aprendizaje más reflexivo y significativo; por ende, se deja de lado el modelo memorístico;
en otras palabras: “el estudiante ha de ser responsable de su propio aprendizaje, buscando,
seleccionando, analizando y evaluando la información, asumiendo un papel más activo en
la construcción de su propio conocimiento” (Fernández, 2006, p. 43).
En este sentido, el trabajo del estudiante pasa a ser una pieza fundamental dentro de su
propio proceso formativo, ya que construye su conocimiento con la ayuda del docente y
acapara simplemente los datos que este último le transmite. En torno a esta cuestión,
Vergara y Herrera (2015) comentan: “el estudiante juega un papel activo dentro del proceso
de enseñanza aprendizaje, al punto que se convierte en descubridor de su propio
conocimiento” (p. 928). Ahora bien, aspecto importante de este rol es que toma en
consideración que “cada alumno aprende de una forma distinta, ya que es un individuo
único y diferente del resto y a esta forma particular de aprender se le denomina estilo de
aprendizaje” (Baro, 2011, p. 8). Por otra parte, también ayuda a un desarrollo integral del
estudiante, según afirman Gouveia y Atencio (2019):
En este sentido, puede referirse que dentro de esta metodología el docente es la figura
principal y fuente esencial del conocimiento; ello prioriza la pasividad entre los estudiantes,
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
pues la relación que mantiene con estos es vertical, como aluden Abellán y Herrada (2016)
en el siguiente pasaje: “tradicionalmente se han promovido metodologías de enseñanza en
las que el profesor es emisor y transmisor de los conocimientos, mientras que el alumno es
quien recibe y asimila dichos conocimientos, actuando de forma pasiva en su proceso de
aprendizaje” (p. 68).
En este marco, el docente también ejerce una relación de poder con los estudiantes, ya
que predomina su autoridad en todos los procesos que se dan dentro del salón, dejando de
lado las opiniones que pudieran llegar a tener sus estudiantes; esto ocurre porque la
educación tradicional lo faculta para ese rol. Al respecto, afirma Kasely (2015):
Por otra parte, al hablar del rol de los estudiantes dentro de la postura tradicional y su
metodología, podríamos referirnos a una especie de recipiente de información y algunas
características más. Es lo que apuntan Vergara y Cuentas (2015) en el siguiente pasaje: “el
estudiante es un elemento cognitivo pasivo del proceso, que debe aprender cada lección
enseñada al pie de la letra; es decir, es un receptor (aprende oyendo, observando y
repitiendo) responsable del aprendizaje” (p. 918). Es decir, el estudiante posee algunas
limitaciones durante el proceso educativo, además tiene que estar acorde a un modelo
homogéneo de aprendizaje.
39
Freddy Segundo Cardoso Paucar
El rol que se le da al estudiante dentro de la metodología tradicional trae consigo
múltiples dificultades (Rojas 2016), entre las que cabe resaltar a la poca capacidad de los
dicentes de aplicar sus conocimientos en ámbitos reales, pues muchos docentes siguen
empleando la memorización en el aprendizaje de los estudiantes, sin tener en cuenta si
dicha información ha sido comprendida, pues repetir algo de memoria no garantiza su
comprensión. Así mismo, Vergara y Cuentas (2015) afirman: “el estudiante es un
reproductor de los saberes transmitidos en la escuela, sin derecho a opinar e innovar
respecto de los mismos” (p. 918).
Con base en los párrafos anteriores se concluye que el rol del estudiante y del docente
dentro de estos dos tipos de metodologías, presenta matices muy distintos, ya que cada
metodología basa su acción en diferentes paradigmas y modelos pedagógicos, pero las dos
tienen la finalidad de educar. Sin embargo, hay que tener en cuenta que “la educación debe
entenderse como un proceso permanente que facilita el aprendizaje, el desarrollo de
competencias, la experiencia y la incorporación plena de los valores, afectos y de sus
potencialidades, tanto individuales como sociales” (Rojas, 2016, p. 10). En este marco, se
vuelve fundamental revisar la formación de los docentes en torno al manejo de estas dos
metodologías, es así que se destina el siguiente punto para trabajar esta temática.
Además, hay que tener en cuenta que la postura metodológica del formador de los
futuros docentes tiene una gran influencia en estos, pues “muchas de las creencias sobre la
enseñanza y la profesión docente se configuran aún en la etapa de estudiantes de los futuros
profesores y algunas de ellas, fuertemente arraigadas, condicionan sus experiencias en la
docencia” (Bozu y Muñoz, 2016, p. 471). Ya en la labor docente, los maestros coordinan
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
sus múltiples conocimientos, los cuales provienen de su formación disciplinaria, curricular,
experiencial o práctica que han sido asimiladas y desarrolladas durante su vida profesional
(Barrón 2015).
Por lo cual, aspecto que resalta en la formación de los futuros docentes es el manejo de
ciertas metodologías indispensables en el proceso de enseñanza - aprendizaje, las cuales,
según Gouveia y Atencio (2019), “son instrumentos de los que se vale el docente para
contribuir a la implementación y el desarrollo de los objetivos, contenidos y competencias”
(p. 198).
Por tanto, algunos procesos formativos de los docentes girarán en torno a metodologías
tradicionales, pues “el profesorado es formado para transmitir con mayor o menor visión
pedagógica un conocimiento riguroso, con la creencia de que una buena explicación de este
será suficiente para que logre ser bien aprendido” (Gil, 2018, p. 294). Mientras otros
girarán en torno a metodologías activas donde “se pretende transformar la actividad docente
en un espacio de indagación que permita al maestro convertirse en un investigador o
especialista en la educación que serviría para guiar a los estudiantes a mejorar su
aprendizaje” (Moreno, 2015, p. 512).
Ahora bien, en primera instancia habrá que referirse a los docentes que manejan
metodologías tradicionales, por lo que es preciso tener claro cómo funciona la metodología
de estos docentes. Según Viñoles (2013), la metodología del modelo tradicional es
verbalista, ecléctica, con un régimen disciplinario riguroso y estático que va en contra de lo
innovador; en ella el docente mantiene una relación con sus estudiantes de forma vertical y
absolutista, al tiempo que transmite su conocimiento a los estudiantes, quienes son meros
receptores y lo reciben sin cuestionamiento.
Lo antes planteado tiene una correlación con lo que menciona Vaillant (2019), pues
dentro de las universidades e institutos de formación docente se prioriza, en su gran
mayoría, la adquisición de conocimientos disciplinares específicos entre los futuros
docentes de educación media; lo cual trae consigo un poco perfeccionamiento en los
procesos de enseñanza aprendizaje o en las didácticas. Por todo esto, los docentes tienen
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
que asumir un continuo desarrollo profesional, una vez ejercen su labor en las instituciones
educativas.
Un docente de corte tradicional es atraído por el poder, de ahí que pretende ser una
autoridad indiscutible; usualmente decide en nombre de todos los sujetos del salón de clase,
lo que en alguna medida afecta los intereses de los demás. Así mismo, el docente
tradicional crea un espacio de pasividad, limitándose a una clase magistral donde el
estudiante es un mero receptor que no le interesa investigar, más allá de la información
ofrecida por su profesor (Defaz 2020). Lo planteado con anterioridad muestra el horizonte
en torno al manejo de una metodología desde un corte tradicionalista.
Por otra parte, al hablar de metodologías activas es fundamental tener en cuenta lo que
afirman Silva y Maturana (2017): “las metodologías activas son vitales, se apoyan en un
conjunto de herramientas que permite romper con la clase magistral y ofrecer nuevos
escenarios formativos” (p. 128). Es decir, aquel futuro docente que se forme en estas
metodologías tendrá una opción distinta a la forma clásica de llevar a cabo el proceso de
enseñanza - aprendizaje en su vida profesional y ajustándose a las necesidades actuales. En
este orden de ideas, Moreno (2015) refiere que el docente ya no es el sabio, ni aquel cuya
práctica docente se estanca en clases magistrales; más bien, se le solicita actualmente que
sus clases sean interactivas, que resuelva conflictos, que emplee la tecnología, que eduque
en valores, que busque la autonomía de sus estudiantes, y que, además, incentive el análisis
y el discernimiento de la información existente.
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
En esta misma línea, Silva y Maturana (2017) agregan que, en el panorama actual, las
metodologías activas están encargadas de encaminar la innovación, mostrándose como
instantes idóneos para direccionar a la docencia universitaria hacia los nuevos
requerimientos de los estudiantes y del campo profesional. Aspecto importante de estas
metodologías es la relevancia que van teniendo con el tiempo, pues según Cano et al.
(2019), las activas ocupan un lugar privilegiado en el amplio campo de metodologías que
existen en la actualidad.
Al respecto, los docentes que manejan estas metodologías buscan la innovación, los
aprendizajes significativos, la autonomía de los estudiantes y centran el proceso en estos
últimos. Según Granados et al. (2020), las metodologías activas tienen un carácter
formativo, permitiendo la trasmisión de información, con lo cual incentivan el pensamiento
crítico, la autoconciencia, el diálogo y el razonamiento. También poseen un carácter lúdico,
pues las dinámicas impulsan un aprendizaje donde los sujetos interactúan de forma
espontánea y armónica (p. 347).
En este marco, y desde la postura de lo activo, Defaz (2020) apunta que el proceso de
enseñanza - aprendizaje es entendido como un lugar donde el estudiante deviene en pilar
fundamental y protagónico, al tiempo que el docente se transforma en guía y facilitador del
aprendizaje. Son los estudiantes los encargados de ir construyendo su conocimiento a partir
de múltiples acciones y desde las cuales reflexionarán y compartirán sus ideas tanto con sus
compañeros como maestros. Aportes didácticos relevantes al proceso de enseñanza -
aprendizaje son las metodologías activas, pues dan paso a docentes que cumplen
eficazmente las tareas, mientras que a los estudiantes se les permite tener aprendizajes
significativos, convirtiéndose en constructores de su propio conocimiento con la guía de su
docente (Granados et al., 2020).
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
CAPÍTULO III. EL DOCENTE Y LA RELEVANCIA QUE TIENE EL EMPLEO
DE METODOLOGÍAS ACTIVAS EN LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA.
Este capítulo tratará las demandas que la sociedad le hace actualmente a la educación,
respecto a la adquisición de habilidades, competencias, dinamismo y pensamiento crítico.
Se describe la relevancia que ha ganado el manejo de las metodologías activas dentro de los
salones de clase, destacando sus beneficios y aceptación en los sistemas de educación. En
esta misma línea se establecerá la potencialidad y la necesidad del empleo de las
metodologías activas en la enseñanza filosófica como una opción al cuerpo docente.
El mundo cambia día a día, evoluciona y se actualiza; esto trae consigo nuevas
demandas al ser humano, razón por la cual el ámbito de la formación educativa se convierte
en un pilar fundamental para resolver las demandas actuales. En este sentido, Hernández
(2015) afirma: “en el siglo XXI podemos observar con gran asombro cómo la globalización
está influyendo en nuestra sociedad, economía, cultura, política, ciencia, tecnología, la
educación, etc.” (p. 62). De ahí la importancia de que la educación asimile los cambios que
se han ido generando en la sociedad. En relación a esto, Rojas (2016) señala:
Por tal motivo, el cambio estructural del modo de pensar y actuar de la sociedad
influye en la visión y requerimientos en torno a la formación de los sujetos sociales; así lo
creen Lizitza y Sheepshanks (2020) al señalar que ya no basta con que los estudiantes
egresen sabiendo solo contenidos curriculares, sino que es indispensable que posean
destrezas y habilidades. Esto significa que la actividad del estudiante dentro del proceso de
enseñanza - aprendizaje se transforma en un aspecto esencial, así los refiere Defaz (2020):
45
Freddy Segundo Cardoso Paucar
Es indiscutible que la educación del siglo XXI demande la innovación del docente
en su gestión dentro del aula, para ello resulta un recurso de gran utilidad el uso de
metodologías activas de aprendizaje que motiven a los estudiantes a descubrir
mecanismos, a conectar lo aprendido de la escuela con las situaciones y problemas
de su contexto social, familiar y personal. (p. 465)
En este mismo orden de ideas, cabe señalar que un factor esencial que ha impulsado el
empleo tecnológico en la educación actual, ha sido la pandemia por Covid-19, que como
afirma Rocha (2020) ha obligado a las personas: “a la evolución y cambios para adaptarse a
nuevas realidades” (p. 34). También el proceso educativo se ha visto obligado a
modificarse, pues como afirman Lizitza y Sheepshanks (2020):
46
Freddy Segundo Cardoso Paucar
realidades actuales, tiene que estar involucrado con su labor para responder a las
necesidades de la sociedad actual.
Por otra parte, hecho innegable es que la formación contemporánea busca un cambio
en la manera en que se lleva el proceso enseñanza- aprendizaje; en tal sentido, busca dotar
al estudiante de un mayor protagonismo en el proceso educativo para que este pueda
generar habilidades y competencias, lo cual significa ir más allá de los contenidos. Según
Silva y Maturana (2017): “para que los estudiantes puedan adquirir el conocimiento y
habilidades esenciales para desenvolverse adecuadamente en el ámbito social y profesional
en el siglo XXI, es necesario transitar de una enseñanza centrada en el profesor a una
centrada en el estudiante” (p. 118).
Por lo tanto, la formación del docente es un aspecto fundamental para la adaptación del
proceso educativo a las realidades actuales, pues los cambios son evidentes y las entidades
de formación superior tienen que empezar a formar docentes capaces de adaptarse y
solucionar las problemáticas actuales; así lo plantea Rojas (2016):
Para que se formen docentes con calidad y pertinentes a la sociedad del siglo XXI,
las facultades de educación deben formar una nueva generación de profesores de
acuerdo a los nuevos paradigmas educativos, que sean competentes en los
contenidos de sus asignaturas, en la aplicación de estrategias pedagógicas
apropiadas a su asignatura, con conocimientos en psicopedagogía y en el uso
eficiente de las TIC (p. 108).
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
Los párrafos anteriores evidencian que se otorga preponderancia a una educación
tradicional, en la que, según Vergara y Cuentas (2015), “los conocimientos son
transmitidos por el docente mediante la exposición y clases magistrales” (p. 918), sobre una
educación más interactiva y centrada en el estudiante, en la que, según afirma Rocha
(2020), “el aprendizaje plantea muchos desafíos como el de mantener procesos activos,
donde este se dé por descubrimiento e investigación” (p. 44). En este sentido, las
necesidades actuales en la formación requieren, a criterio de Granados et al. (2020),
“motivar a los docentes en función del cambio y la necesidad de la transformación del
proceso de enseñanza-aprendizaje, a partir de la integración de las metodologías activas con
las TIC” (p. 346).
En fin, las necesidades tanto en la vida cotidiana como en el ámbito educativo van
cambiando; por lo cual se hace necesario estar acorde a las nuevas exigencias que se
demandan a la educación. Por ende, el método activo gana relevancia en la actualidad
dentro de los procesos educativos, de ahí que en el siguiente subtema se revisará con mayor
profundidad el estatus actual de estas metodologías.
Ahora bien, la relevancia que han ganado este tipo de metodologías, se debe a que
brindan una respuesta que se acopla a los nuevos requerimientos sociales en torno a la
calidad de educación; de ahí que, según Miranda y Medina (2020), emplear una
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
metodología de aprendizaje apropiada se constituye en un instrumento indispensable en el
proceso educativo. Ello explica que el método activo empiece a ganar un lugar privilegiado
entre las demás metodologías, debido a que busca mejorar el proceso educativo. Es lo que
Abellán y Herrada (2016) plantean: “entre los diversos aspectos que podrían favorecer el
cambio o mejora en el sistema educativo, podemos destacar el papel de las metodologías
activas” (p. 68).
Con base en esto, puede referirse que en la actualidad el estudiante debe ser un ente
más dinámico y activo en correlación con la construcción de su aprendizaje, por lo cual es
fundamental que se le brinde una metodología que facilite dicho accionar. Según Baro
(2011), se debe buscar que el estudiante pase a ser un sujeto proactivo que estudia,
investiga, lee, analiza, se informa y busca innovar en los procesos, sean estos sencillos o
complejos. En esta misma línea, Fernández (2017) afirma que: “la nueva era educativa está
exigiendo espacios y tiempos flexibles y una profunda reestructuración de los sistemas
educativos tradicionales” (p. 283).
Por lo cual, en la actualidad se ha vuelto esencial que el docente conozca y maneje este
tipo de metodologías en pro de un mejor proceso formativo; coinciden Abellán y Herrada
(2016) cuando señalan: “hay que tener en cuenta que para propiciar la innovación educativa
es fundamental el papel del docente, y es preciso que conozca y se forme en aspectos
relacionados con metodologías innovadoras” (p. 73). En esta misma línea, Juárez et al.
(2019) afirman que: “la formación del profesorado en nuevas metodologías de aprendizaje
es esencial para asegurar la renovación educativa” (p. 206).
Por tanto, cuando el docente aplica metodologías activas en los procesos formativos
ayuda a generar entre los estudiantes un aprendizaje significativo; ahonda en esta cuestión
Baro (2011), al señalar que: “el proceso mediante el cual se produce el aprendizaje
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
significativo requiere una intensa actividad por parte del alumno” (p. 2). Esto direcciona al
estudiante a convertirse en una persona más crítica, reflexiva y provista de habilidades y
competencias, pues los cambios en el modelo educativo actual así lo demandan; así lo
considera Rojas (2016): “En este nuevo modelo educativo el estudiante debe aprender a
comprender y no sólo a memorizar, pues le debe dar significado a lo que aprende y su
posterior aplicación” (p. 113).
En esta misma línea, Fernández (2017) afirma: “es preciso que se realice un cambio
educativo y pasemos de una educación centrada en la enseñanza, en la docencia a un
proceso centrado en la discencia, en el alumno” (p. 284). También Rojas (2016) señala que:
“ante esta dinámica de la sociedad actual, los modelos pedagógicos tradicionales están en
crisis” (p. 111). Por su parte, Defaz (2020) afirma que: “los salones de clase son espacios
de diversidad, en estas circunstancias los docentes deben adaptar el currículo a los estilos,
ritmos y necesidades de aprendizaje de sus estudiantes, asignando un rol activo y
protagónico en la construcción del conocimiento” (p. 471).
En definitiva, el método activo se posiciona hoy como una opción viable en los
procesos educativos; son muchos los autores revisados en este trabajo que concuerdan con
esta visión (Defaz, 2020; Rocha, 2020; Macías, 2017; Abellán y Herrada, 2016; Baro,
2011). De ahí que se vuelve fundamental abordar el ámbito metodológico activo dentro de
la enseñanza filosófica, tal como se hará en el siguiente y último apartado.
51
Freddy Segundo Cardoso Paucar
Sería factible identificar, entonces, dos aspectos o dimensiones que se entrelazan en
el enseñar / aprender filosofía: una dimensión que, con algunos recaudos,
llamaríamos “objetiva” (la información histórica, las fuentes filosóficas, los textos
de comentaristas, etc.) y otra “subjetiva” (la novedad del que filosofa: su
apropiación de las fuentes, su re-creación de los problemas, su lectura del pasado,
etc.). (p. 33)
Con relación a este tema, puede referirse que en muchos casos los docentes le dan
mayor relevancia a la revisión y estudio de contenidos conceptuales, mas no contemplando
la importancia de la segunda dimensión, correspondiente a la acción cognitiva de los
estudiantes; en tal razón, habría que considerar a los contenidos conceptuales como la base
para que los discentes pasen a un plano más activo, en el que interpreten, reconstruyan,
problematicen y se apropien de ese conocimiento. Ahora bien, hay que tener en cuenta que
la tendencia de muchos docentes de filosofía sigue inmersa en un modelo tradicional de
educación donde se prepondera la transmisión y memorización de datos específicos.
Relacionado a esto, en el estudio de Hernández (2019), titulado “Pensamiento docente del
profesorado de filosofía: recuperando la experiencia de los profesores para la formación”,
se menciona que la prioridad de los docentes gira en torno a la revisión de la historia de la
filosofía, al punto de ser esta la única acción dentro del salón.
Esto explica que los docentes de filosofía fijen sus prácticas en replicar datos
concretos; usualmente biografías de filósofos, escuelas y sistemas filosóficos, aunque sin
otorgarle sentido alguno. Por tanto, el aporte al estudiante es mínimo, ya que es una simple
y mera reproducción vacía. Como refieren Pulido et al. (2018), “puesto que el ejercicio del
docente se ha reducido a utilizar contenidos sacralizados de forma deliberada, no interesa
realizar conexiones entre los contenidos y los estudiantes, y aparece como una figura
portadora de saberes” (p. 94). En muchos casos, un aspecto fundamental que determina
estas acciones del docente tiene que ver con su formación; tema sobre el cual profundiza
Hernández (2019) en la siguiente cita:
Ahora bien, las metodologías con horizonte tradicional están quedando atrás, pues las
demandas educativas van evolucionando, por lo cual el docente debe hacer lo mismo; así lo
consideran Cano et al. (2019), al tiempo que agregan que, con el pasar del tiempo, se van
dando mejoras en la educación, esto significa que se vuelve indispensable una formación
docente que mantenga visiones a futuro, que prioricen una formación integral de los
educandos a través de renovadoras estrategias y métodos de enseñanza - aprendizaje. En
este sentido, el docente de filosofía no puede ser la excepción, de ahí la siguiente referencia
de Rico (2014):
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
clásico de enseñanza, es importante tener en consideración otra opción más activa del
proceso, tal como proponen Peralta y Guamán (2020) cuando señalan que “el método
expositivo es muy utilizado en las estrategias de enseñanza-aprendizaje de las Ciencias
Sociales, pero los expertos recomiendan combinarlo con actividades y tareas didácticas
interactivas” (p. 8).
Por su parte, Cerletti (2008) sugiere que enseñar filosofía es “una construcción
subjetiva, apoyada en una serie de elementos objetivos y coyunturales. Un buen profesor o
una buena profesora de filosofía será quien pueda llevar adelante, de forma activa y
creativa, esa construcción” (p. 10). En este marco, es importante tener en cuenta que “más
que promover la fidelidad, la filosofía cultiva el deseo de saber tal como concebían su
actividad los filósofos griegos” (Pulido et al., 2018, p. 27). Es así, que, en el ámbito de la
educación filosófica formal, se hace necesario superar la reproducción vacía de contenidos,
para entender que la actividad filosófica debe ser reflexiva, dando paso así a la
consolidación de un pensamiento crítico sobre la realidad y, por ende, guiar al dicente a una
concepción profunda y no superficial de esta (Rico, 2014).
Por lo cual, el docente debe potenciar un papel más activo del estudiante en su
construcción cognitiva y no estancarse en visiones tradicionales que han promovido, en
alguna medida, la pasividad y la reproducción sin sentido de datos vacíos. Lira (2010), al
respecto agrega que los estudiantes requieren una interacción en la que puedan expresar sus
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Freddy Segundo Cardoso Paucar
pensamientos, opiniones e intentos de análisis, tanto con el docente como con sus
compañeros. En este orden de ideas, resultan oportunas las características del perfil de un
profesor de filosofía propuestas por Pulido et al. (2018):
55
Freddy Segundo Cardoso Paucar
En definitiva, las metodologías activas dentro de la enseñanza de la filosofía poseen
gran potencial; fomentan el pensamiento crítico y reflexivo, además que ofrecen la
posibilidad de una mayor interacción y autonomía al estudiante. Coincide Rico (2014) al
señalar: “También, la educación filosófica debe estar dirigida a despertar, propiciar y
privilegiar la capacidad creativa que dista del simple imitar y repetir” (p. 120). En tal
sentido, es importante dejar en claro que los datos generales de la filosofía no pierden su
valor, sino que son la base para generar ideas; como apunta Cerletti (2008): el filósofo
revisa el pasado pero a la vez mira hacia el futuro, ya que así propicia una mirada propia,
creadora de nuevos cuestionamientos.
En fin, a lo largo de este capítulo se han descrito los cambios que se están generando
en la educación y la relevancia ganada en clases por el método activo; lo que permite referir
la necesidad de que el docente tome una postura nueva en su forma de enseñar y mucho
más en la filosofía, pues según Rico (2014): “es la filosofía la que permite un análisis
profundo de la realidad en la cual vivimos” (p. 115). Por tal motivo, el estudiante no puede
ser un mero receptor y reproductor de contenidos vacíos, sino que el docente, mediante la
metodología activa, incentivará la reflexión, la autonomía, el cuestionamiento y el
pensamiento crítico en los dicentes.
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CONCLUSIONES
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Respecto al objetivo de describir la relevancia que tiene el empleo de metodologías
activas en la enseñanza de la filosofía, se evidenció que aquellas, dentro del proceso
educativo, se presentan como una alternativa con mucho potencial, pues están acordes a la
exigencia de la educación de que el estudiante sea un sujeto activo en la sociedad. Por su
parte, la pandemia por Covid 19 generó mayor acción por parte del estudiante, así como su
protagonismo en la construcción de saberes; pues como bien señala García (2021), el orden
tradicional del ámbito educativo cambió, dándole una mayor autonomía y responsabilidad
al estudiante.
Con relación al objetivo anterior, se puede agregar que emplear métodos activos dentro
de la enseñanza filosófica puede ser muy útil en la generación de un pensamiento crítico y
reflexivo del estudiante; además, generan interacción y aprendizajes significativos. Pero
para que esto se dé, resulta fundamental superar el modelo clásico transmisionista que
existe en la filosofía. En educación, de manera general, las metodologías activas presentan
muchas ventajas; con esto concuerdan los múltiples autores revisados en esta monografía:
Abellán y Herrada (2016), Macías (2017), Defaz (2020), Rocha (2020), entre otros.
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