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Paraguana

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Reptiles of the Peninsula de Paraguana, Venezuela

Article · January 2008

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4 authors:

Cesar Barrio-Amoros Miralles Aurélien


Doc Frog Expeditions. French National Centre for Scientific Research
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Gilson Rivas Tito R. Barros


University of Zulia University of Zulia
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Illustratred Catalogue of Venezuelan amphibians View project

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Reptiles
de la pen’nsula
venezolana de
Paraguan‡

César L. Barrio-Amorós,
Aurelién Miralles,
Gilson Rivas & Tito Barros

Anolis auratus.
Foto: A. Miralles

REPTILIA 43
En mayo de 2005 los autores acordamos
encontrarnos en la ciudad de Coro, capital del
estado venezolano de Falcón, y dirigirnos al
Cerro Santa Ana, una localidad bien conocida
por los herpetólogos, donde nos interesaban
sobre todo los coloridos teíidos Cnemidophorus y los
esquivos eslizones del género Mabuya. La intención era
dirigirse hacia la península de Paraguaná.
En el camino tuvimos dos sorpresas. La primera una
joven Boa constrictor recién atropellada con una colora-
ción en nada parecida a las típicas B. c. constrictor del
resto del país. Hay quien dice que ésta podría ser una
subespecie distinta, pero para demostrarlo hay que hacer
un detallado estudio filogenético de varias poblaciones
americanas. La segunda sorpresa fue, campeando tran-
quilamente por una carretera que cruzaba un desierto
nada apropiado para tortugas acuáticas, un galápago
carinado (Kinosternon scorpioides), llamado localmente
galápago meón. No sabemos realmente qué hacía ese
animal arriesgándose a morir deshidratado; tal vez apro-
vechaba las frescas horas de la mañana para cruzar de un
pozo a otro.
Antes de llegar al destino debíamos encontrar aloja-
miento y buscando paramos en unas cabañas que se
alquilan por temporada. Aunque no llegamos a un acuer-
do por considerarlas algo caras el lugar era interesante.
Pronto se reveló la presencia de un típico elemento fal-
coniano: el lagartijo anolino Norops onca, cuya proyec-
ción gular tiene un color naranja arrebolado. Comproba-
mos su abundancia en ese punto, pero no volvimos a
observar ningún otro ejemplar durante el resto del viaje.
Gonatodes vittatus. Foto: C. Barrio Con 830 m de altura el cerro Santa Ana es la única ele-
vación de importancia de la península. Rodeado de una
zona semiárida a muy árida, cardonales, con cactos, cují-
es (acacias), y matorrales espinosos, el caminar no es
nada placentero. La temperatura media era de 36ºC.
Comenzamos a recorrer el sendero que sube al cerro con
la esperanza de ver varias especies.
La zona se reveló como un sueño para cualquier “sau-
rólogo”. Parecía el paraíso de los teíidos (familia teiidae),
ya que por doquier se atravesaban impresionantes Cne-
midophorus arenivagus, de intenso color verde, y C. lem-
niscatus splendidus, con su increíble apariencia azul
cobalto, algún inmenso Tupinambis teguixin y muchas
Ameiva no identificadas (probablemente una subespecie
no descrita de Ameiva ameiva). Aunque también había
iguanas verdes, sólo las vimos atropelladas en la carrete-
ra. En las bases de las acacias y de las zonas rocosas
abundaba el pequeño geco Gonatodes vittatus, de llama-
tivos colores anaranjados con una línea vertebral blanca
y una retícula blanquinegra gular. Pero a pesar de nues-
tra atención esa mañana no vimos ningún Mabuya. Mi
intención era alcanzar al menos la cota de los 550 m, don-
de el hábitat cambia radicalmente y un bosque enano
más húmedo reemplaza al matorral espinoso. Me interné
en la zona de bosque enano con la esperanza de hallar
algún anfibio (mi debilidad), sabiendo que no se ha cita-
Mabuya falconensis. Foto: A. Miralles do ninguno en el cerro. A poco observé un pequeño sapi-

REPTILIA 44
to que saltó y se perdió entre la hoja-
rasca sin darme tiempo a nada. Per-
derlo fue una tremenda decepción,
pues estaba seguro que cualquier
anfibio que habitara esa ancestral
selva sería nuevo para la ciencia.
Pero al rato supe de que se trataba:
en la única fuente de la zona, bajo
una roca, reposaba un sapo de mayor
tamaño, pero un común y corriente
sapo marino (Bufo marinus). Sigo
sin entender cómo había logrado
atravesar todo ese árido y espinoso
arbustal. Ya de regreso encontré a
dos de mis compañeros extasiados
observando un espectáculo único
de la naturaleza: dos machos de
Chromatopelma cyanopubescens,
sin duda una de las tarántulas más
hermosas del planeta, luchando pero
gentilmente, palpando al contrario
con sus patas delanteras como si
estuvieran bailando un extraño
Phyllodactylus ventralis. Foto: A. Miralles
ballet. En seguida vimos el porqué:
escondida en la oquedad de un tron-
co una hembra el doble de grande
esperaba al ganador para aparearse.
Algo insólito y hermoso.
Habíamos ascendido durante la
mañana, cuando afortunadamente el
día estaba nublado. Ahora tocaba
regresar a las 14:00 horas, con un sol
demoledor, porque estábamos con-
vencidos de que si había Mabuya ya
los habríamos visto.
Un detalle a considerar era que
durante toda la subida, con una pen-
diente media de 45º, habíamos
detectado que los restos humanos
más abundantes eran no basura
orgánica ni inorgánica, como latas o
plásticos, sino suelas de zapato. Yo
me había reído de ello, pensando lo
mal que debían haberlo pasado los
Cnemidophorus l. splendidus. Foto: A. Miralles
excursionistas poco preparados con
zapatos sin suela, hasta que de
repente me fijé en los míos y me di
cuenta que estaba a punto de acre-
centar los efectivos de gomas del
cerro. Ahora estaba seguro, había
una maldición, el cerro Santa Ana
devoraba suelas. Con esa preocupa-
ción, unida a que se acababa el agua
y que el calor sobrepasaba amplia-
mente los 45ºC, empezamos a apre-
surarnos en la bajada. Yo no sabía si
ir recogiendo suelas en caso de per-
der la mía, que ya parecía una len- Thecadactylus blanco. Foto: C. Barrio

REPTILIA 45
cinco litros. Cuando llegamos, con
los ojos fuera de las órbitas, com-
prendimos que esa excursión no
podía hacerse en una mañana sino en
todo un día, subiendo temprano de
mañana y regresando por la tarde,
cuando ya el Sol se retira. Tras un
rato de descanso merecido nos dirigi-
mos a una posada para ducharnos.
Allí habíamos quedado con Tito
Barros, herpetólogo de la Universi-
dad de Zulia, quien llegaba con una
alumna, Corina, desde Maracaibo.
Ellos nos acompañarían el resto de la
expedición. Tras un rato de descan-
so, una reparadora comida y una
reconfortante ducha, nos encamina-
mos al mismo lugar donde iniciamos
la caminata, cuando el Sol ya se
ponía, para comprobar si era la hora
lo que había fallado en la búsqueda
de los escurridizos eslizones. Des-
pués de un buen rato de búsqueda y
de hallar especies que no habíamos
podido capturar anteriormente,
El galápago Kinosternon scorpioides. Foto: A. Miralles como Thecadactylus rapicauda, el
geco de mayor tamaño de Sudaméri-
ca, del que vimos tres coloraciones
diferentes (blanco pálido, crema y
pardo oscuro), y la rápida Ameiva,
que pudimos conseguir ver gracias a
que había varias en tanque seco de
agua. Ningún Mabuya hizo acto de
aparición. Las Ameiva son dignas de
consideración, ya que en Venezuela
hasta el momento se han descrito
cuatro subespecies, y ésta no corres-
pondía con ninguna. Es necesario un
estudio más detallado para dilucidar
Thamnodynastes paraguanae. Foto: A. Miralles
la identidad de estas poblaciones de
gua desbocada, haciéndome trastabi- tado que no corriera, le hallé flotan- Paraguaná. Al poco rato llegó Tito
llar constantemente. Aurelién empe- do en el agua. Afortunadamente nos Barros con una pequeña culebra,
zó entonces a correr, tal vez presa del hallábamos ya cerca del punto de una Thamnodynastes, que posible-
delirio. Ya se le había terminado el partida, donde en el todo terreno mente también fuese un nuevo
agua y al rato, a pesar de haberle gri- guardábamos dos botellas de agua de taxon.

Sotobosque xerofito. Monte Cano. Foto: C. Barrio Cerro Santa Ana. Foto: C. Barrio

REPTILIA 46
Ameiva. Foto: A. Miralles Anolis onca. Foto A. Miralles

Hay que aclarar que en general los tos que se señalaban como apropia-
países latinoamericanos, especial- dos para la especie: el jardín botáni- Lista de reptiles de la Península
mente aquellos que comprenden co León Croizat. Aunque el lugar se de Paraguaná.
parte de Trópico, como son la mayo- prestaba para la presencia de los rep-
ría, están aún en una fase alfa de tiles, y de hecho existían poblaciones Kinosternon scorpioides*
investigación. Ello significa que se de Cnemidophorus arenivagus, Norops auratus*
está aún en la fase de identificación Tupinambis, y el geco Phyllodactylus
Norops onca*
de sus táxones. Muchos de ellos son ventralis, además de Thecadactylus
Iguana iguana*(atropellada)
nuevos o han sido históricamente rapicauda, Gonatodes vittatus, y el
mal identificados. En Venezuela se escorpión Rhopalurus laticauda, Ameiva ameiva ssp.*
conocen unas 350 especies de repti- no vimos ningún eslizón. Ya la Ameiva bifrontata*
les, aunque es posible que la canti- desesperación dominaba la situa- Cnemidophorus arenivagus*
dad real llegue a 600. ción. Quedaba un día y eso era C. lemniscatus splendidus*
Al día siguiente regresamos al mis- todo, así que debíamos planear con Tupinambis teguixin*
mo lugar, donde se iniciaba el cami- mucho cuidado el siguiente punto Gymnophtalmus speciosus
no al cerro, pero no con ánimo de de exploración. Tetrioscincus bifasciatus kugleri
subir sino para ver si a primera hora Nos hospedamos en la posada El
Gonatodes vittatus*
de la mañana las Mabuya estaban Gallo, donde unos simpáticos bel-
Lepidoblepharis montecanoensis
activas y eran fáciles de ver. Llega- gas amigos de los propietarios, des-
mos a las 7:00 horas, justo cuando pués que Aurelién les explicara en Phyllodactylus ventralis*
dos autobuses descargaban una francés su interés por los lagartos, le Thecadactylus rapicauda*
interminable serie de escolares. dijeron que las lucías (nombre que Boa constrictor ssp.*
Pero de Mabuya nada de nada. los lugareños dan a Mabuya), eran Epicrates maurus
Aurelién estaba empezando a preo- muy abundantes en una zona a la Clelia clelia
cuparse, ya que era uno de sus prin- que no habíamos dado importancia Drymarchon caudomaculatus
cipales objetivos, cuando por la tar- quizás por estar demasiado cerca Leptodeira bakeri
de decidimos visitar la ciudad de del cerro Santa Ana: la Reserva
Masticophis mentovarius* (atropellada)
Coro, donde había otro de los pun- Biológica Monte Cano. Y además el
Mastigodryas pleei*
Oxybelis aeneus* (atropellada)
Phimophis guianensis
Pseudoboa neuwiedii
Tantilla semicincta
Thamnodynastes paraguanae*
Micrurus dissoleucus
Crotalus durissus cumanensis*
(cruzando la carretera cerca de Coro)
Leptotyphlops goudotti
Liotyphlops albirostris

Thecadactylus gris. Foto: C. Barrio (Con asterisco los observados)

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Rhopalurus laticaudus. Foto: A. Miralles Cromathopelma cyanopubescens. Foto: C. Barrio

dato era que se hallaban casi exclu- había manera de echarles mano. de Mabuya falconensis en vida del
sivamente en bromeliáceas espino- Sólo con guantes podíamos tratar que se tuviera noticia (la serie tipo
sas terrestres. de lanzar un manotazo, que resultó fue descrita con animales ya preser-
Con esas perspectivas y casi sin efectivo en el caso de la captura de vados). Esta especie no tiene real-
poder dormir de la excitación nos un Norops auratus (otro anolis con mente nada por lo que destaque
levantamos de madrugada para diri- una proyección gular azul), por lo estéticamente. Es lisa, marrón bri-
girnos de nuevo a Paraguaná. Llega- que recobramos esperanzas. Real- llante, casi áurea, con unas líneas
mos sobre las 8:00 horas a la reser- mente había Mabuya por doquier, dorsolaterales de color pardo más
va, donde empezamos a caminar pero siempre sobre y entre las bro- oscuro, pero difusas, y manchas
esperanzados, revisando las zonas meliáceas. La piel acorazada de pequeñas negras dorsalmente. Es
con bromeliáceas terrestres. Ya muy parecida al eslizón ibérico
antes Aurelién había dicho al obser- (Chalcides bedriagai). El interés de
var esas bromeliáceas terrestres esta especie radica en su adapta-
que en Guayana Francesa él ción a medios áridos y bajos,
había visto Mabuya en ese cuando el resto de especies
hábitat, si bien más húmedo. es conocido de selvas plu-
No le presté demasiada viales muy húmedas y de
importancia porque jamás montañas hasta 2.000 m.
había visto un Mabuya sobre Monte Cano es también
una bromeliácea y su comen- interesante por ser la loca-
tario me parecía anecdótico. lidad típica (y única por el
Pero al rato de caminar lenta- momento) donde se describió
mente a lo largo de una vieja y uno de los vertebrados más
depauperada carretera con exten- pequeños del planeta: el geco
siones de Bromelia humilis Aure- Participantes en la expedición. De izq a der. Tito Lepidoblepharis montecanoensis.
lién se quedó sin respiración. Por un Barros, Aurelien Miralles, Gilson Rivas, Corina, Aunque lo busqué un rato con la
César L. Barrio y el guia local.
momento y sin poder articular pala- ayuda del Sr. Esteban, quien cuida
bra empezó a señalar, balbuciendo estos eslizones les protege de ser la Reserva, no lo hallé.
“¡Mabuya, Mabuya!” Efectivamen- atravesados por las espinas. Éstas Aparte de los ubicuos Cnemi-
te allí había un hermoso ejemplar de son una inmejorable defensa contra dophorus l. splensidus y C. areniva-
Mabuya falconensis asoleándose, algunos depredadores, aunque no gus, observamos otra especie de
aprovechando los primeros rayos de contra todos, ya que observamos dos Ameiva, A. bifrontata, toda marrón
la mañana entre las hojas de las bro- especies de serpientes (una Masti- y con la zona ventral azulada, y las
meliáceas terrestres. Pero había que godryas, y otra no identificada por también abundantes tarántulas.
hacer algo y pronto, capturarla su rapidez) que sí podían dar caza a Con ello la expedición terminaba
antes de que se calentara lo sufi- los escincos entre las espinas. en éxito y cada uno regresaba a sus
ciente y se escabullera como sólo los Nos dividimos en grupos y al rato respectivos orígenes con un hori-
eslizones saben hacer. Sólo había un se oyó un grito de júbilo. Todos zonte herpetológico lógicamente
grave problema: las dichosas bro- corrimos hacia Tito Barros, quien ampliado por esta experiencia
meliáceas eran tan espinosas que no había capturado el primer ejemplar desertícola. ■

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