La Política Llamada Del "Buen Tratamiento"
La Política Llamada Del "Buen Tratamiento"
La Política Llamada Del "Buen Tratamiento"
Résumés
Durante la primera mitad del siglo XIX, los grandes propietarios de Cuba comenzaron a
considerar que les interesaba tratar mejor a sus esclavos, bien escaso que había llegado a
ser costoso. Sin consideración alguna para con sus víctimas, los esclavistas imaginaron
una política llamada del “buen tratamiento”, según la fórmula de la época, con vistas a
favorecer la procreación de los esclavos y aumentar su esperanza de “vida útil”. Los
esclavistas decidieron alimentar mejor a sus esclavos, alojarlos mejor, asistirlos mejor,
con el fin de hacerlos trabajar mejor. Lejos de suponer la crisis definitiva del sistema
servil, el “buen tratamiento” representaba, al contrario, para los esclavistas, la forma
cínica de asentar la institución servil ad vitam aeternam. Aunque el “buen tratamiento”
implicaba una postura reformista, por muy paradójico que esto pueda parecer, esta
política no fue determinada por una actitud reformista en sí sino por la reacción de los
hacendados frente a una amenaza cierta.
During the first half of the XIXth century, the big landlords of Cuba began to consider
that it was in their interest to treat their slaves better, as the rare commodity had become
expensive. Without the slightest consideration for their victims, the slave-owners
imagined a policy known as the “good treatment”, according to the formula of the
period, to facilitate the procreation of the slaves and increase their life expectancy and
thus “usefulness”. The slave-owners decided to better feed their slaves, to accommodate
them better, to look after them better, all this in order to make them work better. Far
from signifying the definitive crisis of the slave system, the “good treatment”
represented on the contrary, for the slave-owners, the cynical way to establish the
servile institution ad vitam aeternam. Even if the “good treatment” underpinned a
reformist posture, however paradoxical it can appear, this policy was not determined by
a reformist attitude in itself but by the reaction of the hacendados in front of a certain
threat.
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Texte intégral
1 Gilberto Freyre, Maître et esclaves. La formation de la société brésilienne,
traducción del portug (...)
Los grandes propietarios se dieron cuenta rápidamente de que la energía africana que
tenían a su servicio, cuando se abusaba o que se explotaba en demasía, aportaba menos
que cuando conservada: explotaron desde entonces al esclavo con vistas a un
rendimiento mayor sin duda, pero sin perjudicar su normalidad de eficiencia. El interés
del dueño consistía en conservar la eficiencia del negro, su capital, su máquina de
trabajar, la prolongación de su yo.1
Introducción
2 Ver Laird W. Bergad, The comparative histories of slavery in Brazil, Cuba,
and the United States, (...)
3 Dale Tomich, “The second slavery”, In: Through the prism of slavery: labour,
capital and world eco (...)
1Es preciso tener en mente que un sistema esclavista – sea cual sea su época, lugar y
contexto – responde a una lógica dinámica y no estática. La esclavitud es un sistema
complejo que se caracteriza a la vez por un mando rígido y cierta flexibilidad.2 El
trabajo esclavo y su abolición no pueden ser vistos como un proceso lineal en
evolución, sino como complejas y múltiples relaciones dentro del proceso global de
acumulación y de división del trabajo. Dale Tomich3 distingue dos relaciones
cualitativamente distintas de esclavitudes y procesos de desarrollo de la esclavitud. La
primera fue constituida por una serie de procesos socio-históricos específicos y
desempeñó un papel particular en la formación de la economía mundial desde el siglo
XVI hasta el siglo XVIII. Estas relaciones fueron destruidas o radicalmente
reconstituidas por la transformación de la economía mundial en el siglo XIX. La
segunda fue creada por y dentro del proceso histórico y del conjunto de relaciones
sociales específicas de la economía mundial del siglo XIX. La “segunda esclavitud”
consolidó una nueva división del trabajo y proporcionó bienes materiales en bruto y
productos alimenticios para núcleos de poder en proceso de industrialización.
4Las cuatro primeras décadas del siglo XIX cubano, si bien demuestran cierto
inmovilismo político respecto de las demás colonias españolas de América (con
excepción de Puerto Rico), abren camino, sin embargo, al debate alrededor de la
cuestión de la esclavitud, sistema que, hasta entonces, no había sido puesta en tela de
juicio de una manera profunda.
6- A nivel económico, el modo de producción esclavista, en auge desde finales del siglo
XVIII, comienza a mostrar señales de debilidad en lo que se refiere a uno de sus rasgos
principales, la trata negrera. Aunque la esclavitud todavía sigue siendo floreciente en los
años 18305, más que nunca, por cierto, el aumento del precio de los esclavos
procedentes de África hace que ciertos observadores de la época empiecen a cuestionar
la viabilidad, a más o menos largo plazo, del sistema esclavista.
7- Los criollos reformistas6, dirigidos por José Antonio Saco, confieren a la esclavitud
una dimensión política. Consideran la institución servil como una traba, no a su
aspiración independentista (frustrada desde los años 1820), sino a su deseo de
reconocimiento por la Madre Patria y sobre todo al otorgamiento de libertades políticas
mayores.
8- Los reformistas de Cuba están también guiados por observaciones que se inscriben en
el campo social. En el terreno demográfico, se sienten amenazados por una población
esclava cada vez más numerosa, hasta el punto de que, en 1841, ésta sobrepasa a la
población blanca. Este sentimiento de miedo – en parte orquestado por las autoridades
coloniales – era justificado en la medida en que las revueltas esclavas se hacen entonces
más radicales y organizadas.
13El que la reducción de las importaciones de esclavos a partir del último período
mencionado haya sido relativamente escasa se explica por una serie de factores que
tienden a demostrar que los hacendados de Cuba tenían la intención de seguir
produciendo con esclavos. Con este fin, articularon una serie de medidas que atañeron,
en primer lugar, a la tecnificación y a la organización de sus propiedades. Si los
primeros ingenios semi-mecanizados aparecen a partir de los años 1820, el primer
complejo azucarero cubano completamente mecanizado data de 1842.10 Los primeros
tiempos de utilización de la máquina de vapor presenciaron una intensificación de la
explotación de la fuerza de trabajo esclavo. Wenceslao de Villa Urrutia, a quien se debe
el primer ingenio altamente mecanizado, fue también, no por azar, responsable de la
organización y de la administración de la primera vía férrea cubana. Sin embargo, como
había sido el caso de la máquina de vapor, el ferrocarril no constituyó de ningún modo
una puesta en tela de juicio del modo de producción esclavista. Al contrario, su
utilización permitió que las mercancías circularan más rápido y, ya que el crecimiento
de la producción no encontraba su corolario en el aumento del rendimiento, la
intensificación del trabajo de los esclavos y el fuerte tráfico negrero que suponía
aparecían como las únicas soluciones proyectadas.11
Esperanza de vida
15 Gwendolyn Midlo Hall, Social Control in Slave Plantation Societies: a
Comparison of St. Domingue a (...)
15El tratamiento de los esclavos estaba determinado por una serie de variables tales
como el volumen de mano de obra disponible, el precio del esclavo, las técnicas de
producción y las condiciones del mercado. En el caso de las plantaciones cubanas, que
se manejaban según un sistema racionalizado de control del tiempo, las posibilidades de
vida del esclavo dependían en gran medida del modelo económico escogido. El
hacendado tenía que elegir entre una fuerte productividad, que condenaba más
rápidamente al esclavo, o una baja tasa de mortalidad.15
16 Acerca del suicidio de los esclavos, ver el artículo de Maria Poumier, “El
suicidio esclavo en Cub (...)
17 “Testimonio del expediente formado para averiguar las causas que influyen
en el frecuente suicidio (...)
18 “Interrogatorio de Mr. R. R. Madden, absuelto en 17 de septiembre de 1839
por Domingo Delmonte”, e (...)
Equilibrio de género
19 Laird W. Bergad, Fe Iglesias García, María del Carmen Barcia, The Cuban
Slave Market, 1790-1880, o (...)
18Según José Antonio Saco, otro de los paladines del reformismo criollo del siglo XIX
y autor de una monumental Historia de la esclavitud, el final del siglo XVIII se había
caracterizado por la resistencia de los hacendados en introducir esclavas negras en sus
ingenios. Eso, explicaba, procedía particularmente de “la facilidad con que se sacaban
esclavos de las costas Africanas, y el error de los hacendados en creer que el tráfico
nunca habría de sufrir alteraciones20”. La desequilibrada composición porcentual por
sexos, señala Manuel Moreno Fraginals, “se mantuvo mientras se supuso que reportaba
ventajas económicas”.21
22 Este cambio, conceptuado por Bergard, Iglesias y Barcia, fue ocasionado por
el alza de los precios (...)
23 Manuel Moreno Fraginals, El Ingenio, complejo económico social cubano
del azúcar, t. II, op. cit., (...)
24 Manuel Moreno Fraginals, Cuba/España, España/Cuba. Historia común, op.
cit., p. 171.
20No debe olvidarse que, desde la década de 1840, se completó la “cabaña negra” con
la importación de trabajadores chinos, yucatecos (punto sobre el cual volveremos más
adelante) y españoles. Al recurrir a la “colonización blanca”25, los propietarios criollos
van más allá de las consideraciones estrictamente racistas y que atañen a la seguridad.
Adoptan tal postura porque consideran que la plantación, en la evolución técnica que
conoce durante las cuatro primeras décadas del siglo XIX, debe acompañarse de una
reforma en la organización del trabajo que pasa forzosamente por un nuevo tipo de
trabajador.26 Sin embargo, los diversos intentos con vistas a introducir trabajadores
blancos se saldaron con relativos fracasos, como fue el caso de las empresas de
colonización llevadas a cabo por Gaspar Betancourt Cisneros, Miguel Estorch
(propietario catalán) o José Luis Alfonso, a principios de los años 1840.27
21A partir de dicha década y en particular a raíz de las sublevaciones de esclavos que se
sucedieron en la zona azucarera de Matanzas, los miembros de la “sacarocracia” criolla
comenzaron a referirse con insistencia al “buen tratamiento” de los esclavos en los
ingenios. Los documentos de la época, se trate de informes oficiales o de
correspondencias privadas, abundan en la misma opinión y son reveladores de la
preocupación de los esclavistas por mejorar las condiciones de vida de los esclavos,
único medio de hacer perdurar un sistema basado en una mano de obra cada vez más
costosa y difícil de reemplazar. Tal razonamiento era el de, por ejemplo, Cristóbal
Madan, uno de los mayores propietarios de esclavos de Cuba y miembro del primer
consorcio negrero de la isla (el clan de las familias Aldama-Alfonso-Madan), cuando
explica que hasta 1840, “fue más barato reemplazar que cuidar.”28 Con todo, más de
cincuenta años atrás, los legisladores coloniales ya se habían percatado de la utilidad de
tratar (relativamente) bien a los esclavos.
22Cien años después del Código Negro francés – que José Antonio Saco no consideraba
tan cruel como su reputación daba a entender29 – la Corona española ordena a un jurista
de Santo Domingo formular el Código Negro Carolino30. A decir del filósofo Louis
Sala-Molins, esta “exégesis copiosa del monstruo francés31” constituye la primera
tentativa española de legislar en materia de esclavitud. A pesar de su aprobación
unánime por los juristas de la parte española de Santo Domingo y por la Corona, no
llegará a ser promulgado debido a una coyuntura política que no era favorable a las
reformas.32 No deja de ser obvio que este código, como los sucesivos, indica un cierto
interés respecto a la preocupación de las autoridades coloniales y de los esclavistas de
Cuba por una reforma del tratamiento de los esclavos que buscó mejores condiciones de
vida-trabajo.
23El Código Negro Carolino, aunque aparentemente parece legislar sobre la condición
de los esclavos, deja siempre la puerta abierta a la libre interpretación de los amos. En
efecto, a estos últimos es a quienes va dirigido, mientras que los negros representan tan
sólo el objeto (en todas las acepciones del término) del texto legal. El otorgamiento de
un peculio o de un conuco al esclavo tenía como propósito estimularlo para que se
comportara bien y que se sintiera atado a la propiedad de su amo hasta el punto de
hacerle “amar, por así decirlo, las mismas cadenas que lo esclavizan33”. El Código
Negro Carolino, que nunca fue promulgado, servirá sin embargo de base al edicto del 31
de mayo de 1789 que legisla particularmente sobre las condiciones de vida de los
esclavos.
El Reglamento de 1789
34 Fernando Ortiz, Hampa afro-cubana. Los negros esclavos, La Habana,
Editorial de Ciencias Sociales, (...)
35 José Antonio Saco, Historia de la esclavitud de la raza africana en el nuevo
mundo y en especial e (...)
36 Ibíd.
37 Jean-Jacques Rousseau, Du contrat social ou principe du droit politique,
Œuvres complètes, t. III, (...)
38 José Antonio Saco, Historia de la esclavitud de la raza africana en el nuevo
mundo y en especial e (...)
39 Ibíd., p. 10.
40 “Real cédula e instrucción circular a Indias, sobre la educación, trato y
ocupación de los esclavo (...)
24Según Fernando Ortiz, 1789 es sin duda el año más memorable en la historia del
Derecho esclavista durante los tres primeros siglos de la colonización, si se tiene en
cuenta el hecho de que la libertad de la trata negrera fue declarada y que se dictó la
“Real cédula e instrucción circular a Indias, sobre la educación, trato y ocupación de los
esclavos”, que se podría calificar de Código Negro español.34 Este texto real, como los
sucesivos que lo ampliaron y ratificaron, fue obra de las gestiones del patricio criollo y
mayor representante de los esclavistas habaneros, Francisco de Arango y Parreño, que
se hallaba en “Madrid como apoderado del Ayuntamiento de La Habana para promover
el fomento de la agricultura y otros ramos en la Isla de Cuba35”. A decir de José
Antonio Saco, Arango y Parreño “fue uno de los cubanos que hicieron a su patria los
más señalados servicios36”. A guisa de “servicios”, contribuyó particularmente a hacer
coincidir la noción del Derecho con la esclavitud, lo que a los ojos de Jean Jacques
Rousseau constituía una aberración: “Estas palabras, esclavitud y derecho, son
contradictorias; se excluyen mutuamente37”, afirmaba el filósofo. Sea como sea, Saco
explica que tras haber sufrido largos retrasos y grandes alteraciones en la Corte, el
Código Negro Carolino, repasado y corregido, fue publicado el 31 de mayo de
1789.38La mencionada Real Cédula, compuesta de catorce capítulos, añade Saco, “se
puede considerar como un código negro”.39 A modo de prólogo, el rey explica la
importancia y precisa la intención de este nuevo reglamento: “Hacer útiles a los
esclavos”, teniendo siempre la preocupación de velar por que estas nuevas medidas con
vistas a mejorar la vida de los esclavos sean “compatibles con la esclavitud y
tranquilidad pública”.40
(…), les resultará la utilidad de aumentar el número de sus esclavos y mejorar la clase
de ellos sin el continuo expendio de caudales en la compra de bozales para reponer los
que mueren; procediéndose en el asunto con la prudencia que pide, sin publicar esta
providencia, para evitar los inconvenientes que podrían resultar si la entendiesen los
negros, dándoles lugar a que intentasen exigir de pronto su cumplimiento.41
El Reglamento de 1842
42 Cf. Domingo del Monte, “Memorial dirigido al Gobierno de España sobre el
estado de Cuba en 1844” E (...)
27Esta preocupación legal tan sólo volverá al orden del día casi cuatro décadas después,
en un contexto totalmente diferente respecto de la trata. Gerónimo Valdés fue nombrado
capitán general de Cuba en 1841, es decir, algunos meses después de que Baldomero
Espartero, reputado por sus posiciones pro-británicas, hubiese asumido la regencia de la
Corona española. Valdés, al contrario de sus antecesores, gozaba de una buena imagen
ante los criollos reformistas, de los cuales alguno, como Domingo del Monte, no dudaba
en alabar su honestidad, rectitud y tolerancia.42 Además, y no es poco, fue el capitán
general que más obró a favor del respeto del tratado prohibiendo la trata negrera.
Para formar con el acierto que deseo un sistema de higiene compatible con la
conservación y aumento de los esclavos destinados al servicio de las fincas rurales y en
que se consulte la salud de los siervos y su reproducción, con el justo trabajo que es
debido a su señor, necesito de las luces y práctica de V.43
29El capitán general requirió a cada uno de los hacendados para que contestaran a un
cuestionario constituido de ocho puntos, de los que he aquí los rasgos esenciales:
301.°- ¿Si conviene a la salud y nutricia de los esclavos el sistema de darles la ración
cruda como se acostumbra, o es preferible darles de rancho cocinado y compuesto a
horas determinadas?
312.°- ¿En cualquiera de los dos casos ¿qué clase de cantidad de viandas y carne debe
administrársele, y para qué épocas del año es conveniente suspender el uso del maíz
seco que produce por lo común disentería?
323.°- ¿Qué clase de vestido debe proveerse a los esclavos, cuántas mudas al año, (...)?
345.°- ¿Cuál es el sistema de enfermería más adecuado y en este punto como tan
recomendable para humanidad y para interés; (...)?
356.°- ¿Cuál será el sistema más conveniente para regularizar las costumbres y
moralidad de los negros casados; (...)?
367.°- ¿Qué orden conviene seguir con respecto a las negras cuando están en cinta; (...)?
44 Ibíd., p. 206-207.
38Estas cuestiones, lejos de ser nuevas, tan sólo retoman las grandes líneas del Código
Negro Carolino y de la Real Cédula del 31 de mayo de 1789, a saber: la alimentación, la
vestimenta, las horas de trabajo, el sistema médico, las buenas costumbres, la atención
prestada a las mujeres embarazadas y el conuco concedido a los esclavos.
39El primer propietario que da curso a este cuestionario es el marqués de Arcos que, en
una carta fechada el 19 de mayo de 1842 en La Habana, estima que los efectos de tal
proyecto serán nefastos en la medida en que contribuirán a deslegitimar la autoridad del
dueño y a incitar a los esclavos a que reivindiquen sus derechos:
48 Ibid.
49 Carta de Domingo de Aldama, fechada el 18 de marzo de 1842 en el ingenio
de Santa Rosa, ibid.
41La argumentación sólida de Villa Urrutia se articula como sigue: supone de buena
gana que los dueños deben dar a sus esclavos una educación cristiana, alimentarlos,
vestirlos, emplearlos según sus edades y fuerzas, permitirlos algunos momentos de
descanso, aliviar sus dolores y curarlos, mantenerlos cuando tienen problemas de salud
o en su vejez, alentar los matrimonios… Sin embargo, considera que el dueño también
tiene el deber de mantenerlos en la subordinación y el respeto, corregir moderadamente
sus faltas, evitar o castigar sus desórdenes y someter al conocimiento de los magistrados
los casos de delitos más graves que atentan contra el orden público.48 Otro hacendado,
Miguel de Aldama, estima que el propio interés de los propietarios es velar por el “buen
tratamiento” de los esclavos que, a fin de cuentas, constituían su principal capital: “Se
les hace trabajar, es verdad, pero el mismo interés de los amos modifica y regula el
trabajo, porque los brazos que lo hacen son su primer capital y trata de conservarlo49”.
50 Para una visión comparada de los reglamentos de 1789 y 1842, ver Manuel
Barcia Paz, Con el látigo (...)
42Al fin y al cabo, lo que más importa no es tanto el contenido del reglamento en sí
como las reacciones que suscitó entre los catorce grandes propietarios interrogados por
Valdés. Si el Código Negro de Valdés no surtió efecto sobre las condiciones de vida de
los esclavos, la respuesta de los hacendados al cuestionario del capitán general
demuestra hasta qué punto ellos se mostraban concernidos por el “buen tratamiento” de
sus esclavos. Sin embargo, a imagen de sus ascendientes que, a finales del siglo XVIII,
se opusieron a la promulgación y a la aplicación de Real Cédula del 31 de mayo de
178950, la nueva generación de propietarios criollos veía con malos ojos el hecho de
que tal reglamento, aunque iba en el sentido de la defensa de sus intereses, fuera hecho
público a la vista de los esclavos. A pesar de ello, sus respuestas demostraban una toma
de conciencia clara de que los ingenios cubanos no podían administrarse de la misma
manera que en tiempos de la “primera esclavitud”, en el siglo XVIII y antes.
Ser bien tratado hace al esclavo no sólo más fiel, sino también más inteligente, y, por
estas dos razones, más útil. Se acerca más a la condición de un servidor libre, y puede
tener algún grado de honradez y de apego al interés de su dueño, virtudes que a menudo
pertenecen a los servidores libres, pero que jamás pueden pertenecer a un esclavo
tratado como lo son comúnmente los esclavos en los países donde el dueño goza de
libertad y tranquilidad.51
44Convenía, pues, según Adam Smith, tratar a los esclavos con las consideraciones
debidas a los hombres libres a fin de mantenerlos más fácilmente en el servilismo y
obtener de ellos un mejor rendimiento en términos de trabajo. La política del “buen
tratamiento” descrita por Smith consistía así en hacer que los esclavos soportasen más
su condición con el propósito de prevenir cualquier tentativa de rebelión que pudiera
resultar de un “mal tratamiento”. En efecto, si el “buen tratamiento” tenía miras a priori
totalmente productivistas, cabe señalar que la condición previa indispensable de una
mejor economía se apoyaba en gran parte – todavía es el caso – en la estabilidad de la
fuerza de trabajo. Antes de pensar en mejorar la productividad, los esclavistas tenían
que velar prioritariamente por que la calma reinase en sus propiedades. Es, por cierto, el
parecer de Montesquieu52 cuando explica, en El Espíritu de las leyes (1748), que la
mejor manera de contener a esclavos en gran número consistía más bien en
proporcionarles un buen trato:
53 Montesquieu, De l’esprit des lois, 15, 16. Cf. Louis Sala-Molins, Le
Code Noir ou le calvaire de C (...)
45Si la política del “buen tratamiento” de los esclavos había sido preconizada por
algunos pensadores europeos, el primer cubano que realmente le concedió importancia
fue Francisco de Arango y Parreño. El hacendado habanero se aproximaba a Adam
Smith particularmente en su concepción del libre comercio, del trabajo y del interés
propio del esclavo. En un análisis de tres textos que reflejan el pensamiento del
fisiócrata habanero, en tres épocas diferentes, 1788, 1811 y 183254, Anne Pérotin, en un
artículo titulado “Los planes económicos de los grandes hacendados habaneros”55,
pone en evidencia el modo con el que la imagen del esclavo se transforma a medida que
los disturbios políticos internacionales y las necesidades económicas en su evolución
inducen a modificar la percepción de la cuestión esclavista. Según Pérotin, los cambios
semánticos en los trabajos de Arango y Parreño responden menos a una evolución de
éste que a un propósito de orden estratégico. Las consideraciones humanitarias
permanecen en un segundo plano. Es de notar que, después de que Inglaterra hubiese
impuesto la abolición del tráfico en 1817, Arango y Parreño llegó a ser un verdadero
“apóstol” del “buen tratamiento”. Este cambio se explica por el hecho de que se había
pasado, en Cuba, del esclavo negro que se podía reemplazar a voluntad a la imagen del
esclavo cuyos estatus y condiciones de vida, empezando por la inhumanidad de la trata,
podían ser objeto de debates. Evidentemente, el problema no se planteaba tanto en
términos de reacciones afectivas como en función de los intereses económicos del grupo
social que lo formulaba. Prueba de ello es el lugar ocupado, en los textos de 1811 y
1832, por el examen de las condiciones de vida de los esclavos. En efecto, se plantea en
estos escritos la cuestión de su esperanza de vida al evaluar la pérdida que habrían
supuesto sus muertes para el amo y la ventaja que hubiera sacado favoreciendo el
crecimiento natural y los nacimientos.
46Esta evolución del mayor representante de los intereses esclavistas no se produjo sin
que se enfrentara a las reticencias de muchos propietarios. José Antonio Saco relataba al
respecto una conversación que había mantenido en su juventud con Francisco de
Arango y Parreño. Este último le contó que había viajado a Jamaica a fines del siglo
XVIII para convocar a todos los comerciantes y demás vecinos de Cuba que se
encontraban entonces en la colonia británica para que participasen en una asamblea.
Arango y Parreño tenía por objeto manifestarles la utilidad que se derivara de la
introducción en Cuba de esclavas negras porque, además de “moralizar” a los hombres
mediante los matrimonios, el número de esclavos aumentaría con los nacimientos.
Arango y Parreño dijo entonces a Saco: “Creí (…) cubrirme de gloria aquel día; pero
mis oyentes apenas comprendieron el objeto de mi discurso, que todos me
interrumpieron con gritos e injurias, obligándome a retirar de la sala en que les
hablaba56”.
57 Ibid., p. 54-55.
48Francisco de Arango y Parreño prosiguió sus esfuerzos durante el primer tercio del
siglo XIX. El 28 de mayo de 1832, dirigía una carta al rey de España, Fernando VII, en
la que le hacía partícipe de la necesidad de prohibir definitivamente el tráfico negrero,
desarrollar la “colonización blanca” y promover el “buen tratamiento” de los esclavos.
A su parecer, la elaboración de un nuevo texto de ley, llevando el “nombre pomposo de
Código Negro Español”, no se imponía en absoluto. Al contrario, el patricio criollo
preconizaba más bien reformas aplicables en la mayor discreción, “sin ruido58”.
49La obstinación del habanero, muy influyente entre los plantadores, comenzaba a
surtir efecto. A medida que avanzaba el siglo XIX, la coyuntura política y económica
iba cambiando. La abolición de la esclavitud decretada en buena parte de las antiguas
colonias españolas y las presiones crecientes de los ingleses para poner término a la
trata clandestina, habían desvelado en los propietarios el sentimiento de que un cambio
era deseable, si no necesario. No era, por supuesto, cuestión de abolir la esclavitud, sino
más “sobriamente” de reformar la institución servil, a fin de que los esclavos murieran
menos rápidamente y que se reprodujeran naturalmente. La década de los años treinta,
etapa que simboliza los albores de la evolución de las mentalidades, según se verá a
continuación, iba a presenciar la publicación de obras alabando los méritos del “buen
tratamiento”.
51Esta guía a la atención de los plantadores criollos constituye la prueba de que las
mentalidades empezaban a evolucionar en materia de política de “buen tratamiento”.
Chateausalins, como agudo conocedor de las realidades esclavistas, preconizaba entre
los hacendados, tanto por humanidad como por interés propio, confiar la atención
médica de sus propiedades tan sólo a especialistas en Cirugía y en Medicina con una
larga experiencia y habiendo ejercido en las regiones equinocciales. En general,
observaba Chateausalins, ocurría lo contrario en los países de la América española. Los
propietarios se veían en la obligación de recurrir, por falta, a médicos quienes, con el
mero título de “cirujanos romancistas o barberos ilustres, profesa[ban] en el campo
todos los ramos del arte de curar60”. Los médicos y cirujanos diplomados preferían, por
su parte, ejercer su profesión en ciudades pobladas a establecerse con algunas ventajas
en desiertos donde sus talentos eran frecuentemente desconocidos debido a la
ignorancia reinante.61
62 Ibíd., p. VII-VIII.
63 Ibíd., p. 35.
52Resultaba de esta situación, según el médico francés, que “la suerte de los negros
esclavos tocante a su salud, que tanto importa[ba] conservar, [era] despreciada en sumo
grado62”. Chateausalins invitaba, pues, a los hacendados a tomar conciencia de que una
reforma era necesaria y les mostraba la política a seguir en sus haciendas en cuanto a la
salud. El artículo VIII de su Vademecum se titula: “Régimen o dieta en estado de salud,
o sea, consejos higiénicos para la conservación de la salud de los esclavos en las
haciendas”. A guisa de prólogo, se estipulaba especialmente que: “Todo hacendado que
desee conservar sus negros en estado de salud, y poblar la finca de criollos, debe atender
al régimen preservativo, que se refiere a las casillas o bohíos de los negros, sus
alimentos, sus trabajos, sus vestidos, castigos y recompensas, y al cuidado de la negra
parida o por parir63”. La intención del médico era clara: se trataba de conservar lo
mejor posible la fuerza de trabajo prestando atención particular al tratamiento de los
esclavos y a su reproducción natural.
64 Ibíd., p. 38.
53Para llevar a cabo tal estrategia, proponía una serie de medidas simples susceptibles
de mejorar la salud de los esclavos. Uno de los elementos determinantes, a los ojos de
Chateausalins, era la alimentación. Su razonamiento era de una lógica que los
esclavistas estaban en condiciones de comprender: “Sin alimentos sanos, no hay salud, y
sin la salud de los negros, no hay ni café, ni azúcar: ahorrar los alimentos o darlos de
mala calidad, es arruinarse y faltar a todos los principios del honor, de la conciencia y
de la religión64”.
54Interesándose por los trabajos realizados por los esclavos, Chateausalins notaba dos
actitudes opuestas entre los propietarios. Los que poseían un excedente de negros para
el cultivo de sus campos adoptaban una política laxista con respecto al trabajo de sus
esclavos:
55[Estos] hacendados por un interés mal calculado y por miedo de la muerte de sus
esclavos, instrumentos de su riqueza, los dejan descansar demasiado, se infestan de
todos los vicios inherentes a la esclavitud; y estos mismos son por lo común los más
insolentes, los más perversos y los que serán siempre los focos de cualquier motín que
pueda haber en la isla de Cuba65
66 Ibíd.
67 Ibíd.
56Al contrario, los propietarios que carecían de mano de obra para los cultivos del
azúcar o del café tenían tendencia a abusar de sus esclavos haciéndoles trabajar día y
noche, el domingo incluido. Estos esclavos tenían un ritmo de trabajo desenfrenado y
durante la zafra, por ejemplo, tan sólo se beneficiaban de tres o cuatro horas de
descanso al día, “lo que no [era] suficiente para conservar su salud, de donde
diman[asen] muchas enfermedades agudas, y los esclavos termina[ban] pronto su
carrera66”. Entre estos dos extremos, señalaba Chateausalins, había un justo medio que
consistía en dividir la jornada en doce horas de trabajo y tantas de descanso, a fin de que
los esclavos permaneciesen “robustos, fuertes y sumisos67”. La argumentación
maniqueísta del médico francés atestigua una voluntad de moderar los abusos de ciertos
amos mientras condenaba el laxismo de otros.
57El médico galo no se erige en ningún caso en defensor de los esclavos. Al contrario,
defiende a los propietarios cuyos intereses estaban amenazados debido a un contexto
cada vez menos favorable. El segundo tratado entre Gran Bretaña y España, firmado en
1835, inauguraba una nueva era para los pensadores de la esclavitud que no dudaban
más, desde entonces, en defender la tesis del “buen tratamiento” como medio más eficaz
y menos costoso para preservar la institución esclavista mientras se mejoraba la
rentabilidad y la productividad de las propiedades.
58A finales de la década de 1830, en un contexto nuevo y más favorable que en tiempos
de Arango y Parreño, fue cuando el criollo Andrés de Zayas presentó su proyecto,
“Observaciones sobre los ingenios de esta isla”, publicado en 1836 en las Memorias de
la muy respetada Sociedad Económica de La Habana. A decir de Manuel Moreno
Fraginals, se trata del mejor análisis de la fuerza de trabajo esclava hecho hasta la fecha
y probablemente jamás superado.68 Ante la imposibilidad de industrializar, lo que
suponía una transferencia tecnológica, el autor aplica la única técnica industrial
transferible a una de mano de obra esclava: la optimización del trabajo. Por supuesto, no
se le escapó a Andrés de Zayas que esta optimización, esta voluntad de mejorar la
productividad sin cambiar de sistema de producción requería la mejora de la
herramienta de trabajo: el esclavo. Proponía, en ese sentido, un reglamento dirigido a
los administradores de ingenios. Una atención especial era prestada a la esclava encinta.
Después de su quinto mes de embarazo ésta tenía que ser exenta de los trabajos
extraordinarios conocidos bajo el nombre de faena.69 Al aproximarse el parto, sólo
tenía que dedicarse a los trabajos que menos esfuerzos y movimientos violentos pedían
so pena de “malograr el feto70”. Durante los seis primeros meses de lactancia del niño,
no podía tampoco participar en los trabajos que más cansaban, “con lo que se le
estimulará a la procreación, como que sin ella no pueden reponerse los que mueren71”.
Para Zayas, la mujer esclava merecía una atención particular porque era la garante de la
reproducción de la fuerza de trabajo, que en ese sentido, había que velar por mejorar sus
condiciones de vida dispensándola de los trabajos más difíciles con el fin de estimularla
a la procreación.
72 Ibid., p. 268.
73 Veremos más adelante, con el libro de Justo Germán Cantero, Los Ingenios,
que la enfermería fue de (...)
59La continuación del reglamento propuesto por Andrés de Zayas está destinada al
mayoral del ingenio, que tenía la fama de ser el empleado más autoritario y cruel con
los esclavos. Sus instrucciones se refieren en particular a la salud de los esclavos: “La
enfermería es uno de los puntos que más debe fijar su atención y cuidado, por lo que
interesa la salud y conservación de los esclavos de la hacienda72”. El papel del mayoral
era velar por que los esclavos no careciesen de nada, que comiesen bien y que la
enfermería estuviera limpia. Zayas hace de la enfermería73 uno de los lugares más
importantes del complejo azucarero porque su proyecto de optimización del trabajo en
el ingenio dependía casi esencialmente, junto con la organización del trabajo, del buen
funcionamiento de la máquina-herramienta que era el esclavo:
Los negros de la enfermería estarán en ella hasta que estén perfectamente curados y
convalecidos, empleando los que se hallen en estado de hacer alguna cosa, de modo que
no se atrasen ni recaigan. Nadie tendrá acción a sacarlos, y el mayordomo cuando lo
haga, será de acuerdo con el médico, sin abusar nunca de esta confianza; pues
perjudicaría los intereses del amo.74
60Este pasaje muestra hasta qué punto la salud del esclavo era importante a los ojos de
Zayas que no dudaba en discutir la autoridad del mayoral en la materia. Cabe insistir en
que todas estas medidas, aunque no tenían nada revolucionario, chocaron sin embargo
con costumbres seculares que mandaban que los amos, y por extensión los empleados
del ingenio, tratasen y maltratasen a los esclavos a su antojo. No obstante, la nueva
coyuntura político-económica de la zona caribeña suponía que estas costumbres
cambiaran.
Un balance positivo
61Al principio de los años 1830, José Antonio Saco, en su escrito “La supresión del
tráfico de esclavos africanos en la isla de Cuba, examinada con relación a su agricultura
y a su seguridad”, hacía un balance positivo del aumento del número de esclavos en las
haciendas, gracias a las medidas que pretendían favorecer su reproducción natural. Saco
constataba la evolución de la mentalidad de los grandes propietarios que consideraban
de ahora en adelante que el “buen tratamiento” de los esclavos era de su interés:
Y sin andar buscando ejemplos extraños, la misma isla de Cuba nos da una lección
importante. Haciendas de primer orden hay allí, y yo pudiera mentarlas, en las que a
pesar de la desproporción de los sexos, los esclavos han aumentado sin nuevas
introducciones. En general, la mortandad anual de las haciendas es menos que en
tiempos anteriores, pues los hacendados, entendiendo ya mejor sus intereses, están
persuadidos de que el modo de producir mucho, es tratar bien a sus esclavos. ¿Qué
habitante de la isla de Cuba no se alegra al contemplar el cambio feliz de la opinión, de
algunos años a esta parte, y que a él debe atribuirse la grande diferencia que se toca
entre la mortandad de hoy y la de los tiempos pasados? Y más grande podrá ser todavía,
si se reflexiona que, recayendo casi todas las pérdidas sobre los negros recién
importados, se disminuirán considerablemente con la abolición del tráfico, pues
aclimatados los unos, y nacidos en el país los otros, están exentos de los peligros que
corren los nuevamente introducidos.75
62Algunos años después, la Real Junta de Fomento76, en 1844, juzgaba igualmente que
las mentalidades de los hacendados habían evolucionado en el sentido de un mejor
tratamiento dado a los esclavos en las plantaciones:
Es un hecho de toda notoriedad que en los últimos veinte años, ya sea por la dificultad
de reemplazar los brazos destinados a la agricultura, dimanada de la cesación de la trata,
o ya porque las ideas verdaderamente humanitarias se han propagado entre los dueños
de esclavos, lo cierto es que se iba verificando un cambio muy favorable a su
desgraciada condición, en el sistema económico y correccional de las fincas.77
63Lo predicho por la evolución del pensamiento de Arango y Parreño había acabado
por ganarse a la mayoría de los grandes propietarios a partir de 1820. Por cierto, la Real
Junta de Fomento no se equivoca cuando imputa este cambio en el tratamiento de los
esclavos al anhelo de una mejor productividad:
78 Ibid.
Los propietarios comenzaban a ostentar con cierta especie de orgullo el aseo y buen
porte de sus negradas esmeradamente cuidadas y de las enfermerías y cuarteles
perfectamente asistidos. Premiaban con largueza al administrador o mayoral que
gobernaba sin necesidad de prisiones ni castigos, y se manifestaban convencidos de que
el buen trato con respecto a sus negros era más fecundo en producto que la amenaza y la
inhumanidad.78
79 Ibíd.
1) Porque en todo género de mando, el que está seguro de ser obedecido manda con más
templanza y dulzura, porque no tiene que hacerse temible para imponer el respeto.
67La demostración es muy clara: el esclavo es una propiedad y en este sentido debe ser
bien tratado. Si la autoridad del dueño no sufre ninguna objeción, no tiene razón para
maltratar a su esclavo. El interés del dueño, cuya propiedad es asegurada, es conservarla
de modo que sea rentable el mayor tiempo posible. En un contexto que hacía difícil toda
sustitución inmediata de esta propiedad, una atención particular debía ser prestada a su
“buen tratamiento”. En suma, la burguesía esclavista de Cuba acabó por admitir la
necesidad de paliar la falta de mano de obra servil, debido a la inminencia de la
abolición del tráfico de esclavos, por medio de nuevas formas de explotación.
68Diez años después de la Ley Penal prohibiendo el tráfico, aparece el libro Los
Ingenios82 de Justo Germán Cantero, que en muchos aspectos refleja la evolución de la
mentalidad de los hacendados respecto del “buen tratamiento”. Esta obra, uno de los
libros más hermosos, desde el punto de vista pictórico, publicados en Cuba, fue impresa
entre 1855 y 1857, bajo la responsabilidad de Edouard Laplante y Louis Marquier, dos
litógrafos franceses radicados en la isla. Los textos que acompañan los grabados son
obra de Cantero, hacendado y médico cubano de la Universidad de Harvard, establecido
en Trinidad. Contrajo matrimonio con una viuda que poseía nueve ingenios. Según
Manuel Moreno Fraginals, Cantero fue uno de los propietarios más cultos y que
disponía del más alto nivel tecnológico de su tiempo.83 La obra, en su conjunto, tanto
por la calidad de sus litografías como por las informaciones que proporciona acerca de
la historia de la industria azucarera, constituye un testimonio importante relativo a la
realidad económica y social de la plantación cubana durante los años 1850. Cantero
supo sacar provecho de la red de relaciones que tenía entre los hacendados más
destacados de Cuba, que le abrieron las puertas de sus propiedades y le facilitaron
informaciones de primer orden acerca de sus ingenios. En Los Ingenios aparecen
referencias a algunos de los hacendados consultados por Gerónimo Valdés en 1842,
tales como el marqués de Arcos, Domingo de Aldama o Wenceslao de Villa Urrutia.
84 Isabel Serrano León, “El libro Los ingenios, reflejo de la producción material
del siglo XIX en Cub (...)
85 Encontramos, en efecto, otra señal del “buen tratamiento” en la literatura
criolla naciente llamad (...)
69No obstante, las láminas de Los Ingenios presentan un panorama idílico de las
plantaciones ya que la obra fue financiada por algunos de los mayores plantadores de
Cuba. Como bien nota Isabel Serrano – apoyándose en Engels para afirmar que las
diversas formas de la ideología burguesa reflejan la realidad “al revés” –, Cantero, como
digno representante de su clase, intenta disimular el hecho de que había explotado y
seguía explotando a los negros y que, si no lo hacía en la misma medida, era porque su
substitución se revelaba cada día más problemática : “Es la necesidad de conservar por
el mayor tiempo posible la vida del esclavo – costosa inversión – la que impone el
humanitario benigno trato”84, explica Serrano. La mayoría de las descripciones de
ingenios que figuran en este libro muestran el modo en que la clase esclavista disimula
sus verdaderos intereses bajo los rasgos de un “humanitarismo” de circunstancia, propio
del género novelesco de la época.85 De hecho, el objeto de Los Ingenios no radica tanto
en mostrar la injusticia del régimen social vigente como en presentar la fuente de la
riqueza y los “atributos del poder” de los hacendados. Desde la introducción de la obra,
el tono está dado:
Puede decirse en elogio de los propietarios que los sentimientos de humanidad son los
que reinan contribuyendo la ilustración de nuestros días al modo mejor con que son
tratados nuestros siervos; así es que las agonías físicas que inflige el castigo se observan
sólo en casos muy extremos. Este trato benigno es causa de que se note un aumento
considerable en el número de esclavos nacidos, contribuyendo a esto el esmero con que
son cuidados los enfermos.86
87 Ibíd.
88 Ibíd.
70La voluntad, por parte de Cantero, de exagerar e incluso inventar las cualidades de los
hacendados responde a la necesidad que tenía tal grupo de alcanzar una realidad que no
era la suya pero hacia la que tenía que tender, so pena, a plazos, de llegar a ser obsoleta
en el plano económico. Cantero no niega que “la situación de los hacendados no es
generalmente la más satisfactoria”.87 Para remediarlo, propone “dar mayor amplitud a
sus ingenios y perfeccionar sus productos”.88
71Una de las características esenciales que Justo Germán Cantero pone de relieve, es la
perfecta higiene que reina en ellos. Describe con mucha precisión y énfasis las
enfermerías de varias plantaciones, entre las que destaca la del ingenio Manaca,
propiedad de Juana Hernández de Iznaga, que, a decir de Cantero, es digna de servir de
ejemplo. Según Cantero, las medidas relativas a la higiene y a la salud, unidas a una
buena alimentación, explican los buenos resultados obtenidos por dicha propiedad:
89 Ibíd.
Los trabajadores del ingenio Manaca reciben el más excelente trato. La comida es sana
y abundante y en sus habitaciones se ha atendido tanto a la comodidad como a los
buenos preceptos establecidos por la higiene. Créese que a estas ventajas y a las que
dimanan de la localidad se deben los buenos resultados que bajo todos conceptos se
notan.89
90 Ibíd.
72La comida, como es de notar, forma también parte del arsenal alabado por Cantero.
La robustez de los esclavos del ingenio Unión, de la familia Fernández, es asimismo
fruto de una alimentación sana y equilibrada. Por otra parte, la composición de la
dotación de este ingenio es particularmente notable ya que está formada por 297 negros
y 201 negras, cifras a las que hay que añadir 100 “criollitos”. Este equilibrio relativo
entre los sexos, explica Cantero, es consecuencia de la “previsión” de los dueños que
“han procurado establecer la debida proporción entre el número de varones y hembras”.
“No debe extrañarse, por lo tanto”, señala Cantero, que dicho ingenio “haya prosperado
constantemente dejando a sus propietarios beneficios cada vez mayores.”90
91 Ibíd.
73El propietario del ingenio Victoria, Simón Pérez de Terán, hizo una prioridad del
corolario del equilibrio hombres/mujeres, a saber, la reproducción natural de los
esclavos, con resultados halagüeños a decir de Cantero, “lo que demuestra las ventajas
que trae consigo el trato esmerado que a los negros se les da.”91 De modo general, el
“buen tratamiento” parece dar resultados positivos en varios aspectos. La higiene, la
alimentación, la reproducción natural y la organización del trabajo constituyen los
pilares de esta política.
74Si bien las observaciones de Cantero pueden resultar grotescas, en particular, cuando
evoca las caras alegres de los esclavos que se entregan al trabajo de “buena gana”, eso
no impide que este ideal refleje lo que esperaba un buen número de esclavistas de la
política del “buen tratamiento”. Los Ingenios demuestra otra vez el interés de los
hacendados en tratar relativamente bien a sus esclavos sin tener que recurrir a un
“código negro” del que los negros hubieran podido sacar provecho. Sin embargo, esta
obra muestra igualmente los límites del “buen tratamiento” porque los ingenios
descritos no presentan, en su mayoría, un equilibrio suficiente entre los sexos para
asegurar la reproducción natural de los esclavos.
75Por otra parte, Cantero relata que la propiedad común de Miguel de Aldama y José
Luis Alfonso, el ingenio Armonía, contaba con una dotación compuesta por 330 negros
y 20 chinos.92 En la década de 1840, en efecto, los hacendados se dirigieron hacia otros
medios de renovar la mano de obra servil. Recurrieron, desde 1845, a la inmigración de
indios yucatecos, prisioneros de guerra del ejército mexicano. A partir de 1848,
contrataron a inmigrantes chinos, los culíes, que no tenían el estatus de esclavos pero
cuya condición, de hecho, aparentaba una semi-esclavitud.93El que hacendados
acudiesen, a partir de mediados de los años 1840, a una mano de obra procedente de
Asia y de México prueba de la misma manera los límites de tal política.
Conclusión
94 Ibíd., p. 90.
95 Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla, 1792,
prefacio de Alain Yacou, e (...)
96 Dale Tomich, “The wealth of empire: Francisco Arango y Parreño, political
economy, and the second (...)
97 Ibíd., p. 24-25.
76Para Manuel Moreno Fraginals, “el ‘buen tratamiento’ era el síntoma más visible de
la disolución de la esclavitud94”. Sin embargo, si el “buen tratamiento” era la señal de
que la institución servil entraba en su ocaso, esta política constituía también y
paradójicamente el medio más eficaz para que la esclavitud perdurase en el tiempo. En
efecto, los hacendados de Cuba, Arango y Parreño a la cabeza, se caracterizaron al
contrario por su facultad de adaptación a estos dos sistemas aparentemente antitéticos.
Su propósito, desde tal punto de vista, no fue hacer pervivir una forma arcaica y ya
existente de organización social, sino revitalizar la economía colonial a través de la
producción agrícola y del comercio. En cierto modo, los trabajos de Arango y Parreño y
en especial el Discurso sobre la agricultura95, re-conceptualizaron la esclavitud.96
Movilizando el vocabulario conceptual de la economía política y de la Ilustración,
Arango y Parreño articuló un proyecto para la transformación de la economía cubana.
Este plan se apoyaba sobre la interdependencia del tráfico de esclavos, del comercio
libre, de la mejora científica de la agricultura y de la reforma de la gestión de los
esclavos. En vez de ser anómalos, cada uno de los elementos presentados por Arango y
Parreño eran interdependientes y se reforzaban mutuamente. Cada uno presuponía y
requería de los demás para alcanzar su pleno efecto.97
77En suma, lejos de suponer la crisis definitiva del sistema servil, el “buen tratamiento”
representaba al contrario, para los esclavistas, la forma viciosa de asentar la esclavitud
ad vitam aeternam.98 Las numerosas tentativas con vistas a mejorar la vida de los
esclavos en las plantaciones prueban igualmente y, sobre todo, que estos últimos eran
“maltratados”. Por muy paradójico que esto pueda aparecer, el “buen tratamiento” no
fue determinado por una actitud reformista en sí sino por una reacción de los grandes
propietarios frente a una amenaza cierta.99 Esta política, que fue oficialmente
sancionada en 1789, es decir, al principio del auge azucarero en Cuba, tenía por fin
único reforzar la institución esclavista en uno de sus principales fundamentos: la
sumisión del esclavo. Lejos de ser una institución moribunda durante el siglo XIX, la
esclavitud demostró su adaptabilidad y vitalidad. Sin embargo, la transformación de la
economía mundial hizo que las condiciones de existencia del trabajo esclavo fuesen más
vulnerables y volátiles que antes. Las condiciones impuestas por la división
internacional del trabajo ocasionaron una variedad de respuestas políticas de parte de los
plantadores. En lo sucesivo, los propietarios de esclavos tenían que ser empresarios y
velar por la productividad del trabajo.100
78La cuatro primeras décadas del siglo XIX se caracterizan a primeras vistas por la
aparente paradoja de intensificar la explotación de los esclavos y, a la vez, de velar por
sus condiciones de vida. Sin embargo, un mejor trato hacia los esclavos era tan sólo el
corolario de una mayor explotación. La intensificación del trabajo de los esclavos, en
aquel entonces, tenía que respaldarse en un cuidado de la materia prima de la plantación
esclavista, con el fin de prolongar su esperanza de “vida útil”, o sea laboral. Para hacer
frente al incremento paulatino del precio de los esclavos durante las cuatro primeras
décadas del siglo XIX, los hacendados, que no estaban dispuestos a deshacerse del
sistema esclavista, en la medida en que quedaba rentable, introdujeron mejorías
tecnológicas y consintieron esfuerzos en términos de productividad para sus ingenios. A
fin de remediar ese problema económico pensaron también que había que prolongar la
vida útil del esclavo velando, a la vez, por modificar los factores responsables de su
muerte prematura. Esta lógica fue la que llevó al “buen tratamiento”.101
102 ANC, Sección Real Consulado, Legajo 80, exp. 3276. Citado por Manuel
Moreno Fraginals, El Ingenio, (...)
79El desarrollo de otras formas de control del trabajo suelen ser vistas como pruebas de
la disolución de la esclavitud. No obstante, los esclavos permanecieron como el pivote
del proceso de trabajo. La relativa generalización del “buen tratamiento”, en el marco de
la plantación testifica la elasticidad y la adaptabilidad del trabajo esclavo. Encontramos
una buena señal de esta adaptabilidad cuando, en la década de 1850, se habla de
“pagarles algún sueldo a los esclavos”102 a la par que los amos les reconocen ciertos
derechos, como la antigua costumbre, caída en desuso, de concederles un conuco.
80En suma, el advenimiento de la política llamada del “buen tratamiento”, junto con la
lucha contra la trata, el fomento de la “colonización blanca”, y la modernización
técnico-productiva de las plantaciones fueron las bases en las que los hacendados
cubanos se asentaron para enfrentarse con la difícil transición hacia la producción post-
esclavista a lo largo del siglo XIX.
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Económica por S.M., 1836.
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Notes
1 Gilberto Freyre, Maître et esclaves. La formation de la société brésilienne, traducción
del portugués por Roger Bastide, París, Gallimard, 1974, p. 81.
2 Ver Laird W. Bergad, The comparative histories of slavery in Brazil, Cuba, and the
United States, New York, Cambridge University Press, 2007, p. 190-191.
3 Dale Tomich, “The second slavery”, In: Through the prism of slavery: labour, capital
and world economy, Lanham, Md.: Rowman and Littlefield, 2004, p. 69.
7 Como lo subrayó Moses I. Finley, conviene insistir “en la distinción radical entre el
tratamiento más o menos humano de individuos esclavos por individuos dueños y la
inhumanidad de la esclavitud como institución”. Cf. Esclavage antique et idéologie
moderne, París, Les Editions de Minuit, 1981. p. 164. En esta óptica, siempre hay que
cuidarse de distinguir el estado y la condición del esclavo, que son “distintos y no
comunican”. Dicho de otro modo, si la condición del esclavo es susceptible de
evolucionar, por lo mejor o por lo peor, a merced de los imperativos socioeconómicos
del momento, su estado tiene esto de particular que es perpetuo, inmutable. Cf. Claude
Meillassoux, Anthropologie de l’esclavage : le ventre de fer et d’argent, París, Quadrige
/ Presses Universitaires de France, 1986, p. 100.
12 Rebecca J. Scott comenta al respecto que “los propietarios de Cuba y de otras partes
del Caribe les habían entregado tradicionalmente a sus esclavos parcelas o conucos para
que cultivaran sus propios alimentos, pero la economía del auge azucarero hacía
aconsejable para los amos dedicar la tierra al cultivo de la caña e importar alimentos
para los esclavos.” Cf. La emancipación de los esclavos en Cuba. La transición al
trabajo libre (1860-1899), La Habana, Caminos, 2001, p. 37.
16 Acerca del suicidio de los esclavos, ver el artículo de Maria Poumier, “El suicidio
esclavo en Cuba en los años 1840”, Anuario de Estudios Americanos, XLIII, Sevilla,
1986, pp. 69-86.
17 “Testimonio del expediente formado para averiguar las causas que influyen en el
frecuente suicidio de los esclavos”, Carta de O’Donnell al Secretario de Estado, 18 de
septiembre de 1847. Archivo Histórico Nacional, Madrid (en adelante AHN), Sección
Ultramar, Legajo 4655, exp. 816.
19 Laird W. Bergad, Fe Iglesias García, María del Carmen Barcia, The Cuban Slave
Market, 1790-1880, op. cit., p. 27.
22 Este cambio, conceptuado por Bergard, Iglesias y Barcia, fue ocasionado por el alza
de los precios y la necesidad de mejorar la autoreproducción de las dotaciones de
esclavos. Ver The Cuban Slave Market, 1790-1880, op. cit.
26 Basta con hojear las Memorias de la Sociedad Económica de La Habana en los años
1835-1845 para percatarse del interés de sus miembros por la reforma de la agricultura y
en favor de la “colonización blanca”.
29 “No es tan cruel como dicen muchos”, escribía Saco comentando la “legislación
francesa sobre sus esclavos negros en América”, en José Antonio Saco, Historia de la
esclavitud en las colonias francesas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2002
(compilación, introducción y notas de Orestes Gárciga Gárciga), p. 277.
31 Louis Sala-Molins, L’Afrique aux Amériques. Le Code Noir espagnol, París, Presses
Universitaires de France, 1992, p. 9.
32 Ibíd., p. 19.
33 “31. El poder económico”, ibíd., p. 168.
36 Ibíd.
39 Ibíd., p. 10.
41 “Real Cédula, 22 de abril de 1804”. Cf. José Antonio Saco, Historia de la esclavitud
de la raza africana en el nuevo mundo y en especial en los países Américo-Hispanos, t.
III, op. cit., p. 53.
42 Cf. Domingo del Monte, “Memorial dirigido al Gobierno de España sobre el estado
de Cuba en 1844” Escritos de Domingo del Monte, t. I, introducción y notas de José A.
Fernández de Castro, La Habana, Colección de libros cubanos, vol. XII, Cultural, 1929,
p. 167.
43 “Encuesta sobre la reforma del sistema higiénico, moral y alimentar de los siervos”,
Carta del capitán general, La Habana, 23 de febrero de 1842. Cf. Jean Pierre Tardieu,
“Morir o dominar”: en torno al reglamento de esclavos de Cuba (1841-1866),
Vervuert-Iberoamericana, 2003, p. 206.
44 Ibíd., p. 206-207.
46 A este respecto, ver el trabajo de Alejandro de la Fuente, “Slaves and the creation
legal rights in Cuba: coartación and papel”, Hispanic American Historical Review,
87:4, november 2007, pp. 659-692.
48 Ibid.
49 Carta de Domingo de Aldama, fechada el 18 de marzo de 1842 en el ingenio de
Santa Rosa, ibid.
50 Para una visión comparada de los reglamentos de 1789 y 1842, ver Manuel Barcia
Paz, Con el látigo de la ira. Legislación, represión y control en las plantaciones
cubanas, 1790-1870, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2000. Ver igualmente
la selección de textos y el estudio de Manuel Lucena Salmoral, Los Códigos Negros de
la América Española, Alcalá de Henares : Ediciones UNESCO / Universidad de Alcalá,
1996.
51 Adam Smith, Recherches sur la nature et les causes de la richesse des nations,
1776. Cf. André Lapidus, “Le profit ou la domination : la figure de l’esclave dans
l’économie d’Adam Smith”, en Fred Célimène et André Legris (dir.), L’Economie de
l’esclavage colonial. Enquête et bilan du XVII au XIXème siècle, Paris, CNRS Editions,
2002, p. 51.
53 Montesquieu, De l’esprit des lois, 15, 16. Cf. Louis Sala-Molins, Le Code Noir ou le
calvaire de Canaan, París, Presses Universitaires de France/Quadrige, 1987, p. 229.
54 Francisco Arango y Parreño: Primer papel sobre el comercio de negros (al se puede
añadir también "Representación manifestando una absoluta libertad en la introducción
de negros", redactado en 1789, dos años después que el texto anterior), Representación
de la ciudad de La Habana a las Cortes, el 20 de julio de 1811 sobre el tráfico y
esclavitud de los negros (escrito en respuesta al diputado peninsular Argüelles quien
había hecho tambalearse los intereses criollos solicitando la abolición del tráfico), e
Informes al Rey sobre la condición de los esclavos en la isla de Cuba, y urgente
necesidad de la supresión de la trata. Los referidos trabajos fueron escritos en 1788,
1811 y 1823 respectivamente, cf. Anne Pérotin, “Los planes económicos de los grandes
hacendados habaneros”, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, n° 2, La Habana,
mayo-agosto 1977, p. 43-46.
55 Ibíd.
57 Ibid., p. 54-55.
58 “Carta de don Francisco Arango al rey don Fernando VII en su Real y Supremo
Consejo de las Indias, remitiéndole la traducción de una Memoria, escrita en francés por
Mr. Dufau, sobre esclavitud y comercio de negros, La Habana, 28 de mayo de 1832”,
ibíd., p. 103.
61 Ibíd.
62 Ibíd., p. VII-VIII.
63 Ibíd., p. 35.
64 Ibíd., p. 38.
66 Ibíd.
67 Ibíd.
71 Ibid.
72 Ibid., p. 268.
73 Veremos más adelante, con el libro de Justo Germán Cantero, Los Ingenios, que la
enfermería fue de hecho uno de los lugares de la plantación al que más atención
prestaron los hacendados a mediados del siglo XIX.
74 Andrés de Zayas, “Observaciones sobre los ingenios de esta isla”, Memorias de la
Sociedad Económica de La Habana, op. cit., p. 270.
75 José Antonio Saco, “La supresión del tráfico de esclavos africanos en la isla de
Cuba, examinada con relación a su agricultura y a su seguridad”, Colección de Papeles
Científicos, Históricos, Políticos y de otros ramos sobre la Isla de Cuba, ya publicados,
ya inéditos, t. II, La Habana, Editora del Consejo Nacional de Cultura, 1963, p. 134-
135.
76 El enfoque de la Real Junta de Fomento reflejaba claramente los intereses del sector
más desarrollado de los grandes propietarios, en particular los que habían llegado a
integrar las esferas del comercio y de la producción. La Real Junta de Fomento era un
cuerpo mixto, gubernamental y privado basado en el principio de la autonomía e
integrado de forma paritaria por comerciantes y hacendados.
77 “Parecer de la Real Junta sobre el Reglamento de esclavos”. Cf. Jean Pierre Tardieu,
“Morir o dominar”: en torno al reglamento de esclavos de Cuba (1841-1866), op. cit.,
p. 265.
78 Ibid.
79 Ibíd.
82 Justo Germán Cantero, Los Ingenios. Colección de vistas de los principales ingenios
de azúcar de la isla de Cuba, el texto redactado por J. German Cantero; Las láminas
dibujadas del natural y litografiadas por Eduardo Laplante, La Habana, impreso en la
litografía de Luis Marquier, 1857.
84 Isabel Serrano León, “El libro Los ingenios, reflejo de la producción material del
siglo XIX en Cuba”, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, enero-
julio 1989, p. 102.
87 Ibíd.
88 Ibíd.
89 Ibíd.
90 Ibíd.
91 Ibíd.
94 Ibíd., p. 90.
97 Ibíd., p. 24-25.
98 A propósito de eso, Moses I. Finley remite al “buen tratamiento” practicado en la
Antigüedad y cuyas miras no eran diferentes de la de los hacendados de Cuba: “El
humanitas de Séneca y de Plinio, como tal disposición ocasional de la legislación
imperial suavizando sobre tal o tal punto la brutalidad de los dueños con respecto a los
esclavos, ayudaron seguramente a esclavos aislados en sus relaciones personales (con
tal que las leyes fuesen aplicables y aplicadas); pero sirvieron sobre todo para reforzar la
institución misma, y no para debilitarla.” Cf. Esclavage antique et idéologie moderne,
op. cit., p. 163.
99 Eso no quiere decir que el “buen tratamiento” no sostenía una postura reformista.
Para nosotros, se trata simplemente de poner de relieve el que los criollos progresistas –
que podían poseer esclavos también – coincidieron con los propietarios conservadores
en esta política en definitiva altamente interesada y sin respeto ninguno para con los
esclavos.
100 Dale Tomich, “The wealth of empire: Francisco Arango y Parreño, political
economy, and the second slavery in Cuba”, Comparative studies in society and history,
vol. 45, no1, 2003, p. 10.
101 Manuel Moreno Fraginals, El Ingenio, complejo económico social cubano del
azúcar, t. I., op. cit., p. 83.
102 ANC, Sección Real Consulado, Legajo 80, exp. 3276. Citado por Manuel Moreno
Fraginals, El Ingenio, complejo económico social cubano del azúcar, t. II, op. cit., p. 89.
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Karim Ghorbal, « La política llamada del “buen tratamiento”: reformismo criollo y
reacción esclavista en Cuba (1789-1845) », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne],
Débats, mis en ligne le 30 novembre 2009, consulté le 21 juillet 2022. URL :
http://journals.openedition.org/nuevomundo/57872 ; DOI :
https://doi.org/10.4000/nuevomundo.57872