Cuento Breve Latinoamericano
Cuento Breve Latinoamericano
Cuento Breve Latinoamericano
FRANCISCO MORAZÁN
CURCEI
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por
haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de
hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.
Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma
hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de
preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
*La lucha que sostenía con editores rapaces y con un público indiferente se le antojó el
abordaje; la miseria que amenazaba su hogar, el mar bravío. Y al describir las olas en
que se mecían cadáveres y mástiles rojos, el mísero escritor pensó en su vida sin triunfo,
gobernada por fuerzas sordas y fatales, y a pesar de todo fascinante, mágica,
sobrenatural. *
Este cuento corto fue escrito por Julio Torri, escritor mexicano que junto a
otros notables personajes de su época, trabajaron por la difusión y divulgación
literaria y científica. En este bello cuento narra la agridulce realidad del escritor.
Eduardo Galeano, el autor de este cuento dirigido a los niños, es uno de los
escritores e intelectuales más influyentes de las últimas décadas, no solo en su
país, Uruguay, sino en toda Latinoamérica.
5. Amor 77 (Julio Cortázar)
Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman,
se visten y, así progresivamente, van volviendo a ser lo que no son.
Otro cuento de Julio Cortázar. Sin duda uno de los más cortos del autor, y al
mismo tiempo de los más populares de entre los cuentos latinoamericanos
cortos. Este cuento nos expresa el cómo, para salir al mundo, nos ponemos un
personaje que pocas veces somos en realidad.
-Uno cree que los años pasan para uno - le dije-, pero pasan también para los demás.
Aquí nos encontramos al fin y lo que antes ocurrió no tiene sentido. Mientras yo
hablaba, se había desabrochado el sobretodo. La mano derecha estaba en el bolsillo
del saco. Algo me señalaba y yo sentí que era un revólver.
Ensayé unas palabras. No soy un hombre fuerte y solo las palabras podían salvarme.
Atiné a decir:
-En verdad que hace tiempo maltraté a un niño, pero usted ya no es aquel niño ni yo
aquel insensato. Además, la venganza no es menos vanidosa y ridícula que el perdón.
-Precisamente porque ya no soy aquel niño-me replicó-tengo que matarlo. No se trata
de una venganza, sino de un acto de justicia. Sus argumentos, Borges, son meras
estratagemas de su terror para que no lo mate. Usted ya no puede hacer nada.
Y así lo hice.
Jorge Luis Borges se caracterizó por un humor fino, sarcasmo y una asombrosa
narrativa. Este cuento del “Episodio del enemigo” es una clara muestra de ello.
Pasó el tiempo.
Cansado del tedioso tiro al blanco que practicaba disparando sus guijarros contra
latas vacías o pedazos de botella, David descubrió que era mucho más divertido
ejercer contra los pájaros la habilidad con que Dios lo había dotado, de modo que de
ahí en adelante la emprendió con todos los que se ponían a su alcance, en especial
contra PArdillos, Alondras, Ruiseñores y Jilgueros, cuyos cuerpecitos sangrantes caían
suavemente sobre la hierba, con el corazón agitado aún por el susto y la violencia de la
pedrada.
Para los indios cocamas, la “madre” de la lupuna, el ser que habita dicho árbol, es
una mujer blanca, rubia y singularmente hermosa. En las noches de luna, ella sube por
el corazón del árbol hasta lo alto de la copa, sale a dejarse iluminar por la luz
esplendente y canta. Sobre el océano vegetal que forman las copas de los árboles, la
hermosa derrama su voz clara y alta, singularmente melodiosa, llenando la solemne
amplitud de la selva. Los hombres y los animales que la escuchan, quedan como
hechizados. El mismo bosque puede aquietar sus ramas para oírla.
Los viejos cocamas previenen a los mozos contra el embrujo de tal voz. Quien la
escuche, no debe ir hacia la mujer que la entona, porque no regresará nunca. Unos
dicen que muere esperando alcanzar a la hermosa y otros que ella los convierte en
árbol. Cualquiera que fuese su destino, ningún joven cocama que siguió a la voz
fascinante, soñando con ganar a la bella, regresó jamás.
Es aquella mujer, que sale de la lupuna, la sirena del bosque. Lo mejor que puede
hacerse es escuchar con recogimiento, en alguna noche de luna, su hermoso canto
próximo y distante.
Ciro Alegría, de origen peruano, fue uno de los escritores más importantes de
su país. Algunos de sus cuentos se consideran como grandes obras que el boom
latinoamericano dió al mundo. Su narrativa siempre se encuentra llena de folclor
y cotidianeidad.
Leopoldo Lugones fue, junto a Rubén Darío, uno de los grandes exponentes del
modernismo hispanoamericano. De origen argentino, Leopoldo Lugones no
cuenta con muchos cuentos cortos entre su obra.
Los forjadores vestían camisas de lana de cuellos abiertos y largos delantales de cuero.
Acanzábaseles a ver el pescuezo gordo y el principio del pecho velludo, y salían de las
mangas holgadas los brazos gigantescos, donde, como en los de Anteo, parecían los
músculos redondas piedras de las que deslavan y pulen los torrentes. En aquella
negrura de caverna, al resplandor de las llamaradas, tenían tallas de cíclopes. A un
lado, una ventanilla dejaba pasar apenas un haz de rayos de sol. A la entrada de la
forja, como en un marco oscuro, una muchacha blanca comía uvas. Y sobre aquel
fondo de hollín y de carbón, sus hombros delicados y tersos que estaban desnudos
hacían resaltar su bello color de lis, con un casi imperceptible tono dorado.
La algarabía de las cacatúas que cruzaban en bandadas la rosada extensión del alba,
lo devolvió al mundo de sus semejantes y tornó a poner en sus manos las usuales
herramientas del hombre. Ni el amor, ni la desdicha, ni la esperanza, ni la ira
volvieron a ser los mismos para él después de su aterradora vigilia en la mojada y
nocturna soledad de la selva.