Guía Edad Media Lecturas1
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Historia
1. El cristianismo
Jesús de Nazaret, el fundador de la religión cristiana, nació en la provincia romana de Judea durante la pax
romana, cuando aún gobernaba su primer emperador, Octavio Augusto. En su mensaje anunciaba el reino de Dios,
la salvación eterna, el amor al prójimo y la igualdad de todos como hijos de un único Dios. Si bien los primeros
cristianos eran de origen judío, su mensaje no fue aceptado por toda la comunidad hebrea. Jesús, tras ser acusado
de alborotar al pueblo, fue condenado a morir crucificado.
Tras la muerte de Jesús, sus apóstoles asumieron la tarea de difundir su mensaje. Los romanos toleraban el culto
a otros dioses, pero a partir del siglo III los cristianos comenzaron a ser perseguidos con violencia. Durante el siglo
IV, sin embargo, fueron paulatinamente aceptados por el Imperio. En el año 306 el emperador Constantino declaró
la libertad de culto mediante el Edicto de Milán y, finalmente, el emperador Tedosio reconoció el cristianismo
como la religión oficial del Imperio al firmar el Edicto de Tesalónica en el 380 d.C.
El Imperio romano mantenía su unidad gracias a un ejército encargado de vigilar y defender sus territorios y
fronteras, así como conquistar nuevos pueblos. Paulatinamente Roma perdió su poder y el ejército disminuyó su
disciplina. Guiados por las ambiciones de sus jefes, los grupos militares empezaron a luchar entre sí causando
temor entre la población. Incluso decidían qué emperador se mantenía en el poder y cuál no.
Pueblos guerreros de Europa, Asia y África empezaron a penetrar en el Imperio. Los romanos llamaron bárbaros
a los invasores porque no compartían su modo de vida, cultura y lengua. En ocasiones los bárbaros irrumpían por la
fuerza y otras, mediante acuerdos, así se les otorgaban tierras a cambio de integrarse al ejército, prestar servicios
militares y respetar las leyes del Imperio.
A partir del siglo V, pueblos de origen germano comienzan a migrar en masa hacia el Imperio romano de
Occidente, atravesando grandes distancias y fragmentando el territorio de Roma, movimiento que fue visto por los
romanos como una invasión. Una de las causas que explica esta migración masiva fue la presión que comenzaron a
ejercer los pueblos asiáticos de las estepas sobre los germanos, en particular los hunos, quienes, al mando de su rey
Atila, fundan su propio imperio en Asia y partes de Europa. Para el siglo VI, los pueblos germanos habían
transformado el antiguo Imperio romano de Occidente en un grupo de reinos independientes
Para reforzar sus tácticas de defensa, el Imperio se dividió en dos: Oriente y Occidente. Aun así los pueblos
romanos siguieron padeciendo constantes conflictos, dificultades económicas y gobiernos débiles. Las invasiones
se hicieron cada vez más frecuentes y con mayor éxito, principalmente en la parte occidental, suceso que marca el
final de la Antigüedad y el inicio de la Edad Media europea.
3. Occidente y Oriente
Se irá acentuando cada vez más la diferencia entre la Parte Occidental y la Oriental del Imperio, ya dividido
desde el año 395, a la muerte del emperador Teodosio el Grande (379-395). El Occidente, eminentemente latino,
empobrecido, ruralizado, contrasta con el Oriente, esencialmente helénico, rico, con una economía monetaria
sólida, de carácter urbano y mejor defendido. A la larga, será precisamente el Imperio Romano de Oriente el que
logrará sobreponerse a las adversidades, prolongando la historia de Roma por todo un milenio: es lo que
conocemos como Imperio Bizantino o Imperio Griego Medieval, que sólo caerá en manos de los turcos en 1453.
Occidente, agobiado por los problemas, morirá en 476 de enfermedad interna; las invasiones bárbaras jugaron un
rol importante en el proceso, es cierto, pero no lo explican por completo. En rigor, lo que sucedió ese año fue que
el Imperio Romano perdió sus provincias occidentales
Los germanos eran el grupo bárbaro más numeroso, compuesto a su vez por varios pueblos (visigodos,
ostrogodos, vándalos, lombardos, anglos, francos y sajones). Estos pueblos tenían características culturales propias,
como lengua, tradiciones y religión, que al entrar en contacto con las de procedencia romana originaron nuevas
formas de organización social, instituciones políticas y expresiones culturales, como las lenguas romances, entre
las cuales figuran el español, el portugués, el italiano y el francés. Con el tiempo adoptaron el cristianismo como
religión.
La relación del Imperio romano con los pueblos germanos no fue siempre violenta. A menudo existió una mutua
colaboración. Los romanos necesitaban del poderío militar de los germanos para mantener a salvo sus fronteras y
los germanos clamaban por tierras seguras, dentro del imperio, en donde asentarse. Muchos pueblos germanos,
como
los francos, alanos, vándalos y visigodos fueron declarados federati, es decir, pueblos aliados de Roma.
Comenzaron a surgir los reinos germanos porque cada pueblo dominó un área del antiguo Imperio romano de
Occidente (los vándalos construyeron su reino en el norte de África; los ostrogodos y los lombardos, en Italia; los
visigodos, en España; los francos, en Francia y parte de Alemania; y los anglos y sajones, en Inglaterra).
Varios de estos pueblos se enfrentaron por más de tres siglos, hasta que los francos, dirigidos por Carlomagno, se
impusieron sobre los demás por medio de las armas. Carlomagno fue proclamado emperador y dominó los
territorios que integraban el antiguo Imperio romano de Occidente. Tras su muerte, el Imperio se fragmentó, dando
lugar a reinos independientes en los que se establecería el feudalismo, un nuevo orden social, económico y político.
Entre los reinos germanos destacó el de los francos, que fue uno de los primeros en adoptar oficialmente la
religión católica. El reino franco llegó a ser uno de los más influyentes y poderosos de la Europa medieval,
transformándose en un gran imperio bajo el reinado de Carlomagno. La coronación de este monarca por el papa
León III es uno de los grandes acontecimientos políticos del medioevo y constituye un símbolo de la unión entre el
poder político y la Iglesia católica
5. La ruralización de occidente
La desaparición del Imperio romano impuso un clima de inseguridad en Occidente. La irrupción de los bárbaros
dio lugar a frecuentes incursiones y saqueos y a un clima de terror entre la población.
La prosperidad del comercio desapareció a causa de la inseguridad de las comunicaciones. La agricultura se
convirtió en la actividad dominante y los que poseían la tierra tenían la fuerza y el poder. La miseria reinante
provocó que la población abandonara las ciudades y buscara refugio en las grandes explotaciones agrarias.
Así, las villas o dominios agrarios se convirtieron en lugares donde la población se sentía protegida. Grupos de
campesinos, generalmente bajo el amparo de un gran propietario o agrupados en aldeas rodeadas de empalizadas,
sobrevivían mediante el trabajo del campo y el cuidado de animales domésticos.
Este empobrecimiento paralizó las obras públicas. La cultura era un lujo en un mundo dominado por el esfuerzo
por sobrevivir.
Así, la mayoría de la población no recibía instrucción y saber leer y escribir quedó reducido a grupos de clérigos
y monjes. Por esto, los monarcas de los reinos germanos tenían como consejeros a monjes, obispos y abades.
Durante los siglos IX y X se desataron sobre los habitantes de Europa nuevas invasiones desde el exterior: los
vikingos o normandos, “hombres del norte”, avanzaron por mar desde la península Escandinava y Dinamarca; los
húngaros o magiares incursionaron desde las estepas asiáticas; y los sarracenos (musulmanes) atacaron desde el
norte de África.
Los invasores comenzaron realizando incursiones de saqueo y pillaje dirigidas, en especial, a los monasterios y
las ciudades, que era donde se concentraba la riqueza. Estas acciones se sucedieron durante muchos años, lo que
explica el terror que angustió a varias generaciones de europeos que habitaban las regiones más expuestas a los
ataques. Tras alrededor de un siglo, los invasores conquistaron algunos territorios donde se asentaron y, finalmente,
se cristianizaron e integraron a la civilización medieval occidental.
Durante el período de las invasiones, los campesinos y habitantes de las ciudades aceptaron la protección de
cualquier señor o caballero que pudiera brindárselas; generalmente los reyes se encontraban muy lejos o no
pudieron defenderlos. A cambio de esta protección entregaban sus servicios y lealtad política, estableciendo, de esa
manera, un tipo de relación que conduciría al surgimiento del feudalismo.
7. El feudalismo
El feudalismo se originó en Francia, en la región ubicada entre los ríos Rin y Loira, y luego se extendió al resto
de Europa, adquiriendo rasgos distintivos en cada reino y región. Su elemento central fue la relación de vasallaje,
es decir, aquella establecida entre un señor y su vasallo mediante las ceremonias de homenaje, investidura y
entrega del feudo (al feudo también se le llamaba “beneficio”). La relación de vasallaje era un contrato que solo se
establecía entre nobles; los campesinos y siervos no participaban de esta institución, sino que su estatus era de
servidumbre.
El vasallaje era una relación de dependencia personal que se contraía libremente (no se imponía), tenía una
duración vitalicia (para toda la vida) y establecía obligaciones recíprocas entre el señor y su vasallo: el señor se
comprometía a entregarle protección y medios de sustento económico, mientras que los vasallos le juraban apoyo
en sus campañas militares, auxilio económico en ocasiones específicas, como por ejemplo en el pago de un rescate
si es que era hecho prisionero, y consejo, que por lo general consistía en la asistencia al tribunal del señor,
encargado de hacer justicia en el reino, condado o cualquiera fuese la extensión de su dominio.
La contribución militar de un vasallo residía en mantener una hueste de caballeros que estuviesen siempre
disponibles al requerimiento del señor y este, a su vez, tenía la capacidad de convocar y dirigir a los guerreros que
le aportaban sus múltiples vasallos y, de esa forma, podía cumplir con su obligación de brindar protección a los
habitantes de su dominio.
La nobleza, incluyendo a los caballeros, era uno de los grupos (órdenes) que componía la sociedad feudal. Otro
era el conjunto de los miembros de la Iglesia, desde las altas autoridades, tales como obispos (superior de una
diócesis) y abades (superior de un monasterio), hasta los sacerdotes parroquiales. El tercero, era el grueso de la
población dedicada a las labores agrícolas y artesanales. La sociedad feudal era estamental, es decir, la pertenencia
a uno de los tres órdenes estaba determinada por el nacimiento y no existía movilidad, en particular desde la base
de la pirámide hacia arriba.
El feudalismo surgió en la región que hoy ocupan Francia, Alemania, Italia, Inglaterra y España. Entonces la
sociedad se regía por contratos que fijaban la relación entre el señor feudal y sus siervos. El señor feudal poseía la
tierra y la protegía con sus recursos, mientras que los siervos estaban obligados a obedecerle, servirle y pagar con
sus cosechas.
El poder y la riqueza de las personas dependían de la cantidad de tierras bajo su dominio. Los reyes repartían
entre sus vasallos grandes extensiones llamadas feudos. Los vasallos retribuían al rey con obediencia y apoyo en
caso de guerra. Los campesinos tenían la obligación de trabajar la tierra para provecho de los nobles, y a cambio
recibían protección de los ataques y los robos. Una vez levantada la cosecha, la mayor parte se entregaba al señor
feudal y a la Iglesia en forma de diezmo; el resto lo empleaban los campesinos para mantener a sus familias.
Vasallo: Persona que reconoce a otra como superior o depende de ella. En la Edad Media el vasallo debía servir y
encomendarse a la protección de un señor feudal.
Diezmo: Impuesto que los fieles entregaban a la Iglesia. Originalmente, correspondía a diez por ciento de la
cosecha obtenida, de lo cual se deriva este nombre.
Monarca o rey: Era la máxima autoridad de un reino y propietario de tierras. Obtenía bienes y dinero de sus
feudos. Disponía de sus vasallos para que lucharan en tiempos de guerra. Al morir el rey, uno de sus familiares
heredaba su trono.
Señores feudales: Poseían grandes extensiones de tierra que trabajaban sus siervos. Gozaban de varios privilegios
por pertenecer a la nobleza, como estar exentos del pago de ciertos tributos.
Clérigos: Eran las personas que formaban parte de la Iglesia. A su vez, ellos también tenían una organización
jerárquica: los había del alto clero, como los obispos, y del bajo clero, es decir, los sacerdotes, los monjes y las
monjas.
Caballeros: Debido a que una de las características de la Edad Media era la guerra, el término caballero surgió
para designar a los guerreros que peleaban a caballo. Con el tiempo, sólo tenían acceso a ese grupo social quienes
heredaban la distinción, por lo que su número se redujo.
Campesinos y siervos: Constituían el sector más numeroso de la población. Se ocupaban de las labores del campo
y sus viviendas eran humildes. Algunos campesinos eran libres y otros debían servir al señor feudal de por vida.
Durante la Edad Media Europa fue ante todo rural. La vida cotidiana se ordenaba según las estaciones del año y
las faenas agrícolas. Los miembros de una familia comenzaban a trabajar desde pequeños en el campo y a muy
temprana edad contraían matrimonio. Por lo general, nacían muchos niños, pero pocos llegaban a la edad adulta y
su expectativa de vida alcanzaba apenas a los cuarenta años, las tasas de mortalidad eran elevadas, a causa de las
guerras, el hambre y las enfermedades.
Las mujeres fallecían muchas veces al momento del parto y existía una alta mortalidad entre los niños pequeños.
A ello se suma un contexto inseguro, debido a la presencia de piratas y nuevas invasiones.
Los europeos de entonces eran de estatura más baja que la actual, debido en parte a su deficiente alimentación. Esta
incluía principalmente pan, vino o cerveza según la región donde habitaban, y se complementaba con frutas y
hortalizas que ellos mismos cultivaban.
Las malas cosechas, frecuentes en aquel periodo, provocaban hambrunas que provocaban una gran mortandad,
así como ocurría con la propagación de pestes y epidemias. Las enfermedades abundaban, siendo la más común de
ellas la lepra que se difundió en Occidente a partir del siglo IV.
En esos años los caminos estaban prácticamente abandonados, pues la gente en general no se trasladaba de un
lugar a otro. Por ese motivo las rutas estaban en mal estado y solían ser muy peligrosas, asoladas por bandidos.
Era un periodo en que las tradiciones paganas todavía convivían con los ritos cristianos. Las diversiones en ese
mundo rural eran escasas, y las fiestas por lo general estaban asociadas a la agricultura y sus ciclos. El carnaval era
una de las más importantes y se celebraba con juegos, banquetes, bailes, mucha comida y diversiones en general.
La principal actividad económica durante la mayor parte de la Edad Media fue la agricultura. En general, las
familias campesinas eran extensas y vivían en un mismo espacio. El trabajo infantil era muy común, a los niños se
les asignaban tareas específicas: desde los ocho años podían ser pastores y a los diez ya trabajaban igual que los
adultos, incluso algunas niñas se empleaban para hacer labores domésticas desde que tenían cinco años. La aldea,
donde habitaban varias familias, era la encargada de controlar el acceso a los bienes de uso común, como bosques,
pastizales, canteras, pantanos y ríos.
Los artículos de uso cotidiano, como ropa, zapatos y herramientas, se producían en pequeños talleres artesanales.
La mayor parte de la población tenía pocos recursos y sólo los nobles podían comprar productos de lujo, como
joyas, ropa fina y armas metálicas. En pequeños mercados o en ferias se podían intercambiar o vender algunos
productos.
Alrededor del siglo X aumentó el comercio entre los reinos europeos. También cobró mayor importancia el
intercambio mercantil con el Imperio bizantino y Medio Oriente, por lo cual empezaron a llegar a Europa
productos de India, Persia y China.
Con el paso del tiempo, los reinos bárbaros fundados tras la caída del Imperio romano de Occidente adoptaron la
religión cristiana. En consecuencia, la Iglesia católica consolidó su autoridad y acumuló riqueza. La máxima
autoridad de la Iglesia era el papa y residía en Roma.
La Iglesia católica se extendió por amplios territorios europeos e influyó en todos los ámbitos: económico, social,
político y cultural. Determinaba en buena medida las actividades de la vida cotidiana, como los rituales para el
nacimiento, el matrimonio y las defunciones. Los clérigos tenían gran influencia en sus comunidades, por ejemplo,
los obispos eran consejeros de los reyes y, a veces, gobernaban ciudades. Incluso los reyes más poderosos eran
coronados por el papa.
Los monasterios donde vivían los monjes también cumplían una función cultural, pues allí se copiaban y
conservaban los libros.
Para mantener su influencia, la Iglesia persiguió a quienes la cuestionaban o no compartían sus principios y
creencias. Creó la Inquisición para juzgar e imponer sanciones, incluyendo la pena de muerte.
Si bien el principal rol del clero medieval fue la promoción del cristianismo y la vida espiritual, a su vez cumplió
importantes funciones económicas, sociales y culturales, que reforzaron la influencia del cristianismo y,
específicamente de la Iglesia católica en diversos aspectos de la vida cotidiana en la Europa del Medioevo.
Desde el punto de vista cultural, la Iglesia católica articuló la síntesis entre las culturas grecorromana,
judeocristiana y germana que caracterizó al período medieval.
Existe numerosa evidencia que da cuenta del rol central que tuvo lo divino y lo sobrenatural en la visión del
origen del universo o la representación de la Tierra. Esta concepción de la vida y el mundo se caracterizó, entre
otras cosas, por su teocentrismo, es decir, por concebir a Dios como el centro y creador de todo el universo.
También por una percepción lineal del tiempo, que marcaba tanto el inicio de los tiempos (la génesis bíblica) como
el fin del mundo (el apocalipsis). Otra característica de esta época fue una visión geocéntrica del universo, con la
Tierra en el
centro de todos los astros.
13. El Imperio bizantino
Tras la caída del Imperio romano de Occidente, la parte oriental se mantuvo durante casi un milenio, hasta que
los turcos otomanos tomaron su capital, Constantinopla. Se le denomina Imperio bizantino porque el emperador
Constantino estableció su capital en la antigua ciudad griega de Bizancio (ubicada hoy en Estambul, Turquía).
El Imperio bizantino abarcó la península de los Balcanes, Asia Menor, Siria, Palestina, Egipto y las islas del
Mediterráneo oriental. El desarrollo del comercio, la navegación y la industria en las ciudades bizantinas le
permitió acumular grandes riquezas y mantener su poder.
Constantinopla fue la ciudad más grande y poblada de Europa durante la Edad Media. Allí se concentraban
mercancías que llegaban de Oriente y que tenían gran demanda en Europa, como la seda, las especias, las pieles,
las piedras preciosas, las esencias y el marfil.
Este imperio por largo tiempo fue el más estable y el principal poder político de la Edad Media. Su poder le
permitió repeler invasiones de pueblos barbaros y, por largo tiempo, el avance musulmán, convirtiéndose en
verdadero muro de contención para la fragmentada Europa occidental.
Durante el siglo VI se experimentó el apogeo de Bizancio, particularmente bajo el gobierno del emperador
Justiniano (527-565), quien logró conquistar casi toda la cuenca del mar Mediterráneo y elaborar un extenso e
influyente código legal.
Fue a partir del siglo VII que el Imperio bizantino comienza a perder progresivamente el control de parte de sus
territorios y su lugar como principal poder político del medioevo.
La especial ubicación del Imperio bizantino como puente geográfico entre Europa y el extremo Oriente lo
convirtió en una zona de intenso intercambio cultural y comercial entre el mundo árabe y la cultura europea.
Durante los períodos en que el poder centralizado del Imperio fue más fuerte (como el reinado de Justiniano), el
comercio produjo enormes ganancias que se vieron expresadas en una producción artística y arquitectónica
exuberante y lujosa. Las temáticas del arte bizantino y su arquitectura fueron principalmente de carácter religioso y
político. La catedral de Santa Sofía es considerada la mejor representación de esta cultura. Destaca por su gran
cúpula central y sus elaborados mosaicos que, al igual que muchos otros, fueron hechos con piedras de colores,
vidrio y oro.
14. La Iglesia y la cultura bizantina
En Bizancio se creó una forma de cristianismo conocida como cristiano-ortodoxa, que tiene hoy millones de
adeptos en Rusia, Ucrania, Grecia y otros países.
Se construyó la catedral de Santa Sofía como sede del jefe de la Iglesia ortodoxa, el patriarca de Constantinopla.
Gracias a la fusión del poder político y eclesiástico, en Bizancio se impuso un conjunto de normas y creencias que
se establecieron en reuniones de autoridades religiosas, los llamados concilios.
Se separaron la Iglesia católica romana y la Iglesia bizantina por discrepancias religiosas, como la prohibición
del culto a imágenes de Jesucristo, de Vírgenes y de santos.
La separación del cristianismo en las iglesias de Oriente y Occidente no impidió el contacto y las relaciones de
influencia entre las diferentes áreas del Mediterráneo con el Imperio bizantino.
Uno de los aspectos que más impulsaron este intercambio fue el comercio. Bizancio comerció una gran cantidad
de bienes, aunque de especial importancia fueron los productos de seda que el Imperio importaba desde China y
exportaba hacia Europa, en donde alcanzaban altísimos precios.
El Imperio bizantino favoreció el desarrollo de una cultura en la que se fusionaron elementos romanos, griegos y
persas. Su lengua oficial era el griego. El arte floreció notablemente, al igual que las ciencias. Había escuelas
dependientes del Estado para los jóvenes entre los que se elegiría a los funcionarios del gobierno.
Los árabes congregaban pequeñas tribus nómadas que compartían el mismo idioma y usaban el santuario de la
Kaaba (hoy en Arabia Saudita) como lugar de culto a sus deidades. Este edificio cúbico resguardaba los ídolos de
las diferentes tribus, así como una piedra negra (posiblemente un fragmento de meteorito) al que veneraban. Las
tribus árabes mantenían relaciones pacíficas y comerciaban entre ellas. Sólo una pequeña parte del territorio de
Arabia era cultivable debido a su naturaleza desértica, por lo que la agricultura no se desarrolló. En el siglo VII d.
C. todas las tribus árabes se unificaron, bajo el liderazgo de Mahoma, al adoptar la religión del islam. A partir de
entonces se expandieron hacia Oriente Medio, el norte de África y la península ibérica.
El libro sagrado del islam es el Corán, el cual contiene el mensaje divino para los seres humanos y aborda los
fundamentos, los principios éticos y valóricos de la religión. Para los musulmanes, la forma más plena de
revelación es a través del islam o sumisión a la voluntad divina. El principal precepto es la fe en Alá, y en el
reconocimiento de Mahoma como su profeta. Aunque se admite la existencia de profetas anteriores, como
Abraham o Jesús, se considera a Mahoma el último y más importante.
El Corán también plantea principios políticos y jurídicos que permitieron ordenar la sociedad musulmana. La
principal autoridad religiosa y política era el califa. Los califas fueron, entonces, los sucesores de Mahoma. Al lado
de la autoridad principal estaban los visires, quienes oficiaban como ministros de Estado.
16. Mahoma y el nacimiento del islam
Mahoma nació en el año 571 d. C. en La Meca, ciudad donde se encuentra el santuario de la Kaaba. Según señala
la tradición, recibió la visita del arcángel Gabriel, a quien identificó como mensajero de Alá (“el Dios, la
Divinidad”). Este suceso, conocido como la noche del destino, hizo que Mahoma comenzara a predicar una nueva
religión monoteísta: el islam. La palabra islam significa “sumisión” (a la voluntad de Alá) y a los creyentes se les
llama musulmanes, que quiere decir “sumisos”. Mahoma tuvo muchos seguidores, pero también enemigos que no
estaban de acuerdo con sus ideas. Perseguido por sus adversarios, huyó de La Meca en el año 622 d. C. Este suceso
marcó el inicio de la era musulmana y se llamó la Hégira, que significa “la emigración”.
Mahoma se dirigió a la ciudad de Medina, donde se dedicó a escribir El Corán, libro sagrado de los musulmanes,
en el que plasmó los principales preceptos del islam: la existencia de un solo dios verdadero, Alá, y los deberes de
los musulmanes (la oración, la profesión de la fe, la caridad, los ayunos y la peregrinación a La Meca por lo menos
una vez en la vida). También establece como obligación participar en la “guerra santa” (yihad) para defender y
difundir su religión.
Años más tarde Mahoma regresó a La Meca al mando de un fuerte ejército y conquistó la ciudad. Poco a poco
unificó a los árabes en una misma fe y un solo gobierno. Tras la muerte de Mahoma, los califas (del árabejalifa, que
significa “reemplazante”) continuaron con la expansión de la doctrina y conquistaron una región muy extensa que
abarcaba Mesopotamia, Siria, Persia e India. Asimismo, ocuparon Tierra Santa, Egipto y el norte de África. A
principios del siglo V cruzaron el estrecho de Gibraltar y conquistaron la mayor parte de la península ibérica (los
actuales territorios de España y Portugal) e intentaron invadir el reino de Francia, pero fueron derrotados.
Los musulmanes fundaron varios reinos en la península ibérica y permanecieron ahí desde el año711 hasta 1492.
Esta ocupación tuvo notables consecuencias para la cultura occidental, ya que los musulmanes dejaron una
herencia importante, como las aportaciones lingüísticas al español, además de que redescubrieron los
conocimientos griegos e introdujeron en Europa diversos saberes chinos.
En el siglo XII varias ciudades musulmanas (Damasco, Túnez, Bagdad, Córdoba, entre otras) comerciaban con
los principales puertos europeos. La convivencia en estos sitios facilitó la difusión de conocimientos. Las
principales zonas de intercambio cultural fueron Italia y España por la existencia de asentamientos musulmanes. En
el caso español, los musulmanes dominaron gran parte de la península ibérica desde el año 711 hasta 1492.
Los musulmanes llevaron a Europa manuscritos de varias civilizaciones, como la india y la griega, además de
textos de su propia cultura, los cuales debían ser traducidos para difundirlos en Europa. Toledo, Murcia y Palermo
fueron reconocidos centros de traducción de manuscritos. En la difusión también tuvieron gran influencia los
centros de copistas de las regiones de Castilla y León, España.
Los manuscritos contenían información científica que para entonces había desaparecido de Europa a causa del
control y la censura que imponía la Iglesia. Estos materiales llenaron el vacío que había en medicina, filosofía y
otros campos del saber. Entre los conocimientos difundidos se incluían aportes de personajes griegos como
Aristóteles, en física, lógica y ética; Hipócrates y Galeno, en medicina; Euclides, en matemáticas y geometría, y
Ptolomeo, en astronomía. Asimismo, se difundieron saberes dela cultura árabe, como la aritmética y el álgebra de
Al Khwarizmi, la medicina de Ibn Sina y Rhazi, la filosofía de Al Farabi y Avicena, entre otros.
Además, los musulmanes llevaron a Europa el papel, la brújula y la pólvora, conocimientos de origen chino, y la
numeración que actualmente usamos, que es originaria de India.
La llegada de los árabes a España se produjo a través de la guerra y los pactos. En ambos casos, la consecuencia
fue la misma: el fin del dominio visigodo, aunque algunos de sus nobles conservaron su libertad, bienes y religión,
por haberse rendido sin resistencia. Los nuevos territorios adquiridos para el islam fueron conocidos como Al-
Ándalus, cuya ciudad principal fue Córdoba, capital del emirato.
Esta situación perduró hasta el año 1031, momento en que se produjo la fragmentación territorial en pequeños
reinos, conocidos como taifas. Esto debilitó el poder árabe en la península y facilitó el camino para que Isabel de
Castilla y Fernando de Aragón intensificaran la reconquista católica del Al-Ándalus y terminaran expulsando a los
árabes en 1492.
A diferencia de lo que ocurría en la Europa cristiana, en el Al-Ándalus floreció la vida urbana en ciudades como
Valencia, Sevilla y Granada. Su capital, Córdoba, adquirió una gran importancia, siendo por esa época la ciudad
más grande de Europa occidental y un polo de desarrollo científico, cultural y económico que atrajo a estudiosos de
todo Oriente y Occidente. Las ciudades árabes contaban con baños públicos, mezquitas, bibliotecas y hospitales. A
través del Al-Ándalus muchos de los aportes, inventos e ideas del mundo musulmán pudieron llegar a Europa, un
proceso de difusión realizado principalmente a través de las rutas comerciales y de las caravanas de mercaderes.
Culturalmente, los árabes destacaron por el desarrollo de la literatura y por el rescate de los filósofos clásicos
(griegos y romanos), a través de su escuela de traductores, abierta también a judíos y cristianos. Como foco cultural
de las ciencias y de la tecnología, alcanzaron un gran desarrollo en matemáticas, astronomía y medicina, disciplinas
que cultivaron en la península ibérica.