LA MUJER MARIPOSA - Novela Ol Sasha 2007
LA MUJER MARIPOSA - Novela Ol Sasha 2007
LA MUJER MARIPOSA - Novela Ol Sasha 2007
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LA MUJER MARIPOSA – Ol Sasha 2007
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LA MUJER MARIPOSA – Ol Sasha 2007
Rebeca consideraba que en una pareja debe existir el amor, pero un amor
vivo, no cargado de egoísmo y de presiones psicológicas para hacer sentir
culpable al otro de cuanto sucede.
_ La sinceridad es uno de los pilares básicos ya que alimenta la capacidad de
creer en el ser humano. Y cuando se rompe por alguna circunstancia, el
templo se tambalea y puede ser el principio de su caída.
Así se lo había contado a Manuela, su vecina del piso de abajo con la
que pasaba horas conversando porque ambas tenían horario intensivo y las
tardes libres.
Rebeca no estaba dispuesta a ser usada y tirada a un contendor de
basura como si de un mueble viejo se tratara. Ella tenía su valor, y realmente
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era grande. Y no quería que ni tan siquiera su marido le dijera que daba
muchas vueltas a las cosas.
Rebeca no quería a nadie a su lado que adornara de vez en cuando
un tema con palabras bonitas para que se le diera la razón. Ella no quería una
persona que se descargara de su mal día llenándola de críticas constantes.
Porque Juan Daniel canalizaba su inseguridad con humillaciones como reflejo
de lo mezquino que puede llegar a ser un individuo obtuso.
No quería tomar como norma que Juan Daniel cortejara a otras mujeres
llegando a cortarles el paso por la calle frente a ella, ensalzando sus figuras
hasta el punto de acomplejarla.
No le agradaban las faltas de respeto, las palabras hirientes sin venir al
caso con la única finalidad que Juan Daniel comprobara la potencia que
ejercía su ira sobre Rebeca.
_ Un ser tan perfecto como estúpido que exige perfección pero nunca se la
aplica... ¡un hombre incapaz de hacer feliz a su mujer –hubiera querido
contarle a su vecina Manuela pero Rebeca hacía teatro. Era muy buena actriz
disimulando. Había aprendido en su infancia por la fuerza.
Y años más tarde, ya en la nueva vivienda a modo de palacio en las
afueras de Madrid, se acentuaba el temor a que Juan Daniel llegara a la casa
con sus gestos y sus gritos y sus ojos desorbitados en una cara desencajada
para acosarla persiguiéndola hasta maltratarla. A Rebeca se le agarrotaban
las extremidades y se encogía en posición fetal en la cama o el sofá del salón
con ganas de desaparecer. Tenía miedo a hablar, a escuchar, a vivir. No
quería un amor destrozado a golpe de miedos, un amor convertido en
desprecio y destrucción. No quería un amor que ya no podía entregar y que
siempre era exigido por la fuerza.
Ya no podía continuar con el sentir de un dolor profundo que se
respiraba en cada rincón de la casa, en la calle, hasta en el sueño. El dolor de
la vergüenza por su desdicha del que tanto se aprovechaba Juan Daniel.
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Pasaron los años y Kel-ra cada vez sabía menos de sí misma. Ignoraba
quien era y qué quería. No sabía qué esperar de la vida rodeada de
hombres alejada de sus hermanos marinos.
Se le nublaba la vista, se le agarrotaban las manos, y todo era
demasiado sucio y cruel. De repente extraviaba su sentir. Sus ideas y
opiniones se desvanecían, y sus aptitudes se marchitaban como una flor
que no se riega y se olvida.
La velocidad de circulación de su sangre menguó tan
dramáticamente que la palidez surcó la suavidad de su cutis y su cuerpo
se resecaba como un higo hasta agrietarse.
Kel-ra perdió su sonrisa. Se le resquebrajaban los huesos y a
punto estaba de reducirse a simple polvo.
Empezó a tener sueños de animales heridos, un caballo, un oso,
un toro, eran pesadillas horribles. Y tartamudeaba. Cojeaba. Vomitaba
cuanto comía. Kel-ra ya no era ella.
Pero un día luego de una ráfaga de lluvia que humedeció la tierra
descendió del cielo un hombre con sus enormes alas de arco iris
extendidas a los lados que dobló a su espalda, y con ágil gesto se las
quitó y se las obsequió a Kel-ra para que escapara.
_ Son tuyas si las quieres –musitó con suavidad dulce y uniforme.
Aquél encuentro desconcertó a Kel-ra.
_ No aceptes ningún sucedáneo de vida. No te desangres por dentro ni
un día más. Conoces tu jaula, ¿presientes tu libertad?
En aquel hombre de alas plateadas encontró rápidamente alivio y
consuelo, pero lo que era mejor: halló la expresión de la vida en las
palmas de sus manos y la alegría en esos ojos profundos de mirada fija,
sus pies conocían la danza de la vida y su sonrisa brillante resplandecía.
Le lamió la espalda y tenía el sabor del agua salada.
Juan Daniel la llevó una lluviosa noche a cenar con unos amigos a un
restaurante chino. Rebeca se percató de inmediato que se acababan de
conocer. Y dedujo durante la cena que se habían conocido por Internet. Eran
tres parejas educadas y cultas que charlaban por los codos.
Luego fueron a tomar una copa a un local cercano. Había poca luz. Los
reservados tenía cómodos sofás. La música era seductora. De repente,
sucedió lo que Rebeca nunca hubiera sospechado. Las tres mujeres se
desnudaron y desnudaron a Juan Daniel ante su perturbación, ¡era un local de
intercambio de parejas!
Todos empezaron a reírse de Rebeca por su ingenuidad. Y las lenguas y
las manos de los hombres se abalanzaron sobre ella para manosearla, ¡qué
asco sintió Rebeca impotente sin saber qué hacer!
Qué mortificación ver a su marido totalmente desnudo con las tres
mujeres ¡cuánta rabia y tristeza la embriagó! Y brincó del sofá para empujar la
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puerta del local y salir corriendo del antro sin paraguas para perderse en las
calles oscuras de madrugada sin saber a dónde ir.
Un hombre la vio chorreando agua. Su acto reflejo fue ofrecerle el
paraguas, pero Rebeca reaccionó violentamente. Estaba fuera de sí.
Ella siguió andando. Él la siguió cubriéndola con el paraguas desde
atrás.
_ Discúlpame... ¿puedo ayudarte? –le decía sin dejar de caminar.
Rebeca se detuvo en seco y se dio la vuelta. Temblaba como una hoja
que sacude el viento indefensa bajo la tromba de agua.
A Alberto se le ocurrió darle un abrazo protector en el que se refugió ella
para llorar abrazada a un extraño por varios minutos hasta que se tranquilizó.
Rebeca comprendió que Alberto tenía buenas intenciones, pero se
negó a contarle nada cuando le preguntó.
Al rato Alberto se preocupó de buscarle un taxi que no llegaba. La
noche estaba desierta.
_ Yo he estado celebrando un cumpleaños con mis compañeras de trabajo –
Alberto intentaba darle conversación.
Finalmente apareció un taxi. Alberto le abrió la puerta para que subiera,
momento que aprovechó para solicitarle el número de teléfono.
_ No voy a darte mi número –le espetó Rebeca.
_ Toma el mío entonces –sonrió Alberto.
Y viendo que carecía de bolso, llevó su mano al bolsillo. Sacó un billete
que le entregó a Rebeca para que pudiera abonar el trayecto.
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A sus cuarenta y dos años, Alberto había regresado a España luego de una
etapa en el Tibet y varios años en la India donde desempeñó toda clase de
actividades mientras trabajaba en la Ciudad de la Alegría.
Alberto era un hombre transparente como el cristal; impenetrable en sus
convicciones, pero abierto al debate inteligente y agudo que despierta para
ampliar el horizonte. Su pasión por el mundo y la vida le hacían crecer a cada
paso que daba, en cada actividad que emprendía, disfrutando de cada
encuentro, descubriendo lugares y personas de distintas culturas y psicologías.
Y el azar había querido que se topara con Rebeca.
Sensible frente a la miseria y la injusticia. Tajante ante los abusos de
poder. Hoy desconocía la obsesión y la depresión, las manías y las quejas o el
estrés. Tierno y cariñoso, optimista y entusiasta, tolerante y solidario, respetuoso
y generoso, alegre y sociable, constructivo y positivo, conciliador y amable,
era buen conversador desde que había aprendido a escuchar.
Con él no existían los problemas porque todo lo planteaba como un
desafío. Solo proporcionaba alegrías y anécdotas de vida. Momentos dulces y
alocados. Risas. Muchas risas. Pero era muy distinto del hombre que fue en su
etapa anterior.
Cuando años atrás llegaba a un lugar, las miradas se volvían hacia él
para convertirse en el centro de la reunión. El ambiente subía de temperatura
a causa de ese aire de indestructible seguridad que se granjeaba repentinos
enemigos. Había recelos y mucha envidia a su alrededor porque dotado de
un poder indiscutible y de un encanto absoluto, Alberto se regocijaba
reconociéndose invencible.
Tenía tal fe en mí mismo que resultaba extravagante o desagradable
según lo comentara una u otra persona. A él nada lo asustaba. Y se notaba.
Alberto lo hacía notar. Pisaba fuerte sometiendo con su atractivo. Y como un
aventurero de leyenda desafiaba el bien y el mal y lo desconocido,
aturdiendo y confundiendo, asombrando, dejando a los demás turbados en
más de una ocasión.
Enérgico e intrépido, grandioso, abstracto e insondable, todo era
espectacular cuando llevaba su nombre. Nada era pequeño o disimulado.
Todo cuanto tenía que ver con Alberto resultaba enorme y a menudo
indescifrable. Se limitaba a realizar toda clase de acciones explorando e
indagando.
Su carisma no era únicamente palabrería. Había resultados. Resultados
inesperados, desconcertantes; proyectos que salían bien y otros que no
llegaban a materializarse distraído con una nueva idea que fácilmente lo
arrastraba en un remolino de cambios drásticos mientras se tildaba la idea de
absurda o descabellada, ¡y qué le importaba a él la opinión de los demás!
Era un verdadero exhibicionista que intimidaba y sin embargo, transmitía
vida, y él quería ser admirado, adorado, y se aprovechaba de su don porque
si no llamaba la atención se marchitaba. Lo admitía desde temprana edad en
el orfanato donde surgió la amistad con Joaquín.
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El primer día de colegio no fue nada bueno para Rebeca. Miró a través
de la cristalera a su madre marcharse tranquilamente mientras a ella la
aterrorizaba una profesora.
_ Llora cuanto quieras que no irás a ningún sitio.
Dormía con un osito de peluche que le regalaron tan pronto nació. Pero
su hermano, un año menor que ella, siempre quería cogerlo para desbaratarlo
y consiguió arrancarle los ojos y descoserle las orejas y lo envolvió como si fuera
un regalo. Luego su madre lo arregló, pero nunca más nada sería lo mismo,
porque Rebeca había descubierto la maldad de Manolo.
Su relación no fue agradable a partir de entonces. Habían tenido los
mismos amigos, pero lejos quedaban los momentos buenos cuando entraban
clandestinamente en una fábrica para apropiarse de maderas y cartones con
la finalidad de construir una cabaña con los amigos en un lugar apartado del
parque. Consiguieron hacerla y recogieron un perro abandonado que les
transmitió piojos. El padre llamó a la perrera y quemaron la cabaña.
Rebeca se escondía de Manolo. En una ocasión se escondió detrás de
unas cortinas para que no la pudiera encontrar porque quería pegarla. Se
había vuelto extremadamente violento. Solía correr detrás de ella con un
coche a pedales para pillarle los tobillos. Y en el colegio siempre se metía con
las nuevas amigas de su hermana para fastidiarles la diversión, y Rebeca no
podía quejarse sin prepararse a recibir palos. Iniciaba la indefensión.
Durante una época, cuando por la noche se iba quedando dormida,
Manolo salía de repente del armario en el que se había escondido para
asustarla o de debajo de la cama o entraba en la habitación con una
almohada para taparle la boca y la nariz. Evidentemente, Rebeca lloraba y se
quejaba a sus padres.
_ Son simples travesuras... cosas entre hermanos –exponían sus padres como si
nada.
Y al día siguiente sucedía exactamente lo mismo. Y ella llegó a temer
quedarse dormida. Pero una noche que lo escuchó llegar tomó todo el aire
que pudo y se hizo la dormida. Cuando Manolo presionó la almohada y al rato
comprobó que no se movía la agitó con fuerza muy asustado. Rebeca
simulaba haber sido asfixiada. Manolo se marchó a su habitación y se metió en
la cama sudando. Ya no volvió a hacerlo nunca más.
Un día la madre de Rebeca le dijo que avisara a Manolo para comer.
Cuando salió a la calle lo encontró jugando a pelota con sus amigos. Le rogó
dos veces que entrara en la casa para sentarse en la mesa y cuando se dio la
vuelta para entrar, Manolo la agarró por el cabello y la arrastró por el suelo
delante de sus amigos que antes también habían sido los amigos de Rebeca.
¡Sintió muchísima vergüenza! Entró en la casa llorando y contó lo sucedido a
sus padres, pero cuando llegó Manolo no lo castigaron.
_ Manolo eso no está bien –su madre no lo regañaba.
_ Eso no se hace hijo –pero el tono de su padre no era autoritario.
Los domingos sus padres les permitían ir con los amigos y amigas al Club
Nazaret. Se pasaban el día jugando, pero siempre era Manolo el que
mandaba. Y en una ocasión le dijo a su hermana que hicieran una carrera en
la piscina y cuando Manolo terminó se salió y la obligó a continuar nadando.
Cuando Rebeca ya no podía más y quiso aferrarse al borde. Manolo le pisó
con furia la mano y luego se lanzó a la piscina para agarrarla del cuello.
_ Si no sigues nadando te meteré debajo del agua –le gritó.
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Un día Rebeca estaba subida a un árbol con un traje clarito cuando un amigo
de su hermano gritó:
_ Miradla... ¡Rebeca se ha cagado!
_ No es verdad –respondió repentinamente ella avergonzada.
Se fue a su casa, y una vez en el baño se duchó y se asustó. Estaba
convencida que algo terrible le ocurría porque no sabía qué sucedía ni qué
era esa cosa extraña. Su madre no estaba. Llamó a Aurora la mayor de sus
vecinas.
_ Mi niña, ya eres una mujer –le comunicó como si nada.
Rebeca tenía diez años cuando tuvo su primera menstruación. No sabía
qué quería decir su vecina, su madre no le había hablado sobre ese particular.
_ Ahora tienes que tener cuidado con los niños.
Pero Rebeca seguía sin entender nada.
La vecina le facilitó un tampón.
_ Póntelo –la increpó Aurora.
_ Pero no se cómo... ni para qué es esto.
Aurora le explicó como hacerlo y le sugirió que ella misma se lo pondría.
_ ¡No! No... ya lo hago yo –comentó excitada Rebeca.
Al día siguiente todos en el barrio se habían enterado y cuando salió a
la calle la aplaudieron y vitorearon las amigas y amigos de Manolo. Rebeca se
ruborizó y se desató nuevamente un huracán de vergüenza. Y era la
vergüenza la que la hundía en su caparazón.
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Rebeca tenía dieciséis años cuando quiso estudiar enfermería. Estudió técnico
de laboratorio para sacar nota y entrar en esa rama. Tenía que viajar a Ceuta,
pero sus padres no querían que ella viajara a Ceuta.
_ Tan rubia y tan blanquita con tanto moro suelto... –comentaba su padre.
También a su madre le daba miedo que a su hija le pasara algo, así que
para no incomodarlos, Rebeca se decantó por el Trabajo Social.
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Y cuatro días antes de Navidad, Rebeca volvió a llamar a Alberto por teléfono
dispuesta a adentrarse en lo desconocido liberándose del patrón y las leyes
del matrimonio porque el suyo no era el matrimonio al que se había suscrito.
_ Veámonos mañana después de la comida de empresa, ¿te parece?
Se citaron en la Plaza del Sol, junto a la estatua del oso y el madroño.
Alberto llegó antes. Alzaba su rostro al sol como absorbiendo los rayos
cuando Rebeca apareció a la hora fijada con su chaqueta de cuero roja,
unos vaqueros y una bufanda anudada al cuello. Su semblante reflejaba el
aturdimiento de quien clama un interno –qué hago aquí-. Pero ya en el café se
sinceró.
_ Sabes una cosa... me transmites paz –le dijo como bebiéndoselo con los ojos.
_ No quiero que nos citemos un par de veces a la semana para ir a un hotel,
no quiero follarte Rebeca... ¡yo quiero tu alma!
Entonces ella rompió a llorar y le contó su situación y todo su sufrimiento.
Alberto sabía escucharla atentamente sin interrumpirla si no era para aclarar
una duda. No la juzgaba, y preguntaba ahondando en aquellos aspectos que
más le costaba abordar. Le hacía de espejo para que se mirara como un
psicólogo que trata a su paciente creando el clima para que se desahogue.
Con él Rebeca no disimulaba ni ocultaba su estado de ánimo decaído y
obstruido. Su rostro compungido se recuperaba levemente sin avergonzarse de
nada.
Después de esa primera cita en la que se fijó que Alberto llevaba los zapatos
relucientes, impresionada por el beso afectuoso que le dio en la frente al
despedirse, a escondidas lo llamaba desde Jerez de la Frontera porque se
moría por escucharlo, por contarle cosas y saber qué hacía durante esas
fechas señaladas. Rebeca estaba con su familia y Juan Daniel haciendo lo
mejor que había aprendido a hacer: el papel de feliz esposa que no
engañaba ni a su padre ni a su madre.
Alberto había renunciado a salir con Joaquín y se había quedado solo
en la casa con un par de libros en Fuente el Saz. Quería estar disponible por si
ella llamaba y se llevaba el teléfono incluso cuando iba a hacer sus
necesidades en el baño.
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Alberto había alentado a Rebeca a poner sus sentimientos sobre el papel para
alcanzar lucidez. Y Rebeca se puso una tarde a escribir en seguida de
excusarse con Manuela, pues se habían citado para felicitarse el nuevo año
luego de bastante tiempo sin relacionarse. Se sentó en el comedor. Corrió las
cortinas para que entrara luz. Y en silencio escribió:
“Aquí, en la soledad vacía de este sueño cumplido, emerge la casa
anhelada, tal como la imaginaba, espaciosa, con grandes vistas donde mi
retina se pueda perder, tal vez esperando encontrar el calor de Andalucía, lo
que dejé atrás. Pero tan sólo encuentro que está llena de ladrillos, de un frío
penetrante que no deja hallar el hogar esperado, el calor que abrigue mi
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alma. ¿Dónde estás abrigo de mi alma? ¡Por lo que tanto soñé, por lo que
tanto sacrifiqué! ¿Dónde esas promesas?
“Pretendiste llenar mi corazón de oro y alhajas, cuando lo que tan sólo
necesitaba era una simple chispa que hiciese arder toda la leña que se
encuentra en mi corazón y a la que con detalles del día a día arrojas agua.
“¡Ay que difícil cuando se ha apostado todo! ¡Ay que vida que no
encuentra recompensa! ¡Ay que sufrimiento ver perdida toda lucha!
“De pronto, como salido de la nada, siento el calor de la chispa que
hace arder mi corazón como un fuego vivo y rebosante.
“Me abordan las ganas de vivir, de sentir que estoy viva. Aparecen
como salidas del fondo de un estanque abandonado, sucio y olvidado,
lágrimas de felicidad que hacen renacer toda esperanza de luz enterrada.
Una luz cegadora de la que necesito proteger mis ojos para que se vayan
acostumbrando a ella poco a poco y no me ciegue en este paso de la vida.
“¿Dónde te hallabas complemento de mi alma, guía de mi corazón,
que te abres a mí con todo tu esplendor para darme calor y vida? Me llenas
de promesas atenciones y mimos ya olvidados que pensaba propiedad de la
adolescencia.
“Te entrego todo mi sentir, todo mi renacer, toda mi dicha para que con
ello colmes la soledad y tantos sentimientos dormidos y deseantes de mostrarse
puros como tu naturaleza de alma inquieta y sosegada.
“¡Aquí estás abrigo de mi alma! Ofreciéndome el calor de Andalucía, sin
oro ni alhajas. Tan sólo vestido con el calor de esa simple chispa que prende mi
corazón desde su principio hasta el lugar más escondido que poseo.
“¡La vida comienza a tener recompensa y la lucha se torna victoria de
Amor!”.
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Y ahí estaba Alberto como el hombre de la esquina de las tres y diez, ¿qué
hacía?
Aguardaba.
Se movía inquieto de un lugar a otro; esquina arriba, esquina abajo,
deteniéndose en el kiosco para ojear la prensa. Volvía a mirar por encima de
la gente enfilando la calle Bolívar hasta la misma boca del metro de Legazpi.
Y seguía aguardando hasta poder decirle:
_ Sin duda te amo, de lo contrario no te aceptaría. Pero te acepto. Y te
acepto con todo Rebeca. Con tus maneras y tu carácter, con tu físico y tu
corazón con tus circunstancias y limitación. Y no pretendo cambiarte, salvo
que con mi aporte puedas mejorar. ¿Y qué significa mejorar? Pues tú misma lo
descubrirás. Tú misma comprobarás si únicamente eres una caricatura de tu
ser genuino o si ya eres, en sí, todo tu potencial en acción. Yo creo que no.
Creo que yo mismo, no estoy a cien por cien de mi potencial. Creo que
evolucionamos conforme crecemos y maduramos, aunque no siempre
crecemos y maduramos todo lo que somos capaces de crecer y madurar. Te
acepto tal y como eres, porque me gusta como eres, pero si puedes gustarme
más, me gustaría aceptar a esa Rebeca que espera florecer. Espero ser una
influencia positiva, y que a mi lado encuentres todo tu potencial y consigas
desarrollarlo, pero descuida, que así también me está bien, ¿OK?
Alberto miraba un día tras otro a izquierda y derecha hasta que de
repente camina como potente locomotora que se pone en marcha con una
sonrisa que va buscando la amplitud de su rostro con cada paso que da hasta
toparse con Rebeca, la mujer que espera, la mujer que desea, la única mujer
que le importa a él, el hombre de la esquina de las tres y diez.
_ Todo quiero compartir contigo Rebeca, y todo es todo. Nada quiero
esconder. Nada quiero evitarte. Necesito que participes activamente en mi
mundo y mi vida, y si tengo que recoger premios, quiero que tú estés a mi
lado, y si debo recibir abucheos, quiero que tú los aguantes conmigo, ¿serás
fuerte? Por supuesto que es mi deseo compartir cosas favorables y alegres,
pero la vida no es solamente alegría. Desgraciadamente ocurren mil cosas a
nuestro alrededor fuera de nuestro alcance, por ejemplo una guerra o el
hambre. Quiero compartir “mis cosas” contigo, y me gustaría que tú
compartieras las tuyas también. Quisiera que ambos tuviéramos libre acceso el
uno al otro sin tener que pedir permiso, sin sentirnos inoportunos. Compartir una
actividad es lo que da mayor sentido a esa actividad, ¿no te parece?
Alberto se detenía cada día delante de Rebeca y la abrazaba con
mimo tierno y gran devoción. Ella respondía favorablemente de manera
inmediata, como un reflejo, con la seguridad que tras el relámpago se
escuchaba el trueno.
_ Has sido franca conmigo desde que nos conocemos. Me has mostrado
sentimientos e inquietudes y aprecio el regalo, la confianza demostrada.
Aprecio tu transparencia. Aprecio que me hallas mostrado tus dudas y tus
miedos, porque eso me permite acceder a la autentica Rebeca y averiguar
cómo eres y cómo quieres ser tratada. Si continuas mostrándome tus flaquezas
y tus anhelos conseguiré colmarte de dicha y aniquilar tus tormentos. Sigue
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dentro de ti. Pero el sueño más importante es nuestro proyecto común, ¿crees
que podamos hacerlo realidad?
A sus corazones les nacían alas que se agitaban y se elevaban para
sobrevolar los edificios de Madrid; lo intangible cobraba forma, sentido, razón,
creando una historia de amor que se expandía enalteciéndolos.
_ Todavía no he despegado los párpados cuando tu imagen me besa la
mejilla cariñosamente en señal de bienvenido a la vida y escucho “buenos
días”, y en ese momento suena el despertador. Has llegado antes que nada,
antes que nadie, antes de tomar conciencia de la nueva jornada. Estás ahí
para recibirme, para alegrarme, para decirme que tu amor es mío si yo lo
quiero. Lo dicen tus ojos. Lo dice tu sonrisa floreciente. Lo dice la tenue voz
nacida de tu corazón. Y mis ojos se han abierto y ya estoy contigo, y sonrío, y
respondo “Hola cariño”, ¿qué opinas?
Surgían grandiosas confesiones, intercambios de opiniones, comentarios,
observaciones, sugerencias, preguntas y respuestas, y más preguntas, y más
respuestas que vendrán. Se exploraban mutuamente descubriéndose en
común. Se sorprendían y profundizaban el uno en el otro. Ya no eran dos
desconocidos que se cruzaron una noche. Eran dos amores recuperados
después de siglos.
_ Lo que más me agrada es que te desagraden las peleas y quieras reducir los
conflictos a la más mínima expresión. No deseas enfrentamientos hostiles, yo
tampoco, pudiendo hablar con serenidad y educación pausadamente y con
razón, eriges un muro contra el cual rebotan los gritos y los puños. Como yo te
preguntas, ¿de qué sirve la guerra?
Bajo la piel de ambos un torrente de sangre bombeada a mil por cien.
Pero llegaban los momentos de la despedida, amarga, inoportuna, cruel;
despedida que desbarata sentidos quebrando el presente, anulando el
hechizo que se había forjado como el hierro.
_ Te gustan las cosas bien hechas. Y consigues la cooperación con buenas
maneras. Logras que las cosas sucedan sin sobresaltos, con amabilidad y una
mirada tierna haces que los demás se adhieran a tu petición, porque solicitas
en vez de exigir, aún siendo estricta con los actos y los resultados, reclamando
las cosas bien hechas, ¿pero sólo hay una manera de hacer las cosas?
Caminaban hacia la boca del metro con las mismas ganas que tendría
el cordero que avanza hacia el matadero, y vuelven a detenerse cada vez.
_ Afortunadamente anhelamos casi lo mismo, tú y yo nos parecemos mucho
en todo lo relacionado al hogar y la familia. Tenemos la misma visión. Tenemos
el mismo nivel de compromiso. Tenemos las mismas ganas de dar. Y los dos
aportaremos con la misma intensidad, ¿verdad?
Volvían a mirarse en la taquilla del metro, a hablarse sin decirse nada los
ojos en los ojos, las manos en las manos, los cuerpos a escasos centímetros el
uno del otro hablando más que sus palabras. Sus almas a borbotones claman
emociones. Los corazones suspendidos en su abrazo regresan de las alturas.
_ Necesitas que te amen como nunca antes te han amado, aunque te lo
prometieron y lo pintaron de rosa. Nadie te ha amado nunca como yo lo hago
y nadie te amará después, porque yo quiero amarte siempre, y quiero amarte
verdaderamente incluso con una intensidad desconocida para mí, ¿la quieres
esta manera de amar?
No quieren separarse; ni ella quiere dejarlo a él, ni él quiere que se vaya
ella.
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Rebeca no tenía porque ponerse a temblar y dejarse matar por Juan Daniel.
No tenía porque permitir que continuara pisoteándola como si se tratara de
una cucaracha. No tenía porque soportar un día más de humillación. Ella
existía por encima de la sumisión al verdugo.
Alberto seguía endulzándole el oído al teléfono cuando paseaba al
perro.
_ Es muy agradable saber que una persona pretende dedicar su tiempo y
energía a tu bienestar. Saber que quieres complacerme me alegra, me siento
dichoso por ello. Que logres complacerme es otra cosa pero ya el deseo, la
simple intención, te lo digo, me reconforta. Me siento afortunado por tu intento
y, te avanzo: a mí es muy fácil complacerme. Soy transparente con mis
necesidades. No tengo muchas. Y no son complicadas. Podrás lograr tu
propósito Rebeca, ¿de veras quieres complacerme?
Rebeca lo llamaba por las noches antes de acostarse. Preparaba la
cena, cenaba junto a su marido y recogía rápido la cocina y el salón para
alegar estar cansada mientras él se quedaba viendo la televisión.
Subía a la alcoba y se lanzaba en la cama estrujando el teléfono contra
su oreja para escucharlo imaginándose tendida a su lado pegada al pecho
escuchando cada latido.
_ Quiero consagrarme a ti enteramente. Quiero adorarte con la devoción que
se mece la cuna del recién nacido. También quiero consagrarme a nuestros
hijos, pero ese fruto de nuestro amor vendrá después de que puedas haberte
saciado de mí. Hasta aburrirte de mí! ¿quieres mis cuidados?
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Sucedía una noche tras otra con el aliciente de lo prohibido, del peligro
inminente a ser sorprendida por su marido, en la cama, en el lavabo, en la
cocina mientras preparaba el desayuno. Toda Rebeca era una oreja.
_ Siento que cuanto te ocurre me ocurre también a mí. Siento tus heridas como
mías, y me duelen. Por tal motivo necesito que cicatricen cuanto antes y que
jamás se vuelvan a producir. Me gustaría advertirte cuando vayas de cabeza
hacia el error porque tu error también lo padeceré yo. Y es bueno ahorrarte
disgustos y malestar. Es bueno que me permitas opinar y discrepar si con ello
ganas algo. Y si intervengo, será siempre para favorecerte, nunca para
procurarte una insuficiencia, si no para proyectar lo mejor de mí en ti. Y para
sacar lo mejor de ti, aquello que tú tal vez no ves en ese momento, ¿quieres
que proceda así?
Y Rebeca empezó a citarse con Alberto por las mañanas antes de
entrar a trabajar para un rápido café con leche y su sesión de confesiones.
_ Desde que sé que existes –Alberto era pura sinfonía-, me provocas una huella
en el alma. Surge cada día con el amanecer como si cada día nacieras,
como si cada día surgiera el amor y se impresionara en mí para no
abandonarme. Marcas mi vida Rebeca. Me la haces más honda, más intensa,
más hermosa. Despiertas mis aspiraciones para vivir siendo una excelente
persona, ¿lo sabías? Y cuando al fin consigo verte, me cautivas. Mi atención se
centra en tu refulgente figura. En todo tu ser me encuentro de repente,
rodeándote, palpitando dentro de ti con todo mi espíritu conmovido y
emocionado. Te amo. Te amo. Te amo. Y quiero amarte más y mejor. Deseo
descubrir esta facultad y desarrollarla. Necesito profundizar en semejante
fuerza que me inscribe a la vida y me empuja a ser un hombre totalmente
completo, ¿crees que el amor tiene fin?
Incluso desde el trabajo lo llamaba Rebeca para escucharlo. Y Alberto
interrumpía lo que estaba haciendo y salía fuera de la oficina para hablar con
libertad en la calle alejado de sus compañeras Juani Teresa y Rosa, helándose
de frío porque ni siquiera había querido perder un instante en ponerse el
abrigo.
_ Enciendes mis sentidos, bombeas la sangre de mis venas, me pellizcas la
intuición. Oh! Rebeca... Has acentuado la mirada de mi retina, has agudizado
el alcance de mi oído, has permitido la fragilidad del tacto que transcurre
ahora en cámara lenta, has dado al romero un olor insólito, has inventado un
nuevo sabor con tus besos, has proclamado mi voz como tu consolador. Sí
Rebeca! Me inspiras el ánimo que sonríe y, de pronto, la creatividad se pone a
trabajar en distintas parcelas. Me siento poseído por una fuerza que rescata
tesoros, que recupera joyas extraviadas, que exhibe perdidos objetos
preciosos. Todo parece que tiene una dimensión mayor y mayor perspectiva y
proyección. Rincones nuevos, colores olvidados, consistencia en el alma viva y
perspicaz, ¿te imaginas?
Incluso encerrada en la salita del recibidor cuando iban a cenar a casa
de la madre de Juan Daniel, Rebeca llamaba a Alberto.
_ Solicítalo Rebeca. Pídeme que te ame. Que te ame por la mañana, por la
tarde, por la noche, de madrugada. Pídeme que te ame siempre. Ruégame
para que nunca deje de sentir lo que siento, o sí, para que ya no sienta,
solamente esto, así. Requiere un sentir que crezca como crece el espiral. Yo no
quiero un círculo si no la inmortalidad del amor en constante movimiento. No
tengas vergüenza. Pídelo sin pudor, ¿necesitas mi amor inquebrantable?
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Y cada vez salía Rebeca con más frecuencia los fines de semana a
pasear al perro por largas horas empuñando un paquete de cigarrillos.
Llamaba a Alberto por la mañana o por la tarde, porque la alentaba a que no
fuera tímida ni se encogiera para quedarse retraída.
_ Te das cuenta del protagonismo que adquieres en mi vida... date cuenta de
tu importancia, de tu capacidad de influir en mí de la manera que elijas. Eres
la única mujer de mi vida. Mi mujer ante el mundo entero con Dios mismo
como testigo hasta el final. Rodeémonos de la naturaleza en su máximo
esplendor y proclamémonos inseparables, ¿lo hacemos? ¿te animas?
Rebeca salía al balcón durante una fiesta para escapar y llamarlo.
Alberto siempre estaba disponible para decirle cosas que la hacían sentir bien.
_ Tú eres la elegida, sin duda me convienes. Me convienes por tu virtud y por
tus aptitudes. Me convienes por todo cuanto me haces sentir y anhelar. Me
convienes porque tenemos el mismo plan de vida, la misma ilusión y grado de
compromiso y no es fácil semejante coincidencia. Por delante tenemos el
templo del hogar y a él nos dirigimos, ¿es así? Y una vez bajo el mismo techo,
seguirás deslumbrándome, seguirás provocándome emociones y, lo más
relevante, accederé a la autentica Rebeca, aquella que ni tus padres ni tus
anteriores pretendientes lograron jamás advertir, mujer. Ser. Persona
fascinante, ¡lo eres!
Rebeca había sido cauta y reservada en sus afirmaciones pero le había dicho
a Alberto que formaba parte de su fortuna.
_ Eres una estrella fugaz, retenida, rutilante a cada instante como un sol de
verano a las tres que llega desnudo sin nubes ni borrascas.
Y le habló del hilo de pesca fuerte y traslúcido que los unía. Eso bastó
para que Alberto buscara una alternativa laboral. Indagó en distintas
empresas con delegación en Andalucía. Se entrevistó con los responsables de
selección y recursos humanos. Pensó que trasladándose a su tierra le mostraba
con hechos lo que le había dicho con palabras, y era una manera de tirar de
ella desde allí, sin tener que empujarla en Madrid.
_ Nosotros somos una empresa de marketing y publicidad que llevamos
distintas campañas. Nuestros clientes son compañías muy fuertes –le informó
Elvira.
_ Tenéis previsto abrir oficina en Jerez de la Frontera –preguntó Alberto.
_ No descartamos la posibilidad. Estamos en permanente expansión.
_ Si me garantizas que después de semana santa estoy en Jerez de la Frontera,
mañana empiezo con vosotros.
En la inmobiliaria los jefes querían promover a Alberto como director de
oficina para la nueva apertura prevista en Marzo, pero firmó el finiquito el 31
de enero.
El 1º de febrero comenzó su nueva actividad junto a Elvira,
concretamente en la población de Alcobendas.
Alberto iba por las casas ofreciendo productos que nadie había
solicitado. Apretaba el interfono de los portales alegando ser el cartero y subía
en ascensor hasta la última planta para descender por las escaleras tocando
una a una cada puerta.
No era agradable, pero él solo tenía en mente su traslado a Jerez de la
Frontera.
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Tal vez un día puedan reconocerse el uno en el otro. Hablarse con solo mirarse.
Decirse cosas con la sonrisa. Interpretar las distintas caricias, los besos, los
guiños. Saber qué ocurre sin tener que preguntar. Potenciar su fuerza a partir
del otro. Sumar en vez de restar.
_ Me acerco a ti con el corazón abierto para que te sumerjas en mí –le decía
Alberto-. Me acerco para que puedas bucear en mis entrañas hasta
alcanzarme el alma que aguarda, que clama y añora, que se regocija ante la
oportunidad –se lo dijo el 14 de febrero durante el café con leche de la
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_ Olvida todas mis palabras pronunciadas en el día de hoy. Mira detrás de mis
ojos, ¿qué ves?
Y Rebeca no dijo nada pero percibió la fragancia de sus actos y la
razón de su gesto, de su núcleo en movimiento, su alma cantando, su corazón
abierto, Alberto, todo él suspirando desde lo más hondo por ella, por ambos,
los dos unidos en uno y un solo ente de vida propia que grita ya estoy aquí.
_ Mi sonrisa es tuya si la quieres, ¿la quieres? –le preguntó a Rebeca-. ¿Sabrás
apreciarla?
_ Claro que sí... –reaccionó ella velozmente-. Pero cómo me preguntas eso.
_ Pues disfruta de mi sonrisa también los fines de semana, ¿a qué estás
esperando? ¡No dejes que se escape tu vida! Yo te amo Rebeca, y tengo
mucho amor reprimido para regalarte.
_ Yo también te amo Alberto. Lo sé. Y no lo dudo. Estoy completamente segura
de lo que siento.
* * * *
Alberto había tenido problemas en la India con su rodilla izquierda. Tenían que
extirparle el menisco. Simuló una caída durante los primeros días de ingresar en
la inmobiliaria para que la mutua del trabajo corriera con los gastos. Y el
tramite había sido lento, y se producía la intervención quirúrgica cuando ya no
figuraba en la nomina pero los canales administrativos funcionaron
correctamente.
Antes de entrar al quirófano el 21 de febrero, llamó a Rebeca por
teléfono.
_ Hay una parte del trayecto que tienes que recorrer tú sola... ni siquiera yo
puedo darte la mano, únicamente puedo esperarte al otro lado del puente.
Alberto era conciente que tras la anestesia, tal vez podía no volver a
despertar y quiso transmitirle una invitación de vida. ¿Era eso? O de manera
encubierta le informaba que se trasladaba a Jerez de la Frontera y no estarían
juntos hasta que ella cruzara el puente...
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Amo tanto, es tan inmenso lo que siento! Pero a la vez no se puede dar a ti de
manera blanca y limpia como te mereces por la presión que no permite
respirar.
“Soy la única persona que puede hacer frente a esta sensación interna
tan arraigada, la única que puede dar un hachazo a esas raíces de hierba
mala que no permite crecer la buena.
“Con esto, sé que puedo perderte para siempre, pero si no arriesgo
ahora, no arranco la hierba mala, abono el terreno para que en él florezca la
buena, siempre permanecerás en un terreno sombrío con posibilidad de que
aparezca de nuevo la hierba mala.
“En el momento que la tierra esté labrada correré para sembrarte, pero
puede ser que esa flor ya se haya marchitado, aunque quedará el terreno de
mi corazón limpio y puro.
“Te prometí en un momento determinado una fecha que guardas como
oro en paño y con la que recuerdas la culminación de nuestro sacrificio cada
vez que accedes a tu ordenador. Ahí está esa fecha, presente cada día y
cada minuto porque está presente con tu amor en mi alma.
“¡Esa fecha está ahí, la recuerdo. No temas que me olvide! ¡Es la
salvación de mi alma, de mi existir en esta vida! ¿Sabes que te amo?...”.
Rebeca atesoraba sus instintos más nobles. Había logrado conservar intacta su
intimidad. Su alma resplandecía todavía. Y en algún lugar del desierto, se
reunía su espíritu con el alma tierna y acongojada; ese espíritu salvaje que no
se amansa, que jamás se domestica y es imposible quemar para convertirlo en
ceniza.
Ese espíritu sosegado e inquieto a la vez, habita el alma escondiéndose
de quien no quiere entablar diálogo, pero a quien se extravía, le permite
audiencia apareciendo y desapareciendo en los presagios, cobrando vida en
los sueños y Rebeca lentamente recuperaba sus cualidades. Resurgían las
virtudes que ningún depredador puede devastar. Porque el espíritu recoge los
pedazos desbaratados con su abrazo reparador y rescata todo aquello
cuanto amenaza con perderse. El espíritu restablece el alma, y por ende, la
vida.
La fuerza imperecedera de la vida está en el alma. Rebeca solo tenía
que aprender a cantar conjurando su canción particular. Solo aprendiendo a
entonar el “creo en” sustituyendo al “debo hacer lo correcto”… “aquello que
se espera de mí”. Solo afinando el -creo desde mí- devolvería su energía vital al
sitio del que había permitido que se escapara como un globo cargado de
helio.
Solo comunicándose con el espíritu de su alma podría llegar al lugar
que le corresponde. Tararear con la voz del alma significa decir la verdad y
estar en paz con uno mismo tras el ejercicio de honestidad.
Se alaba el poder del espíritu cuando se infunde vida a quien se
identifica maltrecho y está enojado consigo mismo porque es un enfermo que
no se medica, un enfermo que no quiere sanar y, en el fondo lo sabe; es
consciente de su suicidio en forma de delirio. Pero únicamente se logra
proyectar el poder del espíritu descendiendo al pozo de la mayor profundidad
imaginable para encontrarse con el sentimiento más genuino hasta conseguir
que la relación entre en armonía con la parte indómita del ser que se
desborda al escuchar el canto; hablar con el alma desde este estado de
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júbilo, eso es cantarle a la danza de la vida buscando los ritmos. Esta tarea
solitaria es el mayor don y la prueba más grande del amor que se practica a
solas en el desierto. A partir de ese instante se puede caminar con los pies
descalzos y los ojos vendados sin peligro, sabiendo que se sabe cuanto se
debe saber.
_ No sé qué. No sé cuándo. No sé cómo. Y sin embargo... –se decía Rebeca.
¡No había vuelta atrás! O eso o morir. Fallecer por completo.
La muerte del alma es la más horrible de todas. Enterrarse en vida bajo
una lápida oscura y sombría que colgar del techo a modo de constante
borrasca.
_ ¡Hay que derribar un mundo para construir otro! –gritó Rebeca.
¿De qué sirve la voz sin un oído que la reciba?
¿De qué sirve la voz del alma si no se confía en ella?
¿De qué sirve el espíritu si no participa?
Durante el período en que Rebeca se reunió con ella misma, pudo analizarse.
“Es notable mi capacidad de proporcionar energía positiva a los
demás, debo reconocerlo sin esconderme. Es una cualidad que me distingue.
Yo puedo enseñar a la gente a sentir, a entender, a manejar y expresar su
extenso abanico de emociones. Y de hecho lo hago en mi trabajo. Me siento
bien por la actividad que desempeño como asistente social.
“Es cierto que, indirectamente, curo, resuelvo, ayudo. Tengo influencia
sobre las personas. Logro hacer que se sientan bien, tranquilas, cómodas. Mis
acciones contribuyen a su bienestar. Las apoyo, y consiguen estabilidad.
Incluso consiguen estar más seguras de sí mismas. Puedo hacer que se ocupen
de sus sentimientos presionando el interruptor de la luz en su cuarto oscuro.
“Tiendo a rodearme de personas que no comprenden sus problemas
emocionales. Están demasiado enredadas en su mundo confuso, inmersas en
el trajín del día a día, en la costumbre de lo cotidiano que se reitera. Son
personas que no se atienden por dentro habitando en el exterior, lejos de su
núcleo espiritual. No saben reaccionar ante los retos de la vida y yo les aporto
sugerencias, soluciones, resuelvo algunos temas y les recomiendo actividades
concretas.
“A menudo sano a otras personas. Así es en realidad. Porque mi gestión
contribuye a aliviar sus cargas, a resolver sus conflictos, a superar la depresión,
a evitar el dolor. Elimino los aprietos que como largos tentáculos estrangulan su
alma atormentada iluminando sus corazones, llorando a veces con ellas,
incluso arrancándoles a tirones sus pesadas cargas negativas que encierro con
llave en el armario de la oficina. Calmo sus ansias y sufrimientos. Las libero de
sus bloqueos permitiendo que fluya el equilibrio necesario y la armonía
saludable.
“El compromiso que contraje en algún momento de mi vida es el de
liberar a ciertas personas marginadas por la sociedad de sus circunstancias
malignas. Adiós a los problemas económicos y emocionales. Facilito el proceso
de su recuperación, y de la reorganización de su vida. Ayudo a que se salven
de las garras que las mantienen presionadas rasgando su vida ¡eso hago yo!
“Reconozco que ayudo a mis semejantes, a personas que han
acumulado demasiadas cosas feas y que tienen dificultad para liberarse de su
enredo, de su laberinto, de la trampa en la que se han metido. No saben
percatarse del peligro de lo absurdo de su forma de existir, de los escombros
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Rebeca lo visitaba por las tardes en rehabilitación. Alberto daba gracias por
sus visitas inesperadas que demostraban como se iba recomponiendo
lentamente su vida.
Y comenzaron los primeros viajes en automóvil en los que descubrió su
perfil. Nunca se había fijado en la silueta de su nariz ¡Cómo le gustaba! Y qué
nerviosa se ponía Rebeca sintiéndose taladrada con sus ojos perspicaces.
_ No me dijiste que tenías un Volvo –comentó en tono de pregunta Alberto.
_ Este es el coche de mi marido, el mío lo lleva él.
Se daba la misma circunstancia que en su adolescencia. Rebeca
conducía el automóvil de Juan Daniel, un modelo inferior, y él llevaba un
vehículo que no era suyo, pero que el día de la compra, aun poniéndose a
nombre de Rebeca, fue Juan Daniel quine eligió el color azul marino.
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Rebeca era un imán. Y un impulso llevaba a Alberto hasta ella. Pero no era un
impulso ciego. Se trataba del impulso más razonable e inteligente que Alberto
conocía. Era una atracción cerebral que arrastraba al corazón y, entonces,
acontecía una explosión de luz y electricidad que desencadenaba, cómo
decirlo sin exagerar... desencadenaba un colapso, un tsunami, un eclipse de
sol! Se sentía atraído por la fuerza de la gravedad del alma, como si fuera
absorbido por el núcleo de la energía vital. Como si en el punto mismo donde
se origina la vida su nombre se pronunciara como una invocación, como un
banquete, como un presente inalterable.
Y el magnetismo de Rebeca conectaba con el de Alberto, se fundía
tras el abrazo y el beso de dos fuerzas complementarias el yin y el yang, la
noche y el día, la tristeza y la alegría, lo masculino y lo femenino, hombre y
mujer. Todo se mezclaba y se unía, se juntaba, y se reunía para ser eterno
como dos piezas que encajan a la perfección.
Al unir sus fuerzas, ambos ganaban porque cada uno reforzaba su
propio potencial multiplicándolo al añadir el del otro. No se trataba sólo de
una suma, era tan grande, tan inmensa la fuerza que elevaba al cuadrado el
resultado, y luego no suma ni resta ni divide. Otra vez se multiplicaba si
continuaban sedientos de vida y de amor universal, sedientos de seguir
avanzando y prosperando, sedientos de mayores conocimientos acerca del
amor, ¿Rebeca y Alberto querían saber más acerca del amor?
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Trece días más tarde, la cita con el médico para una revisión le libró de
trabajar ese día. Aprovecharon para almorzar juntos en un restaurante árabe y
pasar la tarde juntos. Alberto lo comprobaba.
La verdad es que conservaba la cordura al lado de Rebeca. Se
centraba. Se concentraba. Y dejaba de moverse inquieto. Ya no se imaginaba
viajando a cuestas con las maletas de aquí para allá, si no echando raíces en
una zona alegre como es Andalucía en la tierra fértil que se prepara a
conciencia. Saberla suya lo calmaba proporcionándole seguridad. Rebeca le
hacía sentir fuerte. Aunque un toque de locura le había garantizado a Alberto
vida y poesía, éxito y experiencia. Pero detectaba con su figura alrededor una
sensatez de propósitos y una unificación de los mismos con la que conseguía
ganar paz interior porque conservaba la lucidez del alma, y, ¿no es mejor
trabajar con el alma desde el alma que sólo con los impulsos?
Alberto desfallecía ante la posibilidad de extraviarla. Ahora que la había
encontrado y que conocía lo que era capaz de proporcionarle, sufría ante la
no consecución del hogar. No quería ni planteárselo. No le gustaría perder la
oportunidad de cruzarse con Rebeca de manera perpetua hasta la vejez.
Tenía capacidad para sacrificarse en su nombre. Podía hacer cosas
que le desagradaran si con ello lograba hacerla feliz.
Podía correr riesgos si algo la beneficiaba a ella. Y podía explicárselo a
cualquiera y quedarse tan tranquilo aunque lo tacharan de calzonazos. Era
osado y su amor no conocía límites, Elvira era su mejor testigo.
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Alberto quería ofrecer sus dones a Rebeca. A ninguna otra mujer. A ella. Y no
eran únicamente méritos o reconocimientos lo que iba a entregarle, si no lo
mejor de sí mismo: él. Todo su Yo sin reservas. Le ofrecía con generosidad su
alma abierta para que se sumergiera en ella y pudiera degustar en libertad
cuanto le placiera.
Porque era su motor de vida nueva que prometía ser prospera. Sólo
podía mostrarse favorable y ansioso para que empezara ya! Era una etapa de
su existencia que se abría como una flor en primavera, como la misma mano
de Dios que se tiende para que la tomara y la estrechara con el afecto del
alma; una alma que estaba enamorada de otra alma que bailaba al son de la
vida que rescataba.
La unión los hacía ganar a los dos. Los dos tenían cosas que aprender y
cosas que regalar y lo que los distinguía de otras parejas era que ambos
querían aprender con humildad y regalar con generosidad y les importaba el
otro, les agradaba el otro, querían enriquecer al otro. Ambos querían unirse a
la esencia de la otra persona.
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¿Sabía lo que necesita Rebeca? ¡Alberto incluso sabía más que ella! Su fuerza
venía de lejos, hablaba un idioma de gestos, contemplaba y complementaba
anhelos aunando esfuerzos en las diferencias. Sabía como brindarle al existir
nuevo un sentido espléndido con su ternura y su paz, con toda su energía y su
misterio.
Rebeca buscaba el hogar soñado igual que Alberto. Buscaba que en
ese lugar exista tranquilidad y concordia, igual que Alberto. Buscaba una
persona que la amara con locura y la respetara, igual que Alberto. Los dos
anhelaban la comunión de las almas.
Rebeca era cuidadosa en sus relaciones, entregada y generosa. Igual
que Alberto. Pero ella se entregaba a todos y Alberto no. Alberto elegía. Y se
concentraba en unas pocas personas.
Ambos querían ser padres. Pero no querían ser unos padres cualquiera.
Querían ser amorosos padres para educar a sus hijos con ejemplo y decencia.
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_ Nuestros hijos serán muy afortunados al ver como se aman sus progenitores
un día tras otro en cada esquina y detrás de la puerta que tendremos que
cerrar –le había dicho Alberto antes de separarse en la estación del metro allá
por enero.
Al igual que Rebeca, también Alberto era cuidadoso en las relaciones y
discreto, y repelía los conflictos innecesarios. Obtendrán armonía y estabilidad
emocional. Juntos gozarán de una existencia serena y cómoda muy
agradable. Los días y las noches se deslizarán con suavidad, ¡ella lo alegrará!
¡él la alegrará a ella! Vivirán sosegadamente en un ambiente cálido y
refinado.
Rebeca era una mujer buena, no solo una buena samaritana. En el momento
que encontrara una persona que valorara quien era ella y respetara su
esencia, se entregaría totalmente. Y Alberto estaba convencido que ella sabía
ya quien era esa persona. Sentía que conocía su verdadero palpitar. No
dudaba de su sentir. Confiaba en su amor y en toda su fuerza.
Y se consideraba idóneo para semejante mujer. Y estaba dispuesto a
esperar a que se recuperara. Estaba preparado para verla llegar con una
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sonrisa cuando fuera libre y estuviera lista, limpia, sana, luego de haberse
atendido a sí misma por fin porque había entendido en el monasterio tibetano
que el amor verdadero es el que empieza primero con uno mismo.
El nuevo Alberto tenía buenas aptitudes y, lo más trascendental: quería
valorarla con el corazón. También él quería entregarse. Su alma vibraba ante
la posibilidad. Se estremecía de nervios en aquel mismo instante que llevaba
una taza de café a sus labios. Estaba tan impaciente que se quemó.
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enseñanza y ejemplo un punto de partida para sus vidas que luego reflejarán
en la sociedad” le había dicho en una ocasión en la famosa esquina de las
tres y diez. Alberto estaba lleno de buena voluntad consciente, rebosaba
energía vital, y estaba dispuesto para ayudar. Ayudar a sus hijos, ayudar a la
mujer de su vida, y a todas las personas necesitadas que quisieran ser
ayudadas a prosperar, a mejorar, a ser más felices.
Alberto se hizo una radiografía emocional. Escribió una lista de los motivos por
los cuales amaba a Rebeca, y se la entregó antes de que partiera,
explicándoselos uno a uno, señalando cada por qué hasta coronarla como la
mujer de su vida. Escribirle fue muy importante, fue regalarle un pedazo de sí
aunque ella podía poner en duda sus palabras ¡tiempo habría para demostrar
con hechos cada vocablo escrito! Rebeca tenía que aprender a leer entre
líneas.
Después del Tíbet, Alberto tenía una capacidad especial para la
filosofía del alma, no solo del pensamiento. No solo la lógica lo alcanzaba. A
veces le llegaban retazos de otras vidas iluminadas, pero no conseguía
conectar con la gente de su tiempo. Debía continuar intentándolo. Al fin y al
cabo se había reconocido como un pacifista, y este mundo violento sediento
de sangre y de lucrativa guerra precisaba personas con su sentir, profetas con
su sentir, visionarios a los que no les importe interpretar el papel de locos.
Incluso podría convertirse en guía espiritual, no tenía idea de qué le depararía
el mañana profesional. Pero si tenía claro que Rebeca ostentaba sus alas de
hombre hecho cielo.
Alberto disponía de habilidad para manejar conceptos abstractos, solo
le faltaba una forma de expresión amena. Estaba encontrando su voz, su estilo
singular, el sello, la huella, la marca propia que se reconocerá. Porque podía
darle la vuelta con brillantez a una situación potencialmente explosiva como
mediador astuto que apacigua, y su expresión elocuente lograba milagros.
Debía apreciar sus virtudes y desarrollarlas, y estaba totalmente convencido
que a su lado le sería muy fácil.
Desde que había aterrizado en Madrid proveniente de Calcuta quiso
estar más próximo, ser más accesible a la gente, no dar la impresión que dio
antaño de autosuficiente. Tenía Alberto ¿complejo de ángel? ¡Y también era
un soñador compulsivo con delirios de Mesías! Pero esta era su naturaleza.
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Desde que había aparecido Alberto, los ojos de Rebeca brillaban con
inteligencia escrutándolo todo con su color de piedra preciosa. Sus labios finos
y bien dibujados, enmarcaban unos dientes blancos bien puestos que se
habían mostrado durante sus encuentros con alegría.
Alberto paseaba por Recoletos, de Atocha a Cibeles, cuando imaginó
a Rebeca en su época hippie. Todavía guardaba un aire bohemio muy
presentable con un toque chic. Rebeca sabía vestir, incluso comportarse
según el sitio que visitaba y según las personas con las que se relacionaba.
Solamente la había visto de lunes a viernes antes o después del trabajo con
prendas fruto de su adaptación al puesto laboral, al trabajo que desarrollaba
como asistente social, prendas funcionales de efecto recatado pero debajo,
guardaba siempre colores alegres y llamativos que daban a su aspecto formal
la verdadera temperatura de su carácter jovial.
Ostentaba la suerte de estar con una mujer que a su vez era muchas
mujeres a la vez. Rebeca era distinta a todas, muy especial para Alberto:
“Seguro que tienes un montón de zapatos y de bolsos, ¿verdad? Creo que tu
aire aristocrático prevalece aunque te enfundes en unos ajustados vaqueros. Si
tuviera que definir tu guardarropa en una palabra, diría que es exquisito pero
más por la manera de llevar las prendas y combinarlas que por el tejido de la
ropa o las marcas”.
Había podido apreciar que en los lugares públicos era muy cuidadosa
con su conducta. Se amoldaba, se notaba de inmediato que no quería
destacar. A Rebeca no le gustaba ser el centro de atención. El desaliño de
otras personas o una conducta inapropiada la molestaba, en eso se parecían
bastante. Ambos eran sofisticados aún en lo sencillo.
Consideraba a Rebeca un ser vivaz pleno de energía retenida. Una
persona de plática fácil y amena que necesitaba la tertulia más que el
silencio. Pero Alberto se había propuesto descubrirle las cualidades de este
“ruido al que teme mucha gente” le había dicho su maestro durante las
primeras sesiones en las que más que conversar escuchaban sus voces
interiores en lo alto de las montañas.
“Pocas personas pueden permanecer en silencio. Enseguida una o las
dos piensan que sucede algo grave. Y es que si no se habla, la mayoría cree
que existe un problema. A mí me gusta hablar para decir cosas trascendentes,
no hablar por hablar. Pero soy consciente de que te place la conversación. Y
a diario te contaré anécdotas de mi jornada, curiosidades y pensamientos. No
quiero que un día llegues a encender el televisor aburrida por mi compañía.
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Era a Rebeca a quien quería a su lado, deseaba que estuviera muy cerca
para subir juntos por la escalinata que conduce al cielo, porque ambos
suponían que los aguardaba el paraíso uno junto al otro, ¿pero estaban en lo
cierto?
Alberto se cuestionaba de regreso a su habitación alquilada en Legazpi:
“Yo no he podido ser más franco, ya no sé como decirle las cosas, ¡doy
vueltas y vueltas a los mismos conceptos!
“Ya no quiero un movimiento frenético, me inclino por la razón de mi
alma que harta de soledad quiere reposar en compañía. ¿He dicho ya lo de
echar raíces? ¡Se lo dije durante las primeras citas! ¿Fui suficientemente
directo? ¿Lo suficientemente claro? ¿Sabe qué quiero exactamente?
“Aprender a profundizar en su alma es mi intención, más allá de su
personalidad y de su carácter. Proclamo una relación fluida, rica,
emocionante, que hechice y muestre toda la magia del amor. Hay tanto por
descubrir. La vida es un viaje que puede ser precioso, que debe de ser gozoso,
que tiene esa peculiaridad extraña y secreta que subyuga y expansiona a
quien la práctica proyectando a esa persona a una dimensión que cuando se
revela, es como estar en compañía de Dios.
“Podemos hacer equipo, quiero que formemos nuestra sociedad. Será
un camino formidable si ambos lo realizamos completamente con el otro, no
solo durante un rato, no solo entregándonos un poco, no solo sacrificándonos
de vez en cuando. Existen sendas solitarias que no tienen final, y la pareja
equivale a dos por igual. La mayor dicha y el autentico bienestar es
improbable en solitario. Yo se quien soy y a donde voy y quiero que Rebeca
me acompañe, ¡cuántas veces lo digo!
“¿Pero sabe Rebeca a estas alturas quién es ella en su totalidad? ¿Sabe
qué quiere en esta vida? ¿Sabe si es conmigo con quien quiere viajar y reír, y
vivir un romance perpetuo?
“Seguramente tenemos futuro si el sentimiento mutuo es suficientemente
poderoso, pero… ¿se cansará de mí? ¿me cansaré yo de Rebeca?
“¿Cada uno sabrá estimular al otro? ¿Nos complaceremos por igual?
“Todavía puedo ir más allá. ¿Y si sólo he sido un soplo de aire fresco
para desenredar y enderezar su vida? ¿Y si sólo he sido un punto de apoyo a
partir del cual apoyarse para hacer palanca? ¿Y si sólo tenía que empujarla a
la piscina pero no voy a poder bañarme con ella? Siento como si mi función
ha llegado a su fin, como si ya no fuera útil, como si todo hubiera terminado”.
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Rebeca era válida para una actividad que exigiera método, adaptación,
sensibilidad, y la vida en el hogar que visualizaba Alberto la ensalzaba por ello.
Era una mujer responsable; el último día en la Casa del Reloj antes de salir de
vacaciones de semana santa a Jerez de la Frontera terminó más tarde de su
hora habitual de salida, las tres de la tarde, porque no quería dejar cosas a
medias. Terminó de coser las cortinas de la casa el domingo anterior a
sabiendas que no las disfrutaría. Eran detalles que hablan por sí mismos. Tal vez
a nivel doméstico sería un poco quisquillosa, pero sin duda Alberto se
acostumbraría. Alberto también se adaptaba bien a las circunstancias y, por
ejemplo, aceptaba al perro como si fuera el hijo de Rebeca.
Alberto creía que Rebeca disponía de mucho ingenio, pero no lo
desarrollaba. Pensaba estimularla, presionarla si era preciso porque se alejaba
de la creatividad desde que su primer acto de creatividad en su infancia,
pintar y cortar el cabello de su muñeco, fue inapropiadamente cuestionado
por vecinos y familiares.
Subiendo por la escalera mecánica del metro habiendo descendido en
la parada de plaza Elíptica, se decía entre el tumulto de la gente a la hora
punta matutina “Rebeca ampliará mi abanico de emociones y sensaciones.
Me enseñará a sentir con mayor profundidad. A su lado quiero experimentar
como amar más y mejor. Ella es concienzuda, analiza, archiva, sabe elaborar
informes detallados, redactar resúmenes, síntesis de libros enteros, documentar
los detalles minuciosamente y contabiliza de maravilla aspectos del amor que
a mi se me escapan entre los dedos. Quiero aprender. Espero aprender. Sobre
todo el concepto de seguridad. Yo me he aferrado durante años a la
aventura. Me atrae lo desconocido, la incógnita a desvelarse, el dilema y lo
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misterioso. Prefiero sacrificar lo que soy en favor de lo que puedo llegar a ser.
No me importa el riesgo ante la posibilidad de ganar algo, lo que sea, todo
suma. Y su seguridad puede ser estancamiento, un lastre para el crecimiento.
Yo prefiero lo bueno por conocer. La sorpresa. Cuando se quiere cambiar las
cosas, mejorarlas, hay que hacer cosas distintas a las que se hacen.
“Yo sé decir –no-. Rebeca no sabe, cede, consiente, y todo por no
luchar. Pero no lucha, no por falta de convicción o fuerza, si no porque detesta
el enfrentamiento. Ahí tenemos otro debate pendiente. Ella es una mujer de
gran percepción, seguro que me hace ver cosas que ahora ni se me ocurren.
Tengo ganas de escucharla mirándola fijamente a los ojos derramándome en
su interior hasta tocarle el alma.
“Rebeca, igual que yo, tiene claras tres palabras: justicia,
responsabilidad, amor. Creo que son nuestras tres preferidas. Sin embargo,
Rebeca cree en el sistema y lo acata, cuando yo quiero desbaratarlo
justamente por responsabilidad, porque la mayoría de veces es injusto.
Rebeca acepta las normas por costumbre y tradición y, yo, quiero quebrar la
norma que en mi opinión es incorrecta o está desfasada. Otro tema para
conversar en la cama en seguida de hacer el amor o delante de una taza de
café americano recién levantados con el albornoz que nos hemos regalado el
uno al otro, ¿de qué color querrá el suyo?
“Ambos queremos que las cosas funcionen, pero ella sin sobresaltos, y
yo creo que funcionan mejor después de los sobresaltos necesarios para poner
las cosas en su lugar. El mismo camino nos lleva por diferentes sendas, ¡qué
cosas pasan!
“Ah! Y creo que Rebeca es incapaz de ser imparcial. Yo sí puedo serlo.
Puedo ver las dos caras de la misma moneda sin involucrarme llegando a una
conclusión concreta y exacta porque soy capaz de desembarazarme de los
sentimientos antes de emitir un veredicto, algo que a ella le resulta imposible.
Me decía Joaquín en el orfanato que yo no pronunciaba opiniones. Decía que
yo pronunciaba sentencias, y con el tiempo dejó de preguntarme por miedo a
escuchar algo que le desagradara al oído”.
Tal vez Alberto tenía demasiado tiempo para pensar. Lo cierto es que
con él, Rebeca podría defender sus puntos de vista porque él quería
complacerla, y relacionarse con la autentica Rebeca oculta bajo el
caparazón. Le gustará disfrutar de la mariposa una vez esté en condiciones de
volar, preparado y advertido de su deseo y convicción de unión para la
comunión de las almas que como dos palomas blancas que vuelan se funden
en una sola al llegar al sol. “Espero me permita hurgar en su intimidad. Lo haré
con suavidad, y solo para honrarla. Tendrá mis atenciones más gentiles y
sinceras. Porque tomo a esta mujer muy en serio. No es un pasatiempo”. Todo
giraba entorno a Rebeca.
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* * * *
Alberto daba gracias por esa fuerza suya para romper con la situación que
atenazaba el existir de Rebeca. Gracias por su serenidad a la hora de afrontar
la necesaria recuperación. Gracias por la nueva etapa que nacería en Jerez
de la Frontera. No podía más que estarle agradecido al misterio de la vida. Y
las cosas se iban poniendo en su lugar. Porque también era oficial la apertura
de la delegación de la empresa en Jerez. El traslado estaba previsto para el 23
de abril.
Alberto llamó a Joaquín para despedirse.
_ Si eres capaz de priorizar tu faceta emocional –le dijo Joaquín- antes que el
ascenso profesional, ya no tengo excusa para admitir el cambio que ha
liberado a un Alberto diferente.
Su tono admitía que Alberto estaba a años luz del amigo que fuera
antaño.
La relación era un desafío, y Alberto ponía de su parte para que saliera bien.
Permanecía atento a las señales, elaboraba un plan de acción que le
permitiera estar en activo y jamás de brazos cruzados, y se lo dijo:
_ Nunca más pasivo Rebeca. Voy a participar para consolidar el propósito,
para que el desafío se torne una condición de vida que estimula y carga las
baterías. Un reto te mantiene en guardia y yo no voy a dormirme en los
laureles. ¿Quieres este tipo de vibración a tu alrededor?
Alberto había sabido mantenerse en su lugar, pero ya no estaba
dispuesto a ostentar la posición del mejor amigo. Era legítimo que quisiera más.
Su misma alma se lo reclamaba.
_ Ya te lo he dicho en alguna ocasión: tienes mis alas de hombre hecho cielo.
Tienes algo que me pertenece, por eso nuestras almas se llamaron y hoy se
comunican, porque somos complemento el uno del otro, yo soy el espíritu de
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tu alma pero sin alma donde anidar, de nada sirve un espíritu inquieto, tú eres
vida y creación en movimiento que se agita hasta confeccionar las alas que
preciso para volar Rebeca. Puedo ser mejor persona a tu lado, por eso te
necesito tanto, porque quiero ser mejor, porque me amo, y porque ahora que
te he encontrado descubro que estoy incompleto. Yo ya no puedo ser yo sin ti,
porque he divisado un ser magnífico que se potencia debido a tu influjo. Esas
alas, ¿sabes qué hacer con ellas?
Tal vez lo que le estaba dando a entender Alberto es que necesitaba
que se las cosiera a su espalda.
_ Y si me las entregas y puedo extenderlas, me aguardan los secretos de la
vida y los misterios del ser humano. Si puedo volar con ellas, ni yo mismo sé
dónde puedo llegar, pero intuyo que muy lejos. Ya te dije que detrás de todo
gran hombre hay una gran mujer. Tú eres una gran mujer y creo que me
comprenderás; comprenderás mi lucha, comprenderás mis motivos,
comprenderás mis propósitos, ¿comprenderás?
Rebeca estaba dándole vueltas a las directrices del abogado. Estaba
dispersa.
_ Y en momentos de apuro, cuando se me nuble la vista, cuando se paralice el
ingenio, cuando la creatividad me abandone, cuando la emoción se aleje de
mí, cuando pierda el rumbo por X u Y motivos y permanezca bloqueado,
confundido y aturdido ante una encrucijada, con tu lucidez y tu tacto, ¿me
auxiliarás?
Rebeca seguía observándolo pero su mirada se perdía. No veía a
Alberto que estaba frente a ella desnudándose una vez más.
_ A tu lado puedo crecer! Sin duda eres el eslabón que me faltaba, la pieza
del engranaje que en una anterior vida se me extravió y llegaste con una
sonrisa para ofrecerte risueña para que yo crezca y así, tu existir tenga razón y
significado, porque al contribuir al desarrollo de mi persona, de igual modo
contribuyes a tu propio desarrollo, y juntos crecemos los dos al
retroalimentarnos desde el amor a través del amor, ¿sí?
Rebeca movió la cabeza en señal afirmativa pero seguía absorta.
_ Tu educación, tus modos, el comportamiento que vislumbro, te coronan
como la mejor anfitriona del hogar que deseo fundar, que necesito forjar en
una sociedad que ha perdido los valores y le ha arrebatado a la familia el
papel del pilar fundamental de la sociedad, porque la actual sociedad está
en quiebra, ha perdido el rumbo, está sedada por la publicidad, borracha de
materialidad y tecnología, ¿podemos fomentar desde nuestro hogar el calor
humano?
Rebeca esbozó una forzada sonrisa porque el brillo de los ojos de
Alberto le hablaban de cosas buenas que ella no había oído y apretó
fuertemente sus mandíbulas para disimular que había perdido el hilo de la
conversación.
_ Crear un seno en el cual nuestros retoños puedan llegar para disfrutar de la
autentica vida al natural con tus condiciones de madre ejemplar, ¿cuándo
quieres que tengamos descendencia?
Entonces Rebeca tuvo un sobresalto. Tenía que empaquetar las cosas.
Buscar cajas. Iniciar un reparto que en el caso de Juan Daniel nunca podía ser
equitativo y le dolía la cabeza por la sobrecarga.
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Alberto se instaló con cuatro de sus compañeros en una casa de tres pisos en
la plaza Virgen de las Angustias de Jerez de la Frontera.
La filosofía del trabajo era idéntica a la de Madrid. Pero la jornada se
alargaba un par de horas más porque lo habían promovido a supervisor.
Después de la reunión de motivación a las ocho de la mañana antes de salir a
la calle, tomaban todos el tren y cada equipo se iba a su zona; unos al puerto
de Santa María, otros a San Fernando, otros a Cádiz.
De regreso a Jerez, dejando atrás la estación del tren camino de la
oficina para facturar los contratos del día, Alberto cruzaba el parque del
Retiro, se detuvo para admirar la fuente.
_ Ya mismo estoy aquí contigo –murmuró Rebeca por teléfono.
Al día siguiente, cuando Alberto regresaba derrotado del trabajo pero
satisfecho por haber realizado cinco contratos notándose cada vez más
agresivo, volvió a sonar el teléfono y su rostro se iluminó.
_ Ya mismo estamos juntos –le susurró con voz suave y sugerente.
_ Siento que tu penetrante aroma está aquí tesoro mío!
Por la noche y por la mañana lo llamaba Rebeca.
_ Cada vez estamos más cerca amor...
_ Jerez no tiene sentido sin ti –le dijo un Alberto conmocionado.
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pueda llegar a impedirme desarrollar una relación sana. Saber muy bien los
motivos por los cuales deseo formar otra pareja y convencerme de que las
razones son buenas. Confiar en que podré sostener el esfuerzo y compromiso
necesario para crear un lazo sólido. Y cuando cumpla estos cuatro criterios
estaré preparada para ser una persona feliz y satisfecha conmigo misma,
podré reconocer fácilmente a la persona indicada para compartir mi amor sin
repetir la triste experiencia del pasado”.
¿La traicionaba su subconsciente? ¡No había escrito el nombre de
Alberto! ¿Era alejándose de él que podía ser más objetiva?
Una dificultad muy fuerte que podía impedir una relación sana era el miedo
de Rebeca, esa sensación que paraliza y obstaculiza el proceso de avanzar
hacia lo anhelado. Mirar hacía atrás y haber visto todo lo acontecido, lo
sufrido, la hacía empezar a sudar, y volvió a visitar a Rosario porque frente al
medio que la rodeaba, intentaba atender su valentía y fortaleza interna y
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que puede dar al traste con nuestra relación” dijo como si le hablara a
Rebeca.
Consideraba imposible una relación sana en caso de que existiera la
incapacidad para el sacrificio, la falta de compromiso y entrega real o la
ausencia de sinergia y cooperación entre las partes. En su caso concreto, las
dificultades propias que impedirían una relación sana eran los retazos de su
pasado: la intransigencia radical, la exigencia desmesurada, el orgullo
absurdo; pero estaba tan lejos todo ese proceder que era impensable que
resurgiera.
Alberto sabía que la unión hace la fuerza. Quería formar una pareja por
la necesidad de complementarse y enriquecerse con el aporte de otro ser
humano, y quería una pareja para construir un hogar rebosante de paz y
armonía “Porque es una opción para el bienestar... un hogar que sea un
ejemplo y aporte a una sociedad mejor. Quiero una pareja, sobre todo, por la
certeza de haber encontrado a la candidata perfecta”. Esto le hubiera
contestado a Rosario Alberto de haber sido preguntado. Rebeca era la
elegida.
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Rebeca consideraba que en una relación tendría que aportar amor ante
todo, respeto, confianza, dulzura, sinceridad, amabilidad, paciencia. Era de las
mujeres dispuesta a sembrar día a día para recoger el fruto. Y quería dar
soluciones a los conflictos sin crear nuevos obstáculos. Pedir perdón siempre
que se equivocara.
Cuando en la intimidad de su habitación a solas con ella misma
recuperaba las páginas de su diario, escribía: “Proporcionaré equilibrio, seré
sensible con el padecer de Alberto. Le daré su espacio personal para
favorecer el crecimiento interno adecuado. Empezaré desde cero un futuro
maravilloso porque sé que me aguarda!!!”.
Ella tampoco estaba dispuesta a entregar su libertad. Ahora que la
había recuperado no quería que nadie se la intentara arrebatar. Rebeca
quería reír cuando le placiera, gritar cuando necesitara hacerlo, ser dueña y
señora de sus actos, donde la sombra es la propia y nunca la de otro. No
quería dejar de ser ella misma para que la otra persona se aprovechara de
ello.
No quería que nadie pudiera volver a tirar a la basura todo cuanto ella
daba con generosidad. Quería que se reconociera y agradeciera.
Tenía en alta estima sus convicciones y todo lo que integraba su
persona y cuanto le pertenecía solo a ella. Quería usarlo en el crecimiento de
la relación sin olvidarse de ninguna de sus convicciones.
Rebeca no estaba dispuesta a dar la parcela interior que le pertenecía
como ser humano, la libertad interior que posee cada individuo y por la cual se
produce un incremento de la energía vital que permite levantarse cada
mañana con alegría sintiéndose bien bajo la piel.
Ella estaba dispuesta a no dejar de hacer nunca más todo lo que le
gustaba y quería hacer después de haber hecho por años exclusivamente lo
que le gustaba a Juan Daniel, asumiendo como suyas sus diversiones y
pasatiempos para sentirse más cercana al que fuera su marido.
Dispuesta a recibir, tenía una larga lista de peticiones: amor, hogar,
familia, recompensa, espacio personal, sinceridad, sosiego, complicidad,
pasión; eran acciones que estaba dispuesta a recoger con los brazos abiertos.
Pero tenía que aprender a encajar las criticas si pretendía crecer.
Aceptar una crítica constructiva, y nunca destructiva, ya que lo que pretendía
Alberto era construir y reforzar el templo del hogar para que fuera sólido y
Rebeca se sintiera segura y a salvo del exterior y nunca amenazada en el
interior. Tenía que entender que la crítica no sería un intento de control sobre
ella, pues eso pertenecía al pasado, eso es lo que había hecho por años Juan
Daniel.
Rebeca estaba dispuesta a recibir la felicidad que le negó su expareja.
Las cosas cambian, y Rebeca abrió los ojos. Ya no lucía su alianza en el dedo.
Le escribió un SMS a Alberto que decía: “Me siento tan sola que me ahogo! A
pesar de estar rodeada de gente. Me alivia tu recuerdo y la esperanza de un
futuro mejor. Estoy bastante tocada pero sanaré. Un beso”. Dos días más tarde
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personas que estaban mucho peor que ella, y analizando juntos las causas por
las que todavía de vez en cuando se sentía mal, encontrando la manera de
resolver y aliviar. Y todas las aportaciones que conseguían pequeños cambios
hacían el gran cambio.
Y la risueña alegría resonaba como el eco en las montañas. Y su
corazón chapoteaba en el agua del río que nace en la cima del pico más
elevado desde donde se divisa el horizonte lejano.
Rebeca tenía que tomar nota de sus exigencias y no permitir que nadie más
volviera a imponerse con su traje de sádico y sus gestos de monstruo. Tenía
derecho a forjar su mundo, cuando por sorpresa comprendía que el mundo
que ahora compartía en su casa ya no era el suyo. Había madurado. Y debía
seguir su camino si quería crecer y evolucionar como ser humano. El proceso
de cambio no había terminado. Faltaba más trabajo interior. “Esta no es la
última parada, ¡hay que limpiar los escombros antes de construir un mundo
nuevo!” anotó Rebeca en su diario.
El lugar al que pertenecía no era el lugar que frecuentaba, porque
ciertamente su casa era punto de partida, pero no era destino si no le permitía
alcanzar la eternidad.
Hay visiones que pueden materializarse sin demasiada dificultad.
El camino consiste en navegar en las aguas oscuras donde aprender a
desarrollar la percepción confiando exclusivamente en el destino.
Y si ella se mostraba tal como era, descubriendo cuanto necesitaba,
¿temía que esta vez la desterraran ellos? ¡Los suyos! Los que más que ningún
otro ser del planeta deberían entenderla y respetarla...
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gusta, das zapatazo y cierras puertas. Todo va a ir bien, si no es ahora con esta
empresa será con otra.
_ Mi niña encantadora... Gracias, ya lo he visto en mi correo, pero en la web
constan datos de Portugal. Tal vez sea una filial. Gracias por estar pendiente
de mí.
_ Sigues con malestar en tu trabajo, ¿verdad amor?
_ Pero este trabajo me trajo hasta ti y pronto estarás conmigo. Lo sé. No tengo
dudas. No he dejado de confiar en un futuro juntos. Sigo teniendo fe. Y
recuerdo tu frase: "espero que la vida sea justa con nosotros". Lo será! Pero la
vida no te va a regalar nada Rebeca. Todo tiene un precio. Hay que correr
riesgos. Tantas seguridades... tanto buscar la situación idónea... tanto aguardar
a estar "bien"... yo te acepto como eres con todas tus flaquezas actuales
cariño. No quiero solo lo bueno. Déjame demostrarte todo mi amor!
_ Un besote y espero pronto estar contigo para siempre. Antes tengo que
recuperarme para poder entregarme plenamente a ti. Que tengas un buen
día mi amor.
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Alberto quería un trabajo que le permitiera ser él sin reducirse. Sin someterse a
las directrices de otros. Sin tener que acatar normas con las que no estaba de
acuerdo. Sin obligarse a reírse si no tenía ganas de reírse. No tenía porque reírle
las gracias al posible cliente para crear relación solo porque fuera un cliente
potencial, un contrato, dinero en definitiva. ¿A caso se le pagaba para reír
con falsedad? ¿La hipocresía era su fuente de ingresos? Tenía que forzar las
situaciones provocando los impulsos del miedo a perder la ocasión y la
sensación de urgencia para formalizar el contrato en el mismo momento. Le
disgustaba que funcionara tan bien el factor envidia, la gente reaccionaba
firmando en cuanto veían que su vecino había comprado y no querían ser
menos. No se sentía cómodo suscitando una ensayada indiferencia para que
fuera la gente la que solicitara el contrato. Todas eran armas estudiadas que
funcionaban. Así trataba como títeres a los demás porque tenía que
“controlar” la situación dominando la actitud y los deseos de las personas.
Tenía que hacer un trabajo y ese trabajo le desagradaba.
Alberto necesitaba formar parte de la solución y nunca parte del
problema del mundo egoísta y consumista donde apenas hay espacio para la
tolerancia y la solidaridad o la empatía. Él no quería presionar para alentar el
consumo. Eso no lo motivaba, como no lo motivaba ganar mucho dinero o ser
jefe de equipo. Lo hacía sentir incómodo. “Quiero que el resultado de mi
trabajo sea el amor hecho tarea” le había dicho en Madrid a Rebeca.
_ Tú tienes mucho por dar Alberto –le decía Elvira animándolo.
Elvira quería sacarle el jugo a Alberto, exprimir sus conocimientos igual
como se exprime un limón o una naranja. Pero eso equivalía a recuperar al
hombre que había sido antaño y Alberto no estaba por la labor. Cierto que en
Madrid dio algunas charlas por la mañana para motivar al grupo que se
constituía para viajar a la nueva oficina, pero ya en Jerez de la Frontera se
había relajado y no cooperaba en el desarrollo interno del sistema de la
empresa. Tenía ese trabajo y tenía que aprovecharlo, pero no quería
implicarse porque sentía que se traicionaba a sí mismo. No quería ser el
director de la oficina como le estaban proponiendo. Y aunque durante el mes
de abril y mayo había conseguido ser consecutivamente el segundo vendedor
que más vendía de España y Portugal, alegando molestias en la rodilla, se
tomó unos días de descanso ahora que se veía con Rebeca y ella estaba
todavía desempleada.
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Por la tarde Rebeca tenía cita con Rosario. Esperaba que las palabras de la
sicóloga la ayudaran más de lo que la habían ayudado las palabras de
Alberto por la mañana, porque las había interpretado ¿cómo una
intimidación?
Alberto sentido haberla atosigado pero necesitaba que supiera acerca
de su frustración e impotencia por encontrar sentido a su día a día. Necesitaba
que Rebeca supiera de la fuerza de su amor. Y también necesitaba que
supiera de su vulnerabilidad. Porque Alberto se sentía frágil y débil. El aspecto
laboral hacía mella en su ánimo. La desastrosa convivencia con sus
compañeros no le permitía recuperarse hasta el día siguiente. Y cada día tenía
menos ánimos para seguir con el ritmo y el estilo de trabajo. Tal vez no había
sido buena idea abrirse tanto, porque de manera indirecta o, muy
directamente, pero sin afán de presionarla le había causado daño a Rebeca.
Quiso pedirle perdón y redactó un decálogo para el buen fin de la relación
que le remitió por e:mail.
“Me comprometo a lo siguiente:
1.-No volveré a presionarte nunca más, te lo prometo!
2.-Permitiré que dispongas de todo el tiempo que precisas para ti misma sin
ninguna objeción.
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_ He pasado el fin de semana con Alberto. Y ha ido muy bien. Pero él quiere
correr y yo no. Quiere conocer a mi familia y estar conmigo en pareja.
_Y esto ¿te disgusta?
_ ¡No! Sólo que me pregunto si tendrá razón mi hermano Manolo cuando dijo
que viviera y no me enamorara.
_ Qué te dijo tu hermano Manolo.
_ Que me diera a valer, que era tonta y que me agarraba al primero que
llegaba como un clavo ardiendo.
_ ¿Qué sientes por Alberto?
_ Creo que estoy enamorada de nuevo, sé que Alberto me haría muy feliz
porque me ha expuesto sus sentimientos y sé como se muestra conmigo.
Quiere lo mismo que yo. Es dulce, siempre cuenta con mi opinión. Quiere que
sea yo misma. Pero tiene prisa y yo no!!
_ Ya sabes que te ha caracterizado el síndrome de la indefensión adquirida. Te
has dejado someter... pero tienes derecho, incluso a no dar explicaciones. Si te
riges por tus propios juicios y valores no tienes que sentirte obligada a dar
explicaciones sobre tu comportamiento para que los demás decidan si es
acertado, correcto o incorrecto ni parar a intentar convencerlos de que tú no
estás equivocada.
_ No si nuestro diálogo es bueno...
_ ¿Cómo es Alberto?
_ Es un hombre que sabe escuchar, y realiza preguntas muy acertadas, y
sorprendentes, que parecen absurdas y sin embargo no lo son en absoluto.
_ Te demuestra interés.
_ Sí... pero Juan Daniel también me mostró interés... bueno pero Alberto es
diferente. No busca nada. Y sin embargo me ayuda. Se cerciora que he
entendido lo que me transmite. Sabe leer entre líneas. Sabe interpretar mi
manera de mirar. Indaga en mi lenguaje corporal. Su actitud tranquila me
hace conectar con él.
_ ¿Habéis tenido alguna pelea?
_ Nunca hemos discutido. Alberto es persuasivo, pero muy sutil. No obliga.
Invita a que hagas las cosas. Aplaudo el clima favorable que es capaz de
crear en un instante y aplaudo su empatía. Me hace sentir muy cómoda y
relajada. Nunca lo imaginaría ridiculizándome.
_ Es el arma que utilizan los necios para defenderse.
_ Sí... ¡cómo Juan Daniel! –y Rebeca dejó escapar una sonora carcajada.
_ ¿Teme disculparse?
_ Oh, ¡no! Rectifica de inmediato cuando se percata que se equivoca. Si
causa una situación desagradable se disculpa. Y nunca deja de mirarte al
interior de los ojos.
_ No es perfecto el que nunca se equivoca, sino el que siempre se corrige. Un
sencillo “lo siento” hace maravillas.
_ Alberto me alienta a progresar, y él mismo es un ejemplo. Es un hombre que
se miró al espejo para descubrir aspectos feos que ha sabido borrar. Supo
reconocer sus errores sin regatear.
_ Me dan ganas de conocerlo.
_ Te gustaría. Habla con seguridad, con voz firme pero calma; es breve, fuerte,
sincero, cortés; respeta la privacidad de los demás; piensa antes de hablar; es
generoso; no te critica, te agradece tus detalles, no se lamenta para que no lo
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Alberto quería tomarse otro período de vacaciones pero Elvira le pidió que
fuera después de la convención del sábado 7 de julio.
_ Tú eres una persona que no pasa desapercibida –le dijo-. Tu ausencia daría
que hablar. Te lo pido a nivel personal. Si todavía quieres unos días, tómatelos
cuando regresemos.
Elvira confiaba que al retomar el contacto con los compañeros de
Madrid, las conferencias y exposiciones durante la convención además del
premio que recibiría por haber sido durante cinco semanas consecutivas el
segundo distribuidor con mayor facturación de España y Portugal lo harían
recapacitar volviendo a recuperar la actitud y los resultados.
Pero Alberto no se dejaría influenciar. Ya tenía su vista puesta en una
empresa que desarrollaba cursos de formación continua subvencionados por
la Seguridad Social con especial hincapié en el área de informática e idiomas.
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dirección de la mano... eso es bueno... eso está bien Rebeca... qué importa
entonces la adversidad! Nada hay más potente que el amor cariño!
_ Te vas a poner un poco tristón con lo que voy a decir ahora. Voy a salir unos
días con Manuela mi vecina de Madrid. Pero no temas amor. Ella es un poco
loca, pero no es Rebeca. Nunca me he dejado influenciar por los
comportamientos de los demás. He hecho cosas por los demás y me he
olvidado de mí, pero he actuado según he decidido y eso es responsabilidad
mía. No soy de tirarme a un pozo porque alguien lo haga.
Alberto se había quedado petrificado. No articulaba palabra. Él tenía
planes para realizar un viaje juntos que quería ofrecerle como sorpresa el día
de su aniversario. Iban a cruzar al continente africano y descubrir el Marruecos
mágico.
_ Me dolerá mucho no verte, pero tengo la certeza de que lo necesito –su
tono era hondo-. No temas, eres el amor de mi vida, la persona que había
esperado siempre y no aparecía, me siento dichosa a tu lado y cuando no
estás junto a mí, me llenas de amor y sentimientos buenos. Eres único, te lo dije
el mismo día que te conocí. No voy a dejar que ningún hombre se me
acerque.
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Tras cruzar el salón que olía a podredumbre prácticamente con los ojos
cerrados, al entrar en su habitación le mandó el tercer mensaje del día: “Saber
que formamos una pareja me hace sentirme un ser completo. Deseo que este
sentir nuestro crezca a diario. Te amo Rebeca como nunca antes había
amado y me encanta la fuerza de este mágico influjo”.
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La reunión con Rosario tuvo su fruto. Rebeca habló con su madre tan pronto
llegó a la casa solicitándole que no la interrumpiera hasta que terminara. En la
conversación metió a Alberto. Y luego corrió a escribirle un SMS: “Hola amor!
He hablado con mi mama. Dice que eres mi ángel de la guarda. Sabe que
estás ahí, y que ocupas mi corazón. Te amo y te llevo muy dentro de mí!”.
Dos horas más tarde le escribió un nuevo mensaje que decía: “Hola!
Qué tal está el rey de mi futuro hogar? Me centro en mí pero me cuesta
entender mis emociones. Supongo que a eso me enseña Rosario. Te amo y
estoy ansiosa por verte”.
Como no podían verse, al leer el mensaje de Rebeca, Alberto la llamó
tras finalizar una charla de venta. Se subió a la azotea del edificio para
hablarle sin que fuera espiado a través de las mirillas de las puertas.
Y media hora más tarde, cuando Alberto estaba dando otra charla en
un domicilio sonó el avisó de mensaje recibido en su móvil. Rebeca había
escrito: “Amor! Me dejas de nuevo con la boca abierta. Sí, ese es el hogar que
anhelo. Espero seamos capaces de construirlo. Gracias por existir, me das luz.
Te amo. Me haces la mujer más feliz del mundo”.
Por la noche Rebeca volvió a escribirle un SMS abrazada a su
almohada: “Me gusta leer tus mensajes que guardo. Quise escribirte un largo
e:mail, pero tuve que hacer la cena y no me ha dado tiempo, así que lo
primero que hago es decirte que mientras lavaba los platos me acordaba de
tu cara al comprobar como la esperanza que dejara de fumar se desmoronó
cuando acepté el tabaco de Elvira en el mejicano. Lo siento! Ya tendremos
tiempo amor y celebraremos ese triunfo. Te amo”.
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_ Doy gracias por tener dos piernas y dos manos y una sonrisa que te cautiva.
Gracias por tus ojos verdes, por tu gran corazón, y tu cada vez más evidente
entrega a esta relación de pareja que constituirá un hito en nuestras vidas. Hoy
has dado un importante paso.
_ Sí... ¡verdad! –dijo sorprendiéndose incluso de su tono.
Alberto la besó por largo tiempo sin querer despegarse de Rebeca.
_ Gracias por ser una mujer fiel.
_ Dirás por ser tu mujer...
_ Gracias por ser una mujer entregada a tu hombre.
_ O sea... tú –y Rebeca acarició con su mano la mejilla de Alberto-. Gracias por
ser totalmente complaciente en el amor, amor.
_ Rebeca, en materia de sexo tienes un fundamental don –ambos sonrieron
picaronamente-. Tu sonrisa es cada vez más amplia, y tu risa más sonora, y tus
ojos chispean una recobrada alegría que llena de destellos radiantes
invadiendo a cada persona que se encuentra en el lugar.
_ Yo le doy gracias a la fe que te hace ser fuerte, a la convicción de este
sentimiento tuyo mi príncipe soberano –Rebeca lo dijo con profundidad en su
voz.
_ Un sentimiento que crece a medida que los acontecimientos nos entrelazan
y nos unen un poco más en un nudo que no estrangula, ¿verdad?
Ella asintió con la cabeza dispuesta a dejarlo continuar.
_ Gracias a Dios y a la vida que nos sorprende cuando menos lo esperamos.
_ Gracias por estar ahí, por ser como eres, por enseñarme una filosofía de vida
–le dijo Rebeca-. Gracias por renunciar a todo!! No debe ser fácil para ti
habiendo tenido una vida más o menos planificada, ver otra vida diferente
junto a mí, seguirme allá donde voy, estar para lo bueno y lo malo. Entregarme
todo tu sentir. Te agradeceré día a día la apuesta que haces en el presente, te
compensaré lo sufrido tanto ahora como en el pasado porque mereces ser
feliz. Formaremos nuestra propia familia, todo lo que amas yo lo amo!! Gracias
por la confianza que me prestas y por el amor que me otorgas!! Y gracias por
necesitar un hogar que refleje quién eres y cómo eres y cómo deseas vivir,
porque intentar llevarlo a cabo es un desafío común.
_ Sí cariño, es una aventura intrépida que requiere compromiso y trabajo y a ti,
no te asusta ninguna clase de sacrificio, te adaptas con facilidad.
Se despidieron. Alberto abrió la puerta, cerrando los ojos para evitar la
deplorable visión tapándose la nariz. Entró en su habitación para acostarse y al
poco sonó el aviso de mensajes del teléfono. Decía textualmente: “Hola mi
vida!! Sí, mi vida porque eso es lo que me das, vida. He llegado bien a casa.
Buenas noches, descansa y sueña conmigo”.
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Rebeca había sido bien educada. Alberto pensaba: “Me gustará que las
parejas de nuestros hijos puedan decir que nuestros hijos también han sido bien
educados”.
Alberto tenía mucho que agradecer a los padres de Rebeca. Pero
Alberto desconocía el hecho de que los padres de Rebeca habían sido un
poco permisivos y, probablemente sin demasiada conciencia, habían creado
un caldo de cultivo para que su hija aprendiera a ser sometida al haber
permitido de manera reiterada que Manolo la ultrajara a sus anchas desde
niña acentuándose la indefensión por su pasividad. No establecieron lo que
era justo haciendo que la vergüenza y la costumbre de acatar la humillación
se convirtiera en una norma en la casa y la vida.
El domingo 22 mientras Rebeca estaba lejos, Alberto quería hablar con
sus padres para solicitarles permiso. Y cruzó el recinto ferial bajo el sol camino
de la casa de sus suegros a las cinco de la tarde.
Apretó el timbre de la entrada. Salió la madre para abrirle la verja.
_ Hola, soy el amigo de su hija –saludó Alberto con un ademán.
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Seis días más tarde, de vuelta a Jerez, Rebeca no pudo aguantarse las
ganas de reencontrarse con su príncipe y se llevó a la playa del Puerto de
Santa María en contra de la opinión de Manuela que quería deambular como
soltera a sus anchas. Y sucedió lo que Manuela temía en cuanto pisaron la
arena. Rebeca y Alberto pegaron sus toallas y se enroscaron. Y luego entraron
en el mar, se quitaron los bañadores, y nadaron bajo el agua como dos
delfines.
Alberto notó a Rebeca alterada. Excitada. Revolucionada. ¿Se dejaba
llevar por la personalidad abrumadora de su amiga?
Manuela era una mujer vivaz que no tenía prejuicios y su ánimo no era
otro que la diversión sin demasiada importancia por las consecuencias
posteriores. Así que Alberto no pudo evitar hacerle a Rebeca un par de
comentarios pero...
_ Manuela no influye en mi comportamiento –se había puesto a la defensiva-.
Yo se adaptarme a estos días... a la manera de estar con ella!
_ Sin embargo, estás fumando mucho más que de costumbre.
Por la noche, Manuela había recuperado a Rebeca y estaba feliz de
haberse librado de Alberto. Salieron en ruta para el pueblo de Algodonales
que estaban de fiesta mayor. Y ambas mujeres se sintieron libres nuevamente.
Pero Rebeca recibió un SMS: “Este hombre que te cautiva y al que extrañas te
besa desde Jerez”.
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Un par de días más tarde se sirvieron una cerveza cada uno que
acompañaron con patatas fritas y aceitunas. Hablaban y reían en el
apartamento, y cuando sonó una canción en la radio, los dos se pusieron a
bailar como si estuvieran en una discoteca. Entonces sonó el teléfono. Era
Juan Daniel. Quedaban algunos asuntos sueltos. Tenían que volverse a ver
para liquidar temas de patrimonio con hacienda.
Rebeca le dedicó más de cuarenta minutos. Y cuando finalmente
colgó, cuando Rebeca se plantó frente a Alberto, le dijo él:
_ No crees que por deferencia deberías haberle dicho que estabas ocupada...
Alberto había estado en la terraza distrayéndose con los juegos de los
niños en el jardín. Pensaba no darle importancia al hecho. Pensaba levantarse
en cuanto terminara el parlamento y besarla para a continuación tenderla en
la cama pero la mirada de pícara con la que Rebeca apareció en la terraza y
el tono escondido de la charla en algunos momentos le hicieron comentar el
asunto.
_ Juan Daniel todavía forma parte de mi vida –sentenció Rebeca.
Alberto no esperaba semejante respuesta que lo cortó.
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A las diez de la noche, Alberto recordaba como habían agitado sus manos en
alto desde la distancia antes de que entrara en la oficina de Elvira.
Pensó: “Y sólo se me ocurre escribirte... No tengo idea de cuando vayas
a leerlo. Ni tampoco tengo la seguridad de que lo hagas un día. Pero necesito
decirte cosas, y, Internet es una especie de fedatario público para las fechas.
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conocía los secretos, que se movía adentro y estaba alerta deseosa por salir y
ser completamente prospera.
Esa parte no era inexpugnable, aunque a menudo pueda ser
difícilmente explicable debido a que sus matices se escapan en más de una
ocasión, sobre todo cuando nos quedamos cruzados de brazos; a no ser que
busquemos ese lenguaje en la poesía, la música, el cuento, la mirada, la
caricia, y nos llegue de soslayo la lección.
Las cosas que todavía no son, ya son en nuestros adentros. Palpitan y
brincan con su peculiar consistencia. Este hecho antiguo permanece
imperturbable al igual que la redondez de la Tierra. No tienen edad. Y su
espacio está reservado al alma que despierta en vida para emanar frondosa
vida. ¿Qué si es un disfraz? ¿El alma?
El alma es inimitable, no puede concebirse en serie. No hay industria
tecnológica que la fuerce. En el alma descubrimos algunos símbolos que no se
ocultan en la literatura, la pintura, el teatro, en el Tarot o el I Ching. Su finalidad
no puede contemplarse a lo largo del día ajetreado, acompañados,
sacudidos, hipnotizados, si no en el silencio de los ojos cerrados, por eso al
dormir es tan conveniente conectarse y a veces, al día siguiente, despertamos
cansados y agotados por la expedición. Podemos apartarnos de lo mundano
y de la porquería que envilece, de las palabras que engañan y los gestos que
traicionan, para ofrecernos la posibilidad de pasear alrededor de la luna y las
estrellas con ella, con el alma insuflada de espíritu.
Y redimida tras la resurrección, totalmente purificada, sin ningún tipo de
secuelas ni complejos, asumiendo el pasado y abordando el futuro como un
bucanero que viaja por los mares del sur, se concentraba en el presente
rebosante de vitalidad.
Quería ejercer la soberanía sobre su vida. ¿Encontrará Rebeca a un
compañero con la suficiente paciencia y el ingenio preciso para entender su
honda naturaleza que guarda bajo el duro caparazón?
Únicamente se arrojará a los brazos del hombre capaz de leerle el
reverso del corazón, alguien capaz de escucharla sin que diga a continuación
“qué bobada”; una persona que, en verdad, le convenga porque la
reconforta, porque camina junto a ella en vez de unos pasos por delante sin
dirigirle la palabra.
Si encuentra a este hombre, lo hará objeto de su devoción, y le será
completamente fiel, consagrando su vida a él, el candidato ideal, aquel que
prometa esforzarse y aceptar sus misterios volviendo una y otra vez a ella ajeno
a la distracción. ¿Quién, si no el genuino ser que apareció en sueños de luz
intensa que deslumbraban podía dejarse conmover por el alma de esta
mujer? Aquella luz cegadora de la que tuvo que protegerse ella para que se
fueran acostumbrando poco a poco sus ojos para no cegarla en ese paso a la
vida, había sido capaz de ayudarla a desenredarse y soltarse para
transformarse en mariposa. Aquel hombre que apareció de la nada, siempre
estuvo cerca y le dijo una y otra vez: “Haz lo que creas que tengas que hacer”.
Y le dijo: “Puedes contar conmigo”. Y le aseguró también: “Tenemos un
proyecto común”.
La inspiración y la imaginación transmiten una riqueza suprema, pero
hay que acercarse hasta el punto de querer mancharse las manos, hasta el
punto de que no importe el resultado si sabes que estás obrando bien. Ceder a
la alternativa de ahogarse no es permitir a la intuición que se exprese en
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_ Por favor... hagan algo... pero que Rebeca no vuelva a cometer el error. ¡Está
con Juan Daniel!
Los rostros de los padres de Rebeca se tornaron pálidos.
_ A mi no me importa que no este conmigo si ella no quiere estar conmigo
pero por Dios... que no vuelva con ese ogro. ¡Ayuden a su hija!
Sus padres fueron incapaces de articular palabra ante la noticia que los
abrumó.
De regreso a su apartamento, Alberto se sirvió un güisqui. Y luego otro. Y
todavía se sirvió un tercero sin hielo para tomárselo como si fuera un vaso de
agua. Nunca antes se había emborrachado pero no lograba conciliar el
sueño. Rebeca le hacía hacer cosas insospechadas incluso para él.
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Pasaban las horas y Alberto cada vez estaba más roto, no sabía si Rebeca
seguía en Madrid, no sabía si seguía con Juan Daniel. Siempre le había dicho
“No dudes de mi sentimiento”... le había dicho en la playa del Puerto de Santa
María abrazados en el mar “No tengas dudas Alberto”. Pero Rebeca le hacía
dudar. Y su silencio lo mataba. No dormía. No comía. Le costaba disimular
durante su jornada laboral. Caminaba encorvado mirando el suelo. Tenía una
presión en el pecho que lo agarrotaba. Y se preguntaba una vez tras otra por
qué cortaba el diálogo que siempre los había caracterizado.
Cada espacio de tiempo que Rebeca le había solicitado desde que se
conocían Alberto se lo había respetado. Pero como ahora no comprendía su
actitud, como no le explicaba la naturaleza de las cosas, lo hería
deliberadamente y gritaba en la noche: “¿Por qué me dañas? Yo siempre te
he tratado bien Rebeca. Y tú me has dicho cosas como... dónde has estado
todo este tiempo... eres el rey de mi futuro hogar ... nadie me hace el amor
como tú”.
Rebeca le había escrito un SMS a su llegada a Madrid: “Volveré a ti
cuando esté preparada. Te amo Alberto! Te hecho de menos no sabes
cuanto. Volveré recuperada y entera. Un beso amor”.
¿Cómo no estar desconcertado? Alberto no comprendía que había
sucedido. Y como no le hablaba pensaba que quizás ya no quería regresar a
su lado porque había decidido recuperar la vida de Madrid junto a Juan
Daniel.
Alberto no reprimió una sola lágrima intrépida de las que lavan el alma:
“Te ruego no cortes el diálogo. Aceptaré cualquier circunstancia que me
plantees, pero no me obligues al silencio que me hace imaginar cosas
horribles. Te lo ruego Rebeca. Ten caridad y no me dañes. ¡Hablemos!”.
El sábado por la mañana, Alberto limpiaba los cristales de las ventanas y los
espejos con afán de mantenerse ocupado cuando sonó el teléfono. Era la
madre de Rebeca.
_ No está con Juan Daniel... habrá sido algún amigo que te ha gastado una
broma. Seguro que no está con Juan Daniel porque acaba de marcharse con
Manuela y unos amigos de Madrid a pasar unos días a Barbate.
_ No sabe cuanto me tranquiliza y lo mucho que le agradezco su llamada.
¿Puedo visitarlos el domingo?
_ Claro que sí, tú eres bienvenido siempre niño.
Inmediatamente visitó el ciber-café de la esquina para escribirle.
“Hola mi niña!! Tiempo para ti, claro que sí. No voy a distorsionar tu
proceso interior. Tienes mi apoyo y mi bendición. Solo espero que encuentres la
luz suficiente para ver las cosas con claridad.
“Tienes derecho a estar con quien tú elijas estar. Lamento haberte
importunado. Hubiera preferido que nadie me colgara el teléfono. No me
gusta que me dejen con la palabra en la boca, ¿no tienes remordimientos por
eso?
“No estés a la defensiva conmigo, por favor.
“Siéntete libre de ser tú. Y orgullosa de haber recuperado tus derechos.
Respeto tu espacio vital. Y te amo siempre Rebeca”.
Alberto había regado a diario la planta que habían comprado juntos. La había
acercado a la venta para que le diera el sol, apartándola de la ventana
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Alberto quiso terminar la carta durante el fin de semana que se le hacía largo y
pesado dispuesto a luchar a partir del lunes a brazo partido en la oficina con
aquella desazón que lo empujaba al vacío, enfrentándose a las sombras, a los
fantasmas, a cualquier demonio y a toda cosa extraña que lo desafiara, a
todo animal feroz que pretendiera devorarlo.
“No quiero finalizar esta carta sin dejar dicho algo que considero de
suma importancia. En nuestro último encuentro (1º de agosto), afirmaste que -
Tenemos necesidades distintas... tú tienes mucha prisa y yo no-.
“Creo que hay un matiz importante y, rectifícame si me equivoco. Tú y
yo tenemos una misma necesidad Rebeca, la misma necesidad de forjar un
hogar pleno de amor donde se respire paz y sea un oasis dentro de ésta
sociedad (nuestro sueño truncado). Pero es cierto que discrepamos en cuanto
al calendario. A mi me gustaría que fuera cuanto antes, pero no te empujo ni
intento convencerte de que vivamos juntos ahora. Bien al contrario, creo que
he estimulado tu reparación interior de mil formas distintas.
“Yo no te estoy influyendo ni obligando a nada Rebeca, recuerda lo
que te dije en el hotel el pasado 8 de julio a mi regreso de la convención en
Madrid... -Doy gracias porque con la base firme que construimos el edificio,
éste será sólido y duradero, a prueba de terremotos! Y doy gracias porque
postergar el hogar no hace más que afianzarlo, asegurando la elección
individual, la determinación concebida como intuición que actúa con sosiego
inteligente y ventajosa mesura; no corramos, vayamos sobre seguro. Sigamos
como lo estamos haciendo, confiados, paso a paso, asumiendo el siguiente
peldaño en esta escalinata que nos conduce al cielo-.
“Existe una fecha (31-12). Yo no te estoy presionando teniendo esta
fecha como clave del ordenador. Esta fecha es la culminación del sacrificio.
Por otro lado, he dejado claro que te apoyo y tienes mi bendición. Siempre
puedes contar conmigo. Tomate el tiempo que necesites para recuperarte y
volver a mi entera Rebeca.
“Tienes miedo de que lo nuestro salga mal. Y tienes razón, lo nuestro no
saldrá bien si antes no te curas. Pero sigamos comunicándonos. Escribiste en
un correo electrónico... -Sé que vendrán momentos dulces y amargos, pero
también sé que nuestro amor crece y crece y que frente a los malos
mostraremos toda nuestra dulzura para que no se oscurezca todo lo sentido y
vivido-.
“Que no se extinga la chispa del diálogo Rebeca. Que no se
desvanezca algo tan hermoso como lo que hemos creado.
“Concéntrate en ti cariño, pero te lo ruego, no estés a la defensiva
conmigo. Tú y yo conectamos desde el principio y yo siempre he sido
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favorable para tu vida (ERES ÚNICO, decías). Deja que suceda lo que tenga
que suceder.
“Se despide el hombre hecho cielo”.
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Ella está dispuesta para entonar el himno del bienestar y la dicha, y, las
verdades que diga, constituirán la canción.
¿Sabrá llegar hasta él? ¿Sabrá alcanzar su espíritu y conservarlo a su
lado?
¿Pero sabe realmente quién es él? ¿Cómo se llama?
¿Es ese hombre el abrigo de su alma?
¿Qué dice la intuición de Rebeca cuando cierra los ojos, qué percibe?
No se llena el vacío con aquello que resulta más cómodo o sencillo, no
debería ser así. ¿Simplemente alargar la mano a ver que se alcanza? Nunca es
un error intentar alcanzar lo que se necesita.
Es cruel pasar años entre personas que no pueden ayudarnos a
germinar y florecer. El nuevo existir, debe aflorar vigor y sustancia, emoción, y
ninguna falsedad. Debe el cuerpo tolerar un corazón que no tema entrar en
contacto con la hermosura de lo desconocido.
Sin un propósito que suponga un desafío, no puede haber
transformación. Sin una tarea determinada, no puede sentirse autentica
satisfacción.
Cuando se produce un final, inmediatamente surge otro comienzo.
Derramar lágrimas por el amor al conocimiento y al alivio, esa lágrima que lava
el alma y la prepara es la invitación para que se acerque el hombre amado, el
que sabe amar porque sabe que amar es bailar con la danza de la vida al
ritmo del sentir más íntimo.
Rebeca necesita al hombre capaz de establecer una relación de
generosa colaboración con su honda naturaleza que guarda bajo el duro
caparazón, que aunque intangible e indescifrable para la mayoría, asegura al
fundir su aliento en el alma de ella la dicha y el bienestar. Y ella le enseñará a
este hombre a disfrutar de una existencia plena. Le enseñará que el sendero
del alma es el sendero de la creación. Y consciente de que la vida es una
secuencia de diversas muertes y renacimientos, le mostrará como mejorarse a
perpetuidad, mutuamente, ambos, en los lazos del amor infinito e
incondicional.
* * * *
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Tres días más tarde Alberto visitó el ciber-café y finalmente encontró a Rebeca.
Inmediatamente le contestó pensando que Rebeca no podía pedirle que no
la buscara.
“Hola cariño... qué alegría cuando he abierto el correo y he
encontrado en la bandeja tu nombre, el corazón me ha dado un brinco. Por
fin noticias tuyas. Que tanto las necesitaba!!! Pero al leerte, he quedado
nuevamente desconcertado.
“Fíjate que el lunes por la mañana me acerqué a tu casa para
entregarte la carta que había escrito durante agosto, y como de costumbre
esa mañana me había despertado contigo. Me habías susurrado al oído:
“Buenos días amor, que tengas un día maravilloso”. Yo te había respondido:
“Será maravilloso si tú estás en él”. Y aunque tu silencio telefónico había sido
permanente durante todo el mes, yo pensaba que cada uno estaba
trabajando individualmente en “nosotros”. Con alegría te dejé el sobre en el
buzón y te escribí un sincero TE AMO en el capó del automóvil sin llamar a la
puerta (ganas no me faltaban pero quise respetar tu intimidad). Qué poco
imaginaba que en mi correo aguardaba un mensaje como el que acabo de
leer. Estoy desconcertado y anonadado!!!
“Pensé que tu petición de tiempo para ti se trataba efectivamente de
tiempo para ti... pero resulta que es tiempo para otro Rebeca. Me dices que
no tienes nada con él pero le dedicas tu pensamiento y atención. Tenías que
recorrer un trayecto sola, un pie detrás del otro hasta el final, ¿por qué buscas
a alguien que te de la mano? ¿No tienes una asignatura pendiente de
resolver contigo misma? ¿No era para eso el tiempo?
“Yo quería saber como estás, saber si mejoras en tu proceso de
encontrarte a ti misma, saber si tus días son maravillosos. Estaba convencido
que lo que estás haciendo es abrazarte por dentro (lo que yo hice durante mi
estancia en el Tibet). Creo que todas las personas deberían hacer un viaje
similar al fondo de sí mismos a lo largo de sus vidas, y dime, ¿cómo vas?
¿sientes que avanzas en tu proceso interior? ¿encuentras las respuestas? Pero
lo más importante... ¡te haces todas las preguntas!
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“Me dijiste en una ocasión que alguien entra en el corazón cuando hay
hueco. Entonces, con tu descubrimiento ¿me estás diciendo que no es tan
inmenso ese amor que decías sentir por mí? ¿es eso Rebeca?
“La verdad es que si otra persona te hace tambalear todo lo que
hemos pasado en los últimos meses... entonces... como entender tu afirmación
de amarme indefinido más indefinido (indeterminado). Y decías -me da hasta
un poco de miedo porque todo es demasiado bonito para ser cierto (6 julio). Si
en nuestra pareja todo iba sobre ruedas Rebeca. Incluso en tu correo antes
de irte a Madrid escribiste -Te amo y no lo dudo-. Tres veces escribiste te amo.
Tenemos algo grande y hermoso, ¿qué está pasando?
“Te conozco y cuando el miércoles 8 de agosto al teléfono te noté fría,
supe que estabas con otra persona. Si te pedí de hablar con Manuela es
porque quería pedirle la posibilidad de tener la fotografía del día en la playa
en el Puerto de Santa María, sabes, no estaba preparado para lo que
ocurrió... (tu indiferencia). Y aunque intuí lo peor, no quise desconfiar de ti
Rebeca. Y me dije que era imposible la traición. Y lo he repetido durante todos
los días de agosto.
“Yo te hablé en mi carta entregada este lunes de luna llena que
confiaba en ti, pero no se me planteó la idea de que podías estar con otro,
porque aunque inicialmente pensé en Juan Daniel (la voz de V. es muy
parecida; entendí que era el único que podía hacerte replantear todo), salvo
los tres o cuatro primeros días tras la conversación telefónica cortada, nunca
imaginé la posibilidad de otra persona en tu vida porque me decía a mí
mismo: Ella necesita tiempo para sí misma, Rebeca está con Rebeca y nunca
con otro varón. No pienses mal Alberto, confía en ella. No cojas mala sangre.
Te dijo que no dejaría que ningún hombre se le acercara. No alimentes malos
sentimientos después de todo cuanto ella te ha dicho y siente por ti. ¡Cada día
me lo he repetido!
“Siempre he pensado que tienes un dilema que yo debo respetar... el
dilema de si estar conmigo ahora o permanecer sola durante un tiempo antes
de fundar el hogar, y yo estoy dispuesto a esperar Rebeca, pero... resulta que
te replanteas todo porque existe ¿otras persona? ¿realmente es así? ¿No te
estarás confundiendo con él? ¿Hasta qué punto significa algo en relación a tu
futuro?
“Nunca me hablaste de un amor perdido. Conozco tus aventuras
sentimentales porque me contaste, pero nunca hablaste de la posible sombra
de otro candidato que podía estar ronroneando, ¿qué ha ocurrido? ¿cómo
ha sido? ¿lo has buscado tú?
“Y me dices que no te busque.... yo puedo respetar tu espacio porque
necesitas estar sola y recapacitar contigo misma, pero no me respetaría a mí
mismo si en vez de tiempo para ti se trata de tiempo para una amenaza a mi
felicidad. Yo tengo que luchar. Como me voy a quedar de brazos cruzados
ante el riesgo de perder la dicha. El roce hace el cariño mi vida. ¿No me has
extrañado durante estos días? ¿Piensas en mi? ¿Cruzas la almohada por la
noche y qué nombre le pones?
“Dios!!! Estoy patidifuso!!! A punto de hacer cualquier tontería!!!
“Tu prioridad era amarte tú y me hablas de la posibilidad de un
sentimiento hacia otra persona, ¿cómo no voy a estar alucinado? Esperaba
cualquier cosa menos esta opción Rebeca.
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Había dicho Rebeca que quería vivir y dejar vivir pero no dejaba vivir a
Alberto. Su silencio lo sumía en un tormento al no permitirle navegar por sus
diferentes estados de ánimo dejando que el viento danzara en libertad. Se
convertía Rebeca en una completa desconocida. Los días se sucedían en el
calendario uno tras otro y no había diálogo ni comunicación.
Alberto estaba desesperado. Se sentía como un miserable trapo sucio.
Podía caer en cualquier momento en una fosa de turbación. Pero tenía
recursos propios y decidió que con la llegada de la luna nueva el día 11 de
septiembre visitaría a Rebeca en su casa a la hora de la cena. Y llegó esa
noche.
_ Hola, buenas noches, ¿cómo está?
El padre de Rebeca permaneció inmóvil con la mano en el pomo de la
puerta sin salir de la casa.
_ Le traigo un regalito a su hija –Alberto alzó un paquete desde la verja.
El padre de Rebeca avanzó hasta la puerta cruzando el jardín
arrastrando los pies con desgana.
_ Ella no está –le dijo por entre los barrotes de hierro forjado.
Pero el automóvil de Rebeca estaba aparcado en la calle. Alberto se
había fijado. Tenía memorizada su matrícula y no podía confundirse.
_ No está... o no quiere verme... –indagó.
_ Eso ya no lo sé, tienes que preguntárselo a ella pero ahora vamos a cenar.
_ No se preocupe, aquí voy a estar esperando a que terminen.
Empezó a llover. Podía verse como la madre de Rebeca hablaba por
teléfono asomada en el umbral junto a Manolo. El padre regresó sobre sus
pasos y entró en la casa cerrando la puerta tras de sí.
Alberto seguía bajo la lluvia que se incrementó por momentos sin saber
qué hacer. Si Rebeca estaba dentro y no quería salir, de nada servía llamarla
por teléfono.
Se corrieron las cortinas y se bajaron bruscamente las persianas en la
casa. Al poco se apagó la luz de la entrada y del porche. Todo estaba a
oscuras.
Alberto estaba consternado. No se esperaba semejante reacción. Era
injusto el trato, pues nada había hecho, pero lo trataban como si fuera Juan
Daniel.
Y de repente salió el padre con malos modos.
_ Será mejor que te vayas.
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como quieren los demás dejo de ser yo”. Y Rebeca había entendido que si
creía que para estar bien con una persona necesitaba constantemente de su
aprobación, se arriesgaba a ser toda la vida manipulada. ¿Tenía derecho a
tomar decisiones ajenas a la lógica?
Rebeca tenía el derecho a elegir sus metas y a decidir lo que quería
aunque no dispusiera de razones claras para explicarlo. Y tenía el derecho a
no intentar alcanzar la perfección si no quería.
Todavía transcurrió una fatal semana, pero Rebeca se solidarizó con las
expectativas de Alberto. Y no rehuyó el encuentro. Decidieron de mutuo
acuerdo reunirse en el apartamento.
_ ¡Hola! –sonrió alegremente Alberto-. Tenía que verte y saber cómo estás. ¿Ya
tienes trabajo?
Esperaba una reacción que no llegó. Rebeca estaba apática.
_ Se han cumplido seis semanas desde la última vez que nos vimos... soy
incapaz de dormir de un tirón. Nunca hemos estado tanto tiempo sin hablarnos
cariño. Se me acumulan los regalos...
Alberto entregó un regalo a Rebeca envuelto en un vistoso papel. Era
una mariposa de cerámica con vistosas flores de colores en sus alas.
_ Recuerdo que me dijiste que si algo te dañaba era el desprecio y la
indiferencia –por fin habló Rebeca.
_ No crees que estás siendo muy radical. Tiempo para ti significa cero minutos
para mí, ¿eh? ¡contesta! No quieres saber cómo me va... las cosas que hago...
_ Estoy aquí a pesar de no encontrarme nada bien, pero mereces esto y todo
lo bueno que yo pueda ofrecerte.
_ Crees que no tenemos nada más que decirnos... ¿estás construyendo tu vida
conmigo al margen? ¿Ya no entro en tus planes? ¿Cómo ves tu futuro dentro
de dos meses?
_ Gracias por haber estado ahí en cada uno de los momentos malos por los
que he pasado. Pensé que sería todo diferente y mucho más fácil, pero la
verdad es que la vida es caprichosa y todos tenemos nuestro destino.
_ Yo estoy convencido de mi sentimiento. No es que no quiera estar solo... es
que prefiero estar a tu lado cariño.
_ Me hubiese encantado que mi destino fuese contigo, pero mirando hacia
adentro he podido ver que me agarraba a ti como a un paracaídas antes de
caer al suelo. Me hiciste muy feliz. Tan sólo vivías para hacerme reír y sentir
bien. Mirabas más por mí que por ti mismo. Y no quiero ser egoísta, no quiero
estar contigo sin sentir ese amor que te mereces, no quiero poder hacerte
daño porque tú no lo mereces. Eres una persona muy valiosa con grandes
valores y cualidades que estoy segura jamás encontraré, pero soy realista con
mi sentir. Ojalá pudiera mandar en ello, ojalá pudiera alterarlo a mi gusto pero
no es así. Me he tenido que armar de valor para venir aquí a decírtelo.
_ Pero toda esta demora... mientras yo he estado agonizando un día sí y al otro
también, ¿no era mejor morir de una sola estocada?
_ Tenía que estar segura.
_ Has tardado mucho en venir a mí para decírmelo... yo he sufrido horrores
aguardando la sentencia y ahora... debo acostumbrarme, ¿cómo hacerlo?
¿cómo renunciar a ti?
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no ha sido adrede, que me ha costado Dios y ayuda poder hacerlo. Mis planes
también se han quebrado y me encuentro desorientada por todo lo que
siento, por mi circunstancia, mi situación de desempleo... saber que no estás
ahí a causa de mi sentir. ¡Gracias Alberto por todo lo que me has aportado y
entregado sin nada a cambio! Eres la mejor persona que jamás he conocido.
Debes estar orgulloso de ello. Eres excepcional.
_ ¿Y de qué me sirve ser excepcional?
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Días antes se había cruzado con Rosario sin saberlo. Ella indicaba un
tratamiento por teléfono a una paciente cuando el semáforo cambio y ambos
se detuvieron. Se miraron. El semáforo volvió a cambiar de color y reanudaron
sus pasos. Rosario iba a buscar a su tía para que le hiciera el favor de llevarla al
aeropuerto.
Alberto caminó sin demasiado ritmo y al llegar al apartamento se puso a
escribirle a Rebeca en su diario.
“Creo francamente que desde que forzabas tu sonrisa en Madrid con
todo tu interior revuelto, has avanzado Rebeca.
“He podido comprobar como has aprendido a decir NO sin por ello
sentirte culpable. No lastimas a la gente defendiendo tu espacio vital. Querer
complacer a todo el mundo ocasiona un desgaste enorme. No conviene
envolverse de ansiedades y tensiones. ¡Enhorabuena! Estás encontrando el
punto de equilibrio perfecto.
“Es bueno que aprendas a dejar de sentirte responsable por el placer
de otros. Pero también es bueno que sepas pedir ayuda en vez de encerrarte
debajo de tu caparazón reteniendo emociones incomprendidas.
“Creo que se confirmará tu progreso cuando separes los obstáculos
reales de los imaginarios. Cuando entiendas que no existen garantías y que la
vida entraña riesgo. Cuando aceptes que los acontecimientos no se pueden
controlar y cuando te rindas al amor más puro y bello que puedas encontrar
jamás.
“Todos necesitamos cerca una persona en quien podamos confiar. Una
persona que nos proporcione paz y alegría. Que sea un modelo de bondad y
humanidad. Alguien a quien podamos pedirle auxilio.
“Yo te necesito a ti. Y te repito lo que ya te he dicho mil veces: puedes
contar conmigo. Tenemos un proyecto común.
“No dejes pasar una buena oportunidad de vida. No permitas que tu
corazón se vuelva holgazán. Ríe hasta que te quedes sin aire. Llora y luego
sigue adelante. Y si me amas... ¡dímelo! ¡Grítalo! ¡Demuéstralo!
“Tú serás lo que tú hagas contigo Rebeca. Y tendrás que medir la vida
no por los períodos de recogimiento sino por las experiencias que te alteran el
alma.
“La vida es un desafío que hay que afrontar, una riqueza que hay que
conservar, un misterio que hay que descubrir, una misión que hay que cumplir.
Y la vida es vida si decides vivirla sin miedos Rebeca.
“Sabes, en tu ausencia estoy descubriendo la paradoja de que si soy
capaz de amarte hasta que duela como me duele, puede no haber más dolor
y sólo más amor si...
“Y mi amor no solo tiene que ser espléndido y extraordinario. Tiene que
ser continuado, un amor que no me canse de obsequiarte”.
Alberto se recostó con la libreta en su regazo y se durmió. El domingo
visitó la catedral y se dejó impresionar por su estilo que aúna el gótico el
barroco y el neoclásico en una construcción del siglo XVII. Por la tarde volvió al
cine.
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A continuación de una semana sin ninguna novedad laboral, sino era el tedio
que lo afligía por la rutina en un trabajo en el que no podía intercalar su
creatividad, Alberto abordó el sábado con otra de sus citas de introspección.
Escribir en su diario le permitía vaciarse. Estaba muy lleno de Rebeca.
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que fluya entero mi sentimiento de amor sano y descubro que es muy profundo
Rebeca. Y compruebo a diario que es una necesidad que emerge del alma,
nada tiene que ver con un deseo o un capricho. Soy libre! Siento en libertad!
“Yo seré excepcional si estoy contigo Rebeca. Y también seré
excepcional si no estoy contigo. Me rindo ante la evidencia: no controlo la
situación... pero yo soy yo en cualquiera de los casos. Y encontraré motivos para
alegrarme si estoy a tu lado y muy a mi pesar, tendré que encontrar motivos si
finalmente no llegamos a estar juntos en un futuro próximo. Pero lo superaré.
Sufriré horrores, ¡como un maremoto poseído!¡Amarga nostalgia en busca de
una quietud suave! No tendré más remedio que superar mi crisis. No te sientas
culpable. Soy responsable de haber elegido amarte y no puedo obligarte a que
tú me ames si no quieres.
“No hay nada que perdure y nuestro amor... o muere o crece y sigue
evolucionando como lo hace un espiral!!
“Pero el amor solamente comienza a desarrollarse cuando amamos a
quienes no necesitamos para nuestros fines personales. ¡Que gran afirmación!
“¿Te amo porque te necesito? ¿Te amo porque quiero un hogar? O
quiero un hogar porque te he encontrado!!!
“¿Te amo porque estoy solo?... ¡pero llevo muchos años solo!
“Y solamente se me ocurre leer lo que escribí a mano a mi llegada a
Jerez de la Frontera”.
Alberto había escrito uno o dos párrafos durante cada noche antes de
acostarse mientras Rebeca seguía en Madrid. El primer domingo de playa le
entregó las notas pero su mala caligrafía hicieron imposible la lectura. Así que se
las volvió a llevar para pasarlas en limpio pero prefirió decirle las cosas de viva
voz por que ya estaban juntos y las notas se quedaron en un cajón. Pero las
recuperó y...
“Uuuaaaauuuu!!!! Acabo de enamorarme de mi propio sentir Rebeca. Si
fuera mujer yo quisiera un hombre así. Me he sorprendido de lo que escribí hace
cinco meses y lo más importante... ¡coincido con cada una de las palabras
escritas entonces que viven hoy!
“Creo que el amor es tratar de no herir al otro. Tratar de no cambiar al
otro. Tratar de hacer sentir bien a la otra persona y que durante el proceso de
estimular y dar aliento al otro desde tu misma alma, tú te sientas dichoso. ¿Qué
opinas cariño?”.
Pero Rebeca no podía contestar porque desconocía la pregunta. Alberto
respetaba tanto su espacio que no se callaba, pero escribía solo para él con el
afán de apaciguar sus emociones y, poco a poco, ir asumiendo la realidad.
Terapia personal.
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Más tarde Alberto comentó a las personas que en coro lo rodeaban sin
querer marcharse a sus casas tras el acto de clausura del seminario-taller:
_ El gozo se cristaliza en nuestra verdadera dimensión como seres humanos. El
placer hedonista es efímero mientras que la dicha que unifica cuerpo y alma
permanece en el tiempo alimentando la esencia del ser. En la búsqueda del
placer que trasciende el apego a lo efímero y banal para llegar un poco más
allá alcanzando la naturaleza en nuestros actos, disolviendo las
contradicciones internas permitiendo de esta forma canalizar la energía vital
hacia propósitos afines a la misión en la Tierra, ahí es donde se encuentra el
gozo.
Alberto enseñaba a manejar la concentración situándola en las
necesidades y nunca en los deseos; en los sentimientos, poniendo en un
segundo plano a las emociones para, en definitiva, ayudar a recuperar la
finalidad fundamental de la vida a toda persona que asistía a su seminario-
taller.
Creaba un espacio donde adquirir experiencias y profundizar durante
ejercicios amenos a menudo sorprendentes, intrigando y convenciendo de su
utilidad sin forzar ninguna situación. Y completar sus instrucciones equivalía a
mejorar voluntariamente como personas comprometidas en una sociedad
mejor. Los hombres se acercaban al Hombre hecho Cielo. Las mujeres a la
Mujer Mariposa.
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trata del desvarío de un ingenuo enamorado que no admite que está siendo
rechazado?
“Yo sólo quiero estar contigo si nuestro amor es espléndido, dime, lo és
¿espléndido? ¿tu sentir es tan profundo como afirmabas o se ha adulterado?
“Es tan hermoso lo que yo siento que me parecería un derroche
extraviarlo. Sólo quisiera que sintieras la mitad de lo que yo siento y me
quedaría satisfecho. Sin embargo tú me hablaste de inmensidad, ¿dónde
está? ¿se ha extinguido la llama de tu amor? ¡no por favor!
“Pero si realmente ya no quieres amarme, tendrás que verme para
convencerte. Y sólo si la frialdad y la indiferencia se apoderan de ti en mi
presencia podremos terminar nuestra historia de amor porque lo esencial
habrá desaparecido y no tendrá ningún sentido continuar. Pero tendrás que
mirarme a los ojos y decirme: No siento nada por ti”.
Pero eso Rebeca ya lo había hecho. ¿No encajaba el golpe?
Porque se obstinaba, ¿no la había creído?
Alberto entendía que el problema no era él, ni las circunstancias que la
envolvían, ni siquiera una relación de pareja. El problema estaba en Rebeca.
No estaba preparada porque tenía asignaturas pendientes que resolver y no
podía empujarla porque sería contraproducente. Pero... ¿y si en realidad
había otra persona? ¿Y si la persona que le colgó el teléfono acompañó a
Rebeca durante sus vacaciones? ¿Y si no estuvo con Manuela en Barbate y
Alicante si no con el tal Víctor?
¿Le había dicho Rebeca a Alberto que no lo amaba para poder
alejarse de él? ¿Tenía que seguir manteniéndolo a raya para encontrarse a sí
misma? ¿Sólo por eso dijo no amarlo?
Rebeca seguía sin trabajo. Y pensó en viajar a Madrid para acceder a una
oferta laboral mucho mayor. Su tierra limitaba las oportunidades de empleo y
ella quería trabajar de lo suyo. Aunque intentó durante unos días un trabajo
como teleoperadora, lo dejó rápidamente. Ella se consideraba una
trabajadora social y quería ayudar a quien se lo solicitara. No quería tener que
levantar el teléfono para importunar a la gente. No quería tener que ir a visitar
a nadie que no aguardara su visita. Simplemente quería que la gente
accediera a ella y entonces prestarles ayuda. Buscaba una situación
sostenible más fructífera para la vida que merece ser vivida.
Y en Madrid estaba Víctor que la llamaba de vez en cuando.
Rebeca se lavó las manos en la cascada del cambio y tenía ya la
herida cicatrizada, y estaba dispuesta para cualquier desafío con la huella en
el alma que ha grabado, gracias al pellizco de la conciencia. Se había
bañado y vestido una túnica blanca y se situaba en medio de un círculo que
había trazado con tiza roja. Y cuando alguien se inclinaba para agarrarla ella
se sentía segura porque una fuerza invisible arrojaba lejos toda invasión.
Aunque Alberto le ofrecía riquezas de por vida, Rebeca se había
marchado para encontrarse con su destino.
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La doncella ultrajada que fue Rebeca se había superado. Pero esta heroína
guerrera, ¿todavía permanecía oculta o ya era toda ella?
Rebeca había sido como una loba capaz de soportar la mugre y la
suciedad, el daño y el exilio, el dolor y la traición. Pero era capaz de viajar con
un rumbo, con un por qué, con el plan de su alma liberada para regresar
enriquecida de vida.
En todas las leyendas o cuentos de hadas hay un espíritu que se viste de
luz y sabiduría y que es un guía, un arbitro, como un fragmento de Dios que se
encarna en humano para cultivar el alma como el mejor guardián que
regenera la semilla para dejar sus raíces en la tierra.
Tenía que sembrar la nueva energía para poder sustituirla por la
deteriorada. ¿Tenía lista la nueva energía para sustituir la vieja?
La necesidad de cambio y transmutación había operado, ¿se
reabastecería Rebeca? ¿Tenía una corona para su rey?
Alberto la había denominado tesoro; un tesoro que emergía del mundo
subterráneo porque poseía la capacidad interior para ponerse en marcha sin
disimulos, sin murmullos, sin pedir disculpas. Rebeca había recibido la voz del
alma y había confiado en su voz. ¿Dejaría ahora que su espíritu participara?
No había debilitamiento, sino muerte, regreso de la conciencia,
renacimiento.
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Días más tarde Alberto miró de arriba abajo a la mujer con la que se cruzó en
la puerta de entrada del edificio. Rápidamente se la abrió para que pudiera
entrar y la saludó sin una sonrisa afectuosa parco y opaco en su tono. La mujer
embarazada venía de la peluquería, se había teñido el cabello porque de
repente recordó que ella no era así. Se trataba de la vecina de enfrente, la
que suele poner la televisión a todo volumen hasta altas horas de la
madrugada los sábados y algún viernes. Su boca se movió lentamente para
decir “buenas noches, gracias”. Llevaba un bolso colgado al hombro y en la
mano derecha un paraguas rosado. Le distrajeron sus pies pequeños que se
movieron como escondiéndose. Nunca se había fijado.
Y el día siguiente amaneció antes que el despertador lo advirtiera por
una serie de alaridos que provenían del ático donde la pareja que habitaba
desde hacía apenas una semana y media se enzarzaron en gritos histéricos a
pecho partido. Riñeron por celos, todos los vecinos lo supieron. Hasta los del
primero. Salvo los del primero C que estaban en Sevilla. Las paredes eran
como hojas de papel. Y aunque puertas y ventanas estaban cerradas, el
hueco del patio interior se convirtió en canal de eco como en las montañas.
Alberto había llegado a ser muy popular entre sus vecinos, siempre
alegre y de buen humor con sus ojos encendidos de vida a su llegada de la
mano de Rebeca con su cuerpo vibrando como si permanentemente
estuviera bailando, pero desde final de julio y sobretodo en agosto, estuvo
caminando con muletas, parecía necesitar una grúa para llevarse el tenedor
con una albóndiga a la boca, parecía que se alejara todavía hoy con tres
abrigos del frío al que estaba sumida su alma a pesar de que en Andalucía la
media eran por entonces 23 grados. Ocurría así que ese foco resplandeciente
que fuera el vecino del 2º D, ese faro luminoso que se divisaba a gran
distancia, esa llama encendida que destilaba pasión desbordante, ya no
existía. Se había convertido en un recuerdo. Toda su imagen en una
caricatura.
¡Salto moral hacia atrás! Estalló una tormenta. Alberto buscó refugio en el
extremo de su brazo derecho, en su mano, entre los dedos el bolígrafo. Y se
descargó Alberto mientras se descargaba violenta la tormenta salpicando los
cristales de gotas como pelotas.
“Te escribe tu pequeño niño grande, el que precisa tus cuidados y tus
mimos... aunque no sé para qué te escribo si no has respondiendo a ninguno
de mis anteriores mensajes! Simplemente siento que debo hacerlo y así resulto.
“Nuestros hijos estarán pendientes de nosotros Rebeca. Seremos su
ejemplo, su referencia de vida, todo cuanto tienen a su alcance. Nosotros les
mostraremos la concepción del mundo. Y si nos equivocamos o fracasamos
ellos lo harán cuando salgan al mundo exterior.
“De nuestros actos dependerán vidas. Todo su futuro estará en nuestras
manos Rebeca. No podemos equivocarnos, ni empezar algo que pueda
quebrarse a los seis meses. O a los dos años.
“Hay que reflexionar. Hay que estimular su intelecto. Hay que agudizar
sus sentimientos y eliminar las emociones negativas.
“El ser humano es un abismo de sorpresas.
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hace años que voy por libre, y, detenerme a mirar alrededor para
complacerte me place enormemente. Yo me había prometido a mí mismo no
volver a tener un trabajo de lunes a viernes en seguida de comprobar que los
cursos se sucedían, ¡me llaman para impartirlos en otras ciudades! Y mi
propósito ha sido disponerme a viajar allí donde me lleve la siguiente
conferencia. Me había prometido no volver a ponerme un traje y mucho
menos anudarme una corbata al cuello como si fuera una soga, sin embargo,
en beneficio de nuestro proyecto común, abordaré un trabajo de venta
postergando los seminarios-taller en caso que fuera necesario para asentar el
templo del hogar. Te lo prometo. Así queda escrito.
“En esta nueva etapa que se abre con la llegada de la Navidad, voy a
aprender muchas cosas interesantes sobre el ser humano. Cosas acerca de los
padres, acerca de los hijos, acerca de los hermanos. Tal vez aprenda cosas
acerca de la pareja y los amantes, pero eso depende de todo lo que tú
aportes a este proyecto. Depende de los sacrificios y los compromisos que
asumas para garantizar que la construcción no se derrumbe una vez
levantada.
“Ya no tenemos excusa. Podemos hacer que nuestra vida sea
maravillosa!
“Ninguno de los dos puede estar triste. Ninguno de los dos puede
sentirse solo. Yo te consuelo y te atiendo. Tú me consuelas y me atiendes a mí...
bueno, ¡eso me gustaría! Para que juntos nos sintamos acompañados. Por esto
tú eres Rebeca y yo soy Alberto”.
El siguiente día ocho (de diciembre), pasó sus notas tecleando el texto
que se dibujaba en la pantalla del ordenador del ciber-café. Jerez ya se había
vestido de luces y hasta las altas palmeras estaban engalanadas para la fiesta.
Y ahora que Alberto soñaba que Rebeca estaba con él y no tenía ninguna
dificultad en unirse de forma permanente a su mundo y a las actividades que
lo mantenían en guardia con la vida cuando la puerta selló con ruido hueco la
habitación, la cortina entera pareció descolgarse de repente, el vaso de la
mesilla rebotó como dando un saltito, la fragancia del frasco de colonia de
Rebeca pareció abrirse y desplegarse porque el aroma se sintió con firmeza
casi con una furia inaudita y un ambiente mal conjugado se espesó tomando
con rumbo de sombra, de paraguas, de tienda de campaña, de refugio en las
rocas en lo alto de una montaña rugosa y áspera como el papel de lija de
elevado número. Ahora que Rebeca se sorprendía de su propia capacidad de
adaptación y de cómo había mejorado como persona conviviendo con él.
Ahora que sus intereses y preferencias coincidían. Ahora que no se sentía
presionada, que no lo consideraba exigente y que disponía de suficiente
espacio vital para ella. Ahora que tenía la voluntad de progresar y de confiar
en Alberto, respetándose el uno al otro. Ahora que se comprendían y se
sentían atendidos y valorados en su justa medida. Ahora que convivían con la
multiplicidad de los intereses que eran capaces de compartir y que no les
faltaba abrirse un poco más en ninguna otra área, Alberto se decía: “Cariño,
convivimos bajo el mismo techo y eso significa que el mismo sol y la misma luna
es para los dos. ¿Consideras que me acerco lo bastante a tus cosas y a tu
mundo? ¿Creamos un verdadero paraíso y nunca un infierno? ¿Fusionamos
ambos mundos de manera armónica?”. Y ya no advierte Alberto otra tristeza
que aquella que tan bien conocía, de la que tanto sabía y podía recitarla
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Lo único cierto es que Rebeca decidió cruzar una línea alejándose y sólo ella
podía volver a cruzar esa línea para aproximarte a Alberto. Si no lo había
hecho antes, es porque no estaba preparada para estar con él ni tampoco
estaba preparada para estar con ninguna otra persona. Y permanecerá sola
Rebeca, tal vez, planteándose que puede volverse fría e insensible y
retroceder en la vida segura de estar bien sola porque se siente capaz y la
soledad no la asusta.
Sin embargo, es posible que se atreva a darse una oportunidad para
defender ese decidido VIVIR que reclamaba permitiéndose ser mejor consigo
misma y con las demás personas, porque su ideal de vida es compartir la vida
con otra persona que lo merezca para llenarla de amor, tener hijos que
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abrazar y educar y sentir juntos la dicha por haberlos tenido y el orgullo por
haberles proporcionado bienestar.
Tal vez por esa razón el último día del año permanecía agazapada
detrás de unos contenedores de basura. Y cuando salió del portal dirigiéndose
hacia su automóvil, ella se abalanzó sobre él por detrás silbando a través del
aire y como una tormenta de agua encrespada corrió aplastando los charcos
del día anterior y se formaron arroyos de amor con cada paso. Todo lo que
había existido hasta la fecha en el plano físico; personas, espacios, objetos...
Todo lo que se había representado en el espíritu; sentimientos, emociones,
sensaciones, fantasías, deseos, sueños... ¡todo confluía!
_ ¿Adónde vas?... ¡eres mi tabla de salvación! –la voz de Rebeca fue pura
sinfonía.
Ambos amantes se fundieron en un beso largo y húmedo con vistas a
abordar el año nuevo juntos. ¡Ahora ya no los separaría ni una manada de
elefantes!
Pero... ¿estaba Rebeca en Madrid o en Jerez de la Frontera?
¿Abrazó a Víctor o Alberto?
En cualquier caso, Rebeca se había convertido en la mujer mariposa
capaz de volar a donde quisiera.
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La diferencia entre una mujer delfín y una mujer mariposa consiste en que la mujer
delfín, vuelve, regresa, y la mujer mariposa no puede volver a ser como era, a estar
como estaba porque entiende que ha emprendido un viaje. Entonces descubre que
la vida es un trayecto en movimiento con paradas, pero nunca un destino estático
cerrado. La mujer mariposa capta la aventura del desafío de volar, y no se mantiene
agarrotada, torturada ante la posibilidad, no del cambio, sino de una mejora
profunda en su ser que se manifiesta desde su actitud interna que no coarta, y que
desemboca en el movimiento más sutil de un comportamiento que se debe a la
relación que ha establecido con su intimidad; con su misma esencia.
En el centro del caos, basta con realizar este acto definitivo. Es suficiente con
decir sí! estoy despierta, consciente, viva, y me siento toda yo dinámica, favorable,
preparada, y me doy el voto de confianza que necesito! Ya! Al fin y al cabo la
perfección no existe. Pero sí mi naturaleza misma. Soy flexible y voy a serme de
utilidad para mí y el futuro que me aguarda. Y aunque estoy en la cocina o
planchando ropa, siento el traquetear de mi siguiente capítulo y puedo visualizar un
bosque que se enciende e imagino que soy el tronco de un chopo situado en la orilla
de un riachuelo que susurra “adelante” y a continuación, “no te detengas”. Y meto
mis raíces en el agua y la noto helada mientras muevo los dedos chasqueándolos, y
extiendo las ramas, agitándolas, y comprendo que puedo elevar vuelo. Entonces
exalto mi plegaria:
“Ahora sé cómo llegar alto! Consigo verme como una turista en mi propia
alma y desgranar la experiencia hasta convertirla en leche condensada. Convencida
que he reflexionado y sentido todo cuanto se puede reflexionar y sentir estoy
dispuesta para el esfuerzo supremo, eso que transforma el acto extraordinario en un
acontecimiento magistral. El cataclismo está servido. Nunca más me dejaré atrapar
por el miedo. Adiós al terror y al pánico porque la tortura de la duda no está. Tengo
autonomía. Todo depende de mí. Y aunque sea a nado alcanzaré mi libertad. Acabo
de ensanchar la dimensión del simple ser. Presiono el botón de la Luz arrancando la
ignorancia de la oscuridad de mi corazón inseguro y como un huracán surge mi voz
inteligente y sincera. Por ello instauro hoy, 1º de noviembre, el día oficial de La
Mujer Mariposa”.
Son muchas las mujeres oprimidas que sufren violencia de género y que sin
embargo, pueden descubrir el significado de la vida que merece ser vivida,
rodeándolo a pasos de danza alrededor del fuego más allá de la definición que daría
cualquier diccionario enciclopédico. Puedo advertirles que se llega, a veces, como en
una espiral descendiente hasta la mayor intimidad.
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