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Capitulo 4 La Ciencia Como Proceso (1) - El Giro Sociohistórico en La Filosofía de La Ciencia

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CAPITULO 4

LA CIENCIA COMO PROCESO (1). El giro


sociohistórico
en la filosofía de la ciencia

Hacia los años ’60 comienza a aparecer una serie de propuestas


epistemológicas que comienzan a centrar la atención en la historia de la ciencia, es
decir, acentuando la relevancia del contexto en la producción científica. Rescatando en
suma, no sólo la ciencia como producto sino, ahora también, la ciencia como proceso.
Este giro en la reflexión epistemológica viene de la mano de lo que algunos llaman los
nuevos filósofos de la ciencia y otros la revuelta historicista (Díez y Lorenzano, 2002a).
Es un lugar común, a veces alimentado por los mismos autores, a veces por sus
seguidores y mentores, señalar que se trata de una verdadera revolución
epistemológica, de un cambio radical con relación a la CH. Es cierto que se trata de
perspectivas novedosas en algunos aspectos que luego describiremos, pero hay que
relativizar un poco el estatus del cambio producido en la historia de la epistemología
por varias razones: en primer lugar porque los autores de la CH y los nuevos filósofos
pertenecen a la misma tradición intelectual; en segundo lugar, porque la CH ha sido un
movimiento heterogéneo y además se ha ido modificando a lo largo del tiempo e
incluso algunas de las propuestas de los nuevos filósofos de la ciencia parecen más
bien la profundización de problemas ya tratados por la CH; en tercer lugar, esto es
particularmente ostensible para el caso de Kuhn, muchas líneas de trabajo lo
reconocen como uno de sus padres fundadores y, haciendo uso y abuso, en buena
medida, deforman o exageran ciertos rasgos y minimizan otros. Como quiera que sea,
es cierto que se dejan de lado algunos de los tópicos de la agenda instalada por la CH
(como por ejemplo el problema del método, la preocupación por la demarcación, el
análisis lógico de la estructura de las teorías científicas), se introducen nuevas
cuestiones (como la relevancia epistémica del contexto de descubrimiento y las
prácticas concretas de la comunidad científica, es decir los aspectos histórico-
sociológicos) y algunas cuestiones que permanecen en la tradición, como por ejemplo
la cuestión del lenguaje, se revalorizan.
Sin lugar a dudas, el autor más conocido y más utilizado por líneas de trabajo
posteriores ha sido Th. Kuhn, pero, no obstante es necesario mencionar otros que lo
han precedido como Stephen Toulmin, Norwood R. Hanson y Paul Feyerabend.
Para Toulmin (1953, 1961), uno de los iniciadores de estos cambios, la ciencia
provee de sistemas de ideas acerca del mundo con pretensiones legítimas de realidad,
sistemas que proporcionan técnicas explicativas –de modo que su función no es
primordialmente la predicción– consistentes con los datos empíricos y que en un
momento dado pueden ser considerados como absolutos y “del agrado de la mente”.
Estas explicaciones deben dar cuenta no tanto de lo que se espera que ocurra en la
naturaleza sino, por el contrario, de aquello que es inesperado según los ideales de
orden natural que especifican cierto curso natural de los acontecimientos. Las teorías
científicas están compuestas por leyes, hipótesis e ideales de orden natural, en orden
jerárquico. Éstos últimos, en el estrato superior, facilitan la orientación general acerca
del tema: negar el principio de propagación rectilínea de la luz, por ejemplo, equivale a
dejar de hacer óptica geométrica. Luego están, en el estrato medio, las leyes, es decir
las forma de regularidad cuya fertilidad ha sido establecida. Finalmente las hipótesis,
que son supuestas formas de regularidad cuya fertilidad se halla todavía en cuestión.
Toulmin tienen una posición claramente instrumentalista de las teorías: son reglas que
indican cómo realizar inferencias, y no son, en sentido estricto, ni verdaderas ni falsas.
El criterio de legitimidad es su utilidad para dar cuenta de las presuposiciones que la
ciencia mantiene acerca del comportamiento fenoménico y que por ello no necesitan
explicación, presunciones que constituyen un marco teórico o Weltanschauung
(imagen del mundo) que determina las preguntas que el científico se plantea, los
supuestos, la base empírica y el significado de los términos utilizados.
Las críticas fundamentales de Hanson a la CH se basan en primer lugar en que
ésta acomete la empresa epistemológica atendiendo únicamente a la ciencia como
producto terminado desatendiendo los procesos racionales por los cuales se llega a la
formulación de hipótesis y teorías por primera vez, a título provisional. En Patterns of
Discovery (1958) señala que lo que un científico busca no es un sistema deductivo
físicamente interpretado al modo de la CH sino “un patrón conceptual en términos del
cual sus datos se ajustarán inteligiblemente a datos mejor conocidos”. En suma una
teoría de mayor o menor complejidad que pueda dar cuenta de la mayor parte de la
experiencia disponible. En segundo lugar, niega la existencia de un lenguaje
intersubjetivo de observación que posea una interpretación semántica directa
independiente de toda consideración de las diversas teorías que lo utilicen, es decir un
lenguaje teóricamente neutral. Hanson niega esta posibilidad señalando la
dependencia que toda observación tiene de los marcos teóricos y conceptuales
aunque la forma en que esta dependencia se manifiesta sea diferente. Su tesis es que
el significado de una palabra depende del contexto, pero estas apreciaciones sobre la
carga teórica de la observación están dirigidas a establecer una reformulación disciplinar.
En efecto, en oposición a la idea de la CH de restringir la tarea de la filosofía de la ciencia
al contexto de justificación, Hanson cree que hay una lógica del descubrimiento en virtud
de la cual se pueda concluir que ciertas hipótesis son razonables con relación a una
determinada cantidad de conocimiento en un determinado contexto. De modo tal que las
teorías físicas proporcionan modelos dentro de los cuales los datos resultan
inteligibles, constituyendo una ‘Gestalt conceptual’. Una teoría no se ensambla a partir
de fenómenos observados, sino que más bien es lo que hace posible observar que los
fenómenos son de cierto tipo y que se relacionan con otros fenómenos. Las teorías
colocan a los fenómenos dentro de sistemas y resultan ser una serie de conclusiones
para las que es necesario señalar las premisas. El físico parte de las propiedades
observadas de los fenómenos para llegar a una idea fundamental a partir de la cual es
posible explicar esas propiedades de forma rutinaria.
Feyerabend, por su parte, siguió inicialmente a Popper, al punto de decir, en un
trabajo de 1965: “No creo haber producido una sola idea que no esté ya contenida en
la tradición realista y especialmente en la interpretación que de ella hace el profesor
Popper.”
Incluso se asoció con Lakatos, otro discípulo díscolo de Popper, con quien
sostuvo un debate muy interesante y planearon escribir un libro juntos que,
desafortunadamente por la muerte de Lakatos no llegó a concretarse. Feyerabend es
un pensador bastante atípico, con una inclinación a la pirotecnia verbal, que en
numerosas ocasiones lo lleva a extremos algo difíciles de sostener como por ejemplo
a exigir igual atención y respeto para la ciencia, la astrología, la medicina tradicional o
la brujería. En esos casos se trata meramente de un provocador, aunque sus ideas
merecen ser tenidas en cuenta por poner en cuestionamiento muchas tesis
tradicionales acerca de la ciencia.
Feyerabend se fue distanciando de Popper y publica el núcleo más interesante
de su epistemología en 1975, en un libro de título muy sugerente: Contra el método.
La tesis básica es que, si se realiza un recorrido por la historia de la ciencia, se
observa que, en realidad, el progreso de la ciencia se ha producido, no tanto
respondiendo a algoritmos más o menos rígidos, sino rompiendo y violando
sistemáticamente las reglas reconocidas. En suma, trabajando contra el método.
Feyerabend define su punto de vista como anarquismo metodológico y sostiene:

“Queda claro que la idea de un método fijo, o de una teoría fija de la racionalidad,
descansa en una imagen demasiado simple del hombre y sus circunstancias sociales.
Para aquellos que contemplan el rico material proporcionado por la historia y que no
intentan empobrecerlo para satisfacer sus instintos más bajos o sus deseos de seguridad
intelectual en forma de claridad, precisión, ‘objetividad’ o ‘verdad’, estará claro que sólo
hay un principio que puede ser defendido bajo cualquier circunstancia y en todas las
etapas del desarrollo humano. Este principio es: todo vale". (Feyerabend, 1972 [1995, p.
20]

En el resto del libro analiza aguda y extensamente, en relación con el modelo


copernicano, el caso de Galileo, tratando de mostrar que triunfa no tanto por sus
argumentos científicos sino por su gran poder de persuasión. Más allá de algunas
exageraciones, son muy interesantes sus observaciones, sistemáticamente
iconoclastas, sobre los especialistas, el lenguaje científico y su supuesta objetividad,
mostrando que por detrás de la jerga específica existe un gran juego retórico.
Interesa destacar aquí la crítica de Feyerabend a la idea según la cual las
teorías científicas se refutarían si no se adaptan a los contenidos de la evidencia
empírica, para lo cual propone actuar contrainductivamente, es decir desarrollando
teorías que se sabe de antemano presentan innumerable cantidad de falsaciones.
Después de todo “ni una sola teoría concuerda con todos los hechos conocidos en su
dominio”. Esta idea, a la que se aferrarán también Kuhn y Lakatos, cuestiona la
objetividad de los hechos como criterio de evaluación definitiva de las teorías
científicas y, por el contrario sostienen la dependencia de los términos y enunciados
de observación del marco teórico general en el cual se inscriben. La contrastación
empírica no sería más que la confrontación entre perspectivas teóricas, una de las
cuales tiene una tradición más sólida en virtud de su antigüedad y por el hecho de que
ha pasado a constituirse en una interpretación natural, y ha pasado a formar parte del
lenguaje observacional de la ciencia en una disciplina particular. Esta concepción
holística del significado (véase Capítulo 2) de los términos de una teoría desemboca
naturalmente en la controvertida tesis de la inconmensurabilidad que parece implicar
un costado irracionalista de la ciencia se desarrollará más adelante.
Más allá de no tomar muy en serio algunas de las afirmaciones de Feyerabend
vale la pena rescatar sus señalamientos sobre la existencia de una multiplicidad de
formas de la racionalidad y no únicamente la de la ciencia, la negación de ésta como
una empresa algorítmica hacia la verdad y su convivencia con aspectos irracionales de
la cultura. Asimismo su planteo sobre la relación entre política y ciencia merece
cuando menos ser tenido en cuenta para la discusión. Señala que la vigencia de un
solo paradigma hegemónico restringe la libertad y que la pretendida universalización
de nuestro racionalismo occidental es sólo un mito porque no hay una racionalidad
global. La ciencia, en este sentido es una de las tantas tradiciones e incluso dentro de
la misma ciencia hay varias tradiciones. Feyerabend extiende su anarquismo
metodológico señalando que para un hombre libre resulta más apropiado el uso de
esta epistemología que el uso de sus rigurosas y científicas alternativas.

“Todo aquél que trata de resolver un problema –en la ciencia como en cualquier otra
parte– debe gozar de una absoluta libertad y no puede estar constreñido por ninguna
norma o requisito, por conveniente que éstos puedan ser” (Feyerabend, 1978, [1982, p.
137]

Pero además, aunando su propuesta metodológica y política señala:

“Una sociedad libre es una sociedad en la que se conceden iguales derechos e igual
posibilidad de acceso a la educación y a otras posiciones de poder (...). No hay razón
alguna por la que el programa de investigación ciencia no pueda ser subsumido en el
programa de investigación sociedad libre y las competencias modificadas y redefinidas
como corresponde. (Feyerabend, 1978, [1982, p. 24 y 117]).

1. UN LUGAR PARA LA HISTORIA: Th. KUHN


El aporte de Kuhn a la epistemología merece un tratamiento más detallado y
extenso por la enorme difusión que sus ideas han alcanzado. Sin embargo, deben
hacerse algunas consideraciones fundamentales. La primera es que la mencionada
difusión y utilización de las ideas de Kuhn, no necesariamente se encuentra en
relación directa con la originalidad, ya que, si bien es cierto que es mérito de Kuhn la
revalorización de la historia en la filosofía de la ciencia de la tradición anglosajona,
también es cierto que otros autores como Gastón Bachelard (1884-1962), Georges
Canguilhem (1904-1995), Alexandre Koyré (1852-1964) e incluso Ludwik Fleck31
(1896-1961) habían planteado tesis similares. De hecho Kuhn reconoce explícitamente
su deuda intelectual con los dos últimos. También las tesis filosóficas más generales
pueden encontrarse claramente en Quine y en el llamado “segundo” Wittgenstein, por
no hablar de autores más cercanos a la filosofía de la ciencia en particular como los ya
citados Hanson, Toulmin y Feyerabend. La segunda consideración se refiere a algo
que señalamos más arriba y en general: si bien es cierto que Kuhn rompe con algunas
de las tesis fuertes de la CH, también es cierto que puede inscribírselo en la misma
tradición intelectual. En tercer lugar, no es menor el hecho de que Kuhn ha ido
modificando algunos tópicos centrales de su pensamiento suavizándolos32 en algún
sentido y acercándolos a posiciones que al principio parecían irreconciliables y que haya
pasado también de una preocupación inicial por la historia de la ciencia –que
repercutió indiscutiblemente sobre el pensamiento estrictamente epistemológico- a
abordar cuestiones tradicionalmente filosóficas en relación con el lenguaje y la teoría
del conocimiento. Finalmente, la enorme influencia de Kuhn también ha dado lugar a
interpretaciones parciales, sesgadas e incluso erróneas que el propio Kuhn pasó años
tratando de desvirtuar. Esto quizá esté relacionado con la suerte y, al mismo tiempo el
problema, de publicar el libro que hacía falta en el momento justo, lo cual convirtió a La
Estructura de las Revoluciones Científicas (Kuhn, 1962-70) (en adelante ERC) en el
único best seller de la literatura epistemológica. Suele ocurrir que aquellos pensadores
o filósofos que como Kuhn, tienen una enorme influencia, se los conozca más por sus
mentores o comentadores, que lo tienen por autoridad, que por su propia obra. Se
trata, en este caso y parafraseando a Kuhn de una especie de epistemología de los
manuales. La constante prédica del propio Kuhn tratando de despegarse de
interpretaciones que consideraba inadecuadas resulta una muestra de ello.De hecho
puede encontrarse una enorme cantidad de críticas a posiciones que Kuhn jamás
defendió; algo similar ocurre cuando se pretende criticar al empirismo lógico y se
arremete contra una suerte de monstruo que sólo existe en la epistemología de los

31
Historiador polaco que publicó en 1934 un excelente libro sobre la historia de la sífilis (La génesis y el
desarrollo de un hecho científico), epistemológica e historiográficamente muy novedoso para la época.
Fue perseguido y preso en campos de concentración y el libro pasó relativamente desapercibido.
32
Newton-Smith (1981) titula el capítulo dedicado a Kuhn: “T.S.Kuhn: de revolucionario a
socialdemócrata”, haciendo referencia a estos cambios.
Hacia el final de la década, en 1969, se realizó en Urbana (Illinois, EEUU) un
simposio sobre la estructura de las teorías científicas en el cual se discutieron también
diversas líneas epistemológicas que venían a romper con las versiones estándar de la
CH. No me extenderé demasiado en comentarios sobre los desarrollos de la reunión -
véase la compilación que hace Suppe (1974) de los trabajos presentados y, sobre su
introducción a ese volumen-, salvo llamar la atención sobre algunas cuestiones. En
primer lugar que aún se convocase a discutir sobre la estructura de las teorías científicas,
aunque el texto de esa convocatoria resulte elocuente respecto de lo que estba pasando
en esos momentos en el área de la filosofía de la ciencia:

“Tradicionalmente, los filósofos de la ciencia han constituido teorías científicas como


cálculos axiomáticos (…) Recientemente, la pertinencia de este análisis ha sido discutida
por un buen número de filósofos, historiadores de la ciencia y científicos. (…) El
propósito de este simposio es reunir algunos de los expositores y críticos más
destacados del análisis tradicional, defensores de algunos de los más importantes
análisis alternativos, historiadores de la ciencia y científicos, para examinar la cuestión
en qué consiste la estructura de una teoría científica.” (Citado en Suppe, 1974 [1979, p.
9])

El resultado de ese simposio no hizo más que mostrar que la CH había tocado a
su fin y se imponía otro tipo de análisis. Otra cuestión que me gustaría resaltar es el
comentario que hace Suppe en su presentación de la compilación de trabajos,
justificando la necesidad de realizar una presentación previa de la CH (excelente por
cierto), pero que muestra uno de las limitaciones principales en que se puede caer desde
la filosofía de la ciencia:

“Durante el simposio, un cierto número de no filósofos me dijeron: ‘me doy cuenta de que
lo que se está hablando es relevante para mi trabajo como científico y puede serme útil,
pero no tengo suficiente base filosófica para seguirlo en detalle o para ver exactamente
cómo afecta a mi trabajo y así no consigo las respuestas que necesito’.” (Suppe, 1974
[1979, p. 10])

3. PROGRAMAS DE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA: I. LAKATOS


Lakatos (1922-1974) nació en Hungría, siendo su verdadero nombre Samuel
Lipschitz, que cambia luego por el de Imre Molnar con la llegada de los nazis y pasa a
formar parte de la resistencia y luego por el de Imre Lakatos acabada la Segunda
Guerra Mundial. Fue Secretario del Ministerio de Educación, en Hungría, luego
encarcelado de 1950 a 1953, por disidente y tras el levantamiento de Hungría, en
1956, huye a Londres, donde enseña en la London School of Economics, de 1960 a
1974, sucediendo en la cátedra a Karl R. Popper. Fue discípulo de Popper y siempre
afirmó que ha llevado las ideas de éste a su forma más desarrollada, aunque el mismo
Popper nunca reconoció esto ni a Lakatos como dentro de su misma línea de
pensamiento. Algunos ven en él una suerte de síntesis entre Popper y Kuhn, porque
además de ser claramente reconocible en su propuesta la filiación popperiana,
muchas de sus ideas parecen tienen el sello kuhneano y de los nuevos filósofos de la
ciencia en general,
Hay que tener en cuenta que la obra principal de Lakatos (El falsacionismo y la
metodología de los programas de investigación) aparece en 1970, ocho años después
que La estructura de las revoluciones científicas de Kuhn, y en un momento de pleno
debate entre éste y Popper, y aparece incluida en la antología producto del Congreso
de Londres de 1965, citado en el punto anterior. Se trata de un hecho significativo ya
que Lakatos recoge por un lado la herencia popperiana con algunas modificaciones
profundas, producto en buena medida de los aportes y críticas que Feyerabend y Kuhn
vinieron haciendo a las versiones epistemológicas estándar.
Según Lakatos, es un hecho común en la historia de la ciencia que toda teoría
nueva, aunque triunfante sobre la anterior en virtud de que da cuenta de hechos que la
teoría desplazada no podía explicar, está, no obstante, sumergida en un océano de otros
hechos que la contradicen y que podrían aparecer, a la luz de un falsacionismo poco
elaborado, como otras tantas refutaciones. De modo tal que el desarrollo de la ciencia no
respondería al modelo de Popper, porque éste presenta la empresa científica como una
lucha bilateral entre el mundo y la teoría:

“(...) 1) una prueba es- o debe ser- una lucha bilateral entre teoría y experimento, de tal
suerte que en la confrontación final sólo se enfrenten una y otro; y 2) el único resultado
interesante de tal confrontación es la falsificación (concluyente): ‘los únicos
descubrimientos auténticos son refutaciones de hipótesis científicas’. Sin embargo, la
historia de la ciencia sugiere que: 1’) las pruebas son luchas al menos trilaterales entre
teorías rivales y experimentos; 2’) algunos de los experimentos más interesantes
culminan, a primera vista, más en la confirmación que en la falsificación” (Lakatos, 1970
[1975, p. 31])

Lakatos niega, contradiciendo a Popper la existencia de experimentos cruciales


en el sentido que les da Popper, como dramáticos momentos de refutación y corrobora-
ción de importancia trascendente “(...) ‘experimento crucial’ es un título honorífico, que,
por supuesto, puede conferirse a ciertas anomalías, pero sólo mucho después del
evento, sólo cuando un programa ha sido rechazado por otro” (Lakatos, 1970a, p. 27). De
modo tal que, según Lakatos, hay que entender las refutaciones (en sentido popperiano)
como sucesos a explicar, merced a la adición de hipótesis ad hoc y sostiene que la histo-
ria de la ciencia es la historia de estas maniobras por parte de los científicos y debe
comprenderse como una lucha entre teorías rivales en la que el mundo actúa como
árbitro, de modo tal que una teoría debe considerarse falsificada cuando:

“1. Otra teoría T’ tiene mayor contenido empírico que T; esto es, que predice hechos
nuevos, es decir hechos improbables, o incluso vedados, en virtud de T;
2. T’ explica el éxito anterior de T; esto es, que el contenido de T’ incluye todo el
contenido no refutado de T (dentro de los límites del error observacional); y
3. Se ha corroborado parte del contenido adicional de T’ (Lakatos, 1970 [1975, p. 32])

Se desprende de esto que la unidad de apreciación y análisis de la ciencia no


deben ser las teorías aisladas (como lo entendía la filosofía de la ciencia tradicional) sino
un entramado bastante más complejo compuesto por la teoría primitiva y sus sucesivas
modificaciones a partir de la inclusión y exclusión de hipótesis ad hoc. Esta unidad de
análisis, mucho más compleja que una mera teoría es lo que Lakatos llama ‘programa de
investigación científica’, que incluye, además, la instancia de decisión metodológica’ de la
comunidad científica. Esta decisión se cristaliza no solamente en la aceptación del
programa de investigación, sino, y fundamentalmente, en el hecho de trabajar dentro de
él, aun en circunstancias donde la experiencia disponible sea refutatoria. La ciencia es
concebida así, para horror de la filosofía de la ciencia tradicional, como un proceso de
producción llevado a cabo por hombres en medio de refutaciones y contradicciones.
Estos programas de investigación contienen además del acto fundacional de decisión de
considerar irrefutables ciertos componentes del programa, por diferentes instancias que
pueden ser consideradas cada una como conjuntos de reglas metodológicas, o sea ins-
trucciones de cómo actuar, qué rutas de investigación seguir y cuáles evitar.
El carácter fundamental de la instancia de decisión de la comunidad científica, en
tanto no es estrictamente cognoscitiva evoca en algún sentido a los paradigmas
kuhneanos, aunque Lakatos ha criticado fuertemente a Kuhn acusándolo de sumir a la
empresa científica en la irracionalidad.
Como queda dicho, la unidad de análisis de la producción científica está
constituida, para Lakatos, por los programas de investigación científica (PIC), que, a su
vez, incluyen diversos elementos.
En primer lugar el Centro Firme o Núcleo Duro (Hard Core). Este núcleo es “(...)
convencionalmente aceptado y por una decisión provisional, irrefutable” (Lakatos, 1970a,
p. 25). Las teorías centrales que los partidarios del programa están dispuestos a defender
forman el núcleo, el cual permanece y es defendido, aún cuando se presenten
abundantes contraejemplos (anomalías). A tal punto para Lakatos esto es así, que, en
verdad, los PIC no son refutados sino que sólo existe la decisión metodológico -
pragmática de abandonarlo y sustituirlo por otro más prometedor y que posea contenido
empírico adicional.
El modo en que esta decisión fundacional de la comunidad científica, se convierte
en núcleo preservado de la refutación, es rodearlo por un cinturón protector (protective
belt), compuesto por hipótesis auxiliares. De este modo el núcleo no se controla (no
choca) directamente con los hechos. Estas hipótesis se emplean toda vez que sea
necesario salvar al núcleo de una refutación. Al cumplir esta función de protección de las
hipótesis centrales del programa permite que la investigación prosiga sin necesidad de
ponerlas en cuestionamiento.
Este cinturón de hipótesis auxiliares es constituido merced a reglas precisas,
reglas metodológicas que indican el camino que deben seguir las investigaciones. Estas
reglas conforman lo que Lakatos llama la heurística positiva. El término “heurística”
puede definirse como el arte del descubrimiento y, en este sentido, indicaría de qué modo
se relaciona el núcleo con sus anomalías. Dice Lakatos:

“(...) una heurística positiva que defina problemas, esboce la construcción de un cinturón
de hipótesis auxiliares, prevea anomalías y las transforme en ejemplos victoriosos: todo
ello según un plan preconcebido. Es primordialmente la heurística positiva de su
programa, no las anomalías lo que determina la elección de sus problemas”. (Lakatos,
1970a [1982 p. 26])

La decisión metodológica de preservar el núcleo a través de hipótesis auxiliares


construidas según la heurística positiva, que indicarían el camino que debe seguir la
investigación, no sería verdaderamente efectiva en su función si al mismo tiempo no deli-
mitara de un modo preciso, qué es lo que no se puede hacer dentro del programa: la
‘heurística negativa’. Constituida por un conjunto de reglas, indica lo que está prohibido
para el PIC, los caminos que la investigación debe evitar, so pena de contradecir el
Centro Firme. La regla de la heurística negativa indica la prohibición de aceptar como
experiencia disponible aquella que contradiga las hipótesis centrales.

3.1. LA DINAMICA DE LOS PROGRAMAS DE INVESTIGACION


CIENTIFICA
A partir de estos conceptos puede vislumbrarse cómo funcionaría a lo largo de la
historia un PIC: una determinada comunidad científica decide que ciertas hipótesis son el
núcleo duro del programa; esa misma comunidad construye un cinturón protector. A
través de él se determinan una heurística negativa que permitiría evitar caminos de
investigación autodestructivos y una heurística positiva que posibilita el desarrollo de la
investigación. Puesto a funcionar un PIC, la dinámica misma de la investigación obligará
a desechar algunas de estas hipótesis y a incluir otras permitidas por la heurística
positiva, con lo cual el programa está sujeto a cambios continuos que, si bien no afectan
al núcleo hacen que la totalidad vaya modificándose. Este proceso de descarte e
inclusión de hipótesis explica por un lado la persistencia de ciertos programas y, al mismo
tiempo la posibilidad de cambio en el interior mismo del programa, cosa que los
diferencia de las nociones kuhneanas de paradigma y ciencia normal. La estabilidad de la
ciencia normal de Kuhn constituye un esquema muy rígido y estable, mientras que los
PIC pueden concebirse como dotadas de una dinámica interna que hace que atraviesen
por distintos estados a través de su historia, calificables como progresivos o
degenerativos (o regresivos).
Un programa será progresivo si lleva a descubrir nuevos hechos merced a su
heurística positiva, y será degenerativo si las hipótesis ad-hoc puestas para proteger al
núcleo de la refutación no son corroboradas en el curso de las investigaciones que lleva a
cabo la comunidad científica, durante un lapso histórico dado (que puede ser variable ya
que para esto no hay reglas externas a la comunidad). Un período de estancamiento
degenerativo de un programa puede ser superado mediante ciertas modificaciones a lo
estipulado por las reglas heurísticas, dándole así un nuevo impulso. Es de suma
importancia tener en cuenta que, para Lakatos, puede haber, en un mismo momento,
varios programas en conflicto, lo cual constituye otro punto de disenso con Kuhn.
Lakatos sostiene, que a diferencia de la ‘ciencia normal’, en la historia hay, y es
deseable que así sea, muchos programas de investigación en diferentes fases de
desarrollo (degenerativos o progresivos).
En esta dialéctica de programas en competencia en ocasiones se producen
revoluciones científicas. Son cambios de programas de investigación, que ocurren
después de un período más o menos largo en el que programas contrapuestos se desa-
rrollan paralelamente, pero uno de ellos se encuentra en fase progresiva, es decir
aumenta su contenido empírico, y el otro (u otros) está en proceso degenerativo, es decir
que acumula hipótesis ad-hoc, reacomodándose sólo verbalmente, pero no dando cuenta
de una realidad cada vez más refutatoria y adversa. La cuestión de decidir entre
programas adversarios se resuelve para Lakatos por consideraciones de eficacia y
conveniencia que lleva a cabo la comunidad científica.
Los programas de investigación, merced a la posibilidad de cambiar con relativa
facilidad las hipótesis del cinturón protector, lo cual hace que el conjunto cambie, constitu-
yen una estructura dinámica, que permite explicar el cambio científico (normativamente
reconstruido) con mejores resultados que la ciencia normal kuhneana de ERC. En efecto,
Kuhn describe las revoluciones científicas, pero determinar por qué, cuándo y cómo,
depende de circunstancias en buena medida aleatorias y extraparadigmáticas. Mientras
ello ocurre, el paradigma permanece inconmensurablemente estable. En cambio para
Lakatos hay un doble dinamismo: por un lado, un dinamismo interno, en la medida que
cambia la constitución del cinturón protector. No obstante, en la medida que el Núcleo
Firme permanezca inmutable se debe seguir hablando del mismo programa de
investigación. Pero además, hay un dinamismo externo, que conduce al eventual
abandono del programa de investigación. Esto que Lakatos llama también revolución
científica, ocurre en la medida en que un programa de investigación degenera, es decir
que sólo sabe de reacomodos verbales, hasta que es abandonado (no refutado) y otro
programa rival progresa, es decir genera nuevos hechos. A la unicidad hegemónica del
paradigma kuhneano, se opone la coexistencia más o menos conflictiva de varios
programas de investigación, cuya proliferación es, para Lakatos, tanto una descripción
como una prescripción; es decir no sólo es lo que se podría constatar a lo largo de la
historia de la ciencia sino que además es positivo que así acontezca para el buen
desarrollo de la ciencia. En este esquema fuertemente normativo, sin embargo, no hay
una regla fija que marque pautas que determinen qué es lo que debe formar parte del
núcleo duro o del cinturón protector, ya que estos dependen de la decisión de los
científicos en función de la experiencia disponible.

3. 2. HISTORIA INTERNA E HISTORIA EXTERNA


La revalorización de la historia llevada a cabo por Kuhn y retomada por Lakatos,
ha mostrado la necesidad de hallar categorías históricas con las cuales reconstruir los
acontecimientos del pasado de la ciencia. Dirá Lakatos, parafraseando a Kant: “La
filosofía de la ciencia sin historia de la ciencia es vacía; la historia de la ciencia sin
filosofía de la ciencia es ciega” (Lakatos, 1970a, p. 204). En esta línea, Lakatos
resignifica los conceptos de historia externa y de historia interna. En principio la historia
interna está constituida por el análisis de las cuestiones metodológicas vinculadas al
cambio de teorías o a las estructuras lingüísticas de una teoría. Por su parte la historia
externa estaría constituida por elementos que, utilizando la expresión de la CH,
corresponderían al contexto de descubrimiento, tales como ideologías, prejuicios en
general, factores culturales, económicos, sociales, etc. Esta distinción entre historia
interna e historia externa que, si se pone en paralelo con los contextos de descubrimiento
y justificación de la CH, puede ser considerada como una suerte de criterio de
demarcación ha determinado buena parte de la agenda epistemológica de las últimas
décadas. Lakatos reformula los contenidos de ambos ámbitos de un modo particular:

“La Historia Interna es comúnmente definida como historia intelectual; la Historia Externa
como historia social. Mi nueva demarcación, no ortodoxa, entre historia interna y externa
constituye un considerable desplazamiento del problema y puede parecer dogmática.
Sin embargo, mis definiciones forman el núcleo firme de un programa de investigación
historiográfica; su evaluación es una parte de la evaluación de la fecundidad de todo el
36
programa.” (Lakatos, 1970a [1982 p. 12])

Efectivamente Lakatos desplaza el problema y le otorga una significación y alcance


diferentes. El par historia interna - historia externa deja de constituir un problema
exclusivamente sociológico. Ya no se trata solamente de determinar qué factores
sociales adquieren status epistémico, ni de indagar acerca del funcionamiento social de
la comunidad científica. Este par de conceptos será, para Lakatos, un nuevo criterio de
demarcación, ubicado en el núcleo duro de un programa de investigación, que en este
caso ya no será científico, sino historiográfico (PIH). Su particular visión de la historia de
la ciencia (y su relación con la filosofía de la ciencia) aportan un punto de vista que de
alguna manera representa una reflexión acerca de toda la historia de la epistemología
como disciplina prescriptiva.
Si se intentara aplicar esta conceptualización a los otros epistemólogos
aparecerían serias dificultades. Para Popper, por ejemplo, la historia interna
correspondería a lo que llama ‘mundo 3’, es decir las teorías y argumentos objetivos.
Para Kuhn, quien opera una verdadera revalorización de la historia, la división historia
interna / historia externa es relativa a la historia misma, dado que la historia interna es
siempre la de la comunidad científica, pero los vínculos con la sociedad en general que
esta comunidad establece varían de una época a otra o, mejor, de un estado de la
ciencia a otro: en el origen de las disciplinas, éstas se ven mucho más influenciadas y
dependientes de las condiciones externas, mientras que a medida que la comunidad se
va consolidando se hacen más y más impermeables.
Pero, volvamos a Lakatos. En la Historia de la Ciencia y sus Reconstrucciones
Racionales (1970a) se plantea tres objetivos, según los cuales intenta mostrar que:
1. la filosofía de la ciencia (FC) proporciona metodologías normativas con cuyos
términos el historiador reconstruye la historia interna y aporta de este modo una
explicación racional del desarrollo del conocimiento objetivo. Las metodologías
modernas, para Lakatos, no son un conjunto de reglas para desarrollar el trabajo
científico, sino que son criterios para evaluar teorías ya elaboradas. Estas evaluaciones
constituyen reconstrucciones y, por tanto, comportan diferentes teorías de la racionalidad
científica, criterios de demarcación o definiciones de ciencia. El carácter normativo /
prescriptivo de la epistemología adquiere aquí otra dimensión: no tanto como indicación a
los científicos acerca de cómo deben proceder al modo del positivismo lógico o el
refutacionismo de Popper, sino como indicación de cómo debe reconstruirse la historia
de la ciencia. Lakatos considera a todas las metodologías propuestas por los
epistemólogos de este siglo, más allá de que tanto la propuesta del Círculo de Viena
como la de Popper puedan ser consideradas también en el primer sentido, como
verdaderos programas de reconstrucción histórica. Vale decir que las llamadas
metodologías no hacen referencia a un conjunto de técnicas de aplicación mecánica para
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Acerca de una crítica a la posición de Lakatos, véase Kuhn (1970a)

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