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Como Novelista: Tii Ijes

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1.

a tii~ijescomo novelista ra; pero carecerán siempre del gran rasgo qiie se advierce, iiisca-
meiire, ?oi el atrevimiento con qiir el alma, realnienre profunda,
Eii estos úlrinios tieiiipos h;i Ilnniado la atciicióii, en todos se suiiierge en la vida para sacar a lu7. sus verdades n-iás rrenieii-
los puntos del inundo civilizado, la niultiplicación exrraordiiiaria das y inis ásperas.
de la mujer iiovelista. Si algo inagotable se ofrece al esrudio del hombre, cs, jiisca-
Sería ilógico suponer que la inreligeiicia fenieniiia se haya nienre, la lucha de éste con su instinto.
despertado nliora: pero, para escribir con algunii propiedad, ha- Qiiien supoiiga, por prejuicio moral, que escJ I~ichiiiio dc-
cía blta a la mujer abandoiicir, siqiiiera en parre, las rlireas del be ser revelada, comentada, realzada, sintetizada, heclia arce, eri
hogar y asoniarse a observar la vida. una palabra. no podrá ser jamrís iin novelisra de peso.
Esto es lo qiie ha heclio en estos úlriinos riiios, eii qiie ha si- Es por esto qiie, gciieralnieiire, la miijer novelista prodiice
do Il;imada a niis duras rare¿isy 11 más hondas reflexiones. obras incoloras, fals:is, de iiii ro~iiaiiticismoestrecl~oy pobre.
Ignoramos, por otra parte, si la literatura agregará con esto Y es que, una coinprensión profunda, supone' también,
algún valor nuevo a sii copiosa coseclia: si la sensibilidad femeni- una vida profunda.
na es rica, la sensibilidad pura no basta para la obra de arte, que Lo que se lee, lo que se observa no basta: nada se eiitiende
supone, además, iina cerebración robiisra, iiiia observación proli- tanro como lo que pasa a través del propio sentimieiito; pero sol-
ja y profunda, tina c:ipacidad de convertir el hecho misnio en rar el sentiniienro, entregarlo a todos los impulsos, subir y bajar
iina consecuencia, y relacioiiar, en suma, las verdades relarivas con la vida, avanzar y recular con ella, ascender hasta lo sublime
con las verdades absolutas. y caer en la infamia, es romper con los moldes morales que eni-
Todo gran artisra es, en el foiido, filósofo, y la priinera con- bellecen a la mujer.
dición -aparte de la excepcional inteligencia que esra actirud su- Se ha dicho qiie iina vida extraordinaria es, casi siempre,
pone- para observar la vida con ojos claros y penetradores, es~riba complemento del genio.
cn analizarln con desprendiinieiiro absoluro de la moral personal. ;Cómo podría la mujer, delicada por naturaleza, limitada
Un espíritu doniinado por las ideas morales corrientes, y por el ambiente y por sil propia sensibilidad, vivir esra vida ex-
convencido de que la vida se resuelve con fórmulas dadas ); prin- criiortlinaria que la haría comprender. ahondar. zambullirse, por
cipios inmutables, carecerá de claridad y grandeza para penetrar, ciccirlo así, en los mis interesantes y hondos tiim~ilrosdel alma
entender, descifrar 13s pasiones humanas, fuentes de toda gran li- humana?
teratura. Si posee fortuna, y para lograr aquello ronipe con todo,
Si la miijer, pongo por caso, educada en un ambiente farni- qiiizi le fuera posible lograrlo; si carece de ella y debe vivir de lo
liar, limirado, honesto, en una palabra, quisiera escribir una no- que gane, la vida económica se le hará difícil y osciira.
vela, sus personajes 110 podrían ofrecer otro n1a:iz y otro interés Luego, una vida extraordinaria destruye en la iii~ijerlo que
que el de sil vida limitada: no podría, lógica~nente,entrar a tratar la hace más preciada: su feminidad.
fenómenos psicológicos que desconoce, y resolvería cuanto pro- Qué enorme fiierza, en beneficio de su pasión, necesitará la
blema planteara sii novela con las vulsares y comunes iiormas mujer escritora para desrriiir eii ella su feminidad, que es, justa-
por las que su vida se rige. mente, su inevitable adorno para el amor!
Ahora bien: este criterio puede producir obras sanas, genti- Es por esto quizás; es qiiizá cainbién porque la resistencia y
les, delicadas, e~~iritiiales,poéticas, morales, bien escritas, etcéte- la coordinación cerebral de la mujer -no, acaso, su compren-
sión- son menores qL.e Iris del hombre, qile, hasra ahora. el genio i-i~esa,raciras, cuchariras, inonadas inrerininables.. . Pero en qu;
femenino no ha s~irgido. lindos ssruches, ;verdad?
No quiero decir por esro que no haya mujeres novelisras Y esa plancha elécrrica que le hará ranra falra, (por qué no se
con rassos geniales; las ha,: la ha regalado sil amiguira pobre, que la obseqiiia con 1111 esruclia-
Quiero decir que no ha surgido, rodavía, la mujer que pue- do v dorado cofrecillo, para que guarde alhajas que lisred no rie-
da ponerse al lado de las grandes cumbres literarias nlasciilinas. ne?
;Vendri mafi:iria? ¡Oh! ,:sabe por qué? Porque rodos conoceii el precio de una
Es avenrurada la respuesta: asistimos a un desperrar nervio- plancha elécrrica, y no riene estuche, ni vista, ni "pega golpe".
so de la curiosidad y la observación femenina. Luego no es cosrumbre regalar una plancha elécrricii.
Acaso la gran novela femenina logre escribirse, pero será Y ;quién inicia, entre nosotros, lo que no se acostumbra?
siempre en detrimenro de la persona, de la mujer, que en la es- A propósito de esto reciierdo un caso n~u!. curioso ocurrido
critora vive. en un pueblo de pro\/incia, en circunsrancias de una interven-
Esto, mienrras nuestra civilización subsista. ción nacional.
La sociedad del pueblito en cuestión se hallaba dividida
Tao Lao (La Nación, 27 de marzo de 1921) desde tiempos atrás en tres rigurosas categorías: primera, segun-
da y tercera.
Cada familia del disringuido pueblito tenía especificada su
condición y asistía solainence a las reuniones que convocaba
Los regalos de casamiento sil grupo.
No era difícil hallar, en una misma familia, miembros per-
Es iinn práctica vieja la de los regalos de casamiento.. . La tenecientes a las [res rigurosas categorías: los fundadores de ese
gente es perversa y se alegra siempre del daiio de los demás: por lugar, modestos hoteleros, pertenecían a la tercera; su hija, casa-
eso, en ocasión :an azarosa, envía obsequios, felicitacioiies, para- da con un honorable comerciante al por mayor, había ascendido
bienes, ercétera.. . a la segiinda, y el hijo, recibido de médico en la capiral, se ubica-
No haga caso, la gente casadera, de mis palabras: de envidia ba, candoroso y feliz, en la primera.. .
son, por supuesto, y de malignidad. Pues ocurrió que un interesante militar, ignorando tan pul-
Pero, varnos a cuentas: ;Se ha casado usted? ;Qué le han re- cras divisiones, pidió la lista de familias decenres de la localidad
galado sus amigas, a usted, esposa reciente de un empleado de y los invitó, sin distinción alguna, a un baile en la jefatura local.
trescientos pesos de sueldo? ¡Qué de reviielos! ¡Qué de susurros!. . . Cuando llegó la hora
Cori segiiridad una porción de vistosas carteras para usted y del baile, las de la primera categoría enviaron a sus sirvienras a
para su esposo; media docena de cofres, por lo menos, para que espiar si otras entraban primero; las d e la segunda apostaron
guarde sus alhajas; aros de servilleta, muy plateaditos, en abun- también sus "aguaitadoras" con idéntico objeto; las de la tercera,
dancia; juegos de cepillos, con su dorso, de algo parecido a hoja envueltas en capas y abrigos, se fueron personalmente a realizar
de lata repujada, tres o cuatro; floreros.. . ;oh! floreros, tantos pa- tan curiosa función, y conlo ninguna familia quisiera entrar pri-
res como para aguardar, sin que terminen de romperse, la fecha mero que otras, los hombres, cansados de esperarlas, bailaron en-
del divorcio; polveras, queseras, dulceras, fruteras, centros de tre ellos y devoraron alegremente cuanto había en el buffet.

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