Payaso Literario
Payaso Literario
Payaso Literario
Prudencia Ayala.
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PROLOGO
~STE libro lo dedico al publico en,
general, para que reCUerd€il ala hor-
miga intelectual salvadorefta. '
Escrrbo mis ideas nQ!;' amor al bien ge-
n eral. -
, «P~YA~Qc-LíTERARIO», es un genio. Que
no 1& 't,ga yo, que 10 diga Pedro, o Juan de
los que perteoecen a los beneméritos intelec-
tuales en la ciencia de pensar, para bautizar
y confirmar a e.ste hijo nacional que ocupa la
atención de admirarlo por lo variable del
sentido en la idea que vuela,
Del círculo intelectual sale el «PAYASO
; LITERARIO», al escenario de reuniones. Toma
¡larte en cofradías y festines y se transforma
'a.dmir_~1iemente_
" En muchas formas se presenta con pres-
...teza en las comedias. Los escritores aventa-
'Jados en conocimientos de literatura, pueden
describirlo perfectamente en su figura, ya que
a mí me falta material para desarrollar la
'idea de interés de este genio que en la últi·
;6a excepción de la pal~ra, puede nom brár-
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se le para mejor entetlder ccARLEQuíN LITE· '
RARIO», Es apreciado por hombres poderosos
y público en general por gracioso en sus ocu·
rrencias con que agrada a unos y desagrada
a otros, cePA YASO LITERARIO», divieTte de lo
1indo para su celebridad y lucr~ que es el
busilis en sus empresas y es muy solicitado.
Escribo el pr6logo del PAYASO por no
haberse prestado ningún camarada a escribir
en fabor de él, como lo hizo Ramiro Abril con
«AMORES DE LOCA», en la primera página del
Diario "La Nación"; que redactaba su herma-
no Mateo. Pues éstos, se encuentran ahora
muy lej0s, lejos de mí ¡ay Dios! ... Ellos de
seguro se ha brfan prestado de buen grado a
escribir este prblogo p"lrque son mu.y amigos
del diablo para atorme.nta,rme, ¡Dy uyl
~a j{¡¡tera.
P;\Y¡-\SO [N ESCENARIO
DIALOGOS DEL PAYASO
(DECLABAOIÓN DE AMOR)
¡ r' :'dlJIJamos",
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Eso dijo Payaso entre marido y mujer.
Al oír al hombre que ie decía a la setlora.
Pepita ¿Quién te aconsejó te cortaras
el cabello, te vas a masculinizad
. Cándido No seas tan cándido. ¿Qué no
miras la viga que tienes encima? ¿Te has
rasurado el bigote y jamás te he dicho que
te vas a feminizar.
Payaso da que pensar en lo que dice. En
tiempos remotos, el hombre y la mujer usa·
ban el cabello1argo, el hombre en la civili.
zaci6n dispuso cortárselo y se generalizó la
costumbre por higiene y cómodo. Pero hoy
que la mujer se 10 corta, algunos compatleros
están tristes porque creén que la mujer se
masculinizará ¡ja ... ja ... ja ...... 1 ¿Qué
nitlerías?
Payaso siempre ríe leyendo a Justo Mar
tel, y dice: que Martel es un periodista hu·
morjs~a como pocos con su tijera literaria.
s ~ a cerbo en la crítica contra los versos de
algunos poetas. Propina vapuleadas fenome-
nales que deja enfermos a los más alentados
en el arte de versificar. Payaso acouseja a
los poetas que no se resientan. y que a la
crítica le canten como objeto de perfección
que inspira, y que así preparen sus buenas
trincheras contra la batería de Justo Martel
que a veces es seguro en sus disparos. ¡ Mi
ten qué Payaso tan chustozo! -- dijo la chique
da al ver que a la postre, todus los literatos
~n el salón de concurso b::dlab8n f'l K:tl1 Kan¡-
":Y.·Payaso aleIltamente le suplica a dun Ju~
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to-¿Apláudame sefior Marte1, diga que soy
gracioso, el más maravilloso en Centro=Amé·
rica. Pero, ¡Dios miol .... don Justo que no
está para consolar aflijidos, le t:ró a Payaso
un bofetón de tal manera, que si Payaso no
anda listo 10 derriba.
Payaso dicimu1ando decía: un bofetón pa-
ra mí es 10 mismo que una ca:-icia, porque de
todo hay que saborear e~ la vida para mejor
conocimiento de los hechos y cosas. Y no
me equivoco al creer, que unos se reirán al
verme y otros se sentirán aburridos al escu-
charme en serio, leyendo a don Santiago Ar
güello, poeta nicaragüense. Dice en el nú·
mero 2,413 del Diario «El Sa1vadorefl.o».
Mi feminismo
POR SANTIAGO ARGUELLO
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ciable. Rubias y morenas, gordas y flacas,
grandes y pequeñas, en todas encuentra mi
acero ~;lgo de imán. Y es porque todas lle-
van c(;nsigo el cumún divisor de su femenidad.
y ya podréis deducir de tal antect:deo~e la
decisiva fuerza con que habré de defender 10
femenino.
Y. precisamente por eso, por mi desafo-
rado ft:ruiüÍ3mo. recháZo, en cuanto a ellas,
toda tt?ndeucia de masculinización. Para mí,
hacer de la mujer un marimacho, es cosa tan
abominable como trocar al hombre fnette en
un afeminado. Ambas son formas abortivas
de la ·Naturaleza. Ambas se salen de la tra-
yectoria de la Ley y de las corrieu tes de la
evolución.
«De modo, pues, dirán muchos, yaún
muchas, que la pobre mujer debe ser relega .
. da al viejo gineceo, y sus funciones han de
tenerla limitada a los actos de la procreación?
¿Ha de seguir siendo siempre el instrumento
de placer, la máquina generadorah
Yo no digo eso, ni eso se desprende tamo
poco del factor atractivo en que se funda mi
especial feminismo. Entendámonos.
La gran fuerza progresiva del Cosmos,
en virtud de la cual evolucionan las formas,
las vidas y las almas, va marchando siempre
de lo diverso a 10 uno. Cada diversidad tien-
de a unificarse; y cada resultado de esa uni·
fi.:~ación, es p9.rte de una diversidad más
grand" que, a su vez, va a funrlirs~ en una
unidad wayor. La unidad del hogar ha de
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nacer de la fusión de los fragmentos huma-
nos: un hombre y una mujer: dos polaridades
que deben ser opuestas, como condición né-
cesaria para que pueda producirse el rayo
eléctrico de la atracción. De dos polos homo-
géneos, nada resulta. Dos hombres o dos
mujeres no causan el hogar, sino que se le
oponen. Por eso dije que desfemenizar a la
mujer es contrariar la Ley. De hombres
fuertes y mujeres sanas, nacen proles viriles,
que son la semilla de todo progreso en las
razas. Pero no se queda aquí la misi6n de
la mujer. Huy ya no es ella la castellana
prisionera, cosa feudal, compafiera del lebrel
cazador, cuyos únicos menesteres habían de
cumplirse en la vacija. ¡Nol La mujer ya
no es s610 la sierva de los deseos del sefior.
Ya no es su instrumento de placer sino su
colaboradora en la enorme tarea de dar cuer-
pos aptos a la humanidad. Mas éste no es
su solo fin. Aquí empieza .m obra; y aquí
empieza ella a comprender asimismo que no
puede ni debe usurpar gestos, aptitudes ni
funciones que competen al contrario sexo, ya
que sus modalidades se hayan indicadas por
su propia y especial complexión. El hombre
engendra; élla concibe; y cada uoo de ellos
debe indispensablemente limitarse al engen
dro o a la concepci6n. La igualdad consisti.
rá, pues, en el derecho de cumplir cada uno
su tan'::!, dentro de su 6rbita sexual.
Pero h. mujer 'no es 86](\ procreadora",
como no es tampc'co el hombre. Después del
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ciones no es sino aparente? Ella está hacien
do hogar; es decir, haciendo sociedad, esto es'
haciendo humanidad.
El ansia de salir de ese tayer de dioses, en
que se crean formas y se encausan espíritus,
no es sino una desorbitación. Es un fantástico
miraje, que tiene como base Ull peligroso anhe·
lo de notoriedad. Y es sobre todo, falaz con·
cepto de una falsa igualdad. La igualdad de
dos obreros no ha de consistir en que el sastre
le quite la pica al albafiil, o el albafiil al sastre
la tijera, sino en la capacidad irrestricta en el
ejercicio de sus sendas funciones. La igual·
dad de dos hermanos no será la de dar al dé-
bil las misiones del fuerte, sino en asignar a
cada uno' el cargo quP. en el hogar común se
halla más en armonía con sus esenciales apti.
tudes. Del mismo modo, .la mujer igual al
hombre, no quiere df'cir la mujer con pantalo.
nes. Fumar, escupir por el colmillo, echar
teruos, apurar licor fnerte sin ahogos, oír sin
ppstañear chascarrillos licenciosos, lejos de
jafirmar igualdad son indicativo de una de·
cigllaldad vejatoria, ya que impone en la muo
ser ejecuciones inapelables a la finura de su
cuerpo y a su espíritu.
Sin entrar en las mil disquisiciones en
que se enfrascan a menudo los tratadistas es·
peciales, limítome, al adversar el faisú feminis·
mo de la de!=afeminización, al motivo mera·
lDer te práctico en virtnci del cm¡J el órgano
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hará escollar la nave, por dos causas: porq 'le
dejó el remo y porque empufio el timón.
y perdónenme las bellas que, por desgra·
cia. puedan ver t;n mis palabras algún conc·:p·
to que alcance a lastimarlas. Mi deseo es, mny
por el contrario, ei de defender sus derech( y
el de mantener su igualdad en favor suyo.
Libreme Di(,¡s de u n a pre meditada ofensa W' ra
sus majestades. De tal manera me postre' y
en tal forma venero sus realezas, que, allte
ellas, me siento capaz ha!'ta de servilizarmE'.
y, por eso, les digo cnn l'!: fervor ~;i".,:,r. "i
hay alg-o el! 10 gil . ht>lichi q::" "e ptt·,J; e
siderar opu-:st:: a mi fé el, é'ia'., lé'lg"~,,, ~;('(
UD escrito. Y, si iabjns de rosa me fxigé:D j',"
tratarme, me retrato. y, si aÚll a p~sar de ellp,
los hechiceros hojos persisten en mirarmE eou
ira, sólo me restaría suplicarles, con toda mi
humildad madriga iescamente:
«Ya que asi me miráis, miradme al menos)'.
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lA la Polémica camaradasl
E-l artículo del sefior Argüello, es un error
Sin fundamento dice:» ......... ,en cuanto a ellas,
toda tendencia de mascúlinizacióo, Para mí,
es hacer de la mujer un marimacho ...... (I)
Señor Argüello: produce la naturaleza
cierta clase de seres, que, bien sentado el nom-
'bre de marimacho a esos seres que nacen con
dos sexns unidos en una sola forma. Y esté
fenómeno si es un aborto de la naturaleza por
10 extravagante la degeneración, orgánica
del cnerpo animal, como extravagante la de·
generaci6n del hombre por los vicios.
Dice usted: (cEs cosa tan abominable como
trocar al hombre fuerte en un afeminado».
y quién· es ese que quiere trocar ál hombre
fuerte en afeminado sefior Argüello? ¿No sal-
ga por la tangente don Santiago? Piense, que
con tra la evo! uci6n no ha y barrera que deten-
ga la corriente. Ni el hombre ni la mujer se
oponen contra las leyes naturales que ]ClS h::l.
criarlo por la p'ltencia animal bajo la voluntad
de Dios.
Las leyes de la naturalezq son unas, y las
leyes individn"lles son otras muy distintas a
l~s primeras. La mujer no trata de usurparle
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al hombre el derecho de sus facultades, ni en
las leyes naturales, ni en las leyesinJividua-
les. Es el hombre el que usurpa el derecho
de la mujer en las leyes individuales, negán.
dale el sufragio por egoísmo.
¿Por qué el hombre se opone al reconoci··
miento de igualdad en el derecho de 1::1 mujer
en las leyes individuales? La condición de la
mujer avanza en el esfuerzo de alcanzar su me·
joraC1iento individual en una política social.
Yeso no evita el cumplimiento de sus obliRl'
ciones en todas las funciones que desempeña
como madre, como hermana, como esposa, co·
mo hija y como nacionalista; no altera el orden
común de la sociedad entre el hombre y la muo
jer. Y sí, el reconocimiento indivicinal, de
ambos seXos amplifica el poder, la fuerza, la
soberanía de ]a nación La mnjer no pide q'le
se establezcan leyes contra la naturaleza crra·
dora y positiva rlel hombr p ; ni pide que el
hmbre se case con otro hombre, y la mujer con
otra mujer; eso sería realmente un absurdo
contrariar las leyes naturales de la procreación,
se er-tienne. La mujer pide el sufr;¡gio qne
por derecho le corresp\\nde, la individu&lidad
en las leyes institnidas por el hnmbre, leyes
que, están mny distantes con las ley"s naturl
les del organi~m() anim;¡ 1.
Las facultades DR.turales llacteF)[l con pI
hombre. y en el hnmhre está comprenr1id::¡ 'a
mlljrr: y la." facultarles y derech"s illrlivinna\·s
del hombre, SOl] leyes que el h(lmbr~: fundó pa=
ra distinguir su !:iuperioridad por ei uso de rae
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PAYASO LITERARIO está anunciado en el
número 4.545 del «Diario de Occidente:. y li-
teralmente dice así:
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do, que, en sentido alegórico, vi suceder. El
escandaloso movimiento inhumano de la guerra
de Europa que poco después se desarrolló. Es-
te folleto es mi admiración, confieso ante too
dos mis lectores.
El folleto <Cuartillas a Cenrao-América"
exclusivo a los Presidentes de los Estados de
Centro·Améric3. Es el problema de mis lu·
chas nacionales por la aspiraci6n de realizar
la solidaridad que constituye la soberanía de
los hij'ls de Cea tro A mérica. Mis declaracio:
nes de amor nacional se abrieron campo desde
el afio 19I3. Este recuerdo es la mejor ale.
gría de mi vida. Los lectores perdenarán si
les ofende la firmeza de mi amor, por 10 que
deben quererme y así queda satisfecha su hu·
milde a u tora
Prudencia Ayala.
LA GRATITUD:
Del alto emplrio afable deseendló,
De níddos fulgores ataviada,
La verdadera gratitud. ~agrada,
Que en el humano pecho se alverg6.
Jamás indiferente se mo!ótr6
A la bondad sincera y acendrada,
'Y, ante las aras del favor, postrada
Profunda adoración le tributó
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- 19 t -
MIGUltL ESTUPINIÁN'
A ~0S G~~0A0AM0S
G(LM:rR0AJt\(LR~GAW0S
PRUDENC1A AALA.
MARGARITA:
Brota incesante
de la gran Providencia
que sostiene a natura,
el amor que fecunda
fn el fondo del ser
que nacl6 para amarte,
y por eso te canto
a la orilla de una fuente
de abundantes burbujas
de agua transparente.
Margarita: del jardin
. de mi musa silvestre
te obsequio esta flor.
LA AUToRA,
San Salvador, agosto de 1927.
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