Recorrido de Egipto A Sinaí
Recorrido de Egipto A Sinaí
Recorrido de Egipto A Sinaí
Antes de morir, José hizo jurar a sus parientes que cuando Dios los sacaran de Egipto
debían llevar sus huesos para enterrarlos en Israel. Como alto dignatario egipcio, José
fue embalsamado y colocado en un lujoso ataúd (Génesis 50:24-26). Al salir de Egipto
los israelitas cumplieron con su promesa (vs. 19). Hebreos 11:22 lo recuerda así: “Por
fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de
sus huesos”. Más adelante sería enterrado en Siquem (Josué 24:32).
Salieron de Sucot y luego acamparon en Team –“Muro de Fortaleza”. Como la zarza
ardiente en Horeb, el símbolo de la presencia de Jehová con ellos era “una columna de
nube para guiarlos por el camino, y de noche una columna de fuego para alumbrarles, a
fin de que anduviesen de día y de noche” (vs. 21). Esta señal nunca se apartó de ellos
(vs. 22). Quizá en vez de dos columnas, o sea, que de noche lucía como fuego, y de día
se veía más el humo del fuego. En Éxodo 14:24 dice: “la columna de fuego y nube”,
como una sola. A veces Dios hablaba desde la columna (Números 12:5; Deuteronomio
31:15). Siglos después esto lo celebraban los Salmo 78:14; 105:39.
Dios ordenó a Moisés hacer un cambio de ruta y acampar junto al mar (vss. 1-4). Se
cree que este mar es el Lago de Menzaleh, llamado también Mar de Juncos, en cuyo
extremo sur ocurrió el milagroso paso del mar. El Faraón consideró a los israelitas
atrapados entre el desierto y el mar y así marcharía contra ellos. El plan de Dios era
ejecutar su juicio final contra el endurecido gobernante egipcio, y mostrar allí su gloria
(vs. 5).
El Faraón se arrepintió una vez más de haber dejado ir aquella enorme cantidad de
mano de obra barata. Montó en su carro y fue, seguido de seiscientos carros escogidos
y todos los demás carros, para impedir la fuga (vss. 5-7). “Pero los hijos de Israel
habían salido con mano poderosa” (vs. 8).
Iba todo el ejército egipcio con caballería y con carros (vs. 9). Al verlos, los
israelitas temieron grandemente y clamaron a Dios (vs. 10). A pesar de los prodigios
vistos con ocasión de las plagas, dudaron y comenzaron con una serie de reclamos a
Moisés que duraría toda su peregrinación. Sarcásticamente dijeron: “¿No había
sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto?” “Mejor nos
fuera servir a los egipcios” (vss. 10-12).
Moisés los calmó diciéndoles: “No temáis; estad firmes, y ved la salvación que
Jehová hará hoy con vosotros”. Aquel día verían el fin del ejército egipcio (vs. 13).
“Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (vs. 14). Tal promesa debe
darnos paz, pues es efectiva aun hoy, porque proviene de Dios, quien no hace acepción
de personas y es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Sólo asegurémonos de estar del
lado de Dios y en Su voluntad.
Dios ordenó a Moisés no clamarle, sino mandar al pueblo que marchara; y que él
alzara su vara y partiera el mar para que el pueblo pasara en seco (vss. 15-16). Dios
reiteró que destruiría al ejército egipcio y sería glorificado en ello (vss. 17-18). Aunque
Israel iba armado, aquella victoria sería ganada por Dios sólo.
El ángel de Dios en la columna que los guiaba, estaba ahora entre los egipcios e
Israel y los mantenía alejados. Aquéllos tuvieron tinieblas toda la noche, mientras éstos,
luz (vss. 19-20).
Al extender Moisés su vara, Jehová partió las aguas. Estas quedaron como muros a
la derecha y a la izquierda, e Israel pasó en seco. Cuando llegaron los egipcios a la
mitad del mar, Dios les causó gran confusión: quitó las ruedas a los carros y todo se
trastornó. Al ver a Dios pelear por Su pueblo, trataron de huir, pero Moisés extendió su
vara de nuevo. El mar se cerró y ahogó a todo el ejército, y “no quedó de ellos ni uno”
(vss. 22-28).
Ahora que veían al ejército egipcio eliminado, los israelitas temieron a Jehová y le
creyeron; y también a Moisés (vss. 30-31).
Esta poesía épica, joya de todos los tiempos, celebra cómo Dios, con mano fuerte y
brazo extendido, redimió al pueblo que Él había escogido. Los versículos 1-12 relatan
el Éxodo; los versículos 13-18 enumeran los pueblos que conquistarían: Edom, Moab,
Canaán. Los versículos 20 y 21 contienen el canto de María: tal vez una versión corta
de canto de Moisés, que las mujeres repetían al danzar. El Salmo 90 también fue escrito
por Moisés. Es posible que haya escrito otras piezas poéticas similares.
Anduvieron por el desierto de Sur 3 días sin agua (Éxodo 15:22). Al hallarla, eran
aguas amargas y por eso llamaron Mara aquel lugar (vs. 23). Hubo murmuración contra
Moisés, pero Dios le mostró a él cómo endulzar las aguas con una planta aromática (vss.
24-25). Dios les prometió que si guardaban Sus leyes, no les vendría “ninguna
enfermedad”, y se les reveló como el Señor que Sana: Jehová Rafa.
Mes y medio después de su salida, llegaron a Elim (Éxodo 15:27; 16:1-2). Allí
recordaron las comodidades de Egipto, añoraron la carne y el pan durante su esclavitud,
y murmuraron de nuevo (vss. 2 y 3).
Dios ofreció darles maná, “pan del cielo” (vs. 4; Salmo 78:24,25; Juan 6:31).
Debían confiar en la provisión diaria de Dios y tomar cada día sólo lo suficiente. Según
Lucas 11:3, debemos orar: “El pan nuestro de cada día danoslo hoy”. Dios los probaría
al ver si obedecían sus instrucciones. El sexto día debían recoger el doble, porque el
sábado debían reposar (vs. 5).
Además del maná, recibirían carne y comerían hasta saciarse. Moisés les dijo que al
murmurar contra él, protestarban realmente contra Dios (vs. 6-9). Dios les habló desde
la nube y les reiteró su ofrecimiento de darles alimento (vss. 9-12). Aquel día se cubrió
el campamento con codornices (vs. 13). Y la siguiente mañana vieron “una cosa
menuda, redonda... como escarcha” (vs. 14). En el versículo 31 dice: “como semilla de
culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel”, y lo llamaron “maná”: “¿Qué
es esto?” (vs. 15).
La medida diaria que debían recoger era un gomer por persona (un galón, vs. 16).
Era la medida exacta para el sustento diario (vss. 17-18). No debían dejar nada para el
otro día (vs. 19), pues se engusanaba. Quienes no obedecieron, pronto lo comprobaron
(vs. 20). Después de recolectar el maná, salía el sol y derretía el que quedaba en el
suelo (vs. 21).
Para enfatizar la señal del pacto: el guardar fielmente el sábado, debían
aprovisionarse desde el sexto día; y el séptimo no se podría, pues ese día no aparecería
sobre el campo (vss. 22-27).
Un gomer de maná debía depositarse dentro del Arca del Pacto y guardarse como
recordatorio a los descendientes acerca de la provisión divina en el desierto (vss. 32-
34). Hebreos 9:4 dice: “Y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que
estaba una urna de oro que contenía el maná”. Esta comida milagrosa jamás cesó de
venir hasta que Israel llegó a los límites de Canaán (vs. 35).
Deuteronomio 8:3 dice: “Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná,
comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no
sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el
hombre”. Esto significa que el hombre debe sustentarse también de la Palabra de Dios.
Jesús lo repitió en Mateo 4:1-4.
En Juan 6:32 leemos: “Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: no os dio
Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan
de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo”. En el versículo 35,
añade: “Yo soy el pan de vida; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en Mí
cree, no tendrá sed jamás”.
Al llegar a Refidim faltó el agua de nuevo y el pueblo protestó diciendo que Moisés
los había sacado de Egipto para matarlos de sed (vss. 2-3). Moisés creyó que esta vez lo
apedrearían (vs. 4). Pero el Señor, pacientemente dijo a Moisés que se acompañara de
algunos ancianos y con su vara golpeara la “peña de Horeb”. Así lo hizo Moisés y la
crisis pasó (vss. 5-6).
Aquel lugar fue llamado Masah y Meriba, pues allí provocaron a Dios diciendo:
“¿Está, pues Jehová entre nosotros, o no?” (vs. 7). Censuramos a Israel por ser
incrédulos, murmuradores e inestables en su fe, después de ver tanta maravilla durante
su liberación. Sin embargo, a veces actuamos así también al olvidar su provisión y
cuidados pasados, mientras nos angustian las crisis presentes.
I Corintios 10:1-4, dice: “nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos
pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos
comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual;
porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”.
Al llegar a Refidim, el pueblo de Amalec atacó a Israel (vs. 8). Los amalecitas
descendían de un nieto de Esaú (Génesis 36:12). Moisés designó a Josué para organizar
la defensa. Por primera vez se menciona al que sería sucesor de Moisés y conquistaría
la Tierra Prometida. Mientras tanto Moisés y Aarón y Hur subieron a orar (vss. 9-10).
Dios mandó a Moisés registrar la victoria, quizá para recordar el futuro juicio contra
Amalec, que ejecutado por Saúl (I Samuel 15:1-15). Moisés levantó allí un altar y lo
llamó Jehová Nissi, “Jehová es mi Bandera” (vss. 14-16).
5. EN EL SINAÍ
En el Sinaí, Moisés recibe la visita de su suegro Jetro. Además, allí Dios le dio la
Ley a Moisés.