Clase 2: Ciclo de Licenciatura en Historia Materia Seminario Escuela de Frankfurt
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CLASE 2
Introducción
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Anecdóticamente, es conocido que Benjamin realizó estudios sobre Kant con Sigfried
Kracauer, otro importante pensador alemán vinculado periféricamente con la tradición
de la Escuela de Frankfurt. También, como mencionamos en la primera clase, que por
los años veinte Horkheimer y a posteriori Adorno (y luego el propio Benjamin)
realizaron sus estudios doctorales con Hans Cornelius, un prominente filósofo kantiano
–blanco crítico de Lenin en su conocido libro “Materialismo y Empiriocriticismo”- de
entonces.
¿Por qué es importante comprender a Kant para comprender la tradición de
pensamiento de los miembros de la llamada Escuela de Frankfurt?
No sólo porque varios de sus miembros se dedicaron a estudiarlo en profundidad sino
además por el contexto histórico de los años veinte, un contexto filosófico donde Kant
había vuelto a ser el “filósofo de cabecera”, aún dentro de una tradición como la
marxista.
El fracaso de las perspectivas “economicistas” y “objetivistas” prevalecientes en el
seno de la Segunda Internacional, que pronosticaban el derrumbe del capitalismo,
hicieron que el pensamiento social focalizara en mayor medida en la búsqueda de las
condiciones “subjetivas” y las acciones que conformaban el orden social.
Lo moral se articulaba por entonces con la necesidad de dar cuenta del
funcionamiento del “presente”, de modo tal que quedaba vinculado con lo empírico. Un
ajuste de cuentas con la tradición dialéctica hegeliana, con la noción de “totalidad” y
con la teleología de la historia; conservando sin embargo la tradición ilustrada.
Kant era precisamente eso, un pensador de la Ilustración, tal vez el más sistemático
de ellos. Filosóficamente hablando, fue Kant probablemente quien expresó más
claramente la tradición ilustrada a partir de sus tres críticas.
Expresaba así una relación de continuidad con el pensamiento aristotélico y daba
cuenta al mismo tiempo de la nueva realidad de la sociedad burguesa emergente.
Sobre todo daba cuenta que la misma expresaba una noción de “totalidad escindida” y
de “subjetividad escindida”.
En la tradición filosófica clásica, más específicamente en Aristóteles, la escisión se
planteaba en términos de diferencias entre distintas formas de conocimiento y acción.
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Por eso el rey representaba la soberanía en su totalidad, representaba la paradoja de una “persona
colectiva”, en tanto que representante del Estado en su conjunto. De allí que el rey represente su propio
poder “ante el pueblo” y no la idea moderna de representar el “poder del pueblo” en tanto que cesión de
derechos. Por eso la afirmación de Marx, en un momento donde todos no eran libres.
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Para un desarrollo más extenso de este argumento cfr. HABERMAS, J., Historia y Crítica de la Opinión
Pública, México, G.Gili, 1994; desde otro abordaje teórico también SENNET, R., El declive del hombre
público, Barcelona, Península, 2002.
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amor en público. Tenían que representar su propio poder, el poder de ser los hijos de
Dios.
Siguiendo con el razonamiento, en tanto que el rey era el Estado, se diluía la idea
aristotélica de lo “político” en tanto que se excluía la discusión en la polis y en tanto se
concentraba lo “público” en la figura del rey. Todo se articulaba entonces a partir de la
existencia de una cosmovisión unitaria, que era religiosa.
¿Qué sucede luego, cuando comienzan a aparecer una serie de elementos históricos
que empiezan a producir una aglomeración de gente en distintos lugares? Este
proceso de reunión de una cantidad de gente en torno de distintos lugares, va a dar
nacimiento a las ciudades, los burgos. De esa noción de “burgos” deriva la palabra
burgués, el habitante de los burgos. Los burgueses son aquellos, que al interior de los
burgos, y más allá de ellos, comienzan a desarrollar el comercio. Cuando se empieza
a desarrollar el comercio, comienza a aparecer un problema para el orden feudal. El
problema que nace, es que la propia producción, ya no va a estar atada a la tierra, y el
orden feudal, que supone la existencia de tres estados o estamentos (la corte, el clero,
y los siervos de la gleba, que son los que producen los frutos de la tierra apropiados
por el señor feudal), se ve modificado. Cuando aparecen los burgueses, esto implica
que produzcan una serie de mercancías que no van a estar atadas a la tierra. Están
atadas a las propias sanciones del comercio. Los comerciantes son los dueños de su
propia ganancia. Esto no solamente los “desata” de su anclaje en relación con la tierra,
sino que por otro lado, aparece la idea de que los burgueses dependen de su propio
trabajo. Aparece la idea de “individualidad”, que hasta ese momento no aparecía en el
orden feudal. Porque se pensaba en términos estamentales. Cuando Marx habla de
capitalismo, lo hace en términos de clases sociales, las clases sociales implican una
noción de movilidad. Por lo menos, en términos formales, y no reales, “todos somos
iguales ante la ley”, “todos tenemos los mismos derechos”. Formalmente esto es así:
“todos somos iguales”. En el orden feudal no había una idea de igualdad, uno nacía
noble y ser moría noble, nacía siervo y se moría siervo, nacía clérigo y moría clérigo.
Ahora, aparece el comercio, y aparece esta noción de individualidad; la individualidad,
pone en jaque esta serie de cuestiones (las de estar atado a la tierra y a un
estamento) Acá aparece un problema, porque aparece la burguesía. Y cuando la
burguesía empieza a acumular poder, en muchos casos comienza a comprar títulos de
propiedad, y comienza a parecerse en parte a los aristócratas y a quitarle parte de su
poder. Esta burguesía, con esta idea de individualidad, de un yo, que se relacione con
otros yoes, y en esa relación con otros yoes, tenemos de vuelta la aparición de lo
privado. En este caso concreto de los burgueses, están diferenciados de lo público,
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conocimiento y del funcionamiento social. Algo que Kant supo anticipar en sus
diferentes “críticas”. Volveremos luego sobre este punto para analizar por otro lado los
alcances de la “crítica” kantiana.
Así en la “Crítica de la Razón Pura” abordó las posibilidades de conocimiento teórico,
retomando la problemática que en la Antigüedad Clásica –bajo la lógica del
“conocimiento seguro”, de la “episteme”- se ubicaba en la esfera de la “theorya”.
Retomando un problema presente en Hume o Locke, una de las principales cuestiones
que Kant va a plantear –y que veremos que será central para algunos autores de la
llamada “primera generación” de la Escuela de Frankfurt como Adorno, Horkheimer,
Marcuse y sobre todo Benjamin- será la de la “experiencia” cognoscitiva.
Y allí lo que encontrará en primer lugar, aludiendo a lo que va a observar en la
Modernidad, es un tipo de “experiencia” sustentada en la “escisión” entre diferentes
esferas de conocimiento. Esto en tanto el “sujeto” moderno es un “sujeto escindido”,
pero también en tanto la sociedad moderna ya no puede ser vista como una “totalidad”
sino como una “totalidad escindida”.
En esa “escisión” las “cosas” pareciera pierden parte de su “significado” y por ende el
hombre pierde capacidad para comunicarse con esas cosas y para darle sentido a su
propia experiencia. Preocupación que, veremos más adelante es también uno de los
tópicos principales que atraviesan el conjunto de la obra de Walter Benjamin, sigue el
recorrido que va desde el inicial idealismo subjetivo kantiano al idealismo objetivo de
Hegel, esto es, enlaza con una problemática específicamente alemana.
¿Y qué es la “totalidad escindida”? Es el “mundo moderno” por excelencia, el motivo
filosófico por el cual la Modernidad se constituye en un conjunto de esferas disímiles
entre sí, la distinción entre moral y derecho que encontramos en Kant; la distinción
entre ciencia, moral y arte que encontramos en las tres críticas kantianas. No es
casual que haya sido otro gran neokantiano, Max Weber, el que intentó dar cuenta de
esto en términos sociológicos, el que denominó a este proceso de “desencantamiento
del mundo” como “racionalización cultural”.3
El individuo bajo las condiciones de vida modernas se ha librado de dos tutelas
fundamentales. Por un lado tiende a librarse de la tutela del Estado (que como vimos
se presenta en el mundo medieval como “totalidad”, como reunión de lo “público” y lo
“privado”) y por el otro se ha librado de la tutela de la religión; porque lo que ha caído
con la Modernidad es el conjunto de las cosmovisiones unitarias que daban sentido a
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También volveremos en próximas clases sobre este problema fundamental, ya no sólo para
Benjamin sino también para Horkheimer, Adorno y Marcuse.
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Retomaremos hacia el final de esta clase este problema, fundamental para observar no sólo
el desarrollo de la primera de las “críticas” kantianas sino al mismo tiempo el paso hacia la
“segunda” de ellas.
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conocimiento que son “a priori”, una categoría fundamental en la crítica kantiana que
no significa otra cosa que “más allá de la experiencia” y “previo a la experiencia”.
El planteo se sostiene en una visión de la “experiencia” donde el problema por el cuál
pareciera que no se pueden conocer los objetos tiene que ver con que la única
posibilidad que tiene el sujeto de aprehender la realidad es a partir de su propia
conciencia, que se encuentra al mismo tiempo “escindida”. La única manera de
conocer está dada en la medida que las cosas se le aparecen al sujeto cognoscente,
pero también en la medida que la “conciencia” permite “aprehender” esos “objetos”
que se nos presentan a través de una serie de categorías “a priori”.
El intento kantiano de dar solución a la disputa entre “empiristas” (para quienes el
conocimiento sólo está dado por la “experiencia”) y “racionalistas” (para quienes el
conocimiento sólo está dado por la racionalidad que portan los sujetos), se da a partir
del establecimiento de una distinción muy fuerte entre el sujeto y el objeto, y
fundamentalmente a través de una distinción entre lo que en su vocabulario filosófico
se va a llamar el “fenómeno” (phenoumenon) y la “cosa en sí” (o noumenon).
Lo que va a decir Kant es que lo único susceptible de conocimiento es aquello que se
le aparece al sujeto como tal, o sea, el fenómeno, pero nada podemos saber de lo que
el objeto es “en sí” mismo, que es lo que precisamente trataba de saber la Metafísica.
Nada podemos saber del objeto como tal, sólo podemos saber algo del objeto en la
medida que se nos aparece a nosotros mismos. Lo que quiere decir Kant es
solamente esto, que yo sólo puedo conocer esta mesa en la medida en que a través
de un conjunto de relaciones esta mesa se me aparece a mí como objeto, o sea como
fenómeno. Pero de lo que esta mesa sea en sí misma, por lo menos el conocimiento
científico no puede predicar nada.
Este es el famoso “giro copernicano” de Kant al que se refiere la “vulgata”, porque
Kant toma el modelo de Copérnico, que decía que si yo no puedo dar cuenta de por
qué o de cómo es el movimiento de los cielos en la medida que considero que el
movimiento de los cielos anda dando vueltas alrededor mío (como espectador),
entonces tendré que invertir la cuestión y ponerme a pensar si en realidad no soy yo el
que estoy girando y el cielo el que se mantiene inmóvil. De aquí lo que hace Kant
entonces es tomar el ejemplo de Copérnico –que es el ejemplo de alguien que empezó
a demostrar que no era evidentemente la Tierra la que estaba fija mientras todo el
sistema solar giraba alrededor de ella, sino al revés- y lo aplica a su propia teoría del
conocimiento.
Ahora bien, cuando Kant hace esto, lo que logra es una serie muy fuerte de
“dualismos”, en la medida en que con esta teoría se establece una frontera entre el
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parte por los objeto pero también por los “a priori” del sujeto cognoscente; de aquí que
su filosofía derive en esta mediación (sujeto-objeto) esas condiciones de posibilidad
mencionadas. Podemos ver de nuevo el intento kantiano de “mediar” entre las
perspectivas empiristas y racionalistas previas, al mismo tiempo también podemos ver
que esto se hace manteniendo los mencionados “dualismos”.
En clases posteriores veremos que el intento del “primer” Benjamin será el de buscar
recuperar el “trozo” de metafísica que Kant había desplazado fuera de su teoría. ¿Por
qué? Porque si la teoría de Kant dice que sólo podemos conocer aquello que se
maneja en el ámbito de la experiencia a partir de las categorías establecidas “a priori”,
es indudable que las grandes preocupaciones metafísicas eran desplazadas del
ámbito científico, nosotros no podíamos decir nada acerca de Dios o acerca de la
libertad o acerca de la inmortalidad del alma porque de esas cosas no se podía tener
experiencia. Así la idea de libertad, para Kant queda fuera del ámbito del conocimiento
científico.
Sin embargo, por eso mismo, porque en cierto modo previó este problema, también
había intentado aclarar que si bien los “valores”, como el de la libertad por ejemplo, no
pertenecen al ámbito de los “phenoumenon”, si podrían ubicarse dentro de lo
“nouménico”. Es decir, como vimos la ciencia no podía dar cuenta de lo “nouménico”,
motivo por el que la “libertad” como “valor” es incognoscible, ya que se encuentra por
fuera de la experiencia observacional; lo que no supone que no pueda ser abordada
desde un ámbito de una cierta responsabilidad moral.
Por eso los límites que Kant mismo encontraba en esa esfera del “conocimiento puro”
hizo que las posibilidades cognoscitivas se vieran desplazadas hacia lo que sería su
segunda crítica, la “Crítica de la Razón Práctica”, que en parte –como su propia
palabra lo dice- se articulaba con la “clásica” esfera de la praxis. Aunque, y en tanto
que en la Modernidad el Estado emerge como una esfera diferenciada del “ámbito
privado” (“sociedad civil”, “sociedad burguesa”, la bautizaría más tarde Hegel), lo
“práctico” aquí se distingue de lo “político” y queda recluido en lo “moral”. Por esto es
que para Kant, las posibilidades del “uso público” de la razón encuentran su
fundamento primero en el “uso privado” de la misma en tanto “moral”, de allí que
también para Kant pueda considerarse a la sociedad moderna como una “sociedad de
los particulares” que sirven de contrapeso “racional” a los fundamentos normativos
constitutivos de lo “público” (estatal).
Una vez planteadas estas dos formas de conocimiento, los límites que el filósofo
encuentra desplazan las posibilidades cognoscitivas a una tercera crítica, la “Crítica
del Juicio” o “crítica de la capacidad de juzgar”, que remite a la esfera estética y ubica
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No abundaremos por ahora sobre este punto, ya que lo trataremos en clases posteriores. Sólo
mencionaremos que se trata del punto sobre el que focaliza Lukács en su ontología, cuando considera la
noción de “trabajo” como “creatividad”, en tanto “work”; sustentada en la distinción marxiana entre
“trabajo abstracto” o alienado y “trabajo concreto” o “creativo”.
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La crítica, como negación, sólo se expresa en tanto “escisión” entre diferentes esferas
sociales (en tanto en el contrato establecido a priori, si diferencia un poder “público”
establecido en el Estado y un poder “privado” establecido en el ámbito social) y por
ende entre diferentes esferas del conocimiento social (la del conocimiento “puro”, la
del conocimiento “práctico-moral” y la del juicio estético).
En este sentido es que la filosofía kantiana, si bien sistemática, no se sostendría en
una teleología y tampoco en una concepción de “totalidad”, elemento sobre el que se
expresará luego una crítica hegeliana en su búsqueda por superar los denominados
“dualismos”.
Como desarrollaremos en la próxima clase, el intento de la filosofía de Hegel será
superar estos “dualismos” y estos límites establecidos al despliegue del conocimiento.
Para ello el propio Hegel dirá que su punto de partida será retomar aquello que Kant
dejó planteado pero no desarrolló, una perspectiva “totalizadora” y una visión
“dialéctica” desplegada en el seno de esa “totalidad”.
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