Ferrer - La Densidad Nacional en La Historia
Ferrer - La Densidad Nacional en La Historia
Ferrer - La Densidad Nacional en La Historia
Los argentinos debemos preguntarnos porque no hemos logrado, todavía, conformar una
economía avanzada y alcanzar un bienestar social, a la altura de la riqueza del inmenso
territorio nacional y la calidad de los recursos humanos disponibles.
Las transformaciones del orden mundial, a lo largo de los doscientos años transcurridos
desde mayo de 1810, no han cambiado los factores determinantes del desarrollo
económico argentino. Este descansa, como en el resto del mundo, en la capacidad de
participar en la creación de conocimientos e incorporarlos en el conjunto de la actividad
económica y relaciones sociales. El desarrollo económico es un proceso de
transformación de la economía y la sociedad fundado en la acumulación de capital,
tecnología, capacidad de organización de recursos, educación y madurez de las
instituciones, dentro de las cuales, procesamos nuestros conflictos y utilizamos el
potencial de recursos. El desarrollo es acumulación en este sentido amplio y la
acumulación se realiza, en primer lugar, dentro del espacio nacional argentino. A su vez,
la acumulación solo es posible en una estructura productiva diversificada y compleja que
incorpore los sectores portadores del conocimiento y guarde, respecto del resto del
mundo, una relación simétrica y no subordinada en la división internacional del trabajo y el
dominio de los recursos.
Para tales fines, es precisa la existencia de condiciones endógenas, internas, las cuales,
pueden resumirse en el concepto de densidad nacional. La misma abarca la cohesión de
la sociedad, liderazgos con estrategias de acumulación de poder fundado en el dominio y
la movilización de los recursos disponibles, la organización política que sustente la
transformación, instituciones estables y la vigencia de un pensamiento crítico no
subordinado a los criterios de los centros hegemónicos del orden mundial. Cuando estas
condiciones se verifican, es posible desplegar políticas económicas generadoras de
oportunidades para amplios sectores sociales, protectoras de los intereses nacionales y
capaces de arbitrar los conflictos distributivos para asegurar los equilibrios
macroeconómicos.
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Profesor Emérito de Estructura Económica Argentina. UBA.
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Desde los tiempos inaugurales de la independencia, el mundo cambió incesantemente y
también la Argentina. El contrapunto entre los cambios del contexto externo y la realidad
interior conformó la densidad nacional, cuya insuficiencia en las sucesivas etapas
históricas, constituye el origen de nuestras frustraciones.
La globalización es el espacio del ejercicio del poder, dentro del cual, las potencias
dominantes establecen, en cada período histórico, las reglas del juego que articulan el
sistema global de comercio, finanzas, inversiones y circulación de conocimientos. Uno de
los principales mecanismos de la dominación radica es la construcción de teorías y
visiones, presentadas como criterios de validez universal, las cuales, en realidad, son
funcionales a los intereses de los países centrales. En el transcurso de los últimos
doscientos años, las asimetrías en el desarrollo económico de la Argentina, respecto de
los países avanzados, resultan del estilo de su inserción en el orden mundial organizado
por las potencias hegemónicas. En última instancia, reflejan la debilidad de la densidad
nacional para responder a los desafíos y oportunidades de la globalización y desplegar un
proyecto nacional. Puede decirse, entonces, que la Argentina tuvo y tiene la globalización
que se merece y que es, todavía, una nación inconclusa.
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diversos puntos poblados del territorio. El incipiente polo dinámico de crecimiento en la
región pampeana y el control del Puerto, provocó el conflicto de la Provincia de Buenos
Aires con las del Interior. Finalmente, las oligarquías provinciales se acomodaron al nuevo
modus vivendi con el centro hegemónico pampeano.
En el transcurso del siglo XIX, tuvieron lugar dos acontecimientos, uno externo, otro
interno, cuya convergencia agregaría nuevas vulnerabilidades a la densidad nacional. El
primero, fue la Revolución Industrial y el extraordinario impulso a la globalización bajo el
liderazgo de la primera potencia industrial y tecnológica de la historia, Gran Bretaña.
Hasta entonces, estos territorios del extremo sur del Nuevo Mundo, eran considerados
inútiles por la inexistencia de recursos (minas de plata y oro y tierras para cultivos
tropicales, como el azúcar), que constituían la mayor parte del comercio internacional del
mundo preindustrial. Todo cambió en pocas décadas, al promediar el siglo XIX. La
ampliación de la demanda de alimentos y materias primas en las emergentes naciones
industriales, la rebaja espectacular de los fletes por el desarrollo del ferrocarril y la
navegación a vapor, las comunicaciones en tiempo real a partir del telégrafo y los cables
submarinos, convirtieron a la Argentina en un importante punto de interés para el nuevo
orden mundial. La Revolución Industrial descubrió una nueva Argentina, gran productor y
exportador potencial de lanas, cereales y carnes e importador de manufacturas y
capitales.
El segundo acontecimiento, el interno, fue la expansión de la frontera necesaria para
participar de la expansión del comercio mundial. Los pueblos originarios fueron
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desalojados y las mejores tierras de la región pampeana apropiadas en pocas manos. Los
antiguos grupos dominantes del período colonial y primeras décadas de la Independencia,
renovaron y ampliaron su posición hegemónica, con el control del recurso que sería la
plataforma de un rápido proceso de crecimiento y fuerte inserción del país en el orden
mundial.
Este hecho marca una diferencia fundamental con el proceso de ampliación de la frontera
y poblamiento en los Estados Unidos, Canadá y Australia, los cuales, hacia la misma
época, se integraron al mercado mundial, como exportadores de alimentos y materias
primas. En ellos, fueron, en gran medida, los nuevos colonos los que expandieron la
frontera y retuvieron el dominio de la tierra. Se conformó, entonces, un sistema agrario
con fuerte presencia de medianos y pequeños productores, que contribuyeron a la
construcción de la democracia norteamericana, canadiense y australiana y de una visión
autocentrada del desarrollo.
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mismo, debilitó la construcción democrática desde las mismas bases del sistema
económico, a diferencia de lo ocurrido en los otros grandes “espacios abiertos”.
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viabilizar el ascenso del partido mayoritario e Irigoyen a la Presidencia. Pero una sociedad
dividida, sin mayorías estables con raíces de participación en la estructura productiva y
portadoras de un proyecto viable de desarrollo, no resistió las consecuencias de la crisis
mundial de 1930 y las tensiones internas.
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en todo el frente de las transformaciones impuestas por el avance de la ciencia y la
tecnología. El crecimiento del sistema fue liderado por las exportaciones agropecuarias. A
su vez, el capital extranjero cumplió un papel decisivo en el financiamiento público y en
las cadenas de valor. Mientras la producción de las estancias y las chacras, provenía de
emprendedores locales, el transporte por los ferrocarriles, el comercio internacional, la
banca, los frigoríficos y gran parte de la infraestructura de servicios públicos, pertenecía a
empresas extranjeras. Argentina fue, en la época, uno de los países mas extranjerizados
del mundo, como volvería a serlo en la década de 1990. El nivel de la producción, el
ingreso y el empleo, quedó así determinado por la evolución de la economía mundial.
Sobre la base de esta experiencia, años más tarde, Raúl Prebisch elaboró su tesis la
vulnerabilidad del desarrollo subordinado bajo el modelo centro-periferia.
La crisis provocó además el descrédito del paradigma liberal. Para restablecer el orden
económico, bajo el liderazgo intelectual de Keynes, Gran Bretaña sustituyó el credo
librecambista por la intervención del Estado. En los Estados Unidos, el New Deal del
Presidente Roosevelt abandonó el canon liberal e instaló a las políticas públicas en el
centro del escenario político del país. Los regímenes autoritarios en Alemania e Italia,
practicaban también un activo intervencionismo del Estado. La Unión Soviética, operaba
con una economía totalmente estatizada y planificada, la cual, parecía provocar el milagro
del crecimiento en un mundo en recesión. Al final de la década, las tensiones
internacionales culminaron en la Segunda Guerra Mundial. La economía de guerra
encuadró, a las de mercado, en el marco de estrictos regímenes regulatorios de
asignación de recursos y distribución del ingreso.
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Desde la crisis, los Estados Unidos sustituyeron a Gran Bretaña como centro ordenador
del sistema. Un país de gran dimensión, con una economía esencialmente autocentrada y
un gran superávit comercial, sin disposición de ser prestamista de última instancia, no fue
capaz, en esa época, de asumir el liderazgo que, bajo el patrón oro y el libre comercio, tan
eficazmente había ejercido la vieja potencia hegemónica.
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cambios, el Banco Central y el impuesto a las ganancias. La política económica fue
razonablemente eficaz en administrar la coyuntura. Es decir, el impacto de la crisis sobre
la actividad económica interna y los pagos internacionales del país. Pero esto distaba de
constituir una estrategia alternativa de transformación productiva e industrialización. El
régimen se limitó, con bastante eficacia, a sostener las bases del modelo anterior y dar
lugar a un incipiente proceso industrial de sustitución de importaciones, impulsado por la
insuficiencia de la capacidad de pagos externas para sostener los abastecimientos
importados. La capacidad de mano de obra y gestión empresaria, estaba disponible para
abordar el rápido desarrollo de las industrias sencillas, “livianas”, como la textil y la
mecánica ligera.
El país comenzó a vivir más con lo suyo, pero muy lejos aún de un sistema autocentrado
realmente dinámico, con una inserción en el mundo simétrica y no subordinada. El
despliegue de la actividad económica en el territorio, reforzó el centralismo en torno del
Puerto de Buenos aires y la región pampeana, heredado de la etapa anterior. Las nuevas
industrias y los servicios, tendieron a instalarse allí donde estaban el mercado y la fuente
de abastecimientos de equipos e insumos importados, es decir, en el Puerto de Buenos
Aires y su zona de influencia. La industrialización promovió el desplazamiento de
población desde las zonas rurales hacia las ciudades. Al finalizar el período, la Argentina
contaba con una sociedad esencialmente urbana.
A comienzos de la década de 1940 estaban dadas todas las condiciones para una nueva
conmoción en la sociedad argentina. En 1943, otro golpe militar sustituyó al gobierno del
régimen conservador. El nuevo gobierno imprimió, a la tradicional neutralidad argentina en
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las guerras mundiales, un sesgo de simpatía hacia las potencias del Eje, lo cual, complicó
las relaciones con los Estados Unidos. Finalmente, el régimen cedió a las presiones y les
declaró la guerra pero quedó abierto un escenario de confrontación y desconfianza con la
nueva potencia dominante.
El primer peronismo
En el seno del gobierno de facto, instalado con el golpe de estado del 4 de junio de 1943,
surgió un jefe que comprendió los reclamos populares contra la injusticia social, el fraude
y la subordinación a la potencia imperial. Reclamo que había sido expresado,
principalmente, desde las filas del radicalismo de filiación irigoyenista, entre otros, por los
militantes de FORJA. El coronel Perón se hizo cargo de la protesta. Desde la cartera
laboral del gabinete, puso en marcha diversas medidas de protección del trabajador, en el
marco de un discurso de contenido nacionalista y reivindicatorio del respeto a la voluntad
popular. El hecho que el caudillo surgiera de un gobierno de facto, autoritario y
sospechado de simpatías con las potencias del Eje, dividió mal las aguas, mezclando, en
el campo opositor, a los representantes del régimen oligárquico con sectores populares
que compartían la protesta social. Las falsas antinomias se repitieron incesantemente y
constituyen, hasta la actualidad, un obstáculo fundamental a la construcción de
coaliciones para sostener el proceso de transformación. El gobierno popular y legítimo de
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Perón, adopto prácticas antidemocráticas que profundizaron la fractura entre sectores
populares y, finalmente, contribuyeron a su caída en 1955.
El Gobierno procuró quedar al margen del conflicto Este-Oeste, asumiendo una “tercera
posición”. Pero el enfrentamiento originario, desde el momento que el Embajador
norteamericano en Buenos Aires, se comprometió en el proceso electoral contra Perón,
generó una situación compleja en la relación bilateral. En ella, el Gobierno corrió el riesgo
de confundir una postura formal antiimperialista con la construcción de una relación
externa, atenta a los problemas concretos de la transformación de la economía del país,
pero suficientemente realista para no abrir conflictos innecesarios. El Presidente Vargas,
en Brasil, proporciona un buen ejemplo de estas políticas de construcción del poder
interno basadas en el realismo nacionalista. Un aspecto importante de la política exterior
argentina en el período, fue el acercamiento a Brasil y Chile, para crear una zona común
de intereses que permitieran insertarse en el mundo en una posición simétrica, no
subordinada. Pero América Latina era una alternativa insuficiente para construir una
inserción viable de la Argentina en el nuevo orden mundial.
Fue en este escenario complejo, interno y mundial, que se desplegó la densidad nacional
en el período. El avance fue notable en el plano de la integración social. Las políticas
sociales, el fortalecimiento de los sindicatos, el aumento del empleo y los salarios reales,
derivados del proceso de industrialización, contribuyeron a reparar agravios del pasado.
Respecto de los liderazgos, desde el mismo Gobierno se impulsaron políticas de
transformación productiva con ambiciosos programas en la frontera tecnológica, como el
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desarrollo nuclear y la industria aeronáutica. Los nuevos grupos de industriales y el propio
sindicalismo, proporcionaron liderazgos asociados al proceso de transformación
productiva y al abandono de la subordinación a la vieja potencia hegemónica. Las ideas
dominantes cambiaron. El paradigma keynesiano surgido al promediar la década de 1930,
fue ampliado con un discurso nacionalista y la participación del Estado como protagonista
decisivo en el proceso económico.
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relativos. Pero ya era tarde. Ni entonces, ni ahora, ni nunca, pueden construirse procesos
profundos de transformación y de acumulación, de largo plazo, sobre la base del
desorden y la dependencia del financiamiento externo.
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real, contribuía a estrechar las relaciones internacionales y a impulsar el proceso de
globalización. En este escenario, Japón registró un extraordinario crecimiento,
simultáneamente con un grupo de otros países de Oriente, los futuros “tigres”, Corea,
Taiwán, Hong Kong y Singapur.
Entre los golpes de estado de 1955 y 1976, la economía registró un considerable proceso
de crecimiento y transformación; en el marco de una volatilidad recurrente. Las disputas
por la distribución del ingreso, inherente a las economías de mercado, tuvieron lugar en
un escenario de cuestionamiento de los avances de la legislación social del peronismo,
cuyos efectos se mantuvieron, en buena medida, a lo largo del tiempo. El punto más
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grave de la fractura de la densidad nacional se asocia al plano institucional y político. La
proscripción del peronismo envenenó las relaciones políticas y las mantuvo
permanentemente al borde del abismo. Los retornos efímeros a la democracia y los
golpes de estado se sucedieron en 1958, 1962, 1963 y l966. Desde finales de la década
de 1960, los alzamientos armados amenazaron la seguridad del estado y crearon un clima
creciente de violencia.
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capacidad de respuesta frente a los nuevos desafíos y oportunidades de la globalización
fue muy débil. Poco a poco, las filiales de empresas extranjeras comenzaron a ganar
espacio respecto de las empresas de capital nacional, desalentando la acumulación de
poder económico en el empresariado local que es una condición del desarrollo nacional
en los países exitosos. Sin embargo, en semejante escenario, se registraron algunos
avances tecnológicos significativos en áreas, como las biociencias y biotecnologías, en
las cuales, el país tenía y conserva un respetable acervo. Los sucesivos golpes de
estado, fueron la evidencia de la incapacidad del sistema político de acumular tradición y
práctica democrática en el marco de las normas constitucionales. Un hecho grave de
ruptura de la acumulación, fue la intervención de las universidades en 1966. La agresión
provoco el desmantelamiento de institutos y equipos de investigación en las ciencias
duras y en otras áreas, lo cual provoco un daño gigantesco al acervo científico y
tecnológico del país.
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a dos billones de dólares diarios, consiste precisamente en movimientos especulativos de
capitales. El proceso fue facilitado por la revolución informática y, especialmente, por la
desregulación de las transacciones propiciada por gobiernos de las mayores economías,
bajo el liderazgo de los Estados Unidos, cuya moneda, es la referencia de 2/3 del
comercio internacional y otro tanto de las reservas internacionales de los bancos centrales
del resto del mundo.
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de las ideas, se entronizó el paradigma neoliberal, subordinando a la política económica a
la versión más retrógrada y destructiva del “pensamiento céntrico”.
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El proceso de acumulación sufrió nuevas interrupciones. En el plano institucional y
político, se agravaron los problemas inaugurados con el golpe de estado de1930. En la
economía, se fracturaron cadenas de valor, sobre todo, en las actividades complejas y
paralizaron los desarrollos que habían sido revelados por los censos industriales de 1964
y 1974. El sistema nacional de ciencia y tecnología fue agraviado con la persecución de
científicos e investigadores sospechados. Cabe observar que en un país hermano, Brasil,
en la misma época y también con un régimen autoritario, los científicos y tecnólogos,
pensaran lo que pensaran, siguieron trabajando en el desarrollo del país. La acumulación
en la sinergia entre lo público y lo privado, fue liquidada por el comportamiento de un
estado que destruyó núcleos dinámicos de la actividad privada. A su vez, la acumulación
de soberanía, de capacidad autónoma de decisión, que surge de los equilibrios
macroeconómicos y la movilización de los recursos propios, fue sustituida por el
sometimiento de un país endeudado a los dictados de sus acreedores y la hegemonía del
pensamiento céntrico.
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