Universidad Nacional Autónoma de México Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos
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Universidad Nacional Autónoma de México Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos
TESIS
QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE DOCTORA EN ESTUDIOS LATINOAMERICANOS
PRESENTA:
GABRIELA GONZÁLEZ ORTUÑO
2018
CIUDAD UNIVERSITARIA
México
A Daniel, por el café de las mañanas, el esfuerzo de las tardes y las noches lluviosas.
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AGRADECIMIENTOS
En sus últimos días, mi abuela Trinidad, en los delirios que la llevaron a su infancia, tuvo un
reclamo a su padre: nunca la dejó ir a la escuela. Fue una mujer brillante, que trabajó toda la vida
con pericia y buen humor, con bromas por aquí y por allá. Francisca, mi abuela paterna, trabajó en
el campo y raspaba magueyes, con el pulque, trocaba lo que necesitaba su familia. Ninguna de mis
abuelas fue a la escuela, sin embargo, ambas fueron inteligentes, guías bondadosas de sus tribus en
un sentido de comunidad extendida. Siempre dieron a otres porque, aunque las condiciones fueran
adversas, siempre encontraron formas de extender lo que se necesita en la vida: el alimento, el techo
y el cariño.
Gracias a su trabajo y el de mis abuelos, en especial Inocente, mis papás tuvieron una educación
escolar básica, aunque una formación humana muy profunda; gracias a esa formación y su trabajo,
mis hermanos y yo pudimos acceder a la educación superior, gracias al trabajo de los y las
ancestras, pude acceder a la universidad, a la licenciatura y al posgrado. Un largo proceso que no ha
sido individual, que implica una larga cadena de esfuerzo y apoyo de toda mi tribu: mi esposo
Daniel y mis hijes Daniela y León; mis padres, Irene y Santos; mis hermanos Juan Carlos y
Rodrigo; gracias a mis tías Fany, Paty, Lilia, mi tío Ranferi, mi comadre Mónica y el resto de mis
primas y primos porque con ustedes nunca me he sentido sola.
Agradezco con especial afecto a mi tutor principal, el Dr. José Gandarilla Salgado quien acompañó
este trabajo desde el inicio de forma brillante y excepcional, agradezco también a mi comité tutor
conformado por la Dra. Maya Aguiluz, el Dr. Alejandro De Oto, la Dra. Riánsares Lozano de la
Pola y la Dra. Karina Bidaseca, por su lectura atenta, por el tiempo que dedicaron a este trabajo y
por su sabia guía.
Gracias a mi familia extendida, a los afectos, las amigas que aportan y soportan: Tania Ocampo,
Yollolxóchitl Mancillas, Lucila Navarrete, Sandra Escutia; a la vieja guardia que me acompañó en
este proceso: Eduardo Rodríguez, Irving Jiménez, Jorge Betanzos, Jaime Ortega, Víctor Hugo
Pacheco; a la cofradía por el amor a primera vista: Victoria Tapia, Donovan Hernández, Aline
Villegas, Saúl (Hernández), Jorge Soto y Haydee García; a los y las compas del posgrado con
quienes compartí y sufrí: Alicia Flores, Rigo Reyes, Abigail Dávalos, Juan Carlos Medeles, David
Gómez Arredondo, Marlene Romo y Eloísa Rivera.
Agradezco la existencia de la Universidad Nacional Autónoma de México, una universidad pública,
mi casa desde bachillerato, una institución que me ha abierto sus puertas en todos sus niveles de
formación y me da la oportunidad de enseñar en sus aulas. Al Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología por la beca que me permitió realizar esta investigación doctoral, así como a la beca de
titulación del proyecto PAPIIT IN400814 “El programa de investigación modernidad/colonialidad
como herencia del pensar latinoamericano y relevo de sentido en la Teoría Crítica”. Gracias al
Posgrado en Estudios latinoamericanos y a quienes han atendido los procesos institucionales, en
especial a Edith Caballero, Óscar García y Martha Guzmán.
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INTRODUCCIÓN 5
BIBLIOGRAFÍA 216
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Soy víctima de un Dios, frágil, temperamental…
Babasónicos
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Introducción
Las cuestiones subjetivas como las emociones y los afectos que atraviesan relaciones sociales y
conforman estructuras sociales han comenzado a ser tomadas en cuenta en los diversos estudios
sociales y de filosofía política. La subjetividad como parte determinante del constructo de
relaciones sociales deja atrás la idea Moderna de que lo político se juega dentro del terreno de la
razón y permite valorar, de una forma integral, los diversos dispositivos que recorren las estructuras
de poder y conforman subjetividades jerarquizadas. Es en este contexto que el interés de esta
investigación se centra en la fe, como uno de estos elementos subjetivos que han construido
subjetividades subalternas a través de los discursos teológicos y que han servido para erigir un
orden capitalista moderno y patriarcal a través de la interpelación a lo divino, aunque parte de la
intención es mostrar las disputas entre dichos discursos y su relación con movimientos de
resistencia. La interpelación a lo divino, es capaz de movilizar a millones de personas a partir del
elemento subjetivo denominado fe, una potencia emotiva y de organización basada en cuestiones
incomprobables racionalmente y que, sin embargo, performa cotidianidades y formas de ser en el
mundo. Se trata de un afecto capaz de movilizar a millones de personas en el mundo y que se
encuentra ligado íntimamente a la construcción de lo político, entendido como el ordenamiento de
grandes grupos sociales y las formas en las que tratan lo común. Se eligieron los discursos de la
teología de liberación por ser aquellos que disputan el terreno a los discursos teológicos
hegemónicos occidentales, además de ser parte de movimientos populares que buscaban la
liberación a diversos dispositivos del modelo capitalista moderno patriarcal: el racismo, la clase, la
raza y el género.
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observar movimientos de construcción, fragmentación y fuga que se llevan a cabo en otras formas
de organización social. Sin embargo, es en este tipo de instituciones en donde los cambios arriban
con menos velocidad que en otras.
Las religiones del libro, es decir, el judaísmo, el cristianismo y el judaísmo, extendidas por
todo el orbe, son un claro ejemplo de lo anterior, aunque cabe aclarar que las formaciones religiosas
se encuentran profundamente imbricadas con otras instituciones humanas de corte político,
económico, espacial, cultural. La reflexión en torno a los fenómenos religiosos no es sencilla hacia
su interior, en tanto existen múltiples elementos en pugna, que determinarán la forma en la que las
instituciones religiosas o iglesias, van a actuar hacia afuera, en el no menos opaco y complejo
contexto histórico social. Lo religioso, tiene un gran impacto en lo humano, su ritualidad es capaz
de performar a pueblos y generaciones: actitudes, corporalidades; es capaz de dar sentido a acciones
comunitarias, a movilizaciones de paz o de rebelión. Las iglesias se han encontrado a lo largo de su
historia, muy cercanas a lo político.
Para este trabajo, nuestro interés se centrará en la disidencia hacia el interior de las iglesias
cristianas desde América Latina desde los discursos teológicos de liberación. Dicha disidencia tiene
su origen en lo "exterior" o mundano, en las condiciones de exclusión de sus fieles
latinoamericanos, pero también, tendrá sus consecuencias hacia el interior de la iglesia católica y
algunas protestantes. La disidencia teológica latinoamericana fue censurada por las autoridades
católicas y también fue perseguida por regímenes autoritarios. Se trata de un movimiento de doble
exclusión, una desde un lugar de privilegio al ser parte de un sector con formación académica
teológica (una especie de renuncia) que plantea sus proposiciones desde los excluidos del orden
social, a quienes se les unen y; una exclusión de su campo de impacto (las sociedades
latinoamericanas) debido a la persecución y censura de gobiernos dictatoriales debido a la
participación en movimientos sociales de resistencia y lucha contra dichos regímenes. Cabe decir
que, dentro de la iglesia católica, la teología de la liberación tuvo tal repercusión que Juan Pablo II
se vio orillado a implementar en su encíclica Centesimus annus1 de la opción preferencial por los
pobres, aunque esto no les aseguró un lugar, por el contrario, se trató de una estrategia para
aparentar inclusión en aras de cooptación ante lo que se consideraba una embestida comunista,
como veremos adelante. Es decir, se abre un espacio al discurso disidente, que no lleve a sus
últimas consecuencias la radicalidad que predicaban sus actores. Quienes se aferraron a dicha
radicalidad fueros proscritos de la institución católica y de otras iglesias cristianas protestantes.
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Esta es la encíclica de celebración de los primeros cien años de la primera Encíclica social de la iglesia católica Rerum
Novarum de 1891.
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Es importante recordar que las iglesias son, como el resto de las instituciones humanas,
instituciones dinámicas, aunque también debemos tener en cuenta que éstas no cambian con la
rapidez que otras. Las iglesias, sobre todo, al ser normadas según interpretaciones a partir de un
texto ancestral, pueden tardar aún más que otras instituciones en acordar modificaciones en su
estructura. Dicha velocidad nos ayuda a observar la forma en la que se ha digerido y frenado la
teología de la liberación: después de un rechazo tajante, se incorporó la opción por los pobres a
algunos documentos vaticanos como la encíclica Gaudium et spets. Esta incorporación funcionó
como argumento desde la institución para frenar las formas consideradas más radicales de la
disidencia teológica latinoamericana de los años setenta. Sin embargo, en las décadas posteriores,
teólogas, mujeres participantes y disidentes sexuales levantaron la voz como sujetes marginales de
la teología de la liberación. El orden patriarcal de las iglesias cristianas, incluida su ala disidente
latinoamericana, habían ignorado a la mujer y su lugar marginal dentro de la iglesia y de exclusión
en las sociedades en las que estas iglesias se desarrollan. Teólogas, mujeres activamente
participantes y disidentes sexuales comenzaron a organizarse para cuestionarse principios religiosos
como el género de Dios o la interpretación del papel de las mujeres en la Biblia, sobre todo aquellos
que instituían una jerarquía de género y sexualidad hacia el interior de sus iglesias, tales son los
casos de las iglesias cristianas Metropolitanas. Un segundo movimiento feminista, surgido en la
década de los ochenta del siglo pasado, viene al cuestionar también las relaciones y lugares de
privilegio a partir de características raciales justificadas en la idea de un Dios blanco, racializado.
Con este cuestionamiento, también viene la defensa de prácticas tradicionales de los pueblos
afroamericanos, cuya idea de Dios es distinta a la del cristianismo occidentalizado pero que ha
encontrado en la conformación de sus iglesias populares los elementos sincréticos para expresar su
fe.
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Los límites de las instituciones eclesiales han sido retados por las teólogas y creyentes, sin
embargo, no ha sido suficiente para modificar sus estructuras patriarcales. El debate en torno a lo
sagrado femenino, la relectura de figuras femeninas bíblicas y la naturaleza degenerada (sin género)
de Dios no ha sido suficiente para conseguir algo más que el reconocimiento de la participación de
las mujeres dentro de la iglesia católica. En este sentido, las iglesias protestantes han sido más
flexibles, aunque debemos recordar, su influencia es menor hacia el exterior, es decir, en las
sociedades en que se desenvuelven, particularmente en América Latina.
A inicios de este siglo, los desarrollos de las teólogas feministas también han sido retados
por la teología queer, en América latina, principalmente por Marcella Althaus-Reid, quien se
cuestiona acerca de qué tan revolucionaria es una teología en donde los iconos del ser mujer se
mantienen en pie desde roles tradicionales: como madre o compañera. De la misma forma, se
cuestiona acerca del orden establecido a partir de la sexualidad y su ejercicio: el celibato y la
monogamia heterosexual. La teología queer en América latina no sólo defiende la participación de
sus iglesias como lo han hecho teologías gays y lesbianas, sobre todo en Estados Unidos, sino el
derecho de cada persona a disentir sexual y genéricamente. Es relevante que se trate de una mujer,
ya que sus proposiciones se encuentran muy cerca de las proposiciones del feminismo negro
lesbiano autónomo latinoamericano, aunque las propuestas de este movimiento político y social no
ha permeado en la teología feminista negra de liberación que, por otra parte, cuestiona las
estructuras de privilegio racial y masculino.
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a la reflexión en torno al movimiento para crear la frontera inclusión/exclusión en lo social, a través
de diversos mecanismos de poder: el económico con la creación del “pobre”; el de género con la
construcción de una dualidad dominador/dominada de género; el de sexualidad, a través de un
orden heteronormativo; el de raza, con la imposición de la idea de blanquitud, serán los principales
intereses de esta investigación que busca, a través de elementos de los discursos teológicos como la
idea de pecado y sujete2 (pueblo, pobre, mujer, negro, queer) mostrar la movilidad entre lo
estructural y lo subjetivo.
Los diversos elementos de los discursos teológicos nos dotan, además, de un panorama
respecto a las formas de exclusión que no se dan de una a la vez, ya que forman un entramado
complejo de funcionamiento combinadas con otras variantes que toman importancia por momentos:
edad, espacio geográfico de origen y desenvolvimiento, situación migratoria y legal... Estos
dispositivos conforman formas de ser, atraviesan cuerpos y conforman subjetividades normalizadas
y disidentes. Sin embargo, las diversas formas de disidencia nos muestran que la frontera no es la
misma, aunque los lugares de privilegio sí lo son. Se trata de un movimiento de
reproducción/repetición de privilegios y una disputa en los márgenes entre quienes tratan de
modificar esos lugares, que construyen el entramado de un afuera complejo y fragmentado, un
entramado de diferencia: “el hereje”, “la mujer”, “el rojo” (comunista), “el negro”, “la negra”, “el
maricón”, “la lesbiana”... De tal forma que podríamos tomar las palabras que Derrida utilizó para
hablar del afuera/adentro en la relación del lenguaje oral y la escritura para hablar del
afuera/adentro de las instituciones religiones, de las instituciones donde el ser humano busca
conformar comunidades de expresión de cuestiones tan íntimas como la fe:
Y no obstante, la naturaleza está afectada –desde el afuera- por una perturbación que la modifica en su adentro,
que la desnaturaliza y la obliga a separarse de sí misma. La naturaleza al desnaturalizarse a sí misma. Al
separarse de sí misma, recibiendo naturalmente su afuera en su adentro, es la catástrofe, acontecimiento natural
que trastrueca la naturaleza, o la monstruosidad, separación natural dentro de la naturaleza... la catástrofe, es
delegada aquí a la monstruosidad. (Derrida, 1998, pág. 52)
Lo que pretendemos decir es que lo que Derrida denomina naturaleza es el orden social
normalizado, mientras lo que es parte necesaria de su estructura, lo excluido, es visto como
catástrofe al representar una amenaza, que finalmente es etiquetado como lo monstruoso. Lo
monstruoso, lo disidente, la catástrofe, son esas afueras que no se conforman con ser escindidos,
son esas afueras que buscan modificar el orden social a través de modificar las relaciones entre
diferencias, no sólo externas sino hacia el interior. Tratamos de explorar el movimiento de dichas
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La terminación con e será utilizado, como veremos, de una orma política que visibilice al femenino acallado.
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fronteras de exclusión y la construcción de los lugares de privilegio a través de los diversos sujetos
de teologías disidentes: el sujeto que se libera social y espiritualmente es visto por la normalidad
como monstruo porque es de ella de quien se libera y frente a quien busca ser un igual; en este caso,
ser un igual frente a Dios los tornaría iguales socialmente. Esto abriría la posibilidad de conformar
una institución otra; sin embargo, las estrategias de resistencia y lucha por mantener el orden no
permiten que el adentro sea modificado.
El desarrollo de los procesos de los que hemos hablado se expondrá en tres capítulos que
buscan mostrar una estructura dispuesta de la siguiente forma: en primer lugar, cada capítulo busca
presentar la forma en la que se han construido las representaciones de la divinidad a través de un
recorrido histórico general con el fin de mostrar los largos procesos históricos sobre los que se han
construido los discursos teológicos sobre los que nos movemos. Este recorrido nos parece
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importante en tanto las representaciones de lo divino tienen como consecuencia la colocación en los
lugares de privilegio de aquellos que se identifican con Dios. Así, ante el desplazamiento de la
Diosa Madre o del Dios Cornudo negro, se erige el Dios blanco heterosexual de los colonizadores.
En la segunda parte de cada capítulo, se busca establecer la forma en la que se construyen les
sujetes excluidos de la divinidad: el pobre, las mujeres, las mujeres racializadas y les disidentes
sexuales, aunque también se explora la potencia que han tenido sus actuares en América latina,
tanto en movimientos populares, como en representaciones culturales y dentro de las iglesias de
pertenencia, esto, para mostrar los vínculos de las teologías de la liberación como parte orgánica de
los movimientos políticos latinoamericanos de finales del siglo pasado y principios de este. Así, en
la tercera sección de los capítulos nos centraremos en los elementos que conforman los discursos
teológicos y en los elementos que incorporan para elaborar su búsqueda de liberación política.
En el segundo capítulo, comenzaremos con la represión de la Diosa Madre, esto es, la forma
en la que las representaciones de la divinidad femenina fueron sobajadas, movimiento a través del
cual también se minaba el papel de las mujeres. De la misma forma, se hablará de la construcción
de la diversidad de los devenires mujer, así como de la situación de las mujeres disidentes en
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entornos coloniales y sus representaciones como brujas, santas y vírgenes. Con esto, se busca sentar
precedentes respecto a las mujeres que han estado ligadas a formas rituales y religiosas en la región
y el lugar subalternizado al que se les ha confinado. Dichos precedentes nos servirán para enlazar
con el quehacer de las mujeres que han detentado conocimiento en la región y cómo tanto las
teólogas feministas y las feministas afro se han conformado como sus sucesoras. Esto se nos ha
presentado como recursos necesarios para comprender el desarrollo de la Teología Feminista Negra
de Liberación y sus relaciones comunitarias y académicas, así como los recursos conceptuales sobre
los que se desarrolla. En este capítulo analizaremos la postura antipatriarcal de la Teología
Feminista de Liberación, así como la denuncia de las teólogas afroamericanas contra la
racialización y erotización de sus cuerpos. Con esto, ellas no buscan únicamente adherir
características al sujeto liberador/a, liberar de las teologías sino develar que, sin la modificación de
relaciones de género y raza, la construcción de un orden menos injusto es imposible de construir. Es
por esto que analizaremos el surgimiento de la teología feminista, la teología feminista negra y la
construcción de disidencias a partir de subjetividades y cuerpos considerados excluidos, así como la
relación de dichas teologías con la institución eclesial y los movimientos populares y feministas de
la región.
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apenas alcanzan 21 desde 1988 a la fecha y en general se pueden dividir en los siguientes temas: las
fuentes de la TLL como el marxismo y la teoría de la dependencia, las influencias regionales o
sobre movimientos sociales y los estudios sobre autores específicos. La única investigación que
habla de los desarrollos posteriores es del año 2007 y se trata de teologías enlistadas en donde se
habla de aspectos muy generales tanto de la Teología feminista como de la afro, ya que se apunta a
enmarcar a éstas en el proceso de globalización. En este marco, resulta relevante una investigación
que reflexione la relación sujete-estructura de cada desarrollo teológico liberacionista, así como los
elementos límite de las teologías como la idea del pecado y el cuerpo. Para esto, se busca un punto
de vista interdisciplinar desde un entramado feminista decolonial que incorpora la teoría del poder
de Michel Foucault y de la performatividad de Judith Butler, principalmente.
Las fuentes para llevar a cabo esta investigación son diversas: bibliográficas,
hemerográficas, electrónicas, visuales y gráficas, entrevistas y conversaciones no registradas o
informales. Las disciplinas de las que provienen dichas fuentes son variadas: históricas, filosóficas,
teológicas, sociológicas y literarias por lo que la metodología desde la que se analizará es
interdisciplinaria con énfasis en autores y fuentes latinoamericanas, esto, con la intención de lograr
un análisis integral de los movimientos, en el contexto social arriba descritos, de los sujetes
liberades/liberadores que se conforman desde un punto de vista teo político en contextos históricos
y culturales determinados, que no busca que la investigación contextualista sino que dé cuenta de la
complejidad de las relaciones entre movimientos sociales, teológicos y filosóficos en un modelo de
modernidad capitalista heteropatriarcal.
Este trabajo busca mostrar el dinamismo de una serie de dispositivos de opresión de diversa
índole, a la vez que da cuenta de los discursos de resistencia y subversión a los mismos desde
puntos de vista que enlacen estructura-subjetividades, de ahí la importancia de los discursos
teológicos de liberación. Para esto, a lo largo del texto se analizarán las representaciones sagradas,
los discursos teológicos y sus contextos, así como los procesos históricos de larga data desde el
marco de algunos autores y autoras que parten de una perspectiva biopolítica y post estructuralista
como Michel Foucault (2006) (2012) y su teoría del poder, así como sus planteamientos de la
construcción de la homosexualidad, ambas para pensar el dinamismo en el que se construyen y
despliegan dispositivos de poder en contextos históricos aunque como un proceso de construcción
de larga data; Jacques Derrida (1998) (2006) y la idea de afuera/adentro para pensar en la forma en
la que las instituciones contienen pero lo que aparece al margen constituye parte de la estructura del
modelo en que se enmarca; Ernesto Laclau (2004) (2005) y la forma de construir pueblo en el
movimiento plebs-populus para construir hegemonía y, de forma muy importante, Judith Butler
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(1997) (2001) (2012) que será la guía a través de la teoría de la performatividad para analizar la
relación estructura-subjetividad. Butler junto a Néstor Perlongher (2016) —de la mano de Deleuze
y Guattari— nos ayudarán a pensar en las diversas formas de devenir mujer como devenires
minoritarios y profundamente políticos, como motores de organizaciones populares. De la misma
forma, este trabajo se auxiliará de pensadores teo políticos como Jacob (2007) Walter Benjamin
(2017) y Gianni Vattimo (2011), en la idea de que las estructuras políticas modernas y el modelo
económico capitalista pueden comprenderse a través de la teología ya que, al mantener al Estado
laico o al consumo como los grandes referentes que desplazan a la organización religiosa y que, sin
embargo, mantienen ritualidades para reproducirse que se asemejan a prácticas devotas, mantienen
a prácticamente todas las grandes sociedades actuales en dinámicas de disciplinamiento y culpa.
Taubes también desarrollará la idea del Mesianismo en el judaísmo y en la historia de la mano de
Gershom Scholem (2012) y Walter Benjamin, componente clave para comprender la idea del Reino
de Dios en la Tierra de los teólogos liberacionistas.
Aunque esta tesis estará atravesada por las teorías arriba referidas, el principal enfoque de la
investigación es el feminismo descolonial. Esto, según Harding (2015), implica no sólo una
metodología sino el rescate de una epistemología, por lo que se utilizarán como referencias autoras
feministas latinoamericanas decoloniales como Rita Segato, María Lugones, Karina Bidaseca,
Julieta Paredes, Silvia Federici, Ochy Curiel y Yuderkis Espinosa quienes dan cuenta de los
procesos de despojo y violencia contra las mujeres a lo largo de la historia, en especial desde las
posiciones de las mujeres latinoamericanas, indígenas y afro. Esto, con la intención de dar un marco
adecuado a las aportaciones de las teólogas feministas latinoamericanas y las teólogas queer, que no
sólo pretenden hacer uso de la palabra en sus iglesias de pertenencia sino elaborar un conocimiento
propio que se diferencie de las formas eurocéntricas y androcéntricas de crear conocimiento en
torno a lo divino en referencia a sus comunidades y que responden de una mejor forma a los
problemas que se presentan en la región. Estas teóricas responden también a una serie de
necesidades de sus comunidades que las diferencian de las feministas blancas coloniales y las
feministas del tercer mundo colonizadas, que implican vínculos de género o desgénero pero
también de clase, raza, edad, espacio geográfico y recursos naturales. De la misma forma, ellas
hacen énfasis en formas distintas a las habituales de crear conocimiento como la tradición oral y los
usos del cuerpo, es decir, las distintas tecnologías que los atraviesan, los forman y los dispositivos a
través de los que se jerarquizan en el entramado social, cuestión íntimamente vinculada con la
teología de la liberación frente a la teología tradicional que toma al cuerpo como puerta de pecado.
De la misma forma, se privilegiarán las lecturas de algunos conceptos como cuerpo, pecado y
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disidencias sexuales, así como las críticas al capitalismo moderno patriarcal que hacen autores y
autoras latinoamericanas.
A lo largo del texto se realizarán algunas precisiones como el uso del concepto de disidencia
que se prefirió al de disrupción y que será un hilo conductor para hablar de las formas de resistir y
subvertir, es decir, disidir, estar en descuerdo para modificar la realidad. Por lo que se hablará de las
disidencias cristianas y teológicas, las disidencias históricas de los pueblos colonizados y las
disidencias a los parámetros heteronormativos de sexo y género. Otro de los conceptos que se
aclararán dentro del cuerpo del trabajo es el de teología política, que nos ha parecido más
conveniente aclarar en el momento de comenzar a analizar el surgimiento de la Teología de
Liberación Latinoamericana (TLL). De la misma forma, la idea de devenires mujeres se prefirió
desarrollar como un apartado del segundo capítulo que aborda a la representación de lo sagrado
femenino y las teologías de liberación feministas para mostrar la forma en la que se construye a la
sujeta mujer y revisar las críticas de las feministas afro más adelante.
Conceptos importantes alrededor del texto serán entendidos de la siguiente manera: la fe será
abordada como una potencia subjetiva que, a la vez, conforma a otras subjetividades a través de la
enseñanza de la misma a partir de ritualidades. Dicha potencia moviliza a personas en distintas
formas, desde prácticas cotidianas hasta la organización de grandes movimientos políticos y la
fundación de instituciones. Las religiosidades serán comprendidas como formas de llevar a cabo
ritualidades, es decir, de llevar a cabo actos consuetudinarios para buscar una religación con lo que
cada sujete considere como divino. Estas religiosidades serán, a su vez, parte de lo que construye lo
que identifica y reproduce a la fe. En las prácticas cotidianas es en donde se enseña a otres el
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ejercicio de la fe. Tanto la fe como las religiosidades estás atravesadas por discursos teológicos, es
decir, por las construcciones intelectualizadas e históricas de las comunidades e instituciones
religiosas que forman parte de las enseñanzas formales de las instituciones eclesiales.
Entonces, para otorgar una generalidad más grande a la clase de por sí vasta de los dispositivos de Foucault,
llamo dispositivo a todo aquello que tiene, de una manera u otra, la capacidad de capturar, orientar, determinar,
interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres
vivos. No solamente las prisiones, sino además los asilos, el panoptikon, las escuelas, la confesión, las fábricas,
las disciplinas y las medidas jurídicas, en las cuales la articulación con el poder tiene un sentido evidente; pero
también el bolígrafo, la escritura, la literatura, la filosofía, la agricultura, el cigarro, la navegación, las
computadoras, los teléfonos portátiles y, por qué no, el lenguaje mismo, que muy bien pudiera ser el dispositivo
más antiguo, el cual, hace ya muchos miles de años, un primate, probablemente incapaz de darse cuenta de las
consecuencias que acarrearía, tuvo la inconciencia de adoptar. (Agamben, 2011, págs. 257-258)
Como parte de las religiosidades y del despliegue de lo que Benjamin tituló el capitalismo
como religión, dispositivo será un término recurrente para dar cuenta de la relación cotidianidad-
estructura que se expresa como la experiencia de las mujeres a la que referimos. Como uno de los
dispositivos desplegados con mayor fuerza en las expresiones teo políticas y que nos ayudarán a
abordar las relaciones estructura-subjetividad-cotidianidad-corporalidad encontramos la idea de
pecado que, en términos generales tomaremos como un concepto liminal para mostrar lo que
pertenece a una agrupación religiosa y lo que se encuentra fuera de la misma, que mantiene a la
religiosidad como algo normalizado y a lo desviado como algo pecaminoso, que atraviesa a la
cotidianidad y que se ha anclado a la carne, a los cuerpos.
La noción de cuerpo será otra de las más utilizadas a lo largo de este trabajo en tanto resulta
el lugar en el que se desarrolla el conocimiento situado y la experiencia de las mujeres, se trata de
un elemento nudo, es decir, un espacio en el que se plasman la potencia de los elementos de
identidad que conforman una subjetividad y que será la unidad de mediación entre ésta y el entorno.
El cuerpo nos será de utilidad para comprender la forma en la que se despliegan diversos
dispositivos de control sobre las mujeres, las comunidades negras y les disidentes sexuales y de
género ya que como nos recuerda Maya Aguiluz, el cuerpo es el “lugar de la normalización
cultural”, nos muestra además, de una forma distinta que se trata de un ente emocional, sensorial y
sensitivo, un “cuerpo sintiente” (Aguiluz, Más allá de lo interdisciplinario: los estudios del cuerpo
como están aquí, 2014) que, en el caso de las subjetividades creyentes a las que alude esta
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investigación, deviene en cuerpos dolientes y cuerpos liberados (o en busca de liberación). De la
misma manera, nos parece importante la forma en la que la autora habla de la memoria
corporalizada (Aguiluz, 2014) o el cuerpo como lugar de la memoria (Aguiluz, 2004) para hablar
de las inscripciones sobre el cuerpo de las formas en las que “la vida es vivida” como lugar de
resistencia, de pérdida, sufrimiento y una persistencia particular de memoria. Esto se encontrará
muy cercano a lo expuesto por Alejandro De Oto y que nos ubicará para hablar del cuerpo a través
de una lectura fanoniana en la que el cuerpo se aborda desde los esquemas histórico racial y
epidérmico racial (De Oto & Pósleman, 2006).
De Oto nos ayudará a pensar y abordar la forma en la que las representaciones anteceden a los
cuerpos en contextos coloniales o colonialistas, —es decir, durante el periodo colonial o a través de
procesos de colonialidad— lo que, a través de un movimiento performativo creará los cuerpos
coloniales que,
son un conjunto de relaciones de subordinación y sometimiento, tomadas en arduas prácticas, entre las que se
cuentan las discursivas, que colocan los cuerpos de los afectados por ellas en estados de disposición. Es decir, en
cuerpos administrables, como sabremos dos décadas más tarde [que lo escrito por Fanon] con la biopolítica,
pero con el componente crucial de que hacen explícito, por vía de la racialización, el vínculo modernidad y
colonialidad. (De Oto & Pósleman, 2006)
Esto será especialmente sufrido por los cuerpos devenidos mujer, es decir, los cuerpos en la
colonialidad serán racializados pero también generizados, es decir, serán el resultado de un cúmulo
de procesos históricos tendientes a despojar a las mujeres de recursos y de capacidad de ejercicio de
poder, como muestra Silvia Federici (2004). De esta forma, la modernidad-colonialidad hará uso de
las representaciones para construir cuerpos dispuestos, subjetividades subalternizadas en donde el
referente de privilegio será el hombre blanco heterosexual, como veremos a través de los discursos
teológicos. Todo esto, se enmarca en el capitalismo moderno patriarcal.
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religión a través de la cual da cuenta de la forma en la que Occidente (que entenderemos como una
forma de pensamiento y de forma de dominación epistémica, cultural y económica) busca imponer
su forma de ejercicio de religación, en la que se pretende que “una experiencia local y concreta se
violenta como imposición universal válida para todo tiempo y lugar, lo cual se enlaza con la
cuestión del privilegio epistemológico y el epistemicidio…” (Adlbi, 2016, pág. 102). Vale aclarar
que, como se ha dicho, esta idea irá de la mano de la forma en la que dentro de dicha colonialidad
se han generado resistencias, incluso de la forma en la que Gloria Anzaldúa ha denominado
Espiritualidad mestiza (2015), para hablar de formas de religiosidad popular que mezclan
elementos de religiosidades ancestrales y la resistencia ante el cristianismo hegemónico.
De Aníbal Quijano tomaremos la idea de la colonialidad del poder que habla de la forma en
la que la colonialidad trajo consigo todo un entramado de relaciones sociales jerarquizadas basadas
en la idea de Raza y división del trabajo; este autor también habla de la forma en la que el género ha
funcionado como un dispositivo de dominación que coloca a los varones en un lugar de privilegio
respecto de las mujeres (Quijano, 2000). De José Gandarilla hemos rescatado la forma en la que se
conforma la modernidad capitalista de forma espacio temporal (Gandarilla Salgado, 2013) y la
forma en la que ésta ha fracasado en el cumplimiento de sus promesas de desarrollo y bienestar, lo
que ha desencadenado crisis y crítica en torno a sus planteamientos, debido a la forma en la que su
imbricación con el capitalismo se contrapone al ser humano, así:
Es, precisamente, la lógica irrefrenable del capital (en su vocación insaciable de ganancia) la que precipita al
sistema en una crisis distinta a las anteriores porque constituye una oposición insalvable entre el tiempo abstracto
del valor valorizándose y el tiempo concreto de las estructuras complejas de la vida que experimentan
aproximaciones a límites que parecen umbrales de no retorno. La oposición que parece corresponder a esta
modalidad de crisis es una entre el capitalismo y la vida humana, entre el régimen del instrumento autoactuante,
esto es, el sistema de maquinaria integrado y el ser humano de carne y hueso, que se ve orillado a una
inestabilidad constante en su existencia o reducido a órgano consciente del proceso. (Gandarilla Salgado, 2013)
Esta posición nos ha ayudado a acercarnos a la idea de experiencia y cuerpo —usado por las
teólogas feministas— desde la idea de liberación que implica la defensa de la vida frente a lo que
mata, el capitalismo. De la misma forma, nos hemos apoyado en el autor para usar la idea de sujete
y el cambio del mismo dentro de las teologías de liberación latinoamericanas en tanto refiere a entes
colectivos que se contraponen a la idea atomizada de la modernidad capitalista: “Por esta razón, la
labor experimental de lucha conlleva el hacerse sujeto(s) como un acto inter-subjetivo. El yo-sujeto
vence o niega al yo-individuo.” (Gandarilla Salgado, 2013). Por otro lado, aunque el autor se inclina
por hablar, a lo largo de su obra, de emancipación y liberación, en este trabajo nos decantamos por
la segunda; en primer lugar, por el tema de estudio que alude directamente al término; en segundo
lugar, porque liberación y disidencia nos parece que ayudan a pensar lo que el filósofo refiere como
18
la tensión para resistir lo que se busca “imponer por sobre lo eterno (tradicional) lo transitorio
(siempre inestable y fugaz).” (Gandarilla Salgado, 2016, pág. 461). Asímismo, se retoma la idea de
realizar una critica desde los márgenes (Gandarilla Salgado, 2016)para mostrar la potencia de la
resistencia y desastibilización que les disidentes que abordamos aquí tienen.
Para hablar de la formación del patriarcado como proceso histórico de larga data e
imbricado con el capitalismo y la modernidad, tendremos como principales referentes a Silvia
Federici y su Calibán y la bruja (Federici, 2004) en donde se muestra el proceso de despojo y
sumisión económica de las mujeres en la Europa medieval, de les esclaves y las mujeres en la
recién inventada América, así como de Arthur Evans (2017) quien aborda el avance del patriarcado
como parte de una tradición Occidental que se conformó a lo largo de la historia a partir de los
míceos, griegos, romanos y cristianos de Imperio que colocó a lo femenino y feminizado fuera de
los lugares de privilegio. Para comprender los mecanismos desplegados por dicho patriarcado
haremos uso de Angela Davis (2005), Rita Segato (2014) y Karina Bidaseca (2013) que muestran
la forma en la que la violencia contra las mujeres es piedra angular del avance y establecimiento del
mismo a través de, específicamente, la violencia sexual.
Como elemento que podría parecer nimio, sin embargo, nos parece pertinente aclarar, se
entenderá lo europeo colonial u occidental (lo Occidental) como una forma de referir a los países
que, a través de un talante imperialista basado en la violencia y lógicas de guerra se dedicaron a la
conquista de territorios extranjeros, así como al secuestro de poblaciones negras y el exterminio de
poblaciones nativas con el fin de explotar los territorios y a la población subalternizada a través de
la creación de las razas, a la par que se realiza un epistemicidio en dichas culturas. Con esto,
queremos tener presente que las lógicas coloniales surgen a través de procesos históricos de larga
data en donde sólo algunos países han participado de forma activa, aunque algunos otros se han
beneficiado. Esto, para evitar que en aras de defender una postura política se construya una especie
de “enemigo” unificado, una Europa única y ahistórica que no corresponde a la diversidad que se ha
agrupado en dicho territorio que también se ha encontrado en constante disputa: Europa Oriental e
incluso la zona nórdica han sido atacados por las grandes potencias centrales y Rusia. Tampoco
queremos obviar que existen diferencias importantes en el interior de cada país: diferencias de
clase, de ejercicio de ciudadanía, estatus migratorio y raza, que complejizan la idea de una Europa
única.
Para terminar con esta introducción queremos exponer que, a lo largo del trabajo se ha
tratado de manejar un lenguaje incluyente para seguir la idea de que el lenguaje es dinámico y tiene
19
una vinculación performativa con les usuaries de alguna lengua y que en español resulta
complicado hacer visibles a las mujeres en los plurales generizados, por lo que retomamos las
palabras de Teresa Meana:
Concretamos el sexismo en dos efectos fundamentales: el silencio y el desprecio. Por un lado, el ocultamiento de
las mujeres, nuestro silencio, nuestra no existencia. Estábamos escondidas tras los falsos genéricos: ese
masculino que, habíamos aprendido en la escuela, “abarca los dos géneros”. Y también estábamos ocultas tras el
salto semántico. Debemos a Álvaro García Meseguer la definición de ese error lingüistico debido al sexismo: ése
expresado en aquello de todo el pueblo bajó hacia el río a recibirlos, quedándose en la aldea sólo las mujeres y
los niños. Así pues, ¿quién bajó, sólo los varones? Por otro lado, estaba el desprecio, el odio hacia las mujeres.
Se manifestaba en los duales aparentes (zorro/zorra, gobernante/gobernanta, verdulero/verdulera, frío/fría, etc.),
en los vacíos léxicos (víbora, arpía, etc. O caballerosidad, mujeriego, etc.), en los adjetivos, los adverbios, los
refranes y frases hechas, etcétera., etc., etc. (Meana, 2006)
20
I. La Teología de la Liberación en América latina, una teología
política
Este capítulo tiene como objetivo presentar y analizar los elementos generales del cristianismo y de
la Teología de la Liberación Latinoamericana (TLL) en su ámbito político. En este capítulo se
busca responder a las preguntas, ¿cuáles son las fronteras entre un cristianismo institucional y un
cristianismo disidente? ¿Es posible considerar a la teología de la liberación latinoamericana como
una forma de cristianismo disidente? Y ¿Cuáles son los aportes y límites de la teología de la
liberación latinoamericana hacia el interior de sus iglesias de pertenencia y en las sociedades en las
que se desarrollan? Para tratar de responderlas, este capítulo está dispuesto de la siguiente forma.
El primer apartado busca mostrar que no existe una sola forma de ser cristiano. Aunque no
se trata de una investigación histórica exhaustiva, se han buscado ejemplos de la contraposición
entre el actuar cristiano desde las altas jerarquías y el cristianismo popular en diversas épocas para
establecer un continuo disidente. Esto, con el fin de comprender con mayor claridad la
contraposición entre la Teología de la Liberación en América latina y las autoridades vaticanas,
asunto a tratar en el tercer apartado de este capítulo, así como las otras teologías políticas
disidentes. Así mismo, se trata de un ejercicio que intenta demostrar que el cristianismo no se ha
abstraído de un actuar político a lo largo de su historia, por lo que resulta necesario analizar su
actuar desde nuestros días y en el contexto latinoamericano para aclarar la influencia de las
estructuras eclesiales institucionales y disidentes, por lo que el segundo apartado de este primer
capítulo buscará mostrarnos la diferencia y diálogo con la filosofía de liberación y sus métodos. Así
como el desarrollo de la primera teología de la liberación latinoamericana en iglesias protestantes.
Este apartado finaliza con las disputas entre los teólogos de la liberación y las autoridades vaticanas
durante las últimas décadas del siglo XX.
Hacia el final de este capítulo, en el tercer apartado, se explorará el método utilizado por la
TLL, así como la forma en la que se construyó el sujeto liberado (r) : el pobre, varón, abstracto. De
la misma forma, se hablará de un concepto clave para comprender cómo la teología de la liberación
comienza a desmarcar la idea del mal del cuerpo: el pecado. Pecado histórico y pecado social son
conceptos clave para comprender la diferencia entre la teología de la liberación y otras teologías de
corte conservador más allá del manejo de las herramientas de análisis marxistas. Este será un
concepto que también nos ayudará a comprender el desplazamiento del mal fuera de la carne, el
cuerpo, en las teologías post liberacionistas.
21
La teología de la liberación latinoamericana no se desarrolló de la misma forma en todos los
países de la región, sin embargo, este capítulo busca dar cuenta del legado teórico y político hacia el
interior de las iglesias cristianas católicas y protestantes, así como en el campo amplio de las
sociedades en las que se suscitó. Esto nos permitirá avanzar a los siguientes capítulos con un
panorama histórico y político de las disidencias en las iglesias cristianas católicas y protestantes
latinoamericanas que, como veremos, no ha sido suficiente para modificar las fronteras
inclusión/exclusión dentro de las instituciones eclesiales, ni el lugar de estas en las sociedades a las
que pertenecen.
Se trata de un pensamiento que aparenta pasividad y que, sin embargo, ha sido semilla de
movimientos sociales y políticos a lo largo de la historia en distintos lugares del mundo: desde
guerras interreligiosas hasta parte de guerrillas de resistencia en América Latina. El cristianismo se
ha encontrado en movimientos de guerra de la Iglesia católica como las cruzadas y en movimientos
a favor de la paz como el liderado por el sacerdote Alejandro Solalinde en México quien trabaja
contra la violencia del narcotráfico y a favor de les migrantes.
22
La expansión del cristianismo se dio de forma diaspórica a través de los evangelizadores,
que se movilizaron a otras regiones del mundo para predicar, lo que dio también como resultado a
las primeras comunidades cristianas y a los primeros perseguidos y mártires. Es decir, dio paso a las
primeras representaciones sacrificiales, que se erigieron como ideal de santidad y que marcaron
muchas de las pautas de lo que significaba ser seguidor de Cristo como el desapego a los bienes
materiales, por citar un ejemplo. Con esto, también se construyó un ideal de “cuerpo cristiano”,
sobre todo desde aquellas comunidades que defendían la vida apostólica3 que se asumían como la
encarnación de la metáfora de su líder.
Los primeros cristianos fueron vistos por el imperio romano4 y por los gobiernos de los
territorios a los que arribaban como una amenaza a su poder, debido al desprecio de éstos por los
reinos mundanos en pos de su aspiración fundamental, que era alcanzar el reino de Dios. El
cristianismo primitivo, fragmentario, dio pie a múltiples interpretaciones del antiguo testamento,
pero, sobre todo, a múltiples interpretaciones de las palabras de Cristo que conformaron el Nuevo
Testamento que tendrá intervenciones a lo largo de la historia. Comienza un proceso de
reconocimiento y diferenciación: las escrituras legítimas, las apócrifas; los cristianos, los judíos, los
paganos, los conversos, los santos, los herejes. Los cristianos primitivos no conformaron un grupo
homogéneo. Fue Pablo de Tarso quien dio un paso importante para la institucionalización del
cristianismo que, sin embargo, no detuvo sus escisiones.
Para Enrique Dussel resulta crucial para el desarrollo de las organizaciones cristianas, la
forma en la que el modelo medieval latino europeo, adopta el cristianismo para conformar la
cristiandad a través de un proceso de divinización de la ciudad; la convierte en materialización del
reino divino. De tal forma que se construye la línea centro-periferia, los criterios de
inclusión/exclusión entre las zonas del ser y el no-ser, “el pensar metódico semita, musulmán y
cristiano, que comenzó por estar articulado a las tribus nómadas y austeras del desierto, terminó por
justificar al mundo refinado de Bagdag, del Bizancio o del feudalismo medieval latino, a las élites, a
los grupos y a las clases dominantes comerciales o feudales...” (Dussel, Filosofía de la liberación,
2011, pág. 29) Es decir, del diaspórico y fragmentario cristianismo primitivo, se construye la doxa
a partir de la sistematización del conocimiento cristiano con filtros helénicos y semitas en torno a
3
La construcción de la idea del cuerpo doliente de Cristo y del cuerpo doliente de los mártires cristianos va a ser
determinante en la creencia católica de la santidad a través del dolor de la carne y en la estética de las diversas
representaciones de dicha religión. Su impacto en la conformación de distintas subjetividades, sufrientes, será motivo de
resistencia y lucha.
4
Algunos de estos grupos eran también, relacionados a guerrillas judías o de judíos conversos al cristianismo.
23
centros urbanos. Para Arthur Evans (2017) el paganismo se mantuvo como parte de la vida
campesina al tener una relación más cercana a la naturaleza, mientras el cristianismo se constituyó
dentro de las ciudades. Esto, puede darnos indicios de la separación de lógicas y espacios que se
contrapusieron durante la expansión cristiana.
Después de la institución de la iglesia católica como religión de imperio entre los siglos II y
IV, las fracturas al interior de ella continuaron. El cristianismo entendido como práctica popular no
escapaba del sincretismo y adopta saberes y prácticas de los lugares a los que arriba, de forma
pacífica o impuesta. El cristianismo y la cristiandad tampoco son un corte definitivo. Sin embargo,
la cristiandad nos muestra cómo el desarrollo de estudios teológicos se ha dado, en el grueso de las
ocasiones, en las posiciones jerárquicas de alto nivel. Sin embargo, es de interés para esta tesis las
teologías desarrolladas desde los sectores marginales de la cristiandad: por personas fuera de los
centros hegemónicos de pensamiento centro europeos, por mujeres y disidentes sexuales, desde las
religiosidades populares y las experiencias de comunidades eclesiales de base.
Los cristianos inconformes con el actuar católico institucional comenzaron sus propias
organizaciones que iban de la mano con descontentos de orden social. Los grupos perseguidos
durante el siglo IV, considerados heréticos por no reconocer a la iglesia católica como suya, llevan
consigo denuncias de abusos de la misma: cobros insensatos, tratos con las autoridades y los dueños
de tierras para mantener las posiciones de poder. El problema de la plebs no era con la fe5 que
profesaban sino con las prácticas de sujeción impuestas por la jerarquía católica, por lo que dice
Silvia Federici (2004, pág. 54), “A pesar de tener influencia de las religiones orientales que
mercaderes y cruzados traían a Europa, la herejía popular era menos una desviación de la doctrina
ortodoxa que un movimiento de protesta que aspiraba a una democratización radical de la vida
social. La herejía era el equivalente a la «teología de la liberación» para el proletariado medieval.”
5
Fe es un concepto que se utilizará a lo largo de esta investigación y que hace alusión a la forma en la que un ser
humano comparte desde su subjetividad una forma de vincularse a lo que se cree divino.
24
homosexuales o asexuales en sus comunidades y, en algunas ocasiones, como guías espirituales.6
Esas prácticas y valores se encontraban contrapuestas con las prácticas y valores de las autoridades
eclesiales quienes se encontraban en una firme alianza con los señores feudales.
En la raíz de la herejía popular estaba la creencia de que Dios ya no hablaba a través del clero debido a su
codicia, su corrupción y su escandaloso comportamiento... Sin embargo, el reto de los herejes era principalmente
político, ya que desafiar a la Iglesia suponía enfrentarse al mismo tiempo con el pilar ideológico del poder
feudal, el principal terrateniente de Europa y una de las instituciones que mayor responsabilidad tenía en la
explotación cotidiana del campesinado. (Federici, 2004, pág. 55)
Las formas en las que se utilizaba la palabra de Cristo cambiaban según el bando al que se
pertenecía: mientras las autoridades católicas usaban el discurso como justificación para la
obediencia y el sometimiento a los señores feudales, los herejes lo usaban para defender una vida
solidaria y de propiedad comunitaria. El Nuevo Testamento se convierte en un arma de doble filo:
la construcción de subjetividades era radicalmente distinto, se trataba de posiciones contrapuestas,
de formas de vida cuyos intereses conformaban un campo de confrontación inevitable (a pesar de
que muchos grupos heréticos estaban contra las guerras y en especial contra las cruzadas, era
ineludible su persecución). "Bajo la guía del Nuevo Testamento, los herejes enseñaban que Cristo
no tenía propiedad y que si la Iglesia quería recuperar su poder espiritual debía desprenderse de
todas sus posesiones." (Federici, 2004, pág. 55) Dichos movimientos políticos han tenido la fe
como componente de articulación en tanto, "la Fe es la certeza de lo que se espera y la convicción
de lo que no se ve" (Heb 11:1). Estos movimientos confiaban en la espera de un orden justo, que en
su presente no eran previsibles si no era a través de su lucha y de la proyección de un horizonte
utópico.
6
Federici (2004) pone como ejemplo de esto al grupo herético de los valdesos.
25
Katari en el área andina o el movimiento del pueblo Titiquipa en el siglo XVI en la región mixteco-
zapoteca (González G. , 2008) que resultó en la quema de una iglesia y la muerte de un español.
Esto nos muestra que las formas de organización no sólo entre grupos cristianos sino hacia
el interior de las iglesias cristianas, sobre todo en la de mayor influencia, la católica, no se ha
podido conformar una forma única de vivir la religación entre les individues y la divinidad, no se
han podido establecer religiosidades o ritualidades únicas en la fe, aunque pareciera la misma.
También vale decir que el uso del discurso católico se modifica constantemente, lo que da lugar a la
aparición de discursos teológicos de diversa índole, según el lugar de enunciación desde el que se
den y que no son ajenos de ser colocados como hegemónicos o marginales, según el contexto
sociohistórico en que se desarrollen, así como la capacidad que éstos tengan para colocarse como
trascendentes dentro de las organizaciones eclesiales. Estos discursos teológicos, tampoco están
exentos de ser interpretados en forma de ritualidades no pensadas en su surgimiento y, sin embargo,
recodificadas en las prácticas de las religiosidades populares, en donde se pueden practicar diversos
niveles de sincretismo. Después de este apartado en donde se ha buscado establecer que el
cristianismo no ha sido uno, incluso desde su fundación y que se trata de un discurso sujeto a las
interpretaciones en determinadas contingencias históricas y políticas, ahondaremos en la
comprensión de la forma como se ha desarrollado en América latina.
que actúan en la marginación, desde una zona Iglesia zapatista en Ocosingo, Chis. 1
26
Ante la aparición de grupos cristianos de ultra derecha que defienden el status quo, surgen
formas de ser cristiano en resistencia: las iglesias negras, cristianas por el derecho a decidir,
cristianes homosexuales, queer. Estas formas de ser cristianes buscan una apertura de las
instituciones religiosas y practican su espiritualidad con un sentido social de responsabilidad y amor
al prójimo.
Tras un largo debate acerca de la "naturaleza" del indio y con testimonios que van desde
Hernán Cortés, quien consideraba a los habitantes de América como seres creadores de una gran
civilización, hasta Sepúlveda que los concebía como seres con una capacidad intelectual inferior; de
De Las Casas que los concebía con inteligencia plena a Sahagún que los presentaba como seres
27
llenos de virtudes pero engañados por el demonio, se creó la imagen de un ser que necesitaba la
guía, la luz de los “sabios” europeos que debían enseñarles la lengua, pero sobre todo, la fe
cristiana.
Y con todas nuestras aflicciones y trabajamos y amamos a los padres y les damos lo necesario y les hemos hecho
muchos monasterios y proveído de ornamentos y campanas, todo a nuestra costa y de nuestros vasallos y
naturales, aunque en pago de estos servicios nos traen tan avasallados, hasta quitarnos el señorío que heredamos
de nuestros antepasados, cosa que nunca padecimos en vuestra gentilidad. Y obedecemos la justicia de V. M.
esperando que nos envíe remedio para todo. (González G. , 2008, págs. 75-76)
Es en este periodo en donde Dussel ubica el surgimiento del pueblo cristiano en este
continente, conformado por “parte del pueblo mestizo latinoamericano y caribeño, pueblo oprimido,
clases explotadas, cultura naciente: indígenas, mestizos, esclavos africanos, españoles y portugueses
empobrecidos” (Dussel, 1995, pág. 29). Para él se trata del surgimiento de una iglesia distinta a la
dominante, una iglesia que apoya a las revueltas que buscan liberación. Se trata de una
confrontación entre el pueblo cristiano que se adueña de forma creativa del evangelio y la
cristiandad europea, no sólo en el catolicismo hispano-lusitano,7 sino también en la cristiandad
evangélica protestante.
7
Para Dussel, “El cristianismo hispano-lusitano llegará determinado por una larga historia de la cristiandad,
permitiendo que el proceso de evangelización sea al mismo tiempo, y equivocadamente, proceso civilizatorio, es decir:
proceso de aniquilación cultural y política de los pueblos amerindios.” (Dussel, Introducción general, 1995, pág. 27)
mientras Jacques Lafaye en Mesías, cruzadas, utopías. El judeocristianismo en las sociedades iberoamericanas
(Lafaye, 1997) Defiende que parte importante del mesianismo de los movimientos de liberación latinoamericano tiene
raíz en la tradición cristiana hispano-lusitana. “El catolicismo latinoamericano es la forma ibérica de creencias y de
institución eclesiástica; dicho de otra manera: los componentes sincréticos de la conciencia religiosa en la península
ibérica (cristianismo, judaísmo, islamismo) han dado su talante original al catolicismo latinoamericano. La situación de
dependencia colonial y opresión social en el pasado, y sus avatares modernos, así como la herencia de politeísmos
indígenas, han propiciado la aparición esporádica de líderes mesiánicos y cruzadas de salvación o liberación, por ser la
manifestación más vistosa y llamativa de una conciencia religioso-política singular dentro del conjunto de las
sociedades “occidentales” cuya cultura común se ha originado en la confluencia de la lengua, la ley y la organización de
los antiguos judíos y los primitivos cristianos” p.8
28
Ante el colonialismo y la colonialidad espiritual8 se dio el inevitable sincretismo, el
cristianismo se convirtió en la religión de la plebs. Se trató de un largo proceso, de convivencia y
desencuentros entre la plebs, el populus, las autoridades religiosas y las autoridades
gubernamentales. Como ejemplo de las tensiones entre religión y política tenemos la expulsión de
las órdenes jesuitas de América en el
siglo XVIII que respondía a intereses
económicos, pero sobre todo a
intereses políticos,
8
Entendemos colonialidad espiritual como Sirin Adlbi, un proceso que impone de forma violenta una religión y lleva a
cabo un epistemicidio.
9
Mientras en América latina se habla del fortalecimiento de un cristianismo popular durante los siglos XIX y XX, en
Europa la preocupación teológica se centra en la creciente desbandada de las iglesias cristianas. Esta cuestión será
evidente en el desencuentro entre teólogos de la liberación y su contraparte europea.
29
se construyen los Estados nacionales seculares a lo largo del continente y se configuran nuevos
espacios de resistencia ante los procesos de dependencia. Dichos espacios de lucha y resistencia
pasan por movimientos campesinos, obreros, estudiantiles e incluso, por gobiernos populistas.
La relación del catolicismo con sus fieles y sus necesidades, así como sus relaciones con los
imperios o Estados que los contenían nunca han sido sencillos ni han ido en un solo sentido. Se trata
de una institución compleja y contradictoria que, como hemos visto a lo largo de su historia, no se
ha encontrado al margen de los procesos políticos y sociales, locales y mundiales.
…La emergencia de un catolicismo que hace suyo el mundo de los pobres no nos debe hacer olvidar los otros
catolicismos, con sus conexiones y colusiones con otras clases sociales e instituciones de poder en la sociedad
latinoamericana, como tampoco las relaciones y ligazones entre sí. Esto significa analizar al catolicismo como un
lugar social con corrientes, líneas, propuestas, ligazones, tanto del campo religioso como hacia el resto de la
sociedad…es decir, se mueven según actores, momentos y procesos concretos, donde aquellos que “dominan el
aparato eclesiástico”, como aquellos que se le oponen, buscarán remontar su legitimidad a “los orígenes y a la
verdadera tradición”. (Mallimaci, 1995)
La fe es una cuestión con muchas aristas, una de las múltiples formas de construir al ser
humano que lo desenvuelven en el ámbito religioso y fuera de él ya que, a pesar de su aparente
intimidad, la fe también es capaz de actuar como articulador político. De tal forma que actualmente
es posible detectar subjetividades conformadas por elementos aparentemente contradictorios como
los indianistas kataristas que también se reconocen cristianos, o las católicas feministas, las
prostitutas cristianas del Brasil o los movimientos queer que se enfocan en la expiación o el amor
sin límites carnales. Todos estos, grupos que desafían el orden actual por considerarlo excluyente e
injusto. La pregunta que vale hacer a lo largo de esta investigación es, ¿qué elementos políticos
abonan estos movimientos disidentes del cristianismo para construir una lucha liberadora?
30
I.2 Teología de la liberación en América latina: diferencias, debates y encrucijadas
En este apartado buscamos establecer el surgimiento, las fuentes, la diversidad y las tensiones
políticas en torno al surgimiento de la TLL, a la vez que buscamos presentar y analizar sus
principales conceptos, así como las limitaciones a las que apelarán las teologías de liberación
posteriores. A diferencia de otras investigaciones al respecto, no nos enfocaremos en alguna región
en donde se desarrolla la TLL ni en un autor específico, se trata más bien de un recorrido que busca
mostrar la diversidad que ha existido, incluso, en la primera generación liberacionista.
Uno de los desarrollos claves en el pensamiento descolonizador desde América Latina es la teología
de la liberación, que se desarrolla y dialoga constantemente con la filosofía de la liberación. Los
principales exponentes de la filosofía de la liberación son Enrique Dussel y Horacio Cerutti;
mientras que de la teología de la liberación encontramos a Gustavo Gutiérrez, Ignacio Ellacuría,
Leonardo Boff, Franz Hinkelammert, Hugo Assman, entre otros. Se trata de dos sistemas de
pensamiento y acción que, aunque no homogéneos, establecen los principios de un pensar y actuar
para modificar la realidad considerada injusta y colonial. La razón para comenzar este capítulo con
la forma en que se desarrolaron estas dos líneas de pensamiento es porque aparecen como
reflexiones hermanas, surgen en el mismo contexto socio histórico y su emparejamiento suscitó un
debate en torno a quienes se desmarcaron del quehacer teológico y que, sin embargo, comparten
muchos de sus postulados. Ambas líneas de pensamiento, además, son parte importante de los
estudios latinoamericanos y sus desarrollos nuestroamericanos y descoloniales.
10
Al comparar las obras Filosofía de la liberación de Enrique Dussel y 200 años de filosofía nuestramericana de
Horacio Cerutti, es posible observar que ambos se mueven bajo premisas convergentes: revisión histórica, preocupación
por los problemas de su realidad, la preocupación por un horizonte utópico y el uso crítico de autores y términos
venidos de las escuelas europeas hegemónicas, así como su adhesión al marxismo. Tal vez la principal diferencia sea
que Cerutti ha decidido desmarcarse del término liberación para hablar de filosofía nuestroamericana, que hace una
revisión crítica de la producción filosófica del continente, que lo ubica entre los estudiosos de la historia de las ideas.
31
de la liberación tiene como referencia directa a la Biblia y su interpretación a partir de las
condiciones sociales de su época y espacio geográfico, además, busca la construcción del Reino de
Dios en la Tierra. Todo su sistema de pensamiento está basado en la fe en un ser superior. Como
apunta Mo Sung, "El objeto principal de la teología, no es probar que Dios existe, pues esto es un
presupuesto de la teología; además de que no es posible, efectivamente, probar la existencia de
Dios. En este sentido, Dios es más objeto de esperanza y fe que, de certeza." (Mo Sung, 1999, pág.
14)
Esto, enmarcado en la clasificación que hace de los filósofos latinoamericanos del siglo XX en donde ubica a Dussel
como analéctico junto a Scanone y critica la filosofía elaborada en dualidades: ricos-pobres, centro-periferia, oprimido-
opresor utilizada por Dussel. En su libro Filosofar en nuestramérica, Cerutti habla de la arbitrariedad de Dussel al
incluir a varios filósofos argentinos como filósofos de la liberación en una conferencia dada en Cuernavaca, México.
Esto da cuenta de los debates hacia el interior de la filosofía de la liberación.
32
La teología de la liberación es una filosofía política surgida en un diálogo entre pensamiento
marxista, cristianismo, teoría de la dependencia11 y la experiencia de varios de sus fundadores con
las comunidades excluidas del modelo moderno-liberal-capitalista, así como de la reflexión y
aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia católica que, a su vez, más tarde se nutriría de la
teología de la liberación. Son numerosos los representantes de la TLL en su primera época (las
décadas de los 70 y 80 del siglo XX), sus líneas de pensamiento se inclinan hacia distintas
disciplinas como la filosofía, la sociología o la economía y, su desarrollo y práctica fue distinta en
cada país en la que se desenvolvió; por ejemplo, en El Salvador, las Comunidades Eclesiales de
Base se construyeron a partir de la teología de la liberación y, posteriormente, tras su persecución y
destrucción, se sumaron a la lucha armada de liberación. En Brasil, se han vinculado con
movimientos en defensa de la tierra, mientras en Argentina o Chile, se encontraron más vinculados
a movimientos urbanos populares. Con estas diferencias, e incluso las que se dieron entre
pensadores12, es posible encontrar elementos generales relevantes políticamente en la teología de la
liberación: enarbolan la liberación de los oprimidos, de los más pobres, en un esquema de análisis a
partir de la lucha de clases y una apelación a los movimientos de liberación de la esclavitud judía en
el Antiguo Testamento. Basan sus sistemas de solidaridad en el Nuevo Testamento y en los
documentos que conforman la Doctrina Social de la Iglesia católica, sobre todo, respaldaron su
actuar en el Concilio Vaticano II que al modificar muchos de los preceptos que alejaban al grueso
de la plebs de la interpretación religiosa, los acercan con acciones tan sencillas como el escuchar
misa en su lengua vernácula.
La teología de la liberación resulta una teología política dada su búsqueda por impactar en
las sociedades en que se desenvuelven, no sólo por las líneas de pensamiento que ha utilizado para
el análisis de la realidad y su llamado a la praxis liberadora, sino por la confrontación de ésta con la
jerarquía católica y por su desarrollo en contextos de dictaduras militares, de persecución y
asesinato.13 Se trata de un hacer y pensar de resistencia y lucha, así como del intento de la
conformación de comunidad, que va aparejado con un pensamiento crítico de la realidad y de las
instituciones estatales y eclesiales. Los pensadores clásicos de dicha corriente han fundado fuertes
críticas al eurocentrismo, a las posiciones epistemológicas jerarquizadas y al contexto neocolonial.
11
Para Elina Vuola, la teoría de la dependencia, “es la teoría política más importante en la formación de la TL” (Vuola,
Teología feminista. Teología de la liberación. Los límites de la liberación. La práxis como método de la teología
latinoamericana de la liberación y de la teología feminista, 2000, pág. 36)
12
Gustavo Gutiérrez, se mantuvo más cercano a la institución vaticana, mientras otros como Leonardo Boff, Ernesto
Cardenal y Franz Hinkelammert mantuvieron posturas más radicales.
13
Hector Ibarra, en su tesis doctoral acerca de la teología de la liberación en El Salvador (en revisión en la ENAH),
afirma que las Comunidades Eclesiales de Base son en buena medida, de donde fueron reclutados combatientes de las
guerrillas salvadoreñas después de que el gobierno las destruyera.
33
Autores como Enrique Dussel, se han dedicado a mostrar histórica y filosóficamente que la invasión
de América vino aparejada de la construcción de una historia inventada desde Europa, que mantiene
al margen la actuación de actores asiáticos, africanos y americanos. Boff, Dussel y Gutíerrez
hablan en sus obras acerca del proceso colonizador europeo, mientras se hace una denuncia del
proceso de neocolonialidad impulsado por el gobierno de los Estados Unidos de América, cuya
injerencia en el continente es cada vez más notoria a partir del respaldo que se da a las dictaduras en
toda América Latina (Ferraro, 1992). La teología de la liberación surge en un contexto opresivo, de
persecución, los teólogos y filósofos de la liberación comienzan a ser perseguidos, amenazados,
asesinados o desaparecidos. Uno de los principales ejemplos es el caso de Oscar Arnulfo Romero,
asesinado en 1979 mientras oficiaba misa, a pesar de ser un adherente tardío a la teología de la
liberación.
14
Elina Vuola afirma que la mayor parte de los teólogos de la liberación mencionan la praxis y aunque no son muchos
los teólogos que se preocupan por aclarar a lo que se refieren con esto, es posible advertir que “Los teólogos de la
liberación utilizan el concepto de la praxis en el sentido marxista clásico y también lo especifican para connotar las
condiciones históricas, políticas y económicas en América Latina” (Vuola, Teología feminista. Teología de la
liberación. Los límites de la liberación. La práxis como método de la teología latinoamericana de la liberación y de la
teología feminista, 2000, pág. 50)
34
catalizador político por su participación como pensamiento de liberación, no sólo a partir de lo que
mencionamos anteriormente sino porque se han nutrido de las experiencias de religiosidades
populares, indias y negras, rituales barriales, credos de clase. Las teologías políticas15
latinoamericanas (de liberación y las que surgieron a partir de ella) han sido capaces de sintetizar
complejos sistemas simbólicos y procesos sociales populares, lo que ha implicado también un
proceso de reacomodo de los flujos de poder que se polarizaban en las autoridades eclesiales.
15
Comprenderemos el término teología política a partir de la denominada Nueva teología política y no desde el
concepto clásico de Carl Schmitt en tanto éste refiere a los elementos teológicos en las conformaciones estatales,
mientras la Nueva teología política desarrollada por Johann Baptiste Metz (Metz, 1969) el énfasis se pone en las
relaciones entre la fe, las iglesias y las sociedades que forman los Estados, “Esta teoloǵa poĺtica lo refiere todo al
mensaje escatológico de Jeśs, pero a través del nuevo punto de partida creado por la razón cŕtica tal como fue
preparado e inaugurado por la Ilustración y tal como fue articulada, desde la mitad del siglo XIX, por Hegel y Marx; lo
cual, sin embargo, no fue lo suficientemente elucidado y valorado a lo largo de una tradición teológica puramente
idealista y después personalista y existencialista. Lo peculiar de este enfoque radica en la relacín fundamental
entre raźn y sociedad; el caŕcter de referencia a la sociedad de la reflexín cŕtica; la urgencia de la raźn
cŕtica por reflejarse socialmente y la imposibilidad de mantener de modo "puramente térico" la pretensín
cŕtica de la raźn. En la teoloǵa poĺtica se repite, pues, a otro nivel el problema cĺsico de la relacín entre fe y
raźn. Y en este horizonte el problema hermeńutico fundamental de la teoloǵa no se presenta en primer lugar
como el de la relacín entre la teoloǵa sisteḿtica y la teoloǵa hist́rica, entre dogma e historia, sino como el de
la relacín entre la comprensín de la fe y su praxis aplicada a nivel social.” (Las negritas son nuestras)
35
Para los liberacionistas, la práctica religadora con el prójimo es una forma de resistir, e
incluso, de luchar contra el desplazamiento de lo divino hacia el capital, considerado un falso ídolo
que ha desalojado a Dios como ente de adoración. Para Franz Hinkelammert, el neoliberalismo es
"una teología violenta, dispuesta a justificar la matanza indiscriminada de militantes, estudiantes,
artistas e intelectuales” (Estela Nadal, 2012). El orden actual, moderno-liberal-capitalista ha
divinizado al capital, ha fetichizado a la mercancía, al dinero, ha impuesto como criterio
fundamental la competencia (la religación con el prójimo se anula), la muerte. El Reino de Dios se
sustituye por el reino del capital, se sacrifica la vida de los que creen en su promesa, de los que
trabajan por él y de los que no, "la promesa del milagro avala el crimen, la injusticia y la mentira"
(Brisson, 1998). El milagro es el progreso que nunca llegará, pero del que se hace voto. El
capitalismo instituye al dinero como un nuevo Dios, un ídolo. Se trata de la idolatría capitalista
denunciada por Mo Sung y Hinkelammert.16
Los teólogos de la liberación clásicos y los y las teólogas postliberacionistas son críticos al
desplazamiento de lo sacro hacia las formaciones económicas capitalistas y las prácticas sociales
modernas en las que, en buena parte, las instituciones eclesiales son cómplices. Sin embargo, las y
los teólogos postliberacionistas buscan superar al sujeto liberado[r] pobre, ubicado únicamente en el
esquema de clase, para tomar en cuenta marcadores coloniales (raza) y patriarcales (género), a
partir de los cuales sea posible modificar las relaciones de dominación establecidas. Marcella
Althaus-Reid nos dice:
Las teólogas feministas, feministas negras y queer apelan a lo que consideran ignorado u
olvidado por los primeros pensadores liberacionistas —teólogos y filósofos— y buscan hacer de las
teologías políticas post liberacionistas un pensamiento dinámico, útil, que modifique las estructuras
jerárquicas patriarcales, las jerarquías epistemológicas centro-periferia, que acaben con las
jerarquías raciales, con el colonialismo interno; buscan ir más allá de la mera caridad, no se
16
Esta postura es compartida entre teólogos de la liberación latinoamericana con filósofos occidentales que abordaron
cuestiones teo políticas como Jacob Taubes, Gianni Vattimo y Walter Benjamin quien incluso tiene un ensayo
denominado “El capitalismo como religión”.
36
consideran vanguardia sino resultado de procesos de resistencia. Responden a una praxis liberadora
que modifique su realidad, es decir, persiste la intención de modificar la realidad considerada
injusta. El pensamiento y práctica teológicos aparecidos como de avanzada precisan una revisión de
sus fronteras a partir de la idea de la liberación, ya que, como nos sugiere Althaus-Reid y como
veremos más adelante, la capacidad de absorber y modificar sujetos para mantener lugares de
privilegio nos lleva a distintos sujetos oprimidos/liberadores con distintas características. Muchas de
estas revisiones se han realizado desde teologías de liberación de iglesias cristianas protestantes, por
lo que es menester analizar sus propuestas.
Hasta ahora hemos hablado principalmente de la teología de la liberación católica, por ser la más
difundida, sin embargo, aunque en menor medida, podemos encontrar a destacados teólogos de la
liberación de las iglesias cristianas protestantes. Por ejemplo, la primera obra que se reconoce como
teología de la liberación (Dussel, Introducción general, 1995) es la tesis doctoral del teólogo
brasileño protestante, Rubem Alves, Hacia una teología de la liberación.17 Se trata de una obra que
cuestiona y debate con las formas de hacer teología desde los centros teológicos europeos, incluso
los más progresistas como el caso de la teología de la esperanza.
El cristianismo protestante tiene una larga historia en el continente latinoamericano, que nos
permite observar que no se trata de un movimiento lineal ni sencillo de seguir. El protestantismo
arribó a América latina de diferentes formas, por un lado, comerciantes y empresarios que
provenían de los Países Bajos, Inglaterra y Alemania arribaban a los territorios previamente
ocupados por españoles o portugueses, que habían impuesto ya el catolicismo, lo que les traía
persecución y dificultades para ejercer sus religiones. Un caso distinto fue el Caribe, en donde la
diversidad de colonizadores traía consigo diversidad de credos cristianos que, a su vez, se permeaba
de las prácticas religiosas de los pocos nativos y muchos esclavos.18
17
Dicha tesis fue traducida como: Una teología de esperanza o Cristianismo, opio o liberación.
18
“Esta fragmentación del Caribe en diversas colonias se manifestaba también en el pluralismo religioso. Los
anglicanos, los metodistas, los presbiterianos, los bautistas, fueron especialmente activos en el Caribe inglés. La Iglesia
Reformada fue activa en el Caribe holandés. Los moravos actuaron desde temprano en el Caribe holandés y en el inglés.
La Iglesia Catolica, por su parte no limitó su actividad a las colonias francesas y a las españolas. Hasta hoy en Santa
Lucía y Dominica, ex-colonias inglesas, la mayoría de la población es católica, como también es el caso de las antillas
holandesas. Con la llegada masiva de mano de obra asiática a finales del Siglo XIX, el pluralismo religioso fue aún más
acentuado. En Trinidad, Guyana y Surinam el hinduismo y el islamismo, junto con el cristianismo, son las religiones
más importantes. Asimismo, la religión judía estuvo presente en el Caribe desde el Siglo XVII; la primera sinagoga de
37
El oficio como mercaderes o empresarios de los primeros protestantes en América
continental fue su gran ventaja, al dotarlos de movilidad por todos los territorios latinoamericanos, a
la vez que también fue su mayor debilidad ya que no constituían colonias ni iglesias. Ellos
encarnaban los valores modernos liberales en ciernes que en muchas de las colonias constituirían un
peligro, sobre todo, porque el catolicismo fue la religión de las colonias españolas, incluso después
de su independencia, y permitir que la influencia protestante se extendiera era equivalente a abrir la
influencia política a alguna otra colonia europea en un periodo en el que se disputaban las tierras del
continente inventado.
En el Caribe y las Antillas en donde el actuar de las colonias protestantes tenía menos trabas
encontramos que hacia finales del siglo XVII,
... los metodistas, y un poco más tarde los bautistas, empezaron a desarrollar una obra evangelizadora de fuerte
contenido anti-esclavista, lo que rápidamente les mereció la persecución por parte de los plantadores... En efecto,
la reacción anti esclavista de las sectas puritanas comenzó a manifestarse en el momento en que la economía de
plantación de las colonias británicas en el Caribe entraba en decadencia, y cuando el interés británico se
desplazaba hacia las colonias de la Nueva Inglaterra y la India, y después de la pérdida de las primeras, aún más
hacia la segunda. A finales del Siglo XVIII, un gran despertar pietista sacudió las conciencias cristianas y
estimuló la lucha anti esclavista de humanistas y filántropos cristianos mientras los revolucionarios franceses
proclamaban los derechos del hombre y del ciudadano (1792). (Bastian, 1995, pág. 451)
las Américas fue establecida en Curazao. Y no debemos olvidar la presencia de creencias africanas en todo el Caribe.”
(Lampe, Las iglesias en El Caribe, 1995, pág. 312)
38
Con muchas de las estructuras institucionales en contra, las colonias protestantes en muchos
países latinoamericanos comenzaron a vincularse con sociedades mutualistas y con sectores
progresistas de la iglesia católica e, incluso, con sus escisiones, sobre todo durante la época
denominada reformista, pero es hasta concluido dicho periodo cuando se desarrollan los intereses de
sociedades capitalistas y las oligarquías nacionales, cuando comenzarán a moverse con mayor
libertad y a contar con influencia económica y política (Bastian, 1995), además de adquirir modelos
asociativos liberales de misioneros protestantes estadounidenses, quienes también comenzaron a
apoyarlos financieramente. De tal forma que, aunque protestantismo, liberalismo y capitalismo no
son sinónimos ni necesarios unos para otros, fue a partir del desarrollo moderno capitalista del siglo
XIX en el continente que el protestantismo tuvo su expansión más importante, si no en número, sí en
influencia
La importancia numérica de los protestantismos latinoamericanos fue de hecho insignificante si se consideran las
cifras absolutas y su progresión, ya que la población protestante no sobrepasó jamás el 1% de las poblaciones
latinoamericanas antes de mediados del siglo XX. Por el contrario, si se comparan las redes asociativas que estas
sociedades constituyeron con otras redes similares como las logias, los círculos espiritistas, las sociedades
mutuales, lo mismo que con las asociaciones del catolicismo social, hallaremos que las redes protestantes fueron
de igual importancia, con frecuencia estaban mejor estructuradas, y sobre todo eran más independientes de
influencias gubernamentales... Por su régimen de asambleas, de sínodos, y de convenciones, las sociedades
protestantes, cuyo modelo de organización moderna provenía ciertamente de las sociedades protestantes de
EUA, inculcaban prácticas y principios negados no solo por la iglesia Católica romana, sino también por el
estado oligárquico liberal conservador, antidemocrático y neocorporativista (Bastian, 1995, págs. 463-464)
Es por esto que nos encontramos a una buena parte de la comunidad cristiana protestante
como participante activa en los procesos de revolución de varios países latinoamericanos y, no sólo
eso, como parte de los gobiernos que se constituirán a principios del siglo XX y que más tarde serán
perseguidos, durante el arribo de dictaduras militares. También es durante ese periodo en el que la
iglesia católica va a promover la idea de que las comunidades protestantes son herramientas “al
servicio del imperio”. Durante los últimos años del siglo XIX y primeros del siglo XX el
protestantismo latinoamericano se configuró a partir de la llegada de misioneros norteamericanos,
es aquí en donde comienza una ruralización de estas religiones. Al avanzar el siglo XX comienzan
los intentos de articular al protestantismo latinoamericano frente a los embates de la iglesia católica.
Así, se lleva a cabo el primer congreso de sociedades protestantes en Panamá, en donde la mayor
parte de delegados eran estadounidenses; años más tarde, en los siguientes congresos en
Montevideo en 1925 y en La Habana en 1929 los representantes serán latinoamericanos, de
segundas o terceras generaciones de protestantes nacidos en diversos países latinoamericanos.
(Zavala Chaparro, 2014)
39
Las tensiones entre corrientes pietistas centradas en el individuo y visiones más ancladas a
los problemas de la región fueron las tensiones más visibles en los congresos protestantes en
Latinoamérica. Pedro Zavala (2014) habla de cuatro vertientes del protestantismo latinoamericano
desplegadas en el siglo pasado:
• Confesiones históricas con influencia del liberalismo económico, sobre todo metodistas que
centran su visión del mundo en el individuo, la salvación personal, el evangelio de las
riquezas y la pobreza como lastre de los pecados.
• Movimientos del evangelio de lo social que surgen como respuesta al socialismo y
cooperativismo y centran su visión de mundo en el reino de la justicia y la esperanza.
• Iglesias populares y fundamentalistas que se basaban en un evangelio simple y anti
intelectualista.
• Renovaciones pentecostales que se desarrollaron entre grupos populares y que basaban su
visión de mundo en arrebatos místicos y formaciones carismáticas.
Es a partir de la segunda mitad del siglo XX que las raíces protestantistas se extendieron, así
como su pensamiento progresista, de tal manera que Dan González Ortega19 sostiene que la teología
de la liberación tiene como antecedentes protestantes a la nueva teología cubana o teología en
revolución y a la formación teológica de Richard Shaull, teólogo presbiteriano estadounidense,
influenciado fuertemente por el populismo peronista, interesado en el cristianismo y la revolución
social y quien formó a personajes como Rubem Alves, Julio Santana y José Miguez Bonino.
Shaull viaja a América latina en la década de los cincuenta del siglo pasado, lo que implicó
que conociera una realidad argentina bulliciosa, la época del populismo peronista. Las grandes
concentraciones y los discursos de los descamisados influyeron para que, a partir de entonces, sus
reflexiones tuviesen un sentido comunista. Shaull conoció Colombia y vivió muchos años en Brasil.
19
En una charla en el seminario de teología de la liberación latinoamericana dirigida por el Dr. Francisco Xavier
Sánchez Hernández. Llevada a cabo el 29 de abril de 2014 en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM
40
Sus reflexiones giraron en torno a la revolución y su teología ha sido definida como contextualista,
debido a que decía que el quehacer teológico debía ser aplicado de acuerdo a nuestros tiempos, con
conceptos innovadores que ayudasen a comprender mejor nuestras realidades (Shaull, 2014). Otra
de las vertientes analizadas por Shaull es el marxismo, del que decía, critica al capitalismo
primitivo, superado en Europa pero que era el que se desarrollaba en América latina, sin embargo,
la vía revolucionaria debía encontrarse en el potencial emancipador de los desheredados en tanto “el
creativo papel que ellos están llamados a ocupar en la emancipación de la humanidad.”20 La
teología de Shaull hace llamados a un actuar político consciente y comprometido, por lo que en los
años setentas, comenzará un debate entre los protestantes formados por él, como Julio Santana que
habla de una liberación a partir de la humanización a través de una vida digna; por otro lado, Arana
Quiroz y Padilla criticarán fuertemente a esta línea, ya que para ellos, lo importante es la gloria de
Dios, no la liberación ni la política, tampoco el diálogo ecuménico. El desarrollo de la teología de la
liberación protestante se interrumpe debido a lo fragmentario de las composiciones de cada grupo
religioso y por la influencia de sus contrapartes norteamericanas y europeas.
Por otro lado, la teología en revolución, fue encabezada por Sergio Arce y se trató de un
movimiento de cristianos protestantes que apoyaban la revolución cubana. A decir de González, la
teología protestante ha sido desarrollada en Cuba y una muestra de ello es el centro Martin Luther
King. A partir de dicho desarrollo, las iglesias protestantes cubanas alcanzaron un grado importante
de autonomía, ya que la mayor parte de ellas rompieron con su contraparte norteamericana
(Masson, 2004). La teología en revolución es un desarrollo teológico que confía en la construcción
del reino de Dios en la tierra después de la revolución cubana, para lo que estaban dispuestos a
cooperar a través de brigadas de alfabetización y otras labores sociales. Las iglesias protestantes
cubanas estuvieron mucho más dispuestas a colaborar con la causa revolucionaria que la iglesia
católica por la postura a favor que tuvieron desde el principio, además, no se encontraban
influenciados, como la iglesia católica, por la ideología anticomunista, ni tenían intereses dentro de
la política internacional como institución. A pesar de lo anterior, Bastian (1995) asegura que el 80%
de pastores y miembros de comunidades protestantes abandonaron Cuba entre 1961 y 1965 y apunta
“En todo caso, la revolución cubana radicalizada puso al descubierto los límites del proyecto
político y social protestante, el cual, surgido del liberalismo radical del siglo XIX, se revelaba
incapaz de construir otra alternativa democrática distinta al rechazo de los autoritarismos de derecha
y de izquierda.” (Bastian, 1995, pág. 473)
20
citado en Roldán, Alberto (Roldán, 2011)
41
Estos antecedentes de las conformaciones de comunidades protestantes nos dan un
panorama de las tensiones entre los cristianismos católicos y protestantes, así como las diferencias
hacia el interior de las iglesias protestantes en los diferentes territorios latinoamericanos; es a
mediados del siglo XX y principios del siglo XXI cuando aparecerán importantes obras de teólogos
protestantes latinoamericanos para la teología de la liberación. Para González, la teología de la
liberación latinoamericana protestante tiene tres escuelas principales: los movimientos ecuménicos,
que a su vez se subdividirían en moderados y progresistas. Entre los primeros, se encuentran
Gonzalo Bez Camargo y Emilio Castro; mientras que entre los segundos se encuentran Alves,
Miguez Bonino, Julio de Santana y Raúl Macín. La segunda escuela ha sido denominada por
González como misión integral o interdenominacional, es decir, la teología apuntaba más hacia un
diálogo interno y; la tercera es la teología en revolución cubana de la que ya hablamos.
21
En 1961, un año antes del Concilio se publicó la encíclica Mater et magistra cuya tema principal es la justicia; en
1963, un año después del Concilio se publicó la encíclica Pacem in terris por el Papa Juan XXIII, dichos documentos
son los documentos complementarios de Vaticano II y piedras angulares de la doctrina social de la iglesia Católica.
42
los liberacionistas latinoamericanos desde la perspectiva católica. Ante dicho documento, José
Ferraro (1992) y Enrique Dussel (1995) hacen análisis muy distintos. Para el primero, el Concilio
Vaticano II es de carácter ideológico, no espiritual y defiende al orden capitalista, se trataría de una
forma de contrarrestar la influencia soviética; si las reuniones de Medellín y Puebla siguen sus
preceptos no hacen más que afianzar esta postura. Por otra parte, Dussel es mucho más entusiasta de
los logros alcanzados por Vaticano II, Medellín y Puebla: hace recuentos de las diversas acciones
emprendidas en todo el continente, la creación de organizaciones de sacerdotes y laicos
liberacionistas, de Comunidades Eclesiales de Base, de redes de solidaridad ecuménica.
José Ferraro en su análisis desde fuera de la iglesia católica y desde una visión de contexto
global nos dice que el objetivo del Vaticano II es alcanzar la paz y la justicia en un orden capitalista,
esto dentro de un contexto de guerra fría en donde el comunismo y socialismo eran los enemigos
ateos a vencer. Este análisis no es menor ni puede ser descartado ya que fue un documento escrito
durante el periodo de la guerra fría. Los países socialistas eran considerados una amenaza para
Estados Unidos y sus países aliados. Ferraro defiende que la situación de la iglesia estaba dividida y
que por eso el llamado a la paz era crucial para apaciguar las fracturas hacia el interior de la iglesia
católica. De la misma forma que se busca frenar revoluciones sociales.
Para Ferraro, la Doctrina social de la Iglesia católica, inaugurada en 1891 por León XIII en
Rerum novarum, se funda a partir de ataques contra el socialismo y a favor de la propiedad privada.
Esto continúa con Pío XI y su documento Quadragesimo anno de 1931 en donde se habla de la
propiedad privada como derecho natural. Es el mismo Pío el que pide a los sacerdotes acercarse al
obrero para evitar su engaño por el comunista. La "preocupación" por el pobre tiene su culmen en
Vaticano II con Juan XXIII, que renueva la ceremonia litúrgica: desde ese momento se realizará en
lenguas locales en busca de una apertura de la Iglesia católica; los documentos emanados del
Concilio van a dar pauta a llamados pastorales de laicos y jóvenes. Ferraro sostiene que la defensa e
impulso del ecumenismo a partir del Concilio Vaticano II comienza frente al enemigo común: el
comunismo.
De tal forma que el concilio respondería a un orden económico político mundial, la modernidad
liberal capitalista en la que, “[l]a jerarquía, y probablemente las órdenes religiosas a las que
pertenecen los teólogos del Concilio, no sólo se hallan bajo la influencia de la teología dominante:
ellos mismos son de esta clase, e inconscientemente usan al Concilio y la religión para defender sus
intereses clasistas.” (Ferraro, 1992, pág. 60)
43
En América Latina, Vaticano II fue recibido con la mayor radicalidad debido a las
condiciones políticas y sociales en las que se encontraba el continente: una sociedad profundamente
dividida, jerarquías económicas, raciales y de género muy marcadas, la revolución cubana era el
ejemplo a seguir para la izquierda latinoamericana, Salvador Allende arribaba al gobierno chileno.
Las utopías parecían más cercanas que en ningún otro momento en la historia de la región. Los
ideales de justicia social se encontraban en las ideologías de izquierda, por lo que los cristianos
(católicos y no católicos) que se organizaban en torno a círculos de estudios bíblicos comenzaron a
volver sus ojos a los documentos de Vaticano II, que les dotó de una luz de esperanza. A pesar de lo
anterior, las críticas al documento del Concilio no se detienen, aunque también se reconocen
avances mínimos gracias a él. Leonardo Boff 22 dice que: “La mentalidad del Vaticano II no llegará
al nivel de conciencia crítico-social alcanzada por los grupos comprometidos, el respaldo
institucional que confería era de inestimable importancia. De algún modo, daba carácter oficial a
una iglesia comprometida en lo social y con la suerte de los desheredados de este mundo.” Para el
teólogo brasileño, el Vaticano II era una forma en la que la iglesia católica se integraba a la
modernidad burguesa.
Francisco Xavier Sánchez Hernández (2014), en un documento que refiere a los cincuenta
años de Vaticano II nos retrata los debates hacia el interior del concilio: las posturas más
tradicionales y cerradas contra los representantes de una vanguardia progresista que solicita que la
iglesia vaya más allá en su actuar por los pobres y señala algunas figuras, entre las que destacan el
italiano ultra conservador Ottaviani y el brasileño progresista Herder Camara. Esto nos muestra que
los acuerdos en torno a Vaticano II no se dieron de forma sencilla ni unánime. La institución
vaticana, incluso en sus élites, no tiene una visión única de relacionarse con el resto de la sociedad.
Por su parte, la lectura dusseliana del Vaticano II narra con entusiasmo las experiencias
desde dentro de la iglesia católica y sitúa los principales logros en el continente americano. De tal
forma que en La Iglesia ante la renovación del Concilio y Medellín 1959-1972 se hace un recuento
de las diversas organizaciones sacerdotales en favor de los pobres, nos habla de los encuentros
nacionales, regionales y continentales alrededor de la teología de la liberación, así como de la lucha
de miembros de la Iglesia católica, religiosos y laicos contra las diversas formas de opresión:
dictaduras militares, guerras civiles.
22
Citado en Ferraro (1992)
44
A diferencia de Ferraro, Dussel no niega el diálogo entre miembros de la iglesia y las ideas
socialistas, por el contrario, hace recuentos de los diálogos y de las organizaciones que hicieron uso
de las herramientas teóricas socialistas o comunistas. Habla de los cristianos acusados de
comunistas, como perseguidos y mártires. Para él: “…la Iglesia dejará de ser una institución al
margen de la historia latinoamericana que reaccionaba a la defensiva ante los acontecimientos
externos, para transformarse en una protagonista histórica a partir de la vida real, política,
económica, cultural y religiosa del pueblo de los pobres explotados.” (Dussel, 1995, pág. 238)
Aunque para Dussel, esta iglesia tiene retos como, adherirse a la reforma o revolución de las
sociedades en las que está inserta, y la construcción del modelo de iglesia que se busca. Sin
embargo, para él, el reto más importante es mantener a la institución cerca del pueblo, del pobre.
Para Dussel se trata de una institución crucial para alcanzar la liberación de los más pobres, sin
embargo, a veces parece que olvida que la iglesia católica no se compone únicamente de teólogos
que buscan la liberación ni de sectores populares latinoamericanos.
Como conclusión entre las posturas que hemos revisado, frente a un documento central de la
doctrina social de la iglesia católica y para el desarrollo de la teología de la liberación
latinoamericana, podríamos decir que, aunque parecen contradictorias, resultan complementarias en
tanto Ferraro analiza las causas del Concilio desde un punto de vista de política global (en un
contexto de dependencia), mientras Dussel no se pregunta acerca de las causas de Vaticano II sino
que celebra sus consecuencias. La lectura de Hernández, a su vez, nos ayuda a ponderar la
situación de los debates hacia el interior del Vaticano II. En las tres lecturas, podemos observar que
la iglesia católica no es una, sino está dividida ideológica y geográficamente, y el desarrollo de sus
contenidos tienen impacto no sólo hacia dentro de la institución y entre sus fieles, las posturas de las
45
iglesias cristianas, en este caso la católica, tiene influencia e impacto en la forma de organizar el
orden social y de influenciar en la política internacional, es decir, en el orden mundial. Por lo que
sus conflictos internos y las tensiones entre posturas frente a los dispositivos de opresión y los
caminos de liberación han impactado a millones de personas en diferentes países.
Evangelii nuntiandi, de Pablo VI dice: “La iglesia tiene el deber de anunciar la liberación de
millones de seres humanos, muchos de los cuales son sus hijos espirituales; el deber de ayudar a
esta liberación en sus comienzos, de dar testimonio en favor de ella y encaminar sus esfuerzos para
que ella llegue a ser total.”23 Este tipo de texto, cruzado con las herramientas de análisis marxista y
la teoría de la dependencia darán como resultado, una teología política consistente y enfocada a la
praxis: la teología de la liberación latinoamericana. La aparente incompatibilidad entre la religión y
el comunismo o socialismo no podía permanecer en polaridades opuestas en América Latina, al
menos, no en los sectores de izquierda de raigambre popular. Muchos pensadores socialistas se
habían topado con una realidad distinta a la descrita por su formación ideológica; incluso algunos
fueron sancionados por las dirigencias de los partidos socialistas. Tal es el caso de José Carlos
Mariátegui y su socialismo indio.
23
citado en Ferraro, (Ferraro, 1992, pág. 31)
46
Social de la Iglesia no ha alcanzado a aprehender las solicitudes ni de los teólogos de la liberación
que piden que la teología y la práctica religiosa se vuelquen hacia los pobres y no sea simplemente
una opción, ni de las comunidades empobrecidas en América latina y el resto del mundo. Sin
embargo, las autoridades católicas han buscado estrategias para apaciguar dichos reclamos a través
de aparentes incorporaciones de los principios de la teología de la liberación a su doctrina social.
Para muestra, basta con analizar la Sollicitudo Rei Socialis:
La opción preferencial por los pobres debe marcar la vida cotidiana y las decisiones políticas, recordar la
vigencia del destino universal de los bienes y traducirse en acciones concretas en la reforma del sistema
internacional de comercio, en la reforma del sistema monetario y financiero mundial, en los intercambios de
tecnologías y en la revisión de la estructura de las organizaciones internacionales… Esta preocupación acuciante
por los pobres –los pobres del Señor- debe traducirse, a todos los niveles en acciones concretas hasta alcanzar
decididamente algunas reformas necesarias a nivel local y particular.24
Como se puede ver, este tipo de documentos buscan reformas que no profundizan en las
relaciones jerárquicas que se establecen hacia el interior de la iglesia ni entre sus ministros y los
fieles, tampoco entre los fieles pobres con otros fieles que no lo son, así como tampoco se habla de
una forma distinta de organizar a la sociedad a partir de los principios del cristianismo, como sí lo
harán los teólogos de la liberación que, con sus limitaciones, se enfrentaron en más de una ocasión a
las autoridades vaticanas que parecían indiferentes o lejanas a las realidades de sus fieles
latinoamericanos en tanto, el principal problema en territorio europeo para la iglesia católica era la
cantidad cada vez menor de fieles. Las limitaciones de la primera teología de la liberación tratarán
de ser superadas en las teologías de la liberación posteriores que hacen un llamado a observar no
sólo la explotación económica sino la forma en la que funcionan otros dispositivos de opresión
como la raza, el género y el ejercicio de la sexualidad en torno a las formas de ejercicios de fe,
mismos que conllevan formas de ver el mundo y relacionarse con los otros. Estas teologías estarán
aún más alejadas de las autoridades vaticanas y de las autoridades de otras iglesias de origen
protestante, se trata de reivindicaciones políticas que llevan a la práctica formas distintas de
ejercitar la fe y de relacionarse con otros.
24
Citado en Vergara. (Vergara, 1992, pág. 3)
47
I.3 Método y sujeto
En este apartado hablaremos de los pilares que conforman los desarrollos teológicos de la TLL: el
método, íntimamente ligado con el lugar de enunciación, así como la forma en la que se construye
el sujeto a liberar que, a su vez, será parte de su proceso de liberación. De la misma forma a través
de la idea de pecado estudiaremos el desplazamiento que se hace del cuerpo a lo estructural en la
TLL, aunque esto no asegure un cambio en las lógicas sexistas y heteronormativas imperantes en el
cristianismo.
I.3.1 Método
La teología de la liberación utiliza como método general: ver, pensar y actuar. Como hemos visto,
dicho pensamiento tiene un fuerte énfasis en la praxis y en la conformación de comunidades, por lo
que las interpretaciones que harán de los escritos bíblicos estarán relacionadas con el contexto y la
experiencia desde las que se procede teológicamente. Este ver, juzgar y actuar para García, tiene
como fin la acción liberadora desde una clave hermenéutica cristiana a partir de estos elementos: “la
fe, como memoria crítica frente a todo tipo de alienación; la esperanza en la historia como tarea
responsable; y la caridad, como praxis transformadora de la realidad”. (García, 2010, pág. 288)
Como podemos ver, la fe juega un papel primordial y la interpretación histórica corresponde al
materialismo histórico marxista, mientras se enlaza uno de los principios cristianos católicos a la
praxis, es decir, se busca que la caridad se lleve a cabo a partir de una intervención directa en lo
social de lo que lo hacía la visión tradicional.
El lugar de interpretación privilegiado para la TLL será el del pobre, sujeto de dicha teología
del que hablaremos más adelante, también es desde ese lugar de interpretación, desde el que se
busque la liberación del pueblo. Esto quiere decir que el sujeto oprimido, empobrecido, es a su vez,
el sujeto que busca su liberación lo que coloca al sujeto oprimido lejos de un lugar de victimización
y de una actitud pasiva frente a la opresión y caridad de los sectores dominantes, se trata de una
forma de reconocer las capacidades de los sectores sociales menos favorecidos con el modelo
moderno liberal capitalista. Sin embargo, vale la pena aclarar que esto no se lleva a cabo de forma
homogénea entre todos los y las teólogas ni cristianas ni católicas, ya que la teología de la
liberación implica una opción por los pobres. La teología no se va a construir sino desde una
volición individual, “además del momento propiamente teórico y científico, un "plus" ético no
reductible a análisis, pues se trata de una opción. Ésta, sin embargo, aunque es libre, no es
arbitraria: de ahí la posibilidad de criterios para discernirla y valorarla.” (Scannone, 2015)
48
Al configurar el método de la teología de la liberación, los teólogos afines tuvieron que
desarrollar una justificación para hacer de esta opción algo viable para el resto. Una de las
características de esta justificación es una desmarcación frente a las herramientas marxistas; algunos
como Scannone (2015) hablan de hacer uso de las ciencias históricas y sociales en distintas
escuelas, sin caer en uso ideológico, mientras otros como los Boff dicen que se puede hacer uso de
las herramientas que se necesiten, pero para efectos de liberación, las herramientas marxistas son las
óptimas, aunque no son las únicas. Con diversos matices, los textos enfocados a hablar del método
de la teología de la liberación hacen un esfuerzo por dejar en claro que su teología tiene sustento
científico y filosófico.
49
universal, aunque no podemos ignorar que al construir a un sujeto liberado( r) con características
específicas se diluyen los dispositivos de opresión de clase.
25
Para Elina Vuola, los teólogos de la liberación usan praxis en el sentido clásico del marxismo aunque también para
hablar de condiciones contextuales y cita a Richard Klimnister para explicar las tres formas en las que los teólogos de la
liberación usan este término: “ a) un tipo de actividad práctica creativa propia de los seres humanos por la cual
construyen su mundo, una idea básica del modelo de la naturaleza humana de Marx; b) una categoría epistemológica
que describe la actividad práctica y constituyente de objetivos de los sujetos humanos al enfrentarse a la naturaleza, que
Marx llamó ‘actividad humana y práctica’; y c) en calidad de ‘praxis revolucionaria’, el punto clave (putativo) de la
transición social fundamental…” (Vuola, Teología feminista. Teología de la liberación. Los límites de la liberación. La
práxis como método de la teología latinoamericana de la liberación y de la teología feminista, 2000, pág. 50)
26
Esto se basa en la obra de Lonegan y su diálogo con los hermanos Boff.
50
El momento de respuesta a la llamada del pobre, va a ser para Scannone una forma de articular el
trabajo teológico con lo comunitario, ya que esta respuesta, nos dice, es producto del trabajo
teológico que acabamos de describir y va a darse desde el pueblo y la clase. Esto correspondería a la
articulación sacramental de Leonardo Boff27 y tiene que ver con la propuesta práctica a partir de la
sabiduría teologal y el discernimiento a partir de la fe.
Es la fe el elemento que aparece como lo que mantiene a las opciones de liberación dentro
del canon, conserva a los teólogos en una consonancia con su institución de pertenencia a la vez que
les permite acceder a una interpretación, distinta a la corriente, de los evangelios y de toda la Biblia
en general, sin ser tildados de ideológicos. La fe, se encuentra también inscrita en el doble
movimiento que realizan: actúan dentro de un contexto social determinado a la vez que es posible
apelar a ella como elemento universal. “Ella no se queda ‘en el aire’, sino necesariamente encarnada
en mediaciones culturales, tanto en el polo de la experiencia espiritual como en el de la
interpretación reflexiva de la Palabra de Dios. Se encarna en dichas relaciones como su símbolo-
real”. (Scannone, 2015, pág. 282)
27
Citado en el texto de Scannone (Scannone, 2015).
28
La obra de Pablo de Tarso ha sido revisada por autores de la teología de la liberación muy influyentes como Enrique
Dussel y Franz Hinkelammert. Fuera de la Teología de liberación encontramos a Antonio Piñero (Piñero, 2015).
51
liberación: sus experimentos organizativos y sus círculos de lectura popular serán fuente de
conocimiento al desarrollo teológico de liberación. Para la teología de la liberación no habrá una
liberación o salvación individual mientras exista un modelo de opresión masivo, de ahí la
importancia de los conceptos de pecado histórico y pecado social, de pobre y pueblo, que
revisaremos a fondo más adelante. Como vimos, el método para aprehender las experiencias es
multidisciplinario y precisa de varias mediaciones, ya que utiliza análisis económicos para dar
cuenta de las situaciones globales (dependencia); filosóficos al reflexionar acerca del Otro Dios/el
otro prójimo; políticos, al develar las condiciones de colonialidad y jerarquización hacia el interior
de las naciones; antropológicos, ya que parte de las experiencias de los oprimidos.
29
Acerca de estos cuestionamientos y el debate que se suscitó a raíz de la teología de la liberación entre teólogos
europeos, véase Tamayo, Juan José, “Recepción en Europa de la teología de la liberación” (Tamayo, Recepción en
Europa de la teología de la liberación, 1990)
52
“El método teológico en la Teología de la Liberación, por lo tanto, no es más que la doble demanda
para pensar de una forma nueva sobre un sujeto nuevo” (2000, pág. 54). Es por eso que es
importante hablar también del papel del teólogo y su práctica liberadora.
Los hermanos Boff, hablan de tres niveles para llevar a cabo la teología de la liberación: la
popular, la pastoral y la profesional. Es en este último ámbito en donde enfrentarán las mayores
críticas, al ser acusados de llevar a cabo meros actos de testimonio, alejados de la racionalidad
necesaria para acceder al conocimiento de Dios. Sin embargo, son los mismos Boff quienes
defienden que sin el componente popular, en primera instancia como el compromiso emocional con
los más desvalidos, es imposible acercarse a la experiencia y conocimiento divinos y sostienen
“Todo el que cree y piensa su fe es en cierto modo teólogo” (Boff & Boff, 1986, pág. 26). Para
ellos, el buen teólogo no se encuentra detrás de su escritorio sino en el campo, en las calles y en la
pastoral, con lo que es capaz de encontrar una hermeneútica entre lo popular y los estudios
teológicos, sobre todo, para interpretar la Biblia, “El teólogo de la liberación debe poseer en alto
grado el arte de la articulación: articular el discurso de la sociedad, de los oprimidos, del mundo de
las significaciones populares, simbólicas y sacramentales con el discurso de la fe y de la gran
tradición.” (Boff & Boff, 1986, pág. 30) De tal forma que nos encontramos frente a una forma de
pensar y hacer en el plano religioso pero también político que, aunque considera importante al
sujeto oprimido, no le resta importancia a la actuación de un sector educado, podría decirse, de
intelectuales orgánicos30 de la realidad latinoamericana que se encuentra contrapuesta a los intereses
occidentales, incluso dentro de su misma religión.
Con todo, la teología de la liberación y su método han sido recogidos en algunos aspectos de
la doctrina social de la iglesia católica. Sin embargo, mientras para algunos como Boff y Ferraro
sólo se ha hecho de manera superficial, ya que no se cuestionan las jerarquías eclesiales y se ve a la
caridad desde un punto de vista asistencialista, otros han echado las campanas al vuelo en torno a la
inclusión de algunos aspectos, en donde la opción preferencial por los pobres debiera ser suficiente
debido al exceso de uso del marxismo y a su defensa de los pobres, ya que según Vergara, “Es su
fuerza y también su peligro” (Vergara, 1992). Los sectores más conservadores de la iglesia católica
veían el uso del marxismo como una amenaza parecida a la forma en la que, por el contexto
internacional, los comunistas europeos se apartaban de las religiones, por lo que el uso de
herramientas de análisis ligadas a ellos se encontraba viciado de inicio. Lo mismo sucede con el
30
Elina Vuola (2000) dice que aunque muchos teólogos de la liberación se asumen como intelectuales orgánicos, son
pocos aquellos que se deciden a realmente vivir entre los pobres, con lo que se mantiene la distancia clásica entre quien
habla por el pobre y el que es realmente pobre; esta cuestión busca revertirse en otras teologías en las que son los
sujetos oprimidos quienes buscan realizar el quehacer teológico.
53
lugar de interpretación para la acción, para los críticos, el pobre debería ser una opción preferencial
por su situación, pero jamás la preocupación principal ya que el conjunto de la sociedad, incluidas
élites políticas y económicas, es importante. La crítica no se hace al sistema de injusticia sino a la
idea de cambios profundos en el complejo social.
…sólo el nexo efectivo con la práctica liberadora puede otorgarle a un teólogo un “esṕritu nuevo”, un estilo
nuevo o un modo nuevo de hacer teología. Ser teólogo no es manipular métodos, sino estar imbuido del espíritu
teológico. Pero antes de constituir un método nuevo teológico, la teología de la liberación es un modo nuevo de
ser teólogo. La teología es siempre un acto segundo, siendo primero ‘la fe que obra por la caridad’ (Gál. 5,6). La
teología viene después (no el teólogo); primero viene la práctica liberadora. (Boff & Boff, 1986, pág. 34)
El vínculo activo, emocional, con las bases hace una diferencia importante entre los teólogos
de la liberación, lo que no resta calidad intelectual a su obra, sin embargo, por esos años y en ese
contexto lo que se atrevieron a hacer resultó sorpresivo y bastante distinto a lo que había hecho la
teología europea. En la cita anterior también podemos observar cómo mientras para algunos, como
Scannone, la fe va a ser el sustento del quehacer teológico-filosófico, mientras para otros, como los
Boff, está será el motor para la práctica.
Por último, una de las formas en las que los teólogos se expresan constantemente es un
discurso dualista que enfrenta directamente a pobres y ricos, a opresores y oprimidos, a dominados
y dominadores. Esto es una forma política de discurso que coloca en la posición descrita por Carl
Schmitt amigo-enemigo. Esto nos muestra que es por demás complicado salir de las lógicas binarias
de pensamiento occidental que Sirin Adlbi ha denominado como cárcel epistémica existencial
(Adlbi, 2016). Este término hace referencia a la forma de pensamiento binario de la tradición
occidental de pensamiento que se ha impuesto y se reproduce en los países no occidentales, lo que
oculta la diversidad de pensamientos y formas de comprender el mundo.
Un par de elementos nos parecen importantes para diferenciar cómo se desarrolló la teología
de la liberación en comparación a la teología tradicional: la idea de pecado social y sacrificio. En la
teología tradicional, el pecado es individual, por lo que la salvación sería dada de la misma forma.
Mientras el pecado social sería parte del ejercicio cotidiano de una estructura social completa contra
54
algunos de sus sectores, los sectores oprimidos o explotados. Por lo que la forma de
salvación/liberación dependerá de la transformación de dichas estructuras. Por su parte, mientras en
la teología tradicional el sacrificio y la pobreza resultarán una forma de vivir la experiencia de Dios,
para la teología de la liberación el sacrificio a través de la pobreza es una forma de opresión, y por
tanto, de no amor al prójimo.
Es en la medida en que sucumbe a la miseria del hombre que un asceta tiene la posibilidad de emprender un largo
viaje de liberación (…) ¡sin el cebo de la salvación (o cualquier cebo parecido), no habría vida mística! Sin ese
“grosero artificio”, los hombres no habrían podido tener “una conducta de decadencia, la tristeza infinita, la risible
seriedad necesaria para el esfuerzo.”
George Bataille
La salvación aparece como el fin último desde la aparición del cristianismo. El reino de Dios, su
advenimiento, la posibilidad de vida eterna, son los móviles de la organización de millones de
personas alrededor del mundo y de cientos de millones a lo largo de la historia. Esto, ha tenido
consecuencias políticas y económicas muy importantes, como origen o como discurso de
justificación ante masacres y violencia colonial. Sin embargo, esta idea ha llevado en el otro polo, a
la organización de comunidades que resisten embates de valores que no consideran cristianos como
la avaricia y la explotación, aunque en menor medida. En cada una de las múltiples posiciones en
las que se ha comprendido y vivido el cristianismo, hay un concepto de falta que ha servido para
marcar sus límites de pertenencia/exclusión: pecado.
31
En latín pecattum, en griego hamartia, en hebreo jattá’th.
55
historia de la humanidad— hoy no tienen entidad pecaminosa”32 y no sólo eso, el carácter
relacional del pecado trae consigo la desigualdad en dichas relaciones al incorporar ideas de
jerarquía que traen inscritas vergüenzas públicas para aquel que peca, castigo humano, institucional
a quien lo comete. Las subjetividades y los cuerpos que encarnan la falta han sido formados en
muchas ocasiones por ella, por su evasión, su práctica o su punición mediante los dispositivos que
lo rodean: la confesión, la penitencia y el perdón.
El pecado es un tema poco estudiado fuera de textos teológicos, que se abocan más al
planteamiento positivo a partir de la gracia y el perdón. Los textos filosóficos por su parte, apuntan
más a la idea del mal o a la figura del demonio. Bataille destaca en el tema, que anuda al deseo y a
la idea de cima moral, que incluso podría llevarnos a pensar en ésta como la fijación lacaniana del
neurótico con el cumplimiento de la ley. La relación pecado/ley también es trascendente en el
debate en torno a la forma en la que el pecado opera, ya que para mantener su fuerza es necesaria la
punición a través de instituciones establecidas que tengan preceptos legales que delimiten el actuar
de los fieles. Esta relación ha sido estudiada por Franz Hinkelammert (1978) en su lectura de Pablo,
en Las armas ideológicas de la muerte. Aquí, afirma que, “Todo lo que causa muerte es pecado... El
pecado es un fetiche que vive por la ley”. Con esto se apunta a una lectura socio teológica de la
función de la prohibición, ya que aquel que se encuentra en falta conoce de ella por su inscripción
en la legislación, mientras aquel que tiene fe ni siquiera necesitaría de ella porque sus actos son
conducidos con amor.33 Sin embargo, esto no basta para la institución. El sólo acto de reconocer y
solicitar misericordia divina no es suficiente para la institución eclesial, la falta en la religión
cristiana católica precisa de penitencia y en otras variantes cristianas es necesario confesar
públicamente o a un pequeño grupo de sacerdotes, pastores o ancianos el pecado cometido.
El catecismo católico basado en Santo Tomás de Aquino y en San Agustín define pecado
como un acto de rebeldía a Dios, “El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia
recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso
a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana.” (Coeditores
católicos de México, s/a, pág. 508) Y aunque esto podría suponer un acto de conciencia y volición
individual, en el Catecismo cristiano se anuda el pecado a la confesión y a la penitencia. Esta última
se concibe como un acto de arrepentimiento y reparación. Podría considerarse una forma de
materializar el arrepentimiento por cometer la falta, sin embargo, esta es una forma de disponer los
32
Omar Abboud, citado en Savater. (Savater, 2005, pág. 14)
33
En el mismo sentido se apunta con las lecturas de otros pasajes bíblicos como el sacrificio que pide Dios a Abraham
y que es analizado por Derrida a la luz del deber ser frente a la ley en Dar la muerte (Derrida, 2006)
56
cuerpos a algunas formas disciplinarias como autoflagelos, la carga de zarzas en la espalda, el
ayuno, entre otros castigos penitenciales. También se sabe que las limosnas a las iglesias han sido
usadas como forma de “reparación” por los pecados. De tal suerte que las disposiciones eclesiales
en torno al pecado no se ubican únicamente dentro de
un plano espiritual, ya que al condenar excesos o
formas de relacionarse configuran comportamientos de
comunidades enteras.
Michel Foucault (2012) nos habla de la relación de poder del pecado, administrado a través de la
confesión,35 práctica que otorga autoridad al que “sabe” acerca del otro; en este caso, no se trataría
únicamente de un saber del otro cualquiera, se trata del saber el pecado del otro, la falta, su traición
a la fe a la que dice profesar y por tanto, su traición a la comunidad con la que comparte aquello tan
íntimo como es su relación con lo divino. Aunque el francés encamina la práctica de la confesión al
ejercicio de la sexualidad, es posible ver cómo a través del dispositivo “pecado” las fronteras no
34
John Bossy, citado en Savater. (Savater, 2005, pág. 13)
35
Dicha práctica se extendería en instituciones laicas como la ciencia médica y la pedagogía.
57
sólo religiosas sino sociales se constituyen.36 El pecado, inicialmente comprendido como una falta,
un yerro en el camino de la salvación tomó posteriormente forma de un discurso maniqueo de
bondad/maldad que sirvió de herramienta al disciplinamiento de comunidades enteras.37
Cabe destacar que los pecados han tenido múltiples clasificaciones y que éstas han sido
modificadas con el tiempo, por ejemplo, la tristeza fue considerada pecado durante una época
mientras el aborto no siempre fue condenado como ocurre en la actualidad. También encontramos
como clasificación importante los que se cometen con voluntad de lacerar, tal es el caso de los
pecados mortales o veniales, los primeros, además de romper alguno de los diez mandamientos
36
Un ejemplo de eso es la disputa De las Casas-Sepúlveda a la que ya nos referimos más arriba. En ella, se debatía
acerca de si los indios eran pecadores por no tener alma o por su ignorancia.
37
Silvia Federici a través de la caza de brujas señala, cómo las acusaciones, basadas en la idea de pecado, es decir, lo
correcto/incorrecto, ayudó a disciplinar a comunidades europeas enteras, sobre todo a mujeres, de la misma forma que
se hizo con las comunidades colonizadas al ser acusados y acusadas de ser seres diabólicos, de practicar rituales que
caerían en falta para la religión colonial y que serviría también para calmar revueltas.
38
Para Hinkelammert, lo que causa la muerte es también el sistema capitalista de opresión que fetichiza el deseo de
dominar al otro.
39
Gálatas, citado en el Catecismo de la Iglesia católica (Coeditores católicos de México, s/a, pág. 509)
58
principales, implican tener una consciencia del acto; mientras los veniales se oponen a alguna
virtud40 y son semilla de vicio.
Sarmiento, un teólogo español, expresa que el pecado estructural y social no es más que una
forma de usar políticamente la noción de pecado, lo que restaría responsabilidad al individuo que
comete un pecado al culpar a un modelo económico o una estructura social (Sarmiento, 1987). Esta
posición se encuentra muy cercana a las posturas oficiales de la iglesia católica durante el papado
de Juan Pablo II. Por otro lado, Jon Sobrino habla de pecado social como una forma de vincular el
pecado personal a una estructura social que reproduce la desigualdad (Sobrino, 1988). Para él, el
pecado histórico y su superación serán claves para la liberación de los hombres del pecado personal
y, por tanto, de la muerte.
Mientras Sarmiento acusa a las posturas que defienden el pecado social, estructural o
histórico de evadir su responsabilidad, Sobrino los vincula ya que, para él, el reconocimiento del
pecado propio y la intención de conversión llevan a la búsqueda de liberación del pecado personal,
en primera instancia, y social o histórico en segunda instancia. Para Sobrino, la inconsciencia acerca
del pecado histórico, al que todos contribuiríamos, es igualmente grave que la inconsciencia
respecto al pecado personal. La teología de la liberación al usar herramientas marxistas de análisis
social pone énfasis en el pecado que se ocasiona por las estructuras de dominación y explotación,
para una postura más conservadora, esto es impensable ya que cada individuo debe hacerse cargo
de las micro acciones que comete contra lo observado por la iglesia. Sin embargo, para los teólogos
de la liberación esto no basta para modificar las condiciones materiales de existencia.
40
La iglesia católica (Coeditores católicos de México, s/a) considera como virtudes, tres teologales: Fe, esperanza y
caridad. Y las que se oponen a los siete pecados capitales son humildad, generosidad, castidad, paciencia, templanza,
caridad y diligencia.
59
Al hablar del pecado como una forma sistemática y estructural de perpetuar las injusticias
del mundo los liberacionistas desplazan los pecados de la carne.41 No es el cuerpo y sus necesidades
el principal enemigo sino quienes privan a éste de lo necesario para una vida digna.42 La
desvinculación carne-pecado y la lectura socio histórica de las faltas hacen que éstas recaigan en
comunidades completas y por tanto, la responsabilidad de reparar las faltas van mucho más allá que
una simple penitencia. Esto no libra de la responsabilidad personal ya que, al igual que su
contraparte conservadora tienen sustento bíblico en Eclesiastés y la condena por el robo de salarios,
los pasajes en donde Jesús pide a los ricos que dejen sus fortunas y lo sigan, entre otros. Además,
los liberacionistas apelan como pecado grave a la idolatría del dinero, a la sacralización del
mercado, que se da en sociedades capitalistas. Franz Hinkelammert nos dice acerca de la forma en
la que el mercado es pintado como un camino de bien:
De esta manera, el mundo se polariza entre Dios y el Diablo, entre Reino del bien y Reino del mal, entre el
nuevo Jerusalén prometido por el mercado y la bestia promovida por el reformismo, el intervencionismo y la
planificación económica. Aparece el Dios que se glorifica por la destrucción de sus enemigos, cuyo honor es la
venganza de las ofensas que ha recibido por parte de ellos. Pero al identificar diablo, la Bestia con las reformas
económicas y sociales, se identifican el diablo y la Bestia con la reivindicación de los pobres. Por tanto, el honor
de Dios es la destrucción de los pobres, de los movimientos populares y de toda reivindicación del derecho a la
vida de todos. Aparece así un Dios que devora a los pobres, un Dios que no es más que la personificación
trascendentalizada de las leyes del mercado, un Dios que pide sacrificios, no misericordia. La divinización del
mercado crea un Dios dinero: in God we trust. (Hinkelammert, 1989, págs. 58, 59)
41
El desplazamiento del pecado a pecados estructurales, sociales o históricos también abre la puerta a interpretaciones
como las de James Alison y la expiación, quien dice que el pecado se había desviado a la vigilancia de las conductas
sexuales, sobre lo que basará su teoría de la expiación, enfocada a personas homosexuales. (Alison, 2008)
42
Para hablar de vida digna nos apegamos a la idea de León Olivé (Olivé, 2004) según la cual una vida digna es aquella
que permite a un ser humano realizar su plan de vida, siempre y cuando este no dañe a otro.
60
que podrían considerarse pecaminosas por dañar al prójimo y que se encuentran cercanas a la idea
de pecado social. Sin embargo, esto no ha sido oficializado, sólo comentado por algunas
autoridades vaticanas (L'osservatore romano, 2008). La idea de pecado social ayuda, además, a
desplazar al cuerpo como el elemento principal de pecado: la sexualidad, por ejemplo, ya no será de
uno de los principales focos de atención y, por tanto, tampoco de penitencia y dolor. Además, las
lógicas de pensar al pecado como histórico y estructural nos inscriben en una lógica de
corresponsabilidad que no había aparecido antes en las iglesias cristianas. La opción por los pobres,
a diferencia de la de pecado social sí se convirtió en una doctrina aceptada en la institución católica,
aunque, como veremos en adelante, además del pobre, otras formas de identidad e identificación
también se encuentran en pugna por construir relaciones distintas en un orden social que los
mantiene sometidos.
61
por el más desprotegido. Aunque finalmente, éste será aquel que cuente con mayores desventajas
materiales: el pobre. Sin embargo, como veremos en los siguientes capítulos este sujeto liberado( r)
no será suficiente para apelar a otras formas de opresión que comparten algunas características con
él y que, sin embargo, han excedido su lucha, ya que aunque quienes piensan al pobre los supone
incluidos, esto no asegura que sus condiciones mejoren al no ser visibilizadas sus situaciones
particulares. Por ahora, veremos cómo se constituyó el sujeto en torno al cual se buscará la
liberación de la primera TLL en el continente, así como su relación con un sujeto múltiple también
considerado oprimido, el pueblo, que será el componente con mayor incidencia política y se
desmarcará de la posición de victimización y sujeto de caridad en la que podría considerarse, se
encuentra el pobre.
Todos los teólogos de la liberación harán directa referencia al pobre como lugar
hermenéutico, por lo que el sujeto a liberar tiene referencias bíblicas tales como el pobre, la viuda,
el huérfano, el pueblo (de Dios) pensado como pueblo oprimido y esclavo que alcanzará la
liberación con anuencia y ayuda divinas. Es en el antiguo testamento en donde Dios intervendrá
para interceder por su pueblo en problemas humanos, políticos. En el nuevo testamento, los
parámetros del pueblo de Dios son reformados radicalmente, ya que éste no va a reducirse a los
judíos, sino que se realiza una apertura con pretensiones de universalidad: cualquiera puede ser
salvado (liberado) mediante su conversión.
Antes de seguir, es necesario dejar en claro, cómo se constituye al pobre, para después hablar de
cómo se constituye el pueblo entre los liberacionistas para comprender la operación política de
resistencia al interior del modelo moderno liberal capitalista, así como la lucha dentro de las iglesias
cristianas, en especial la católica.
La construcción del pobre singular es la que ocupará los espacios en los discursos de la
mayor parte de los teólogos de la liberación de la primera generación. Se trata de un pobre sin
rostro, o, mejor dicho, en el que se busca encontrar el rostro de Jesús, al que constantemente se hará
referencia. No se hablará de factores raciales, de género o sexuales como formas de opresión,
algunas veces se enumerarán a otras identidades como la población negra o indígena. El pobre será
el referente ético religioso con tintes políticos y económicos que se impondrá entre los teólogos de
la liberación latinoamericanos. El pobre se presentará como la opción de liberación no sólo para sí
mismo sino para quienes se unan a su proyecto. La ambigüedad para definir al pobre
constantemente terminará como una referencia final a quien cuenta con menos recursos materiales,
aunque constantemente se hará alusión a él como, el hambriento, el huérfano, la viuda. Incluso, los
hermanos Boff hablarán de los ‘no hombres’: “es decir, a los que se les niega la dignidad y los
62
derechos fundamentales. De ahí resulta una reflexión profética y solidaria, que pretende hacer del
‘no hombre´ un hombre pleno, y del hombre pleno un hombre nuevo, según el proyecto del
‘nov́simo Adán’ Jesucristo.” (Boff & Boff, 1986, pág. 17) Cabe destacar que los Boff son de los
pocos teólogos de la liberación que hablan de pensar en formas de opresión distintas: la de las
mujeres negros e indígenas que, aunque pobres, sobre elles se aplican dispositivos de poder
específicos, sin embargo, el énfasis para ellos se encontrará siempre en las necesidades
socioeconómicas.43 Por otra parte, Dussel a partir de una lectura de Levinas y el ‘cara a cara’,
hablará del pobre como la exterioridad a la totalidad, el pobre es el otro, el prójimo, aunque esto lo
hará también en referencia a lo material, es decir a factores socioeconómicos. Huelga decir que ese
‘cara a cara’ de Dussel es extendido a su idea de las relaciones amorosas y sexuales, inscritas en su
ética de liberación en la que refiere que lo que no es de dicha forma, es antinatural; de tal forma que
el pobre de su proyecto de liberación debería inscribirse dentro de parámetros heteronormativos de
relaciones afectivo-sexuales. También es importante señalar que, aunque se hace referencia a la
viuda como aquella mujer que se inscribe dentro del sujeto de la TLL, esta se encontraría en una
situación muy específica: una mujer que pasó por la institución matrimonial y cuya “desgracia”
material está relacionada a la falta de un proveedor varón. Esto nos hace suponer que los diversos
devenires mujer y las decisiones que las alejen de dichos parámetros las mantendrían, también
alejadas de formar parte del sujeto a liberar.
Para Enrique Dussel, resultaba necesario construir una categoría bíblica de pobre como
“categoŕa de ciencia histórica… Desde el pobre, como raza, sexo, clase, etnia, nación, dominada,
se puede descubrir el sentido cristiano del acontecimiento.” (Dussel, 1995, pág. 24) Con lo que
encontramos que este sujeto es construido como un particular con intenciones de constituirse como
universal (Laclau, 2005). En otro lugar, Dussel dirá que el pobre es aquel “que sólo tiene su pellejo
43
Incluso ahí es donde justifican su uso del marxismo al afirmar que “La teología de la liberación se sirve del marxismo
de modo puramente instrumental.” (Boff & Boff, 1986, pág. 41)
63
para vender” (Dussel, 2011, pág. 76). Más adelante también hablará del pobre como el pauper en
Marx. Mientras la categoría de pobre estuvo vinculada en un principio a las características cristianas
del pobre, Dussel las vinculó posteriormente con categorías marxistas como el trabajo vivo. Este
autor ha puesto especial atención en la conformación teórica del sujeto a liberar y su
correspondencia con el sujeto liberador y aunque su visión no es la única, si es la más desarrollada.
El pobre y sus aliados serán aquellos que encarnen al pueblo de Dios, un pueblo ligado al
sufrimiento terrenal que busca su liberación con ayuda del Otro, como ya lo hizo con el pueblo de
Israel ante los egipcios. Una vez ampliado el criterio a todos los conversos, los liberacionistas se
preguntaban por la forma de lograrlo: algunos estaban contra el uso de la violencia y la
participación en movimientos armados como Gutiérrez, mientras otros renunciaron a su ministerio o
fueron perseguidos y terminaron por unirse a luchas armadas junto a sus comunidades como
Cardenal y Boff, o antes, incluso, Camilo Torres. Por supuesto, estos últimos fueron expulsados o
renunciaron a sus iglesias.
Por su parte, la idea de pueblo también es trabajado por Dussel, concepto de raigambre
populista del que hará uso para hablar de la parte activamente participante de las sociedades en
movimientos sociales y que calificará como “pueblo para ś” al tratar de dar mayor apertura a la
idea de clase para sí y conciencia de clase (Dussel, 2012). Para llegar a este punto, anteriormente el
autor se refería a masa empobrecida y a todas y todos aquellos que se suman a un proyecto de
liberación para conformar el pueblo (Dussel, 2011). Sin embargo, la idea de pueblo, como la de
pobre no pueden tratarse de categorías totalizantes, por lo que apela constantemente a la idea de
exterioridad, “Con la sola categoría de “totalidad” el oprimido en el capital es sólo clase explotada;
pero si se constituye también la categoría de “exterioridad”, el oprimido como persona, como
hombre (no como asalariado), como trabajo vivo no-objetivado, puede ser pobre (singularmente) y
pueblo (comunitariamente).”44 El desarrollo político de pueblo es cercano a la idea de populismo de
Laclau, al hacer coincidir los intereses de la plebs, los más pobres, con el populus o el resto de la
sociedad, “A fin de concebir al ‘pueblo’ del populismo necesitamos algo más: necesitamos una
plebs que reclame ser el único populus legítimo –es decir, una parcialidad que quiera funcionar
como la totalidad de la comunidad…” (Laclau, 2005, pág. 108). Aunque no se puede negar la
necesidad de pensar la forma en la que es posible articular al sujeto liberado( r) resulta importante
reflexionar acerca de lo que estas intenciones no develan claramente: cómo los dispositivos de
opresión funcionan para mantener a esas sociedades jerarquizadas y disciplinadas. De ahí la
44
Citado en Mora Rodríguez, Luis Adrián (Mora Rodríguez, s/a)
64
importancia de pensar a los “excesos”, a aquellas y aquellos que no se han identificado únicamente
como pobres, ya que bajo esa operación con intenciones de emancipación se ocultan otras formas de
opresión interiorizadas entre buena parte “del pueblo de Dios”. Por tal motivo, resulta importante
cerrar este capítulo con una breve reflexión en torno al papel del cuerpo entre los liberacionistas.
Entre los primeros teólogos de la liberación, encontramos que son pocos los que se ocupan
de la cuestión del cuerpo más allá de su vinculación con la pobreza y la carencia de medios
materiales para satisfacer necesidades como alimentación. Tal vez aquel que lo hizo con mayor
profundidad hacia finales de los años setenta sea Franz Hinkelammert, quien no sólo habla del
cuerpo/trabajo como una mercancía fetichizada del capitalismo, sino que habla también de la
45
Se trata de personas que se tornan altares humanos al llevar sobre sus cuerpos las marcas de su devoción, tatúan sobre
sí mismos santos, vírgenes u otros símbolos como parte de la migración o tránsito global. Se trata de una forma de
llevar consigo parte de la cultura de origen. Ver De la Torre, René (De la Torre, 2008).
65
importancia del cuidado del cuerpo en la primera vida, éste con miras al cuerpo resurrecto o vida
nueva, libre de muerte (u opresión) del sistema. Es decir, la lectura de Hinkelammert de las cartas
de Pablo de Tarso apunta a un cuidado de la carne y no la coloca como una puerta al pecado o la
muerte. Es en el cuerpo en donde se marcan las formas de constituir subjetividades y sujeciones
por lo que las teólogas feministas, las teólogas feministas negras y les teólogxs queer detectarán
desde él los dispositivos sexogenéricos, raciales y de clase que los oprimen pero que constituirán
también el comienzo de su disidencia en la práctica de su fe y en la forma en la que buscan
construir relaciones sociales distintas. Será lo que atraviese los cuerpos lo que amplíe la necesidad
de hablar simplemente de pobreza, lo que moverá a pensar a la divinidad y la relación humana con
aquellos cuerpos dolientes, violentados por su generización o racialización. En el siguiente
capítulo analizaremos como aquelles que padecen otras formas de opresión o se imbrican con la
pobreza, también reclaman una voz para construirse a través de su identificación con la divinidad.
66
II. La mujer y lo sagrado: constitución del sujeto y disidencia teológica y
política
La interpretación y análisis de este capítulo ha tenido un cambio a partir de los hechos acaecidos
durante el último año en México. A pesar de que el entendido de habitar en un país violento se
encuentra fácilmente al revisar los índices de asesinatos, el estado de excepción en el que nos
encontramos me llevó a replantear el tema de la violencia como el dispositivo principal de control
sobre los cuerpos que han devenido mujeres. Desde esta perspectiva, encontramos que
históricamente el discurso teológico ha sido central, en tanto las interpretaciones de los textos
sagrados han, no sólo avalado el actuar de autoridades religiosas, sino que han desplegado pautas de
comportamiento patriarcales que permiten que grandes masas de seres humanos que devienen mujer
y que no corresponden a los parámetros de blanquitud sean sometidas y explotadas. Es por esto que
la visión de las feministas anti y descoloniales parece la más adecuada para plantear el problema de
la violencia en el territorio latinoamericano, ya que es a partir de sus posicionamientos que
podemos preguntarnos si es posible pensar más allá de las formas impuestas de relaciones entre
géneros y aún más, qué tanto el género es una imposición colonial necesaria para estructurar los
lugares de privilegio occidentales.
En este capítulo lo que buscamos es poner en evidencia la forma en la que los discursos
teológicos han servido para conformar la generonormatividad y la jerarquización social a partir de
estos discursos de corte patriarcal y cómo, paradójicamente, a partir de discursos teológicos también
se ha buscado la liberación de las mujeres y sus comunidades de pertenencia en América latina.
Dichos discursos han llevado consigo prácticas de violencia extrema para conformar subjetividades
y encarnaciones de las mismas a partir de la represión de los pueblos colonizados y esclavizados y
sus expresiones religadoras que no se han modificado sustancialmente, ni siquiera después de los
movimientos de Reforma o de Revoluciones nacionales a lo largo de América latina, ya que
mantienen las mismas bases organizacionales que instituyeron los colonizadores y la influencia de
las instituciones religiosas en la vida pública latinoamericana se mantiene hasta la fecha a pesar de
que el catolicismo ha sufrido de una merma considerable de fieles.
Me parece pertinente aclarar que este capítulo no busca un ejercicio de reflexión en donde
los géneros aparezcan constituidos de forma maniquea, ya que aunque se busca develar cómo
abonan los discursos teológicos a construir las jerarquías a partir de la generonormatividad
defendida a ultranza por los sectores cristianos más conservadores en un orden heteropatriarcal,
también resulta importante dejar claro que es en este capítulo, y a partir del análisis de la situación
de los pueblos afrodescendientes e indios en territorio americano, que queremos dejar claro que
68
existen diversos factores que interseccionan los lugares de exclusión, que los dispositivos de
opresión son múltiples e imbricados y que son muchos frentes por los que es posible encontrar
puntos de fuga para modificarlos. Para esto, se hablará de las representaciones e identificaciones de
la divinidad con lo femenino debido a que a partir de la caída de la Diosa Madre, las mujeres
también fueron subalternizadas; lo mismo ocurrió con los devenires mujer en comunidades
afrodescendientes, en donde la construcción de representaciones desde una mirada colonizadora las
mantuvo alejadas de lo divino.
Cuando se habla de lo sagrado, las construcciones modernas, más difundidas que las de otras
épocas, hacen referencia a un sagrado masculino. El hablar de Dios atado al género masculino es
común, sobre todo, en sociedades en las que las principales religiones se encuentran
institucionalizadas en una jerarquía heteropatriarcal, lo sagrado y sus expresiones rituales e
institucionales son masculinistas. Es por lo que no deberíamos dejar de lado que, quienes han
establecido los principios teológicos primeros dentro del cristianismo en todas sus ramas han sido
principalmente varones. Esto no quiere decir que las mujeres hayan permanecido calladas o ajenas
al pensamiento teológico o a las diversas expresiones de lo sagrado, sin embargo, es cierto que han
sido silenciadas, controladas e incluso perseguidas por seres humanos, varones, quienes determinan
lo que debe considerarse sagrado o relacionado a ello.
69
Resulta importante decir que lo sagrado femenino ha estado presente a lo largo de todas las
historias de las religiones. Hay quien data al culto a la gran diosa madre a lo largo del paleolítico,
con extensión hasta la era del hierro que correspondería al surgimiento del génesis judío
(Molpeceres Arnáiz, 2012). En las culturas con religiones no consideradas “de libro”, como entre
los hindúes, egipcios, aztecas, mayas, griegos, es
posible encontrar deidades femeninas, representaciones
que en muchas ocasiones se ligan a la fecundidad.
Incluso en algunas ramas del estudio de la cábala judía
también se habla de, por ejemplo, Lilith, como parte de
Dios que, aunque como una parte oscura, es una parte
innegable de la divinidad (Cohen, 1991). Lo sagrado
femenino se ha hecho presente en las tres grandes
religiones del libro, a pesar de sus estructuras
patriarcales, a través de lecturas que lo identifican con
la sabiduría divina o con el Espíritu de Dios. Sin
embargo, Sara Molpeceres (2012) nos dice, “Cuando
se impone la visión monoteísta de un Dios padre todo
poderoso, necesariamente la diosa se hace
clandestina”. Venus de Willendorf en http://arquehistoria.com/venus-
prehistoricas-%C2%BFdiosas-o-amuletos-10587 1
46
Es destacable el caso de María, que como veremos más adelante ha generado polémica no sólo como representación
de la feminidad entre católicos y cristianos sino como símbolo a rescatar o no entre teólogas feministas
latinoamericanas.
70
religiones indígenas que representaron a las vírgenes europeas con vestimentas que las ayudaran a
aparecer más cercanas a las montañas.47
Entre los judíos, existen un par de formas femeninas de referirse a lo divino, la Shejnáh
(Sekináh) o presencia de Dios y la Jojmá (Jokmáh) o sabiduría de Dios. Se trata de formas de
intervención de Dios en lo humano; en la mística sufí, desde donde se piensa a partir de dualidades,
se cree que “Dios es masculino en cuanto que es el Colérico, el Riguroso, el Poderoso, el
Mortificador, el Humillador. Es femenino como el Misericordioso, el Amable, el Receptivo, el
Vivificador, el Exaltador.”48 En ambas tradiciones, se habla de Dios con atributos humanos de
género, femeninos, ligados a lo sexual biológico como el que da vida, el que pare, el que nutre o
alimenta (Barilka, 2012) (Molpeceres Arnáiz, 2012). Las expresiones de lo sagrado femenino están
ligadas a características biológicas humanas, a formas culturales de experimentar una diferencia
biológica femenina, de la misma forma que se construye lo materno socialmente aceptable a través
de figuras icónicas religiosas. Se trata de una relación performática49 entre lo simbólico religioso y
las articulaciones sociales de las comunidades de creyentes que necesariamente pasan por la
construcción de posiciones de género en tanto, “el orden simbólico, es uno, pero la experiencia de
vivirlo en un cuerpo de mujer es distinta de la experiencia en un cuerpo de hombre y así se
manifiesta en la historia.” (Muraro, 2006, pág. 9). Ya que, aunque sostenemos que no hay una sola
forma de ser mujer, el ideal de la misma ha sido constantemente construido a partir de discursos
religiosos. En el caso del cristianismo, desde un punto de vista occidental que ha construido su
deber ser sexogenérico a partir de la idea de que los cuerpos masculinos y femeninos están
relacionados a tareas específicas.
Podemos decir que existen dos formas generales de acercarse a lo sagrado femenino a partir
de las ideas generonormativas; en primer lugar, como una forma de disidencia respecto a las
estructuras patriarcales de las principales religiones que vinculan lo sagrado femenino a lo herético
o pagano (caza de brujas); en segundo lugar, formas de acercarse a lo sagrado a través de la visión
patriarcal de las jerarquías eclesiales, lo que implica una posición siempre subalterna de las formas
divinas femeninas, como el caso de las monjas o, en el caso del judaísmo la forma en que el
Midrash o la Torá (fuentes femeninas de la palabra de Dios) son planteadas desde vínculos eróticos
con quien las estudia (Barilka, 2012), rabinos o cabalistas. Sin duda entre ambas formas existe una
47
Cabe destacar, como veremos en el tercer capítulo, que hay religiones y procesos teológicos que buscan desanclar lo
divino de la división binaria masculino-femenino y se abocan a lo inaprensible en estas formas de clasificación
biológica.
48
Murata, citado en Molpeceres (Molpeceres Arnáiz, 2012).
49
En el siguiente apartado se hablará más extensamente de la teoría de la performatividad de Judith Butler.
71
variedad de usos de lo femenino en sagrado, estrategias y enmascaramientos para la supervivencia
de religiones o cultos no aprobados por las estructuras heteropatriarcales entre las que encontramos
iglesias beguinas constituidas en su mayoría de miembros mujeres, teólogas europeas
contemporáneas que crean sus propios cultos para evitar identificarse con una religión
heteropatriarcal, entre muchas otras.
Otra de las vías en las que las y los creyentes se han identificado con lo sagrado femenino, es
la manera en la que un practicante puede re-ligarse, es decir, las formas a través de las cuáles una
persona lleva a cabo su práctica religiosa, cuestión en la que las mujeres no han pasado más que en
muy contadas ocasiones de meras fieles a símbolos de santidad. Las formas de quehacer pastoral y
teológico a través de manos masculinas han dado a estas actividades un carácter patriarcal, además,
éstas son reconocidas como herramientas intelectuales para pensar a Dios y su relación con la
humanidad, heredada de la filosofía griega y combinada con la tradición judía de los cabalistas. Una
vía distinta de vivir la religiosidad desde lo femenino que, en algunas ocasiones se considera en
aparente pugna con el quehacer teológico y pastoral es la mística,50 que en palabras de Molpeceres,
…constituye, por tanto, un intento de recuperar esa antigua plenitud de la experiencia directa de la divinidad,
experiencia emocional que anula la individualidad del sujeto y lo reduce al estado de criatura, feliz estado
marcado por la certeza de que todos somos parte de lo divino y estamos hermanados, experiencia definitiva para
la que no se necesitan leyes, normas o instituciones. (Molpeceres Arnáiz, 2012)
Las experiencias místicas tienen una potencia emotiva, no intelectual en primera instancia
que, sin embargo, cuentan con la fuerza suficiente para cuestionar cómo se cumple la normativa
religiosa; se trata de experiencias sensuales, de arrebatos en donde el intelecto tiene menos que ver
con las formas patriarcales de acercarse a la divinidad. Empero, es tal su vigor que, en las tres
religiones del libro han sido reconocidas como formas de vivir la presencia divina, en donde varias
mujeres han encontrado una forma de expresión, sobre todo dentro de la religión católica, aunque
en muchas ocasiones sus cuestionamientos místicos las han llevado a jugarse la vida. Durante los
siglos XII y XIII la proliferación de monasterios de beguinas51 y místicas ha llevado a hablar del
50
Ver Scholem, Gershom, La cábala y su simbolismo, en especial el capítulo primero llamado “La autoridad religiosa y
la ḿstica” (Scholem, 2012). Aquí, Scholem habla de un papel ambiguo del místico, quien a la vez que se encuentra
dentro de la tradición y sigue toda una serie de preceptos, resulta también, a partir de su experiencia mística, una figura
que reta a la autoridad de dicha tradición religiosa. La paradoja es que mientras el místico reta a la autoridad religiosa a
su vez, afianza los preceptos de la religión que profesan. Se trata de un movimiento en el margen de la institución
religiosa que sirve para mantener firmes sus fronteras, aunque lo hacen de formas poco convencionales, ya que el
místico lo hace desde su corporalidad, desde un arrebato de conciencia, en contraposición a las formas racionales de los
doctos teólogos y clérigos.
51
Las beguinas eran grupos de mujeres, en muchas ocasiones viudas o solteras que se congregaban para habitar en
comunidad por razones religiosas y económicas, ya que en muchas ocasiones se trataba de mujeres de clases
72
siglo XIII como el “siglo de las ḿsticas”52 aunque algunas de ellas hayan sido perseguidas y
llevadas a la hoguera. Las místicas cristianas, reconocidas dentro de la iglesia católica o perseguidas
por sus obras, tienen como característica el uso de sus lenguas maternas para escribir y hablar de
Dios en contraposición al uso del latín como lengua de las autoridades patriarcales. Su escritura se
considera de un talante distinto al tradicional dentro de la iglesia, “la escritura femenina produce en
primera persona a partir de 1200 una formidable mística cortés que florece sin interrupción hasta
1270” (Gari, 2005). Al hablar de mística cortés, se hace referencia a un par de aspectos a destacar:
el uso de las lenguas vernáculas como vehículo de transmisión de las visiones místicas y, el arrebato
místico descrito a través de parámetros sensuales y con lenguaje de entrega amorosa, generalmente
usado para hablar de amor entre pares. Así, las formas emocionales y sensuales de acercarse a la
divinidad se consideran ligadas a lo femenino, aunque también se consideran un choque en las
comunidades religiosas establecidas.
...podemos afirmar que un gran movimiento espiritual femenino cristalizó en las tierras de Occidente a partir
de 1200, creando un modelo. Lo atestiguan las fundaciones cistercienses y, sobre todo, los conventos urbanos
de las ramas femeninas de las órdenes mendicantes: clarisas y dominicas, que se extienden rápidamente por
toda Europa; lo atestiguan también la existencia probada de comunidades informales de mujeres religiosas, la
expansión de las nuevas formas de devoción y las nuevas prácticas, y de la proliferación de mujeres tenidas
por santas en vida, que, en el marco de cierto paradigma, moldean sus figuras de maestras. (Gari, 2005)
económicas bajas por lo que no fueron incluidas en conventos como lo hacían las mujeres de clases altas. A muchos de
los grupos de beguinas se les persiguió durante la caza de brujas.
52
Ver la introducción de Blanca Gari a El espejo de las almas simples. (Gari, 2005)
53
Guillermina de Bohemia fue una viuda que llevó una vida parecida a las beguinas y que aseguraba, era la encarnación
del Espíritu Santo. En torno a ella se formó una comunidad de creyentes de distintos extractos sociales que trajo consigo
un fuerte culto a su persona, incluso contó con el apoyo del monacato de Chiaravalle. Al morir, fue objeto de culto, sin
embargo, fue entonces cuando dicho culto y sus seguidores fueron enjuiciados por herejes y el cuerpo de Guillermina,
desenterrado y quemado. Para un análisis de esta historia vale la pena leer la obra de Luisa Muraro, Guillermina y
Maifreda: historia de una herejía feminista (Muraro, Guillermina y Maifreda: historia de una herejía feminista, 1997) y
su trabajo comparando a Guillermina de Bohemia y Margarita de Porete (Muraro, Margarita Porete y Guillerma de
Bohemia (la diferencia, 1995)
54
Margarita de Porete era una beguina quien tenía arrebatos místicos y que, se presume, reproducía sus propios escritos,
El espejo de las almas simples, en donde se habla del acercamiento a Dios a partir de la nada, Maestro Eckhart fue muy
influenciado por ella. Su obra fue enjuiciada dos veces y ella una, fue destinada a ser quemada en la hoguera. (Gari,
2005) (Muraro, Guillermina y Maifreda: historia de una herejía feminista, 1997)
73
una forma violenta, a través de escarnios públicos, de castigos ejemplares. En sus casos, no importa
la comunidad que conforman (en el caso de Guillermina, una iglesia de mujeres) ni quiénes las
apoyan, lo que trasciende es la forma en la que ejemplifican las disidencias a la ortodoxia de las
formas establecidas de vivir la experiencia de la divinidad y de organizarse en torno a ella. Lo
sagrado en este caso, se encarna en lo femenino y se convierte en una amenaza al orden de sus
tiempos por lo que las respuestas para sostenerlo fueron crueles en extremo.
Para nuestro interés resulta relevante preguntarnos si toda esta diversidad de expresiones de
lo sagrado femenino tiene alguna diferencia con la forma en la que se ha expresado lo sagrado
masculino patriarcal. Lo más evidente, se ha mencionado ya: la forma en la que lo sagrado desde el
punto de vista masculino se ha vinculado al establecimiento de un orden político religioso en
nuestras sociedades occidentalizadas.56
Por otro lado, la representación masculina de Dios coloca en la jerarquía más alta a quienes
se asumen creados a su imagen y semejanza, con lo que se ordena a todo el género humano. En el
cristianismo y todas sus ramas es posible observar la preeminencia del anciano, el patriarca, el
sacerdote, incluso el profeta y el teólogo. Estas figuras han representado también, el uso de la razón
55
Respecto al islam, Sirin Adlbi defiende que El Corán establece la igualdad entre hombres y mujeres, de forma que las
sociedades musulmanas han otorgado derechos a las mujeres como el de propiedad o el de divorcio y es hasta que la
influencia del mundo occidental está afianzada en estas culturas que el patriarcado islámico se despliega con fuerza.
(Adlbi, 2016)
56
Hablaré de sociedades occidentalizadas para hablar de las sociedades latinoamericanas en donde la influencia de las
sociedades europeo norteamericanas, sus instituciones políticas y sus jerarquías raciales, de género y coloniales han
sido introyectadas. Aunque es una tesis en donde se tratarán temas de corporalidad no es la intención hablar de una
corporalidad universal ni de un establecimiento de género universal y como medida de todas las sociedades, ya que
como advierte Oyewume Oyeronke (2005), las sociedades africanas no se encuentran en la misma lógica corporal y de
prevalencia visual que las sociedades occidentales, las diferencias biológicas no representan en ellas criterios de
jerarquización que sí están presentes en países latinoamericanos poscoloniales.
74
y en más de una ocasión han condenado el uso del cuerpo hacia el placer de la carne. Cuerpo, carne,
sexo han sido estigmas de pecado, mientras el concepto de amor ha permanecido ligado al amor
encaminado a Dios y alejado de lo sensual. Tal vez sean únicamente los místicos quienes han
hablado de rendirse al arrebato del amor desde la carne. Los penitentes, por ejemplo, castigan la
carne para purificar el alma: se ofrece el dolor corporal como ofrenda de amor. Y como
mencionamos, es en la mística en donde muchas mujeres encontraron un lugar para expresar su
religación a lo divino.
Desde el cristianismo primitivo se han hecho referencias a las mujeres que participaban al
lado de Jesús y en el posterior desarrollo de sus religiones. Algunas teólogas contemporáneas se han
dado a la tarea de rescatar la historia de las mujeres en el cristianismo primitivo o de reinterpretar a
las que aparecen en los diversos textos sagrados (Dickey Young, 1993), como Eva, el ícono de la
gran falta. Así, María Magdalena aparecería como una pieza clave en el cristianismo, hecha a un
lado para mantener una estructura jerárquica patriarcal dentro del catolicismo hegemónico en
formación (Schüssler-Fiorenza, 1996).
57
Ver los escritos de Beatriz de Nazareth
75
De la misma forma, al recuperar lo sagrado femenino y al defender la diversidad de los
devenires mujer se buscará establecer nuevas formas de lectura y de representación de las mujeres y
su identificación y relación con la divinidad que, a diferencia del Dios Padre, fuerte, guerrero y
protector, no busca establecer relaciones de jerarquía sino relaciones más iguales entre seres
humanos y con la naturaleza. Este es otro movimiento que veremos en la TFLL, el retorno al cuerpo
irá de la mano con un retorno al cuidado de la Tierra que, de forma más visible políticamente, será
una fuerte crítica al sistema moderno patriarcal capitalista y al despojo de territorios llevada a cabo
por las lógicas imperiales y colonialistas.
Hans Küng (2011) muestra cómo el cristianismo primitivo no llegó a consolidar una
igualdad de la mujer en la iglesia en formación debido a una imbricación de intereses políticos y
disposiciones culturales desarrollados durante la época medieval, lo que fue de la mano con la
construcción de un poder central en la iglesia católica y, aunque durante la Reforma se cuestionó el
orden eclesial, muchas de las nuevas formaciones religiosas mantuvieron su estructura patriarcal a
pesar de sus posiciones menos estrictas respecto a los aspectos sexuales. El cristianismo primitivo y
58
Hacemos referencia al concepto entronque patriarcal desarrollado desde el feminismo comunitario en Bolivia.
(Paredes & Guzmán, 2014)
76
la forma de organización revolucionaria, en la que se colocaba a las mujeres en igualdad a los
hombres, como al pobre y al rico (una vez que este se ha deshecho de sus posesiones), al amo y al
esclavo, al judío y al pagano en el mismo plano espiritual, fue derruido por la construcción de una
institución con jerarquías cerradas que, a través de la negación del cuerpo y sus placeres, conformó
a la iglesia más grande y con mayor influencia política en la historia humana: la iglesia católica.
Para Küng, los evangelios son una forma de comprender que el cristianismo surgió como
una narración de judíos de clases bajas, en donde hombres y mujeres podían convivir como
hermanos, “La praxis de Jesús, de llamar también a seguidoras era poco convencional y contradecía
las estructuras patriarcales imperantes” (Küng, 2011, pág. 14). En dicha narración, la convivencia
entre hombres y mujeres tiene un sesgo asexualizado, elemento que pudo servir de inicio para
buscar una socialización entre iguales y que, posteriormente, fue utilizado para tomar al cuerpo y
sus necesidades como un prejuicio contra la espiritualidad, lo que eliminó la posibilidad de que la
abstinencia fuese considerada como una forma de asegurar la igualdad social o espiritual entre
géneros. El menosprecio que refiere al cuerpo consigue una estigmatización de las mujeres como
objetos de deseo a las que hay que apartar y contener. La obra de Pablo de Tarso, por ejemplo, es
ambigua frente al papel de las mujeres, ya que existen contradicciones en sus textos59 respecto al
papel de las mujeres y frente al problema de la carne (el cuerpo), sin embargo, muchas de los usos
que han tenido sus discursos apuntan a mantener a las mujeres en las partes más bajas de las
jerarquías eclesiales. Finalmente, el orden patriarcal de la época se impone frente a los intentos de
igualdad de las primeras comunidades cristianas en donde las mujeres tenían un lugar de iguales,
Küng basado en los trabajos de otras teólogas alemanas como Anne Jensen,60 afirma que los
apóstoles no se circunscribían a doce personas como dice el evangelio de Lucas, una generación
después de la aparición de Jesús, sino a un círculo bastante más amplio que refería a las personas
que llevaban la fe a otras, entre las que había mujeres muy destacadas que no huyeron al ser
detenido Jesús sino que se mantuvieron a su lado.61 Esta posición resulta muy importante para uno
de los teólogos contemporáneos más reconocidos, en tanto, admite que los discursos teológicos han
59
Estas diferencias responderían a las diferentes posiciones políticas que se encontraban entre los distintos grupos del
cristianismo primitivo: judíos, romanos, paganos, helenos. Es decir, los discursos de San Pablo respondían a lógicas
políticas para la construcción de una comunidad cristiana que debía hegemonizarse. (Hinkelammert, Las armas
ideológicas de la muerte, 1978)
60
Más adelante veremos cuáles son las líneas de investigación y temas que han sido desarrolladas por teólogas
feministas. Entre ellas, sobre todo entre las europeas tiene gran importancia la reconstrucción histórica de las
condiciones de las mujeres durante la época de Jesús, así como la reinterpretación y la ubicación de errores de
traducción
61
Küng nos dice, “Si también a algunas mujeres se les dio el título de apóstol, no puede demostrarse por lo que se
refiere al judeocristianismo; pero en el ámbito del pagano cristianismo la cosa cambiará. Lo que sí es seguro es que, ya
en el judeocristianismo, desde el comienzo –y esto se olvida de buen grado- hubo profetisas además de profetas: aparte
de Ágabo, Judas y Silas se habla expresamente en los Hechos de los Apóstoles de las cuatro hijas de Felipe.” (Küng,
2011, pág. 19)
77
traído consigo la exclusión de las mujeres que no puede justificarse a través del ejemplo de Jesús
sino a través de construcciones políticas dentro de la iglesia católica. Incluso habla de una
liberación de Jesús al tratar a las mujeres como sus iguales, “Jeśs se había liberado de la praxis de
liberar a la mujer. Jesús no solo no muestra desprecio a las mujeres, sino que se comporta con rara
naturalidad con ellas.” (Küng, 2011, pág. 14)
La posición de Küng (2011) es coincidente con el trabajo de Silvia Federici (2004) en donde
es posible observar que durante la Edad Media se erigen estrategias para construir un orden
patriarcal mucho más rígido a partir de los discursos teológicos, aunque Arthur Evans habla de un
proceso más largo, incluso desde la Edad de hierro en la que surgiría la idea de guerra y pasaría por
los míceos, primeros en preparar ejércitos profesionales y el posterior imperio romano que habrían
sentado las bases de la marginación de las mujeres y los cuerpos feminizados al derrumbar a la
Diosa Madre y perseguir su culto (Evans, 2017). El cristianismo como estructura patriarcal
funcionó como palanca de otros dispositivos desplegados por autoridades civiles a lo ancho de la
Europa central para despojar a las mujeres de sus salarios, tierras y saberes. Es en el derecho
eclesial en donde comienza a desconocerse el derecho de heredad a las mujeres, a la par, Federici
muestra cómo las mujeres fueron despojadas de tierras y salarios para instalarlas bajo la tutela de
sus padres o esposos, lo que puede ser considerado como un preludio para la caza de brujas. El
control del ingreso no habría sido suficiente sin el control del cuerpo: cantidad de horas trabajadas,
disposición del cuerpo como reproductor de la vida, disposición de las actividades femeninas hacia
espacios considerados privados, control sobre la salud del cuerpo sujeto, destrucción de
comunidades de mujeres desde donde podía venir la resistencia, arrebato de todo tipo de ganancia y
propiedad, son formas en las que se dispuso a la mujer a una especie de tutela masculina de su
voluntad.62 Esto, por supuesto, tuvo sus resistencias, sin embargo, no fue posible revertir el proceso.
Las mujeres fueron apartadas de los procesos de salud en los que usualmente habían estado
organizadas como los embarazos y nacimientos para ser sustituidas por los saberes masculinistas
del médico; a su vez, en la iglesia católica se desarrollaba una jerarquía católica no sólo centralista,
sino también patriarcal a través de la negación de los usos del cuerpo. Mientras en el cristianismo
primitivo se conformaban comunidades de mujeres viudas y sin esposo que decidían seguir a Jesús,
62
Para Rita Segato (Segato, Las nuevas formas de guerra y el cuerpo de las mujeres, 2014), el cuerpo femenino ha sido
históricamente correspondiente a la conquista de territorios. Es el cuerpo de las mujeres el lugar simbólico en el que se
inscribe la dominación. Esta idea también ha sido planteada por María Lugones (Lugones, Colonialidad y género, 2014)
(Lugones, Hacia un feminismo decolonial, 2011), quien habla de la forma en la que han afectado a las mujeres la
colonialidad del poder sobre las mujeres no blancas, sobre todo al sentar las bases del orden colonial a través del pacto
de género entre colonizador y colonizado que dejó a las mujeres en condiciones de desventaja frente a quien el externo
nombra patriarca.
78
durante la Edad Media, éstas fueron incluidas en el orden eclesial al igual que las órdenes
mendicantes a través de los monacatos, en los que deberían ofrecer votos de obediencia. Para esto,
la idea del celibato es crucial en la conformación de jerarquías a través de una aversión a la
sexualidad, al seguir la idea de la suciedad del cuerpo de algunos puntos de religiosidad judía y las
ideas griegas que exaltaban las ideas sobre los sentires, de tal forma que:
Se produce así un cambio fatal: en la Iglesia del Imperio la mentalidad jerárquica se impone cada vez más
claramente a los esfuerzos cristianos de igualdad de los primeros momentos y todo lo reviste de ascetismo;
siguiendo un camino inverso, el pesimismo sexual creciente se impone también fuera de los conventos, en la
iglesia y en la sociedad. Y al final acaban siendo excluidas casi por completo del estado clerical incluso las
mujeres solteras que quieren participar activamente en la vida de la Iglesia. En la definición de las relaciones
entre sexo termina venciendo en definitiva, la mentalidad jerárquica… (Küng, 2011, págs. 35-36)
Así, el celibato, “contribuyó más que cualquier otra cosa a separar y poner absolutamente
por encima del ‘pueblo’, [a la jerarquía eclesial] entendido como los ‘laicos’, al ‘clero’, la
‘jerarqúa’, los ‘curas’, los ‘religiosos’; el celibato es considerado ahora, de forma indiscutible,
moralmente ‘más perfecto’ que el estado de casado” (Küng, 2011, pág. 48). Esto ocasiona que los
religiosos diferencien su cotidianidad respecto al pueblo, la brecha entre religiosos y laicos es
mucho más marcada que, por ejemplo, entre los sacerdotes orientales. E incluso entre los laicos, las
recomendaciones del derecho eclesial buscaron regular las situaciones en las que un matrimonio
79
podía tener relaciones sexuales.63La lista de los días en los que estaba prohibido ejercer la
sexualidad eran los jueves en memoria de la última cena, los viernes en recuerdo de la crucifixión,
los sábados en honor a la santísima virgen, los domingos en memoria de la resurrección, los lunes
en honor a los santos difuntos. Los martes y miércoles era posible siempre y cuando no fuera
durante la menstruación, el embarazo, la crianza, no se hubiera llegado a la menopausia, no fuera
cuaresma o adviento ni día festivo (Mejía, 2003). El placer se divorcia de la santidad. La sexualidad
se convierte, como nos enseñó Foucault, en un dispositivo de control.
Cuando la sexualidad se convierte en asunto altamente pecaminoso, son los cuerpos de las
mujeres los que hay que controlar como objetos de deseo, por tanto, como un eslabón más bajo en
la cadena de santidad, de jerarquía política. Al comenzar los procesos inquisitoriales, las mujeres
viudas y las vírgenes fueron objeto de persecución, se trataba de mujeres independientes, que no se
movían por la voluntad de un varón. El orden patriarcal del cristianismo se ha dado a la par de la
construcción del capitalismo como forma hegemónica de la economía, ya que es a través del
despojo y acumulación del trabajo femenino como las labores de las mujeres han sido
menospreciadas. También es a partir del orden colonial y las ideas de la modernidad fincadas en el
progreso como se ha construido a la mujer tipo. Esto ha traído consigo dispositivos de
diferenciación de clase, raza, etnia, edad, peso y talla entre las mujeres. Aunado a esto, la política
liberal fincada en la revolución francesa que sirve como sustento ideológico de las democracias
nacionales en la actualidad dejó la declaración de los derechos de las mujeres a un lado. El orden
patriarcal no es exclusivo del actual orden social, sin embargo, el proceso histórico bajo el que se ha
formado ha mantenido a la mayor parte de la humanidad subyugada a través de la formación de un
modelo sexo genérico binómico y heterosexual, sofisticado cada vez más con la confluencia de
otros marcadores y estrategias violentas; hasta ahora los intentos por revertir este orden no se han
reflejado en las relaciones sociales existentes, sin embargo, es menester comprender cómo se han
formado les sujetes dominados y dominadores, en donde el discurso teológico ha tenido un lugar
predominante.
63
Respecto a las relaciones homosexuales en los discursos teológicos hablaremos en el tercer capítulo.
80
realizan. La categoría mujer es una categoría política pertinente para luchar en espacios como los de
producción teológica, sobre todo, si éstos buscan modificar un orden existente injusto.
Hasta ahora, hemos hablado de lo sagrado femenino como una forma de hacer referencia a lo que se
ha construido en torno a los atributos considerados femíneos, es decir, aludimos a las características
construidas por una hegemonía de lo que se considera ser mujer culturalmente, cuestión que ha sido
atada en occidente a lo biológico. Sin embargo, resulta imprescindible para este trabajo aclarar que
se trata de una operación demostrativa para hacer énfasis en cómo se relacionan los significados y
los significantes en determinadas contingencias históricas, ya que a partir de un anclaje biológico,
occidente ha llevado a cabo un intento de suturar la idea de lo que debe ser una mujer (Oyewumi,
2005).64 Esto, ha sido cuestionado desde el feminismo no occidental en primer lugar, las feministas
negras, de diáspora y, posteriormente, los movimientos trans han hecho fuertes críticas a las ideas
que apuntalan una forma única de ser mujer, ya que refieren a una femineidad occidental, blanca,
perteneciente a una clase determinada, a un espacio geográfico de consumo, a un cuerpo específico
que se prescribe por edad y medidas para considerarse adecuado. Se trata de un cuerpo
biológicamente sexuado al que se le han atribuido características culturalmente construidas.
64
Una posición muy parecida a la de Oyewumi Oyeronke es la de Rosa María Rodríguez Magda quien dice “este
modelo social está determinado no por la exclusión de un sexo, sino por una subterránea conceptualización de los
géneros, por una biologización y naturalización de lo femenino…” (Rodríguez Magda, 1997, pág. 18).
81
La producción del binarismo sexogenérico se produce a través de actos reiterativos o, a decir
de Judith Butler, a través de actos performativos (Butler, 1997). Performar-se es una acción cuyo
sentido es más claro en lengua inglesa porque implica una puesta en escena, un vivir la
representación. Se trata de un acto, de un proceso no unilateral ni de retorno hacia quien lo puso en
marcha. No es un mero efecto de rebote sino una potencia, una suerte de flujos cuyas consecuencias
son la conformación de subjetividades. Performatividad es una idea que tiene implícita la noción de
efecto y es el efecto reiterado de estructuras o forclusión, y los flujos de poder, lo que conforman
sujetos sexuados. Nos parece conveniente hablar desde esta teoría para comprender cómo es que el
binomio sexogenérico es conformado debido a que la idea no se centra únicamente en la voluntad
del sujete para decidir el género al que pertenece, pero tampoco achaca a un poder absoluto la
capacidad de someter totalmente al sujete que se conforma,65 a la vez que da cuenta de los múltiples
y sutiles ejercicios que lo atraviesan. De tal forma que cada sujeto biológicamente clasificado como
femenino se conforma a través de las ideas previas de lo que se considera ser mujer, que van
acompañadas de una serie de dispositivos que, a su vez, reproducen sobre sí mismas y sobre otras
mujeres. Es por esto que quienes, por ejemplo, no han nacido con las características achacadas a lo
femenino pero que pretenden devenir mujeres al adoptar roles femeninos son mantenidas en los
límites, incluso en los límites de los sectores homosexuales incorporados al modelo económico
heteropatriarcal moderno capitalista.
65
La formación del sujeto a partir de sus vínculos con el poder se desarrolla desde el nacimiento y perdura durante la
infancia, “ninǵn sujeto emerge sin un vínculo apasionado con aquéllos de quiénes depende de manera esencial (aun si
dicha pasión es ´negativa’ en sentido psicoanalítico). Aunque la dependencia del niño no sea subordinación política en
un sentido habitual… para poder persistir psíquica y socialmente, debe haber dependencia y formación de vínculos: no
existe la posibilidad de no amar cuando el amor está estrechamente ligado a las necesidades básicas de la vida”. (Butler,
Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, 2001, págs. 18-19).
82
primeras mantuvieron sus privilegios de clase y raza a costa del trabajo de muchas de las mujeres –
y hombres- del tercer mundo o de razas y clases subalternizadas. El poder imbricó dispositivos
genéricos, de raza, clase y latitud para conformar lo “femenino”, anclado a un modelo occidental de
talla y edad. Esta manera en la que los sujetos conforman su género y sexualidad a partir de una
heteronorma tendrá formas específicas de materialidad, los cuerpos son el lienzo palimpséstico
sobre el que se inscribirán las prácticas de subordinación y de insurrección, que, en primera
instancia, formarán seres genéricos, sexuados,
Las cuestiones que estarán en juego en tal reformulación de la materialidad de los cuerpos serán las siguientes:
(1) la reconsideración de la materia de los cuerpos como el efecto de una dinámica de poder, de modo tal que la
materia de los cuerpos sea indisociable de las normas reguladoras que gobiernan su materialización y la
significación de aquellos efectos materiales; (2) la comprensión de la performatividad, no como el acto mediante
el cual un sujeto da vida a lo que nombra, sino, antes bien, como ese poder reiterativo del discurso para producir
los fenómenos que regula e impone; (3) la construcción del "sexo", no ya como un dato corporal dado sobre el
cual se impone artificialmente la construcción del género, sino como una norma cultural que gobierna la
materialización de los cuerpos; (4) una reconcepción del proceso mediante el cual un sujeto asume, se apropia,
adopta una norma corporal, no como algo a lo que, estrictamente hablando, se somete, sino, más bien, como una
evolución en la que el sujeto, el "yo" hablante, se forma en virtud de pasar por ese proceso de asumir un sexo; y
(5) una vinculación de este proceso de "asumir" un sexo con la cuestión de la identificación y con los medios
discursivos que emplea el imperativo heterosexual para permitir ciertas identificaciones sexuadas y excluir y
repudiar otras. (Butler, Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del "sexo", 2012, pág.
19)
Por lo que cada sujeto se identificará con un género adscrito a sus características biológicas,
en una tramposa construcción que diferencia natura/cultura, que Butler trata de evadir al hablar de
la materialidad de estas formaciones sobre los cuerpos, un cuerpo que, aunque nace, también se
hace según exigencias sociales, y es en los parámetros de las sociedades occidentales y
occidentalizadas en donde se imbrican formas consideradas correctas de ser mujer. Al igual que
otros criterios de dominación como la clase, la raza, la edad y la talla, el modelo moderno liberal
capitalista heteropatriarcal define los parámetros hegemónicos de lo que debe considerarse un
“buen cuerpo”. Es aquí en donde es posible observar los límites de inclusión/exclusión que
mantienen los privilegios en el orden existente, y es en sus márgenes en donde, como dice Butler, se
encuentran los cuerpos abyectos que sirven para reproducir las relaciones existentes al funcionar
como lo que las contiene. Estas subjetividades al margen, disidentes sexo genéricas que devienen
mujeres desde otras latitudes, desde otras formas de relacionarse, cuestionan lo establecido, ya que
no podemos olvidar que cada sujete surge a través de las formas de poder que la atraviesa, también
asume una posición de poder en el entramado social, de tal manera que “Aunque se trata de un
poder que es ejercido sobre el sujeto, el sometimiento es al mismo tiempo un poder asumido por el
sujeto, y esa asunción constituye el instrumento de su devenir”. (Butler, 2001, pág. 22) Así, alguien
que se ha conformado mujer tiene a su vez la capacidad de cuestionar y enfrentar al poder que la ha
formado.
83
En el tenor de Butler, el argentino Nestor Perlongher, muy cercano al pensamiento de Deleuze
y Guattari, hablará del devenir mujer como argumento para defender que, como dice Joan Copjec,
la mujer no existe, al menos no una forma única de asumir lo socialmente construido como
femenino. Devenir mujer implica múltiples posibilidades para llegar a ser considerada mujer, y esto
implica, diferentes formas de relacionarse con los otros, por lo que comprenderemos devenir mujer
como un devenir molecular:
El devenir es molecular, moviliza partículas en turbulencia extrayéndolas de las grandes oposiciones molares.
Donde había sólo dos grandes sexos molares (serás A o B, serás hombre o mujer), mil pequeños sexos
moleculares, en el imperio de la sensación, en lo intensivo. De la mujer como identidad molar [15] capturada en
la oposición binaria de los sexos "totales", se desprende una suerte de "microfemineidad": se trata de "producir
en nosotros mismos la mujer molecular, crear la mujer molecular" (movimiento y reposo, velocidades y
lentitudes). Devenir mujer no pasa por imitar a la mujer en tanto entidad dual, identitaria, ni tampoco por
transformarse en ella. Sin embargo, advierten Deleuze y Guattari, "no se negará la importancia de la imitación o
de momentos de imitación, entre ciertos homo-sexuales masculinos; menos aún, la prodigiosa tentativa de
transformación real de ciertos travestis". Pero, más que de imitar o de tomar la forma femenina, de lo que se trata
es de "emitir partículas que entren en relación de movimiento o de reposo, o en la zona de vecindad de una micro
femineidad” [16]…Moleculares, minoritarios, "todos los devenires comienzan y pasan por el devenir mujer",
clave de otros devenires [17]. ¿Por qué? Porque las mujeres -"únicos depositarios autorizados para devenir
cuerpo sexuado” [18]- ocupan una posición minoritaria con relación al paradigma de hombre mayoritario -
machista, blanco, adulto, heterosexual, cuerdo, padre de familia, habitante de las ciudades...-. Hay, o puede
haber, devenires del hombre, pero no un "devenir hombre", ya que el hombre es el mayoritario por excelencia,
mientras que todo devenir es minoritario. Mayoría y minoría no entendidas por cálculo cuantitativo, sino en tanto
"calidad de dominación": determinación de un patrón a partir del cual se miden las diferencias; se trataría, en
otras palabras, de un modo dominante de subjetivación. (Perlongher, 2016, págs. 68-69)
De tal suerte que el devenir mujer no apela únicamente al modelo hegemónico sino a una
identidad política que concierne también a la liberación de otras formas de dominación, a otras
particularidades imbricadas de sujeción o con las que, aunque no se viva, es posible identificarse.
Lo femenino hegemónico es contenido pero cuestionado, el orden no es estable, se abren algunos
espacios como concesiones, aunque siempre con sus límites a pesar de la potencia de las prácticas
forclusivas de la performatividad generonormativa. La segunda ola del feminismo devela que no
todas las mujeres ni la lucha por sus derechos están incluidas en la visión occidental. La mujer se
torna un significante político, aunque resulta inevitable cuestionar por qué hablar aún de mujeres, es
decir, a partir de un punto de fijación identitario, a la vez que se busca una descentración de
patrones, se habla en términos de binomios de género. Para dar luz a este cuestionamiento, como
dice Perlongher, debemos pensar en mujer como una calidad de dominación o, en este caso, de
dominio sobre lo que ha sido construido como femenino y a partir de lo cual surge la oposición. Las
feministas negras y las lesbianas autónomas han dado cuenta de la necesidad de pensarse como
mujeres a la luz de la historia de sus grupos de pertenencia, con miras a una liberación de las
condiciones que las han mantenido subsumidas, revelando que las mujeres occidentales también
mantienen privilegios a costa del trabajo de otras mujeres gracias a un orden colonial. Las
84
transfeministas han hecho críticas al uso de la idea de postfeminismo ya que esto trae consigo la
idea de que las condiciones por las que el feminismo se construyó como lucha de liberación han
desaparecido. La realidad de opresión, despojo, explotación y violencia contra la mayor parte de las
mujeres en el mundo mantiene a las mujeres, como sujetes oprimides y paradójicamente, como
sujetes de liberación. En el contexto del capitalismo patriarcal, hablar desde las diversas posiciones
de mujeres buscan quebrar los dispositivos, también diversos, a través de los cuales se conforman
las posiciones de privilegio y opresión.
Huelga decir que el deber ser implicaría que cada ser humano tenga elección de construirse a
partir de los elementos genéricos que más le acomoden,66 sin embargo, en el orden actual, mujer es
una categoría política necesaria de defensa, de resistencia y como forma de subvertir los valores
masculinistas de competencia y racionalidad en función de la acumulación que marcan las lógicas
modernas capitalistas heteropatriarcales. El binomio genérico ha resultado una forma de control
sobre poblaciones,67 como dice Beatriz Preciado,
Más acá de las fronteras nacionales, miles de fronteras de género, difusas y tentaculares, segmentan cada metro
cuadrado del espacio que nos rodea. Allí donde la arquitectura parece simplemente ponerse al servicio de las
necesidades naturales más básicas (dormir, comer, cagar, mear…) sus puertas y ventanas, sus muros y aberturas,
regulando el acceso y la mirada, operan silenciosamente como la más discreta y efectiva de las “tecnoloǵas de
género. (Preciado, 2015)
Las fronteras de género se encuentran en cada uno de los espacios públicos por los que
transitamos, no se ajustan únicamente a los espacios privados o familiares, los cuáles están
diseñados para las “familias” según los roles de género; las ciudades, la disposición de la
arquitectura, nos performa un uso genérico de los espacios, una visión de movilidad. Por esto, las
mujeres que no se identifican con la mujer tipo del modelo moderno heteropatriarcal capitalista, han
reapropiado algunas de las características imputadas a la mujer tipo para convertirlas en una
encomienda política, de tal forma que, ante la idea de ternura, se ha hablado de políticas de cuidado;
ante la idea de que el espacio de la mujer es privado se ha trabajado en la reapropiación de espacios
y en la relación con la tierra. Mujer es, en este sentido, una categoría de acción política. Dicha
acción política ha encontrado cauce en los también diversos feminismos que se han desarrollado en
múltiples planos de acción, imbricados con otras formas de pensar-se en el mundo, con miras en la
liberación de hombres y de mujeres del modelo moderno liberal heteropatriarcal. En el caso de
América Latina, los devenires mujer han tenido una participación en los movimientos populares que
han buscado la liberación.
66
En el siguiente capítulo ahondaremos acerca de las propuestas de acabar con las identidades de género y sus
implicaciones políticas.
67
Foucault, Michel. Seguridad, territorio, Población. (Foucault, Seguridad, territorio, población, 2006)
85
La relación mujer/poder se ha constituido a partir del sometimiento violento y la resistencia,
que pasa por el aislamiento y la formación de subjetividades sumisas a partir de modelos educativos
y ejemplos de consumo. En muchas ocasiones, dicha sumisión y violencia se ha dado a través de
discursos teológicos, por lo que resulta relevante la forma en la que las teólogas de la liberación
feministas tratarán de subvertir dichos discursos dentro de una institución que hasta ahora las
mantiene al margen y en la que se han desarrollado para defender la fe en la que han decidido
forjarse; las teólogas de liberación feministas también han sostenido por su fe una relación
complicada con los movimientos feministas laicos, de la que hablaremos más adelante. De la misma
forma los diversos devenires mujer que viven las teólogas feministas de liberación reclaman que no
todas las mujeres son iguales y, por tanto, las interpretaciones divinas que las han mantenido
cercanas a la idea del mal o como seres alejadas de la divinidad son erróneas y las despojan de su
dignidad para tornarlas lo que Alejandro De Oto denomina cuerpos coloniales.68
Aunque el mundo no se organiza en binomios opuestos, el uso de éstos por parte de las
feministas y de los teólogos de la liberación (hombre-mujer, dominador-dominado, opresor-
oprimido) responden a un movimiento político (Laclau & Mouffe, 2004). Estas posiciones son un
reflejo de una perspectiva política antagonista que muestra la resistencia frente a un orden
determinado. Sin embargo, no debemos perder de vista que este movimiento mantiene formas de
opresión invisibilizadas en pro de una lucha considerada “más importante”, lo que obnubila los
múltiples mecanismos de opresión que sostienen el orden existente. A finales del siglo XX y
principios del XXI, los movimientos locales y micro han apostado por una política distinta, que tiene
la desventaja de no tener un efecto contundente frente a las grandes instituciones liberales de los
Estados nacionales y cuya efectividad es más visible en el cambio de relaciones hacia el interior de
las mismas comunidades en lucha y resistencia.69 Sin embargo, al echar un vistazo a los agentes que
mantienen el orden a través del uso de la violencia legítima e ilegítima (grupos paramilitares con
vínculos con las grandes corporaciones económicas y políticas del crimen organizado y los
gobiernos estatales), podemos observar que las nuevas formas de guerra (Segato, 2014) están
desplegadas para contener las resistencias locales, para mantener el despojo y la represión. Dichas
formas de guerra apuntan a la reproducción de la jerarquía binómica del género heteronormado a
partir del uso y abuso de los cuerpos femeninos y feminizados y, es aquí, donde las alianzas entre
los micro movimientos como los comprende Perlongher cobran sentido, los microfeminismos como
68
Ver la introducción para una profundización de lo que se considera cuerpos coloniales.
69
Esta aparente falta de efectos ha sido “denunciada” por pensadores de izquierda tan reconocidos como Slavoj Zizek
para quien el multiculturalismo es una forma de fragmentar la lucha, una estrategia del capitalismo.
86
puntos de fuga e inicio de una arborescencia que resiste y construye relaciones distintas. Los
discursos de la teología feminista, al igual que el del resto de los feminismos, no es homogéneo y se
ha generado desde formas no hegemónicas de devenir mujer. Estas teologías han encontrado sus
alianzas entre mujeres de comunidades y movimientos indios y afrodescendientes a quienes se han
acercado a través de un trabajo pastoral del que se han nutrido desde su punto de partida
epistemológico, que buscaba pensar lo divino a partir de las posiciones de las mujeres pobres. Esto
les ha permitido observar, como veremos en este capítulo, que el sujeto liberador no puede tener un
mismo rostro, el pobre, aunque tampoco una “mujer pobre” sin más.
Para concluir, en este apartado nos interesa dejar asentado que: el quehacer teológico es
político en tanto marca pautas de normalidad que se imbrican con otros discursos fuera de las
instituciones religiosas para forjar el orden social existente; no hay una forma única de devenir
mujer, por el contrario, la idea de una femineidad hegemónica responde a la reproducción de
espacios de privilegio, por lo que los microfeminismos se oponen a dicho orden que las sujeta y
violenta; la oposición de los microfeminismos hacen uso de una identificación política con lo
femenino al reapropiarse de las características marcadas como propias de un sexo para subvertir las
lógicas imperantes; la lucha de las mujeres otras se interseccionan con terceras formas de sujeción
y, por tanto, sus identificaciones y reivindicaciones no son únicamente sexogenéricas.
87
A lo largo de este apartado exploraremos las formas en las que las mujeres no occidentales fueron
construidas a través de representaciones que las antecedieron para conformar subjetividades
subalternizadas y cuerpos colonizados y, aunque seguimos a De Oto cuando dice “que la
representación no sólo es previa al espacio social e histórico donde se despliega sino que además es
exterior a él” (De Oto & Pósleman, 2006, pág. 176), nos parece que es importante mostrar cómo
dichas representaciones se construyen en largos procesos de sometimiento y resistencias.
En 1508 la corona española consiguió la bendición papal para ocupar las tierras americanas y
administrar a la iglesia católica ahí. Desde ese momento, se desencadena una lucha contra lo
considerado “diabólico” por los colonizadores, que siempre se encontraba en los lugares y entre los
grupos contrarios a sus intereses. Así, se comenzó la caza de brujas sobre aquellas que poseían
70
“El hecho de que las élites europeas necesitaran erradicar todo un modo de existencia, que a finales de la baja edad
media amenazaban su poder político y económico, fue el principal factor de instigación de la caza de brujas.” (Federici,
2004, pág. 281)
88
alguna forma de autoridad en su comunidad, eran parte de la resistencia a la ocupación o poseían
algún tipo de conocimiento médico que las dotaran de una voz que pudiese influenciar en contra de
ellos.
También en el Nuevo Mundo, la caza de brujas constituyó una estrategia deliberada, utilizada por las
autoridades con el objetivo de infundir temor, destruir la resistencia colectiva, silenciar a comunidades enteras y
enfrentar a sus miembros entre sí. También fue una estrategia de cercamiento, que según el contexto, podía
consistir en el cercamiento de tierra, de cuerpos o de relaciones sociales. Al igual que en Europa, la caza de
brujas fue, sobre todo, un medio de deshumanización y, como tal, la forma paradigmática de represión que servía
para justificar la esclavitud y el genocidio. (Federici, 2004, pág. 289)
89
de explotación, mientras españolas y criollas tenían acceso a algunos privilegios como el servicio de
otras mujeres, aunque por supuesto, sin privilegios políticos.71
La formación del sistema sexual y genérico y la jerarquía que de él emana se dio gracias a la
imposición colonial ya que, aunque existen muy pocas fuentes acerca del ejercicio de la sexualidad
en el periodo precolombino, se presume que en varias culturas nativas existió el respeto por
aquellas personas que no se identifican con el binomio de género construido desde occidente, por lo
que las jerarquías sexuales, desde el punto de vista del género, no podían ser las mismas. Lugones
(2014) habla de la dificultad de pensar en las culturas nativas desde la idea de género, ya que no
necesariamente encajarían en las formas de identificación de los antiguos habitantes del continente,
ni siquiera en el ejemplo de los Yorubas sobre el que la autora se basa; por otro lado, Segato (2014)
nos dice que si existían roles genéricos en las culturas prehispánicas, aunque las formas en las que
éstos se relacionaban eran distintos. Frente a la idea de anamachos y anahembras defendida por
Lugones, Segato nos dice que las actividades de género si existían, sin embargo, la problemática de
la jerarquía de género se encuentra en la segmentación público/privado ya que, aunque es verdad
que existía una división de trabajo genérico, cada una de las labores era considerada importante
para el grupo, por tanto, cada ámbito tenía participación de la toma de asuntos públicos, es decir, en
la política local.
Ambas posturas, nos muestran que la jerarquía occidental sexo genérica fue parte del
sistema colonial, raíz de las estructuras de nuestro orden actual, ya que, aunque se presentaron
resistencias es a partir de la imposición de una autoridad externa frente a la que los varones de las
comunidades vencidas se tornaron los interlocutores, lo que los hace ajenos; se les da un estatus
distinto, son quienes participan de las decisiones sobre el grupo al aliarse con la autoridad colonial,
mientras a mujeres, niños y ancianos se les confina al ámbito de lo privado, incapaces de tomar
decisiones en torno a la comunidad de la que forman parte, se trata de un despojo político que
acompaña la invasión colonial.
71
“Cuando ‘engenarizadas’ como símiles las hembras colonizadas recibieron el estatus inferior que acompaña al género
mujer, pero ninguno de los privilegios que constituían ese estatus en el caso de las mujeres burguesas blancas…”
(Lugones, Hacia un feminismo decolonial, 2011, pág. 69)
90
de las mujeres en religiones ancestrales o en religiones en resistencia frente a la hegemonía de las
religiones de libro, es posible anotar que se trata de una construcción de las religiones modernas
occidentales. Lugones nos dice, “Al caracterizar a muchas de las tribus de Americanos nativos
como ginecráticas, Paula Gunn Allen enfatiza la importancia de lo espiritual en todos los aspectos
de la vida indígena y, por lo tanto, una intersubjetividad muy diferente en la que se produce el
conocimiento que en la de la colonialidad del saber en la modernidad…la mujer está en el centro y
‘nada es sagrado sin su bendición ni pensamiento’” (Lugones, 2014, pág. 66). Las formas
religadoras eran parte de la cotidianidad tanto como de la conformación política y muchos otros
aspectos de la vida social, aunque, evidentemente, de talante distinto a la forma de ver el mundo de
los colonizadores, por lo que resulta muy complicado tratar de pensar el orden anterior a la luz de
nuestras categorías. Y aunque ocurra lo mismo con el género, lo que nos es evidente es que la
imposición colonial construyó formas de sometimiento de las mujeres que estaban ya en práctica en
la vieja Europa y que formaban parte de un proyecto colonial moderno que no se detendrá con los
movimientos independentistas, de Reforma ni con las revoluciones del Siglo XX.
91
autoasumidas en este papel encontraron usos de resistencia, por ejemplo, es a través de una
descendencia numerosa que los pueblos indígenas encontraron una estrategia para sobrevivir al
exterminio, enfermedades y pobreza extrema, condiciones a las que fueron confinados en el orden
colonial y el mestizo posterior.
El orden colonial que responde a intereses modernos capitalistas sentaron un orden patriarcal
que empleó estrategias de dominio similares a los utilizados en Europa durante el periodo medieval
y que permitieron el saqueo y la imposición de lugares de privilegio a través de la creación de
jerarquías a partir de las idea de normalización de un binomio de género, de la sexualidad con
función reproductiva, de la supremacía por el color de piel, del idioma europeo como símbolo de
educación, de la forma de vestimenta “civilizada”, del conocimiento racional etnocéntrico, que
aunque resistido, permanece aún como fuente de dominio,
En las asambleas campesinas, los dirigentes varones eligen el español -idioma que no conocen ni dominan las
mujeres- para discutir los temas “importantes” y dejan al quechua, el idioma nativo, para las cuestiones privadas
o domésticas. El analfabetismo femenino, en comunidades de altura puede superar el 50% de la población: las
mujeres, en su lengua, aseguran que “son ciegas” y que “son mudas” pues no saben leer ni hablar español, y por
tanto no pueden dirigirse a extraños de la comunidad ni aspirar a un “cargo ṕblico”72
En este orden, el devenir mujer adquirió distintas formas, desde las más tradicionales como la
criolla, o la mujer blanca de clase media, hasta las de talante precolombino y mestizo como las
indias, las negras, las “chinas” y “cholas”, aunque son las últimas y sus atributos raciales y de clase
quienes se encontrarán en la escala más baja de la jerarquía social. Huelga decir que también son las
mujeres en las peores condiciones las que comparten la lucha contra las condiciones de opresión
que afectan también a sus pares varones. La idea de que el patriarcado oprime a todos es cierta en
tanto se funda en representaciones de género binómicas que restan posibilidades de acción a toda la
humanidad al encajonarla en un rol determinado, sin embargo, existen prevendas para quienes
cumplen atributos de estatus y normalización que no cumplen otros sectores oprimidos, por lo que
la historicidad de la resistencia y lucha de los pueblos precolombinos serán parte fundamental de los
discursos de liberación de las feministas del tercer mundo.
72
Maruja Barrig citada por Bidaseca (Bidaseca & Vázquez Laba, Feminismo e indigenismo: Puente, lengua y memoria
en las voces de mujeres indígenas del sur, 2011)
92
representaciones regionales. La construcción de las mujeres como símbolos de tentación y pecado,
por un lado, y de santidad y maternidad por el otro, han construido toda una jerarquía basada en la
idea de pureza que, además, es cercana a la de sumisión. Quien sea más pura, mayor será su
obediencia a los poderes patriarcales dentro de la iglesia y en la sociedad. La idea de pureza va
acompañada también de la construcción de la blanquitud, que cruza directamente con el tema racial
y con la forma en la que se construyó la sexualidad de las mujeres afrodescendientes. El color de la
piel y la clase de pertenencia pueden aparecer a algunas mujeres más puras que otras, la piel blanca
será ensalzada como virtud, como reflejo de pureza. Se considerarán más puras aquellas mujeres
que no sean parte de las masas violentadas sexualmente y sometidas a partir de distintos
dispositivos de violencia, a las mujeres “conquistadas”.
La teología de la liberación no ha sido ajena a esa forma de ver el mundo, en la que los
extremos maldad/bondad se encuentran profundamente arraigados, por lo que las categorías en las
que se ha basado han generado a un sujeto pobre en contraposición a los ricos, el primer mundo
frente al tercero, el opresor frente al oprimido. La teología feminista, en primer término, y las
teologías negras, mujerista, feminista negra, india, han realizado críticas a este punto de vista
dicotómico que, aunque pudiese responder a una lógica política, no fue suficiente para acercar el
Reino de Dios a la Tierra (la caída del sistema moderno liberal capitalista heteropatriarcal). La
diversidad de posturas frente al papel de las mujeres dentro de las iglesias cristianas, musulmanas o
judías traen consigo en la mayor de las veces cuestionamientos al orden patriarcal, así como
posturas encontradas en cuestiones de ética sexual, posiciones en la jerarquía eclesial,
deconstrucción y construcción de nuevas iglesias, cuestiones que, finalmente, no se alejan de la
construcción de una sujeta emancipadora, es decir, política. En el siguiente apartado trataremos de
dar cuenta de las principales discusiones entre teólogas feministas y teólogas feministas
latinoamericanas para, posteriormente, dar cabida a la discusión acerca de la construcción del sujeto
teológico político mujer afro como sujeto liberador.
Vosotros que en vez de tener fe tenéis credulidad esperáis ver en mi cuerpo estigmas, y no veis que mi carne
es la carne misma de Cristo con la diferencia de la diferencia femenina.
Guillermina de Bohemia
Las teologías de la liberación a pesar de ser pensamientos de avanzada dentro de las iglesias
cristianas, católicas y musulmanas de diversas regiones del mundo como Asia, África y América
93
latina, mantienen en su mayoría, un talante patriarcal. En América latina, como parte de iglesias
fundadas en religiones patriarcales, la idea de liberación del pobre como sujeto de liberación que
abarca a múltiples posibilidades de sujeto deja puntos ciegos en los que la opresión de género,
sexual y racial son invisibles. Las pensadoras trans liberacionistas no se conforman con hablar del
cuerpo pobre, sus experiencias con comunidades indígenas, trabajadoras sexuales, migrantes,
mujeres violentadas, entre otros sectores, han transformado la concepción tradicional del
necesitado y la actitud de asistencia. Los sujetos se tornan activos.
La participación de las mujeres en las Comunidades Eclesiales de Base, así como en los
congresos teológicos siempre había aparecido en segundo plano. Sus labores parecían no moverse
más allá de las tradicionalmente marcadas por el orden del modelo heteropatriarcal. Existía una
incongruencia entre un discurso liberador para la humanidad y las prácticas de sometimiento a las
labores y pensares de las mujeres. A pesar de esto, las mujeres comenzaban a organizarse, a
debatir y gestar un quehacer teológico en el continente, mientras los “grandes pensadores” de la
teología de la liberación apenas les reconocían la existencia, su trabajo pasaba inadvertido, aunque
siempre cobijadas de forma paternalista, sin entablar debates o algún otro tipo de comunicación
teológica, filosófica o política. Dentro de los estudios teológicos, la participación femenina no ha
sido más exitosa que el desarrollo de liderazgos femeninos en las diversas iglesias cristianas.
Pueden ubicarse a algunas mujeres pensadoras, místicas o santas, con liderazgos dentro de los
73
Existen diferentes posiciones respecto a la apertura al diálogo de los teólogos liberacionistas. Para Elina Vuola, éstos
han estado abiertos al diálogo, posición que comparte con Elsa Tamez quien junto a Ivone Gebara son las teólogas
feministas latinoamericanas más reconocidas, mientras otras como Althaus-Reid niegan esta apertura. Lo cierto es que a
pesar de que hay un reconocimiento retórico del quehacer de las mujeres dentro de las iglesias e instituciones religiosas,
sus ideas aún no han sido discutidas con seriedad entre los teólogos de ninguna corriente. Por el material revisado para
este trabajo incluso es posible afirmar que quienes han leído con mayor detenimiento a las teólogas feministas de la
liberación son los sectores más conservadores para negar cada uno de sus argumentos.
94
conventos como Eloísa de Paráclito, Hidelgarda von Bingen o Santa Teresa de Jesús que, sin
embargo, siempre se encontraron sujetas a la vigilancia estricta de sus confesores o sus superiores
hombres. Su religar y obra siempre debió ser juzgado por hombres, como sacro o no, inspiración
divina o no, actuar adecuado o no.
Existen otros ejemplos como el de Guillermina de Bohemia que se identificaba como una
encarnación femenina del Espíritu Santo en torno a quien se erigió una iglesia para mujeres, cuya
jerarquía también la conformaban mujeres como Maifreda y que al igual que Margarita Porete
fueron condenadas por la inquisición.74 Margarita escribió El espejo de las almas simples, que fue
rescatado años después por la iglesia católica pero que tenía en contra, no sólo haber sido escrito
por una mujer, sino estar escrito en lengua vulgar. Margarita es condenada por no detenerse en la
circulación de su obra, por desobedecer a la jerarquía eclesial masculina, por no retractarse. Se
trata de mujeres que se han tornado símbolos para el quehacer teológico y el quehacer pastoral a
pesar de los innumerables obstáculos.75
Los textos místicos de mujeres en primera instancia, los escritos de monjas en torno a su
actuar y organización interna y los teológicos más tarde, serán constantemente cuestionados,
impugnados e incluso negados. Se encontrarán siempre bajo el ojo escrutador de sus confesores,
de sus obispos o cualquier otra figura masculina que encarne a la jerarquía de su religión. Las
teólogas contemporáneas se han enfrentado a, en primer lugar, que se les permita tener formación
teológica formal. En segundo lugar, al elegir temas referentes a lo femenino o figuras femeninas,
en tercer lugar, han sido criticadas por hacer el trabajo teológico desde una hermenéutica de
liberación o feminista, su trabajo es desacreditado al utilizar formas de interpretación distintas a
las doctrinales. Cabe mencionar que en los conventos las mujeres gozaron durante mucho tiempo
de “privilegios” de formación respecto a otras mujeres, aunque eran pocas las mujeres de clases
bajas las que tenían acceso a los mismos. Las iniciativas de los grupos de mujeres en claustro
fueron también constantemente asediadas, sin embargo, casos como el de Inés de la Cruz nos
muestran las formas en las que desde sus organizaciones y convicciones lograban burlar los
obstáculos de sus proyectos (De la Cruz, 2015).
74
Guillermina sufrió de dos juicios, uno durante su vida, del que fue absuelta. Otro después de su muerte, en el que los
principales testigos fueron sus seguidores en el que fue condenada. A pesar de eso, la religiosidad popular la consideró
santa y su culto continuó. Guillermina es hereje y santa. (Muraro 1998)
75
Según Marilú Rojas, las teólogas católicas superan en número a las protestantes debido a que las segundas han tenido
la oportunidad de acceder al ministerio dentro de sus iglesias.
95
El quehacer escrito de las mujeres desde lo sagrado-teológico y su organización y derechos
se ha topado con obstáculos tales como la censura por escribir y divulgar en lenguas vulgares y no
en latín, así como en el menor acceso a educación teológica formal. A muchas teólogas a finales
del siglo pasado no se les permitía aún tomar las mismas clases que sus compañeros varones en
América latina (Althaus-Reid, 2005). Sus obras son poco leídas por los teólogos varones y quienes
lo hacen, por lo general, las descartan como teología formal porque incorporan elementos que no
corresponden con el canon, como el uso de categorías de género, de experiencia o de cuerpo.
La obra de las teólogas es mucho menos difundida, leída y discutida que la de sus pares
varones incluso en círculos de estudios feministas. Desde la teología occidental, la teología
feminista latinoamericana (crítica o de liberación) se enfrenta a mayores cuestionamientos que la
teología de la liberación latinoamericana hecha por varones debido a prejuicios sobre el
movimiento feminista (TF), en general, y la teología feminista latinoamericana (TFLL) en
particular. En este punto, debemos aclarar que no es lo mismo la teología feminista occidental a la
que se ha acusado de ser parte de un sector blanco de clase media y alta y la teología feminista
latinoamericana, aunque hacia el interior de ambas se han desarrollado diferencias y distintos
lugares de abordaje de lo divino.
Las teologías feministas se desarrollaron de forma distinta en diferentes lugares del mundo
y tienen contrastes no sólo en su surgimiento sino en algunas de sus líneas discursivas y de acción.
Veamos algunas diferencias entre teologías feministas. En primer lugar, la teología feminista
surgida en el primer mundo (TF) nació de la mano de los movimientos sociales de la segunda
mitad del siglo XX, aunque con un talante academicista, mientras la teología feminista de la
liberación latinoamericana (TFLL) nació a partir de la participación de mujeres dentro de las
actividades de la teología de la liberación. Esto contribuyó para que la TF tuviera mayor
comunicación con los movimientos feministas occidentales, mientras la TFLL tuvo un
acercamiento con los movimientos feministas latinoamericanos hasta la década de los 80 (Tamez,
2012), aunque el contexto político de su surgimiento mantuvo a las teólogas feministas de
liberación más cercanas a las comunidades pobres del continente americano, por lo que su
perspectiva será la de las mujeres pobres en América latina, quienes además de padecer las peores
condiciones son parte de comunidades con una historicidad determinada. Esto tendrá que ver con
los temas sobre los que se desarrollará cada una. La TF realizará acercamientos hermenéuticos
desde un punto de vista feminista a los libros sagrados y harán una serie de reconstrucciones de los
tiempos en los que se escribían diversos pasajes en la Biblia, por ejemplo, para demostrar la
importancia de las mujeres en el cristianismo primitivo. La TFLL va a tomar como primeros temas
96
a las mujeres como agentes de lo sagrado ante los embates de violencia y pobreza que padecen.
Por supuesto, las primeras obras de las teólogas feministas latinoamericanas estarán influenciadas
por la obra de los teólogos liberacionistas, aunque con un componente crítico sobre su hacer.
Huelga decir que las teólogas no son necesariamente feministas y las teólogas feministas
tampoco son necesariamente teólogas de la liberación. El quehacer de la teología de mujeres o las
womanistas, por ejemplo, buscan distanciarse de la teología feminista por diferentes motivos. Las
primeras son adherentes a una corriente mucho más conservadora de pensamiento, más cercana a
la ortodoxia cristiana; mientras las segundas buscan distanciarse del feminismo blanco para pensar
la teología feminista desde el punto de vista de la raza en un contexto occidental. En el quehacer
teológico de mujeres feministas del primer mundo hay representantes muy destacadas que se
adhieren a la teología de la liberación, tal es el caso de Elisabeth Shüssler-Fiorenza, mientras en
América latina tenemos los casos de Gebara y Aquino, por citar dos ejemplos. La complejidad que
se despliega en torno al quehacer teológico, dese el punto de vista de las mujeres, debe
diferenciarse como localizado y ésta será una diferencia importante con los teólogos doctrinales
quienes pretenden respuestas universales a cuestiones de vida concretas, a formas de organización
y cotidianidad a partir de la construcción del universal Dios que, como veremos, también será
cuestionado por las teologías negras y queer.
97
menos; mientras la segunda corriente cuestiona alguna parte del esquema de la estructura general
de las iglesias judeo cristianas pero que no buscan su abolición (Vélez, 2001).
Por otro lado, la TFLL ha encontrado el motor de su desarrollo a partir del quehacer
político de las teólogas entre las comunidades pobres urbanas, las comunidades indígenas y
afrodescendientes en primer lugar, y en segundo lugar o a la par, se dio su formación teológica,
mientras su participación con movimientos sociales organizados se dio también simultáneamente,
aunque no fueron cercanas de inicio a movimientos feministas debido a los prejuicios que tenían
cada sector respecto a su contraparte dentro/fuera de las iglesias (Tamez, 2012). Las feministas
veían a las teólogas como parte de las iglesias que pretendían regular su cuerpo y sus decisiones,
mientras las teólogas feministas veían a las feministas como representantes de una clase que no
correspondía a la lucha por las mujeres pobres, aunque a lo largo del tiempo estos prejuicios se
han acortado y los puentes de comunicación se han extendido.
98
II.2.3 Teología feminista de la liberación, movimientos feministas latinoamericanos y
feminismos académicos
Si no eres dueña de tu cuerpo, mujer, ¿de qué mierda eres dueña? Mujer pobre, mujer proleta, mujer obrera, cansada
de trabajar, lavar, educar, amamantar a la prole que, según estos beatos, te manda Dios. Como si Dios te diera un
bono de mantención para la crianza. Como si los críos vinieran con una beca divina. Mira tú, si los ricos Opus pueden
darse el lujo de parir a destajo porque les sobran las lucas
Pedro Lemebel
Como hemos visto, la relación entre la teología de la liberación feminista y los movimientos
sociales latinoamericanos no ha sido fácil, las relaciones se han dado de forma paulatina y los temas
que se han discutido han cambiado a lo largo del tiempo, sin embargo, es posible afirmar que
muchas teólogas latinoamericanas han sido también militantes activas de otros movimientos
sociales a partir de su trabajo en Comunidades Eclesiales de Base o por la colaboración en trabajo
pastoral en diversos barrios y comunidades. Una de las mayores influencias que podemos detectar
entre las principales teólogas de la liberación latinoamericana es la de los movimientos indígenas y
afro en sus diversas expresiones.
Es importante recordar que las mujeres han participado en todas las luchas de resistencia y
movimientos políticos que han buscado subvertir el orden a lo largo de la historia desde la
ocupación colonial del continente. Hacia adentro y hacia afuera de los movimientos sociales de los
que las mujeres han hecho parte, desarrollaron múltiples estrategias para hacerse escuchar dentro
del orden patriarcal que padecen. Bartolina Sisa, por ejemplo, es un referente de las luchas
indígenas del último siglo, compañera de Tupak Katari, luchó por la independencia de los pueblos
indígenas andinos. Por otra parte, aunque se podría pensar que las mujeres apegadas a la iglesia
permanecían mucho más pasivas que otros sectores sociales de corte liberal basta echar mano de la
biografía de algunas de las pocas mujeres reconocidas como próceres de luchas de independencia o
revolución para comprobar que muchas de ellas se formaron en escuelas íntimamente relacionadas
99
con el cristianismo. También existen ejemplos de organizaciones de mujeres como las Brigadas
Femeninas, “Brigadas Bonitas” o Brigadas Santa Juana de Arco, que se conformaban por mujeres
que actuaron en células clandestinas durante la guerra cristera en México, traficaron armas,
realizaron labores de espionaje y, finalmente, fueron juzgadas y acusadas por los sectores más
tradicionales de la misma religión por la que habían arriesgado la vida. Aunque se trató de un
movimiento que puede ser considerado conservador, ya que se trató de una guerra contra un
gobierno que defendía la laicidad estatal, es importante recordar la participación femenina porque
permitió a las mujeres realizar labores que tradicionalmente no habrían sido permitidas. Se trató de
mujeres de diferentes estratos sociales que defendían a su religión como parte importante de lo que
conformaba sus comunidades, es decir, han desarrollado estrategias de solidaridad y organización
(Centro de Estudios Cristeros Anacleto González Flores, 2016) (Acuña Cepeda & Preciado Cortés,
2010) (Naranjo Tamayo, 2014).
Los movimientos que se nombran feministas tienen como antecedente a los movimientos
populares en donde las mujeres participaron y comenzaron a organizarse, aunque de forma más
directa, por decirlo de algún modo, se encuentran los movimientos feministas surgidos en la década
de los veinte del siglo pasado, en los que se exigía el reconocimiento a derechos ciudadanos para las
mujeres. La lucha por el voto es la más destacada de la época, aunque es importante recordar que, a
la par, se dieron otros reclamos como el derecho al aborto, demanda que resurgiría durante los
movimientos feministas de los sesenta en adelante y que ha sido uno de los puntos más álgidos en
torno al feminismo y las instituciones religiosas. Aunque las teólogas de la liberación, en su
mayoría apelan a la libertad de conciencia y se han formado organizaciones como Católicas por el
Derecho a Decidir, las jerarqúas eclesiales han negado que quien se encuentre “en contra de la
vida” sea parte de dicha iglesia. Fue también durante la década de los veinte que en América latina
comienzan a fundarse las sociedades denominadas Acción Católica conformada por mujeres, que
podría considerarse el contrapunteo de los movimientos feministas, ya que nacen a instancias del
Vaticano y buscan formar a mujeres que, desde sus roles tradicionales, realicen acciones de
recristianización en el continente frente al embate de los Estados laicos (Bidegaín, 1999). Para ello,
las mujeres de la Acción Católica eran formadas en análisis social y político, aunque con el sesgo
de las interpretaciones de la iglesia católica. Seguían una moral sexual rígida y quienes participaban
en las comunidades portaban vestimenta considerada adecuada por sus iglesias. Vale decir que, por
las mismas fechas, surgía el pensamiento feminista caribeño que tendrá participación del
movimiento panafricanista en voces como las de Una Marson y Amy Jacques-Garvey.
100
Las luchas por el voto perdieron fuerza hacia la década de los cuarenta, debido a que en la
mayor parte de países de la región les fueron otorgados a las mujeres derechos ciudadanos, sin
embargo, los movimientos de mujeres continuaron en diversos frentes. En la segunda parte del siglo
XX muchas mujeres se unieron a las facciones de mujeres de los partidos comunistas, socialistas y
anarquistas. Era posible encontrarlas como huelguistas, como compañeras de lucha de mineros y
campesinos e incluso como guerrilleras y parte de organizaciones clandestinas que se oponían a las
dictaduras de la región. Por supuesto, los movimientos de mujeres, incluso los que se denominaban
feministas fueron muy variados y pasaron por factores como la clase y la raza. Francesca Gargallo
sostiene que, “en los setenta, el feminismo latinoamericano ya teńa historia” (Gargallo, 2005, pág.
20) después de hacer un recuento de los movimientos feministas surgidos en la región desde finales
del siglo XIX con grupos feministas como Las Violetas del Anáhuac, La Siempreviva en Yucatán,
México o A familia en Brasil. Vale la pena recordar que Gargallo también tiene amplios trabajos
respecto a los movimientos de las mujeres antes de ser llamados feministas.
Durante la segunda parte del siglo XX, en medio de la efervescencia política que implicaba
la guerra fría y la intervención estadunidense en la región, muchas de las mujeres que se habían
formado y convertido en parte activa de Acción Católica comenzaron también a incorporarse al
activismo político. La Acción Católica había formado después de la Segunda Guerra Mundial
grupos de obreros, campesinos y universitarios en busca de hacer un contrapeso a las
organizaciones comunistas. El método que usaban en estas organizaciones para analizar la realidad
en la que se encontraban era la revisión de vida que Bidegaín (1999) ubica como el antecedente del
método de la teología de la liberación: ver, juzgar, actuar. De tal forma que, ante la persecución
política, las desapariciones forzadas y la guerra sucia, muchas de las mujeres de la Acción Católica
se incorporaron a la resistencia y defensa de sus compañeros en acciones para defender los derechos
humanos e incluso, en acciones clandestinas. Durante la década de los setenta las oficinas de
Acción Católica sufrieron de allanamientos por parte de gobiernos autoritarios a lo largo del
continente por la sospecha de actividades subversivas.
Las organizaciones de Acción Católica fueron un punto de partida para formar las
Comunidades Eclesiales de Base (Ceb´s), cuyos miembros eran en su mayor parte mujeres y que,
como vimos en el primer capítulo, se trató de células de organización que realizaron labores de
resistencia ante las dictaduras que se instauraron en el continente. Aunque la politización de las
mujeres cercanas a las iglesias cristianas presenta en este periodo un incremento, debemos tener en
cuenta que las acciones sociales y políticas eran priorizadas sobre los temas sexuales y de género
(Bidegaín, 1999). Esto ocurrió también dentro de los diversos frentes de lucha popular a los que las
101
mujeres se incorporaron, aunque fue un punto presente en las agendas de los movimientos
identificados como feministas.
Según Marta Fuentes (1992), a partir de la década de los ochenta los esfuerzos de muchos
movimientos femeninos y feministas se dan en torno a la urgencia de organizarse ante las crisis que
comenzaban a surgir por los endeudamientos de los países de la región. Sin capacidad de pago, es la
organización popular la que responde ante la crisis a través de iniciativas como las ollas comunes.
La incorporación de las mujeres a los mercados laborales no fue una respuesta para mejorar sus
condiciones de vida, ya que no atendían a otro tipo de problemas como las violencias padecidas y,
al arribar las crisis y elevarse las tasas de desempleo, las mujeres eran las primeras prescindibles.
Aunado a esto, el despojo o la incapacidad de acceder a la tierra de forma oficial -en las reformas
agrarias se pensó a la cabeza de familia masculina como propietario o representante ejidal (Fuentes,
1992)-, urgió a organizarse en luchas en defensa de la tierra y el agua. Es también en esta época
cuando se comienza a incorporar a las mujeres a los estudios teológicos de la región.
Es también durante las décadas de los ochenta y noventa que las políticas neoliberales
incluyen dentro de sus agendas de políticas públicas los temas de género que, sin embargo, no
tienen impacto dentro de comunidades racializadas y empobrecidas. Para muchas feministas del
continente, que comienzan a elaborar sus críticas y propuestas teóricas desde la diferencia, esto sólo
es un paliativo. También se trata de las décadas de la emergencia de los denominados nuevos
movimientos sociales, que erigían a sujetos sociales excluidos, olvidados como actores políticos
que buscaban liberación a siglos de opresión. Los movimientos indígenas que surgieron con gran
fuerza en la década de los noventa, por ejemplo, han tenido que replantear la participación de las
mujeres, ya que, aunque en muchas de las culturas precolombinas los roles de género otorgan a las
mujeres lugares importantes, los canales de participación de la política liberal, a pesar de los
esfuerzos, aún mantiene los lugares privilegiados a hombres, quienes se erigen como interlocutores
o líderes de dichos movimientos. Por otra parte, los feminismos durante estas épocas dan cuenta de
una actividad constante, aunque también de rupturas entre feminismos estatales y activistas, así
como entre académicas que siguen un proceso de lo que Espinosa, que sigue a Mohanty, ha llamado
colonización discursiva y epistemológica de sectores hegemónicos del feminismo del norte que se
vincula con una élite feminista criolla o neocolonial en el sur (Espinosa Miñoso, 2009).
Los estudios feministas, como los diversos movimientos feministas del continente son
múltiples y en ocasiones contrapuestos. La diferencia comienza desde aquellos que hablan de
derechos y ciudadanía y la lucha por tener acceso a ellos dentro del modelo existente, que tienen
102
como par a los estudios con perspectiva de género enfocados a participación ciudadana y políticas
públicas. Dentro de los mismos, los temas abordados son también amplios: cuotas de participación
en instituciones de representación política, políticas públicas en educación con perspectiva de
género, acceso a la salud, maternidades y derechos en torno a ellas, todo dentro del marco de los
Estados nacionales existentes. Existen otras líneas de pensamiento feministas que apuestan por
construcciones de un Estado distinto, desde las formas comunitarias, antirracistas, anticoloniales,
con perspectiva interseccional, entro otras.
Por su parte, los movimientos feministas tienen peticiones más radicales en torno a la
modificación de las relaciones intersubjetivas y las estructuras que se construyen en torno a ellas,
aunque esto no forma un frente homogéneo, el espectro se mueve desde movimientos de mujeres
indígenas y afro, chicanas, lésbicas, trans, de diáspora y populares, que hacen fuertes críticas al
feminismo occidental y sus postulados, hasta mujeres que luchan por la soberanía alimentaria,
defensa de la tierra, derechos laborales, salud reproductiva y sexual, contra los estereotipos de
belleza hegemónica (contra la gordofobia o adultocracia). Aunque existen muchas posturas
contrapuestas, también existen espacios de confluencia entre movilizaciones y temas, como la lucha
contra la violencia hacia las distintas formas de devenir mujer o los movimientos contra los
feminicidios en México y Argentina.
Los temas de las teólogas han sido parecidos a los de las académicas feministas. El primer
paso de ambas ha sido la visibilización de mujeres: las teólogas en los textos sagrados y las
103
académicas en la historia.76 Ambas han resaltado la importancia de la participación femenina en sus
espacios, con lo que también le dan a la historia y a la hermenéutica teológica nuevas voces y
narrativas, al despojar el relato del androcentrismo de los grandes héroes. La segunda forma de
abordar los estudios feministas es la que se enfoca a la vida cotidiana de las mujeres. Para muchas
historiadoras y sociólogas, en la vida diaria es en donde se podían apreciar las aportaciones de las
mujeres, mientras desde la teología feminista, la experiencia de las mujeres y su forma de
afrontarlas revelaban el lugar desde el que se deberían interpretar los textos sagrados. La
experiencia será el concepto sobre el que trabajarán las teólogas de la liberación para diferenciarse
de la praxis, de la teología primera, aunque nos advierte Elina Voula, no necesariamente será un
concepto más claro (Vuola, 2000).
La sexualidad, su ejercicio y el respeto al cuerpo que deviene mujer ha sido uno de los
temas que han causado mayor rispidez entre las estructuras religiosas y los movimientos
feministas, aunque también entre teólogas de la liberación en América latina. Los teólogos de la
liberación, en estos temas, han tenido posiciones cercanas a las jerarquías católicas. A través de
argumentos como “el imperialismo anticonceptivo” (Vuola, 2000) u otros que hablan de la
sexualidad, como Enrique Dussel, desde un punto de vista heterocentrado, condenan lo que
consideran contra natura. Para Elina Vuola, estas posiciones hablan de una ética sexual que no va
de la mano de una preocupación por la vida de las mujeres pobres, ya que es su vida, la que se
pone en riesgo al controlar las decisiones sobre sus cuerpos y al coartar el ejercicio de sus
derechos sexuales y reproductivos. Estos derechos han sido vistos como parte de una ideología
“del norte”, en vez de una alternativa para la vida diaria de las mujeres. Vuola defiende el derecho
al aborto a través de ejemplos clave como el caso de una niña nicaragüense violada y ex
comulgada por interrumpir el embarazo (Vuola, 2006). La posición de la finlandesa es compartida
por algunas teólogas de la liberación, como Ivone Gebara, quienes, desde la posición de las
mujeres más pobres, las que mueren al pasar por abortos mal hechos o sufren violencia sexual,
defienden el derecho de cada mujer a decidir sobre su cuerpo; derecho que no debería ser
cuestionado por la iglesia a la que pertenecen. Sin embargo, muchas otras teólogas callan o
mantienen posturas parecidas a las de los primeros teólogos de la liberación. Ivone Gebara (2007)
revela la forma en la que su compromiso con los pobres la hace acercarse a las problemáticas de
las mujeres, por lo que comienza a leer la revista feminista Mulherio lo que ayudó a romper el
silencio en torno a temas que se consideraban delicados como el aborto y la sexualidad.
76
Francesca Gargallo hace una diferencia entre las historiadoras (mujeres) y las historiadoras feministas (Gargallo,
2005), nosotras nos referimos a las segundas.
104
Por otro lado, grupos de mujeres no teólogas que se declaran creyentes, como el grupo de
Católicas por el Derecho a Decidir, se han acercado a grupos de activistas feministas de forma más
abierta. El ejercicio de la sexualidad desde las distintas formas de devenir mujer ha sido
cuestionado, primero desde el punto de vista del placer, es decir, desde la capacidad de que la
sexualidad dote de placer y no se limite a un ejercicio con fines meramente reproductivos. Esta
línea ha servido para argumentar frente a autoridades eclesiales con el argumento del diseño divino:
la mujer tiene un clítoris porque así la creo Dios; los seres humanos sienten placer con el sexo sin
necesidad de procrear porque así los creo Dios (Mejía, 2003). A la par también han sido usados
argumentos como la sacralidad de lo erótico, es decir, que la sexualidad es una forma de acercarse a
Dios. Esta línea tiene detrás la influencia tanto de Bataille como de Guattari y el ejercicio espiritual
de religiones orientales. Más adelante, otras teólogas van a argumentar que los valores sexuales
construidos desde la iglesia responden a un modelo patriarcal de orden basado en “razonamientos
inexactos de la reproducción humana y en la ignorancia de la bioloǵa y la sexualidad femeninos”
(Mejía, 2003). Se trata, como ya vimos, de una construcción histórico cultural cuyas implicaciones
son padecidas hasta nuestros días.
La TFLL, ha tenido encuentros y desencuentros con los movimientos feministas, sobre todo
en cuanto a la defensa de los derechos sexuales y reproductivos, sin embargo, como hemos visto,
otros sectores que forman parte de la iglesia pujan porque estos temas sean tratados con apertura e
información certera acerca del funcionamiento del cuerpo humano y las desigualdades sociales. Los
primeros teólogos de la liberación, así como otros movimientos de izquierda en la América latina
del siglo XX, veían a las políticas reproductivas como formas imperialistas de control sobre la
población (Vuola, El derecho a la vida y el sujeto femenino, 2000). Algunas feministas llegaron a
coincidir con este punto, sin embargo, los argumentos fueron distintos, ya que para ellas el debate
se centra sobre la capacidad de las mujeres para decidir sobre sus cuerpos, la autonomía frente a las
instituciones y sus voceros varones que sostienen discusiones que no las toman en cuenta. Existen
cada vez más teólogas y teólogos disidentes sexuales que buscan ligar al género y a la sexualidad
con lo divino y la religación, aunque en eso ahondaremos en el siguiente capítulo. Hemos podido
apreciar que las relaciones entre teólogas feministas, teólogas feministas de la liberación, activistas
feministas y académicas son complejas y se construyen con diferentes intensidades en distintos
momentos políticos e históricos, a veces en contrapunteo y en otras en busca de confluencias que
urgen en la reflexión político religiosa. Las relaciones entre teólogas de liberación y activistas
feministas, así como de católicas laicas o cristinas no teólogas con activistas y académicas, han
conseguido que la brecha entre la idea de que las feministas no perciben la importancia de la
religiosidad en millones de mujeres en el mundo se acorte. En otras latitudes con mayor fuerza que
105
en América latina, el debate en torno al velo ha ayudado a re considerar las decisiones de muchas
mujeres en la forma en la que eligen vivir su religiosidad.
106
en segundo lugar, está la estrategia del texto y la traducción que implican el uso de una teoría crítica
retórica y no un análisis retórico convencional; en tercer lugar, está la interpretación a través de la
identificación imaginativa, que se realiza a través de representaciones teatrales, en donde se
analizan las emociones suscitadas a partir de éstas. Este método hermenéutico fue muy utilizado en
las CEBs y por los grupos de lectura popular de la Biblia desde el surgimiento de la teología de la
liberación. Para nuestra autora, la efectividad de este método reside en la capacidad de llevarlo a
cabo a través de una hermenéutica de la sospecha, es decir, el estar atentos a los relatos
androcéntricos y los sentimientos que despiertan en las mujeres; la cuarta estrategia es el rescate de
las mujeres como autoras e intérpretes de textos sacros a través de estudios históricos y la
reinterpretación histórica feminista que debería hacerse desde el reconocimiento retórico de los
textos y la necesidad de una reconstrucción socio cultural que ponga a las mujeres como
protagonistas de luchas e historias.
Por otra parte, Elsa Tamez hace énfasis en métodos exegéticos usados por la TFLL: la
comprensión de los contextos en los que se escribieron los textos sagrados; exégesis sociológicas
con teorías de género; uso del método histórico-crítico; combinación de liturgia y reflexión bíblica
en una tónica más pastoral; meditaciones y reflexiones políticas biblio-teológicas. Algunos métodos
mencionados por Tamez son parecidos a algunos de los usados por los primero liberacionistas,
aunque éstos, jamás llevaron a sus últimas consecuencias las conclusiones que podrían haber
extraído de las mismas, como la libertad de conciencia respecto al ejercicio de los derechos
sexuales y reproductivos y, en parte, porque no estaban interesados en hacerlo porque su búsqueda
de protesta y liberación era únicamente desde el punto de vista de los pobres como un sujeto sin
género o de género masculino, y en parte porque eso habría implicado el cuestionamiento de los
privilegios que ellos mismos gozan al interior de sus iglesias, aunque sea una posición disidente.
Los métodos analizados por Tamez son muy parecidos a las estrategias hermenéuticas que propone
Schüssler-Fiorenza, sin embargo, la mexicana hace un mayor énfasis en las interpretaciones
políticas que, aunque para la alemana también son importantes, sus reflexiones son más enfocadas a
la teología académica.
107
se han registrado diferencias y debates, incluso Ivone Gebara ha acusado a algunas mujeres teólogas
de hacer “teoloǵa feminista patriarcal,”77 lo mismo que Althaus-Reid ha acusado a muchas
teólogas latinoamericanas de mantener el orden a través del marianismo. Sin embargo, la
introducción de nuevas formas de interpretación de la historia de las iglesias cristianas y de
acercarse y cuestionar a los textos sagrados y las implicaciones que las interpretaciones anteriores
han tenido en la construcción de sus instituciones religiosas, han abierto un espacio para que, desde
otros puntos de vista, antes marginales, se construya lo religioso como acto performativo de
liberación a través de las representaciones que identifican a lo excluido como un sujeto parte de lo
divino, que ya no puede ser el único varón blanqueado.
77
en (Tamez & Aquino, Teología feminista latinoamericana, 1998),
108
toman en cuenta también las cuestiones emocionales y afectivas frente a los textos y frente a las
interpretaciones hechas de forma androcéntrica. Con la propuesta del cuerpo como lugar
hermenéutico, también se busca rescatar lo cotidiano como situaciones con importancia para
modificar las condiciones de vida.
Para Carmen Bernabé Ubieta, el cuerpo debe considerarse como territorio de salvación, ya
que se trata de “un territorio de luchas desiguales de poder, de afirmación del dominio patriarcal”
(Bernabé Ubieta, 2012). Lo que se busca al incorporar al cuerpo como lugar de interpretación es
mostrar que la religiosidad, en este caso el cristianismo, tiene resonancia desde realidades
concretas. La fe, sus discursos y prácticas construyen subjetividades y forman cuerpos, esto es
mucho más claro con las religiosidades populares, en los altares humanos que se tatúan los santos
de su devoción o en las fiestas de semana santa en donde ayunantes y penitentes usan sus cuerpos
para acercarse a lo divino. Ubieta nos recuerda que estos cuerpos conforman grupos sociales,
cuerpos individuales y sociales. Así, el cuerpo es construido como parte de la identidad, es decir, lo
subjetivo y lo carnal de un(a) sujetx. Se trata de un elemento constitutivo de identidad más que un
mero reflejo de la subjetividad, es el elemento que se encuentra en tensión entre los elementos
psíquicos, emocionales y el medio ambiente, las organizaciones en las que se mueve.
109
De esta forma, desde la experiencia de las mujeres, a través de las diferentes estrategias
hermenéuticas que hacen uso de la cotidianidad y los cuerpos, la TFLL ha construido sus métodos
para enlazar la práctica teo política con las comunidades religiosas de las que participan y el cuerpo
teórico feminista, teológico y político de su quehacer reflexivo. Cabe decir que, ante la teología
tradicional, e incluso entre teólogos de la liberación, las teologías feministas han sido
desacreditadas por el uso de estos métodos que cuestionan temas que, para muchos teólogos son
intocables, como la legitimidad de los textos patriarcales, los derechos reproductivos y las
disidencias sexuales.
En el apartado anterior hemos observado algunos de los devenires de las situaciones atravesadas
por las teólogas feministas de liberación latinoamericanas que, por supuesto, tienen influencia
directa en los temas que van a ser desarrollados por ellas. Su trabajo es considerado contextualista
en tanto una gran parte de los temas tienen como base el trabajo de pastoral o de asistencia y
organización social que realizan. El ver/actuar/juzgar del quehacer de las mujeres pobres es
determinante para interpretar tanto los textos sacros como las diversas formas de desarrollo
teológico tradicional.
Para conocer el panorama del quehacer teológico feminista es necesario hacer una revisión
más extensa de los temas que han abordado, desde los puntos de interpretación hermenéutica tanto
desde el punto de vista occidental como en el feminista de liberación latinoamericana. Esto
también nos mostrará los diferentes flujos de influencia y reflexión antes de entrar de lleno a las
construcciones de sujetes liberades/liberadores de las teologías políticas latinoamericanas de
segundas y terceras generaciones. Comenzaremos por decir que los antecedentes de las teologías
feministas, aunque con antecedentes de larga data mencionados anteriormente (místicas, monjas,
profetisas, abadesas, apóstoles), tienen como base próxima a la Women´s Bible de Elizabeth Cady
110
Stanton en la que se realiza una lectura feminista de la Biblia, en la que se enfatiza que la Biblia
tiene un origen humano y éste ha afectado la forma en la que se trata a las mujeres. La mayor parte
de las mujeres que participaron en este proyecto eran de credos protestantes. Para Consuelo Vélez,
después del antecedente de La Biblia de mujeres se debe rescatar la experiencia de los años
cincuenta del siglo XX, en el que destaca la obra La mujer eterna de Gertrude Vol Le Fort y la
respuesta de Edith Stein (Vélez, 2001) con la que comienzan los debates acerca de la teología de
las mujeres, posteriormente feminista de los años sesenta. Las teologías feministas más avanzadas
surgen en el primer mundo desde las religiones protestantes, mientras en América latina, al surgir
de contextos pastorales populares surgen, en gran número, del catolicismo. Los trabajos de las
teólogas feministas tienen varios puntos de abordaje, en este capítulo analizaremos varias de ellas.
111
La revisión de Dickey Young nos da una idea de las diferentes posturas en el quehacer
teológico de quienes se han autodenominado feministas. Elsa Tamez dirá unos años adelante que
este apelativo no es suficiente, ya que el hacer teología desde la postura "mujer" no te hace menos
patriarcal. Retomamos a Schüssler-Fiorenza "El significado de ser una mujer cristiana no se define
por la naturaleza esencialmente femenina o por la relación bíblica atemporal, sino que brota de las
estructuras sociales concretas y de los mecanismos religiosos-culturales de la opresión de las
mujeres, así como de nuestras luchas por la liberación, la identidad y la trascendencia" (Schüssler-
Fiorenza, 1996). El criterio de esta autora para leer y usar la doctrina es si sirve para la liberación
de las mujeres y únicamente debe ser considerado doctrinario aquel texto que no contribuya a la
opresión femenina, de manera tal que "la Biblia deje de ser una herramienta de opresión de las
mujeres" (Schüssler-Fiorenza, 1996).
78
Esto aplica para todas las formas en las que se han desarrollado las teologías feministas latinoamericanas:
ecofeministas, afrodescendientes, indias. Lo mismo podemos decir de los movimientos feministas latinoamericanos:
feministas negras, de diáspora, chicanas, del tercer mundo, lesbianas, racializadas al feminismo blanco occidental de
clase media o alta.
112
El movimiento de búsqueda y confluencia entre teólogas feministas, de liberación
latinoamericana y de otras latitudes, nos permiten observar que existe un movimiento serio para
criticar el trabajo teológico tradicional y las estructuras que se sostienen con él desde posiciones
que, en algunas ocasiones son encontradas y que, sin embargo, comparten la idea de terminar con
las estructuras patriarcales en torno a lo divino. Para hacer un contrapunteo con Dickey Young,
usaremos el trabajo de la teóloga latinoamericana Elsa Tamez quien en distintos lugares79 ha
desarrollado una breve historia de los encuentros y desencuentros entre las teólogas
latinoamericanas en donde podemos observar, gracias a la sistematización de la autora, que los
temas, las metodologías y la relación con otros movimientos sociales, así como la relación con los
teólogos de la liberación, no han sido en ningún momento homogéneos, aunque si ha llevado un
recorrido distinto al de la teología feminista occidental, menos académico en un inicio y que se ha
apropiado y desarrollado herramientas teóricas para interpretar sus realidades desde un punto de
vista teo-político feminista.
El corte que realiza Tamez al analizar a la TFLL es por décadas, comienza en los setenta
del siglo XX, momento en el que la teología feminista de liberación se encuentra supeditada a la
teología de la liberación que se enfoca en la liberación del pobre, sujeto pauperizado en general.
Durante esa década comienza la preocupación por la situación de la mujer pobre, aunque no se
utiliza el término feminista para la teología preocupada por las mujeres en las comunidades
eclesiales de base, las reinterpretaciones de los roles de las mujeres bíblicas y el impacto entre las
mujeres pobres y perseguidas de la región. Esta teología de mujeres por la liberación, por llamarla
de algún modo, no se autodenominaban feminista por los prejuicios contra el feminismo desde el
que fueron formadas en las diferentes ramas del cristianismo al que pertenecían (Vuola, 2000)
(Tamez, 2012) (Vélez, 2001); las feministas, por su parte no buscaban acercamiento por tratarse
de temas religiosos. Aunque debemos recordar que, en muchas ocasiones, estas barreras se
rompían en la práctica, como vimos en el caso de las mujeres que participaban de Acción Católica.
En tiempos políticos muy álgidos era menester construir puentes de diálogo, a pesar de, por
ejemplo, la marginalidad de ambos frentes cuyas premisas eran menos valoradas que las premisas
desarrolladas por hombres, quienes eran los principales interlocutores en los debates de diversos
temas políticos, sociales y teológicos.
79
Ver Tamez, Elsa y Aquino, Ma. Pilar, Teología feminista latinoamericana, Quito, Ediciones Abya-Yala, (1998) y
Tamez, Elsa, “Hermeneutica feminista latinoamericana. Una mirada retrospectiva” en Marcos, Sylvia, Enciclopedia
iberoamericana de religiones. Religión y género, España, Trotta, 2012.
113
Entre teólogas de la liberación y los movimientos feministas se enfrentaban a problemas
comunes como la violencia doméstica y la violencia sexual, así como las condiciones de pobreza
en las que estos problemas se agudizaban. Es de llamar la atención que ambos prejuicios, el de la
religión opresora heteropatriarcal por un lado y el de suponer a las feministas como contrarias a
cualquier desarrollo religioso o teológico, por otro, aparecen como resultado del orden jerárquico
masculinista reproducido por mujeres organizadas y ocupadas por otras mujeres, aunque sus
puntos de convergencia fuesen mayores. Se trata de una época de surgimiento de muchos
movimientos políticos y sociales en los que muchas mujeres que militaban en las diferentes
iglesias cristianas tenían actividad política desde sus credos (Vélez, 2001). Junto a los temas
desarrollados por los teólogos de la liberación de aquellos años: el éxodo y la cristología, las
teólogas de la liberación comenzaron a resaltar el papel de las mujeres líderes, por un lado, y a las
pobres y solidarias por otro, en los escritos bíblicos. Se trataba de una búsqueda de presencia, de
una reafirmación de su importancia en los textos sagrados para ellas y que llevaban no sólo al
terreno teológico sino a las lecturas populares que hacían de la Biblia en los barrios y
comunidades de los diversos países, en los que, históricamente, las mujeres han tenido mucha
participación.
…se trabajan imágenes femeninas de Dios. Dios como madre y padre... En síntesis, se busca femineizar la
teología y a Dios Trino reivindicando roles que la sociedad ha prescrito para mujeres y que a la vez ha
menospreciado. Aquí se insiste en que se necesitaba no sólo una práctica por la justicia sino la ternura para
consolar a los torturados, a las madres de los desaparecidos, y consolar con amor solidario a las mujeres
114
sufrientes. Así, hombres y mujeres deberían curar juntos y con cariño las venas abiertas de todos los heridos y
perseguidos del continente. (Tamez & Aquino, Teología feminista latinoamericana, 1998, pág. 90)80
La teóloga brasileña Consuelo Vélez coincide con la exposición de estas temáticas, aunque añade a
éstos, la confrontación a textos patriarcales, es decir, las teólogas latinoamericanas de liberación
comenzaron a cuestionar la autoridad de muchos pasajes del libro sagrado. En esta década se busca
visibilizar a Dios como una conjugación de padre-madre, se busca también, hablar de la parte
femenina de Dios al igualarla al Espíritu Santo. Este movimiento teológico no puede más que
recordarnos el trabajo de las mujeres místicas, reconocidas o perseguidas, quienes a través de esta
figura buscaban erigirse como interlocutoras directas con la divinidad, incluso ser parte de ella. No
es extraño, entonces, que las teólogas sigan este camino, ya que lo que buscan es liberarse de un
Dios androcéntrico impuesto, de pensarse como parte de la divinidad, de reflexionar su fe desde una
postura distinta a la que les fue construida históricamente. Es en esta década cuando también
comienza a cambiar el lenguaje utilizado por las teólogas, se habla de ellas y ellos y algunas
comienzan a llamarse feministas, aunque el término aún se toma con recelo (Vélez, 2001).
Entre la década de los noventa y ochenta el contexto político internacional, la caída del muro
de Berlín, el debilitamiento de las Comunidades Eclesiales de Base, la crisis eclesial del
protestantismo y el acecho contra los movimientos disidentes ocasiona que se cuestione el quehacer
de la teología de la liberación, que enfrenta posiciones, aunque entre las teólogas es posible que el
principal punto de confluencia sean los cuestionamientos acerca de las estructuras ministeriales
cerradas a las mujeres o las necesidades de atención a la vida pauperizada y violentada de la
mayoría de mujeres latinoamericanas, sin embargo, el acercamiento entre el movimiento feminista
latinoamericano y las teólogas de la liberación aún fue tardío debido a las construcciones de
prejuicios que desacreditan a la convivencia y organización de mujeres.
En la década de los noventa, el neoliberalismo parecía emerger con toda su fuerza, sin
embargo, fue en este decenio cuando los encuentros entre teólogas feministas de liberación y
movimientos feministas de la región comienzan a darse, tanto en el terreno dialógico como en la
construcción de actividades conjuntas e intercambio de saberes, se utilizan “sin reserva, pero de
80
Dicha postura será criticada más adelante por otras feministas y por la teóloga queer Althaus-Reid ya que para ella es
trascendente abandonar las posturas sufrientes y las cualidades de ternura atribuidas a lo femenino sólo contribuyen a
mantener a las mujeres en una posición subalterna en lo religioso y teológico. Sin embargo, la mayor parte de teólogas
mantienen posturas semejantes no sólo en la década de los ochenta, sino hasta nuestros días. Al igual que en el debate
que revisamos arriba, entre teólogas occidentales, las posturas de las teólogas latinoamericanas se mueven desde
posturas conservadoras hasta posturas radicales de ruptura con todo orden religioso institucional
115
forma razonada” (Tamez & Aquino, 1998) las categorías de las teorías feministas. Esta década
también es en la que los intercambios con lo que se denominó en esos tiempos los “nuevos
movimientos sociales” fue más intensa, aunque huelga decir que los territorios y luchas de dichos
nuevos movimientos habían sido terreno de trabajo de varias teólogas de la liberación, “los sujetos
emergentes exigen a la teología de la liberación que la ‘opción por el pobre’ pase a ser ‘la opción
por el otro (empobrecido).” (Tamez & Aquino, 1998, pág. 95). La TFLL comenzó a usar conceptos
feministas para acercarse a los textos sagrados, incluso a usarlo para construir una nueva teología,
como reclamó Ivonne Gebara (Vélez, 2001), la sexualidad, el cuerpo, el género, las comunidades de
pertenencia: los pueblos indígenas y afrodescendientes, surgen como temas de las teologías trans
liberacionistas. Con los nuevos temas y ya entradas en una perspectiva feminista mucho más
estructurada y compleja, la TFLL comienza a alejarse de las posiciones de sacrificio que se les han
imputado a las mujeres durante siglos.
Hacia inicios de este siglo, el cruce con los movimientos de migrantes, de mujeres, de
prostitutas, de homosexuales, de indígenas y comuneras, han hecho que la teología tome rumbos
antes jamás pensados por los teólogos tradicionales como el ecofeminismo teológico o la teología
queer. La diversidad de lugares hermeneúticos para el quehacer teológico de liberación en
Latinoamérica ha traído consigo no sólo el pensar desde sujetos a liberar/liberados mucho más
complejos que el pobre de la primera teología de liberación. También, se han comenzado a usar
métodos teológicos que, aunque tienen como base el ver/pensar/actuar, han buscado sostener
diálogos intermetodológicos, principalmente entre el método histórico crítico, la interseccionalidad,
el método de la espiral (los ciclos no se terminan, abren otros) y el de la suspicción o sospecha
patriarcal. Como veremos en el tercer capítulo, también es en este siglo cuando se cuestiona
severamente la idea de un Dios anclado a un género, o a dos.
Como hemos visto, las diferencias entre las formas en las que se plantean los diversos
desarrollos de las teologías feministas difieren con el punto de enunciación del que surgen, mientras
para la teología feminista de liberación occidental las etapas son dos y tienen que ver más con la
revisión de mujeres icónicas en textos sagrados o revisiones históricas, para las teólogas feministas
latinoamericanas son 4 etapas de desarrollo, que se han desenvuelto en torno a un cuestionamiento
mayor de la construcción del(a) sujetx liberadx/liberador(a). Su cercanía con movimientos
populares les ha ayudado a, además de hacer las revisiones que han realizado las teólogas
feministas del primer mundo acerca de las resignificaciones, a deconstruir a las sujetas que buscan
liberación y las herramientas que tienen para hacerlo desde el ejercicio de su fe. Asimismo, las
teólogas latinoamericanas han hecho uso de las investigaciones acerca del papel de las mujeres en el
116
cristianismo primitivo y las traducciones críticas hechas por las teólogas de primer mundo. En el
siguiente apartado analizaremos los lugares hermenéuticos desde los que se ha buscado asegurar las
intenciones de los devenires teológicos de las teólogas feministas de liberación.
En este apartado analizaremos las formas en las que se construyeron las representaciones de la
negritud a partir de visiones coloniales que, a su vez, se arrastraron en las construcciones de
colonialidad interna dentro del continente. Estas representaciones están íntimamente ligadas a los
discursos teológicos que sirvieron como justificaciones de un modelo esclavista de explotación. Sin
embargo, también nos interesa mostrar que la espiritualidad subalternizada fue una fuente de
resistencia ante los embates coloniales. En este desarrollo, por supuesto, pondremos énfasis en
cómo se construyeron las representaciones y resistencias de las mujeres negras.
En la escena caníbal, el cuerpo devorador y el devorado, así como la devoración misma, proveen modelos de
constitución y disolución de identidades. El caníbal desestabiliza constantemente la antítesis adentro/afuera; el caníbal
es –parafraseando a Mijail Bajtin– el “cuerpo eternamente incompleto, eternamente creado y creador” que se
encuentra con el mundo en el acto de comer y “se evade de sus límites” tragando. El caníbal no respeta las marcas que
estabilizan la diferencia; por el contrario, fluye sobre ellas en el acto de comer. Acaso esta liminalidad que se evade
que traspasa, incorpora e indetermina la oposición interior/exterior suscita la frondosa polisemia y el nomadismo
semántico del canibalismo; su propensión metafórica.
Carlos A. Jáuregui
Las comunidades afrodescendientes en América latina presentan, junto a la población indígena, los
índices más bajos de educación, muchas de sus comunidades reportan índices de pobreza extremos
y la capacidad de incidencia en las instituciones desde las que se toma decisiones en torno a ellas, es
decir, su capacidad de incidencia política es muy escasa. Estos pueblos han sido sometidos a
órdenes estatales racistas surgidos de los periodos coloniales esclavistas en los llamados países de
Tercer mundo, lo que ha implicado la institución de una jerarquización social a partir del tono de
piel. A la par, estos pueblos han desarrollado diversas estrategias para sobrevivir colectivamente y
resistir ante los embates de las condiciones que se les ha impuesto durante siglos. Según las
Organización de Naciones Unidas, hay 150 millones de habitantes afrodescendientes en América
latina; es decir, 5 veces más que población indígena, cuyas condiciones de vida se encuentran en
franca desigualdad frente a la población blanca de los países que habitan (Morrison, 2016).
117
Desde el punto de vista histórico-filosófico, diversos estudios muestran cómo a través de los
procesos de colonización y esclavitud se ha conformado a lo largo de la historia moderna la imagen
del negro, un sujeto cuya construcción aseguró los sitios de privilegio de quienes se erigieron con el
derecho sobre ellos, es decir, la población blanca de Europa occidental de países dedicados a la trata
de esclavos.81 La población negra fue construida para encarnar el “mal” en contraposición al “bien”
encarnado en los colonizadores europeos, para ser los cuerpos sobre los que la sospecha de la
animalidad, de lo diabólico, de lo perverso justificara su sometimiento. Si frente a las poblaciones
nativas americanas el debate se dio en torno a si contaban con alma o no, a la población negra esa
posibilidad les fue negada, sobre estas poblaciones, la bestialización fue una constante. Aunque
indios y negros compartieron condiciones de sometimiento, los segundos no tuvieron a ningún De
las Casas que apelara por su humanidad, incluso éste considera a los esclavos africanos por debajo
de los indígenas americanos.82 Alrededor del cuerpo del esclavo, se usaron argumentos simbólicos
en torno al tono oscuro de la piel, el negro fue más cercano al mal, el racismo se instituyó como una
forma en la que la modernidad operó sobre grandes masas para su sometimiento.
Valentina Bulo y Alejandro de Oto nos recuerdan que, “La piel construye a uno y a otro en
la distribución de la mirada, la forma de la voz y el tocar.” (Bulo & de Oto, 2015, pág. 10) Esto nos
remite a un esquema de organización espacial, a una ontología corporal que separa al mundo, al ser,
por el color de la piel. Así, a partir del proceso de esclavitud, la piel, sus diferencias de tonos,
construyeron lugares, localizaciones para naturalizar los tránsitos de poblaciones. Por esto, Aníbal
Quijano asegura que la colonialidad fue lo que instauró las formas raciales específicas que
jerarquizaron el orden moderno colonial al construir nuevas identidades según el tono de la piel en
un plano de poder determinado, lo que instituye también un nuevo sistema mundial de dominación
que, desde el despojo de la vida, de los salarios y de la tierra, construirá una naturalización entre
aquellos que pueden poseer por su superioridad “natural”, los europeos, frente a quienes no
merecen retribución alguna por su trabajo, es decir, las y los indios, las y los negros (Quijano,
81
Hemos hablado ya del trabajo de Silvia Federici aunque debemos agregar otros como el de Jiménez González Raza y
Derecho en el Atlántico colonial ibérico, el Calibán en cuestión de David Gómez Arredondo, Canibalia de Carlos A.
Jáuregui o Crítica a la razón negra de Achille Mbembe.
82
Armando Lampe (1995) dice que el jesuita Alonso de Sandoval se ocupó de evangelizar a la población esclava en
Cartagena de Indias, denunció el maltrato al que eran sometidos y, sin embargo, pensaba que los esclavos negros eran
inferiores, mientras en el Caribe francés, Du Tertre se preocupará por las condiciones en las que vivían los esclavos y
defendía que existía una igualdad espiritual entre éstos y sus amos, sin embargo, también creía que era necesario extraer
todo el beneficio posible de las y los negros mientas los misioneros, como él, estaban ahí para su consuelo y
evangelización (Hurbon, 1995). Los misioneros estaban preocupados por la conversión y la vida espiritual de los
esclavos, sin embargo, no cuestionaban el proceso de esclavitud, Existen otros ejemplos como el sacerdote Labat o el
abad Raynald quienes se contrapusieron a la situación de vida de los esclavos, aunque ninguno lo hizo con la
determinación que tuvo De las Casas en la defensa de los pueblos indios.
118
2000). Esto respondería al patrón del sistema mundo capitalista de control sobre el trabajo, lo que
consiguió que: “Las nuevas identidades históricas producidas sobre la base de la idea de raza,
fueron asociadas a la idea de naturaleza de los roles y la nueva estructura social del control trabajo.
Así, ambos elementos, raza y división del trabajo quedaron estructuralmente asociados y
reforzándose mutuamente” (Quijano, 2000, pág. 204). Y en este orden, incluso una parte de la élite
india pudo mantener algún privilegio, mientras el conjunto completo de la población construida
como negra -los europeos y africanos tenían relaciones desde muchos siglos antes del conocimiento
de América- fue sometida a la total esclavitud.
En esta supuesta lucha, los argumentos teológicos usaron, desde la Europa cristiana, la idea
de que población negra era la descendencia de la figura bíblica de Cam, hijo de Noé, maldito por él
al cometer incesto, por lo que los cristianos, portadores del bien, podían disponer de poblaciones
enteras. Hurbon señala que la esclavitud era una institución que no resultaba extraña para el mundo
europeo antes del arribo a tierras americanas, ya que las razones para aceptarlas eran el cautiverio
119
“justo” como vencidos en una guerra o una forma de convertir a los pueblos infieles. Este ́ltimo
argumento era útil de igual forma para las cruzadas que para la caza de brujas y todo el proceso de
inquisición, así como para la invasión de territorio americano y caribeño y la trata de esclavos.
Cabe decir que, en cada uno de los procesos nombrados, los intereses económicos también estaban
presentes.
El cuerpo negro fue significante del mal, las ceremonias yorubas o vudú fueron perseguidas
y realizadas de forma clandestina. La figura de los esclavos afrodescendientes se fue construyendo
como la parte negativa de la humanidad para tener referentes simbólicos que justificaran su despojo
y explotación. Nicolás V y Luis XIII enarbolaron como justificación de la trata de esclavos el
“llevarlos a la verdadera religión y librarlos de la idolatŕa…” (Hurbon, 1995, pág. 505) Esto no
debe obnubilar que, para cubrir con estas disposiciones lusitanos y españoles, bautizaban a los
esclavos antes de embarcarlos a sus destinos, mientras se comprometían a llevarlos al catecismo y a
misa. Mientras la esclavitud venida de los ingleses se deba en diversas formas, ya que en El Caribe
afroantillano no se puso el mismo empeño en el evangelio de esclavos que en las Trece Colonias.
Esto, en muchas ocasiones se trataba de un trámite para cubrir con las disposiciones que tenía que
cumplir ante sus reyes, mientras las vidas de las y los esclavos eran usadas para construir riquezas y
privilegios a un sector que usaba, por un lado, el argumento de la conversión para secuestrarlos y
llevarlos en contra de su voluntad y, por otro, construía desde su tono de piel un proceso de
demonización y exclusión.
La utilidad del discurso teológico y la postura de las iglesias católicas, anglicanas y de otras
ramas cristianas fue muy útil para la expansión del esclavismo. Mientras los argumentos para el
secuestro de africanos iban hacia la idea de la conversión, una vez arribados a las tierras americanas
esta idea funcionaba de distinta forma para justificar la explotación esclava: las y los africanos, a
pesar de haber sido bautizados y conminados a la conversión, mantenían prácticas que, para los
esclavistas, los convertían en no-humanos, en bestias de trabajo, en humanidades del mal. La
aparente contradicción entre la intención de detener para la conversión y la condición de no-
humano que se les otorga en las condiciones de trabajo cautivo son dos formas de uso del discurso
evangelizador para sostener las condiciones a las que se somete a las poblaciones africanas y que
genera ganancias dirigidas a la acumulación y privilegio. Al persistir en sus prácticas religiosas, los
esclavos encontraban una forma de evadir la situación de esclavitud, mientras los amos se
inventaban razones basadas en la herejía para mantenerlos subyugados.
120
Así, se conformó la imagen del caníbal, terrible figura que se construyó, sobre todo, desde
las lejanas metrópolis, en donde mezclaban los rumores acerca de la población en el “nuevo”
continente y las formas en las que actuaban los esclavos (Jáuregui, 2008).83 A la imagen del caníbal,
siguió la figura de Calibán, caracterizado por Shakespeare como el esclavo que aprende la lengua
del amo para insultarlo y del cual Fernández Retamar desarrollará más tarde una reapropiación.84
Los seres humanos que fueron construidos como objetos de explotación y trabajo abrieron la época
de lo que Achille Mbembe denomina el devenir negro. “El “devenir negro del mundo” es ese
momento en que la distinción entre el ser humano, la cosa y la mercancía tiende a desaparecer y
borrarse, sin que nadie –negros, blancos, mujeres, hombres- pueda escapar a ello.” (Mbembe, 2016)
Ese devenir negro, como forma de organizar al mundo entero por los tonos de la piel son estrategias
que han servido para mantener el modelo económico capitalista. A través de ellas, se ha mantenido
a buena parte de la humanidad en posiciones subalternas, de trabajadores asalariados a partir de la
plusvalía excesiva de las formas de esclavitud modernas, que no han sido erradicadas del todo.85
83
Para Federici, estos rumores son muy parecidos a los que se formaron alrededor de las brujas.
84
Como apunta Federici, la reapropiación decolonial no se hará de la misma forma con la imagen de la bruja, la madre
de Calibán, Sycorax.
85
El flujo de información acerca de las nuevas esclavitudes de seres humanos no se detiene, por ejemplo, el caso de los
bolivianos migrantes en la industria textil argentina, véase Benencia (Benencia, 2008).
121
los “salvajes” devoraban humanos en honor a sus dioses que no podían sino ser los contrincantes de
la divinidad occidental.
Esta fragmentación del Caribe en diversas colonias se manifiesta también en el pluralismo religioso. Los
anglicanos, los metodistas, los presbiterianos, los bautistas, fueron especialmente activos en el Caribe inglés.
La Iglesia Reformada fue activa en el Caribe holandés. Los moravos actuaron desde temprano en el Caribe
holandés y en el inglés. La Iglesia Católica, por su parte, no limitó su actividad a las colonias francesas y a las
españolas. Hasta hoy en Santa Lucía y Dominicana, excolonias inglesas, la mayoría de la población es católica,
como también es el caso de las antillas holandesas. Con la llegada masiva de mano de obra asiática a finales
del siglo XIX, el pluralismo religioso fue aún más acentuado. En Trinidad, Guyana y Surinam el hinduismo y el
islamismo, junto con el cristianismo, son las religiones más importantes. Asimismo, la religión judía estuvo
presente en el Caribe desde el siglo XVII; la primera sinagoga de las Américas fue establecida en Curazao. Y
no debemos olvidar la presencia de creencias africanas en todo el Caribe. (Lampe, 1995, pág. 312)
86
Datos obtenidos de “La población afrodescendiente en América Latina y los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Un examen exploratorio en países seleccionados utilizando información censal.” De Marta Rangel (Rangel, 2005)
87
Datos obtenidos de “La población afrodescendiente en Colombia” de Fernando Urrea (Urrea, 2005). La población
negra en Colombia se denomina de estas tres formas: palenquero, afrodescendiente o raízales
122
De la misma forma, en Brasil la complejidad del territorio y las poblaciones que lo
componían al momento de intentar evangelizar el territorio, así como los desarrollos posteriores nos
muestran un panorama abigarrado, en el que no es posible hablar de un cristianismo único, ya que
además de los 1400 pueblos originarios, se llevaron a Brasil más de 3 millones de esclavos
africanos sin contar el contrabando (Hoornaert, 1995). En este contexto, se desarrollaron
comunidades llamadas aldeamento en los ingenios azucareros o territorios indígenas dirigidas por
un misionero encargado no sólo de convertir en cristianos a poblaciones afro e indias, sino de
mostrarles lo que podían hacer para ser parte de la civilización como era entendida por los
esclavistas y misioneros.88Entre la población esclava o semi esclava indígena y afro, los misioneros
encontraron a poblaciones profundamente religiosas a quienes era necesario arrancar de forma
violenta esas creencias. Para Hoornaet, la diferencia en la evangelización entre la población africana
y la originaria brasileña fue que el primero “era cristianizado no por catequesis, sino por la
‘inmersión cultural’ en el mundo devocionario del ingenio” (Hoornaert, 1995, pág. 301), se trataba
además de un proceso de evangelización devocional, en la que las ritualidades jugaban un papel
importante. Es probable que a través de este método haya sido posible una especie de equivalencia
entre las creencias originarias y el cristianismo impuesto en los ingenios.
A lo descrito aquí habrá que agregar que durante el siglo xx arribó al continente una oleada
de pentecostalismo que Lampe (1995) relaciona con la ocupación estadunidense en el Caribe y
Centroamérica en una ola neocolonial, esto también pudo haber sido una forma de contrarrestar
88
Para Hoornaet, el aldeamiento, “En realidad se trataba de campos se concentración de indios presos manu militari,
provenientes de pueblos diversos que de manera preferencial tuviesen dificultad de comunicarse entre sí, y que pasaban
por un proceso de descaracterización de su cultura, de su lengua, y de sus costumbres, y de aprendizaje sumaria de una
nueva religión, lengua y moral.” (Hoornaert, 1995, pág. 297)
89
El cuestionamiento fue tan fuerte que se llegó a una “huelga de confesionarios” durante la primera parte del siglo XVI
en la que no se daba confesión ni absolución a quienes poseyeran esclavos (Hoornaert, 1995).
123
peso a la influencia de la teología de la liberación y sus Comunidades Eclesiales de Base. En el
mismo periodo, es posible observar entre las poblaciones negras el surgimiento de un
panafricanismo que tiene como ejemplo relevante a la cultura religiosa rastafari. En cada uno de los
Estados constituidos en América latina y El Caribe se han presentado sus propias particularidades,
en el caso de las poblaciones afro encontramos que las religiones africanas han sobrevivido de
forma sincrética: vudú haitiano, santería cubana, shangó en Trinidad, gagá en República
Dominicana, obehaísmo en Jamaica, brúa en Curazao y winti en Surinam, así como el candomblé
en Brasil y los yorubas en Colombia. A estas creencias habrá que agregar a la población musulmana
e hindú en El Caribe, así como a la población judía a lo largo de la región, además de que las ramas
cristianas protestantes se han diversificado hasta el punto en que algunas como los Testigos de
Jehová, son vistos como sectas, más que como religiones.
Las religiosidades afro no fueron exterminadas ya que, como menciona Mezilas (2010), la
temporalidad religiosa y la memoria de las prácticas ancestrales ayudaron a las y los esclavos a
mantenerse en una especie de impasse en el que pudieron esperar el tiempo sagrado de liberación.
Para él, el componente religioso fue primordial para la resistencia de las y los esclavos quienes
jugaban dentro de dos temporalidades: la del ingenio o plantación, la del amo y el trabajo, por un
lado y la de lo sagrado, el de la resistencia y preparación de la liberación. Angela Davis (2012)
afirma que, a través de los cantos en las plantaciones, la población esclava encontraba una forma de
esperanza, en el que se tej́a resistencia ya que la ḿsica esclava, “Se interpretaba colectivamente y
daba expresión a los anhelos de libertad de la comunidad.” (Davis, 2012, pág. 138) Las prácticas
culturales religiosas eran parte de la resistencia que se tenía en espera de un mañana en libertad, era
una forma de sostener aquello que el amo no comprendía, que no alcanzaba a penetrar porque se
trataba de un lenguaje que sólo refería a la población afro, a su memoria y a su sentir. Se tomaban
elementos de la evangelización para construir cantos espirituales, formas de expresión que
anudaban fe y esperanza de liberación. Para el caso de los esclavos en el norte del continente, Davis
nos dice:
Durante la esclavitud, el universo sagrado lo abarcaba prácticamente todo. Los cantos espirituales ayudaban a
construir comunidad entre los esclavos e infundían a esta comunidad imaginada la esperanza en una vida mejor.
Se volvían a relatar las historias del Antiguo Testamento sobre la lucha del pueblo hebreo contra la opresión del
Faraón y, de ese modo, se establecía una narrativa común con el pueblo africano esclavizado en Norteamérica,
que trascendía el sistema esclavista y animaba a su abolición. Bajo las condiciones de esclavitud de EEUU, lo
sagrado (y especialmente la música religiosa) era un medio importante de preservar la memoria cultural africana.
A pesar de la afirmación de Karl Marx de que la religión es el «opio del pueblo», los cantos espirituales
atestiguan que la conciencia religiosa puede, por sí misma, desempeñar un papel transformador. Como Sojourner
Truth y otros abolicionistas demostraron (tales como los líderes insurreccionalistas Nat Turner, Denmark Vesey
y la líder del Underground Railroad, Harriet Tubman) la religión era mucho más que el «sol ilusorio» de Marx.
124
Los cantos espirituales contenían y daban expresión a un potente anhelo de libertad. De hecho, la religión era,
como también decía Marx, «el espíritu de una época privada de espíritu». (Davis, 2012, pág. 141)
De esta forma, podemos observar cómo el cristianismo fue un ingrediente que se mezcló con
las formas culturales y rituales de los esclavos. Ante los procesos poco homogéneos de conversión
entre la población esclava en los diferentes puntos del territorio los elementos en los que se
configuraron los procesos sincréticos fue distinto, aunque es posible decir que, gracias a estos
procesos se conservaron más elementos de las religiones africanas que de las religiones indígenas
que fueron exterminadas y, aunque en ambos casos sus religiosidades pasaron a la clandestinidad y
encontraron algunas formas de ocultamiento, las religiones afro persistieron con mayor fuerza.
Los estudios poscoloniales y descoloniales han reavivado el interés por desmontar los
dispositivos de control sobre las poblaciones negras del continente, aunque esto no ha conseguido
aún alcanzar mejoras en las condiciones de vida de las poblaciones, ya que es posible constatar el
desplazamiento de las poblaciones negras de sus territorios como en Colombia, el rechazo a
migrantes haitianos en República Dominicana. En Estados Unidos y Europa los ataques raciales
pueden ser seguidos cotidianamente en cualquier portal de noticias internacionales, mientras las
guerras interétnicas en África y los genocidios acaecidos, mantienen a millones en diáspora.
Mbembe nos dice:
Es interesante ver cómo en muchos lugares, tanto en las luchas de la población negra en Sudáfrica como en
EEUU, los nuevos imaginarios de lucha buscan principalmente la rehabilitación del cuerpo. En EEUU, el cuerpo
negro está en el centro de los ataques del poder, desde lo simbólico -su deshonra, su animalidad- hasta la
normalización del asesinato. El cuerpo negro es un cuerpo de bestia, no un cuerpo de ser humano. Allí la policía
mata negros casi todas las semanas, sin que existan apenas estadísticas que den cuenta de esto. La generalización
del asesinato está inscrita en las prácticas policiales. La administración de la pena de muerte se ha desligado del
ámbito del Derecho para volverse una práctica puramente policial. Esos cuerpos negros son cuerpos sin
jurisprudencia, algo más próximo a objetos que el poder tiene que gestionar. (Mbembe, 2016)
Ante estas embestidas de violencia contra las poblaciones de ascendencia afro, es posible
conjeturar que, como dice Mbembe, el cuerpo negro se mantiene bajo estándares construidos en
instancias coloniales. Aunque los dispositivos de control/dominio, propios de la esclavitud hayan
sido modificados después de la abolición de la esclavitud, las estructuras de jerarquización basadas
en el tono de piel aún los mantienen entre la población con menor ingreso, sobre los que se yerguen
discriminación y violencia y, como sucedió desde el liberalismo colonial, en el modo de
organización política moderna, las poblaciones indígenas y afro sino ignorados, tienen muy poca
incidencia en las decisiones dentro de los Estados nacionales en los que habitan, incluso tienen poca
participación en la toma de decisiones respecto a las tierras que habitan y sus recursos naturales.
125
Las situaciones de desigualdad y violencia suelen agravarse en condiciones específicas al
devenir mujer ya que, como señala Angela Davis (2005), la situación de las mujeres como cuerpo
explotado era la misma que la de sus pares varones, aunque la violencia ejercida sobre ellas era
también sexual y atravesaba condiciones como la maternidad. Es sobre las situaciones particulares
de los devenires mujeres afros sobre el que se centrará el siguiente apartado.
90
Celsa Albert en su investigación para las mujeres esclavas en La Española, también habla de este
castigo y afirma que los castigos también eran infligidos en muchas ocasiones por las amas, quienes
encontraban diversos motivos para latigarlas, desde una desobediencia hasta celos. (Albert, 2003)
91
Aunque hay diferencias entre la esclavitud en territorio colonizado por ingleses y españoles, algunas
cuestiones fueron compartidas como los cambios en el flujo de esclavas para reproducir esclavos dentro
del territorio colonizado.
127
pág. 32) La violación funcionó como un dispositivo de sujeción sobre los cuerpos que
tenía la capacidad de infundir temor generalizado, se buscaba evitar ser la siguiente en
padecer ese tipo de violencia. Además de marcar la disposición de los cuerpos que tenía
el amo, la huella de la violación era visible a través del embarazo. Así, se comenzó a
conformar la población mulata.
92
La obra de la dominicana Celsa Albert Mujer y esclavitud en Santo Domingo data de 1993 aunque hay
otra autora a quien se le atribuye el desarrollo del concepto de cimarronaje doméstico, a la cubana María
Cristina Hierrezuelo Planas que en el libro Tumbas para cimarronas refiere como: “[…] cuando nosotros
hablamos de cimarronaje doméstico estamos hablando de esclavas que si bien no se evadieron y
mantuvieron una distancia física con los amos, sí manifestaron una actitud de rebeldía que se evidencia en
un conjunto de tachas que aparecen en la documentación, como es el caso de llamarlas respondonas,
insolentes, atrevidas, altivas… y lógicamente eso me hizo pensar en que estas mujeres si bien no se
evadían, llevaban dentro de sí lo que desde mi punto de vista constituye la principal manifestación del
cimarronaje, que es la dignificación humana o el amor por la libertad.” (Villalón García, 2016) Ambas
autoras lo desarrollan de forma muy parecida.
128
El cimarronaje doméstico para la dominicana consistía en realizar “operaciones
tortuga” que consistían en pequeñas acciones para sabotear al amo que iban desde el
desperdicio de comida hasta provocarse un aborto (Curiel, 2007). Este cimarronaje fue
expresión de resistencia a las diversas formas de explotación que se ejercían sobre ellas
y también formas de mostrar que eran sujetas de liberación, el paso del cimarronaje
doméstico al cimarronaje insurgente.93 Además, como encargadas de labores
domésticas y cuidado de menores blancos “la mujer africana transmitía las costumbres
aprendidas en África, que les eran propias, ligándolas con los amos” (Albert, 2003, pág.
59). Así, parte de la cultura de los esclavos también se infiltró en la cotidianidad de los
amos. Como mencionamos en el apartado anterior, las comunidades esclavas
encontraban fugas temporales a través del tiempo sagrado como tiempo de resistencia y
al canto que prometía la libertad, que corría en un registro que para el amo era
desconocido. Lo mismo sucedía con el espacio de trabajo con el cimarronaje doméstico,
aunque también dentro de sus comunidades familiares, recién formadas o
reconformadas. Para los esclavos en general y las esclavas en particular, “la vida
doméstica adquirió una importancia desmesurada en la vida social de los esclavos, ya
que de hecho les proporcionaba el único espacio donde verdaderamente podían tener
una experiencia de sí mismos como seres humanos.” (Davis, 2005, pág. 24) Contrario a
lo que los amos suponían o pensaban, las familias negras se reformaban, se reactivaban,
se reconstituían y las mujeres fueron pieza clave en dicha reconstitución en donde los
roles de género no fueron marcados de la misma forma que entre las comunidades.
93
Davis también habla de sabotajes que van desde el paro de labores hasta el envenenamiento de los
amos. Además de la participación en fugas hacia el norte de Estados Unidos o como profesoras
clandestinas (Davis, Mujera, raza y clase, 2005)
129
Albert menciona en su libro Mujeres y esclavitud…que el Código Negro llegó a hablar
de la “notable esterilidad que se experimenta en las negras del campo” (Albert, 2003,
pág. 63) a la vez que daba recomendaciones para que las condiciones de éstas fuesen
menos duras. Esta idea es trascendente debido a que en torno a ella podemos intuir que
las mujeres dedicadas a las labores del campo recurrían a la anticoncepción y al aborto
para negarse a ser meras reproductoras de la vida esclava. Se trataba de un boicot a la
economía de los amos desde el cuerpo y la voluntad de las esclavas.
94
Federici sostiene que la última bruja quemada fue una mujer negra (Federici, 2004).
130
Vale decir que, como apunta Jáuregui acerca de la idea de canibalismo en general, la
Canibalesa trascendió como un referente cultural que se extenderá más allá del
momento histórico de su surgimiento, los cuerpos de las mujeres racializadas continúan
representadas de la misma forma, como mujeres hipersexuales. Si el negro fue
bestializado y acercado a la idea del mal, las mujeres negras fueron vistas como las
usuarias de ese mal, a quienes había que temer por su capacidad de seducir y devorar.
La Calibanesa pues, era la mujer caníbal que hacía carne los pecados, en donde éstos
habitaban dispuestos a engullir, la perversidad se encarnaba en un ser semi humano.
Los cuerpos de las mujeres negras estaban marcados por ese temor que las constituía
como una amenaza y, por tanto, como peligro al que se debía vencer y sujetar.
Por otro lado, las mujeres negras fueron un contrapunto a las mujeres blancas y
sus comportamientos, no podían encajar en la idea de una feminidad etérea, pura y
virginal reservado para lo blanco. La idea doméstica de una y otra también se
contraponía entre una imagen activa, de servicio y una de mando, aunque pasiva. Con
las desventajas que esto traía sobre ellas, también les permitió desarrollar mayor fuerza
y, como afirma Davis, “la realización de las faenas que durante mucho tiempo han sido
una expresión central de la inferioridad socialmente determinada de las mujeres
permitía a la mujer negra encadenada ayudar a fundar los cimientos de cierto grado de
autonomía, tanto para ella misma como para su compañero.” Las cimarronas
domésticas, tildadas de “respondonas, insolentes, atrevidas, altivas” (Villalón García,
2016) sumaron los conocimientos de sus nuevas condiciones a los ancestrales, por lo
que surge sobre ellas la acusación de brujas que, como vimos en apartados anteriores se
colocó también sobre mujeres indígenas que defendieron sus religiosidades ancestrales.
Así, las negras podían ser Calibanesas aunque el ser develadas su fuerza y sus
conocimientos ancestrales, también podían considerarse descendientes de Circe o
Medea, madres de Calibán, mujeres despojadas de su tierra aunque no de su voluntad,
Sycoraxes.
131
Sycorax es la madre de Calibán el La Tempestad de William Shakespeare95 que
nos sirve para representar a las mujeres de color a quienes se les secuestró para llevarlas
a tierras extrañas o arrebatarles las que habitaban; a Sycorax también le fue disputado el
respeto de sus sucesores, de Calibán. Miranda será su contraparte femenina blanca, una
joven que encarna a la pureza occidental. Una muerta, una voz silente; otra viva, Rivera
apunta que en Una Tempestad de Aimé Césaire, Calibán reclama la memoria de su
madre y, contrario a la obra de Shakespeare, habla del orgullo que siente por ella. La
imagen y el nombre de Sycorax irá de la palabra de un hombre al otro ante la falta de
voz propia, para Mell Rivera, éste personaje será “el lugar más extremo de la otredad”
(Rivera Díaz, 2016) por lo que su memoria puede ser manipulada por los intereses de
Próspero. Este movimiento es algo que hemos definido arriba, los interlocutores fueron
designados en un pacto de homosolidaridad, a pesar de la jerarquización racial. Las
mujeres negras, cómplices en escapes, partícipes de revueltas, cimarronas domésticas e
insurgentes serán acalladas y signadas como brujas o calibanesas, incluso como una
mezcla de ambas. Nanny, la cimarrona jamaicana será una de las pocas mujeres con
nombre en el ideario de libertad en El Caribe, aunque como es de esperarse, Queen
Nanny, fue acusada de bruja por los ingleses. Sycorax como personaje penumbroso
guarda en sí la potencia de la mujer sabia, de aquella que mantiene vivos secretos
ancestrales.
Ante estas configuraciones simbólicas que han trascendido a través de los siglos
(baste ver a las principales figuras negras femeninas de la cultura pop), las mujeres
negras han persistido en sus luchas de resistencia y de compromiso para modificar las
estructuras que las oprimen. Es así que se ha desarrollado un pensamiento feminista que
ha cuestionado fuertemente a dos de los pilares principales del orden actual: el sexismo
y el racismo; a la vez que se han preocupado por las posiciones de las mujeres, también
han apelado a la raza y la clase, han problematizado los dispositivos de poder y las
jerarquías sociales. En América latina el mosaico de los feminismos negros es tan
extensa como las situaciones en las que se encuentran, se trata de pensamientos que,
aunque apelan a una tradición, se ha desarrollado de forma autónoma y auténtica para
responder a los problemas propios y a los problemas compartidos con las diversas
95
Esta obra fue presentada por primera vez en 1611, en ella son hombres quienes practican magia, en un
periodo en el que las mujeres eran perseguidas por ello.
132
comunidades afro. Estas mujeres se asumen como las brujas a las que no han podido
quemar, son las que levantan la voz en nombre de sus mujeres ancestrales.
El número de autoras feministas negras surgidas en el sur del norte, como lugar
epistemológico son muchas, aunque podemos destacar a Patricia Phill Collins, Deborah
King, Angela Davis, Aude Lorde, bell hooks, como mayores influencias para el resto de
pensadoras negras en otras latitudes. En América latina, la población afrodescendiente
cambia en número e influencia de acuerdo a cada región e incluso, puede haber
diferencias significativas entre países vecinos, por lo que la producción de las feministas
negras brasileñas o caribeñas es mucho mayor a la de otros países donde es
prácticamente inexistente como en el caso de México o Paraguay, en buena medida
porque la población negra es una minoría nacional reducida. Sin embargo, los
movimientos políticos que se reconocen como afrodescendientes a lo largo del
96
Violet Eudine Barriteau (Barriteau, 2011) hace una relación entre los conceptos de riesgo
múltiple/conciencia múltiple de Deborah King y la simultaneidad de opresiones de Bárbara Smith para
referir a interseccionalidad como diversas formas de opresión para las mujeres afrodescendientes.
133
continente han cobrado fuerza en los últimos años. Existen otros casos como el
argentino, en donde los trabajos académicos relacionados a las mujeres negras
migrantes han aumentado, en buena medida por el surgimiento del GLEFAS en donde
participan pensadoras como Ochy Curiel y Yuderkys Espinosa quienes son originarias
de República Dominicana pero que llevan a cabo actividades académicas y políticas en
varios países como México y Colombia.
134
• Teólogas feministas que desarrollan un actuar comunitario en sus
iglesias de pertenencia, como es el caso de las autoras que analizaremos
adelante: Maricel Mena y Silvia Regina Da Lima.
Los temas que abordan la diversidad de pensadoras van desde las políticas
públicas de inclusión hasta la tensión por la incapacidad de los Estados nación para
responder a los reclamos y necesidades de las mujeres afrodescendientes. Cada una de
las pensadoras parte de las situaciones de desventaja en la que aún se sitúa el grueso de
mujeres negras, aunque como cada una dará cuenta, existen problemáticas específicas
en cada una de las regiones desde las que hablan. Barriteau, por ejemplo, habla de la
complejidad desde el contexto del Commonwealth del Caribe anglófono; Curiel y
Espinosa dan cuenta de las dificultades que se enfrentan desde las disidencias sexuales;
Betty Ruth Lozano muestra lo que implica ser mujer negra en territorio palenque y
raizal. A esto podríamos agregar otras vicisitudes como las mujeres afro que escriben
desde la diáspora, el desplazamiento forzado o la lucha por el territorio, o el caso de las
feministas haitianas que perdieron parte de los archivos de la historia del feminismo en
su país después del terremoto, además de la pérdida de importantes líderes feministas en
la catástrofe.
135
teología liberacionista y cuestionará a la teología feminista de liberación
latinoamericana a pesar de compartir muchas de sus posiciones con ellas. En el
siguiente apartado, analizaremos de qué forma se construye las sujetas liberadoras/de
liberación de dicha teología y cuál es su posición frente a los poderes patriarcales de las
iglesias cristianas.
136
Cuando los devenires negro y mujer se imbrican, se construyen posiciones de profunda
desigualdad frente a lo blanco occidental, masculino, de clase alta, heteronormado que
se impusieron en nuestro continente desde el inicio de la modernidad (1942 según
Dussel) y que construyen posiciones antagónicas a pesar de los múltiples matices del
abigarramiento posterior. Así, este amplio recorrido que trata de mostrar cómo se han
construido jerarquías raciales y de género, sobre todo desde los discursos teológicos y
religiosos que, a su vez, se encuentran siempre en disputa al tratarse de una herramienta
de doble filo. Es entre los pueblos afro y entre las teólogas de este siglo en donde
buscamos aterrizar dichas disputas, en donde se muestra también que la colonialidad se
da en el terreno espiritual y religioso.
137
pudieron ser sincretizados con el cristianismo, al menos en el plano discursivo, como las
ideas de igualdad o el sentido de vida en común (que chocaban con las prácticas
esclavistas); mientras algunos otros aspectos coincidirán, sin intención de hacerlo, como
la mediación de entidades y la mediación de santos católicos como en el caso de la
santería cubana. Todos estos elementos darán al quehacer teológico afro desde el
cristianismo una complejidad que no encontramos en otras formas de las teologías de la
liberación y en donde es posible encontrar críticas a la incapacidad de aceptar en el
discurso teológico las formas religiosas sincréticas que de facto existen en los
cristianismos de comunidades afro.
138
religadoras de quienes construye como inferiores, por lo que podríamos aventurar que el
quehacer teológico feminista negro busca luchar contra lo que Sirin Adlbi ha llamado,
colonialismo espiritual. Aunque este término es acuñado para la situación del islam en
la actualidad, puede servirnos como referencia a lo acontecido con las religiones
ancestrales tanto de los pueblos afro como de los pueblos indios, ya que es a través de
los ojos occidentales desde donde se juzgan y clasifican a las espiritualidades otras, en
específico, de los pueblos a quienes pretenden construir como sometidos, por lo que este
tipo de colonialidad se encontraría como uno de los elementos principales a través de
los cuales se construyen las subjetividades sometidas, colonizadas. Las afirmaciones del
abandono de sus dioses y diosas, presentes en relatos de la conquista, son muestra de la
decepción que puede inundar a un pueblo.
139
renuentes a dialogar con religiones de origen africano. El ecumenismo se busca entre
cristianos o religiones de Libro, mientras se excluye a las religiones preservadas a través
de tradiciones orales, se les considera “oscuro”, las religiones cercanas a la maldad que,
como hemos visto, ha sido igualada al tono de piel, desde un punto de vista colonial.
Aunque la TNLL se enmarca dentro del cristianismo, la disputa en las representaciones
de los afrodescendientes y el reconocimiento de espiritualidades africanas son parte de
una disputa teo política, antirracista y descolonial que tendría impacto dentro de la
jerarquía blancocéntrica de la mayor parte de las iglesias cristianas, se busca ennegrecer
al cristianismo, hacerlo propio por completo.
Vale la pena decir que la TNLL desarrolla sus herramientas teológicas a la par
de los movimientos de los pueblos afro e indígenas que toman fuerza hacia finales del
siglo pasado. Esto quiere decir que no se trata de un mero efecto de rebote entre los
140
movimientos sociales dentro de los discursos teológicos políticos marginales, sino que
son parte de los mismos que, a su vez, son parte de siglos de organización por la
supervivencia y de lucha por modificar sus condiciones de vida. Esto tiene
manifestaciones dentro de las religiosidades populares latinoamericanas en los que se
han adoptado elementos de religiosidades africanas, por lo que: “la teología de la
liberación debe considerar la religiosidad popular y las antiguas tradiciones religiosas
del pueblo negro como un lugar teológico de gran importancia. La religiosidad popular
ha sido y es una fuente de resistencia de los oprimidos.” (Duran, 1986, pág. 35) Es por
esto que, la TNLL buscará como fuentes de interpretación contra el racismo el
conocimiento religioso de la plebs y, como veremos adelante, serán las teólogas
feministas negras de liberación quienes abordarán con seriedad las posturas
hermenéuticas de los pueblos afrodescendientes.
En el tema que ahora nos apremia, se busca mostrar que los elementos de las
religiones ancestrales no desaparecieron por completo, como tampoco el cristianismo
impuesto se reprodujo como fue traído por las diversas órdenes o por las iglesias
protestantes. De la misma forma, una vez aterrizados en los últimos siglos, encontramos
que las teologías de la liberación también han sido mucho más dinámicas de lo que han
sido las iglesias como tales, así nos encontramos frente a la teología feminista negra,
una intersección, que no una suma, entre la teología de la liberación, la teología
feminista y los movimientos sociales de emancipación de la comunidad negra
latinoamericana, las religiosidades africanas con las características ya mencionadas, el
feminismo y el feminismo negro. Se trata de una teología cuyo punto de partida
hermenéutico corresponde a una realidad de exclusión en la que se debe pensar más allá
del pobre para pensar en las multidimensiones de la opresión: discriminación, pobreza,
violencia de género, desorganización política, como veremos adelante. La teología
feminista negra ha buscado retratar la complejidad de contextos en donde múltiples
mecanismos de opresión funcionan para construir el orden desigual existente. Por
supuesto, dicho análisis se encuentra filtrado por el tamiz de lo divino y su actuar en lo
humano.
Para la teóloga feminista negra, Maricel Mena (2014), la TNLL abreva “Desde las
fronteras de la oficialidad” de fuentes importantes en los movimientos afro del siglo XX:
la Black Theology, la teología afronegra de Latinoamérica y El Caribe, La teología
141
latinoamericana de liberación, así como los procesos de emancipación negros como los
movimientos independentistas de Norteamérica y el panafricanismo en América latina y
El Caribe. Para esta pensadora, la teología negra se mueve en un tiempo y espacio
diferente al cronos occidental, a través de un movimiento de regreso a las raíces y
proyección a un futuro mejor. En este sentido, podemos decir que se trata de una
teología mesiánica, en la que también han jugado un papel importante los liderazgos
carismáticos. Sin embargo, la Teología Negra, desarrollada con fuerza durante la década
de los sesenta del siglo pasado, tiene una larga tradición como antecedentes, ya que
desde los siglos XV y XVI los africanos en diáspora las creencias religiosas se
mantuvieron a través de una teología oral, una teología en resistencia. Aquí, Mena
defiende que la tradición oral consistió no sólo en transmitir creencias, sino en
reflexionar en torno a ellas, la característica principal de toda teología.
Durante ese periodo, surgen propuestas como el Black Messiah o Black Christ de
Albert Cleage (Jaramogi Abebe Agyeman) en Detroit, la Black Theology of Liberation
142
con James Cone, Mario Jones, J. Deotis Roberts y Gayrand Wilmore. Todos ellos tienen
una posición secesionista desde la que denuncian la corrupción de las iglesias blancas y
reflexionan la experiencia de ser negro, como una experiencia religiosa (Mena, 2014).
Así, el 1977 se da la Conferencia sobre Teología Negra en Atlanta en donde hay una
postura crítica hacia el capitalismo y su relación con las religiosidades cristianas.
Después de esta conferencia surgen otras propuestas como la de Dolore Williams, Katie
Cannon, Jacqueline Grant, Emilie Townes o Daysi Machado y la Womanist Theology
quienes defienden el uso del término womanista como una forma de diferenciarse de las
mujeres feministas blancas y hablar desde sus experiencias espirituales.
143
La teología feminista negra latinoamericana también se encuentra complejizada
porque en sus ramas cristianas se encuentran filtradas diversas visiones de la herencia
de las religiones africanas que fueron prohibidas durante la colonia y los periodos de
esclavitud. Estas religiones tuvieron un papel central en la resistencia de los pueblos
esclavos, se trató de uno de los elementos en los que afianzaron su identidad menguada
por las condiciones propias de su condición de esclavos, como hemos visto con los
cantos, el tiempo y las formas de curación propias (sobre las que pesaron acusaciones de
brujería). Como hemos visto, estos elementos se retoman en las teologías afrocristianas
y será retomado también por las teólogas feministas negras de liberación. Las formas
religiosas africanas, tienen que ver también con la forma en la que se componen
familias y comunidades, desde las que surgen importantes redes de apoyo que no
concuerdan con la idea de familia blanca cristiana. Como hemos visto con la formación
de la idea de negritud y los feminismos negros, debemos recordar que los devenires
como mujeres negras están menos inscritos en posiciones sumisas respecto a sus
familias; esto también sucede en espacios de religiosidad, “En las religiones del África
negra y en los cultos afroamericanos, la mujer ocupa un lugar muy destacado como
depositaria de la vida. Representa la unión entre lo Sagrado y la Vida biológica y
espiritual.” (Duran, 1986, pág. 30)
144
interés la obra de dos teólogas de liberación destacadas: la brasileña Silvia Regina de
Lima Silva y la colombiana Maricel Mena, quienes han trabajado la hermenéutica de la
teología negra feminista. Ambas pensadoras, han reflexionado de forma contante acerca
de los elementos hermenéuticos de la teología negra desde el punto de vista de las
mujeres afro.
Los temas abordados por de Lima Silva y por Mena siguen lo iniciado por la
TNLL al abordar a las poblaciones afrodescendientes y sus espiritualidades, aunque,
desde el cristianismo siguen con la línea de las teologías feministas y ponen énfasis en
la interpretación bíblica desde la experiencia cotidiana y, sobre todo, desde el cuerpo y
la afectividad. El sujeto de esta teología serán las personas racializadas, las y los
construidos como negras y negros, así, De Lima Silva va a decir que no se trata de la
emergencia de “nuevos sujetos” sino de la visibilidad de aquellos que han estado
callados durante siglos, de dar la voz a los sujetos que no habían tenido la posibilidad de
ser escuchados. Esta teóloga nos dice:
El ser sujeto se manifiesta en las relaciones sociales, a nivel estructural y macro social, pero
también en la forma como nos relacionamos con la vida cotidiana, con los demás y con el propio
cuerpo, la forma de pensar y actuar. Se expresa en el deseo de afirmación en lugar de negación y
hasta extinción del propio cuerpo. Para la experiencia negra, por ejemplo, la ideología del color es
en realidad una ideología del cuerpo y va más allá, es también una ideología del pensamiento, de
la forma como estamos presentes en el mundo. La exclusión social provocada por el racismo, hace
que la herida sobre el cuerpo se transforme también en una herida sobre el pensamiento. Eso quita
al sujeto la posibilidad de explorar y extraer de su pensamiento todo el potencial constructivo y
creativo. Tal aplastamiento lo vamos a encontrar también con la relación a la mujer dentro de la
ideología patriarcal. La negación a las diferentes dimensiones de la vida, el confinamiento a una
identidad impuesta, asignada desde el patriarcalismo es un acto de violencia que cierra horizontes
y niega la posibilidad de un despertar para la vida en su totalidad. El afirmarse como sujeto es
recuperar la propia dignidad y abrirse a la vida, a la belleza, al placer, a la plenitud del ser. (De
Lima, 2011)
145
como sujetas subalternizadas. La sujeta de la TFNLL no puede abstraerse de la
construcción colonial que proyectó a sujetos subalternizados a lo largo de la historia de
América latina y El Caribe. Se trata de una posición teológica que, en su reivindicación,
busca abandonar el cuerpo doliente como lugar de clamor para devenir en cuerpos desde
donde se viva la divinidad, de ahí la necesidad de liberación como pueblos oprimidos,
de ahí que se busque que el cuerpo deje de ser negado o, como escribe De Lima,
extinto. Este movimiento obedece, sin duda, a una posición política dentro de las
instituciones cristianas en las que ni las representaciones ni la estructura eclesial las
refleja. El uso de un lenguaje volcado, no sobre el lenguaje de las instituciones
opresoras, como sucedía en la primera TLL, sino sobre las experiencias y el cuerpo,
mueven la mirada sobre la subjetividad de aquellas y aquellos que han sido oprimidos
históricamente y que hoy, acuden a la conformación de lo subjetivo que mantiene
relaciones que conforman estructuras sociales: lo emotivo a través del afecto y el dolor,
la esperanza y la salvación, el horizonte de libertad. De ahí la importancia de modificar
los lugares de conformación de subjetividades, de las corporalidades que conformaron a
seres dolientes por la injusticia y la explotación.
En un lenguaje teológico se puede decir que ser sujeto es responder a la vocación humana, es
descubrirse hijo e hija de Dios. Es recuperar en el rostro la “imagen y semejanza de Dios” ocultada
por las fuerzas de la muerte y del pecado. Ese proceso de recuperación, de rescate del ser sujeto
responde por lo tanto a lo más profundo de la vocación humana. Es una experiencia profunda y
radical de liberación. En América Latina, como hemos mencionado, la afirmación de los diferentes
sujetos ha sido un proceso comunitario. No hay sujeto solitario. El yo-sujeto rompe los límites del
yo-individuo. Además de ser un proceso comunitario, parte de un principio comunitario: “Yo soy
solamente si tú también eres”. (De Lima, 2011)
146
la liberación de los cuerpos desde la experiencia cotidiana, cuestiones que no se
tomaban en cuenta como la ética sexual, desde cuerpos de mujeres construidos como
hipersexualizados, serán retomados y potenciados como elementos más cercanos a la
divinidad que a la idea del mal, noción colonial impuesta sobre los cuerpos de las
mujeres negras. Al buscar despojarse de las construcciones coloniales racistas que
ataban sus cuerpos al mal, las teólogas feministas afro los tomarán como herramienta
de religación divina. El negro, así, se desharía de su vinculación a la maldad
Desde este punto de vista, el cuerpo se verá como algo que se opone a la muerte.
Al igual que Hinkelammert, De Lima Silva, una teóloga que se formó cercana a él,
mantendrá la idea del capitalismo como herramienta de muerte, por lo que el sujeto y
su “nueva” corporeidad, es decir, una corporeidad liberada, sería un sujeto viviente, un
sujeto que, además, se mantiene activo dentro de procesos comunitarios. En este caso,
“El yo sujeto rompe los límites del yo individual”. El sujeto es cuerpo, pero a la vez,
es comunidad, de ahí su capacidad de liberación, se es capaz de escapar de la
atomización moderno capitalista. En esto, las mujeres tendrán un papel primordial, por
lo que Maricel Mena propone una Hermenéutica Bíblica Negra Feminista que:
147
Entonces, los elementos para la liberación se encuentran en la reflexión sobre
elementos cotidianos y en la revaloración del cuerpo. Los elementos hermenéuticos
propuestos por Mena apuntan, no sólo a reinterpretar la vida diaria sino a
transformarla. Se trata pues, de una reapropiación para modificar, no sólo la situación
de vida de las comunidades, sino la subjetividad de quienes participan al redignificarse
una vez que se identifican como parte de lo divino y como agentes de religación. De
esta manera, el efecto performático sobre los sujetos individuales y colectivos parte de
un elemento subjetivo: la fe que los retornaría a ser valorados, a tener el mismo estatus
frente a Dios que las poblaciones blancas, incluso sería Dios quien guiaría su
liberación. Dicho componente no es menor, la potencia de la fe ha movilizado y
establecido creencias y prácticas en múltiples culturas. Para esto, la TFNL hace una
relectura de las mujeres de origen africano que aparecen en la Biblia. Si en la primera
TLL se privilegiaron los pasajes de liberación y pobreza, las teólogas feministas
negras harán un rescate de figuras como Agar, Séfora, la mujer de Moisés, la salamita
del cantar de los cantares o las reinas de Sabá y Candace que busca revertir las
interpretaciones androcéntricas y también visibilizar a los pueblos africanos en las
lecturas bíblicas en donde hay alusiones
constantes a Cuch o Etiopía. Recordemos
que los pueblos africanos y los israelitas,
árabes y europeos tenían relaciones
comerciales de larga data, por lo que la
invisibilización de los personajes negros o su
blanqueamiento, responde a lógicas políticas
de estructuración racial que han sido una Reina de Saba de Luca Giordano 1. Ejemplo del
blanqueamiento de las mujeres bíblicas africanas
constante en las hermenéuticas teológicas
eurocentradas. Este blanqueamiento también se ha extendido a personajes tan
importantes como san Agustín, Doctor de la Iglesia católica, sustituido en la
iconografía con su versión italiana.
Mena, una teóloga que hará una profunda exploración de los elementos
hermenéuticos nos dice:
Con la intención de recuperar nuestra herencia bíblica, una lectura feminista, desea que el
cristianismo y la Biblia sean des-occidentalizadas. Al intentar rescatar los textos bíblicos de su
unilateral interpretación occidental, queremos recuperar la participación de las mujeres y los
148
pueblos africanos en la historia israelita y cristiana. Al incorporar la participación de las mujeres
tan marginadas y silenciadas por la tradición, queremos proporcionar pistas de entrada en la
recuperación cultural y religiosa de las tradiciones de nuestros pueblos. (Mena, Hermenéutica
Bíblica Negra Feminista, 2017)
Las teólogas feministas afro no son ciegas ante la estructura patriarcal eclesial
que abre algunos espacios a hombres negros antes que a las mujeres. En ellas es posible
rastrear el movimiento que realizaron las feministas de color de la Segunda Ola,97
quienes entre sus denuncias se encontraban que en los movimientos políticos las
cuestiones relativas a los problemas de las mujeres se dejaban en segundo plano. Al
igual que ellas, las teólogas encuentran que sus procesos de liberación deben partir
desde una posición de género que implica problemas y búsqueda de soluciones propias,
no impuestas ni desde la visión occidental ni desde los hombres con quienes comparten
opresiones. Esto no querría decir que no buscan la liberación de sus pueblos, por el
97
Nos referimos a los feminismos denominados de Segunda Ola que llevaron a cabo una crítica a los
feminismos blancos de clase media o alta que dejaba de lado las especificidades culturales. En este
movimiento, se destacan varias feministas afro como Audre Lorde, Angela Davis, bell hooks y las
chicanas Cherie Moraga y Gloria Anzaldúa, por citar a algunas.
149
contrario, implica que lo buscan desde la construcción de un lugar de pares, como ha
sido construida su historia de resistencia y lucha, a pesar de sus desventajas evidentes
como la violencia sexual.
La teología sigue siendo un lugar de denuncia de las mentiras que matan y excluyen, de
solidaridad y compromiso con los pobres, con los que son discriminados y excluidos/as por
diferentes razones. Es también lugar de alimentar esperanzas y sueños, buscar nuevos horizontes
liberadores. Eso es lo que une las diferentes teologías latinoamericanas de liberación, es parte de
la memoria que guardamos, de nuestra tradición teológica liberadora común. (De Lima, 2011)
Acerca de esta teología también es posible afirmar que, como hemos visto en el
desarrollo de sus antecedentes e, incluso, desde los periodos de esclavitud, las
religiosidades afro y afrocristianas, son elementos vitales en los movimientos de
liberación de sus pueblos. La TFNLL se desarrolla en consonancia con las luchas que
las comunidades afro en Latinoamérica han desarrollado, que incluyen también luchas
por reconocimiento y por mejorar en las condiciones de sus pueblos, por lo que es
posible afirmar que se trata de reflexiones que surgen a la par, como parte orgánica de
las luchas políticas y que, a su vez, desarrollan liderazgos y aglutinan buena parte de la
potencia ritual de las religiosidades populares. Este desarrollo de pensamiento, a
150
diferencia de las primeras teólogas de liberación, ha mantenido diálogos directos con las
feministas de la región, sobre todo con las afro, una muestra son los encuentros que
desde que asumió la dirección del DEI (Departamento Ecuménico de Investigaciones,
con sede en Costa Rica) ha realizado Silvia Regina De Lima Silva.
151
III Disidencias sexuales y fe: Teología queer
latinoamericana
A lo largo de este capítulo hablaremos de la forma en la que se relacionan la fe y lo
sagrado, los sujetos construidos a partir de la idea de la homosexualidad, las disidencias
sexuales, las construcciones de discursos teológicos y la conformación de normalidades
y resistencias desde la disputa de lo divino. Para esto, comenzaremos a hablar de la
forma en la que, en las representaciones de lo sagrado, tanto la Diosa madre como los
dioses relacionados con el ejercicio de la sexualidad y otros placeres fue marginado, así,
sus representaciones se relacionaron al mal, desde la lógica cristiana. Éstos fueron
perseguidos por paganos, pecadores y herejes, mientras sus representaciones fueron
ancladas al mal.
152
sus diversas manifestaciones y las teologías lesbianas. Hacia el final de él hablaremos
de la TQL cuya exponente principal es Marcella Althaus-Reid quien nos ofrece una
continuidad con la TLL y con la TFLL, sin embargo, también realiza fuertes críticas y
coloca como principal lugar hermenéutico al cuerpo y la sexualidad. De esta manera, se
busca explorar desde uno de los polos más marginales de las iglesias cristianas la forma
en la que se han construido resistencias desde posiciones feminizadas, racializadas,
sexualizadas.
Del chamán propiciatorio de embates naturales, al danzante travesti que resiste la dominación —
exotizado más aún protagonista—, y hace de su inversión norma. Cuerpos que lejos de corresponder a
153
una histerizada lectura freudiana, coreografían su identidad incontrolable. Las performatividades
travestis contemporáneas —del Pregón a los Drag Queens Chicha— son sus reales depositarios.
Giuseppe Campuzanno
La Diosa madre cayó al mismo tiempo que el Dios cornudo; la bruja fue perseguida a la
par del hereje. Ambas representaciones pasaron de lo sagrado a lo punible, a lo marginal
(Evans, 2017). La persecución de cultos a partir de los Dioses caídos responde a la
institución del cristianismo de Imperio, el cual comenzó a perseguir a quienes no se
sometían a los mandatos del mismo. El cristianismo, nacido como religión de los más
pobres, dio un paso político institucional que comenzó a perseguirlos. Arthur Evans
(2017) sostiene que los antecedentes de esto, responderían a la ganancia de hegemonía
del Dios de la guerra, de Ares, también Dios de la muerte que se caracteriza por su
fuerte componente masculinista, esto es, la construcción de masculinidades fuertes,
preparadas para formar ejércitos y conquistar territorios. De tal modo, la guerra terrena
tuvo su correlato en las divinidades, las sociedades guerreras masculinistas bajo el
manto de Ares subsumió a aquellas que confiaron en la Gran Madre o en el Dios
Cornudo. Los feligreses vencidos, fueron in-corporados en mujeres y disidentes
sexuales que ejercieron sus religiosidades de formas subalternizadas y después,
clandestinas. El Dios padre avanzó como avanzaron sus ejércitos y los pueblos que se
identificaron como sus elegidos, de línea patriarcal y conquistadora. Hemos hablado en
el capítulo anterior acerca de la Diosa madre; esta vez, abordaremos a su compañero, el
Dios cornudo, el identificado con la sexualidad y la fecundidad, aunque también con la
sexualidad diversa, que existió antes de la idea de la homosexualidad y con la que
algunes se identificaban.
Debemos dar un paso atrás para hablar de las características del Dios cornudo
que, según Evans: “estaba especialmente vinculado con la sexualidad masculina y, a
menudo aparece con una polla en erección. Es más, cuando está erecta, a veces se le
retrata en compañía de hombres.” (Evans, 2017, pág. 40) Este Dios se ubicaría como
objeto de culto desde la Edad de Piedra, igual que la Diosa madre y se identificaría en
diversas culturas con los nombres de Dionisio, Baco o Pan; en Creta como el
Minotauro; en Cártago, Baal o Hammon; en Asia menor Sabazios; en Egipto, Osiris;
Príapo, Atris, Adonis, Dis Pater, Tammuz… y “soĺa tener los cuernos de una cabra o de
un toro y era venerado con ritos que incluían orgías sexuales, mascaradas animales y
travestismo.” (Evans, 2017, pág. 49) Así, este Dios estuvo, junto a la Diosa madre,
ligado a ritos sexuales, a formas feminizadas de actuar, al uso de los placeres corpóreos
154
que se consideraban parte de la sacralidad, como asuntos de religación. Ante el avance
de sociedades guerreras este Dios cayó junto con todo aquello que se encontraba a su
alrededor; dichas sociedades tuvieron como clímax al Imperio Romano y el ascenso del
cristianismo como religión de imperio que privilegiaba el ascetismo, además, la
influencia hebrea de Pablo de Tarso, de talante patriarcal, se erigió algo parecido a lo
que desde el feminismo comunitario se ha llamado entronque de patriarcados (Paredes
& Guzmán, 2014). En este caso, el entronque de los componentes guerrero militarista,
hebreo y el ascetismo que fundaba el mal en la carne y la sexualidad conformaron la
disciplina corporal para la conquista que marcará un orden patriarcal que desplegará
dispositivos de control contra las mujeres y los cuerpos feminizados a lo largo de la
historia.
Así, las formas religadoras que tuvieran que ver con los rituales religiosos o con
lo festivo y que implicara a la sexualidad ritual o al cuerpo indisciplinado, fueron
sometidas, colocadas del lado de lo indeseable, de lo proscrito. Las y los disidentes
sexuales se quedaron sin Dios, o para retratarlo mejor, debieron ocultar a sus dioses de
la mirada persecutoria del orden que se desplegaba desde una visión apocalíptica, que,
sin embargo, retomaría bríos en la conquista de nuevos territorios, de nuevos mundos y
que encontraría en la disputa de lo sagrado los dispositivos para fincar justificaciones
del Bien y el Mal, de lo justo e injusto. Los Dioses vencidos compartieron la condena
con la humanidad que se identificaba con elles, la marginación y la derrota ante un Dios
patriarcal que se reforzaba con los elementos que se conjugaban en las metrópolis en
emergencia. De tal forma que, el paganismo se ocultó en los campos, en las cosechas,
en las celebraciones de los ciclos vitales en los que también se superpondrían las
religiones vencedoras. No sólo las mujeres sino quienes no encarnaban a hombres
fuertes, guerreros o sabios, fueron perseguidos una vez que la homosexualidad fue
condenada con el nombre de pederastía desde el siglo 168 a. C. por Augusto. Muy atrás
quedaron las ritualidades en donde las sacerdotisas y los sacerdotes ataviados con ropa
femenina eran respetados y seguidos por las comunidades, “A pesar de que la
homosexualidad era tolerada entre las clases altas, había perdido claramente la gran
significación social y religiosa de la que había gozado en épocas más tempranas.
Entonces se asoció con la culpa. El desprecio por uno mismo y la crueldad.” (Evans,
2017, pág. 74)
155
Esto, inauguraría una época en la que la intolerancia hacia otras religiones por
parte del cristianismo de Imperio se desarrolló, por lo que quienes se aferraron a
mantener sus prácticas religiosas tuvieron que hacerlo en persecución, de forma
clandestina; los cristianos dejaron de ser los perseguidos para convertirse en
perseguidores de lo no ascético, de lo escandaloso, de los cultos de sacerdotisas y
sacerdotes con rasgos femeninos o travestidos, cuya sexualidad ritual —o no—
incumplían con los marcos del binomio género y heteronormativo, iban en contra de los
guerreros hipermasculinizados. El cuerpo dejó de ser festivo para ser doliente,
sacrificado, disciplinado. La organización colectiva del cristianismo primitivo poco a
poco se instituyó en puntal imperial; mientras en simultáneo quienes buscaban una
lectura distinta de la divinidad, e incluso del cristianismo en un sentido mucho más
apostólico, pasaron a formar parte de los márgenes. Las religiones que continuaron con
el culto a la Diosa Madre o al Dios cornudo fueron vistos con desprecio conforme se
afianzaba la Cristiandad, “Lo mismo se aplica a los bardajes consagrados a la gran
Madre, injuriosos para el pudor de uno y otro sexo. Aun hoy en día, con los cabellos
perfumados, con color quebrado, miembros lánguidos y paso afeminado, andan
pidiendo al pueblo por las calles y plazas de Cartago, y así pasan su vida torpemente.”
(San Agustín, citado en Evans, pág. 83)
En el fondo, el diablo impulsa a Europa hacia delante porque él es la cara oculta de una dinámica
prodigiosa destinada a conjugar los sueños imperiales heredados de la Roma antigua y el
cristianismo vigoroso, definido por el Concilio de Letrán (IV) en 1215. El movimiento proviene de
98
Robert Muchembled afirma que el demonio es una metáfora del quehacer de occidente, “también
representa el lado oscuro de nuestra cultura, la antítesis exacta de las grandes ideas que ella ha producido
y exportado al mundo entero, desde las Cruzadas hasta la conquista del espacio interplanetario.”
(Muchembled, 2004, pág. 10)
156
los altos estratos de la sociedad, de las élites religiosas y sociales que intentan unir esos hilos
múltiples en haces. El demonio no es en modo alguno quien conduce la danza, sino los hombres
creadores de su imagen que inventa un Occidente diferente del pasado, forjando así los rasgos de
unión cultural destinados a fortalecerse considerablemente en los siglos siguientes. (Muchembled,
2004, pág. 20)
157
algunos momentos de la historia han sido parte importante de las ritualidades de algunas
religiones, se les ha considerado parte de lo sagrado.
Los y las diosas ligadas a la carne y sus placeres, así como las prácticas rituales
ligadas a elles, fueron marginados, mientras la sexualidad cotidiana fue sujeta a la idea
de pecado. La forma de representar y ligar sexualidad con divinidad estaba relacionada
con el ejercicio afectivo y corporal permitido a los fieles para ejercer su sexualidad, es
decir, existe una relación performativa normalizadora, con lo que se colocaba una
frontera entre quienes podían formar parte o no de una institución religiosa, por
158
supuesto, la norma no asegura que quienes tienen fe la cumplan, aunque si marca pautas
de aceptación social a partir de una supuesta aceptación de la divinidad.
Es importante recordar que, parte de los discursos teológicos respecto del diablo
y su instrumentalización contra la pederastía y sodomía no correspondían con los
discursos teológicos acerca del género de Dios. Aunque existe una tradición que Metz
llama nominalista, proveniente de la tradición greco judía, es decir, el asignar un
nombre a Dios y, por tanto, un género —lo que ocasiona que se le coloque de forma
contextual—, algunos lectores judíos, como Maimónides, van a sostener que Dios es
algo inaprensible que no puede ser identificado con lo humano; esto nos indica que, a
pesar de las tradiciones religiosas y sus representaciones divinas, Dios no podría ser
identificado ni como hombre ni como mujer. En el cristianismo católico, el Dios
trinitario, aunque a primera vista se muestra de forma muy patriarcal, se ha prestado a
interpretaciones como las de algunos grupos beguinos que identificaron al Espíritu
Santo con lo sagrado femenino o la interpretación de la teología queer que hablará de un
Jesús marica. Las imágenes de Dios padre han sido disputadas por los que fueron
marginados por las representaciones divinas de las iglesias dominantes, el catolicismo,
el luteranismo y el puritanismo; los herejes quemados a los que Evans identifica como
faggots, fairys, hadas, raros, han buscado espacios para sus prácticas religadoras con la
divinidad. Una divinidad no patriarcal.
159
III.1.2 Disidencias sexuales en Latinoamérica: no son hadas, son mariquitas
160
ordenamiento divino, son parte de la ritualidad religadora, no son excepciones ni
fenómenos extraños sino parte de lo instaurado. No pueden ser rechazados porque así
fueron creados, en contraposición a las religiones del libro que condenan, en general,
aunque no en todas las interpretaciones —como veremos adelante— a la
homosexualidad.
99
El nombre de la cultura no corresponde al nombre de personas no binarias porque comparten términos,
son pueblos de la misma zona geográfica.
161
cronistas, encarnaciones de las masculinidades de la Europa central, con lo que
colocaron, desde su punto de vista, a les otres en perspectivas de inferioridad, incluso a
pesar de hacerlo desde posturas contradictorias:
En la mayoría de las crónicas de las Indias los indígenas serán asociados a seres deformes,
resaltando supuestas prácticas sodomitas. La sexualidad de los indios será considerada de manera
extraordinaria, exagerada. La desnudez se ligará a la atribución de una sexualidad anormal, y al
mismo tiempo, como un estado de pureza, cruce de inocencia y brutalidad, sobre todo al momento
de graficar a la mujer americana. (Fernández Droguett, 2013, pág. 378)
Mientras para los nahuas, el sexo era un regalo de los Dioses junto al sueño y la
risa (González O. , 2013), para los españoles era cuestión de confesión y pecado. Las
diversas posibilidades de devenir y sexualizar se metieron dentro del limitado cajón de
la sodomía. Fueron culturas como la rarámuri y la zapoteca que no fueron colonizados
de forma brutal como las culturas del centro de México, aquéllas que lograron mantener
su visión genérica que será también, más adelante, alcanzada por la mirada
normalizante del binomio genérico hegemónico. Para Horswell (2013), los primeros
cronistas indios continuaron con la reprobación de los géneros múltiples porque era
parte de su incorporación al nuevo orden colonial en donde, como ya se ha mencionado,
se llevaría a cabo el pacto de homosolidaridad (Lugones, 2014) en el que todo lo
tendiente a lo femenino o feminizado pasaría a una posición inferior respecto a las
162
masculinidades dominantes guerreras como aquellas sociedades militares que rendían a
Ares, aunque, esta vez, el Dios vencedor portaba otro nombre.
163
supone que la idea de sodomía no tiene gran peso en la represión de las disidencias
sexuales, aunque como ya lo vimos, se trató del desarrollo del proceso de colonización
en una sociedad guerrera patriarcal que previamente ya perseguía a dicha disidencias.
Por su parte, Michael Horswell (2013) tiene una lectura distinta desde las culturas
andinas, en las que, a pesar de tener una cosmovisión dualista, existe una especie de
género gozne al que la visión colonial tachó de sodomía y que para una visión local
servía para mantener el equilibrio entre hombres y mujeres, a la vez que eran parte de
un eje entre el mundo de arriba y el de abajo. Para este trabajo, sodomía resulta un
término colonizador, constructor de subjetividades subalternizadas a través del
despliegue de dispositivos de poder que los colocó en un estatus muy poco apreciado
dentro de las sociedades latinoamericanas. Resulta relevante para la construcción del
orden colonial en tanto se acalló la cosmovisión de muchas culturas precolombinas y
sus respectivos órdenes y se afianzó la concentración de poder y autoridad de
instituciones coloniales en las que lo masculino era predominante. No podemos
compartir la idea de González, ya que su análisis de caso es minoritario y como su
mismo trabajo demuestra, las disidencias sexuales se desarrollaron con mayor libertad
en otras geografías del imperio azteca: Veracruz o Tlaxcala.
Cabe mencionar aquí que las mujeres que se travestían como hombres también
fueron perseguidas, aunque detectarlas era más complicado que en el caso de los
hombres travestidos. Lucero Pérez (2017) ha mostrado el caso de tres mujeres
travestidas: Catalina de Erauso, la monja de Alférez, Antonia Soto y Gregoria Piedra.
La primera, escribió una autobiografía de tono picaresco, estuvo en el ejército real y fue
reconocida por el Papa. Se trata de un caso muy conocido de una mujer que, además,
pertenecía a una clase acomodada de la Colonia, a diferencia de Antonia y Gregoria
cuyas historias nos llegan por medio de actas de acusación durante la Inquisición. Estas
mujeres también han sido poco abordadas para pensar a las disidencias sexuales y su
acallamiento durante procesos coloniales, aunque algunos enfoques más cercanos a lo
queer incluyan algunos casos.
164
americano.100 Esto quiere decir que, aunque el origen del término apelaba a una cuestión
de fe y su negación, más tarde fue usado como una forma de asignar una identidad
basada en la relación sexualidad-fe que serviría para normalizar otras pautas que
comenzaron a ser masivas en nombre de la iglesia como el matrimonio. Esto, junto al
largo proceso de denigración de lo femenino y feminizado, permitió que los poderes
patriarcales instituidos en el imperio castellano se expandieran a América latina, en
donde las instituciones coloniales mantuvieron férreo control de las disidencias sexuales
a partir del despliegue de estrategias como la Santa Inquisición y con la conformación
de subjetividades subalternizadas desde la denigración ya mencionada, en la que lo
masculino fue lo predominante.
India, negra, sodomita, las macho, fueron nominaciones que funcionaron como
ordenadores de raza, etnia y género (dentro de los límites del sistema binario) cuyas
consecuencias se perciben hasta nuestros días. En la construcción de cada una de dichas
subjetividades subalternizadas, la sexualidad y la construcción del binomio de género
tuvieron un peso determinante: la castidad a conquistar de la india; la
hipersexualización de la negra que justificó la violencia sexual en su contra y; la
perversión del sodomita, tuvieron correlatos en los discursos teológicos, su resistencia
ante los colonizadores los convierte en potenciales receptores de la ira divina de un
Dios, único y masculino. Podríamos explicar este proceso de la siguiente forma:
“sodoḿa” se convierte en un término performativo, un acto de discurso que invoca una noción
crecientemente enaltecida de la denigración y que simultáneamente condena al referente a un
estado de ser marginal y subordinado. En el acto de pronunciación de la palabra en referencia a
otra persona o clases de personas, el hablante performativamente posiciona a aquella clase
objetificada en un estatus subalterno. (Horswell, 2013, pág. 62)
100
Jean Dangler (2011) realiza una revisión de las diversas formas en las que se han desplegado los
estudios de identidades de género, prácticas sexuales, expectativas de prácticas sexuales por género y
deseos sexuales a partir de la idea que propone el libro Iberia Queer. La mayor parte de los trabajos
referidos por Dangler asumen que la diversidad sexo genérica medieval fue mucho mayor que la que se
pretende en los estudios históricos realizados hasta el siglo XX.
165
se define a través de su feminización. Entonces, a pesar de las disidencias sexo
genéricas que se hubiesen desarrollado en la España precolombina, éstas habrían sido
anuladas en pos de una masculinidad guerrera, —como la que conquistó los territorios
de las diosas paganas y los dioses cornudos— que buscaba la reconquista del territorio
ocupado por moros.
166
del francés de quien abrevamos y de la que retomaremos su construcción de la
homosexualidad moderna para hablar del lugar de las disidencias sexuales más adelante,
ya que es a partir de una pretensión de laicidad sobre las que se desarrollarán las
disputas identitarias genéricas y sexuales a lo largo del siglo XX y desde las que se
retomarán hacia finales del mismo, las reinterpretaciones teológicas para la búsqueda de
liberación del ejercicio de fe para las disidencias sexuales, como veremos en los
siguientes apartados.
Hemos revisado la forma en la que las imágenes de las deidades estaban ligadas a la
sexualidad y la forma en la que la herejía y la brujería estuvieron ligadas a las
disidencias sexo genéricas frente a la cristiandad heteronormada de pretensiones
ascéticas. También tratamos de mostrar que los procesos coloniales continuaron el
proceso de persecución de las disidencias al binomio de género, sin embargo, la
construcción de la homosexualidad, como nos muestra Michel Foucault, construirá a un
personaje que servirá de medida para desplegar una serie de dispositivos de poder
alrededor de las subjetividades perseguidas, colonizadas y subalternizadas, Pasarán del
cajón sodomita o bruja al de homosexual, término laico que buscará legitimarse, ya no
con discursos teológicos tanto como científicos, médicos y sociales, que se desarrollarán
alrededor de elles. Esta vez, la diversidad y la descripción precisa de cada variedad de
devenir será respaldado a través de sistemas especializados que generan conocimiento
contrapuesto al mágico y religioso de los siglos anteriores. Se conformarán dispositivos
diversos que, más adelante, se conformarán como grupos con también diverso devenir
político.
167
administra. Participa del poder público; exige procedimientos de gestión; debe ser
asumido por los discursos anaĺticos.” (Foucault, 2012, pág. 27). Esto, tiene buena parte
de razón, aunque nos gustaría decir que, si la iglesia católica llevó a territorio americano
los discursos teológicos y dispositivos eclesiales que controlaron la sexualidad de
esclavos negres y colonizaron indies, la experiencia de la invasión y colonización
construyeron sus herramientas legales para sostener el régimen a través de los cuáles
controlaban la sexualidad y reproducción de las subjetividades colonizadas. Tal es el
caso del Código Negro o las Leyes de Indias que determinaron en qué momento se
debían reproducir las poblaciones esclavizadas. De tal forma que resulta muy posible
que estas experiencias recogidas en formas legales hayan sido incorporadas a los
nacientes Estados europeos modernos para que el pueblo se torne población, fecundidad
y se muestre como políticas públicas, dispositivos arquitectónicos y reglamentos de
disciplina (Foucault, 2012).
168
extenderá con la secularización de los Estados Nación Modernos y la transformación,
apuntada por Foucault, del pueblo en población.
169
representación. Los cuerpos que tienden a lo femenino en nuestro orden patriarcal se
presentan como cuerpos disponibles para su abuso o su compra. Perlongher nos muestra
que esta forma de devenir mujer es devenir minoría, es decir, es parte de lo que se
mantiene al margen de los privilegios de género, raza o clase (Perlongher, 1993). En
este sentido, quien es penetrado —al igual que en el pensamiento azteca o durante las
primeras formas de pensar al sodomita como condenable por homosexualidad—, es
quien es fuertemente castigado porque se acerca más a lo femenino, ser un pasivo en la
relación sexual tiene un costo alto frente a las masculinidades hegemónicas.
170
Stonewall, como los disturbios previos de la Cefetería Compton’s, sólo fueron posibles por la
existencia previa de zonas de conflicto —barrios urbanos donde la tolerancia social hacia la
diferencia sexual era alta y la injerencia policial sobre la vida del barrio era laxa o inexistente y en
lo que los queer compartían el dinero de sus trapicheos, su comida, sus casas, su autodefensa y sus
trucos. (Distribuidora peligrosidad social, 2014, pág. 10)
Estas dos historias son parte importante de lo que se reconoce como la lucha
contemporánea de las disidencias sexuales ya que a partir de ellas comenzaron a surgir
en EE. UU. movimientos de distinto espectro político en dicha nación que se
extendieron alrededor del mundo. Se trata del origen de una de las formas de presión
política con mayores resultados dentro del sistema político liberal, aunque muchos y
muchas de las críticas apuntan al blanqueamiento de los movimientos que comenzaron
personas que vivían en precariedad y que pertenecían a diversas latitudes y razas
(Distribuidora peligrosidad social, 2014). Las diferencias raciales y de clase abren
brechas importantes entre las y los disidentes sexuales, lo que nos insta a no centrar
nuestro interés en los sectores gays privilegiados sino en la organización y politización
de aquellas disidentes sexuales racializados y precarizados.
171
El binarismo de género occidental bajo el paraguas de ‘transgénero’, sin tener en cuenta los
orígenes del término o el auto entendimiento de las personas de género variante. Este allanamiento
de las experiencias complejas también permite a las personas transgénero que son blancas, de clase
media o alta asimilacionistas o educadas institucionalmente apropiarse de las experiencias y luchas
de la gente radical de género variante y de color como una parte de la gran historia de los
transgénero, separándose de esta forma de cualquier responsabilidad de enfrentarse y atacar al
sistema de opresión más allá de la vaga ‘transfobia’. (Distribuidora peligrosidad social, 2014, pág.
7)
Como podemos observar, las rupturas entre disidentes sexuales se dieron desde
las primeras grandes revueltas en donde, mientras algunos sectores buscaron
incorporarse al American Way of Life y se organizaron en torno a ámbitos universitarios
y activismo por la petición de derechos y el lobbing con las instituciones políticas
liberales, otros mantenían posturas que tenían que ver con su supervivencia inmediata
en las calles. Las disidencias sexuales precarizadas no podían conformarse con un “salir
del clóset” porque eso no les aseguraba empleo, comida, hogar ni salud. La siguiente
década la precarización entre la población de disidentes sexuales que se dedicaban a la
prostitución se profundizará con la aparición de “la plaga”, el VIH.
De la misma forma, debemos decir que además de las rupturas internas por
diferencias ideológicas y de clase, se dieron rupturas entre homosexuales varones, trans,
lesbianas y las diferentes identificaciones. De la misma forma, aunque los movimientos
de disidencias sexuales abrevaron de los feminismos y han sido aliadas en muchas
ocasiones, también han existido desencuentros graves.
172
Resulta relevante decir que cuando el VIH cundió por el continente el proceso
de organización política de las disidencias sexuales dio un giro hacia la oenegeización
(Figari, 2010) que coincidió con el periodo de las llamadas transiciones democráticas en
el continente que trajeron consigo reformas neoliberales en los Estados
latinoamericanos. Con esto, aunque se consiguieron asegurar legalmente algunos
derechos, con el desmantelamiento del Estado y la mengua de los derechos sociales, las
disidentes sexuales tampoco gozaron de mayores privilegios. Mientras tanto, las
agrupaciones políticas no se quedaron sólo en las ONG’s ni en los ámbitos académicos,
sino que asumieron diversas posturas ideológicas y políticas, entre ellas, muchas y
muchos se han sumado a la necesidad de descolonizar su pensar y quehaceres políticos,
aunque también en este rubro encontramos diferencias, no obstante, trataremos de
abordar este punto.
173
III.1.4 Queer, cuir, torcido, loca. Discusiones latinoamericanas
Las disidencias sexuales han encontrado, durante los últimos años, en la teoría queer su
corriente hegemónica de pensamiento, a pesar de que el uso del término comenzó por
ser una forma de señalamiento a maneras de vestir y de ser consideradas demasiado
exóticas frente a la normalidad. A pesar de esto, el término fue retomado políticamente,
de forma que muches disidentes sexuales comenzaron a identificarse con un término
que comenzó como una burla y funcionó como una forma de identidad de quienes se
sentían rares, fuera de los focos de normalización sexogenérica. Así, el término fue
adoptado por quienes no se identificaban como hombre o como mujer, como gay o
como lesbiana al considerarlas términos cercanos al asimilamiento al orden capitalista.
174
queer y de su reapropiación (cuir, torcido, excéntrico) y las críticas que consideran una
extensión de la visión patriarcal y colonial nos lleva a recorrer las diversas formas de
expresión de la disidencia sexual desde el mundo no europeo.
La teoría queer nace como subversión de las grandes teorías para pensar
géneros y sexualidades, pero deja su lugar de teoría marginal rápidamente y se
populariza en todo el mundo a partir de su desarrollo en los países sedes de la
producción de conocimiento hegemónico. Las primeras críticas a dicha teoría vienen de
su propia forjadora, De Lauretis, que refiere un uso indiscriminado del término por parte
de los movimientos LGTBI que priorizan al género sobre la sexualidad y explora el uso
de otras formas de teorizar como sujetos excéntricos y retoma la idea del lesbianismo
político (Mogrovejo, 2011). Desde entonces múltiples voces, sobre todo
iberoamericanas, han debatido acerca de la pertinencia de la teoría queer.102 Para Rivas
San Martín (2011) lo queer debe pensarse como contextual y político, por lo que se
debe respetar la importancia fonética angloparlante ya que “La indeterminación
101
Se ha preferido utilizar el término disidencia sexual sobre el de homosexualidad para dar cuenta de un
espectro más amplio de preferencias o conductas sexuales respecto a la heterosexualidad normativa. De la
misma forma, nos parece que es una forma de no invisibilizar a la homosexulidad femenina o
lesbianismo, ya que la palabra homosexual en muchas ocasiones hace referencia a la homosexualidad
masculina.
102
No es de interés para esta investigación las críticas desde el punto de vista biologicista reproductivo
como el de Lee Edelman quien acusa a lo queer de “narcisistas, antisociales y portadores de muerte” ya
que no ofrecen futuro al negarse a reproducir a la especie (Mogrovejo, 2011), ya que este tipo de críticas
constituye parte de los argumentos que alimentan la exclusión de las disidencias de género y sexuales.
175
gramatical de “lo queer” en castellano, determina la imposibilidad de referirse a un
particular espećfico” que a la vez, interpela desde la exterioridad del castellano, lo que
nos colocaría frente a una aparente superword, que atiende a cierta inteligibilidad que
“logra señalar todo lo que no se ajusta a las normas” a partir de la desestabilización de
identidades. Sin embargo, en los contextos latinoamericanos, a diferencia de los
contextos anglo en los que tuvo su mayor politización, lo queer no surge de los
movimientos políticos de los disidentes sexuales precarizados sino de la academia.
En América Latina, queer choca con las posturas decoloniales, ya que en nuestra
región no tiene un origen popular o de clase baja, sino que ha sido adoptado por las
élites bilingües; en estas tierras queer se convierte en lo que avala la normalización de la
diferencia —que no disidencia— sexual, en la frontera Norte/Sur pierde su
confrontación con los estudios gays y lesbianos ya que no responde al queer que
enumera Gloria Anzaldúa en su Borderlands/La frontera. Francesca Gargallo (2009)
señala que no existe un movimiento queer latinoamericano, aunque algunos grupos se
autodenominan así para tratar de romper pautas de género y sexualidad, éstos están
desarticulados y no conforman un movimiento; también dice que lo queer ha sido
considerado por algunos grupos feministas como un intento de masculinizar el
feminismo. Sin embargo, ella no cierra la posibilidad de reflexionar en torno a estas
posturas ya que, para ella:
Con la revisión anterior no queremos decir que lo queer y la teoría queer sean
herramientas políticas y teóricas erróneas, sino que es necesario ponderar sus postulados
y el uso, en muchas ocasiones indiscriminado, de su etiqueta. Rivas nos dice que el
debate norteamericano del uso de la teoría queer y el sudamericano no puede
desarrollarse de la misma manera, en tanto en el sur, sólo se retoman algunos autores
como Beatriz Preciado quien no tiene fuerte repercusión en la academia norteamericana
(Rivas San Martín, 2011).
176
diferencia de la idea global de los movimientos LGTTBQ que podrían no considerar
cómo ha operado la construcción de la sodomía como mecanismo colonial y sus
secuelas en países latinoamericanos. Las lesbianas autónomas latinoamericanas, aunque
etiquetadas como pensadoras queer como Yuderkys Espinosa, toman su distancia
respecto a dicho pensamiento y construyen desde su experiencia su teoría. Para pensar
estas realidades y la construcción de una sociedad con relaciones más equitativas, la
teoría queer, su diálogo y diferencia con el pensamiento feminista puede dotarnos de
herramientas útiles. En un inicio, el movimiento queer, de disidentes sexuales y de
género, atravesados por marcadores raciales y de clase, tenían mucho en común con
buena parte de los sectores homosexuales latinoamericanos. Incluso puede afirmarse
que las locas, las fuertes, los homosexuales prostituidos de los barrios latinoamericanos
y las lesbianas autónomas también tienen como contraparte a la sexualidad burguesa e
ilustrada de la región como sucede con los sectores gays y lesbianos normalizados del
primer mundo.
103
Entrevista realizada a Yuderkys Espinosa en la Ciudad de México en diciembre de 2013.
177
dispositivos de exclusión del orden heteropatriarcal. Aunque sabemos que el
travestismo no es el postulado principal ni del movimiento queer ni de la teoría, esto es
una muestra de cómo se ha comprendido en el continente.
Vale la pena destacar que no se descartan las aportaciones de la teoría queer a las
diversas construcciones críticas decoloniales, sin embargo, no se asume ciegamente su
propuesta en un contexto distinto, el latinoamericano, en donde lo queer se asocia a las
élites homosexuales occidentalizadas. A pesar de esto, no es posible desechar elementos
teóricos que pueden resultar útiles para analizar la exclusión y proyectar la
emancipación como la teoría de la performatividad de género desarrollada por Judith
Butler. Más allá de un simple trasplante teórico o un rechazo ciego a lo extranjero, me
parece que los conceptos de la teoría queer nos ayudan a recordar que “Lo queer, como
todo lo demás, no es nada necesaria y esencialmente, sino más bien lo que queramos y
podamos hacer con ellas. Mantener una vigilia atenta a esta flexibilidad del término va a
ser parte de nuestra tarea poĺtica.” (Pérez M. , 2013)
El debate en torno al uso de lo queer sigue abierto. Algunas, como Sayak Valencia
proponen escribirlo como suena en español, cuir, para dar cuenta de las formas locales.
En un dossier llamado ¿Se puede hablar de queer en América latina? Editado por
FLACSO Ecuador, se nos da cuenta de dicho debate. El uso de queer se mueve desde la
defensa o ataque a la tropicalización del término hasta la aplicación de la teoría en
textos literarios. Es en esta última forma de uso de la teoría queer en donde nos
encontramos en mayor desacuerdo, ya que aparece como una herramienta para analizar
la disidencia sexual reflejada en la literatura latinoamericana de mediados del siglo XX,
178
mientras nuestra postura es que la literatura latinoamericana aporta sus propios
elementos para pensar la realidad de las disidencias sexuales de la región, además de
hacer uso de una conciencia de clase y de raza, las propuestas de pensadores como
Giuseppe Campuzano, Néstor Perlongher, Pedro Lemebel o José Joaquín Blanco, por
mencionar a algunas, nos muestran las problemáticas propias de la región y las
estrategias para afrontarlas. Esto, antes de continuar con los discursos teológicos, abre
una digresión sobre su relación con el pensamiento descolonial y las disidencias
sexuales.
Porque las lágrimas de las locas no tenían identificación, ni color, ni sabor, ni regaban ningún jardín de
ilusiones. Las lágrimas de una loca huacha como ella nunca verían la luz, nunca serían mundo húmedos
que recogieran pañuelos secantes de páginas literarias. Las lágrimas de las locas siempre parecían
fingidas, lágrimas de utilería, llanto de payasos, lagrimas crespas, actuadas por la cosmética de la
chiflada emoción.
Pedro Lemebel
179
sexualidad, la que desestabiliza las pautas cerradas de identidad. Esta figura retrata una
disidencia sexual atravesada por otros factores de marginación además del género y la
sexualidad; en ellas se refleja la exclusión por clase y, en muchas ocasiones, por raza o
por etnia. La interseccionalidad de la exclusión reflejada en la literatura latinoamericana
a través de la loca de barrio, surge por los mismos años (algunas novelas incluso
algunos años antes) que la primera teoría queer. Basta echar un vistazo a Lugar sin
límites de José Donoso con su personaje de la Manuela o a cualquier novela de Pedro
Lemebel para comprender que desde los lugares no privilegiados de producción de
conocimiento se construía una postura crítica y política de la homosexualidad masculina
y sus diversas prácticas. Esto es importante ya que, aunque la disidencia sexual global
tiene como gran punto simbólico los disturbios de Stonewall y como teoría hegemónica
a la teoría queer, la reflexión y la búsqueda de liberación de prejuicios ante las
sexualidades diversas ya se desarrollaba y, en la práctica, ya aparecía en los barrios
latinoamericanos.
180
con hablar de la marginación por su diferencia sexual, su disidencia de género; también
se retratan las intersecciones de esa marginalidad con los problemas de clase, el maricón
pobre; de raza, el travesti mapuche o el costurero negro. Critican e ironizan acerca de
las construcciones de masculinidades y feminidades, de los roles cerrados, e incluso o,
sobre todo, de los prejuicios sobre el gay de clóset y sobre la loca.
Por supuesto, es imposible asegurar que toda disidencia sexual o que toda
preferencia sexual distinta a la heterosexual vaya de la mano de las prácticas de la loca,
sin embargo, dichas prácticas son las que se alejan más de los procesos de
normalización de las prácticas de diversidad sexual desarrolladas por el orden
moderno/liberal capitalista: en ellas no se solicita que se establezca el matrimonio entre
personas del mismo sexo, ni una familia con padres del mismo sexo, porque encajar en
las estructuras ya impuestas a las heterosexualidades no es su prioridad. En muchas
ocasiones es posible leer cómo el travestido es el que se encuentra en menor estima
entre los homosexuales, incluso, por debajo de los prostitutos identificados
genéricamente con lo masculino.
181
Es así como la literatura latinoamericana da un paso importante en el reflejo de lo
que sucede: discurso discriminatorio en lo público y convivencia y aceptación en la
comunidad cercana. La loca tuvo a lo largo del siglo XX la aceptación que tuvieron los
personajes literarios latinoamericanos del mismo sexo y sus motivos, como dice Carlos
Monsivais:
Durante los setenta y ochenta se escribieron novelas importantes que tenían que
ver con disidencias sexuales, la primera y generalmente más mencionada es El vampiro
de la colonia Roma de Luis Zapata que retrata la historia de un joven prostituto en la
Ciudad de México, aunque a la par de ella surgen muchas otras como Las púberes
canéforas de José Joaquín Blanco, aunque hay algunas pocas anteriores como El diario
de José Toledo de 1964 de José Barbachano.
Más complicado es encontrar narrativa lesbiana, aunque destaca Amora del año de
1989 de Rosamaría Roffiel y los poemas de Nancy Cárdenas comenzados a escribir en
1968. La lista de literatura latinoamericana de disidencia sexual después de los años
ochenta es larguísima y este espacio no es el adecuado para hablar de toda la obra, ya
que, además, no se busca sólo señalar las obras de homoerotismo. Lo que buscamos es
poner los ojos sobre uno de los íconos de la disidencia: la loca de barrio, la fuerte, las
disidentes sexuales y de género.
104
Monsivais, Carlos. Pedro Lemebel: del barroco desclosetado. Revista de la Universidad de México, en
http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/4207/pdfs/5-12.pdf última visita el 09/12/13
182
La loca resulta una figura interesante porque se coloca justo como lo marginal en
el mundo no artístico (del performance o los grandes poetas) ni normalizado de la
disidencia sexual. Se trata de la figura en donde se cruzan las exclusiones de sexualidad,
género, raza y pobreza. Se construye esa figura en la literatura, más tarde en los estudios
sociales al pensar lo cuir latinoamericano. Sin embargo, lo importante de esa figura es
que vive, que resiste, que encarna más de lo que la teoría queer retomada por la teoría y
práctica de élite homosexual latinoamericana ha dicho. La loca tiene un origen parecido
a lo queer original, sin embargo, no es lo mismo y se parece cada vez menos a las
reapropiaciones latinoamericanas del siglo XXI.
De tal suerte que las lágrimas de las locas han sido parte de la cotidianidad de los
barrios pobres en América Latina. Lágrimas, maquillaje, actitud, han sido parte de la
vida de las grandes ciudades, de sus márgenes, en donde las locas han encontrado
183
espacios como costureras, estilistas, cocineras. Se les ha construido un lugar en los
oficios considerados femeninos, se mantiene su decisión. Las locas, las fuertes son
también diseñadoras de espacios que la literatura ha retratado en novelas como Tengo
miedo, torero de Pedro Lemebel o El lugar sin límites de José Donoso; espacios que los
analistas literarios, en el mejor de los casos, anudan a la tradición barroca a través de
Severo Sarduy y que para nosotrxs será la pauta para pensar en las reflexiones acerca de
la disidencia sexual desde América latina, ya que a la par de la producción de narrativa
se desarrolló el ensayo, en donde también se enuncia claramente la intersección de
dispositivos de opresión: clase, sexualidad, género y raza.
En este rubro destacan Carlos Monsivais y José Joaquín Blanco en México, así
como Néstor Perlongher en Argentina. En el brillante ensayo de Blanco de 1979, Ojos
que da panico soñar, queda claramente señalada la diferencia de clase entre la
marginada homosexualidad, sobre todo en las ciudades; mientras tanto, avizora un
escenario de normalización que asegure espacio de confort a aquellos homosexuales que
puedan pagarlos, lo que llevará a los disidentes sexuales y de género de su tiempo —
finales de los setenta— a renunciar a los privilegios del rebelde, a renunciar a su
diferencia política, al afán crítico del perseguido, a la valentía para cuestionar el orden
del distinto que asume su diferencia, a la indiferencia por instituciones como la familia
o la intención de acumular. De la misma forma, dice que los homosexuales pobres, los
prostitutos, no tendrán mayor cambio en sus vidas, seguirán explotados, extorsionados,
perseguidos:
184
realidades de las disidencias sexuales y de género, se trata de críticas que aún en estos
días realizan las lesbianas feministas autónomas.
Los gobiernos verticales, aún los socialistas (la URSS, Cuba) han buscado exterminar la diferencia
viva de los homosexuales, con recursos que no excluyen los campos de concentración. Las
"democracias" capitalistas han seguido una política no menos criminal pero más sofisticada: para
domesticar a una población, no se trata ahora de imponerle normas sobre con quien hace el amor
sino de cómo hacerlo: una sexualidad hedonista de consumo, prefabricada y sobrestimulada con
recursos tecnológicos, en la que el sexo se banaliza y cosifica, y ya no importa ninguna
transgresión sexual porque el sexo, como todo el cuerpo, ha dejado ahí de tener importancia.
(Blanco, 1979, pág. 184)
Por su parte, Perlongher va a hablar de los prostitutos brasileños, los taxyboys, los
chichifos. Hablará de su pobreza y de su persecución por parte de las autoridades
policiales —de quienes hará continuo escarnio— y de las dictaduras militares, para él,
la homosexualidad no debe ser abordada desde el punto de vista del goce sino del terror.
¿Cómo podría existir goce en la persecución y en la muerte? Su continuo diálogo crítico
con la obra de Deleuze y Guattari da cuenta de lucidez intelectual a la que han
encasillado como queer latinoamericano, cuando como bien apunta Marisanty (2008), la
teoría queer tiene como uno de sus referentes más importantes el post estructuralismo
de Derrida, por lo que existe una “genealogía diferenciada” entre el queer
norteamericano y el “queer” perlongheriano y de Lemebel. Me parece que es un texto
185
que vale la pena revisar, ya que en él se afirma que, aunque no se trata de pelear
primicias, desde América latina el pensamiento de disidencia sexual ya se había
cuestionado desde las luchas políticas y la construcción de identidades:
A comienzos de los ochenta (y que quede claro que no se trata de competir por la primicia y la
exclusividad de ciertos planteos), Perlongher se apropia del pensamiento de Deleuze y Guattari y
realiza a partir de ellos un cuestionamiento netamente postestructural a la política de la
representación y de la configuración de identidades que inmovilizan a los sujetos que interpelan.
Así como Butler, en el primer capítulo de El género en disputa (BUTLER, 2001), ponía en
evidencia la crisis representacional del movimiento feminista y cuestionaba el concepto de
identidad, el poeta argentino, unos años antes, hacía una observación similar acerca de las
estrategias identitarias de los movimientos minoritarios que tienden a formar "guetos" y propiciaba
la insubordinación de las subjetividades disidentes, como forma de resistencia al control estatal y
al "adecentamiento" asimilacionista de los propios grupos minoritarios. (Marisanty, 2008)
Durante el apartado anterior hemos buscado sentar las bases para abordar a las
disidencias sexuales desde nuestro continente. Ahora, haremos un recorrido por los
antecedentes de la Teología Queer de Liberación Latinoamericana (TQLL) para mostrar
cómo surgió y de qué fuentes ha abrevado para asentarse en nuestro continente. Así
mismo, analizaremos cuáles son los elementos que conforman dicha teología y cuál es
186
el impacto político de la misma dentro y fuera de las iglesias cristianas y cómo sus
propuestas aportan a los procesos de descolonización. En este sentido, nos detendremos
en la obra de la teóloga argentina Marcella Althaus-Reid quien a través de su Teología
indecente…reta a la primera teología de la liberación, aunque paradójicamente, se
asume como su heredera.
Las plumas cuales rayos del Sol, perduran para travestir la histérica masculinidad
contemporánea…
Giuseppe Campuzano
En este capítulo hemos dado cuenta del debate teórico latinoamericano para abordar las
formas de opresión de los disidentes sexuales latinoamericanos. Ahora, es tiempo de
hablar de dicha disidencia, su fe y su búsqueda de liberación a través de la misma, así
como la implicación política de las mismas. Es por esto que revisaremos la forma en la
que surgieron las teologías gays y lesbianas, así como las diversas posturas de las
iglesias cristianas al respecto.
Al igual que las teologías feministas, la teología queer surge desde aquellos y
aquellas que han sido excluidos desde los parámetros de las teologías clásicas y también
desde la teología de la liberación y sus grandes patriarcas que han mantenido, como
mencionamos en el segundo capítulo, posturas muy conservadoras con respecto a la
sexualidad. Se trata de disidentes sexuales que pugnan por ejercer su fe libremente,
dentro de las iglesias a las que pertenecen desde la infancia, o pertenecen sus familias, o
a las que han decidido pertenecer e, incluso, construir. La liberación que buscan es la de
ejercer su fe sin ser tachados de pecadores, sin ser proscrites o amonestades, aunque
187
como veremos, no se trata de una simple petición de inclusión ya que parte importante
de su labor radicará en revisar los pilares de condena de la homosexualidad desde las
ideas de los Padres de la iglesia hasta las diversas hermenéuticas de interpretación para
la elaboración de la propia. Así, las disidencias sexuales han elaborado trabajos acerca
de temas como la expiación y el pecado en torno al ejercicio de la sexualidad, una
cristología gay o una hermenéutica homoerótica en donde el amor y la amistad son los
principales conceptos de análisis.
Elizabeth Stuart Hall ubica como punto de partida del surgimiento de las
Teologías gays y lesbianas los disturbios de Stonewall (Stuart, 2005). Sin embargo, es
posible detectar que en el levantamiento del Café Compton’s acontecido tres años antes,
como hemos mencionado con antelación, contó con la participación de una comunidad
barrial de disidencias sexuales ya organizada alrededor de la Gilde Memorial Church.
Esto nos parece importante para señalar ya que, hasta la fecha, existe relación entre la
organización popular y las iglesias comunitarias. En el caso de EE. UU. esto sucede con
iglesias cristianas de todo tipo, aunque destacan las iglesias protestantes en el apoyo y
organización en torno a las disidencias sexuales desde los primeros años de su
politización más fuerte, hasta sucesos más recientes en donde una pastora queer, Pamela
Lightsey, mujer afro que se identifica como parte de la Theology Womanist Queer,105
fue parte importante de la organización.
que existe una variante minoritaria de la condición humana cuya aparición es constante, no
patológica e independiente de la cultura, el entorno, la religión, la educación o las costumbres, una
variante que ahora designamos con la expresión “ser gay”. Esta variante minoritaria se vive, sin
embargo, desde las condiciones de una cultura, un entorno, una religión, una educación y ciertas
105
El womanismo (womanist) fue una respuesta de grupos de mujeres afro que no querían identificarse
como feministas por considerar que éste sólo refería a los problemas de mujeres blancas.
188
costumbres determinadas, es decir: de una manera que está por completo cargada de cultura.
(Alison, La cuestión gay, 2011, pág. 49)
106
En 1968 se funda la Iglesia de la Comunidad Metropolitana en Los Ángeles con una intención de ser
una iglesia inclusiva en donde se celebró la primera boda entre dos personas del mismo sexo en 1969.
107
El primer paso dicta lo siguiente: “Admitimos que éramos impotentes ante la homosexualidad, que
nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.” (Courage Latino, 2017)
189
creativo y creyente fervoroso” (Mendoza-Álvarez, 2011, pág. 44). Como vemos, se
afirma su carácter humano, discursos que podrían recordarnos a las discusiones
coloniales acerca de la humanidad o bestialidad de indies y negres. Sin embargo, esta
vez se pugna por su inclusión en derechos y obligaciones. En otro tenor se encuentran
los grupos Génesis y Otras Ovejas que son agrupaciones de sacerdotes y personas que
se identifican como homosexuales pero que, a diferencia de la postura oficial, no buscan
la castidad ni la conversión sino la aceptación de la persona como parte del orden
divino, con todos sus ejercicios. Estos son grupos ecuménicos, agrupan a miembros de
diferentes iglesias, aunque debemos decir que, al igual que en el catolicismo, esto es
excepción.
190
setenta, existían dos grupos que se asumían como cristianos, uno católico y uno
protestante, aunque no nos ha sido posible rastrear algún trabajo escrito desde ahí.
191
Las primeras TGL, consideradas liberales, son las que surgieron después de
Stonewall y se centraron en las ideas de salvación individual, ponían énfasis en el “salir
del clóset” como la primera forma de liberación espiritual. Estaban centradas en mostrar
que la homosexualidad no era mala y que se trata de una forma humana creada por la
divinidad. Ante esto, se desarrollaron formas de “limpiar” la imagen gay a través de
mostrar que son capaces de ser buenos cristianos, “El fundamento de las primeras
teologías gay y lesbianas era que lo gay es bueno porque el amor es el punto de contacto
entre Dios y el ser humano” (Stuart, 2005, pág. 44)
Desde las primeras teologías de disidencia sexuales se dio por sentado que las
identidades gay y lesbiana eran identidades estables. Esto implicaba que en el plano
teológico se hablara desde una experiencia específica, “Las personas gays reciben una
voz teológica. Al igual que toda forma de teología liberal la teología gay es
fundamentalmente apologética.” (Stuart, 2005, pág. 44) Estas teologías se elaboraban
desde las ideas de dones y virtudes que Dios habría dado a las personas gays, por lo que
también marcarían pautas de las formas “correctas” de ser gay o lesbiana cristianes. De
esta forma, muchas de estas TGL buscan la aceptación de las iglesias a las que
pertenecieron elles o sus familias. Aunque en el caso de los teólogos católicos fueron
sentenciados a silencio o expulsados.
Las obras destacadas de la TGL son: Loving Women, Loving Men: Gay
Liberation and the Church (1974) de Sally Geavhart y Bill Johnson, Towards a
Theology of Gay Liberation (1977) de Malcom Macourt, The Church and the
Homosexuality (1976), Taking a Chance on God (1988) y Freedom, Glorious Freedom
(1995) de John J. Mc Neill. Este último fue un jesuita expulsado que asume a la
sexualidad como un camino hacia la divinidad y adopta los 12 pasos como en AA
aunque a diferencia de la postura oficial, no lo utiliza para invitar a la abstinencia sexual
sino para “salir del clóset” y aceptarse como obra divina. En esta línea hay otros
teólogos como Chris Glaser, (presbiteriano), Jim Cotter, Giles Hibbert y Craig O´Neill
(Stuart, 2005). La principal crítica a esta TGL es que se desarrolla alrededor de un
sujeto homosexual estandarizado, blanco, de clase media o alta y colonizado, no se
piensa en la diversidad de devenires:
Todo, incluyendo a Dios y a los demás, queda absorbido en el yo occidental, de clase media gay y,
a la postre, neurótico. Los primeros teólogos gay utilizaron ingenuamente los mandamientos,
principios y herramientas de la teología moderna para elaborar el yo teológico gay. El problema
estriba en que el yo teológico gay está herméticamente cerrado a otro yo, sólo es capaz de hablar
192
de manera significativa consigo mismo y está encerrado por una modernidad que lo construyó.
(Stuart, 2005, pág. 62)
Una vez extendido el VIH entre la población disidente sexual los discursos
teológicos gays y lesbianas se tornaron en discursos de hospitalidad, como el concepto
de hospitalidad promiscua de las tribus queer que es desarrollada por Nancy Wilson,
por lo que el factor individual se mueve a una idea de comunidad que no estaba presente
en la primera TGL. Los temas que comenzaron como una relectura de la Biblia desde
una hermenéutica gay también cambian hacia otros como la cristología y la
resurrección. Mientras el desarrollo teológico gay era blanco y liberal, entre las
comunidades queer avanzaban formas organizativas de fe que enfrentaban a la “plaga”.
Estas críticas serán temas que aparecen en la segunda clasificación de TGL que nos
propone Stuart, las Teologías Gays y Lesbianas de Liberación (TGLL).
Entre los teólogos que destacan en esta línea se encuentran Gary David
Cornstock, J. Michael Clark, Richard Cleaver y Daniel Spencer. Estos teólogos usaron
la idea de la amistad para vincular el amor de Dios hacia la humanidad, por lo que
aceptar a la sexualidad como parte de lo divino, para ellos, tendría que ver con
relaciones responsables, alejadas de la promiscuidad, con lo que se buscaría: “liberar a
la sexualidad de sus limitaciones patriarcales y hetero sexistas y reintegrarlos a la
espiritualidad:” (Stuart, 2005, pág. 70) Esto, debiera ir de la mano de un
cuestionamiento a lo que sucedió con la comunidad LGTTB después de Stonewall en
donde “el culto a la masculinidad post Stonewall en la comunidad gay occidental no
hizo nada para salir de este problema (el patriarcado)” (Stuart, 2005, pág. 70). Por lo
que la crítica en el ejercicio de la sexualidad iría de la mano con una crítica al
193
patriarcado, cuestión muy arraigada, tanto en las prácticas cristianas y sus instituciones,
como en los liderazgos de los movimientos sociales, incluidos los LGTTB. Cabe
mencionar que las posturas de los teólogos de esta línea no son homogéneas ya que,
aunque la mayoría de mantienen cercanos a la Biblia como un documento de autoridad,
Cornstock, por ejemplo, es más cercano a posturas de la teóloga feminista Elisabeth
Schüssler-Fiorenza al sostener que sólo las escrituras que abonen al proyecto de
liberación gay serán las que tome como fuentes.
Hasta ahora hemos visto el desarrollo de teologías que, aunque aún se basan en
identidades homosexuales estáticas o construidas socialmente, aún se mantienen en
lógicas de género binarias que únicamente hacen diferencias en cuestiones sexuales,
incluso cuando afirman a un Dios bisexual se mantiene la idea de éste en masculino
feminizado o Jesús bisexual. Los trabajos que cruzan teología o religión y disidencias
sexuales son cada vez más numerosos y muchos de ellos han adoptado la palabra queer
para definirse. La teología queer (TQ) surge, al igual que la teoría queer, como una
respuesta ante las teologías gays y lesbianas que tendían a construir conductas
normalizadas de la homosexualidad, incluso algunas, apuntaban hacia la sacralización
de algunas prácticas homosexuales. A continuación, veremos cómo se ha desarrollado la
TQ en otros contextos y cómo han tenido acogida en América latina.
194
III.2.2 Teología queer en América latina: disidencias sexuales y clase
La sexualidad es uno de los modos concretos del cara-a-cara que se juega esencialmente en el
"sexo humano-a-sexo humano" (el coito), donde la sexualización del Otro no depende sólo ni del
nivel genital biológico, pulsional psicológico, ni de la intención constituyente de objetos
sexualizados, sino del encuentro de dos exterioridades, dos personas, que no pueden dejar de
contar siempre con el misterio y la libertad del Otro. Si el Otro es constituido como mero "objeto"
sexualizado por una intención erótica del sujeto, el acto es ya homosexualidad y alienación del
Otro como mera mediación del autoerotismo. (Dussel, 1977, pág. 72)
195
posible decir que en la TLL ni en la TFLL fuesen críticos a la normatividad de género y
sexualidad. Aunque a lo largo de su historia las iglesias cristianas han desplegado
preceptos para normativizar la sexualidad, al momento de elaborar teología, aún desde
el margen y la crítica, el cuestionamiento al binomio de género y sexualidad se
mantienen como temas poco trabajados, aunque cada vez más cuestionados. Es aquí
donde el pobre asexuado, que ya habían señalado las teólogas feministas, es un punto
ciego que no permite pensar en los problemas humanos de forma integral y, aunque esto
tiene que ver con problemas propios de las mujeres, como vimos en el capítulo anterior,
también refiere a la forma en la que las representaciones masculinas y el sistema
patriarcal de la teología sistémica dejan de lado el problema, no sólo de lo femenino,
sino de lo feminizado y de las masculinidades hegemónicas y marginales; los géneros
múltiples son, prácticamente impensables en las primeras teologías liberacionistas.
196
teología de liberación, de teologías feministas y teologías gays y lesbianas, aunque esto
es hilado con conceptos de la teoría queer. Colocar la cuestión de clase a través de la
TLL no bastaba, mientras la TFLL encontraba sus limitaciones en los discursos de
género binario. La emergencia de la teoría queer influenció a estas autoras que
adoptaron en su teología la idea de lo torcido, de lo raro que se situaba en las partes
marginales del sistema. Esto era una forma de retomar la cuestión de clase, pero con la
incorporación de otras formas de exclusión como la raza, el género o la ambigüedad del
mismo. Como veremos adelante, a esto, Althaus-Reid agregó una crítica decolonial al
quehacer teológico, incluso modificó el inicial queer por la idea de una Teología
Indecente que también dará título a su obra más conocida.
Resulta importante señalar que lo queer ha servido para pensar a las diferentes
tradiciones religiosas, que han tenido interpretaciones negativas hacia la
homosexualidad, conforme avanza el siglo, tal es el caso del islam, aunque, también han
surgido críticas y debates acerca de la queerización de las disidencias sexuales en torno
a las sociedades islámicas que, al igual que el resto del mundo, cuentan con una
complejidad cultural importante en las que existen diferentes grados de aceptación a las
disidencias sexuales, por lo que, de la misma forma que en nuestra región —como
hemos visto—, lo queer ha resultado intrusivo (Seguer, 2014). En otras tradiciones
religiosas la apertura a las disidencias también comienza a desarrollarse como en el caso
de Abdennur Prado, presidente de la Junta islámica catalana, quien hace una
interpretación en la que asumen que en el Corán se habla de los “hombres sin deseos
por las mujeres” que en malas traducciones refieren a eunucos, cuando en realidad
hablarían de “hombres que gustan de hombres” (Prado, 2017).
Para volver a nuestro tema específico, continuaremos con la línea marcada por
Elizabeth Stuart para conocer los antecedentes de las teologías de disidencia sexual en
Latinoamérica que tienen un enclave en el entorno anglo. Hemos revisado ya a la
Teología gay y lesbiana liberal y a las Teologías gays y lesbianas de liberación. Es a
partir de estas últimas y de la conciencia lesbiana que se desarrollarán las Teologías
Eróticas (TE) y las teologías que influencian directamente a las Teologías Queer.
197
partir de estos elementos es que se desarrolla su hermenéutica de textos sagrados y para
pensar la divinidad. Dios se encontrará en lo erótico, mientras las Escrituras se deben
abordar desde la mutualidad, de tal manera que, “la comprensión de la divinidad como
poder erótico requiere una ética afirmadora del sexo, en el cual el placer sexual no
abusivo constituye un bien moral:” (Stuart, 2005, pág. 96) A lo erótico se contrapondría
la cultura de lo pornográfico. Todo esto tendría como implicaciones teológicas una
relación con la divinidad en la que los cuerpos tendrían un papel fundamental, lo que
trasladaría la línea del pecado a otro espacio que sería el uso de los cuerpos sin la
responsabilidad que implica la mutualidad. Vale decir que Heyward no apuesta a la
monogamia de las teologías tradicionales o de la TG, sino a que quien cree puede
religarse con la divinidad a través de amistades sexuales.
198
de sus iglesias, sea para buscar inclusión o para organizar otras, para cuestionar las
estructuras existentes o para fundar otras.
A la par del debate de la TE, Robert Goss escribe lo que para Stuart es la
transición entre la TGL y la TQ: Jesus Acted Up: A gay and Lesbian Manifiesto en el
que: “Emplea aquí la palabra <queer> en el sentido activista que surgió con a la crisis
del sida para referirse a las coaliciones formadas entre lesbianas, hombres gays y
mujeres feministas, <queer> es un término que denota disidencia política y diferencia
sexual. Goss escribe desde su experiencia de activismo queer.” (Stuart, 2005, pág. 139)
De tal forma que se utiliza el término con el sentido con el que nació en el terreno
político para definir una forma de hacer teología desde lo abyecto. La TQ se desarrolla a
partir, no sólo de las teologías antecesoras, sino de la obra de pensadoras como Judith
Butler, Eve Sedgwick y Michel Foucault, por lo que se desarrollará una hermenéutica
propia que adoptará tanto a la TF como a la TLL, lo que resulta que coloque como su
lugar de enunciación entre quienes han sufrido opresión y la hermenéutica de la
sospecha desarrollada por Fiorenza-Schüssler.
Los temas que más desarrollo han tenido desde la TQ son la cristología, en la
intención de continuar con la idea de un Jesús bisexual que difumine las fronteras de
género y sexualidad, por lo que este tema en particular tendrá un desarrollo amplio con
respecto al cuerpo, ya sea erotizado, desgenerado, doliente, vestido o desnudo, los usos
discursivos de este Cristo se enfrentan abiertamente a la cristología clásica, “El Cristo
queer, en consecuencia, es aquel que lucha por las personas queer dominadas por la
homofobia, que se enfrenta y derrota a las fuerzas sociales que impiden a las personas
queer saber que son libres.” (Stuart, 2005, pág. 144) Estas posturas tendrán un
enfrentamiento inevitable con las autoridades eclesiales homófobas. La TQ busca no
sólo rescatar lo sexual, lo erótico o lo genérico para pensar a Dios, sino hacer del mismo
un sujeto con una identidad menos definida de lo que se ha hecho en la modernidad,
esto es, desanclarlo de una imagen patriarcal. En este sentido, su desarrollo no se trata
de una mera salida del clóset ni de la liberación de la homofobia sino de la
transformación de la forma en la que se concibe el género de Dios y de sus creyentes,
“la teología queer no está basada en la identidad; de hecho, es una teología anti
identidad. La teología queer no es un desarrollo <natural> de la teología gay y lesbiana,
sino más bien un desarrollo contra natura que surge de las fisuras existentes en la
teología gay y lesbiana…” (Stuart, 2005, pág. 152)
199
A partir de esta posición anti identitaria, la TQ desarrollará argumentos como la
futilidad de las iglesias al señalar las diferencias de género y sexuales, ya que la
conversión a través del bautismo sería lo realmente trascendente para quien busca
pertenecer al cristianismo, sin embargo, también da un paso más al retar a la teoría
queer,
Esta posición, a nuestro parecer, resulta un tanto peligrosa, en cuanto, aunque busca
dejar atrás las diferencias genéricas coloca a la identidad cristiana como centro de
acción. La TQ busca desestigmatizar a la homosexualidad dentro de las iglesias
cristianas y aunque a través de una especie de reto a la teoría queer busca reposicionar
los debates hacia lo espiritual, no plantean que esto se hace en el marco de una visión
occidental de la religión y de su forma de comprender lo relativo a lo divino. Si Stuart
criticó a las TGL por considerarlas liberales, hacer tábula rasa de toda identidad implica
más que pensar en igualdad, eliminar las diferencias desde las que las personas
creyentes se acercan a lo divino, lo que puede considerarse si no liberal, si colonial, al
dejar fuera de los parámetros de divinidad a lo no cristiano. A esta teología también se
le debe hacer la crítica que hicimos a la teoría queer cuando olvida que hay identidades
que se construyen históricamente y desde las que se busca liberación.
200
abigarramiento de las mismas, por lo que, desde otro camino, muestra la no esencia de
éstas. La teología althausiana muestra su posición de enunciación, una América latina
que no borra lo que es, sino que excede lo que se le ha impuesto. En el trabajo de esta
teóloga es en el que nos centraremos a continuación.
Había comprendido que Dios era la carne que se mueve, los cuerpos desnudos para los que deja
de existir la pobreza o la riqueza, el gran chorro de vida que lleva también a la muerte y corre
como la sangre de los ángeles.
Marguerite Yourcenar
201
Latinoamérica. Se trata de una teología que busca dar batalla a las teologías coloniales,
como llama Althaus-Reid a las teologías blancas occidentales y canónicas.
Sus trabajos resaltan de entre otros por la ruptura que tiene hacia la teología de
la liberación inicial y con las teologías feministas; sus categorías teológicas se
desarrollan a partir del método liberacionista de hablar desde su realidad, pero van más
allá porque para ella "sin constructos sexuales no hay Otro" (Althaus-Reid, 2005, 31).
Se trata de un conocimiento situado a partir del establecimiento de las relaciones
corporales y sexuales con el/la otre. De tal manera que las pautas teológicas
conformarían "una praxis sexual y poĺtica… Configuran epistemologías, visiones de la
vida y proyecciones místicas que relacionen lo humano con lo sacro" (Althaus-Reid,
2005, 15). Es por eso por lo que, para ella, es preferible hablar desde lugares
heterotópicos a los que arriba a partir de caminos perversos, o sea, vías distintas,
torcidas, que retan las pautas de comportamiento sexual y social establecidas desde lo
teológico.
202
habituales. A partir de Gayle Rubin, la TI habla de las múltiples posibilidades de
ejercicio de la sexualidad, sin olvidar el abuso, y las diversas narrativas que se
despliegan alrededor de éstas y que atraviesan factores de clase. El abuso entre las
clases altas es menos visible, aunque más punible. Esto será anudado a las formas de
religiosidad popular como una de las principales fuentes de esta teología, en tanto, se
considera que es un conocimiento válido y valioso para pensar la divinidad.
De tal forma que el actuar está sujeto a un espacio al que constantemente alude
la autora: los barrios pobres de las ciudades en donde confluyen mujeres pobres,
travestis, maricas, personas intersexo e, incluso, heterosexuales. Será este espacio, fuera
de las iglesias, en donde se piense lo divino a través del culto a santos populares en
donde el flujo deseante se hace evidente en los creyentes, lo que les permite exceder los
límites impuestos desde las instituciones de fe. Esta es una forma en la que, también,
nuestra teóloga se comunica con los y las pensadoras de disidencias sexuales en el
continente: no se separa el análisis de clase, raza, género o sexo en sus líneas narrativas,
en donde se alude constantemente a comunidad y barrio. Lo raro, lo torcido, lo festivo
lo gozoso, no se construirá como artificio político, es parte de lo cotidiano, forma parte
de la “mímesis festiva”, es decir, “un acontecer que politiza el arte y reactualiza de lo
humano las energías que han de luchar por configurar una mejor forma de existencia.”
(Gandarilla Salgado, 2016, pág. 469)
El “actuar”, por tanto, se dará desde una lectura contextual de la fe y del pecado.
Por estos motivos, nuestra teóloga se posiciona contra la idea de decencia, ya que lo
identifica como dispositivo de control, por encima de todo, sobre las mujeres. Al
conocer la situación de estas últimas y de los “maricas” en la región, ella no busca
borrar sus diferencias genéricas sino transformar cómo se construyen. La praxis, por
tanto, implica el reconocimiento de las diferencias sexuales de ambos frente a la
sexualidad hegemónica impuesta.
Los sujetos desde los que hablará irán desde un teólogo sado masoquista
(Tillich), hasta un viejo argentino gay cuyo único compañero es Cristo. Esta forma de
buscar explicaciones teológicas nos acerca a la idea de un Dios Queer, es decir, un Dios
sobre el que no se refleja al hombre dominante alrededor del que trabajan la mayor parte
de los teólogos. Ella pugna por un Dios travestido, degenerado, una potencia no
masculina ni machista. Su propuesta nos ayuda a buscar en los márgenes de los géneros
constituidos y de las sexualidades heteronormadas, así como en edades o clases sociales
203
poco valoradas, la semilla de la resistencia a partir de relaciones integénero e
intersexuales.
De tal manera que es imposible negar al cuerpo y sus deseos en las prácticas
religiosas cuando es posible verlo en las ceremonias, cuando se habla de una virgen que
pare, un Dios trío, un Jesús de sexualidad ambigua que pide amar sin límites. Podemos
pensar a Dios como en una potencia que no es masculina ni femenina sino queer, como
una potencia que aprehende todas las posibilidades de los géneros y degenerados.
Aunque no sigue la vía del desdibujamiento o de la desestabilización porque ella
muestra que ésta ya existe, que se trata del exceso imposible de asir por parte de las
instituciones normalizantes, tanto eclesiales como gubernamentales.
204
A partir de las perversiones, o versiones distintas, que propone Althaus-Reid es posible
que interpretemos más allá de las pautas tradicionales que tal vez nos llevarían a
mantener una condena rasa, en la que no importaría sino el incumplimiento o no de la
ley, incluso por sobre el mandato de amor.
108
Algunos autores como Luis Martínez Andrade (2011) y Martín Cremonte (2010) insisten en que una
de las principales debilidades que tiene la labor intelectual de Althaus-Reid es que no toma el tema de la
lucha de clases como central y cae en la trampa de usar los conceptos de identidad y diferencia que
pueden ser "absorbidos por el sistema". Desde nuestro punto de vista, aunque Althaus-Reid tiene como
tema central la conformación de lo marginal a partir de la diversidad sexual, ella no pierde de vista la
intersección con otras formas de opresión como la raza, la clase y el género como todo un constructo de
opresión. Esto le permite, y nos permite, extender el panorama de los dispositivos de normalización y
disciplinamiento que operan desde el orden actual; nos permite también, pensar en formas de
organización que no únicamente se centren en la lucha contra la opresión económica. Las críticas también
tienen que ver con la forma subjetiva a partir de la que se pretende construir conocimiento; sin embargo,
la construcción de un conocimiento que incorpore la experiencia, los afectos y la fe, es un reto a las
formas centradas en la mente como única fuente de conocimiento. Resulta una trampa suponer que en las
prácticas y teorías políticas no existen componentes afectivos o es posible dejarlos de lado.
205
las colonias, donde habitan aquellos a quienes hay que cuestionar su humanidad, a los
que no se consideran seres humanos; son aquellos que se encuentran en la zona de lo
que no es privilegiado. Las colonias se ubicarían en el área de no-ser. Grosfoguel se
refiere a las exclusiones respecto a la zona de bienestar y describe el orden actual como
un modelo tanto capitalista / patriarcal / eurocéntrico y cristianocéntrico. Su principal
propuesta para pensar la decolonialidad es a través de la construcción de una matriz de
exclusiones.
206
La matriz grosfogueliana puede ayudarnos a ubicar el pensamiento de nuestra
teóloga quien se puede ubicar como una de las pensadoras de lo popular desde un
contexto de terror, desde una de las disciplinas más menospreciadas durante el siglo XX.
Como heredera de los teólogos de la liberación en América Latina que teorizan desde
las condiciones materiales de la vida, no sólo trabaja con las comunidades pobres de la
zona de no-ser. Su obra no sólo denuncia la explotación económica y la organización de
la dependencia-perifera. Althaus-Reid desarrolló su pensamiento a partir de su
experiencia como parte de la CEB. Su teología, indecente, desafía el modelo de
homosolidaridad de la teología de la liberación y se cuestiona acerca del Dios para las
lesbianas, los gays y maricas. Desde un punto de vista-anticolonial y antipatriarcal,
propone un amor radical, un amor sin fronteras, más allá de la liberación de los pobres,
que exige la liberación no sólo de las almas, sino también de los cuerpos y sus
sexualidades, ella lucha para romper los yugos impuestos por roles de género cerrados.
Nos demuestra que las construcciones teológicas entrañan la construcción de formas de
vida que generan un orden: sexual y político. Sigue la tradición feminista de pensar que
lo privado es político. Tanto como decir que la zona del no-ser no sólo constituye la
frontera de los privilegios sino también su amenaza. No se trata de masas absolutamente
sometidas sino de espacios de creación de relaciones diversas.
Podemos hacer aquí una pausa para poner énfasis en la disputa que ha existido
en el cristianismo por el uso de los cuerpos a partir de los conceptos de amor: el amor a
Dios expresado a partir de la renuncia de los goces del cuerpo en la tierra (los límites
del pecado de Agustín); el amor hacia la comunidad expresada en un cuerpo social de
resistencia y lucha (revueltas populares consideradas heréticas); el amor a Dios a partir
del amor al prójimo en diversas preferencias de género y sexuales (propuestas de los
valdesos). Es decir, la construcción de la diversidad social y sexual se encuentra
profunda e íntimamente ligada a los procesos de conformación de espiritualidad y
viceversa. Esta será una de las propuestas políticas más interesantes de la TI. A partir de
un rescate de la idea de amor radical y de la idea muy trabajada por las disidencias
sexuales de amistad política, se hace una propuesta de comunalidad solidaria que se
aleja del pensamiento político moderno que apela a las nociones de amigo/enemigo. En
este sentido, su propuesta se encuentra cercana a principios indígenas que apelan por un
vivir diferente, un buen vivir que ha permeado en los movimientos políticos ajenos a los
escenarios de la política liberal.
207
El anticolonialismo de Althaus-Reid denuncia no sólo la conquista del territorio
y la invención de un continente. Denuncia el dolor de las lesiones contra las mujeres
colonizadas, el daño ignorado por el patriarcado de los colonizados. Ella dice que el
sexo de las colonizadas es usufructo. Los colonos utilizan no sólo el cuerpo para el
trabajo, también controlan las normas sexuales. El colonizado también mantiene el
sometimiento de lo diferente para construir sus propios privilegios. En este sentido, sus
críticas confluyen con destacadas pensadoras feministas decoloniales y de disidencias
sexuales que ya hemos revisado, quienes también profundizan en la idea de amistad y
amor ilimitado, sin las restricciones propias de los órdenes heteropatriarcales.
208
fe, que son los dogmas de la actuación; construye subjetividades oprimidas: la suya, la
primera. Esas subjetividades se controlan desde las estructuras de dominación corporal
(la clínica), dominación moral (la Iglesia Católica) y dominación legal (el despojo de
bienes y salarios). Esto conforma la dominación capitalista heteropatriarcal.
Todo discurso de autoridad religiosa y política oculta conocimiento reprimido y exiliado, que
queda en alusión marginal e indirecta. Se trata de un saber que las gentes dictan a través de contra
símbolos religiosos y políticos, y de contradicciones mitológicas de las versiones oficiales...operan
como resistencias diseminadas que no pueden ubicarse en ninguna utopía del futuro (teología) ni
en ideología del pasado. (Althaus-Reid, 2005, 35)
209
Es decir, se trata de los excesos inconmensurables, de aquello que los dispositivos
de disciplinamiento moral, económico, político no pueden asir. Frente a los grandes
discursos teológicos canónicos patriarcales, los micro discursos rizomáticos populares
resisten y retan las fronteras de clase, de raza, de género. La gran racionalidad es
resquebrajada frente a la intuición de la diferencia y la experiencia sexual de los barrios,
"la teología popular es pragmática y materialista, y cierra tratos con Dios sobre asuntos
de supervivencia en la vida diaria." (Althaus-Reid, 2005, 35)
Esto nos enseña que, no es necesario exponer la fe de una sola forma, como
tampoco hay una sola forma de ejercer la sexualidad, "La pureza contradice lo natural"
(Altahus-Reid, 150). El mayor legado de Althaus-Reid es su excentricidad. Debemos
aprender de su capacidad para analizar más allá de los aparentes límites de exclusión.
Debemos entender que la idolatría a un Dios macho dominante erige un sistema injusto.
Ella nos enseñó que Dios puede pensar diferente, rizomático, sin límites para el amor.
El amor de nuestras diferencias es donde se pueden encontrar las condiciones para
romper las lógicas de dominación y competencia, derribarlas es el primer paso para
cambiar el orden existente.
210
en algunos países latinoamericanos como Uruguay, Argentina y El Salvador, así como
con 33 teólogos entre los que destacan André Musskof de Brasil y Hugo Córdova de
Argentina. En Edimburgo, en donde se dedicó a formar teólogos y teólogas también es
constantemente recordada y es cada vez más citada, tanto en el mundo anglo como en el
continente. La línea de pensamiento teológico indecente se muestra así, como un
pensamiento crítico digno de la tradición de pensamiento latinoamericano de
disidencias sexuales.
211
subjetividades subordinadas fueron necesarias para construir la modernidad capitalista
patriarcal, así como para mantenerla. Aunque es cierto que esto ha tenido cambios
significativos a lo largo de la historia, es posible detectar algunos elementos que nos
permiten afirmar esto: el despojo del trabajo femenino es mayor aún en la actualidad, la
carga de etnia, raza y clase se recrudece contra las mujeres y los cuerpos feminizados.
En este sentido las iglesias cristianas han servido como elementos determinantes a
través del despliegue de dispositivos de control sobre la sexualidad y los marcos de
género que han comenzado en los discursos teológicos para imponerse como parte de
las religiosidades.
212
teológicos en América Latina. La construcción de categorías de control colonial como
negro, negra, sodomita, homosexual, gay e, incluso, queer han tenido en mayor o menor
medida injerencia teológica y eclesial para erigirse. En el caso de las subjetividades
negras, los discursos teológicos sirvieron, de inicio, para desacreditarles como seres
humanos; por lo tanto, sus creencias fueron devaluadas y desprestigiadas a tal punto que
se les equivalió al mal, a cuestiones demoníacas o perversas. Este argumento bastaba
para sostener la esclavitud de millones de personas y justificar la invasión y despojo de
sus tierras.
213
izquierdas latinoamericanas tradicionales que veían con desconfianza a todas las
personas que defendieran su fe.
Las teologías disidentes nos muestran, por un lado, los elementos usados como
dispositivos ocultos a través de lo religioso para construir y sujetar el género, controlar
la sexualidad y denigrar racialmente, éstas, como formas de construir subjetividades
subalternas. Por otro lado, estas teologías muestran en los movimientos políticos
progresistas o radicales del espectro político de izquierda que, desde la reflexión y el
ejercicio en torno a la fe ese elemento subjetivo, antes considerado de enajenación,
puede traer consigo la semilla de liberación.
214
Como conocimientos situados y, además, con discursos cada vez más
descoloniales, las teologías postliberacionistas buscan desencializar las identidades de
les creyentes, de forma que comprenden el abigarramiento que las conforma, las
diferentes posiciones de que se nutren, por eso, a diferencia de las teologías gays o
queer, no buscan desdibujar sino mostrar el exceso de los cuerpos y las subjetividades
que se han superpuesto a lo largo de la historia del continente.
Por último, quisiéramos hablar de una de las cuestiones que proponen las
teologías disidentes y que, nos parece, confluyen con propuestas de otros espacios
comunitarios en la región, esto es, la amistad como apuesta política. Desde las teologías
feministas, los pueblos afro y las comunidades de disidentes sexo genéricos, la
solidaridad y la amistad se han presentado como parte de los discursos de resistencia
que buscan construir lógicas distintas de orden. Esto se contrapone a la lógica de
enemigos de la política moderna, de la misma forma que las lógicas de don se
contraponen con las de competencia. El don es un regalo que puede darse de forma
material o afectiva y que se puede presentar como un bien divino sin tener que pagar o
dar algo a cambio. En ese sentido, la idea de donar es la que se encontraría detrás de las
nuevas teologías que apelan a la amistad y la responsabilidad afectiva, sexual y política
ante les otras, antes incluso que otros valores de las teologías más conservadoras como
la caridad. Esto también construye relaciones más horizontales, ya que no sólo se recibe
o se da para colocarse en una posición de quién tiene y quién no.
215
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