Jóvenes Y Democracia: Lorena León Solís IES Jacarandá (Brenes, Sevilla)
Jóvenes Y Democracia: Lorena León Solís IES Jacarandá (Brenes, Sevilla)
Jóvenes Y Democracia: Lorena León Solís IES Jacarandá (Brenes, Sevilla)
TITLE:
Young People and Democracy
ABSTRACT:
Frequently it is accused the youths of not possessing values. People usually affirm that don't
respect the traditional values and that their behavior is socially inadequate. This communication
presents the main conclusions of a study carried out about the youths and its values. In short, we
have analyzed how they understand the democracy and how the democratic values live.
To conclude, we expose the most important implications that are derived of this investigation
from the point of view of the education.
KEYWORDS:
Young people, democracy, education, values.
1
1. Introducción
La presente comunicación es fruto de una investigación realizada con motivo de una Tesis
Doctoral denominada La educación en valores democráticos. Los objetivos generales de dicha
Tesis se cifraron en conocer la forma en que los jóvenes viven los valores considerados como
democráticos, así como la valoración que le otorgan éstos a la democracia como sistema
político.
Las motivaciones que nos llevaron a realizar un estudio de esta índole están relacionadas con
nuestra vinculación al mundo educativo, en diferentes niveles y en su modalidad tanto formal
como no formal.
Una constante en todas esas experiencias laborales ha sido la preocupación por armonizar la
enseñanza-aprendizaje de los contenidos curriculares con la transmisión de unos valores o, al
menos, con la «mostración» de los mismos (que el alumno o alumna los llegue a asumir o no,
no depende estrictamente del profesor o maestro). En nuestro caso, lo hemos considerado
siempre un compromiso ético con la actividad profesional. Es decir, no concebimos la
educación como la simple instrucción. Desde nuestro punto de vista, la educación consiste en
una ocasión única para ayudar a las personas (los alumnos y alumnas) a que se desarrollen como
tales. Es cierto que tal desarrollo pasa por aprender una serie de conceptos y de procedimientos
que les puedan ser útiles, bien para realizar aprendizajes más complejos, bien para desempeñar
un determinado oficio o profesión. Pero, sobre todo, los procesos de enseñanza-aprendizaje, ya
sea formales como no formales, están pensados para enseñar a vivir. Y vivir, lo queramos o no,
es vivir con otros. Compartir la existencia con otras personas exige establecer relaciones
sociales saludables, para lo que es necesario contar con un sistema de valores basado en el
respeto, el diálogo, la paz, la justicia, etc.
En suma, por todas las anteriores razones personales y por las características del mundo en el
que vivimos, que avalan la necesidad de poseer un bagaje amplio y firme de valores humanos,
nos resultó esencial y muy atractivo realizar una investigación en este sentido.
El procedimiento o metodología de investigación que utilizamos se caracterizó por la
complementariedad paradigmática. De este modo, nos servimos de planteamientos, técnicas y
estrategias propios de la metodología cuantitativa, concretamente el uso del cuestionario, así
como planteamientos, técnicas y estrategias propios de la metodología cualitativa; nos referimos
al grupo de discusión. De forma previa a la aplicación de estos instrumentos, realizamos una
amplia revisión de bibliografía y de conclusiones de investigaciones anteriores sobre la
temática.
A lo largo de esta comunicación presentamos las principales aportaciones que ha realizado
esta Tesis Doctoral sobre el conocimiento del mundo juvenil, en especial de sus valores
característicos. Para ello, en un primer momento exponemos una breve caracterización de la
etapa juvenil a partir de bibliografía especializada y de estudios sobre los jóvenes realizados en
los últimos años. A continuación, abundamos en los resultados más relevantes de nuestra
investigación, para finalizar con una serie de conclusiones desde una óptica educativa.
3
El mundo adulto ha vivido esa transición entre los dos tipos de sociedades, de la sociedad
industrial a la sociedad de consumo, por lo que sus modelos ideológicos continúan ligados a la
primera mientras que sus conductas se han adaptado a los requerimientos de la sociedad de
consumo. Por su parte, los actualmente jóvenes han nacido y crecido plenamente instalados en
la sociedad de consumo, por lo que tanto sus conductas como sus valores son coincidentes y
están ligados a este último tipo de sistema social.
El conflicto se produce cuando los adultos tratan de «medir» los valores postindustriales de
los jóvenes con sus parámetros ideológicos ligados a la sociedad industrial. Así, «comparan las
actitudes y conductas de los jóvenes con sus caducos modelos ideales, y las discrepancias
producen alarma» (EPASA, 1993: 46).
Una argumentación similar, e igualmente válida en nuestra opinión, es la propuesta más
recientemente por el IESA (Instituto de Estudios Sociales de Andalucía) en el informe de la
investigación que ha realizado recientemente. En él se expone que los jóvenes dan prioridad a
los valores materiales, propios de la sociedad de consumo, en lugar de a los valores
tradicionales, defendidos por la sociedad adulta. Sin embargo, cabría preguntarse si esta
adhesión a los valores materiales es algo específico de la juventud o si simplemente se trata de
«una adhesión entusiasta a los valores socialmente vigentes» (IESA, 2003: 165).
Según estos analistas, el hecho de que la juventud aprecie tanto los valores materiales no
significa que carezca de un sistema de valores, sino que le resulta difícil identificarse con los
sistemas tradicionales porque su forma de ver la vida tiene un importante componente
pragmático y personalizado. Quizás los sistemas de valores juveniles pueden pecar de ser
eclécticos, poco consistentes y no siempre coherentes, pero como ventaja cabe destacar su
flexibilidad y su capacidad de adaptarse a situaciones concretas.
Ciertamente, los jóvenes demuestran poco aprecio por lo antiguo y consideran desfasado
aquello por lo que haya pasado algún tiempo, por corto que haya sido el periodo. En
contraposición, sobrevaloran todo lo último, lo novísimo, aunque estos investigadores entienden
esta actitud como una estrategia para adquirir competencia social: este grupo se ve obligado a
estar al margen de una sociedad que ya no los considera niños pero tampoco los adultos a los
que aspiran llegar a ser y que tampoco les brinda el espacio y la consideración que merecerían
por ser un grupo de edad de pleno derecho. Por ello, los jóvenes hacen valer por encima de todo
lo que ellos mejor dominan, es decir, lo más nuevo, lo último, por ejemplo, tal como ocurre con
la utilización de las nuevas tecnologías.
En suma, sólo queda incidir una vez más en que los jóvenes, en líneas generales (y siendo
conscientes de los riesgos que supone tal generalización), únicamente son un reflejo de los
valores que, explícitamente o no, predominan en el entorno social en el que viven. Únicamente
cambia con respecto a la sociedad adulta la forma de expresar lo que piensan, sienten y
prefieren.
Por su parte, cuando se les pregunta a los propios jóvenes cómo son, cuáles son los asuntos
que les preocupan, a qué le dan más importancia, cómo actuarían ante determinadas situaciones
o problemáticas, cuando se les pregunta, en definitiva, cuáles son sus valores principales, sus
respuestas translucen conclusiones como las que siguen (Pérez Serrano y otros, 2003):
Les interesa y les inquieta el futuro (estudios, trabajo, etc.).
Valoran positivamente las acciones que se emprenden en beneficio de
la sociedad, aunque no participen mucho en las organizaciones
destinadas a ello.
En este sentido, consideran que la sociedad ideal debería ser aquélla en
la que existiera la paz, el respeto por el medio ambiente, el bienestar, la
igualdad entre géneros, la oposición al racismo y la xenofobia, las
libertades individuales, el rechazo a la marginación, etc.
Les preocupa lo que ocurre a su alrededor, especialmente, el medio
ambiente y su cuidado.
Se han formado una opinión sobre la política, sus protagonistas y las
instituciones que se encuentran presentes en la sociedad (partidos
políticos, sindicatos, asociaciones, Iglesia, Estado, etc.), aunque no
participan en ellas como los jóvenes de generaciones pasadas lo hacían
y como los adultos esperarían que lo hicieran.
Valoran en gran medida a la familia y a los amigos.
Como se puede observar, las razones que explican las conductas e ideologías juveniles
difieren ligeramente si son ellos los que se definen a sí mismos o si son otros los que realizan
esta tarea. Especialmente, en la valoración que se realiza de sus características, la sociedad
adulta otorga un tinte ciertamente peyorativo a la caracterización de la etapa juvenil, tinte que
desaparece cuando son los propios jóvenes los que hablan de sí mismos.
2.1.1. La juventud en el Estado del Bienestar
Investigaciones como ésta, instituciones específicamente destinadas a este grupo de edad
(por ejemplo, el Instituto de la Juventud), congresos y reuniones científicas promovidas por
administraciones públicas o por instituciones privadas y que dedican su temática fundamental a
los jóvenes y sus problemáticas, son consecuencia clara de uno de los efectos que el Estado del
Bienestar está provocando en las sociedades desarrolladas actuales.
Como parte de la población y grupo de pleno derecho, los jóvenes se han convertido en
objeto de atención del Estado del Bienestar que trata de conocerlos, comprenderlos y dar
respuesta a las demandas más perentorias que presentan. Además de auspiciar la investigación
sobre estas temáticas, también existen en nuestro país las llamadas «políticas de juventud».
Éstas surgieron en España a finales de los años setenta y principios de los ochenta del pasado
siglo gracias a la coyuntura política que supuso el final de la Dictadura franquista y el inicio de
la democracia. Actualmente, estas políticas giran en torno a tres temáticas fundamentales: el
ocio y el tiempo libre, la inserción laboral y el fomento de la participación (Pérez Serrano y
otros, 2003).
A continuación analizaremos cuál es la situación de los jóvenes en esas tres parcelas y
trataremos de buscar las razones por las que el Estado las entiende como prioritarias cuando
dedica sus esfuerzos y recursos a este grupo de edad.
2.1.2. La participación social y política de los jóvenes
Buena parte de las políticas de juventud están orientadas a fomentar la participación social y
política de este grupo, así como a facilitarle la utilización de los canales habituales creados para
tal fin. De entre todos ellos, las administraciones públicas ponen su acento en el asociacionismo
juvenil como estrategia principal de participación.
Muy frecuentemente se afirma que los jóvenes apenas participan en la vida social y política
del entorno en el que viven y que su interés por estas cuestiones es muy escaso. Los datos
estadísticos, habitualmente, sólo confirman este particular. Podemos analizarlo comentando
algunas de las conclusiones más interesantes que dos investigaciones recientes han vertido en
este sentido.
La primera ha sido coordinada por la profesora Pérez Serrano y responde al título Valores y
actitudes democráticas en los jóvenes andaluces. Este estudio interrogó a los jóvenes sobre
cómo debería gobernarse la nación y, a la luz de las respuestas obtenidas, tanto la valoración del
sistema de gobierno democrático como la de los partidos políticos no resultan excesivamente
positivas. Podríamos decir que se encuentran en un nivel medio de la escala de estimación:
aunque la mayoría les reconoce algunas de las funciones positivas que realizan de cara a la
sociedad y a la ciudadanía, buena parte de los jóvenes expresa su malestar por los efectos
negativos que su actividad provoca.
Datos similares se obtienen cuando se cuestiona a los jóvenes acerca de las asociaciones y
los sindicatos, aunque la valoración de las primeras resulta algo más positiva que la del resto de
las instituciones. Esto no se traduce, sin embargo, en una mayor afiliación a las asociaciones.
La segunda de las investigaciones a que nos referimos es la que ha desarrollado el IESA
tratando de analizar los discursos que los propios jóvenes emiten cuando hablan de diversas
cuestiones; también de su participación social y política.
Ciertamente, los jóvenes no encuentran demasiado atractivo el tema del asociacionismo ya
que manifiestan que éste presenta, en ocasiones, más problemas que beneficios, lo cual no es
más que un reflejo del individualismo y el pragmatismo presentes en la sociedad actual.
No obstante, es necesario poner de relieve las iniciativas que, aunque de forma minoritaria,
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se producen en algunos de ellos, relacionadas con la ayuda a colectivos desfavorecidos o bien
con los nuevos movimientos sociales (ecologismo, pacifismo, antiglobalización, etc.)
Por otra parte, la baja participación de los jóvenes se manifiesta, asimismo, en la escasa
incidencia que tienen entre ellos las llamadas políticas de juventud. En general, consideran que
éstas tienen poca capacidad para modificar sus condiciones de vida y son tenidas por una
estrategia «comercial» por parte de la clase política. Los jóvenes no ven las políticas diseñadas
para ellos como medidas que se toman, después de haber escuchado sus necesidades y tratando
de dar respuestas a las mismas.
También la investigación del IESA ha concluido que la escasa participación política de la
juventud responde, por una parte, a su desconfianza en el sistema y, por otra, a la indiferencia
que sienten por estas cuestiones. Sin embargo, apunta que la indiferencia no se debe a una
característica de tal etapa, sino a la inexistencia de opciones políticas diferenciadas.
Actualmente, parece cierto que la política de las sociedades occidentales y postindustriales
no se estructura en torno a grandes ideologías que marquen formas muy opuestas de entender la
vida social. Ahora de lo que se trata es de enfatizar unos aspectos sobre otros pero partiendo de
una base común: asegurar la calidad de vida en sentido amplio para toda la población (de
acuerdo con los postulados del Estado de Bienestar). Por ello es tan difícil que los jóvenes
tengan claro si su ideología es más de izquierdas que de derechas. Ambas posiciones no tienen
nada que ver con lo que eran en su origen; más aún, algunos afirman que hoy ni siquiera
existen. Pero tampoco para la sociedad adulta, por más que se esfuercen en permanecer
anclados a tal división y en acusar a la juventud de estar desideologizada.
2.1.3. Situación laboral de la juventud
El tema del empleo es una cuestión clave cuando hablamos de la juventud y sus
problemáticas. Las circunstancias que envuelven el acceso de la misma al mercado de trabajo
condicionan muchas de sus conductas y, sobre todo, muchas de las actitudes y concepciones que
presentan ante la vida, el futuro y su posición en el mundo. La situación laboral de los jóvenes
es, asimismo, en gran medida determinante de la definición del propio concepto de juventud.
Ésta, en líneas generales, presenta grandes dificultades para acceder al mercado laboral y,
una vez que lo hace, la precariedad de los empleos y la inestabilidad de los mismos les impiden
desarrollar la autonomía personal que otorga la independencia económica.
Actualmente podemos establecer la siguiente tipología que, si bien no es exhaustiva, recoge
las situaciones más recurrentes en que se encuentran los jóvenes en relación al empleo (IESA,
2003):
Trabajadores precoces: se trata de jóvenes que han abandonado
prematuramente los estudios para ocupar puestos de baja cualificación.
No tienen muchas posibilidades de promocionar por la falta de formación
ni tampoco cuentan con unas condiciones de trabajo favorables. Esto les
lleva, a menudo, a insertarse en actividades formativas de diferente signo.
Trabajadores especializados: son jóvenes que han cursado estudios
profesionales y han obtenido un empleo acorde con su formación y con
buenas condiciones laborales, aunque la estabilidad sea variable.
Estudiantes tardíos: fundamentalmente se trata de los jóvenes que cursan
estudios universitarios, de postgrado o que preparan oposiciones. Algunos
de ellos combinan esta formación a largo plazo con trabajos estacionales
o de fin de semana, lo que les permite obtener unos ingresos mínimos que
alivian la dependencia respecto de sus padres.
Profesionales: son aquéllos que, tras haber cursado estudios superiores,
han accedido a un empleo acorde con dicha formación, en buenas
condiciones laborales (sobre todo, en cuanto al salario) aunque con
estabilidad variable. En ocasiones la forma de obtener ese empleo se
inicia con un contrato en prácticas o en situación de becario.
Reorientados: se trata de los jóvenes de edad avanzada que han fracasado
en la estrategia de inserción laboral adoptada y, por tanto, inician
procesos formativos de carácter profesional.
Excluidos y estancados: en este grupo se encuentran los jóvenes que se
encuentran paralizados en cuanto el acceso al empleo, tras haber
fracasado en las estrategias de inserción utilizadas. Éstos permanecen en
la familia de origen a cuya economía contribuyen con los ingresos que les
proporcionan los empleos esporádicos, de baja cualificación y alta
precariedad que obtienen y que les permiten, también, sufragar los gastos
del ocio de fin de semana.
2.1.4. Influencia de los medios de comunicación en el ocio de los jóvenes
Además de ser una de sus señas de identidad, los jóvenes son los protagonistas privilegiados
del tiempo libre y las actividades de ocio que se realizan durante el mismo. Por su edad y
condiciones de vida, es el sector poblacional que más posibilidades presenta para disfrutar del
ocio porque poseen autonomía y libertad (tanto física como moral), porque no están sujetos aún
a las obligaciones de la vida adulta y porque habitualmente cuentan con pequeños ingresos que
destinan al consumo personal, como el vestido, productos cosméticos y actividades de ocio
(música, cine, deportes, salidas de fin de semana a bares, discotecas, etc.).
Los jóvenes realizan diversos tipos de actividades de ocio en función, sobre todo, del
momento del día o del día de la semana en que las pongan en práctica. Generalmente, se
divierten de forma distinta durante la semana que en el fin de semana y desarrollan actividades
diferentes durante el día que por la noche.
Aunque con variaciones en función del poder adquisitivo (Elzo, 1999), del hábitat, del
género y de la edad, los jóvenes andaluces dedican el fin de semana, una vez restado el tiempo
que destinan a cumplir con obligaciones como estudiar o ayudar en las tareas del hogar, al
consumo nocturno de alcohol (la denominada «botellona»), a ir al cine o a practicar algún
deporte. Así lo reconocen los adolescentes y jóvenes de entre 12 y 18 años que han participado
en una investigación realizada por Mª del Mar Moreno de la Universidad de Sevilla1.
En este sentido, este estudio ha concluido una tipología de jóvenes en función de las
actividades que realizan durante el fin de semana. Según esta categorización encontramos los
cinco tipos de jóvenes siguientes:
Los caseros: dedican el sábado por la mañana a colaborar en las tareas
domésticas, a ver la televisión y a escuchar música. La tarde la destinan a
juegos de mesa, a pasear o a salir de compras. Salen muy poco de noche
y, si lo hacen, vuelven antes de las dos de la madrugada. Pertenecen a este
grupo, por encima de los demás, las mujeres del entorno rural.
Los ociosos: se trata de los jóvenes que salen a partir de la medianoche y
el regreso a casa se produce por la mañana. El principio de la salida
nocturna se dedica al consumo de alcohol (especialmente en la modalidad
de la «botellona») y, más tarde, frecuentan alguna discoteca. Se levantan
a mediodía, almuerzan con la familia y dedican la tarde a escuchar música
o incluso a «no hacer nada», que fue una de las respuestas más frecuentes.
Los jóvenes que, mayormente, conforman este grupo son los que se
encuentran en la franja de los 17 a los 19 años.
Los lectores: son aquéllos que destinan el sábado por la mañana a leer o
estudiar y la tarde a las compras o a ir al cine. Es el grupo más frecuente
entre los adolescentes (los jóvenes «más jóvenes») que viven en
contextos urbanos.
Los deportistas: se dedican durante todo el sábado a hacer deporte. Este
tipo se da entre los más jóvenes (incluso adolescentes) y desciende en
frecuencia muy pronto, a partir de los 15 años.
Los trabajadores: más frecuente entre los jóvenes de nivel
socioeconómico bajo, los que se ajustan a este perfil se dedican a trabajar
primero y después a salir.
En este punto resulta útil realizar una diferenciación entre lo que los investigadores del IESA
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(2003) han convenido en llamar ocio nocturno y ocio diurno. En su opinión, basada en el propio
discurso de los jóvenes que han tomado parte en su estudio, el tiempo libre y las actividades de
ocio de este grupo de edad debe analizarse en esos términos y mediante tales parámetros.
Durante el día, los jóvenes ocupan su tiempo libre realizando actividades diversas que tienen
como fin llenar ese espacio de tiempo desocupado de las obligaciones. El fin del ocio diurno,
por tanto, está absolutamente ligado a la propia actividad. Sin embargo, por la noche los jóvenes
tienen como objetivo primordial relacionarse con otras personas, generalmente otros jóvenes, y
hacia ello enfocan todas sus prácticas de ocio.
Podríamos decir que las relaciones que se producen durante las prácticas de ocio diurno son
«accidentales» o subsidiarias de las propias actividades de ocio, mientras que las prácticas de
ocio nocturno (tomar copas, bailar, charlar, etc.) convierten al hecho de entablar relaciones
personales en el objetivo principal.
Tanto las actividades de ocio diurno como las de ocio nocturno y ya sea durante la semana o
durante el fin de semana, pueden desarrollarse dentro o fuera del hogar. Así se puede distinguir
entre ocio doméstico diurno, ocio público diurno, ocio público nocturno, e incluso, ocio
doméstico nocturno, si bien este último es menos frecuente, dado que los jóvenes no cuentan
con un hogar propio y las reuniones con amigos (actividad principal del ocio doméstico
nocturno) dentro del hogar familiar pueden realizarse sólo cuando los padres no se encuentran
presentes.
Por lo demás, no se aprecian diferencias significativas en lo referente a las actividades más y
menos practicadas por la juventud en su tiempo de ocio. Entre las primeras figuran salir con
amigos, escuchar música, ver la televisión, oír la radio, ir a bares o cafeterías y al cine, entre
otras. De entre las menos frecuentes destacan, como en otras investigaciones, participar en
asociaciones religiosas, colaborar en ONGs, asistir a conferencias y coloquios o visitar museos
y exposiciones.
En este punto parece conveniente hacer una breve referencia a la influencia que los medios
de comunicación ejercen sobre las prácticas de ocio juvenil.
Debemos tener en cuenta que si existen unos usuarios privilegiados de los medios de
comunicación, ésos son los jóvenes, tal como se ha desprendido de sus propias respuestas a las
encuestas realizadas en las que afirman que ver la televisión es la principal actividad de ocio.
La televisión y, en general, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son
las encargadas de transmitir, a través de la publicidad y sus poderosas estrategias comerciales,
unos estilos de vida determinados que se convierten en modelos para aquéllos que consumen
esas emisiones.
Si no cabe duda de que los jóvenes (y los no tan jóvenes) tratan de imitar, conscientemente o
no, los modelos de belleza que se transmiten a través de los medios, también los modelos de
comportamiento son objeto de su atención y tratan de convertirlos en propios. Sucede del
mismo modo con las actividades y estilos de ocio difundidos desde la televisión.
Ello conecta con el último aspecto que debemos comentar al hablar del ocio juvenil y que se
refiere a las críticas que se le suele hacer desde diversos sectores. Aquellos que critican el ocio
de los jóvenes lo hacen también sobre las influencias a las que se someten por parte de los
medios.
Sin embargo, las principales críticas al ocio que practican los jóvenes tienen que ver con la
importancia que éstos le conceden al ocio en sus vidas y, sobre todo, con las actividades que
desarrollan, así como con sus efectos sobre el resto de la población.
Para ser exactos, esas críticas se dirigen principalmente a las prácticas de ocio público
nocturno. Si somos fieles a la verdad, a nadie molesta que los jóvenes hagan deporte los sábados
por la mañana, vayan de acampada el fin de semana o escuchen música en casa después de
estudiar o de trabajar. De lo que realmente se queja la sociedad adulta es de las concentraciones
de jóvenes que se producen durante las noches de fin de semana en torno al consumo de alcohol
y, en algunos casos, de otras drogas (legales o no) y que se interpreta como un momento
privilegiado para las relaciones sociales.
Quienes no están de acuerdo con estas prácticas expresan su malestar por la contaminación
acústica que generan y por los residuos que provocan estas concentraciones. También los
adultos se manifiestan alarmados por la precocidad en el consumo de alcohol que ha provocado
este fenómeno. Como consecuencia directa de ello, han desprestigiado al conjunto de jóvenes y
les han atribuido la falta de valores tan repetida a lo largo de estas páginas.
2.2. Los valores democráticos de los jóvenes
Teniendo como marco la «fotografía» de los jóvenes de la que hemos dado cuenta en los
apartados anteriores, cuya realización fue previa a nuestra propia investigación, acometemos la
tarea de exponer los resultados que arrojó dicho estudio, con el objeto de abundar más en una
parte de la cultura juvenil, concretamente en la forma en que entienden la democracia y en que
viven los valores que le son característicos a este sistema de gobierno.
Desde nuestro punto de vista y tratando de consensuar diferentes propuestas que hemos
consultado para la elaboración de la Tesis, los valores democráticos serían la justicia, la paz, la
solidaridad, la tolerancia, el diálogo, el sentido crítico, la participación social y el respeto por
el medio ambiente.
Tras desarrollar este estudio, podemos afirmar que el sistema de valores de gran parte de los
jóvenes es bastante afín a la democracia y que, en último término, no se han encontrado
diferencias considerables entre los valores de los jóvenes y los de la sociedad en su conjunto.
No obstante, podemos precisar un poco más y detallar algunas de las conclusiones parciales a
las que hemos llegado.
En relación a la tolerancia, lo más destacable es la dicotomía entre lo ideal y lo real o lo
teórico y lo práctico. En teoría, los jóvenes consideran positiva la tolerancia y se tienen por
personas tolerantes. Sin embargo, cuando se les plantea problemas o conflictos cotidianos,
prácticos, no piensan que la tolerancia sea tan necesaria ni tan importante. Incluso encuentran
razones justificadas para no ser tolerante. Por ejemplo, si una persona viola los derechos básicos
de otra persona, es normal que no seamos tolerantes con ella.
En suma, los jóvenes participantes en el estudio inciden en la necesidad de que exista
voluntad de crear una buena convivencia por ambas partes para que en la práctica, en la vida
diaria, puedan ejercer la tolerancia.
El valor de la solidaridad ha sido bastante difícil de medir a causa de la modestia de los
jóvenes participantes en el estudio. En general, los jóvenes que han tomado parte en nuestros
grupos de discusión han manifestado que podrían ser más solidarios y que en años anteriores, en
la adolescencia sobre todo, lo eran más. Otros jóvenes también han justificado su insolidaridad
desplazando la responsabilidad a la sociedad, al ritmo de vida que nos impone, a los valores que
nos obliga a asumir, el individualismo, el consumismo, etc. También, en varios casos nos hemos
encontrado con jóvenes que confunden insolidaridad con asertividad.
En cuanto a la justicia o igualdad, la mayoría de los jóvenes creen que todos los seres
humanos deben tener los mismos derechos y libertades; al menos así se respondía cuando se
preguntaba si, en general, todas las personas debían disfrutar de los mismos derechos y
libertades. Sin embargo, esto sólo se consideraba válido, si la conducta de tales personas no va
contra las leyes o los derechos humanos fundamentales. De ahí se derivan los porcentajes del
cuestionario que niegan estos derechos a colectivos como los terroristas.
En otro orden de cosas, en relación a los valores de espíritu crítico y la participación,
debemos destacar diversos aspectos.
En primer lugar, hemos podido concluir que entre los jóvenes existe un importante
desconocimiento de todo lo relativo al funcionamiento sociopolítico: funciones de las
instituciones democráticas (como asociaciones, partidos políticos, sindicatos), significado de la
nueva ciudadanía, procedimientos característicos como la elaboración de leyes, sistemas de
participación ciudadana, etc.
Por otro lado, tanto en el cuestionario como en los grupos de discusión, se ha revelado la
poca importancia que se otorga a participar en la gestión del entorno, a excepción del voto.
Mayoritariamente, los jóvenes han otorgado una importancia clave a ejercer el voto (porque es
una responsabilidad, porque da la oportunidad de expresarnos, porque tiene consecuencias en la
vida cotidiana, etc.). Aun así, muchos confesaron que no votaron en las últimas elecciones o que
no pensaban hacerlo en las próximas. Estos últimos se justificaron aduciendo que los políticos
no suelen tener en cuenta las opiniones y necesidades de los ciudadanos y que gobiernan al
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margen de ellos.
En líneas generales, esta desconfianza hacia la clase política y un cierto conformismo ante
todo lo relativo a este tema fueron las notas predominantes.
En definitiva, puede afirmarse que el valor de la participación es el menos estimado por los
jóvenes participantes en nuestro estudio, con la única excepción no unánime del voto.
No obstante, es justo reconocer que esta actitud no es un rasgo típico de este grupo de edad.
Los españoles en su conjunto han visto adormecida en los últimos años una conciencia política
que vivió su momento álgido en la transición democrática.
Finalmente respecto a la paz podemos concluir que los jóvenes participantes en este estudio
se mostraron absolutamente contrarios a los conflictos armados como vía de solución de las
diferencias entre naciones. Esta actitud puede inferirse del elevado porcentaje de respuestas en
este sentido que se obtuvieron en el cuestionario. Además, la misma conclusión fue corroborada
por las actitudes que implícitamente salieron a relucir a lo largo de los grupos de discusión.
En resumen, esta investigación pone de manifiesto que los jóvenes participantes en la misma
tienen un sistema de valores propio y afín, en cierto sentido, a los valores democráticos. Al
menos, consideran que este tipo de valores son estimables, son dignos de ser asumidos en sus
vidas. Sin embargo, la forma en que éstos se asumen y desarrollan a nivel cotidiano es muy
variable.
Existen multitud de matices que modifican la manera en que se entienden y, sobre todo, se
ponen en práctica los valores democráticos entre los jóvenes. Esta amplitud de matices y el
espíritu crítico que ya se ha desarrollado a estas edades llevan a hablar de un cierto relativismo
axiológico entre los jóvenes. Tal relativismo discurre en un doble sentido.
En primer lugar, en la dirección del «todo vale». No es que les dé igual ser tolerantes o
intolerantes, solidarios o insolidarios, participar o no participar, pero si se poseen razones
prácticas o cotidianas suficientes, sí que está justificado ser de una forma o de otra.
Por ejemplo, si los políticos suelen desatender las demandas y necesidades de los
ciudadanos, para los jóvenes es lógico, normal y plenamente justificado que éstos no participen
ni muestren interés por la política.
En segundo lugar, el relativismo axiológico se manifiesta entre los jóvenes en los mismos
fenómenos que el resto de la población: los valores democráticos se asumen siempre y cuando
no menoscaben el propio bienestar. Así, si para ser tolerante, participar, ser solidario o justo
tienen que renunciar a parte de su propio beneficio, seguridad o tranquilidad, no importa mucho
no poseer esos valores, en opinión de los participantes en los grupos de discusión.
Ciertamente, los jóvenes no se han mostrado muy diferentes al resto de la población en
cuanto a sus valores. Así se deduce de sus manifestaciones y de las razones que han expuesto
acerca de su comportamiento.
No obstante, algunos datos como el 17% que afirma que un trabajo sólo debe ser ofrecido a
un inmigrante si no hay un español para cubrirlo, llevan a plantearse la necesidad de intervenir
en este sentido.
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toma de decisiones, intuición, autoaceptación, responsabilidad, etc.
• En tercer lugar, cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje de valores será
tanto más eficaz cuanto más vinculado se encuentre con los entornos vitales
cotidianos. Dentro de ellos destacamos la familia, la escuela y la ciudad.
Sin infravalorar a los dos primeros, nuestra propuesta de educación para la democracia
reserva un papel fundamental a la comunidad local, llámese barrio, pueblo o ciudad.
Desde nuestra perspectiva, la educación en valores democráticos es posible y puede hacerse
a partir de una institución descentralizada y despolitizada que dé espacios y tiempos a los
jóvenes y al resto de la sociedad en relación a ellos.
La institución que proponemos debería realizar las siguientes funciones:
• Ser un lugar y un momento para las relaciones sociales entre
jóvenes y entre éstos y otras generaciones.
• Ser un lugar y un momento para la reflexión y el estudio,
tanto individual como colectivo sobre la masa informativa
que nos rodea.
• Ser un lugar y un momento para la resolución de conflictos
locales, para el diálogo, para el debate y la búsqueda
consensuada de soluciones.
• Ser un lugar y un momento para vivir la cultura en todas sus
manifestaciones: ver y comentar cine, televisión y lecturas,
extraer las potencialidades a la Red, realizar muestras y
exposiciones, etc.
• Ser un lugar y un momento para dar a conocer las iniciativas
educativas (formales y no formales) que están disponibles
en el entorno, así como para debatir sobre ellas, su
estructura, sus finalidades, su utilidad, su funcionamiento,
las mejoras que requieren, etc.
Como puede observarse también los entornos formales de educación se encontrarían
representados en la iniciativa que presentamos que consiste, en suma, en crear una institución
que aglutine realidades diversas pero en clave juvenil. Así, ésta debe permitir abordar la
realidad de los medios de comunicación, del ocio, de la cultura, de la formación, del trabajo, de
las relaciones sociales y familiares, de los conflictos concretos que aquejan a la propia
comunidad local, etc.
Somos conscientes de que estamos ante un reto complejo y que probablemente nunca se
alcanzará por completo en todos los rincones del planeta. Sin embargo, consideramos que
supone un compromiso tanto profesional como humano que debemos asumir los que tenemos en
nuestras manos el futuro de las jóvenes generaciones.
Referencias bibliográficas:
• BLANCO, JUAN CARLOS (2003). Los jóvenes sevillanos empiezan a
consumir alcohol cada vez antes, Diario de Sevilla, 5-1-2003.
• ELZO IMAZ, JAVIER (1999). Jóvenes españoles 99. Madrid: Fundación
Santamaría.
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