La Conquista de Las Ocho Horas de Trabajo en El Perú
La Conquista de Las Ocho Horas de Trabajo en El Perú
La Conquista de Las Ocho Horas de Trabajo en El Perú
Resumen. El 15 de enero de 1919, hace 100 años, se oficializó la jornada de ocho horas de trabajo para los
trabajadores del Perú. Fue el corolario de 14 años de ardua lucha de la clase obrera en los diferentes centros
laborales de Lima y del interior del país. Fue decisiva la orientación, organización y dirección del
anarcosindicalismo. En el centenario de este logro para los trabajadores del país es importante valorar su
trascendencia, más aun, cuando la situación actual de la clase trabajadora demanda extraer lecciones del
pasado para defender sus conquistas y orientar sus futuros logros.
Palabras clave: anarcosindicalismo, clase obrera, sociedades de resistencia, jornada de ocho horas de
trabajo.
Introducción
El centenario de la conquista de las ocho horas de trabajo en el Perú (15 de enero de 1919-2019) está
pasando desapercibido. Las organizaciones gremiales de los trabajadores, llamadas a rememorar la fecha -
salvo algunas excepciones-, no se manifestaron. Los intelectuales, especialmente los historiadores,
presentaron pocos nuevos estudios. Pocas organizaciones políticas de izquierda o entidades, como la Casa
Museo Mariátegui, organizaron eventos académicos sobre el tema.
A manera de antecedentes de nuestro estudio es de destacar el que presentara Ricardo Martínez de la Torre
en1947, Apuntes para una interpretación Marxista de la Historia Social del Perú, vol. 1, en donde destaca el
extenso capítulo “El movimiento obrero peruano 1918-1919”, que circulara independientemente.
Otros estudios específicos datan de las décadas del 70 y 80 del siglo precedente. César Lévano publicó un
folleto en 1967 bajo el título de La verdadera historia de la jornada de las ocho horas en el Perú; Wilfredo
Kapsoli en 1976, Las luchas obreras en el Perú 1900-1919; Piedad Pareja en1978, Anarquismo y sindicalismo
en el Perú (1904-1929); Denis Sulmont 1981 su valioso libro El movimiento obrero peruano (1890-1980).
Reseña histórica; ese mismo año, Carlos Basombrío con abundantes fotografías extraídas de revistas y
periódicos de la época, El movimiento obrero. Lima: Tarea Asociación de Publicaciones Educativas. 70 pp. Y,
finalmente, entre otros, destacamos el libro testimonial de Julio Portocarrero publicado en 1987, Sindicalismo
peruano. Primera etapa, 1911-1930.
En tiempos recientes los estudios fueron escasos. Resaltamos tres estudios específicos. En el 2006, César
Lévano publicó un libro de homenaje a su padre y abuelo con abundantes documentos, Manuel y Delfín
Lévano. La utopía libertaria en el Perú; en el 2016 publicamos Las luchas sociales en el Perú. Huacho 1916-
1917, resaltando el papel de los jornaleros huachanos en la conquista de las ocho horas de trabajo. Y, en el
presente año, Año del Centenario de la Conquista de las Ocho Horas de Trabajo, se publicó un único libro,
gracias a César Lévano, Las ocho horas. La historia real de una conquista exclusivamente obrera.
Las fuentes documentales y hemerográficas siguen siendo las más valiosas para el estudio del tema.
Periódicos como El Tiempo, La Protesta, La Crónica, La Prensa o El Comercio, merecen ser revisados para
una justa valoración del esfuerzo de los trabajadores para la conquista de la jornada laboral de ocho horas. En
esta valoración hay que destacar la decisión del Ministerio de Cultura que, mediante Resolución
Viceministerial Nº 013-2019-VMPCIC-MC del 30 de enero de 2019, declaró como Patrimonio Cultural de la
Nación a los diecisiete libros de actas, inscripciones y comunicaciones de la Federación de Obreros
Panaderos Estrella del Perú (El Peruano, 2019), la Federación de Trabajadores que tuvo rol protagónico en
esta gesta.
Estas y otras fuentes documentales, bibliográficas y hemerográficas, debidamente analizadas y contrastadas
nos permitieron abordar nuestra investigación. Como la exigencia de la jornada de ocho horas de trabajo no
surgió en el Perú, buscamos sus raíces y, en forma breve, ofrecemos referencias desde su conquista en los
Estados Unidos y su expansión a otros países, especialmente el Perú. Para el caso nuestro, siguiendo un
orden cronológico y resaltando los aspectos cualitativos de cada etapa, analizamos los logros y las
limitaciones de los movimientos pro ocho horas orientadas por anarcosindicalismo, hasta su oficialización el
15 de enero de 1919. Conquista de los trabajadores que es menester estudiar, conocer y valorar.
El surgimiento de la lucha por las ocho horas de trabajo
La historia por el establecimiento de la jornada de las 8 horas de trabajo, como parte de la lucha por el logro
de las reivindicaciones económicas, sociales y políticas para los trabajadores, se inicia allá por 1866 en los
Estados Unidos. La jornada laboral recurrente en todos los países era de 14 a 16 horas diarias en la mayoría
de los centros laborales y en unas pocas de 12 y 10 horas, con salarios insuficientes para el sostenimiento de
sus familias cuando era notorio el incremento de las ganancias de sus empleadores.
En efecto, los obreros de Estados Unidos fueron los iniciadores de la lucha por la jornada de 08 horas de
trabajo como culminación del Congreso Obrero de Baltimore de la Unión de Trabajadores, el 16 de agosto de
1866. La demanda fue generalizada a nivel mundial a partir del Primer Congreso de la Asociación
Internacional de Trabajadores de Ginebra desarrollado entre el 03 y 08 de setiembre de ese mismo año.
Años después, en Norteamérica, la recién constituida Federación Americana del Trabajo en su Convención de
1884, acordó la realización de una gran manifestación exigiendo la jornada de 08 horas de trabajo. Esa
manifestación fue fijada para el 1° de mayo de 1886.Impulsores de esta exitosa manifestación fueron los
anarquistas y socialistas, entre los que se contaban a emigrados de Alemania, Polonia, Rusia, Italia, etc., la
mayoría organizados alrededor de la “Liga de las 8 Horas”.
Los slogans de las pintas, pancartas y volantes de preparación de este acto de masas, luego de arengas en
las calles, demandaba los 03 ochos:
[Este último fue reemplazado más tarde, por los anarquistas peruanos,
por “ocho horas de estudio”].
El sábado 1° de mayo de 1886 se registró en los Estados Unidos más de 5,000 huelgas con un total
aproximado de 390,000 manifestantes en las calles, con alrededor de 350,000 obreros en paro, todos a una
sola voz: jornada laboral de ocho horas. De éstos 40,000 trabajadores en Chicago. En esta última ciudad la
protesta continuó por muchos días más.
El lunes 03 de mayo, en Chicago, se producen encuentros entre trabajadores en paro y rompehuelgas de la
Fábrica de Tractores Mc-Cormick, la policía intervino brutalmente matando a seis huelguistas. En repudio a
este hecho, el 04 de mayo en la noche, de efectuó un mitin de protesta en la Plaza Haymarket con asistencia
de 15,000 trabajadores. Cuando estaba por concluir este acto de masas, una bomba lanzada por un
provocador explotó entre las fuerzas policiales. Los policías, en respuesta, dispararon contra los
manifestantes causando incontables víctimas, oficialmente de contabilizaron ocho policías muertos y
cincuenta obreros heridos, muchos mortalmente.
La bomba de Haymarket sirvió de pretexto para iniciar una cacería de anarquistas y socialistas; dirigentes y
orientadores de las luchas del proletariado. Ocho de estos fueron apresados:
─ Augusto Spies (anarquista)
─ Albert R. Parsons (socialista)
─ George Engel (anarquista)
─ Adolph Fisher (anarquista)
─ Luis Lingg (anarquista)
─ Samuel Fielden (socialista)
─ Oscar Neebe (anarquista)
─ Miguel Schwab (anarquista)
Luego de una parodia de juicio, el 11 de noviembre de 1887 fueron ejecutados en la horca: Spies, Fisher,
Engely Parsons; en tanto, Fieldeny Schwab por ser de avanzada edad eran condenados a cadena perpetua y
Neebe a 15 años de prisión. Días antes, Luis Lingg se había suicidado “para no darle el gusto a la burguesía
de ahorcarlo”. Seis años después, el 26 de junio de 1893, el juez de Illinois John V. Altgeld, luego de
investigaciones objetivas, llegó al convencimiento de lo injusto del proceso y declaró la inocencia de los ocho.
Hoy, los restos de estos primeros mártires por las ocho horas de trabajo, descansan en el mausoleo erigido en
1888 por los trabajadores norteamericanos en el Cementerio de Waldheim (Chicago). En la parte delantera
figuran grabados los nombres de los sacrificados y las últimas palabras de August SPIES: “¡Salud, oh tiempos
venideros, en que vuestro silencio será más poderoso que nuestras voces que ahora ahogan con la muerte!”
(Sabroso Montoya, 1967, pág. 49).
En homenaje a los mártires de Chicago, la Federación Americana del Trabajo en su congreso celebrado en
diciembre de 1888 (San Luis Baltimore) acordó fijar el 1° de mayo como fecha de movilización de los
trabajadores por la jornada de las 08 horas. Poco después; el I Congreso de la II Internacional Obrera
Socialista, organizada por Federico Engels y otros socialistas, haciéndose eco del acuerdo de los trabajadores
norteamericanos, determinó en Paris 1889 la celebración de la Manifestación Internacional del 1° de mayo, a
partir de 1890 en todos los países:
Serán organizados una gran manifestación a fecha fija de manera que en todos los países y en todas las
ciudades a la vez, el mismo día convenido, los trabajadores emplacen a los poderes políticos ante la
obligación de reducir legalmente a 8 horas la jornada de trabajo y aplicar las demás resoluciones del
Congreso Internacional de París (Lévano, 1986, pp. 31-32).
Así se originó el 1° de mayo, Día Internacional de los Trabajadores. Y, progresivamente, se fue
institucionalizando en todos los países, el Perú no fue la excepción. Se iniciaba una nueva etapa en la historia
del movimiento obrero.
Los inicios en el Perú
Como ocurría en la mayoría de los países de América y del mundo, los trabajadores tenían una jornada
laboral por demás irregular en su duración, variando de 10 a 16 horas diarias y continuas. A la llegada del
siglo XX los obreros de los centros laborables del Perú seguían con esta dispar, irregular e inhumana duración
de trabajo diario. El anarquismo, en su versión sindical o anarcosindicalismo que se va enraizando entre los
trabajadores jugará rol importante en la organización y dirección de las protestas y reclamos.
Progresivamente, a las mejoras salariales y mejores condiciones de trabajo, se fue agregando la disminución
de la duración de jornada de trabajo a 10, 09 y 08 horas. Así lo constatan algunas huelgas memorables de la
primera década:
La huelga de panaderos de Lima iniciada el dos de mayo del 1901 que, luego de 18 días, logró la
disminución de horas de trabajo y reconocimiento de trabajo por quintal de harina, con la aceptación
forzada del alcalde de Lima y presidente Eduardo López de la Romaña.
La huelga de los trabajadores portuarios del Callao, del 04 de mayo al 23 del mismo mes de 1904,
duramente reprimida con heridos y la muerte de Florencio Aliaga, primer mártir obrero.
La huelga de los trabajadores portuarios de Mollendo (Arequipa) por disminución de horas de trabajo y
aumento salarial, iniciada el 02 de marzo que, luego de un mes, fue quebrada por la contratación de
personal y la ocupación del centro laboral por el ejército; las medidas seguirían en los siguientes años.
El 1° de mayo, Día del Trabajador, que se conmemoró por primera vez en el Perú fue en 1905 y la iniciativa le
cupo a la Federación de Panaderos “Estrella del Perú”, dirigida, entre otros, por: Manuel Caracciolo Lévano,
Leopoldo Urmachea, Francisco Cabaña y Delfín Lévano. En acto de masas celebrado en el Teatro Politeama
(Lima) se lanza la reivindicación de las 08 horas de trabajo la que es incorporada a los documentos de la
Federación. Aquí destacaron las intervenciones de un intelectual y de un obrero. Don Manuel Gonzáles Prada
expuso el tema: “El intelectual y el obrero” y don Manuel C. Lévano “Lo que son los gremios obreros y lo que
debieran ser”. Ambos discursos sentaron las bases del nuevo sindicalismo a partir de una interpretación
objetiva de la sociedad peruana.
En efecto, en la “Declaración de Principios de la Federación de Panaderos “Estrella del Perú” del 1° de mayo
de 1905, se incorpora la exigencia de las ocho horas de trabajo. En lo sucesivo, las luchas de todos los
gremios laborales levantarán las ocho horas de trabajo como bandera de lucha.
A partir de este aporte de los panaderos, las luchas posteriores precisan su exigencia de las 08 horas de
trabajo diario. Así, la huelga de obreros textiles de Vitarte del 09 de abril de 1911, cuyos trabajadores
laboraban de 05 am a 06 pm (13 horas) y eran obligados a comprar víveres del tambo de la empresa, con
marchas reprimidas y el apoyo solidario de muchos sindicatos limeños declarados en Paro General Indefinido
(el primero en la historia social del Perú) lograron -entre otras- importante reducción de horas de trabajo.
A nivel de provincias, Arequipa, Huacho, Trujillo y otras ciudades fueron escenarios de medidas de lucha de
sus trabajadores. En 1912 fue muy sonada la huelga de los operarios del valle de Chicama que comprometió
a los jornaleros de las haciendas Roma, Casagrande, Sauzal, Chiquitoy, Cartavio, entre otras, por aumentos
salariales, supresión del sistema del enganche y la reducción de las horas de trabajo. Las movilizaciones y las
medidas violentas de incendio de ingenios, destrucción de puentes y caminos, devino en una masacre con
muertes de mujeres y niños a la marcha hacia Trujillo.
Progresivamente, los actos por el 1° de mayo, de los años subsiguientes, sirvieron para que los ideales de
justicia, igualdad, libertad y solidaridad que enarbolaron los anarcosindicalistas se vayan difundiendo en los
sectores obreros y la reivindicación de la jornada de las ocho horas se vaya tornando alcanzable. Refiriéndose
a los padres del sindicalismo peruano, los anarquistas, Haya de la Torre recordaba en 1946:
Formaban estos un grupo enérgico, fervoroso, idealista, sincerísimo. Ajenos a todo oportunismo, poseídos de
una auténtica mística revolucionaria, sus vidas eran ejemplos de lealtad principista insobornablemente
mantenida. La transacción, el compromiso, la adulación al poder, el arrodillamiento de los trabajadores ante
los gobiernos y ante los patrones eran combativa ardientemente por este grupo… Un pequeño y dinámico
grupo de buenos combatientes orientó educadamente al movimiento obrero (Haya de la Torre, 1989, págs.
25-26).
Gracias a este grupo de anarcosindicalistas, los obreros de los diferentes centros laborales se fueron
organizando, exigiendo la jornada de las ocho horas en contra de las agobiantes 12 y hasta 16 horas de labor.
Aparecieron las “Sociedades de Resistencia”, los sindicatos y las confederaciones, junto a los centros
culturales, las bibliotecas populares y las diferentes manifestaciones del arte popular. El periodismo obrero
jugaría gran papel en esta tarea, especialmente La Protesta (1911-1926). Las acciones de lucha en exigencia
de mejores condiciones de vida y trabajo se multiplicaron en Lima, Callao, Vitarte, Chicama, Huacho,
Mollendo, Morococha, etc.
Callao 1913, la primera conquista de las 8 horas de trabajo
Los trabajadores portuarios del Callao, de poco a más, fueron avanzando en organización y en precisar sus
reclamaciones: jornada de trabajo de ocho horas, ocupación exclusiva a jornaleros del puerto en todas las
operaciones, fijar el peso máximo de cada “lingada”, nombramiento de sus inspectores o capataces de trabajo
y aumento de salarios. En sendas asambleas con participación de gremios solidarios fueron definiendo, no
solo sus demandas también sus acciones de lucha. Diciembre de 1912 fue un mes de mucha agitación,
especialmente a partir del día 23.
A finales de 1912 e inicios de 1913 los trabajadores están en plena participación en la lucha por sus
conquistas, especialmente la jornada de ocho horas de trabajo. La Unión de General de Jornaleros del Callao
y los trabajadores de la Empresa Muelle Dársena del Callao toman las calles con manifestaciones públicas,
actos de sabotaje y boicots. Contaron el apoyo de los gremios y centros de trabajo del Callao, de la
Federación Obrera Regional Peruana y los grupos libertarios. Al calor de la lucha se funda la Federación
Obrera Marítima y Terrestre del Callao el 23 de diciembre de 1912.
El 05 de enero de1913 se ultima las demandas de la Unión General de Jornaleros, especialmente de la
jornada de ocho horas, y se otorga el plazo de 24 horas a la Empresa del Muelle y Dársena y Compañía de
Vapores. Ante la negativa de la empresa, la asamblea de la noche del 06 de enero declara la huelga la que se
hace efectiva en la mañana del día 07.
Los días 07, 08, 09 los portuarios toman las calles, La solidaridad se pone de manifiesto con la plena
participación en la huelga de los metalúrgicos, molineros, soderos, gasistas, panaderos y tipógrafos. El paro
general es contundente, los empresarios -no obstante contar con el apoyo gubernamental- nada pueden hacer
por contener a los huelguistas. El 09 los directivos de la Unión General de Jornaleros son convocados por el
Presidente de la República para llegar a un acuerdo. Los trabajadores se reafirman en su actitud y la lucha
continúa.
La victoria llega 10 de enero, cuando los empresarios del Muelle-Dársena los convocan y pactan la solución:
ocho horas de trabajo, el aumento del 10 % en sus salarios, auxilio en caso de accidentes de trabajo, entre
otros (Martínez de la Torre, s/f, págs. 60-62). Finalmente, el Gobierno publica el Decreto legalizando la
conquista:
Lima, 10 de enero de 1913,
Vista la petición formulada por los jornaleros de Muelles y Dársena del Callao y encontrándose justificadas las
razones que exponen se resuelve:
Desde la fecha la descarga en el Muelle y Dársena y en la Bahía del Callao tendrá lugar durante todos los
días útiles del año desde las 7 a.m. hasta las 11 a.m. y desde la 1 p.m. hasta las 5 p.m. derogándose en esta
parte el art. 41º del Reglamento aprobado por Resolución Suprema del 31 de enero de 1875.
Regístrese, comuníquese, publíquese y archívese.
Rúbrica del S.E.
Maldonado (El Callao, 11-01-1913, pág. 1).
El 12 de enero en grandiosa manifestación se celebró el triunfo, con reconocimiento a los dirigentes como
Fernando Vera presidente de la Unión General de Jornaleros y del Comité de Agitación, a la orientación de la
Federación Obrera Marítima y Terrestre del Callao, el apoyo militante de la Federación Obrera Regional
Peruana dirigida por don Manuel Caracciolo Lévano y otros anarcosindicalistas, así como a los grupos
anarquistas: “Luz y Amor” del Callao y La Protesta de Lima. En demostración de júbilo los portuarios
recorrieron las calles con bandas de músicos, quema de cohetes y algarabía general.
El éxito de los jornaleros del Callao generó gran entusiasmo en todo el movimiento obrero peruano, quedaba
sentado el precedente para que otros, también, la conquistaran. Pero, también, la reacción de los gobernantes
y los dueños de los centros de producción: clausurando los locales gremiales, persecuciones y apresamientos
de los dirigentes sindicales. En lo legal, el gobierno de Guillermo E. Billinghurst, decretó el reglamento de
huelgas del 24 de enero de 1913, considerada por los trabajadores como la “ley anti huelgas”, por someter
toda solución a las demandas laborales al arbitraje.
El impacto de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución Rusa
En las dos primeras décadas del siglo XX en el Perú, la oligarquía ejercía el poder político configurando un
Estado Oligárquico con un débil desarrollo de sus aparatos administrativos; con un Estado Nacional en
apariencia, en un Perú fragmentado por los grupos de poder regional, los cañeros en la costa norte, los
mineros y ganaderos en la serranía y los grandes comerciantes de lana y fibras de camélidos en el sur, etc.;
privatizado y monopolizado por un conjunto de familias (Pardo, Aspíllaga, etc.) que ejercen la imposición y la
violencia de clase con el pueblo; falta de un programa político o proyecto nacional que aglutine a otras clases,
su desdén por los intelectuales; la iglesia con un rol de cohesionadora del edificio social, como nexo entre la
oligarquía y el pueblo; predominio de la violencia; ante la escasez de gendarmes se recurrió al ejército para
reprimir los levantamientos populares (Burga & Flores Galindo, 1987, págs. 84-90).
El paulatino desarrollo de la agricultura de exportación, de la minería y de la comercialización de cueros y
lanas, se verá acicateado por fenómenos externos de gravitante importancia en el desarrollo económico-social
peruano:
1. La sustitución del capitalismo de libre competencia por el de los monopolios (imperialismo) y con él la
exportación de capital como forma de penetración económica; esto a fines del siglo XIX e inicios del
siglo XX.
2. La Primera Guerra Mundial (1914-1919) que significará para el Perú la mayor demanda de productos
como el azúcar, algodón, lanas y minerales, y el paulatino desplazamiento del imperialismo inglés por
el norteamericano. De semicolonia del primero pasamos al del otro.
3. La Revolución Socialista de Octubre de 1917 que, para los países coloniales y semicoloniales como el
Perú, plantea un nuevo porvenir y remarca el saneamiento de la lucha de clases entre burguesía y
proletariado, entre capitalismo y socialismo. Sirvió de aliento ideológico a las acciones obreras,
estimulando sus luchas y demandas.
Particularmente, la Primera Guerra Mundial incidirá favorablemente en elevar nuestra producción nacional y,
por lo mismo, nuestras exportaciones. Manifestando su alborozo por esta prosperidad coyuntural, don Pedro
Dávalos y Lisson expresaba:
Nuestra bonanza es completa. Los altos precios que han alcanzado la plata, el cobre, el azúcar, los cueros,
las lanas, el algodón, dejan a nuestras industriales utilidades que anteriormente no tuvieron y que pueden
estimarse en el triple y hasta en el cuádruple de las que normalmente ganaron en años anteriores... (Bardella,
1964, págs. 116-117).
Si bien el saldo de nuestro comercio exterior fue enormemente favorable a nuestras exportaciones; sin
embargo, esto no tuvo su correlato en los ingresos fiscales, pues estos favorecieron enteramente a los
exportadores dado lo reducido de los impuestos que abonaban al Estado.
Mientras nuestra producción se incrementa ostensiblemente a lo largo de estos años, eso no sucede en la
redistribución interna, por cuanto se trata de exportar lo más que se pueda, en desmedro del consumo interno;
es más, las tierras de la costa dedicadas al cultivo de panllevar, progresivamente serán copadas por el
algodón y la caña de azúcar. Si antes de la Primera Guerra Mundial un promedio del 40% de tierras
cultivables estaba dedicada a los productos alimenticios; con su desarrollo-efecto estas se verán reducidas a
poco menos del 20%. Aun los campiñeros, pequeños agricultores de los distintos valles de nuestra costa, que
por tradición se dedicaban al cultivo de legumbres, hortalizas y verduras, fueron ganados por el algodón dado
lo lucrativo de su producción. Todo esto producirá una aguda carestía de las subsistencias, escasez y altos
precios de los productos de consumo diario (Zubieta Núñez, 2016, págs. 15-20).
Sin embargo, los sueldos y salarios se mantenían estacionarios, causando el hambre y la desesperación en
los hogares del pueblo peruano. Este estado de cosas generó la exigencia del abaratamiento de las
subsistencias y el alza de los salarios, especialmente por parte de los obreros. Bonanza para las clases
dominantes y miseria para los trabajadores fueron las dos caras de la nueva realidad.
La carestía de las subsistencias y los bajos salarios por jornadas superiores a las diez horas diarias no podía
sino agudizar las contradicciones de clase, porque:
… es imposible aceptar que mientras todos los alimentos y artículos de primera necesidad han llegado a valer
50, 60 y hasta 100 y 200 por ciento más que antes de la guerra se pretenda que los hombres del trabajo,
empleados u obreros, mantengan a sus familiares con los mismos sueldos y salarios que hace tres años...
Los ingresos fiscales han subido de treinta a más de cuarenta y dos millones de soles al año, los provechos
líquidos de la exportación se cuentan por decenas y decenas de millones, el mismo comercio de importación,
exagerando los efectos de la carestía ha acrecentado sus beneficios, en tales circunstancias ¿só1o al
proletariado o empleados u obreros les toca gemir en la miseria? Son ellos, sin embargo, los verdaderos
creadores de la riqueza con el sudor de sus frentes. Y no piden nada exorbitante, nada fuera de razón, sino
simplemente que se les mejore sus retribuciones proporcionalmente a la mayor utilidad de las industrias
donde trabajan (El Tiempo (Lima), 27-04-1917, pág. 1).
Gracias a la presencia del anarcosindicalismo, los obreros fueron perfilando su petitorio: jornada de ocho
horas de trabajo, aumento de salarios y mejores condiciones de vida. Bajo las nuevas circunstancias, la lucha
por su concreción se hizo cada vez más apremiante. Los braceros de las haciendas costeñas, los panaderos,
el proletariado textil, etc., progresivamente fueron adoptando medidas unitarias que desembocaron en la
triunfal conquista de las ocho horas el 15 de enero de 1919. Entre tanto, en la serranía, la lucha por la defensa
de la tierra y contra el sistema opresor de la servidumbre se hizo cada vez más evidente.
Huacho 1916, la segunda conquista de las ocho horas de trabajo
En el caso de Huacho, el 1° de mayo, como Día del Trabajador, tuvo su bautizo de fuego en 1915, gracias al
esfuerzo tesonero de los anarcosindicalistas por educar y organizar a los jornaleros del campo y de la ciudad.
A inicios de ese año se construye la primera organización obrera de orientación anarcosindicalista: el
“Sindicato de Oficios Varios”, con el peluquero don Teófilo Gonzáles como su primer Secretario General. Entre
sus impulsores se encontraban: Florentino Malásquez, Casimiro La Rosa, Pedro Arévalo Carreño y el
educador popular Don Aurelio C. Guerrero (Nicho, 1976, pág. 40).
El 1° de marzo de 1915, en accidente ferroviario, perdieron la vida tres trabajadores del ferrocarril Noreste a la
altura del Km. 23 (Vía Ancón-Huacho). En homenaje a éstos y a los Mártires de Chicago, el 1 ° de mayo se
realizaron diferentes actividades: Romería a la tumba de los caídos, sesión de la “Confederación de Obreros y
Artesanos de Huacho”, Procesión Cívica de las “Sociedades” obreras y artesanas con estandartes y bandas
de músicos y Velada Literaria-Musical con enjundiosas interpretaciones proselitistas (El Imparcial (Huacho),
02-05-1915, pág. 3).
La prédica y el trabajo de organización de líderes anarcosindicalistas de Lima y Huacho produjo sus efectos
en la Campiña, asentamientos de los jornaleros de Valle Huaura-Sayán. Bajo la dirección de la “Sociedad
Unión Jornaleros de Huacho” el 28 de agosto de 1916, más de 2,000 jornaleros de las haciendas aledañas se
declaran en huelga en demanda de las 08 horas de trabajo, aumentando los salarios, y otras reivindicaciones.
El 02 de septiembre de 1916, el choque de huelguistas con la gendarmería deja como saldo dos campiñeros
muertos: Cayetano Romero Chingay Ernesto Villanueva Maturrano, mártires de la lucha por las ocho horas de
trabajo en Huacho. La respuesta de los jornaleros es contundente y obliga a las autoridades a suscribir la
histórica Acta de reconocimiento de la jornada de 08 horas de trabajo.
En efecto, a instancias del prefecto Edgardo Arenas se instala la Comisión de Trato con presencia de algunos
hacendados, la Comisión de Huelguistas en pleno, el Juez de Primera Instancia, el Cónsul de China, entre
otros. Se encomienda al Dr. Alfredo Luna y Peralta, por los hacendados, y al querido maestro sindicalista
Aurelio C. Guerrero, por los jornaleros, la redacción del Acta de Trato Directo. Los puntos importantes
señalan: dejar establecida la jornada de ocho horas, aumento de un 50% sobre el jornal actual. Estos
acuerdos luego fueron desconocidos por los hacendados, pero llevado al Trato Directo y al Laudo Arbitral fue
confirmada el 02 de octubre por los árbitros Villarán-Osores en el Fallo respectivo. Este triunfo de los
jornaleros huachanos es el segundo antecedente histórico de la conquista de la jornada laboral de ocho horas
en el Perú (Zubieta Núñez, 2016, págs. 90-106).
Para 1917 la jornada de 08 horas de trabajo era una realidad en las haciendas del valle del Huaura. El 1° de
mayo sirvió para hermanar a los trabajadores del campo a los de la ciudad, rendir tributo a los mártires y
tensar sus fuerzas para próximas luchas. En demanda de mejoras económicas y condiciones de trabajo más
humana el 07 de junio alrededor de 3,000 jornaleros de las haciendas reinician la huelga, Huacho y cercanías
se militarizaron con 500 gendarmes venidos de Lima.
El 14 de junio las “seroneras” (esposas de los peones y vendedores del mercado) se enfrentan con la policía y
se produce la mayor matanza de mujeres que registre la historia social del Perú. Irene Salvador de Lino y
Manuela Chaflojo Estupiñan junto a Manuel Linoy Filiberto Cherrepano, son algunas de las muchas víctimas
de este martirologio, estimada en unas 30. A sangre y fuego se derrotó este movimiento que perseguía sólo
mejores condiciones de vida para los trabajadores de las haciendas del valle.
Talara, Vitarte y otras luchas
La victoria de los portuarios del Callao en enero de 1913 desencadenó una ola de medidas de lucha de los
más diversos gremios de trabajadores del país. Trató de ser controlada vanamente con el Reglamento de
Huelgas del 24 de enero del mismo año promulgado por Guillermo E. Billinghurst. Las demandas por las ocho
horas se expresaron a nivel de provincias.
Talara y Negritos, 1913: A mediados de mayo de 1913 los obreros de Talara y Negritos se declararon en
huelga, pidiendo, entre otras mejoras, la jornada de ocho horas. Esta huelga fue un grito de protesta contra
una empresa que no solo pagaba salarios irrisorios, a los trabajadores, sino que no permitía el libre comercio,
ni el derecho de asociación, estando las autoridades políticas de esos lugares bajo la dependencia económica
de la misma empresa. Así es que, al resonar ese grito hondo, y manifestarse la solidaridad de los obreros, las
autoridades comenzaron a hostilizarlos, en toda forma, dando lugar a que los obreros se desmoralizaran un
poco. Pero el secretario de la huelga se dirigió entonces a la Federación Obrera Regional Peruana, en
demanda de solidaridad; y, como es natural, la F.O.R.P. envió un telegrama a los huelguistas, ofreciéndoles
todo su apoyo, y acordó enviar un delegado al lugar de la huelga. Esto reanimó a los huelguistas y después
de cuatro días de lucha, los obreros obtienen un aumento de 20 centavos sobre todos los jornales, salarios
íntegros en todos los accidentes de trabajo, asistencia médica, y medicina para todos los obreros y sus
familias, comercio libre, reingreso al trabajo de todos los obreros despedidos y una cláusula que consignaba
que ningún obrero podía ser despedido del trabajo, por el término de seis meses (Martínez de la Torre, s/f,
págs. 63-64).
Vitarte, 1914: Los trabajadores textiles de Vitarte que progresivamente veían mermados sus ingresos por no
cumplir con las “tareas” dado que la materia prima con el trabajaban escaseaba por que se prefería exportar
algodón y lana y no dedicarlo a los propios centros textiles que, paulatinamente, disminuían su producción.
Como resultado se tenía el incremento de las amonestaciones patronales y la disminución de los ingresos
salariales.
Por esta razón, la motivación central de la huelga fue el aumento de materias primas.
Esta huelga fue reprimida bárbaramente causando la muerte de los trabajadores Vilela y Miranda.
Talara, 1917: Los obreros de Talara, Negritos y Lobitos inician una huelga masiva en el mes de noviembre.
De su pliego de reclamos destacan dos puntos: