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La presidencia de Videla
El golpe militar del 24 de marzo se definió a sí mismo como Proceso de Reorganización
Nacional (PRN). Los comandantes del
Ejercito (general Videla), la Armada (almirante Massera) y la Aeronáutica (brigadier Agosti) se
habían puesto de acuerdo a fines de 1975 para instaurar una dictadura a largo plazo,con la
idea de cerrar un ciclo histórico y abrir otrot.
Massera exigió y obtuvo que la cuota de poder se repartiera por partes iguales entre las tres
armas,de modo que la responsabilidad principal no recayera en el Ejército comohabía sucedido
hasta entonces. Antes del golpe, la Junta aprobó el plan económico de José A.Martínez de
Hoz.
En la madrugada del 24 de marzo,la viuda de Perón fue puesta y quedó detenida en El
Messidor (Neuquén). La Junta de Comandantes juró ese mismo día en la Casa Rosada y el 29
de mar- wel general Videla asumió la presidencia de la Nación sin dejar el cargo de
comandante del Ejército. La necesidad de combatir a la guilla justificaba esta excepción a la
regla que aconsejaba sepa rar ambos cargos.
Jorge Rafael Videla, un general de infantería sin actuación politica conocida, nacido en
Mercedes (Buenos Aires) en una familia de militares, dirigía el Colegio Militar cuando Isabel
Perón lo desig no comandante en jefe del Ejército, el escalón más alto antes de la presidencia
de facto. Retraído, puntilloso, muy católico y algo pusi anime, se sentía imbuido de una misión
salvadora.
Su rival en la Junta era el extravertido, seductor e inescrupuloso almirante Eduardo Emilio
Massera, artífice del crecimiento de la Armada en el esquema de poder. Estaba dispuesto a
todo para alcanzar sus objetivos. La combinación de ambas personalidades resultaba
particularmente peligrosa, dada la autoridad sin limites que la Junta se había atribuido y que se
multiplicaba en el clima de terror que se vivía. Siguiendo el ejemplo del golpe de 1966, la
Constitución Nacional fue supeditada a un Estatuto. La Junta de Comandantes absor- bió la
función legislativa y designó a una nueva Corte Suprema. El cargo de presidente no tendría
carácter provisional.
Trabajo para Ejército, Relaciones Exteriores y Bienestar Social Los ministerios se repartieron
equitativamente: Interior y para la Armada, Justicia y Defensa para la Aeronáutica. Los únicos
civiles del gabinete eran los titulares de Educación y de Economía pero incluso en esas
reparticiones los militares actuaban como veedores de los altos funcionarios. El mismo cupo se
aplicó en los gobiernos provinciales; en las intervenciones a los sindicatos y en los canales de
televisión que habían sido estatizados por el peronis. mo. En la Comisión de Asesoramiento
Legislativo (CAL) que funcio naba en el Congreso, cada arma tenía poder de veto. Así se
prepara- ba un proceso perverso de disgregación social.

La guerra contra la subversión


Los objetivos básicos del PRN eran exterminar la guerrilla, reordenar la economía y disciplinar
a la sociedad. Dichos objetivos tendían a impedir la reproducción de las condiciones
sociocultura les que habían permitido el auge del populismo y de la subversión marxista y el
saqueo del Estado por sindicatos y empresarios peronistas. La persecución comenzó de
inmediato con la muerte de los ac- tivistas más peligrosos y la detención de centenares más en
barcos de guerra, seccionales de policía y cárceles.
La suerte de la dirigencia peronista fue dispar. Una larga lista de personalidades de la izquierda
y de la derecha, entre ellos Isabel Perón, López Rega, Abal Medina, Cámpora, Gelbard, Carlos
Me nem y Lorenzo Miguel, fueron privados de los derechos de ciudada nía y sus bienes
colocados en custodia. Algunos de los caciques sin dicales, como Casildo Herreras, se
"borraron" mediante un oportu no exilio; otros, como el gobernador bonaerense Victorio Calabró
negociaron con las nuevas autoridades. Miguel fue maltratado y detenido.
El esfuerzo se dirigió a eliminar a la dirigencia de los gremios clasistas: René Salamanca fue
uno de los primeros "trasladados. eufemismo para decir muerto; Tosco pasó a la clandestinidad
y Ongaro se exilió. Delegados obreros de fábrica y activistas de las Ligas agrarias del nordeste
fueron a parar a la cárcel o desaparecie ron. Pero también desaparecieron dirigentes
moderados como Oscar Smith (Luz y Fuerza), que se empeñó en la defensa de su gremio".
Según estimaciones de la Junta, en setiembre del 77 estaban detenidos o abatidos unos 8.000
subversivos 10. Entre las bajas figu raban Santucho y Urteaga, los jefes del ERP. Había,
aunque no se dijo, 300 campos clandestinos de prisioneros. Los más importantes eran Campo
de Mayo, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y la Perla (Córdoba).
El temible método de hacer "desaparecer" a personas sin dejar rastro fue adoptado por la Junta
para eludir responsabilidades, evi- tar demostraciones de dolor o de venganza y sembrar un
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vago, silencioso y eficaz. Dicho método facilitó la eliminación no sólo de los terroristas armados
y entrenados, sino de personas de ideologia progresista, cristianos de izquierda, asistentes
sociales, periodistas y alumnos secundarios que reclamaban por cuestiones estudiantiles.

A pesar de que la jerarquía católica apoyaba en sus líneas ge nerales al Proceso, obispos,
sacerdotes, religiosas y catequistas fi- guran entre las víctimas de la represión estatal.
Monseñor Ange- lelli, obispo de La Rioja, murió en un supuesto accidente de automó vil. El
asesinato de cinco religiosos de la parroquia de San Patricio (Buenos Aires) fue uno de los
crímenes más impresionantes. La muerte, la prisión o destierro castigaron a otros más!!.

"El terrorista-definía el presidente Videla-no sólo es consi- derado tal por matar con un arma o
colocar una bomba, son también por activar a través de ideas contrarias a nuestra civilización
occi- dental y cristiana. Y el interventor en la provincia de Buenos Ai res, general Ibérico Saint
Jean, advirtió con franqueza (aunque des- pués se desdijo): "Primero mataremos a todos los
subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, en seguida a
aquellos que permanezcan indiferentes, y finalmente ma- taremos a los tímidos"

Para llevar adelante este proyecto siniestro, que alteraba pro- fundamente los códigos morales
de la vida militar, se hizo un "pacto de sangre entre oficiales y suboficiales. En Córdoba se
obligó a los oficiales a participar por turno rotativo en las distintas etapas de la represión, la
tortura y el fusilamiento. Impulsaba este procedi- miento el general Luciano Benjamín
Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, uno de los más poderosos "señores de la gue-
rra Temibles fueron también el general Ramón Camps, jefe de la Policia bonaerense, y el
general Guillermo Suárez Mason, del Pri
Merr Cuerpo de Ejército. Hubo muertes violentas que respondían a pedidos de los "ser- vicios
de las dictaduras de Chile y Uruguay. Debido a esta compli cidad, denominada Operativo
Cóndor, murieron entre otros el ex presidente de Bolivia, general Torres, y los legisladores
uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.

El esquema de represión aplicado por la dictadura, pronto se mostró vulnerable a acciones que
respondían más que a las necesi- dades de la "seguridad nacional", a las "internas" militares, a
venganzas y al afán de lucro personal. Éste fue el caso de la desapari- ción del embajador
argentino en Venezuela, Héctor Hidalgo Solá, quien proponía una salida electoral que disgustó
al jefe de la Arma- da, de la muerte de Edgardo Sajón, ex vocero del general Lanusse, jefe de
una facción moderada del Ejército; de la bomba contra Juan del grupo económico Graiver,
dueño de Papel Prensa Propiedades nía a los excesivos gastos del Mundial de Fútbol; de la
destrucción Alemann en represalia porque como secretario de Hacienda se opo-

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