Virreyes Importantes
Virreyes Importantes
Virreyes Importantes
Reseña histórica
Con insospechada estrictez, el nuevo virrey dictó la orden de ajusticiar a los rebeldes
que permanecían impunes después de las sediciones recientes -sobre todo el
levantamiento de Francisco Hernández Girón- y también a los soldados que insistían
en reclamar mercedes. Mandó desterrar a 37 vecinos prominentes, que se dedicaban a
esparcir maledicencias en torno a su demora en proveer las encomiendas vacantes, y
asimismo ordenó confiscaciones de armas, a fin de evitar nuevos brotes levantiscos. Al
cabo de menos de un año de gestión, reportaba con orgullo que había hecho degollar,
ahorcar o desterrar a más de ochocientos sujetos, lo cual contribuía a descongestionar
el país de habitantes nocivos. Por otra parte, creó la compañía de gentilhombres
lanzas (con cien oficiales dotados de mil pesos de renta anual) y la subalterna
compañía de arcabuceros (con cincuenta oficiales que cobraban 500 pesos de renta);
ambas formaban la guardia del palacio virreinal, bajo el mando de don Pedro de
Córdoba. Promovió además la fundación de nuevas ciudades, adonde habían de
trasladarse los peninsulares faltos de tierras e indios. Se levantó así la población de
Cañete, en el valle del Huarco, la de Santa María de la Parrilla, junto a la
desembocadura del río Santa, y la de Cuenca, a mitad del camino serrano entre Quito y
Loja. No fueron menos significativas la entrada de colonización dirigida a la región
selvática de Yahuarzongo, ni las jornadas con rumbo a la presuntamente fértil comarca
de Rupa-Rupa y a los confines orientales de Jaén de Bracamoros.
Aparte de ello, logró este virrey que el Inca Sayri Tupac, descendiente directo del linaje
imperial autóctono, abandonase su reducto de Vilcabamba (1558) y se resignase a
señorear sobre una encomienda en el valle de Yucay. Dictó varias providencias acerca
del orden que se había de guardar en las mitas, fomentó la labor evangelizadora de los
clérigos y dispuso el empadronamiento de los yanaconas. Creó el Consejo de la Real
Hacienda, a fin de resolver las peticiones concernientes a este ramo. Hizo levantar en
Lima el hospital de San Andrés, para atención de los españoles enfermos o
menesterosos (1556), y en la misma capital edificó el recogimiento de San Juan de la
Penitencia para doncellas mestizas, que a menudo sufrían el abandono de sus
progenitores. Mandó tender un puente sobre el río Rímac para beneficio de los
moradores limeños, y otro sobre el río Abancay, en la quebrada de Anguyaco.
Pese a su meritorio empeño, don Andrés Hurtado de Mendoza debió soportar la
antipatía de los funcionarios de la audiencia, que estaban ensoberbecidos por su
dilatado ejercicio del poder y coligados con la oligarquía de encomenderos. Las
acusaciones de nepotismo y malversación de caudales públicos emitidas por los
magistrados limeños, y especialmente por el oidor Bravo de Saravia, se combinaron
con las apasionadas quejas de los vecinos desterrados y de parientes de los rebeldes
ajusticiados, desacreditando la figura del virrey en los medios cortesanos. En vista de
su mala imagen, se resolvió nombrar un sustituto en la persona del conde de Nieva.
Debilitado por el reuma y afectado seguramente por la noticia de su destitución, el
marqués de Cañete falleció en el palacio de Lima el 14 de setiembre de 1560.
Cuando Fernández de Castro, que era de Galicia, llegó a la colonia, esta rebelión había
alcanzado tales proporciones que, por codicia personal y deseo de hacer cumplir las
leyes coloniales, sintió la necesidad de resolverla personalmente. Dejó a su mujer
asistida por un Consejo Consultivo Administrativo como gobernanta partiendo para
Paucarcolla el 7 de junio de 1668, y pronto reprimió la rebelión con mano de hierro.
Estableció un tribunal para juzgar a los rebeldes, y condenó a muerte a José Salcedo y
a otras 41 personas. Estas sentencias se llevaron a cabo. Gaspar Salcedo fue
desterrado por seis años y multado con 12.000 francos y costas. El virrey también
ordenó que la población de San Luis de Alva, el asentamiento que había crecido
alrededor de las minas, se trasladara a una corta distancia del pueblo de Puno que hizo
la capital de la provincia.
Las sentencias fueron apeladas ante España, donde fueron revocadas. Gaspar Salcedo
fue liberado y las multas fueron devueltas. Un hijo natural de José, también llamado
José Salcedo, fue nombrado marqués de Villarica por el rey Felipe V en 1703.
Luego de esta campaña el virrey visitó las provincias de Chucuito y la Región del Cusco.
Regresó a Lima y tomó posesión nuevamente de su cargo el 12 de noviembre de 1668.
El virrey Fernández de Castro murió en Lima tras una breve enfermedad el 6 de
diciembre de 1672, aún en el cargo.
VI. Manuel de Amat y Junient (1761-1776)
Militar español, virrey de Perú. Miembro de una aristocrática familia catalana, decidió
ingresar en el ejército, en el que alcanzó el grado de mariscal de campo. Nombrado en
1755 capitán general y presidente de la audiencia de Chile, destacó al organizar una
eficaz fuerza defensiva a partir de las milicias urbanas, al tiempo que impulsaba las
obras públicas.
Ello le valió una excelente reputación como político y administrador que propició su
designación como virrey de Perú en 1761. En este cargo demostró sus dotes como
militar en la guerra de los Siete Años contra el Gran Bretaña, en la que la milicia
urbana, así como el resto de unidades por él movilizadas, se mostraron muy eficaces
en la defensa del virreinato.
La ostentación del virrey fue aprovechada por sus enemigos políticos, quienes lo
acusaron también de haber aceptado sobornos, aunque lo cierto es que durante su
gobierno el erario real ingresó importantes rentas de Perú gracias al impulso del
comercio, que sirvió para contener la caída de la productividad minera a causa de la
sobreexplotación. Además, la situación militar del virreinato quedó muy reforzada, con
fortificaciones costeras y unidades de defensa autóctonas. En 1776 regresó a España y
se retiró de la vida pública. Intervino también en el diseño de su palacio en Barcelona
(palacio de la Virreina).
BIBLIOGRAFÍA: