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Colección "PROPUESTAS" s

D i r e c t o r e s de la C o l e c c i ó n :
Eduardo Pavlovsky (Coordinador general)
Juan Carlos De Brasi y Hernán Kesselman

D i b u j o d e t a p a : Reproducción del primer cuadro del tríptico


"Estudios del cuerpo humano",
1970, de Francis Bacon

P r i m e r a d i c i ó n : Junio de 1993

<© A Y L L U S.R.L.

Todos los derechos reservados


Impreso en la Argentina
Hecho el depósito que marca la ley 11.723

I.S.B.N. 950-560-078-X
f,. o

Eduardo Paviovsky - René Lourau


Juan Carlos De Brasi
Gregorio Baremblitt - Angel Fiasché

SUBJETIVIDAD
y
DEVENIR SOCIAL 4

Lo Grupa! 10 p
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f s T E T l C A Y MICRO POLITICA.
"SEstética d e la M u l t i p l i c i d a d . Eduardo Pavlovsky 9

DEVENIRES GRUPALES E INSTITUCIONALES


G r u p o s e I n s t i t u c i ó n . René Lourau 47
Devenir d e la g r u p a l i d a d y s u b j e t i v i d a d en
p s i c o a n á l i s i s . (El c a s o d e p s i c o l o g í a d e masas). Juan
Carlos De Brasi 59

CON-VERSACIONES
La i n t e r t e x t u a l i d a d del p s i c o a n á l i s i s , Gregorio
Baremblitt 99
E n t r e v i s t a a A n g e l Fiasché 109
i"1

4
jf

ESTETICA Y ¡
MICRO POLITICA I
Estética de la multiplicidad
C o n c e p c i o n e s de la p r o d u c c i ó n de s u b j e t i v i d a d
en mi teatro ¿
Eduardo Pavlovsky

"No hay movimiento artístico que no tenga sus ciudades


y sus imperios, pero también sus nómades, sus bandas
y sus bandas primitivas".

"Lo que interpreta el actor nunca es un personaje, es un


tema (el tema complejo o el sentido) constituido por los
componentes del acontecimiento y singularidades comunicativas
efectivamente liberadas de los límites de los individuos y de las
personas. El actor tensa toda su personalidad en un instante
siempre aún más divisible para abrirse a un papel impersonal
y preindividual. Siempre está en la situación de interpretar un
papel que ¡nteipiala olios papelea.

El actor efectúa pues el acontecimiento, pero de un modo


completamente diferente a como se efectúa el acontecimiento
en la profundidad de las cosas. Dobla esta efectuación cósmica
física con otra a su modo singularmente superficial, tanto más
neta, cortante y por ello pura cuanto que viene a delimitar la
primera, destaca de ella una línea abstracta y no conserva del
acontecimiento si no el contorno o el esplendor: convertirse en
el comediante de sus propios acontecimientos: contraefectua-
ción.

Solamente es verdad del hombre libre porque él ha captado


el acontecimiento mismo y porque no lo deja efectuarse como
tal sin operar-actor, su contraefectuación 1 .

" ' G . Deleuze, Lógica del Sentido, E. Paídós. Bs. As 1989.


En el teatro están las escenas — l a interacción de los
sonajes el drama. La psicología de los caracteres, el
recorte en sus formas. Una personalidad enmarcada en un
social histórico. El San Genet de Sartre. Genet fue un gran
contraefectuador. Un gran creador de acontecimientos. Multipli-
có de sentidos su infancia de abandonos. La padeció y la
transformó en obra de arte.

La escena no deja de ser lo que impide ver. L o que


enceguece. Lo que fascina o atrapa. Lo narrativo. Lo que
ocurre. Se puede mirar la escena sin "ver". Textura atrapante
que puede enceguecer.

El acontecimiento es lo que pretendemos des-capturar. S u


esplendor. El acontecimiento no es la escena que sucede en el
presente "está en lo que sucede, el puro expresado que nos
hace señas y nos espera". El cuerpo del actor — s u s líneas de
fuga— ritmos y velocidades-intensidades "entre" sus cuerpos y
"entre" el texto.

Se desrostriza se desindividualiza porque el contorno d e la


silueta del cuerpo del actor-personaje se fisura dejando pasar
partículas.

El personaje es desbordado por el cuerpo del actor que lo


atraviesa con sus ritmos propios invadiendo otros espacios no
fenoménicos. El cuerpo del actor delimita otra escenografía
Escenografía de líneas de fuga.

Alfonso de Toro 2 dice sobre Potestad: "se hace accesible su


lenguaje lingüístico a través de un lenguaje mímico transforma
el signo verbal en signo gestual corporal. Existe un momento
donde las manos, el cuerpo de El Hombre giran en torno a la

2 Alfonso de Toro "Entre el teatro kinésico y el teatro deconstruccionista: E.

Pavlovsky". La Escena latinoamericana, Número 7, Diciembre 1991, Carieton


University, Canadá.
mujer la acaricia a unos milímetros de la piel, se presume casi
el roce entre las manos, el rostro, pero no llega a concretizarse.
Existe una especie de barrera gie energía que impide el
acercamiento. Así expresa Pavlovsky el aislamiento y la sole-
dad más infinita, no con las palabras sino con este juego
corporal. A d e m á s s o n sus diversas posiciones mímicas
reproductoras de diversos personajes y de diversas situacio-
nes".

El "entre" los cuerpos las manos en ese espacio mínimo se


fuga la energía de la soledad — n o son dos dedos por tocarse.
Es el espacio que adquiere" texfura de nuevo territorio "entre los
dedos entre las manos"— lo que impide el contacto. Se
opaquiza el espacio que separa la mano de los actores. S e
convierte en el texto dramático de la desesperación. Pero no es
texto narrativo es "mancha" en el proceso de la pintura de
Bacon. Energía pura. Espacio que habla sin narrar. No subra-
ya. No ilustra. S e despliega en superficie. Pero ese espacio se
fuga hacia el cuerpo del espectador. Del espacio-cuerpo al
cuerpo del espectador. "Hasta donde llega un cuerpo".

El cuerpo del actor interpreta un papel que interpreta otros


papeles.
Vuelvo a Toro sobre "Potestad". "La meta teatralidad se
refleja en que el Hombre siempre está reflexionando sobre sus
palabras gestos y acciones como así frente a las de los otros
personajes. De esta forma se produce un teatro antimimético
una especie de distanciación incrustada sutilmente en el discur-
so mismo, sin llegar a ser una estética brechtiana, sin transfor-
marse en un discurso psicoanalítico distanciador en la tradición
d e lonesco. Mas bien es una reelaboración del discurso de
Beckett, esto es una deconstrucción de la escena una
desrepresentación, desrealización de lo tradicionalmente tea-
tral, sin llegar al límite de la destrucción del signo teatral como
s e ve en Beckett: tenemos una recodificación pavlovskyana del
./-de Beckett para un asunto meramente argentino, pero
dentro de esta reactualización se transforma en universal".
"Deja el mensaje político en lo no dicho, en el subtexto
ambiguo en cuanto representa la tragedia del malhechor desde
el punto de vista del malhechor haciendo uso de una vasta
gama de trabajo corporal y mímico. Desterritorializa el teatro
comprometido y el teatro del absurdo en un nuevo territorio".

Las dos sillas en ¡a puesta aluden a un living-concreto.


Espacio o lugar escenográfico. Espacio vacío a llenar de Peter
Brooke.

Pero en un momento de la pieza el personaje dice: "Es Ana


María, es Ana María —Tita!" y comienza a desplazarse hacia
el fondo del escenario golpeando sus manos en la pared o
telón del fondo. Allí el cuerpo desrealiza la escenografía del
espacio fenoménico (iiving-room).

Allí sobre la pared el personaje sufre una verdadera


metamorfosis transformación corporal que lo convierte en un
represor. Ese espacio donde se produce la metamorfosis no
puede incluirse dentro del espacio escenográfico habitual. Es
espacio que alude a lo preextensivo no representativo
desrealizado. Ei personaje muta a un personaje impersonal-
preindividual. De supuesto "padre-víctima" de un social históri-
co a una máquina represiva impersonal serial. Espacio
preextensivo. no representativo no significable desrealizado.

Está ligado a la noción de singularidad que existe a partir de


sus conexiones vecindades relaciones. No es significable. Es el
cuerpo actoral el que produce el espacio preextensivo
desrealizando la escenografía del Iiving-room.

Una singularidad es real cuando se practica y realiza como


tal. Es un acontecimiento. La noción de Espacio está modalizada
Beckett) no tiene que ver c o n la imagen de espacio
localperceptible que reconocemos diariamente.
El espacio preextensivo tiene s é k i d o en relación al tiempo
como acontecimiento y éste en relación al Devenir 3 .

El acontecimiento se define por duración —tiempo cualitati-


vo tiempo de intensidades. Entonces el espacio sugerido del
Iiving-room con las dos sillas del comienzo de la obra es un
espacio reconocible que alude y se nombra como Iiving-room
pero el cuerpo del actor sale del Iiving-room y se dirije hacia la
pared de atrás creando con el cuerpo del actor un nuevo
espacio que ya no es el Iiving-room. Pero ¿dónde está?
¿Dónde habita? El personaje se dirije hacia atrás, golpea con
sus manos la pared y el cuerpo se estremece ante una música
caótica que no ilustra que no narra la metamorfosis. Entalla en
pleno acontecimiento.

Es junto con el cuerpo del personaje el creador del aconte-


cimiento en el espacio preextensivo. Como dice De Brasi: el
acontecimiento se define por su duración. Tiempo de duración.
Tiempo no cronológico. Tiempo de intensidades. Si se midiera
el tiempo de la música y se le dijera a un actor que tiene que
permanecer dos minutos y medio sobre una pared en un
espacio de un metro cuadrado, seguramente no aceptaría esa
acción por demasiado extensa. El cuerpo del actor estreme-
ciéndose en su metamorfosis víctima-victimario, con la música-
corresponde a un tiempo cualitativo.

El cuerpo más~el espacio preextensivo-acontecimiento-tiem-


po de duración.

¿Cuánto tarda una convulsión epiléptica para un observa-


dor? ¿diez segundos-diez minutos? El tiempo de intensidad no
se mide por reloj porque es tiempo cualitativo.

''Comunicación personal de Juan Carlos de Brasi


"CorriS se ocupan dos minutos y medio de tiempo cronológico
gritando contra una pared sin moverse (es el tiempo que
transcurre en la metamorfosis).
No hay desplazamiento, pero hay acción. No tiene recorrido.
Tiene movimiento (De Brasi).
Sin embargo la intensidad de la máquina deseante-persona-
je-pared música-cuerpo estremecido-configura un tiempo de
otra cualidad.

La escena del living se desterritorializa hacia otra escena en


otra calidad de espacio. Espacio ligado a la singularidad que
existe a partir de conexiones, vecindades, relaciones, etc.
Siguiendo a Deieuze:
"El actor tensa toda su personalidad en un instante siempre
aún más divisible para abrirse a un papel impersonal-
preindividual".
El personaje de un determinado social histórico estalla junto
con la música en pleno acontecimiento devenir y se abre a un
papel impersonal. Sale de los límites de su yo corporal confi-
gurado y caracterizado por una silueta de contornos definidos
de una determinada clase social con su gama de vicios y
costumbres. "Rostrificado", "reconocible" en su territorio— para
estallar e n pleno acontecimiento y se impersonaliza se des-
rostriza-se desterritorializa, se vuelve otro, se abre en esporas
se rizomatiza se convierte en pura ¡multiplicidad puro devenir.

Cuando el personaje vuelve al living después d e ' s u


metamorfosis vuelve otra vez al espacio fenoménico reconocible.
Pero hay algo que se ha modificado. El personaje ya lleva en
su cuerpo la marca de su transformación.
Nada será igual, comienza su devenir-represor. La víctima
estalló en pleno acontecimiento, ahora sólo quedan los rastros
del victimario. Todo se descentró.
Intensificación de los descentramientos puro devenir.
"El yo es solo un umbral una puerta un devenir entre
multiplicidades. ^

Un cuerpo no se define sólo por la forma que lo determina,


un sujeto determinado ni por órganos o funciones. Un cuerpo
se define por su régimen de afecciones-afectos movimientos y
velocidades" 4.

Cuando los actores mueven las sillas desplazándose por el


escenario establecen en su rodar las diferentes subjetividades
de los personajes. Más cerca, más lejos. Juntos.

Me pregunto si es justo intentar conceptualizar sobre textos


míos. Creo que sí. Porque hay una inscripción artesanal-
corporal que sólo puedo intentar ponerle palabras yo. Eso solo
intento. Encontrar las palabras que intenten conceptualizar el
proceso.

Siempre me ha ocurrido que cuanto más personal se


convierte mi relato tiene la posibilidad de resonar con otros
actores que multiplican mi texto y lo amplían. Cadena de
resonancias, Foucault dice que los verdaderos teóricos de las
cárceles debieran ser los presos o los carceleros. Sólo ellos
son los verdaderos "afectados".

S o b r e u n relato t e s t i m o n i a l d e " P o t e s t a d "


S"EIprimer día en la Sala del Ciudadano no vino nadie. Para
ser más preciso diré que había solo cuatro amigos sentados e n
la platea. Todos habíamos esperado, bebiendo impacientemen-
te, algún espectador.

4 (Mil M esatas-De leuze-Guattari) Pre-Textos, 1988 Valencia.


5 Del prólogo de la edición de Potestad. Editorial Búsqueda, 1988, Bs. As.
A las 22.30 resolví hacer la función. Improvisé los primeros
minutos que casi no tenían texto. Modifiqué el estilo de la
actuación. Pluridimensioné las siete funciones anteriores. Hoy
con Kesselman diríamos que multipliqué de sentidos la puesta
original. Intenté investigar el subtexto de cada palabra escrita.
Con mi cuerpo gané espacios. Encontré silencios, subtextos d e
dolor, nuevos ritmos corporales, nuevo ritual de la desespera-
ción. Una nueva máscara de la tortura. Tal vez más delicada...

Nunca pude escribir todo lo que había dicho esa noche...


una amiga lo grabó en el Festival de las Naciones en Montreal
y lo desgrabó. Es texto de actuación. Es texto y tiempo de
actor. OBRA ABIERTA de U. Eco. No hay literatura, hay acción
dramática que puede ser leída en historias de subtexto...

¿Cuál fue el proceso maquinal de esa noche? Nunca lo


podré saber. Lo que puedo aventurar es que mi cuerpo actoral
r e b a s a b a la silueta del personaje. Lo atravesaba... lo
impersonalizaba. Lo desterntorializaba.

"Seamos justos, en la puesta original de Norman Brisky, e n


el texto original, estaban inscriptas las posibilidades de este
margen de libertad de improvisación que el actor "Pavlosky"
realizó esa noche.

Porqúe no hay multiplicación sin texto original, sin puesta


original.

El actor no improvisó sobre el vacío sino sobre la malla


intersticial de la puesta que director-actor autor y músico
habían plasmado en sus treinta y cinco minutos originales...".

El teatro es un lugar de experimentación de subjetividades.

Bob Wilson experimenta con 9 millones de dólares para


luces sonidos y escenografías.
Nosotros tenemos que "experimentar" desde nuestros luga-
res posibles, con nuestros cuerpos actorales, con la producción
de nuestra experimentación. Nadie tiene la obligación de
conceptualizar sus prácticas.

Pero intentarlo es una posibilidad. Bartis es probablemente


el director más Experimental de los directores argentinos.

No es un teórico-pero tiene ideas muy claras sobre las


innovaciones que plantea o sobre el tipo de producción de
subjetividad que plasma en el escenario. Kantor lo hacía.
Grotowsky también.

De u n a e n t r e v i s t a c o n F r a n c i s B a c o n 6

"No dibujo. Empiezo haciendo todo tipo de manchas. Espe-


ro-lo que llamo el accidente la mancha desde la cual saldrá el
cuadro. La mancha es ei accidente. Pero si uno se para en el
'accidente', si uno cree que comprende el accidente, hará una
vez más ilustración - pues la mancha se parece siempre a algo.
No se puede comprender el accidente. Si se pudiera compren-
der, se comprendería también el modo en que se v a actuar.

Ahora bien, este modo en el que se va actuar, es lo


'imprevisto', no se lo puede comprender jamás: la imaginación
técnica (la imaginación que d a el oficio).

¿Qué es el accidente? No puedo definirlo. Sólo se puede


hablar 'en torno'. Van Gogh no hablaba de una pintura sino de
los 'en torno a...' "

El cuerpo del actor en el trabajo de "experimentación" es la


"mancha" de Bacon. En un ritmo corporal (en una "mancha"
baconiana) el actor" descubre la línea de fuga el accidente, por
donde el personaje se multiplica de nuevos sentidos. Pero todo

6 Entrevistas con Francis Bacon - David Sylvester. Ediciones Polígrafo S.A.,

Barcelona, 1990. -.=====—:-


gste proceso requiere entrenamiento (imaginación técnica).
jQbéstro ex-campeón del mundo de box Nicolino Loche decía
uue no necesitaba poner sus manos en "guardia" porque él
'podía "¡ m agínarlas". La noción de distancia y sus ritmos de
esquive provenían de su gran "imaginación técnica". U n actor
-puede improvisar. Lo que no se puede improvisar es ser actor.
Para descubrir el "accidente" en la mancha de Bacon hay
que haber arrojado muchos años de "manchas". Hablamos de
oficios. De artesanías. De producciones.

En cuanto al problema de la subjetividad en los personajes


que encarna "El Represor" en mi teatro, desde El Señor
Galíndez, El Sr. Laforgue, Paso de Dos y Potestad, tomando
los casos más paradigmáticos.
Algunas veces se me ha sugerido que los "personajes" que
encarno como actor en mis obras representando al represor,
producen en el espectador un cierto nivel de identificación
durante parte de la obra, e incluso despiertan simpatía y luego
se "revelan" como verdaderos monstruos de la represión,
produciendo en el espectador un cierto sentimiento de fraude,
engaño o ambigüedad. ¿Cómo un médico al servicio de orga-
nismos de inteligencia y responsable directo del rapto de una
niña puede al mismo tiempo despertar simpatía en la primer
parte del espectáculo —cuando se lo vislumbra en sus debili-
dades humanas relatando o confesando sus heridas narcisísticas
masculinas frente a su mujer? El "tiempo" en el cuerpo, el
"tiempo" e n la pareja y la posible identificación que estos
grandes temas humanos puedan producir en el espectador.
Cómo puedo "identificarme" a lo largo de la obra con las
angustias reconocibles de este hombre, si luego ese mismo
personaje en quien me "reconocí" s e m e revela como un
"monstruo represor" al que no merezco tener piedad o pena y
mucho menos simpatía. O más precisamente. ¿Cómo un
raptor de una niña puede abrigar sentimientos de pena por la
pérdida de "su niña", Cuando los organismos de derechos
humanos a través d e la justicia, logran liberar a la niña de su
rapto, para devolverla a su familia original? ¿Puede acaso un
raptor de niños sentir ternura o penar por la niña a quien robó
su identidad? ¿No es acaso el "niño raptado" una prótesis de
la falta o castración del raptor, y siendo solo prótesis de su falta
esto le impediría desarrollar hacia ella sentimientos tiernos,
porque la niña raptada es solo prótesis narcisista?

La literatura psicoanalítica encuadra a los raptores dentro


de las patologías narcisísticas graves. Para nosotros la situa-
ción adquiere otros niveles de complejidad.

En Paso de Dos la víctima torturada le dice a su amante


torturador: "somos fuimos vos y yo nuestras historias nuestras
certidumbres nuestra manera de sentir las cosas, de eso no
podemos arrepentimos allá vos allá yo es la distancia que nos
hace reconocernos qué misterio se cruza entre los dos hacién-
donos olvidar tanto pasado quien sabe si somos tan diferentes
que creció tanto entre los dos? algo que no entiendo algo más
allá me hace sentir ambigua y me produce terror haber sentido
piedad en algún momento como surgió a pesar mío esto de la
piedad entre los dos como piedad convertirme en piadosa yo
que nunca lo fui".

¿Puede una militante torturada sentir piedad por su represor?

¿Puede un torturador sentir piedad o ternura por su vícti-


ma?
¿Si un torturador sintiese piedad por su víctima sería acaso
por eso menos responsable? ¿Si un raptor de niños hubiese
desarrollado alguna capacidad de amor hacia su víctima sería
por eso menos responsable? Cuál es la estética en todas estas
preguntas...
j & g s J f f a ; n responsables siempre, pero tendríamos que admitir
j ^ u n a m a y o r complejidad en ¡a subjetividad de los represores.

Los personajes de la represión, en su amplia galería, se nos


podrían revelar más ambiguos y comptejos de lo que imagina-
m o s y esto sugeriría una mayor complejidad en el proceso de
búsqueda de creación del personaje. Existiría más ambigüe-
dad. Más molecularidad en su recorrido.

Pero nadie los condena por su incapacidad o capacidad de


sus afectos, sino por el acto mismo criminal del rapto y robo de
la identidad de los niños. Metamorfosear la identidad de una
niña raptada ocultando su verdadero origen es un hecho
monstruoso que debe ser juzgado, pero este hecho no elimina
por sí solo la capacidad de haber podido desarrollar algún tipo
de vínculo tierno con su víctima. Lo que nos interesa es la
estética de la ambigüedad.

Lo condenamos por su acto criminoso. A veces ciertas


concepciones científicas, ideológicas y políticas reabsorben
parte de la complejidad de los fenómenos de la subjetividad de
los represores. Desde la estética a veces descubrimos ciertas
líneas de la ambigüedad y de la complejidad de su problemá-
tica. Estética de la multiplicidad.

En el Teatro intentamos descubrir la ambigüedad, esa zona


incierta del ser humano, que creemos necesario develar esté-
ticamente. Condenamos su ética pero revelamos en cambio su
tormentosa ambigüedad. Esa es la subjetividad que nos intere-
sa investigar estéticamente en los personajes de la represión.
Recorrer desde el "personaje" el intrincado y complejo mundo
de los afectos de personas que han quebrado su ética y es
precisamente confrontándola con su reverso estético. La ética
de la multiplicidad.

Asumir estéticamente la complejidad de la subjetividad en la


problemática del represor, no es nada más que acercarnos a
d e una nueva forma futura de repre-
sión: el control social y !sus sutiles formas posibles, a través de
un nuevo tipo de represor.

En 'Memorias del Calabozo' 7 Mauricio Rosencrof y. Fernández


Huidobro, militantes uruguayos detenidos en calabozo durante
once años (1972-1983) en Uruguay, nos dicen en relación a los
represores: "quiero referirme un poco a la patología de los
oficiales que se han ensañado con nosotros. Existe la tesis de
que los que más agredieron eran los que tenían dentro de sí
desarrolladas las tendencias sádicas. Yo me resisto un poco a
considerar enfermos a aquellos que se ensañaron más en las
torturas, adscribiéndoles entonces un diagnóstico-psiquiátrico,
porque sería limitar la cuestión a grados de patología individual.

Este oficial que tenía esa conducta con nosotros era simul-
táneamente uno de ios más estimados por la tropa cada vez
que los soldados tenían problemas. Dirigirse a ese oficial era
una gran tranquilidad porque los atendía paternalmente. Era
patológico con nosotros. La metodología que usó el ejército fue
hacer participar a todos, enfermeros, médicos, oficiales, etc.,
todos tenían que 'mojar' para que todos se sintiesen implicados
y además el exceso fue lo normal en la Institución. Por eso
rechazo que Astiz o Masón sean sádicos. La esencia del
sadismo como patología dentro del ejército es secundaria. Lo
constante es la normalidad en que se convierte lo anormal".

La institucionalización de la violencia-el rapto o el saqueo, o


la tortura. La interiorización institucional de la violencia como
obvia.

Foucault decía que los únicos que pueden hablar con


eficacia sobre las cárceles o prisiones son los presos o los
carceleros.

L a institución (policial — militar — carcelería) produce esta


específica subjetividad.

'Editorial TAE, Uruguay 1990.


La tortura no como patología individual. No nos sirve para
intentar pensar los fenómenos de producción de subjetividad.
Su complejidad.
La tortura como producción de subjetividad institucional.
Diaria, cotidiana, interiorizada como conducta normal, aceptada
y valorada.

En el Sr. Galíndez intentábamos seguir esta hipótesis: "lo


que nos interesaba señalar era la institucionalización de la
tortura mucho más que la patología individual de los torturadores
quienes a su vez eran víctimas de la institución. Si insistimos
en los cuadros psiquiátricos individuales de los torturadores
perdemos de vista el eje central de la problemática: la tortura
o el rapto como institución" (en nuestro caso representado por
los llamados del teléfono del Sr. Galíndez).

Y este punto de vista es importante para el desarrollo de la


estética a desarrollar en los personajes.

Buscamos una estética de multiplicidad donde se perciba la


singularidad del personaje en este particular atravesamiento
institucional. Nos interesa entonces exaltar la institucionalización
de la conducta para expresar la intensidad de sus conflictos en
la creación del personaje.

No nos interesa el naturalismo. Pretendemos "afectar" ai


espectador en el tormentoso mundo marginal del represor.
Tampoco buscamos las transiciones psicologistas que pudie-
sen explicar sus diferentes motivaciones. Vaivenes de subjeti-
vidad que puedan ser expresados a través de un cuerpo que
se conecta abruptamente con diferentes grados d e intensida-
des y de emociones. Devenir triste — devenir tierno — devenir
sádico — devenir sexo — devenir terror — sin transiciones —
sin conexiones psicologistas. Cuerpo como máquina deseante.
Cuerpo haciendo máquina con... Siempre entre nunca llegando
a ningún lado a ningún objetivo.
Existe una institución que viola la ETICA del Represor.

Para formarlo tuvo que violarlo. Cómo "resingularizar" esta


batalla. El represor violado y violaépr al mismo tiempo.

Un cuerpo actoral que pueda expresar este régimen de


inscripciones que lo atraviesan.

Porque el cuerpo actoral es al mismo tiempo institución


violadora — represor violado y represor violador. Tres devenires
en el desarrollo de la acción dramática. Cuerpo como letra... o
LETRA de cuerpo...

De cómo es capaz de transmitirse institucionalmente, ese


tipo de subjetividad que fabrica torturadores — raptores —
saqueadores como fénomenos normales cotidianos y obvios.

Existe una institución como producción de una subjetividad


que engendra como normal lo monstruoso y esto a su vez es
un factor de producción de subjetividad social. (Terrorismo de
Estado y su concomitante complicidad civil).

Pero entonces el problema desde la estética incluye este


tipo de complejidad. Si el rapto o la tortura son interiorizados
como hechos naturales, normales, el acto criminal se percibe
como sintónico institucionalmente.
intentemos comprender el "régimen de afecciones" en que
se mueve el individuo. S u régimen de conexiones institucional.
¿Cómo les habla la institución? ¿Cuál es la lógica institucional?
"Puede ser un buen padre de familia —pertenecer a la socie-
dad protectora de animales— ser un beato y concurrir a la
iglesia todos los domingos, pero luego volverse sádico con los
prisioneros" ("Memorias del calabozo").

Pero todo esto incluye una "lógica de afecciones" — en la


totalidad de la conducta. No existe disociación d e la persona-
lidad dentro de la lógica institucional.
" ™ S s o f i c i a!es —todo el personal de la protección
^carcelaria recibían cursos en que los maníjeaban
* ''t culosamente - con fundamentos ideológicos, y les decían
- m e 1 é r a ~ , o s traidores a la patria, asesinos deleznables. Todo
| ^ t o iba conformando en ellos un criterio ideológico. Eran
"'coherentemente fascistas" (El mismo texto).
Aquí Rosencrof dice: coherentemente fascistas. La institu-
ción produce coherencia en este tipo de subjetividad. Lo obvio.
Lo normal es el fascismo y su complementariedad: la violencia.
Una carnada de jóvenes militares" de la dictadura griega
había cometido atroces torturas. Fueron juzgados y sometidos
a exámenes psiquiátricos. Ninguno de ellos reveló alteraciones
psiquiátricas severas.
Pero en cambio durante las entrevistas con ellos se tuvo
información de que todos habían sido sometidos a un severo
entrenamiento doctrinario ideológico de ocho meses de dura-
ción, que culminaba con la práctica de los elementos de la
tortura con prisioneros políticos.
Hacer un psicoanálisis de cada uno de ellos no nos revela-
ría tal vez demasiadas diferencias de las habituales, de otras
psiconeurosis o caracteropatíás.
Lo singular en cambio sería analizar el tipo de discurso
institucional, que produjo esa singular subjetividad que interiorizó
la tortura como obvia, necesaria, cotidiana, y normal' en la
formación de los jóvenes militares. No creo en este caso que
la ideología institucional funcioné como prótesis de la falta de
cada uno de ellos.

El discurso se filtra intersticialmente y eficazmente a través


de un complejo sistema de códigos y afecciones 8 .
s La Asociación Psic. Argentina producía e n los tiempos que yo cursaba

seminarios un tipo de producción de subjetividad que hacía creer a los candidatos


que para ser psicoanalistas y resguardar la "salud mental" había que analizarse
durante años (8 ó 10) cuatro veces por semana. Esto a su vez se transmitía a los
pacientes. Máquina iatrogénica que todavía p e r d u r a a veces.
En algunas de mis obras, enfocadas generalmente sobre la
luz del represor, la Institución aparece presente siempre en
algún momento del discurso de los personajes.
' -y?
En El Sr. Galíndez la institución -está corporizáda por el
teléfono que da las órdenes y contraórdenes a los torturadores
(Beto y Pepe) en forma constante contradictoria.
Ambos torturadores — n o formados ideológicamente "los
de la vieja carnada" dependen absolutamente de Galíndez para
todo tipo de tarea profesional y ambos están pendientes de la
simple aprobación o de las estimulantes felicitaciones de
Galíndez.

Son el "cuerpo" menos pensante institucionalmente los


menos formados o solo formados en la práctica concreta. La
mano de obra barata d e la tortura.

Esta dependencia incondicional hacia el Sr. Galíndez produ-


ce en ellos el terror d e que puedan ser prescindibles — o
reemplazables—como y a ocurrió en otras ocasiones con otros
"profesionales" — a lo largo de la historia institucional.

Son la parte "descartable". Por eso se convierten también


en víctimas de la Institución. Sobreviven hasta que alguien de
mayor habilidad pueda reemplazarlos. Son "serie" de una larga
cadena.

Beto y Pepe recibían órdenes del Sr. Galíndez para adies-


trar a Eduardo — u n joven que concurre para "aprender el
oficio" de ambos torturadores—. Ordenes Institucionales.

Pero Eduardo ha estudiado los libros del Sr. Galíndez — e s


el nuevo torturador pensante ideologizado. Como los jóvenes
torturadores griegos ha recibido información a través de un
aprendizaje "teórico"—. Aquí hay un. cambio cualitativo con
efectos en el discurso institucional y en la producción de
subjetividad de los personajes. Beto y Pepe son la mano de
5 b ^ n § a t a prescindible. Para ellos la Institución es el teléfono
de donde reciben las órdenes concretas del Sr. Galíndez.
Sin órdenes del Sr. Galíndez - pierden existencia. Eduardo
en cambio es el nuevo torturador - el "ideologizado" (el Astiz del
•76 en la dictadura militar). Los libros del Sr. Galíndez son
conceptos nuevos para "pensar" institucionalmente para Eduar-
do y sólo órdenes concretas para Beto y Pepe.

Pepe: ¿Y qué t e dijo? (se refiere a un llamado telefónico de


Galíndez).
Beto: Dijo que todavía no hay novedades que espera poder
felicitarnos como siempre y que esta orgulloso de nosotros.

P.: ¿En serio te dijo que estaba orgulloso de nosotros?


B.: Dos veces me lo dijo. Al principio, al final. ¡Dos veces!
P.: A ver, repetime las mismas palabras.
B.: ¡No me acuerdo! Dijo que esperaba que realizáramos la
tarea como siempre y que nos mandaba un abrazo.
P.: ¿Un abrazo?
B.: ¡Te lo juro Pepe!
P.: ¡Qué gran tipo este Galíndez, mirá que siempre fue muy
cariñoso con nosotros!

B.: ¡Es un señor! ¡Digan lo que digan pero es un señor!


Cada vez que háblo con él me dan ganas de laburar ("de
torturar").
(Dependencia absoluta de los estímulos institucionales del
Sr. Galíndez; en otro párrafo hablan del flaco Ahumada, otro
torturador .profesional amigo de ambos).
Beto: A las dos d e la mañana sonó el teléfono... le decían
al flaco que se fuera del país... que y a no servía más y que si
no se iba lo iban a liquidar... para mí la voz era de Galíndez...
al día siguiente lo encóntraron ahorcado. Y o no quise verlo...
Por eso me inscribí en el liceo Profesional Cima... por ahí la
mano viene mal y quieren prescinde de mí y bueno... yo ya
tengo otro laburo...

Son absolutamente prescindibles de la Institución


Eduardo: (Sobre el final de la obra Beto y Pepe escuchan
el monólogo de Eduardo desde la puerta). "No podemos dejar
de señalar... la nación toda y a sabe de nuestra profesión.
También la saben nuestros enemigos.

Saben que nuestra labor creadora y científica es una


trinchera y así cada cual desde la suya debe luchar en esta
guerra definitiva, contra los que intentan bajo ideologías extra-
ñas destruir nuestro estilo de vida nuestro ser nacional" (suena
el teléfono. Eduardo con gesto marcial lo atiende. Beto y Pepe
miran asustados desde la puerta, a punto de dejar el lugar).
¡Sí Señor Galíndez! (Apagón) 9 .

Formación ideológica del nuevo torturador: Eduardo


En "El Sr. Laforgue" un aviador que trabajaba para la marina
d e Haití y que arrojaba prisioneros políticos desde su avión es
llamado desde la Institución cuando los cadáveres comienzan
a aparecer en playas de países vecinos y son reconocidos.
T o d o se hace público y se convierte en un verdadero escánda-
lo político.

El aviador es convocado por el Ministerio de Marina (un


lugar semejante a nuestra Escuela de Mecánica de la Armada)

9 Para Beto y Pepe el teléfono es la Institución (Ecuación simbólica). Para

Eduardo la Institución está representada por las ideas y conceptos que leyó en ios
libros del Sr. Galíndez (Representación simbólica).
d " n 5 § se le sugiere modificar su identidad y vivir en el exterior.
S?n otra alternativa posible el aviador acepta.
j n d o el tratamiento de su "metamorfosis" es realizado
dentro de la institución que ¡o formó.
l_a Institución lo formó como represor sofisticado y se
desprende de él cuando la situación se torna internacionalmente
complicada al aparecer los cadáveres en playas vecinas.
En Potestad, un médico de la policía y de los servicios de
inteligencia es convocado en un operativo para certificar el
fallecimiento de una pareja militante asesinada y en esas
circunstancias especiales encuentra a una niña de la pareja a
quien secuestra y la t o m a como "hija" modificándole su identi-
dad.
"Los muchachos m e llamaron para ver si estaban vivos.
Todavía hoy no sé para qué me llamaron los muchachos..."
(dice el médico secuestrador). Los muchachos que convocan al
médico y que asesinaron a la pareja pertenecen a la misma
Institución que el médico. Todos son cómplices como dice
Rosencrof.
En Paso de Dos un torturador y su víctima mantienen una
extraña relación amorosa — "nacida" en la intensidad de los
momentos de tortura. T o d a la obra transcurre durante la agonía
final de la mujer.
El: "Había pedido verte cuando supe que iba a conocerte...
... me habían dicho que lo más importante era no mirarte a
los ojos..."
Había pedido verla en la Institución policial cuando supo que
la traían detenida...
Le "habían dicho" (en la Institución) que no la mirara a los
ojos cuando la interrogara...
El torturador y la víctima mediatizan a través del drama
personal el discurso institucional.
La Institución está presente en la obra y en el desenlace
final cuando la víctima no lo quiere denunciar para no hacer-
lo héroe "como todos los demás que andan sueltos por la ca-
lle y acechando siempre"— refiriéndose al Indulto que dejó en
libertad a los genocidas. No es sólo un problemá personal
— Es un conflicto con todos los demás genocidas que "queda-
ron libres" — Conflicto Institucional.

También toda la conducta de ella está atravesada por la


Institución a la que supuestamente pertenece la víctima.

El: "No me regalaste ni el nombre inventado. Tu Etica no lo


permitió"...

(Etica que pertenecía al grupo político de la víctima).

En El Cardenal es el protagonista que encarna una nueva


ideología que produce "la filosofía del pensamiento lineal" por
oposición al "pensamiento poético" al que debe conbatir hasta
su extinción - a través de un meticuloso, científico y dosificado
régimen alimentario".

El Cardenal-. "El fundamento teórico del pensamiento iineal


es que la alimentación diaria científicamente orientada llega a
la cabeza de la gente...
Esa es la clave de nuestro tercer enunciado... Lo importante
es la cabeza de la gente lo que la gente piensa de las cosas
cotidianas... de eso nos ocupamos nosotros y eso se logra con
una alimentación orientada... La alimentación e n ese sentido es
un recurso, nosotros sabemos política no luchamos por la
alimentación luchamos por ideas, nuestro cuarto enunciado: el
efecto de la alimentación diaria en la cabeza d e la gente
produce pensamientos nosotros producimos pensamientos so-
mos una máquina de producir pensamientos".

El Cardenal es el ideólogo institucional de una filosofía que


él encarna y que ha sido meticulosamente estudiada para
J H B P P T a - c a b e z a de la gente un tipo de pensamiento que
í í t e r t V construir el pensamiento lineal y abolir el pensamiento
poético. Nuestro, nos, luchamos, nuestros, nosotros, somos
indican que El Cardenal se siente parte —cuerpo— identificatorio
con la Institución que El encarna y que además lo Expresa.
El Cardenal es "hablado" por la Institución y la expresa a
través de su forma singular y específica de su personalidad.

Una institución produce un tipo de subjetividad la tortura


como normal procedimiento en el interrogatorio.
Individuos la encarnan y la llevan a la práctica concreta y
real.
Pero esta dependencia del individuo con la subjetividad que
produce la Institución es también tormentosa — n o es pasiva—
es también un saqueo de su ética, un robo de su dignidad
humana. De ahí que la estética resultante de estos personajes
adquiere un alto nivel de complejidad —producto de una lucha
de antagonismos que debe ser incorporada en el desarrollo
dramático del personaje. No es una lucha de conciencia— es
una lucha de poder de convencimiento.
El individuo tiene que ser transformado en convencido y una
vez convencido ya es voz institucional y produce subjetividad
institucional a los demás.

Basta un convencido para que todos crean e n la eficacia de


la verdad institucional.
No puede ser también si no una estética d e la violencia En
algún momento el represor es violentado para que se logre su
-sintonía institucional. Puede incluso luchar y desconfiar, hasta
ceder. Pero de esto nada se habla.
Es lucha de subjetividades. Lucha de poderes. El cuerpo del
actor atravesado por esta lucha y su rendición posterior.
Definitiva. Y a está "formado".
Allí encontramos al represor en su singular lugar de víctima.
El de su ética violada por la Institución. El verdadero objetivo
es analizar la lógica institucional y no la patología individual del
represor. Estética de la multiplicidad. ¿

Apuntes sobre Paso de Dos


Cómo llevamos la intimidad de la tortura, cómo llevar la
intensidad... sería deseable que el público participase no pasi-
vamente de dos cuerpos máquina de amor y violencia simultá-
nea.

La proximidad del público a los actores — lo captura en la


intensidad de las escenas de ios cuerpos.

En la representación los dos actores "simulan" a escasos


metros de distancia escenas de pasión y violencia. La pasión,
la violencia se fugan a los cuerpos de los espectadores. No hay
violencia entre actores. Nadie lastima a nadie. Pero es cierto
que el espectador aunque lo sabe aún así no es un mero
agente pasivo de un simulacro. Padece la intensidad que se
produce "entre ambos cuerpos". Está "afectado" del simulacro
de violencia. O lo que es clave: la amenaza permanente de
algo peor.

El auditorio entra dentro del "régimen de afección" de los


personajes. Se siente "torturado" por su inmovilidad en la
gradería.
Le guste o no le guste participa voyerísticamente d e las
escenas.
El simulacro no le tranquiliza. Sabe que no existe violación
ni que se ejerce la tortura real pero, aún así tiene la sensación
de estar afectado por lo real. Pierde el distanciamiento intelec-
tual, co-participa de la multiplicidad del acontecimiento.

S u cuerpo — y esto es lo importante— está incluido en la


experiencia. Aún inmóvil como el sedentario es recorrido por
intensidades nómades. Todo está en movimiento en su absolu-
ta quietud sin recorrido.
Esa era de alguna manera la intención de la directora -
autor actores — escenógrafo — iluminador.

involucrar al espectador en una experiencia límite como la


tortura o el amor de la tortura o como dijo alguien alguna vez,
la poética de la tortura.

Hasta donde llegan nuestros cuerpos... dice un personaje a


otro... cuando percibe ia intensidad fugada de ambos cuerpos
a otros territorios.

Hasta donde llegaron nuestros cuerpos actorales para


involucrar el cuerpo del espectador en la ceremonia 10 .
Textos d e goce diría R. Barthes. Texto dramático.

Que no piense la experiencia en el momento de su afecta-


ción que la pueda contraefectuar sin quedar atrapado en el
accidente — evento tortura.

Que se sienta afectado y que después del "estallido" y de


su "esplendor", descubra los múltiples sentidos. Entonces re-
cién allí la tortura se convierte en "acontecimiento".
Ahí construye el acontecimiento. El acontecimiento no es el
mero accidente de escena de tortura, lo que sucede en el
escenario "entre" los dos cuerpos o con el otro cuerpo femeni-
no en las graderías, distanciado y desdoblado. Hablar desde el
mismo lugar del espectador es una doble implicación.

El verdadero acontecimiento es la recreación de sentidos


que puedan surgir "desde" y "entre" los tres personajes y que
se multiplica entre los espectadores.

" Los comentarios en relación ai "efecto" de la representación en los especta-


dores son resultado de diálogos posteriores con ellos después de la representación
de la obra (170 funciones en Bs. As., España - Alemania y Uruguay).
Que esa tortura se convierta en todas las torturas cotidia-
nas, en las parejas, en las familias, en los torturados y
maldecidos —que estalle a través de la escena— multiplicidad
de la tortura en imágenes intensas fugándose por todos los
intersticios posibles. Que estalle la tortura en iodos los vínculos
pacíficos, que el espectador construya su propio devenir —
acontecimiento. Que se "torturice".

Paso de d o s :
C r e a c i ó n d e s u b j e t i v i d a d e s en la p u e s t a en escena

Según Laura Yusen, la lectura que le hice de Paso de Dos


en 1988, la conmovió profundamente. Laura se conecta casi de
manera primaria con la mayoría de mis textos, se deja "afectar"
por ellos.

f "Necesito recibir un impacto emocional e intelectual, motor


para poner en marcha mi creatividad". El impacto que recibe y
sus múltiples resonancias no coinciden a veces con mis pro-
pias imágenes autoraies. Y es precisamente en la brecha que
se produce entre ambas concepciones, donde comenzamos a
trabajar en los ensayos, creando la malla intersticial por donde
transitarán las primeras improvisaciones^/

El texto escrito de Paso de Dos se transforma en texto


dramático cuando el cuerpo de los actores penetra el
entrelineado autoral. Si el texto escrito es ¡a expresión molar,
peí texto dramático se constituye en el entretejido molecular:
"entre" las pausas, "entre" las palabras, en los cambios de
ritmo y velocidad, en la penetración de los cuerpos bordeando
o atravesando el texto, en imágenes y afectos que van surgien-
do en todo ese proceso molecular del trabajo artesanal del

¿Cómo poner acaso en imágenes, acción en el espacio, y


en intensidades diferentes, el texto aparentemente literario que
- presentaba Paso de Dos? ÍEI juego de la puesta consiste
án^érf, descubrí r que no hay una sola historia que se
Pnarrar sino parciales historias múltiples que se descu-
bren en la puesta. J
Si la puesta en escena es ¡a búsqueda de una historia a
narrar, también es la exploración rizomática de historias parcia-
les múltiples que no todas se pueden capturar. Porque hay una
historia que siempre se intenta narrar en la puesta, pero hay
también múltiples historias que atraviesan y bordean la historia
original, a través de las ceremonias de los cuerpos, afectos e
intensidades insospechadas, que se desplegaban desde el
cuerpo a los actores en nuestra primera aproximación.
"Descubrimos que Paso de Dos era un cuerpo a cuerpo y
esta revelación no fue sencilla, abrazo de dos cuerpos, con
matices desde el amor hasta la muerte, que sugerirán la clave
de la intensidad de la obra". La obra surgía como pura
intensidad. Desde su inicio la letra transcurría a través de
líneas de grandes intensidades. Según Laura surgieron en sus
primeras imágenes la problemática de la relación sexual, "la
cama como universo, donde pasamos gran parte de nuestra
vida. Cuando hablo de impacto me refiero a esto, un tema a
desarrollar que m e conmovía investigar, por las diversas impli-
caciones, desde teórico dramáticas hasta personales. L a cama,
además, como lugar metafísico, motivada tal vez por un viejo
proyecto de 'La Madre" de George Bataille, donde existen
intensas pasiones sexuales que permitían abrir una indagación
del complejo fenómeno del erotismo. En la danza existe, en el
pas de deux, una metáfora de la relación sexual donde la mujer
adquiere un rol pasivo, ante la fuerza física del hombre (aunque
el espectador pueda ver otra cosa) y yo, tal vez influida por
este modelo, comencé a visualizar en los ensayos tu cuerpo
manipulando el cuerpo de una mujer moribunda". Sobre el texto
se abrían otras historias, el cuerpo de la mujer moribunda y el
hombre desesperado ante ella funcionó como una primera
imagen fundante para la puesta final, pero esta imagen fue
encontrada luego de un proceso prolongado de ensayos.
Texto dramático, texto d e ensayo, texto desde el personaje,
texto que atraviesa las velocidades del texto escrito, texto que
incorporamos a la obra. Ese texto femenino fue la culminación
de un proceso que nos hizo suponet que ambos protagonistas,
habían mantenido en la "escenografía" de la tortura, los máxi-
mos momentos de exaltación; y en cambio, por contraste,
vivieron otros momentos cotidianos donde todo fue vacío, con
pérdida de sentido. Sólo la "escenografía" del acontecimiento
producía las exaltaciones.

El, entonces, no soporta la ambigüedad de la cotideaneidad


sin intensidades, el fracaso amoroso, y la golpea hasta dejarla
moribunda. Allí comenzará ¡a obra en esta puesta en escena.
EL, desespeado con el cuerpo de ELLA moribunda intentando
recapturar aquellos momentos pasados de grandes intensida-
des, reinvención de nuevas historias. ¿Qué podía pasar entre
los cuerpos de ambos, vivencias e imágenes incapturables,
sólo cuerpo y afecto entre ellos, nuevas micro historias que
atraviesan la molaridad de la historia original de víctima
victimario, de un reconocible social histórico. La puesta estaba
inscripta como posibilidad en el texto escrito. ¡Cada, grupo
encontrará su propia puesta, sus propias historias inventadas y
recreadas. El texto no se re-escribe. Se re-inscribe de múltiples
sentidos"J]"Convertirla después a ella en un paquete bolsa es un
fenómeno mágico. La imagen de ELLA envuelta después de su
muerte provoca nueva apertura de sentidos. El sentido estaba,
pero no teníamos la imagen porque allí en la envoltura de su
cuerpo, la "victimarización" se convirtió en el emblema social de
la desaparición; como antecedente tenía el haberlo visto a
Kantor empaquetando objetos en el escenario y cuando sigo la
imagen kantoriana, se resignifica la escena como desaparición,
pero yo lo descubro en la acción dramática". En el texto escrito
no hay envoltura del cuerpo, la envoltura es la imagen dramá-
tica que surge a través de la imaginería desplegada por el
grupo en la singularidad de su puesta. La directora nombra
(pone en escena) lo innombrable. "El desdoblamiento del papel
en dos actrices surge cuando descubrimos que la
agonía terminal no le permitía expresión verbal alguna, a la
protagonista. Sólo es cuerpo moribundo. Pero ¿desde qué otro
lugar? Y qué otro lugar tendríamos que inventar para que la
palabra femenina surgiera fuera de su cuerpo moribundo. La
primer idea de la grabación en off, es tradicionalmente un
procedimiento débil. Se ensayó con un grabador durante un
tiempo y luego se descartó. Luego se incluyó a la otra actriz,
en ejercicios de improvisación como posible doble, pero la
estructura de la triangulación, dos mujeres y un hombre,
cobraba un protagonismo que desvirtuaba el doblaje. En otro
momento surgió la idea de colocar a Stella en un andamio y
"crucificarla" como un posible lugar de emisión del texto de la
protagonista, pero apareció entonces una dimensión mística
que desbordaba o descentraba el foco de la intensidad de los
dos cuerpos de la acción central (EL y ELLA en el barro). Hasta
llegar a colocar finalmente a Stella en el lugar del público donde
entonces, la voz femenina adquiere la verdadera resignificación
de conciencia ética del público.
Otro de los problemas de la dirección de esta obra, fue el
factor riesgo. Sabíamos que jugábamos en el límite en este tipo
de puesta, como por ejemplo el cuestionar cómo podían hablar
estos cuerpos en el límite de la pasión, donde normalmente
hay silencio. La conjunción de tanto compromiso corporal,
verbal e ideológico en sus diferentes niveles, nos colocaba en
situación límite. Hay una ley que sugiere que cuando el cuerpo
se pone en riesgo al extremo, la palabra se silencia y cuando
la voz está comprometida en la opera, se aquieta el cuerpo.
Nosotros intentamos romper en esta puesta estos principios. El
ritual de los cuerpos en la ceremonia del amor es además un
ritual secreto o íntimo, y aquí nosotros realizamos una exposi-
ción pública de ese ritual, exponemos una zona donde normal-
mente reina el pudor o la vergüenza. El riesgo de los cuerpos
está siempre oculto, alojado en la intimidad y aquí se hace
público y además hace cómplice al público de mirar algo
prohibido, siendo a su vez "éste", visto, por otros, mirando algo
prohibido.

Allí aparecen la vergüenza y el pudor. Por eso la voz


femenina desde el público permite uñ distanciamiento liberador".

Sobre la e s c e n o g r a f í a

"La única condición e indicación que le dije a Graciela Galán


fue que el espacio tenía que estar muy comprimido, un espacio
no mayor que el de los dos cuerpos y a los espectadores en
posición vertical. Primero Graciela observó dibujos de cámara
de tortura y de disección de anatomía, donde los espectadores
están colocados en situación vertical y allí surge la idea de
situar a los espectadores, en una tribuna y el cuerpo de los
actores en una pileta. Posteriormente la idea del afrecho en la
pileta potencia equilibradamente nuestra acción. La iluminación
central donde el espectador está atravesando por la luz sugiere
la idea de la inclusión del espectador en el drama. La luz que
lo incluye 11 forma parte de la concepción de que el público está
incluido por la proximidad con la escena central y con una de
las actrices que habla desde la misma tribuna. Además, la luz
que viene de atrás del espectador favorece la proyección de
sombras y esto potencia el ritual ceremonial de los cuerpos.
Otra idea que sugiere Graciela es la dialéctica del estar
vestida, estar desnuda de Susy; cuanto más vestida está ella,
aun con zapatos, más potente se hace su desnudez final".

Las a c t r i c e s h a b l a n
Susy Evans: "En el trabajo de la obra está plasmada mi
experiencia de veinte años de trabajo corporal, nunca sentí
dificultad, porque Laura me propuso de entrada no moverme si
_no en aquellos momentos en que mi cuerpo tuviera necesidad
de hacerlo. Eso le dio a mi trabajo una gran libertad desde el
iénio? sin ¡deas preconcebidas, y sin ninguna influencia
intelectual. Intenté ser todo cuerpo y afecto desde el inicio de
los ensayos, tal vez sabiendo que otra parte mía iba a ser
encarada por otra actriz. Sólo tuve sensaciones, imágenes que
sólo surgían del contacto corporal, de las vivencias más primi-
tivas, sin intentar pensar ni la vida, ni las circunstancias del
personaje, mientras lo estaba construyendo a ese nivel. A
medida que se procesaban los ensayos fui integrando "otros
aspectos del personaje. Al comienzo sóio cuerpo sensible,
dejándome atravesar por los estímulos que me provocaba el
cuerpo de El sobre mí, y por la voz de Stella que "en esos
momentos imaginaba proviniendo de afuera, y luego de aden-
tro de mi cuerpo. Las relaciones sexuales en el comienzo de la
obra me hicieron vislumbrar que ese acontecimiento era el final
de una gran pasión".
Stella Gallazi: "para mí, ser un doble de otro se constituyó
en un gran desafío porque necesitaba transitar el correlato
ideológico y la exposición del tiempo, para mí factor fundamen-
tal de la obra. Existe un cambio en el tiempo dramático, porque
la obra habla sobre un tiempo pasado, transcurre en un tiempo
presente (los cuerpos en la pileta) y para mí existe un tiempo
futuro que es el lugar desde donde yo hablo en la tribuna, como
espectadora de ese pasado. Yo revivo mi pasado a través de
la visión del cuerpo de los protagonistas. Reflexiono sobre mi
pasión, sobre lo que me pasó, hablando desde el público".
Susy: "Es curioso, desde la acción yo no siento solo odio,
sino la constante vivencia de la gran tragedia que nos envuelve
a los dos. Sería difícil para mí encarar sólo el odio frente al
represor y no la gran ambivalencia que soporta la intensidad de
la pasión. Si sintiera de entrada la crítica ideológica desde la
actuación, no crecería el drama de la dialéctica entre la
complicidad amorosa y la condena al anonimato como enemigo
represor. Estamos frente a la ambigüedad de lo humano que
se traduce en lo estético".
Stella: "Es recién después de ia muerte desde donde crece
mi personaje crítico, porque si bien amé y me entregué,
siempre fui víctima, y recién al final cuando veo mi muerte es
que asumo el rol de víctima con más claridad y es entonces
cuando lo condeno con todas mis fuerzas, al silencio innombrable
como castigo frente a un sistema que premia la represión".

Lo molecular es lo que pasa entre los cuerpos, solo inten-


sidades, afectos, velocidades y simbiosis. Lo molar es lo que
abarca la argumentación de un pensamiento crítico más abs-
tracto, ideológico, social histórico.. La condena del autor al
• indulto a través de una historia singular y compleja.

Stella: "Cuando empieza la obra yo veo la representación de


mi vida, ritual ceremonial donde se v a a representar el momen-
to previo inmediato a mi muerte. Soy cuerpo de Susy y al
mismo tiempo voz crítica. Primero fui solo voz de grabador;
después cuerpo recorriendo vicisitudes diferentes en el proceso
de mi inclusión. Primero próxima al cuerpo de ustedes, des-
pués colgada, hasta encontrar el único lugar donde mi discurso
adquirió legitimidad verosímil" (en la tribuna con el público).

Pero para que Stella háya logrado el mayor punto de lucidez


de su conciencia crítica, se necesitó que Susy se hundiera en
pura intensidad de cuerpos. Solo al final de los ensayos
pudimos comprender la interioridad de reciprocidades de los
personajes.
En cuanto a mí como autor, actor, me apasiona el teatro
que pueda incursionar en la complejidad humana del represor,
e n el abanico de toda su multiplicidad, estableciendo al mismo
tiempo, su condena en el plano ético-ideológico. S u micropolítica,
eso es lo que hice en el Sr. Galíndez, El Sr. Laforgue, Potestad
Pablo, y Paso de Dos.

M e interesan las semejanzas y diferencias que tenemos en


el plano diario con el represor, el microgesto fascista con que
nos podemos identificar horrorosamente. La micropolítica de
los gestos Condenándolo en el nivel estético ideológico, pero
para resonar también con él en nuestros microfascismos dia-
rios. Me interesa además la formación de subjetividad del
fascismo social, su molecularidad cotidiana, su estética. Pero
cuando como actor penetro mis obras, olvido transitoriamente
todas estas ideas, para sumergirme en los personajes, y
construirlos desde la imaginería.
Eso es lo que más me apasiona del teatro, no saber nunca
donde voy con e! personaje, por qué vericuetos tendrá que
llevarme. Lo que m e apasiona es el misterio del Teatro, de la
Vida, de la Estética.

Un múltiple "paso de dos"


Hernán Kesseiman

Si en Potestad, Pavlovsky se atrevió a invitarnos a reflexio-


nar sobre la irritante semejanza que puede darse en la aparien-
cia de los represores y la de aquellos que no lo son, en Paso
de dos nos hace dar a quienes contemplamos un paso más
allá. Un paso múltiple. Nos invita a descubrir (entre otras
cosas) el misterio vincular que puede darse entre dos seres
humanos, que aun apareados en condiciones tan extremas
como las del torturador y la torturada pueden llegar a denunciar
los caminos laberínticos, torturantes y tortuosos que se pueden
recorrer en una relación de pareja. Y es desde este lugar que,
en mi opinión, Paso de dos nos hunde por momentos en el
barro que inunda la pileta de la escena para quienes se atrevan
a arrojarse en ella, como ío hicieron los protagonistas. Ya no
importa si hay que sentarse lejos, para no ser salpicados.
Porque de todas maneras, una parte de ellos representada por
espectadores, borrando los límites precisos entre quienes mi-
ramos y quienes son mirados.
Así contextuado el drama, se nos hizo difícil pensar.
Todo pasó a ser lo que veíamos, oíamos y sentíamos sin
solución de continuidad.
En la oscuridad de las gradas en que nos sentamos,
pudimos detectar distintos ritmos viscerales en nuestro propio
cuerpo que, más tarde pude recién pensar para escribir estas
líneas.
¿Eran tres protagonistas o tres cuerpos dé un solo ser? A
veces eran tres, a veces uno y a veces ninguno. Sólo trozos
cuyo significado puede variar con la extrasístole que interrumpe
la repetición (como lo induce el ritmo minimalista, incluso el del
fondo musical elegido). Tal como la ola más grande nos llega
cuando hemos jugado a contemplar el mar, expectantes en
silencio, como un "pescador de olas" que vigila la repetición de
olas hasta que su ojo y su oído pescan la variación. En nuestro
idioma registramos, esta extrasístole con la respuesta personal
que (a través de imágenes y sensaciones propias) nos provoca
el clima o cualquier aspecto que más "nos conmueva" de la
escena dramática.
Esa conmoción es la que provoca la "resonancia" personal
con que cada uno de nosotros responde —no como espejos,
sino como diapasones de distinta longitud— desde el lugar de
la observación a las vibraciones que nos llegan desde el "LA"
suministrado por el diapasón del texto dramático.
Mi primera resonancia, al mirarlo como un vínculo de pareja,
se disparó al percibir esa relación como un juego. En el sentido
más serio que los niños y los psicólogos dan a esa palabra. Un
juego terrible de preguntas buscando una respuesta que en-
cendiera la lamparita, como cuando jugábamos al "cerebro
mágico" (a veces una picana infantil de la ignorancia).
Un juego donde la risa convirtió en maravilloso lo patético
l e inmóvil que tienen ¡os roles fijos en una sala de tortura
Patético cuando a ambos se les presenta la oportunidad de
jugar como niños. Maravilloso cuando se sonríen como dos
enamorados, jugando como adultos con la agonía de los
cuerpos.
Siniestro nuevamente cuando él repite su poder d e destro-
zarla o amarla por la fuerza. Patético cuando ella descubre que
el talón de él es el orgullo.
Maravilloso cuando ambos circunvalan la pileta para com-
partir el goce. Cuando lo siniestro se transforma al convertirse
en hecho estético.
Terrible cuando —como si fueran cualquiera de las parejas
que miramos con asco y con indignación— se proponen el
juego de las "Intensidades". Ese juego de la guerra por el poder
entre los sexos, que suele darse en las parejas en el momento
en que se desarrolla la relación más allá del enamoramiento, y
cuando el agobio o el aburrimiento de la repetición cotidiana ha
colmado su cuota de risas y reproches.
Cuando ambos deben buscar un juego de amor que dé vida
a la relación moribunda. Como cuando ella busca restaurar su
ser partido permitiéndose gozar con quien le ha destrozado las
entrañas, como si nada de lo anterior hubiera sucedido.
Reconciliación genital que es más una pausa de la guerra
que armisticio. Como cuando él busca su afirmación desespe-
rada en la penetración, el cachetazo, o en su ternura d e
redención esquizofrénica.
Y es por hacer como si nada hubiera sucedido que ambos
deben jugar sin parar (como tantas parejas) a reconstruir lo
sucedido y al mismo tiempo a construir diabólicamente la
leyenda de que nada ocurrió. Hasta que ella al morir sin
denunciarlo descubre como amante que se multiplica, otra
versión posible para torturar el narcisismo del amado: conde-
narlo dantescamente a un resto de vida insignificante, a ser un
NN. A ser un desaparecido de la memoria y del reconocimiento
de los otros. A un no ser.
Vieja Escuela: Una Nueva Escena
Eduardo Pavlovsky

Un niño es raptado en un hospital. Una madre es


despojada. Un padre es despojado. Despojo criminal. Una
banda de asesinos se dedica a raptar niños. Para entregarlos
a los "padres falsos". Al niño se le "truca" su identidad. Se lo
convierte en otro. Será desde siempre "hijo" de los impostores
que pagaron el despojo. El país se conmueve. La población se
indigna Quiere justicia. Quiere encontrar a los raptores y a los
falsos padres. Los medios no dejan de informar. El país se
plaga de imágenes de la madre víctima y de sus supuestos
raptores. La noticia se convierte en el acontecimiento más
importante de la semana. Estamos todos involucrados. Nada
más criminoso que raptar niños. Perversión de la ética. Para
esta conducta aberrante ya contábamos con especialistas de
alta escuela. Las fuerzas de los organismos de seguridad
durante la dictadura militar se dedicaron al mismo rapto. Pero
era peor. Porque primero asesinaban a los padres para
después llevarse al niño y entregarlo a la familia infame. Y a
somos duchos en raptos de niños. Todavía hay centenares de
niños buscados. No olvidemos nunca que el silencio cómplice
fabrica asesinos. Hace perder la dignidad. Eso lo sabían Hitler,
Mussolini, Pinochet y Videla. Por eso hoy más que nunca hay
que-condenar a todos los raptores asesinos, y transformar el
desgraciado evento de la madre despojada en el hospital en el
acontecimiento que nos permita recuperar la memoria por
todos los niños raptados. Que el rapto de hoy nos permita
recordar los del pasado, con el odio que impide perdonar.
Porque es odio que clama justicia. Que hace historia. Que las
imágenes de la televisión, las voces de la radio y las páginas
de los diarios recuerden también que antes hubo otros
raptores. No hace tanto. Que hicieron escuela. Homenaje a los
que todavía hoy siguen buscando a los niños raptados y a las
familias impostoras. Tal vez entonces la madre víctima del
despojo de hoy pueda reconocerse en las madres asesinadas
de ayer. Fenómeno de resonancia. De multiplicidad. De
memoria ética.
DEVENIRES GRUPALES
E INSTITUCIONALES
Grupos e Institución*
René Lourau

Como todo objeto, los grupos son susceptibles de varios


niveles de análisis. El análisis institucional (Al) nació -de la
crítica a los métodos de grupo centrados en el grupo. El grupo,
con las estrechas delimitaciones establecidas por el modelo de
análisis de tipo grupo de diagnóstico, condujo a ¡o que llamo el
grupismo. Sin embargo, de la psicosociología ALheredó el
campo de intervención microsocial. Al inicio nos era difícil ver
a los grupos sólo desde sus transversalidad institucional. Lle-
gamos a decir a propósito de tal o cual fenómeno: "esto es
dinámica de grupo", y oscilábamos entre dos niveles de análi-
sis, donde uno aparecía como el parásito del otro.

Tuvimos que entablar una lucha contra la ideología grupista,


que era muy fuerte en las poblaciones que nos planteaban
encargos de intervención socioanalítica: grupos marginales de
las iglesias católica y protestante, asociaciones de educación
popular marcadas también por el militantismo religioso de
izquierda; trabajadores sociales confrontados con su oficio
imposible, etc. Curiosamente, este grupismo de origen afectivista,
fusional, se encontró reforzado o reemplazado en 1968 por el
grupismo grupuscular de tendencia política antiinstitucional. El
modelo de la Asamblea General (AG) fue transportado al

•Agradecemos al profesor Marcelo Carrillo, de la Universidad Iberoamericana de


México, D. F., la traducción del presente texto. B mismo formó parte del libro colectivo
"Perspectivesde L'analyse Institutionelle", editado en París, en 1988, por Meridiennes
Klincksieck.
dispositivo socioanalítico: grupo numeroso formado por todos
los g r u p o s , involucrados en la situación de intervención.
Entonces es cuando la noción de contrainstitución llegó a
vincular dialécticamente la noción de grupo a la de institución.
Como lo expresa A. Bauleo:
"El grupo puede (...) replantear el problema de las institucio-
nes (y de las normas) sociales que están en juego en todo
grupo, sea del exterior o incluso en el interior del grupo.
(Cóñtrainstitución y grupos, 1977, Fundamentos, Madrid)".'

Subrayo: "puede replantear el problema", puesto que no es


evidente. Esta noción de contrainstitución era utilizada por la
contracultura a finales de los años sesenta y principios de los
setenta.

Esta última significaba una alternativa positiva y no sola-


mente una crítica ideológica a lo instituido. Era una crítica
activa, instituyente, que suponía opciones políticas,
organizacionales y materiales: rechazo a colaborar con el
Estado y el capital, transformación de la célula familiar, trabajo
comunitario ligado al militantismo de nuevo tipo. La esquizofrenia
de los militantes tradicionales entre vida pública/vida privada,
vida profesional/actividad militante de noche, era concretamen-
te combatida por el intento de poner en práctica la teoría.

La evolución económica y social durante los setenta condujo


a un repliegue y a una desaparición de esas experiencias. Las
opciones políticas se transformaron en vagas referencias ideo-
lógicas con resonancias místicas a veces. Las transformacio-
nes en la pareja y en la educación de los hijos institucionalizadas
por la moda cultural y a veces por la legislación. En cuanto a
los intentos de trabajo comunitario, de autogestión, difícilmente

1 Á. Bauieo anima en Europa el Centro Internacional de Investigación en

Psicología Grupal y Social..


resistieron las angustias de la crisis, del desempleo y del
individualismo acentuado por esta situación.

Privada de su base social y de su movimiento portador, la


noción de contrainstitución también se retrajo para no significar
más que una virtualidad de los grupos: la posibilidad de la vida,
el trabajo o la acción en común. En esta situación regresiva se
introdujeron las técnicas grupistas de tipo corporal, los grupos
de encuentro, bioenergía, gestalt, etc.; retorno forzado de lo
reprimido, de la potencialidad del grupo de base, fusional,
contra las instancias del grupo de trabajo y del grupo de acción.
El Ai carecía una vez más de una teoría de grupos. La
Asamblea General era cada vez menos evidente en el dispo-
sitivo socioanalítico. Algunas intervenciones tuvieron lugar sin
ese soporte que, como extensión y estallido de! grupo de
diagnóstico lewiniano, nos parecía hasta entonces perfecta-
mente natura!. Las intervenciones en ausencia del dispositivo
grupal (Asamblea General) son agotadoras, dramáticas.

El socioanalista busca ahí su lugar; algunos incluso piensan,


en su angustia, que ya no tienen entonces el más mínimo rol
que jugar, como si el socioanálisis consistiera en actuar sobre
un grupo.
Después de dos intervenciones de este tipo (en un centro
cultural y en un instituto de formación de carreras sociales) juré
que ya no haría más socioanálisis 2 . Naturalmente traicioné mi
promesa, aceptando por ejemplo intervenir en una asociación
de terapeutas, la AMPAG* en México (1981). Ahí nos encon-
tramos con excelentes especialistas formados en psicoanálisis
y análisis institucional, expertos en las terapias de grupo, de
familia y de pareja. El sofisticado grupismo de estos clientes
limitó enormemente el impacto del análisis institucional.

2 Véase mi contribución al libro colectivo La intervención institucional,


México, 1981.
* Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo.
Aquello comenzó con la integración (no prevista) de mi
mujer como socioanalítica, cuando ella pretendía desempeñar,
cuando mucho, un rol de observadora. La constitución
involuntaria de la "pareja Lourau" en equipo de analistas facilitó
la polarización de muchas contradicciones de la AMPAG, bajo
el signo del poder de las parejas en la asociación.

Vimos imponerse el obsesionante t e m a de las "parejas de


poder" y del mito fundador: "la pareja sospechosa". Este
deslizamiento hacia un nivel de análisis muy rico pero muy
profesional (la A M P A G hace terapia de pareja y vive el proble-
ma de la rotación de parejas de terapeutas), permitió ocultar en
parte otros analizadores y sobre todo ei más importante, el
analizador dinero... poderoso caballero*".

Hemos reflexionado sobre esta intervención: intercambiamos


textos con la asociación cliente durante varios meses después
de nuestro regreso a Francia. De nuevo m e planteé el proble-
ma de las posibilidades del Al; de sus lazos demasiado fuertes
o demasiado débiles con la cosa grupai, con el riesgo de ser
absorbido por el grupismo o inversamente, con, el riesgo dé
carecer de un soporte en ausencia del campo grupal.

Después de haber criticado y rechazado el modelo lewiniano,


algunos d e nosotros fuimos tentados por u n trasplante grupal
de nuevo tipo. Se creyó que el soporte grupal de Al podría ser
la variedad californiana del neoreichismo, los grupos de bionergia.
Después de un dispositivo de libre expresión verbal, uno de
libre expresión corporal, Lapassade y sus seguidores están
a h o r a m e n o s c o n v e n c i d o s del éxito del trasplante. El
neogrupismo corporal es aún más fusional que los grupos de
base efectivistas de algunos lewinianos. Lo fusional tiende a
rechazar lo corrflictual y con él todo proyecto de análisis
institucional: "¡estamos bien, la institución nos vale".

* En español en el original.
Estas razones y también la nueva ofensiva del grupismo
sobre el mercado terapéutico y educativo parecían mostrar que
la cuestión de la institución se habígt convertido en una vieja
idea de los años sesenta. Sin embarco, diversas experiencias
profesionales o intelectuales me han conducido a cuestionar
esa debilidad crónica del Al en materia de teoría de grupos.

Esas experiencias profesionales, de las cuales algunas,


aunque no todas, tenían que ver con el socioanálisis, me
obligaron a considerar mis implicaciones frente (vis a vis) a los
grupos reales con los que tuve y aún tengo qüe ver.
Enumero brevemente este corpus de "investigación implica-
da":
• Mis relaciones con el grupo surrealista en 1965-1967.
• L a tentativa de análisis interno de la universidad de
Nanterre, donde enseñaba sociología, a principios de 1968, en
vísperas del movimiento estudiantil de mayo.
• El seminario de Al en Nanterre, en los años posteriores a
1968 3 .
• Intervenciones socioanalíticas como la de Poitiers (1974),
(año en que fui suspendido de la enseñanza por decisión
ministerial) o la de México (que precedió a la separación entre
mi mujer y yo).
• L a crisis en el grupo de análisis institucional de la Univer-
sidad d e París XIII y su escisión temporal e n 1978 4 .
• El conflicto en el grupo de redacción de la revista
Autogestions de la cual formé parte desde su fundación en
1966; conflicto que culminó a fines de 1983 con la exclusión o
la s a l i d a d e los "institucionalistas", e n t r e los q u e nos
encontrábamos Remi Hess, Antoine Savoye y yo;

3 Véase Sociobgue a plein temps, París, Epi. 1976.


4 Véase el número especial de la revista Pour, "L'analyse institutionnelle en
crise" 1978.
• El seminario de Al para el doctorado de tercer ciclo del
cual soy responsable en la Universidad d e Paris XIII 5 .
Este proceso de análisis de nuestras implicaciones no está
muy extendido en las ciencias sociales, incluyendo a la psico-
logía social y al psicoanálisis. La etnología, donde las
implicaciones políticas y colonialistas del investigador son
masivas, es la excepción.
Desde hace algunos años, después de haber empleado el
concepto de contratransferencia institucional, proveniente de la
psicoterapia institucional, nuestra práctica y nuestra investiga-
ción van en el sentido de:
• El análisis de la implicación en el encargo social (encargo
de formación, de terapia, de intervención... de investigación
libre o bajo contrato, etcétera).
• El análisis de la implicación en las demandas sociales,
diversas y contradictorias: los dirigentes, "responsables" o
"representantes" (representan siempre la ausencia) traducen/
traicionan estas demandas en términos tecnocráticos, en fun-
ción de sus intereses de clase y no en función de las necesi-
dades de la población.
• El análisis d e la implicación e n los procesos de
institucionalización: institucionalización de los especialistas e n
relaciones humanas, en regulación, en "salud" mental, en
formación, etc. Estos especialistas, entre los cuales nos encon-
tramos, ocupan un lugar importante dentro de la intelligentsia
en movilidad social ascendente. Esta intelligentsia es en sí
misma una fracción dinámica de la clase media en ascenso, la
"nueva clase" (Gould-nei).
Los problemas personales no son un mero reflejo de los
colectivos. Son, sin embargo, el lugar donde las apuestas
colectivas se arraigan, refractándose en las angustias del

5 Véase la Saint famille, boletín del seminario de Al de París VIII 1984-1988.


destino individual. Los conflictos a veces dramáticos vividos por
mí (y por otros) en el curso de experiencias, algunas de las
cuales cité, tienen por sede grupes reales. No podrían ser
verdaderamente comprendidos e interpretados en forma satis-
factoria siguiendo los modelos de análisis de grupo, ni incluso
el modelo de análisis institucional, en continuo cuestionnamiento.

He buscado desde entonces, paulatinamente y a veces


inconcientemente, en dos direcciones que indican una vía para
una nueva teoría de grupos en el Al.

La primera dirección tiene que ver con los Grupos de


interferencia, cuya característica es estar en el entrecruzamiento
y en el devenir de muchos otros grupos pasados, presentes y
por venir. Rechazan las fronteras y son rebeldes a ios modelos
de análisis cuyo dispositivo es lo grupal cerrado en sí mismo.
Funcionan en una dialéctica permanente interior/exterior, y esta
dialéctica difícilmente observable, difícilmente perceptible por
los participantes, es mucho más interesante que los problemas
de regulación, cohesión, liderazgo, etcétera.

E n e f e c t o , las interferencias n o s o n intersecciones


geométricas (morfológicamente trazables) de líneas fronterizas.
Son acciones, acontecimientos, fuerzas que crean, modifican y
deshacen las formas en búsqueda de una transversalidad, de
un equilibrio que no es el equilibrio homeostático de la teoría de
sistemas, sino el de una capacidad de autonomía (siempe
puesta e n entredicho). Los grupos de interferencia combaten la
concepción grupista que hace del grupo una entidad, un
conjunto bien observable y delimitado de antemano para las
necesidades de la teoría.

Para el análisis institucional son un material privilegiado,


puesto que permiten, tanto como los efectos de los analizadores,
medir el grado de identificación con la institución. Interfiriendo
tíiilie ellos, iiileilleien diferenciaimente Corven ella.
La segunda dirección de investigación la había explorado
ya, ignorando que ésta convergería con una eventual teoría de
grupos en el Al. Gracias a mi interés por los movimientos y
grupúsculos artísticos, políticos y culturales de vanguardia,
inicié una encuesta sobre la autodisolución de las vanguardias 6 .

Publiqué una veintena de manifiestos de autodisolución de


origen muy diverso: el último estaba fresco como un pez recién
pescado: era la carta en la que la escuela freudiana de París
se autodisolvía, ¡no por el colectivo dp la escuela sino única-
mente por Lacan! Este texto, como la mayoría de los textos de
autodisolución, era tan bello que lo añadí a mi muestra, incluso
antes de que Lacan me hiciera llegar su autorización para
reproducirlo.

La psicosociología, con sus diversos dispositivos (settings,


encuadres) recorta los grupos como si fueran rebanadas de
salchichón. De hecho, la naturaleza del dispositivo está masi-
vamente determinada por la institución, a su vez determina por
su cuenta lo que la institución desea.

No es casual que el acto fundador del análisis institucional


y el del grupo de diagnóstico lewiniano estén estrechamente
ligados a accidentes o incluso a catástrofes del dispositivo. La
palabra catástrofe no debe inquietar; remite, como s e verá más
a d e l a n t e , a la a c t i v i d a d a l t a m e n t e i n s t i t u y e n t e de l a
autodisolución, tan "positiva" y "creativa" como la de la
institucionalización.

Recordemos muy rápidamente los momentos fundadores


que muestran la importancia de las perturbaciones del disposi-
tivo e n toda investigación.

Según los discípulos de Kurt Lewin, el dispositivo conocido


bajo el nombre de "dinámica de grupos", "grupo d e base" o

8 Autodissoiution des avant-gardes, París, Galilée, 1981.


"grupo dediagnóstico" nació d<r circunstancias extrañas. Lewin
y su equipo de formadores se encontraban reunidos, por la
noche, durante un curso de formación para alumnos-instructo-
res, en una sala discutiendo sobre ¡o que habían hecho en la
jornada con sus grupos de formación; regulación casi banal
para un equipo de profesores formados en psicología. Los
alumnos-instructores se aburrían en otro edificio; viendo una
luz encendida, miran lo que sucede y piden permiso para
participar en la reunión de formadores; éstos se escandalizan
ante tal demanda.

U n p o c o c o m o si u n o s c o l e g i a l e s e x i g i e r a n u n a
retroalimentación de todo lo que se dice a sus espaldas en la
sala de profesores. Felizmente, Lewin se encontraba ahí;
comprende de inmediato la importancia de la situación
instituyente. Los alumnos-instructores son aceptados y partici-
pan en la conversación sobre lo que sucedió durante la jornada
entre ellos y sus coordinadores y entre ellos mismos como
participantes en los grupos.

Así es como nació la dinámica de grupos; el dispositivo del


grupo centrado en él y sobre su tarea exigía que la separación
"normal", "natural", "lógica" entre formadores y formados fuera
suprimida.

El Al fue "inventado" por Lapassade durante un curso de


militantes d e la MNEF (Mutuelle National des Etudiants de
France) cuando los alumnos demandaron que el dispositivo del
curso en su conjunto fuera autogestionado en lugar de mante-
nerse como propiedad privada del equipo de formadores.

La novela familiar del Al recuerda que aquel de los coordi-


nadores que mejor había comprendido dicha demanda, Georges
Lapassade, fue al final del curso simbólicamente arrojado a un
canal (poco profundo). Por fortuna esos estudiantes instituyentes
no habían realmente tirado al bebé en el agua sucia.
Esos grandes momentos de creatividad grupal son dema-
siado descuidados por la psicosociología tradicional. La máxi-
m a producción grupal (producción de análisis colectivo por los
analizadores, y por lo tanto también acción decisiva) es lo que
caracteriza al proceso de autodisolución.

Momentos analizadores: el análisis colectivo es inducido por


la tarea, que consiste en explicar el término o la interrupción de
la existencia del grupo. El proceso de autodisolución puede
durar años o solamente aigunos días.

El hecho de conocer el origen exacto del proceso no


importa más que en relación con el trabajo de desconocimiento
y de ocultación efectuado en el curso de la institucionalización:
es útil reencontrar la emergencia de tal crisis, en tanto que ha
producido en seguida "anticuerpos" institucionales para colmar
¡a brecha en el inconciente social del grupo, arrojando a las
tinieblas exteriores los "emergentes", en el sentido de la teoría
de los grupos operativos de Pichón Riviere 7 .

En el proceso de autodisolución, las contradicciones acumu-


ladas, los orígenes, con frecuencia misteriosos, perdidos en las
leyendas y otras versiones contradictorias de la novela familiar,
las viejas tensiones libidinosas, los problemas de dineros
enterrados desde hace tiempo bajo la mala hierba de la buena
conciencia, lo no dicho sobre ias relaciones con el exterior, con
la vida cotidiana, con otros grupos de pertenencia o de referen-
cia, complementarios o rivales con la institución, con el Estado,
etc., todo esto de pronto se vierte en la situación, es como una
anámnesis que acompañaría, precedería y seguiría a un gran-
dioso pasaje al acto. E l grupo, cuanto más ha acumulado no
saber, inconciente colectivo, burocracia "natural", en su fase de
institucionalización y en la éstasis más o menos larga de lo
instituido, más descarga en la autodisolución saber sobre sí
mismo y sobre su viejo proceso de institucionalización.
Con las dos direcciones de investigación que acabo de
esbozar, surge la necesidad de observar el devenir de los
grupos en su relación cambiante corría identificación institucio-
nal; en sus múltiples interferencias; en su íntimo vínculo con la
negatividad que los carcome desde su creación: esta negatividad,
cuando se realiza en la autodisolución, no es sinónimo de
muerte y aniquilamiento.

En realidad es un nuevo comienzo, como lo muestran casi


todos los casos que he podido estudiar. El momento de la
reinstitucionalización no tarda, por lo general, en seguir al
momento de la autodisolución bajo diversas formas. A veces
incluso ¡a precede, lo que no deja de producir otra interferencia
entre lo viejo y lo nuevo, o sea entre el viejo equipo líder y un
joven equipo dirigente. Las interferencias, que llegaron a ser
locas, se estabilizan.

Tal subgrupo se junta con un grupo exterior que se encon-


traba en fuerte interferencia con el primero. Otro subgrupo se
instituye en nuevo grupo, o e n viejo grupo con "nueva fórmula".
Los individuos se dispersan en varios grupos de interferencia o
bien repudian toda nueva pertenencia, teniendo la posibilidad
(frecuente) de acuñar, de rentabilizar (simbólica o realmente)
su vieja pertenencia: el viejo grupo de pertenencia deviene en
grupo de referencia, etcétera.

Estas observaciones proporcionan una idea de lo que po-


dría ser la relación grupo/institución desde el punto de vista del
Al.

Con una teoría más dinámica, más dialéctica, menos de-


pendiente de este o aquel modelo de la psicología social, se
podría intentar escapar algún tiempo tanto a las trampas del
grupismo como a la ausencia de soporte teórico grupal, tan
indispensable a toda empresa colectiva.
Devenir de ia grupalidád
y subjetividad en psicoanálisis
El c a s o d e " P s i c o l o g í a d e las m a l a s "
'•si

Juan Carlos De Brasi


"Lo cual quiere dpcir que no se puede hablar en cual-
quier época de cualquier cosa; no es fácil decir algo
nuevo; no basta con abrir los ojos, con prestar atención
o adquirir conciencia, para que se iluminen al punto
nuevos objetos, y que al ras de! suelo lancen su primer
resplandor". '

(Michel Foucault)

Apertura
Las líneas exploradas durante este escrito aluden a series
en sí mismas problemáticas. Desde ellas se intentan poner de
relieve algunos temas relegados a distintas formas de clausu-
ras. ¿Es lícito volver a batir el parche sobre una dimensión
psicoanalítica de la cual se habló, anecdóticamente, hasta el
cansancio? L a respuesta, si cabe, es afirmativa. La razón es
sencilla: se trata de una obra canónica, y no de una "aplicación"
doctrinaria, dogmática, de conceptos psicoanalíticos a diversos
campos (instituciones, grupos, comunidades, etc.), comprendi-
dos bajo la noción de grupalidad. Tomando las líneas de
referencia, son claras tanto las ventajas como las desventajas
de partir del universo canónico de un saber conjetural (misterio-
de las paradojas) como lo es el del psicoanálisis.

Pero el asunto no termina aquí, y sin mención explícita, este


trabajo arranca del franco desconocimiento de lo que sea un
texto para el lector ocasional del mismo. Es decir, parte de la
base que lo conocido por demasiado bien conocido se torna
ignorado. Y, desde ese Impensado, se propone otros devenires,
nuevas imprevisiones. Además en sus recorridos se discute,
sin nombrarlas, la función (posmoderna) del olvido; la del
* diálogo en perspectiva con el pasado, perspectiva que se
despliega inconmensurablemente; y, por último, las improduc-
tivas ideas de "obsolescencia" y "superación" de saberes dife-
renciales. La primera porque fracasa estrepitosamente junto
con la noción que le da origen, la de progreso. Mal podemos
decir que se progresa en algún sentido, salvo en el de una
"progresión", cuando todo el mundo actual reconoce que no
hay fines hacia dónde ir, ni determinaciones de las cuales
partir. Entonces si el progreso sólo existe como una categoría
de ciertos pensamientos o como un sistema de omisión de
realidades insoportables, percibimos que la misma noción de
"obsolescencia" se vuelve obsoleta.

En lo que toca a la segunda, es sabido que la idea de


"superación" más difundida y aceptada está ligada, en nuestra
modernidad, a una chata vulgarización d e la concepción
hegeliana sobre el particular. Si a la misma la despojamos de
los significados que implica, como "estar adelantado respecto
de...", "ser mejor", "comportarse d e m o d o más abarcativo", etc.,
diremos que "superar" es estar en mejores condiciones para
"situar" las realizaciones prácticas d e un pensamiento, sus
contextos de referencia, las pasiones y formas de conocimiento
—irrepetibles— en juego, nuestras propias huellas y aconteceres,
así como los límites que padeció y que valoramos precisamen-
te por ser limitados, históricamente acotados, inmanentes,
alejados de toda trascendencia, c o m o lo sería un ombligo
divino.

Conectado a todo lo previo, diría, para evitar cualquier


confusión involuntaria, que ni memoria unificadora, pasatista.
Ni olvido desingularizante, efectista. Sino un recuerdo apropia-
do, intenso, casi imperceptible. Aquí trataremos de ir recordan-
do ese proceso que convierte en "obra abierta" a un "viejo"
texto. O, para decirlo llanamente: buscaremos montar una
pequeña máquina abrelatas; ejercer, con sus lábiles modalida-
des, la pasión inconclusa de leer.
Introducción
Han transcurrido algo más de siete décadas desde la
primera edición de "Psicología de las masas y análisis del yo",
ese perdurable y aún provocativo texfo de Freud. Sigue acu-
ciándonos como lo hace todo discurso inaugural y, en cierto
modo, revulsivo. Ante cada lectura se abren interrogantes
inéditos, cuyas respuestas desencadenan nuevas preguntas. Si
pudiéramos atribuir una voluntad a aquél, sería la de no
permitir cerrarse, ni sobre sí n^ismo, ni en acercamientos
impresionistas, veloces desciframientos o interpretaciones con-
vencionales. Con esto quiero decir que la problemática freudiana
de la grupalidad (de ello se trata y no sólo de distintos
conjuntos empíricos), implica desde sus comienzos otras que
le están indisolublemente ligadas, como las de la complejidad,
el movimiento y diseminación; tres rasgos que rasgan las
convicciones apresuradas o las clausuras involuntarias, en las
que el mismo psicoanálisis basa muchos de sus asertos.

Este escrito es el. núcleo de un trabajo más extenso sobre


el tema, considerado desde ¡os valiosos sedimentos deposita-
dos en la obra freudiana. Por tal razón las elucidaciones, de
mayor amplitud, que exigirían muchas de mis afirmaciones,
quedarán sólo como precisas indicaciones de los senderos a
transitar, cuyas metas las va fijando cada viajero. Hecha la
aclaración, desearía formular una conjetura que vertebra todas
las aproximaciones, investigaciones y elaboraciones que vengo
realizando sobre el particular. Es la siguiente: cuando se pierde
de vista u omite la complejidad, el movimiento y la diseminación
metapsicológicas, no se comprenden los aportes y limitaciones
de la intervención psicoanalítica sobre la grupalidad y sus
perspectivas histórico-sociales. Y, a mi entender, después de

1 En el trabajo original marco las diferentes lecturas que se han realizado —

especialmente en nuestro país— sobre Psicología de tas masas. Por otro lado
al tomar como método una teoría de la lectura, me aparto intencionalmente de
cualquier técnica de objetivación aplicada al texto, documentos o materiales de
que pueda tratarse.
haber consultado una cantidad significativa de libros, artículos
y apreciaciones acerca del asunto, la omisión señalada es
moneda corriente 1 .
Durante la conjetura subrayé intervención psicoanalítica,
porque eso es lo primero que dispara el ensayo de Freud en
un campo de saberes y profesiones y a constituidas. Los
innumerables volúmenes que se publican en su época, y con
anterioridad, sobre ei problema de las masas® (lo cual dice que
las masas eran un problema), ¡a comunidad, ia sociedad, los
"públicos", creados por la aparición de los periódicos, etc., son
las fronteras de! territorio en que se movían con pingües
beneficios (recordemos que "Psicología de las multitudes" de
G. Le Bon fue un bestseller en su momento) los psicólogos de
las turbas. O sea, que el gesto inicial de Psicología de las
masas es un acto, casi olvidado, de audacia. S e interna, a
veces, con precarios elementos, en un continente de poderes
arracimados e institucionalizados. Y lo hace mediante una
ilusión estratégica: pretende atravesarlos para que la dimen-
sión psicoanalítica sea asimilada, obteniendo por derecho la
parcela que debería corresponderle. Desde varios sectores
académicos y disciplinarios —teoría del estado, filosofía posi-
tiva y sociología, historia de las religiones, teología, etc.— le
negaron el derecho a circular por los distintos canales de las
formaciones colectivas, buscando liberar alguno de sus afluen-
tes.

Complejidades
La misma noción de complejidad expresa que cualquiera
sea.el punto de partida que escojamos la hallaremos dando el
tono, caracterizando el tipo de abordaje de cuestiones tan
sinuosas como las de la grupalidad. Ei apuro y ciertos réditos

2 Vocablo que, en sus inicios, abarcaba grupos, instituciones y diversas

estructuras comunitarias.
llevan, a menudo, a simplificar las cosas, confundiendo esque-
mas d e comunicación fácilmente repetibles, con lo simple,
siempre muy elaborado, de una transmisión que pretende
evitar la reproducción mecánica de Ids planteos, generando un
proceso de pensamiento-acción'" que nutre su propia
autocorrección.

Complejidades, apunta el subtítulo, guías y marcas de todo


concepto que posibilite realmente un acceso psicoanalítico a
los fenómenos colectivos, sus intensidades, concentraciones e
inaprensibles dispersiones. Las reducciones categoriales, por el
contrarío, son los modos en que un círculo profesional,
estamental, etc., se los apropia en su afán por institucionalizarlos,
someterlos a ciertas relaciones de fuerzas, haciendo escuela o
dispositivos similares. El texto freudiano "padece" desde su
traducción hasta el uso de centelleantes analogías, pasando
por groseras aglutinaciones. Un ejemplo de lo primero es el
haber traducido infelizmente el término alemán Bindung (víncu-
lo) por lazo e in extenso lazo social, que proviene de la
sociología objetivista francesa representada por E. Durkheim 3 .
El "lasso social" en este autor, tomado sin ningtina precaución
por una influyente corriente psicoanalítica, es una noción cosista,
sólo se refiere a realidades constituidas, coercitiva, pues está
dedicada a fundamentar la constante presión externa sobre el
individuo. Y, además, conduce a identificar la divinidad con lo
social. S e trata de una categoría expresiva, pasible, a su vez,
de ser detectada inmediatamente en los "hechos" sociales. El
lazo de múltiples individuos e n unidad se "expresa" — c o m o
muestra Durkheim al analizar "Las formas elementales de la
vida religiosa"— en lo visible y palpable del animaI tótem
sacrificado, que se ingiere en una ceremonia común. Así la
unidad social expresa tangiblemente cómo el animal devorado
es la divinidad absoluta, determinante.

3 Para consultar este aspecto ver "De la división del trabajo social", libro

primero, capítulo primero. Ahí está definida claramente la noción de "lazo social",
considerada como una clave metódica sustancial para el tratamiento de la
"función del trabajo". Cosismo y funciomtlismo social van de la mano.
a~Su ingestión hace que el lazo que crea, lazo social, se
contemple como divino él mismo. L a noción mencionada lleva
a una inevitable antropomorfización de lo social que se convier-
te en "sustancia divina", "persona real", conduciendo de un
plano metafísico a la presencia manifiesta de un sujeto hablan-
do o desempeñando un comportamiento observable.

U n agregado más al respecto. En ei otro polo del lazo social


se halla un concepto "orgánicamente solidario" (investigado
brillantemente en "Ei suicidio") de sus postulados, es la famosa
anomia. Nada parecido se encuentra en el proceso d e
desvinculación (Entbindung), con que finaliza la reflexión
freudiana sobre la grupalidad.
Por otro lado, considerando una dificultad intrínseca a la
palabra lazo, sabemos que se define por nudo, mientras
vínculo indica una mayor labilidad, un continuo desplazamiento
(vinculando), supone lo desvinculado en la conexión misma y
permite, en este caso, una correlación conceptual con el
empleo del vocablo en campos afines. Y, es en relación a uno
de éstos, donde surge una fusión por la cual el vínculo que
propone Freud ha sido volcado enteramente en el que postula
la Psiquiatría Dinámica (D. Lagache) con la consecuente
indiscriminación que desencadena. Para esa disciplina el víncu-
lo es rotulado como la forma "particular en que un sujeto se
conecta o relaciona con otro o los otros, creando una estruc-
tura que es particular para cada caso y para cada momento".
Si esta delimitación correspondiera puntualmente a la idea
freudiana, las críticas más sagaces a su exposición serían
irrebatibles. La concepción del vínculo que posee la Psiquiatría
Dinámica, requiere la constitución progresiva de "niveles d e
integración", la división del vínculo en "normal" (independencia
personal, ligazón adulta, libre elección de objeto, etc.), y
"patológico" (despersonalización, desrealización basada en la
proyección e introyección, etc.), y, fundamentalmente, su meo-
llo reside en la interacción d e roles individuales, grupales o
comunicación que operan dialécticamente en cada situación.
Obviamente en Freud el vínculo, en caso de existir la entidad
"normal", no puede conjugarse en l^s "relaciones de objeto", ya
que las identificaciones, por ejemplo, condiciones de posibilidad
para que haya un sujeto son "antes -de cualquier relación de
objeto". Y, e n caso de existir la entidad "patológico", no puede
anidar en las relaciones personales e interpersonales anegadas
por su negación, es decir, donde éstas se despersonalizan,
constituyendo un férreo mecanismo de defensa. La noción de
"persona", sobre todo en Psicología de las masas, hubiese sido
un duro traspiés —por ser el núcleo del dogma cristiano 4 —
para el pensamiento analítico. Eludirla, y no adoptarla, fue el
mérito de Freud ("haber evitado caer en la hipóstasis teológica"),
según reconoció uno de sus críticos más severos, Hans Kelsen.

Para rubricar este apretado comentario enfatizaría que, en


Freud, es imposible suponer un "estructuralismo" del vínculo, o
estructuras acotadas a cada situación, y a que una estructura,
sea cuai fuere, requiere dejar la situación y la temporalidad en
suspenso.

Otras m a r c a s
Se ha vuelto un rictus habitual dividir el Freud de "la clínica"
del "social". Con el tiempo se los tornó irreconciliables, y no
porque hubiera algo que conciliar, sino porque debería pensar-
se a qué cegueras y creencias respondía la separación. El
primer Freud se encargó de hacer laboriosamente el diseño de
la experiencia analítica, sus protocolos, sus historiales, su
casuística, la enunciación de sus reglas, prescripciones técni-
cas y formulaciones conceptuales. El segundo sólo se ocupó
de aplicar todo ese bagaje a vaguedades llamadas "sociedad",
"sociológico", "social", etc. De ese modo surgieron los textos

"Efectivamente, el hombre en cuanto "persona", "encarnadura divina", es la


base del humanismo soteriológico (salvacionista) de cuño cristiano.
que se aventuraron en territorios ignorados, simétricos a lo
social mismo. Con cierta vergüenza hasta los psicoanalistas
progresistas, rupturistas, y demás, reconocen que el Freud
"social es muy tálente, simplifica cosas que, en realidad son
harto complejas". Así, los indicados para realizar una tarea
crítica, hacen suyo convenientemente un criterio de clasifica-
ción institucional que pautaba el estudio de la obra freudiana de
manera cronológica. Las exclusiones de ambos universos,
clínico y social, eran un efecto curricular, una forma de "progra-
mar" psicoanalistas. Por eso junto con aquel, expresan alegre-
mente el difundido prejuicio de que el psicoanálisis cuando
rebasa sus fronteras se encuentra con "cosas" a las cuales
"simplifica". Desde que cada disciplina, desconociendo las
condiciones de su producción, historización e invención se
enquista en el objeto que cree construir, en su especificidad
fetichizada, en su espejo opaco, olvida de que ante todo es
"disciplinadora", tribunal que excede su propias sentencias
sobre la legitimidad e ilegitimidad, validez o invalidez de un
conocimiento, a menudo poblado de dolores.

Examinemos rápidamente algunas de las "cosas" que Freud


"redujo" o "sustancializó" sin remedio. En un listado que no
pretende ser exhaustivo, pero que es el más referido, se
encuentran los siguientes conceptos y las resonancias que
provocan: lo social, Ja masa, el líder, /a libido, ^ s u j e t o , y otros
que insisten desde el margen, suscitando cuestiones, todavía,
indescif radas.

La idea de fc> social que podemos ir detectando en la


reflexión freudiana es absolutamente diferente de la sociedad
(régimen de todo aquello estatuido), objeto de estudio,
constructos por excelencia de la ciencia sociológica. Tal idea
está connotada de distintos modos a lo largo de su obra, y
sufre variaciones particulares, de acuerdo a las formas de
sociaJidad que esté buceando. Estimo que es la mención más
adecuada para enmarcar esas primeras exploraciones. Así la
correlación organización libidinal —acontecer institucional—
entorno social histórico, que indaga e n Psicología de las
masas, difiere de la recuperación de lo social en la fusión del
mito y la historia, como especula, en Tótem y tabú. O la unión
social religiosa en el nombre de origen, ta! como la expone en
Moisés y la religión monoteísta. Por otra parte El porvenir de
una ilusión, El malestar en la cultura, ¿Por qué la guerra?,
despliegan los espectros sociales del aumento de la represión,
el poder, sus coberturas ideológicas, el imperio de lo "siniestro"
devastador, etc., como determinaciones específicas de un
sistema que intenta apresar la multiplicidad de quehaceres
comunitarios en sus aparatos sistemáticos de captura y sumi-
sión.

En el escueto panorama señalado vemos que resulta pre-


maturo concebir lo social de manera unilateral, como ya cons-
tituido, externo, y por ello objeto de múltiples "investimientos".
Creo por el contrario, que esa noción en psicoanálisis hay que
ponerla a trabajar, hacerla permeable a los desafíos del contex-
to y de las condiciones que ella m i s m a forma parte. Así "social"
no será más que el nombre imperfecto y provisorio de intrinca-
dos congelamientos (reglas, estructuras burocráticas, jerar-
quías operativas, etc.), líneas de fuga singulares que los
eluden (reacomodamientos del sistema, actos creativos, etc.),
historias que burlan el único sentido de la historia y demás
inconclusiones de un pensamiento en curso5.
Igual suerte que la anterior corrió la célebre noción de
"masa". Joven ella, aunque de largo y corrflictivo arrastre,
irrumpe con brío en los albores del siglo pasado. Sienta sus

5 Freud afirma desde e) comienzo que "toda psicología individual es simultá-

neamente psicología social". Pero, ¿cuál es el estatuto de este enunciado? SI


fuese una premisa sería indemostrable. Si fuera una "certidumbre anticipada"
además de un sofisma sería una tautología, pues se supone lo que se debe
demostrar. Si constituyera una "evidencia inmediata" carecería de interés. Enton-
ces parece ser la puesta en escena de un problema a dilucidar. Su transparencia
es ilusoria. Sólo cuando decline el rumbo metapsicológico podremos dar cuenta
del mismo.
SaBaíes, y con éstos g e n e r a una inmensa legión de especialis-
tas que s e ocupan d e s u s peripecias, intentando asentarla, de
j f j ? ftacer previsible el control de sus movidas irracionales, que
desbordaban tanto la razón de turno c o m o la "razón de esta-
do".
Desconociendo las inquietas composiciones de masas, las
diferencias en sí m i s m a s que mantienen, la versión oficial del
psicoanálisis — v í a institución madre— condensa sin miramien-
tos ias masas estudiadas por Freud e n la m a s a de panadería,
siempre amasable, homogénea, cosista. Así la convierte en
algo indiscriminado, aglutinado, primario, quitándole la posibili-
dad d e la palabra que s e r á patrimonio exclusivo del neurótico
y su "neurosis d e transferencia", verdadera " m a s a artificiar
creada por el montaje psicoanalítico de la sesión.
Paralelo al fetiche d e la m a s a — c a u s a de..., c a d a cual
puede completar la sentencia con los adjetivos usuales— se
iargó a rodar la frase "efecto masa" — c o n s e c u e n c i a de...—,
cuyo nivel era similar al d e una hipótesis irreversible. Es decir,
la causa podría haber desaparecido o estar m o m e n t á n e a m e n t e
fuera de comprobación, pero el efecto — p . ej. igualación,
ilusoriedad, sugestionabilidad— seguía presente para eviden-
ciar que era resultado d e aquello y a descripto tantas veces.
Estas y otras ocurrencias s e endosaron sin ninguna mediación
al análisis y evaluación d e los dispositivos grupales, así c o m o
al universo metaempírico de la grupalidad, produciendo un
efecto paradojal, o sea: la homogeneidad, empastamiento,
obscenidad, y otras deidades no eran si no extrapolaciones de
los supuestos conceptuales que constituían la metodología d e
abordaje. S e conocía demasiado bien lo que s e ignoraba
absolutamente.

8 La convicción indubitable de que Freud "sustancializaba" la fenomenología

de la masa y el poder, impulsa a E. Canetti a rumiar ese libro fascinante que es


Masa y Poder, escrito "para servir de antítesis a la psicología de masas de
Freud". Y es tal su pasión antitética que, a lo largo de sus 492 páginas, no existe
una sola referencia al ensayo freudiano.
Cabe, entonces, hacernos la pregunta obligada, ¿existe en
Freud alguna sustantivación de los fenómenos, procesos, o de
las múltiples formaciones que está elucidando 6 , más allá de los
errores y limitaciones del enfoquen analítico? La respuesta,
obviamente, es negativa. Los primeros capítulos de Psicología
de las masas enfatizan sin remilgo variadas modalidades de
masas. Efímeras (p. ej. multitudes callejeras, muchedumbres
patrióticas); simbólico-tradicionales (como podría serlo una casta
sacerdotal o un estrato campesino), etc., ya ponderadas deta-
lladamente por sus predecesores. Pero las revisiones y obser-
vacipnes al respecto apuntan a la formulación de, un interrogante
cardinal, que marcaremos en su momento, y no a la instauración
de peregrinas "leyes psicológicas" que regirían ia "psicología"
(¿qué otra cosa?) de las muchedumbres, tal como era la
costumbre de los estudiosos franceses de su época, que veían
brotar "leyes" y "objetividades" por doquier, tomando la realidad
por un manantial legislativo.

Posteriormente, fuera de un ángulo visible, las masas se


consolidan como "artificiales". Estas difieren de las anteriores
por la conducción, la estabilidad, la coerción externa y otros
factores tan determinantes como ios nombrados. Sin embargo
me interesa destacar algo que ha sido omitido persistentemente
al remitir el análisis de Freud sobre las dos instituciones-
baluarte.
La puntualización no carece de resonancias para seguir
andando por los atajos de las diferencias. La iglesia y el
ejército tienen muchos elementos comunes, pero éste "se

Pienso que el desacierto de Canetti estriba en creer que Freud despreció lo


que a él le preocupa en su "poema antropológico" (cuyo paradigma es "La
Metamorfosis" de Ovidio) y que es lo único que despliega: las metaformosis de
las "maséis manadas". Las de mayor perdurabilidad y poder son lateralízadas, a
pesar de que Canetti comenzó a escribir su tratado de la fugacidad, impresionado
por el incendio de los tribunales vieneses en 1927, precisamente a partir del
fuego de una "masa duradera". Ambos enfoques son complementarios, no
antagónicos.
diferencia estructuralmente de la Iglesia por el hecho de que
consiste en una jerarquía de tales masas. Cada capitán es el
general en jefe y padre de su compañía y cada suboficial, el de
su sección. Una jerarquía similar se ha desarrollado también en
la Iglesia, es cierto, pero no desempeña en ella el mismo papel
económico puesto que es lícito atribuir a Cristo (llamado el
'buen pastor') un mayor saber sobre los miembros d e la grey
y un cuidado mayor por ellos que el general en jefe humano" 7 .

Es notoria, en ei párrafo citado, la desigualdad estructural


que existe entre ambas instituciones, además de las génesis,
prácticas y conformaciones simbólicas que las distinguen 8 . Por
otro lado es meridiano que la dimensión económica es mante-
nida cuando se pasa a considerar el plano tópico-institucional.
Ello implica la pluralidad interna que gobierna el concepto de
libido y las formas de cohesión que posibilita. Esto lo veremos
enseguida.

Continuando con el texto nos topamos con formaciones de


masas restringidas ("el vínculo hipnótico es una formación de
masa de dos"), puntuales (alguien que había sido "individuo-
masa como los demás"), hórdicas (en estado fraternal, guerre-
ro, de lamentación o multiplicación), naturales (la familia), etc.
Podríamos mencionar otras que el ensayo enumera atropella-
damente, en su afán por ensartar elementos que le permitieran
armar una tipología orientadora de fenómenos tan inestables y
escurridizos.

Llegado a este tramo de la investigación —que sigue un


orden alejado de la exposición de sus resultados—, es donde
Freud atisba una gran multiplicidad de formaciones colectivas,
en ese instante se formula la pregunta clásica, ¿qué une,

7 Los subrayados y el agregado son míos.


8 Se habrá percibido que Freud siempre escribe "Iglesia" con mayúscula y
"ejército" con minúscula. No lo hace por azar o por estampar un mero grafismo,
sino porque se refiere a la Iglesia Cristiana y a su idea de la unicidad de la
trascendencia divina.
relaciona, cohesiona, etc., a una masa que no es, necesaria-
mente, empírica? La despeja ofreciendo una contestación iné-
dita en su tiempo: la libido, a la que delimita como "una
expresión tomada de la doctrina de la afectividad. Llamamos
así a la energía considerada como una magnitud cuantitativa
—aunque por ahora no medióle— de aquellas pulsiones que
tienen que ver con todo lo que puede sintetizarse como
'amor'" 9 .

Más allá de que la invocación pueda considerarse un poco


envejecida merecen ponerse de relieve algunos aspectos me-
ritorios y señalar críticamente otros. Entre los primeros se haila
la i m p o r t a c i ó n d e u n c o n c e p t o v e r t e b r a l , t e ó r i c a y
prospectivamente, de la teoría de la afectividad, según los
desarrollos de A. Molí. Se incorpora, así, la amplia noción de
afecto, en el sentido de afectar y ser afectado por algo. No se
trata, entonces, de "ansiedades" (básicas o derivadas), ni de
"sentimientos", "voltaje emotivo" o "alto grado de emocionalidad",
en los fenómenos colectivos, sino de afectos, de cómo ellos se
organizan (componen), funcionan (sugestionando) y circulan
(contagiando), como verdaderos "regímenes de afectación" 10 .
En ellos los flujos de energía son constitutivos de las formas de
socialidad, de su potencialidad para despeñar inexplicables
transformaciones. Para eso la energía no debe ser captada en
reposo, en estado inercial, cuantitativamente (con la reserva de
que "por ahora no sea medí ble"), sino en su diversidad cuali-
tativa, como un fluir continuo que es bloqueado y liberado en
múltiples artificios estructurales, objetales, sistémicos.

9 Queda fuera de nuestro interés discutir si el amor es o no una pulsión

específica. Para Freud lo es. Para Lacan no, ya que el amor es una ilusión
totalizadora, mientras la pulsión es siempre parcial. Esto es cierto a medias, pues
el amor algo atrapa de las pulsiones.
, 0 Por no explorar suficientemente sus órdenes, quizás debido al temor de

que estuvieran al margen de la "lógica científica" imperante, la investigación


sobre "la naturaleza de la sugestión", que había iniciado un grupo de psicoana-
listas cercanos a Freud, nunca se realizó. Recién hoy se la ha recuperado de
un modo satisfactorio para la explicación de algunos fenómenos masivos que
. escapan a las ecuaciones simples y sus cálculos de predictibilidad.
En cuanto a las observaciones críticas, anotaríamos las
siguientes. Ligada a la idea de energía cuantitativa se supon-
dría que existirían quantums de energía siempre listos para
investir cualquier objeto. A ésta la llamaría una relación de
indiferencia que da pie para que se utilicen adjetivos como
"indiscriminada", "aglutinada", etc., para designar las conexio-
nes psíquicas tempranas, después extrapoladas al espectro
mismo de la grupaiidad, la cual se aborda unilateralmente bajo
i
el m o d e l o encubierto de la psicosis. Por s u e r t e tales
indistinciones son difíciles de probar en condiciones medias
vitales, caracterizadas por procesos irretornables, fluctuantes y
diferenciados.

Siguiendo con otra puntualización preguntaríamos, median-


te qué pautas, disposiciones, procedimientos, se establecen los
"derroteros pulsionaies" —que establece Freud— que llevan
hasta "la consagración a objetos concretos y a ideas abstrac-
tas"; así como las "otras constelaciones —también señaladas
por él— que son forzadas a apartarse" de la meta sexual
genital. Parecería que esas "constelaciones" pueden ser gran-
des corredores pulsionaies o feroces trabas de los mismos. De
todas maneras no queda claro cómo incidirían sobre la singu-
laridad de los investimientos. Al hablar de formas de socialidad
sugiero que la noción de investimiento debería ser reelaborada, ti
ya que se remite a algo dado y actúa sobre parámetros
instituidos, mientras aquellas jamás terminan de constituirse.

No es la finalidad de este escrito indagar las falencias


mencionadas, sino la de remarcar que tales huecos no escon-
den una "naturalización" de los conceptos y nociones emplea-
das. C o n la libido se responde a una cuestión clásica sobre los
grupos, las instituciones y los acontecimientos masivos. Equi- t
ir
parada al amor, produce una cohesión de todo aquello en que
interviene de manera constante. Sin embargo tampoco existe
la cohesión en Freud. A lo largo de su trabajo la vemos
modificada y ramificada. Una de sus formas es "la i
desde abajo" que signa la "horizontalidad" de los miembros que
componen un conjunto determinado. Otra es "el amor igual por
todos" q u e se condona desde un /rol personificado o un plano
simbólico específico. Una tercera eftaría dada por el "corpus
unum", o para decirlo con las palabras de P. Bourdieu, "se trata
del efecto unificador que resulta de la unicidad del representan-
te, al cual debemos entender a la vez como plenipotenciario y
como símbolo del grupo... del que es la encarnación visible...".
Hasta aquí el paralelo con un aspecto de lo cohesivo. Final-
mente, la cuarta modalidad se daría bajo el repertorio de las
"normas, ceremonias culturales, pertenencias comunitarias, etc.",
imprescindibles.

Considerando el asunto desde otro ángulo, el amor no sólo


"suelda", "pegotea" o "cohesiona" a secas. La ilusión amorosa
está quebrada por dentro. Une separando y separa uniendo. La
dimensión más acabada del amor, por su tendencia a la
perfección, es la religiosa. Veamos como expresa Freud esa
hendidura amorosa, "una religión aunque se llame la religión
del amor no puede dejar de ser dura y sin amor hacia quienes
no pertenecen a elia. En el fondo, cada religión es de amor por
todos aquellos a quienes abraza, y está pronta a la crueldad y
la intolerancia hacia quienes no son sus miembros". En otros
términos, el amor, proclive a la cohesión máxima, se define por
lo que excluye y el odio que le es consustancial en las figuras
textuales e históricas de la "crueldad y la intolerancia" religio-
sas. A esta altura debemos aceptar, entonces, que el amor en
sí mismo entraña la posibilidad de transformarse en lo contrario
(odio). Y, si no es enteramente una pulsión, por lo menos
comparte uno de sus "mecanismos". Las pulsiones desconocen
tanto las ilusiones como las represiones. Sólo aceptan mutar y
metamorfosear lo que rondan o golpean. Así la desilusión
envuelve desde el comienzo —simultáneamente a lo ilusorio—
a las formaciones colectivas.

En consonancia con lo que venimos desplegando se d a el


problema del U'der y el liderazao. En ambos casos es improba-
bie. hacer condensaciones inapropiadas. Los complicados pro-
cesos de vinculación entre las masas y sus líderes, no autoriza
a hablar de la masa —como demostramos— ni de el líder. Hay
por lo menos tres tipos de liderazgos en Freud que son
bastante más atrayentes y abarcadores que los sacralizados
por el esquema sociopolítico de K. Lewin, donde los líderes
"autoritarios", "democráticos" o "laisseferistas" aparecían mon-
tados sobre "climas" grupistas y descontextuados.

El primero es el líder personificable o "figuraI" (incluye los


tres especímenes de Lewin), que descubrimos en cualquier
evento grupal o sociocultural. El segundo es el conductor o
trama simbólica (p. ej. Cristo o la doctrina eclesiástica). Por
último, el diseño de una función-guía, como es p. ej., la
estructura de un rol directivo acorde a ciertas necesidades
institucionales y organizacionales. En relación a lo anterior, y
para aventar equívocos, tampoco posee ninguna base resumir
las formas de liderazgos propuesta por Freud en la tardía y
misteriosa noción weberiana de "liderazgo carismático". Esta
connota fundamentalmente la relación eficaz e inexplicable de
un sujeto y sus poderes con los demás en una racionalidad
determinada.

Movimiento
La idea y la realidad del movimiento son arduas, esquivas.
Creemos captarlo en su esencia cuando vemos a alguien
correr como una saeta en una competencia deportiva, en un
avión que busca su vuelo o en una lancha que abre raudamente
un surco en el agua. De igual modo pensamos que nos
"movemos" e n un texto al ir pasando sus páginas, cuando
concretamos el "recorrido" desde su primera hoja hasta su
última línea. Generalmente en ese punto se estima que la labor
central de la lectura ha culminado. Ahí, sin embargo, empieza
a emerger su movimiento, al finalizar su recorrido, que perdura
en los gestos, instantes discontinuos, en los continuos segui-
mientos, y demás operaciones voluntarias e involuntarias. Pero
el movimiento se da básicamente en el acto de moverse, de
acompañamiento del texto, con las intensidades que nos afec-
tan durante la acción de leer, coh ía movilización, apropiación
y elaboración de lo transcurrido que involucra de manera tan
peculiar al cuerpo en el corpus de la escritura. Los tres
tránsitos que remarqué son tiempos puros, duraciones de lo
pensado en el horizonte psicoanalítico, sólo porque nuestros
deseos y estrategias de lectura hacen que el ensayo freudiano
no se cierre, agonice, enmudezca. Dichos tránsitos se funden
con el espacio homogéneo de las letras, éspaciamientos,
numeraciones, etc., que hacen a las distribuciones gráficas y a
las significaciones subyacentes, siempre dispuestas a ser reco-
gidas o combinadas de cierta manera.

Esto es apenas una pincelada del movimiento en sentido


cualitativo, aunque él no sea más que una pincelada hecha de
fuerzas, colores, tiempos y miradas sobre una tela de enigmas.
Como en este trabajo manejamos una fuerte conjetura y a
aludida, la de estar atentos al desarrollo metapsicológico de la
grupalidad, pues en caso contrario desaparece, no es ocioso
haber enfatizado la característica del movimiento en que nos
interesa penetrar. En él hay tres direcciones, con supuestos
que se mantienen resignificados en cada trecho, que son
encrucijadas donde lo que dura sólo es posible por sus respec-
tivos cambios. Andaremos por ellas y sus baches hacia un final
que es justo el climax en que se revierte toda la problemática
tradicional sobre la grupalidad, donde aflora otro modo de
interrogación acerca de sus devenires.

Morfomasas 1 1 . P u n t o d e v i s t a e c o n ó m i c o

Apenas esbozada su idea de vínculo Freud se dedica a


explorar puntillosamente la descripción leboniana del "alma de
11 He g e s t a d o los neologismos, MORFOMASAS, TOPOMASAS y
DINAMASAS, porque estimo que esas contracciones lingüísticas muestran
claramente las intensidades que estoy explorando.
las multitudes", por la cual los laberintos anímicos del individuo
quedan sumidos en una "masa psicológica". La descripción
permite, a su vez, una clasificación de las diversas instancias
colectivas en homogéneas (instituciones, castas, clases, siste-
mas de creencias, organizaciones, etc.) y heterogéneas (asam-
bleas parlamentarias, multitudes electorales, tribunales del pue-
blo, etc.) que pueden ser anónimas, como una muchedumbre
callejera, o no anónimas, como una secta religiosa. Tal carac-
terización ya contempla al individuo como un "índice promedio",
por el hecho de estar insertado en una masa. Pero, además,
el alma de referencia posibilita hallar un substratum, como
asevera Le Bon, o diversas causas, según Freud, a ias infinitas
propiedades observables e n los átomos masivos. El substratum
y las causas —lanzadas como "determinaciones estructurales"
por apresurados divulgadores— eran (hoy serían insostenibles
en bloque) el sentimiento de invencibilidad, el contagio y la
sugestionabilidad, cuyos derivados estaban constituidos por la
imitación conductal y acitudinal 1213 , A partir de un sinnúmero de

12 La ¡dea de imitación que Brugeilles, Freud, los corifeos de la polémica


Durkheim-Tarde, le atribuyen a este último, es ajena a su perspectiva. G. Tarde
está preocupado por el paisaje de "semejanzas y repeticiones masivas, complejas
y confusas a semejanzas y repeticiones de detalle, más difíciles de entender,
pero más precisas..." ("Les lois sociales", 1898). La imitación en ese hervidero
sólo tiene sentido en relación a la contra-imitación. Ambas son mecanismos no
lineales, dispersivos y retroactivos que propagan innumerables comportamientos
y dan cuenta de su influencia en la sociedad global, como lo demuestra en Les
lois de l'imitation (1890). Por otro lado son inseparables de los procesos no
equilibrados que "el señor Durkheim nos ahorra... Con él no hay guerras,
genocidios, anexiones brutales. Se diría que el río del progreso discurre sobre un
lecho de musgo, sin espuma ni saltos bruscos." ("Ecrits de psychologie sociale",
textos escogidos, 1973). Fiesta agregar que la propagación citada está unida a
la invención de instrumentos y técnicas ínsitas a la imitación misma. Es así que
Tarde, pensador de la diferencia, no era para nada indiferente a las "revolucio-
nes" que pululaban a su alrededor, todo lo contrario, como lo atestiguan sus
propios términos.
13 Para captar nítidamente ese m a g m a infinitésimo y creativo, su
distanciamíento de las totalizaciones clásicas, sugiero consultar el estimulante
libro de Claude Javeu, "Le petit murmure et le bruit du monde". Ed. Les
Eperonniers, Bruselas, 1987.
atributos Le Bon trata de postular una "ley psicológica de la
unidad menta! de las multitudes" 14 que sustantiva de manera
adjetiva —valga la contradicción de una pretendida objetividad
científica— los comportamientos imprevisibles de las muche-
d u m b r e s heterogéneas. En ellas m e d r a n los caudillos
circunstanciales —que llama "agitadores"—, así como indivi-
duos, valores e ideologías que las guían durante largos perío-
dos, de acuerdo con los modelos de "prestigio" que se han
impuesto en esas turbas "volubles", "excitables", "crédulas",
"inconstantes", "omnipotentes", "acríticas", etc. De modo que
quien desee "influirlas no necesita presentarle argumentos
lógicos; tiene que pintarle las imágenes más vivas, exagerar y
repetir siempre lo mismo". Y, como tampoco abrigan dudas
sobre lo verdadero y lo falso, el bien y el mal, se puede concluir
de esa apreciación (como lo difundió un famoso vocero
"carapintada" en la Argentina) que "la duda es la jactancia de
los intelectuales". Por eso es preciso captar siempre a la masa
en su simpleza, en un estado de certidumbre "pura", indubita-
ble, infantil. Todo queda abonado para que la ecuación
masas=regresión=infancia, sea el denominador común de las
expresiones colectivas. El único saldo que los teóricos de las
turbas les dejan a éstas en oferta, es el de propiciar una pálida
"moralización del individuo". A ú n exaltándolas, Le Bon las hace
trabajar para el átomo que las configura, nunca para las
múltiples historias que roturan con esfuerzo. Y como en sus
análisis las multitudes no hablan, aunque vociferan y se
desgañifan, permanecen sujetas al "poder verdaderamente
mágico de las palabras" que pueden excitarlas o apaciguarlas
al máximo, igual que la sed de ilusiones —contraria a la sed de
verdad individual— que las impulsa 15 Entonces, será totalmen-

14 Psicología de las multitudes, libro primero, capítulo I. Los demás ítems que

menciono se encuentran en distintas partes del texto.


15 Sena interesante indagar por qué la verdad, el amor, la ilusiones, etc., han

quedado pegadas a una necesidad orgánica perentoria como la sed. Quizás


descubriríamos que la verdad, el amor, las ilusiones, ese conjunto surreal, no
n u p ^ n m"rir, que v i r n m h i n n ni - i r p t " ni ry 1 " f*M •"
te lícito, cincuenta años más tarde, postular una absoluta
identidad entre el alma de las masas primitivas y el mundo
infantil (analogía de la que abusa estérilmente Freud en Tótem
y tabú), según la infeliz correspondencia consagrada con tono
definitivo por Lucien Levy-Bruhl en "El alma primitiva" (1947).
Anteriormente he resaltado pintarle las imágenes más vivas,
y podríamos agregarle el encomillado "poder mágico de las
palabras", es decir, efecto directo sobre una multitud cualquiera
del "verbo" conductor, porque esas atribuladas hipótesis se
volvieron un lugar trillado para juzgar todo lo concerniente a la
grupalidad misma. Por otro lado legitimaron un método de
análisis in efigie, un procedimiento de decodificación mediante
secuencias de imágenes 16 en diferentes niveles de visibilidad
(la congregación en una plaza o en una cancha de fútbol, una
casta militar, una franja social urbana, etc.). Los distintos
planos están, además, separados entre sí, concebidos como
cortes efectuados en un movimiento continuo y lineal, tratados
como iconos irrelacionales (rostros, paisajes, cuerpos, aglome-
raciones de personas, plano de una mano, alguien que corre,
etc.). En suma, en el estrato morfológico las masas, sus
funcionamientos complejos, modos de existencia ramificados,
de organización y disolución, conciencia o no de sus propósi-
tos, logro o postergación en el alcance de sus metas, son
considerados como datos inmediatos, objetos que pueden ser
percibidos cuando las condiciones en que se mueve el obser-
vador sean favorables. Ejemplos de estas aprehensiones direc-
tas, por m o m e n t o s salvajes, s o n la h o m o g e n e i d a d o
heterogeneidad grupales, roles, liderazgos, presión a la confor-
midad, pautas dé comunicación, armados dialectales en grupo,
intercambios codificados y restantes "presencias" meridianas.

16 Existe un lema muy publicitado y estupidizante respecto al valor absoluto

de la imagen, que es "una imagen vale más que mil palabras". En ese apriori se
desconocen varias cosas. Primero que él mismo es un dicho, no una imagen.
Segundo, se deja de lado el peso de imagen que le cabe a la palabra, ya que
también lo es. Y tercero se ignora la noción de imagen que se está manipulando,
lo cual hace que "la imagen se disuelva en lo que cada uno se imagina.
Junto a todas las discriminaciones que venimos haciendo,
es necesario aclarar algo respecto del plano morfológico o
morfoecoriómico, en Freud. A diferencia de sus antecesores
éste no se agota en la dupla vistbilidad-invisibilidad. Está
surcado por ella, pero es irreductible a sus juegos tensionales.
Tiene una función bien particularizada: garantizar el pasaje
entre las distintas secuencias metapsicológicas. Enseguida de
haber tratado, por ejemplo, las "masas artificiales" (cap. V),
dice en "Otras tareas y orientaciones" (cap. VI): "nos quedaría
aún mucho que investigar y describir en cuanto a la morfología
de las masas". Y acota una sugerencia que es una línea
metodológica sostenida tenazmente, donde afirma, "habría que
prestar atención a las masas de diversas clases más o menos
permanentes, que surgen de manera espontánea, así como
estudiar las condiciones de su génesis y descomposición°17. A
mi entender esa indicación revierte, con" gran anticipación, la
forma insuficiente y balbuceante d e preguntarse sobre ciertos
problemas que tiene la "grupología" actual. Sobre ei final
volveré a esta cuestión, remarcando algunas de sus posibles
derivaciones.

Es entonces desde las fronteras del análisis morfológico


que se da el peregrinaje hacia una dimensión que trasciende el
campo, experiencias y observaciones empíricas.
Quizás un ejemplo (importante para inferir las acciones
"serviciales" de los aparatos represivos) nos ayude a despejar
ciertas cegueras de ojos abiertos que inyectan los análisis,
cuando no propagandas, morfológicos.
Se trata de un mensaje elaborado por un ministerio argen-
tino en el año 1988. Está basado en un esquema puramente
imaginista, alentado por una ideología primitivista y despreciativa
de los eventos masivos.
Todos los canales televisivos, por orden d e dicho ministerio,
transmitieron durante veinte días, en las horas de mayor

17 Los subrayados son míos.


i¡íj .
íl

audiencia, los sucesos que ocurrieron en esa límpida jornada Es indudable, entonces, que una cosa (masa) lleva a otras
de septiembre. L a primera toma muestra un cielo que parecía (efectos-masa), siendo además la primera causa de las segun-
copiado de una pintura naturalista del siglo pasado. Ninguna das. Y éstas, a la vez, son eficaces e irrebatibles consecuen-
nube empañaba la "región más transparente" y celestial. Sin cias del estar agrupados, ya que "la verdad entra por los ojos",
embargo, el espacio comienza a ennegrecerse desde abajo. "los ojos de cualquiera pueden vivenciarla"" y, finalmente, "una
Grupos inquietantes, caras ensombrecidas por las preocupa- imagen vale más que toda palabra" (sic), por lo menos en un
ciones cotidianas, bocas torcidas por ei grito, ánimos exaltados país que venía de silenciar "toda palabra" y de alentar más de
por reclamos laborales, sembraron de negro multitudinario la una "imagen" genocida. Justo en ese momento la lógica de
plaza de las marchas, reivindicaciones y denuncias de los este montaje imaginario manifiesta su debilidad constitutiva,
poderes impotentes y desgobiernos gubernamentales. Sube e¡ pues la causa que explica el conjunto Í^O necesita ser explica-
tono de los cánticos, se vuelve más agudo el contenido de los da, sólo basta "pintarla mediante las imágenes más vivas" —
estribillos, y más exasperada ia tensión de los gestos. La como diría Le Bon— para inducir en los individuos que las
cámara en mano de un operador televisivo capta plenamente absorben las creencias más sólidas, es decir, solidificadas de
la excitación generalizada, los arabescos gestuales, sonoros, y antemano acerca del significado y los resultados que apareja la
el ritmo crispado de los constantes desplazamientos. Mientras masificación. La cámara alterna exactamente una toma de la
otra cámara fija describe, en un picado, el hormigueo de la gente reunida, que intensifica momento a momento la tempe-
muchedumbre. El clima de posibles excesos y seguros desbor- ratura de la plaza, con otra de los salteadores que se apoderan
des ya está montado para el televidente azorado. Ese magma, de trajes, aparatos, zapatos y hasta de los mismos manequíes
ese mecimiento acompasado, busca provocar un estremeci- a gran velocidad y con una "deshinibición" envidiable. En tanto
miento en el e s p e c t a d o r , c o n d e n a r l o a ser u n mirón la voz del locutor remarca de manera monótona, indiferente,
contemplativo y un activo juez repudiador. Obviamente un que era previsible que tanta "emoción" llevara a una obligada
acontecimiento visto muchas veces, debe repetirse de nuevo. pérdida de límites. Sólo bastaba una chispa para que la
Y de pronto sucede. Los efectos de tanta exaltación llevan, multitud pusiera en marcha su "esencia" transgresora, su
como por un embudo, a un resultado desastroso. La cámara "sentimiento de invencibilidad" y el absoluto desconocimiento
resbala, sin cortes, por encima de la cabeza de los manifestan- de lo prohibido y lo permitido. El deslizamiento del espacio
tes, hasta un grupo de cinco o seis personas que arrojan público al comercio privado convertido en añicos, es dado
proyectiles contra las vidrieras de una conocida sastrería. Las mediante un encadenamiento televisivo que eslabona escenas
astillas de los vidrios se vuelven "personajes" de las distintas previas de amontonamientos, empujones, luchas por el territo-
secuencias, marcadas y "estetizadas" por un ralentti inacaba- rio cercano al palco, etc., y posteriores, visualmente, de robos
ble. Un gran primer plano de las esquirlas vidriosas las arroja y destrozos que reflejan con innegable tele-evidencia los coro-
contra la mirada atónita del público. Otro muestra el saqueo de larios de dejar librado el "instinto de la horda" a sí mismo.
todas las ropas y objetos en exhibición. Y durante el robo se Tiempo cronológico, encabalgamiento causal e n la sucesión,
evidencia perfectamente, en la grave y educada voz del locu- lógica vulgar de antecedente y consecuente, etc., son el
tor, que lo robado no tiene relación alguna con las "necesida- corazón —y su falta— del enfoque "morfológico" de las masas
des" de los "delincuentes", "elementos extremistas", y otros y su correspondiente imaginario destructor. Lo compacto de
cus accionas, p r ^ n r t n rio la rnmpact-anión (metáfora que
derivados de la rabiosa congregación contemplada por todos.

80 81
siempre las acompaña), es germen de una incontenible depre-
dación. Por eso había que rogar, y ello hacía el locutor, que las
fuerzas del orden restaran movilidad a la multitud, o sea: que
la desmovilizaran, encaminando a cada uno hacia la "edad de
la razón" (la única democrática), hacia su propiedad, el refugio
íntimo y familiar, otra de las figuras de la reclusión padecida
durante tantos años.
Tiempo después se comprobó, y fue muy difundido por la
prensa escrita, que el video había sido distribuido por el
Ministerio del Interior, con la calificación de "exhibición obliga-
toria" cada media hora, en todos los canales de televisión
existentes. Por otro lado los saqueadores no eran "efectos" de
ninguna "causa" observable, pues fueron reconocidos como
agentes empleados en organismos de (in)seguridad estatal.
Eran "trabajadores efectivos", uno de ellos célebre torturador,
ligados a un terrorismo institucional, mediante jugoso presu-
puesto, y manejados con maestría individual por un enigmático
caudillo de porcelana.

Topomasas. Punto de vista tópico.


S u núcleo es el quinto capítulo de Psicología... Allí se traza
el perfil de dos instituciones tradicionales, la Iglesia y el ejército,
cuyas similitudes son parciales y sus diferencias estructura-
les18. Ahora en la mira de la investigación se hallan las masas

18 Sería mejor decir la Iglesia cristiana (otras rehuyen esa caracterización

plena) y los ejércitos. A propósito de estos Freud señala el fenómeno del


"pánico" y la "angustia pánica" que propone estudiar en dichas masas y que
ocurriría cuando "ya no se presta oídos a orden alguna del jefe y cada uno cuida
por sí sin miramiento de los otros". En esta transparente indicación se olvida por
completo un pequeño detalle. En la guerra, además de los jefes militares existe
el enemigo, situación totalmente distinta a las de las angustiéis neuróticas. Marco
esto como limitación del uso de las fuentes. Freud se basa, al tomar el ejemplo
del general asirio Holofemes, en la parodia "Judrth" de Nestroy, y no en el drama
homónimo de Hebbel, ni en libros estratégicos, relatos o documentos militares.
De hacerlo hubiera llegado a conclusiones más matizadas.
con conductores jerárquicos, dotadas de estabilidad y larga
permanencia temporal, de un alto grado de organización (seña-
lado por Me Dougali), unidas por coacción externa, etc. S e traía
de artefactos19 simbólico-funcionales socialmente sancionados
y no caprichosamente reinventados en cada intervención oca-
sional. Están revestidos por distintas formaciones ideológicas
que coexisten y pugnan por darles una orientación determina-
da. Además mantienen relaciones muy complicadas con el
estado y los manejos de gobierno. Así están parcial o
globalmente incluidos en el presupuesto, en Ips planes de
educación, en los arbitrios, en la defensa y negociación territo-
riales o en las modalidades de un "estilo de vida" (occidental y
cristiano, oriental taoísta, musulmán desperdigado, etc.), les
caben tales o cuales p r e b e n d a s y hacen a ¡a m i s m a
gobernabilidad del sistema. Todos esos parámetros son capita-
les para concebir las masas desde un andarivel tópico, de otra
manera quedan rápidamente imaginarizadas, percibidas (regre-
sión a un niverestrictamente morfológico) de acuerdo con las
proyecciones, cuando no alucinaciones, personales. O para
decirlo inequívocamente: quedan groseramente psicologizadas.

Los elementos que apunté previamente, también hablan de


otra cosa, manifiestan que existe una suposición no discursiva
de los aparatos de poder en el nido mismo de esas grandes
instituciones, aunque dicho supuesto pueda desaparecer o ser
relativizado cuando se realizan sus "génesis" o genealogías
históricas y conceptuales. E n este sentido las "Kunstlichen
Massen" de Freud son más artefacticias o artefactos — c o m o
propuse antes— que "artificiales" o "artificios" 20 . Que sean

19 Recalco este término porque incorpora una dirección imprevista en la

comprensión del tema.


20 "Kunstlichen Massen" h a sido traducido habitualmente por "masas artificia-

les". Este es, ciertamente, su significado próximo, pero también otros le son muy
cercanos e impregnan los usos terminológicos, como "artefacticio" (erkunstelt) o
arte-facto; significado vecino de lo que en alemán se entiende por artificio, tan
válido como el de "artificial", para nombrar las formaciones de masas. Con el
básicamente "aparatos" y no sólo "ilusiones eficaces", o "cons-
trucciones cegadoras" de los sujetos ensamblados por lo "mis-
mo", exige los componentes ideológicos que unen a los indivi-
duos, ¡as estrategias de agrupamiento y organizativas, los
pactos confesos o sobreentendidos, el malentendido de sus
acciones, los mitos y ritos congrégatenos, las reglas de perte-
nencia, etc. En realidad Freud intuye el problema, haciendo
una apreciación sobre el ejército, pero io esquiva en función de
lo que le importa resaltar, el "descuido" del factor libidinoso que
"parece constituir no sólo un error teórico, sino un peligro
práctico". Antes había reconocido, con gran intuición crítica,
que podría "objetarse con justicia que esta concepción de la
estructura libidinosa de los ejércitos se desentiende de las
ideas de Patria, Gloria Nacional, y otras tan importantes para
su cohesión". Sin embargo ese pseudo reconocimiento, ya que
no extrae consecuencias libidinales de esos aspectos, parte de
un equívoco argumenta!. "Patria" o "Gloria Nacional" pueden
ser sintagmas cristalizados, sin resultados operativos ni
cohesivos. Y no especialmente organizadores ideológicos —
cualquier categoría no lo es— que es preciso relevar en cada
situación particular. Algo sustancialmente distinto es la "idea
rectora", por ejemplo, de Cristo para la conservación duradera
de la Iglesia cristiana en sus diversas versiones, sus dogmas,
rituales, y el significado trascendental que posee una de sus
principales c e r e m o n i a s (la transustanciación durante la
eucaristía), importante para esclarecer una faceta más del

agregado de que al arte-facto le cabe perfectamente una tecnología (Kunstlehre),


supongamos de poder o de modos de subjetivación, aplicados a él. De ahí que
estimo más conveniente mencionar a ambas instituciones como "artefacticias"
que como "artificiosas". En español, por otra parte, lo "artificial" se incluye
velozmente en el universo de la ficción, lo ficticio, lo ilusorio, "familia" que, a su
vez, resta atrapada incorrectamente en la noción de imaginario. Un análisis, que
sobra aquí, mostraría más las disparidades que las concordancias entre todos
ellos y la imposibitidad de atribuirles el rasero deJoJmaginario.
problema de las identificaciones. Me gustaría añadir otros dos
matices respecto a la "idea rectora", que hace al sentido
simbólico del liderazgo religioso tratadp por Freud, y al destino
fideístico de los creyentes 21 .

El cristianismo es una religión confesional y de salvación.


Libera el pecado por la palabra, de modo que ésta, a través de
su verbalización y su dramatización penitente pone de relieve
al yo del sujeto pecaminoso de una manera singular, o sea:
bajo la renuncia y el sacrificio de sí. Aspectos que el psicoaná-
lisis no puede descuidar porque su "sujeto" en lugar de "renun-
ciar" a cosa alguna, parecería recuperar sus avatares para
potenciarlos en una dirección deseante. Este es el primer
matiz. El segundo es un atributo central del liderazgo que
atraviesa toda la historia del cristianismo y al que el texto
freudiano no alude en ningún momento. Más allá de regir,
imperar, conducir, la "idea rectora" une (excluyendo a los que
no entran) dos poios y sus cualidades, el Dios-Pastor y su
Pueblo-rebaño. Así ei Pastor Divino debe asegurarle a su grey
popular varias situaciones. Primera: una tierra donde "apacen-
tar". Segunda: una conducción que deje como remanente un
orden legal que organice en ausencia al rebaño. Tercera: debe
afianzar la salvación de sus seguidores. Cuarta: el poder sobre
el rebaño no es opcional, sino un deber (el pecado de desobe-
diencia en la Iglesia no es anecdótico) que se ejerce por el bien
y la purificación del rebaño. El poder del Pastor y la obediencia
de sus ovejas, son una dupla que dan las notas esenciales de
generación y reproducción de la persona cristiana, su control y
resignación.

21 Las observaciones y puntuaciones —no las inferencias respecto a la

omisión psicoanalítica del tema— que siguen a continuación, se apoyan en dos


fuentes principales. Una es la "Histoire des religions 2" ("Formation des religions
universelles et de salvation") elaborada por varios autores y editada por Gallimard
en 1972. Otra es el texto fundamental, insuperado hasta hoy, de M. Goguel, "La
naissanco du chri.atiani.imc.* (rana, 194G).
Dinamasas. P u n t o d e v i s t a d i n á m i c o .

La perspectiva que traza el undécimo capítulo del libro, "Un


grado en el interior del yo", redondea el ciclo de un movimiento
sujeto a su propia diferencia, a ser, por definición, inconcluso.

Diseminación
El capítulo despega con el reconocimiento de una comple-
jidad —desarrollada al inicio de este trabajo— que es resumida
ante la necesidad de resaltar la conexión permanente que
existe entre los procesos libidinales y los niveles institucionales
y organizacionáles, formales e informales. Si hay una "hipóte-
sis" realmente fuerte, sin duda es ésta. La situación es carac-
terizada de este modo, "si, teniendo presente las descripciones
—complementarias entre sí— de los diversos autores sobre
psicología de las masas, abarcamos en un solo panorama ¡a
vida de los individuos de nuestros días (quiere decir que los
"panoramas" deberían variar en otros tiempos), acaso perdere-
mos el coraje de ofrecer una exposición sintética, en vista de
las complicaciones que advertimos (redundemos: la compleji-
dad fue advertida)"22. E n t e n d e m o s , ahora, q u e los
englobamientos y reducciones aparentes respondían a una
economía, también, expositiva. Ella encarrilaba el discurso
freudiano, no su pensamiento, trascendente a lo meramente
graficado. No resulta extraño, entonces, que en ese momento
se plantee "el asombroso fenómeno" 23 de aquello que "desapa-
rece sin dejar huellas", lo que fue nominado como "desarrollo
individual". Es el acontecimiento que torna lábiles y movedizos
los límites entre una psicología social y una individual, sin caer
en fusiones inmediatas, ni en una cómoda explicación filo-
ontogenética. Sólo "pierde buena parte de su nitidez", de su

22Los subrayados y agregados son míos.


23Se refiere, en una primera instancia, al trueque que hace el individuo de
su ideal del yo por el ideal de la masa. Pero enseguida la corrige para introducir
una diferencia sustancial, l o asombroso agregaríamos, a manera de enmienda,
no tiene en todos los casos igual magnitud".
razón divisoria, cuando se exploraron todas las direcciones
posibles, que eluden "la noche donde todos los gatos son
pardos", puesto que la amalgama entre una y otra psicología
no gesta una nueva, sino que invalida a ambas en pro de un
enfoque metapsicológico. Esta transformación provoca desbor-
des permanentes de "lo individual" y "lo social" en figuras
diseminadas, lejos del equilibrio, al que las somete el análisis
más acostumbrado de esas nociones.

El "asombroso fenómeno" sigue su curso. Permite hacer


una "enmienda" 24 del mismo y de la afirmación taxativa con que
culminaba "Enamoramiento e hipnosis", cuando muchos indivi-
duos ponían un objeto en lugar de sus ideales del yo, por lo
cual se habían "identificado entre sí en su yo"25. Pero lo que
sorprende a Freud es que la premisa citada necesita ser
"enmendada", rectificada, pues descubre que "no tiene en
todos los casos igual magnitud", la misma fuerza material
asignable a todos los seres. En ciertos individuos la "separa-
ción" que no es una mera división entre su y o y su Ideal del yo
es mínima, donde "el yo ha conservado a menudo su antigua
vanidad narcisista". En otros la brecha es enorme. Todo indica
que es este proceso de " d i f e r e n c i a c i ó n (por eso decía que no
se trataba de una simple división* entre el yo y el ideal del yo",
el "doble tipo de vinculación así posibilitado, identificación e
introducción del objeto en reemplazo del ideal del yo", lo que se
trata de seguir en sus más recónditas huellas. En definitiva,
hay que estudiar sin dilación la función de lo desvinculado
(Entbindung) — y a preanunciada en el capítulo sexto—, el
espectro de sus dispersiones y conexiones para un saber más

24 Vocablo que gusta emplear Freud: Evoca a Kant, las modificaciones que

es necesario e impostergable realizar y tes provisoriedades con que se topa un


conocimiento naciente.
25 Para retener un ángulo de la idea de identificación, abierta desde los

fenómenos colectivos, me permito remitir a la tercera parte de mi libro "Subjeti-


vidad, grupalidad, identificaciones*, denominada "El laberinto de las identificacio-
nes". Ed. Búsqueda Bs. AS. 1989.
26 Subrayado y añadido míos.
afinado de la grupalidad. Eso demanda cambiar urgentemente
los planos de análisis y los marcos categoriales perimidos, así
como los ejes y modalidades de preguntarse sobre distintos
aconteceres sociales e históricos. Entre ellos, el dei mismo
"sujeto", su estatuto, historicidad, acerca de las formas moder-
nas de subjetivación, de sus sofisticadas tecnologías y la
constante producción de subjetividades que hace tiempo aban-
donaron el reclusivo hogar edípico. Obviamente este es un plan
para continuar en futuras indagaciones, aunque ya avanzado
e n a l g u n o s t r a b a j o s de a u t o r e s c e r c a n o s y l e j a n o s
geográficamente.

A pesar de !o andado es menester internarse un poco más


a través d e fluctuaciones inquietantes, propias de los sistemas
dinámicos que circulan entre el yo y el Idea! del yo, fuera de
las descripciones dinámicas, tan mecánicas, y de la represen-
tación como garantía sepulcral de un conocimiento "claro" y
"distinto". Creo que este es uno de los desafíos legados por
Freud al psicoanálisis, pensar la separación-diferenciación más
allá de las categorías de mediación, integración, relación,
correspondencias puntuales, correlaciones analógicas, etc., pero
dentro de la positividad específica que lo desvinculado instaura,
sean órdenes desconocidos o variantes inéditas que, a falta de
otros términos seguirán rotulándose con los de caos, azar,
desorden, siempre portadores de temibles y atrayerrtes conno-
taciones, aunque sean, en verdad, formas de "orden comple-
jas, ultrasensibles y sutiles", como aclara E. Laszlo. Son ellas,
y no otra cosa, lo que habrá que estudiar, la diferencia en sí
misma que se constituye en ese tiempo de nadie, entre el yo
y el Ideal del yo (o entre cualquier polaridad establecida) y no
sus puentes, y a que el entre mencionado no une ni desune
elemento alguno; más bien es ¡a estela que deja todo lo
viviente, precisamente, porque es movimiento. A partir de esto,
si todavía podemos hablar de relaciones, es porque son de
neta "incertidumbre", lo cual plantea un enorme problema al
asunto de las relaciones-mediaciones como eran mp^ehidas
\

tradicionalmente. Entonces parecería que, desde una teoría del


inconciente, esa fisura diferenciante y desvinculante debería
ser asumida con todas las consecuencias que trae aparejadas,
en particular para la formulación del Sujeto psíquico" y sus
dominios exclusivos. Estos en el momento dinámico sufren
extrañas perturbaciones por la irrupción de nuevas pertenen-
cias y envolturas. Freud describe así el giro imprevisto, "cada
individuo ('un ello psíquico desconocido e inconciente') 27 es
miembro de muchas masas, tiene múltiples formas de vincula-
ción identificatoria y ha edificado su ideal del yo según los más
diversos modelos. Cada individuo participa, entonces del alma 28
de muchas masas: su raza, s u estamento, su comunidad de
credo, su comunidad estatal, etc.". De este modo la noción de
sujeto psicoanalítico sufre una transformación significativa, cam-
biando en una escala que no puede esquivarse durante el acto
clínico, aunque tal mixtura deba ser desmontada pieza por
pieza en ese quehacer. Lo saliente es que aquél se v a
deslizando y queda marcado por múltiples pertenencias, creen-
cias, reglas de juego, formas de participación, posiciones
respecto a los códigos y costumbres, que sobrepasan los
esquemas interaccionales y comunicacionales, estrategias d e
ubicación, realizaciones performativas, trazos morales de sus
acciones, y un sinfín de aconteceres. Todo ello son balizamientos

27 Cita intercalada por mí, extraída de El yo y el ello. Una acotación lateral

al respecto. Dejo de lado provisoriamente el tratamiento del Superyó, una de las


"servidumbres" del yo, en principio porque Freud no lo introduce en Psicología
de las masas, y después, por un motivo más importante, su utilidad para las
cuestiones de la grupalidad es más que relativa y equívoca.
28 Freud usa todavía la noción de "alma colectiva" de Me Dougall que los

"psicólogos de las masas" ya habían abandonado. Ello le valió la incisiva crítica


de Hans Kelsen ("El concepto de estado y la psicología social", 1992), quien le
imputaba haber "hipostasiado", sustancializado, un "alma" a las masas. A pesar
del arcaísmo empleado, la crítica de Kelsen pasa por alto dos aspectos
relevantes. B primero es que el "alma" tiene sentido en relación a la libido, y
desde ésta no se transforma en una sustancia, sino en lo que anima, mueve los
fenómenos colectivos. El segundo muestra, según el párrafo que estoy señalan-
do, que el "alma" más que un sustrato o cosa parecida, es un compositum.
que indican que el sujeto no es sólo un "sujeto del discurso".
Surge, por decirlo de alguna manera, una multiplicidad de
sujetos en "uno mismo". Ese espectro dispara la posibilidad de
moverse entre distintos instituidos, desparramando algunas
semillas de lo que puede crecer entre ellos, incluyendo sus
desujetamientos parciales. Las distintas usinas institucionales,
organizacionales, las armadas por el poder político y la arga-
masa comunitaria "moldean", en un sentido fuerte, a los "indi-
viduos" que se comportan de acuerdo a los "más diversos
modelos". Pero los modelan cojamente, ya que funcionan como
máquinas fallidas (crisis, hambrunas, derrumbe de las creen-
cias "pilares", de la representación política, gnoseológica, figu-
rativa, velocidad de las inserciones profesionales, rotaciones
fulgurantes de la ocupación laboral, educativa, tecnológica,
autonomización progresiva del estado de sus gobernados,
etc.), produciendo grietas por donde los sujetos aventuran
opciones y modificaciones destellantes o imperceptibles de lo
instituido, de acuerdo con sus potencialidades deseantes.

Enfocando el tema desde un ángulo complementario del


anterior, vemos que el sujeto estalló, a la inversa de lo que se
afirma comúnmente, en su mismo núcleo y se redistribuyó en
órdenes materiales y reales no cuantificables. Esa distribución
a su vez se convierte en un nivel de análisis específico,
distante de apreciaciones caprichosas y de las "asociaciones
libres" que abundan tanto en el negocio de las opiniones sobre
todo y nada. Sin embargo, aún subsiste otro problema. El
psicoanálisis estipula que la constitución del sujeto debe cons-
tituirse a partir de una escisión (Spaltung) fundante 29 , de la
imposibilidad de un comienzo unificado, sincrético. La prescrip-
ción obedece a las distintas lógicas que rigen los sistemas
inconciente y preconciente-conciente. Siguiendo ese hilo
metodológico, debemos aceptar las derivaciones de un postu-

23 Carácter que, en otro sentido, tampoco está ausente del "sujeto" llamado

clásico. Pongo sólo un ejemplo conocido, el yo pasivo y activo, el sujeto de


hecho y de derecho, en Kant
lado tan macizo. La escisión sería, entonces, dependiente d e la
multiplicidad de lógicas ejercidas pasiva y activamente, por
estar envuelta desde la raíz en vinculaciones colectivas, sea en
el estrato que fuere. De manera que la légica de el sujeto o de
el individuo, no es sólo un problema maTpIanteado, un dilema,
sino una contradicción en los términos. La multiplicidad de
lógicas y sus nombres precisos (inconsistente, borrosa,
polivalente, inadecuada, etc.), según la elección de la perspec-
tiva, entrañan un desafío real, que avanza desde un futuro que
también es pasible de ser inventado.

Los sujetos como tales son, así, los actores de' complejos
modos de subjetivación, de la eficacia o ineficacia con que los
"habitan", de los encabalgamientos e instrumentales con que
cada proceso social-histórico produce subjetividades tatuadas
con dibujos singulares, esfumados.
En fin, ha llegado el tiempo de concluir. El panorama
pintado por Freud deja traslucir los colores de sus" aciertos y
limitaciones. Y, simultáneamente, con él lo que en él y en un
vasto psicoanálisis no pudo ser pensado, gracias a lo cual
nosotros pensamos lo que podemos. Este es el punto de
intersección que actualiza "Psicología de las masas", lo excusa
de ser un mero testimonio o simple documento de época,
porque desde sus circuitos y cortocircuitos emerge un cambio
sideral. La declinación del movimiento metapsicológico revierte
de forma sustancial la pregunta acerca de lo que "cohesionaba"
a los grupos, instituciones y demás conjunciones. Ahora los
interrogantes disyuntivos serán: ¿cómo se desvinculan las
formaciones colectivas?, ¿qué mecanismos las tornan-invisi-
bles?, ¿de qué modo se disuelve la grupaiidad?, ¿bajo qué
ideas, categorías, instrumentos, se podrán investigar esos
fenómenos?, etc. Cuestiones de peso, insoslayables, pues
hacen entrar en el corazón mismo de las representaciones
organizadoras y capitalizadoras, la potencia irrepresentable de
la evolución dispersiva, turbina vital, arrojada desde sí misma
hacia nuevas constelaciones, a veces consoladoras, a veces
sobrecogedoras.
Una ilustración (relevante para la memoria que se quiere
democrática) puede sernos útil en el intento de reflexionar
sobre lo desvincuiado-desvinculante, su caída del campo
representacional, su lugar medular en la socialidad y en la
irrupción de una dramática colectiva, donde ai igual que en las
fiestas, siendo todo lo contrario, se da una brusca "suspensión
del ideal".

Por sus conductos fluye un clima terrorífico que la población


asimila como una tenaz llovizna, mientras el poder político echa
mano de un recurso gastado, el de "la presencia de activistas
de organizaciones de ultraizquierda", cuando en realidad eran
de ultraderecha, "nacionalistas de cartón", según los diarios.
Tales "activistas" eran los "preparadores de posibles desbordes
sociales". La técnica, muy trillada, consiste en denunciar un
"chivo emisario" antes de su existencia, es una manera presen-
te de crearlo, para asegurar su futuro exterminio. Y a la había
ensayado Hitler hasta el cansancio, y previamente a él la
publicidad política y de bienes norteamericana, de donde copió
sus modelos propagandísticos. Esto muestra, desde otra cara,
cómo los "factores de decisión" quedan atrapados en las
formas de representación que han hecho creíbles, cuando para
la mayoría y a son absolutamente increíbles.

Una tarde comienzan a estallar las noticias por radio,


televisión, prensa, etc. La preanunciada "explosión social" se
manifestaba con toda su furia y velocidad arrasadoras. Lo que
en esos instantes era "palmario", "incontestable",
"irrepresentable" ("no podemos, ni por un minuto, representar-
nos tanta furia, un resentimiento que nos deja sin palabras..."),
hacía mucho tiempo que había acontecido, tal como la explo-
sión de las estrellas que admiramos noche a noche, han
ocurrido hace más de cuarenta mil años. Sólo que recién ahora
nos llegan sus luces. Y, como aquellos relámpagos sociales, no
semejan, precisamente las "luces de la razón".
Los supermercados, grandes y pequeños almacenes, son
asaltados y saqueados —con gran ingenio en muchos casos—
ante el estupor de dueños y empleados, frente a la actitud
"meramente persuasiva" de la policía, la gendarmería y demás
agentes oficiales y extraoficiales del orden, quienes contri-
buían, a su manera, con el "caracazo" local. Muchos de sus
miembros, cuando finalizaban el turno de trabajo, se adherían
espontáneamente a los saqueos, sin importarles demasiado si
eran reconocidos o pasaban inadvertidos. De cualquier modo
sabían que, en un régimen de impunidad instaurado desde
arriba como en la sociedad argentina, siempre uno más, en los
eventos de esa magnitud, es casi siempre uno menos, en
cuanto a la autoría de los hechos.

En ningún momento el pánico atravesó a los sectores en


pugna o a los grupos que seguían o apoyaban las acciones.
Entre ellos fluyeron otras cosas. Por el contrario el pánico
sacudía a los espectadores hogareños, que auguraban una
represión global, un reinado imperioso del caos, ya que el
ataque se desarrollaba en el propio "riñon" propietario, sin
distinción de pelajes ni magnitudes. Salvo escaramuzas, force-
jeos y carreras nada sucedió.

Sin embargo todo sucedió ahí, con una simultaneidad abru-


madora aunque no pudo ser aprehendido, capturado, entendi-
do. Se quebraron los vínculos cotidianos, las ceremonias de
reconocimiento, los rituales del conocimiento de las mercan-
cías, los gestos cómplices, las anécdotas compartidas, la
confianza en el próximo, las preocupaciones por el estado de
salud y la salud del estado, las preguntas que ei "buen vecino"
dirige necesariamente a la gente de su entorno, etc. De ahí que
un merodeador ocasional de esos inmensos bolsones de mise-
ria dijera, "hay algo, uno olfatea el aire y hay algo. No es sólo
la pobreza, la falta de trabajo...", no sólo lo que podemos
concebir como antagónico de la riqueza (antagonismo que lleva
a valorar t o d o e n t é r m i n o s de envidia, o sea: psico-
logísticamente), encarnada en los ricos, o de una carencia de
empleo que lleva a la búsqueda d e otros hasta que las
posibilidades se agoten, pues "esa gente se hacía matar con
tal de llevarse un kilo de carne o un par de zapatillas".

Esto era lo inconcebible, vehiculizado por las misteriosas e


intensas realidades del "hambre", el "silencio", la "bronca",
complejos regímenes de afectación —por mencionar algunos—
situados más allá de toda representación, y a que podemos
tener representaciones de los alimentos, emociones o el habla,
pero jamás de los estados citados arriba. Y por eso se los
debió apartar de la memoria, la "estimación de los actos" o las
"sanciones previstas", puesto que esas instancias vinculantes
constituían una innovación de lo siniestro, una nueva desazón,
un retorno de lo desvinculado que intentaba ser definitiva e
ilusoriamente erradicado 30 , igual que el hambre, en lugar de
aprender política, social y psicológicamente lo que significaban
sus crujidos. Después aparecieron y se evaporaron los "bonos
solidarios", las promesas solidarias, las propuestas societarias,
los envíos alimentarios desde otros países, y demás epopeyas
tardías para el otrora glorioso "granero del mundo".

Hasta aquí llega lo que buscaba desgranar respecto a la


desvinculación, su importancia para apreciar ios procesos
sociogrupales y para el pensamiento mismo sobre la grupalidad.
Para terminar desearía abrir un interrogante, que está
sugerido en diversos momentos del trabajo, ¿en la actualidad
describimos exactamente el mismo universo grupal, institucional,
sociable, sus composiciones, dispositivos, finalidades, etc., que
el psicoanálisis — e n la mayoría de sus tendencias— sosten-
dría hasta hoy? De sus interminables respuestas depende que
el siglo veintiuno no encuentre, a ese provocativo "saber del
inconciente", sometido a una "idea rectora", convertido en un

^ A u n q u e el 8 de febrero de 1992, dos años después de aquellos aconteci-


mientos, ha vuelto a surgir el pillaje y robo de los supermercados, esta vez —
derrumbe del muro de Berlín por medio— no hay "activistas" ni "agitadores de
izquierda", sino "presuntos instigadores" que serían conocidos e n la zona como
"el gordo Bombo" y "el Patón". La política adquiere, ahora, las características de
las personéis, tal como lo prescribe la lógica neoliberal de mercado y su
correspondiente neomalfthusianismo.
"pobre Cristo", o asfixiado en una abrumadora tentación buro-
crática. Recordemos que la promesa de activar la "peste", esa
ética micro-biana que Freud dijo portar a Norteamérica, todavía
no se ha cumplido. *
CON-VERSAGIONES
La intertextualictad del psicoanálisis
Gregorio F. Barembiitt

Para abordar brevemente ia problemática que nos plantea-


mos, procederé de la siguiente manera: en primer lugar procu-
raré definir lo que entiendo por texto, para, a continuación,
explicar lo que considero como inter-textualidad. Luego haré
algunas puntualizaciones acerca de los diversos sentidos en
que puede pensarse la estratología y la diagramática de un
t e x t o . De i n m e d i a t o i n t e n t a r é d e s a r r o l l a r unos p o c o s
interrogantes sobre la obra psicoanalítica entendida como un
texto y acerca de su supuesta inter-textualidad, para concluir
tratando de caracterizar qué requisitos deberíamos exigir de
una real inter-textualidad psicoanalítica.

"La noción de texto no se sitúa en el mismo plano que la de


la frase (o la proposición, el sintagma, etc.); en este sentido el
texto debe distinguirse del parágrafo, unidad tipográfica de
varias frases. El texto puede coincidir con una frase o con un
libro entero; se define por su autonomía y por su clausura
(aunque, en otro sentido, algunos textos no sean "cerrados");
constituye un sistema que no debe identificarse con el sistema
lingüístico, sino relacionado con él; se trata de una relación a
la vez de contigüidad y de semejanza. En términos de Hjemley,
el texto es un sistema connotativo, y a que es segundo con
respecto a otro sistema de significación" 1 . A esto se agrega
que, cuando se trata de semanálisis de un texto, a los aspectos
propiamente verbales, sintácticos y semánticos deben sumarse

1 "Diccionario de Ciencias del Lenguaje". Ducrot y Teodorov. Ed. Siglo XXI.

Buenos Aires. 1974. Pág. 337.


los retóricos, narrativos y temáticos así como, dependiendo de
la orientación, los lógicos y estilísticos 2 .
Desde luego pueden enfocarse vertientes referidas ai punto
de visión (es decir de la relación existente entre el narrador y
el universo representado), o al vínculo entre el narrador con el
lector, su posieiórr en el contexto d e enunciación, su identidad,
su distancia, su presencia y su ciencia (o sea el grado de
conocimiento previo que posee sobre los acontecimientos que
narra) 3 .

Es fundamental, como veremos más adelante, atender a lo


que se denomina situación del texto. Esta puede ser caracte-
rizada como las inmediaciones estrictamente lingüísticas de un
sema, o sea los elementos del mismo orden que lo preceden
o lo siguen en el interior de un enunciado (sintagma), o bien
como el conjunto de circunstancias en medio de las cuales se
desarrolla un acto de enunciación. Pienso que es apenas
cuando esas circunstancias constituyen otros textos que debe
reservarse para los mismos el nombre de contextos, expresión
ésta a menudo usada de forma incorrecta por quienes, carentes
de teoría para abodar la materialidad compleja de una situa-
ción, la literalizan.

Para la adecuada circunscripción del objeto-texto y la eva-


luación de su originalidad ha sido importante la contribución de
J. Derrida. Este autor d e n u n c i ó el f o n o c e n t r i s m o y el
logocentrismo que afectan a la lingüística y también, podemos
agregar, a ciertas psicologías y al psicoanálisis. Derrida ha
producido el concepto de una archiescritura ("grama" o "dife-
rencia") que es lógicamente anterior a la escritura fonética y
que fundamenta la posibilidad de la lengua misma. Es en
función de este descubrimiento que el investigador francés

2 "Qccionario de Ciencias del Lenguaje". Ducrot y Teodorov. Ed. Siglo XXI.


Buenos Aires. 1974. Págs. 337 y 338.
3 "Diccionario de Ciencias del Lenguaje". Ducrot y Teodorov. Ed. Siglo XXI.
Buenos Aires. 1974. Págs. 369 y sig.
propone la desconstrucción del pensamiento occidental fonó-
logo-céntrico (incluido el científico), y de todos sus supuestos!
Los estudiosos que se agruparon en la Revista Tel QueI (R.
Barthes, P. H. Sollers, J. Kristeva y el mismo Derrida), han
entendido el texto como productividad, por oposición a todo uso
comunicativo, representativo y expresivo (es decir, reproductivo
e instrumental) del lenguaje.
La productividad es el proceso por el cual el texto hace de
la lengua un trabajo por el que las significaciones germinan en
el espesor de la lengua. Esta generatividad (que no debe
confundirse con la chomskiana) se denomina significancia. La
significancia no está sometida a ningún centro regulador del
sentido; es un juego plural e ilimitado de las unidades textuales
llamadas "diferencias significantes", o de reemplazo de las
frases por "complejos significantes". Este juego suplanta las
leyes de la gramática, sintaxis y semántica y las substituye por
un orden cuyas partes interdependientes "se imponen sucesi-
vamente en diferentes condiciones de empleo" e n una red de
conexiones múltiples y jerarquía variable. El texto es una red
paragramática en que cada elemento funciona "como marca
dinámica, como grama móvil que, más que expresar un senti-
do, lo hace".
El geno-texto es el engendramiento y la significancia misma
que se estructura y fenomenaliza en una especie de resto que
es el feno-texto.
En este abordaje no interesa la estructura del sujeto
fenoménico del feno-texto ni la de otros que presuntivamente lo
sub-yacen; a medida que se entra en el semanálisis de la
significancia, que investiga un más allá de lo representable o
"significantizable", el sujeto se pulveriza y se transforma en
"sujeto e n proceso". Lo mismo acontece con el objeto, catego-
ría irrelevante en este enfoque.

" " D e la Gramatología". J. Derrida. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires. 1971. Caps.
1 ? y a
Por todo lo dicho, el texto, que no es una unidad cerrada ni
siquiera sobre su propio trabajo, es trabajado por otros textos.
"Todo texto es absorción y transformación de una multiplicidad
de otros textos, atravesado por el suplemento sin reservas y la
oposición superada de la inter-textualidad" 5 .

Se puede postular una especie de índice de permeabilidad


inter-textualidad de cada texto o, por el contrario, un coeficiente
de resistencia a la penetración heterotextual. Según me pare-
ce, la permeabilidad textual es un indicador de potencia
generativa de un tipo de efectos que denominaré 1NVENC1AS.
Las invencias son destellos puntuales de peso estético y, por
eso mismo también de gran fuerza cognoscitiva y política.
Véanse, por ejemplo, los textos de Artaud, Beckett, Joyce,
Kafka, Proust, Lautremont, etc.

Por su parte Foucault, refiriéndose al dircurso, detecta


sistemas de exclusión que pueden venir de su interior o de su
exterior. Estos sistemas de exclusión son los que aseguran el
poder de un texto, para cuya vigencia es preciso controlar
t o d a s las f o r m a s p o s i b l e s e n que el acaso, u o t r a s
heterogeneidades, pueden irrumpir en el orden que el texto
impone o se impone. Yo diría que el caso extremo de esta
naturaleza es el del discurso-texto de la especificidad discipli-
naria.

Los sistemas del exterior son: la palabra prohibida, la


separación de la locura y la voluntad de verdad; los procedi-
mientos internos son: el comentario, el autor y la calificación d e
los que hablan. Obviamente estas nociones pueden aplicarse
también a los textos y a sus lectores. Foucault se interroga:
"¿Qué es la escritura si no un sistema... de sumisión?' 6 .

5 "Introducto a Semánálise". J. Kristeva. Ed. perspectiva. Sao Paulo. 1974.

Págs. 7 y 125.
S " B orden del discurso". M. Foucault Tusquets Ed. Barcelona. 1978. Págs.

37 y 38.
Desde un ángulo complementario y más radical que el" d é
Foucault, Deleuze y Guattari afirman "Un libro no tiene sujetó
ni objeto, está hecho de materias diversamente formadas, de
fechas y velocidades muy diferentes¿desde el momento en que
se atribuye el libro a un sujeto, se descuide el trabajo de las
materias y de la exterioridad de sus relaciones. Se fabrica un
Dios para explicar los movimientos geológicos. En un libro,
como en todas las cosas, hay líneas de articulación o de
segmentariedad, estratos, territorialidades; pero también líneas
d e f u g a , m o v i m i e n t o s de d e s t e r r i t o r i a l i z a c i ó n y d e
desestratificación. Las velocidades comparadas de circulación
de flujos, siguiendo estas líneas, entrañan fenómenos de
retraso relativo, de viscosidad o, al contrario, fenómenos de
precipitación y de ruptura... Todo esto, las líneas y las veloci-
dades medibles, constituye una composición maquínica. Un
libro es una tal composición, y como tal, inatribuíble. Es una
multiplicidad —aunque todavía no se sabe lo que lo múltiple
implica cuando deja de ser atribuido—, es decir, cuando se lo
eleva a la categoría de sustantivo. Una composición maquínica
se dirige hacia los estratos que la forman, sin duda una especie
de organismo, o bien una totalidad significante, o bien una
determinación atribuíble a un sujeto, pero no menos a un
cuerpo sin órganos que no cesa de deshacer el organismo, de
hacer pasar y circular partículas a-significantes, intensidades
puras, y de atribuirse a los sujetos a los que solo deja u n
nombre como traza de una intensidad. ¿Cuál es el cuerpo sin
órganos de un libro? Hay varios; según la naturaleza de las
líneas consideradas, según su contenido o su densidad propia,
según su posibilidad de convergencia en un "plano de .consis-
tencia" que asegure la selección. A c á y allá, lo esencial son las
unidades de medida; cuantificar la escritura. No hay diferencias
entre aquello de lo que un libro habla y la manera como está
hecho. Así pues, un libro no tiene objeto.

En tanto que composición él mismo está solo en conexión


con otras composiciones, en relación con otros cuerpos sin
órganos. Nunca se preguntará lo que quiere decir un libro, solo
se preguntará con qué funciona, con qué conexiones hace o no
pasar intensidades y metamorfosea la suya, con qué cuerpo
sin órganos hace converger el suyo. Un iibro solo existe por lo
exterior y en io exterior. Así un libro, siendo él mismo una
pequeña máquina: en qué relación, a su vez mesurable, se
encuentra esta máquina literaria con una máquina de guerra,
una máquina de amor, una máquina revolucionaria, etc. — ¿ y
con una máquina abstracta que los arrastre?—" 7 .

Y*bien; habiendo repasado demasiado sintéticamente estas


ideas, y siguiendo a Deleuze cuando dice que filosofar no es
dar respuestas sino formular y reformular problemas inéditos,
permítaseme enunciar los siguientes interrogantes que preten-
den multiplicar una pregunta implícita:
a) Siendo inevitable admitir que los escritos psicoanaiíticos
atraviesan y son atravesados por obras literarias, científicas y
filosóficas durante los últimos noventa años, ¿Cuál es el
balance que puede hacerse de esas mutuas interpretaciones?
¿Se trata de un imperialismo, de un potalch o de un rizoma?
Si el funcionamiento del texto analítico apunta prevalentemente
a la producción de conocimientos: ¿cuál ha sido su papel en la
promoción, en la represión o en la trans-valoración de valores
tales como la verdad, la belleza, la justicia, el poder y la
potencia?

b) Parece evidente, según los autores citados, que la


interinfluencia de los textos no se reduce a la intertextualidad
en un sentido estricto, sino que comprende como mínimo
efectos y retroacciones sociales, políticas y económicas. U n
ejemplo serían esos estratos que Foucault denomina visibilida-
des y decibilidades que se relacionan con diagramas de fuer-
zas históricas. Estratos y diagramas, a su vez, son receptores
de las fuerzas indeterminadas y las materias no formadas de
"afuera", espacio infinito del "caos" y de las virtualidades aún no
actualizadas. En base a esta conceptualización cabe pregun-
tarse: ¿Qué es lo que los textos psicoanalíticos han hecho
visible y enunciable como efecto de líneas de fuga y de
desterritorializaciones y de INVENCÍAS en la Modernidad y en
la Post-Modernidad? ¿Qué es lo que han impedido ver y
manifestar? ¿Cuáles son las fuerzas con que los textos
psicoanalíticos se han agenciado, particularmente con qué
fuerzas de los propios movimientos y organizaciones psicoa-
nalíticos? ¿Con cuáles voluntades de potencia los textos se
han sinergizado o, por el contrario, con qué fyerzas reactivas
han formado equipamientos de poder?

c) ¿Cómo funcionan en los textos psicoanalíticos los siste-


mas internos y externos en cuanto mecanismos de control de
sus desvíos y de sometimiento del lector, y qué iíneas de fuga
del Deseo y de la Producción los escritos psicoanalíticos han
propiciado? ¿Cuánto hay de originalidad y cuánto de redundan-
cía y de obsecuencia en la bibliografía psicoanalítica contem-
poránea?

d) En el punto a) preguntaba: ¿Cuál es el balance que


puede hacerse de estas mutuas interpenetraciones? ¿Se trata
de un imperialismo, de un potlach o de un rizoma? Es evidente
que una respuesta, siempre provisoria, a tal interrogante,
debería ser el producto de un extenso examen de la literatura
psicoanalítica, investigación ésta que no puedo hacer aquí y
que seguramente sería el resultado de una tarea colectiva. Sin
embargo, puedo intentar apuntar tendencias o corrientes noto-
rias a esta respecto que me parecen dominantes en el pano-
rama psicoanalítico actual.

Considero que la operación epistemológica de importación y


redefinición de términos teóricos que el psicoanálisis,como toda
otra disciplina, practica para su fundación y refundaciones no
configura un caso de inter-textualidad. Se trata de empréstitos
pasan a engrosar el corpus disciplinar específico en cuestión.

De igual manera, pienso que los ejercicios denominados d e


"psicoanálisis aplicado", en los que se ejerce la interpretación
psicoanalítica sobre diversos "materiales", textuales o no, tam-
poco pueden ser entendidos como reales ¡nter-textos. Esos
ensayos son clasificables como experimentos metodológicos
formal-concretos, no-técnicos o no-clínicos. Sus productos,
aunque a menudo son reduccionisrnos arbitrarios e
inconvincentes, no necesariamente constituyen pruebas de un
imperialismo psicoanalítico, pero es imposible estimarlo como
expresiones de inter-textualidad, en particular porque invaria-
blemente es difícil reconocer qué fue lo que acrecentó la
producción singular del texto abordado o a su inteligencia.

Lo mismo ocurre con la vulgata psicoanalítica que satura los


medios masivos de comunicación radiofónicos, impresos o
televisivos. De ésta puede rotundamente afirmarse, como dice
R. Castel, que son flagrantes pruebas de expansionismo
proselitista o mercadológico y e n absoluto ejemplos de inter-
textualidad.

Por último, cabe sostener que, si se es coherente con los


postulados del estructuralismo psicoanalítico e n auge, no se
vislumbra aún cómo sería ia supuesta inter-disciplinariedad...
que involucre una auténtica contribución psicoanalítica. Todo lo
que se acostumbra a ver son "puntuaciones", hechas a partir
de la parafernalia psicoanalítica, sobre todo discurso-otro, con
las que se pretende dar cuenta de la "posición del sujeto del
inconciente" en cualquier relato. Eso se acompaña general-
mente con una recusa de admitir la recíproca, es decir los
señalamientos hechos desde otras disciplinas, acerca de la
incidencia de determinaciones heterólogas en el discurso
psicoanalítico. Tales tentativas son descalificadas con un cómi-
co juicio sumario que sintetiza el etnocentrismo psicoanalítico y
que se manifiesta en la frase: "Eso no es análisis". El discurso
lacaniano, por su parte, que presuntivamente se presta para
"ser hablado por la verdad", y no a tomarla como referente, ni
a oírla de indagadores heterólogos, ha dado lugar a un "estilo"
de dudosa cualidad estética, pero no a un género nuevo de
originalidad intertextual expresiva. '

En suma: la inter-textualidad en psicoanálisis (decir su inter-


textualidad sería paradoja!), o aún no ha sido reconocida
(véase, por ejemplo los "psicoanálisis en acto" de Henry Miller
o D. H. Lawrence, o bien el análisis institucional o el
esquizoanálisis) o hay que inventarla. Me parece que estos
cuestionamientos llevan implícita por lo menos yna consecuen-
cia: es obvio que preguntando de esta manera será imposible
crear la ficción de una escritura sagrada y enigmática que,
sorprendentemente, acaba siendo unívoca y dogmática porque
se corresponde con una lectura devota y mimética. Eso sucede
porque parte del axioma de que es auto-suficiente. En psicoa-
nálisis la inter-textualidad implica la exigencia de lo nuevo y
promete una cierta garantía contra el gnosocentrismo de la
especificidad y el imperialismo corporativista.
Entrevista a Angel Fiasché

L G.: ¿Cómo se definiría Angel Fiasché, siempre y cuando


a una práctica tan compleja y relevante como la que ha venido
desarrollando le quepa una suerte de definición?

A. F.: No creo poder definirme a mí mismo sino más bien


intentar darle notas que sean una buena apertura al conoci-
miento de por qué pienso como pienso y por qué mi inclusión
en ei campo de mi quehacer profesional tuvo las características
tan estrechamente relacionadas — e n el universo del Psicoaná-
lisis y de la Salud Mental en general— con el abordaje de la
temática de "lo complejo", tanto en la acción como en la
reflexión. —

La ecuación Psicoanálisis y contexto, Salud Mental y Proce-


so Institucional, Patología Social y sus correlatos, Patología del
triunfalismo y el elitismo, ética y psicoanálisis, fueron y siguen
siendo cada vez más una fuente de motivación dominante,
tanto en el período d e formación y aprendizaje, como en el
desarrollo a posteriori de mi labor académica y profesional.

Tuve la suerte de enriquecerme gracias a dos fuentes


generadoras de sabiduría y creatividad, como lo fueron Enrique
Pichón Riviere, de quien recibí el esquema estructural de mi
modalidad de sentir y d e pensar clínicamente. La experiencia
vivida con este gran Maestro en el diván alimentó mi mundo
interior y desarmó los restos dogmáticos que, de una u otra
manera, se arraigan más allá de lo que uno quisiera, en el
v a e n mi desarrollo y crecimiento intelectual, con anterioridad,
en los albores de mi juventud, fue el Dr. Armando Asti Vera,
filósofo y eminente epistemólogo, fallecido por desgracia pre-
m a t u r a m e n t e . C o n él a p r e n d í a p e n s a r o r d e n a d a y
metodológicamente. Las largas horas de café y las tertulias en
la Librería Corcel, que frecuentábamos diariamente con este
maestro y un grupo de amigos, asociados a los mismos
intereses de enriquecimiento colectivo, marcaron definitivamen-
te mi orientación humanística.
Este aprendizaje —que llamaría "por osmosis"— se acopló
posteriormente a mi formación psicoanalítica y con la Psiquia-
tría Institucional al conocer la Comunidad Terapéutica de
Maxweil Jones, en Escocia, que me permitió comprender que
en el campo de la salud mental la lucha por impedir la
degradación de la "persona" en cualquier nivel y espectro
institucional no se agotaba simplemente con la expresión de
deseos sino que exigía un compromiso político que no admitía
divorcio de ninguna índole.
Texto y contexto pasaron a ser un set unitario indisoluble en
la manera de pensar, de sentir, de operar, de funcionar y de
mostrar. Cuando esta unión se realiza, lo social pasa a ser un
elemento indispensable para todo aquel, preocupado por la
temática d e la ética y del psicoanálisis. Todo esto m e llevó a
formar parte del grupo de iniciación del movimiento de la
"Antipsiquiatría", junto a Laing, Cooper, Basaglia, identificados
precisamente con la misma problemática. Estábamos en la
misma búsqueda y por este motivo generamos una unión de
compromiso en cada una de las geografías e n las q u e funcio-
nábamos profesionalmente: Basaglia en Gorizia, en su intento
de terminar con la psiquiatría asilar italiana; Laing y Cooper en
s u proyecto del "Philadelfia Co.", con la creación del Kingsley
Hall, y yo con mi trabajo de "Extramuros" e n Nueva York.

Esta síntesis condensada y resumida d e mi labor profesio-


nal, finalmente puede llegar a definirme, quizás, como un
trabajador inquieto en su quehacer.
(

L. G.: ¿Cree que existen nuevas producciones de subjetivi-


dades a partir de! tan promocionado Jin de la historia", de la
"clausura de las ideologías", ¡a caída del muro de Berlín, el
reinado de las monarquías liberalñs constitucionales que go-
biernan América latina, la realidad y la política convertidas en
espectáculos, y otros acontecimientos que marcan nuestra
cotidianeidad? ¿Podría darnos las características más destaca-
das de esas~producciones de subjetividades?

A. F.: Los Medios de Comunicación Social, cada vez funcio-


nan más incitando a una producción de subjetividades _que no
contribuye mayormente al desarrollo de la investigación social
de la ciencia psicoanalítica, menos aún a la clínica psicoanalítica,
expresión y compromiso primario implícito en la fuente
motivacional del creador del psicoanálisis. ^

El pretendido renacentismo filosófico, cuya incursión desde


la arquitectura al psicoanálisis, pasando por la política, etc.,
hasta ahora no ha contribuido más que a confundir con s u
intento de totalización del fenómeno social, cuyo protagonista
esencial es el Hombre (con mayúscula), inserto en una proble-
mática que nace con la historia y tiene asegurada su continui-
dad gracias a la organización intrapsíquica de ese único
"animal" que registra pasado, presente y futuro.

La continuidad histórica e n el Hombre, y por ende, en el


contexto en que se desarrolla en el marco de referencia social,
que ha ido transformando incesantemente, asegura la continui-
dad del mundo social. Las vicisitudes que le t o c a vivir en cada
momento de la Historia, no son ajenas a la producción que su
estructura depredadora y reparatoria le demanda. El Hombre
destruye y construye permanentemente, y esta contradicción
dialéctica, tan bien marcada por Winnicott, cuando define esta
lucha interna constante entre lo individual y lo social, hace que
la "tranformación" lo acompañe en el curso de toda la vida y en
s u ensamble generacional.
Para poder comprender todos estos acontecimientos políti-
cos que nos toca vivir, como lo que se ha dado en llamar "la
caída del muro de Berlín" — jerga promocionada en el juego de
poder por ei imperialismo dominante en nuestro presente — se
hace necesario un análisis —si lo queremos enfocar con el
instrumento psicoanalítico— de la condición perverso polimorfa
que forma parte del desarrollo de la neurosis infantil, brillante-
mente estudiada por Melanie Klein y sus continuadores, y que
sin duda son el basamento esencial teórico-clínico. Pretende-
mos pues incluir el armado de un diseño teórico especulativo
enriquecedor desde la psicología y el psicoanálisis, en contra-
posición a las especulaciones neofilosóficas nistchenianas, tan
en boga en el círculo intelectual de nuestro tiempo.

El vector directriz de un sinnúmero de desencadenantes


que nos viene acompañando desde el 60 en adelante, más
precisamente desde la guerra de Vietnam, el nacimiento de un
"cuasi mundo" hippy —ni mundo ni submundo— la populariza-
ción y difusión de las drogas de todo tipo, en todos los estratos
sociales, la legitimización de la homosexualidad como libre
elección existencia!, etc., son ejemplos fehacientes de estas
nuevas producciones de subjetividades, cuyo único beneficiario
final es el mundo explotador de estas economías liberales,
capaz de pagar sumas millonarias a Nixon, después de ser
condenado y expulsado como impostor fraudulento de la pre-
sidencia de U.S.A., por la publicación de este affaire
delincuencial.

O peor aún: el ensalzamiento de! criminoso y sanguinario


dictador chileno Pinochet, promovido a salvador de su país y
ejemplo mundial como gobernante ordenador de la economía
de un pueblo, condenando a la miseria a la inmensa mayoría
del pueblo chileno.

Ejemplos de la caída del muro de Berlín tenemos muchos


en nuestra latinoamérica: la caída de un gobierno constitucional
y el advenimiento del proceso militar en la Argentina, por
ejemplo. Posteriormente, una producción subjetiva introducida
por el asesoramiento del grupo psiquiátrico y psicoanalítico que
apoyó al presidente Alfonsín, que lo liberó de la responsabilidad
de hacer justicia como único camino Separatorio al ignominioso
genocidio que padeció nuestro pueblo y que, con el "invento
Stanley Millgram, made in U.S.A.", o en términos más concre-
tos, el principio de la "obediencia debida", sugerido y aportado
por esos asesores, echó por tierra definitivamente la posibilidad
de ejecución del castigo a los culpables.

Han sido muchas y de muy variada índole las producciones


subjetivas que se gestaron en los últimos 30 años, en todas las
áreas: la sociología, la política, la economía, la psicología, la
arquitectura, el arte, la música. -Y también el psicoanálisis. A
todas las acompaña el deseo del proceso de cambio de "algo".
Algunas se gestan espontáneamente, otras se fabrican en el
"laboratorio del stablishmenf. Algunas se acompañan de pro-
pósitos y reivindicaciones justas; otras tratan de adormecer la
organización del pensamiento, como intento de frenar y poster-
gar e! acceso a áreas de descubrimiento de la problemática del
ser. Cuánto de la producción de estas subjetividades incrementa
la acción y reduce la reflexión o viceversa, es un tema que
merece la atención de los investigadores, en todos los sectores
científicos y artísticos, con una mira de un alto grado de
responsabilidad, capaz de no dejarse arrastrar por el mundo de
la tecnología.

En nuestra disciplina, uno de ios ejemplos más interesantes


es lo sucedido con el tema de la homosexualidad. S u inclusión
en la psicopatología como entidad clínica fue modificada como
consecuencia de las presiones del grupo homosexual insti-
tucionalizado. A principios de 1970, fui testigo de un hecho
anecdótico interesante: estábamos en el Congreso Anual de la
Asociación Psiquiátrica Americana en San Francisco, USA,
cuando, durante el acto inaugural, irrumpe violentamente en el
recinto un grupo numeroso de homosexuales —numeroso por
^ j p r t n pnrgnp las 2/3 partes de esta comunidad es homo-
léxual que se descarga agresivamente contra los q u e presi-
dían este evento, reclamando su derecho a no ser considera-
dos enfermos. Así consiguieron que la actual organización
diagnóstica norteamericana, en el área de salud mental, exclu-
yera la homosexualidad egosintónica como patología y que
incorporara la distonía como conflicto propio de la ambivalencia.
El D.S.M.3, cuya influencia mundial en el campo del diag-
nóstico y la propuesta terapéutica, tiene la misma intensidad de
fuerza que un MacDonald o Coca-Cola ha obtenido respuesta
favorable en el conciiio internacional, para que tal diagnóstico
tenga validez en el mundo de Occidente, otorgándole carácter
científico aunque carezca de los fundamentos básicos que lo
avalen.

El "fin de la historia" de la patología homosexual ha oscu-


recido y despojado a la comunidad homosexual —contraria-
mente a la actual aparente "liberación"—, les ha despojado,
digo, de los logros obtenidos en el campo de la discriminación
social, gracias al esfuerzo político realizado por éstos en haras
de resolver una marginación injusta e intolerable, que les
impedía el ejercitar el derecho de participación en un amplio
espectro del mundo laboral. Lo que debió ser en una primera
etapa la búsqueda de los instrumentos operativos para resolver
la patología de la sociedad, intolerante para convivir con
estructuras problematizadas, sin atacarlos o discriminarlos,
encontró la falsa solución en el "fin de la historia" de la
patología homosexual. La conversión de una transformación e n
un final, en el cierre de un capítulo que aún no ha podido ser
investigado lo suficiente, ni en el campo de la biología, ni en el
del psicoanálisis.

Se podría pensar que cuando las metas de la investigación


son arduas y no se vislumbra el éxito inmediato, en una
sociedad como ésta en las que nos toca vivir, cuyo único
premio a la labor emana de la sociedad económica con su
estímulo al consumo, entonces la búsqueda de argumento^ y
pseudosoluciones fundamentalistas son suficientes para llenar
el vacío que provoca la ignorancia.
Las pruebas y contrapruebas qug demanda el conocimiento
del objeto no se agotan, sino que por él contrario aseguran la
continuidad histórica. El sentimiento de ambivalencia y la capa-
cidad disociativa del yo aseguran que la dinámica de la
polarización acompañe al fenómeno histórico permanentemen-
te, contribuyan a su transformación en todas las áreas de la
ciencia y la tecnología y organicen y reorganicen las ideologías
insertas en cada proyecto.

Así como no hay conocimiento científico que no sea produc-


to de la investigación, tampoco lo hay sin su acompañante
ideológico. La satisfacción individual — o como diría Kohut—,
narcisista cohesiva, es el "Descubrimiento", fruto de la motiva-
ción y la capacidad epistemefílica que acompaña al hombre. La
ideología es la inclusión afectiva del objeto en la participación
de los beneficios del descubrimiento.
La capacidad de satisfacción del self no se divorcia, en
ninguna circunstancia, del objeto.

L.G. ¿Estima que esas formaciones subjetivas proceden de


distintas vías o sólo obedecen a la que se tendió desde la
concepción más tradicional del psicoanálisis, es decir, la vía
edípica?
A.F. El conflicto edípico — q u e me inclino más a llamarlo
"proceso edípico"— es una configuración matricial del campo
del "Descubrimiento". Con esta, y en esta, relación triangular,
se originan las bases que permiten poner en marcha el engra-
naje epistemofílico. Todas las herramientas afectivas que van
a formar parte de las construcciones mentales se van forjando
paulatinamente a través de las viscisitudes que la particularidad
d e este triángulo genera. Pueden ser factor de inhibición o
estímulo de aprendizaje; pueden fortalecer o dañar los compo-
nentes básicos que participan en esta experiencia de búsqueda
de conocimiento como consecuencia natural de una carencia o
exceso de intensidad del sentimiento de ambivalencia, de la
capacidad de dudar, de interés y amor al objeto a través de
esta dinámica triangular, crecen y se desarrollan estas capaci-
dades. Los fracasos de esta complejidad presente e n la rela-
ción edípica a veces tienen consecuencias negativas. Quizás
una de las más importante sea el regreso a la omnipotencia
infantil, que recurre al íundamentaüsmo como salida para no
quedar a merced del empobrecimiento afectivo. Es así como
surgen los esquemas cerrados, que píegonan "la verdad", por
no poder emprender la búsqueda que el ansia por descubrir
activa.
Uno de los ejemplos más ciaros de esta organización
fundamentalista es la hipertrofia del crecimiento de produccio-
nes subjetivas que transforman los fundamentos en dogma
religioso. Todo lo que se siente vale: esto forma parte de
muchas de estas producciones, que no demandan validación y
convalidación, precisamente porque no se siente, porque no
incluye ai objeto en sus sentimientos y reacciones. No está
presente el valor del sentir de uno sin la inclusión del valer y
sentir del otro.

En lo referente al psicoanálisis, incluyendo todo su espectro,


han crecido las producciones subjetivas como hongos. Bien se
preguntaba cómo era posible la profusión de tantos escritos
sobre psicología. ¿Tanto y tan aceleradamente se investiga, se
crea, se produce? ¿Lo impone la economía, que dictamina así
su consumo masivo?

Esto nos permite meditar respecto a la inclusión de las


ciencias humanísticas en el mercado, organizado por el esque-
ma capitalista en contraposición al mundo socialista. Antes se
producía lo que se descubría, o lo que se generaba a través de
una búsqueda vinculada al descubrimiento, que pasaba a ser
lo nuevo. En la actualidad, la producción se moviliza a través
de lo que el "mercado" demanda. Si no es vendible, no tiene
valor.

Esta reafirmación de la importancia de la encrucijada edípica,


como viscisitud inevitable en el proceso de maduración, donde
ciertas capacidades son dependientes exclusivamente de esta
resolución —tal la capacidad de renunciamiento o de posponer
gratificaciones y, más específicamente, la identificación sexual,
no aseguran ni confirman la especulación de lo edípico como
"única vía de las diversas formaciones subjetivas. Podrá serlo
para el dogma psicoanalítico pero no así para la. ciencia
psicoanalítica.
Por otro lado, negar la importancia del Complejo de Edipo
también es caer en el juego del consumo bibliográfico, constan-
temente a la espera de nuevas producciones, más allá de la
seriedad científica que las avale. Así nace el anti-Edipo, el
"falo" y un sinnúmero de producciones teóricas que hasta el
presente no han demostrado su posibilidad de inserción en la
integración que la teoría de la clínica debe confrontar a través
de la evaluación de los resultados clínicos lo suficientemente
ponderados, con el rigor que la metodología de investigación
exige. El complejo de Edipo no es sólo una metáfora utilizada
como figura retórica. Es precisamente una construcción
metafórica, producto de la lucidez intelectual de un investigador
creativo de la talla de Freud, gracias al cual se pudo ingresar
al área del desarrollo emocional del niño, e n toda su dimensión
y profundidad.
El uso inadecuado de muchos de estos conceptos pertene-
cientes al cuerpo teórico del psicoanálisis es lo que ha llevado
con justicia a Bunge a descalificar la práctica psicoanalítica
aunque sin tomar en consideración, desafortunadamente, que
dichas críticas tienen solo validez parcial. El entremezclado de
la Ciencia psicoanalítica —especialmente desde el 50 en ade-
lante— con especulaciones seudocientíficas no verificables ha
pervertido la producción científica y la práctica psicoanalítica
convertidas en "tierra de nadie".
Pero no sólo el abuso desmesurado de conceptos, como el
Complejo de Edipo, ha generado distorsiones invalidantes. La
enumeración de parámetros utilizados, en los criterios de salud
y enfermedad, para atraer clientes y no precisamente con
castigar la patología de los pacientes, son casi interminables.
Es una corriente continua que crece, en la medida en que el
número de profesionales aumenta y las propuestas de origen,
tan vinculadas al área de la investigación, se han ido borrando
para entrar en un camino peligroso del oscurantismo de una
práctica pseudo científica, con carácter cada vez más
fundamentalista.

Las formaciones subjetivas que se fueron gestando a lo


largo de estos años tienen una relación directa con la promo-
ción que la filosofía consumista, sin proyecto, ha generado a
través de la maquinaria publicitaria, y la demanda de produc-
ción literaria y periodística, la psicología, en todo su espectro
se h a introducido en los espacios más inimaginables.
Un simple análisis histórico del proceso institucional del
psicoanálisis y posteriormente de otras corrientes psicológicas,
evidencia transformaciones siempre estrechamente vinculadas
a los i n t e r e s e s e c o n ó m i c o s , t a n t o i n d i v i d u a l e s c o m o
institucionales.
Si nos trasladamos a la historia psicoanalítica neoyorkina,
por ejemplo descubriremos que el marco institucional que
conglomeró al recurso humano formado psicoanalíticamente
alrededor de Freud y el dispuesto a seguir el mismo camino de
formación, sólo funcionó al servicio de intereses económicos y
de prestigio y poder social de unos pocos, más preocupados
por cerrarle las puertas al grupo de compañeros que emigraron
en una segunda etapa, que a incorporarlos para dar continui-
dad coherente a la tarea de investigación y entrenamiento e n
este setting del nuevo continente.

Así, Hartmann y Lowenstein que llegaron con anterioridad a


Fenichel, Schilder, Reich y Rappaport, impidieron que estos
últimos formaran parte de la-Asociación Psicoanalítica de N.
York. Lo que no exigieron para ellos mismos, el ser médico y
psiquiatra norteamericano para poder ingresar a esta Asocia-
ción, se lo exigieron a estos otros. Schilder, casado con-Loretta
Bender, neuróloga que había obtenido una buena posición en
el Bellvue Hosp. de N.Y., sólo pudo conseguir para su marido
una posición irrelevante y podríamos decir de compromiso. Es
así que, tempranamente, este eminente investigador y pionero
de la psiquiatría psicoanalítica, que tanto contribuyó en la
formación de los psicoanalistas nucleados alrededor de Pichón,
falleció en un inexplicable accidente al cruzar la calle para
ingresar al hospital ..Fenichel, otra expresión más que relevante
del conocimiento psicoanalítico, fallece también tempranamente,
recién pasados los cincuenta años como consecuencia de un
infarto, producto del esfuerzo desgastante que la tarea del
internado médico exigía, con dos y tres guardias semanales,
para llenar los requisitos que sus propios compañeros otrora le
impusieran. Rappaport que no era médico, también quedó
excluido de esa posibilidad. Así que debió ingeniárselas para
sobrevivir económicamente. Se dedicó a escribir trabajos clíni-
cos y teóricos requeridos a los graduados de la Asociación
Psic. de Nueva York, que se los exigía para ser aceptados
como miembros.

Theodoro Reich, psicoanalista de Angel Garma, en el Inst.


de Berlin, que como Rappaport, no era médico, vivió aislado
por un tiempo pero logró organizar una nueva institución
National Psychological Association For Psychoanalisis que ac-
tualmente tiene reconocimiento propio.

Estos ejemplos, cuya larga lista insumiría escribir un libro


anecdótico y no aseguraría su total agotamiento, son expresio-
nes útiles para introducirse en un tema poco estudiado e
indagado en toda su extensión, como es la influencia que las
diversas organizaciones institucionales desarrollan en su juego
de poder y terminan generando —quiérase o no— distorsiones
graves en el desarrollo científico de cualquier disciplina. Pero,
por otro lado han contribuido a generar divisiones que en este
juego institucional no sólo son positivas sino que recuperan la
fuerza necesaria para rectificar tales distorsiones y encauzar el
camino para la continuidad del carácter científico de la ciencia
psicoanalítica.
En ese sentido, así como algunas formaciones subjetivas
son producciones que encubren otros intereses, ya sean polí-
ticos, perpetuadores del poder institucional, o económicos,
tendientes a proteger la continuidad del status para poder
mantenerse en un sector privilegiado en la estratificación so-
cial, otras abren el camino y representan una apertura, ya sea
para ampliar el campo de abordaje o, en otras ocasiones,
corregir el rumbo distorsivo del quehacer profesional respecto
a las bases científicas que lo sustentan.
Tal el cisma de la Asociación Psicoanalítica Argentina
cuando se organizaron los dos grupos, Plataforma y Documen-
to, que rompieron con un elitismo deformante, gracias a la
comprensión de que los intereses económicos y de ciase social
habían alejado aún más de lo que y a estaba las requisitorias
ideológicas que limitan el uso del instrumento del trabajo
terapéutico, al excluir el campo de la pobreza y la miseria en
la Argentina para recibir los beneficios terapéuticos. Como
consecuencia de este cisma, la incorporación del marco de
referencia social, que forma parte de cada ser humano, pasó
a ser objeto incluido en la investigación y en los esquemas
terapéuticos.

L.G. : ¿Ud. piensa que procesos tan diversificados condicio-


nan los abordajes clínicos o juzga que esos caminos han sido
dejados de lado en tales abordajes?

A.F.: No cabe duda que todos estos procesos que a la


historia de las instituciones le toca vivir, condicionan un sinnú-
mero de fenómenos cuya repercusión en la sociedad tiene
características a veces beneficiosas y otras deformantes o
retardadoras de la propia evolución científica. El psicoanálisis
ha pasado, como otras disciplinas del saber, por etapas de
progreso y de retardo.

Del Psicoanálisis publicitado como camino terapéutico para


alcanzar el bienestar y la riqueza económica, como proyecto
del proceso terapéutico de la decada del '50 y parte del '60, al
psicoanálisis como instrumento para ampliar el mundo del
conocimiento interior, resolver fuentes generadoras de ansieda-
des infantiles o entender más acabadamente ¡a problemática
existencial del self, o hacerse cargo mediante la maduración y
el crecimiento de la capacidad del sentimiento ..de goce del yo
en el ejercicio de la responsabilidad, hay una distancia que sólo
puede comprenderse a través de la investigación del proceso
institucional.

En la década del '50, el psicoanálisis en la Argentina era


exclusivamente capitalino. El reducido número de especialistas,
que tenía asegurada su fuente de trabajo y su porvenir econó-
mico, y hasta diríamos de enriquecimiento, concentró el campo
de acción exclusivamente en el diván psicoanalítico. Las exi-
gencias rigurosas de formación, larga en el tiempo y costosa
por cierto, aseguraban un crecimiento vegetativo lento que no
generaba competencia. Asociado a esto, el ataque y descalifi-
cación de cualquier otra propuesta que no fuera el psicoanálisis
de diván con cuatro o cinco horas semanales, era de uso
corriente para todo miembro, diríamos militante institucional. La
institución era un ente de protección y seguridad económica
pero al mismo tiempo de amenaza constante y continua hacia
quienes intentaran la inclusión de nuevos aportes, que enfren-
taran, se opusieran o promovieran variables ajenas a la tecno-
logía impuesta por el Sistema. En un momento dado de esta
historia institucional, la técnica era primaria y la investigación
científica secundaria, aunque los popes que así lo imponían no
lo reconocieran bajo ningún punto de vista.

La estructura persecutoria de la institución funcionó como


retardante del progreso científico, represora de cualquier pro-
puesta nueva de abordaje clínico. Además, productora exclusi-
va de colegas asociados o miembros, que no conocían la
dialéctica del éxito y el fracaso en su quehacer profesional.
Todos eran éxitos, omnipotentemente deificados ya que la
extroversión del fracaso clínico era penada con la postergación,
a veces definitiva, de la inclusión institucional.
Esta experiencia, que pone en tela de juicio la validez clínica
de una parte importante de escritos clínicos, más producto de
escritorio que de la experiencia clínica de trabajo, acompañó al
psicoanálisis, desde los comienzos. Wilhelm Reich que fue
quien propuso que era más importante presentar los fracasos
clínicos para enriquecer al aprendizaje selló con su propuesta
su futura marginación de este grupo psicoanalítico inicial. Aun
hoy, el psicoanálisis no ha podido resolver en toda su extensión
este oscuro capítulo. Pero ei fenómeno macrosocial, en un
momento dado impone a las distintas estructuras microsociales,
como lo son las instituciones, aceptar el cambio que la socie-
dad necesita o de lo contrario entrar en un proceso agónico
irreversible. O elegir un sistema institucional cerrado, con una
nueva característica religiosa, ideológica y la mayoría de las
veces elitista nuevamente y ajena al desarrollo científico. Este
exige una apertura continua, en el campo humanístico, acom-
pañando al macrosistema y sus recursos humanos contenidos
en todas las viscisitudes del proceso de cambio.

Cuando esta condición se cumple, se condicionan nuevos


abordajes clínicos que se vinculen a las necesidades básicas
de quienes lo necesitan.

La clase Media, pauperizada económicamente en forma


continua y progresiva en estas colonias del Tercer Mundo, en
la cual estamos incluidos, única clase media mayoritaria de
toda Latinoamérica, que gozó del privilegio de una formación
política permanente, de una universidad estatal gratuita y
generalmente irrestricta, también gozaba del privilegio de par-
ticipación en los tratamientos y el conocimiento del psicoanálisis.
La inyección cultural del psicoanálisis en nuestro medio, fue un
factor importante para que las nuevas propuestas alternativas
tomaran cuerpo una clase media, que pese al empobrecimien-
to, no renunció a su estructura básica cultural, ha sido el motor
primario de tales abordajes, Cómo asistir, con la herramienta
psicoanalítica a una sociedad necesitada del aporte terapéuti-
co, sin los recursos económicos de un sector minoritario que lo
tiene a su alcance cuando así lo desee. Muchos de estos
nuevos abordajes clínicos que han nacido para llenar esta
necesidad han enriquecido la operación terapéutica.

Esta encrucijada ha servido de estímulo a investigadores


serios que, conciertes del proceso de transformación de la
sociedad, se han preocupado por elaborar de esta sociedad
nuevas alternativas para ampliar el universo asistencial. Esto
no excluye la envergadura de otras alternativas producto de la
necesidad de crecimiento de un mercado que posibilite la
incorporación en la rutina de trabajo a un plantel supernumera-
rio de profesionales en su puja de ubicación algunas veces, de
supervivencias otras y por último de explotación comercial de
esta herramienta.

La primera etapa, históricamente de búsqueda de nuevos


abordajes y alternativas, estuvo vinculada específicamente a
llenar las necesidades de la Sociedad sin resquebrajar la
evolución del método científico. Por ejemplo las terapias bre-
ves, con un criterio de abordaje selectivo y focalizado al
servicio de una comunidad que ha tenido que lidiar con la
absorción de un cambio tecnológico cada vez más demandante
y con un tiempo en estos cambios, cada vez más acelerado.
Otro es la movilidad Social, consecuencia de la dependencia.
Estos dos ejemplos, por no seguir mencionando otros más, ha
generado la necesidad de la utilización de la herramienta
psicológica en el ámbito hospitalario por la afluencia de enfer-
mos con bajos recursos y mayor caudal de especialistas
implicados. ^
Los grupos de terapia, gracias a los cuales se ha podido
resolver, no sólo la absorción de un mayor número de personas
necesitadas de tratamiento cuyos recursos económicos los
excluía de la terapia individual sino que ha posibilitado la
comprensión de que los tratamientos grupaies no sólo cumplen
una función de resolución de conflictos, sino que es posible-
mente el único esquema preventivo esencial para- cualquier
comunidad que no desee quedar a merced del crecimiento
inevitable de la esquizoidia social, ocasionada por una serie de
factores que la organización actual del mundo tecnológico que
nos toca vivir nos injerta. La patología de la anomia de las
ciudades industriales y grandes. El desarraigo afectivo obligado
provocado por la movilidad social que impone la necesidad de
subsistencia, la presión que la promoción de consumo masivo
ejerce a través de una organización publicitaria, distorsionadora
de las necesidades humanas, son generadoras de nuevas
formas de expresión de la patología de las emociones, de ¡as
ansiedades y de los mecanismos estratégicos y defensivos del
yo, que sobrepasan el conocimiento de lo psicológico, psiquiá-
trico y psicoanalítico si no se incluyen estas variables depen-
dientes presentes en la estructura y la dinámica de la sociedad
que algunos llaman postmoderna, otros postindustrial, y algu-
nos otros lo incluyen en el esquema del apocalipsis, o del "fin
de la Historia".
La ciencia psicoanalítica sigue siendo el único instrumento
nuclear para el abordaje del estudio de estas problemáticas.

Pero, necesariamente sólo es útil el cuerpo teórico del


psicoanálisis que conserva el esquema abierto para seguir
investigando y no precisamente la religión psicoanalítica
gestadora de dogmas, que atentan contra el desarrollo cientí-
fico de esta disciplina. Tales como el lacanismo, el freudismo,
el bionismo, el kleinianismo y muchos otros que se pueden
seguir mencionando, ajenos a la comprensión del trabajo
realizado por todos estos investigadores, auténticos represen-
tantes del psicoanálisis científico, con apertura suficiente como
para darle continuidad a la búsqueda y el encuentro de las
formas terapéuticas acordes a las necesidades del "hombre
genérico" de esta sociedad actual,* donde el Psicoanálisis no
contaminado por los intereses institucionales tiene mucho para
contribuir.

L.G.: Por todo lo que ha venido señalando de modo amplio


y generoso, ¿opina usted que los territorios clínicos, básica-
mente los psi, deben sufrir una transformación significativa o
no? ¿Por qué?

A.F.: Es necesario resolver definitivamente el vector ideoló-


gico que acompaña a! psicoanálisis en especial y a la psicolo-
gía clínica en general. En este momento ia ideología está al
servicio del Mercado, si no en su totalidad en muy buena parte.
La
promoción de tal o cual Escuela, de tal o cual teoría para
ganar adeptos, pacientes y alumnos, y a que también estos son
fuente económica de esta estructuración fundamentalista, que
cada vez se aleja más de la investigación y la asistencia si
hablamos estrictamente del área clínica. Corroboran esta ob-
servación los muchos reductos que funcionan más envueltos
en el mantenimiento de la veneración de un determinado autor
del psicoanálisis, que en el compromiso de la comprensión de
la problamática a investigar. Estos territorios se defienden, se
arman círculos estrechos y cerrados, definen con sus ismos el
apellido adoptado, el conocimiento a incorporar, con ignorancia
plena de todo lo que la ciencia de ia psicología y el psicoaná-
lisis descubre y pone en práctica, invalidando, criticando, des-
preciando y desvalorizando lo que no pertenece a dicha co-
rriente de pensamiento estudiada, elegida y ejercitada, con
criterios y sentimientos fundamentalistas que invalidan la con-
tinuidad del proceso de descubrimiento, así como pervierten los
verdaderos modos de divulgación científica.
De todos modos, históricamente, ningún capítulo de la
ciencia se ha detenido en su crecimiento. Para comprenderlo,
es necesario diferenciar ei momento psicológico del momefttb
social. Las contradicciones que crea todo sistema le señala ¡a
éste su parálisis o su transformación.

Freud, remarcaba esa tendencia del hombre a querer ser el


centro del universo. Este fenómeno, es posible que aún perdu-
re, pese a las conmociones que se han tenido que vivir y se
siguen viviendo.

También el campo psi., en estos momentos vive, por lo


menos en un amplio grupo representativo, el "síndrome de!
ombligo". Pero en la medida que la filosofía del mundo
socialista se integre con la ciencia psicoanalítica el carácter
científico de las corrientes psicológicas se enriquecerá. El
socialismo fue ajeno, hasta el presente, de este interés de
inclusión. Su propuesta de reducción de la injusticia social que
la plusvalía genera en el mundo capitalista, su defensa y
prioridad en la atención del área de la salud y educación, ha
secundarizado su inserción. A través del mundo organizado
humanísticamente con una reducción notoria de las diferencias
de oportunidad y desarrollo, ei interés por crear propuestas
teóricas al servicio del mercado y no del desarrollo de la
ciencia, disminuirá. No es accidental que psicoanalistas de la
talla de Elliot Jacques, o Christopher Bollas, ya comiencen a
introducir en sus estudios el t e m a de la injusticia social, los
conflictos fabriles, los efectos del fascismo y el nazismo, el
autoritarismo y muchos otros temas inherentes a la sociedad
en todas sus encrucijadas. Definitivamente, la psicología, en el
campo de la investigación científica, no puede divorciarse y
excluir de sus investigaciones el marco de referencia social en
que la psique se desarrolla, se expresa y se problematiza,
desde el vínculo con la madre cuando uno es niño, con la
pareja, la familia, la institución y la sociedad. Y además del
hábitat que lo acoge y acompaña.
L.G.: ¿Desearía agregar algo más?
A.F.: Sí, no puede obviarse el momento que nos toca vivir,
el proceso de corrupción que envuelve a todas las áreas de l a
sociedad es un paralizante del procesé creativo. El neofilosofismo
nietszcheano es una expresión elara*de este fenórríéno, que ha
dejado librado al azar la proliferación de formaciones subjetivas
más allá de los valores que encierra, sean estos creativos o
destructivos, válidamente científicos o fundamentalistas.

El efecto de este momento universal se empresa en l a í


posición nihilista de la sociedad en general. La carencia d e
optimismo por la pérdida de los valores y de los ideales
configuran un mundo cuyas problemáticas más importantes
son expresión del deterioro de un nuevo perfil psicoafectivo que
si bien ha existido siempre en el curso de la historia hoy
representa un conglomerado hipertrofiado numéricamente y
abarca una extensión casi endémica en nuestra sociedad.
Droga, depresión, tráfico de niños, matanza masiva de niños,
prostitución y explotación sexual de niños por padres —tal el
caso p. ej. en Filipinas— o por empresas, esquizoidia social
donde la perversión se ubica con características de un sadismo
no imaginado hasta hace poco tiempo, resucitamiento de la
antropofagia, son unos de los tantos capítulos que nos muestra
que el instrumento psicológico no había sido hasta ahora
agente preventivo para la evitación del desarrollo de otra
patología, sólo abordable psicosocialmente.

El enfoque visionario de la psicología social de Pichón


Riviere de alguna manera nos ha permitido organizar esta
modalidad de pensar psicoanalíticamente y de continuar traba-
jando en la búsqueda e inserción de esquemas psicosociales-
aiternativos, en el Area de la Prevención Primaría.

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