IDH Clase1 2023
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grupos de personas como “sujetos de derechos”.
Este proceso de construcción histórico-social de los derechos humanos es dinámico
y progresivo y su reconocimiento por parte de los Estados es producto de esas luchas por
la conquista de los derechos. Así, planteando otros ejemplos, podemos señalar que la
existencia de sindicatos nos resulta “natural” porque hace más de cien años los/as
trabajadores/as conquistaron el derecho a defender conjuntamente sus intereses creando
organizaciones especializadas (los sindicatos) hasta entonces inexistentes. También
podemos dar cuenta de formas de ampliación y profundización de derechos que no
necesariamente encuentran una expresión inmediata en las normas sino que operan a
través de cambios culturales: por ejemplo, la crítica social del feminismo ha logrado ocupar
en nuestros días un lugar en la agenda académica, política y mediática que era impensado
hace cuarenta años.
Cuando hablamos del proceso de reconocimiento de los derechos humanos hacemos
referencia tanto a la adopción de compromisos internacionales como a la adecuación de las
normas y sistemas judiciales nacionales (constitución, leyes, decretos, reglamentos, etc.) y
la implementación de políticas públicas que garanticen su puesta en práctica. En el módulo
2 del curso abordaremos en profundidad estas cuestiones.
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encontramos en la ‘Declaración de Derechos de Virginia’ (EEUU, 1776) y en la ‘Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano’ (Francia, 1789). Ambos documentos fueron
producto de cambios revolucionarios en las estructuras sociales de las naciones en que se
desarrollaron, a la vez que sirvieron de base para la reconfiguración de las articulaciones
sociales y políticas en estas sociedades.
Es muy importante tener presente que la redacción adoptada en estos documentos
responde a consensos históricamente situados, a opciones discursivas que dan cuenta de
las condiciones de producción de esos discursos. Aun así, estos documentos no se agotan
en la “letra de la ley” sino que resignifican los contextos que les dieron origen.
En este sentido, podemos decir que tanto las declaraciones de derechos de los siglos
XVIII y XIX como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 constituyen
productos culturales que no están al margen del sistema de relaciones sociales imperantes
al momento de su redacción: esta “clave de lectura” nos permite tomar conciencia de su
fuerza enunciativa, de sus potencialidades y también de sus limitaciones. Como veremos
más adelante, uno de los caracteres que atribuimos a los derechos humanos es su
progresividad: esta noción hace referencia al hecho de que el paradigma de los derechos
humanos no constituye un sistema cerrado sino un “eficaz sistema de nombres en
permanente expansión”2.
En la línea de construcción de una historicidad posible de los derechos humanos
debemos hacer foco en la experiencia del horror a escala mundial. La posibilidad misma de
la puesta en práctica de “actos de barbarie ultrajantes a la conciencia de la humanidad” (tal
como será caracterizado el Holocausto/Shoá en la primera declaración de derechos
humanos que se postula con carácter universal) marca un hito fundamental en la historia.
La singularidad de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 radica en
que, por primera vez y más allá de las particularidades nacionales, un conjunto amplio de
Estados reconoce la necesidad de consensuar “una concepción común de estos derechos y
libertades” a fin de asegurar a todas las personas el respeto y garantía para el ejercicio de
un repertorio de derechos y libertades, independientemente de sus determinaciones
existenciales.
Para el caso argentino la referencia principal para la noción de derechos humanos
2 Segato, R. (2003). La argamasa jerárquica. En: Las estructuras elementales de la violencia. Buenos Aires:
UNQ, p. 127.
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se vincula con su violación sistemática en el contexto de la dictadura cívico-militar
instaurada en 1976. En este sentido, vale la pena recordar que “desde la restauración
democrática, el Estado nacional ha dado importantes pasos para que los ciudadanos
dispongan de elementos para conocer qué sucedió en la Argentina entre 1976 y 1983. El
informe de la CONADEP (1984) y el Juicio a las Juntas (1985) constituyen hitos en la
aproximación a la verdad histórica y la construcción de la memoria. Este último probó que el
terrorismo de Estado había sido una política sistemática, que en la Argentina habían
funcionado campos de concentración, que miles de argentinos habían sido secuestrados,
asesinados, encarcelados u obligados a exiliarse, dejar sus trabajos y sus casas. (…) Sin
embargo, la acción incansable de las organizaciones de Derechos Humanos y otros actores
sociales y políticos encontró siempre la posibilidad de mantener viva la memoria y seguir
adelante con el pedido de justicia”3. En la misma línea, a pesar de los retrocesos en la materia
que se registraron en algunos gobiernos democráticos, desde el año 2003 se rehabilitó la
vía para el juzgamiento de los responsables y autores de los crímenes de lesa humanidad,
proceso que continúa hasta la actualidad.4
Es en este sentido que decimos que el paradigma de los derechos humanos se
inscribe en la historia de las luchas por la emancipación: de una parte, recoge
reivindicaciones anteriores (tanto de aquellas que llegaron a ser codificadas como de otras
tantas que no siguieron ese curso) mientras que, por otra, hace suyas estas aspiraciones y
pasa a ser el motor de estos reclamos.
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desigualdades.
Es en este sentido que podemos dar cuerpo a la afirmación de Lechner de que
“proclamar los derechos humanos significa fundamentalmente crear aquel ‘horizonte de
sentido’ mediante el cual los individuos aislados pueden concebirse y afirmarse a sí mismos
como una comunidad de hombres libres e iguales”6.
Un concepto clave a recuperar es la noción de equidad. Esta noción hace referenciaal
objetivo de lograr un tratamiento justo y equitativo para todas las personas según sus
necesidades respectivas, libre de sesgos, actitudes y prácticas discriminatorias. La equidad
no promueve un “trato igual” sino un “trato igualitario”, es decir, atento a las diferentes
necesidades de las personas. La idea central es considerar a todas las personas equivalentes
en términos de libertades, derechos, garantías, obligaciones y oportunidades. Esta
perspectiva es recuperada por el principio de igualdad anclado en el paradigma de los
derechos humanos: este principio no se orienta a suprimir y/o desconocer las diferencias
que existen entre las personas sino a sentar las bases para que ellas –se trate de diferencias
de sexos, culturas, colores de piel, de lenguas, orientaciones sexuales, religiosas, entre
otras– dejen de ser el presupuesto sobre las que se fundan y legitiman formas de
dominación, jerarquías sociales, prácticas sociales discriminatorias y otras formas de
desigualdad social.
Es así como el derecho a tener derechos abre permanentemente el juego a la
participación y al debate sobre nuevos derechos. El enfoque planteado por Arendt tiene
consecuencias importantes para la práctica de la lucha contra las discriminaciones y las
opresiones, dado que mientras el contenido de las reivindicaciones, las prioridades
políticas y los ámbitos de lucha pueden variar, lo importante es mantener y reafirmar el
derecho a tener derechos y sostener el debate público, dado que tanto la ciudadanía como
los derechos están siempre en proceso de construcción y de cambio. En su libro Los orígenes
del totalitarismo, la autora sostiene que “no nacemos iguales; llegamos a ser iguales como
miembros de un grupo por la fuerza de nuestra decisión de concedernos mutuamente
derechos iguales”7.
6 Lechner N. (1983): “Los derechos humanos como categoría política”, conferencia pronunciada en el Foro
Los Derechos Humanos y las Ciencias Sociales en América Latina, en ocasión de la XII Asamblea General
del CLACSO, Buenos Aires, noviembre, pag. 6.
7 Arendt H. (2002): Los orígenes del totalitarismo, Alianza, Madrid, pág. 436.
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internacionales instituidas para la protección de las personas, sino que se trata de una
herramienta que podemos reivindicar y que es el acto de su reivindicación el que le otorgaa
los derechos su significación moral específica.
Este fragmento nos permite caracterizar a los derechos humanos de acuerdo a los
siguientes aspectos:
• Inherentes a los seres humanos: cada persona es titular de estos derechos, sin depender
de ningún tipo de reconocimiento por parte de Estados, gobiernos, autoridades o
personas en general.
• Universales: en la medida en que corresponden a todo el género humano en todo
tiempo y lugar, no pueden invocarse diferencias culturales, sociales o políticas como
excusa para su desconocimiento, violación o aplicación parcial.
8 Conferencia Mundial de Derechos Humanos. 1993. Declaración y Programa de Acción de Viena. Punto 5.
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• Incondicionales y obligatorios: los derechos humanos no requieren de ninguna
condición para su goce y, tanto las personas como los Estados, tienen la obligación
concreta de respetarlos.
• Inviolables: ninguna persona o autoridad puede legítimamente atentar, lesionar o
destruir los derechos humanos. Las personas y los Estados deben regirse por el
respeto a los mismos.
• Imprescriptibles, acumulativos y progresivos: no prescriben por el paso del tiempo, no
caducan y no se pueden perder. Por el contrario, como señala Rita Segato, "los
derechos humanos son un sistema de nombres en expansión" y es probable que en el
futuro se extienda la categoría de derecho humano a otros aspectos de la vida que en
el pasado no se reconocían como tales.
• Integrales, interdependientes, indivisibles, y complementarios: la vigencia de unos es
condición para la plena realización de los otros, de forma tal que la violación o
desconocimiento de alguno de ellos implica poner en riesgo el ejercicio de otros
derechos.
9 Cançado Trindade, Antônio (1994): “Derechos de solidaridad”, en Estudios Básicos sobre Derechos
Humanos, San Jose de Costa Rica, IIDH.
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➢ Derechos Civiles y Políticos. Este grupo de derechos corresponden a las
libertades que se consagran a las personas frente al Estado y/o autoridades
públicas. Entre estos derechos figuran:
- Derecho a la vida y a la libertad;
- Derecho a no ser sometido a esclavitud y/o servidumbre;
- Derecho a no ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes, ni se le podrá ocasionar daño físico, psíquico o moral;
- Nadie puede ser molestado arbitrariamente en su vida privada, familiar, domicilio o
correspondencia, ni sufrir ataques a su honra o reputación;
- Derecho a circular libremente y a elegir su lugar de residencia;
- Derecho a la nacionalidad;
- Derecho a buscar asilo y a disfrutar de él, en caso de persecución política;
- Derecho a casarse y fundar una familia;
- Derecho a la libertad de pensamiento y de religión y culto;
- Derecho a la libertad de opinión y expresión de ideas;
- Derecho a la libertad de reunión y de asociación.
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discriminación o violencias específicas. En este grupo se incluyen, entre otros,
los derechos de niños, niñas y adolescentes; los derechos humanos de las
mujeres; los derechos de las personas con discapacidad; los derechos de los/as
trabajadores/as migrantes y los derechos de los pueblos y comunidades
indígenas.
10 En este punto vale la pena recordar que, siguiendo la definición propuesta por Max Weber, la
característica distintiva del Estado moderno es monopolizar la violencia física legítima; esto es, que
toda forma de violencia legítima se concentra en sus instituciones. Sin embargo debemos resaltar que
esto no significa que la única forma de acción posible sea el uso de la fuerza sino que mayormente la
función del aparato represivose ejerce de esta forma. Véase Weber M. (1967): El político y el científico,
Alianza, Madrid.
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corresponde a ese tipo de acción. Para estos casos (delitos cometidos por particulares) los
Estados han desarrollado diversas medidas para prevenirlos y sancionarlos: cada país
dispone de legislación donde se especifican las acciones consideradas delictivas y, a su vez,
cuenta con normativa relativa a la investigación, juzgamiento y sanción de dichos actos.
Mientras que los delitos cometidos por particulares reciben este tipo de tipificación, las
acciones u omisiones de los/as funcionarios/as públicos/as que vulneran un derecho
consagrado en un instrumento internacional de derechos humanos reciben el tratamiento
de “violación de derechos humanos”. Esto significa que, en los casos en que el agresor es la
propia autoridad estatal, hablamos de violación a los derechos humanos. Sin embargo,
debemos tener presente que existen casos en los que un particular también puede cometer
una violación a los derechos humanos: esto ocurre cuando esta persona o grupo de
personas actúan en complicidad, en conexión o bajo órdenes de agentes estatales.
El hecho de que una acción u omisión realizada por el Estado comprometa su
responsabilidad a nivel internacional es lo que habilita el funcionamiento de los
mecanismos internacionales de protección de derechos humanos, constituyendo un
control externo de la conducta y actuación de los/as funcionarios/as estatales. El motivo
por el cual existen estas instancias de control supranacional es que los Estados han
considerado necesario que exista una garantía para que, en caso de verse afectados
derechos fundamentales, el/la damnificado/a pueda contar con una instancia de
protección supranacional con capacidad de verificar el respeto a estos derechos. En este
sentido, conviene mencionar algunos aspectos señalados por Pedro Nikken:
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(…) La responsabilidad por la efectiva vigencia de los derechos humanos incumbe
exclusivamente al Estado, entre cuyas funciones primordiales está la prevención y la
punición de toda clase de delitos. El Estado no está en condiciones de igualdad con
personas o grupos que se encuentren fuera de la ley, cualquiera sea su propósito al así
obrar. El Estado existe para el bien común y su autoridad debe ejercerse con apego a la
dignidad humana, de conformidad con la ley”.11
Vale la pena destacar que esta calificación (“violación a los derechos humanos”) se
utiliza en todos los países que han incorporado a su legislación interna el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos. El Derecho Internacional de los Derechos
Humanos comprende a los distintos instrumentos internacionales (tratados, convenios y
declaraciones) establecidos para proteger los derechos humanos. Cuando hablamos de
tratados internacionales hacemos referencia a pactos entre Estados representados por sus
gobiernos. Es en este sentido que destacamos que los sujetos obligados por los pactos
internacionales de derechos humanos son los Estados, no las personas ni organizaciones
privadas. Al firmar y ratificar los distintos instrumentos internacionales, los Estados
asumen las obligaciones y los deberes, en virtud del derecho internacional, de respetar
(abstenerse de interferir o limitar el disfrute de los derechos humanos, sea por acción u
omisión), proteger (impedir todo tipo de abusos y violaciones de los derechos humanos)
y garantizar (adoptar medidas de todo tipo tendientes a promover y asegurar el disfrute de
los derechos humanos).
En este contexto, cuando por conductas imputables al Estado –es decir relativas a la
acción u omisión de sus agentes, realizadas al amparo de su carácter oficial, aún si actúan
fuera de los límites de su competencia– se violan derechos fundamentales y no se
garantizan las medidas adecuadas de protección (por ineficacia, imposibilidad o retardo),
las personas pueden interponer acciones ante órganos internacionales. Este tipo de
recurso, que analizaremos más adelante, supone que, en el caso de que el sistema jurídico
nacional no brinde recursos judiciales efectivos a las víctimas, puedan ponerse en
funcionamiento los mecanismos de protección internacional.
Hemos visto hasta aquí los principios generales de los derechos humanos, los hitos
más importantes que fueron posibilitando su construcción a lo largo del tiempo, la
11 Nikken P. (1994): “El concepto de Derechos Humanos” en: VVAA, Estudios Básicos de Derechos Humanos,
Tomo I, San José. C. R., IIDH., pp. 27-28.
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clasificación de que han sido objeto y la responsabilidad del Estado de respetar, proteger y
garantizar los derechos.
En el módulo siguiente, desarrollaremos la normativa internacional, regional y
nacional, la especificidad de los tratados y los instrumentos jurídicos de control que han
sido creados para analizar el cumplimiento de los deberes y obligaciones de los Estados.
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