Canto Al Silencio
Canto Al Silencio
Canto Al Silencio
Macarena Parra
Al libre
Cielo
Mi cielo
Para seguir soñando
1
CANTO AL SILENCIO
I
PRINCIPIOS
2
Camino por esta calle solitaria
con piedrecillas cruzando mis piernas
intentando resolver las absurdas preguntas de Eduardo
¿Cómo no tropezarme?
Sísifo sigue intentado cargar mi garganta en su infierno
─coexistente en mí─
y él que sabe y tiene astucia observa mi cuerpo por dentro:
no puede hacer otra cosa más que reproducir los mismos movimientos.
Él piensa que mi interior no puede ser más horrible que aquel
exterior en el que vivo
su respiración acusatoria sigue.
Lentamente confiesa en rigor a la situación
salpicando palabras innombrables para este mundo:
-No lo quiero, no quiero al bebé-
suelto el suspiro
-ya está en mi vientre en ese piso más abajo, contigo-
respondo.
Sísifo
sabe que hay más y más fuego incendiando el mundo
en conjunto con mis paredes uterinas
le conviene quedarse ahí, en su lugar de castigo
en esa parte que ve la luz un poco agitada
─al menos la ve ─
ingresando a su cuerpo ya cansado
viejo y un poco rendido de tanto.
¡Rendido de tanto!
Rebotan mis propias palabras
mis piernas vuelven a tiritar como niña,
pues no sé cómo mascullar palabras para explicar al hombre
que a mi lado camina
que no nací para ser mamá, ni esposa o que tal vez sí
pero ruego por no serlo
y en ese camino tan abandonado por la gente
comienzo a llorar y escucho a lo lejos
- ¿Por qué lloras otra vez? –
3
Cementerio al son de almas descuajadas
interna melodías de sangre en el vientre materno
prende y enloquece al bebé por la vida
inyecta heridas mías a él
¿Cómo son sus ojos ya a la muerte antes de nacer?
No tiene más razones que caer por la vagina a un tacho
y hacerse un cielo en vez de uno más abandonado.
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II
La voz de la culpa
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Tengo una extraña sensación ─el residuo de un sueño─
mientras vago por el puerto pensando
¿Cuántos juzgaran mi actuar?
Y
paso a paso se clavan creencias crueles a mis pies
quedando vestigios de mi pecado por donde ando
cual rastro brillante de caracol
que ni en su capa dada a la tierra
existe donde refrescar la consciencia.
Y voy leyendo en las paredes “provida”
así es como trasmuto en ese cantico que atraviesan vitrales sagrados
¡Es mi vida, es mi vida de nadie más!
Sigo deambulando por los edificios con
mis consecuencias navegando a contracorriente
¡Nunca sabrán!
Nunca sabrán que aborte
ni la modista que adentro hila
ni el artesano que ofrece una bruja tejida.
Los vientos helados arrullan hoy
siendo el aliento de aquel borracho
mi filosofía, mi reflexión.
Mi dolor se va a prisa
entonces ya no hay conversaciones completas
solo preguntas insolubles en nuestro corazón
¿Es necesario llorar después de decisiones así?
Aún no he llorado,
sin embargo, tengo la punzada de culpabilidad
como si en algún momento alguien me fuera a detener
y tirar a la cárcel
“provida” “provida”
Sigo delirando en eso,
mi maldición:
querer ser libre amarrada al cargo de consciencia
atando mis alas, atando mi mente
desde que nací.
Las creencias
Las creencias
Hoy son la tierna carne crucificada por el humano.
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III
Mamá se fue
Es el último invierno
más bien “era” el último invierno
cruel metáfora de la huida entre
rayos arrasando cabezas.
Mamá inventaba conjugaciones de
palabras falsas
yo las creía porque eran
rayitos futuros dando luz a acciones,
jamás imagine que se llevaría sus maletas ese día.
Solo en mi inocencia radical:
un veintiuno de septiembre sería el fin del mundo.
Hasta parecía que la lluvia caía
moribunda a los marcos de las ventanas.
Absolutamente todo asemejaba
complejidad e inquietud esa mañana.
Mamá casi lloraba al mirar las montañas
el horizonte temblaba orillado al cielo oscuro.
Y yo en mi imaginación dramática
cantaba a las gotas que desaparecían en mis manos
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Pasaron horas en las cuales escondí entre sabanas
hasta que la puerta disparo emociones
apesadumbradas.
Bajé y
papá lloraba junto a una cortina
─hilvanada por mi abuela hace al menos veinte años─
le llegaban ligeras exhalaciones del sol a su cabeza
hundida en manos cargadas de angustia.
Mi corazón apretó, apretó
y cerré los ojos con fuerza, con nervios. Casi desmayé,
abracé a papá y le dije
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Mordí el labio al escuchar su nombre ─debería estar acostumbrada─
papá siempre nombró fuerte a mamá:
un grito desvariado al aire sobre la madera
buscando eco donde no lo habrá.
Todos nos ocultamos incomodos en algún lugar de la casita
algunos optan por dirigir la vista al mar,
seguro la alta mar sueña con el silencio cómodo.
En cambio, mi hermana observa la gotera seca por el verano,
seguro planta Lilium para no llorar de repente.
Lo hice un tiempo -admití-
pero si ahora me permitiera recordar
no regresaría mirando el circulo de fuego
detendría los relojes,
apuntaría las manos a la lluvia.
¿Todavía pensará en ella como antes?
Pobre si así pacto con su memoria.
Yo ya no miro el espejo, pues sus ojos son los míos
¿El bebé habrá reflejado ese rastro del abandono?
Ya nunca lo sabré.
Interrumpe el viento fuerte de travesía
los manzanos aplastan sus propias manzanas contra la tierra:
soy yo aplastando mis propias manzanas,
aplastando mis propias Lilium.
¿Papá volverá al silencio después de nombrar otra vez a mamá?
¿O morirá de pena un día de estos sin verla antes?
Llaman a comer y de pronto aparecen despertadores alargados en mis manos
¿Se habrán roto otra vez los cercos de mi mente?
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Descansa el inerte en la llovizna
junto a la roca escrita con su nombre:
Efemérides.
El viejo soñaba con volver a ver los ojos pardos
Aquellos ojos pardos de enredaderas en su cuerpo joven,
aquellos ojos pardos que soplaban flores de cerezos,
aquellos ojos pardos que escondieron para siempre.
Efemérides volvió al cielo
Al pecho del universo posando con sus brazos al tiempo.
<<Ahí está, ahí está>>
fue lo último que lanzo rítmicamente a la tierra de laureles.
10
No puedo dormir mamá
no puedo encontrar respuestas
no puedo encontrar más mundos
este se ve más amplio de lo normal y
mortifica mi quietud más.
Los sentimientos derriten en el sur:
no hay miradas emocionadas
ni una risa extensa por el continente.
Las ruedas me llevaron a un lugar inhóspito
necesito soltarme sola e irme sola,
pero parecieran imanes pegados a mi cuerpo de hierro.
Solo tengo recuerdos y futuros desesperados.
Necesito un abrazo mamá
para calmar las angustias de la juventud.
Los veintitrés años se han convertido en cincuenta,
en arrugas, en una cara desecha.
Los cuentos que leías a la orilla del fuego
se encendieron
y las cenizas recorrieron mi sangre
¿Son esas memorias verdaderas?
¡Las necesito tanto para poder abrir los ojos
y no morir!
Necesito un abrazo mamá
y un mapa donde pisar sin que me traguen las serpientes.
Tú qué sabes todo, devuélveme al vientre,
los mares han abierto y en sus algas he encontrado más veneno.
No puedo volar sin primero caminar sobre espinas
pero ¿por qué tantas de ellas bajo mis venas?
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IV
REGRESA LA CULPA Y LA MUERTE
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Sísifo
cuando niña no lograba entender el lenguaje distinto
al de las palabras
hasta que mi hermana habló con los brazos
cortó sus venas, sangró un tanto
y pidió ayuda gritando silenciosamente
a la par de oscuras letras afloradas
ocultadas en cuadernillos de lenguas cercenadas.
¡Ahí están!
¡Ahí están!
Las expresiones de la naturaleza prendiendo el alma.
Dirigiendo orquestas de
piel y hueso.
Vanagloriando sed de muerte.
Santo pecado.
Infierno del brazo al pecho ígneo.
Vagabundos a ritmo de pirotecnias en saltitos tristes.
Ojos movidos por amor
en calzadas hechas en dominio justo del dinero.
Gritos mentales tapados por sombras edificables.
Cuerpos momificados abusados entre siglos.
Siglos donde el bebé abortado es la forma de expresión
más estruendosa existente.
Sísifo
caí muerta en el sofá de amarras y cadenas.
Mi estomago sacudió melodías de dolores.
Cedí obligada al sol que de mí salía conservado
en dolor de la consecuencia,
en dolor de los actos crucificados,
en dolor del gobierno con su ley cayendo sobre mí,
en dolor de las manifestaciones católicas,
en dolor del aborto tras las peores cámaras,
tras la insalubridad.
Fue la mayor forma de expresión
de un fantasma, de un humano
rechazando ideales y códigos.
Abortando el miedo,
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abortando al bebé,
abortando los daños psicológicos no tratados
¡Los psiquiatras son de oro!
¡Los psiquiatras son de oro!
El sudor arranca
exprime al vino en mi cuerpo
y va cuesta abajo
recordando vulnerabilidades
sueños catastróficos removiendo realidades.
Temblor de los cuerpos dentro del mundo de flama olvidada.
Convulsiones en sistemáticos poemas de ilusiones.
No era así la vida.
La vida
era el invierno en un cíclico sufrimiento.
Era un polímero sintético en una polera de un político.
Sísifo
creo que muero.
Brota la sangre a la luna primero.
Desciende a mí el eclipse.
Absorbe mi bebé simbólico
¿Tu castigo terminará si muero?
Espero sea así
porque dejarás mi garganta
dejarás tu piedra,
dejarás de tener miedo a mi vida
y lo que tengo adentro.
Y si no
y sigues respirando en mi cuerpo podrido
ya no habrá a qué tenerle desconfianza.
Sísifo.
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V
DONDE EL SILENCIO ATERRIZA
Espíritus aterrizan
en mis negras pupilas
de jaulas y casas
abrazando
voces extrañas.
Es ahí,
donde posa
aquel silencio de muerte.
Cantando a ritmo
desgastado
en un lugar
chocante e inexistente.
El cuerpo
que es ancla de la atmosfera
anárquico
prende volutas de humo
y vuelve a recorrer
en pasos lentos
por la tierra.
Que es en sí
la pregunta
no respondida.
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Yo,
en el tiempo mutuo del alma
y cuerpo
soy memoria
en aquellos cactus a la par de espinas y explosiones
en aquellas ventanas agrietándose en colores
en aquella lámpara rogando por ampolletas
en aquella brevedad de la luz del sol
en aquella pesadez borrosa de la noche.
El silencio
calma
la casa vacía.
Muestra dolor.
Yace
el prototipo
-la mujer muere por el aborto-
y no,
la mujer muere
porque no es libre
y es juzgada.
La radio descompuso
mientras Violeta cantaba Gracias a la vida
a cambio
lágrimas asomaron al mundo:
naciendo
sincrónicamente
entre la próxima muerte.
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Así fue,
la despedida del cuerpo completo
el adiós
y el dios
suicida
que dentro de mí
sintió pinzas
soledad
la vida borrosa
y creó la declaración en plural
para deformar el estado de las cosas
y hacerla de todos
la muerte de todos.
FIN
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