Santafesigloxviii Aa
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en el siglo XVIII
Santa Fe
en el siglo XVIII
Carina Giletta
Juan Francisco Reinares
Silvina Vecari
Ma. de los Milagros Vecari
Consejo Asesor Santa Fe en el siglo XVIII : documentos para
Colección Cátedra pensar una sociedad urbana tardocolonial /
Alicia Camilloni Carina Giletta ... [et al.] ;
Miguel Irigoyen prólogo de Sonia Tedeschi.
Bárbara Mántaras – 1a ed. – Santa Fe : Ediciones UNL, 2023.
Isabel Molinas Libro digital, PDF/A – (Cátedra)
Héctor Odetti
Andrea Pacífico Archivo Digital: descarga y online
Ivana Tosti ISBN 978–987–749–428–0
—
Sugerencias y comentarios
editorial@unl.edu.ar
www.unl.edu.ar/editorial
Índice
Prólogo / 9
Sonia Tedeschi
Introducción
9
sufrido cierto desplazamiento en el interés por la historia de la revolución y
la independencia, la construcción de las jóvenes repúblicas y hasta la deno-
minada historia reciente o del tiempo presente. Esos elementos necesarios
se desprenden de la conjunción entre docencia e investigación que confor-
man la base académico–científica de sus autores, una base sustentada en la
integración de sucesivos proyectos de investigación y en el área específica
disciplinar y temática al que dedican sus esfuerzos en la formación educativa.
10
actores, la gama de resistencias y negociaciones como también la necesidad
de adecuarse a contextos sociales y geográficos particulares.
De las fuentes
11
ampliación del análisis y alejan las visiones proyectadas fuertemente desde
los grandes centros académicos en general capitalinos.
De los capítulos
12
Francisco Reinares, quien se pregunta por los significados y objetivos que
persiguen las fiestas y sus rituales en la ciudad de Santa Fe a fines del siglo
XVIII. Actas capitulares, cédulas reales y crónicas de la época constituyen
los documentos con los cuales el autor intentará responder a las preguntas
centrales de su investigación. En sus consideraciones críticas, nos advierte
sobre los cuidados necesarios al tratar escrituras de época, atravesadas por
subjetividades e intencionalidades propias de los emisores que siempre nos
colocan ante las limitaciones y parcialidad de las fuentes.
El estudio del campo y dominio simbólico del poder borbónico en una
aldea de la periferia imperial muestra bien su potencialidad para comprender
la complejidad de los nuevos tiempos reformistas. Un interesante estado
del arte va introduciendo comprobaciones empíricas de otros lugares de la
América virreinal —México, el Perú y Chile—, que le ayudan a la interpretación
y posibilitan una futura comparación; en este recorrido, incluye autores de
la historiografía local que aportan a las fiestas y juegos del período, aunque
sin profundizar.
En la contextualización de su objeto de estudio, precisa las características
urbanas santafesinas deteniéndose en su traza, aspectos físicos y ambien-
tales, en las formas en que esa sociedad experimentó variaciones en su
conformación y clasificación social como también en sus manifestaciones
culturales incluyendo los juegos populares. Reinares comprueba que las
fiestas y rituales analizados muestran que las creencias y tiempos religiosos
se confunden con la política imperial en esas ceremonias. Tales ceremonias
van configurando comportamientos que persiguen el mantenimiento de un
orden social, una fidelidad monárquica y un recorte a los crecientes poderes
locales en función del nuevo modelo centralizador borbónico.
Las migraciones desde Europa a Hispanoamérica desde el inicio de la
conquista y colonización española tuvieron composición y ritmos variados.
Promediando el siglo XVIII, se intensificaron los desplazamientos hacia el
Río de la Plata en un contexto de políticas reformistas y centralizadoras, que
fueron cambiando las fisonomías de las ciudades en diversos aspectos. En el
tercer capítulo, Silvina Vecari se ha interesado por reconstituir la conforma-
ción familiar del grupo Quiroga Úmerez en la ciudad de Santa Fe con proyec-
ciones en el amplio espacio virreinal rioplatense. La autora se preocupa por
definir el aparato conceptual a partir de propuestas teórico–metodológicas
pertinentes y específicas. Así, irá precisando los alcances de grupo, élite, élite
polivalente, redes de relación, parentesco, relaciones territorializadas. En el
tratamiento de los datos, el texto revela una minuciosa reconstrucción del
itinerario personal y colectivo del grupo, llegando a graficar con claridad la
tarea mediante un cuadro genealógico.
En esa reconstrucción, la búsqueda de testimonios y evidencias se con-
centró en distintos repositorios: documentos de procedencia real del Archivo
de Indias, registros parroquiales del Arzobispado santafesino, libros de
13
contaduría y actas capitulares del Archivo histórico de la provincia de Santa
Fe, además de los ricos fondos existentes en el Departamento de Estudios
Etnográficos y Coloniales —escrituras públicas y expedientes civiles.
Luego haber situado el ámbito de análisis en la ciudad de Santa Fe con
sus características geográficas, nudo articulador de circuitos mercantiles,
disposición de solares y configuración social, Vecari se centra en la figura
de Gabriel de Quiroga recién llegado de Galicia; sus estrategias de inserción
social, relaciones familiares y vinculación económica. Un caso de nueva
inmigración con movilidad ascendente a través de una trama compleja de
recursos humanos, bienes y servicios, relaciones personales, estructuración
espacial de los negocios, alianzas de grupo y oportunidades económicas en
el marco de las nuevas políticas borbónicas ilustradas.
En el capítulo cuarto, Carina Giletta y Silvina Vecari encaran la dimensión
económica orientada hacia la importante cuestión de la circulación mone-
taria en un contexto de atlantización de la economía, conexión ampliada de
Santa Fe con «mercados internos» y reglamentaciones imperiales que no
siempre favorecían los negocios de los agentes económicos santafesinos. En
esta coyuntura de transformaciones impuestas por el reformismo borbónico,
había que diseñar estrategias de reacomodamiento y supervivencia econó-
mica. El uso de la moneda en distintas transacciones es un buen punto de
observación de esas estrategias.
Las fuentes se centraron en los fondos del Departamento de Estudios
Etnográficos y Coloniales de Santa Fe, concretamente en las escrituras públi-
cas, documentos notariales que abarcan una variedad de formatos y que,
como bien se afirma en el texto, ofrecen evidencias de un sector social y no
sobre la sociedad en su conjunto. En ese amplio universo documental, las
autoras han seleccionado para el análisis a las escrituras públicas referidas
a compra–venta de esclavos, de tierras y a obligaciones; un abundante rele-
vamiento de datos que son operativizados e interpretados con métodos
cualitativos y cuantitativos.
Los pagos como trueque, o en metálico, en moneda de la tierra, en servi-
cios eclesiásticos, las formas de pago como contado, fiado y crédito, ciertos
precios de mercancías, se cruzan con otras informaciones relativas a pro-
ducciones de intercambio. Entre ellas, los bienes de herencia, los valores
económicos, simbólicos y de prestigio social de aquello que se adquiere y se
vende. Con respecto a los múltiples operadores en el mercado, se trata a las
mujeres que compraban y vendían tanto propiedades como esclavos y escla-
vas para servicio doméstico y trabajo en las distintas unidades económicas.
En el período de quince años que abarca el estudio —1770 a 1785—, esta
investigación muestra una dinámica muy interesante en el mundo económico
de la aldea santafesina tardocolonial. Una trama de transacciones diversas
que revela particularidades locales y regionales en el marco de la gran cues-
tión implícita en el análisis del sistema económico colonial: la circulación
14
social de la moneda y la relación entre la economía monetaria – economía
natural de intercambios.
En el capítulo quinto, la contribución de María Milagros Vecari atiende muy
bien al propósito didáctico de este libro y nos acerca al riquísimo acervo
colonial existente en el Archivo Histórico perteneciente al Archivo General
de la Provincia de Santa Fe, invitando a su consulta. La autora nos introduce
en los procesos técnicos archivísticos propios de la institución de custodia
documental y acciones de conservación que incluyen últimas tecnologías.
Además, destaca la importante función social del repositorio relacionada a la
vida en sociedad, a la escritura de su historia, a la construcción de la memoria
colectiva, a la garantía de derechos ciudadanos en su más amplio espectro
y libre acceso a la información, a la valoración de los legados culturales.
Documentos administrativos de distinta índole pero también fondos docu-
mentales privados donados o en guarda del Archivo General componen parte
del patrimonio testimonial generado en la colonia, aunque con proyecciones
hacia el siglo XIX en el período autonómico e independiente. Documentos
a los que Vecari describe profusamente preocupándose también por rea-
lizar recomendaciones sobre las formas de acceder a catálogos, valorar su
información y cuidar de su materialidad con adecuadas medidas de uso
y manipulación, una necesaria preservación de las palabras escritas que
develan un tiempo que pasó pero que son raíces profundas del presente.
En las consideraciones finales de este prólogo, recuperamos una reflexión
muy importante y poderosa sobre los archivos y la escritura de la histo-
ria ofrecida por Arlette Farge, una historiadora francesa formada dentro
del movimiento de Annales y especializada en historia del siglo XVIII: «Hay
que conservar el gusto de lo inacabado, evitar cualquier forma suprema (e
inamovible) de los saberes adquiridos» (Farge, 1991:96). Efectivamente, los
saberes no están cancelados, están en tránsito porque las preguntas de
investigación lo están, son dinámicas, varían de la simpleza a la complejidad
y nos conducen a nuevas escrituras de la historia.
Esa reflexión de Farge está en perfecta consonancia con el propósito de
este libro de renovar y expandir horizontes, dejarnos atrapar por la trama
de una época colonial de dominación, de resistencias, pero también de
construcción social, internarnos por su historia con el convencimiento de
que aún es un campo fértil para ensayar respuestas sobre ese tiempo ido.
Sonia Tedeschi
Santa Fe, otoño 2022.
15
Referencias bibliográficas
16
Las formas de la clasificación de los
1 sectores urbanos. La ciudad de Santa Fe
en el período tardocolonial
Carina Giletta y Silvina Vecari
Introducción
las consecuencias en algunas regiones eran una falta de claridad de las carac-
terísticas sociales y raciales que tradicionalmente separaban a las élites
blancas de los demás. Tanto los recuentos anecdóticos como los análisis
estadísticos evidencian que las élites de fines de la época colonial eran mucho
más conscientes respecto de lo que veían e interpretaban como las ambi-
güedades con relación a las características socio–raciales y del nacimiento
que previamente habían establecidos sus precedencias, y que ahora estaban
sujetas a desafíos. (Twinam, 2014:10)
17
En este marco, si bien para el caso de la ciudad de Santa Fe no se encuentra
registro de censos específicos demandados por los borbones, sí se presentan
indicios en las fuentes seleccionadas. Es posible encontrar algunos inters-
ticios que nos permiten observar la composición socioétnica de la ciudad,
mucho más variada socialmente del modelo que las autoridades perseguían.
Nuestro objetivo es detectar las lógicas de clasificación, la posibilidad de
indagar en las de autorepresentación —tanto lo que se muestra como lo que
se encubre—, dando sentido a las jerarquías de una sociedad donde «con-
viven» vecinos, castas (pardos, mestizos, chinos, mulatos), indios, esclavos
y variadas formas —inmigrantes/gentilicios— en una ciudad tardocolonial.
De un tiempo a esta parte, y sobre la base de anteriores investigaciones,
nos ocupa el tipo de sociedad que nos develan las fuentes analizadas. En
este sentido, compartimos con Thomas Calvo (1991;1996) ciertos interrogantes
frente a estas sociedades y que trasladamos al ámbito urbano: ¿estamos
frente a una sociedad que podemos considerar flexible? ¿O una sociedad
abierta? ¿Son válidas las categorías de sociedades de castas, sociedades
estamentales o de órdenes para el ámbito urbano? ¿Son las sociedades
coloniales urbanas sociedades mestizas? ¿Cómo zanjar el problema de la
legislación y la práctica, es decir la realidad formal y la de hecho, frente a la
imprecisión y el carácter subjetivo de las nomenclaturas étnicas y sociales?
¿Hay calidades negociadas o dadas?
En este marco, podemos expresar que la calidad de una persona, se deter-
mina bajo el signo de tres entidades —iglesia, Estado, familia—. Parafraseando
a Calvo, en este caso, la etnia, se determina en el centro de un triángulo
cuyos ángulos serían el cura, el fisco y los padres. Por supuesto que esto no
es una garantía de objetividad, y coloca la atención en el carácter subjetivo
de las nomenclaturas, la tensión entre el pronunciamiento oficial y la rea-
lidad objetiva.
Si consideramos la investigación de Rappaport (2009), la determinación
de la clasificación de un individuo obedecía a múltiples factores: no solo el
aspecto de la persona —que en sí, no seguía las pautas modernas para dis-
tinguir entre grupos raciales— sino su uso de la lengua, su condición como
esclavo o libre, su estado como noble o plebeyo, su grado de legitimidad
o ilegitimidad y el contexto social del clasificado y del clasificador, todos
jugaban papeles significativos en la determinación de la caracterización de
un individuo. En esta línea, clasificador y clasificado se encuentran en una
encrucijada legal y real que el ámbito urbano termina de complejizar.
18
La ciudad colonial y la sociedad urbana
desde los primeros tiempos de la colonización del siglo XVI, pasando por la
grandiosidad del barroco del siglo XVII, hasta el clasicismo más moderado de la
ilustración del siglo XVIII, el mundo español (y en menor medida el portugués)
en las Américas se concentró en las ciudades (…) las ciudades representaban
la esencia misma de la cultura. (Hoberman y Socolow, 1992:7)
Ahora bien, si se analiza qué implica esta afirmación, se desprende que ciu-
dad no es sinónimo de sociedad y sociedad no es sinónimo de población.
El mundo español se concentró en la ciudad como espacio físico y simbó-
lico del poder metropolitano, pero cabe la pregunta de quién componía su
población y qué rasgos propios del marco urbano condicionaron la dinámica
de las relaciones sociales.
Romina Zamora (2007:2) expresa que «la ciudad era la reunión de vecinos».
Enunciado que resulta ser más auténtico para los inicios de la colonización
española en donde esta visión de ciudad de Antiguo Régimen, y de una socie-
dad entendida como corporativa y establecida en un orden divino, la calidad
de «vecino» significaba la atribución de prerrogativas y reconocimientos en
tanto miembros de la corporación. La ciudad, entonces, era más que nada,
el espacio simbólico del poder político y social de la corporación de vecinos.
Pero, en el transcurso del período colonial, con el crecimiento poblacional
de los sectores subalternos residentes en las ciudades ese modelo ideal
planeado por los conquistadores no resulta explicativo de la sociedad urbana.
En este marco, las ciudades no solo estaban ocupadas por vecinos sino
también por habitantes: moradores, estantes, extranjeros, indígenas, castas
—grupos de sangre mezclada— y esclavos negros. Autores como Brading,
Hoberman y Socolow, consideran que los habitantes de las poblaciones eran
asimismo caracterizados como gente decente–gente de razón —personas
respetables, de ascendencia ibérica y dedicadas a profesiones honorables— o
como el resto o gente plebeya —las masas de gente común—. Además, en la
sociedad urbana, la condición legal y el status social regían la posición de
los habitantes no hispánicos.
En la línea de estos autores, la ciudad era el asentamiento físico donde
los diferentes grupos raciales, ocupacionales y sociales se encontraban, se
influían mutuamente y se fundían. Lo paradójico de la ciudad es que por un
lado generaba condiciones de «integración» y por el otro afirmaba el orden
jerárquico, es decir, al mismo tiempo que marcaba los límites y lugar de cada
uno permitía la movilidad social. En este sentido, por sus roles o funciones,
las ciudades adquieren un status dinámico incomparable al más estático
del campo, generando condiciones tanto para la movilidad social como la
de enmascaramiento de los rasgos de subalternidad.
19
Las múltiples funciones y necesidades urbanas —como comercio, puerto,
alojamiento, transporte, servicios— permiten pensar la ciudad como un lugar
de oportunidades de movilidad ascendente pero también descendente. Cabe
preguntarse si este rasgo descendente es solo urbano y si es para todos los
grupos sociales. La ciudad era el punto de mediación de la sociedad colo-
nial, en este sentido todos los habitantes de las diferentes jerarquías se
encontraban; en el marco urbano —a diferencia del rural— nadie podía estar
aislado, la proximidad física —densidad— es una característica del mismo.
La ciudad de Santa Fe fundada en 1573 a orillas del río Quiloazas, hoy San
Javier, se trasladó entre los años 1651–1661 a su actual emplazamiento,
pasando a denominarse Santa Fe de la Vera Cruz. Los miembros del cabildo
buscaron replicar la traza y la ubicación de manzanas, edificios y sitios
públicos y de particulares. En este sentido, se delimitó la plaza central y
se construyeron la casa capitular, la iglesia matriz, la Compañía de Jesús,
la parroquia de naturales San Roque, los templos de San Francisco, Santo
Domingo y la Merced, teniendo en cuenta la posición que ocupaban en la
traza de la ciudad antigua, a la que se denominó Santa Fe, la Vieja. En las
actas capitulares se observa el interés por conservar el orden que se ha ido
construyendo en la sociedad santafesina, mediante la reproducción de los
espacios físicos como simbólicos. Al respecto, los miembros del cabildo,
previas mediciones, expresaron:
2 Archivo General de la Provincia de Santa Fe (en adelante AGPSF), Actas de Cabildo (en
adelante AC), Tomo III, f. 196, 12/04/1651.
20
caminos terrestres y fluviales posibilitó el tránsito de individuos con dife-
rentes procedencias.
A mediados del siglo XVIII, según información que brinda La breve relación
geográfica y política de la governación del Río de la Plata, Santa Fe
está poblada de estancias hasta sus límites australes, pero por el rumbo del
norte no llega su población más que a corta distancia: y lo mismo sucede
al rumbo del poniente acia Cordova y Santiago, que no llegan por aquí las
estancias más que a tres o 4 leguas del Paraná. La vanda oriental solo tiene de
población de estancias como 20 leguas a la costa del rio, 4 o 5 tierra adentro.
(Maeder, 1976:158)³
españoles llaman en estas partes no solo a los que nacieron en España, sino
también a todos los de su sangre que nacieron en esta América, y aun a los
franceses, italianos, etc. [---]elven en el nombre de Español. Naturales llaman
a los que no son de esta sangre sean libres o esclavos, como son los indios,
mestizos, mulatos, negros y toda mezcla de estas castas, que la iglesia llama
neófitos. (Maeder, 1976:149)
21
o «entradas al Chaco Austral»,4 las «campañas» en la «otra Banda» contra los
pueblos charrúas,5 el establecimiento de reducciones misionales en el norte y
noreste de la ciudad6—, hasta la realización de negociaciones entre autoridades
coloniales y «caciques».7 La resistencia de los aborígenes de la región, a la vez
que dificultaron el proceso de mestización y privaron a los «blancos» de mano
de obra forzada, hicieron que se destinaran gran parte de los recursos a los
gastos de defensa y al establecimiento de reducciones con el fin de ubicar a
los denominados en los documentos como «aborígenes pacificados».
Los intercambios comerciales como la defensa de la frontera norte influ-
yeron tempranamente en las formas de vida y las actividades emprendidas
por los habitantes de la ciudad. Luis María Calvo (2011) sostiene que Santa
Fe mantuvo una difícil tensión entre sus condiciones de nudo de comunica-
ciones y de ciudad de frontera en el período colonial.
La necesidad de recursos para hacer frente a los ataques indígenas condujo
a que los vecinos presionaran por la obtención del «privilegio del puerto
preciso», es decir, la obligación de desembarco forzado y pago de impuestos
a los productos provenientes de Paraguay y Corrientes.8 Esta nueva situación
posibilitó el desarrollo del comercio y de otras ocupaciones en el ámbito
urbano, como la arriería, la construcción de carretas y barcas, la edificación
de almacenes, el alquiler de viviendas para quienes pernoctaban en la ciudad.
El crecimiento económico no solo permitió la diversificación de actividades
entre los miembros de los sectores dominantes locales, sino también viabi-
lizó el incremento de labores para los sectores subalternos, como remeros,
peones carreteros y arrieros, albañiles. Hacia 1780, la Corona española decidió
suprimir el «privilegio del puerto preciso». Decisión que tuvo en cuenta las
recurrentes presiones ejercidas por los comerciantes y dueños de embar-
caciones de Buenos Aires y de similares intereses mercantiles de Asunción.9
4 Área habitada principalmente por los pueblos abipón, mocoví, toba, pilagá y
guaycurú–mbaya.
5 El Pago de la Bajada de Entre Ríos se situaba en la banda este del río Paraná (zona de
pastoreo y reproducción de ganado mular y vacuno introducido por vecinos desde el
siglo XVII).
6 Las reducciones de San Javier, San Jerónimo y San Pedro fueron establecidas por la
Orden San Ignacio entre 1743 y 1765 a solicitud de pueblos abipones y mocovíes tras las
epidemias de viruela y la escasez de recursos con qué sustentarse. Véase en Suárez y
Tornay (2003).
7 Suárez y Tornay (2003) cuestionan una visión historiográfica simplificadora que postule
la guerra permanente entre españoles e indios.
8 El pedido de concesión de este privilegio fue aprobado en 1739 por la Audiencia de Charcas
y ratificado por la real cédula de 1743. En 1769, fue restringido al autorizarse el paso de
géneros de la Real Hacienda hacia Buenos Aires, como también se favoreció el beneficio
del tabaco negro del Paraguay.
9 A pesar de la larga lucha legal de los sectores dominantes locales, no se pudo revertir la
situación, con lo que se inició una etapa difícil para las finanzas santafesinas, dado que
además continuaba el asedio de los indígenas del «Chaco Austral».
22
La coyuntura de la segunda mitad del siglo XVIII, en el contexto de las
reformas borbónicas, puso de manifiesto nuevos «desequilibrios y reaco-
modos» en la región del Litoral, y en especial en Santa Fe. Entre ellos, la
parcial dispersión de las reducciones jesuíticas luego de la expulsión de la
Compañía de Jesús; la llegada de pobladores provenientes de Santiago del
Estero, Corrientes, Córdoba y Tucumán, que conformaron una población
heterogénea, errante o en tránsito, en algunos casos, y en otros, instalada
en la campaña o en la ciudad. Estos «llegados» se asentaban en las tierras
que los vecinos de la ciudad reconocían como propias o bien constituían
nuevos poblados. El choque de intereses se producía especialmente con los
grandes estancieros, interesados en el acaparamiento de tierras para formar
y/o ampliar sus estancias.
La presencia de estos nuevos pobladores generó múltiples reacciones que
oscilaron entre la guerra, los pactos y los ajustes institucionales llevados
a cabo por el cabildo para procurar frenar los conflictos: desde traslados
compulsivos hasta el reconocimiento de los pedidos de tierras y solares y la
constitución de nuevos pueblos y parroquias. Así, el aumento de población
en el ámbito urbano, y en particular de la «plebe» o «gente del común»,
contribuyó a la decisión de solicitar el nombramiento de alcaldes de barrio,
cuya función de policía podemos inferir de la lectura de las actas, pero que
también se complementa con el contexto de las reformas borbónicas y las
medidas de control social.
A fines del siglo XVIII, el ámbito urbano se circunscribía a aproximadamente
doce cuadras de norte a sur y seis de este a oeste, según consta en el único
plano que se conoce acerca de Santa Fe colonial.10 En el plano atribuido al
procurador José Arias Troncoso se observa la ubicación de la plaza principal,
el cabildo, los predios pertenecientes a las órdenes religiosas, las zonas de
quintas y los corrales de la ciudad.
10 Este plano, según Calvo (2011:51), revela que la traza urbana solo se había extendido
unas cuadras por el norte y mantenía la configuración del momento de la mudanza hacia
mediados del siglo XVII.
23
FigurA 1. Plano de la ciudad de Santa Fe de la Vera cruz, 1787, archiVo
General de la nación.
24
Indicios de clasificación propios del espacio urbano
desde la mirada de los cabildantes (actas de cabildo)
25
tABLA 1. número de SolicitanteS de mercedeS de tierra (aGPSF, ac,
1700–1810).
«Viuda de esclavo» - - 1 - 1
12 En la década de 1770, los vecinos don Diego Yedros y doña Cruza López obtuvieron
licencia del virrey para la construcción de la capilla, por lo cual solicitaron al cabildo un
solar para edificar el templo y medio para construir su vivienda en el «barrio nuevo». En
el plano adjunto previamente aparece indicada la Capilla de San Antonio con el número
11 de las Referencias.
26
En general, los sectores subalternos accedieron a un cuarto de solar de
sitio o a un «hueco» en terrenos situados en los «muros» de la ciudad o en
las afueras de la misma, en «tierras realengas», en la «barranca del río», en
el «barrio nuevo». Luis María Calvo (2011) indica que, a fines del siglo XVIII,
las autoridades capitulares adoptaron la medida del cuarto solar como
fracción mínima de terreno —un cuarto de solar medía 1122 varas cuadradas
de superficie, equivalentes a 840 m².
El análisis de las mercedes también posibilita reconstruir a qué se dedi-
caban integrantes de dichos sectores. Respecto a los oficios, en la segunda
mitad del siglo XVIII, en las actas capitulares solo se mencionan a individuos,
ya sea solicitando tierras o como residentes linderos a sitios pedidos, con
la denominación «maestros» de oficios, como carpintero, herrero, lomillero,
albañilería, armero.
La ausencia generalizada del registro de actividades llevadas a cabo por los
solicitantes de tierras, quizás respondió a los prejuicios acerca de los oficios
y trabajos manuales que prevalecieron en la sociedad colonial. En Santa Fe,
según Luis María Calvo (2011) no se constataron gremios ni cofradías que
nuclearan a quienes ejercían un oficio.
Como se mencionó anteriormente, Santa Fe ocupó una posición estratégica
en la defensa de la frontera norte. Integrantes de los sectores subalternos
debieron formar parte de las expediciones militares en condición de «sol-
dados». En las actas capitulares resulta interesante observar que no solo
solicitaron mercedes de tierras los propios soldados, sino que en algunas
situaciones fueron sus esposas las que intercedieron frente a la ausencia.
En general, se les concedió la fracción mínima de un sitio.
Asimismo, al analizar la composición de los solicitantes de mercedes, y
por tratarse de una sociedad esencialmente dominada por varones, resulta
significativo el número de mujeres que presentaron memoriales. Tanto, muje-
res con la condición de «vecinas» como integrantes de la «gente común»
recurrieron al cabildo para reclamar tierras urbanas. A modo de ejemplo:
Pedimento de Isidora Garmendi parda libre por el que suplica a este Ilustre
le conceda un retazo de tierra realenga.14
Pedimento de Juana Díaz en el que solicita se le conceda de merced medio
solar (…) en el barrio de San Antonio lindante por el sur con tierras de Francisca
Segueira, por el este con las de Josefa Pérez, por el norte con las de María
27
Rosa Benítez, y por el oeste, calle real con tierras baldías. Y sus señorías en
consideración a que ya van faltando tierras que dan de merced, y es preciso
distinguir a aquellas personas, que haigan servido a esta ciudad, acordaron
se le conceda solo a esta parte un cuarto solar en el lugar.15
28
que se leyó «un pedimento de Susana Paez, por el que solicita merced de un
medio solar que se halla vaco acia el nordeste en los muros de esta ciudad»,
sin que se exprese que era «mujer legítima de» Joseph Nicolás Alzugaray,
según registro de matrimonio, en el que además se señala que eran ambos
«naturales de esta ciudad».19
Además, se advierten mujeres que pidieron sitio tras casarse con sujetos
de otras regiones. A modo de ejemplo, en el acta del 21 de agosto de 1780
consta que se presentó un memorial de «Petrona Fernández en que pide
merced de catorce varas de sitio», sin que se explicite que era «natural de
esta ciudad» y «mujer legítima de» Ignacio de los Santos, «natural de Rio
Geneyro», según acta matrimonial del 7 de octubre de 1761.²0
La confrontación con los registros parroquiales también posibilita reco-
nocer mujeres solicitantes en condición de solteras, aunque no conste en
el acta de cabildo. Por ejemplo, en acta capitular del 7 de junio de 1781 se
consideró el memorial de «Petrona Retamosa, en que pide un retazo de
sitio inmediato a la laguna del norte, sin determinar sus linderos». Según
registros de la iglesia matriz, Petrona Retamosa, «hija legítima» de «vecinos
de la ciudad», contrajo matrimonio con Pablo Villalva, «soldado» «natural
del Paraguay», el 14 de abril de 1784.²¹
Comprobada la presencia de sectores subalternos en la población urbana
a través del pedido de tierras, también es posible inferir sobre los rasgos de
coloración y desigualdad en la ubicación en la trama urbana de la ciudad
colonial santafesina. El reparto de solares —en su mayoría solicitados por los
sectores subalternos—correspondía a una ubicación extramuros o periférica
de la ciudad, y las compraventas —realizadas por sectores «blancos»— al
centro. En este sentido, se considera que la distribución de la tierra y pro-
piedades dentro del espacio urbano escenificaba las diferencias sociales y
contribuía a la identidad de los sujetos, ubicándolos jerárquicamente tanto
en la trama social como en el patrón urbano. La ciudad escenificaba e iden-
tificaba colores oscuros con la periferia y esta con los sectores de la «plebe».
Asimismo, las fuentes ofrecen información acerca de la exigencia de con-
traparte a los sectores subalternos a cambio de los terrenos otorgados, a
condición de…, situación que permite inferir condición de inferioridad por
su calidad desigual de pardos, mestizos u otros miembros de la «plebe». En
las actas, por ejemplo, se observa que los cabildantes solicitaron materiales
o cumplimiento de labores —como la limpieza de zanjas, reparación de las
tejas del cabildo, mantenimiento de calles— para conceder merced de sitio.
19 AGPSF, AC, Tomo XVII, f. 178, 13/08/1804. AHASFVC, Iglesia Matriz, Libro de matrimonios
1764–1803, f. 534, 25/08/1800.
20 AGPSF, AC, Tomo XV, f. 26 r, 21/08/1780. AHASFVC, Iglesia Matriz, Libro de matrimonios
1733–1764, f. 46, 07/10/1761.
21 AGPSF, AC, Tomo XV, f. 62, 07/06/1781. AHASFVC, Iglesia Matriz, Libro de matrimonios 1764-
1803, f. 252, 14/04/1784.
29
También, en los conflictos en torno al otorgamiento de mercedes, se evi-
dencia que predominaron las resoluciones a favor de los «honorables veci-
nos». Si bien el solicitante declaraba qué sitio pretendía ocupar, la concesión
efectiva dependía, en algunos casos, que no lesionara derechos de terceros y,
en otros, que prevaleciera el interés de los miembros de los sectores domi-
nantes. Por ejemplo, en la reunión capitular del día 18 de febrero de 1788, se
presentó doña Justa Mendoza solicitando el mismo retazo de sitio que había
pedido Estefanía Parrada. En esta ocasión, los «méritos» y «servicios» de los
familiares de Justa Mendoza primaron sobre la condición étnica y jurídica,
«parda libre», de Estefanía Parrada. En el acta se expresó:
30
de la mención «por herida», «por matadores», «reo por muerte», «indicado
por muerte»; salvo, ciertos casos que remiten a problemáticas étnicas, de
género, religiosas, entre otras.
Además, fueron frecuentes las detenciones por falta de pago de deudas
y por el robo de bienes o de dinero. En determinados casos, los cabildantes
aclararon la condición de «vecino» del reo y le permitieron la libertad para
que pudieran cumplir con los compromisos contraídos. En cambio, a los
individuos clasificados como «indios» o de «castas» acusados de robos se
les obligó a cumplir «servicios». Así,
Juan Asensio Flores por ladrón y Eusebio Arbirayú indiopor robo de herramien-
tas y Pedro Álvarez, indio calchaquí, y Carlos Ludueña tucumanés, detenidos
por el Teniente de Gobernador (…) respecto de hallarse en esta ciudad el
Sargento Mayor de Naturales, remitido de Buenos Aires a recoger indios para la
actual real expedición contra los portugueses, se le entreguen los nominados
Flores y Arbirayú, para que los lleve empleados para el dicho real servicio.23
31
Indicios de clasificación propios del espacio urbano desde la mirada de
los clérigos de la iglesia matriz
32
En los documentos eclesiásticos, las categorías «español» e «hijo legítimo»
referían al feligrés ideal. En los casos en que era bautizado un/a hijo/a de
familias «decentes» y «distinguidas» de la sociedad santafesina, se regis-
traba en el margen el nombre del bautizado junto a los apellidos paterno y
materno y la calidad de «español» y, al interior del texto, se dejaba constancia
de abuelos paternos y maternos. Respecto a las defunciones, la preeminen-
cia social se evidenciaba en el uso de la categoría «español», expresiones
«Don» o «Doña» y formas en que se llevaba a cabo la sepultura, vale decir,
la realización de una misa de cuerpo presente, el uso cruz alta o baja, el rezo
del novenario, la institución de obras pías.
A pesar de las normas legales y religiosas vigentes, es posible abordar un
abanico de situaciones que escapaban a las mismas, tales como: madres
«solteras», matrimonios clandestinos (uniones realizadas por sacerdotes,
pero sin la aprobación de los padres), relaciones sexuales sin casamiento,
re–casamientos, adulterio, relaciones incestuosas, abandono de bebés, entre
otras. En estas realidades, que trasgredían las normas y eran consideradas
como faltas graves al orden legal y moral, la mayor condena recaía sobre
las mujeres. Precisamente, en los libros bautismales, en los casos en que
constaba uno de los padres biológicos de un «hijo ilegítimo», «hijo natural»
o «expósito», solo se consignaba el nombre y apellido de la madre, aunque
se conociese la identidad del padre.²7 Por ejemplo:
27 Twinam (2009) diferencia «hijos naturales» (ilegítimos) e «hijos bastardos» (no solo
ilegítimos, sino producto de relaciones adúlteras o incestuosas).
28 Archivo Histórico del Arzobispado de Santa Fe de la Vera Cruz (en adelante AHASFVC),
Iglesia Matriz, Libro de bautismos 1785–95, f. 109 r, 17/11/1788.
29 AHASFVC, Iglesia Matriz, Libro de bautismos 1785–95, f. 69, 09/11/1787.
33
hijos legítimos. Cuando solo se los califica como huérfanos, se los computa
como ilegítimos.
En los registros parroquiales de estos años, la categoría «natural» se uti-
lizó en diferentes situaciones, variando el significado atribuido. Además de
asociarse «natural» a ilegitimidad, este término se usó para indicar el origen
de nacimiento o de residencia del feligrés, progenitor/es y/o padrinos. Como:
[Margen: Juan Toledo] Juan Toledo natural de Santiago del Estero recibió los
sacramentos y se enterró en la Iglesia Matriz.30
Otro uso del término «natural» se vincula a la condición étnica del bautizado
o fallecido, enfatizando su no pertenencia al grupo de «españoles». Vale decir,
que en los registros de un/a hijo/a de indios, pardos, esclavos, se observa
que, en el margen, puede ser designado según la condición socioétnica de
su/s progenitor/es como a través de la palabra «natural». Así:
[Margen: Juan Andrés Natural Párvulo] en doce días del mes de junio de mil
setecientos ochenta y ocho murió Juan Andrés párvulo, hijo de José esclavo
de Don Rafael Guerrero y Lorenza india, se le hizo entierro menor.³³
34
inferir la situación de servidumbre. En particular, en registros que refieren a
quienes son consignados como «indios».34 Como:
[Margen: José Jorge Natural] Cura Rector de esta Iglesia Matriz (…) bautice
solemnemente a un niño que se llamó José Jorge de dos días hijo legítimo de
Miguel Mulato Esclavo de Don Teodoro Larramendi y de María Francisca India
de la misma casa.35
34 Moriconi (2011:35) plantea que tanto aquellos indios que habitaron la ciudad como los de
las reducciones sufrieron el proceso de «desnaturalización» respecto a las comunidades
indígenas, aunque el sentido de desarraigo fue mayor en los primeros.
35 AHASFVC, Iglesia Matriz, Libro de bautismos 1785–1795, f. 87, 23/04/1788.
36 En cada caso se anotan los nombres y apellidos, origen, estado civil y afincamiento,
además se incorporan mujeres, niños, servidumbre y esclavos. La nómina comprende un
total de 161 personas, cuyas profesiones de distintas jerarquías varían en el comercio,
navegación, estancieros, oficiales de estado, milicia y diversos oficios manuales. Véase
en Tonda (1978).
35
Consideraciones finales
36
los márgenes de aproximación se ampliaron. La tensión entre clasificador y
clasificado, pone el peso sobre el segundo, hundiendo la balanza, que, ante
la duda, la clasificación de una persona cae entre los desclasados, siendo
más importante el pronunciamiento oficial que la realidad objetiva que
puede definir.
Referencias bibliográficas
37
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Fuentes consultadas
38
Fiestas y ritos en la ciudad de Santa Fe
2 a finales de siglo XVIII: entre el control
y la celebración del poder
Juan Francisco Reinares
Introducción
1 Es importante aclarar que este capítulo sintetiza algunos de los aspectos analizados en
una adscripción en investigación realizada en la Facultad de Humanidades y Ciencias de
la UNL, junto con equipos de investigación en el marco de los proyectos CAI+D desde el
año 2011.
39
El análisis de la construcción y reconstrucción simbólica —desde una
perspectiva teórico metodológica— que suponen la fiesta y su relación con
el poder, permite aproximarnos a entender algunas de las claves más impor-
tantes de la conformación de la sociedad colonial. Este apartado se centra en
las festividades locales pero sin dejar de lado cuestiones generales. Comienza
con un estado del arte vinculado al tratamiento del tema en general, y en
particular para Santa Fe. Luego, una serie de preguntas relacionadas con
la reflexión en torno al concepto de fiesta en la época colonial: quiénes las
organizaban, las regulaciones vinculadas a las mismas y las relaciones que
pueden establecerse con el contexto de reformas borbónicas que afectaron
tanto a la metrópoli como a la colonia. Continúa con el desarrollo de algunos
aspectos relacionados con las fuentes relevadas, para presentar conclusiones
provisorias que inviten a seguir profundizando en la temática.
En relación con las fuentes, se tuvieron en cuenta las actas del cabildo
de la ciudad, y cédulas reales de la segunda mitad del siglo XVIII, que se
encuentran en el Archivo General de la Provincia de Santa Fe (en adelante
AGPSF); y la crónica de Vera Mujica
(1760–1761) al gobernador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos, que se
encuentra en el Archivo General de la Nación.
A lo largo de la dominación española las autoridades pusieron especial
atención a los documentos. Esto nos permite investigar en profundidad
diferentes temas y recurrir a las fuentes, pero los documentos no nos dicen
mucho ya que como sostiene Marc Bloch (1996:86) «solo hablan cuando uno
sabe interrogarlos». En este sentido, entra en cuestión la problemática de
la subjetividad de quién produjo el escrito, al haberlo hecho con una inten-
cionalidad constituye una de las dificultades que debe enfrentar cualquier
investigador. En este caso, la disponibilidad de fuentes es limitada, en el
sentido de que fueron producidas en el seno de la élite constructora del
poder a nivel local. Sin embargo, pueden rastrearse aspectos importantes
para iniciar algunas reflexiones.
40
de la Plata, destacándose como figura activa y notoria Hernando Arias de
Saavedra (Barriera y Tarragó, 2006).
Antes de la llegada de los españoles, el territorio estaba habitado por
diferentes grupos aborígenes con gran movilidad y que alternaban la caza,
la pesca y la recolección aprovechando los recursos naturales. Desde sus
inicios, se construye en la región y por los mismos contemporáneos una
representación conflictiva sobre la relación vecino–indígenas, situación que
se observa en las actas capitulares. Tal es así, que fue una de las causas que
generó el traslado de la ciudad a su actual emplazamiento, así lo explica
Rubén Román en su trabajo de investigación:
Son innumerables las actas del Cabildo y sesiones capitulares que expresan la
necesidad de traslado (…), hasta que, elegido el nuevo sitio, conseguidas las
autorizaciones pertinentes (…) se emprende el lento traslado que durará diez
años, hasta completarse totalmente en 1660 (…) de estos años es que nace la
denominación de Santa Fe de la Vera Cruz para la nueva ciudad, llamándose
al antiguo asiento Santa Fe La Vieja. (Román, 1992:171)
41
Con relación a la sociedad es importante tener en cuenta que,
42
jerarquías de cada uno en la sociedad, ya que las mismas transmitían no
solo los valores del grupo dominante; sino también un proceso de reafir-
mación de las identidades y de la parte de la tradición que garantiza dicha
jerarquía social.
Resulta importante en este marco de análisis repensar el concepto de
sociedad. Para esto, considero interesante abordar la definición de Giovanni
Busino, quien la conceptualiza como: «conjuntos relativamente estables, en
el tiempo y en el espacio, en el interior de los cuales existen comunicaciones
frecuentes y estructuradas, modelos de organización, de reproducción»
(Carmagnani y Romano, 1999:288). Es a partir de estas consideraciones como
se puede avanzar y entrar en el examen de problemas conexos que analizan
autores como Ruggero Romano y Marcelo Carmagnani, a saber: la socializa-
ción y el control social.
43
En definitiva, es importante entender y analizar las fiestas, como momentos
constitutivos de la sociedad colonial, marcados por un fuerte simbolismo
material e inmaterial. En este sentido, Juan Pedro Viquiera Albán (1987), el
primero que estudia las diversiones públicas en México durante la segunda
mitad del siglo XVIII, afirma que se verificó una fuerte disputa por el espacio
en la ciudad de México, lo hace teniendo en cuenta las diversiones públicas
como ámbito privilegiado para analizar las prácticas, los hábitos y compor-
tamientos públicos de los grupos sociales. En su trabajo, recrea el proceso
de transformación de la naturaleza de las diversiones públicas como con-
secuencia de la participación de los sectores populares y observa cómo los
funcionarios influenciados por la ilustración intentaron normar los compor-
tamientos sociales.
Las diversas festividades que se realizaron en América tuvieron algunas
características heredadas de las que se realizaban en la metrópoli y con las
que se parecieron en muchos aspectos. Sin embargo, los contextos sociales,
culturales y económicos eran diferentes. En la construcción del orden, deter-
minados rituales canalizaban socialmente la representación del monarca y
el afianzamiento a nivel local de la dominación imperial, así lo aclara Jaime
Valenzuela en su trabajo:
Es así que en las ciudades de la colonia se daba lugar a una serie de fiestas
y celebraciones que combinaban la decoración del espacio urbano y de las
instituciones, la construcción de determinadas escenografías para llevar
adelante ceremonias, procesiones y diversiones populares; todas manifes-
taciones en las que gran parte de la sociedad acompañaba al rey o a sus
símbolos representativos.
Por ejemplo, el paseo del real estandarte —cuestión que se profundizará
más adelante—, la asistencia a determinadas misas o las corridas de toros
cumplían una función muy importante en el esfuerzo de las autoridades
locales de fortalecer el modelo jerárquico al que debían ajustarse las rela-
ciones sociales. Tal es el caso de la fiesta taurina «considerada como un
ejercicio de caballería estuvo, desde un principio, en España ligada a una
visión aristocrática y guerrera del mundo que se plasmaba simbólicamente,
por ejemplo, en la distribución de lugares y asiento» (Tornay, 1998:9). Los
palcos estaban reservados a las más altas autoridades, en sintonía con el
lugar que ocupaban en la jerarquía social.
44
En relación con la historiografía santafesina sobre la temática, el trabajo
de Manuel Cervera (1907) y la Nueva Enciclopedia de la Provincia de Santa
Fe (1992), no se detienen específicamente en las fiestas, sino que son obras
generales en las que encontramos apartados dedicados a las mismas. Sí se
pueden destacar artículos cuyo tema específico son las celebraciones en la
Santa Fe tardocolonial en los trabajos de Andrés Roverano (1963) y María
Laura Tornay (1998).
Teniendo en cuenta estas consideraciones, resulta oportuno remarcar la
importancia de este trabajo para reconstruir las festividades que se realiza-
ban en Santa Fe en la segunda mitad del siglo XVIII, ya que su conocimiento
surge de obras generales (algunas enciclopédicas) en las que prevalece
meramente la descripción de las mismas o en artículos puntuales. Además,
constituye un aporte a la constitución del campo historiográfico santafesino,
con temas no tan nuevos, pero sí con otras miradas.
3 Actas Capitulares, en adelante AC, de Santa Fe. Archivo General de la Provincia de Santa
Fe, en adelante AGPSF. Tomo (T) T XII, F 195 v a, 197, 27/01/1753.
4 AC, AGPSF, XIV B, XV Folio (F)21 y 21 v, 11/11/1769.
45
Incluso en otras ocasiones se evidencian intensas discusiones que tienen
como motivo la suspensión de algunos eventos por falta de recursos. Lo
importante es destacar que más allá de determinados momentos críticos,
los organizadores garantizaron de alguna manera su concreción.
Tal como lo propone Josep Barnadas (1990) es importante remarcar que
durante la colonización española, la evangelización constituyó un factor indis-
pensable en la creación y mantenimiento del orden: misas, rosarios, catecis-
mos, procesiones, adoración a santos, celebraciones de días festivos, todos
momentos destinados a este fin. Es recurrente encontrar en las actas este
tipo de festividades que se celebraban en Santa Fe: Semana Santa y Corpus
Christi, la celebración del patrono de la ciudad San Jerónimo (cada 30 de
septiembre), de San Francisco Javier, o de Nuestra señora de la Merced. Estas
fiestas eran celebradas con gran fervor, destacándose las procesiones que
desfilaban por las calles para los días de Semana Santa y de Corpus Christi.
Se levantaban altares en lugares seleccionados fuera y dentro de las insti-
tuciones principales, se designaban encargados de sermones, de compra de
cera y lamparillas, se diseñaban los recorridos para las procesiones. Además,
se suspendían las tareas cotidianas y el tiempo se destinaba para celebrar.
Entre las acciones que debía cumplir, y además de encargarse del aseo de
la plaza, el alcalde de primer voto, tenía la obligación de cuidar en su casa la
imagen del santo patrono de la ciudad que a esta pertenecía. En el caso del
corpus, existen evidencias de pautas escritas, que detallan cómo ornamentar
las esquinas de la plaza con ramas de laurel, para que quede asentado y
sirva de norma en adelante, ya que «cada año hay diversas discordias sobre
quienes han de hacer el cielo y la cruz y sitial».5 Por ejemplo, para entender
lo que significaba el aseo de la plaza, es importante tener en cuenta lo que
escribe Manuel Cervera en su libro:
Había que limpiar las calles por donde pasara la procesión que se sembrarán
de flores, juncos, hinojos, laurel del tiempo y otras yerbas olorosas (…) las
casas adornabanse con colgaduras y ramos, al derredor de la plaza principal,
elevabanse pilares de ramos y flores y lo más granado de los vecinos levan-
taban altares varios. (Cervera, 1907:53)
5 Acuerdo capitular sobre la ornamentación pública durante la fiesta del Corpus. En Revista
de La biblioteca y Archivo General de la Provincia de Santa Fe.
46
Además de las grandes fiestas antes mencionadas, eran motivo de especial
celebración los días de San Marcelino y de San Roque, patronos menores
de la ciudad. El culto mariano tuvo una singular intensidad en la ciudad y
su jurisdicción: la virgen de la Merced o Nuestra Señora de las Mercedes, en
los primeros años de la ciudad se consideró protectora contra el flagelo de
la langosta; la presencia masiva de este insecto en algunas épocas del año
era recurrente y significaba la ruina de las cosechas y el hambre para los
vecinos. Nuestra Señora del Rosario fue popular en zonas rurales, y a partir
de mayo 1636, comenzó la devoción por la Virgen de los Milagros, luego de
que autoridades y vecinos atestiguaron ante escribano público un episodio
considerado milagroso.
También en el templo franciscano, a partir de 1642 comenzó a rendirse
culto a la Inmaculada Concepción por una imagen donada por Jerónima
Contreras, hija de Juan de Garay. Ya en el siglo XVIII, en tierras de Juan de
Setúbal —ubicadas junto a la laguna, al norte de la ciudad— Francisco Javier
de la Rosa en 1779 construyó una capilla para rendir culto a una imagen de
la Virgen mexicana de Guadalupe.
Otro de los rituales bien detallados en actas y cédulas reales es el paseo
del real estandarte. Las fuentes permiten afirmar que desde que se fundó
la ciudad, se cumplió con este ritual. Siempre encabezó las celebraciones,
ya que su presencia representaba la figura del monarca, al que había que
acatar y rendir el homenaje correspondiente. Respecto al estandarte, Manuel
Cervera señala que era
Además, el paseo del real estandarte, estaba sujeto a todo un estricto proto-
colo que era necesario cumplir en todas las celebraciones, como se establece
en el siguiente despacho del gobernador:
Sale el estandarte real en mano del alférez, sale toda la ciudad a caballo a
sacar a la justicia mayor de su casa y van con ella a la del alférez donde esta
el estandarte enarbolado, prefieriendo el lugar más preminente el alférez real
(…) llegado a la parroquia, al tiempo que se canta el evangelio, el alférez real
con el estandarte, que recibe del regidor más antiguo sube a la grada supe-
rior hasta que se acabe y le asisten a las borlas del estandarte dos regidores,
los más antiguos. Por costumbre desde la fundación de esta ciudad y para
47
que contra ella no se intenten nuevas costumbres, que siempre redunda en
discordia de partes.6
Sin embargo, en una de las actas puede leerse que el cura de San Jerónimo
accede a que el acompañamiento del real estandarte se haga a pie, «res-
pecto a la pobreza del vecindario, señalando que se adopten las provi-
dencias para que el año próximo los vecinos puedan hacerlo en la forma
correspondiente».7
En las actas de los años 1790, 1791 y 1792 queda registrado que el paseo del
real estandarte también se realizó a pie, por la pobreza del vecindario. En
varias de las mismas, se aclara que debido a este contexto «la ciudad carece
de la decencia necesaria para acompañar al Real Estandarte a caballo».8
Es importante relevar y tener en cuenta los motivos de esta situación,
que no es menor. Las actas capitulares entre los años 1787 y 1792 mencionan
recurrentemente la pobreza de la ciudad. Esto nos permite pensar algunos
indicios, ya que se evidencia la solicitud de merced de tierras, permiso para
solicitar limosna a Potosí para reedificar la iglesia, se reciben quejas de corre-
gidores de las poblaciones de San Francisco Javier y San Jerónimo, incluso,
se menciona que la ciudad se ha despoblado. La principal causa expresada
en las actas, parece ser la falta de comercio —vale recordar que en 1779 se
cerró el «puerto preciso»—, más la sequía que, sumado a lo anterior, gene-
raron desabastecimiento, y a esto se agregan los ataques de los «infieles»
del Chaco.9 Es para destacar, que a pesar de las dificultades económicas
que atravesaba la ciudad las celebraciones continuaron realizándose. Una
vez más, esta situación pone en evidencia la importancia de las fiestas en
la construcción y mantenimiento del orden.
Si bien hasta aquí fueron mencionadas algunas celebraciones, es necesario
aclarar que en algunos casos estas culminaban con otro tipo de festejos. Uno
de los más nombrados eran las corridas de toros, que se realizaban en la
llamada plaza principal, frente al cabildo (actual Plaza 25 de Mayo), escenario
de los demás actos. En dicha plaza, se levantaba el toril, que era un cercado
de carretas y barrera de troncos, construido a veces por vecinos, y en otras
ocasiones por pulperos, a quienes el cabildo supo exigírselo como una de
las obligaciones que debían prestar por la concesión de su casa de comercio.
Los toros, eran traídos de las estancias cercanas al río Salado y de la otra
banda del Paraná, como se denominaba al actual territorio de la provincia
de Entre Ríos, para ese cometido se encargaban las autoridades. Toreros,
6 Despacho del gobernador de Buenos Aires sobre el paseo y ceremonias del estandarte,
en Cédulas Reales y Provisiones, Cabildo de Santa Fe, AGPSF, tomo III. 1743–1774.
7 AC. AGPSF. T XV B, XV f. 412 a 415, 17/09/1789.
8 AC. AGPSF. T XVI A, XVI f. 164 v a f. 165 v, 26/09/1792.
9 Expresión utilizada en las actas para referirse a los indígenas que vivían al norte de Santa
Fe y no habían sido evangelizados. AC. AGPSF T XVI, XVI f. 166 y f. 167, 29/10/1792.
48
picadores y banderilleros trataban de ofrecer uno de los más logrados espec-
táculos, impuesto en la ciudad desde su fundación y como homenaje a su
patrono.
Otro de los entretenimientos era el llamado «juego de cañas». Originado
en España, y traído a América en los primeros momentos de su ocupación,
era un remedo de combate entre cristianos y moros. Su denominación se
debe a las largas cañas usadas, de 2 a 3 metros, que, a manera de lanzas,
servían para aparentar la embestida contra el rival.
En otro de los regocijos, el cabildo solía donar premios para ser adjudi-
cados en las carreras de sortija. Este juego de destreza consistía en que el
jinete lanzado a la carrera ensartarse con un pequeño palo la sortija que
pendía de un hilo en un armazón de madera. También, era el cabildo como
institución quien remataba el permiso para tener cancha de bochas y bolas.
Por último, como uno de los componentes importantes de los festejos,
podemos mencionar a la comedia; así se denominaba al teatro de la época,
cualquiera fuese su género. De acuerdo con la documentación existente en
el AGPSF, la representación más antigua en la ciudad data de 1664. Pero las
representaciones teatrales se siguieron dando durante toda la época colonial,
no solo por mano de las autoridades capitulares, sino también por inicia-
tiva privada, como en el caso de los jesuitas, que, «en ocasión de festejar a
San Ignacio de Loyola, hacían llevar a escena las obras más difundidas en
España» (Roverano, 1963:118).
En el caso de las comedias, podemos apreciar que había un determinado
orden para regular las acciones de las personas y evitar inconvenientes.
Como lo muestra el siguiente fragmento de una de las actas:
El Alcalde 2º, por sí y por Pedro Mihura, diputados para organizar las come-
dias, solicita que la representación no se lleve a cabo después de las corridas
de cañas y de toros, sino entre uno y otro regocijo, con motivo del riesgo o
inconvenientes que pueda haber por su demora.10
El teatro fue desde sus inicios —en plazas o lugares cerrados— una diversión
común para diferentes grupos sociales, aunque también socialmente dis-
tribuidos. Asimismo, fue un lugar desde el cual «los pensadores ilustrados
intentaron difundir los sentimientos, actitudes y valores de la ilustración,
un anticipo de lo que pretendían lograr en la realidad: nuevos principios de
ordenación y de exclusión» (Tornay, 1998:9).
49
¿Permitir o prohibir?
50
mujeriles que los ridiculizan (…) que no se permitan funciones nocturnas ni
los penitentes de diferente sexo, vayan a las iglesias aglomerados. (Cervera,
1907:62)
51
le cursó el Gobernador Francisco de Paula Bucareli y Urzúa (…) por la cual
autoriza a reemplazar el vestuario de golilla que hasta aquí se ha usado por
el de casaca negra».15
En este otro fragmento se visualiza la ubicación física dentro del cabildo,
estableciendo jerarquías entre las autoridades, «El Tesorero tendría en las
funciones públicas el asiento detrás de los Alcaldes y delante de los Regidores
y debería rendir cuenta anual de su administración».16
También se identifican tensiones en torno a cómo se los nombraba frente
al resto, en este tipo de sociedad el título honorifico era esencial. Por ejem-
plo, en un acta se expresa que ministros de la Real Hacienda se quejan por
haberlos degradado:
52
Claramente se puede observar el rol del cabildo como institución que —
centrándose en lo simbólico— buscaba apaciguar tensiones y exteriorizar el
poder por medio de las fiestas, pero también regular y/o prohibir en función
de lo que los cabildantes consideraban el bienestar general, buscando en
todos los casos, consolidar el orden.
53
defensa y fomentar un crecimiento económico que genere un aumento de la
recaudación fiscal. Estas medidas son conocidas como reformas borbónicas y
su implementación tuvo efectos diferentes según las regiones. En particular,
resulta de interés para este trabajo atender a la cuestión política y simbólica
de la construcción del poder. Es necesario aclarar que todo grupo dominante
intenta convertir sus intereses particulares en intereses generales. Con la
dominación pretende unificar la sociedad, constituyendo un orden político
jerárquico y se legitima otorgando a este el carácter de un orden que opera
en el bienestar de todos.
Teniendo en cuenta esto, las reformas se relacionan con la consolidación
de un nuevo entramado de la configuración estatal. En este, tuvieron un
importante rol diferentes instrumentos de socialización que no son nuevos,
sino que se redefinieron en función de las nuevas ideas y objetivos de los
gobernantes. Debido a la fuerte impronta evangelizadora de la conquista y la
colonización del actual territorio santafesino, «las fiestas religiosas, fueron
una de las principales celebraciones en las que esta configuración estatal
se manifestaba» (Barriera y Tarragó, 2006:116). No fueron abandonadas las
tradicionales festividades religiosas, sino que fue reforzada la presencia del
monarca, consolidando también celebraciones ligadas específicamente con
el culto a la familia de los reyes y sus aciertos como gobernantes.
Por ejemplo, se puede apreciar en las actas que en Santa Fe ha quedado
testimonio de la muerte y asunción de reyes, el festejo por la rendición de
Colonia del Sacramento y por el nacimiento o fallecimiento de otros miem-
bros de la familia real. Para la asunción de Carlos III, en un acta se informa
que «se dispone hacerla en la plaza pública, con paseo del real estandarte.
Como regocijos se ordenan corridas de cañas, sortija, rúas, y días de toros y
3 de comedias. Todos los gastos serán costeados por la ciudad».18
Tal como se expresa, para la proclamación del nuevo rey se dispusieron
una serie de regocijos, que también se realizaban con motivo de la festividad
de San Jerónimo, patrono de la ciudad, celebrada cada 30 de septiembre.
Para recabar más detalles aún de la celebración, el teniente Vera Mujica
escribió en una crónica enviada al gobernador de Buenos Aires, Pedro de
Cevallos, lo siguiente:
Al festivo esplendor del banquete regalado se siguieron tres mui alegres días
de comedias (…) después de satisfacerse los gremios y familias que mere-
cían por su calidad las primeras atenciones sobró todas las noches copiosa
cantidad para saciar el apetito de todo el numeroso insaciable vulgo, que
concurría con tantas ganas de ver, como de gustar de tan dulce y regalada
fiesta. (…) a las comedias le siguieron cuatro días de corridas de toros (…) por
ser repetida todos los años, es la que menos novedad tiene, y menos excita
la curiosidad mas culta, aunque el vulgo siempre vive hambriento, y rara vez
54
medio satisfecho de este recreo. (…) finalmente se terminó la Real función
con ya mayor grandeza, pompa y felicidad; dando todo el pueblo, en repetidas
vivas, y subidos clamores de aplauso y regocijo la ultima llamarada de sus
ardientes deseos de emplear y agotar en aclamaciones de nuestro amado
Monarca hasta la última respiración.19
19 Teniente Gobernador Vera Mujica al gobernador de Buenos Aires don Pedro de Cevallos,
Santa Fe (1760–1761), Archivo General de la Nación.
20 AC. AGPSF. T: XIII f. 247, 29/11/1762.
55
Consideraciones finales
Las fiestas pueden ser consideradas como ritos que involucran y vinculan
una serie de prácticas y una variada disposición de símbolos asociados a
las mismas, y en las que el ritual aparece como una forma de comunicación
orientado a la escenificación colectiva. Teniendo en cuenta lo analizado hasta
el momento, la bibliografía sobre las fiestas y celebraciones en la ciudad de
Santa Fe durante la segunda mitad del siglo XVIII, debe revisarse en función
de los nuevos aportes de la historiografía sobre la temática, con renovados
objetivos y enfoques, es necesario discutir y/o complejizar muchos de los
presupuestos generalizantes con nuevas miradas.
En la construcción del orden colonial, queda claro el rol del cabildo como
institución reguladora de las fiestas, ya que sus miembros se hacían cargo de
los preparativos, del aseo y de los elementos necesarios para concretarlas.
Algunos regocijos pasaban a ser secundarios o accesorios, pero necesarios
para regular el orden y/o evitar desorden. Las celebraciones fueron aprove-
chadas por los vecinos para reforzar la dominación a nivel local y exteriorizar
su poder.
Aunque se podría ampliar la lista de festejos, queda claro que el análisis
se centró en las festividades urbanas en las que el poder local se visibilizaba
en diferentes aspectos, por ejemplo vinculado a lo estético: construcción y
acondicionamiento del espacio festivo, aseo de la plaza y de los participan-
tes, lo político; cumplimiento de disposiciones reales y toma de decisiones
por parte de los vecinos, lo económico; formas de costear las fiestas, y lo
cultural; vinculado a reforzar la identidad local.
El interés apunta a señalar las relaciones entre la fiesta urbana y las formas
de expresión del poder político en la sociedad colonial. Desde el poder local
se miró a la fiesta con cierta desconfianza, porque la fiesta muchas veces
promovió el descontrol y de ello escapa el poder. De esto no hay dudas y es
por eso que los intentos de control estuvieron siempre presentes. Cuando
el «pueblo» o «la plebe» —como se decía en la época— se divertían no
siempre era predecible lo que podía ocurrir. Y se ha comprobado a través
de varios ejemplos en este trabajo de qué modo las autoridades se esfor-
zaron siempre por contener o regular la fiesta dentro de ciertos límites; los
resultados no siempre fueron los esperados, ya que la fiesta posibilitaba
una dinámica social que hacía muy problemático el control y la contención.
Pero al mismo tiempo, se puede apreciar cómo los que ejercieron el poder
fueron conscientes también de la funcionalidad de la fiesta.
Como lo demuestran las evidencias, la religión tuvo un rol central en todas
las celebraciones. Pero no se constituyó como componente exclusivo, menos
aún a partir de las reformas borbónicas, como se propone en esta investi-
gación. De diversas maneras y con diferentes intenciones estas festividades
lograron, con los recursos e instrumentos de la época, múltiples efectos en
56
la sociedad santafesina que contribuyeron a enseñar, divertir y controlar a
los grupos que la conformaban.
Se puede apreciar que se construyó un espacio destinado a la fiesta, suje-
tos que participaban con determinados roles, un tiempo establecido y una
serie de acciones ritualizadas asociadas a la celebración. En cada caso —y
dependiendo de las posibilidades del momento— la fiesta se presentó más o
menos asombrosa y contó con los instrumentos desarrollados en este trabajo.
¿Qué reflexiones se pueden realizar sobre las fiestas que se acostumbraban
a hacer en Santa Fe en la segunda mitad del siglo XVIII? Si bien algunas
estaban ligadas a lo que establecía el calendario ritual cristiano, podemos
afirmar que van mucho más allá y muestran de qué modo se expresó en estas
celebraciones un complejo entramado del orden. En este caso regulando los
conflictos y asegurando —a través de la construcción de representaciones—
el orden social establecido.
Luego de lo expuesto a lo largo del trabajo, se puede considerar que en
cierta medida las celebraciones que organizaban los miembros del cabildo
fueron utilizadas para poner de manifiesto el lado alegre y compasivo del
orden, atenuando —mientras podían— la preocupación por el control de
la jerarquía social, los problemas de etiqueta y el propósito central de su
política: mantener ese orden y defender el bienestar general.
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57
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58
Fuentes consultadas
59
Vínculos familiares, económicos
3 y políticos en el entramado
de relaciones en el Santa Fe
tardocolonial. Caso Quiroga–Úmerez
Silvina Vecari
Introducción
1 Una primera versión de este trabajo se presentó junto a la Prof. Inés Scarafía en el IV
Congreso Regional de Historia e Historiografía, FHUC–UNL, 2011.
61
En la historiografía de América colonial, una de las líneas que ha tenido
auge en la investigación es la que se ocupa de las élites o de su interac-
ción, en términos de familia, parentesco, matrimonio y nexos económicos,
observada en un número restringido de individuos. Respecto a la noción de
élite, utilizada tanto por sociólogos como por historiadores desde diferentes
marcos de análisis, la principal idea que surge es la de un grupo minoritario
que se considera a sí mismo como superior dentro de determinados rangos
(ocupación, propiedad, puestos de gobierno, etc.).
No obstante, Maravall (1979) aporta que, para convertirse en una élite de
poder, debe reunir ciertos caracteres, tales como: ser un grupo minoritario,
no formalizado, sin carácter institucional y sin aparato organizado; actuar en
forma duradera y recurrente; proyectar su acción sobre una amplia gama de
aspectos de la vida social; expresar un sentimiento de superioridad social,
política y hasta moral, que le dé cohesión; tener un cierto grado de reco-
nocimiento público; participar de un sistema creencial, es decir, normas y
modos de comportamiento, formas de vida y valores compartidos entre sus
miembros Algunos factores posibilitan establecer diferencias en el seno de
la misma, como el tiempo de permanencia en la colonia, el origen social en
la península, los recursos materiales a su arribo, los vínculos de paisanaje
y los generados en territorio americano, tanto a nivel local como regional.
Para llevar a cabo este trabajo de investigación se ha consultado docu-
mentos del Archivo de Indias, registros parroquiales del Archivo Histórico
del Arzobispado de Santa Fe de la Vera Cruz, libros de contaduría y actas
capitulares del Archivo Histórico de la Provincia de Santa Fe, escrituras
públicas y expedientes civiles del Departamento de Estudios Etnográficos y
Coloniales de Santa Fe.
Santa Fe tardocolonial
62
a la propiedad de la tierra, una «casa poblada», cargos en el cabildo, poseer
armas, integrar el grupo de la «gente decente», entre otras prerrogativas. En
cambio, los estantes o pasantes eran los sujetos que llegaban por negocios
o para ejercer un cargo público, entre otros motivos.
Los «vecinos» constituían el grupo social que monopolizaba el poder a
través de la ocupación de cargos públicos, el desarrollo de actividades eco-
nómicas, el control de la mano de obra y el ejercicio de expresiones simbó-
licas de dicho poder. Este último aspecto se reflejaba en la pertenencia a un
linaje y las vinculaciones con la iglesia, en cuanto a donaciones, fundación
de capellanías, ceremonias religiosas como matrimonios, bautismos, honras
fúnebres. Podríamos considerar que se trataría, como señala Jorge Gelman
(1985), de una «élite polivalente».
En el caso específico de Santa Fe, la ciudad se encontraba en un hinterland más
amplio que conectaba a este centro y su área de influencia con distritos lejanos
como el Paraguay, el Alto Perú y Chile.² Carlos Assadourian ubica el comienzo de
la cría de mulares en Santa Fe en las primeras décadas del siglo XVII.
La posición estratégica de Santa Fe posibilitó su estrecha relación con
los espacios altoperuano y chileno. La obtención por parte de Santa Fe del
«privilegio de puerto preciso» permitió la prosperidad de la ciudad, dados
los recursos percibidos y las múltiples actividades que se generaron en
torno al comercio, a la vez que se acrecentó la vinculación con áreas ricas
en metálico.³ En la Breve relación geográfica y política de la governación del
Río de la Plata se describieron algunas producciones que se comercializaban
y regiones con las cuales se vinculaba Santa Fe a mediados del siglo XVIII:
El comercio de las cosas de aquí salen para otras partes es, algunas vacas,
buen numero de mulas y cavallos, algo de cochinilla, y raíces coloradas, algo
de pege reyes, y cueros de toro para España, y pieles de tigre para aca, y
para España. No es cosa de mucha consideración. Mayor comercio es el de
los generos que vienen del Paraguay, que son ‘yerva del Paraguay, azúcar, y
tabaco en oja’, que descargan aquí como en puerto preciso por Real Orden.
De estos mucha parte pasa a Buenos Ayres; lo restante compran los vecinos
y lo internan hasta Chile, y Peru; y de allí vuelven con otros generos propios
de aquellos payses. Vienen también a esta ciudad varios forasteros al mismo
comercio. (Maeder, 1976:158)4
2 Este tema ha sido tratado por: Assadourian, Carlos (1983); Garavaglia, Juan Carlos (1983);
Tarragó, Griselda (1995–1996), entre otros.
3 El «privilegio de puerto preciso» fue la obligación de desembarco forzado y pago de
impuestos a los productos provenientes de Paraguay y Corrientes, que se inició en las
primeras décadas del siglo XVIII (en 1739 fue aprobado por la Audiencia de Charcas y
ratificado por la Real Cédula de 1743), hasta que suprimió hacia 1780.
4 Ernesto Maeder señala que no se conoce el autor de dicho documento. A partir de cierta
información estima que fue escrito hacia 1760 y formó parte de una descripción en con-
junto del virreinato del Perú.
63
El beneficio de «puerto preciso» favoreció especialmente a los sectores
relacionados con distantes regiones, de allí que crecieran la importancia
económica y el prestigio social de los comerciantes. Quien escribiera el
informe antes citado, los diferenciaba de aquellos vecinos dedicados a la
venta de sus producciones agropecuarias:
Algunos vecinos hay, que con sola la venta de sus ganados y granos lo pasan
con toda decencia: pero los mas acomodados son los que tienen estas hacien-
das, y justamente comercian del modo dicho, y de estos son los mas. Hay
algunos, que tienen quarenta mil pesos de caudal. La ciudad no se puede
decir que es rica, pero tampoco es pobre. (Maeder, 1976:158)
64
Paraguay, con sus dos criados —Francisco Martínez de Rosas, de 32 años, y
Gabriel de Quiroga, de 24 años—. En el año 1740 partieron rumbo al puerto
de Buenos Aires en la fragata de aviso del consulado «Nuestra Señora de
la Consolación».5
En suma, de los aportes documentales se desprende que Gabriel de Quiroga
habría nacido en una pequeña villa de Galicia, realizando un itinerario que,
pasando por Madrid, le permitiría arribar a Cádiz. Como señala uno de los
testigos:
Dn Gabriel abra tiempo de tres años acorta diferencia que hallandose sol-
tero salio de la referida su patria para la Villa y Corte de Madrid donde se a
mantenido en el mismo estado en las casas de Dn Joseph Ruiz, asta que abra
pocos díaz que aviéndole dado a este el empleo de Cabo del varco de la Real
Aduana de esta ciudad se bino a ella en su compañía en animo de hazer viaje
a los reinos de Indias.6
Los datos obtenidos no permiten conocer la forma en que habría eludido sus
compromisos con don Rafael de la Moneda y el arribo a Santa Fe. En 1746,
Gabriel de Quiroga aparece registrado en calidad de «mercader residente»,
en la información matrimonial que brindó Bartolomé Monterroso, residente
en Santa Fe y natural del Reino de Galicia.7 Año en que contrajo matrimonio
con doña María Tomasa de Úmerez, hija legítima del capitán don Lázaro de
Úmerez y de doña Rosa de Rivarola.8 Según lo recabado, el grupo familiar
que conformaron Gabriel de Quiroga y María Tomasa de Úmerez estuvo
constituido por ocho hijos registrados.
En cuanto al suegro de don Gabriel, Lázaro de Úmerez, era natural de la
Villa de Oñate, en la provincia de Guipúzcoa.9 En Santa Fe, en 1717, Lázaro
contrajo matrimonio con doña Rosa de Rivarola, unión de la cual nacieron
Francisco Javier, María Tomasa y José Ignacio de Úmerez.10 Participó en la
junta inicial que decidió la expedición al Valle Calchaquí, es decir, la campaña
contra los indígenas de la región chaqueña, en la que intervino en 1728. De su
5 Al solicitar autorización para viajar a las Indias, se presentaron testigos que afirmaron
conocer a Gabriel de niño y a sus padres, procedentes de Galicia (el progenitor ya difunto),
y señalaron que el joven se encontraba soltero. Archivo General de Indias (en adelante
AGI), Contratación, 5484, N. 1, R. 21.
6 Testimonio de Alberto de la Rua. AGI, Contratación, 5484, N. 1, R. 21, f. 39.
7 Archivo Histórico del Arzobispado de Santa Fe de la Vera Cruz (en adelante AHASFVC),
Iglesia Matriz, Información matrimonial 1737–1749, f. 86 r, 15/01/1746.
8 AHASFVC, Iglesia Matriz, Libro de matrimonios 1735–1764, f. 18 r, 17/04/1746.
9 Su padre fue Lázaro de Úmerez Anduaga, Señor de la Casa de Úmerez en Oñate. Sus ante-
cesores familiares se pueden rastrear en España desde mediados del siglo XV. Cechini
De Dallo, Ana M. y AA. VV., (1993).
10 Respecto a los hijos varones, Crespo Naón señala que Francisco José se radicó en Oruro
y José Ignacio se ordenó como sacerdote jesuita. Crespo Naón en Saguier (2008).
65
testamentaría surge que fue un comerciante dedicado a la venta de efectos
de Castilla —adquiridos en Buenos Aires—, yerba mate y tabaco —proceden-
tes del Paraguay—, productos que se dirigían principalmente al Alto Perú.¹¹
Respecto a la familia de Rosa de Rivarola, de las actas capitulares se infiere
que Jerónimo de Rivarola fue el primer integrante que arribó a la ciudad.
Nacido en Barcelona, prestó servicios en la armada española desde 1620,
actuando como escribano, capitán y maestre de diferentes naves. Hacia
mediados del siglo XVII llegó a «Santa Fe la Vieja» e integró una comisión
encargada del traslado de la ciudad; obtuvo el título de regidor propietario,
extendido en la Villa Imperial del Potosí el 27 de julio de 1650.¹²
Uno de sus hijos, el capitán Joseph de Rivarola Montiel —padre de la
citada doña Rosa—, se desempeñó en la ciudad como sargento mayor de
milicias y alcalde ordinario, siendo luego nombrado teniente de gobernador
de Corrientes, durante los años 1708–1712. En palabras del sargento mayor
retirado Joseph Zavala y Godoy, la familia Rivarola ha sido de la «primera
distinción y nobleza de esta ciudad».¹³
66
certificación de disposición testamentaria de don Gabriel se dejó constancia
que ya había recibido la consignación de don Diego Armida de novecientos
setenta y dos tercios de yerba de palos para su venta.14
Por otro lado, Gabriel de Quiroga actuó en el circuito con Potosí, ya que
enviaba mulas a invernar a los potreros de Tucumán y Salta para ser vendidas
en las «provincias de arriba». En los años en que se produjo la expulsión
de la Compañía de Jesús, debió emprender un reclamo frente al embargo
que llevó a cabo el gobernador y capitán de la provincia del Tucumán, don
Manuel Campero, de cuatrocientas cuarenta y siete mulas que invernaban
en el potrero llamado de Tapia, «sin que hasta el presente hayan podido
conseguir el cobro de ellas ni de su valor, no obstante que no tenían conexión,
ni dependencia alguna con las Temporalidades secuestradas».15
Al fallecer, se mencionó en la certificación testamentaria que «en poder y
al cargo de don Cayetano Vinegra, vecino de Salta, se encuentran mil sete-
cientos cincuenta y ocho mulas que remitió para su venta».16 En relación
con este comercio, surge del testamento de María Tomasa, viuda de Gabriel
de Quiroga, que poseían tierras de estancia dedicadas a su cría.17
En cuanto a los intercambios con Buenos Aires, realizó operaciones con
distintos comerciantes vecinos y residentes, como con Domingo Basavilbaso,
a quien representó como apoderado entre los años 1758 y 1771, o con Manuel
Martínez de Ochagavia, a quien le otorgó un poder para la adquisición de
«géneros y efectos de Castilla» en el año 1765, a fin que
14 DEEC, Escrituras Públicas (en adelante EP), Tomo XVII, f. 381, 15/03/1772.
15 DEEC, EP, Tomo XVII, f. 367, 09/01/1772.
16 DEEC, EP, Tomo XVII, f. 381, 15/03/1772.
17 DEEC, EP, Tomo XVIII, f. 511, 16/04/1784.
18 DEEC, EP, Tomo XVI, f. 396, 12/11/1765.
19 DEEC, EP, Tomo XVII, f. 44, 27/02/1770.
67
a mil doscientos pesos de censo del Convento de Sto. Domingo, setecientos
del Convento de San Francisco, y quinientos del de las Mercedes, los cuales
era su voluntad, se redimiesen luego que sean pagadas todas sus deudas».²0
Gabriel de Quiroga realizaba estas operaciones en su nombre, a través
de intermediarios y como apoderado de otros individuos. Un ejemplo de su
accionar como intermediario, lo constituye la escritura de obligación por la
que se compromete a pagar a don Pablo Cavañay:
A costa de su propio peculio (...), debido a que Don Gabriel había solicitado
encargarse de por vida de las mismas, en atención «(...) a la cordial devoción
que tiene con su esposa y familia (...)» por dicho patrono, y ante lo cual se lo
relevó de cumplir funciones de guerra.²²
68
Consolidación del grupo familiar Quiroga-Úmerez
69
FiGura 1. cuadro GenealóGico del GruPo Familiar QuiroGa–úmerez, reconStruido a Partir de
la inFormación Que brindan laS diFerenteS FuenteS conSultadaS.
70
Salvador Ignacio de Amenábar y Fernando Aguirre, yernos de don Gabriel, se
dedicaron a las actividades comerciales. Don Salvador fue quien quedó encar-
gado en Santa Fe de las operaciones mercantiles de la familia. Propietario de
tienda, se dedicaba al comercio de yerba y «géneros y efectos de Castilla».
Incorporó el circuito al noroeste con el envío de mulas y el comercio de
«cueros al pelo» con destino a Buenos Aires. Además, luego de perecer su
suegro, fue electo «Tesorero Colector de Bulas», cargo que se mantuvo en
el seno familiar. Amenábar participó activamente en el cabildo a partir de
1771, e integró la Junta de Temporalidades.
Salvador Ignacio de Amenábar y Fernando Aguirre, tras el fallecimiento de
su esposa María Lucía Quiroga, continuaron realizando operaciones comer-
ciales. Así, se observa que, en 1787, Amenábar presentó una guía de la Aduana
de Buenos Aires referente a diversos efectos (géneros, sombreros, cubiertos,
papel, entre otros) con destino a Corrientes, para que los recibiera Fernando
Aguirre en consignación, un total de mil ciento ochenta pesos y tres reales,
más el aumento del dos por ciento.²8
Es necesario considerar, además, otro tipo de relaciones: las que se pro-
ducen entre pares —amigos, comerciantes, funcionarios—. El caso más repre-
sentativo lo constituye la estrecha y prolongada amistad entre Gabriel de
Quiroga y su compañero de viaje, Francisco Martínez de Rosas. Se puede
observar su presencia, tanto en transacciones comerciales, como en calidad
de testigo en escrituras públicas que refieren a ventas, poderes especiales,
obligaciones... contraídas por don Gabriel. Este vínculo se manifestó también
cuando Quiroga asumió como «Tesorero Colector de Bulas» y presentó como
uno de sus fiadores al mencionado don Francisco, accionar que se reiteró
cuando Salvador Ignacio de Amenábar pasó a desempeñarse en el mismo
cargo tras la muerte de su suegro.
Un caso similar pareciera ser el vínculo que estableció don Gabriel con don
Juan Francisco de Larrechea —natural de la Villa de Aranaz, reino de Navarra—,
quien arribó a Santa Fe hacia mediados del siglo XVIII. De la documentación
surge que «cuando vivía Gabriel de Quiroga le sirvió de cajero, interesado en
el tercio de las ganancias».²9 Además, en la mencionada probanza de méritos,
solicitada por Juan Bautista de Quiroga, uno de los principales testigos fue
el «juez de comercio», don Juan Francisco, quien manifestó conocer a don
Gabriel, electo alcalde ordinario de segundo voto en 1760 y tesorero de Bulas
de la Santa Cruzada, entre 1752 y 1772, «habiendo ejercido y desempeñado
estos empleos con mucho lustre y esplendor».30
28 AHPSF, Libros de Contaduría, Tomo 10, Legajo 5, Toma de razón de guías entre años
1786/1792.
29 DEEC, EP, Tomo XVIII, f. 511, 16/04/1784.
30 DEEC, EC, T. 47, f. 124, 1798.
71
A fines del siglo XVIII, el grupo familiar Quiroga–Úmerez logró consolidar
la posición de sus integrantes en la sociedad santafesina, a la vez que vin-
cular estrechamente Santa Fe con Córdoba, Asunción y Santiago de Chile,
tras asentarse los hijos de Quiroga y preservar los intereses familiares en
esas regiones.
Reflexiones finales
72
ciudad. Inferimos que la orientación del comercio hacia Buenos Aires pudo
haber sido una alternativa viable.
La localización de algunos de los hijos de Gabriel de Quiroga en puntos
estratégicos para el intercambio, debió contribuir a afianzar las actividades
desarrolladas por estos comerciantes, a la vez que establecer vinculaciones
políticas. Tales son los casos de Juan Bautista Quiroga en Chile y Salvador
Ignacio de Amenábar en Santa Fe.
En suma, la trayectoria del grupo familiar analizado pone de manifiesto la
movilidad ascendente de dicho grupo, lograda a través de diversas estrate-
gias, como vínculos matrimoniales, contactos entre parientes consanguíneos
y políticos, relaciones de solidaridad entre los recién llegados de España,
transferencia de los negocios, ocupación de cargos públicos, vinculaciones
con familiares o parientes localizados en lugares estratégicos de un amplio
hinterland.
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Fuentes consultadas
74
Una mirada local sobre
4 la circulación monetaria.
Santa Fe, fines del siglo XVIII
Carina Giletta y Silvina Vecari
Introducción
75
internos»1 alto peruano y chileno (zonas con importante cobertura metá-
lica). En este sentido, Garavaglia señala que «hasta fines del Siglo XVIII, el
mercado interno es complementario y no contradictorio con la inserción de
los espacios dominados en el sistema de la economía–mundo». (Garavaglia,
1983:20). La obtención por parte de Santa Fe del «privilegio de puerto preciso»
permite el florecimiento de la ciudad, dados los impuestos percibidos y las
múltiples actividades que se generan en torno al comercio, a la vez que se
favorece la vinculación con áreas ricas en metálico.2 Es así como,
durante todo el Siglo XVII, Santa Fe era el centro más importante de redis-
tribución de la yerba; acudían a la villa mercaderes de todo el Perú (...) La
ciudad se veía fortalecida todos los años por el constante flujo de recursos
que significaba la presencia de los comerciantes y de sus agitados tráficos;
toda una serie de actividades menores —arriería, construcción de carretas,
alquiler de casas y almacenes, etc.— giraban alrededor de la yerba en esos
felices años santafesinos. (Garavaglia, 1983:89–90)
1 El término «mercado» se cita entre comillas, dadas las diferentes interpretaciones sobre
su existencia y conceptualización en el período colonial hispanoamericano. Al respecto,
confrontar con Romano, R. (2004): Mecanismos y elementos del sistema económico colonial
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2 Los beneficios brindados por el «privilegio de puerto preciso» ya fueron analizados en los
capítulos anteriores de este libro. Al respecto revisar Caputto, M. y Manavella, A. (2002):
«El antiguo orden cuestionado: abolición de privilegios y fragmentación territorial. Santa
Fe de la Vera Cruz, 1776–85», en la publicación del IV Encuentro de Historiadores, Junta
Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe, Santa Fe; Cervera, M. (1979): Historia de la
ciudad y provincia de Santa Fe, T. I, Santa Fe, UNL, 2ª. Edición, pp. 392–393; Damianovich,
A. (2004): «El puerto preciso de Santa Fe y la dirección de los flujos del comercio interno
rioplatense (Siglos XVII y XVIII)», en Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos
de Santa Fe, Nº 64, Santa Fe.
3 Griselda Tarragó (1995–1996) analiza los diferentes hitos que muestran este proceso de
reorientación hacia el Atlántico.
76
con la posibilidad de exportar cueros —legalmente hacia la metrópoli y por
el contrabando hacia Inglaterra—. Sumado a ello, las recurrentes presiones
ejercidas por los comerciantes de dicha ciudad y de similares intereses
mercantiles de Asunción, conducen a la decisión de la corona de suprimir
el «privilegio de puerto preciso» a Santa Fe (hacia 1780).
Pese a la larga lucha legal de la elite local por mantener su condición de
puerto preciso, no se logra revertir la situación, con lo que se inicia una etapa
difícil para las finanzas santafesinas —tanto por la pérdida de los impuestos
como por la merma de las actividades vinculadas al puerto—. Garavaglia
(1983:83) plantea que «derrotada (...) Santa Fe en su intento de continuar
siendo "puerto preciso", será Buenos Aires quién controlará totalmente (...)
el tráfico regional».
Paralelamente, la política borbónica tiende a cercenar la jurisdicción de
Santa Fe (sobre territorios ocupados en la banda oriental del río Paraná).
Pese a los cuestionamientos de los santafesinos, el recorte territorial se
mantiene.4 Es, en este contexto crítico y de oportunidades para la ciudad
de Santa Fe y su área de influencia, que los sectores de la elite (ganaderos
y comerciantes) se ven obligados a buscar nuevas estrategias para paliar
sus efectos. Existe cierto consenso entre los investigadores acerca de la
ruralización como una respuesta de los sectores vinculados a la producción
ganadera (Tarragó, 1995–1996).
Cabe preguntarse cómo maniobran los diversos actores sociales locales
frente a esta coyuntura. Precisamente una de las cuestiones que se propone
este capítulo es indagar acerca del uso de la moneda en las diferentes
transacciones. Con el fin de intentar aproximarse a una de las cuestiones
controvertidas en el análisis del sistema económico colonial, tal como es la
circulación social de la moneda y el de la relación entre la economía moneta-
ria —economía natural de intercambios,5 en este caso específico en Santa Fe.
Es decir, buscar indicios acerca del uso de la moneda en factores como:
la existencia de escasez o abundancia, el tipo de operaciones en la que se
emplea, las estrategias de los sujetos para acceder a ella, los modos de pago
que predominan. En este marco, se pretende dar cuenta a raíz del análisis
de las fuentes documentales en este periodo «del uso y las formas de cir-
culación monetaria en la región».
Por tratarse de una aproximación al problema, el acercamiento a las fuen-
tes se limita al período 1770–1785, como una etapa de transición que per-
mitiría vislumbrar algunas continuidades y rupturas. Con este objetivo se
4 Los argumentos oficiales para justificar tal decisión de la Corona española son analizados
por Caputto y Manavella, (2002, pp. 19–20).
5 Se recomienda ver Romano, R. (2004).
77
analizaron escrituras públicas que se encuentran en los fondos documentales
del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales de Santa Fe.6
78
Respecto a la «compra–venta de esclavos», entre los años 1770–1785 se
hallan 52 escrituras públicas que documentan el intercambio de 68 esclavos.
En la mayoría de las mismas se hace constar quiénes realizaron las transac-
ciones: su lugar de origen o residencia, nombres y edades aproximadas de
los esclavos, valor económico atribuido, y las formas de pago.
M V M V M V M V
O–10 AÑOS 8 - 1 - - - - -
11–20 AÑOS 7 11 1 - - 1 - -
21–30 AÑOS 8 5 2 - - 1 - -
31–40 AÑOS 1 - - - - - - 1
41–50 AÑOS 2 1 - - - - - -
SIN DATOS 10 7 - - - - - 1
79
cumplidos a dos pesos cada una» en el término de dos años desde la firma
de la misma.8 Por otro, la obligación de Antonio de la Molina, vecino de
Asunción, por la compra de un «mulatillo de 13 años a 14 años» a Don Salvador
Ignacio de Amenábar, vecino y del comercio de la ciudad, por «doscientas
arrobas de yerba electa a mi satisfacción, que ha de entregarme en la ribera
del río y puerto de esta ciudad en todo el mes de Agosto de este año, libre
de fletes y derechos».9 Respecto a otras formas de pago, se registra la venta
de un esclavo del Convento de San Francisco de Córdoba por «moneda de la
tierra» —lienzo de algodón10—, así como una operación por misas, dado que
el esclavo es vendido por un vecino al Convento de la Merced de Santa Fe.11
En cuanto al precio, los que se hallan en actividad productiva adquieren un
valor económico mayor. El precio estimativo varía según diferentes variables;
entre 10 y 30 años de edad, el mismo oscila desde 180 pesos a 250 pesos.
Mayores de 30 años: hay marcadas diferencias según las «tachas» y otras
condiciones específicas de cada caso.
En relación con las motivaciones que impulsan la adquisición de esclavos,
se infiere que no solo son incorporados a actividades económicas, sino que
además su posesión constituye un indicador de prestigio social. Es posible
realizar estas apreciaciones a partir de la constatación de una mayor pro-
porción de mujeres, probablemente empleadas para el servicio doméstico,
y el nombre de algunos de los propietarios, reconocidos integrantes de la
elite local, como Manuel Diez de Andino, Juan José Morcillo Baylador, Juan
Francisco de Larrechea, entre otros.
En dichas escrituras además se observa a mujeres santafesinas com-
prando y vendiendo esclavos. Se expresa que quienes fueron vendidos cons-
tituían parte de una herencia, habían sido adquiridos previamente o, en
el caso de María Rosa de la Rosa, en nombre «del dicho mi marido, y mío,
por haberlo comprado en pública almonedas entre otros esclavos de las
temporalidades».12
Si bien la mayoría de las transacciones se realiza entre vecinos también se
registran operaciones con sujetos de otras regiones, que adquieren o venden
esclavos desde Buenos Aires, Mendoza, Corrientes y Córdoba. En estos años,
se destaca el accionar de Joseph Bruno Ferreyra, vecino y del comercio de
80
Buenos Aires, quien llevó a cabo varias operaciones de compra y venta de
esclavos con vecinos santafesinos:
En 1777, Joseph Bruno Ferreyra compró dos esclavas (llamadas Juana, como de
30 años, y María Juana, su hija de 15 años) al Convento de San Francisco, por
seiscientos pesos, pagos al momento de escriturar; en 1778 compró una esclava,
llamada María como de 25 años de edad, a José Ramos, vecino de Santa Fe, por
doscientos pesos pagos al escriturar; en 1779 vendió un esclavo, llamado Julián
como de dieciséis años, a Manuel de Toro y Villalobos, vecino y del comercio
de Santa Fe, por doscientos cuarenta pesos recibidos al escriturar; en 1780
compró una esclava, llamada Catalina como de 26 años, a Bernardo Frías, por
doscientos pesos, y una esclava, llamada Ventura, a Pedro Rivero Raposo, por
doscientos cincuenta pesos entregados, ambos vecinos de Santa Fe.¹³
Como yo, Joseph Obejero Ramos, vecino de esta ciudad (…) otorgo que vendo
(…) a Juan Silva, vecino (…) sitio, que se compone de dieciséis varas de frente
(…) y linda por el sur, calle real en medio, con sitio de Manuel Ferreira Braga,
por el norte, que es su fondo, con casas y sitio de Francisco López, por el este
y el poniente con casas y sitio de Juan Silva (…) que heredó de su Madre mi
consorte Petrona Isarra (…) en fuero y cuantía de veinticinco pesos de plata
acuñada y moneda corriente de a ocho reales, cada un peso los mismos, que
por su valor me ha dado, y pagado antes de este otorgamiento a toda mi
satisfacción y contento.
13 DEEC, EP, Tomo XVIII, fs. 96, 166, 175, 377, 383.
14 Expresión protocolar recurrente en las escrituras de compra–venta de tierras, EP, DEEC.
81
Como yo, Juan de Silva, vecino de esta ciudad (…) otorgo que vendo (…) a
Joseph Obejero Ramos, vecino (…) medio solar de tierras, todo cercado de
palo a pique, que me concedió merced el Ilustre Cabildo, en trece de mayo
de mil setecientos sesenta y nueve (…) y linda por el sur, calle real en medio,
con sitio de los herederos de Joseph Godoy difunto, por el este, que es el
frente, calle real en medio, con casa de Juan Antonio Zarate, por el poniente,
que es su fondo, con casa y tierras de Pedro Pasqual (…) vicencio, por el norte
con sitio y casa de María Salinas viuda (…) en fuero y cuantía de veinticinco
pesos de plata acuñada y moneda corriente de a ocho reales, cada un peso los
mismos, que por su valor me ha dado, y pagado antes de este otorgamiento
a toda mi satisfacción y contento.15
82
Entre integrantes de la elite local, la compra de propiedades por un miem-
bro de la familia posibilita resguardar el patrimonio material, a la vez que
reforzar los vínculos de parentesco. Don Antonio Ambrosio Gaete, vecino y
comerciante de esta ciudad, previo a su viaje e instalación en la ciudad de
Santiago de Chile, vendió su casa a don Joseph Vera Mujica, hermano de su
difunta madre doña Josefa de Vera Mujica. Según consta, le vendió «sala,
aposento, recamara, un cuarto de vivienda con una cochera de media agua,
y otras piezas que sirven para oficinas en lo interior de dicha casa (...) venta
que pertenece al Patrimonio de Francisco Antonio Vera Mujica».18 La propie-
dad inmueble, tasada en 2500 pesos, fue vendida mediante el pago de 1900
pesos de plata acuñada, y el resto fue reconocido por Joseph Vera Mujica
como censo redimible19 a favor del Convento de Santo Domingo.
Otra operación entre miembros de la elite local, fue la venta de un sitio
por las herederas del difunto don Pedro de Arizmendi, nacido en la provincia
de Guipúzcoa y radicado en la ciudad de Santa Fe a principios del siglo XVIII,
a don Salvador Ignacio de Amenábar, también de origen vasco y yerno de
doña María Tomasa de Úmerez, prima por vía materna de las vendedoras.
En este caso no solo el interés económico y los vínculos familiares cobran
importancia, sino también se observa cómo operan las relaciones de paisa-
naje. Vale decir, tanto Pedro de Arizmendi (difunto padre de las dueñas de la
propiedad) Lázaro Úmerez, (padre de María Tomasa) Pedro Mihura (marido
de una de las herederas) y Salvador Ignacio de Amenábar (comprador):
compartían el origen vasco.
La vivienda, «que se halla distante una quadra de la plaza de esta ciudad
al norte», valuada en 1100 pesos de plata acuñada, fue vendida con la obli-
gación, por parte del comprador, de reconocer 300 pesos pertenecientes al
censo redimible con el Convento de San Francisco, y los restantes 800 pesos
a pagar dentro del término de dos años.20
Las escrituras de compra–venta de tierras son documentos que también
contribuyen a reconstruir el accionar de los comerciantes santafesinos, ya
que la adquisición de propiedades podía constituir no solo una estrategia
para diversificar actividades económicas, obtener una renta en concepto de
alquiler, o un instrumento de garantía hipotecaria, sino también una forma de
obtener metálico a través de un censo redimible o la venta de la propiedad.
Resulta importante diferenciar entre el circulante que se sustrae de la
circulación (no se reinvierte) que sería el de la compra–venta de esclavos y
viviendas, del de la circulación mercantil que se observa en las obligaciones
83
—este tipo de escrituras las usan los comerciantes, en vez de monedas—.
En este período, por ejemplo, se observa a Gabriel de Quiroga —vecino y
comerciante de «efectos de Castilla», yerba, mulas, entre otros productos—,
como a Joseph Teodoro Larramendi —vecino y comerciante de cueros, prin-
cipalmente— adquiriendo tierras de chacra y solares de sitio.
En las operaciones de compra–venta de tierras resulta significativa la
presencia de mujeres en calidad de vendedoras, y solo cuatro adquiriendo
propiedades, de las cuales dos de ellas compran a sus respectivos hermanos.
En el caso de estas operaciones, se registra que poseen la condición de «veci-
nas», consignando en algunos el estado civil de las mismas —soltera, «mujer
de», viuda—. Resulta interesante el contexto en el que Susana Delgadillo,
vecina y «mujer legítima de Juan Joseph Garay, ausente en la ciudad de las
Corrientes», vendió su vivienda por 51 pesos en plata acuñada, debiendo
recurrir a una licencia otorgada por el alcalde ordinario de primer voto y
justicia mayor de esta ciudad porque, según se expresa en el documento, el
marido «dejándola en el mayor desamparo sin acuerdo de ella, como es de
su obligación, y estar en la actualidad achacosa de los accidentes».21
En relación con las «obligaciones», solo se consideran para el análisis
aquellas en las que participan vecinos y residentes de Santa Fe, tanto en cali-
dad de deudores como de acreedores. Para el período 1770–1785 se registran
33 escrituras de obligación, siendo las más numerosas las correspondientes
a los años 1772–1773. No se registran obligaciones en los años 1781 y 1783.
Durante el período 1775–1777, se observa la renovación de plazos de obli-
gaciones contraídas hasta dos o tres años anteriores. Tal es el caso de la
registrada el 26 de septiembre de 1777, de la que surge que el regidor Francisco
Aldao —vecino de Santa Fe— ha entregado el 25 de julio de 1774 a don Bernabé
Guzmán —vecino de Corrientes— géneros de su tienda por un valor de 390
pesos, los que debían pagarse en el término de seis meses. Por falta de
cumplimiento, se produjo un embargo de algunos bienes del deudor. Al tra-
mitarse la nueva escritura de obligación, se prorrogó el plazo por el término
de un año y se levantó el embargo.22
84
Entre las motivaciones más recurrentes en los documentos se encuentran
compras de artículos diversos como mulas, reses, «efectos de Castilla», yerba
mate. Además, se hallan préstamos que comerciantes de la ciudad solían
realizar para la habilitación de tropas de carretas. Obligaciones que favore-
cían los intercambios comerciales con Buenos Aires, Asunción, Corrientes,
Mendoza y Santiago de Chile, según consta en las escrituras analizadas.
En cuanto a las formas de cancelación de las obligaciones, se especifica el
pago en moneda de plata acuñada o en productos (mulas, cueros). Así, Martín
Joseph de Ezpeleta, vecino y del comercio de la ciudad de Santa Fe, declaró
deber mil trescientos sesenta pesos a Blas de Acosta, vecino de Asunción y
residente en esta, por una partida de yerba recibida, a razón de diez reales
por cada arroba. Ezpeleta se comprometió a pagárselos con «trescientas
mulas de edad de tres a cuatro años que soy obligado a entregarle en el
pueblo de Santa Lucía, al precio de cuatro reales cada una y a su satisfac-
ción y contento por todo el mes de octubre venidero».23 En el margen del
documento consta la entrega de mulas el 26 de octubre de 1770.
En algunas obligaciones se efectúan hipotecas sobre ciertas mercancías
o carretas, con o sin carga. Por ejemplo, Joseph Lorenzo Ferreyra, vecino de
Mendoza y próximo a partir hacia Buenos Aires, se declaró deudor de 123
pesos plata acuñada a Salvador Ignacio Amenábar, vecino y del comercio
de Santa Fe, «los mismos que me ha dado y prestado por hacerme favor y
buena obra para la habilitación y habíos de mi tropa de carretas». Por lo
cual se obligó a «pagárselos luego que llegue a la dicha ciudad de Buenos
Aires, que será como dentro del término de veinte días», hipotecando las 9
carretas con sus aperos, 50 bueyes y los productos para la venta.24
Además se observan hipotecas sobre esclavos, como en la escritura entre
los vecinos Antonio Hereñú y el Alférez Real Joseph Vera Mujica. Hereñú se
obligó a pagar 300 pesos en un año, desde la firma de la escritura y luego
con interés del 5% anual, que procedían de 100 mulas de 2 a 3 años recibi-
das, «poniendo por especial hipoteca afecta a esta dependencia una mulata
llamada Pastora de edad de 20 años y tres hijos de ésta llamados Rosalía de
7 años, Francisca de 5 años y Hilario de 3 años».25 Se constata que en 1785,
Vera Mujica y la mujer de Hereñú llegaron a un acuerdo para la entrega de
una esclava. En caso de incumplimiento de las obligaciones se fijan intereses
que oscilan entre el 5% y el 8% anual, según la relación con el deudor, la
faltante de moneda circulante, entre otros motivos.
85
Consideraciones generales
86
Referencias bibliográficas
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y Coloniales de Santa Fe. Una lectura etnográfica sobre Santa Fe La Vieja. Cuadernos
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poder. En Suárez, Teresa. Areces, Nidia (Comp.). Estudios históricos regionales en el
espacio rioplatense. De la colonia a mediados del Siglo XIX. Ediciones UNL.
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para la investigación histórica. Prometeo.
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de Historia, Serie Ec. y Soc., N° 8, CIFF y H–UNC. Córdoba.
Fuente consultada
87
Documentos del Archivo Histórico
5 del Archivo General de la Provincia
de Santa Fe: descripción del acervo
colonial
Ma. de los Milagros Vecari
Introducción
89
Conservación
y difusión
90
Función social del Archivo
Una de las particularidades que tienen los archivos es que poseen una triple
función social. La documentación de archivo se preserva por ser posible fuente
para la escritura de la historia de la sociedad, para la memoria de la institu-
ción productora y como garantía en el ejercicio de derechos. (Nazar, 2014:16)
91
Ferragine (2020), cuando se quiere comenzar a investigar es indispensable
conocer la institución y los requisitos para consultar.
En el AGPSF.AH la consulta de materiales se realiza en «sala de consultas»
de manera presencial y con turno previo, el cual puede solicitarse personal-
mente o vía mail.² La manipulación de documentación requiere de cuidados
para garantizar su conservación, por lo cual debe realizarse con guantes y la
reprografía sin flash, para no alterar el documento original.
Al iniciar una investigación es necesario reconocer el acervo que posee la
institución y los tipos de documentos que lo componen. Para ello, los archi-
vos han de realizar descripciones de sus fondos, los cuales serán ofrecidos
a los usuarios en forma de catálogos e inventarios, y volcados a entornos
tecnológicos en formato de base de datos. Los auxiliares descriptivos del
Archivo Histórico se encuentran en su mayoría en soporte papel para ser
consultados en «sala», aunque se han incorporado en los últimos años bases
de datos sobre sus fondos tanto en la página web del Sistema Provincial de
Archivos (SIPAR), como en la página del gobierno de Santa Fe.
92
Estado del Fondo Colonial – Archivo Histórico – AGPSF
Para que el acervo pueda ser consultado se hace necesario desde la insti-
tución crear herramientas que permitan un primer acercamiento del intere-
sado/consultante con la documental, como una hoja de ruta para determinar
el camino que ha de seguir la investigación, al tiempo que logre visibilizar
el patrimonio que posee. En tal sentido son indispensables el estado de los
fondos y los instrumentos descriptivos.
El estado de un fondo permite conocer la denominación de las series y
subseries que lo componen. Las fechas tope —de inicio y fin— abarcan una
breve referencia al tipo documental que contienen y el marco en el que se
producen, así como la indicación si poseen auxiliares descriptivos, tales
como catálogos o índices que permitan un abordaje más profundo en su
identificación.
Documentos oficiales
*Actas Capitulares
93
Auxiliares descriptivos: catálogo en formato papel, en boletines del AGPSF
(hasta 1710). Transcripciones, período 1575–1666, editadas por la Junta
Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe.
Como medida de conservación preventiva las actas se han digitalizado y
puesto a disposición por medio de una base de datos en internet. Su obje-
tivo es evitar su manipulación y de esta forma contribuir a su preservación.
Se pueden consultar en línea³ a través de una base de datos que permite
buscar por fechas, temas o descriptores onomásticos.
*Diversos Autos
3 link: https://actascabildo.santafe.gob.ar/
94
jesuita que se transferirían al patrimonio real. Para administrar dicha tarea
se crean en el año 1769 las Juntas de Temporalidades, que finalizan en 1821.
La documental refiere a los bienes que poseían en el territorio de Santa
Fe la orden jesuita. La serie se compone de un tomo que reúne juntas y
acuerdos en orden cronológico, en un total de 487 fojas.
95
*Notas y otras comunicaciones
*Varios Documentos
96
Legajo 5: peticiones y bandos, 1672.
Legajo 6: derechos de romana, 1677.
Legajo 7: visitas de entradas y salidas de carretas, 1679.
Legajo 8: remate de ganado vacuno, 1721.
Legajo 9: escrituras públicas, 1745–1775.
Legajo 10: cuentas arreglo Casa Capitular, 1758.
Legajo 11: presentación de Manuel Fernández Therán, 1761.
Legajo 12: inventario de archivo capitular, 1759.
Legajo 13: despacho superior para hacer cumplir, 1761.
Legajo 14: pedimento partida de bautismo de Joseph Vera Muxica, 1766.
Legajo 15: recaudación arbitrios reducciones de Cayastá, San Francisco
Xavier, San Pedro y San Gerónimo, 1776.
Legajo 17: derechos de arbitrios, 1778.
Legajo 18: cargo y data de negociación particular, 1815.
Legajo 19: providencias sobre paseo Real Estandarte, 1784.
Legajo 20: actas cabildo de Santa Fe, 1791.
Legajo 21: padrones del Cuartel Nº 3, ciudad de Santa Fe, 1816.
*Carpetas Temáticas
97
CARPETA TEMÁTICA Nº 64: CABILDO DE SANTA FE. Bandos, autos y proceso
por una entrada al Valle Calchaquí; muestra y lista de armas. Fechas tope:
1654–1660. 58fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 65: CABILDO DE SANTA FE. Carta del Capellán Silvio
Pastor al Cabildo de Santa Fe, desde Ytapua, sobre la «bajada» de los indios
para la mudanza de la ciudad. Fechas tope: 1658
CARPETA TEMÁTICA Nº 66: CABILDO DE SANTA FE. Actas. Fechas tope: 1669–
1692. 65fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 67: CABILDO DE SANTA FE. Bandos sobre faenamiento
de reses, venta de carne; autorización para salir a hacer cueros de ciervos sin
llegar al Valle Calchaquí. Recibimiento de Bula de la Santa Cruzada, aclama-
ción de Felipe V; avance de abipones sobre la ciudad. Fechas tope: 1702. 13fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 68: CABILDO DE SANTA FE. Solicitudes y providencias
sobre licencias para recogida de ganado vacuno en tierras realengas. Fechas
tope: 1706–1713. 68fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 69: CABILDO DE SANTA FE. Bandos del Teniente
Gobernador Maestre de Campo D. Juan José Ahumada. Fechas tope: 1708-
1710. 17fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 70: CABILDO DE SANTA FE. Comunicaciones de los
apoderados del cabildo ante la Corte, Andrés Martínez de Murguí, Antonio
Fuentes del Arco y Godoy y Diego Muñiz, sobre liberación de impuestos y
Puerto Preciso. 3 Legajos. Fechas tope: 1715–1717; 1724–1726; 1773–1777. 20fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 71: CABILDO DE SANTA FE. Comunicaciones de Baltasar
García Ross y D. Bruno Mauricio de Zavala. Fechas tope: 1716–1724. 53fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 72: CABILDO DE SANTA FE. Comunicaciones de Baltasar
García Ross y D. Bruno Mauricio de Zavala. Fechas tope: 1723–1733. 64fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 73: CABILDO DE SANTA FE. Actas. Fechas tope: 1727–
1729. 120fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 74: CABILDO DE SANTA FE. Actas. Fechas tope: 1729. 63fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 75: CABILDO DE SANTA FE. Correspondencia al
Cabildo de Santa Fe. Legajo I: Gobernador Interino D. José Bermúdez; Legajo
II: Gobernador Miguel de Salcedo. Fechas tope: 1715; 1734–1742. 33fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 76: CABILDO DE SANTA FE. Provisión y otros docu-
mentos sobre contribución de $ 16 000 que le corresponden a Santa Fe, para
la construcción del Palacio Real. Fechas tope: 1738. 10fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 77: CABILDO DE SANTA FE. Apelación Cabildo de
Santa Fe; auto anulando elección de Miguel Martínez del Monje para Alcalde
Ordinario de 1° Voto y provisión de la Real Audiencia de la Plata confirmán-
dola. Fechas tope: 1730. 10fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 78: CABILDO DE SANTA FE. Transcripción de la Orden
Real del Intendente de Puno. El Marqués de Sobremonte al Gobernador
Intendente de Potosí para que acate mandatos del Superintendente de la
mita de Potosí. Fechas tope: 1804. 2fs.
98
CARPETA TEMÁTICA Nº 79: CABILDO DE SANTA FE. Varios documentos. Legajo
I: bandos sobre el paseo Estandarte Real y defensa contra los indios. Legajo
II: auto sobre educación de los indios, negros, esclavos, mulatos y mestizos,
y bien común. Legajo III: preparativos contra ataque dinamarqués a Buenos
Aires. Autos, bandos, acta de cabildo, reseñas y lista de armas y castigos a
los charrúas. Fechas tope: 1700. 23fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 80: CABILDO DE SANTA FE. Varios documentos. Legajo
I: bando sobre muertes hechas por charrúas y yaros, la otra banda del Paraná,
prohibiendo que vayan a Corrientes —Novena Virgen de Itatí— y todo traslado
hasta que queden caminos libres de enemigos. Sumaria información sobre
muertes. Legajo II: bandos sobre las muertes que hicieron los abipones en
Los Algarrobos, reseña y listas de armas; salida a reconocer la tierra. Legajo
III: información sumaria sobre las muertes que hicieron los abipones en Los
Algarrobos. Fechas tope: 1700–1701. 29fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 81: CABILDO DE SANTA FE. Varios documentos. Legajo
I: bandos sobre una entrada al Valle Calchaquí, 6 de abril–mayo. Legajo II:
bando sobre las exequias en honor a Carlos II, 28 de agosto. Legajo III: bando
sobre la fiesta del patrón San Gerónimo, 25 de septiembre. Legajo IV: bando
sobre la posible invasión de las Indias por los ingleses y holandeses, 3 de
octubre. Legajo V: bando prohibiendo a los vecinos hacer chasques y faenas
fuera de la jurisdicción de la ciudad, 23 de octubre. Fechas tope: 1701. 12fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 82: CABILDO DE SANTA FE. Documentos varios. Legajo
I: consulta capitular al Guardián de San Francisco, Fr. Pedro Casco, sobre el
retiro del destacamento que defiende a la ciudad de Santa Fe, de la gente
mantenida por el Gobierno del Río de la Plata. Legajo II: petición del Alcalde
de 1° Voto, Sargento Mayor Esteban Marcos de Mendoza, sobre el abasteci-
miento de la carne, y acuerdo capitular correspondiente. Fechas tope: 1721;
1729. 10fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 83: CABILDO DE SANTA FE. Actas. Fechas tope: 1730. 26fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 84: CONTADURIA. Documentos de Contaduría de
los gastos realizados por Manuel Belgrano en octubre de 1810 —de paso
por Santa Fe en la campaña al Paraguay—. Proclama de Belgrano al jurar la
bandera de la Patria, 1812. Fechas tope: 1810; 1812. 2fs.
CARPETA TEMÁTICA Nº 85: CABILDO DE SANTA FE. Documentos varios.
Certificación de servicios de Tomás de Aquino Valle en las invasiones inglesas,
1806–1807; oda de José Prego Oliver a D. Santiago de Liniers por la defensa
de Buenos Aires; documentos sueltos pertenecientes a CONTADURIA 1806-
1807, tomo 15, Nº 1203–1224. Fechas tope: 1806; 1807. 28fs.
*Fondo Contaduría
99
procedentes del cabildo, la Real Hacienda y de la Junta de Hacienda. Entre
los tipos documentales que la integran sobresalen: cuadernos manuales,
documentos de carga y dato, balances, listas de revista, comprobantes y
recibos varios, órdenes de pago, estados de cuentas.
Auxiliares descriptivos: posee catálogo manual.
Archivos privados
100
Entendiendo que un fondo es el conjunto de documentos producidos o
reunidos por una persona, organización o institución en el transcurso de
sus diferentes actividades a través del tiempo cabe considerar el planteo
de Guerra, quien expresa que:
Esto significa que un archivo [privado] no se define a priori por un tipo docu-
mental —si se trata de fotografías, revistas, volantes, mapas o cartas— sino
que su sentido radica en la organicidad del conjunto. Ese carácter orgánico y
la puesta en contexto de la producción documental son dos guías claves del
trabajo con este tipo de materiales. Entonces, si bien la variedad de docu-
mentos que pueden formar parte de un archivo es muy amplia, de manera
típica los fondos personales contienen cartas enviadas y recibidas, originales
manuscritos y mecanografiados, notas, folletos, volantes, recortes de prensa y
otros impresos, así como publicaciones periódicas. (Guerra, 2016:303)
101
partir de la publicación de José Luis Busaniche en 1931, es a raiz de la dona-
ción del mismo al Archivo Histórico que se produce un cambio significativo
como uso de fuente documental. Es decir, deja de ser una fuente secunda-
ria —conocida a través de su editor— y obtiene el carácter de documento
original, fuente primaria para la investigación. La donación a la institución y
la consecuente autorización de la familia, significa también una apertura en
la disposición para que aquella crónica privada se convierta en patrimonio
de la provincia.
102
*Archivo Manuel María Iriondo
103
Referencias bibliográficas
Fuentes consultadas
104
Sobre las autoras y el autor
105
Sobre la prologuista
106