Ficha 9 de Filosofia
Ficha 9 de Filosofia
Ficha 9 de Filosofia
3.1. Patrística
Los apologistas
La filosofía de los padres de la Iglesia se designa generalmente con el nombre de patrística, nombre que
proviene del latín patres, que significa ‘padres’.
Fue un pensamiento que se desarrolló para elaborar dogmas cristianos que se mantuvieran cohesionados y
los defendieran (apología) de la filosofía griega (que los cristianos consideraban pagana y herética).
A pesar de la aparente incompatibilidad de las creencias cristianas con la filosofía griega, esta fue utilizada
como herramienta para la formulación de la doctrina cristiana. Así, desde la patrística, y en especial con el
desarrollo de la escolástica, la filosofía quedará supeditada, como una sierva, a la teología, cuando no se ha
confundido con esta.
Los padres apologistas
Los padres apologistas fueron los que se dedicaron a defender al naciente cristianismo de las ideas griegas y
judías. Entre los padres apologistas se pueden mencionar a Justino (fallecido en el 165), Ireneo (fallecido en
el 202) y Tertuliano (150 – 225).
Esta primera patrística preparó los presupuestos para la gran síntesis de pensamiento cristiano, la cual debe
comprenderse desde sus bases platónicas: la de Agustín de Hipona.
Cuando aparecieron las primeras herejías, el precisar más ciertos puntos doctrinales fue tarea de los
concilios de Nicea, Éfeso y Calcedonia. Las filosofías platónica y estoica influyeron mucho en el
pensamiento de los padres de la Iglesia.
3.2. Agustín de Hipona
Aurelio Agustín nació en Tagaste de Numidia en el año 354, en África romana. En su juventud llevó una
vida desordenada. En el 373 leyó la obra Hortensius, de Cicerón, donde se habla del amor a la sabiduría. En
su deseo por encontrar la verdad se adhirió primero a la secta de los maniqueos para luego inclinarse al
escepticismo. En el 384, mientras desempeña la cátedra de Retórica, en Milán siguió las enseñanzas del
obispo Ambrosio.
Su primer encuentro con la metafísica lo realiza leyendo las
Enéadas de Plotino, donde se insiste en la necesidad de la
purificación. Así, Agustín trata de purificar sus costumbres,
pero sus pasiones son tenaces. Por ese tiempo lee sobre la
necesidad de la gracia divina en las cartas de Pablo (Nuevo
Testamento).
Se convierte al cristianismo, es ordenado sacerdote y en el 395
es consagrado obispo de Hipona (África). Falleció en el año
430.
Entre las obras más importantes de Agustín se encuentran las
Confesiones, donde presenta su filosofía de la interioridad; La
ciudad de Dios, donde estudia la filosofía y la teología de la
historia y cuyas ideas influirán en el pensamiento político
posterior.
La filosofía y su método
El origen del filosofar parte del deseo de felicidad. El hombre anhela, no tanto una verdad teórica, cuanto
una verdad que salve. La verdadera felicidad se encuentra en la unión con Dios por el conocimiento y el
amor.
La filosofía se mueve en el ámbito de la religión cristiana, que es la que da la verdadera felicidad. Para ello,
Agustín establece una franca colaboración entre la razón y la fe: la filosofía es una profundización y
fundamentación racional de la visión cristiana entendida en su sentido más amplio.
Para poder reflexionar hay que impedir a todo trance disiparse exteriormente. Solo en el interior de la
propia persona se encuentra la verdad. Agustín afirma el primado de la interioridad. Su esfuerzo filosófico
trata de esclarecer el problema de Dios y del alma. Parte del estudio del interior del hombre para conocer
toda la realidad.
El problema del conocimiento
Agustín se caracterizó por su búsqueda afanosa de la verdad. Un tiempo de su vida pasó por la duda
escéptica. Para llegar a la verdad recurrió al testimonio de su propia conciencia, que le indicaba la certeza de
su existencia individual y del propio pensamiento. Ni siquiera el error puede quebrantar la certeza, puesto
que «si me equivoco, quiere decir que existo».
De esta manera, el alma humana logra llegar a verdades inalterables, universales necesarias y eternas. Tal es
el caso de las verdades matemáticas. ¿Cómo se llega a estas verdades? Sin duda, dice Agustín, no provienen
de los sentidos que solo alcanzan a cuerpos mudables y particulares. Pero tampoco la inteligencia las
produce porque esta facultad las encuentra y constata. Entonces, la fuente de las verdades necesarias y
eternas debe estar en Dios, que ilumina la inteligencia para que conozca las verdades que superan los
sentidos. Esta es la famosa teoría de la iluminación.
Dios
Para Agustín, la existencia de Dios es tan clara, que basta una sencilla reflexión para percatarse de ella.
Llega a un Dios vivo y personal porque tiene como punto de partida el alma humana viviente. El argumento
de las verdades eternas para el descubrimiento de Dios es de pura inspiración platónica: encontramos en
nuestra inteligencia verdades necesarias inmutables, eternas como el principio de identidad, los axiomas
matemáticos, etc. Pero estas certezas que se encuentran en nuestra mente solo se pueden comprender en su
plenitud, porque realmente existe un ser necesario, inmutable y eterno, que llamamos Dios. El principio
fundamental de este argumento, con claro influjo platónico, se lo puede sintetizar diciendo que una mayor
comprensión de las ideas que no cambian exige la existencia de un ser que no cambie.
Agustín comprende que a Dios se lo conoce mejor callando que tratando de explicarlo, no se lo puede
conocer en sus detalles: es incomprensible e inefable. Sin embargo, Agustín hace algunas afirmaciones
positivas de Dios, sobre todo respecto a su inmutabilidad y a su bondad.
El mundo
El mundo fue creado de la nada por un acto libre y voluntario de Dios. Al principio todo estaba en un estado
de confusión, pero poco a poco se fue organizando gracias a las razones seminales puestas por Dios en la
materia creada.
A manera de una semilla, esas ideas se desenvuelven por el influjo de las circunstancias materiales y bajo la
acción de Dios. La explicación agustiniana es, pues, dinámica en un marco evolutivo que no rechaza la
acción de Dios ni de la materia.
Antropología
Siguiendo la teoría platónica, Agustín concibe al
ser humano compuesto de alma y cuerpo.
Ambos son esenciales para el hombre, pero el
alma tiene preeminencia sobre el cuerpo, ya que
lo gobierna.
El alma es una sustancia espiritual e inmortal,
que conoce y quiere, ejecutando actos no
materiales. Agustín descubre en el alma humana
una huella de la Trinidad de Dios; en efecto,
tiene memoria, inteligencia y voluntad, tres
facultades que no anulan la unidad del alma.Sin
embargo, Agustín no acaba de tomar una
posición respecto al origen del alma humana.
Está entre el creacionismo (el alma es creada por Dios en el momento de la concepción) y el traducianismo
(el alma es transmitida por los padres, al igual que el cuerpo).
La libertad humana
Dios es el último principio de la moralidad,
que no anula la libertad humana. El actuar moral del hombre se centra en la voluntad
o amor. En la voluntad humana están inscritas las leyes del bien; el corazón tiende hacia el bien. Pero es
necesario amar rectamente. Agustín contrapone el «gozar» al «usar».Dios es el bien supremo que el corazón
humano busca para «gozar». Se trata de un amor que no es ciego, sino que incluye elementos de
conocimiento. Si el amor recto es el centro de la vida ética, llevará entonces a la felicidad. Si la vida humana
es amor y anhelo, su plenitud será un estado de reposo y un goce de la felicidad, habrá llegado a la meta en
su fin personal, que es Dios.
La historia
Agustín es el primero que estudia la historia universal a la luz de la fe cristiana. Expone su pensamiento en
la obra La ciudad de Dios, que presenta una filosofía y una teología de la historia.
Su concepción social se resume en la lucha de dos ciudades o reinos que coexisten mezcla- dos en la
historia: la «ciudad de Dios» y la »ciudad terrena». Algunos identifican a estas con la Iglesia y el Estado,
respectivamente.
La «ciudad terrestre» está identificada con las estructuras humanas, volcadas al goce de los bienes de la
Tierra y no a su uso para el fin más alto, que es Dios.
En cambio, la «ciudad de Dios» consta de hombres que entran en el eterno orden de Dios. No se sumergen
en las cosas exteriores para gozarlas, sino que viven un orden profundo en Dios y de Dios. Detrás de estas
dos ciudades se esconde el sentido de la historia del mundo. Agustín hace ver cómo el bien y el mal están en
lucha constante, pero al final el triunfo será de la «ciudad de Dios».
Esta concepción social sirvió de fundamento a la Teoría de las dos espadas con la cual la Iglesia argumentó
la preeminencia del poder espiritual (del papa) sobre el temporal (del emperador) en la disputa por el poder
político en la Europa de los siglos XI y XII.
Actividad.
1. Buscar las siguientes palabras y realizar un crucigrama con esas palabras: pagano, hereje,
apologista, patrística, escolástica, concilio, razón, fe, teología
2. Subraya en el texto las frases que más te llamaron la atención, y luego escríbelas a continuación
(mínimo 5 frases)
3. Escoge uno de los temas que aborda San Agustín y amplíalo, busca más cosas en internet y
desarróllalo a continuación.
4. Responde las siguientes preguntas:
¿Qué es la ciudad de Dios para San Agustín?
¿Qué son las confesiones para San Agustín?
¿Cómo San Agustín sabe que existe?
¿Cómo o dónde se encuentran las verdades para San Agustín?
¿Cuáles son las características Dios, según San Agustín?
¿Qué es el alma para San Agustín?