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Hilda González Neira Magistrada Ponente AC472-2023 Radicación N° 05001-31-03-020-2019-00255-01

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HILDA GONZÁLEZ NEIRA

Magistrada ponente

AC472-2023
Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01
(Aprobado en sesión de dos de marzo de dos mil veintitrés)

Bogotá, D. C., veintisiete (27) de marzo de dos mil


veintitrés (2023)

Se pronuncia la Corte sobre la admisibilidad de la


demanda presentada por Héctor Mauricio Escobar Vélez para
sustentar el recurso de casación interpuesto frente a la
sentencia de 18 de julio de 2022, proferida por la Sala Civil
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín,
dentro del proceso declarativo iniciado por el recurrente en
contra de Saldarriaga Franco Safra S.A.S. e indeterminados.

I. EL LITIGIO

A. La pretensión

Se promovió el proceso para que, con citación de


Saldarriaga Franco Safra S.A.S. y personas indeterminadas,
se declarara que el actor adquirió por prescripción
extraordinaria el dominio de los inmuebles ubicados en la «calle

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47 Sur # 55-72» y «carrera 58 # 43 Sur-28» de Medellín, Antioquia, e

identificados con las matrículas inmobiliarias Nos. 001-56103


y 001-761429, respectivamente, en consecuencia, se ordenara
la inscripción de la sentencia en esos registros. [Fls. 101 a 110,

archivo digital: 01 ExpedienteParte1].

B. Los hechos

Como fundamento fáctico de la anterior pretensión se


adujo lo que enseguida se compendia:

1.- El accionante arribó a los predios referidos en el año


2006 en busca de establecer allí su vivienda y la de su
familia, pero a su llegada los encontró «deshabitados,
abandonados, con maleza y basura», sin indicios de señorío.

2.- Desde esa época, el gestor viene poseyendo los


fundos sin reconocer «dominio ajeno», en forma quieta, pacífica
e ininterrumpida, sin violencia ni clandestinidad, con «ánimo
de señor y dueño», velando por su cuidado con actos de aquellos

que solamente puede ejecutar un propietario, como la


construcción de mejoras, la producción de cultivos, la cría de
semovientes, la siembra de árboles, la instalación de los
servicios públicos y el pago de los impuestos.

C. El trámite de las instancias

1. Tras haberse enmendado la postulación inicial,


ésta fue admitida por el Juzgado Veinte Civil del Circuito de
Medellín, el 2 de octubre de 2019. [Fl. 140, ibídem].

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2. Al ser enterada del trámite, la sociedad convocada


contestó con expresa oposición a lo pedido, proponiendo las
excepciones de mérito que denominó «temeridad; buena fe del
demandado y mala fe del demandante; enriquecimiento ilegítimo y sin
causa; [e] innominada», apoyadas, principalmente en que el «21

de mayo de 2017» Escobar Vélez, de forma «arbitraria, descarada,

inconsulta y de mala fe» quiso instalar «fraudulentamente» energía

de «contrabando» sobre los terrenos, comenzando su «posesión


arbitraria» desde el «25 de mayo [siguiente]».

Debido a ello, inició una querella en contra del


demandante por «perturbación a la posesión», pero agotado el rito
correspondiente, en sede de segunda instancia, se decretó la
nulidad de las diligencias adelantadas por la «Corregiduría de
El Limonar», así que el 18 de febrero de 2019 se optó por retirar

dicho trámite. [Fls. 181 a 196, Ibídem].

3.- El convocante reformó el libelo inaugural en el sentido


de señalar que ingresó por primera vez a los terruños motivo
del litigio en el año 2005, cuando un señor apodado «Pelé» le
permitió ocuparlos en calidad de «arrendatario» con el propósito
de realizar actividades de «pastoreo de ganado», sin embargo, un
año después aquél falleció y tuvo que marcharse de allí,
retornando nuevamente en 2006 «con el ánimo de poseerlos, pues
nadie respondía por los lotes, no eran vigilados, ni cuidados por ninguna
persona y quedando a merced del vandalismo».

La heredad identificada con matrícula inmobiliaria No.


001-761429 fue objeto de dos «ventas parciales» efectuadas por

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la compañía enjuiciada a favor de Ancízar Gasca Bonello,


razón por la cual la Oficina de Instrumentos Públicos de
Medellín abrió los folios Nos. 001-761428 y 001-815382,
«quedando un área remanente de tierra de 4.185.60 mts2» del lote

principal. [Archivo digital: 12SubsanaReformaDemanda].

Tras haberse subsanado la «reforma», esta se admitió en


auto de 1º oct. 2020, sin expresa oposición de la interpelada.
[Fls. 38 a 43, Ibídem].

4.- El curador ad-lítem de las «personas indeterminadas»


también se resistió a los anhelos del prescribiente,
enarbolando la defensa de «cosa juzgada», con sustento en que
Saldarriaga Franco Safra S.A.S. demandó a Héctor Mauricio
Escobar Vélez para conseguir la reivindicación de los mismos
«inmuebles», aspiración a la que accedió el Juzgado Trece Civil

del Circuito de Medellín en proveído de 2 de marzo de 2020,


el cual cobró firmeza el día 9 siguiente. [Archivo digital:

37ContestaciónCurador20210114].

5.- Clausuró el juzgado del conocimiento la primera


instancia mediante sentencia de 17 de noviembre de 2021,
en la que desestimó las súplicas del propulsor; impugnada
esta determinación por este último, fue confirmada por el
Tribunal Superior de Medellín, en fallo de 18 de julio de 2022.
La del ad quem, ya se dijo arriba, fue recurrida entonces en
casación. [Archivo digital: 13Sentencia, Cd. Tribunal].

D. La sentencia impugnada

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Luego de concluir que se encuentran reunidos los


presupuestos procesales y de hacer algunas precisiones en
torno a la prescripción adquisitiva de dominio y sus
elementos axiológicos, enfrentó el Tribunal la situación
planteada en el proceso, así:

1.- Relievó los reparos puntuales del apelante,


concretándolos del siguiente modo: i) La valoración de los
elementos de convicción de cara al tiempo de la posesión del
demandante; ii) Las «formalidades» en la recepción de algunas
pruebas; iii) La congruencia de la resolución de primer grado;
y iv) Las «costas dispensadas».

2.- Siendo pacífico la condición de «poseedor» de Héctor


Mauricio Escobar Vélez, se ocupó, en primer lugar, en
averiguar desde cuándo ostentaba dicha calidad.

2.1.- Antes de adentrarse en el material suasorio, el ad


quem recordó que, si bien la empresa encausada guardó
silencio frente a la «reforma a la demanda», no por ello debía
tenérsele como confesa, pues a voces del artículo 97 del
Código General del Proceso, esa consecuencia solamente era
predicable «en relación a la demanda primigenia, no de sus reformas»,
de todas maneras, la confesión, así sea ficta, «admite prueba en
contrario, tal como lo prevé el 197 [ibídem]».

2.1.1.- Hecha esa precisión, examinó los documentos


aportados a la lid, iniciando por las fotografías, las cuales no
indicaban la época en que fueron realizadas o a qué periodo

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correspondían, siendo insuficientes para establecer el hito


inaugural de la usucapión.

2.1.2.- A continuación, echó un vistazo a un «oficio»


proveniente de la «empresa de servicios públicos», una factura de
«energía eléctrica» y unos recibos por ese concepto, de los cuales

dedujo que todos fueron expedidos entre los años 2016 y


2017, lo que «resultaba extraño» ya que, si era cierto que tenía
el señorío de los fundos desde antes, cómo estos no contaban
con ese «servicio» básico. Por si fuera poco, el gestor presentó
una «solicitud para pagar impuestos municipales» el 1º de abril de
2019, entonces, «si quería presentarse como poseedor solucionando
obligaciones tributarias, ello solo lo hizo en este año».

El iudex plural posó su mirada en las «declaraciones


extraprocesales» de Edicson Fernando Zuleta Campo y José

Saturnino Álvarez Rendón de 26 de mayo de 2017, las cuales,


si bien no fueron ratificadas y por lo mismo «no pueden ser
admitidas», lo cierto es que son dudosas, porque «dos personas
que residen en municipios tan disímiles, Amagá y Caldas,
respectivamente, pero sobre todo lejanos de donde está ubicado el
inmueble en controversia, conocieran de forma tan detallada sus
linderos, y dijeran que el demandante tiene esas tierras en “óptimas
condiciones”, cuando del contexto probatorio se tiene que en buena parte
es notorio su descuido».

Destacó, por otra parte, que la experticia del justiprecio


de los fundos, aunque refiere a la edificación de algunas
mejoras, de allí tampoco se podía colegir el periodo en que se
hicieron.

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Ahora, a juicio del sentenciador los «acuerdos» de 15 de


noviembre de 2013 celebrados entre la sociedad antagonista
con John Jairo Jiménez Cuesta y Ana Joaquina Toro López
para que abandonaran los terruños objeto del pleito a cambio
de una suma de dinero, dejaron ver que en aquel trecho la
«posesión» no era ejercida por el interesado.

Pero si lo anterior fuera poco, halló que según la


«anotación 15» del folio de matrícula inmobiliaria de uno de los

lotes demandados (001-56103), en 2015 unos terceros


promovieron «acción de pertenencia» frente a Saldarriaga Franco
Safra S.A.S., lo cual desvirtuaba el «señorío» del enjuiciante en
ese lapso, cuando menos, de manera exclusiva.

2.1.3.- A vuelta de lo anterior, abordó el análisis de las


declaraciones de las partes y la prueba testimonial acopiada.

En lo atinente con la versión del activante, encontró que


su dicho hacía mella a la verdad, pues aseveró no conocer a
Saldarriaga Franco Safra S.A.S. y tampoco en cabeza de
quién figuraba la propiedad de los «inmuebles», pese a que un
año antes del comienzo de la contienda, en las diligencias
administrativas adelantadas por el corregidor de “El
Limonar”, tuvo una participación dinámica, incumpliendo
así el deber consagrado en el artículo 78 de la codificación
procesal y constituyéndose esa conducta como indicio grave
en su contra.

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Enseguida, el superior trajo a colación segmentos de lo


expuesto por el actor, en lo atinente a su arribo a los
terrenos, el compromiso de arrendamiento con “Pelé”, la
mutación de esa situación que se dio después de su muerte,
el alquiler de las superficies en disputa «para una latonería la que
lleva funcionando cinco meses, y una bloquera (sic) desde hace cuatro
meses» y el hecho de que, según afirmó, «nunca alguien del

municipio ha ido al lote». Esto ultimó, va en contravía con las

piezas restantes, en las cuales se avizoró que en 2013 la


Empresa de Desarrollo Urbano de Medellín sostuvo «tratativas»
con la interpelada para alcanzar la propiedad de uno de los
«predios», o más bien, «¿sería que el actor para la época no poseía el

predio?», se cuestionó el colegiado.

De inmediato, pasó el Tribunal a evaluar la exposición


de la representante legal de la sociedad accionada, la cual
dejó entrever que: i) Se enteró en 2017 de la «ocupación» de los
«fundos» por un «problema» entre el demandante y Juan Pablo

Ciro, vecino de éste y trabajador de la compañía, de ahí que,


entabló una querella para recuperar la «posesión»; ii) En el
2013 los bienes estaban al cuidado del mayordomo «Guillermo
Arredondo y su esposa María Elena», sin embargo, debido a las

negociaciones que mantuvo con la Empresa de Desarrollo


Urbano de Medellín, reubicaron a la pareja en otra
propiedad, «porque el Ente público exigía que el predio estuviera
desocupado, e incluso con JHON JAIRO y ANA JOAQUINA TORO, que
también vivían allí, tuvieron que negociar para poder entregar al EDU
desocupado»; iii) Las heredades nunca estuvieron en buen

estado, ni aún después de la llegada del actor, además,


siempre asumió el importe del tributo predial, «aunque desde

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hace alrededor de diez años están en mora de su pago» ; y iv) En vida

su difunto padre visitaba continuamente los terruños,


después de muerte sus «herederos» acuden esporádicamente.

Para el ad quem, esa crónica carecía de contradicción,


era coherente con el restante «acervo probatorio» y estaba
desprovista de «hechos adversos» para el deponente, por ende,
no podía tenerse como confesión conforme el numeral 2º del
canon 191 de la ley adjetiva, como lo denunció el
impugnante. Más aun, no le quita credibilidad el que
eventualmente «se hubiera consultado algún documento durante la
diligencia (…), pues ello no está expresamente prohibido y hace parte del
deber del absolvente de estar informado (inciso 3o artículo 203 C. G. del
P.)».

A reglón seguido, aproximó al debate las


atestiguaciones de Mariela Herrera Builes, Guillermo
Arredondo Ortiz y Juan Pablo Ciro Restrepo, tras abreviar en
detalle sus narraciones y tener especial cuidado en lo
reseñado por este último por la enemistad con el propulsor,
coligió que fueron «enfáticos en afirmar que entre los años 2012 y
2013 el actor no ocupaba los inmuebles de marras, pues el ejercicio
posesorio estaba en la demandada, siendo que aproximadamente hasta
2017 aquél entró al lugar ya con actos de posesión».

También arrimó a la polémica, las exposiciones de Luz


Marina Restrepo Giraldo y María Elena Puerta, quienes
dieron fe de la «posesión» de Héctor Mauricio desde «los años
2004 o 2005». De igual manera, el juzgador de segundo grado

acercó lo testificado por Elix Elva del Carmen López Romero,

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compañera sentimental del gestor, de quien infirió que era


un «testigo de oídas» y «parcializado», tanto así que «llega a decir que
su compañero llegó a vivir al lugar en el año 2000, lo que ni siquiera es
sostenido por el demandante en el correspondiente hecho de la acción».

Ante ese panorama, el iudex colegiado, con soporte en


un pronunciamiento de esta Corte y advertido de la «enemistad
declarada» de Ciro Restrepo y los «problemas de memoria» que

comenzó a presentar «Arredondo Ortiz», tomó partido por este


grupo de testigos y tras recapitular otra vez las conclusiones
que extrajo de los documentos y las atestaciones de los
contendientes, ultimó que «el demandante no cumple el tiempo
exigido para usucapir».

3.- Dedicó los últimos párrafos de su fallo para decir


que la determinación del a quo devino congruente con los
«hechos y las pretensiones de la demanda» y, en lo referente a la

cuantificación de las «agencias en derecho», debía el apelante


discutirla en la oportunidad contemplada en el numeral 5º
del artículo 366 de la nueva ley de enjuiciamiento civil.

4.- Y volviendo iterativamente sobre la «prescripción


adquisitiva extraordinaria de dominio» alegada, remató:

Al no satisfacerse el presupuesto axiológico aplicable a la


usurpación, tal como es la posesión por el tiempo legalmente
requerido, en este caso diez años, pues a lo sumo el demandante
probó tal condición posesoria desde el año 2017, las pretensiones
de la demanda corren la suerte del fracaso.

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Por tanto, no podía resolverse favorablemente la


pretensión prescriptiva.

II. LA DEMANDA DE CASACIÓN

Tres (3) cargos lanzó el recurrente frente al veredicto


acabado de compendiar; el primero, por la vía de la «violación
indirecta de una norma jurídica sustancial» (núm. 2º art. 336

C.G.P.); el segundo, por incongruencia (núm. 3º ibídem); y el


tercero «por contener decisiones que hacen más gravosa la situación
del apelante único» (núm. 4º ídem).

Procede la Sala ahora a pronunciarse sobre la


admisibilidad de la referida demanda previas las siguientes.

III. CONSIDERACIONES

1.- Es característica esencial de este mecanismo de


defensa su condición extraordinaria, cuyo ejercicio debe
asentarse en las causales taxativamente previstas y atender
los parámetros que para su concesión y trámite se imponen,
como es acreditar el descontento «mediante la introducción
adecuada del correspondiente escrito, respecto del cual, la parte
afectada con el fallo que se aspira aniquilar no tiene plena libertad de
configuración» (CSJ AC, 1° nov 2013, rad. 2009-00700;

reiterado en CSJ AC3327-2021, 26 ag., rad. 2017-00405-01).

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Empero, dada su naturaleza, no todo desacuerdo con lo


dictaminado permite adentrarse en su examen de fondo,
siendo enfática esta Colegiatura al señalar, que

(…) [P]or la naturaleza misma del recurso extraordinario, no es


dable que el recurrente deambule por los diversos aspectos que en
las instancias fueron debatidos, pues lo suyo es la sentencia, es
decir, los fundamentos de hecho y de derecho invocados por el
Tribunal, para lo cual deberá desplegar su carga argumentativa
en la demostración de la infracción, puntualmente en el aspecto
medular de que discrepa, que no propiamente de las falencias
probatorias achacadas al ad quem -cosa que por supuesto debe
cumplir también si de violación indirecta se trata- sino la incidencia
de esas equivocaciones en la infracción normativa (CSJ
AC8255-2017, 7 dic., rad. 2011-00024-02; reiterado
entre otras en CSJ AC3327-2021, 26 ag., rad. 2017-
00405-01 y AC5520-2022, 15 dic., rad. 2017-00690).

2.- Así, que la admisión de la súplica casacional


depende del acatamiento cabal de los requisitos del artículo
344 Código General del Proceso, entre otros, la formulación
de los cargos con la exposición de sus fundamentos, en forma
separada, clara, precisa y completa, y no basados en meras
generalidades, o limitada a un escueto discurso retórico,
especulativo o de confrontación de criterios con los expuestos
en el «fallo», como si de un alegato de instancia se tratara, por
cuanto el opugnante asume el duro laborío de enervar la
presunción de legalidad y acierto con que viene precedida la
«providencia».

3.- Adicionalmente, la exposición de la demanda que se


presente para sustentar el recurso de casación deberá
atender la perentoriedad y taxatividad de las causales que lo
habilitan, y las acusaciones deberán plantearse a través de

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una exposición concatenada, separando cada uno de los


cargos, esbozando los argumentos que los soportan de tal
forma que, sin hesitación alguna, quede plenamente
identificada la causal alegada y los hechos que la edifican,
demarcando así los hitos dentro de los cuales ha de discurrir
la Corte, al estarle vedado a ésta moverse de manera oficiosa
dentro del cargo, con miras a enmendar las inconsistencias
en las que incurra el censor.

En tal sentido, la Corte tiene adoctrinado que:

… además de la identificación de los errores, toda acusación o


cargo debe trascender de la simple enunciación, al campo de la
demostración, haciéndose patentes los desaciertos, no como
contraste de pareceres, o de interpretaciones, ni de meras
disputas conceptuales o procesales, sino de la verificación
concluyente de lo contrario y absurdo, de modo que haga rodar al
piso la resolución combatida.

El discurrir extraordinario, por lo tanto, implica ir más allá de las


solas afirmaciones, cuya sustracción traduce en una simple
protesta en grado funcional, parqueada en el pórtico del recurso,
sin adentrarse a su quintaesencia (CSJ, AC1262-2016, 12
en., rad. 1995-00229-01, criterio reiterado en CSJ
AC2588-2021, 30 jun., rad. 2016-00074-01).

4.- Las sentencias pueden ser controvertidas por


errores in iudicando o in procedendo. Entre los primeros la
violación de normas sustanciales, producto de desvíos de
interpretación o aplicación normativa (directa), o «de error de
derecho derivado del desconocimiento de una norma probatoria, o por
error de hecho manifiesto y trascendente en la apreciación de la
demanda, de su contestación, o de una determinada prueba» 1

1
Numeral 2° de artículo 366 del Código General del Proceso.

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(indirecta). Mientras que los segundos hacen referencia a la


indebida construcción del proceso, por atropello de las
normas que los regulan (vicios de actividad).

4.1.- La infracción directa ocurre, cuando el funcionario


no aplica la norma sustancial relativa al caso controvertido,
y, consecuencialmente, hace actuar disposiciones extrañas
al litigio, o cuando habiendo acertado en la norma rectora del
asunto yerra en la interpretación que de ella hace. En esa
dirección, el recriminador ceñirá la sustentación a «la cuestión
jurídica sin comprender ni extenderse a la materia probatoria, por lo que
debe estructurarse en forma adecuada cómo se produjo la vulneración
ya por tomar en cuenta normas completamente ajenas al caso, pasar por
alto las que lo regían o, a pesar de acertarse en la selección, terminar
reconociéndoles implicaciones que no tienen» (CSJ AC3599-2018, 27

ag., rad. 2015-00704, criterio reiterado en CSJ AC2396-


2020, 28 sep., rad. 2014-00045-01 y AC5521-2022, 15 dic.,
rad. 2020-00017).

Significa esto, que en los eventos en que la crítica


extraordinaria se direccione por esta vía, además de la
citación de las normas sustanciales que constituyan base
esencial del «fallo» o que hayan debido serlo, resulta
imperativo exponer, adicionalmente, la manera como el
enjuiciador las quebrantó, sin que le sea dable sumergirse en
los aspectos probatorios.

4.2.- En tratándose de la causal segunda el agravio de


la ley sustancial podrá darse a consecuencia de errores de
hecho o de derecho.

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4.2.1.- En lo tocante con el yerro de hecho se ha


puntualizado que tiene lugar: «a) cuando se da por existente en el
proceso una prueba que en él no existe realmente; b) cuando se omite
analizar o apreciar la que en verdad si existe en los autos; y, c) cuando
se valora la prueba que si existe, pero se altera sin embargo su
contenido atribuyéndole una inteligencia contraria por entero a la real,
bien sea por adición o por cercenamiento…» (CSJ SC, 10 ag.1999,

rad. 4979, reiterado en CSJ AC3327-2021, 26 ag., rad. 2017-


00405-01 y AC4947-2022, 23 nov., rad. 2010-00158).

4.2.2.- Mientras que el error de derecho presupone que


el «juzgador» no se equivocó en la constatación material de la
existencia del medio demostrativo y fijación de su contenido,
pero al apreciarlas no observa

los requisitos legalmente necesarios para su producción; o cuando,


viéndolas en la realidad que ellas demuestran, no las evalúa por
estimar erradamente que fueron ilegalmente rituadas; o cuando le
da valor persuasivo a un medio que la ley expresamente prohíbe
para el caso; o cuando, requiriéndose por la ley una prueba
específica para demostrar determinado hecho o acto jurídico, no le
atribuye a dicho medio el mérito probatorio por ella señalado, o lo
da por demostrado con otra prueba distinta; o cuando el
sentenciador exige para la justificación de un hecho o de un acto
una prueba especial que la ley no requiere. (CXLVII, pág. 61,
citada en CSJ SC 13 abr. 2005, rad. 1998-0056-02,
reiterada en CSJ SC1929-2021, 26 may., rad. 2007-
00128-01, CSJ AC3327-2021, 26 ag., rad. 2017-00405-
01 y AC5354-2022, 16 dic., rad. 2017-00141).

5.- Sea que se aduzca error de hecho o de derecho


compete a la recurrente indicar las normas sustanciales que
a consecuencia de los dislates resultaron infringidas,
precisando cómo se dio dicha vulneración, pero cuando se

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perfila por la última tipología tendrá la carga adicional de


indicar la disposición probatoria quebrantada «haciendo una
explicación sucinta de la manera en que ellas fueron infringidas», esto

es, cómo a la luz de ésta el iudex erró en su solicitud, decreto,


práctica o el mérito que le otorgó en su valoración,
exponiendo en qué consistió el yerro y la incidencia del
supuesto desatino en la conclusión cuestionada, carga de
demostración que, recae exclusivamente en el opugnante.

6.- En torno al tercer motivo de impugnación


extraordinaria, se ha dicho que la incongruencia constituye
un quebranto de las formas esenciales del procedimiento, el
cual se materializa cuando la sentencia decide sobre puntos
ajenos a la controversia; deja de resolver los temas objeto de
la litis; realiza una condena más allá de lo pretendido; o no
se pronuncia sobre alguna de las excepciones de mérito,
cuando es del caso hacerlo.

El proceso civil contiene una relación jurídico–procesal


en virtud de la cual la actividad de las partes y el campo de
decisión del juez quedan vinculados a los términos de la
demanda y su contestación. En efecto, tiene dicho la Corte
que:

(...) los hechos y las pretensiones de la demanda, y las


excepciones del demandado trazan, en principio, los límites dentro
de los cuales debe el juez decidir sobre el derecho disputado en
juicio; por consiguiente, la incongruencia de un fallo se verifica
mediante una labor comparativa entre el contenido de lo expuesto
en tales piezas del proceso y las resoluciones adoptadas en él,
todo en armonía con el artículo 305 del Código de Procedimiento
Civil; de ese modo se podrá establecer si en verdad el juzgador se
sustrajo, por exceso o por defecto, a tan precisas pautas (CSJ SC,

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6 Jul. 2005, rad. 5214; CSJ SC, 1º nov. 2006, rad. 2002-01309-
01) (CSJ SC11331-2015, 27 ago., rad, 2006-00119-01;
reiterado en CSJ AC2115-2021, 2 jun., rad. 2013-
00193-01).

La facultad jurisdiccional del fallador se encuentra


demarcada, entre otras normas, por el artículo 281 del
Código General del Proceso, a cuyo tenor:

(…) la sentencia deberá estar en consonancia con los hechos y las


pretensiones aducidos en la demanda y en las demás
oportunidades que este Código contempla y con las excepciones
que aparezcan probadas y hubieren sido alegadas si así lo exige
la ley… No podrá condenarse al demandado por cantidad superior
o por objeto distinto del pretendido en la demanda ni por causa
diferente a la invocada en ésta (…).

Eso sí, la inconsonancia, en principio, no puede


invocarse sobre la base de haberse decidido de manera
adversa a los intereses del actor o cuando el resultado del
juicio no colma las expectativas del impugnante, siempre que
la decisión recaiga sobre lo que ha sido materia del pleito,
mucho menos, sirve a propósito de criticar la valoración de
los medios de prueba realizado por el juzgador.

Sobre el punto, la Sala ha puntualizado que:

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

[t]ratándose del numeral tercero del citado artículo 336, el


cuestionamiento por inconsonancia debe centrarse en una
manifiesta alteración de lo debatido al confrontar el fallo con lo
expuesto y pedido en la demanda, así como la defensa asumida
por el opositor o si se pasan por alto circunstancias con incidencia
en la decisión reconocibles forzosamente por el juzgador. De ahí
que la labor es comparativa entre lo que figura en los escritos que
delimitan el contorno del litigio con la decisión tomada, pero sin que
se desvíe en reproches por errores de juicio en la lectura que se le
dio al libelo y la respuesta al mismo, ni mucho menos discrepancias
con la forma en que se sopesaron las probanzas, que corresponden
a la segunda causal. (CSJ AC4592-2018, criterio reiterado
en AC6075-2021, 16 dic.).

7.- Otro yerro in procedendo es el previsto en el


numeral cuarto del artículo 336 del Código General del
Proceso relativo a contener la sentencia decisiones que hagan
más gravosa la situación de la parte que impugnó, para cuya
sustentación deberá el recurrente identificar la resolución
que como apelante único le ha causado perjuicio, según la
comparación entre lo decidido por el a quo y el Tribunal.
Como lo ha establecido la Corte:

[E]l embate respectivo debe estar dirigido a evidenciar la situación


más perjudicial surgida en la decisión de segundo grado con
relación a la del a-quo, lo que equivale decir que un cargo de esta
naturaleza implica desarrollar la tarea de parangonar la
determinación del juzgado con la del ad-quem, tras lo cual habrá
de brillar, sin mayores elucubraciones, que la de éste, en lo
inherente a los derechos de ese apelante único, le produjo un
agravio en la medida en que, sin que debiera hacerlo, comprometió
los intereses de esa parte más allá de como aquél lo hizo. (CSJ.
SC. Sep. 29 de 2005, rad. 76001-31-03-010-1995-7241-01;
criterio reiterado en CSJ AC817-2020, 10 mar.)

Aunado a ello, desde antaño, la Sala ha delimitado unas


precisas exigencias para el éxito de la acusación cimentada
bajo la egida de la no reformatio in pejus, a saber:

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

a) vencimiento parcial de un litigante, b) apelación de una sola de


las partes, porque la otra no lo hizo ni principal ni adhesivamente,
c) que el juez de segundo grado haya empeorado con su decisión
la situación del único recurrente, y d) que la reforma no verse sobre
puntos íntimamente relacionados con lo que fue objeto de la
apelación. (CSJ SC 165 de 2000, rad. 5405; reiterada en
SC de 5 jul. 2011, rad. 2000-00183-01 y SC5106-2021,
15 dic., entre otras).

En tiempos más recientes, la Corte destacó que el


agravio ocasionado por el desconocimiento de esta causal se
encuentra en la parte resolutiva del fallo, por lo que resulta
intrascendente auscultar sus motivaciones, so pretexto de
invocar esta clase de dislate, puntualizando que es en aquella
sección de la providencia

«‘donde debe buscarse el desbordamiento de la limitación


que impide al juzgador hacer más gravosa la condición del único
apelante, y no en su parte expositiva (…)’ y ‘(…) si en dicho
pronunciamiento se confirmó íntegramente la decisión de primer
grado, es decir, se mantuvo por el ad-quem lo allí resuelto, sin
variación, no hay manera de afirmar que hizo más difícil, para el
apelante, la situación establecida por el sentenciador de primera
instancia, circunstancia que obvia y necesariamente excluye una
acusación por esa causa’.» (CSJ SC de 4 may. 2005, rad.
2000-00052-01; SC de 14 dic. 2006, rad. 2000-00194-
01; SC12024 de 2015, rad. 2009-00387-01 y SC5106-
2021, 15 dic. entre otras).

8.- Plasmadas las anteriores pautas, cumple decir,


desde ya, que los tres cargos argüidos en la sustentación del
recurso de casación no satisfacen las exigencias que legal y
jurisprudencialmente se han demarcado para el impulso de
la súplica extraordinaria, por lo que serán inadmitidos,
conforme se expone a continuación.

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

PRIMER CARGO

Aduciendo el segundo motivo del artículo 336 del


Código General del Proceso, censuró la sentencia de haber
infringido, por la senda indirecta, los artículos 80, 981, 2512,
2518, 2522, 2531, 2538 del Código Civil, 176, 187 y 188 del
Código General del Proceso, a consecuencia de «error de hecho
en [la] apreciación de las pruebas y [error de] derecho en el análisis
probatorio».

Del ininteligible escrito se puede averiguar lo siguiente:

El fallador interpretó erróneamente el «contenido de la


demanda», al dar por demostrado que el actor ostentaba la

calidad de «poseedor» sobre los «predios» demandados a partir


del año 2017, siendo que las aspiraciones y el material
suasorio acopiado indicaban que desde el 2006 tuvo «animus
y corpus (…) sin reconocer dominio ajeno». Además, estimó que la

«usucapión» abarcaba «un solo inmueble», en franco


desconocimiento de los anhelos de la causa petendi, en donde
se dejó claro que se trataba de «dos lotes», debidamente
individualizados.

Incurrió en desacierto el ad quem al dilucidar que el


señorío de Escobar Vélez principió en «octubre de 2016», data
que tomó de la «solicitud de instalación de servicios de energía
eléctrica», sin «concluir el día en que según su raciocinio el poseedor

comenzó el hecho de la posesión», dejando «sin piso la valoración de


esta prueba».

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

A continuación, la impugnante, al parecer, citó


textualmente un segmento del interrogatorio practicado al
gestor, según el cual, integrado con «la inspección judicial
realizada por la corregiduría en el proceso administrativo de la querella
policiva» y la efectuada en el asunto de la referencia, daban

cuenta que su vínculo con el «lote identificado con matrícula 001 -


56103» comenzó en «2006».

En opinión de la censora, el colegiado cometió yerro de


iure por la «falsa apreciación de la prueba documental relacionada con
la testimonial», habida cuenta que, en la versión rendida por el

peticionario este adujo que «venía sumando posesión desde el año


2006» y tras copiar literalmente un fragmento, refirió que se

contradecía con lo narrado por la testigo «Mariela Herrera»,


quien, inclusive dijo una cosa en el «trámite de querella» y otra
distinta en el «proceso declarativo».

La Magistratura «distorsionó la realidad» al concluir que la


«posesión» del gestor se remontó a 2017, cuando, en verdad,

tuvo germen en 2006, lo cual se verificaba partiendo de la


«unidad probatoria» de los «documentos», los «testimonios» y lo

relatado por los contendientes, pero dejó de lado la


ponderación en conjunto de esos elementos de convicción.

Resaltó enseguida la opugnante que, contrario a lo


considerado por el sentenciador, el «pago de impuestos no es un
requisito» establecido en el artículo 2531 del Código Civil para

acreditar la «posesión» y si el convocante no pudo «obtener las


facturas» por ese concepto, ello fue «por no ser el propietario».

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

Ahora, según la crónica de la representante legal de la


empresa accionada, las heredades se encontraban en «total
abandono», se adeudaban tributos y carecía de servicios

públicos, además, de ese relato se colige que la convocada


«nunca fue informada por la señora Mariela ni por el señor Ciro, sobre la
posesión del señor Héctor», circunstancia que pasó por alto el

Tribunal, porque de haberla tenido en cuenta habría


«interpreta[do]» que el actor venía poseyendo «desde muchos años

antes» al «2016».

El ad quem no le asignó mérito, «ni le dio relevancia, ni


credibilidad» a las «declaraciones extraprocesales» allegadas por el

auspiciante y que fueron parte del trámite administrativo en


el que obró como querellado, piezas que no fueron «tachadas»
en esas diligencias y las cuales acreditaban que en 2006 se
situó el hito inicial de la «posesión». Tampoco dio relevancia a
algunos testimonios por cuanto residían en otros sitios
distintos a la ubicación de los «predios», pero esa situación
resultaba inane a efectos de demostrar «los actos posesorios que
ha realizado el actor».

En opinión de la casacionista, los «acuerdos» celebrados


el 15 de noviembre de 2013 por la compañía demandada con
John Jairo Jiménez Cuesta y Ana Joaquina Toro López para
que abandonaran los terrenos motivo del pleito, no eran
suficientes para descartar la «posesión» de Héctor Mauricio,
dado que comúnmente «entraban y salían» personas, «algunas de
ellas, permanecían un tiempo pero sin ánimo de poseer».

Adicionalmente, esos «documentos» debieron ir acompañados


con los «recibos de pago» o «ratificados» por sus suscriptores,

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

porque por sí solos no llevan a la conclusión de que la


antagonista conservó el dominio material de los fundos, si
acaso, ello se «ubica es respecto a los vivientes».

En sentir de la censora, aun cuando en el pasado unos


terceros entablaron otra «acción de pertenencia» de uno de los
«lotes», la inscripción de esa «demanda» en el registro
inmobiliario ha debido ponderarse conjuntamente con las
atestaciones de Juan Pablo Ciro y Mariela Herrera, para de
ahí determinar que Escobar Vélez para el año 2015 «ya era
poseedor de mucho tiempo atrás». Con todo, la nota de esa cautela

inserta en aquel instrumento público únicamente afectaba la


comercialidad del bien «no su posesión», siendo insignificante
para desestimar los pedimentos del libelo.

Igualmente, prosiguió la suplicante, el iudex plural


incurrió en yerro, porque «hizo más gravosa la situación del
demandado (sic)», dando por sentado que «en el 2015, (…) no poseía

el bien», abandonando la tarea de efectuar un examen riguroso

y profundo acerca de la suerte que corrieron las partes en


aquel asunto judicial.

El fallador se pifió de iure, al dar por «demostrado» que el


«municipio [de Medellín] haya visitado los predios para una posible
negociación», a partir de un avalúo aportado por la sociedad

antagonista, en el cual, no se hace referencia específica a


cuál de los «fundos» corresponde, ni a sus linderos, «la
descripción y destinación», menos aún, se aportó otra evidencia

acerca de esa «visita».

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

Seguidamente, la casacionista trascribió segmentos de


la versión de Mariela Herrera, poniendo especial acento en
que ni el «señor pelé», ni «Guillermo Arredondo», eran los
«mayordomo[s]» de la encausada como lo dedujo el superior y

tras poner de presente un sinfín de elucubraciones a ese


respecto, expresó que el extremo activo, ciertamente, empezó
su poderío sobre los «lotes» en el año «2006».

Al cierre, denunció al Tribunal por «no aplicar un raciocinio


lógico» al apreciar la narración de Juan Pablo Ciro, pues no

tomó en cuenta que la hermana de éste pretendió sin éxito


ganar la propiedad de los «terruños» por usucapión, lo cual le
restaba credibilidad a su dicho.

SEGUNDO CARGO

Con fundamento en la causal tercera, se acusó el fallo


de segunda instancia, por considerar que no está en
consonancia con «los hechos, con las pretensiones de la demanda, [y]
con las excepciones propuestas por el demandado».

De manera ambigua y desordenada, la recurrente


enunció otra vez varios de los elementos suasorios referidos en
el primer reproche, los que, en su sentir, vistos «de manera
integral, en unidad» no hubiesen llevado al sentenciador al

convencimiento de que el demandante «reconoció dominio ajeno» y


«no ejerció actos de posesión», tampoco se detuvo a observar a cuál

de los «inmuebles» se refería, si al identificado con la matrícula


inmobiliaria No. 001-56103 o al No. 001-761429.

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

A continuación, la impugnante aseguró que las


reflexiones del juzgador no guardaron correspondencia con las
aspiraciones del libelo, porque no individualizaron los hechos
y las pruebas para cada uno de los bienes, no todas
apuntaban al mismo, así, por ejemplo, en un «predio» se
realizaron actividades de «pastoreo de animales», pero en el otro
estaba situada la vivienda del actor, tal y como éste lo aludió
en su versión.

Finalmente, mencionó las narraciones de Mariela


Herrera y la de Juan Pablo Ciro ante la «Corregiduría», de las que,
según la inconforme, se probó que para «23 de octubre de octubre
de 2006» el promotor ejecutó varios «actos de dominio» como la cría

de caballos y el manejo de «escombros», empero, el Tribunal «no


las apreció».

TERCER CARGO

Por último, enjuició la labor del juez plural por contener


la sentencia «decisiones que hacen más gravosa la situación del
apelante único» (núm. 4, artículo 336 C.G.P.).

Adujo que el a quo ubicó el mojón inaugural de la


«posesión» del accionante en el año 2013, en tanto que, el ad

quem lo situó en «2017», siendo que ese aspecto no fue


protestado en la alzada, perjudicando aún más al «apelante
único». Es así que, el fallador aterrizó en una premisa

equivocada por la indebida «valoración del acervo probatorio»,


negándole el mérito a unas piezas que sí lo tenían, como las
«declaraciones rendidas ante el corregidor en el trámite administrativo

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

de querella de policía».

9.- Conforme se indicó con antelación, las


amonestaciones, no colman las exigencias para ser
estudiadas en casación, toda vez que en su planteamiento se
incurrieron en serias falencias técnicas que impiden su
análisis, como pasa a verse.

9.1.- Es de vital importancia no olvidar que por


disposición del numeral 2º del artículo 344 del Código
General del Proceso, el planteamiento de las acusaciones en
casación debe efectuarse de modo separado, diáfano, con
precisión y completitud.

Ello implica para el casacionista un esfuerzo


cualificado, porque no en vano sus reproches van dirigidos a
derruir la doble presunción de legalidad y acierto con que
arriba a la Corte la sentencia del Tribunal, en cuya tarea es
indispensable exponer sus reparos con claridad meridiana,
dejando en buen lugar sus alegaciones y haciendo honor a la
loable labor, difícil por demás, de poner en vilo las
apreciaciones jurídicas y probatorias del juez.

Justamente, eso fue desatendido por la casacionista,


pues en su afán de achacarle los errores denunciados al ad
quem allegó un memorial inextricable, desordenado e
incompleto en algunos de sus pasajes. A primera vista, se
otean párrafos superpuestos, inconclusos y fragmentarios,
que estorba el trabajo de la Corte de cara a comprender con

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

absoluta precisión las protestas de la censora, a riesgo de


incurrir en desacierto en su real entendimiento.

Por eso es que, no en balde la ausencia de esa exigencia


es grave, porque el éxito o el fracaso de la censura depende
de la diafanidad en la exposición de las pifias atribuidas al
juzgador, pues a partir de allí puede la Sala acometer el juicio
de legalidad de la providencia.

9.2.- No obstante, en respeto del derecho de acceso a la


justicia y de contradicción, de lo que pudo entreverse de la
sustentación de la impugnación extraordinaria, se tiene que
en la primera crítica, la recurrente pretende echar a pique
el fallo confutado, porque el colegiado infringió de manera
indirecta los artículos 80, 981, 2512, 2518, 2522, 2531,
2538 del Código Civil del Código Civil; 176, 187 y 188 del
Código General del Proceso.

Sin embargo, la mayoría de esas disposiciones carecen


del matiz de «norma jurídica sustancial» (numeral 1º artículo 336
C.G.P.), como pasa a verse.

El canon 981 del estatuto civil, refiere a la «prueba de la


posesión del suelo» (AC5333-2022, 14 dic.); la disposición 2531

regula lo atinente a las exigencias para usucapir


extraordinariamente las cosas (AC5550-2022, 14 nov.); y las
pautas 2512, 2518 y 2522 ibídem tampoco tienen la mentada
naturaleza, pues así lo ha considerado esta Sala al esbozar
que:

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(...) en el escrito que la contiene mencionó los artículos 2512, 2518


y 2532 del Código Civil, este último modificado por la Ley 791 de
2002, artículo 6o, habida cuenta que, como ha tenido oportunidad
de exponerlo la Corte, esas disposiciones no son normas de
carácter sustanciales (providencias de fechas 18 de junio, 13 de
agosto y 15 de agosto de 1996, expedientes 4013, 6116 y 6026;
28 de junio de 2012, expediente 2004-00222-01, entre otras).

A mayor abundamiento, el artículo 2512 se limita a definir la


prescripción en general y distingue la prescripción adquisitiva o
usucapión de la prescripción extintiva, más no se ocupa de
consagrar derechos subjetivos; igual predicamento cabe a los
cánones 2518 y 2532, modificado por la Ley 791, art.6o, que en
su orden establecen los requisitos de la prescripción adquisitiva
extraordinaria y el término legal para adquirir el dominio por medio
de esa especie de usucapión, la última nombrada redujo a diez
(10) años el lapso veintenario que regía desde la expedición de la
Ley 50 de 1936, art.1o. (CSJ AC943-2020, reiterado, entre
otros, en AC4210-2021, AC1793-2022 y AC5333-2022,
14 dic.).

Ni qué decir del artículo 80 del estatuto civil, a más de


adolecer de la mencionada característica (AC5333-2022, 14
dic.), regenta lo relativo al domicilio de las personas y la
presunción del ánimo de permanencia en él, para nada
guarda conexión con lo debatido en el pleito. Y las normas
que citó la recurrente de la codificación procesal civil, pues
por averiguado se tiene que estas no son sustanciales (AC
AC5550-2022, 14 dic.).

Es fácil comprender por qué es indispensable la


satisfacción de la exigencia mencionada, pues, en rigor, este
recurso extraordinario fue concebido como un mecanismo,
se reitera, mediante el cual se realiza el juicio de legalidad de
la sentencia de segundo grado, motivo por el cual la
invocación de la «norma sustancial» resulta un presupuesto
fundamental a la hora de acudir a este escenario, porque es
desde de ese parámetro que la Corte puede establecer si el

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

sentenciador de instancia quebrantó o no la voluntad


abstracta de la ley.

9.3.- Y aunque pudiera determinarse que en su reclamo


la casacionista satisfizo la carga memorada con haber
aducido el quebranto del artículo 2538 ídem, el cual es
considerado como «sustancial», porque así lo ha reconocido
esta Corte (CSJ SC130-2018, 12 de febrero de 2018,
Rad.2002-01133-01, criterio reiterado en AC604-2020), no
se explicitó cómo se produjo la trasgresión del ordenamiento,
al punto que ni siquiera se puso de presente su contenido o
la materia que regula.

Es decir, la opugnante no expuso la forma en que


incidió tal disposición o su desconocimiento en la decisión,
ni la infracción que de ella cometió el juzgador, pues su labor
se circunscribió a una mera citación en el umbral del reparo.

9.3.- Si se dejara de lado tal omisión, al echar una


mirada en rededor, raudo se advierte que el censor quedó a
medio camino a la hora de exponer su inconformidad. Ello es
así, porque no se ocupó de plantear la modalidad en que,
supuestamente, el juzgador violó los preceptos referidos, ya
sea por indebida interpretación, ora por errónea o falta de
aplicación.

Para el éxito de la protesta fundada en la causal


segunda de casación, resulta imperioso encararla por alguna
de las modalidades previstas en el ordenamiento, valga decir,
si el supuesto desafuero del Tribunal se erigió al emplear

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

equivocadamente la normatividad, la falta de esta, o bien, a


causa de la errónea interpretación de los preceptos legales
utilizados para zanjar la controversia.

En esas condiciones, no puede la Corte en este


escenario subsanar ese olvido y por ensalmo enderezar la
imputación, más aún cuando el fallo de segundo grado viene
investido de las presunciones de legalidad y de acierto, las
que corresponde derruir, exclusivamente, al impugnante.

9.4.- Y si se dejara de lado las inadvertencias técnicas


acabadas de mencionar, de todas maneras, las
equivocaciones atribuidas al juzgador carecen de
demostración.

La casacionista fincó toda su diatriba en poner en duda


el laborío del ad quem en la tasación del acervo probatorio,
en particular, en lo referente al momento en el cual Héctor
Mauricio Escobar Vélez principió el poderío de los «inmuebles»,
cuando menos eso es lo que parece. Pero en la exposición del
ataque, por demás caótica, insistió hasta la saciedad en que
esa circunstancia tuvo ocurrencia en el año 2006 y no en
2017, como lo consideró el fallador, para lo cual se dedicó a
copiar textualmente un sinfín de segmentos de las versiones
rendidas por varios deponentes tanto en el asunto de la
referencia como en la querella administrativa tramitada entre
las partes ante la Corregiduría de El Limonar, sin efectuar,
en primer lugar, el contraste de esos medios con lo resuelto
en la determinación confutada, a fin de evidenciar el
desacierto imputado y, en segundo término, la trascendencia

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Radicación n° 05001-31-03-020-2019-00255-01

de estos capaz de tumbar las premisas del sentenciador.

En suma, el lamento de la impugnante es porque su


visión subjetiva de las pruebas no concuerda con la
contemplación que de ellas hizo el iudex plural, toda su
inconformidad está montada en una disputa de pareceres,
entre lo que la censora piensa que se puede deducir de las
probanzas y lo ultimado en la decisión de segundo grado,
enfrentamiento en el que la balanza siempre se inclinará a
favor de aquél, precisamente, por esa doble presunción de
legalidad y de acierto con que viene revestida.

Valga la pena memorar, a riesgo de cansar, que de vieja


data esta Corporación ha sostenido que al soportar la
censura en el segundo motivo de casación es tarea ineludible
del recurrente poner de manifestó la presencia del yerro por
la desfiguración por el fallador de una prueba ausente o el
desconocimiento de la que obre en el plenario o
tergiversación de su real contenido; que dicha falencia raye
al ojo por su protuberancia y, además, que sea trascendente
en el sentido de la decisión, esto es, que de no haber ocurrido
otro hubiera sido el veredicto, sin que en todo caso se limite
a la exposición del propio parecer sobre la forma en que
aquellas debieron ser evaluadas, amen que esta Colegiatura
ha sido reiterativa al sostener

que no cualquier yerro de esa estirpe es suficiente para infirmar


un fallo en sede de casación, sino que se requiere que sea
manifiesto, porque si se edifica a partir de un complicado proceso
dialéctico, así sea acertado, frente a unas conclusiones también

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razonables del sentenciador, dejaría de ser evidente, pues


simplemente se trataría de una disputa de criterios, en cuyo caso
prevalecería la del juzgador, puesto que la decisión ingresa al
recurso extraordinario escoltada de la presunción de acierto. (CSJ

SC de 9 de agosto de 2010, Rad. 2004-00524-01;


criterio reiterado en AC5520-2022, 15 dic.).

9.5.- Todavía más. Aun dejando de lado la indebida


mixtura de errores de facto y de iure con la que fue formulado
el escrito impugnaticio, en la amonestación también se
achaca al Tribunal haber desatendido la «unidad probatoria» de
los «documentos», los «testimonios» y las versiones de las partes,
de modo que, no queda duda de que la gestora de la casación
dejó sin sustentación esa censura, pues no se ocupó de
exhibir los puntos de convergencia de los elementos
demostrativos que, según ella, se dejaron de apreciar por
parte del sentenciador; y, por el contrario, se limitó a citar
fragmentos de las declaraciones rendidas que guardaban
mínima relación con su postura, para después hacer un
razonamiento adaptado a su propio criterio o a lo que, en su
pensar, pudiera ser el verdadero mérito de aquellas, sin
formular una verdadera infracción del artículo 176
instrumental que aduce conculcado.

9.6.- Por último, para argüir que el actor empezó a


«poseer» los fundos motivo de controversia en el año 2017,

además de la prueba documental allegada, el sentenciador se


decantó por las narraciones de Mariela Herrera Builes,
Guillermo Arredondo Ortiz y Juan Pablo Ciro Restrepo
quienes fueron «enfáticos en afirmar que entre los años 2012 y 2013

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el actor no ocupaba los muebles de marras, pues el ejercicio posesorio


estaba en la demandada, siendo que aproximadamente hasta 2017
aquel entró al lugar ya con actos de posesión».

Sin embargo, en su cometido impugnaticio, la


casacionista pasó por alto que, de tiempo atrás, atañedero a
la evaluación de distintos grupos de testigos, se ha dicho que
los falladores gozan de una racional y prudente autonomía,
que les permite seleccionar los deponentes a quienes les
confiere mayor credibilidad. Bajo ese derrotero, si el ad quem
tuvo por fiables las atestaciones que apoyaban las defensas
de la antagonista, no se le puede achacar yerro alguno en la
de apreciación de esos elementos de cognición.

En ese sentido, tiene esclarecido esta Sala que:

[S]i lo cuestionado es la credibilidad que el fallador de instancia


dio a un grupo de testigos, al margen de otro, esa solución resulta
ajena a la Corte como quiera que no le corresponde dirimir tal
dilema, pues por sabido se tiene que… ‘si en un proceso se
encuentran, por ejemplo, dos grupos de testigos que afirman
posiciones contrarias, dando cada uno la razón de la ciencia de su
dicho, no puede cometer per se el Tribunal error evidente si se
inclina por uno de esos grupos de testigos, máxime si en apoyo de
su elección se sustenta en otras pruebas que corroboran el dicho
del grupo escogido. Se trata, en efecto, de que en casos como el
que abstractamente se plantea, el Tribunal hace uso racional de
su discreta autonomía en la apreciación de las pruebas, no
pudiendo en consecuencia, cometer yerro fáctico en esa tarea’ (CSJ
SC 003-2003 del 11 de febrero de 2003, rad. 6948, reiterada en
SC11151 de 2015, rad. Nº 2005-00448-01).

Con otras palabras, cuando el juez opta por dar credibilidad a un


grupo de declarantes y no lo hace con otro que se muestra
antagónico, ejerce la tarea de valorar el acervo de acuerdo con las
reglas de la sana crítica (art. 187 C. de P.C.) y, por ende, no se
puede calificar dicha determinación de errada, sino como el

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cumplimiento de la función de administrar justicia conforme al


ordenamiento que lo regula (SC1853, 29 may. 2018, rad. n° 2008-
00148-01, criterio reiterado en AC757-2022).

En suma, en la formulación de este cargo la recurrente


desacató precisas reglas de procedimiento impuestas por la
ley y la jurisprudencia necesarias para habilitar el impulso
del trámite extraordinario incurriendo no solo en mixtura,
sino en falta de claridad, imprecisión e incompletitud, que
impiden asumir su conocimiento.

9.7.- En lo concerniente al segundo y tercer embates,


es evidente que la casacionista mezcló las causales
contempladas en los numerales 2º, 3º y 4º del artículo 336
de la ley adjetiva.

Ello, por cuanto, en la segunda acusación imputa la


falta de congruencia entre lo decidido y los extremos del
litigo, pero en un trozo de su cuestionamiento hace alusión a
que, si se hubiera valorado «de manera integral, en unidad» las
probanzas, no se hubiese llegado al convencimiento de que el
demandante «reconoció dominio ajeno» y «no ejerció actos de posesión»,
argumento que es propio de una denuncia por la vía indirecta
por error de derecho que como antes se advirtió impone la
satisfacción de unas cargas formales que tampoco se preocupó
en satisfacer.

Olvidó por completo que los defectos en la apreciación de


la demanda, su contestación o de determinada prueba no son
aspectos susceptibles de configurar vicios de incongruencia,
habida cuenta que esta surgirá cuando el enjuiciador

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desatiende el marco decisorio fijado por las partes, sin


perjuicio de la definición de aquellos aspectos que este debe
resolver aun de oficio, ora cuando se aparta del alcance de los
reparos que soportan la apelación.

Igual sucede con la última imputación, toda vez que allí


la recurrente se duele de la «reforma en perjuicio» que,
supuestamente, padeció en la segunda instancia, empero, en
la sustentación de esa crítica también inculpó al ad quem de
haber efectuado una indebida «valoración del acervo probatorio»,
negándole el mérito a unas probanzas que sí lo tenían como
las «declaraciones rendidas ante el corregidor en el trámite
administrativo de querella de policía», incriminación inherente a un

yerro de iure por la segunda causal.

9.8.- Aun cuando se dejara de lado las anteriores


falencias técnicas, no cumplió con la debida demostración de
los cargos, como pasa a verse.

9.8.1.- En el segundo reproche, se atribuyó al superior


la falta de consonancia entre lo resuelto y los hechos, las
pretensiones de la demanda y las excepciones propuestas.

Para la opugnante, la sentencia combatida no está en


correspondencia con el sustento fáctico y las aspiraciones del
escrito inaugural, porque se solicitó la declaratoria de
«prescripción adquisitiva extraordinaria de dominio» de dos «Lotes»,

identificados con las matrículas inmobiliarias Nos. 001-56103


o al No. 001-761429, no obstante, se omitió individualizar los
hechos y las pruebas para cada uno de estos, pues no todas

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apuntaban al mismo bien raíz.

Sin embargo, no reveló como la resolución de la


contienda no estuvo acorde con los «hechos», los anhelos y las
excepciones aducidas. En efecto, tanto en la postulación
incial como en la reforma que hizo de esta Héctor Mauricio
Escobar Vélez encauzó la acción a obtener la declaratoria de
pertenencia sobre los fundos referidos para lo cual alegó que
desde 2006 venía portándose con ánimo de señor y dueño de
los «terruños», edificando mejoras, cultivando varias plantas,
cuidando semovientes, sembrando árboles, incluso, instaló
los servicios públicos y canceló los impuestos. Al «reformar la
demanda» explicó en detalle cómo fue su arribo a los «predios» y

en relación con uno de ellos dijo que actualmente se


encontraba segregado.

Por su parte, los medios exceptivos invocados por la


convocada se enfocaron a desvirtuar el hito preliminar del
señorío del gestor, que su «posesión» se remontaba a mayo de
2017 y no al año 2006.

Con observancia en ese marco propuesto por los


litigantes, el Tribunal dirigió su razonamiento a la
apreciación de los elementos de convicción de cara al tiempo
de la «posesión» solicitada por el demandante, justamente,
porque, tanto en las defensas como el escrito de alzada ese
fue el principal resquemor de los contendientes, para hallar
insatisfecho el presupuesto temporal exigido para usucapir,
sin que la casacionista evidenciara cómo tal proceder puso
configurar la transgresión procesal alegada.

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9.8.2.- En lo tocante con la tercera y última queja, la


promotora del recurso extraordinario adujo que la
providencia cuestionada agravó su situación, pese a que fue
apelante única, puesto que, el a quo contabilizó el término
para usucapir desde el año 2013, en tanto que, el ad quem
lo hizo a partir de 2017.

Sin embargo, no sustentó adecuadamente cómo ocurrió


ese error procesal reclamado en esta censura ya que, como
en líneas atrás se dijo, para el triunfo de un reparo de esta
estirpe en sede casacional, son presupuestos esenciales,
entre otros: el «vencimiento parcial de un litigante» y que «el juez de
segundo grado haya empeorado con su decisión la situación del único
recurrente», exigencias que no se pusieron de manifiesto, pues

el reclamo se limitó a refutar el argumento del Tribunal


atinente a la época en que halló probado el despunte de la
posesión del actor, sin hacer el contraste indispensable entre
lo decidido en cada una de las instancias para establecer cuál
fue la determinación adoptada por el superior que agravó el
estatus del único apelante.

10.- Deviene de lo dicho, que todos los embates no


llenaron las previsiones del artículo 344 del Código General
del Proceso, pues los argumentos desarrollados no poseen la
aptitud para patentizar los descuidos achacados al juzgador,
por ende, es claro que la argumentación del impugnante en
cuanto a los cargos aludidos se refiere no fue más allá de un
alegato de instancia, que de ninguna manera es suficiente
para sustentar la causal de casación planteada; por el

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contrario, desconoce el carácter extraordinario de este


recurso.

11. Las anteriores razones imponen, por lo tanto, la


inadmisión de las acusaciones enarboladas por la censora.

IV. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


en Sala de Casación Civil, RESUELVE:

PRIMERO: INADMITIR la demanda presentada para


sustentar la impugnación extraordinaria interpuesta contra
la sentencia descrita en el encabezamiento de esta
providencia.

SEGUNDO: En su oportunidad devuélvase el expediente


a la Corporación de origen.

NOTIFÍQUESE,

MARTHA PATRICIA GUZMÁN ÁLVAREZ


Presidente de Sala

HILDA GONZÁLEZ NEIRA

AROLDO WILSON QUIROZ MONSALVO

LUIS ALONSO RICO PUERTA

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OCTAVIO AUGUSTO TEJEIRO DUQUE

FRANCISCO TERNERA BARRIOS

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Firmado electrónicamente por Magistrado(a)(s):

Martha Patricia Guzmán Álvarez

Hilda González Neira

Aroldo Wilson Quiroz Monsalvo

Luis Alonso Rico Puerta

Octavio Augusto Tejeiro Duque

Francisco Ternera Barrios

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en artículo 103 del Código General del Proceso y el artículo 7 de la ley 527 de 1999

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