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Política exterior y debilitamiento

institucional

Grupo México en el Mundo

Participan en este documento: Francisco Suárez Dávila, Antonio Ortiz-Mena,


Isidro Morales, Jorge A. Schiavon, Luis Herrera Lasso M., Martha Bárcena Coqui,
José Luis Valdés Ugalde, Guadalupe González González, Roberta Lajous,
Carlos Heredia Zubieta y María Fernanda Torres Rodríguez
Coordinadores: Susana Chacón, Cassio Luiselli Fernández y Olga Pellicer

Ciudad de México – Julio de 2022

1
Índice
Institucionalizar la política exterior ...................................................................................... 04
Olga Pellicer

Capítulo I
Instituciones y acuerdos internacionales:
ejes para la conducción de las relaciones económicas,
energéticas y de medio ambiente
La política financiera internacional a través de la Secretaria de Hacienda y el Banco de
México ................................................................................................................................ 08
Francisco Suárez Dávila

La Secretaría de Economía y la institucionalización de la política exterior de México ....... 10


Antonio Ortiz-Mena

Acuerdos internacionales que fijan la agenda en materia de energía


y cambio climático .............................................................................................................. 12
Isidro Morales

La SEMARNAT y la institucionalización de la política ambiental y de cambio climático .... 15


Cassio Luiselli Fernández

Capítulo II
Mayores atribuciones y menos recursos:
la Secretaría de Relaciones Exteriores
Cambios en las facultades y capacidades institucionales de la política exterior
de México (2018-2022) ....................................................................................................... 17
Jorge A. Schiavon

Gabinete de política exterior ............................................................................................... 19


Susana Chacón

El quehacer de la inteligencia y la política exterior ............................................................. 20


Luis Herrera Lasso M.

2
Capítulo III
La relación institucional con Estados Unidos y América Latina:
un rompecabezas difícil de armar
La coordinación de los actores en la relación con Estados Unidos: una experiencia
aleccionadora ..................................................................................................................... 24
Martha Bárcena Coqui

¿Cómo construir otra relación bilateral con Estados Unidos? ............................................ 26


José Luis Valdés Ugalde

Capacidades institucionales en América Latina y el Caribe: una perspectiva


comparada .......................................................................................................................... 27
Guadalupe González González

México y la CELAC.............................................................................................................. 30
Roberta Lajous

Las relaciones de México con Centroamérica: ¿cómo institucionalizarlas? ....................... 31


Carlos Heredia Zubieta

-0-

El papel del Congreso en la política exterior ...................................................................... 33


María Fernanda Torres Rodríguez

-0-

3
Institucionalizar la política exterior
Olga Pellicer
Durante los últimos meses, diversas circunstancias han contribuido a darle mayor urgencia al tema de
la conducción de la política exterior de México. El ambiente internacional se hace cada día más
amenazante: el peligro de una recesión económica mundial está presente; tiene lugar la primera gran
confrontación militar en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y los problemas globales,
entre los que destaca el cambio climático, obligan crecientemente a tomar medidas urgentes para
evitar una catástrofe mayor. Como resultado, más que en otros momentos, el factor externo se
convierte en elemento central para definir el rumbo de la vida nacional.
La relación de México con el exterior requiere de estructuras institucionales complejas. La
intensa vinculación que tenemos con Estados Unidos, desde el punto de vista económico, social, de
seguridad y de recursos compartidos, nos coloca en una situación especial, no comparable con la de
ningún otro país.
Al mismo tiempo, somos un país latinoamericano. La fuerte vinculación económica y social
con Estados Unidos nos da un sello particular, pero no modifica las señas, esencialmente
latinoamericanas, que identifican a México y a los mexicanos. La doble pertenencia al norte y al sur
obliga a tener estrategias e instituciones sólidas, que manejen adecuadamente los problemas y las
contradicciones que pueden resultar de esa dualidad.
Desafortunadamente, México atraviesa un proceso de debilitamiento de sus instituciones
económicas y políticas que afecta negativamente la conducción de la política exterior. El manejo
personal de los asuntos internacionales por parte del Presidente de la República ⸺quien utiliza el
monopolio de la comunicación que ejerce diariamente en las conocidas conferencias de prensa
mañaneras para anunciar desde ahí decisiones inesperadas en materia de política exterior⸺ no da
certidumbre sobre los objetivos que se persiguen, y transmite una imagen borrosa de México como
actor predecible en el escenario internacional. Las opiniones zigzagueantes expresadas por Andrés
Manuel López Obrador para justificar su ausencia en la IX Cumbre de las Américas, sin coordinación
con su Secretario de Relaciones Exteriores u otros miembros de su gabinete, fueron buen ejemplo de
esos mensajes confusos.
Con tales antecedentes, México en el Mundo ⸺un grupo de reflexión y análisis de las
relaciones internacionales del país, creado a comienzos de 2021⸺ consideró oportuno elaborar un
breve documento colectivo en cuyas páginas se discuten los retos que enfrenta la política exterior de
México bajo un proceso de debilitamiento de sus estructuras institucionales.
El documento está dividido en tres secciones principales: la primera reflexiona sobre las
experiencias históricas en el manejo de la política económica internacional, el grado en el que han
sobrevivido sus aspectos más positivos y los peligros que se ciernen sobre ella de no enderezarse las
medidas que han creado incertidumbre y despertado voces críticas entre inversionistas y líderes
políticos en el extranjero. Se incorpora en esta sección un análisis de los acuerdos internacionales en
materia de medio ambiente y energía de los que México forma parte, mismos que no se pueden
ignorar, ya que proporcionan la pauta para las normas y las instituciones que deben regir la política
energética del país.
La sección termina con una nota sobre las instituciones en México que se ocupan del cambio
climático y los riesgos particulares que tiene nuestro país en ese campo. Tomar en cuenta los informes

4
del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático llama a revisar el grado en que las mencionadas
instituciones están cumpliendo con las medidas necesarias para reducir el calentamiento global a
menos de 2 grados Celsius. Es muy poco probable que se logre cumplir esa meta.
La segunda parte aborda el tema de los cambios ocurridos en la Secretaría de Relaciones
Exteriores (SRE) y sus consecuencias. Cabe recordar que el número de atribuciones de la Cancillería
aumentó, significativamente, durante el actual gobierno. Sin embargo, ha estado acompañado de una
disminución de sus recursos humanos y financieros, lo que ha conducido a un franco debilitamiento
de la institución. Uno de los autores elabora diversas propuestas que darían fortaleza y capacidad de
acción a una Cancillería que, por lo pronto, se encuentra desbordada, sin la organización interna
requerida para ejercer sus funciones y carente de recursos profesionales debido al papel secundario
en que se ha colocado al servicio exterior de carrera.
La creación de un gabinete de política exterior es presentada como una alternativa para
coordinar y fijar estrategias de relaciones exteriores que ahora están ausentes. De crearse, lo que no
ha ocurrido en el siglo XXI, cumpliría la función de identificar los intereses nacionales, cuya
persecución exige tomar en cuenta las fuerzas y a los actores internacionales con los que México
interactúa. Se propone como un grupo encabezado por el presidente y el secretario de Relaciones
Exteriores, al que pertenecerían todos aquellos miembros del gabinete cuyas labores tocan la relación
con el exterior.
En una nota muy sugerente, esta sección termina con el señalamiento de una omisión para la
conducción de las relaciones exteriores del país: el establecimiento de una agencia de inteligencia,
cuya función sea dar seguimiento a las situaciones internacionales, de muy diversa índole, que pueden
convertirse en una amenaza para nuestro país. La cooperación internacional para cumplir esta tarea
es un tema delicado e imprescindible; se requiere de confianza, que fácilmente se pierde. En los
últimos tiempos lejos de avanzar se retrocede en ese terreno, al menos por lo que toca a la
cooperación con Estados Unidos.
La tercera parte del documento reflexiona sobre la necesidad de coordinación y de coherencia
en la conducción de las relaciones más importantes para el país: por una parte, la relación con Estados
Unidos, y, por la otra, la relación con América Latina, con particular atención en Centroamérica.
A partir de las experiencias en la embajada de México en Washington, se hace una revisión
de los numerosos actores oficiales que participan en la relación, tanto en México como en Estados
Unidos; la necesidad de conocerlos y coordinarlos para dar coherencia a los objetivos que se
persiguen en aspectos particulares y en el conjunto de la relación. El papel rector de la SRE y de la
embajada en Washington es señalado como elemento sine qua non para lograr esa coherencia.
Más allá de la coordinación que se ejerce desde la embajada o desde la Cancillería, lo cierto
es que los motivos de la situación un tanto caótica que hoy caracteriza la relación México-Estados
Unidos se debe, en gran medida, al estilo personal del Presidente. Exaltar, primero, la amistad con
Donald Trump y, por otra parte, adoptar, frecuentemente, formas poco amigables con Joseph R. Biden
ha producido la impresión de que México es un socio poco confiable, independientemente del
mantenimiento de narrativas cordiales y de encuentros con gestos afectuosos.
Por lo que toca a la relación con América Latina, esta presenta dos grandes facetas: por una
parte, no se pueden perder de vista los numerosos cambios políticos que están ocurriendo en la región
con la denominada marea progresista, acompañada de su notable heterogeneidad, así como la
desaparición de las antiguas estructuras de coordinación multilateral latinoamericana, como lo fueron
la Unión de Naciones Suramericanas o el Grupo de Río.

5
Ante un panorama muy fluido, pleno de esperanzas y temores respecto al posible fracaso, la
presencia de México es vista con aprehensión. Algunos datos comparativos con Argentina y Brasil
ponen en evidencia las oportunidades y los puntos débiles que se presentan para México en la región.
Particularmente inquietante es la pérdida de profesionalismo de los cuadros enviados a cumplir labores
diplomáticas. Únicamente siete de las veintidós embajadas de México en la región están a cargo de
diplomáticos de carrera. Han sido sustituidos por artistas, comediantes, escritores, periodistas o
diputados.
Existe entonces el peligro de crear mitos, como un liderazgo mexicano con pocas bases de
sustentación reales. La región de América Latina es el mejor ejemplo de lo necesario que es contar
instituciones sólidas, si se desea tener una presencia activa en los procesos de cambio que están
teniendo lugar.
Dentro del debilitamiento de las estructuras de coordinación latinoamericanas, la Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños aparece como uno de los casos excepcionales. México
logró salvarla de su desaparición otorgándole funciones no politizadas, esencialmente técnicas que,
durante la pandemia, pusieron en evidencia su utilidad. Hacia el futuro, bajo la conducción ahora de
Argentina, lograr la reincorporación de Brasil sería necesario para devolverle su potencial.
Finalmente, esta sección aborda el problema de las consecuencias más visibles de la
naturaleza humanitaria, de seguridad y de desencuentros y malentendidos con los países vecinos
tanto del norte como del sur: la relación con Centroamérica, con el problema de la migración al centro.
Es un problema derivado, en gran medida, de los acuerdos establecidos con Trump desde los inicios
del gobierno de López Obrador. Superarlo requiere reconceptualizar el tema de la migración en
Estados Unidos y en México; dar un nuevo enfoque a la relación con los países del Triángulo Norte
de Centroamérica, y poner el acento en las características particulares de cada uno y en la diversidad
de interlocutores de la sociedad civil que, sin suplantar a sus gobiernos, pueden ser valiosos aliados.
Esta vez, hemos introducido en el documento un tema que pocas veces se aborda al referirse
a las instituciones y la política exterior: el papel del Congreso. La nota al respecto nos permite advertir
la distancia existente entre los poderes formales otorgados al poder legislativo y la influencia, tan
limitada, que ejerce de hecho en materia de política exterior.
Las reflexiones que aquí presentamos no pretenden cubrir todos los campos de las relaciones
exteriores de México. No se mencionan regiones de enorme importancia para el país, como Asia y
Europa, así como problemas que definirán el futuro de la geopolítica mundial, como la disputa entre
China y Estados Unidos y el avance de la guerra en Ucrania. La enorme incertidumbre sobre cuándo
y cómo terminará esta última no permite saber, entre otras cosas, si se podrá evitar una catástrofe
nuclear.
A 4 años de haber llegado al poder el gobierno de López Obrador no es imposible que en su
tercer y último tercio tenga lugar un giro para mejorar la conducción institucional de la política exterior.
De no ser así, las preocupaciones que aquí se expresan mantienen su interés. Son útiles para las
reflexiones de diversos grupos de la sociedad civil, centros de pensamiento y, asimismo, líderes
políticos que estarán en el poder a partir de 2024.

-0-

6
Capítulo I

Instituciones y acuerdos internacionales:


ejes para la conducción de las relaciones
económicas, energéticas y de medio ambiente

7
La política financiera internacional a través de la Secretaria de Hacienda
y el Banco de México
Francisco Suárez Dávila
La política financiera internacional de México, ejecutada principalmente por la Secretaria de Hacienda
(SHCP) y el Banco de México (BM), ha demostrado a lo largo de la historia que pudo ser
simultáneamente un instrumento poderoso de nuestra política económica y un brazo eficaz de nuestra
política exterior. ¡Indispensable interrelación!
La SHCP y el BM son las instituciones responsables de manejar la relación y las políticas con
los importantes organismos financieros y económicos multilaterales y regionales: el Fondo Monetario
Internacional (FMI), el Banco Mundial, el Banco de Pagos Internacionales (BIS), el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) y, en parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos.

I. Una perspectiva histórica de su contribución al orden financiero internacional


Para apreciar la importancia de la política financiera internacional de México, debe ubicarse dentro de
una breve perspectiva histórica. El orden internacional de la posguerra se establece en las
postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Una pieza importante fue la creación de las nuevas
instituciones financieras, el FMI y el Banco Mundial. Para ello, se convocó a la gran Conferencia de
Bretton Woods de 1944. La delegación de México fue encabezada por el Secretario de Hacienda,
Eduardo Suárez, con funcionarios de la SHCP y del BM. Lograron algunas de las mayores
aportaciones. El secretario Suárez fue electo como Presidente de una de las tres comisiones: la de
temas de cooperación internacional, junto con la de Keynes, sobre el Banco Mundial y Harry White de
Estados Unidos, sobre el FMI. La delegación mexicana presentó la propuesta de que el Banco Mundial
no debería ser solo de reconstrucción, como querían los europeos, sino de fomento para apoyar a los
países en desarrollo. En “gobernanza”, así como se estableció que las cinco grandes potencias
designara cada una su representante en la Junta de Gobierno, se logró reservar en los estatutos dos
posiciones en exclusiva para las repúblicas latinoamericanas.
Cuando en la crisis monetaria internacional y energética de 1973 se creó un Comité de
Ministros para la Reforma del Sistema Monetario Internacional, México propuso que se creara en
paralelo un Comité para el Desarrollo. Varias veces los ministros de Hacienda mexicanos los han
presidido. Antes había contribuido a que, como contrapeso al Grupo de los 10 países avanzados, se
creara el Grupo de los 24, 8 por continente para la defensa de los países en desarrollo.
México jugó también un papel fundamental en la creación, en 1960, de un banco para el
financiamiento de América Latina: el BID. De significación fue la destacada presidencia de Antonio
Ortiz Mena, Exsecretario de Hacienda durante 17 años, de 1970 a 1982. Bajo su conducción se dieron
importantes reformas.
En reconocimiento al prestigio de los funcionarios financieros mexicanos, se ha elegido a un
mexicano para dirigir los dos más importantes organismos de cooperación económica-financiera que
agrupan a las principales economías capitalistas: en la OCDE, José Ángel Gurría, Exsecretario de
Hacienda (y también de Relaciones Exteriores), y a Agustín Carstens, Exsecretario de Hacienda (y
también Exgobernador del BM) para el BIS, el Banco Central de Bancos Centrales. Ejercieron su cargo

8
en forma casi simultánea. Así, México ha podido influir a lo largo del tiempo en el sistema financiero
internacional.

II. Definición de la política financiera internacional y sus instrumentos


La SHCP y el BM tienen como función definir y ejecutar las políticas en materia financiera internacional:
política cambiaría y de tasa de interés, manejo de las reservas internacionales, administración y
negociación de la deuda externa, que se convirtió en un tema fundamental. En años recientes, la lucha
y la cooperación en materia de lavado de dinero, la participación de bancos extranjeros en México y
los acuerdos de doble tributación e intercambio de información fiscal han cobrado importancia. Ejercen
la representación de México, en materia financiera, con otros gobiernos y en todos los foros
internacionales y regionales.
Ha sido fundamental la coordinación con la Secretaría de Relaciones Exteriores y la de
Economía. Esta ha sido fundamental en tiempos de crisis, como ejemplo, la de 1982; Hacienda,
negociando la deuda y Relaciones Exteriores actuando en líneas paralelas con el Grupo Contadora.
Asimismo, se reforzaba en la negociación de nuevos grandes convenios como el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, ahora el Tratado México, Estados Unidos y Canadá, y el Acuerdo de
Libre Comercio de América Latina. Muchos de nuestros más destacados embajadores fueron
financieros.

III. Evolución de la política financiera internacional y su contribución a nuestro desarrollo


económico
Esta política ha sido puesta a prueba en las décadas recientes, en las diversas crisis, la de 1976, 1982,
1994 y 2008. En términos generales fueron negociaciones muy firmes, con competencia técnica y
soluciones creativas, particularmente con Estados Unidos y los organismos internacionales.
El mayor ejemplo fue la política financiera ante la crisis de la deuda de 1982 a 1988. Cada
crisis obligó a un procedimiento parecido. En la llamada “visita de las siete casas”, los funcionarios
financieros, bajo el liderazgo del Secretario de Hacienda, visitaban al Secretario del Tesoro, al
Gobernador de la Reserva Federal, a los dirigentes del FMI y del Banco Mundial, para pedir apoyos
financieros. Su respuesta era fijar condiciones a veces “draconianas” para que se ajustara la capacidad
de pago de México, involucrando restricciones al gasto, y luego reformas estructurales. Como
ejemplos, en el verano de 1982, Jesús Silva Herzog, entonces Secretario de Hacienda, fijó desde el
inicio, con firmeza, los parámetros de las futuras negociaciones; el Secretario del Tesoro, ante
quinientos banqueros deudores, indicó que sin apoyo tendríamos que entrar en moratoria. Cuando en
1985 se paralizaron las negociaciones y no nos daban recursos, México planteó que entonces pagaría,
pero en pesos, en un fideicomiso en el BM ⸺se llamó “la bala de plata”⸺, lo que provocó pavor entre
los acreedores y pronto se llegó a un acuerdo. En junio de 1984 se promovió una reunión de deudores
latinoamericanos, el Consenso en Cartagena (estuvieron presentes la SHCP y Relaciones Exteriores),
que nuevamente provocó temores de una moratoria y ayudó a las negociaciones posteriores.
En 1994, México tuvo el dudoso honor de detonar la crisis del tequila, en la que se logró, con
el presidente William Clinton, el mayor paquete financiero de apoyo: 50 000 millones de dólares.
Nuevamente el Congreso mexicano, de acuerdo con el ejecutivo, descartó las condiciones que quería
imponer el Congreso estadounidense para liberar recursos (romper relaciones con Cuba, exigencias
migratorias, etc.), por lo que se dio un crédito directo, con menos condiciones, de la Tesorería.
Recientemente se ha dado relativa estabilidad en las relaciones extremas por las políticas ortodoxas
seguidas hasta el momento, pero sí se dio en septiembre de 2020 un episodio “bochornoso" de nuestra

9
política exterior, en que México, con una posición ambigua y débil, dejando "colgado de la brocha” a
Argentina y a otros países, con el reclamo de varios líderes hispanoamericanos, no se opuso a la
violación de una norma del BID: ¡el presidente debe ser latinoamericano! y no bloqueó la elección del
pésimo candidato de Trump, Mauricio Claver-Carone, un cubanoestadounidense.

IV. Cooperación financiera internacional


La SHCP creó la Dirección General de Asuntos Hacendarios Internacional, y el BM, una Dirección
Internacional, que han promovido una destacada y eficaz cooperación internacional, sobre todo en el
ámbito regional. Fue iniciativa de Hacienda, con la crisis del petróleo en 1974, crear el Acuerdo de
San José, muy valioso apoyo a Centroamérica, financiando 30% de la factura petrolera a 5 años, que
se extendía a 20, con una tasa de interés de 2%, si se aplicaba a proyectos de infraestructura. Se
ingresó como miembro extra subregional y se aportó capital al Banco Centroamericano de Integración
y al Banco de Desarrollo del Caribe, que han sido instrumentos útiles.

V. Situación institucional
La SHCP y el BM, como se aprecia, han hecho una contribución al desarrollo de México, que se debe
en parte a la cuidadosa selección de cuadros técnicos, enviándolos a posgrados en el exterior, y con
la propia formación interna; es decir, un servicio de carrera económico-financiero, como el Servicio
Exterior de la Cancillería. Esto iba de la mano con buenos sueldos y prestaciones, con lo que se limitó
al mínimo, particularmente en el BM, los casos de corrupción. Dado que el gobierno de Andrés Manuel
López Obrador ha privilegiado la estabilidad financiera y el equilibrio de las finanzas públicas,
respetando la autonomía del BM, se ha preservado en alguna medida la integridad de sus equipos
técnicos, y el impacto institucional ha sido menos dañino que en otras dependencias. Sin embargo, ha
habido fuga de talentos en la SHCP, el BM y los sectores controlados por ellos, como la Comisión
Nacional Bancaria y los bancos de desarrollo. La austerocracia está dañando la administración pública
en su elemental capacidad de administrar, y al gobierno de gobernar eficazmente. ¡Serio problema!
¡Debemos rescatar la institucionalidad!

-0-

La Secretaría de Economía y la institucionalización de la política


exterior de México
Antonio Ortiz-Mena
La Secretaría de Economía (SE) desempeña un papel central en la política exterior de México. En
primer término, el comercio internacional representa aproximadamente el 80% del PIB,1 y con la
importancia central del comercio intraindustrial en el siglo XXI, la inversión extranjera se torna en
elemento central de nuestro vínculo económico con el exterior. En segundo término, la política

1
https://data.worldbank.org/indicator/NE.TRD.GNFS.ZS?locations=MX

10
económica es parte intrínseca de la política exterior, con concomitantes políticos, como nos lo recordó
Albert O. Hirschman mediante su análisis de la política comercial del régimen nazi.2
Dada la centralidad de las relaciones económicas internacionales de México para su
prosperidad y seguridad, es importante que la SE pueda desarrollar sus funciones de la mejor manera.
Para ello, someto a consideración los siguientes elementos.

Coordinación interinstitucional
Cada vez caben más temas dentro de lo que se entiende comúnmente por política comercial. Un
vistazo al capitulado del Tratado México, Estados Unidos y Canadá nos muestra que, además del
comercio de bienes, incluye el de servicios, energía, inversión, contratación pública, entrada temporal
de personas de negocios, propiedad intelectual, temas laborales, medio ambiente, pequeñas y
medianas empresas, competitividad, anticorrupción, macroeconomía y tipo de cambio, entre otros
rubros.
Esto significa que la coordinación entre diversas dependencias del ejecutivo federal es
esencial para el buen desempeño de la SE. Por ejemplo, en distintos momentos de nuestra historia se
han dado fricciones entre la SE y la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) por la conducción de
las relaciones económicas internacionales.3 Para evitar estas fricciones es clave delimitar claramente
las funciones y asegurar una óptima coordinación entre las distintas dependencias del ejecutivo
federal.
En años pasados esta coordinación se daba, en parte, mediante reuniones frecuentes de
gabinetes temáticos. Sin embargo, con la información públicamente disponible, no parece que durante
el actual gobierno las reuniones de gabinete sean frecuentes.

Fortaleza de los órganos reguladores


Las decisiones de los órganos que regulan la economía influyen de manera directa sobre la atracción
de inversión y el potencial de comercio exterior de nuestro país. El buen desempeño de la SE depende
en parte de las decisiones imparciales y fundamentadas en el Instituto Federal de
Telecomunicaciones, el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, la Comisión Federal para la
Protección contra Riesgos Sanitarios, el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad
Agroalimentaria, la Comisión Reguladora De Energía, la Comisión Nacional de Hidrocarburos, el
Centro Nacional de Control de Energía, la Comisión Federal de Competencia Económica, la Comisión
Nacional de Mejora Regulatoria, la Unidad de Prácticas Comerciales Internacionales, etc. Sin este
“ecosistema” funcionando adecuadamente, la SE tendrá cimientos débiles para su actuar
internacional. En el actual gobierno se ha minado de manera sistemática la capacidad y la
independencia de la materia de estos órganos.

Recursos financieros y humanos


La SE requiere contar con el suficiente presupuesto para atraer y retener a funcionarios expertos en
diversas y complejas temáticas, así como dotarlos de los recursos materiales para desempeñar sus
labores de manera óptima. Los severos recortes presupuestales del actual gobierno han contribuido a
la salida de funcionarios experimentados, la generación de cuellos de botella en la atención de
asuntos, por la imposibilidad de desarrollar ciertas funciones. Por ejemplo, con la desaparición de

2
https://www.ucpress.edu/book/9780520301337/national-power-and-the-structure-of-foreign-trade
3
https://forointernacional.colmex.mx/index.php/fi/article/view/1584

11
ProMéxico, parte de las responsabilidades de promoción del comercio e inversión recayeron en la SE,
pero sin dotarla con los recursos necesarios para llevarla a cabo. A la vez, en 2021 se creó dentro de
la SRE la Dirección General de Impulso Económico Global, lo cual podría dispersar los esfuerzos y
los recursos de promoción
Se requieren también recursos humanos y materiales suficientes ⸺y coordinación bajo un
esquema de techo único⸺ de las agregadurías comerciales en las embajadas de México en Estados
Unidos, Canadá, Uruguay, Bélgica y Japón.

-0-

Acuerdos internacionales que fijan la agenda en materia de energía y


cambio climático
Isidro Morales
Membresía en la Agencia Internacional de Energía
México fue el primer país de América Latina en ser miembro de la Agencia Internacional de Energía
(AIE), desde febrero de 2018. El organismo agrupa a treinta países que representan aproximadamente
el 70% del consumo energético mundial y cuyas tareas, además de ser el centro de información y
análisis crítico en materia energética de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos, son coadyuvar a fortalecer la seguridad energética global y, más recientemente, facilitar
la descarbonización de la economía mundial de acuerdo con los principales tratados internacionales.
La AIE obliga además a sus países miembros a mantener un nivel mínimo de inventarios de
combustibles líquidos para asegurar la resiliencia ante un choque energético, como el que actualmente
se experimenta a raíz de la invasión de Rusia a Ucrania. Dichos inventarios son conocidos como
“reservas estratégicas” y pueden estar bajo el control de los gobiernos, como en el caso de Estados
Unidos, o en empresas privadas pero mandatadas por los gobiernos. En la actualidad, México cuenta
con reservas de combustibles por debajo de las indicadas por la AIE y no cuenta con ninguna reserva
estratégica en manos del gobierno. Con todo, los países miembros de la organización han podido
acumular en la actualidad 1500 millones de barriles (MB) de crudo en reservas gubernamentales
además de 575 MB comprometidos por las empresas privadas.
Al mismo tiempo, en casos de alzas súbitas de los precios del petróleo, la AIE cuenta con un
plan de acción colectiva para coordinar la liberación de inventarios y de las reservas estratégicas. El
4 de marzo de 2022, el Consejo de Gobierno de la organización acordó, por unanimidad, la liberación
de poco más de 61 MB para atemperar la volatilidad de precios debido a la crisis derivada de la
invasión a Ucrania. Esta es la cuarta ocasión en la que la AIE, desde su fundación en 1974, toma una
medida de este tipo.
México aún no coordina sus políticas de inventarios estratégicos requeridos por la
organización, y tampoco aportó un volumen adicional para paliar la emergencia. La Secretaría de
Energía (SENER), en coordinación con Petróleos Mexicanos (PEMEX) y los productores e
importadores privados, es la encargada de llevar a cabo esta y otras políticas de seguridad derivadas
de su membresía con la AIE.

12
Acuerdo de París
Conforme a los compromisos adquiridos por México en el Acuerdo de París, en 2015, dentro de la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), el país se obligó, al
igual que el resto de los signatarios, a reducir las emisiones de gas de efecto invernadero (GEI) y de
contaminantes como las partículas de carbón, así como adoptar medidas de adaptación para hacer
más resiliente a la sociedad mexicana y su hábitat natural a los riesgos provocados por el
calentamiento de la tierra. Como es sabido, el objetivo principal del Acuerdo es frenar el incremento
de la temperatura promedio global a menos de 2 grados Celsius respecto a principios de la era
industrial, es decir, al despuntar el siglo XIX, y hacer todos los esfuerzos para que no suba más de 1.5
grados. Hasta ahora, los compromisos de mitigación asumidos por cada país son dobles: un monto
de reducción de emisiones voluntario y que el país asume y costea con sus propios recursos. Un
monto adicional, mayor, condicionado a recibir ayuda a través de un Fondo Verde, instituido en 2010
por la misma CMNUCC, y que ayude a financiar reducciones adicionales. En julio de 2021, Nacional
Financiera, la banca de desarrollo del país, por fin quedó acreditada ante dicho Fondo para poder
recibir hasta 250 millones de dólares para financiar metas adicionales de mitigación y adaptación.
A pesar de los compromisos adoptados por México, el país sigue mostrando una tendencia
clara, aunque pausada, hacia el crecimiento de sus emisiones, solo frenado cuando hay recesiones
severas, como la desencadenada en la actualidad por la pandemia de covid-19. El gobierno ha
reconocido que, de seguir inercialmente esta tendencia, el país estaría emitiendo en 2030
aproximadamente 991 millones de toneladas equivalentes a dióxido de carbono (MTCO02e), cantidad
muy superior a la emitida en la actualidad. En sus últimos compromisos sometidos a la CMNUCC, en
diciembre de 2020, el país se comprometió a reducir de manera voluntaria el 22% de dicho monto para
el final de esta década, es decir, llegar a un total de 781 MTCO2e, 101 MTCO2e por encima del nivel
alcanzado en 2018. De acuerdo con dichos compromisos, las emisiones podrían ser menores, 644
MTCO2e, si México logra conseguir transferencias del Fondo Verde para apuntalar medidas más
agresivas. Dicha cifra ya es ligeramente menor al monto alcanzado en 2018, y podría mandar la señal
que el país ha iniciado, aunque tardíamente, el inicio de una reducción constante y permanente de sus
emisiones contaminantes.
En otras palabras, durante esta década el país ha entrado en una encrucijada, en la que
deberá tomar las medidas necesarias para frenar el incremento inercial de sus GEl e iniciar la
reducción sistemática de los mismos, para asegurar el equivalente a una descarbonización completa
⸺en donde las emisiones remanentes se neutralicen con medidas de absorción⸺ hacia 2050. De no
ser así, el país incumpliría con sus propios compromisos, tanto voluntarios como condicionados,
además de arriesgarse a sanciones crecientes que se irán estableciendo ⸺como las del impuesto
comercial al carbón⸺ a medida que Estados Unidos, la Unión Europea y otros países avancen
aceleradamente con sus propios objetivos.
La Ley General de Cambio Climático, de octubre de 2012, fijó como meta para la generación
de energía eléctrica utilizar al menos 35% de energías limpias para 2024. La Ley de Transición
Energética, de diciembre de 2015, confirmaría dicha proporción y fecha, y, posteriormente, la
Estrategia de Transición para Promover el Uso de Tecnologías y Combustibles más Limpios 2014-
2018, elevó a 50% la participación de las fuentes limpias para 2050.
Al inicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el 23.2% De la generación eléctrica
se hacía ya con energías limpias (incluyendo la nuclear), siendo la hidroeléctrica la más importante.
La cifra para 2020 es de 28%, todavía 7% por debajo de las metas establecidas para el final del
presente gobierno. El incremento de los últimos 2 años se debió a aportaciones importantes de las

13
plantas con tecnología eólica, fotovoltaica y de cogeneración eficiente. Si el país continúa elevando la
participación de las renovables en la generación eléctrica a 50%, en los próximos 30 años, sin duda
ayudará a acelerar la transición y mitigación de los GEl en el largo plazo.
Las principales secretarias y organismos públicos encargados de hacer cumplir las metas
nacionales propuestas por México ante la CMNUCC, son las siguientes:
En materia de emisiones, la Secretaría Nacional de Energía, en estrecha relación con la
Comisión Federal de Electricidad (CFE) (generación eléctrica con energías limpias) y PEMEX (mejora
de combustibles petrolíferos, reducción de emisiones de metano, prevención de accidentes en la
extracción, etc.).
En materia de dar seguimiento a otras metas de mitigación y adaptación, le corresponde a la
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT). Dada la transversalidad de
muchas de las metas, dicha secretaría se tiene que coordinar con otras así como organismos
descentralizados, como la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, la Comisión Nacional
del Agua, la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente, y la Secretaría de Agricultura y Desarrollo
Rural.
La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) desempeña también un papel muy importante
en el seguimiento y el desarrollo de este Acuerdo, ya que la CMNUCC organiza anualmente la
Conferencia de las Partes (COP), que es la reunión de los órganos de negociación encargados de dar
seguimiento a la progresiva descarbonización de la economía mundial. A la COP asisten Estados
parte, organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales, observadores y medios de
comunicación; en los 3 últimos días de la conferencia se desarrolla una reunión de alto nivel, a la que
asisten presidentes, jefes de Estado y ministros. En todas estas actividades, la SRE desempeña un
papel crucial para aterrizar nuevos acuerdos.

Compromisos derivados del Tratado México, Estados Unidos y Canadá


Si bien el capítulo 8 del Tratado México, Estados Unidos y Canadá, sobre energía, se limita a asegurar
que el gobierno mexicano pueda realizar las reformas constitucionales que considere pertinentes en
materia energética, existe una diversidad de medidas y disposiciones transversales, sobre todo en los
capítulos 14 (inversiones) y 22 (empresas de gobierno), que atañen tanto a las inversiones de las
partes realizadas en todas las cadenas de valor de la industria energética (fósiles, electricidad y
renovables), como al desempeño y el comportamiento comercial de las empresas públicas (PEMEX y
la CFE). La Secretaría de Economía (SE) tiene un papel crucial para vigilar que las reglas aceptadas
por México se respeten.
Por otro lado, desde el inicio del gobierno de Joseph R. Biden, la lucha contra el cambio
climático y el impulso a las energías renovables se han vuelto dos pilares sustanciales de la agenda
energética para Norteamérica. Así se ha dado a conocer en la última cumbre trilateral de líderes que
tuvo lugar en noviembre de 2021. A raíz de las reformas constitucionales que en materia de
electricidad se están discutiendo en el Congreso mexicano, el gobierno de México acordó, después
de las visitas de Jennifer Granholm, Secretaria de Energía de Estados Unidos, el 20 de enero de 2022,
como de John Kerry, Enviado Presidencial Especial para el Clima, el 9 de febrero del mismo año, la
creación de un grupo de trabajo binacional con miras a impulsar conjuntamente el despliegue de
energías limpias en los dos países. De conformarse, muy probablemente dicho grupo será desde la
SRE, interdisciplinario, por lo que se requerirá la labor de diferentes secretarías, pasando por la SE,
la SEMARNAT y la SENER.
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14
La SEMARNAT y la institucionalización de la política ambiental y de
cambio climático
Cassio Luiselli Fernández
El proceso de mutación climática se expresa en un preocupante aumento en las temperaturas
promedio en el planeta, que hoy están cerca de 1 grado Celsius y podría entrar al rango de 2-4 grados
Celsius de aumento hacia mediados de siglo, con muchas y muy calamitosas consecuencias.
El principal impacto del cambio climático en nuestro país deriva primordialmente de
prolongadas e intensas sequías que inciden en el preocupante incremento de la desertificación, sobre
todo en el norte; así como en la erosión de nuestras extensas planicies costeras, sin dejar de lado
otros fenómenos vinculados de menor impacto. También se observa un incremento en el número e
intensidad de ciclones tropicales, un claro aumento en la contaminación atmosférica, así como en
deslizamientos de tierra (lodos), avalanchas, tormentas de arena y polvo, crecidas repentinas de ríos,
así como temibles langostas del desierto. El medio urbano no está exento de impactos en las
temperaturas promedio y escasez creciente de agua, relacionada con el cambio climático.
Dentro del sector gubernamental mexicano, es la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos
Naturales (SEMARNAT) la institución encargada, en términos generales, de la atención al medio
ambiente y el cambio climático; pero dentro de su sector de atención, toca en específico al Instituto
Nacional de Ecología y Cambio Climático las tareas de conducir la política estatal para enfrentar el
cambio climático. Para ello, se ha conformado el Sistema Nacional de Cambio Climático, un amplio
esquema de cooperación transversal de las diversas instituciones de alguna manera vinculadas al
tema del cambio climático. Dentro de este marco de coordinación, se han incorporado un considerable
número de varias instancias legales e institucionales con impacto o acción climática.
Téngase presente que la gestión del riesgo al cambio climático y otros desastres naturales
atiende tanto a las calamidades derivadas de tormentas, huracanes, inundaciones, etc., como a los
esfuerzos de reducción de la degradación ambiental y vulnerabilidad de las comunidades en mayor
riesgo. Esto por medio de obras de infraestructura y campañas de acciones compensatorias, así como
medidas de alerta y educación a las comunidades.
Pero el calentamiento global desborda ostensiblemente las fronteras nacionales y requiere
cada vez más de un ingente esfuerzo programático e institucional de cooperación internacional. Para
ello, se creó hace ya 30 años el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). Dicho
panel emite reportes periódicos de alta calidad científica y forman crecientemente una sólida base
para la elaboración tanto de programas nacionales de adaptación y mitigación, como esquemas
diversos de cooperación internacional. El IPCC fue reconocido con el premio Nobel de la Paz en 2007.
A su vez, el IPCC trabaja dentro del marco institucional de la Convención Marco de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático que se encarga, entre otras cosas, de organizar las Conferencias
de las Partes, siendo la de París, en 2015, la que logró el histórico acuerdo vigente (el Acuerdo de
París) de severas medidas y metas vinculantes en la materia. De esta forma, el esfuerzo ahora se
centra en el difícil logro de contener el calentamiento a menos de 2 grados Celsius.

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Capítulo II

Mayores atribuciones y menos recursos:


la Secretaría de Relaciones Exteriores

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Cambios en las facultades y capacidades institucionales de la política
exterior de México (2018-2022)
Jorge A. Schiavon
En el ámbito de la política exterior han ocurrido cambios profundos desde el 1 de diciembre de 2018
hasta la fecha. El presidente Andrés Manuel López Obrador instruyó la ejecución inmediata de algunos
de sus anuncios de campaña al momento de asumir el poder; uno de ellos fue el fortalecimiento de la
Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) al otorgarle nuevas atribuciones. En su discurso de toma
de posesión, advirtió que se iban a disminuir las unidades administrativas en el país y no habría
oficinas del gobierno en el extranjero, salvo embajadas y consulados. Para ello, anunció el cierre de
las agencias de promoción comercial (ProMéxico) y turismo (Consejo de Promoción Turística de
México, CPTM), así como todas sus oficinas en el exterior. Las Secretarías de Economía (SE) y de
Agricultura y Desarrollo Rural, cerraron la mayoría de sus representaciones, mientras que el Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología cerró su única oficina externa, en Bruselas.
La desaparición de ProMéxico y del CPTM obligó al diseño de nuevas estructuras y de nuevos
esquemas de colaboración al interior de la SRE y con otras dependencias. En enero de 2019, la
Cancillería suscribió un memorando de entendimiento con la SE y el Consejo Mexicano de Comercio
Exterior para definir colaboración entre ellas en la tarea de promoción comercial y captación de
inversiones internacionales. Por otra parte, en julio de 2020, se creó el Consejo de la Diplomacia
Turística, en el que participan funcionarios de la Cancillería y de la Secretaría de Turismo, empresarios
del sector y expertos en la materia. Se trata de un órgano colegiado de opinión y consulta para la
planeación, diseño e implementación de estrategias de promoción e imagen de México a nivel
internacional.
El nuevo Reglamento Interior de la SRE, vigente desde 2020, señala la creación de una
Dirección Ejecutiva de Estrategia y Diplomacia Pública, que dependen de la propia oficina del canciller.
Igualmente, se crean tres nuevas direcciones generales: Diplomacia Cultural, Diplomacia Turística e
Impulso Económico Global. La Dirección Ejecutiva tendría como atribuciones principales definir,
concertar y coordinar las acciones de la diplomacia en materia cultural, económica y turística, a
desarrollar con las entidades y las dependencias de la Administración Pública Federal. La Dirección
General de Impulso Económico Global atiende una nueva estrategia de promoción económica, en
estrecha vinculación con la SE, basada en tres pilares: diplomacia económica, inversión extranjera y
comercio exterior. De esta forma, tareas de promoción que correspondían previamente a la Agencia
Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID) pasan a la Dirección Ejecutiva
y a la de Impulso Económico Global, dependiente de la Subsecretaria de Asuntos Multilaterales y
Derechos Humanos. Asimismo, a las embajadas y a los consulados se les amplían sus competencias
para realizar promoción comercial y de inversiones, así como turismo. Es fundamental que este
incremento de funciones no solo se vea reflejado en el Reglamento Interior de la SRE, sino también
en la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal (LOAPF).
En el ámbito de la cooperación internacional para el desarrollo, el gobierno anunció la
concepción y ejecución del programa más amplio en varias décadas, en términos financieros: el Plan
de Desarrollo Integral para El Salvador, Guatemala y Honduras. Los 90 millones de dólares Iniciales
dedicados al proyecto provienen íntegros del Fondo de Yucatán, renombrado Fondo México, y cuyas
reglas de operación fueron modificadas.

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Siendo así, la Cancillería ganó nuevas responsabilidades y puso en marcha un nuevo
andamiaje institucional. Sin embargo, este esfuerzo no vino acompañado con más recursos
financieros ni humanos. Los presupuestos aprobados para la SRE para 2019 y 2020 fueron,
respectivamente, de 8540 y 8720 millones de pesos. Esto representa una reducción de -5.11% y -
3.11%, respectivamente, con respecto a los 9000 millones de pesos aprobados para 2018 (en pesos
corrientes). Asimismo, aunque no hubo disminución en el número de miembros del Servicio Exterior
Mexicano (SEM) ni personal sindicalizado como consecuencia de la entrada en vigor de Ley Federal
de Austeridad Republicana en noviembre de 2018 (y reelaborada en noviembre de 2019), se redujeron
los salarios de los mandos medios y superiores (de las plazas en México), se recortaron plazas por
honorarios y desaparecieron las direcciones generales adjuntas en el gobierno federal, incluida la
SRE. Esto significó una reducción del personal no sindicalizado o del SEM, así como una disminución
de los salarios de los mandos medios y superiores en la Cancillería. No se cuenta con el dato exacto
de reducción de personal en la SRE, pero según la Secretaría de la Función Pública, con la
reorganización del gobierno federal, se redujeron los salarios de los altos mandos entre 12% y 47% y
se eliminaron 8828 plazas de mando y enlace (entre ellas 65 direcciones generales adjuntas) en todo
el gobierno federal, generando un ahorro de 11 000 millones de pesos en 2019.
En suma, a partir del gobierno del presidente López Obrador, la SRE adquirió importantes
facultades de coordinación y ejecución en materia de promoción internacional del país, particularmente
en temas comerciales, de inversiones, turísticos y culturales. Sin embargo, es necesario que estas
nuevas responsabilidades sean sustentadas jurídicamente, modificando no solo el Reglamento Interior
de la SRE, sino también la LOAPF. Asimismo, es fundamental que el incremento de funcionales vaya
acompañado de los recursos presupuestales y humanos necesarios para llevarlas a cabo de manera
efectiva.
Para reconstruir los recursos y capacidades de la política exterior de México, con el propósito
de promover efectivamente el desarrollo nacional, podrían ponerse en marcha algunas de las
siguientes iniciativas: 1) aumentar sustantivamente los recursos presupuestales de la SRE; 2)
consolidar legalmente los poderes de coordinación de la SRE en la LOAPF en materia de promoción
internacional, para desplegar una política exterior integral, coherente y sólida a nivel global; 3)
incrementar el número de miembros del SEM y de plazas administrativas; 4) ampliar la cobertura
diplomática de México en el mundo, incrementando el número de embajadas para tener el nivel de
otros países similares y diversificando geográficamente su ubicación; 5) fortalecer la red consular en
Estados Unidos con mayores presupuestos y certidumbre en su ejercicio; 6) crear o consolidar áreas
especializadas en temáticas de alta relevancia internacional en la Cancillería (consolidar: cultura,
comercio, inversiones y turismo; crear: ciencia y tecnología, energía y medioambiente) para coordinar
mejor las acciones de otras secretarías en el ámbito mundial; 7) que la Cámara de Diputados asigne
un presupuesto para la AMEXCID, su fondo de cooperación (Fondo Nacional de Cooperación
Internacional para el Desarrollo), así como recapitalizar el Fondo México; 8) crear un mecanismo para
compensar las variaciones cambiarias del peso frente a las divisas extranjeras en el presupuesto; 9)
reconstituir los puentes con otras secretarías, para lo cual podría recrearse el Gabinete de Política
Exterior, presidido por la SRE, y, finalmente, 10) elaborar un diagnóstico objetivo, independiente y
transparente sobre las necesidades en cuanto a recursos humanos, financieros y materiales de la
cancillería, con recomendaciones concretas de acción.

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Gabinete de política exterior
Susana Chacón
Existen muchas maneras de formulación de una política exterior estratégica. Una de ellas es con la
conformación de un gabinete de política exterior que favorezca el interés nacional y que considere
diferentes temas, perspectivas, actores y agendas. Un gabinete de política exterior permite, además
de obtener una buena coordinación, lograr una congruencia, como a continuación se señala. En la
trayectoria de la política exterior mexicana se ha contado en diferentes momentos con esta figura. Dos
de los más recientes fueron durante los sexenios del presidente Luis Echeverría Álvarez (1970-1976)
y en el de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). Dos de los periodos en los que mayor presencia ha
tenido México en el mundo.
Con un gabinete de política exterior, el señalamiento básico es el de obtener la congruencia
entre política interna y política exterior. Se parte de la base de que lo esencial es contar con un
proyecto de desarrollo, con un proyecto de nación. La dinámica de un gabinete facilita una política
exterior al servicio de los intereses de México. Considera los intereses nacionales sin ignorar que
deben tenerse en cuenta los intereses y puntos de vista de los países, de los organismos regionales
o multinacionales, de los actores con los que se trata. Sin embargo, su eje central es el interés
mexicano. Esta figura debe contar con tres elementos sustanciales: un secretariado ejecutivo, una
agenda, y la coordinación y congruencia de la misma.

Secretariado ejecutivo
Para el buen funcionamiento del gabinete, el secretariado debe ubicarse en el nivel más alto de
gobierno. Con el liderazgo de un representante de la oficina de la presidencia, en los momentos en
los que el mismo presidente no pueda asistir, en coordinación con el secretario de Relaciones
Exteriores. Son ellos quienes deben definir la dinámica de gabinete. Serán responsables de convocar
reuniones temáticas con los funcionarios de otras dependencias que llevan la agenda de temas
específicos como lo son los de seguridad, migración, ciencia y tecnología, energía y comercio, por
mencionar algunos. En una primera instancia, es importante que en estas reuniones participen
además, expertos de dichos temas con el fin de presentar contextos y fotografías completas de cada
problemática. La toma de decisiones para cada caso variará. En algunas circunstancias podrá ser muy
rápido pero otras requerirán de varias sesiones antes de proceder a las decisiones y acciones
subsecuentes. Si el gabinete no se sitúa directamente en presidencia, difícilmente logrará su objetivo.
Desde ahí se debe coordinar la relación con el exterior junto con la Cancillería, dada la diversidad de
temas de la agenda.

Agenda
La agenda internacional de un país puede definirse de varias maneras, y de hecho vale la pena tener
agendas organizadas a partir de diversos ejes. Los dos más claros para México serían: un enfoque
geopolítico que examinara opciones, oportunidades y riesgos en los países con los que mantenemos
una relación bilateral significativa por razones geográficas, históricas, económicas, y el otro sería tomar
los grandes temas que preocupan a la comunidad internacional (aspectos políticos, económicos,
ambientales, financieros y culturales), y, también ahí, buscar oportunidades, medir riesgos, detectar
posibilidades de acción y de alianza con países de pensamiento afín al de México.

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En el caso del eje geopolítico de la agenda externa, tendríamos dos perspectivas sustanciales:
nuestra relación como país de Norteamérica y vinculado por el tratado de comercio que cuenta con un
alcance mucho mayor que solo el comercial con nuestros vecinos del norte, ambos países
desarrollados, y, por otra parte, el eje hacia el sur con América Latina y el Caribe, la región también
de pertenencia tradicional de México. En el caso de los ejes temáticos, en los foros mundiales
cuestiones como transición energética, cambio climático, migración y crimen organizado, tendrán una
enorme importancia, pero también otras, como la reorganización del sistema global una vez terminada
la guerra de Rusia en Ucrania, nuestra participación en organismos multilaterales y, posiblemente, la
búsqueda y la creación de nuevas instituciones que respondan a los nuevos problemas o a los nuevos
desafíos. Cuando se participe en grupos ad hoc hay que garantizar su legitimidad, su institucionalidad
y su representatividad formal. Sería conveniente para México tener clara su agenda definida en dos o
más ejes, con el fin de que las opciones se diversifiquen para responder a los acontecimientos y a la
actual incertidumbre del sistema internacional.

Coordinación y congruencia en la agenda de política exterior


Tan importante el elemento de congruencia como el elemento coordinación en la formulación de
política exterior. Congruencia en el sentido de que lo que realmente daña los intereses nacionales es
que, la multiplicidad de actores que intervienen en cuestiones de actividad y presencia internacional
del país persigan objetivos encontrados, divergentes, y que, como resultado, no puedan alcanzarse y
sean opuestos para la forma en que el país es visto en el exterior y para las posibilidades de
cooperación.
En los diversos niveles de la administración, los tres niveles de gobierno (ejecutivo, legislativo
y judicial), en el ámbito de los gobiernos locales y, por supuesto, en las empresas privadas, existe la
necesidad creciente de participar en cuestiones internacionales. Con una coordinación básica y un
máximo de congruencia en la orientación, el que haya una multiplicidad de actores deja de ser grave,
al contrario, puede ser un factor positivo.
Existe en la legislación mexicana el instrumento para conseguirlo, el programa sectorial de
política exterior (entrevista de Susana Chacón a Jorge Eduardo Navarrete en Foreign Policy, edición
mexicana, marzo 2012) que debe elaborarse en consonancia con programas sectoriales de otras
áreas de la actividad gubernamental, particularmente en el área económica, en el área financiera y en
el área cultural, tres de las esenciales, y dentro del Plan Nacional de Desarrollo. Además, un gabinete
de política exterior podría ser una de las respuestas para facilitar la congruencia. Esta es una figura
que se da en muchas partes del mundo. Sería esencial que se rescatara en México en el mediano y
largo plazos.

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El quehacer de la inteligencia y la política exterior


Luis Herrera Lasso M.
La seguridad es el tema que históricamente ha encabezado la agenda de política exterior de los
Estados. La integridad territorial y de su población y la continuidad institucional, son la prioridad de

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cualquier Estado. Los potenciales riesgos y amenazas a estos elementos constitutivos del Estado se
definen en una agenda de riesgos.
Desde tiempos inmemoriales, la mayor parte de las entidades políticas han contado con
unidades dedicadas a recolectar y procesar información sobre su agenda de riesgos. Históricamente,
estas actividades han estado prioritariamente encaminadas a la defensa y a las acciones militares, en
tiempos modernos las amenazas se han diversificado y multiplicado en el marco de la globalización,
lo que exige a los Estados aparatos cada día más sofisticados para la protección y la promoción de
sus intereses.
La inteligencia va mucho más allá del espionaje; es una metodología de recolección, análisis
y procesamiento de información a efecto de identificar la magnitud de las amenazas y actuar en
consecuencia. Pero la inteligencia no solo sirve para las acciones defensivas y de protección, también
resulta fundamental para detectar y aprovechar áreas de oportunidad que no están necesariamente
vinculadas con el quehacer militar. Todos los Estados dependen hoy del exterior, en mayor o menor
medida, para el abastecimiento de alimentos, energía, agua, materias primas, tecnología y
conocimiento, componentes imprescindibles para sostener sus programas nacionales de defensa,
desarrollo y bienestar.
Todo esto ha llevado al desarrollo de aparatos de inteligencia sumamente sofisticados en los
que se invierten cada año cuantiosos recursos; de este trabajo dependen muchas de las decisiones
cruciales de los jefes de Estado y de gobierno. El mundo se ha convertido en un gran tianguis de
información en el que múltiples jugadores recolectan, procesan, intercambian y explotan información
de inteligencia. Muchos de ellos dedican también recursos a acciones de contrainteligencia, esto es,
a buscar confundir y desorientar a los aparatos de inteligencia de sus enemigos o competidores.
Los aparatos de inteligencia más modernos cuentan con personal altamente capacitado,
tecnología de vanguardia y sistemas de información y análisis muy sofisticados para cumplir sus
funciones. La mayor parte de los Estados aprovechan sus embajadas y consulados para recabar
información en todos los campos de su interés. Esta información usualmente se procesa en las
capitales, que es en donde se diseñan las estrategias y se toman las decisiones.
En México no es sino hasta 1989 que se crea formalmente el Centro de Investigación y
Seguridad Nacional (CISEN) y se forma una unidad de inteligencia para asuntos internacionales. Dada
la amplitud y complejidad de la agenda internacional, en la mayor parte de los Estados estas unidades
están en manos de los aparatos civiles, que son los que coordinan y direccionan el trabajo en la
materia.
Existe en México un Consejo de Seguridad Nacional en el que en principio debería
conformarse y aprobarse la agenda internacional de riesgos a efecto de asegurar su transversalización
y de ordenar los trabajos en este ámbito. En la mayor parte de las democracias modernas, la agenda
internacional de riesgos es un documento público en el que se señalan las amenazas y las estrategias
a seguir. No es el caso de México, en donde cada dependencia del gobierno federal ve sus asuntos
con el exterior sin existir una coordinación adecuada.
Actualmente, México cuenta con 80 embajadas, 67 consulados, 7 misiones permanentes ante
organismos internacionales y tres oficinas de enlace en el exterior. Sin embargo, no existe una agenda
de riesgo internacional, una estrategia ni un programa sistematizado de recolección, procesamiento y
explotación de la información. Tampoco existe un programa de profesionalización del personal para
realizar estas labores. Si bien en las principales representaciones existen oficinas del CISEN ⸺ahora
Centro Nacional de Inteligencia⸺, de la Secretaría de la Defensa Nacional, la Secretaría de Marina y
otras dependencias del gobierno federal, carecemos de una estrategia y un plan de búsqueda con la

21
coordinación necesaria. Cada dependencia investiga sobre los temas de su interés y solo reporta a
sus superiores. En muchos casos el embajador no tiene mayor idea de lo que hacen los representantes
de otras dependencias.
La cooperación internacional en materia de inteligencia es una materia delicada. Para que
esto suceda es necesario construir relaciones de confianza que llevan años o décadas. La información
no solo es valiosa, sino también genera riesgos, para quienes la generan y para quienes la operan.
Los constantes cambios en las instituciones rompen la continuidad de estos procesos y llevan la
cooperación a niveles muy bajos. No existe la confianza, pero tampoco los mecanismos necesarios
para el intercambio y explotación responsable de la información. Es el caso de nuestro país.
México, por su ubicación geopolítica, interacción e intereses con el exterior, requiere de un
aparato de inteligencia internacional acorde con sus necesidades. Existen las capacidades y la
experiencia para desarrollarlo. El detonador es la decisión política. El medio, un diseño institucional
que asegure la recolección, el procesamiento y la explotación de la información de una manera
eficiente y ordenada. El costo de hacerlo está muy por debajo de los beneficios.

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Capítulo III

La relación institucional con Estados Unidos y América Latina:


un rompecabezas difícil de armar

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La coordinación de los actores involucrados en la relación con Estados
Unidos: una experiencia aleccionadora
Martha Bárcena Coqui
La relación entre México y Estados Unidos es extraordinariamente compleja y diferente a cualquier
trato que México tiene con otros países. No solo se desarrolla hacia Estados Unidos una política
exterior, sino que varios temas son primordialmente de política interna. El ejemplo más obvio es el de
la migración. Por ello se ha acuñado en la academia el término “interméstico” para definir esta relación.
La variedad de temas implica, por supuesto, un abanico de actores involucrados en la relación
bilateral, tanto a nivel federal como en los ámbitos estatal y local. Entre ellos se encuentran también
los poderes legislativos de cada país, así como el uso y el seguimiento de casos judiciales en Estados
Unidos para la protección de los mexicanos en ese país.
Se plantea entonces un reto fundamental en la coordinación y coherencia de los diferentes
actores, temas y posiciones que permita al Estado mexicano contar con información precisa y con
diversos puntos de vista, a fin de desplegar una política exterior eficiente, estrechar las relaciones
bilaterales en todos los niveles, y avanzar y proteger los intereses y los derechos de México y de los
mexicanos.
De conformidad con nuestra legislación, corresponde a la Secretaría de Relaciones Exteriores
(SRE) coordinar la acción de México en el exterior, lo que implica un diálogo continuo con las diversas
instancias gubernamentales en México para definir posiciones con los estados y con el poder
legislativo. Para ello cuenta con la Unidad de América del Norte (antes Subsecretaría de América del
Norte) y con la Dirección General de Coordinación Política, que se coordina tanto con el poder
legislativo como con los estados. También cuenta con la embajada y la red de consulados que
mantienen informada a la Secretaría sobre los temas que impactan la relación bilateral y las visitas de
funcionarios, empresarios, artistas, sociedad civil y la interacción con la comunidad mexicana en su
circunscripción.
A pesar de ello, es casi imposible que la Cancillería pueda atender y resolver todos los temas
que día a día se presentan en la compleja relación bilateral, en especial cuando en los últimos años
se degradó el área que atiende la relación bilateral de Subsecretaría a Unidad y se nombró al frente a
personas con poca experiencia. Además, hubo una “desinstitucionalización” de la relación bilateral, se
dejaron de utilizar mecanismos que propiciaban una necesaria coordinación entre los varios actores
mexicanos, primero, y posteriormente con sus contrapartes estadounidenses. Un ejemplo fue la
inoperancia por más de 5 años del Diálogo Económico de Alto Nivel y la no celebración del diálogo en
materia de derechos humanos.
En este contexto, la embajada de México en Estados Unidos desempeña un papel central de
coordinación en la recopilación y análisis de la información sobre la relación bilateral, en especial
aquellos que pueden derivar en una crisis, así como para su administración cotidiana. De ahí la
importancia de contar con representantes de las diferentes secretarías de Estado y de la Fiscalía
General de la República (FGR), adscritos a la embajada y bajo las órdenes y coordinación del
embajador, quien, a su vez, mantiene informada a la Cancillería del actuar de dichas oficinas.
Por supuesto, es más fácil decirlo que instrumentarlo. Ha habido ocasiones en que los
representantes de alguna secretaria de Estado actuaron en Washington sin acatar las líneas de
mando, sin informar debida y completamente al embajador sobre sus actividades y acciones.

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Al momento de asumir la embajada en Washington, el gobierno de México tenía, además de
los diplomáticos de carrera y la estructura propia de la embajada, funcionarios acreditados como
diplomáticos de las siguientes secretarías: Economía, Hacienda (en particular el Servicio de
Administración Tributaria, SAT), Agricultura, y Desarrollo Rural, Seguridad Pública, Gobernación,
FGR, Policía Federal y Medio Ambiente, además de las oficinas de las agregadurías militar y naval.
Asimismo, se contaba con una representación del Consejo de Promoción Turística de México. Todos
cumplían un papel importante. Además, establecían contactos y relaciones de confianza con sus
contrapartes de las instituciones estadounidenses. Ello permitía diálogos a nivel técnico para resolver
temas, antes de que se convirtieran en una crisis política, y cuando ello sucedía, proporcionaban
también la asesoría técnica pertinente. Ahora, dicha estructura se ha desmantelado.
Además, se coordinaban con las diversas secciones de la embajada de México, por ejemplo,
Agricultura, con la sección económica y con la representación del SAT; la FGR, con la sección jurídica,
para las cuestiones de extradiciones y ejecución de sentencias penales, por ejemplo, y las
agregadurías militar y naval con la sección de asuntos fronterizos y de seguridad. El intercambio de
información, la detención oportuna de problemas y posibles crisis, y la elaboración de propuestas de
solución, eran algunas de las finalidades primordiales.
Dado que la embajada de México recibe copia de toda información que envían los consulados
de México a la SRE y dado que, de conformidad con la Convención de Viena sobre Relaciones
Consulares, los consulados son dependientes de la embajada, el intercambio de información con ellos
y el diseño de políticas y estrategias con los actores locales son fundamentales. Por ejemplo, los
Consulados Generales de México en Sacramento, Austin, Phoenix y Alburquerque, tienen que
mantener un diálogo constante con los gobernadores y sus oficinas de California, Texas, Arizona y
Nuevo México. Sus acciones son reforzadas desde la embajada a nivel federal y con los propios
gobernadores. La embajada, además, mantiene una interacción fluida con la Asociación Nacional de
Gobernadores, las asociaciones de alcaldes y condados. Si esta coordinación falla, entonces se
pueden presentar situaciones particulares, como las acciones tomadas por el Gobernador de Texas,
Greg Abbott, de instrumentar medidas adicionales de revisión de los transportes mexicanos, que
causaron pérdidas enormes y fueron calificadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador como
“despreciables”.
A su vez, los consulados fronterizos cuentan con mecanismos de coordinación con sus
contrapartes estadounidenses del lado mexicano y con las autoridades locales dependientes del
Departamento de Seguridad Nacional y de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza. Por medio
de dichos mecanismos se establecen protocolos de retorno de migrantes, visitas a los centros de
detención y se monitorea la situación de los 57 cruces fronterizos. Todo ese trabajo se hace en
coordinación con la sección de asuntos migratorios y comunidad mexicana de la embajada.
Por otra parte, es relevante subrayar que la iniciativa privada mexicana, a través del Consejo
Coordinador Empresarial (CCE), abrió una oficina de representación en Washington, en una atinada
medida para fortalecer el diálogo con sus contrapartes: la Cámara de Comercio, la Mesa Redonda de
Negocios y con el propio Congreso estadounidense. La coordinación de la embajada con la oficina del
CCE fue importante para la acción en el Congreso, con el fin de lograr la ratificación del Tratado
México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
La necesaria y complicada coordinación de la multiplicidad de actores que participan e inciden
en la relación bilateral ⸺secretarias e instituciones gubernamentales, gobiernos estatales y locales,
sector privado y sociedad civil⸺ es fundamental para el adecuado desarrollo de la relación bilateral y
para contar con una política exterior eficiente en la defensa de los intereses de México y de los

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mexicanos. No se deben escatimar recursos para contar con personal adecuado y especializado en
la embajada y algunos consulados, de diversas secretarias del Estado mexicano, pero siempre bajo
la coordinación de la embajada en Washington, DC y de la SRE en México.

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¿Cómo construir otra relación bilateral con Estados Unidos?


José Luis Valdés Ugalde
Esta pregunta nos lleva a replantearnos por completo la caótica relación bilateral que actualmente
tenemos con Estados Unidos, desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador llegó al poder.
Todo el desastre empezó en los tiempos de Donald Trump en la presidencia estadounidense. En ese
entonces, la anómala relación (pero al final, placentera para ambos) que mantuvo López Obrador con
Trump y el comportamiento desaseado que tuvo el Presidente de México con Joseph R. Biden y con
el proceso político en Estados Unidos fue tal que López Obrador nunca reconoció en tiempo y forma
el triunfo de Biden, a quien nunca felicitó correctamente al ganar las elecciones. Además,
inmediatamente antes de que este triunfo se certificara por el Congreso, López Obrador no condenó
el vandalismo que las hordas de Trump escenificaron el 6 de enero de 2021 en la sede del poder
legislativo estadounidense, el Capitolio, arguyendo que su gobierno no se inmiscuiría en asuntos
internos de otros países. Este argumento fue por demás débil, toda vez que una gran mayoría de
países aliados de Estados Unidos, empezando por Canadá, reprobaron el hecho en forma explícita,
celebraron el triunfo de Biden y se solidarizaron con la democracia estadounidense (en esto, el
Presidente demostró un talante pobre como demócrata). Estos son solo algunos de los fallos del
Estado mexicano en el reciente periodo de 3 años y de cómo no se puede llevar a un resultado exitoso
cuando la relación es manejada de esta forma.
Si bien es cierto que la política exterior es centralmente atribución del presidente, en el periodo
al que me refiero, los reflejos y los resultados de la presidencia en esta materia han sido flojos, en
parte porque ni hay un presidente que tenga ni interés ni conocimiento de la política exterior y también
porque no está debidamente asesorado por entendedores de una compleja relación bilateral inserta
en un complejo mundo global. Más aún, las posiciones frente a Estados Unidos, de la presidencia de
Biden hasta el papel del Congreso de ese país, han sido definidas por posturas ideológicas más que
pragmáticas.
La relación con Estados Unidos requiere de una gran agilidad de respuesta sobre los múltiples
temas que la definen. Recurrir a las viejas posiciones antiestadounidenses ha traído malos resultados
tanto en el clima de la relación misma como en las diferentes respuestas que se han dado a temas
puntuales, como la reforma energética, la seguridad fronteriza y las relaciones comerciales. Así como
México no debía haber cedido al chantaje de Trump cuando se nos impuso una política migratoria
ajena, México tiene que considerar que en un acuerdo comercial (como el Tratado México, Estados
Unidos y Canadá, T-MEC), hay reglas y acuerdos firmados que se tienen que respetar.
El ataque y las presiones para que actúen a modo, a las instituciones autónomas del Estado,
como el Instituto Nacional Electoral o el Banco de México, han encendido las alertas en Washington.
El tema de la impartición de justicia que en Estados Unidos se cuestiona dados los conflictos de interés

26
del Fiscal General y del Presidente, al atacar a oponentes por el simple hecho de serlo y sin prueba
alguna, es un ejemplo reciente de cómo no se debe de conducir la relación con Washington.
México requiere de una política clara frente a Estados Unidos, con visión estratégica y no
ideologizada por sectores del Estado que no solo no tienen idea de esta, sino que están desfasados
de las realidades históricas objetivas del mundo global de hoy. Por ello afirmo que la relación requiere
más de pragmatismo que de doctrina. Las consecuencias de una mala política con Estados Unidos ya
están a la vista si atendemos a la carta de la embajadora Katherine Tai, la Representante Comercial
estadounidense, la del senador Bob Menéndez y tres colegas senadores, y la del Representante de
Texas, Vicente González, en las que piden a México con severidad, reglas claras en la definición de
los objetivos comunes integrales.
Desafortunadamente esta antipolítica bilateral, en caso de prosperar la reforma energética,
traerá como consecuencia litigios y pérdidas millonarias en el marco del T-MEC y, en consecuencia,
una disminución de la confianza de los inversores internos y externos, con las implicaciones negativas
en empleo y crecimiento, el cual de por sí ya se calcula en 1.2%. Se trata de recuperar la confianza
entre los interlocutores, lo que no se logra con las acciones irracionales mexicanas y algunas otras de
Estados Unidos, como la mencionada en la imposición de una política migratoria ajena y anómala.
Urge que la política exterior regrese al terreno profesional de la Cancillería, la cual debería contar con
todo el apoyo presidencial para llevarse a cabo.

-0-

Capacidades institucionales en América Latina y el Caribe: una perspectiva


comparada

Guadalupe González González


En lo que va del siglo XXI, América Latina y el Caribe como región ha venido perdiendo peso y
presencia internacional en comparación con otras regiones del Sur Global. Mientras que Asia-Pacífico,
África y el Medio Oriente están en una fase ascendente, Latinoamérica se encuentra declinante en
todos los indicadores estructurales de poder mundial, con una participación relativa menor en
población, PIB, comercio y capacidades nacionales estratégicas.
La muestra más reveladora de la pérdida de gravitación latinoamericana es que en la edición
de 2021 del Índice Elcano de Presencia Global, ninguno de los dos grandes de la región, Brasil y
México, están dentro de los 20 países con mayor proyección internacional. Ambos perdieron
posiciones entre 2013 y 2021, quedando en el lugar 23 y 25 respectivamente. Si se analizan los datos
por región, América Latina ocupa el penúltimo lugar en presencia global, por debajo del Magreb y el
Medio Oriente, y ligeramente arriba de África Subsahariana. El índice obtenido por los países asiáticos
es siete veces superior al de nuestra región. Un contraste mayúsculo.
Dado que el foco de interés de este documento es el análisis de las fortalezas y debilidades
del andamiaje institucional de la política exterior de México, el punto a destacar es el dramático

27
descenso en distintos atributos que miden la capacidad diplomática4 de la región en su conjunto: hasta
la década de 1970, América Latina y el Caribe era la segunda región con más embajadas en el mundo;
a partir de la década de 1980 desciende a la cuarta posición, y hoy ocupa el último lugar. El ámbito
multilateral es el único espacio en el que la región ha mantenido una participación estable en cuanto
al número de organizaciones internacionales de las que forma parte, aunque hoy África la supera.
Así pues, México enfrenta el reto y la oportunidad de fortalecer sus capacidades institucionales
y diplomáticas en un contexto regional de debilidad, fragmentación, dispersión y diversidad de
intereses, sin liderazgos capaces de articular posiciones comunes y en un momento en el que la
mayoría de los mecanismos de integración y concertación interamericanos y latinoamericanos se
encuentran estancados, paralizados o cuestionados. Todo apunta en el sentido de que estamos ante
un fenómeno de debilitamiento y desinstitucionalización de las políticas exteriores latinoamericanas,
incluso de países como Argentina, Brasil y México con un alto nivel de profesionalización de sus
cuerpos diplomáticos, aunque con diferencias importantes en términos de las atribuciones
institucionales de sus respectivas cancillerías.
Esto no significa, sin embargo, que en las últimas 2 décadas no haya habido avances
importantes en la construcción de capacidades de política exterior en ámbitos específicos. El caso
más relevante es el de la cooperación internacional para el desarrollo (CID), por el auge que ha tenido
la cooperación triangular y Sur-Sur en todo el mundo bajo el impulso de la Agenda 2030 para el
Desarrollo Sostenible. Brasil y Chile fueron pioneros en establecer sus propias agencias de CID en
1987 y 1990, pero les han seguido países como Perú (2002), Ecuador (2007), Uruguay (2010), México
(2011), Colombia (2011) y, más recientemente, Argentina (2022).
Este es un instrumento de poder blando cada vez más estratégico no solo por el proceso de
consolidación institucional de los sistemas de CID en América Latina que amplía la red de
interlocución, sino por sus impactos positivos en términos de reputación e imagen. No obstante, las
actuales condiciones de recesión económica, restricción presupuestal y escasez de personal
técnicamente capacitado, ponen en riesgo estos avances. En el caso de México, es motivo de
preocupación la reciente desaparición del Fondo Nacional de Cooperación Internacional para el
Desarrollo, la suspensión del Registro Nacional de Cooperación Internacional para el Desarrollo y la
exportación de programas sociales de transferencias directas en Centroamérica sin suficiente sustento
técnico ni reglas de operación que aseguren su estabilidad y eficacia. A 10 años de la creación de la
Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo, se han introducido reformas que
le otorgan mayor estructura y autonomía de gestión junto con atribuciones de operación de proyectos
en el terreno, aunque no hay datos suficientes para valorar si cuenta con los recursos humanos,
técnicos y presupuestales para consolidarse institucionalmente.
Estados Unidos tampoco ha sido ajeno a este proceso de decaimiento institucional y fatiga
diplomática, sobre todo desde 2016, como resultado del malestar social con la globalización y el
internacionalismo liberal. El gobierno de Donald Trump dejó un denso legado de políticas nacionalistas
y reestructuraciones administrativas que condujeron al debilitamiento del papel del Departamento de
Estado junto con recortes presupuestales en materia de asistencia al desarrollo, reducción de cuotas
internacionales, retiro de instituciones multilaterales y desplazamiento de la burocracia profesional en
posiciones clave. Hasta ahora, el gobierno de Joseph R. Biden no ha tenido suficiente base política ni
apoyo legislativo para revertir la situación y se ha visto subsumido en su amplia agenda de política

4
Schenoni, L. Luis y Andrés Malamud. 2021. Sobre la creciente irrelevancia de América Latina, núm. 291,
enero-febrero, 2021

28
interna en medio de la crisis sanitaria. China desplazó en 2019 a Estados Unidos como el país con
mayor número de representaciones en el exterior (con 169 embajadas y 96 consulados chinos frente
a 168 y 88 estadounidenses), según el Lowy Global Diplomacy Index.5
Argentina, Brasil y México son los países de la región que cuentan con un mayor nivel de
profesionalización de su cuerpo diplomático y con un sólido acervo doctrinario reconocido a nivel
multilateral. Brasil ocupa el lugar 9 en la clasificación del Índice Lowy de Diplomacia Global, con 138
embajadas y 70 consulados; Argentina, la posición 13 (86 embajadas y 62 consulados) y México la
14, con 80 embajadas y 67 consulados. Sin embargo, hay diferencias entre ellos en términos de
alcance y tipo de cobertura de su infraestructura diplomática. Mientras que ningún país se compara
con México en términos de su infraestructura consular en Estados Unidos, la red diplomática de Brasil
y Argentina tienen mayor cobertura en todas las regiones del mundo, incluida América Latina y el
Caribe. Brasil tiene embajadas en los 33 países de la región, en tanto que México tiene una cobertura
de 67%, con 22 embajadas, con vacíos sobre todo en el Caribe a pesar de la proximidad geográfica.
La brecha de cobertura diplomática entre Brasil y México es particularmente notable en el caso de
África, donde el país sudamericano tiene 33 embajadas, mientras que nuestro país solo cuenta con
8ven una región conformada por 54 países.
Otra diferencia es el peso político, administrativo, presupuestal y de dirección que tienen las
cancillerías de los tres grandes países latinoamericanos dentro de sus respectivas estructuras
gubernamentales. Según el estudio “The Policy-Making Capacity of Foreign Ministries in Presidential
Regimes”, publicado en 2019 por Octavio Amorin Neto y Andrés Malamud, que compara las
capacidades diplomáticas de los tres países de 1945 a 2015, Itamaraty es el ministerio que cuenta
con mayores atribuciones, presupuesto, personal y centralidad decisoria y, la Secretaría de Relaciones
Exteriores (SRE) de México es la más débil por compartir competencias ⸺sobre todo económicas y
de seguridad⸺ con otras secretarias de Estado fuertes. Si bien el ministerio brasileño es reconocido
históricamente como uno de los más fuertes del mundo, durante el gobierno de Jair Bolsonaro se ha
visto relegado por la fuerte ideologización de la política exterior en un giro antiglobalización,
nacionalista, anticomunista y conservador, sin precedentes, similar al de Trump en Estados Unidos.
Bajo la consigna bolsonarista de que “Itamaraty existe para Brasil, no existe para el orden global”, los
cuadros diplomáticos experimentados han sido reemplazados por diplomáticos más jóvenes o
externos al servicio de carrera en cargos clave y se han tomado decisiones como darle la espalda al
Mercado Común del Sur y abandonar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
En el caso de México, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha tenido consecuencias
contrapuestas en el andamiaje institucional de la política exterior. Por un lado, ha otorgado mayores
atribuciones y competencias a la SRE de promoción económica, turismo, salud y gestión migratoria, a
la vez que ha reducido sus recursos presupuestales en detrimento de las condiciones laborales de los
miembros del servicio exterior y de las necesidades de capacitación de cuadros técnicos
especializados en las nuevas áreas. El número de diplomáticos de carrera ha descendido y, en ciertas
áreas, han sido desplazados por nombramientos con perfiles no profesionalizados en tareas
consulares y diplomáticas.
Esta tendencia ha sido particularmente pronunciada en el ámbito de las relaciones con
América Latina donde, a junio de 2022, únicamente siete de las veintidós embajadas de México en la
región están a cargo de diplomáticos de carrera. En la segunda mitad del sexenio, se observa una

5
Los datos más recientes son de 2019 y pueden consultarse en:
https://globaldiplomacyindex.lowyinstitute.org/country_rank.html

29
profundización de la tendencia hacia la designación de nombramientos políticos en las
representaciones diplomáticas mexicanas en América Latina y el Caribe con perfiles tan diversos
(escritores, artistas, activistas, periodistas, diputados, militantes, entre otros) que no se envía una
señal clara en términos de una estrategia de política exterior hacia la región. En algunos casos, estos
nombramientos han sido polémicos y motivo de desencuentros bilaterales, mientras que en otros, se
trata de perfiles con experiencia internacional y reconocida capacidad de interlocución política.
El punto a resaltar, es que se observa una marcada desprofesionalización y una mayor
politización en la conducción de las relaciones con América Latina que no abona al despliegue de un
liderazgo constructivo por parte de México. Si a todo esto sumamos la ausencia de una visión
estratégica del posicionamiento y el papel de México en la región, nos encontramos con un
debilitamiento gradual de la capacidad y de los instrumentos del Estado para responder a un escenario
de creciente inestabilidad, desunión e incertidumbre regional.

-0-

México y la CELAC
Roberta Lajous
Una constante de la política exterior de México, desde su nacimiento como Estado independiente, ha
sido la búsqueda de la integración latinoamericana. Ese ideal se ha promovido mediante diversos
mecanismos de integración que proliferaron con posterioridad a la creación de la Organización de los
Estados Americanos en 1948: la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, convertida en
Asociación Latinoamericana de Integración; el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe, y
los mecanismos subregionales del Caribe, Mesoamérica, la región andina, el Mercado Común del Sur,
la difunta Unión de Naciones Suramericanas (que excluía a México) y la pujante Alianza del Pacífico.
Sin duda, todos ellos han contribuido al acercamiento entre los países de nuestra región. No obstante,
el único organismo comprometido con un diálogo universal de temas, sin excluir a ningún país, es la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que sobrevivió ya la crisis regional
ocasionada por la representación de Venezuela en 2019.
La CELAC nació en territorio mexicano, en Playa del Carmen, Quintana Roo, en 2010. A pesar
de las divisiones políticas que han aquejado a la región y la crisis del multilateralismo, en el bienio
2020- 2021 México ejerció la presidencia pro tempore, que entregó en 2022 a Argentina. Al iniciar la
presidencia mexicana, Brasil decidió no participar en sus trabajos. Si bien la ausencia del gigante
sudamericano restó brillo a la gestión, facilitó la celebración de sesiones, al reducirlas a dos idiomas
de trabajo: español e inglés. La pandemia ocasionada por el covid-19 disminuyó el número de
reuniones presenciales, pero multiplicó las virtuales a niveles sin precedente, resaltando las virtudes
de la cooperación regional y el intercambio sobre políticas públicas para enfrentar la crisis de salud,
que se extendió a la educación, la alimentación y el crecimiento económico. La CELAC favoreció de
inmediato un ágil diálogo virtual para enfrentar la emergencia con reuniones de ministros de Salud,
especialistas en epidemiología e investigación sobre agentes virales. Pronto se convirtió en un
mecanismo para distribuir en forma eficaz la vacuna contra el covid-19, para sus miembros, mientras

30
los organismos del sistema de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tuvieron limitaciones
para hacerlo.
La presidencia mexicana no se limitó a fomentar la cooperación en materia de salud, sino que
mediante reuniones virtuales acercó a los ministros de Agricultura para enfrentar la crisis de alimentos
generada por la pandemia y puso a trabajar a la oficina regional de la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura para elaborar planes de contingencia y combatir el
hambre. En materia de educación, organizó diálogos entre ministros sobre métodos de enseñanza
virtual y acercó a los rectores de las principales universidades de la región para fomentar proyectos
conjuntos de enseñanza a distancia, investigación e intercambio de nuevas patentes. También
propició el diálogo extrarregional con la Unión Europea, el mayor donante de cooperación para
América Latina y el Caribe, Rusia, Turquía y China. Los países de la región tuvieron mayor
interlocución extrarregional de la que seguramente hubieran alcanzado en lo individual. Por medio de
la presidencia mexicana se solicitó a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe la
elaboración de un Plan Integral de Autosuficiencia Sanitaria para fortalecer las capacidades
productivas y de distribución de vacunas y medicamentos, que ya rindió frutos.
En síntesis, México logró insuflar vida a la CELAC durante la pandemia. Fortaleció el diálogo
y la cooperación entre gobiernos para intercambiar experiencias de política pública y guió los trabajos
técnicos de los organismos regionales de la ONU para mitigar los efectos de la pandemia y apoyar la
recuperación. Asimismo, fijó como objetivo el cumplimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo
Sostenible con una ruta puntual de cooperación regional.
En el futuro, la CELAC será reflejo de la unidad de criterio que alcancen los gobiernos de la
región para ampliar la agenda a temas que, a la fecha, no ha sido posible abordar, como el compromiso
regional con la democracia y el respeto a los derechos humanos. Por ello, México deberá formar
alianzas con gobiernos afines de la región, incluyendo a los que surjan de los próximos procesos
electorales, para articular posiciones de América Latina y el Caribe en la agenda multilateral, como lo
hizo en el pasado el Grupo de Río.

-0-

Las relaciones de México con Centroamérica: ¿cómo institucionalizarlas?


Carlos Heredia Zubieta
En un texto anterior presenté algunas recomendaciones para reformular nuestras relaciones con
Centroamérica:
1 Precisar cuál es nuestra estrategia por país, y cuál nuestra estrategia para la región en su
conjunto.
2 Actualizar nuestra comprensión de la Centroamérica de 2021. Estamos en un capitalismo
rentista tradicional, donde los jóvenes anhelan irse a Estados Unidos y el “mejor negocio” es
exportar pobres y captar sus remesas.
3 Entender la matriz del poder en cada país. ¿Se renuevan las oligarquías? ¿En qué medida
Estados Unidos es un actor interno, más que un factor externo? El nuevo papel de China, el
acercamiento de la región a Beijing y el alejamiento de Taiwán.

31
4 Dejar atrás la contención migratoria como elemento articulador de las relaciones de México
con Centroamérica. ¿Puede hablarse de cooperación para el desarrollo cuando el eje de la
relación es la contención migratoria?
5 Echar a andar un diálogo en materia migratoria y de desarrollo, que subraye la responsabilidad
compartida entre todos los países involucrados en el circuito migratorio.
En este texto abordaré los cómos, las vías en que México puede poner en práctica estas
recomendaciones e institucionalizar sus relaciones con cada país y con la región en su conjunto.
¿Qué ha caracterizado nuestra política exterior hacia Centroamérica en años recientes?
Primero, es crucial entender que las presiones de Washington para que México se convierta en el
muro de contención de la migración centroamericana hacia el norte articulan y condicionan el resto de
las relaciones en otros ámbitos con estos países.
 El enfoque personal del presidente Andrés Manuel López Obrador: uso de la contención
migratoria en México contra guatemaltecos, hondureños y salvadoreños para complacer al
presidente Donald Trump y evitar la imposición de aranceles a productos mexicanos (junio
2019-enero 2021), así como la continuidad de esas acciones con el presidente Joseph R.
Biden (enero 2021-a la fecha) y la prolongación del programa Quédate en México, que no es
otra cosa que una gran tragedia humanitaria.
 El quid-pro-quo: a cambio de hacer el trabajo de contención migratoria, el Presidente de
México espera que la Casa Blanca no lo presione en temas como derechos humanos,
democracia, Estado de derecho, cumplimiento de los compromisos establecidos en el Tratado
México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), como ocurrió durante la presidencia de Trump.
 La securitización de la política exterior: bajo el signo político-partidista que esté en turno, sea
republicano o demócrata, Washington envía un mensaje dictado por la seguridad nacional
estadounidense: la frontera con México está resguardada de cualquier amenaza, real o
fabricada mediáticamente.
 El quiebre del acuerdo tácito: a inicios de 2022, este pacto tácito está naufragando, debido al
número sin precedente de asesinatos de periodistas y, sobre todo, a las perspectivas de una
reforma eléctrica/energética que podría lastimar intereses de los inversionistas
estadounidenses. Biden ha enviado a la Secretaria de Energía, Jennifer Granholm, y al
Enviado Presidencial Especial para el Clima, John Kerry (este último en dos ocasiones), para
reiterar a México que la apuesta por combustibles fósiles y por endurecer el control
gubernamental del mercado eléctrico atentan contra la indispensable coordinación en temas
de energía y sustentabilidad en el marco del T-MEC, que apuntan a energías limpias y
renovables.
¿Qué debe cambiar del lado mexicano?
 México necesita articular políticas hacia los países centroamericanos sustentadas en el
interés nacional en materia económica, comercial, política, diplomática, de cooperación
internacional para el desarrollo y geopolítica.
 Respetando la potestad del ejecutivo para designar representantes diplomáticos, es crucial
reconocer que la embajada mexicana en Guatemala es de crucial importancia geopolítica para
México, y quizá en menor medida, pero sin desmerecer, las embajadas en El Salvador y
Honduras, requieren de agentes diplomáticos que conozcan la región y su problemática y que
estén a la altura del desafío. No es el caso actualmente, pues las designaciones han
respondido a favores políticos o personales más que a méritos profesionales.

32
 Abandonar la postura de “en Centroamérica no hay interlocutores” a causa de la degradación
política de sus gobiernos (el nuevo gobierno de Honduras es la excepción que confirma la
regla, pues los presidentes de Guatemala y El Salvador están inmersos en la corrupción y el
autoritarismo). Hay numerosos interlocutores entre organismos de la sociedad civil, academia,
empresarios, iglesias, el mundo del arte y la cultura, que sin suplantar a sus gobiernos, pueden
ser muy valiosos aliados.
 Por último, cooperación significa trabajar juntos. La idea de exportar programas sociales
mexicanos que carecen de línea de base, indicadores, mecanismos de evaluación e impacto
debe dejarse de lado para dar paso a programas que empoderen a las organizaciones
comunitarias en cada país y que respondan a un proceso de apropiación social del desarrollo.
En suma, necesitamos una nueva política en Centroamérica que:
a) Avance los intereses de México en materia económica, comercial, política, diplomática y
geopolítica.
b) Honre nuestros principios constitucionales de derechos humanos y cooperación
internacional para el desarrollo.
c) Promueva la sustentabilidad y la cohesión social para hacer de estos países lugares
habitables.

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El papel del Congreso en la política exterior


María Fernanda Torres Rodríguez

Al estudiar la política exterior de México, en ocasiones el análisis se limita a la acción del poder
ejecutivo. Sin embargo, si bien la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM)
establece en el artículo 89, fracción X, que la conducción de la política exterior es una facultad y una
obligación que corresponde al titular del poder ejecutivo, no hay que perder de vista a otro actor
fundamental en la materia: el poder legislativo.
Este poder, depositado en un Congreso General que se conforma por dos Cámaras ⸺el
Senado de la República y la Cámara de Diputados⸺, tiene la competencia de observar y dar
seguimiento a la política exterior del ejecutivo, para garantizar que se implemente en cumplimiento
con sus principios constitucionales, así como en línea con la política interna, la defensa del interés
nacional, el bienestar de los connacionales y el desarrollo del país. Incluso, en caso de ser necesario,
el papel del poder legislativo es representar un contrapeso de las decisiones del poder ejecutivo.
En este sentido, el artículo 69 de la Constitución faculta a ambas Cámaras a realizar
anualmente el análisis del Informe de Gobierno del Presidente de la República y citar a los secretarios
de Estado a comparecer para evaluar las acciones emprendidas desde el ejecutivo. Tradicionalmente,
el Senado de la República, por su competencia en materia internacional, ha llevado a cabo la

33
comparecencia del secretario de Relaciones Exteriores. Además, el artículo 93 faculta a las Cámaras
a requerir información por escrito o convocar a los secretarios de Estado, en cualquier momento, para
que informen cuando se discuta una ley o algún asunto de sus respectivos ramos.
Por otro lado, en materia legislativa, el artículo 73, fracción XX, dicta que el Congreso tiene la
facultad para expedir las leyes de organización del cuerpo diplomático y del cuerpo consular mexicano;
por lo que las colegisladoras tienen una injerencia relevante en instrumentos normativos
fundamentales en la materia, como la Ley del Servicio Exterior Mexicano (SEM).
Es importante señalar que, particularmente corresponde al Senado la competencia
constitucional en materia internacional. La CPEUM señala en su artículo 76, numerales I, II y III, como
facultades exclusivas del Senado: 1) analizar la política exterior desarrollada por el ejecutivo federal,
contemplando tanto al presidente como al secretario de Relaciones Exteriores; 2) aprobar los tratados
internacionales y las convenciones diplomáticas que el ejecutivo federal suscriba; 3) ratificar el
nombramiento del secretario de Relaciones Exteriores; 4) ratificar los nombramientos de los
embajadores y cónsules generales, así como de los empleados superiores del ramo de Relaciones
Exteriores, como son los subsecretarios, y 5) autorizar al ejecutivo la salida de tropas nacionales fuera
de los límites del país, y el paso de tropas extranjeras por el territorio nacional.
Aunado a lo anterior, el Senado lleva a cabo la labor de diplomacia parlamentaria con
Congresos de otros países, principalmente mediante la celebración de reuniones interparlamentarias
y acercamiento con organizaciones internacionales, embajadas en territorio mexicano y otros actores
internacionales, tanto gubernamentales como no gubernamentales. También, el Senado de la
República puede realizar, desde la presidencia de su mesa directiva, posicionamientos ante la
coyuntura internacional. Además, desde esta Cámara puede impulsarse la implementación de la
política exterior desde el ámbito local, mediante el trabajo que puede realizarse con los Congresos
estatales y promover la armonización legislativa de los compromisos internacionales adoptados por
México en las leyes estatales. Finalmente, el Senado tiene un papel relevante que muchas veces pasa
desapercibido e incluso no se le da el uso suficiente: dar a conocer a la población mexicana sobre la
participación de México en organismos y foros multilaterales, así como sobre la firma de nuevos
acuerdos internacionales y las implicaciones nacionales que derivan de ellos.
Para llevar a cabo el trabajo legislativo en los asuntos internacionales, tanto el Senado como
la Cámara de Diputados cuentan con Comisiones de Relaciones Exteriores. Por sus facultades más
amplias con relación a la política exterior, históricamente el Senado de la República ha contado con
un mayor número de comisiones especializadas en los temas internacionales.
Sin embargo, desde el inicio de la LXIV Legislatura, que comenzó en septiembre de 2018,
bajo el principio de austeridad republicana promovida por el presidente Andrés Manuel López Obrador,
se tomó la decisión de reducir el número de comisiones existentes en el Senado. Entre ellas, las
Comisiones de Relaciones Exteriores fueron las que sufrieron la principal reducción.
Durante las LXII y LXIII Legislaturas, de septiembre de 2012 a agosto de 2018, se contaba
con 64 comisiones ordinarias, de las cuales 8 dedicaban su competencia a los asuntos internacionales:
1) la Comisión de Relaciones Exteriores; 2) la Comisión de Relaciones Exteriores África; 3) la Comisión
de Relaciones Exteriores América del Norte; 4) la Comisión de Relaciones Exteriores América Latina
y el Caribe; 5) la Comisión de Relaciones Exteriores Asia-Pacífico; 6) la Comisión de Relaciones
Exteriores Europa; 7) la Comisión de Relaciones Exteriores Organismos Internacionales, y 8) la
Comisión de Relaciones Exteriores Organismos No Gubernamentales.
Durante la LXIV Legislatura, de septiembre de 2018 a agosto de 2021, al aplicar las medidas
de la austeridad republicana, se pasó de las 64 comisiones existentes a un total de 46 comisiones

34
ordinarias, de las cuales se recortaron 3 de las 8 dedicadas a temas internacionales, dejando solo 5
de ellas: 1) la Comisión de Relaciones Exteriores; 2) la Comisión de Relaciones Exteriores América
del Norte; 3) la Comisión de Relaciones Exteriores América Latina y el Caribe; 4) la Comisión de
Relaciones Exteriores Asia-Pacífico-África, y 5) la Comisión de Relaciones Exteriores Europa.
Además, en el transcurso de la Legislatura se crearon dos comisiones especiales sobre temas
internacionales: 1) la Comisión Especial de Seguimiento a la Implementación del Tratado México,
Estados Unidos y Canadá (T-MEC), y 2) la Comisión Especial para el Seguimiento a la Implementación
de la Agenda 2030 en México.
En el transcurso de la LXV Legislatura, que comenzó en septiembre de 2021 y concluirá en
agosto de 2024, aunado a las 5 comisiones mencionadas anteriormente, a finales de febrero de 2022
se sumó la creación de una nueva comisión especializada en materia internacional: la Comisión de
Organismos Internacionales, por lo que ya se cuenta con 6 Comisiones dedicadas al seguimiento de
la política exterior, de un total de 47 comisiones ordinarias del Senado. Sin duda, este es un logro
importante ante el contexto internacional actual, en el que los desafíos globales, como la pandemia de
covid-19 y el cambio climático, nos han demostrado la necesidad de la cooperación internacional y la
vigencia del multilateralismo, especialmente del Sistema de las Naciones Unidas, para buscar
respuesta a estos retos que trascienden todas las fronteras y tienen implicaciones nacionales en todos
los países.
En lo que respecta a los principales temas internacionales que se han abordado durante las
LXIV y LXV Legislaturas se encuentran los procesos de comparecencia y, en su caso, ratificación de
los nombramientos diplomáticos, alrededor de los que han surgido grandes controversias, ya que en
diversas ocasiones se han privilegiado los perfiles políticos sobre los de carrera de miembros del SEM.
En materia legislativa, la discusión, la dictaminación y la aprobación más relevante ha sido la reforma
a la Ley del SEM en materia de igualdad de género y no discriminación, de noviembre de 2021.
En cuanto a acuerdos internacionales, la aprobación del T-MEC ha sido una de las más
relevantes; el seguimiento a las negociaciones de la modernización del Acuerdo Global entre México
y la Unión Europea (TLCUEM), que se espera llegue pronto al Senado para su discusión y votación;
la aprobación del Acuerdo de Continuidad Comercial con el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda
del Norte, ante su salida de la Unión Europea; la aprobación del Acuerdo Regional sobre el Acceso a
la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América
Latina y el Caribe, mejor conocido con el Acuerdo de Escazú, así como la aprobación de acuerdos
comerciales, de inversiones y de servicios aéreos con diversos países, convenios de cooperación
cultural, y la aprobación y las enmiendas a convenios internacionales.
Como se ha visto, el Congreso es un actor fundamental para el seguimiento de las decisiones
tomadas por el ejecutivo en materia de política exterior y para la discusión de los desafíos globales
actuales. Por ello, resulta pertinente fortalecer las facultades del poder legislativo en materia de política
exterior para, al mismo tiempo, coadyuvar al diseño de una mejor política exterior por el ejecutivo.
Finalmente, a continuación se mencionan algunas acciones que podrían llevarse a cabo en lo
que resta de la presente Legislatura: 1) mantener una estrecha comunicación entre el ejecutivo y el
legislativo para una adecuada coordinación en las posiciones y en las decisiones de México en el
ámbito internacional; 2) mayor acercamiento con el SEM, así como con los embajadores y cónsules
generales para observar el cumplimiento de sus planes de trabajo, presentados en comisiones del
Senado durante sus procesos de comparecencia, y estar al tanto del desempeño de los titulares de
estas misiones diplomáticas en el exterior; 3) promover más nombramientos diplomáticos de carrera
sobre los nombramientos políticos, y demandar en estos últimos que sus perfiles cuenten con

35
experiencia internacional y las credenciales necesarias para representar a México en el exterior; 4)
promover reformas a la Ley del SEM o nuevos instrumentos legislativos que fortalezcan tanto al cuerpo
diplomático de carrera como el funcionamiento y las capacidades de la Cancillería, y 5) visibilizar más
activamente desde el Senado la participación de México en organismos internacionales y dar a
conocer los instrumentos internacionales adoptados, con sus respectivas implicaciones nacionales.

-0-

Grupo México en el Mundo

Miembros activos: Jorge Álvarez Fuentes, Martha Bárcena Coqui, Hazel Blackmore,
Héctor Cárdenas, Guadalupe González González, Carlos Heredia Zubieta, Roberta Lajous,
Luis Herrera Lasso, Gustavo Mohar, Isidro Morales, Antonio Ortiz-Mena, Carlos Pérez-Ricart,
Lorena Ruano, Miguel Ruiz Cabañas, Jorge A. Schiavon, Francisco Suárez Dávila,
María Fernanda Torres Rodríguez y José Luis Valdés Ugalde
Coordinadores: Susana Chacón, Cassio Luiselli y Olga Pellicer

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