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Dinero y Poder en El Tercer Reich

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El oscuro pasado nazi de las grandes empresas

alemanas.
En 1946, Günther Quandt, el patriarca de uno de los
imperios industriales más icónicos de Alemania y de la
dinastía que hoy controla BMW, fue arrestado por
colaborar con los nazis. Quandt alegó que había sido obligado
a unirse al partido por su rival, el ministro de
PropagandaJoseph Goebbels, y los juzgados lo
absolvieron. Pero Quandt mintió. Sus herederos, y los
de otros multimillonarios nazis, en lugar de ajustar cuentas
con sus oscuros pasados, han continuado enriqueciéndose. El
brutal pasado nazi de las dinastías que dominaron
Daimler-Benz, que cofundaron Allianz y que todavía
controlan Porsche, Volkswagen, Dr. Oetker o BMW se
ha mantenido oculto… hasta ahora.
En Dinero y poder en el Tercer Reich,el periodista
de investigación David de Jong revela la verdadera
historia de cómo las dinastías industriales más ricas de
Alemania amasaron dinero y podercolaborando con el
Tercer Reich. De Jong demuestra cómo estos magnates se
apropiaron de negocios judíos, se hicieron con mano de
obra esclava y fabricaron armas para el ejército de
Hitler. De Jong también expone cómo los intereses
políticos de otros países ayudaron a estos millonarios a
quedar impunes por sus crímenes y a ocultar un
pasado sangriento que sigue manchando de sangre la
economía alemana y mundial hasta la actualidad.

Página 2
David de Jong

Dinero y poder en el Tercer


Reich

La historia oculta de las dinastías más ricas de


Alemania

ePub r1.0
Titivillus 28.03.2023

Página 3
Título original: Nazi Billionaires: The Dark History of
Germany’s Wealthiest Dynasties
David de Jong, 2022
Traducción: Marina Rodil Parra

Editor digital: Titivillus


ePub base r2.1

Página 4
Índice de contenido
Cubierta
Dinero y poderen el Tercer Reich
Dedicatoria
Cita
Plano de Berlín
Listado de personajes
Los Quandt
Los Flick
Los Von Finck
Los Porsche-Piëch
Los Oetker
Los altos cargos nazis
Los perseguidos
Los estadounidenses
Los Reimann
Prólogo
La reunión
Introducción
PARTE I

Página 5
«Más bien mediocre»
PARTE II
«La obsesión nacionalsocialista acabará pronto»
23
PARTE III
«Los muchachos ya se han convertido en
hombres»
13
PARTEIV
«Tú seguirás con vida»
PARTE V
«Nueve ceros»
15
PARTE VI
El ajuste de cuentas
Epílogo
El museo
Apéndice
Árboles genealógicos
Agradecimientos
Nota sobre las fuentes
Abreviaturas
Sobre el autor
Notas
A la memoria de mis abuelos, Alice y
Hans, y Hannie y John, porque
lograron resistir, sobrevivir, prosperar y
les dieron a sus familias la mejor vida posible.

Página 6
«Han saqueado el mundo, asolando la tierra
con su hambre […]. Les mueve la
codicia, si su enemigo es rico; la
ambición, si es pobre […]. Arrasan a su
paso; toman el control a través de
pretextos y aclaman que es para la construcción
de un imperio. Y cuando no queda nada
tras sus pasos salvo un desierto, a eso lo
llaman paz.»
Tácito, Vida de Agrícola

Página 7
Página 8
Listado de personajes

Los Quandt
Günther Quandt: patriarca. Empresario industrial.

Página 9
Horst Pavel: mano derecha de Günther.
Toni Quandt: primera mujerde Günther. Madre de
Herbert.
Magda Goebbels: segunda mujerde Günther. Madre de
Harald.
ElloQuandt: cuñada de Günther. Mejor amiga
de Magda. Madrina de Harald.
Harald Quandt: único hijo del matrimonio de Magda y
Günther.
Gabriele Quandt: hija de Harald.
Herbert Quandt: hijo mayor de Günther.
Rescatador de BMW. Susanne Klatten: hija pequeña
de Herbert. Heredera de BMW.
Stefan Quandt: hijo pequeño de Herbert. Heredero de
BMW.

Los Flick
Friedrich Flick: patriarca y empresario industrial.
Otto Steinbrinck: mano derecha de Friedrich.
Otto-Ernst Flick: hijo mayor de Friedrich.
Muck, Mick y Dagmar Flick: hijos de Otto-Ernst.
Friedrich Karl Flick: hijo pequeño de Friedrich.
Eberhard von Brauchitsch: mejoramigo de Friedrich
Karl.
Ingrid Flick: viuda de Friedrich Karl.

Los VonFinck

August von Finck, padre: patriarca. Banquero privado.

Página 10
Kurt Schmitt: presidente de Allianz, ministro de
Economía del Reich.
August «Gustl» von Finck, hijo: inversor.
Ernst Knut Stahl: mano derecha de Gustl.

Los Porsche-Piëch
Ferdinand Porsche: patriarca. Creador de Volkswageny
Porsche.
Anton Piëch: yerno de Ferdinand. Marido de Louise.
Ferry Porsche: único hijo de Ferdinand. Oficial de las SS.
Louise Piëch: hija de Ferdinand. Mujer de Anton.

Los Oetker
Richard Kaselowsky: patriarca. Presidente de Dr. Oetker.
Rudolf-August Oetker: hijastro de Kaselowsky. Oficial
de las Waffen-SS.
Rudolf von Ribbentrop:mejoramigo de Rudolf-August.
Oficial de las Waffen-SS.

Los altos cargos nazis


AdolfHitler: el Führer.
Joseph Goebbels: ministro de Propagandadel Reich.
Marido de Magda. Padrastro de Harald.
Hermann Göring: Reichsmarschall. Responsable de la
economía de la Alemania nazi.
Heinrich Himmler: Reichsführer de las SS. Principal
organizador del Holocausto.

Página 11
Hjalmar Schacht: presidente del Reichsbank y ministro de
Economía del Reich.
Walther Funk: ministro de Economía del Reich y
presidente del Reichsbank.
Otto Wagener: asesor financiero de Hitler.
Wilhelm Keppler: asesor financiero de Hitler. Tío de
Kranefuss.
Fritz Kranefuss: organizadordel Círculo de Amigos de
Himmler.
Sobrino de Keppler.

Los perseguidos
AdolfRosenberger: cofundador de Porsche.
Johanna y Fritz Heine: empresarios.
Familia Hahn:empresarios.
Herederos de Julius e Ignaz Petschek: empresarios.
Willy Dreyfus: banquero privado.
Louis von Rothschild: banquero privado.

Los estadounidenses
Telford Taylor: fiscal jefe del Tribunal Militar
Internacional de los Juicios de Núremberg.
John J. McCloy: Alto Comisionado para la Alemania
ocupada.

Los Reimann
Albert Reimann: patriarca. Presidente de Joh. A. Benckiser
(JAB).

Página 12
Peter Harf: presidente de la junta directiva de JAB.
Persona de confianza de la familia.
Wolfgang Reimann: hijo mayor de Albert.
Prólogo

La reunión

«Y allí permanecieron de pie, impasibles, como


veinticuatro calculadoras a las
puertas del infierno».[1]

Éric Vuillard, El orden del día

Las invitaciones, enviadas por telegrama cuatro días


antes, no dejaban duda alguna: la capital los
requería. El lunes 20 de febrero de 1933, a las seis
de la tarde, cerca de dos docenas de los empresarios
más ricos e influyentes de la Alemania nazi acudieron,[2] a
pie o en sus coches con chófer, a una reunión
que se celebraría en la residencia oficialdel presidente del
Reichstag, Hermann Göring, situada en el corazón del
distrito financiero y gubernamental de Berlín. Entre los
asistentes se encontraban Günther Quandt, un fabricante
textil reconvertido en magnate de las armas y las
baterías; Friedrich Flick, un potentado del acero; el
barónAugust von Finch,una persona influyente de las
finanzas bávaras; Kurt Schmitt, consejero delegado de
Allianz, el monstruo de los seguros; ejecutivos del
conglomerado químico IG Farben y del gigante de la
potasa Wintershall; y Gustav Krupp von Bohlen

Página 13
und Halbach, presidente —⁠ a través de su matrimonio⁠ —
de la junta directiva de Krupp, el imperio siderúrgico.
Tres semanas antes, Adolf Hitler se había hecho con
el podertras cerrar un acuerdo secreto que llevó al
presidente del Reich, Paul von Hindenburg, a nombrarlo
canciller. Ahora, el líder del Partido Nazi quería
[3]
«explicar sus políticas» al grupo de empresarios
industriales, financieros, directivos y herederos; o al
menos eso es lo que les hizo creer. Los hombres de
negocios esperaban recibir noticias de tranquilidad
sobre la dirección que tomaría la economía alemana con
este nuevo Gobierno. Pero no sería así. Hitler tenía sus
propios planes para la reunión… y para el país.
Los empresarios llegaron puntuales a la rojiza
residencia palaciega de Göring, situada en la orilla sur del
río Spree en Berlín, junto al Reichstag. Pero tuvieron que
esperar; algo a lo que los impacientes magnates no
estaban precisamente acostumbrados y que no les gustaba.
Göring, su anfitrión, no les dio la bienvenida hasta que
pasaron quince minutos de la hora convenida. Con él
iba Walther Funk, el regordete y calvo jefe de prensa
[4]
del Gobierno de Hitler. El nuevo canciller apareció
incluso más tarde,acompañado de Otto Wagener, su
principal asesor económico. El maestro de ceremonias era
Hjalmar Schacht, antiguo presidente del Reichsbank, el
banco central de Alemania (con Funk, Schacht, Göring
y Schmitt —⁠ el consejero delegado de Allianz—, estaban
presentes cuatro de los futuros ministros de Economía
de Hitler). Aquella reunión era la culminación del
cuidadoso trabajo preliminar que los funcionarios de
Hitler habían llevado a cabo durante años; años de cultivar
relaciones con los magnates, de entusiasmarlos con la
causa nazi.
Tras estrechar las manos de los hombres de
negocios, Hitler se lanzó a un discurso inconexo de noventa
minutos pronunciado sin notas ni pausas. Pero, a

Página 14
diferencia de la charla sobre políticas que se les
había prometido, el canciller ofreció un extenso diagnóstico
sobre el momento político en el que vivían. El año
1918 había sido un catastrófico puntode inflexión en la
historia de Alemania, con la derrota de su imperio en
la Primera Guerra Mundial y la revolución en
Rusia que dio el podera los comunistas.A ojos de
Hitler, había llegado la hora de resolver de una vez
por todas la batalla entre la izquierda y la derecha.[5]
Hitler sostenía que, si lo apoyaban en su ascenso
como Führer, los magnates también se respaldarían a
sí mismos, a sus empresas y a sus fortunas.
«Las empresas privadas no pueden mantenerse en la
época de la democracia»,[6] dijo el canciller de a la
sazón cuarenta y tres años. «Solo son concebibles si la
gente tiene una idea clara de lo que es la autoridad y
la personalidad. Todo lo positivo, bueno y valioso que
se ha conseguido en el mundo en el campo de la
economía y la cultura se atribuye exclusivamente a la
importancia de la personalidad». Hitler no habló sobre la
abolición de los sindicatos, el rearme, la guerra o
sobre apartar a los judíosde la vida alemana. Pero sí
ofreció un avance de lo que estaba por llegar:
«Primero debemos conseguir un poderabsoluto si queremos
aplastar por completo al otro bando».[7]
Hacia el final de su discurso, Hitler expuso cómo
sucedería todo esto. En solo dos semanas, el 5 de
marzo, el pueblo alemán decidiría el futuro del
país en las elecciones nacionales; «las últimas elecciones»,[8]
segúnHitler. De una manera u otra, la democracia
caería. El nuevo canciller de Alemania tenía la
intención de disolverla por completo y reemplazarla con
una dictadura. «Independientemente del resultado», les previno,
«no habrá vuelta atrás […]. Solo existen dos posibilidades:
o bien se acorralará a los oponentes en el terreno
constitucional […] o bien se dará un enfrentamiento con

Página 15
otro tipo de armas, que pueden exigir mayores sacrificios». Si
las elecciones no concedían el control a su partido,
se desataría una guerra entre la izquierda y la
derecha, dio a entender. «Espero que el pueblo
alemán sepa reconocer la grandeza del momento». La
elocuencia de Hitler fluía poética. «Decidirá cómo serán los
próximos diez o probablemente cien años».
Gustav Krupp, el magnate de las armas y el
acero, como presidente de la Asociación de Industrias del
Reich, era primus inter pares entre el grupo de empresarios
asistentes a la reunión y su portavoz designado. El
empresario industrial de sesenta y dos años había
preparado un extenso memorándum para hablar sobre
política económica en la reunión, su primer encuentro
con Hitler. Pero puesto que el nuevo canciller acababa
de llamar a la disolución de la democracia alemana,
Krupp pensó que sería mejorno empezar un debate
sobre los aburridos detalles de sus políticas. En su
lugar, le dio las gracias a Hitler con resignación, en
nombre de los hombres allí reunidos, «por habernos
expuesto una imagen tan clara de la concepción»[9] de
sus ideas. Krupp finalizó con unos inofensivos comentarios
generales sobre la necesidad de encontrar un remedio
rápido para los problemas políticos de Alemania y
para formarun Estado fuerte, que ayude a que «la
economía y los negocios puedan desarrollarse y
prosperar».
Tras escuchar los comentarios de Krupp, el
canciller nacido en Austria no aceptó ninguna pregunta
de los empresarios ni especificó cuál era el verdadero
propósito de la reunión. Delegó dicha tarea en el
anfitrión, Göring, y se marchó.
Göring comenzó con una agradable promesa de
estabilidad. Aseguró a estos gigantes de la industria y
las finanzas «que, con el apaciguamiento político, la
economía doméstica también se tranquilizará».[10] Según él,

Página 16
no se llevaría a cabo ningún «experimento» económico.
Pero, para asegurar un clima favorable para los negocios, la
nueva coalición de Hitler tendría que alzarse victoriosa en
las próximas elecciones. Y por fin, el presidente del
Reichstag fue al grano: el Partido Nazi necesitaba
dinero para la campaña electoral. Puesto que el
dinero de los contribuyentes y los fondos del
Estado no podían emplearse para fines políticos, «otros
círculos que no formen parte de esta batalla política
deberían, al menos, realizar los sacrificios financieros que
tan necesarios son en estos momentos».
La conclusión de Göring se hacía eco de la de
[11]
Hitler: los «sacrificios económicos» que se requerían de
estos titanes de la industria eran más que razonables
teniendo en cuenta que «las elecciones del 5 de
marzo serán seguramente las últimas en celebrarse en
los próximos diez años, probablemente incluso en los
próximos cien años». Tras estos comentarios, Göring abandonó
la estancia, dejando a sus invitados estupefactos y
con mucho que sopesar.
Entonces tomó la palabra Hjalmar Schacht, el
economista bigotudo. A diferenciade los dos oradores que lo
habían precedido, Schacht entró directamente en materia
y sugirió crear un fondode tres millones de reichsmark
(hoy en día, unos dieciocho millones de euros) para la
campaña electoral del Partido Nazi y de su socio
nacionalistade coalición,[12] el Partido Nacional del Pueblo
Alemán, al que aún necesitaba para gobernar el país…,
aunque no durante mucho más tiempo.
Allí mismo, los empresarios decidieron qué parte de
la suma tocaba a cada uno de ellos. Las industrias del
carbón y del acero de la región del Ruhr pagarían
un millón de reichsmark, mientras que las industrias
química y de la minería de potasa aportarían cada una
quinientos mil reichsmark. El millón restante se dividiría
entre la industria de lignito, los fabricantes de coches

Página 17
y las empresas de ingeniería mecánica y eléctrica. Los
hombres acordaron que el 75 % del dinero se destinaría
al Partido Nazi. El cuarto restante iría para su socio
de coalición. Para concluir, Schacht pronunció la frase más
breve y cara de la noche: «Y ahora, caballeros, ¡a
[13]
pasar por caja!».
La invitación de Hitler a esta discusión sobre política
económica había sido, en realidad, poco más que un pretexto
para solicitar millones de reichsmark para la creación de
un fondoilegal para la campaña electoral. Hitler y Göring
habían dejado fuera de sus discursos un detalle
importante:la precaria situación financiera del Partido Nazi.
Tenía una deuda de más de doce millones de
reichsmark y poco dinero en efectivo a mano,[14] por
lo que no podían montar una campaña electoral a
nivel nacional. Pero el asunto del dinero se zanjó
rápidamente. En los días y semanas posteriores a la
reunión, muchos de los asistentes, a través de sus
compañías y asociaciones industriales, transfirieron enormes
sumas de dinero a una cuenta de un trust que
Schacht había abierto en el banco privado Delbrück
Schickler, en Berlín.
Es evidente que los magnates no mostraron reparos a
la hora de financiar el ocaso de su democracia. Las
donaciones más altas que recibieron los nazis fueron de la
asociación de la industria minera (seiscientos mil
reichsmark) y de IG Farben (cuatrocientos mil reichsmark).[15]
El día después de la reunión, el 21 de febrero
de 1933, Joseph Goebbels, de treinta y cinco años, que
lideraba la máquina de propaganda nazi desde Berlín
en su rol de Gauleiter (‘líder regional’) de la capital,
escribió en su diario: «Göring trae la fantástica nueva
de que tenemos tres millones disponibles para las
elecciones. ¡Maravilloso! Informo de inmediato a todo el
departamento de propaganda. Una hora después, las
máquinas comienzan a funcionar.Pondremos en marcha nuestra

Página 18
campaña electoral… Hoy me divierte mi trabajo. Tenemos
[16]
dinero». Goebbels había empezado esta entrada de su
diario el día anterior, cuando describió la sensación de
desánimo que había visto en la sede central de Berlín por
la falta de fondos. ¡La de cambios que pueden
producirse de la noche a la mañana!

Página 19
Introducción

El 8 de mayo de 2019, Verena Bahlsen, de veintiséis


años y heredera de la gigantesca empresa de galletas
Bahlsen, salió al escenario de un congreso de marketing
digital en Hamburgo para dar un discurso de apertura,
emitido en directo, sobre sostenibilidad alimentaria. Llevaba
puesto un peto vaquero sobre un jerseyde cuelloalto
negro, y una chaqueta también negra; los colores
apagados contrastaban llamativamente con su ondulado
cabello pelirrojo y sus brillantes pecas. Agarró el
micrófono con confianza. Tras unos minutos hablando, sin
embargo, se desvió del tema para responder a un
político socialista que había intervenido antes que ella y que
había planteado que las empresas más grandes de Alemania,
como BMW, deberían ser propiedad del país. «Soy
[1]
capitalista», declaró Verena. «Me pertenece un cuarto de
Bahlsen y me alegra que así sea. Debería seguir
siendo así. Quiero obtener beneficios y comprarme veleros
y cosas así con mis dividendos».
Sus comentarios improvisados despertaron de
inmediato furiosas reacciones en las redes sociales. ¿Cómo
se atrevía a alardear sobre su fortuna, especialmente
cuando se sabía que la empresa de su familia
había utilizado a trabajadores forzados durante la Segunda
Guerra Mundial? Unos días después, Verena se
desentendió de las críticas en unos comentarios
para Bild, el periódico más importante de Alemania: «Eso
sucedió antes de que yo naciera y, además, pagamos a
los trabajadores forzados exactamente lo mismo que a
los alemanes y los tratamos igual de bien».[2] Después
añadió: «Bahlsen no tiene nada por lo que sentirse culpable».
Se desató el escándalo. Verena había cometido la que
quizá sea la mayor ofensa moral en la Alemania moderna:
mostrar ignorancia histórica sobre la época de los nazis. No

Página 20
era ningún secreto que la empresa de su familia,
como la mayoría de compañías alemanas, se había
beneficiado del sistema de trabajos forzados de la Alemania
nazi durante la Segunda Guerra Mundial, por el que
millones de extranjeros fueron desplazados de sus
países natales y obligados a trabajar en las fábricas
alemanas, a menudo por un sueldo insignificante y en
condiciones abominables. En el caso de Bahlsen, unas
[3]
setecientas trabajadoras forzadas, en su mayoría mujeres
polacas y ucranianas, fueron deportadas a la fábrica
de galletas de Hannover, donde se les pagó mal y se
las maltrató. Los comentarios de Verena generaron
titulares por todo el mundo y los efectos
colaterales no se hicieron esperar. Historiadores y políticos
condenaron sus declaraciones y hubo llamamientos a
boicotear las galletas Bahlsen.
En cuestión de días, una hilera de limusinas Mercedes
negras aparcaron frente al bloque de pisos del barrio
berlinés de Prenzlauer Berg donde vivía Verena y se
la llevaron tanto a ella como a sus cosas de vuelta
a casa, a Hannover. Verena se disculpó entonces
públicamente a través de la empresa familiar. Pero los
periodistas de la revista Der Spiegel comenzaron a
investigar.[4] Desvelaron que el abuelo y los tíos
abuelos de Verena, los hombres que dirigieron Bahlsen
durante el Tercer Reich, habían sido miembros del
Partido Nazi de Hitler (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán
o NSDAP) y donantes de las SS, la todopoderosa
organización paramilitar de la Alemania nazi. Los
reporteros de investigación descubrieron que muchas de las
mujeres ucranianas fueron deportadas a la planta de
Hannover desdeuna fábrica de galletas expropiada de
Kiev, de la que se había apropiado Bahlsen. Tras la
guerra, como millones de alemanes, los Bahlsen negaron
todos los cargos y se fueron de rositas.

Página 21
A medida que el escándalo público crecía, la
familia Bahlsen utilizó una técnica ya probada para
apaciguar a las masas: anunciaron, a través de la
empresa, que habían contratado a un destacado
historiador alemán para que investigara de forma
independiente la empresa al completo y la historia
familiar, incluida la época del nazismo. Los
descubrimientos se harían públicos en un estudio años
después, cuando la investigación hubiera concluido. El
anuncio funcionó y la polémica fue desapareciendo.
Pero yo sabía hacia dónde se dirigía esta historia.

Unos años antes, a finales de noviembre de 2011, me


había unido a Bloomberg News como reportero de un nuevo
equipo que investigaba riquezas ocultas y a
multimillonarios y empresas familiares muchísimo más grandes
que la de las galletas Bahlsen. Comencé a trabajar
en la oficina de Nueva York una semana después de
que el departamento de policía de la ciudad hubiera
desalojado violentamente el movimiento Ocuppy Wall
Street del parque Zucotti, en el corazón del distrito
financiero de Manhattan. Tras los años de crisis económica, la
tensión entre el 1 % de la población y el 99 %
restante era palpable en todo el mundo. Aunque me
habían contratado para que cubriera a las dinastías
empresariales estadounidenses —⁠ como los Koch y los Walton
(que controlan las tiendas Walmart)—, como soy holandés,
no tardaron en pedirme que añadiera los países de
habla alemana a mi área de trabajo.
Acepté a regañadientes. La despiadada ocupación de mis
nativos Países Bajos por parte de Alemania entre mayo de
1940 y mayo de 1945 había dejado una profunda cicatriz
en las generaciones que me precedían y en nuestra
consciencia nacional. En aquella época, «ellos» habían
ocupado y saqueado nuestro país. Cuando era pequeño y
vivía en la Amsterdam de la década de 1990, vi cómo los

Página 22
alemanes «invadían» nuestras playas durante las vacaciones
de primavera y verano y, lo que era peor, a
menudo nos ganaban al fútbol (todavía lo hacen).
Mi irónico antagonismo hacia los alemanes venía de
las experiencias de mi familia durante la guerra. En
1941, mi abuelo materno, protestante y soltero, intentó huir
de los Países Bajos navegando hacia Inglaterra con su mejor
amigo.[5] Su plan era unirse a la Real Fuerza
Aérea británica (RAF), pero el viento llevó su bote de
vuelta a la orilla. Los soldados alemanes los arrestaron
y condenaron como prisioneros políticos. Mi abuelo
estuvo cautivo casi dos años y se vio obligado a
trabajar en una fábrica de acero de Bochum. Allí
contrajo tuberculosis y, cuando lo liberaron, estaba
raquítico, al bordede la muerte.
Mis abuelos paternos, que eran judíos, estuvieron
[6]
separados durante la guerra. Mi abuelo poseía y
dirigía fábricas de encajes y medias cerca de la
frontera germano-holandesa, y se las ingenió para
esconderse en el centro de Ámsterdam cuando se las
expropiaron. Mi abuela, natural de Suiza, trató de
escapar con mi tía, de tres años, y un amigo, a
su país natal en 1942. La Gestapo (la policía secreta de
la Alemania nazi) las detuvo en la frontera francosuiza,
pero uno de los oficiales se compadeció de mi
abuela y su niña pequeña y las dejó marchar.
Consiguieron cruzar la frontera y llegar a Suiza. Su
compañero en este intento de huida, un pintor
reconocido, no fue tan afortunado. Lo subieron a un tren
que lo condujo al campo de exterminio de Sobibor, en
la Polonia ocupada, donde fue asesinado.
Mis abuelos, a pesar de lo que sufrieron durante
la guerra, tuvieron una suerte extraordinaria. Mi abuelo
judío se reunió con su mujery su pequeña hija tras
la liberación de Europa y recuperó sus fábricas,
aunque, trágicamente, su padre murióen el campo de

Página 23
concentración de BergenBelsen. Mis abuelos judíosnunca
mostraron rencor hacia los nazis, a pesar de que estos
habían asesinado a sus seres queridos. Y tampoco lo
hizo mi abuelo materno por el tiempo que había sido
prisionero de los alemanes. Antes de que lo privaran de
su libertad, se había enamorado de su vecina. Se
recuperó de la tuberculosis en un sanatorio suizo y
mi abuela permaneció todo el tiempo junto a su cama.
Poco después de que él se recuperara, se casaron.
Mis padres nacieron unos años después de la
guerra. En resumidas cuentas, mis abuelos construyeron
una buena vida para ellos, para sus hijos y para mí.
Aun así, mi abuelo materno tenía una forma
inofensiva de «vengarse» de los alemanes: no parar de hacer
chistes sobre ellos. De pequeño era mi héroe; un orgulloso
patriota holandés. Mis abuelos vivieron en una finca en
un pequeño pueblo de trescientos habitantes, cerca de las
playas preferidas de los alemanes. «Se avecina otra
invasión», bromeaba cada primavera. Solía pedirme que le
prometiera que nunca me tomaría en serio a los
alemanes porque para eso se bastaban y sobraban ellos
solos. Se lo juré de todo corazón. «El humor es la
mejorvenganza», decía.
Pero, a causa de mi trabajo, llegué a tomarme
a los alemanes muy en serio, sobre todo a los que
estaban en grandes empresas y las altas finanzas. En el
verano de 2012, como parte de un reportaje, di por
casualidad con una página web aparentemente inocua. «Harald
Quandt Holding» era el nombre de la página principal
de esta compañía, que valoraba los activos de sus
diversas empresas de inversión en 18 000 millones de
dólares (unos 17 250 millones de euros). ¿Cómo lograba
una desconocida oficina alemana de gestión de
patrimonios familiares, con una web básica de una sola
página, invertir unas cantidades tan impactantes de dinero?

Página 24
Esa pregunta se convirtió en el cabo suelto que me
condujo hasta esta historia.
Resultó que esta rama de los negocios de la dinastía
Quandt descendía de una tal Magda Goebbels,[7] la
primera dama extraoficial del Tercer Reich y la mujer del
ministro de Propagandanazi, Joseph Goebbels. Harald fue
el único de los siete vástagos de Magda que sobrevivió
a la guerra. Producto del primer matrimonio de esta con
el empresario industrial Günther Quandt, Harald se crio en
la casa de los Goebbels, pero nunca se unió al
Partido Nazi. Tenía un hermanastro mayor, Herbert
Quandt, que salvaría a BMW de la bancarrota años
después de la guerra. En 2012, los herederos más
jóvenes de Herbert seguían siendo la familia más rica
de Alemania, al controlar casi por completo BMW,
mientras que los herederos de Harald gestionaban un
grupo empresarial más «pequeño» en una arbolada ciudad
balneario a las afueras de Fráncfort.
En 2007, la dinastía Quandt, en un movimiento
no muy distinto al de los Bahlsen, encargó a un
catedrático de historia alemán que investigara el pasado nazi
de la familia. La petición surgió a raíz de un
documentalcrítico con ellos que llevó a las pantallas parte de
la relación familiar con el Tercer Reich, y que se
centró en la producción en masa de armamento, el
uso de trabajadores forzados y esclavos, y la
apropiación de compañías judías. Günther y Herbert Quandt
se encontraban al frente de empresas familiares que
habían estado implicadas en estas actividades.
Lo que me sorprendió durante mi investigación para el
reportaje fue la continua falta de transparencia histórica
entre los miembros de la rama más rica de la dinastía
Quandt, la que controla BMW, incluso después de
que el estudio encargado por la familia —con el expreso
objetivo de mostrar «franqueza»—[8] se publicara en
2011. Dicho estudio reveló que los patriarcas de la

Página 25
familia habían cometido muchos más crímenes brutales
durante la época del nazismo. Pero como no tardé en
descubrir, los Quandt no eran los únicos. Otras dinastías
de empresarios alemanes habían emergido durante el
Tercer Reich y crecido hasta poseer enormes fortunas
a nivel mundial, pero tenían problemas —⁠ o directamente
se negaban— a hacer frente a su oscuro linaje.
Estas historias jamás se han contado fuera de Alemania.
Mientras tanto, las familias protagonistas todavía
mantienen el control de miles de millones de euros y
dólares. Algunos de los herederos ya no son los
dueños de las empresas, sino que solo gestionan la
riqueza que han heredado. Pero muchos otros poseen
marcas conocidas cuyos productos se pueden hallar por
todo el mundo: desdelos coches que conducimos al café
y la cerveza que bebemos, las casas que alquilamos, la
tierra en la que vivimos y los hoteles que reservamos
para nuestras vacaciones y viajes de negocios. Mis artículos
se centraban principalmente en las finanzas de estas
familias. Después de todo, se trataba de Bloomberg.
Pero este ángulo dejaba sin respuesta las preguntas más
interesantes: ¿cómo lograron los patriarcas de estas
familias alcanzar semejantes cotas de poderbajo el gobierno
de Hitler? ¿Por qué se consintió que la mayoría de
ellos saliera impune cuando cayó la Alemania nazi? Y
¿por qué, después de tantas décadas, muchos de los
herederos siguen haciendo tan poco por reconocer los
crímenes de sus antecesores y transmiten una versión de
la historia que mantiene ocultos estos asuntos? ¿Por qué
sus fundaciones benéficas, premios a los medios y
sedes corporativas todavía llevanlos nombres de los
patriarcas que colaboraron con los nazis?
La respuesta a estas preguntas, o al menos una
parte,reside en estas páginas; en las historias del
origen de algunas de las dinastías más ricas de la
Alemania actual, que siguen controlando sectores de

Página 26
la economía global. O, para ser más precisos, las
respuestas se encuentran en las historias de los patriarcas
de dichas dinastías, que acumularonun capital y
poder incalculables como cómplices de las atrocidades del
Tercer Reich. Nacidos cerca o en la propia
Alemania imperial, estos hombres se unieron a las
élites empresariales durante el volátil periodo que
siguió a la Primera Guerra Mundial. Para cuando comenzó
la era del nazismo en 1933, se habían convertido en
reconocidos empresarios industriales, financieros,
productores de comida o diseñadores de coches,
aunque algunos solo estaban empezando sus carreras
como herederos de sus arrogantes padres. Colaboraron con
el régimen de Hitler durante los años que desencadenaron la
Segunda Guerra Mundial y a lo largo de esta,
enriqueciéndose a sí mismos y a sus empresas a
través de la producción de armas, el empleo de
mano de obra forzosa y esclava, y la apropiación de
negocios pertenecientes a personas judías y no judías,
tanto en Alemania como en los territorios ocupados por los
nazis.
Algunos de estos magnates eran nazis acérrimos que abrazaron
sin reparos las ideas de Hitler. Pero la mayoría eran
simplemente unos oportunistas calculadores y sin
escrúpulos que querían expandir a toda costa sus imperios
empresariales. Todos se convirtieron en miembros del
Partido Nazi o de las SS, o de ambos, durante
el Tercer Reich. Así es la historia oscura de
los Quandt de BMW; de los Flick, antiguos propietarios
de Daimler-Benz; de los von Finch,una familia de
inversores que cofundó Allianz y Munich Re; de los
Porsche-Piëch, que controlan Volkswageny Porsche; y de
los Oetker, que poseen un imperio global de
repostería, comida preparada, cerveza y hoteles de lujo. Sus
patriarcas son los multimillonarios nazis. Este libro detalla las
historias y los ajustes de cuentas de esas dinastías

Página 27
empresariales alemanas, que aún hoy en día conservan la
influencia y relevancia en el mundo que tuvieron
durante el Tercer Reich.
Pero este volumen no trata únicamente sobre los pecados
de los titanes industriales y financieros de Alemania.
Aquí también está la historia de cómo, tras la guerra,
les tocó a los victoriosos Aliados decidir los destinos
de estos especuladores nazis. Pero en aras de los intereses
políticos, y por miedo a la acechante amenaza del
comunismo, Estados Unidos y Reino Unido devolvieron
discretamente a la mayoría de estos magnates a
Alemania, que, a su vez, permitió que salieran impunes con
poco más que un tirón de orejas. En las décadas
siguientes, la parte occidental de la Alemania dividida se
convirtió en una de las economías más prósperas del
mundo y esos mismos empresarios nazis acumularonmiles de
millones de dólares, uniéndose así a las filas de los
magnates más ricos del planeta. Todo ello mientras
guardaban silencio o mentían descaradamente sobre sus
vínculos genocidas.
Hoy en día, solo algunos de los herederos de
estos patriarcas han saldado cuentas con su pasado familiar.
Otros todavía se niegan a hacerlo y no les pasa
nada por ello. Verena Bahlsen no sufrió consecuencias
profesionales por sus comentarios. De hecho, su
[9]
padre la ascendió al poco tiempo. A mediados de marzo
de 2020, Bahlsen anunció que Verena, y no alguno
de sus tres hermanos, sería la accionista activa principal de
la compañía y representaría a la siguiente generación de
la empresa familiar.

La Alemania que surgió de la derrota de la


Segunda Guerra Mundial se convirtió en una sociedad
tolerante, que educó a sus habitantes, tanto para el
recordar como para arrepentirse de sus errores pasados.
Mientras que muchas de las grandes potencias mundiales

Página 28
actuales han sido víctimas de dictadores, populistas de la
extrema derecha y demagogos, Alemania se ha
mantenido como la espina dorsal moral de Occidente.
Gran parte de esa trayectoria tiene su origen en el
continuo ajuste de cuentas público que mantiene con
su pasado nazi y con la cantidad de atrocidades que
sucedieron bajo el régimen hitleriano. Durante los últimos
cincuenta años, sus líderes políticos no han evitado asumir
responsabilidadesmorales ni reconocer los pecados del
pasado. Claro que, más recientemente, Alemania ha iniciado
una transformación en la dirección contraria. A medida
que los últimos testigos de la época del nazismo
fallecen y los recuerdos del Tercer Reich se borran,
una derecha reaccionaria e insolente, cada vez más
popular, está maltratando descaradamente los ideales
progresistas de la Alemania de la posguerra.
En una época en que la desinformación es
omnipresente y la extrema derecha está en alza a
nivel mundial, la transparencia histórica y el consecuente
ajuste de cuentas resulta primordial, como podemos ver
en Estados Unidos y Reino Unido, donde las estatuas
de Cristóbal Colón, los generales confederados y los
comerciantes de esclavos se están derribando y las
universidades con nombres de presidentes racistas están
siendo rebautizadas. Aun así, este movimiento que se
enfrenta al pasado se está saltando, de alguna
forma, a muchos de los legendarios empresarios
industriales alemanes. Su turbio legado permanece oculto
a plena vista. Este libro intenta, aunque sea a una
escala menor, enmendar ese error.

Página 29
PARTE I

«Más bien mediocre»

La familia Quandt se había beneficiado durante décadas


de la guerra y la agitación. Sin embargo, cuando
Günther Quandt trasladó su residencia permanente a
Berlín en mitad de una pandemia de gripe en octubre de
1918, la guerra y la agitación estaban a puntode
quitarle al magnate del textil de treinta siete años su
país. Günther presenció de primera mano la desaparición de
su querido Imperio alemán cuando este perdió la
Primera Guerra Mundial y a millones de sus hombres
en las trincheras. A pesar de la aplastante derrota del
Estado imperial, los Quandt se hicieron millonarios
[1]
gracias a la guerra. Las fábricas textiles familiares
que Günther dirigía en el Brandenburgo rural, a
pocas horas al norte de la capital, habían producido en
masa miles de uniformes a la semana para su cliente
imperial de toda la vida. Oleadas de jóvenes soldados
alemanes fueron enviadas a las trincheras y al
frente, y todos necesitaban un uniforme nuevo que
sustituyera la destrozada ropa de combate de sus compañeros
caídos. Y así continuó, semana tras semana, durante
cuatro años aparentemente infinitos.
Pero las pérdidas de Alemania supusieron ganancias
para Günther. Para cuando la guerra terminó, Quandt
se había embolsado el suficiente dinero gracias a ella

Página 30
como para financiar su traslado definitivo a Berlín.
Durante el conflicto, Günther se las ingenió para evitar el
servicio militar, en un principio porque lo consideraron
no apto físicamente, y más adelante porque se había
convertido en una figura destacada de la economía de
guerra del imperio. Desde Berlín, supervisaba un
departamento gubernamental que suministraba lana a la
armada y a la marina. Al mismo tiempo,
Günther dirigía sus fábricas familiares, enviando instrucciones
a diario por carta, mientras sus dos hermanos pequeños y
su cuñado luchaban en el frente. Cuando volvieron de
la batalla, Günther les comunicó que se trasladaba
definitivamente a Berlín y que continuaría supervisando las
fábricas desdela bulliciosa capital alemana. Pero también
aspiraba a maniobrar en escenarios más amplios, a
explorar nuevos negocios y a expandir sus
horizontes hacia otras industrias.
A Günther le encantaba Berlín. Había nacido el 28
de julio de 1881 en la rural Pritzwalk, a unos ciento
treinta kilómetros al noroeste de la capital imperial.
Como primogénito de una prominente familia dedicada al
sector textil, y por ello heredero natural de su
padre, lo enviaron con quince años a Berlín, donde
vivió con su profesor de inglés, para que recibiera una
buena educación. El Imperio alemán se había convertido en
una de las naciones más industrializadas con el cambio
de siglo, y Berlín era su centro neurálgico. Günther
empleaba su tiempo libre en explorar la animada y
creciente metrópolis, en cuyas calles presenció la construcción
del ferrocarril elevado y el sistema subterráneo del
metro. El magnate recordaría sus días de estudiante en
Berlín como unos «añosfelices».[2] Hubiera preferido estudiar
arquitectura, pero eso estaba fuera de toda discusión. Se
lo requirió de vuelta en casa para aprender el negocio
textil de su enfermizo padre Emil, un hombre alto y fornido
con un frondoso bigote, y un orgulloso prusiano

Página 31
protestante que se aferraba a los estrictos principios de
austeridad, devoción y trabajo duro.
Pero en esta ocasión, Günther no se trasladaría a
Berlín en solitario. Su mujer Toni y sus dos hijos
pequeños, Hellmut y Herbert, lo acompañarían. Günther y
Toni llevaban casados doce años y Hellmut y Herbert
tenían diez y ocho años respectivamente. Toni, hermosa y
morena, era el amor de la vida de Günther. Habían
estado a puntode prohibirle que se casara con
[3]
ella, ya que sus padres consideraban a la
familia de Toni unos nuevos ricos. Sus intentos por
detener la relación provocaron que Günther se planteara
seriamente emigrar a Estados Unidos. Llegó incluso al
extremo de buscar la ruta más barata para
conseguirlo: en barco hasta Baltimore para conseguir trabajo en
Chicago. Pero Günther no cejó en su empeño. Al
final, el amor y la perseverancia se impusieron y sus
padres le dieron su bendición.
El 15 de octubre de 1918, durante las vacaciones
otoñales, Toni y los niños viajaron a Berlín para visitar
a Günther y conocer su nuevo hogar. La familia
de cuatro se hospedó en el lujosoHotel Fürstenhof, en
la Potsdamer Platz. Günther estaba ansioso por
enseñarles la mansión que había comprado aunos veinticinco
kilómetros al suroeste del centro de la capital, en
el frondoso barrio periférico de Neubabelsberg, una colonia
de villas que eran hogar de muchos de los banqueros,
empresarios industriales y adinerados intelectuales de
Berlín. La casa daba directamente al lago Griebnitz y
limitaba con el parque del palacio de Babelsberg,
lleno de árboles centenarios y residencia veraniega del
emperador. Toni todavía no se había recuperado de la operación
que siguió al complicado alumbramiento de Herbert y
esperaba recobrar la salud en aquella casa con unos
alrededorestan agradables: un lago, un parque y una
calle flanqueada por exuberantes sicómoros, tilos y arces.

Página 32
«Aquí me repondré por completo»,[4] le dijo a Günther
después de que les mostrara a ella y los niños el
lugar.
No sería así. Un día después de visitar su
nueva casa, Toni y los niños volvieron a Pritzwalk. Esa
misma noche, Günther recibió la llamada de un
empleado: Toni había regresado de Berlín con ligeros síntomas
de gripe. Se había trasladado a los niños con un pariente
para evitar el riesgo de contagio. Duranteuna pandemia, uno
nunca podía tomar suficientes precauciones; la gripe
española se contagiaba muy fácilmente. En cuestión de un
par de días, la gripe de Toni derivó en neumonía
doble. Desesperado, Günther condujo hasta la consulta
de un médico que conocía, pero este no pudo ayudarlo
de inmediato: tenía casi una docena de pacientes con la
misma enfermedad. Toni murió aquella fría noche de
octubre. Solo tenía treinta y cuatro años. La delicada
mujerque anhelaba un nuevo comienzo no fue rival
para la segunda olaglobal de gripe española que dejó
millones de muertes a su paso.
De la noche a la mañana, Günther se
convirtió en un viudo solitario en la frenética capital de
un imperio derrotado, al bordede la extinción. Y lo
que es más, sus dos hijos pequeños, que acababan de
perder a su madre, se mudarían pronto con él y
necesitarían mucho más cariño del que nunca
podría darles. Günther apenas tenía tiempo para ellos.
Tenía que construir un imperio. Tras el funeral de Toni
en Pritzwalk una mañana soleada de otoño, Günther
permaneció junto a su tumba y sintió que había perdido
«algo irrecuperable». [5] «Yo creía que las personas solo son
capaces de dar y recibir amor verdadero una vez en
su vida», escribió.
Pero seis meses después, Günther volvióa
enamorarse. Y fue una relación que aún hoy persigue
a los Quandt. Se encaprichó de Magda Friedländer,

Página 33
quien más adelante sería conocida como Magda Goebbels, «la
primera dama del Tercer Reich».
2

En la calurosa noche primaveral del 21 de abril de


1919, Günther se subió a un abarrotado tren en Berlín. Era
lunes de Pascua y se disponía a viajar en primera
clase hasta Kassel —⁠ enel centro de Alemania— con dos
socios, para asistir a una reunión de negocios. Poco
antes de partir, una madre depositó a su hija
adolescente ante el compartimento privado de los
hombres de negocios. La chiquilla iba cargada de
maletas y cajas. Su madre se había recorrido el tren
entero en busca de un asiento libre. Sus instrucciones
cuando se marchó fueron: «Magda, te quedarás aquí
mismo».[6] Günther esperó dos o tres minutos antes de
levantarse e invitar con indiferencia a la joven a que
se sentara con ellos. Y a la tímida Magda le
llevó mucho más rato y unas cuantas invitaciones por
parte de Günther abrir la puerta del compartimento y
unirse a aquel trío de hombres mucho mayores que
ella.
Despuésde que Günther la ayudara a colocar sus
cosas, Magda se hundió en su asiento tapizado de
felpa. Cuando empezaron a hablar, Günther descubrió lo
atractiva que era: «Había invitado a sentarse con
nosotros a una aparición excepcionalmente hermosa: ojos
azul claro, un precioso y abundante cabello rubio,bien
vestida, con un rostro simétrico y una esbelta
[7]
figura», escribiría después. Magda tenía solamente diecisiete
años; era veinte años más joven que Günther y solo seis
años mayor que Hellmut, el primogénito de Günther.
Magda había pasado las vacaciones de Semana Santa con
su madre y su padrastro en Berlín e iba de
vuelta a su internado en Goslar, el montañoso centro

Página 34
de Alemania. Günther y Magda hablaron durante todo
el trayecto sobre viajes y los teatros berlineses. Él
quedó embelesado. Alrededor de la una de la mañana,
el tren se detuvo en la estación de Goslar. Günther
ayudó a Magda a bajar sus pertenencias del tren
y de un vistazo, lo más discretamente que pudo,
localizó la dirección del internado en la etiqueta de su
equipaje.
En cuanto llegó a Kassel, Günther le envió una
carta a la joven preguntándole si podía visitarla la
tarde siguiente en el internado. Fingiría ser un amigo
de su padre para conseguir que la directora la dejara
salir. Magda estuvo de acuerdo. Al día siguiente, Günther
se presentó en el internado con unas rosas; no para
Magda, sino para encandilar a la directora y conseguir
que le permitiera dar un paseocon la joven. Así dio
comienzo su noviazgo. En tan solo su tercera cita,
durante un pintoresco recorrido por las montañas de
Harz, Günther se declaró a Magda en la parte
trasera de su coche con chófer.[8] Anonadada, la muchacha
le pidió tres días para considerar la proposición. Los
matrimonios que había conocido en sus diecisiete años de
vida habían sido de todo menos buenos.
Magda había nacido de una relación extramatrimonial en
Berlín, el 11 de noviembre de 1901, y, aunque sus
padres, el ingeniero Oskar Ritschel y la criada Auguste
Behrend, terminarían contrayendo nupcias, la madre de
Magda se divorció de Ritschel tras descubrir que este
estaba teniendo una aventura. Entonces, Auguste volvióa
casarse; su segundo marido, Richard Friedländer, era un
hombre de negocios judío y alemán. Pero ahora también
estaban a puntode separarse. Magda creció como hija
única en una casa cosmopolita de clase media alta, y
desplazó con su madre y su padrastro de Berlín a
Bruselas, donde la matricularon en un estricto
internado católico dirigido por monjas. La joven tenía lazos

Página 35
judíosque iban más allá de su padrastro.[9] Cuando Magda
conoció a Günther, acababa de romper con su novio,
VictorChaim Arlosoroff, un ambicioso judío expatriado de
Rusia que estudiaba economía en la prestigiosa Universidad
Humboldt de Berlín. Sin embargo, al ser una shiksa
—⁠ una mujerque no es judía—, la joven sintió que nunca
pertenecería por completo a su comunidad.
Magda aceptó la proposición de matrimonio de Günther
tras meditarlo durante esos tres días. Le desconcertaba que
este hombre robusto, mayor que ella y que rezumaba
riqueza y podercon sus trajes de chaqueta cruzada, cuellos
almidonados y gemelos dorados, mostrara tanto interés
por ella. Alto, de penetrantes ojos azules y cabeza
redonda, medio calvo y con un terrible flequillo de
cortinilla, Günther tenía un aspecto imponente… aunque
no necesariamente atractivo. Pero la decisión de casarse
con alguien dos décadas mayor no se tomaba por
amor;la fascinación y la ambición también jugaban un
papel importante.Günther, que se movía por el mundo
con su sonrisa picara como si siempre supiera algo que
los demás ignoraban, impresionaba a la joven. Magda
anhelaba dejar atrás el internado y convertirse en la
esposa de alguien con grandes recursos financieros y que
estuviera bien considerado en el mundo de los negocios.
Fantaseaba con llevar una gran casa y organizar reuniones
sociales para los amigos y socios de su marido.
Günther, sin embargo, insistió en ponerdos condiciones
antes de contraer nupcias con Magda: debía cambiar su fe
religiosa católica por la protestante y recuperar el apellido
Ritschel. Friedländer, el apellido judío de su padrastro,
suponía un obstáculo para Günther y su conservadora
familia luterana. Magda lo complació obedientemente y
le dijo a su madre: «La religión no me importa.
[10]
Llevo a mi Dios en el corazón».

Página 36
Günther Quandt

A principios de enero de 1921, Günther y Magda se


casaron en un hotel balneario de la riberaoeste del Rin,
a las afueras de Bonn. La novia lució un vestido de
encaje de Bruselas. Pero la buena sintonía que
compartían no duraría. La diferencia de edad y de carácter
de los recién casados se volvió enseguida dolorosamente
evidente cuando Günther, adicto al trabajo, finalizó de
pronto su luna de miel de diez días en Italia para
asistir a una «conferencia que no podía perderme».[11] Incluso
antes de su precipitada partida, el viaje no estaba
siendo un éxito. Mientras la pareja recorría el
campo italiano en un Mercedes con chófer, Magda
descubrió que a su marido no le importaba mucho la

Página 37
Italia «auténtica». Como su madre, Auguste, recordaría más
adelante, Magda se dio cuenta de que «él era,
fundamentalmente, un hombre carente de toda sensibilidad
estética; un pragmático absoluto para quien el arte y la
belleza significaban poco. La naturaleza tampoco le
despertaba grandes pasiones. Mientras viajaban por Umbría,
a través de un paisaje de una hermosura clásica
e importancia histórica […] Quandt le explicaba a
su mujer la estructura geológica del terreno y calculaba
las posibilidades que ofrecía paraexplotarlo industrialmente».[12]
Aun así, el viaje no fue un completo fracaso.El 1 de
noviembre de 1921, poco más de nueve meses después
de su luna de miel, Magda dio a luz al único hijo
que tuvieron juntos: un niño llamado Harald.

Magda Friedländer.

Página 38
Lo trajo al mundo sola, en el hospital. Günther
estaba trabajando, por supuesto. Ahora que habían
vuelto a Berlín, para él solo existían los negocios;
no cultivó ninguna clase de vida personal. Cuando
viajaba con su mujere hijos, las visitas a las
empresas y a las fábricas eran el foco de su
atención. Siempre trabajaba en jornadas de doce horas,
llegando a su despacho a las siete y media de
la mañana y apareciendo en casa a las siete y
[13]
media de la tarde, «cansado y molido», recordaría más
adelante la madre de Magda. «Tras la cena, se
sentaba en su butaca, abría el periódico financiero de
Berlín y se quedaba dormido tres minutos después».
Günther estaba crónicamente agotado. Se quejaba de que
no tenía tiempo para leer libros o concebir nuevas ideas.
La vida social apenas le interesaba; podía asistir a algún
evento si estaba relacionado con los negocios, pero «accedía
si era ineludible». Esto era lo que más dolía a Magda. Las
fiestas en casa eran los únicos momentos en que se
le permitía, como esposa y anfitriona, ser el centro
de atención. Apenas había espacio para la vida
matrimonial en el mundo de Günther, de manera
que a Magda no le quedó más remedio que
adaptarse.

En los primeros años de la década de 1920, mientras


Günther y Magda se distanciaban, el nuevo Estado
alemán, surgido de la guerra y conocido como la
República de Weimar, se sumíaen el caos. Muchos
empresarios se mantenían alejados de su volátil

Página 39
política parlamentaria, en la que las crisis se sucedían,
y, en su lugar, recurrieron a otro campo de juego
propicio para los beneficios y las influencias: la bolsa.
La hiperinflación y la fuga de capitales se
aceleraron en Alemania durante el verano de 1922, a raíz
del asesinato del ministro de Asuntos Exteriores, el
empresario industrial judío Walter Rathenau, y la amenaza
de interrumpir los colosales pagos de reparación que el
Tratado de Versalles había impuesto a Alemania. Tras la
muerte de Rathenau en Berlín, cualquier resquicio de
confianza que quedara en la moneda alemana se
evaporó. La tasa de inflación del país ascendió un
1300 % y empezaron a imprimirse billetes de un
billón de marcos. Solo los pocos alemanes ricos que habían
invertido en activos tangibles, como inmuebles y fábricas,
sacaron beneficio de esta situación. Todas sus deudas
desaparecieron de inmediato. Pero la mayor parte de la
clase media tenía su dinero en ahorros o en los
bonos, ahora sin valor, que se habían emitido para financiar
la Primera Guerra Mundial. Millones de alemanes
estaban arruinados.
Las acciones, sin embargo, flotaban en alguna
parte entre el efectivo y lo tangible, en una tierra de
nadie financiera, por la que solo los especuladores más
audaces se atrevían a transitar. Günther Quandt fue
uno de ellos. En su búsqueda por diversificar el dinero
que había amasado durante la guerra, Günther recurrió al
cambio de divisas y a la especulación bursátil.
A medida que los precios caían, los pequeños inversores
empezaron a vender sus participaciones, lo que permitió
que las pocas empresas respaldadaspor activos tangibles
compraran a precios de ganga. Era el sueño de
los especuladores…, pero un sueño peligroso. La inestable
divisa alemana hacía que los volátiles precios oscilaran, y
cualquier novato podía verse atrapado fácilmente apostando
contra inversores más grandes, que intentaban adjudicarse a

Página 40
la velocidad del rayo grandes paquetes de acciones y
aprovechaban que endeudarse era barato para especular.
Despuésde que un movimiento de acciones
particularmente arriesgado con una compañía de lanas le
reportara cuarenta y cinco millones de marcos en el
[14]
otoño de 1921, Günther ordenó a una docena
de bancos que compraran para él participaciones en
otras tantas empresas industriales. Una de sus
inversiones fue en la gigantesca productora de potasa
Wintershall. A pesar de que Günther ya se había
unido a la junta minera de la compañía, no tenía el
control completo y eso le molestaba enormemente. «No
podía decir nada en ninguna parte»,[15] recordaría más tarde.Era
un papel incómodo y desconocido para el magnate textil,
quien, aun dirigiendo desdela distancia sus fábricas
familiares, estaba decidido a convertirse en un jugador
importante de aquella industria tan distinta. Acaba de
cumplir los cuarenta y el tiempo apremiaba. Además,
la perspectiva de dedicarse simplemente a especular con
su fortuna en el mercado de valores durante «el
funesto periodo de la inflación» le repugnaba, según
escribió. No obstante, para alguien que proclamaba sentir
semejante aversión por especular en bolsa, se las ingenió
para superar su declarada repulsa con gran éxito. Pero
incluso tras su festín de compra de acciones bursátiles,
todavía le quedaban treinta y cinco millones de
marcos. Estaba listo para adquirir su propia
compañía.
En la primavera de 1922, Günther identificó su
primera presa: Accumulatoren-Fabrik AG (AFA), la fábrica
de baterías con sede en Berlín. Esta compañía se había
convertido en una de las productoras de baterías más
grandes del mundo. Cuando Günther posó sus ojos
sobre ella, la electrificación mundial estaba en pleno auge. La
AFA compartía, además, fuertes lazos con la industria
armamentística tras haber provisto de baterías a los

Página 41
submarinos alemanes durante la Primera Guerra Mundial.
Aun así, su valor intrínseco no se veía reflejado en el
precio de sus acciones. Estaba muy repartida entre
variosdueños y carecía de los mecanismos de
protección adecuados —⁠ participaciones preferentes, por
ejemplo— para protegerse de una adquisición hostil.
Günther empezó a comprar acciones de la AFA a
diario, a través de una red de empresas pantalla,
[16]
bancos y testaferros (entre los que se
encontraba algún familiar), para evitar llamar la atención,
permanecer en el anonimato y conseguir más dinero.
Pero se vio obligado a revelarse públicamente en
septiembre de 1922, cuando el consejo de la AFA
anunció un aumento de capital, acompañado de la
emisión de participaciones preferentes. Por aquel entonces,
Günther solo contaba con un cuarto de las acciones
de la AFA y conseguir la mayoría sería casi imposible si
el aumento de las participaciones salía adelante.
Al día siguiente de recibir la noticia, Günther
estaba leyendo el periódico financiero de Berlín en su
despacho cuando se topó con un anuncio anónimo[17] que
exigía a los compañeros accionistas de la AFA que
votaran en contra de la proposición del consejo. Günther
llamó entonces a Walther Funk, el editor jefe del
periódico. Funk, que conocía a todas las personas de cierta
relevancia en el mundo empresarial de Alemania, le
reveló que un hombre llamado Paul Hamel había puesto
el anuncio, por lo que Günther organizó un encuentro con
él aquella misma noche. Hamel era socio del banco
privado Sponholz y se especializaba en adquisiciones
corporativas. Günther y él decidieron unir fuerzas.
Tras un extenuante mes de negociaciones con el
consejo de la AFA, los saqueadores corporativos se
[18]
alzaron con la victoria. No se emitirían acciones
preferentes y Günther consiguió cuatro asientos en el
consejo. Mientras tanto, y en secreto, siguió comprando

Página 42
participaciones de la compañía con el dinero de sus
fábricas textiles. En junio de 1923, con su grupo
controlando alrededor del 75 % de las participaciones,
Günther se convirtió en presidente del consejo supervisor.
La OPA hostil sobre la AFA se había completado. Günther
se había hecho con el control de una empresa de
renombre internacional en un nuevo sector industrial,
completando así la rápida transformación de
comerciante textil a un astuto especulador y,
finalmente, a un empresario industrial de pleno derecho.
Además, gracias a Funk, consiguió un nuevo socio: Paul
Hamel. Tras la muerte de un ejecutivo de la AFA en
enero de 1925, Günther se adueñó de la oficina del
difunto en la sede central de la compañía en
Askanischer Platz n.º 3. Se encontraba junto a la principal
estación de trenes de Berlín, en el corazón del
distrito financiero y gubernamental, cerca del dinero y del
poder. Desde allí, sentado tras un gran escritorio
doble y oscuro en un amplio despacho con altas paredes
revestidas de madera, Günther dirigía el emergente imperio
Quandt.
Tres años después, Günther conquistaba su segunda
empresa: Deutsche Waffen- und Munitionsfabriken (DWM).
Durante la Primera Guerra Mundial había sido uno de
los productores más importantes de armas y
munición, y proveedor del ejército de la Alemania
imperial. Sus filiales fabricaban los famosos rifles Mauser y
las pistolas Luger, además de millones de balas y
piezas para aviones de combate. Hacía tiempo que
Günther, cariñosamente, consideraba a DWM «una pequeña
Krupp»,[19] refiriéndose a la infame compañía de aceros
que era la mayor productora de armas de Alemania.
Pero la antiguamente poderosa DWM se encontraba en
apuros cuando Günther y sus socios se abalanzaron
sobre ella en el verano de 1928.[20] La compañía,
fundada en Berlín, se había visto forzada a

Página 43
reestructurarse como parte del acuerdo de desarme firmado
por Alemania tras perder la guerra, y ahora solo
producía pequeños electrodomésticos de cocina y
máquinas de coser, entre otros artículos inofensivos.Las únicas
armas que DWM tenía permitido fabricar eran rifles para la
caza y las prácticas deportivas. El precio de sus acciones
se había desplomado por los rumores de insolvencia y
una gerencia anticuada.
El lamentable estado de DWM la convertía en un
objetivo más fácil y barato que la AFA. En su
autobiografía de 1946, publicada poco después de la guerra,
Günther trató desesperadamente de crear la impresión de
que él nunca había tenido nada que ver con el
negocio de las armas. Alegaba que fue Paul Hamel el
que le ofreció la oportunidad de expandirse hacia esa
industria[21] (ambos habían agregado a otro Paul —⁠ Paul
Rohde, un magnate del acero— para formar el trío
que iría a por la adquisición hostil de DWM). Según
Günther, Hamel movilizó a los inversores con tanto
éxito en la siguiente reunión de accionistas de DWM que la
directiva al completo dimitió en julio de 1928. Dejando
a un lado esta versión revisionista de la historia, fue
Günther el que, en última instancia, fue nombrado de
nuevo presidente del consejo supervisor tras haberse ganado
la reputación de que tenía talento para reestructurar
empresas en cualquier tipo de industria.

Cuando la época de la hiperinflación alcanzó su


cénit y luego terminó a finales de 1923, Friedrich Flick, un
magnate del acero de cuarenta años, se mudó con Marie y

Página 44
sus hijos a Berlín. Se establecieron en una villa
apartada en el exclusivo barrio de Grunewald, en la
parte arbolada y occidental de la capital. Flick también se
había beneficiado enormemente de los estimulantes años de
especulación e inflación, lo que le permitió dejar su
nativa Siegerland, una región rural al sudeste de la
región del Ruhr, para asentarse en la capital. Ahora,
Flick paseaba por los pulcros caminos de gravilla que
[22]
rodeaban su propiedad mientras mordía puros baratos
y planeaba su próximo atrevido movimiento.
Para anunciar su llegada, Flick compró un señorial
edificio de oficinas en Bellevuestrasse n.º 12,[23] desdeel
que podría dirigir su creciente imperio de intereses
industriales. Se encontraba en una calle tranquila, entre el
Tiergarten y la Potsdamer Platz. El animado centro de
la ciudad estaba a la vuelta de la esquina, y
el cuartel general de Günther Quandt, en
Askanischer Platz, a tan solo tres minutos al sur en
coche. Con su arisca determinación, crueldad y talento
para los números y los subterfugios, Flick se estaba
convirtiendo rápidamente en uno de los magnates del
acero más exitosos e influyentes de Alemania, aunque casi
nunca parecía disfrutarlo. Uno nunca lograba distinguir el
más mínimo atisbo de alegría en sus ojos azules,
o la más leve sonrisa en su rostro. Su constitución
achaparrada, cara ojerosa, mirada fija y cabeza cubierta
de un abundante cabello que encanecía muy rápido le
conferían un aspecto intimidante y severo que resultaba
apropiado para alguien que se convertiría en el
empresario industrial más infame de la Alemania nazi.

Página 45
Friedrich Flick.

Flick, dos años más joven que Günther Quandt, nació el


10 de julio de 1883 en Ernsdorf, un pueblo
aletargado en el floreciente núcleo industrial de la Alemania
imperial. Hijo de un comerciante de madera que
tenía participaciones en varias minasde minerales, Flick estudió
economía y empresariales en Colonia antes de aprovechar
unas prácticas en una empresa de acero de Siegerland en
apuros para convertirse en su director con veinticuatro
años. Luego se unió al consejo de dirección de otra
compañía local dedicada al acero que también estaba en
crisis. Conseguir formar parte del consejo le permitió
casarse con Marie Schuss, hija de un respetado concejal
[24]
y productor de textil de Siegen, en 1913. Poco

Página 46
después, la pareja tuvo tres hijos: Otto-Ernst, Rudolf y,
bastante más tarde,Friedrich Karl. La dinastía de los Flick
había empezado a tomar forma.
Flick tenía un asombroso talento para memorizar números
y analizar balances. Una tras otra, reestructuró las dos
empresas siderúrgicasen apuros antes de aprovechar una
oportunidad que se presentaría con el estallido de la
Primera Guerra Mundial. En 1915, fue incorporado al
consejo de Charlottenhütte como director comercial. Esta
empresa, firmemente solvente, era la mayor productora de
acero de Siegerland, pero aun así era pequeña comparada con
sus competidoras a lo largo del Imperio alemán. Los
compañeros de la junta directiva de Flick le
permitieronembarcarse en una ambiciosa política de
adquisiciones de empresas, multiplicando por cuatro el
balance general de la compañía durante el curso de
la guerra. La compañía se beneficiómucho de la
creciente necesidad de acero para fabricar armas para el
Ejército.
A medida que la demanda de armas creció
durante los dos últimos años de la Primera Guerra
Mundial, los precios del acero, el mineral de
hierro y la chatarra también se dispararon. Flick empleó
los desorbitados beneficios que Charlottenhütte acumuló
durante el periodo de guerra para financiar la
estrategia de compras de otras empresas y, al mismo
tiempo, implemento su propio plan: empezó a comprar
en secreto acciones de Charlottenhütte, que no tenía
accionistas mayoritarios claros. Financió su sigilosa
adquisición gracias a un rentable negocio paralelo de
chatarra, al dinero de su padre y a la dote de
su mujer.[25] Y lo que es más, convenció en dos
ocasiones a su propia junta y al Estado para que
emitieran acciones preferentes para prevenir amenazas de
adquisición, tanto reales como exageradas por él, de manera

Página 47
que solo él pudiera hacerse con el control de
Charlottenhütte.
Tras rechazar un intento real de adquisición hostil por
parte del legendario magnate del acero del Ruhr, August
Thyssen, y llegar a un acuerdo con él a principios de
1920, Flick se convirtió en el accionista mayoritario de
Charlottenhütte. Entonces transformó la empresa en su
holding particular donde reunir una rápidamente
cambiante colección de acciones de empresas dedicadas al
[26]
acero, la minería y demás industrias pesadas, que
a menudo obtenía comprando participaciones a través de
testaferros y negocios pantalla que ocultaban su identidad
y sus intenciones, como por esta época también estaba
haciendo Günther Quandt. El amenazador ritmo de
adquisición,venta e intercambio de acciones de Flick, le
condujo a una feroz competición y esporádicas
colaboraciones con empresarios industriales consolidados
como Thyssen, Krupp, etcétera.
Una vez sellado el pacto con Thyssen, Flick se
comprometió a mantenerse alejado de la región del
Ruhr, abandonando así temporalmente su objetivo principal,y
empezó a hacer tratoscon empresarios del acero de la
Alta Silesia, una región muy disputada que pasaba
constantemente del control polaco al alemán y viceversa.
Su volatilidad era tierra de cultivo para la oportunidad de
comprar a buen precio. Sus negocios en la Alta
Silesia hicieron que Flick llamara por primera vez la
atención a nivel nacional. Un periodista financiero del
Berliner Tageblatt, el periódico más importante de la capital,
fue el primero en trazar un perfil de Flick. En 1924,
escribió que Flick estaba «poseído por el espíritu de la
época y se sentía igualmente interpelado. Se metió de
lleno en el caldero del proceso de reorganización, se
zambulló algunas veces y resurgió como el nuevo rey de
un conglomerado empresarial de la industria pesada […].
Friedrich Flick, cuyo nombre es desconocido para el

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público general, pero es alguien a quien sus colegas
de la minería y los directores de bancos
importantes (que no pueden soportarlo porque los
excluye) reconocen como uno de los hombres más
poderosos, exitosos y hábiles».[27] Flick odiaba cualquier
clase de atención por parte de la prensa y empezó a
sobornar a los periodistas para que abandonaran los
artículos que escribían sobre él.[28]
A través de su incursión en Silesia, Flick logró por
fin un puntode apoyo en la región industrial que más
codiciaba: la del Ruhr. Hacia 1923-1924, intercambiógran parte de
sus intereses en la Alta Silesia por participaciones en
empresas de acero del Ruhr controladas por un competidor.
El trueque incluía acciones de Gelsenberg,una empresa
minera. El siguiente movimiento de Flick fue el más
arriesgado hasta entonces. En 1926, un grupo de empresarios
industriales del Ruhr establecieron en Düsseldorf el Vereinigte
Stahlwerke (VSt), un conglomerado que regulaba la
producción y el precio del acero. Financiado principalmente
con bonos americanos, se convirtió en la segunda
empresa del acero más grande del mundo, solo superada
en tamaño por U.S. Steel. Flick recibió una parte considerable
de VSt por el intercambio de sus acciones de Silesia
y trasladó muchos de sus intereses comerciales al nuevo
conglomerado empresarial del Ruhr. Pero no era suficiente;
quería el control completo de VSt.[29] Cuando algunas
de las empresas que controlaban el conglomerado se
fusionaron, y Gelsenberg emergió como la accionista principal
de VSt, Flick aprovechó la oportunidad. Empezó a
comprar más acciones de Gelsenberg con la esperanza de
lograr hacerse con la mayoría. Tras intercambiar y
comprar y vender una serie de acciones, la mayor
parte con un antiguo rival, Flick se convirtió en el
accionista principal de VSt, obteniendo así el control de
uno de los grupos industriales más importantes del mundo.
Para cuando llegó 1929, y con tan solo cuarenta y

Página 49
cinco años, había ascendido de una manera impresionante
hasta convertirse en el empresario industrial más poderoso de
Alemania.
5

A finales de la década de 1920, no había límites


para Günther Quandt. Aunque sus hermanos se estaban
haciendo cargo cada vez más de llevar las fábricas textiles en
Brandenburgo, él establecía la estrategia de los negocios
familiares. Era, además, accionista mayoritario de Wintershall,
la compañía de potasa más grande de Alemania. Y,
lo que es más importante,había conquistado dos grandes
negocios industriales que vendían sus mercancías por todo el
mundo. Un ejecutivo de DWM escribió que Günther se
había convertido a una nueva fe: «Pertenece a esa
clase de hombres cuya fuerza radica exclusivamente en la
convicción de que el poderdel dinero es invencible. Su
éxito solo sirve para reafirmarle esta creencia una y otra vez.
Una creencia que ha transformado en religión, aunque
no sea de las que precisa necesariamente de una fe en
[30]
Dios».
Con los nuevos ingresos llegaron las típicas
tendencias del nuevo rico. Durante años, Günther había
estado buscando un pied-à-terre adecuado en el centro de
Berlín para no tener que volver a casa cuando salía
tarde de la oficina o del teatro con Magda.[31] Un día
de 1926, su agente inmobiliario contactó con él: un
hombre de negocios necesitaba vender su casa en la
ciudad cuanto antes para evitar la bancarrota. Günther
compró el inmueble y todo lo que contenía tras
regatear con el desesperado propietario para que bajara el
precio. La casa, en el sofisticado Westend de Berlín,
venía con un caro mobiliario y su inventario al completo:
desdela primera botella de vino y obra de arte
hasta el último cubierto. Estaba decorada con mucho

Página 50
más estilo que su propia mansión; el elemento central
del salón era un gran órgano. Tras comprar la casa,
Günther le dijo bromeando a Magda: «¿Ves, querida,
lo equivocada que estabas cuando decías que la
cultura no se puede comprar? ¡Es justo lo que
[32]
acabode hacer!».
Pero mientras la riqueza de Günther aumentaba a
un ritmo constante, su vida familiar se fue derrumbando,
hasta que la tragedia los golpeó a principios de julio
de 1927. Su primogénito y heredero natural, Hellmut,
se había inscrito en un programa para trabajar y
estudiar en el extranjero, y acababa de marcharse
cuando murióen París a causa de una desastrosa operación
de apendicitis. Tan solo tenía diecinueve años. Las últimas
palabras de Hellmut fueron para Günther: «Te habría
ayudado encantado con tu grandiosa labor, mi querido
padre».[33]
Günther quedó destrozado. «He perdido a mi querido
y adorado hijo, del que siempre me había sentido tan
orgulloso y para el que había construido todo», escribió.
Magda, que permaneció junto a la cama de Hellmut
durante días, estaba profundamente afectada por la
pérdida de su hijastro. Hellmut era solamente seis
años menor que ella y los dos tenían una relación
muy cercana; tanto, de hecho, que algunos sospechaban
que sentían algo el uno por el otro. [34] Enterraron a
Hellmut junto a su madre Toni en el cementerio de
Pritzwalk, en un mausoleo familiar que Günther había
construido para ellos. «Todo lo que estaba destinado a
conseguir en su vida ahora es responsabilidad de su
[35]
hermano Herbert, de diecisiete años», escribió Günther.
El segundo hijo, Herbert, parecía desafortunadamente
poco preparado para suceder a su hermano. Era un
joven introvertidode carácter cambiante, esbelto y tímido,
lo contrario de su talentoso, atractivo y simpático
hermano mayor. Y lo que es más, había nacido con una

Página 51
discapacidad visual tan grave que estudiaba en casa desdelos
[36]
diez años. Como apenas era capaz de leer, Herbert se
vio obligado a memorizar todas las lecciones, asimilando la
informacióna través de las explicaciones orales de
sus profesores particulares.
El médico de Herbert predijo que solo sería capaz de
tener un futuro profesional en la agricultura, trabajando con
las manos. Por ello, Günther le compró a Herbert la
[37]
gran finca de Severin, en el estado septentrional de
Mecklemburgo. La propiedad se extendía alrededor de una
mansión neorrenacentista de ladrillo construida en la
década de 1880, y estaba rodeada de unos diez
kilómetros cuadrados de terreno dedicados a tierras de
cultivo y plantaciones forestales. Además, sus campos,
praderas y bosques se extendían sobre una suave cresta.
Günther nombró guardián de Severin a su antiguo
cuñado, Walter Granzow, y la propiedad no tardó en
convertirse en un próspero negocio agrícola. En breve,
sin embargo, serviría a un propósito mucho más oscuro.
La muerte de Hellmut aceleró el desmoronamiento
del matrimonio de Günther y Magda. Fue una pareja
incompatible desdeel principio, y los sentimientos
románticos que Magda todavía pudiera albergar por su
marido desaparecieron tras la muerte de su hijastro. En
su lecho de muerte en el hospital de la Rue de
Clichy de París, Hellmut rogó a su padre y madrastra —
⁠ que no paraban de pelearse— que «se mostraran siempre
bondadosos el uno con el otro».[38] Las palabras de
Hellmut se clavaron en el corazón de Günther «como
una puñalada», escribió. «Sentía que, si Hellmut moría,
nuestro matrimonio se disolvería. Él era el fuerte
apoyo que, quizá de forma inconsciente, siempre nos
devolvía a los brazos del otro».
Günther tenía razón, y el problema lo había generado
él. Durante seis años había ignorado a Magda
emocional, social y económicamente. Había sido un tacaño con

Página 52
ella, concediéndole una asignación inicial que suponía una
tercera parte de lo que recibían las sirvientas. La
joven llevaba un registro de todos los gastos de la
casa en un cuaderno. Cuando se lo mostraba a su
marido, él lo ojeaba página por página sin
pronunciar palabra y, al final del todo, escribía en tinta
roja: «Revisado y aprobado, Günther Quandt».[39] Toda su
vida consistía en cuidar de los niños y supervisar un
servicio doméstico de cinco empleados en un barrio
periférico de Berlín. Pero Magda estaba hecha
para la aventura, no para la vida hogareña. Había recibido una
buena educación, hablaba variosidiomas y adoraba las
bellas artes. Quería más de la vida, preferiblemente siendo
el centro de atención, y había esperado, en vano, que
al estar casada con un rico empresario industrial
conseguiría un lugar prominente en la sociedad de los
alegres años veinte berlineses.
En el otoño de 1927, unos meses después del
fallecimiento de Hellmut, la pareja se fue de viaje a
Estados Unidos, en un intento de Günther por
resucitar su matrimonio (incluso embarcó su cabriolé Mayback
rojo para la ocasión). Sin embargo, a pesar de sus
esfuerzos, su amor no solo no se reavivó en la
carretera, sino que otra clase de chispa llamó la atención
de Magda. En el centro de Manhattan —⁠ deentre todos los
sitios del mundo—, la pareja sería contactada por primera
vez por el Partido Nazi.[40] Kurt Lüdecke, un playboy
de la jet set y uno de los primeros miembros del
NSDAP, se había instalado temporalmente en Nueva
York, con la esperanza de vender la causa nazi a los
ricos norteamericanos. Los intentos de Lüdecke de que
Henry Ford, el virulentamente antisemita magnate del automóvil
de Detroit, invirtiera en el partido, habían fracasado.
Quizá, pensó, tendría más suerte con un alemán
rico como Günther, que resultó ser el hermano mayor
de un amigo.

Página 53
La pareja conoció a Lüdecke en el Hotel Plaza,
donde se hospedaban mientras visitaban Nueva York.
«Comí con él y con su encantadora y joven
mujer»,[41] escribió Lüdecke en sus memorias, I knew
Hitler (‘Yo conocí a Hitler’). «Era uno de los hombres
más ricos de Alemania, con la mentalidad internacional y
económica típica de una máquina de negocios que tiene
poca o ninguna imaginación para nada más. Evidentemente,
se convirtió de inmediato en otro potencial objetivo
para mí: quería conseguir que tanto él como su dinero
se interesaran por nuestra causa; pero él se mostraba
escéptico».
Günther no mordió el anzuelo, de manera que
Lüdecke cambió de táctica. Magda parecía «mucho más
dispuesta», escribió. «Sus ojos brillaron cuando le hablé de
Hitler y los actos heroicos del nazismo. Para cuando me
despedí de ellos en el barco que los llevaría de vuelta
a Alemania, Frau Quandt se había convertido en mi
aliada. Me prometió que leería los libros del movimiento nazi
que le había dado y que trataría de convencer a su
marido, y me invitó cariñosamente a que los visitara en
Berlín. Durante mi estancia en Alemania el verano
de 1930 nos hicimos amigos íntimos y la convertí
en una nazi fervorosa».
Pero intimaron mucho más allá de eso. No fue la
primera aventura de Magda, ni sería la última. A
principios de 1928, tras regresar a Berlín de su viaje por
las Américas, Günther concedió más libertad y dinero
[42]
a Magda. El magnate, obsesionado con la
adquisición de DWM, aumentó la asignación de su
esposa y dejó de criticar su ropa y de supervisar
sus planes diarios y sus gastos. Por fin se permitió
a Magda confeccionar su vestuario en distinguidas
casas de diseño y a acudir a bailes de sociedad
celebrados en grandes mansiones. Aun así, seguía sin ser
feliz. Sus sentimientos por Günther habían desaparecido y,

Página 54
aunque no paraba de solicitarle el divorcio, este se
negaba a concedérselo.
En uno de estos bailes, Magda conoció a un
joven estudiante de una familia pudiente y tuvieron una
aventura. No tuvo ningún reparo en irse de viaje con
su nuevo amante y, aunque sus frecuentes ausencias
no levantaron sospecha alguna en Günther, sus cambios
de humor —⁠ dedeprimida a radiante — sí lo hicieron.
Su marido hizo, por tanto, que la siguiera un
detective privado, que le informó de que Magda y
su amante se hospedaban en un hotel en la
misma ciudad del río Rin en la que Günther y
ella se habían casado. Cuando Günther le pidió
explicaciones al respecto, ella lo admitió todo.
Las consecuencias fueron graves. Debía abandonar el
hogar familiar de inmediato y Günther inició los
procedimientos para el divorcio. De pronto, Magda se
encontró a sí misma en una posición poco
envidiable: la mujerdel empresario industrial se quedaría sin
un céntimo de la noche a la mañana. Al haber
admitido la aventura amorosa, Magda tenía todas las de
perder en los tribunales: su matrimonio, a su hijo
Harald y cualquier perspectiva de obtener una pensión
alimenticia. Pero no estaba indefensa: había acumulado sus
propias pruebas sobre los enredos de Günther. Unos
años antes, había descubierto un conjunto de cartas de
amor de otra mujeren el escritorio de su marido y
ahora estaba preparada para utilizarlas contra Günther
para que este volviera a la mesa de negociación.
Suplan funcionó. El matrimonio de Günther y Magda
se disolvió el 6 de julio de 1929 en un juzgado
civil de Berlín.[43] Los abogados de ella —Katz, Goldberg y
asociados—consiguieron un buen acuerdo: mientras que la
culpa por el divorcio y los costes legales recaerían
sobre Magda —⁠ que había «renunciado a su deber
conyugal» al negarse a dormir con su marido

Página 55
durante más de un año—, el tacaño de Günther
tendría que mantener generosamente a su exmujer a
partir de entonces. De este modo, Magda recibiría una
pensión alimenticia de casi cuatro mil reichsmark
mensuales, veinte mil reichsmark si enfermaba y cincuenta
mil reichsmark más para buscar un nuevo hogar. Además,
consiguió la custodia de su hijo Harald hasta que este
cumpliera catorceaños, momento en el que regresaría con
Günther para que lo instruyera y un día pudiera
hacerse con el control de la mitad del imperio
empresarial de los Quandt. La custodia dependía de una
única condición: si Magda se casaba de nuevo, Harald
volvería con su padre de inmediato, ya que Günther no
quería que su hijo viviera bajo la influencia de otra
figura paterna. Asimismo, aparte de la custodia, Günther
también le concedió a Magda el derecho de utilizar
su propiedad en Severin sin ninguna clase de
restricción. Estas disposiciones tendrían importantes
consecuencias para los excónyuges y su hijo.
Mientras que Günther dedicó decenas de páginas
en sus memorias a describir su vida con Magda, solo
empleó un conciso párrafo para documentar lo que él
consideró un divorcio amigable: «En el verano de
1929, me separé de Magda […]. Desde entonces, hemos
[44]
mantenido una relación amistosa». Al principio, Günther se
responsabilizó del fracaso del matrimonio, culpando a su
carga de trabajo, pero después cambió de idea y se
absolvió a sí mismo. «Con todo el estrés, no
cuidé de Magda como se merecía y necesitaba. A menudo
me he culpado a mí mismo amargamente por ello,
pero cuántas veces nos culpamos los seres humanos a
nosotros mismos sin tener realmente culpa».[45] Aun así,
Günther seguía sintiendo debilidad por su exmujer:
«Incluso cuando nuestros caminos se separaron, siempre
penséen ella con admiración».[46]

Página 56
Tras firmar los papeles del divorcio, Günther le
envió a Magda un ramo de flores y la llevó a
cenar a Horcher, en Schöneberg, uno de los
restaurantes más exclusivos de Berlín y el local favorito de
Göring. En un principio, las reuniones familiares
ocasionales que siguieron al divorcio se realizaron con «gran
armonía»,[47] declararía más adelante Herbert, el hijo
mayor de Günther. Magda era una mujerlibre y
muy bien mantenida. Alquiló un piso de siete habitaciones
en el número 2 de la Reichskanzlerplatz, en el
Westend berlinés, a la vuelta de la esquina de
la casa de Günther. Por fin podría ser la anfitriona
que su exmarido nunca le permitió ser. Tenía que
cuidar de su hijo pequeño, pero, puesto que podía
permitirse una sirvienta y una cocinera, Magda tenía tanto
tiempo libre que no sabía qué hacer con él. A pesar de
que seguía viéndose con el joven estudiante, quería estar con
un hombre más maduro. Tenía otros pretendientes, entre
ellos un sobrino rico del presidente americano Herbert
Hoover, pero rechazó su propuesta de matrimonio.
Estaba inquieta y buscaba darle un nuevo significado a
su vida, que pronto encontraría en el emergente Partido
Nazi y en su defensor más acérrimo después de Hitler:
el doctor Joseph Paul Goebbels.

El playboy nazi Kurt Lüdecke introdujo por primera vez


a una Magda Quandt de veintiocho años en los círculos
más refinados del nacionalsocialismo en el verano de
1930. Tal y como explicó el propio Lüdecke: «Como
no tenía nada que hacer y disfrutaba de una buena

Página 57
asignación, se convirtió en una activa simpatizante nazi».[48]
La rica divorciada hizo su entrada a través del
Club Nórdico, una institución elitista de debate racial de
Berlín, que contaba entre sus filas con numerosos
aristócratas alemanes, aburridos y acaudalados a partes
iguales. El grupo, que consideraba que «la raza
nórdica» era superior a las demás, abogaba por que el
pueblo alemán diera un «giro hacia el norte». Unatarde,
«tras consumir grandes cantidades de alcohol», Magda se
quejó ante aquella ebria camarilla de que «la vida la
rehuía y que pensaba que iba a morir de
aburrimiento». El príncipe Auwi —⁠ hijo del emperador
Guillermo II, obligado a abdicar— estaba sentado a su
mesa y se inclinó hacia ella con una sonrisa cómplice:
«¿Aburrida, querida? Deja que te haga una sugerencia: ¡únete
a nosotros! Trabaja para el partido».[49]
Magda le tomó la palabra de inmediato. En una
tarde calurosa y sofocante de verano, a finales de
agosto de 1930, acudió al acto electoral del Partido
Nazi en el Palacio de los Deportes de Schöneberg,
el salón de convenciones más grande de Berlín.
Sería su primer encuentro con el orador principal de
[50]
esa noche, Joseph Goebbels, Herr Doktor, puesto
que se había doctorado en literatura por la Universidad de
Heidelberg. Goebbels había fracasado como escritor de ficción,
dramaturgo y periodista antes de unirse al emergente
Partido Nazi en 1924. Con su talento para la retórica,
la grandilocuencia y su sumisa devoción por Hitler —⁠ que
lo consideraba un amigo de confianza—, no tardó en
ascender y se convirtió en Gauleiter de Berlín en
1926 después de que el propio Hitler lo propusiera
para el cargo. Ahora, cuatro años después, este
hombre de treinta y dos años había llegado incluso
más alto. Era miembro del Reichstag, jefe nazi de
propaganda y estaba a cargo de la campaña electoral
del partido a nivel nacional. Los comicios se

Página 58
celebrarían en dos semanas y Goebbels solo estaba
calentando.
Goebbels tenía una nariz larga, el rostro pálido, una
amplia frente y un cabello castaño oscuro peinado
hacia atrás. Casi nunca sonreía. Su gran cabezasuponía un
extraño contraste con su pequeño y raquítico cuerpo,
que solo se elevaba un metro sesenta y ocho del
suelo.Al caminar, cojeaba, ya que había nacido con un
pie zambo, y vestía con camisas y trajes mal ajustados.
¿Por qué se fijaría en él una atractiva y rica
divorciada que acudía a un club de debate en el que
se abogaba por las virtudes de la superioridad nórdica?
Y, sin embargo, aquella noche, cuando Goebbels
empezó a dirigirse a los miles de asistentes, Magda
quedó fascinada. Tenía una voz profunda y resonante,
cuyo tono oscilaba entre la tristeza y el sarcasmo, y
podía elevarla y emplearla para mofarse con desdén. No
tardó en propinar insultos hacia sus enemigos: los judíos,
los comunistas e incluso los capitalistas. Más adelante, la
madre de Magda describiría la primera vez que su
hija escuchó a Goebbels como una experiencia casi erótica:
«A Magda la invadió la pasión. Sintió que este
hombre se dirigía a ella como mujer, no como
seguidora de un “partido” del que apenas sabía nada.
Tenía que conocerlo; tenía que conocer a este hombre
que, de un momento a otro, podía hacerte hervir la
sangre o dejarte helada».[51]
Unos días después, el 1 de septiembre de 1930,
Magda se unió al Partido Nazi.[52] Compró el libro de
Hitler, Mein Kampf (‘Mi lucha’) su manifiesto
autobiográfico, y lo leyó de principio a fin. Además,
estudió el trabajo de Alfred Rosenberg, el teórico nazi
y rival de Goebbels. Tras un intento fallido de liderar
el comité NSDAP para mujeres de la clase
trabajadora de su elegante barrio, Magda se lanzó a la
búsqueda de otro trabajo. Tenía que estar cerca de Goebbels.

Página 59
Un día gris de finales de octubre, probó suerte.
Se acercó al centro de Berlín, se presentó sin cita
en el cuartel general regional del Partido —⁠ que
parecía una fortaleza— y ofreció sus servicios. Se la
recibió con los brazos abiertos cuando indicó que
hablaba variosidiomas. Tres días después, consiguió el
puesto de secretaria del adjunto de Goebbels.
Tras unos días trabajando en la oficina, Magda
estaba bajando las escaleras cuando un hombre
bajito con una gabardina subió rápidamente por ellas. Era
Goebbels. Al cruzarse, intercambiaron una rápida mirada.
Magda, más indiferente que nunca, siguió andando y no
miró atrás. Goebbels se volvió de inmediato hacia su asistente
y le preguntó: «¿Quién era esa extraordinaria
mujer?».[53] Al día siguiente, se convocó a Magda en
el despacho de Goebbels, que le dijo que estaba buscando
a una persona de confianza que pudiera hacerse
cargo de su archivo privado, y le preguntó si ella
podría hacerlo. El archivo se constituiría de recortes
de periódico nacionales e internacionales sobre el Partido
Nazi, Hitler y, especialmente, el propio Goebbels, quien conocía
bien el poderde la información. Él mismo escogía las
piezas periodísticas que utilizaría en sus engañosas
campañas de propaganda. La recopilación de noticias
también le proporcionaba una ventaja a la hora de
transitar por las violentas intrigas palaciegas del NSDAP.
Goebbels siempre buscaba algo con lo que competir. No
era un celebrado héroe de la aviación de guerra,
como Hermann Göring, ni el líder de las SS, como
Heinrich Himmler. Goebbels solo tenía su ingenio y su
devoción por Hitler.
Magda aceptó el trabajo. Su primera aparición en
el diario de Goebbels fue el 7 de noviembre de
1930: «Una hermosa mujerapellidada Quandt me está haciendo
un nuevo archivo privado».[54] A medida que
Magda sucumbía a los encantos del nazismo y de

Página 60
Goebbels, su relación con Günther cambió. Los excónyuges
mantenían un contacto frecuente. Puesto que Harald
vivía con ella, Günther y Herbert los visitaban a
menudo en su apartamento de la Reichskanzlerplatz, y
ella se les unió varias veces en las vacaciones familiares.
Magda estuvo con Günther en Florencia durante las
Navidades de 1930, después de que él se lesionara la
cadera, y viajaron a St. Moritz juntos para que este
se recuperara con el aire de las montañas.
Pero Magda había cambiado. En su momento, había
intentado que Günther que apoyara la causa nazi después
de acudir a su primer mitin, y ahora sus
conversaciones solo versaban sobre política. Según recordaría
Günther más tarde: «Al parecer era absolutamente
necesario unirse a este movimiento; sería lo único que
salvaría a Alemania del comunismo, al que sin duda
el país tendría que enfrentarse dada su complicada situación
[55]
económica». En visitas posteriores,se dio cuenta de
que «Magda se había convertido en una ferviente
propagandista de la nueva causa y de que estaba
implicada de todo corazón». Al principio, Günther pensaba
que Magda solo se había «encaprichado» del talento
para la oratoria de Goebbels, pero viendo que ella no
paraba de repetir el mismo mensaje, él limitó sus
visitas.
Durante esas fiestas de Navidad, Magda fue incluso
más lejos e intentó hacer proselitismo para que tanto el
padre como el hijo se unieran a su nueva causa. «Se
convirtió en la mayor defensora de las ideas del
nacionalsocialismo y trató de reclutarnos a mi hijo y
a mí para el partido. Insistía en que al menos
debíamos aportar dinero para la causa. Los argumentos
parecían tan originales que era complicado ir contra
ellos. Cuando nos percatamos en nuestras conversaciones
posteriores de que solo se hablaba del partido y ya no
se nombraban […] las cosas bellas, mi hijo Herbert y

Página 61
yo decidimos dejar de visitarla»,[56] testificaría Günther
después ante los tribunales. Aclaró, además, que dejó de
verla por completo tras volver de St. Moritz.
Herbert confirmó estos recuerdos de su padre bajo
juramento. A pesar de toda la «admiración y
[57]
gratitud» que sentía hacia su antigua madrastra, le había
sorprendido tanto «esta evolución de sus opiniones y
fanatismo» que parecía un sinsentido mantener el contacto con
Magda, «puesto que se había vuelto tan terca que no
se le podía llevar la contraria». Pero Günther y Herbert
mintieron. Las visitas no se detuvieron y padre e hijo
estaban mucho más interesados en el pensamiento
fascista de lo que jamás admitirían.

Aunque la República de Weimar supuso un periodo


rentable para Günther, no era un gran partidario de esta
nueva Alemania más liberal. Había demasiada inestabilidad
política y volatilidad económica y echaba de menos
los días del estricto Imperio germánico, de cuya caída había sido
testigo. El 5 de octubre de 1918, diez días antes de la
muerte de Toni, Günther acudió a la sesión del
Reichstag en la que el último canciller de la
Alemania imperial accedió a las exigencias de paz del
presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, cuando este
le solicitó el alto el fuego inmediato y el fin de
la Primera Guerra Mundial. Fue la primera y última
vez que Günther acudió al Reichstag. «Una imagen de
[58]
desdicha es todo lo que recuerdo», escribió. «Nuestra
patria se enfrentaba al caos». A lo largo de los
años, Günther desarrolló un interés por las formas de

Página 62
gobierno autoritarias. Mientras que Magda entró en el
Club Nórdico, Günther se unió a la Sociedad para el
[59]
Estudio del Fascismo de Berlín. El grupo de estudio
y debate de cerca de doscientos miembros —⁠ al que solo
se accedía por invitación—analizaba el fascismo tal y
como lo practicaba el dictador italiano Benito Mussolini.
El grupo, fundado en 1931, pretendía unificar
ideológicamente a las dispares facciones de extrema
derecha alemanas, e investigaba la forma en que el
sistema fascista podría funcionar como alternativa a la
democrática República de Weimar.
El líder del grupo, y su fuerza impulsora, era
Waldemar Pabst, el ardiente antibolchevique que había
ordenado las ejecuciones de los líderes comunistas alemanes
Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en 1919. La mezcla
de miembros de la élite del club incluía a
académicos teóricos de tendencia conservadora que
estudiaban el fascismo italiano; aristócratas terratenientes; un
trío de futuros ministros de Economía nazis (Hjalmar
Schacht, Walther Funk y Hermann Göring); los socios
de Günther en los negocios (los dos Paul); y a Fritz
Thyssen, el empresario de la industria del acero, que
fue uno de los primeros simpatizantes del Partido
Nazi.
Como parte del club, Günther dirigía un grupo de
estudio que redactaba las pautas para reducir el
desempleo en Alemania.[60] Además, se organizaban
conferencias por las tardes, se leían folletos sobre
fascismo y había debates sobre formas alternativas de
gobierno. Los adinerados miembros del grupo eran, en esencia,
el equivalente fascista a los «socialistas de salón». El
interés por el grupo, sin embargo, resultó ser muy
breve, puesto que sus miembros descubrieron una
unificación ideológica mucho más cercana y optaron por
apoyar su marca casera de fascismo: el nazismo.

Página 63
Al principio, la mayoría de los magnates veía a
Hitler y a sus nazis como unas figuras ruidosas, violentas,
maleducadas y toscas, además de excéntricas, de las
que reírse y a las que considerar poco más que payasos
vestidos de uniforme y salidos de las zonas más
analfabetas y pobres del interior del país. Pero todo
cambió tras la peor caída de la historia del mercado
bursátil mundial, que culminó con el colapso del precio
de las acciones en la Bolsa de Nueva York el 29 de
octubre de 1929. El desplome de las cotizaciones arruinó
a la mayoría de inversores y empresas —⁠ que
habían financiado sus compras con créditos—, y la
demanda de mercancías y servicios se evaporó. La Gran
Depresión se cebó especialmente con Alemania: hacia finales
de 1930, la bolsa había perdido dos terceras partes de
su valor, la producción industrial se había reducido a la
mitad y millones de alemanes estaban en paro.
A mediados de septiembre de 1930, el Partido Nazi de
Hitler se subió a la ola de descontento económico y
político para convertirse en la segunda fuerza en el
Reichstag, tras conseguir 6,4 millones de votos a nivel
nacional. La campaña dirigida por Goebbels —⁠ que culpaba
a los judíosy a los comunistas de la crisis
financiera— fue un éxito rotundo y, ese mismo
invierno, Hitler empezó a ganar aliados entre los hombres
de negocios más importantes de Alemania. El malestar
general con respecto a la economía le abrió las
puertas de muchas personas influyentes, a las que
aterrorizaba que la izquierda provocara una revuelta
política mientras el sistema financiero se mostrara tan
inestable. Günther y sus adinerados compañeros no
tardaron en recibir una llamada que los invitaba a
la suite de Hitler en el Hotel Kaiserhof de Berlín.

Página 64
8

La mañana del domingo 1 de febrero de 1931,[61]


Hitler se encontraba en su sede central de Múnich y
fue a ver a Otro Wagener, su principal asesor
financiero. El líder del Partido Nazi no se quitaba el
dinero de la cabeza y empezó a pensar, junto a
Wagener, en distintas formas de conseguir millones de
reichsmark para armar a las Sturmabteilung (SA), la
sección paramilitar del partido, por si un golpe de
Estado por parte de la izquierda derivaba en una
guerra civil. Se decantaron por la comunidad empresarial,
pero había un problema: ninguno de los dos contaba con
buenos contactos en ella. Aquello debía cambiar y
rápido. Wagener llamó de inmediato a la residencia de
Berlín de Walther Funk. El editor del periódico se
mostró ansioso por concertar citas para el líder nazi con
los empresarios industriales y financieros, y recomendó que
Hitler y su séquito se alojaran en el elegante
Hotel Kaiserhof de la capital para realizar sus negocios.
Funk le dijo a Wagener que este era el lugar propicio
para que Hitler causara una buena primera impresión a
los magnates, si quería de verdad sacarles dinero.
El edificio, primer hotel de lujo de Berlín, se situaba
frente a la Cancillería del Reich, a la vuelta
de la esquina de las oficinas de Günther y Friedrich
Flick. Funk se encargaría de reservar las habitaciones
apropiadas.
A la mañana siguiente, Hitler, Wagener y su
séquito salieron de Múnich en coche. Tardaron más de
un día en llegar a Berlín. Wagener preparó a Hitler,
instándole a que primero hablara de temas
económicoscon aquellos hombres, lo que los relajaría e
introduciría en la conversación, y después les pidiera el
dinero para financiar el armamento de las SA.

Página 65
Finalmente, llegaron al hotel a las dos de la tarde del
martes 3 de febrero. Funk, que los esperaba en el
vestíbulo, les mostró su habitación, una suite en la
esquina del tercer piso. Hitler tenía su propio dormitorio con
baño privado; los demás se alojarían juntos. El líder nazi
recibiría a los invitados en la ricamente decorada sala
de estar de la suite, cuyas ventanas daban al parque
de la Cancillería del Reich. Funk no había perdido el
tiempo. En dos horas, a las cuatro de la tarde,se
presentaría en la suite la primera visita de la semana:
el barón August von Finck.
El banquero aristócrata de treinta y dos años de
Múnich era el hombre más rico de Baviera. Había
heredado el imperio empresarial de su padre y tenía el
control de Merck Finck, el banco privado más
importante de Alemania. Era dueño también del mayor
número de participaciones de dos de los gigantes de los
seguros mundiales, Allianz y Munich Re.
August von Finck era alto y regio, con un rostro de
expresión fría y la cabeza cubierta de un inmaculado
pelo castaño que llevaba peinado hacia atrás. Además, era
de alta cuna. Wilhelm, su padre, había sido cofundador de
Allianz y Munich Re, a pesar de que los seguros
ni siquiera eran su profesión principal. Era un financiero
que había creado su propio banco privado, el Merck
[62]
Finck, aunque su espíritu empresarial no tenía límites:
levantó fábricas de cerveza, ayudó a expandir la red
de ferrocarril, cofundó un negocio con el inventor del
diesel y ayudó a construir la primera central
hidroeléctrica del Imperio alemán. En reconocimiento por
todos estos esfuerzos, se le concedió un título nobiliario:
Wilhelm Finck se convirtió en el barón Wilhelm von
Finck en 1911. Compró miles de hectáreas de terreno y
devino en uno de los mayores terratenientes de
Baviera. En definitiva, fue un hombre increíblemente exitoso,
sobre todo teniendo en cuenta que era un piadoso

Página 66
protestante que vivía en una parte de Baviera que era
devotamente católica.
Pero la desgracia llamó a su puerta durante la
Primera Guerra Mundial, cuando el hermano mayor de
August murióen el frente en 1916. Wilhelm había
pensado en legarle a su hijo mayor su banco,
sus intereses empresariales y sus puestos de poderen los
consejos de administración; la tierra y los negocios
agrícolas serían para August. Este último, de dieciocho
años, entró en el ejército el mismo día que mataron
a su hermano en combate. Sirvió durante dos años en
los Balcanes, en una unidad de provisiones que buscaba
forraje y comida. Resultó herido, pero no fue
nada serio: solo se lesionó la rodilla derecha.
Tras la muerte de su hijo mayor, un afligido
Wilhelm tomó la decisión de liquidar su banco cuando
falleciera, pero reconsideró esta decisión en su lecho de
muerte en 1924. Wilhelm cambió su testamento,
designando a August como socio principal del banco
privado Merck Finck y propietario de todos sus intereses
empresariales, desdelas aseguradoras a las cerveceras.
Además, heredaría una enorme extensión de tierra.
Así, con veinticinco años, August sucedió a su
padre en cerca de dos docenas de consejos de
administración, entre los que se incluían dos de los más
importantes de las finanzas globales: se convirtió en
presidente del consejo de supervisión de Allianz y de
Munich Re. Después de todo, esto no era una
meritocracia. August también heredó el devoto
protestantismo de su padre y su legendaria frugalidad. Al
joven heredero empezó a conocérselo en sus círculos
como el hombre más rico y tacaño de Baviera, con
una austeridad que lo hacía parecer cruel y distante.
Como conservador acérrimo, August se refugió en los
salones aristocráticos y reaccionarios de Múnich
durante los agonizantes años de la República de Weimar,

Página 67
mientras una aburrida y apática Magda hacía lo mismo
en Berlín. Pero había llegado el momento de que
August se separara de aquella camarilla estrecha de
miras y de extrema derecha. Se sentía más ambicioso que
nunca y estaba listo para trabajar en algo nuevo
y radical.
En aquella tarde helada y nublada de martes
de principios de febrero de 1931, August von Finck,
acompañado de Kurt Schmitt, el oportunista consejero
delegado de Allianz que contaba con numerosos contactos,
acudió a su primer encuentro con Hitler. La sede
central de Allianz estaba frente al Hotel Kaiserhof.
A las cuatro de la tarde,los dos hombres se
personaron en la suite. Walter Funk los condujo a la
sala de estar, donde Hitler los esperaba. Durante la
siguiente media hora, Hitler les describió la pesadilla de
todo capitalista al «evocar el espectro de las masas
desempleadas alzándose en una revuelta izquierdista».[63] Von
Finch y Schmitt se mostraron de acuerdo con él.
Ninguno de los dos financieros estaba contento con la
situación política y la imposibilidad de dar trabajo a
millones de personas. Estaban «absolutamente convencidos
[…] del futuro estallido de las revueltas y de un
importante giro hacia la izquierda»,[64] le dijeron a
Hitler. Tras la reunión, Funk los acompañó a la
salida y regresó de inmediato a la suite con buenas
noticias: von Finck y Schmitt se habían comprometido
a aportar cinco millones de reichsmark a través de
Allianz para armar a las SA si se producía un
golpe de izquierdas que pudiera derivar en guerra
civil.
Hitler se quedó sin palabras. Después de que
Funk se marchara, se maravilló ante Otto Wagener por «la
clase de poderque manejan los grandes negocios». Era
como si la fuerza monetaria del capitalismo se hubiera
revelado ante el líder nazi por primera vez. Pero su

Página 68
asesor financiero lo previno sobre los hombres de negocios:
«Quieren ganar dinero, nada más que eso, asqueroso dinero;
y ni siquiera se dan cuenta de que persiguen a
un fantasma diabólico».
A Hitler no le importaba. Muchos más millones estaban
a puntode prometérsele. Funk había invitado a Günther
Quandt al Kaiserhof a la mañana siguiente.

El miércoles 4 de febrero, el antiguo matrimonio


formado por Günther y Magda Quandt —⁠ sin que
ninguno fuera consciente de ello— se reunió con Hitler por
separado, por primera vez y en el mismo sitio. Esa
mañana, Günther y dos ejecutivos de la Wintershall hablaron
con Hitler en la suite de su hotel. Para cuando se
marcharon, la suma prometida para armar a las SA
alcanzaba los trece millones de reichsmark. (La recaudación
de fondos culminó la tarde siguiente con una cifra de
veinticinco millones de reichsmark, después de que Funk
convocara en la suite a otros cuatro hombres de
[65]
negocios. A la larga, sin embargo, ninguno de los
magnates tuvo que pagar, puesto que el levantamiento
izquierdista nunca sucedió). La impresión que Günther se
llevó de Hitler, que era ocho años menor que él, fue
decepcionante: «No puedo decir que Hitler me causara una
impresión significativa o insignificante, compasiva o de
repulsa. Me pareció más bien mediocre»,[66] escribió el
magnate.
Günther abandonó el Kaiserhof hacia mediodía. A las
cuatro de la tarde, uno de los guardaespaldas de
Hitler entró en la suite y anunció que un chico estaba

Página 69
esperando en la puerta para hablar con el líder
nazi. Hitler le dijo que lo dejara pasar. Un niño de
nueve años, delgado, guapo y de aspecto confiado,
entró a zancadas en la habitación. Vestía un uniforme
azul, con una daga a un lado, y un gorro cuartelero
sobre su cabello rubio. Era Harald Quandt, el hijo
pequeño de Günther. Magda lo había enviado desdeel
vestíbulo sin anunciar. Harald hizo el saludo nazi ante los
hombres y dijo:
—¡El miembro más joven de las Juventudes Hitlerianas de
Alemania se presenta ante su Führer![67]
Hitler, divertido, quiso saber su nombre y edad, y le
hizo otra pregunta:
—¿Quién te ha hecho este uniforme tan bonito?
—Mi madre —respondió Harald.
—¿Y cómo te hace sentir?
—¡Como si fuera dos veces más fuerte de lo que
soy!
Hitler le dijo a Harald que volviera a visitarlo
y que le diera recuerdos de su parte a su madre, la
mujermisteriosa que estaba tomando el té en el
vestíbulo. Unos minutos después de que Harald se
marchara, Goebbels se personó en la suite. Su romance con
Magda avanzaba poco a poco porque primero debía dejar
enfriarse una aventura previa. Pero otro competidor por el
amor de Magda estaba a puntode aparecer, y era
un hombre al que Goebbels veneraba como a ninguno:
el propio Hitler.
Goebbels había reservado una mesa en un rincón del
vestíbulo del hotel para que el grupo tomara una merienda-
cena. Hitler, que desconocía las incipientes relaciones entre
Magda y Goebbels, preguntó si podría invitar a
la madre y al hijo a que los acompañaran a la
mesa.Este le complació y abandonó la suite. Momentos después,
apareció Hermann Göring. Cuando Hitler le dijo que
tomarían el té con «una tal Frau Quandt», Göring

Página 70
exclamó: «¡Oh, la madame de Pompadour de Goebbels!».
Estaba comparando a Magda con la cortesana principal
del rey Luis XV de Francia.
El testimonio de Otto Wagener sobre aquella reunión
para tomar el té a las cinco de la tarde podría
haber salido directamente de una novela romántica: «Incluso
a primera vista, Frau Quandt causaba una impresión
excelente que solo aumentaba con el desarrollo de la
conversación […]. Iba bien vestida, pero no de una
forma excesiva, era sosegada en sus movimientos,
confiada y segura de sí misma, y tenía una sonrisa
irresistible; me atrevería a decir que cautivadora. Me fijé en
el placer que producía su inocente buen humor a
Hitler. También me di cuenta de que sus grandes
ojos se aferraban a la mirada fija del Führer. Y
cuando la conversación se detenía por completo, el
joven Harald siempre servía de catalizador para reanudar el
contacto». Wagener tuvo que llevarse a su jefe a
rastras para separarlo de Magda, puesto que debía
prepararse para la ópera. Sin embargo, al asesor
financiero no le cabía «duda de que un vínculo más
estrecho de amistad y veneración había empezado a forjarse
entre Hitler y la señora Quandt». Hitler quedó
destrozado cuando, avanzadala noche, le confesaron que
Goebbels ya tenía una llave del apartamento de Magda.
Pero los nuevos amantes todavía no habían consumado
la relación.
Eso sucedió diez días después, el día de San
Valentín de 1931. «Magda Quandt vino por la tarde.Y se
quedó mucho rato. Y florece hecha toda una
dulzura de cabellos rubios arrebatadores. ¡Eres mi
reina! (1) […]. Hoy camino por la vida como si fuera un
[68]
sueño», escribió Goebbels en su diario. A lo largo
del mes de marzo, indicó con un paréntesis las
ocasiones en las que mantuvieron relaciones sexuales: «Magda
[…] se marcha tarde a casa. (2.3.)». [69] Cinco días después:

Página 71
«Magda, la deliciosa […]. Si aprendemos un poco más
el uno del otro, seremos la pareja perfecta. (4.5.)».[70]
Una semana después, el 22 de marzo: «Magda […]
ahuyenta todas mis preocupaciones. La quiero tantísimo (6.7.)».[71]
El último paréntesis (sexual) del diario coincide con la
noche en que se pelearon por primera vez y se
reconciliaron en la cama. Los dos se habían
convertido claramente en una pareja el 26 de marzo:
«He trabajado mucho hasta caída la tarde.Después vino
Magda y hubo amor, una pelea y de nuevo amor
(8.9.). Es una criatura fabulosa. Pero no debo perderme en
ella. El trabajo es demasiado importante y crucial
[72]
para eso».
Harald también empezó a aparecer en los diarios
de Goebbels: «Por la tarde, Magda vino con su hijo,
Harald. Tiene nueve años y es un niño encantador.
Completamente rubio y un poco descarado. Pero eso me
[73]
gusta», escribió el 12 de marzo de 1931. Goebbels
se encaprichó de inmediato de Harald, la imagen de un
auténtico niño ario: alto para su edad, con unos grandes ojos
azules y el pelo rubio claro. Además, era bien parecido,
con unos rasgos delicados y afeminados. Goebbels habló
efusivamente sobre lo «dulce» que era Harald en
innumerables entradas de su diario, y pronto empezó
a llevarlo al colegio, escribiendo que lo convertiría en
[74]
«un chico útil».
Pero Goebbels no era el único admirador de Harald;
Hitler lo adoraba hasta «idolatrarlo».[75] Ese otoño, poco
antes del décimo cumpleaños del niño, los dos nazis más
importantes empezaron a utilizarlo como imagen para sus
campañas propagandísticas. A mediados de octubre de
1931, Hitler y Goebbels se lo llevaron con ellos a
Braunschweig, en el centro de Alemania, a una marcha
de las SA que duraría dos días. Impresionado por la
actuación de Harald en el Kaiserhof con su vestimenta,
Hitler había ordenado a toda la organización nazi que luciera

Página 72
siempre en público sus uniformes. Más de cien mil
personas, incluidos diez mil hombres de las SA y las
SS, tomaron parte en el acto, que fue la marcha
paramilitar más multitudinaria que jamás se celebrara durante
la República de Weimar. En su diario, Goebbels
describió al niño durante el evento: «Harald tenía un
aspecto exquisito con su nuevo uniforme de las SA, con
sus largas botas amarillas. Ahora ya es todo un hombre. Nos
marchamos con el jefe […]. ¡El desfile de las
antorchas! Harald iba en el coche con el jefe. Es todo un
hombre. La ovación de miles de personas. Una avalancha
de entusiasmo. El jefe estaba contentísimo y
levantaba el brazo de Harald. El dulce niño ha mostrado
[76]
valentía a mi lado todo el día».

Un joven Harald Quandt con su madre, Magda, y Joseph


Goebbels, 1931.

Magda, mientras tanto, seguía el trabajo que


Goebbels hacía por toda Alemania como una auténtica fanática.
La rica divorciada lo sorprendía esperándolo en su
habitación de hotel, presentándose en cualquier ciudad en
la que él diera un discurso o asistiendo a las
actividades del Partido Nazi. Magda malcriaba a Goebbels,

Página 73
que disponía de poco dinero, colmándolo de flores y
[77]
llevándolo al zoo de Berlín. A diferencia de Günther,
el alto cargo nazi dejaba que Magda formara parte de
su vida y agradecía su apoyo. «Permaneció conmigo
durante los días difíciles; no lo olvidaré jamás»,[78]
escribió en abril de 1931. Pero Goebbels también podía ser
posesivo y celoso. «Pequeña discusión con Magda, que
recibe a su exmarido en su casa a las ocho de
la tarde.Eso es muy desconsiderado y solo alimenta los
rumores. Ya ha cortado todos los lazos que lo unían a él
y es solo mía»,[79] escribió a finales de junio de
1931.
Pero la generosidad de Günther con su exmujer
fue un elemento clave en el fortalecimiento de la relación
entre ella y Goebbels. En el acuerdo de divorcio, Günther
le había dado permiso para utilizar la propiedad de
Severin sin limitaciones. Desde el principio, Magda no
encontró ningún obstáculo que le impidiera llevar a su
nuevo amante a la casa de campo de su
exmarido. De hecho, se convirtió en la escapada favorita
[80]
de la pareja —⁠ a unas meras tres horas en coche
hacia el norte desdeBerlín— y pasaron una semana
entera allí durante las fiestas de Pentecostés de
1931. Hitler también empezó a pasar los fines de semana
en la propiedad de Günther con su séquito. La
rural Severin y sus alrededoreseran la fortaleza del NSDAP.
Walter Granzow, el guardián de la propiedad, les dio a
todos la bienvenida. Era un nazi ambicioso con los ojos
puestos en un cargo público.
Durante aquel Pentecostés en Severin, la pareja
decidió su futuro. «Ya lo hemos aclarado todo. Hemos
hecho una promesa solemne: cuando conquistemos el
Reich, nos convertiremos en marido y mujer»,[81]
escribió Goebbels en su diario el 31 de mayo de 1931. Sin
embargo, no esperaron a que eso sucediera y anunciaron su
compromiso ese mismo verano. Magda le comunicó

Página 74
la noticia a Günther y a Hitler el mismo día,
y ninguno de los dos hombres se lo tomó bien.
«Magda […] habló con G. Quandt el sábado y le
contó que vamos a casarnos. Está destrozado. Magda se
ha vengado por todo el daño que le hizo. Y luego está
el jefe. Le dijo lo mismo. Y él también está
destrozado. La ama. Pero me es leal. Y a Magda
también […]. Hitler está triste. Está muy solo. No tiene suerte
con las mujeres porque es muy blando con ellas. A las
mujeres no les gusta eso. Tienen que sentir que alguien
las domina […]. ¡Pobre Hitler! Casi me avergüenza sentirme
tan feliz. Espero que esto no enturbie nuestra amistad»,[82]
escribió Goebbels en su diario el 14 de septiembre de
1931. Para su gran descontento, Hitler y Magda siguieron
coqueteando cada vez que se encontraban, a menudo
cuando Goebbels no estaba con ellos.[83] Pero el celoso
de Goebbels no podía hacer nada al respecto; se trataba de
Hitler, después de todo.
El líder nazi concibió un papel importante para Magda. Le
explicó a Orto Wagener que «podría representar el
equivalente femenino de mis obsesivos instintos masculinos».[84]
A Wagener se le ocurrió entonces una peculiar
proposición, a la que se conoció como «el
arreglo».[85] Hitler había renunciado al matrimonio: su «novia»
era el pueblo alemán. (Hacía muy poco que conocía
a Eva Braun). Wagener, por lo tanto, sugirió un
triángulo amoroso que sería platónico en el caso de
Hitler. A través de su matrimonio con Goebbels,
Magda sería la primera dama extraoficial del Tercer
Reich. De cualquier modo, Hitler ya era prácticamente
un miembro de la familia. Él y su séquito pasaban
muchas noches en el apartamento de Magda en
Reichskanzlerplatz, cenando los platos especiales que su
cocinera había preparado para el líder nazi vegetariano y
hablando hasta altas horas de la madrugada. Magda y
Goebbels aceptaron el pacto matrimonial con el hombre al

Página 75
que veneraban y decidieron retrasar la fecha de la
boda hasta diciembre.
Por pura coincidencia, Günther y Hitler se
encontraron por segunda vez dos días antes de que
Magda les comunicara la noticia del compromiso.
«Qué asco. El señor Günther Quandt se ha visto con el
jefe. Evidentemente se puso a aparentar y trató de dar
buena impresión. El jefe se lo tragó;le encantó.
Cuando se lo conté a Magda, se puso pálida por
el enfado y la rabia. Lo comprendo, pero quizá eso
fuera lo que hacía falta para que se curara del todo»,[86]
escribió Goebbels en su diario el 12 de septiembre de
1931. Resulta que la pareja no tenía ninguna razón para
preocuparse. Günther y Hitler se habían limitado a
hablar sobre política económica.
Según la descripción que Günther proporcionó sobre el
[87]
encuentro tras la guerra, acudió a esta segunda
reunión con Hitler en la suite del Kaiserhof porque sus
socios, los dos Paul, lo habían invitado. Hitler quería
escuchar las ideas de los tres magnates sobre cómo podrían
solucionar la crisis económica de Alemania. Günther aconsejó
al líder nazi que las jornadas laborales se redujeran de
ocho a seis horas, para lidiar con la alta tasa de
desempleo. Es más, sugirió recortar los sueldos un
veinticinco por ciento, prohibir los pagos de créditos al
consumo y eliminar las prestaciones por desempleo. El
dinero ahorrado podría emplearse en las infraestructuras
estatales, mientras que la industria de la construcción
debería estimularse gracias a las deducciones fiscales. Era
bien sabido, le explicó Günther a Hitler, que la
economía volvería a mejorar cuando la industria de
la construcción se fortaleciera.
A cambio, Hitler les dio las gracias a los tres
empresarios y les comunicó que quería luchar
contra el desempleo a través de grandes contratos
estatales. Sobre todo, quería estimular la economía con el

Página 76
rearme militar, noticia que fue muy bien recibida por
el trío de fabricantes armamentísticos. La conversación entre
Hitler y los hombres, fijada para durar quince minutos, se
alargó el triple,según escribió un orgulloso Günther
después. Aunque le dio la impresión de que Hitler
consideraba «impresionantes» sus propuestas, e incluso le
había pedido a Otto Wagener que anotara su nombre
para que los dos pudieran hablar de nuevo, Günther
no volvióa saber nada del líder nazi de forma directa.
Años más tarde,en el estrado, recordaría este encuentro con
Hitler de una forma un poco distinta: «Nuestros puntos
de vista eran tan diferentes que nunca nos entendimos.
Hitler ni siquiera me dejó hablar en ninguno de los dos
[88]
encuentros que mantuve con él».

10

Günther y Goebbels se conocieron por fin en persona


en la fiesta del trigésimo cumpleaños de Magda, que
se celebró el 11 de noviembre de 1931, en el
apartamento de la Reichskanzlerplatz que ella tenía
alquilado gracias al dinero caído del cielo que obtenía
desdeel divorcio. Goebbels estaba a punto de irse a
vivir con ella. Günther sintió «instintivamente que no
encajábamos», [89] como recordaría más tarde sobre aquella
noche. El sentimiento fue mutuo. Cuando el magnate
visitó su propia finca unas semanas después para ver a
Harald, que se encontraba en Severin con Magda y
Goebbels, el político nazi, ante la intromisión, se
desahogó en su diario llamando al empresario industrial: «Un
bobo insensible. El típico capitalista. De la peor clase de
[90]
ciudadano». Todo esto mientras Goebbels vivía de la

Página 77
cuantiosa pensión alimenticia de Magda, en su
gigantesco apartamento, y disfrutaba de la hospitalidad de
la finca de Quandt, todo pagado por el magnate.
A pesar de la aversión mutua e instantánea de los
dos hombres, Günther se pasaba a ver a su exmujer
y al futuro marido de esta de vez en cuando
para que lo pusieran al día en política y para
donardinero al Partido Nazi, hechos que más adelante
desmentiría. El 11 de diciembre de 1931, Goebbels
documentó una de esas visitas: «Ha venido Günther
Quandt esta tarde.Quiere dar dinero al partido. Magda
le había llamado la atención por ello; es nuestra mejor
defensora. […] Le hablo de política. Está completamente
convencido, el viejo… El inteligente, enérgico y brutal
capitalista se ha pasado totalmente a nuestro bando.
Como debía ser. Y además ha donado dinero: he
conseguido 2000 [marcos]. Son para los prisioneros y los
heridos. Los acepto por los míos, por mi gente, con
gran pesar».[91] Sin embargo, Goebbels también añade: «La
conversación no fue tan fría como me esperaba». La
atmósfera mejoró mucho gracias a la donación de
Günther y a sus alabanzas sobre el nuevo libro de
Goebbels, La conquista de Berlín, que estaba leyendo
en ese momento, o eso le dijo al nazi.
Goebbels no podía negarse a aceptar el dinero
de Günther. El partido nazi estaba permanentemente
arruinado y necesitaba todos los fondos que pudiera
conseguir. Goebbels vivía de un sueldo irrisorio
complementado por la inmensa pensión de su mujer, y
ese apoyo se acabaría pronto. Con la boda a tan solo
ocho días, Magda y Goebbels estaban a puntode
perder la pensión de esta como fuente de ingresos,
tal y como se estipulaba en el acuerdo de divorcio. Y
lo que era peor, perderían también a Harald, que
regresaría con Günther. El magnate no quería perder
a uno de los dos hijos que le quedaban para que lo

Página 78
criara e influenciara otro hombre, y mucho menos si
se trataba del maestrode propaganda del Partido
Nazi.
Las nupcias de Magda y Goebbels se
celebraron el 9 de diciembre de 1931. Un biógrafo de
Magda describiría la boda más adelante como «inigualable,
por su falta de gusto, de principio a fin».[92]
Magda Quandt se convirtió en Magda Goebbels en
Severin, la finca de su exmarido —de todos los lugares
posibles—, y sin su permiso. La ceremonia la planificó
el guardián de la finca de Günther, Walter Granzow, que
accedió a no contárselo a su jefe y antiguo cuñado.
Granzow estaba ansioso por cambiar de profesión y
entrar en el NSDAP. De hecho, ya llevaba tiempo
ofreciendo la finca de Günther como lugar para las reuniones
secretas de Hitler, Goebbels y demás líderes nazis.
Severin, que Günther había comprado para asegurarle un
futuro a su casi invidente hijo Herbert, se había
convertido de facto en el cuartel general nazi en
Mecklemburgo. El magnate lo sospechaba, pero sus
repetidas peticiones a Magda de que no lo
convirtiera en el centro neurálgico nazi de la región
cayeron en saco roto. Y no había mucho que Günther
pudiera hacer, ya que le había permitido el uso
ilimitado de la finca, lo que incluía el derecho a
recibir invitados. Por lo tanto, el desayuno de la
boda se sirvió en la mesa de comedor de Günther[93] y
se brindó por la salud de la pareja en la
recepción —⁠ celebrada en la casa de campo— con sus
copas.

Página 79
Madgay Joseph Goebbels tomados del brazo en su
boda, con Harald Quandt, 1931.
Hitler, el padrino, está al fondo.

La ceremonia protestante, en la que Hitler actuó de


segundo testigo de Goebbels, tuvo lugar en la pequeña
iglesia del pueblo de Severin, cuyo altar se decoró
para la ocasión con la bandera del Partido Nazi
envolviendo el crucifijo. Los dieciocho miembros de la
comitiva nupcial se encaminaron desde la casa de
campo de Günther hasta la iglesia para la
ceremonia, a través de los bosques de Severin y
viceversa para la recepción. Magda, que estaba embarazada
en secreto, y Goebbels caminaron cogidos del brazo a
través de aquellos bosques cubiertos de nieve. Ambos
iban vestidos completamente de negro, salvo por el chal
blanco de encaje de Bruselas que rodeaba los
hombros de Magda (un pedazo del vestido que se
había puesto para casarse con Günther). Era el último
atisbo de la precoz joven que había sido.
Harald, de diez años, marchaba al lado de su padrastro,
ataviado con un traje inspirado en el uniforme de las

Página 80
SA con botas de caña, pantalones bombachos, una camisa
marrón y un cinturón con arnés. Justo detrás de
la pareja iba la madre de Magda, Auguste, y a
su lado, cogiéndola del brazo, Hitler. El rostro del
líder nazi quedaba prácticamente cubierto por su sombrero
de ala anchay se protegía del frío con un abrigo
cruzado. A lo largo del camino, entre los árboles,
había hombres de las SA vestidos con camisas blancas y
corbatas, tiesos como palos y haciendo el saludo nazi
para rendir homenaje a los recién casados.
Günther escribiría más tarde[94] que podría haber ido a
Severin de visita ese día de diciembre y haber
interrumpido, sin darse cuenta, la boda de su exmujer.
Culpó a Hitler, que al parecer había insistido en que
la ceremonia se celebrara en alguna zona rural apartada,
y a Granzow, que había puesto sus intereses por
hacer carrera con los nazis por delante de los de su
jefe. Günther despidió a Granzow, pero la planificación de
la boda que realizó el guardián de la hacienda dio sus
frutos, y escaló puestos velozmente en el Partido
Nazi.
En las semanas posteriores a la boda, Günther
reclamó la custodia legal de Harald y se desató una
batalla entre él y los recién casados. Cualquier
tregua que existiera entre los tres adultos se había
convertido en una guerra sin cuartel. Goebbels se puso
hecho un basilisco cuando Magda le contó que
Günther iba a recuperar a Harald. Y Magda
también se «enfureció como una leona con su cachorro. La
ayudaré. Borraremos esa careta de hipócrita que lleva
escrita en la cara»,[95] escribió Goebbels en su
diario el 29 de diciembre de 1931. «Despierto hasta tarde con
Magda […] planeando nuestra venganza. ¡Pobre Günther
Quandt! No me gustaría tener a Magda como mi
enemiga». La fecha de la anotación no era una
coincidencia. Tres días después, el día de Año Nuevo

Página 81
de 1932, Harald se trasladó oficialmente de vuelta
a la casa de su padre en la ciudad, aunque
Günther le permitiría visitar a menudo el apartamento
de su madre en Reichskanzlerplatz, a la vuelta
de la esquina.
A pesar de su pelea por Harald, Günther asistió a
un discurso de dos horas que dio Goebbels en febrero.
Mientras que, según Goebbels, Günther se mostró «encantado»[96]
con lo que había visto y oído, aquello no unió a los
hombres en la lucha por la custodia. El magnate
aseguraría más tarde que solo acudió a este mitin nazi en
Berlín para hacerse «una idea sobre la oratoria y el
[97]
sentimiento popular» tras sus reuniones con Hitler, y que
«nunca más volví a interesarme por este movimiento»
después de asistir a dicho acto.
Exceptuando a Harald, Goebbels empezó a tener una
opinión muy baja del resto de hombres Quandt. Cuando
conoció al hijo mayor de Günther, Herbert, por primera
vez en abril de 1932, le pareció que el casi ciego y
futuro salvador de BMW era «un poco retrasado».[98] Cuando
después se enteró de que la mejoramiga de
Magda, Ello, había dejado a su marido Werner
Quandt, el hermano pequeño de Günther, Goebbels lo
llamó «todoun proletario».[99] Y cuando Magda y Goebbels
le hablaron a Hitler de Werner, «el capitalista», [100] el
canciller alemán montó en cólera y prometió
encargarse de él. Sin embargo, a pesar de la amenaza,
al hermano pequeño de Günther nunca le sucedió
nada. Aun así, Goebbels se la tenía claramente jurada a
la mayoría de hombresQuandt, y su poderno hacía más
que aumentar.
11

Otro capitalista en Berlín tenía problemas mucho más serios en


la primavera de 1932. Friedrich Flick había finalizado su

Página 82
adquisición del conglomerado de acero VSt, con sede en
Düsseldorf, y lo hizo nada menos que entre la caída
mundial del mercado bursátil y el principio de la
Gran Depresión. Había sido capaz de financiar la compra de
la mayoría de las acciones del conglomerado industrial
más grande de Europa mediante enormes préstamos y
emisiones de bonos. La deuda estaba garantizada por sus
acciones en el VSt, a través de Gelsenberg, y
Flick había puesto a ambas empresas como aval bancario.
Sin embargo, a raíz del colapso de los mercados, el
valor de estas acciones se había desplomado y Flick
poseía pocos bienes tangibles que pudieran servir como
nuevas garantías. El holding de Flick y Gelsenberg
estaban a puntode declararse en quiebra, y él
pronto estaría en la ruina.[101]
A principios de 1932, Flick necesitaba salir rápidamente de
Gelsenberg. Y, al mismo tiempo, Hitler volvía a necesitar
dinero: quería un respaldo monetario para las próximas
[102]
elecciones presidenciales. Walther Funk preparó una
reunión con Flick, de nuevo en el Kaiserhof, una
mañana gélida de febrero, un año después de que
Günther Quandt y August von Finck hubieran
atravesado las puertas de la suite de Hitler por invitación
del astuto periodista. En el año que había pasado desde
aquella primera reunión, Funk había dejado el periódico
financiero de Berlín, había empezado a editarel boletín
informativo económico del NSDAP y había conocido a
Otto Steinbrinck, la implacable mano derecha de Flick.

Página 83
La mano derecha de Flick, Otto Steinbrinck.

Steinbrinck era un veterano de la marina altamente


condecorado que había hundido, con gran iniciativa, más de
doscientos barcos mercantes como comandante de un
submarino durante la Primera Guerra Mundial.[103]
Flick había detectado su talento para los negocios cuando
Steinbrinck le preparó un informe de inversión, momento
desdeel que rápidamente se convirtió en su principal
hombre de confianza. Además, Flick —⁠ que cultivaba una
imagen pública completamente ajena a la política— nombró
a Steinbrinck su enlace con los nazis después de que este
demostrase su gran capacidad para los negocios secretos y
la política.
Funk envió su invitación a Flick para que acudiera al
Kaiserhof a través de Steinbrinck. Flick estaba ansioso por
conocer al hombre que había empezado a ejercer
tanta influencia en la política alemana. Pero su reunión

Página 84
de una hora a finales de febrero de 1932 fue un
desastre. Mientras Steinbrinck esperaba a las puertas de
la suite, Hitler confundió a Flick con el héroe naval y
habló sin cesar sobre sus planes para enfrentarse a la
marina polaca, motivo por el que, cuando volvieron a
su oficina desdeel cercano hotel, Flick le confesó a su
asesor principal que no había sido capaz de meter
baza en su conversación con Hitler. El líder nazi también
se sintió decepcionado por lo poco que había hablado su
interlocutor. Mosqueado, Flick decidió apoyar con su
poderfinanciero a Paul von Hindenburg, presidente de la
nación y candidato conservador de la clase dirigente, y
donó casi un millón de reichsmark para su campaña de
reelección.
Flick necesitaba desesperadamente ganar influencia en el
Gobierno. El único comprador con dinero líquido para
adquirir sus participaciones de Gelsenberg era el Estado,
que no conocía la lamentable situación de sus finanzas.
Acababa de empezar a negociar un acuerdo cuando
conoció a Hitler. [104] Las conversaciones se alargaron
durante meses, pero Flick tuvo éxito. En un impresionante
despliegue de prácticas poco ortodoxas, logró venderle al
Gobierno sus participaciones en Gelsenberg por más de
noventa millones de reichsmark a finales de mayo de
1932, un precio alrededor de tres veces más alto que su
[105]
valor de mercado. Flick intimidó al Estado en la
mesa de negociaciones alegando que Fritz Thyssen, otro socio de
VSt, estaba dispuesto a comprarle la mayoría de las
participaciones con el apoyo financiero de unos prestamistas
franceses. La adquisición con dinero francés del mayor
conglomerado de Alemania estaba fuera de discusión. Solo
habían pasado unos años desdeque Francia ocupara la
región del Ruhr como respuesta a la incapacidad de
Alemania de seguir pagando las reparaciones de guerra.
El rescate financiero de Flick por parte del Gobierno, con

Página 85
unos altos intereses de por medio, le permitió saldar
sus deudas y volver a llenar sus arcas.
Cuando las noticias del acuerdo secreto de Flick con
el Gobierno salieron a la luz a mediados de junio de
1932, causaron un escándalo a nivel nacional. En el pico
de la Gran Depresión, con más de seis millones de
alemanes desempleados, el Estado había invertido los
millones de los contribuyentes en rescatar a un
especulador industrial y a su holding. Pero en
cuestión de unas semanas, el asunto Gelsenberg se vio
eclipsado por una noticia más importante: las elecciones
parlamentarias del 31 de julio, en las que el NSDAP
se convirtió, por primera vez, en el partido con más
representantes en el Reichstag. Hacia finales del verano de
1932, a medida que la sociedad y los políticos olvidaban
el escándalo financiero, Flick empezó a prepararse para el
gobierno del Partido Nazi.
Aunque el asunto de Gelsenberg había enriquecido
considerablemente a Flick, había sido un desastre a
nivel de relaciones públicas y mancillado su apellido a
escala nacional. Al haber rechazado también los avances
iniciales de Hitler, Flick estaba convencido de que
necesitaba un nuevo protector en la política y estaba
dispuesto a pagar generosamente por ello. A principios de
otoño, Walther Funk se pasó por la oficina central
de Flick en la berlinesa Bellevuestrasse con una nueva
petición del NSDAP: fondos para una nueva campaña
electoral. Funk se marchó de allí con cerca de treinta
mil reichsmark. Enseguida, una sucesión de representantes
nazis empezó a desfilar hacia la oficina de Flick. ¿Las SA
necesitaban botas nuevas para otro desfile con antorchas? De
dos mil a tres mil reichsmark. ¿Los publicistas de Flick
deseaban para su jefe una cobertura positiva en los
medios? Más miles de reichsmark para los editores de las
revistas y periódicos nazis. Como Flick y Steinbrinck

Página 86
descubrieron, «darle dinero a los nazis era como
[106]
sangrar mientras nadas entre tiburones».
Entonces las SS llamaron a la puerta. Un día
gris y apagado de finales de otoño de 1932, el
granjero de pollosconvertido en el líder de las SS,
Heinrich Himmler, visitó la oficina central de Flick.
Había acudido para ofrecerle un acuerdo.Para detener las
peticiones de fondos que se le hacían a Flick
desde cada esquina del universo nazi, Himmler propuso que
las futuras donaciones del magnate siderúrgico se dirigieran
exclusivamente a las SS. Flick cerró de inmediato aquel
pacto con el diablo. La expansión de las SS era la
mejor protección política que uno podía comprar, pero ¿a qué
precio? Flick no tardaría en descubrirlo.
Steinbrinck y el ayudante de Himmler, Fritz
Kranefuss, ayudaron a negociar el acuerdo entre sus jefes. El
ambicioso Kranefuss era sobrino de Wilhelm Keppler, un
fracasado hombre de negocios que se estaba convirtiendo
velozmente en el asesor financiero preferido de Hitler.
A principios de ese año, Hitler le había pedido a Keppler
que creara un consejo, compuesto por empresarios
industriales y financieros, que pudiera asesorarle sobre políticas
económicas y sobre «quién estará a nuestra
[107]
disposición cuando lleguemos al poder». Keppler contrató
a su sobrino para que lo ayudara a reclutar miembros
y fundóel Círculo Keppler, como empezó a
conocérselo enseguida. Uno de los primeros en unirse fue
Orto Steinbrinck, que se sumó al círculo como representante
de Flick, justo cuando la sociedad alemana se enteró del
asunto Gelsenberg.Su atribulado jefe le ordenó que
[108]
descubriera de qué lado «soplaba el viento» en las
élites nazis. Flick estaba ansioso por utilizar esa información
para prepararse para el rearme.

Página 87
12

A medida que el verano lluvioso de 1932 llegaba


a su fin en Berlín, las tensiones entre las familias
Goebbels y Quandt seguían al alza. A finales de
septiembre,Magda y Goebbels escondieron a Harald
en casa de un amigo después de que la pareja se
peleara con Günther por teléfono. Hasta que este no
amenazó con acciones legales, no consiguió convencerlos
de que le devolvieran a Harald. Günther explicaría más
tarde que Goebbels nunca le perdonó su obstinación por
mantener a Harald: «A Goebbels […] se le metió en
la cabeza que Harald […], al que había arrastrado con
él a toda clase de eventos del partido y al que, por
lo tanto, públicamente, consideraba su hijo natural,
era efectivamente suyo. El chiquillo era alto y rubio y,
por ello, constituía una joya para un líder nazi que no
tenía precisamente el aspecto de un alemán nazi».[109]
A principios de noviembre de 1932, alrededor del undécimo
cumpleaños de Harald, las tensiones entre los dos hombres
se relajaron un poco. Goebbels escribió en su diario que
había «hablado con G. Quandt. No es del todo irracional.
[110]
Ni siquiera en asuntos sociales». Günther accedió
a que Harald pasara las vacaciones de Navidad en casa
de los Goebbels.[111] Pero cuando el muchacho se
presentó en el apartamento en Nochebuena, su
madre no estaba allí. Solo estaba Goebbels. Acababan de
ingresar a Magda en el hospital con fuertes dolores
de estómago, le contó a Harald, que se echó a
llorar.El nazi consoló a Harald durante las
Navidades llevándolo al cine y a la ópera, y visitaron
a Magda en el hospital, a la que llevaron un
árbol de Navidad iluminado y adornado con regalos. El
26 de diciembre, Hitler invitó a Goebbels y a Harald a
que pasaran la Nochevieja en el pequeño chalé que había

Página 88
alquilado en Obersalzberg, en Baviera, cerca de la
frontera con Austria. Goebbels y Harald fueron en
coche hasta allí y el último día del año le escribieron,
junto con Hitler, una carta a Magda deseándole buena
salud. Ella permanecía en el hospital, aquejada por la
fiebre. Se estaba recuperando de un aborto. Aún no
lo sabía ninguno, pero 1933 cambiaría no solo el curso de
sus vidas, sino el de Alemania y el del mundo
entero.
El 29 de diciembre de 1932, Hitler recibió un mensaje
en el chalé:el antiguo canciller Franz von Papen quería
reunirse con él. Una semana después, los hombres se
encontraron al anochecer en Colonia, en la mansión
del barón Kurt von Schröder, un banquero privado con
convicciones antisemitas. Hitler y von Papen negociaron un
acuerdo secreto en la villa del financiero aquella
noche. Von Papen estaba conspirando para regresar
al poder y pensaba que podría utilizar a Hitler,
más popular que él, como instrumento para semejante fin.
Convencido de su habilidad para controlar a Hitler, persuadió
al presidente del Reich, von Hindenburg, para que
nombrara canciller al líder nazi y a él vicecanciller.
Terminaría siendo uno de los errores de cálculo más
catastróficos de la historia. En lugar de reducir al
líder nazi a un simple testaferro, von Papen permitió
que Hitler se hiciera con el poder.
La tarde-noche del 30 de enero de 1933, las SA
celebraron el ascenso político de su Führer a canciller
con un desfile con antorchas por el centro de Berlín
—⁠ atravesando Unter den Linden y la Puerta de
Brandenburgo, y dejando atrás el Reichstag y el
Tiergarten— que los llevó hasta la Cancillería del Reich,
el nuevo hogar de Hitler y desdecuyo balcón les
dedicaría unas palabras. Las elecciones parlamentarias estaban
fijadas para el 5 de marzo, seis semanas después.
Parecía que el gobierno democrático se divisaba en

Página 89
el horizonte. Pocos comprendieron que Hitler se había hecho
con el poderesa noche, que el Tercer Reich había
empezado, que la República de Weimar se había
transformado en la Alemania nazi y que así
permanecería durante más de doce largos, oscuros y
sangrientos años.
Con Hitler al mando, la balanza de poderentre
Günther y Goebbels cambió definitivamente. Seis días después
del nombramiento, Günther visitó a Goebbels en el
apartamento de Magda para darle la enhorabuena.
Cuando se marchó, el jefe de propaganda nazi escribió
triunfante: «El señor Quandt ha venido de visita. Rebosante de
[112]
devoción. Menuda victoria».

13

El día que Adolf Hitler se hizo con el cargo más


importante del país, un Adolf completamente distinto dimitió
de su trabajo. El 30 de enero de 1933, Adolf
Rosenberger, de treinta y dos años, reunió a sus
diecinueve empleados en las oficinas de la compañía de
diseño de coches Porsche, en Kronenstrasse (en el
centro de Stuttgart) y les comunicó que dejaba su
puesto de director comercial. Rosenberger había
cofundado la sociedad dos años antes con dos socios: el
volátil, aunque brillante, diseñador de coches Ferdinand
Porsche y su yerno, Anton Piëch, un belicoso
abogado vienes. Rosenberger ofrecía el apoyo financiero
a la empresa y era su recaudador de fondos,
pero se había cansado de gastar su propio dinero
y de conseguir capital de amigos y familiares para la
firma Porsche, que lo consumía a toda velocidad y se

Página 90
acercaba a la bancarrota. Rosenberger había dejado
nombrado a un sucesor: el barón Hans von Veyder-
Malberg, un piloto de carreras retirado, conocido de
Rosenberger y de Porsche. La compañía se
encontraba en tal apuroque el aristócrata austríaco tuvo que
aportar cuarenta mil reichsmark como préstamo puente.[113] A
pesar de la situación financiera, Rosenberger dejó su
empleo en buenos términos. Permanecería como socio y se
centraría en vender las patentes de Porsche a los
mercados extranjeros,trabajando más como un freelance.

El cofundador judío de Porsche, Adolf Rosenberger.

A pesar de que compartían nombre de pila, Adolf


Rosenberger no podría haber sido más diferente del

Página 91
nuevo canciller. El atractivo judío alemán, con
conocimientos técnicos, había sido piloto de carreras para
Mercedes, y algunos de sus coches fueron diseñados por
Ferdinand Porsche. La carrera deportiva de Rosenberger
concluyó de forma abrupta en 1926 después de que
un accidente en el Grand Prix de Berlín dejara tres
fallecidos y él quedara gravemente herido. Empezó
entonces a invertir en bienes inmuebles en su ciudad
natal, tras lo que se asoció con Porsche para ayudarle
a financiar sus diseños de coches de carreras y a
transformarlos en prototipos que pudieran llegar a
conducirse.
Cuando Ferdinand Porsche estableció en Stuttgart la
compañía de diseño de coches que lleva su nombre, en
el pico de la Gran Depresión, fue la primera vez que el
autodidactabigotudo de cincuenta y cinco años se lanzaba a
la aventura empresarial por su cuenta. Anteriormente, lo
habían despedido dos veces como jefe de diseño
técnico;[114] la más reciente, de la austríaca Automóviles
Steyr, de donde lo habían echado tras solo unos
meses a causa de la crisis financiera. Antes de eso, su
contrato ejecutivo con Daimler-Benz no se renovó por lo
caros que resultaban sus diseños y por su creciente
deuda personal con la compañía automovilística, que le
prestó dinero para que se construyera una inmensa
mansión familiar en una colinade Stuttgart.
Porsche regresó a Stuttgart, desdeAustria, con su
familia en 1930. Verse en la tesitura de tener que
buscar trabajo durante la peor crisis económica de los
tiempos modernos era complicado, sobre todo para un
hombre mayor de cincuenta y cinco años, que trabajaba
en un sector industrial muy especializado y que
esperaba un buen sueldo. Además, Porsche tenía reputación
de ser difícil.La industria automovilística lo veía como un
«perfeccionista imposible de contratar»[115] por su falta de
disciplina financiera y su temperamento cambiante. De

Página 92
manera que Porsche montó su propia empresa. Contrató
a ingenieros veteranos y se asoció con personas que
pudieran compensar sus deficiencias. Pero era incapaz de
reprimir sus peores impulsos. Seguía montando escenas; a
menudo asiendo el sombrero de ala ancha que siempre
llevaba, tirándolo al suelo y pisoteándolo como un
niño malcriado. Y lo que es más, sus diseños seguían
siendo carísimos: su fabricación jamás se aprobaría durante
una depresión económica. Estaba al borde de la quiebra.
Cuando Hitler llegó al poder, Porsche acaba de rechazar
un puesto para dirigir la producción de vehículos del
régimen de los sovietde Iósif Stalin en Moscú.[116] Tras
sopesarlo cuidadosamente, Porsche rechazó aquel salvavidas; se
consideraba demasiado viejo y no hablaba ruso. La
política le daba igual, lo único que le importaba eran sus
diseños de coches. Por lo que, cuando el dictador
de casa le lanzó otro salvavidas, se asió a él con
desesperación.
A las diez de la mañana del 11 de febrero,
doce días después de que Adolf Rosenberger dejara su
trabajo, Hitler pronunció su primer discurso de inauguración
en la Muestra Internacional del Motor de Berlín.
Con un mensaje optimista, el canciller anunció una rebaja
de impuestos a los conductores y un plan moderno de
construcción de carreteras para reavivar a la decaída
industria automovilística, todavía lastrada por la crisis
económica. Hitler, un entusiasta de los coches que ni
siquiera se había sacado el carné de conducir, alabó a
los diseñadores e ingenieros del sector «cuya genialidad
crea estas maravillas producto de la inventiva humana. Es
una lástima que nuestro pueblo casi nunca llegue
a conocer a estos hombres anónimos».[117] El Führer, sin
embargo, estaba a puntode conocer excepcionalmente
bien a un diseñador en particular.
El mensaje de Hitler fue recibido con vítores en las
oficinas de Porsche en Stuttgart, donde el equipo

Página 93
al completo lo escuchó por la radio. Cuando Hitler
terminó de hablar, Ferdinand Porsche le envió un
telegrama con un breve currículum y le ofreció sus
servicios: «Como creador de muchas construcciones
reconocidas en el campo del motor y la
aviación alemana y austríaca, y como combatiente yo
mismo durante más de treinta años por el éxito
presente, felicito a Su Excelencia por el profundo
[118]
discurso de inauguración». Porsche y su equipo
estaban listos para ponersu «empeño y habilidades a
disposición del pueblo alemán», comunicó por cable a
Berlín. En otro telegrama adjunto, escribió además:
«Expresamos nuestras esperanzas de que, con nuestros
esfuerzos, recibiremos la atención y el ánimo de Su
Excelencia».[119] No solo el secretario de Estado de
Hitler acusó recibo de sus misivas, sino que también se
agradecieron enormemente, y las palabras de apoyo que
solicitaban se enviaron a Porsche de inmediato.
El primer contacto del diseñador con Hitler había sido
indirecto y por pura casualidad.[120] En 1925, la limusina
de Mercedes que trasladaba al líder nazi de un lado a
otro se llevó al taller de Daimler, en Berlín, para una
reparación. Porsche, por entonces director técnico de
Daimler, se encontraba de visita en el garaje y localizó
el problema: el aceite lubricante estaba muy
contaminado. Por entonces, no tenía ni idea de a quién
pertenecía aquella brillante limusina negra. Un año después,
los dos hombres se conocerían como es debido en
Stuttgart, a pie de pista en una carrera de coches.
Ahora, siete años más tarde, Ferdinand Porsche estaba a
puntode convertirse en el ingeniero predilecto de Hitler.
El 10 de mayo de 1933, Hitler y Porsche volvieron a
encontrarse, en esta ocasión en la Cancillería del
[121]
Reich, en Berlín. Durante su reunión de treinta y
cinco minutos, Porsche convenció a un Führer fanático
de los automóviles de que destinara una subvención estatal

Página 94
al desarrollo de un coche de carreras que el propio
Porsche y Rosenberger habían diseñado, seduciéndolo con
historias sobre sus innovaciones técnicas. La decisión de
Hitler le dio un vuelco a la situación financiera de
Porsche y, cuando el líder nazi tuvo que buscar a
un hombre capaz de convertir su prestigioso proyecto
automovilístico en realidad —⁠ el Volkswagen—, supo dónde
encontrarlo: en su mesa de diseño en Stuttgart.

14

La fría noche cerrada del 20 de febrero de


1933, Günther Quandt, Friedrich Flick y el barón August
von Finck volvieron a encontrarse con el Führer y
sus asesores financieros en Berlín. Solo que esta vez
habían mejorado su localización —de una discreta suite en
la cercana Kaiserhof a la palaciega residencia del
presidente parlamentario—, y los acompañaban más de una
veintena de magnates y ejecutivos. Von Finck volvióa
acudir con el consejero delegado de Allianz, Kurt
Schmitt, uno de los futuros cuatro ministros de Economía
nazi presentes. Los otros tres —⁠ Walther Funk, Hjalmar Schacht
y Hermann Göring— también estaban allí para ayudar
a convencer a estas dos docenas de titanes de la
industria y las finanzas germanas de que donaran
fondos, por última vez, para la campaña electoral nazi.
Tras los discursos de Hitler y Göring y el
llamamiento de Schacht a desembolsar los capitales,
dependía de los magnates dar el siguiente y delicado
paso. Fiel a su legendaria tacañería, August von Finck se
fue derecho a la salida «a la primera oportunidad

Página 95
posible»,[122] tras darse cuenta de que Schacht buscaba
sacar de él un inmediato compromiso para la donación.
Friedrich Flick aportó su dinero espléndidamente.[123]
Como acostumbraba, aseguró sus apuestas y donó a todas las
partes implicadas: tanto ciento veinte mil reichsmark para el
Partido Nazi como para su socio nacionalistade coalición. La
contribución más baja de la velada fue la de
Günther Quandt. [124] Hizo una transferencia de
veinticinco mil reichsmark a los fondos ilegales de los
nazis a través de su empresa de baterías, AFA,
unas semanas después. El obsequio palidecía en
comparación con las donaciones de seis cifras que realizaron
IG Farben y Flick. Pero Günther sabía distinguir una
oportunidad fácil cuando se le ponía delante. Era,
después de todo, lo que lo había convertido en un
hombre rico.
Como es evidente, Günther tenía una razón mucho más
apremiante y personal para estar de buenas con los nazis.
Goebbels estaba a puntode recibir un ascenso. Justo
unos días después de la donación de Günther, Hitler
nombró a Goebbels ministro de Ilustración Pública y
Propaganda, por lo que este era ahora uno de los
hombres más poderosos de la Alemania nazi al controlar
todas las facetas de la prensa, la vida cultural y
la promoción política. Al final, los resultados de las
elecciones del 5 de marzo de 1933 no importaron. Seis
días antes, el Reichstag se incendió en misteriosas
circunstancias, exactamente una semana después de la
reunión secreta de Göring en la residencia contigua. El
Estado de derecho se suprimió, la democracia en
Alemania había muerto. Ahora el poderestaba en
manos de Hitler.

Página 96
15

El 1 de mayo de 1933, el régimen nazi celebró el


Día del Trabajo, una fiesta a nivel nacional por primera
vez en Alemania. Hasta un millón y medio de
personas se concentraron al anochecer en el
aeródromo berlinés de Tempelhof para escuchar el discurso
de Hitler sobre la ética laboral alemana. El canciller se
elevaba sobre la multitud, flanqueado por unas enormes
banderas con la esvástica,y atronó desdeuna inmensa
tribuna sobre los derechos de los trabajadores. Veinticuatro
horas después, realizaría redadas en todos los sindicatos y
los prohibiría.
Günther se unió al Partido Nazi ese mismo día y
recibió el número de afiliación 2.636.406.[125] Él y
otros cientos de miles de alemanes, entre ellos August von
Finck, se apuntaron justo a tiempo, pues Hitler también
impuso al día siguiente una prohibición de afiliación. Cerca de
1,6 millones de alemanes se habían unido al NSDAP
desdeque se hiciera con el poderen enero, llegando a
un total de 2,5 millones en solo unos meses.[126] A
Hitler le preocupaba que este rápido aumento en las
cifras restara importancia a lo que significaba
pertenecer al partido, por lo que mantuvo la
prohibición durante cuatro años y Friedrich Flick y Ferdinand
Porsche tuvieron que esperar hasta mayo de 1937 para
unirse.
Cuando la guerra terminó, Günther ocultó su
afiliación y se enorgulleció de su «actitud reprobatoria
[127]
hacia el partido». No obstante, pronto apareció
documentación sobre su registro en el partido y
tuvo que dar explicaciones. Aseguró que Goebbels lo había
coaccionado. Un cálidodía de primavera de finales de
abril de 1933, según Günther, se lo convocó a una
reunión en la oficina que el ministro de Propaganda

Página 97
tenía en Ordenspalais, justo al final de Wilhelmplatz, a diez
minutos andando desdesu propio despacho. Cuando tomó
asiento, Goebbels lo miró de arribaabajo fríamente y le
preguntó si ya se había unido al partido. Günther respondió
que no, que como hombre de negocios «nunca había
[128]
pertenecido a ningún partido político». Entonces
describió, con todo lujo de detalles, cómo Goebbels empezó
a chantajearlo en ese mismo momento: «Su rostro
cambió de tonalidad. Excesiva y brutalmente, con un
tono de voz intimidante, dijo que debía convertirme en
miembro del partido de inmediato. De lo contrario, el
partido se haría cargo de la educación de mi hijo». En
el relatode Günther, Goebbels le amenazó con
[129]
«descabellados obstáculos» si no entraba en el
NSDAP y aportaba más dinero. «Goebbels echó sal en
la herida recordándome la muerte de mi hijo
mayor en París, y diciéndome que tenía la opción de
quedarme con el segundo o no. Contesté que no me
importaba la ridícula contribución monetaria al partido y
me uní a él».
En su diario, Goebbels anotó que recibió la
visita de Günther a su despacho el 28 de abril de
1933, pero describió una escena completamente opuesta al
relatodel magnate: Quandt estaba ansioso por unirse
al NSDAP y quería contárselo al integrante de la
cúpula nazi en persona antes de afiliarse. «He recibido
al doctor Quandt»[130] escribió en su diario al día
siguiente. «Es tan insignificante ahora mismo. Quiere
entrar en el partido».
Pero la afiliación de Günther al NSDAP no lo
protegió en absoluto. El 3 de mayo de 1933, dos días
después de unirse a él, estaba en una reunión
de la junta supervisora del Deutsche Bank en Berlín cuando
irrumpió la policía. Lo esposaron, lo condujeron a la
comisaría de Alexanderplatz y lo metieron en una
celda.[131] Al día siguiente, lo trasladaron a la cárcel del

Página 98
barrio de clase trabajadora de Moabit, donde lo
mantuvieron en aislamiento sin revelar qué cargos tenían
contra él. Registraron sus viviendas y su oficina
central de Askanischer Platz, y se ocuparon sus fábricas
de la AFA.
Una semana después de su arresto, funcionarios
del Partido Nazi anunciaron que Günther había sido retenido
porque quería trasladar sus fábricas y su dinero a
países extranjeros —⁠ su detención, supuestamente, «evitaba»[132]
que ambas cosas sucedieran—, pero Günther seguía sin
tener ni idea de porqué lo habían arrestado. Una
tarde,se lo llevaron de su pequeña y mohosa celda de
aislamiento a una sala de interrogatorios fría y gris,
donde lo aguardaban dos altos cargos del Ministerio de
Justicia. Según Günther, sus interrogadores empezaron
jugando con él a «poli bueno, poli malo» y
luego le revelaronla razón de su detención: al parecer
habían recibido una denuncia anónima que lo acusaba
vagamente de violar el Código de Comercio alemán. El
dúo, que había creado una unidad de anticorrupción, le
comunicó a Günther «de una forma muy cortés»[133] que lo
liberarían si traspasaba la AFA a uno de sus propios
ejecutivos, que además era de los primeros miembros del
NSDAP. Günther se rio de ellos, se negó y fue
trasladado nuevamente a su celda de inmediato, donde lo
esperaba por escrito una acusación de malversación.
El 13 de junio de 1933, tras casi seis semanas de
aislamiento e incontables interrogatorios nocturnos, Günther
pagó cuatro millones de reichsmark como fianza, una
suma colosal, y salió de prisión. «Fianza de
1 144 000 $ pagada por un empresario industrial alemán», informó
al día siguiente el New York Times. Entre las condiciones
para su liberación, no se le permitía visitar sus
oficinas centrales de la Askanischer Platz, ni tampoco
ninguna de sus residencias en Berlín, por lo que
operódesdeuna suite del Hotel Kaiserhof.

Página 99
Durante las semanas siguientes a su puesta en
libertad, Günther donó unos 43 000 reichsmark a un
nuevo fondonazi: Donaciones Voluntarias para la Promoción del
Trabajo Nacional. Aunque la iniciativa debía ayudar a
reducir el desempleo aportando dinero para los negocios
alemanes, las donaciones se utilizaban en ocasiones para
«comprar la impunidad de la acusación»[134] en ciertos
procesos legales. El arresto domiciliario de Günther se
levantó a principios de septiembre de 1933, poco después de
que empezara a aportar dinero. El cargo de malversación,
sin embargo, no desapareció hasta dos años después.
16

Günther se lamentaría más adelante de que «el año


1933 erigió ante mí un repentino y abrupto muro por
todas partes».[135] Pero, finalizado su aislamiento, sacó el máximo
partido al recién legislado antisemitismo de la
Alemania nazi. El mes siguiente al levantamiento de su
arresto domiciliario, exigió la retirada de los derechos
de afiliación y de voto de los miembros judíos de la
Asociación de Comerciantes y Empresarios Industriales.
Y todo esto sucedió después de que ya hubiera
expulsado, como descubriría más tarde un historiador, «tranquila y
vergonzosamente pronto»[136] a cuatro directivos judíosque formaban
parte de los consejos de supervisión de sus empresas.
Günther declaró, con bastante oportunismo, que su
arbitraria detención y el tiempo que pasó preso fueron un
trauma que lo marcó decisivamente. «Vi claro que
acababa de dar comienzo un hasta entonces desconocido
estado de inseguridad jurídica», escribió en sus
memorias. «Fue una experiencia que me impactó, puesto que
me habían criado para ser incondicionalmente fiel a
la patria. Además, las razones de mi arresto nunca
[137]
se me notificaron». Pero no fue así. Sus dos
interrogadores en prisión le revelaron que uno de sus

Página 100
ejecutivos de la AFA, el que se había unido de los
primeros al Partido Nazi, había orquestado aquel golpe de
estado corporativo contra él. Tras la guerra, sin embargo,
Günther aprovechó convenientemente su estancia en
prisión para dar la imagen de víctima de un Goebbels
vengativo que, según relataba, había sido el cerebro tras
aquel plan de arrestarle y encarcelarlo. También esto era
mentira.
El 5 de mayo de 1933, a los dos días de la
detención de Günther, Goebbels escribió en su diario:
«Han arrestado a Günther Quandt.[138] ¿Por qué? Asuntos
tributarios. Con Hitler. Está disgustado porque no permiten
que la economía se estabilice. Göring va a investigar
el caso de Quandt. No siento lástima por él, solo por
el querido Harald». Un día después, Goebbels volvióa
hablar con Hitler, a solas, sobre el «caso G.
[139]
Quandt». Los empresarios industriales y sus negocios
eran esenciales para la política de rearme del canciller
alemán, que estaba a puntode iniciarse, de manera
que le preocupaban todas esas facciones rebeldes dentro del
Partido Nazi que atacaban a los hombres de negocios
e intentaban hacerse con el poderde sus empresas.
Estos arribistas amenazaban con destruir toda la buena
voluntad que Hitler había mostrado, tan cuidadosamente, con los
magnates.
Cuando Günther salió de prisión, se informó a
Goebbels de inmediato. «Orden de detención contra
Günther Quandt», escribió el 14 de junio de 1933.
«Liberado por unos cuatro millones. Así es como funciona.
No me inmiscuiré de ninguna manera. Si ha metido
la pata, debe pagar».[140] La excuñada de Günther, Ello,
siguió el asunto junto a su mejoramiga, Magda.
«Goebbels dijo que no sabía nada sobre el tema y que
[141]
menos mal», declararía Ello después. «Recibió de
buen agrado el arresto. Cuando lo liberaron, Goebbels

Página 101
comentó que, por desgracia, ya nadie podría tocar a ese
tipo de nuevo».
No podía decirse lo mismo, sin embargo, sobre el
novio que Magda se echó en Berlín durante su
adolescencia, VictorChaim Arlosoroff.[142] Tres días después
de que liberaran a Günther, Arlosoroff fue asesinado por
dos hombres armados mientras daba un paseovespertino con
su mujeren una playa de Tel Aviv. El líder sionista
había regresado de Alemania dos días antes, donde había
negociado un acuerdo con el régimen de Hitler que
permitiría a unos sesenta mil judíosalemanes emigrar, con
sus posesiones, al Mandato británico de Palestina. El asesinato
de Arlosoroff sigue sin resolverse a día de hoy.

17

En mayo de 1933, el hijo mayor de Günther Quandt,


Herbert, volvióa una Alemania que no se parecía en
nada a la que había dejado atrás. Su ciudad natal,
Berlín, era ahora la capital de un nuevo Estado;
se consideraba a su antigua madrastra la primera
dama del Tercer Reich; y el nuevo marido de
esta era el ministro de Propagandanazi. Mientras tanto,
su padre estaba encerrado en una celda de la cárcel de
Moabit por delitos desconocidos y se tramaba un
intento de arrebatarle el control corporativo de la
AFA.
Herbert,de veintidós años, había pasado la mayor
parte de los últimos cuatro años fuera de Alemania, tras
apenas terminar su «sumamente tortuosa»[143] educación
escolar para siempre. Para bien o para mal, era el
heredero natural de su padre tras la muerte de

Página 102
Hellmut. Herbert, a pesar de su discapacidad visual, se
sentía entusiasmado por la oportunidad. (Su vista
había mejorado notablemente a lo largo de los años,
gracias a la ayuda de los médicos). La Gran
Depresión tampoco tuvo ningún impacto negativo en él.
Herbert había estudiado inglés y francés en Londres y
París, había viajado alrededor del mundo con su padre,
había recibido ciclos formativos vocacionales en la fábrica
de baterías AFA en Alemania y en distintas empresas
de Bélgica, Inglaterra y Estados Unidos.
Disfrutó especialmente de su estancia en Norteamérica,
e hizo saber de nuevo a su familia, durante las
Navidades de 1932, que planeaba mudarse allí si el
comunismo alejaba a los Quandt de Europa. «No era
un peligro baladí», [144]escribió Herbert en el otoño
de 1979. «¿Por qué llegó Hitler al poder entonces? Porque, y
no me da miedo decirlo aquí, le había declarado la
guerra al comunismo en Alemania, una y otra vez de una
forma impactante y concisa». Mientras que Herbert se
consideraba «políticamente una página en blanco»,[145] en
enero de 1933 veía al comunismo, no al nazismo,
como el gran riesgo para Alemania. «Ahora sufría de
primera mano, como si fuera un monstruo amenazante
que no paraba de crecer, el acechante peligro
rojo, del que la prensa americana ya me había
informado», recordaría después.
A pesar de todo, Herbert mantuvo la cabeza gacha
hasta que su padre salió de prisión y volvióa la
oficina. Entonces se casó con Ursula, su prometida,[146] se
trasladó a la villa que su padre le había comprado
junto a la mansión familiar en Babelsberg, y se formó
en dirección de empresas durante cuatro años en la
AFA, en Berlín. No se inscribiría como miembro de
apoyo a las SS hasta dos años después de que Hitler
llegara al poder.[147]

Página 103
18

El 30 de junio de 1933, dos semanas después de la


liberación de Günther, Hitler nombró al consejero delegado
de Allianz, Kurt Schmitt, ministro de Economía del
Reich. Schmitt se impuso al asesor financiero de
Hitler, Otto Wagener, que compitió demasiado por el
puesto y perdió por completo el favor del líder
nazi. El barón August von Finck era quien más fervientemente
había defendido la candidaturade Schmitt. Según otro
consejero delegado de Allianz, von Finck «estaba ansioso por
que las empresas se hicieran oír en el nuevo régimen
y sentía que [el nombramiento de Schmitt] sería
beneficioso tanto para Allianz como para su propio
banco».[148] Tanto Hitler como Göring, que buscaba ser el
líder de facto de la economía nazi, estaban de acuerdo con
von Finck, pero por razones distintas. A los ojos de los
dos líderes nazis, debía aplacarse a la comunidad empresarial
para consolidar el poder e impulsar el rearme.
Schmitt, el consumado conocedor del mundo empresarial,
parecía el rostro perfecto, pero dimitió enseguida debido
al estrés tras desmayarse durante un discurso.[149]
Otra figura del establishment, Hjalmar Schacht, lo sucedió
como ministro de Economía. Mientras tanto, la profunda
devoción de von Finck por Hitler se fortaleció. A Schmitt,
más un oportunista que alguien que creía en la causa, le
parecía que la opinión de von Finck «sobre el
mundo […] era algo provinciana. Tenía pocos conocimientos de
primera mano de los países que no fueran Alemania y
nunca […] había viajado al extranjero. De ahí […] que
su fe interior en el nazismo, y particularmente en
[150]
Hitler, nunca flaqueara», relatóSchmitt a un
interrogador estadounidense tras la guerra.
La devoción de von Finck por el Führer era evidente
para todos sus compañeros de trabajo y amigos. Hitler

Página 104
«provocaba en él una gran fascinación» y «una hipnótica
[151]
influencia», según dijo Hans SchmidtPolex, un amigo
suyo de toda la vida. Hans Hess —⁠ que sustituyó a
Schmitt como consejero delegado de Allianz, pero se
negó en todo momento a unirse al Partido Nazi—
reveló tras la guerra que von Finck le había contado
en numerosas ocasiones «que creía que Dios había enviado a
Hitler para que fuera el Führer del pueblo alemán».[152]
Aun así, el fanatismo de von Finck se detenía al
llegar a su bolsillo. El banquero no era muy querido
entre los oficiales del NSDAP por su tacañería. Según
declaró tras la guerra el jefe de prensa de
Allianz, el barón Edgar von Uexküll, «sentían que sus
contribuciones al Partido no eran acordes a su
riqueza».[153] Los nazis tuvieron que buscar la forma
de sacarle el máximo rendimiento a la devoción,
influencia y contactos del hombre más próspero de
Baviera sin que este se gastara ni un céntimo de
su propia fortuna. Alrededor de la época en que
se nombró ministro a Schmitt, a Hitler se le
ocurrió una idea: le daría a von Finck la oportunidad
de gastar el dinero de los demás. Trasla
ceremonia en la Cancillería del Reich, Hitler se llevó a
von Finck a un aparte, lo miró a los ojos y le
dijo: «Eres mi hombre. Constrúyeme una casa para el arte
[154]
alemán».
En julio de 1933, Hitler —él mismo fue un pintor
amateur en su momento⁠ — designó a von Finck como
presidente del consejo de administraciónde la Haus der
Deutschen Kunst (la ‘Casa del Arte Alemán’), elmuseo de arte
que se edificaría en Múnich. Era el proyecto favorito
de Hitler, que se lo imaginaba como un ejemplo máximo
de la arquitectura nazi que exhibiría lo que él
consideraba las bellas artes alemanas por antonomasia. Se
construiría en Prinzregentenstrasse, en el extremo sur del

Página 105
parque Englischer Garten y cerca del lujosoapartamento de
Hitler.

Hitler golpea la piedra fundacional del museo, con August von


Finck, de traje, de pie detrás de él. Instantes después,
el martillode plata se hizo añicos.

El 15 de octubre de 1933, Hitler puso la primera


piedra del museo durante una fastuosa ceremonia.[155]
Para concluir la celebración, golpeó la piedra tres
veces con un martillo de plata especialmente diseñado
para la ocasión. Pero la herramienta se rompió y sus
pedazos se desperdigaron por el suelo.Von Finch lo
contempló todo sombríamente desdeatrás. Un encolerizado

Página 106
Hitler prohibió que se hiciera mención alguna al
contratiempo en la prensa alemana. A pesar del
accidentado comienzo, enseguida se forjó una sinergia
entre von Finck y el Führer. Al principio de cualquier
ceremonia relacionada con algún museo, los dos hombres
permanecían uno al lado del otro frente al público,
bien erguidos, con el brazo derecho suspendido en el aire
y una mano extendida. Von Finck presentaba entonces a
Hitler con un discurso de tres minutos y el Führer
divagaba después durante una hora. Desde ese
momento, von Finck sería el guía de museo de Hitler y
disfrutaría del honor de sentarse a la derecha del
canciller durante las cenas y ceremonias. Había
conseguido estar muy cerca de su querido Führer.

19

El 7 de marzo de 1934, Hitler regresó a la


Muestra Internacional del Motor de Berlín para dar otro
discurso de inauguración. Pero, en esta ocasión, no
estaba contento. El canciller reprendió a los fabricantes de
automóviles por centrarse en los vehículos de lujo y
los acusó de extender la idea de que los coches solo
eran para los ricos. Hitler estaba resentido por «los millones
de compatriotas decentes, diligentes y trabajadores» que no
[156]
podían ni siquiera plantearse comprar uno. Había
llegado la hora, bramó el Führer, de que los
coches perdieran ese «carácter basado en la clase social
que, tristemente como consecuencia, dividía a las clases».
Su vozarrón reverberó a través del pabellón de
exposiciones más grande de Berlín mientras los ejecutivos
de Daimler-Benz lo observaban muy tensos, humillados y

Página 107
aterrados. Ferdinand Porsche, por el contrario, descubrió que
tenía una opinión parecida a la del Führer. Acababa de
añadir una nueva especialidad a su cartera de
proyectos: diseñar coches pequeños y asequibles. A
principios de ese año, el 17 de enero, el estudio de
diseño de Porsche en Stuttgart envió un memorando
de doce páginas al Ministerio de Transportesdel Reich,
situado en la berlinesa Wilhelmplatz, en la que se
detallaba la construcción de un Volkswagen, un
[157]
«coche para el pueblo».
Sin embargo, aquel memorando, que no había sido
solicitado, nunca llegó al escritorio de Hitler. Al
Führer, al parecer, le habían gustado los diseños
[158]
de Josef Ganz, un ingeniero automovilístico judío. Como es
evidente, un judío jamás podría diseñar el coche para el
pueblo de la Alemania nazi. Resultó que un vendedor
de coches de Daimler convertido en confidente de Hitler,
leyó la propuesta de Porsche tras el discurso y
avisó al canciller. Una semana después, un día de
principios de primavera, Hitler citó a Porsche en el Hotel
Kaiserhof, en la suite que seguía manteniendo para las
[159]
conversaciones extraoficiales. En la Cancillería del Reich,
frente al hotel, cada palabra que pronunciaba se registraba
por escrito. Y, tras un año en el poder, Hitler
sabía lo importante que era la privacidad. Se había
acostumbrado a saltarse la burocracia y a
concederles contratos políticos a las personas en las
que confiaba; y Porsche estaba a puntode
convertirse en una de ellas.
Ferdinand Porsche no sabía exactamente por qué lo
habían citado en el Kaiserhof, pero recordaba con
afecto la conversación que había mantenido con Hitler el
mayo anterior, cuando salvó su empresa cautivando al
Führer con historias de carreras de coches. Porsche
esperaba que sucediera poco más omenos lo mismo esta
vez, pero se equivocaba. En cuanto entró en la

Página 108
suite, el canciller nazi empezó a gritarle órdenes: el
Volkswagentenía que ser un vehículo con cuatro asientos y
un motor propulsado por diésel y refrigerado con aire, que
pudiera reconvertirse para uso militar. Hitler no tenía
solamente en su cabeza al «pueblo». El rearme era
su auténtica prioridad.
Porsche escuchó las exigencias del autodidactafanático de
los automóviles en silencio. Después vino el giro
inesperado. Hitler había leído en alguna parte que Henry
Ford, un hombre al que veneraba, estaba fabricandoun
coche en Detroit que costaba mil dólares,[160] por lo que
el Volkswagen no podría costar más de mil
reichsmark, declaró. Porsche lo miró con incredulidad,
pero no se atrevió a responder. Por último, trataron
el tema de la nacionalidad de Porsche.[161] El
diseñador de cincuenta y ocho años había nacido en
Bohemia del Norte, por entonces parte del Imperio
austrohúngaro; ahora, en 1934, era una región de
Checoslovaquia. Porsche había escogido la nacionalidad
checa cuando el imperio se desintegró y, para Hitler, un
ciudadano de un odioso país eslavo nunca podría
diseñar el coche del pueblo alemán. Dos semanas más
tarde,Porsche y su familia descubrieron que, sin
mucho esfuerzo por su parte,de repente eran
ciudadanos de la Alemania nazi. De vuelta en Stuttgart, en
su inmensa mansión sobre la colina,
Porsche se encogió de hombros y le dijo a un
pariente: «Por lo que entiendo, no hay mucho que
[162]
podamos hacer al respecto». De cualquier modo,
tenía problemas más importantes que resolver.

Página 109
20

Tras su liberación, Günther Quandt no tardó en descubrir


que su nueva condición de persona intocable no le
sería de ayuda en lo referente a la custodia de su
hijo Harald, de doce años. Los Goebbels seguían
empeñados en quedarse con el primogénito de Magda,
lo que finalmente lograron en la primavera de 1934. El
viernes 13 de abril —⁠ el día que Magda dio a luz
a su segunda hija, Hilde—, Goebbels se quejó en su
diario de que Günther se había negado a darle permiso
a Harald, unos días antes, para que pasara tiempo con
su creciente familia durante la Semana Santa.[163]
Además de Hilde, Harald ahora tenía una hermanastra de
un año y medio, Helga. El siguiente en aparecer, el
único hijo biológico varón de Goebbels, recibió el nombre de
Helmut en honor del hijo fallecido de Günther al
que Magda había estado tan unida. Otros tres vástagos
con nombres que empezaban por hache les seguirían,
compartiendo así la primera letra con Harald y sus
hermanos… y con el apellido de Hitler.
Goebbels había agotado su paciencia con Günther. «Ha
llegado la hora de utilizar el armamento pesado. No
pienso seguir cediendo con este tema»,[164] escribió. Tres
días después, le habló a Hitler de la «lucha por
[165]
Harald» que la pareja mantenía con Günther. Según
Goebbels, el canciller estaba «completamente de nuestra
parte.Magda conseguirá a Harald». El ministro de
Propagandatrató entonces el «asunto de Harald» con
Göring y el líder de las SA, Ernst Röhm, el 18 de
abril de 1934. «Los dos me apoyan mucho»,[166] escribió
Goebbels. (Diez semanas más tarde,Röhm y la mayor
parte de sus aliados en las SA fueron ejecutados por
ordende Hitler, y con el apoyo de Göring y

Página 110
Himmler, durante la masacre de la Noche de los
Cuchillos Largos).
Goebbels también habló con Günther el 18 de
abril. El ministro de Propaganda escribió en su diario que
fue «durocon el sentimentalismo [de Günther]». Al parecer,
la estrategia funcionó. «Ha accedido», escribió. «Magda recupera
a Harald. ¡Está entusiasmada!». Günther esperaba que la
pareja le devolviera al niño tras las vacaciones de
Pascua, pero no fue así. A principios de mayo, el
magnate contrató a un destacado abogado de litigios
de Berlín para forzar la vuelta de Harald. Era uno de
los pocos letrados en Alemania a los que aún les
quedaba el coraje suficiente como para presentar una
demanda por secuestro contra Goebbels y su mujer,
la pareja más poderosa del país. Dio igual. Una semana
después el abogado se reunió con Günther con las
manos vacías. Ningún tribunal de la capital se
atrevió a aceptar la demanda.
Goebbels se encolerizó cuando Magda le contó que
Günther había contratado a un abogado para demandarlos.
«No pienso aceptar este comportamiento tan irrespetuoso
[167]
ni un segundo más», escribió el ministro de
Propaganda. «No devolveremos a Harald […], le digo
a Quandt. Está furioso». El 8 de mayo de 1934, la
pareja fue a ver al abogado de Magda para
firmar un nuevo acuerdo de custodia con un plan
de visitas actualizado.«Está contenta. Ahora Günther Qu.
tiene que aceptar», escribió.[168]A Günther no le quedó más
remedio que estar de acuerdo con el nuevo arreglo.
Harald era ahora de Magda y Goebbels y se le
permitía visitar a su padre dos veces al mes.
La última entrada del diario de Goebbels en la que
se menciona a Günther es de cuatro años después, a
principios de junio de 1938. Ese agradable día de primavera
en Berlín, Harald le contó a su padrastro que su
padre biológico iba a casarse de nuevo. «¡Viejo

Página 111
estúpido!»,[169] escribió Goebbels tras escuchar la noticia. El
rumor terminó siendo falso: Günther nunca volvióa
casarse. Con la muerte de Toni y los problemas con
Magda, Günther ya había experimentado suficientes
tormentos matrimoniales para el resto de su vida. Eligió, por
tanto, la seguridad de los confines de la soltería
y de los negocios.
Con el fin de la batalla por la custodia,
Günther dejó de copar los pensamientos de Goebbels. Los dos
hombres, con sus historias personales entrelazadas, aún
tenían que coexistir. Pero ahora, al menos, disponían
de espacio para las cosas que les apasionaban. Goebbels
acababa de empezar a ejercer su poder. Había un país
que liderar hacia la batalla, y una parte de su
población que expoliar y a la que privar de sus
derechos (y, en último término, exterminar). Y había un
continente, y después un mundo, que conquistar.
Günther, mientras tanto, tenía otra clase de imperio
que expandir y se dedicó en cuerpo y alma a ello.
A pesar del difícil comienzo, se había consolidado como uno
de los principales magnates de la nueva Alemania de
Hitler. El país estaba saliendo de la Gran Depresión
y el rearme estaba a punto de despegar. Con
todas las oportunidades financieras que proporcionaba el
Tercer Reich, las cosas por fin empezaban a ir
viento en popa para Günther. Había negocios por hacer y
dinero por ganar. El mundo siguió su curso.

Página 112
PARTE II

«La obsesión nacionalsocialista acabará


pronto»

El 28 de julio de 1941, Günther Quandt celebró su


sesenta cumpleaños con una gran cena para ciento
treinta hombres en el Hotel Esplanade, uno de los más
lujosos y afamados de Berlín.[1] Con su fachada de
arenisca de estilo belle époque y un interior que
mezclaba el neorrococó y el neobarroco, el hotel se
alzaba en la Potsdamer Platz, en el bullicioso corazón
de la capital. Es muy posible que el convite se
celebrara en el Kaisersaal, donde el emperador Guillermo
II solía organizar fastuosos banquetes. Fiestas dignas de
un káiser solían seguir después en el salón contiguo,
donde durante los hedonistas felices años veinte
berlineses, estrellas del celuloide como Greta Garbo y
Charlie Chaplin bebían y bailaban sin parar durante
toda la noche.
Sin embargo, hacía tiempo que aquellos días
desenfadados y excitantes habían terminado, y una nueva
y despiadada guerra rugía en Europa y amenazaba con
engullir al resto del mundo. Hitler estaba en la
cima de su poder aquel verano. Él y sus aliados
controlaban casi todo el continente. De hecho, aquella
misma noche, las fuerzas armadas de Hitler, la

Página 113
Wehrmacht, se estaba acercando a Leningrado y Kiev
como parte de la Operación
Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética.
Pero una excitación distinta impregnabael salón en el
que tenía lugar la cena de Günther aquella sofocante
noche de verano. Günther y sus invitados —⁠ todos
hombres— pasaron la noche sudando y riendo.
Todos se habían cebado financieramente gracias a la
guerra y las conquistas. Se habían atiborradode
trabajadores forzados, de compañías judías incautadas con
impunidad; muchos, de hecho, como Hermann Göring, se
habían vuelto literalmente obesos. La demanda casi
infinita de artillería y proyectiles para tanques hacía que
el dinero siguiera entrando. Aunque pocos habían
tenido tanto éxito como Günther.
El presidente del Reichsbank y ministro de Economía
Walther Funk comenzó la velada con un «discurso
[2]
brillante». Funk estaba emocionado; él y Günther
habían recorrido un largo camino juntos. Veinte
años antes, Funk había sido un mero editor de un
periódico financiero con buenos contactos, y Günther un rico
pero provinciano especulador en bolsa.Ahora, según palabras
de Funk, Günther había «conseguido algo que estaba
escrito con letras doradas en la historia de la
[3]
economía de guerra alemana». Y tenía razón. A
través de sus fábricas armamentísticas, textiles y de
baterías, Günther se había consolidado como uno de los
principales empresarios industriales del Tercer Reich.
Göring le había otorgado el improvisado título de
Wehrwirtschaftsführer (‘líder de la economía militar’), pero era
el propio Günther el que se sentía agradecido. Gracias
a las políticas de rearme y los decretos de
expropiación del régimen, se estaba enriqueciendo
enormemente.
DWM, la empresa de armas de Günther, fabricaba
millones de balas, rifles y pistolas Luger para la

Página 114
Wehrmacht. El precio de sus acciones no tardaría en
dispararse un 300 % a causa de la guerra y de
[4]
la insaciable demanda de armas. En general, los
negocios le iban tan bien que pudo permitirse la compra
de más acciones y finalmente se convirtió en el
accionista mayoritario de DWM. Su otra empresa, la
AFA, producía en masa miles de baterías para los
submarinos, torpedos y misiles nazis. Sus fábricas textiles
confeccionaban tantos millones de uniformes para la
Wehrmacht, el NSDAP, las SS y las SA que, si
los hubieran puesto en línea, la tela hubiera abarcado más
de la mitad del país de este a oeste.[5] Günther
también mantuvo sus viejas costumbres y adquirió en secreto
acciones de la empresa constructora más importante de
Alemania con la idea de organizar una adquisición hostil.[6]
Su mayor éxito había tenido lugar solo dos meses
antes, cuando había entrado en dos de las industrias más
poderosas del país a través de la compra de un
60 % de las acciones de Byk Gulden, una farmacéutica
y empresa química anteriormente controlada por judíos.[7]
Aquella participación mayoritaria del 60 % constituía una
cifra significativa para Günther puesto que armonizaba con el hito
de su sesenta cumpleaños.
Incluso Das Reich,un periódico semanal fundado por
Goebbels, publicó un homenaje a Günther por su
cumpleaños: «Ropa para los militares, acumuladores,
pilas secas,armas de fuego, munición, metales ligeros…
Quienquiera que fabrique todo esto merece ser llamado
[8]
Wehrwirtschaftsführer». Günther, de hecho, se había
estado atormentando con la cuestión de si invitar
o no a Goebbels a aquella velada de festejos.
Su enfrentamiento había quedado en el pasado, pero su
relación seguía siendo fría en el mejorde los casos.
Tres semanas antes de la fiesta, en una carta desde su
residencia vacacional en las montañas, Günther compartió su
inquietud sobre qué hacer con un ayudante: «Muy seguramente

Página 115
no vendrá, pero si se entera de que Funk y
Milch han acudido y que a él no se lo invitó,
[9]
puede ofenderse». Günther no podía arriesgarse a
volver a despertar la furia de Goebbels. Estaba
convencido de que sus fábricas de armas habían
llamado la atención del ministro de Propagandapor una
razón personal: Harald, de diecinueve años, había desarrollado
un interés especial por la ingeniería mecánica.[10]
Günther terminó invitando a Goebbels, quien, como era
de esperar, rehusó asistir. Sin embargo, envió en su
lugar a su nuevo lugarteniente, Leopold Gutterer, que
consiguió un sitio en la mesa de Günther, la más
grande de todas las que ocupaban el centro del
salón Esplanade. Dos meses antes, Gutterer había sustituido a
Karl Hanke, el ayudante de más confianza de Goebbels
durante una década, como secretario de Estado del
ministro de Propaganda. El despido de Hanke había
estado íntimamente relacionado con Magda. Ahora, Gutterer
estaba a unas semanas de introducir una nueva política
que afectaría a todo el Reich alemán: la obligatoriedad
de marcar a los judíoscon la estrella amarilla de
David.
Günther había ideado su cumpleaños como un evento
de relaciones públicas, y la fiesta había empezado pronto.
Esa mañana de finales de junio, celebró una recepción
en su recién adquirida y exhaustivamente renovada
vivienda de cuatro plantas, situada junto al
[11]
Tiergarten y con vistas al canal Landwehr. En la
antigua delegación húngara, los ejecutivos y socios de
Günther, representantes del régimen, del Partido Nazi y
de la Wehrmacht, hicieron cola para estrecharle la mano.
Sobre estos hombres de mediana edad, ataviados con trajes y
uniformes cruzados, colgaban cuadros de los maestros del
Renacimiento italiano Tintoretto y Bonifacio Veronese.
Günther había empezado a coleccionar arte. Cuadros
impresionistas de Claude Monet, Alfred Sisley y Camille

Página 116
Pissarro adornaban las paredes del comedor de su
mansión de Babelsberg. Después de todo este tiempo,
seguía pensando que la cultura podía comprarse. Según se
comentaría más adelante, Günther había obtenido cerca de diez
cuadros de la colección que los nazis le robaron al
marchante de arte holandés y judío Jacques Goudstikker.[12]
En la velada en el Esplanade, Günther distribuyó
a sus ejecutivos por catorce mesas, sentando a cada uno
de ellos junto a un burócrata nazi o un general del
ejército para que hablaran de acuerdos armamentísticos y
de procesosde arianización. Como es natural, los hombres
que financiaban estas transacciones —⁠ los líderes ejecutivos
del Commerzbank, Dresdner Bank y Deutsche Bank— estaban
presentes. Estos financieros del Tercer Reich compitieron
duramente por servir al acaudalado régimen nazi y por
saciar el voraz apetito de crédito de sus clientes
privados. El deseoinfinito de la Alemania nazi de expandir
las compañías armamentísticas, establecer campos de concentración
y exterminio, y propagar los conglomerados, tanto en casa
como en los territorios ocupados, estaba reportando millones
para los bancos.
Günther mantenía una relación cercana con su mayor
acreedor, el Deutsche Bank, de cuyo consejo de supervisión
todavía formaba parte.Como regalo de cumpleaños, un
ejecutivo de dicho banco le ofreció una plaza en el
consejo de supervisión de la Daimler-Benz.[13] Fue el
comienzo oficialde la lucrativa relación que los Quandt
mantendrían con el fabricante de automóviles más
importante de Alemania. El distante y bigotudo Hermann
Josef Abs, otro ejecutivo del Deutsche Bank sentado a la
mesa de Günther, representaba al banco en DWM, la
AFA y otros cuarenta y cuatro consejos de supervisión.
El piadoso católico era una figura destacada de los
negocios en la Alemania nazi y «el eje del expolio
continental».[14] Al final de la velada, el futuro
presidente del Deutsche Bank golpeó su copa, se levantó

Página 117
y brindó a la salud de Günther. «Fuiste capaz de
triunfar en tu transición a la nueva era en 1933
gracias a tus hábiles tácticas y tus talentos
especiales»,[15] dijo Abs. «Pero tu característica más
destacable es tu fe en Alemania y en el Führer».
Cuando Abs volvióa tomar asiento, Günther
permanecióde pie. Mientras contemplaba aquella multitud de
hombres codiciosos y poderosos, se le humedecieron los ojos
y sus pensamientos deambularon hacia el pasado.

Casi ocho años antes, el 8 de junio de 1933, a tres


kilómetros al sudeste de donde Günther permanecía sentado
en su celda de aislamiento de Moabit, el presidente del
Reichsbank, Hjalmar Schacht, aprobó un colosal paquete
de estímulos económicospara iniciar la primera fase del
[16]
rearme de la Alemania nazi. La decisión se tomó,
probablemente, en una discreta reunión con el nuevo
ministro de Aviación, Hermann Göring, su lugarteniente
Erhard Milch y el ministro de Defensa Werner von
Blomberg. Los hombres resolvieron que, durante los ocho
años siguientes, se destinarían cerca de 4400 millones de
reichsmark al año para el rearme militar, alcanzando así
el impresionante total de 35 000 millones de
reichsmark (entre un cinco y un diez por ciento del PIB
anual alemán).
Pero debía llevarse a cabo en secreto. Salvo por
algunas notables excepciones, el Tratado de Versalles
prohibía terminantemente a Alemania fabricar armas, un
asunto sobre el que Hitler no dejaba de despotricar,de
manera que a Schacht se le ocurrió un sistema

Página 118
de financiación militar que no aparecería en los
presupuestos: montar una empresa pantalla para pagar a
los fabricantes de armas a través de pagarés.
Unos meses después del consejo de ministros, Hitler se
retiró de la Sociedad de las Naciones y de las
conversaciones internacionales para el desarme. Muy pronto,
miles de millones empezaron a fluir hacia los industriales alemanes
y sus fábricas de armas.
Tras su liberación, Günther estaba excepcionalmente
bien posicionado para el auge del rearme. No solo dirigía
una de las empresas armamentísticas más potentes, DWM,
sino que también controlaba la APA, el mastodonte de
las baterías, con lazos históricos que la unían a las
industrias automovilística y de defensa. Empezó a aplicar
una estrategia dual: suministrar a clientes militares y también
a civiles, con cuidado de no depender demasiado ni
[17]
de unos ni de otros.
Günther reactivó las instalaciones de DWM en Berlín
justo después de que Hitler se hiciera con el poder.
En los años anteriores a 1933, desdesu inmenso escritorio
doble y oscuro orientado hacia la Askanischer Platz, planeó
con meticulosidad el rearme. «Evitar que las
capacidades intelectuales, económicas y financieras
disminuyeran durante los años de declive requirió mucho
esfuerzo»,[18] escribió el 8 de mayo de 1939 en la
publicación sobre el aniversario de DWM, cuatro meses
antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. «Pero,
desdela toma de poder, tuvimos la oportunidad de
ponerlas fábricas al servicio del Führer para retomar la
producción del equipamiento militar de inmediato y a
gran escala». Además, Günther atribuyó lo que estaba a
puntode suceder a Hitler, «quien, con su voluntad
indómita, llevó a cabo la recuperación y el rearme
del pueblo alemán».
El complejo armamentístico DWM, situado en el
distrito obrero de Wittenau, en Berlín, había

Página 119
permanecido principalmente vacío desdeel comienzode la
Gran Depresión y sus instalaciones se habían
[19]
arrendado a la General Motors. Pero la maquinaria de
fabricación de las armas —⁠ que se había desmantelado
en parte y los comerciantes de chatarra habían
almacenado en secreto— se recuperó, actualizó y
reinstaló velozmente. El complejo entero se expandió,
todo pagado por el régimen según las órdenes de la
Dirección General de Armamento (HWA). No tardó en
convertirse en uno de los mayores complejos industriales de
Berlín, dividido en tres solares, de los cuales DWM se
quedó con uno, que se centraba en la fabricación de
piezas de las armas y proyectiles para tanques.
Ese mismo año, la HWA encargó a DWM que
construyeraunas instalaciones para fabricar munición de
infantería en Lübeck. La parcela de cuatrocientas
hectáreas, camuflada entre los árboles, se convirtió en uno
de los complejos armamentísticos más importantes de la
ciudad portuaria hanseática. El instituto de investigación
de DWM sirvió de centro neurálgico para la innovación en
munición de la Alemania nazi, e incluía un campo
de tiro de mil novecientos metros para experimentos
balísticos. La compañía de Günther contrató incluso a un
grupo de matemáticos para que ayudaran con los
experimentos con munición, mejoraran la producción de los
proyectiles y la calidad balística, y fabricaran granadas de
mano y explosivos. Las ciudades en las que Günther levantó
sus fábricas de armamento empezaron a dedicar calles al
magnate.
Los otros dos solares del complejo armamentístico de
Günther en Berlín se arrendaron a Mauser y Dürener,
las mayores filiales de DWM. Mientras que durante
la Gran Depresión había estado a puntode quebrar,
Mauser, famosa por sus rifles y pistolas, quedó
«liberada» de las «cadenas de Versalles»[20] cuando Hitler
tomó el poder. Mauser también recibió cuantiosas

Página 120
subvenciones del ejército y se puso de inmediato a
producir en serie millones de Karabiner 98 Kurz, el rifle
de servicio de la Wehrmacht. Mauser también empezó
a fabricar de nuevo la Luger POS, una de las
pistolas más utilizadas por el ejército alemán durante
la Primera Guerra Mundial. Hoy en día, resulta
sencillo reconocer la icónica pistola negra como la
preferida de los villanos nazis en las películas. Los oficiales
aliados llegaron a calificar las instalaciones de
investigación armamentística de Mauser como «un sueño
hecho realidad».[21]
Sin embargo, fue Dürener, la otra filial de DWM que
alquiló la parcela del complejo armamentístico de
Günther en Berlín, la que realmente dio fama al
magnate en los círculos militares y del régimen.
Dürener era conocida en el mundo de la aviación por
fabricar el duraluminio, un aluminio ligero con cualidades
parecidas a las del acero.[22] La aviación militar se
estaba convirtiendo, a pasos agigantados, en la industria
que más crecía e innovaba de la Alemania nazi, con
Göring y Milch gastándose miles de millones en el sector
tecnológico. Como resultado de estas inversiones masivas, la
Dürener de Günther se convirtió en un proveedor clave de
la Luftwaffe, la fuerza aérea del Tercer Reich. El
duraluminio era una parte indispensable no solo de los
aviones de combate de la Luftwaffe, sino también de
las aeronaves de transporte y civiles producidas por
famosos fabricantes aéreos alemanes como Junkers,
Messerschmitt, Heinkel, Dornier y Arado. Controlada por
Friedrich Flick, una nueva compañía de aviación que
también confiaría en la apreciada innovación de Dürener
fue la ATG. Flick no había estado tan bien preparado para
el rearme como Günther Quandt. Pero el austero
empresario industrial estaba recuperando el tiempo perdido.

Página 121
3

Cuando el asunto Gelsenberg pasó al olvido, a


Friedrich Flick le faltó tiempo para empezar a sacarle
el máximo beneficio a su recuperada influencia política y
exceso de liquidez. Su capacidad para dejar de lado los
sentimientos y adaptarse a los tiempos, haciendo que sus
empresas fueran indispensables para el régimen vigente
(fuera el que fuera), definía al magnate. Flick, un
estratega implacable, superaba en su tenacidad para las
maquinaciones y en su habilidad para cerrar tratos
incluso a un infatigable cultivador de contactos clave
como Günther Quandt. Ayudado por lugartenientes como
Otto Steinbrinck, Flick sobornó a miembros de grupos de
presión, burócratas y periodistas para recibir u ocultar
información. La Alemania nazi estaba completamente en
sintonía con su estilo de politiqueo agresivo y discreto.
Pero a pesar de sus gigantescos intereses industriales,
Flick tenía una debilidad: seguía siendo una especie de
recién llegado a la producción armamentística, a
diferencia de sus competidores Krupp y Thyssen. Su
estrategia era convertir a su grupo siderúrgico en una
pieza fundamental del rearme y así romper el
tradicional dominio de los magnates del Ruhr en el negocio
de las armas. Y tenía copiosos recursos a su
disposición para lograrlo.
Con los noventa millones extra que sacó del negocio
Gelsenberg,Flick se ocupó en la primavera de 1933 en
construir su propio conglomerado de acero, carbón y
maquinaria desdela berlinesa Bellevuestrasse. El núcleo de
su nuevo imperio industrial estaba formado por dos
grandes compañías de acero en el centro y sur de
Alemania: Mittelstahl, activa en Brandenburgo y Sajonia, y
Maxhütte, que operaba en Baviera y Turingia.[23] Tras
comprar la mayor parte de las mineras Harpener y

Página 122
Essener, Flick sumó la antracita del Ruhr a su
conglomerado. En enero de 1933, añadió la ATG, con
base en Leipzig, a las empresas de fabricación de trenes,
tractores y camiones que ya poseía. Con sus nuevos
contactos en la industria y la política, Flick estaba
perfectamente posicionado para la época del rearme.
Lo único que le faltaba por hacer era convencer al régimen
de Hitler.
Despuésde que el presidente del Reichsbank, Hjalmar
Schacht, aprobara en junio de 1933 el presupuesto
secreto para el rearme de Alemania, Flick y sus ayudantes
se pusieron a trabajar en una agresiva campaña de
publicidad de su conglomerado para presentarse ante el
Gobierno alemán como posible productor armamentístico. En
septiembre, su oficina envió un memorándum por
todo Berlín a los ministros nazis correspondientes, el
cual, en algunas secciones, parecía un catálogo de
[24]
armas. Exponía lo que las empresas de Flick podían
ofrecer al régimen: una impresionante capacidad de
producción de acero que podía recalibrarse rápidamente para
producir armas, munición, misiles, bombas, tanques y
piezas de aeronaves; abundancia de materias primas; y
fábricas diseminadas por distintas zonas del centro de
Alemania.
Para ir un paso por delante de la competencia,
a finales de noviembre de 1933, Flick se encaminó
desdesu oficina en la Bellevuestrasse al cercano
Reichsbank para presentar la idea y hablar personalmente
con Schacht, a quien conocía desdehacía más de diez
años. El presidente del Reichsbank le presentó directamente al
ministro de Defensa, von Blomberg, a quien el normalmente
reservado Flick invitó a visitar tres de sus fábricas de
[25]
acero cercanas a Dresde. Durante aquel tour, el 5 de
diciembre, el magnate le explicó al ministro de Defensa
y a su camarilla de oficiales por qué sus fábricas
eran la mejoropción para producir armas en Alemania:

Página 123
no dependían energéticamente de la región del Ruhr ni
de los países extranjeros,y estaban mejor protegidas de
los ataques aéreos gracias a que se encontraban
en zonas prácticamente desconocidas y alejadas de las
fronteras del país. Flick escribió a Schacht para darle las
gracias; el ministro de Defensa había sido
«excepcionalmente amable»[26] y había mostrado «un gran
interés» por su presentación y sus fábricas de las
que, según admitió el propio von Blomberg, no había
sabido nada hasta ese momento.
Ahora, pensó Flick, empezarán a llegar los pedidos.
Pero no llegó ninguno.
Unos meses antes, Flick había ordenado a Otto
Steinbrinck que hiciera uso de sus credenciales y contactos
navales para asegurarse ventas de armas. El lugarteniente
de Flick ya había mostrado un renovado en cosas letales
al unirse a las SS ese año. Durante el verano de
1933, los contactos de Steinbrinck dieron frutosde
inmediato; convenció a la Marina de que financiara la
adquisición de nueva maquinaria,para que Flick produjera
vainas de proyectiles de artillería. Pero no se realizó
ningún otro pedido. Al contrario que a la Marina, a
la HWA no le convencía del todo la idea de abandonar
a los magnates del Ruhr. Además, consideraba a
Steinbrinck demasiado alineado con la Marina, y se
negó a producir armas en las fábricas de Flick, quien,
al sentirse atrapado entre dos facciones, se quejó tan
apasionadamente a von Blomberg que este último tuvo que
interceder por él directamente con la HWA. El ministro de
Defensa afirmó que estaba «extremadamente inquieto»[27]
por la falta de pedidos a las fábricas de Flick.
Poco después de esta intervención, el ejército hizo
su primer conjunto de pedidos a las plantas del
magnate, que suponían millones de granadas y proyectiles
de artillería. Además, en agosto de 1934, Kurt Liese, el
general que dirigía la HWA, le dijo a Steinbrinck que los

Página 124
gerentes de las siderurgias de Flick «no deben dudar en
prepararse para un flujo continuo de pedidos grandes que
durará variosaños».[28] Flick estaba dispuesto, pero no
antes de un pequeño quid pro quo.

Durante la primavera y el verano de 1934, Flick le


hizo a la HWA, y a sí mismo, un enorme favor al
facilitar la expropiación de Donauwörth, una fábrica de
armas bávara en el Danubio que producía munición
de artillería.[29] Desgraciadamente para Emil Loeffellad, originario
de Stuttgart y propietario de la sociedad, la HWA
había catalogado su fábrica como indispensable para los
esfuerzos del rearme. Pero, puesto que los Aliados
seguían prohibiendo terminantemente la producción de
armas militares en Alemania, el ejército tuvo que dar
con la forma de llevar a cabo el embargo en
secreto y de que la fábrica siguiera operando como
cualquier otro negocio. Flick apareció en escena a través
de un antiguo empleado. Una de las siderúrgicasde
Flick proveyó a la HWA con una empresa pantalla
llamada Montan (‘minería’ en alemán), que servía de tapadera
para hacer transacciones legítimas. En mayo de 1934, Loeffellad
fue arrestado por la Gestapo, acusado de espionaje
industrial, tachado de «alimaña para el estado»[30] y
obligado a vender su negocio a Montan. La HWA se
quedó con casi todo el precio de la compra en
concepto de «suma para expiar» la supuesta
malversación de fondos gubernamentales realizada por
Loeffellad.

Página 125
En julio de 1934, Montan (bajo el control de la
HWA) devolvió a la siderúrgica de Flick la fábrica
Donauwörth mediante un arrendamiento, y, en ella, se
continuó produciendo munición para la artillería. El
[31]
llamado «plan Montan» beneficiaba a ambas partes.
Permitía a la HWA comprar compañías armamentísticas en
secreto, invertir en ellas y asegurarse de que las
empresas a las que compraba estaban dirigidas de
forma competente, mientras que, a la vez, posibilitaba que
Flick se asegurara un cliente importante sin ningún
coste de por medio. La solución era tan efectiva y
práctica que Montan se convirtió en un holding
clandestino para todas las sociedades armamentísticas propiedad del
Ejército que colaboraron con la industria alemana. Cuando
estalló la guerra, Montan controlaba más de cien
empresas armamentísticas y empleaba a unas 35 000
personas. Flick no tardó en unirse a su consejo de
supervisión.
El plan Montan fue un puntode inflexión en la
tensa relación de Flick con laHWA. Ahora era uno de los
socios predilectos del Ejército. Como Günther Quandt, que
financiaba una de sus instalaciones armamentísticas a
través de Montan, ahora Flick podría construir nuevas
fábricas, expandir las antiguas, trasladar los costes al
ejército y hacer que sus plantas fueran más modernas
que las de sus competidores del Ruhr, Krupp y
Thyssen. Era un sueño hecho realidad para el
empresario industrial.
Pero Flick todavía no era capaz de aprovechar todas las
oportunidades que se le presentaban para expandir su
negocio a expensas de los demás. En octubre de
1934, el general de la HWA Kurt Líese le preguntó a
Orto Steinbrinck si su jefe estaba interesado en adquirir
Simson, una fábrica de ametralladoras en Suhl, una
ciudad de Turingia.[32] La familia Simson poseía un
monopolio notable. Por aquella época, era la única

Página 126
empresa en Alemania a la que los Aliados permitían
producir ametralladoras ligeras. Pero los Simson eran
judíos. Su monopolio armamentístico le vino de perlas
al Partido Nazi. La familia se convirtió en un
objetivo predilecto de la mordaz propaganda antisemita,
particularmente por parte de Fritz Sauckel, el ambicioso
Gauleiter de Turingia, un hombre bajo y calvo con un
bigote hitleriano y un marcado acento de pueblo.
Quería expropiar a los Simson, hacerse con el
control de su empresa y transformarla en una compañía
armamentística controlada por el
NSDAP.
Los generales de la HWA no tuvieron ningún
problema en hacerse con el control de una empresa en
manos de judíos. Sin embargo, querían a un
líder competente al frente de la compañía en la que
habían invertido veintiún millones de reichsmark, no a
cualquier nazi aficionado sin ninguna experiencia empresarial.
Y les preocupabaparticularmente la «cooperación sin trabas»[33]
del dueño de la fábrica, Arthur Simson.
Steinbrinck transmitió el interés de Flick con un
eufemismo: «en caso de que, por razones generales de
política nacional, el grupo lo necesitara en la absorción
de Simson».[34] Pero las negociaciones iniciales no tardaron
en fracasar.
Siete meses después, a principios de mayo de
1935, el asesor financiero de Hitler, Wilhelm Keppler,
secundado por el líder de las SS, Heinrich Himmler,
volvióa ofrecerle a Flick la empresa de Simson.
Unos días más tarde, Arthur Simson fue arrestado por
ordende Sauckel y acusado de generar «beneficios
excesivos»,[35] una extorsión que pronto sería habitual
para obligara los empresarios judíosa vender sus
negocios. Simson, entre la espada y la pared, dio
entonces señales de su «predisposición» a vender la
empresa familiar. Steinbrinck reiteró el interés de

Página 127
Flick, pero ahora ofreció un precio más bajo. «Como grupo
privado solo podremos acceder a la compra si Simson
se reúne con nosotros sin coacciones y en completa
libertad. Tendríamos que rechazar una expropiación a
[36]
favor del grupo FlickMittelstahl», escribió Steinbrinck en una
circular de finales de mayo de 1935, encubriendo de
ese modo el movimiento de su jefe. Era una treta de
libro por parte de la mano derecha de Flick. Steinbrinck
tenía tantas ganas como Flick de adquirir la compañía de
Simson, pero solo en el caso de que la HWA se
hiciera primero con su control y después se la
vendiera al magnate. Flick no tenía ningún problema con
las expropiaciones siempre y cuando no fueran ni él
ni su conglomerado los que se mancharan las manos.
Querían que un intermediario les hiciera el trabajo
sucio. Además, Flick no deseaba hacerse con el control de
empresas porque sí. Sus objetivos de adquisición tenían
que añadir un valor significativo a su grupo empresarial.
Sauckel no tardó en imponerse a la HWA. El Gauleiter
expropió la fábrica Simson y la convirtió en parte de
un grupo dirigido por los nazis que aunaba empresas robadas
a los judíos. La familia Simson, mientras tanto,
emigró a América a través de Suiza. Flick estaba
satisfecho con el desenlace. Las negociaciones finales por
la empresa de Simson tuvieron lugar unos meses antes de
que se promulgaran las Leyes de Núremberg en
septiembre de 1935. Dichas leyes proporcionaron una base
legal para la expulsión de los judíos alemanes de su
propia sociedad y para la expropiación de sus
bienes. Además, les arrebataron su nacionalidad y
prestigio profesional, y les prohibieron mantener relaciones
sexuales y casarse con aquellos considerados «de sangre
alemana». Pero, en esta época, las expropiaciones de las
empresas judías siguieron siendo poco frecuentes. A Flick
todavía le preocupabala visión negativa que daba adquirir
dicha fábrica y las consecuencias que podría tener

Página 128
sobre sus obligaciones financieras en el extranjero. Y
tampoco quería que Sauckel, que, con el tiempo,
terminaría proporcionándoledecenas de miles de trabajadores
forzados, se convirtiera en su poderoso enemigo. Mientras
tanto, Flick y Steinbrinck se fueron acercando al
hombre que terminaría siendo el arquitecto del
Holocausto. El dúo había entrado, literalmente, en el Círculo
de Amigos de Himmler.

A principios de septiembre de 1934, Flick y Steinbrinck


acudieron a la convención anual del Partido Nazi en
Núremberg invitados por Himmler. Como muchos otros invitados
de honor, se los hospedó en el único hotel de lujo
de la ciudad, a la entrada del casco viejo y a
unos minutos en coche de las festividades. Una mañana
encapotada, los huéspedes bajaron a desayunar solo para
descubrir un cartel que colgaba a las puertas del
pequeño comedor y que decía: «Reservado para los
huéspedes del Reichsführer de las SS»,[37] el título
oficialde Himmler. Su ayudante de treinta y tres
años, Fritz Kranefuss, era el que había colocado el cartel.
Esa mañana oscura, Kranefuss se hizo cargo del
grupo de su tío, el Círculo Keppler, y lo convirtió en
el Círculo de Amigos de Himmler. Como asesor
financiero de Hitler, Wilhelm Keppler estaba
demasiado ocupado negociando entre el régimen y las
empresas alemanas —⁠ preparando un acuerdo armamentístico aquí
y una expropiación allá— como para dedicar tiempo al
círculo. Además, el grupo no había causado impacto
alguno en las políticas económicas de Hitler, su propósito

Página 129
original.[38] Kranefuss había ayudado a su tío a
establecerlo y a reclutar a sus miembros, así que
ahora podíahacer lo que quisiera con él. Como cualquier
buen nazi, lo que agradaba a su jefe, a Kranefuss le
agradaba aún más. De manera que decidió convertir el
círculo en una red de contactos entre los grandes
negocios y las SS a la que solo se podía acceder
con invitación.
El cambio de nombre del círculo implicaba una
conexión de amistad con Himmler. Pero Himmler no
tenía muchos amigos y no podrían importarle menos
aquellos ricachones. Solo le interesaba lo que representaban
y lo que podría sacarles (y lo mismo les ocurría
a ellos).Himmler sabía que a los magnates solo les
preocupabaconseguir la mayor protección posible a
través de una relación con el líder de las SS y jefe
de policía del Tercer Reich. Pero incluso él se
pasaba las horas compitiendo por conseguir influencia.
Ahora que Göring estaba emergiendo como el hombre
más poderoso de la economía nazi, Himmler quería su
propia conexión con los grandes negocios para beneficiar
a las SS. Primero atraería a los magnates; después
se quedaría con su dinero.
Cuando Flick y Steinbrinck entraron al comedor reservado
aquella mañana, saludaron a muchas caras familiares invitadas
[39]
por Kranefuss: Keppler, que se había unido para el traspaso
y al que se nombró miembro honorario; ejecutivos del
Commerzbank y del Dresdner Bank, apodado «el banco de
[40]
las SS», en cuyo consejo de supervisión se
encontraba Flick; el corrupto hermanastro de Göring, Herbert;
y el consejero delegado y presidente de Wintershall.
Por alguna razón, el socio principal de Wintershall,
Günther Quandt, no estaba invitado. Kurt Schmitt
también estaba allí, esta vez sin August von Finck, al
que no se invitó porque se sabía que era demasiado
tacaño. Himmler acababa de ascender a Schmitt a

Página 130
general honorariode las SS unos meses después de que
dimitiera como ministro de Economía por agotamiento. A
[41]
Schmitt, «físicamente imponente», le encantaba pasearse
con su uniforme negro de las SS. Pero Himmler no bajó
a saludar a sus «amigos». Los vería más tarde,durante la
cena.
6

Friedrich Flick llegaría a alabar el Círculo de


Amigos de Himmler y diría de él que era como un
«reflejo»[42] de los negocios alemanes. Pero en la siguiente
convención del Partido Nazi, se les unió un miembro que
no encajaba del todo en la descripción. Richard
Kaselowsky era directivo de una empresa que elaboraba
púdines, claramente alejado de Berlín, de la región
del Ruhr y de los poderosos magnates que la
controlaban. Procedía de Bielefeld, una ciudad tranquila
de la región de Westfalia del Este no muy alejada
de la frontera holandesa. Kaselowsky —⁠ un hombre robusto,
de cabello castaño entrecano y graso, que llevaba
peinado hacia atrás, y rostro carnoso— estaba decidido a
ponera Bielefeld en el mapa. Con cuarenta y
siete años, era el consejero delegado de Dr. August
Oetker, compañía alimentaria con el nombre de su fundador,
que había sido pionera en Alemania en la creación de
envases con mezclas para hacer bizcochos y púdines, e
ingredientes como la levadura en polvo. Kaselowsky había
entrado en el negocio familiar a través de su
matrimonio con Ida Oetker, la viuda de su mejoramigo.
Su función principal, además de la de consejero delegado,
era preparar a Rudolf-August Oetker, su hijastro
adolescente y heredero de la compañía, para que un
día lo sucediera.
Lo que a Kaselowsky le faltaba en altura empresarial lo
compensaba con su fervor por Hitler.[43] Repartía

Página 131
copias firmadas de Mein Kampf a los nuevos
empleados de Oetker y tenía colgado un retrato del
Führer en su despacho. Además, compartía con Himmler
un pasado como avicultor. Tanto a Kaselowsky como al
líder de las SS les interesaban los aspectos agrarios del
nazismo y más concretamente, el (re)asentamiento de la
población en el campo. Esta idea iba de la mano de los
deseos de Hitler de que el pueblo alemán disfrutara de
más Lebensraum (‘espacio vital’); y Himmler y sus
seguidores propagaron el concepto de Blut und Boden
(‘sangre y suelo’): un pueblo «nórdico racialmente puro»que
dejaba tras de sí las decadentes y depravadas ciudades
para instalarse y trabajar como campesinos en comunidades
[44]
rurales dependientes de la tierra.

Página 132
Richard Kaselowsky.

La dedicación de Kaselowsky al nazismo a menudo era


a expensas económicas de la empresa que dirigía.
Entre 1933 y 1935, se gastó cientos de miles de
reichsmark de la compañía en proyectos de asentamiento
en el este de Alemania que fracasaron.[45] Pero,
claramente,no aprendió nada de la experiencia. Durante el
verano de 1935, fusionó un periódico regional rentable,
propiedad de una editorial controlada por Oetker, con una
publicación local del Partido Nazi que perdía dinero.[46]

Página 133
Dejandoa un lado las malas decisiones empresariales, la
devota dedicación financiera de Kaselowsky hacia las causas
perdidas nazis lo situó en una posición excelente con el
Gauleiter de Westfalia, que lo invitó a la convención del
[47]
Partido ese septiembre. Como invitados de honor de
segundo nivel, se hospedó a Kaselowsky y a su
esposa en el Hotel Bamberger de Núremberg, donde
también se alojaban la amante secreta de Hitler,
Eva Braun, y la directora Leni Riefenstahl. Pero las noticias
de las contribuciones de Kaselowsky consiguieron llegar de
alguna manera al hotel de lujo de Núremberg, porque
Fritz Kranefuss no tardó en proponer al provinciano jefe del
pudín que se uniera al círculo íntimo de Himmler.
Kaselowsky aceptó de inmediato. Le encantó desdeel
principio. Presente entodas las reuniones, adoraba las ventajas
y el acceso a las altas esferas que acompañaban
a la condición de miembro. El segundo miércoles de
cada mes, Kaselowsky viajaba de Bielefeld a Berlín para
reunirse con el Círculo de Amigos de Himmler en el
Club Aéreo, situado en el centro de la capital.[48]
Göring había reconvertido el majestuoso parlamento prusiano
en la lujosa sede de este club, con un bar abierto las
veinticuatro horas, un salón para beber cerveza y un
famoso restaurante, todo junto al Ministerio de Aviación
y frente al cuartel general de la organización de
seguridad de Himmler. Tras una copa de bienvenida, el
grupo de cuarenta hombres cenaba copiosamente sentados
segúnun ordenque rotaba de reunión en reunión y,
después, se retiraban a los salones del club para
hablar de negocios, nunca de política.
Himmler apareció para hacer la colecta justo antes de
que Kaselowsky se uniera. Una fría y brillante mañana de
enero de 1936, Flick, Steinbrinck y el resto del círculo se
reunieron con el líder de las SS en el hotel Regina
Palace de Múnich, en la calle Maximilianstrasse, para una
excursión. Un autobús los esperaba a las puertas del

Página 134
hotel de lujo para llevarlos a su destino, al noroeste
de la ciudad: el campo de concentración de
[49]
Dachau. Cuando el autobús aparcó, Himmler introdujo a
los hombres en el campo, pasando por delante de
un grupo de presos ataviados con el uniforme
penitenciario. El tour que el líder de las SS les
ofreció personalmente por Dachau estaba «muy
cuidadosamente preparado y disfrazado», declararía después
uno de los miembros. Primero les mostró los
barracones y los talleres, donde los sastres, carpinteros
y zapateros encarcelados se dedicaban a sus oficios.
Los magnates comieron en la cafetería del campo tras
visitar la cocina para probar los alimentos que se
preparaban. Himmler los guio incluso hacia un pasaje
de celdas, donde abrió una con un prisionero dentro por
el que se interesó personalmente. A continuación, el
grupo visitó la cercana fábrica de porcelana que dirigían
las SS antes de regresar a Múnich, donde cenaron
juntos.
Tras la cena, Himmler se levantó para dar un
breve discurso. Ahora que les había mostrado que los
campos de concentración no eran tan maloscomo hacían
pensar los rumores, tenía que pedirles algo a sus
adinerados amigos. «Para las SS y el resto de mis
funciones, no necesito dinero y no lo quiero, pero
para algunas tareas culturales y para acabar con
ciertas situaciones de emergencia para las que no dispongo
en absoluto de capital, les estaría enormemente
agradecido si decidieran proveerme de fondos para dicho
[50]
propósito», dijo humildemente. Entre sus proyectos favoritos
estaba la asociación de crianza Lebensborn, en
cuyos centros de maternidad se daba a luz a los niños de
la «raza superior».
Como es evidente, ninguno de los hombres de
negocios se atrevió a decir que no. Kranefuss sugirió
una contribución anual de los miembros de al menos diez

Página 135
mil reichsmark. Ya había conseguido que el barón Kurt von
Schröder, el financiero en cuya mansión Hitler y von
Papen habían sellado el destino de Alemania, accediera
a ser el tesorero del grupo. Para cobrar los pagos,
[51]
von Schröder abrió una «cuenta especial S» en su
banco privado de Colonia y Steinbrinck se encargaría de
la recolección de los fondos. Los millones empezaron a
fluir de inmediato.[52] Flick comenzó a donarcien mil
reichsmark al año al círculo. Kaselowsky dio cuarenta mil.
Aunque este último se había perdido la excursión a
Dachau, sí que asistió a la visita que Himmler
ofreció personalmente del campo de concentración de
[53]
Sachsenhausen, al norte de Berlín. Un campo diferente,
pero el mismo spiel.

A finales de junio de 1934, Ferdinand Porsche firmó un


contrato con una escéptica y reticente asociación de la
industria del automóvil del Reich para desarrollar el
Volkswagen. La organización de fabricantes de coches
había aceptado la responsabilidad financiera del proyecto y
sus miembros estaban consternados con que Hitler hubiera
escogido al volátil Porsche en lugar de a otros
hombres más asentados, para diseñar su primer vehículo
para las masas. Obviamente, los ejecutivos automovilísticos no
se atrevían a contravenir los deseos del Führer, pero
tampoco creían que Porsche fuera realmente capaz de
desarrollar en unos meses un coche pequeño que solo
costara mil reichsmark. En la ceremonia de firma del
contrato en Berlín, un ejecutivo le dijo a Porsche
con desprecio: «Si […] no eres capaz de presentar un

Página 136
coche al precio esperado, no te preocupes. Simplemente dile
a Hitler que es imposible y que los ciudadanos de a
[54]
pie ¡deberían utilizar el autobús!». Para asegurarse de
que el despilfarrador de Porsche no gastara mucho
dinero de la asociación, solo se le permitió cargarles
veinte mil reichsmark mensuales por el proceso de desarrollo
del coche y debía tener terminado el primer prototipo en
diez meses. Fue una tarea hercúlea. Al final, Porsche
necesitaría 1,75 millones de reichsmark, dos años, tres versiones
del diseño y dar jabón políticamente a Hitler
innumerables veces para completar un prototipo adecuado del
Volkswagen.[55]
Mientras tanto, Porsche y su yerno, Anton
Piëch, reforzaron su control familiar en el estudio de
diseño de Stuttgart. El 5 de septiembre de 1935, diez
días antes de que se promulgaran las Leyes de
Núremberg, la Gestapo arrestó a Adolf Rosenberger,
cofundador de Porsche, en el pueblo donde residía
cerca de Stuttgart. Lo acusaron de «corrupción de la
[56]
raza» y lo pusieron en prisión preventiva en Karlsruhe.
Su «delito» fue quedar con una muchacha que no era
judía. Dada su envergadura como empresario judío y antiguo
piloto de coches de carreras, Rosenberger ya había
recibido avisos de que era un objetivo de la
Gestapo, pero había decidido ignorarlos.
Las señales habían sido claras. Cinco semanas
antes, el 30 de julio de 1935, Rosenberger transfirió
su diez por ciento de las participaciones de la
empresa de diseño de coches a Ferry, el hijo de
veinticinco años de Porsche que, bajo la tutela del magnate
y sus ingenieros veteranos, llevaba casi cinco años
trabajando para su padre. La compañía, que anteriormente
se había enfrentado a dificultades financieras, por fin se
había vuelto rentable gracias al contrato de Volkswageny
al diseño de un coche de carreras que Porsche y
Rosenberger habían concebido, llegando a alcanzar

Página 137
aquel año beneficios cercanos a los 170 000
[57]
reichsmark. Porsche y Piëch se propusieron expulsar a los
otros dos socios que no eran de la familia mediante
la compra de sus acciones: Adolf Rosenberger y el
barónHans von Veyder-Malberg.

Los Porsche, padre e hijo, durantela década de 1930.

Adquirieron la parte de su cofundador judío por una


fracción del valor de sus participaciones. De hecho, el
dúo pagó a Rosenberger la misma cantidad nominal que
este había aportado al fundar Porsche en 1930: tan solo
tres mil reichsmark. A pesar de todo lo que Rosenberger
había hecho por la empresa, le pagaron por sus
participaciones en Porsche mucho menos de lo que
valían. «Se me recriminó que no nos concederían ningún

Página 138
certificado ni nada similar como empresa no judía si yo
permanecía como socio […]. No acuso en absoluto al señor Porsche
[58]
y al señor Piëch de antisemitismo», sostuvo Rosenberger.
«Pero […] se aprovecharon de mi condición de judío
para librarse de mí a un precio irrisorio».
Porsche y Piëch negaron la acusación de antisemitismo,
pero, independientemente de sus motivos, su adquisición de
las participaciones de Rosenberger en Porsche fue un
«proceso de arianización» más claro que el agua. Un
activo se consideraba «arianizado» en el Tercer
Reich cuando se eliminaba el «componente» judío. Dicho
proceso podía ir desdepagar menos por el valor real de las
empresas, participaciones, casas,tierras, joyas, oro o arte
pertenecientes a los judíos, como ocurrió con
Rosenberger, al descarado robo de sus posesiones. Como
consecuencia de la preferencia de la Alemania nazi por
los procedimientos legales formales, la arianizacióna
menudo debía dar la apariencia de ser una transacción
comercial como cualquier otra. Pero, con el tiempo, incluso
esa farsa se descartaría.
El 23 de septiembre de 1935, después de casi tres
semanas en una cárcel de la Gestapo, Rosenberger fue
trasladado al campo de concentración de Kislau, al sur
de Heidelberg. Tras cuatro días de palizas, lo liberaron
repentinamente. El barón von Veyder-Malberg, el sucesor de
Rosenberger en Porsche, había intercedido por él con la
Gestapo en Karlsruhe, logrando con éxito su liberación.
Pero Rosenberger aún debía pagar a la Gestapo cincuenta
y tres reichsmark y cuarenta centavos por permanecer
en detención preventiva o «custodia protectora»,[59] por
muy eufemístico que parezca. A pesar de declarar
posteriormente lo contrario, Ferdinand Porsche y Anton
Piëch no hicieron nada por asegurar la liberación de su
[60]
cofundador. A través de su abogado, Rosenberger
rogó a Porsche que le ayudara a salvar la vida,
pero Porsche estaba demasiado ocupado codeándose con

Página 139
gente importante en el Gran Premio de España, a las
afueras de Bilbao.
Rosenberger se marchó de Alemania un mes después
de ser puesto en libertad y se trasladó a París en
noviembre de 1935. Desde su destitución como director
comercial de Porsche a principios de 1933, había estado
trabajando bajo contrato para la empresa de diseño.
Incluso tras su encarcelamiento, este hombre de treinta
y cinco años siguió siendo el representante en el
extranjero de la marca y vendiendo las patentes de
Porsche en Francia, Inglaterra y Estados Unidos.[61]
Rosenberger podía quedarse con eltreinta por ciento de
las previsiones de ventas con un contrato que duraría
hasta 1940, o eso pensaba él. Porsche y Piëch no
habían terminado con la tarea de menospreciar a su
perseguido cofundador, pero por el momento debían contener
su crueldad. Primero, Porsche debía mostrar su anhelada
obra maestra al Führer: el Volkswagen.
Una tarde abrasadora de principios de julio de 1936,
Porsche presentó dos coches de prueba ante Hitler,
Göring y su séquito, en el retiro montañoso bávaro
[62]
del canciller en Obersalzberg. Los máximos representantes
del nazismo estaban sudando en sus botas militares y
uniformes, luciendo sus filas de medallas, bandas y
condecoraciones; todas ellas premios por su servilismo. Hitler solo
llevaba puesta su Cruz de Hierro de primera
clase, que se le había concedido como soldado de primera
del Ejército bávaro durante la Primera Guerra Mundial.
No le hacía falta lucir más condecoraciones. Después de
todo, era el Führer. Porsche le explicó el diseño
a Hitler personalmente. Años más tarde,en plena guerra y
con su final acercándose, Hitler evocaría aquel día soleado
de verano para un periodista: «La forma en que
estos Volkswageniban y venían por Obersalzberg,
zumbando y superando a los grandes Mercedes como
abejorros, fue suficiente para impresionar a cualquiera».[63] Tras

Página 140
la presentación de Porsche, Hitler ofreció un tour por el
«Nidodel Águila», la residencia informal que le estaban
construyendo y que tenía vistas de la ciudad
montañosa de Berchtesgaden. Hitler ya había decidido que
construiría la mayor fábrica de automóviles de Europa
en el centro de Alemania y que en ella solo se
producirían Volkswagen. Ahora debían dar con la
localización adecuada para ello.

Rudolf-August Oetker, el «príncipe del pudin»,[64] sabía que


disfrutaba de una posición privilegiada en la vida. Con el
nombre de un padre y un abuelo a los que
nunca conoció, se crio en la mansión que la
familia tenía en Johannisberg, Bielefeld, con privilegio y con
conciencia de su destino. Como único heredero varón, destinado
a perpetuar la empresa alimentaria familiar y su
apellido, Rudolf-August no tardó en darse cuenta de que «lo
más valioso que heredé fue el apellido Oetker».[65] Su
padrastro, Richard Kaselowsky, al que consideraba su
verdadero padre y al que siempre llamó así, lo preparó
diligentemente para la tarea de encargarse de Dr. Oetker,
a pesar de que el joven era un mal estudiante. Prefería
montar a caballo, como el propio Kaselowsky, que era
un ávido jinete y criador de caballos. Mientras que a
su ahorradora madre le disgustabanlos caros pasatiempos
de su marido, la abuela de Rudolf-August no tenía
tantas reservas. Lo malcrió todo lo que pudo,
regalándole un BMW descapotable las navidades de 1933.[66]
Cuando, más adelante, el joven tuvo que vender su

Página 141
motocicleta BMW, ella le obsequió un caballo para que
le sirviera de consuelo.

Rudolf-August Oetker, entre su abuela (derecha) y el chófer


de esta (izquierda), 1933.

Rudolf-August empezó a montar a caballo con


doce años. Cuando la escuela de hípicalocal se incorporó a
las Reiter-SA (las SA montadas) en 1933, Oetker, de
dieciséis años, se inscribió automáticamente como miembro de
la división equina de la organización paramilitar.
Aquello no se puede considerar una declaración política.
Pero la afiliación de otro miembro sí lo sería. El
padrastro de Rudolf-August se unió al Partido Nazi en
mayo de 1933. Su madre fue la siguiente, y después
su hermana mayor. Rudolf-August fue el último en
afiliarse. Eran una familia nazi de principio a fin.[67]

Página 142
Cuando Rudolf-August terminó el bachillerato en
septiembre de 1936, realizó seis meses del servicio de
trabajo obligatorio que imponían los nazis. Para la
ceremonia de graduación de dicho servicio, llevó en autobús
desde Bielefeld a doscientas muchachas empleadas en Dr.
Oetker para que bailaran con sus compañeros, lo que
recordaría como «una fiesta divertida».[68] Tras abandonar el
servicio militar por problemas de salud, se trasladó a
Hamburgo en 1937 para entrar de aprendiz en un
banco. Pero, a diferencia de los aprendices normales y
corrientes, Rudolf-August se instaló en el hotel Four
Seasons, en el centro de la ciudad, junto al lago
interior del río Alster (Biennenalster), y se puso
inmediatamente a buscar una residencia apropiada en las
orillasdel lago exterior (Aussenalster), la zona más cara de
Hamburgo.
No tardó en dar con una propiedad en el número
15 de Bellevue. Allí, junto al lago, Rudolf-August compró
una mansión con una gran parcela. La propiedad había sido
arianizada. Previamente había pertenecido a Kurt Heldern,
un ejecutivo de la industria del tabaco que había
huido de la Alemania nazi a Sidney, Australia. Rudolf-August
era consciente de la dudosa procedencia del inmueble.
Incluso su padrastro nazi se mostró en contra de la
[69]
adquisición al principio. «Es imposible», le dijo
Kaselowsky. «Las penasforman parte de esta casa». Resuelto,
Rudolf-August siguió adelante y compró la mansión y
el terreno a través de Dr. Oetker por un precio
[70]
mucho menor al de mercado. Entre sus nuevos
vecinos estaba el alcalde nazi de Hamburgo, a quien su
padrastro conocía del Círculo de Amigos de Himmler. A
continuación, Rudolf-August arianizó un terreno que había
tras su nueva mansión, perteneciente a otros vecinos:
[71]
el matrimonio judío Lipmann, a quienes se obligó a
vender la parcela, entre otras posesiones, para financiar sus
«desesperados intentos de emigrar».[72] El terreno valía al

Página 143
menos 119 000 reichsmark, pero, «tras largas negociaciones»,
Rudolf-August declaró que solo estaba dispuesto a
[73]
pagar la mitad. Las autoridades locales nazis, que tenían
que aprobar la venta de cualquier activo en manos de
judíos, rebajaron el precio final hasta los 45 500
reichsmark. Con el tiempo, los Lipmann lograron huir a
Uruguay.
Mientras tanto, Rudolf-August estaba aprovechando
al máximo su traslado a Hamburgo. A menudo pasaba
los fines de semana con amigos en pueblos costeros de
moda en el mar Báltico, como Heiligendamm. Allí, se
encontró por casualidad con Joseph Goebbels, que estaba
de vacaciones con su familia. Rudolf-August se acercó
al ministro de Propaganda, se presentó e
intercambiaron unas «palabras de cortesía».[74] En el
hipódromo del pueblo, Hermann Göring otorgó un premio
a Rudolf-August cuando un semental de los establos de
su padrastro ganó una carrera. El grupo de amigos de
Hamburgo del heredero de Dr. Oetker incluía a
judíosque «debían de estar sufriendo represalias»,[75] pero
como muchos otros alemanes, Rudolf-August mostraba
indiferencia hacia sus apuros. También sabía de la existencia
de los campos de concentración, pero aceptaba el mensaje
del régimen de que solo eran para los enemigos del
Estado. «Es todo lo que pensábamos sobre el tema.
Después de todo, las personas que salían de ellos no
decían nada», recordaría más adelante Rudolf-August.
Pero el heredero los conocía mucho mejorde lo que
decía. Al fin y al cabo, las SS lo habían instruido
en uno de ellos.

Página 144
Durante el verano de 1936, Günther Quandt ayudó
a un ejecutivo judío de la industria armamentística para
beneficio de ambos.[76] El noviembre anterior, la Universidad
Goethe de Francfort había dado de baja a Georg
Sachs, catedrático de metalurgia, en cuanto las Leyes de
Núremberg entraron en vigor. Solo unos meses antes,
Günther había introducido a Sachs en el consejo ejecutivo de
Dürener como jefe del departamento de investigación. En la
Alemania nazi, tus contactos y tu utilidad marcaban la
diferencia entre la vida y la muerte. Pocos lo entendían
mejorque Erhard Milch, lugarteniente de Hermann Göring
e hijo de un farmacéutico judío. Aunque Milch no
tenía buenarelación con su jefe, Göring lo protegió de
la opresión nazi, silenciando una investigación de la
Gestapo mientras los rumores sobre su linaje recorrían de
arribaabajo el Ministerio de Aviación. «¡Yo decido quién es
[77]
judío!», dijo supuestamente Göring. El valor de Milch
para el régimen y los negocios residía en su potestad
sobre la Luftwaffe y sus millones. Puesto que Hitler
estaba a puntode destinar un cuarenta por ciento
de todo el presupuesto de guerra a la Luftwaffe,[78]
Günther le dio a Milch una cálida bienvenida a la
ostentosa fiesta de aniversario de la Dürener en 1935.
Ese mismo oportunismo es el que convirtió a
Sachs, con todos sus conocimientos metalúrgicos, en
alguien casi igual de relevante para Günther. Enabril de
1936, el distrito berlinés controlado por Goebbels se
enteró de que Günther había colocado a un judío en
el consejo de una de sus empresas de armamento. El
magnate se vio obligado entonces a expulsar a
Sachs, pero Milch decidió que podría seguir
trabajando para la compañía en un puesto menos
[79]
prominente, a pesar de su «mácula» (el propio
Milch sabía bastante sobre ellas, al fin y al cabo). Sin
embargo, a mediados de julio de 1936, Sachs le solicitó
a Günther por carta que lo dejara marchar «por el

Página 145
bien de las dos partes». Al principio Günther se
negó, deseoso de conservar los conocimientos de aquel
hombre, pero unas semanas después accedió de mala
gana. Sachs quería abandonar la Alemania nazi mientras
pudiera, por lo que Günther le ofreció unos 36 000
reichsmark para ayudarle a pagar el coste de su emigración.
Sachs tuvo que abonar un «impuesto de huida del Reich»
para marcharse que le costó 23 000 reichsmark. Días antes de
que partiera hacia América a principios de otoño de
1936, Günther acudió a su casa para despedirse. Sachs no
tardó en encontrar un puesto como profesor de metalurgia
física en la Universidad Case Western Reserve de
Cleveland, Ohio, donde su familia se unió a él
poco después. La mujerde Sachs expresaría más adelante que
«el viejo Quandt»[80] demostró ser «un hombre honrado y de
gran ayuda». El catedrático le devolvería el favor después
de la guerra.
Aquel problema que aquejaba a las dos partes se
había solventado. Dürener no tardó en enorgullecerse de
informar de que ningún «capital extranjero o judío»[81]
tenía participación alguna en la empresa. A finales
de 1937, Göring recompensó a Günther por su
producción en masa de armas con eltítulo de
Wehrwirtschaftsführer (‘líder de la economía militar’), entregado
a aquellos dueños de negocios o ejecutivos cuyas empresas
se consideraban cruciales para el rearme. Friedrich Flick y
Ferdinand Porsche también lo recibirían al poco tiempo.[82] Los
únicos beneficios reales de este título eran una
ornamentada insignia dorada y una buena relación
con el régimen, siempre que uno siguiera siendo útil.
Günther comentaría después que el ministro de Aviación le
[83]
había concedido el título por su trabajo en Dürener.
Imaginaba, además, que la lujosa celebración del aniversario de
la compañía había terminado de inclinar la balanza. Los
beneficios de organizar una buena fiesta estaban más
claros que el agua para Günther. Sin embargo, cuando invitó a

Página 146
Milch a la cena de su sesenta cumpleaños, y le
asignó al nazi medio judío un sitio a su lado, el
secretario de Estado canceló su asistencia en el último
momento.[84]

10

Mientras Berlín ardía con la pasión de la fiebre olímpica


a finales del verano de 1936, Magda Goebbels tenía algo
que confesar. El 1 de agosto, durante la ceremonia
de inauguración en el Estadio Olímpico de Berlín,
el teórico nazi Alfred Rosenberg le contó a Goebbels
[85]
«algo desagradable» que había sucedido años antes entre Magda
y Kurt Lüdecke, quien la había introducido en el NSDAP.
Aquella noche, en la nueva mansión de ambos,
Goebbels abordó el tema con Magda, quien, llorando,
negó todo al principio, pero finalmente confesó la verdad:
durante los primeros años de su matrimonio, había
tenido una aventura con Lüdecke. Tras la confesión,
Goebbels escribió en su diario al día siguiente: «Estoy
muy deprimido con este asunto. Estuvo mintiéndome todo el
rato. Es una enorme pérdida de mi confianza. Es
todo tan terrible […]. Tardaré bastante en recuperarme
[86]
de todo esto». Puesto que hacía tiempo que Lüdecke
había regresado a Estados Unidos tras sus desencuentros
con otros nazis en el poder, Goebbels debía dar con otra
forma de vengarse de Magda. Y una oportunidad
asomaba en el horizonte.
Dos meses antes, la noche húmeda del 2
de junio de 1936, Goebbels y su hija de tres años,
Helga, estaban paseando por la isla de
[87]
Schwanenwerder. Goebbels, Magda, sus tres hijos y

Página 147
Harald acababan de trasladarse a aquel exclusivo enclave
residencial al sudoeste de Berlín. Padre e hija estaban
a punto de llegar a casa cuando se encontraron con
uno de sus vecinos, un actor famoso. El intérprete iba
acompañado por su novia de veintiún años, Lída Baarová,
una estrella del celuloide checo. Hacía poco que aquella
hermosa morena había empezado a actuar en películas
alemanas. La importante productora de cine berlinesa UFA,
cuyos estudios se encontraban cerca de Babelsberg, la
había escogido para interpretar papeles de femme fatale.
A petición de Goebbels, Baarová y su novio les
enseñaron su casa a él y a Helga aquella noche.
Por aquel entonces ella no lo sabía, pero el ministro
estaba a punto de obsesionarse con la UFA y con
la vida personal de la actriz.
Cuando Magda confesó su aventura con Lüdecke,
Goebbels decidió empezar a conocer mejora Baarová. Lo
organizó todo para que la última película de la UFA, con
el apropiado título de Traidor, celebrara su gran estreno
en la convención del Partido Nazi en Núremberg a
principios de septiembre de 1936. De vuelta en Berlín,
Goebbels invitó a Baarová y su novio a su palco de
la ópera y organizó un pase de la última película
de este en su mansión de Schwanenwerder. Goebbels
y Baarová empezaron a verse solos más a menudo,
preferiblemente en la casita de campo que el ministro
tenía al norte de Berlín, junto a un lago. Cuando el
otoño se convirtió en invierno, comenzó su aventura
romántica, que no tardaron en hacer pública. Goebbels empezó
a llevar a Baarová como su acompañante a los
estrenos de las películas y el novio de esta la mandó
a paseo. Al principio dio la impresión de que a
Magda, angustiada por sus problemas de salud y por
traer al mundo más hijos para el Reich, le
importaba bien poco. Hitler, por el contrario, seguía

Página 148
profundamente comprometido con el matrimonio más famoso
del Tercer Reich.

11

Como Kaselowsky descubrió enseguida, ser alguien prominente


tenía sus ventajas. El 1 de mayo de 1937, Dr. Oetker
fue uno de los treinta negocios alemanes a los que
Hitler otorgó el título honorario de «empresa modelo del
[88]
nacionalsocialismo»; además, obsequió a Kaselowsky con una
bandera dorada durante la ceremonia de entrega en el
Club Aéreo de Berlín. La compañía alimentaria obtuvo
aquel premio simbólico por cuidar extremadamente bien a
sus empleados y, sobre todo, por su aplicación de los ideales
laborales nazis. En cuanto a Kaselowsky, se
desempeñó con orgullo como consejero delegado nazi y se
lanzó a arianizar activos para Dr. Oetker, sus filiales, la
familia Oetker y demás empresas que controlaban
a la menor oportunidad.[89]
Despuésde que Kaselowsky obligara en 1935 a la
editorial Gundlach, controlada por Oetker, a que fusionara
su rentable periódico con una publicación del Partido Nazi
que no lo era tanto, la empresa trató de compensar
las considerables pérdidas recurriendo al mercado de las
revistas. Cuando la Cámara de Prensa de Goebbels
censuró y a continuación prohibió a los editores «no
arios» y a los opositores al régimen distribuir y
ser dueños de medios de comunicación escritos, los
derechos de sus revistas y publicaciones se pudieron
adquirir por un precio muy bajo. A lo largo de
1935, Gundlach arianizóuna editorial de revistas de Berlín y
sus oficinas de la calle Potsdamer, igual que hizo con los

Página 149
derechos de una revista que antes pertenecía a un
distribuidor judío. En Austria, Gundlach arianizó a Oskar
Fischer, una editorial vienesa dueña de seis revistas.
En enero de 1936, Kaselowsky aprobó la reconversión aria
de una filial de Dr. Oetker en la «Ciudad Libre de
Danzig» (Gdansk), gobernada por nazis. En la ciudad
portuaria del mar Báltico, la empresa arianizó gran
parte de un negocio de envasado a un precio
[90]
«extremadamente favorable», un sesenta por ciento por
debajo de su valor real de mercado, después de que
la mayoría de sus socios judíosanunciaran que se retiraban
de la compañía.
La familia Kaselowsky-Oetker también compró las
participaciones de otras tres empresas que ya habían sido
arianizadas.[91] La más importante de ellas fue la que
pertenecía al fabricante de cervezas berlinés Ignatz
Nacher, cuyas compañías habían sido brutalmente
higienizadas por el Dresdner Bank y, por otro lado, por
un consorcio dirigido por banqueros privados de Múnich.
Más o menos a la vez que Friedrich Flick adquiría
la finca bávara de Nacher en 1937,[92] la familia
Oetker se hizo con un tercio de las participaciones de
la cerveza maltesa Groterjan, una de las cerveceras de
Nacher arianizadas por el consorciode bancos. Esta fábrica
marcó la entrada de la dinastía Oetker en la
industria de las bebidas alcohólicas, que sigue siendo una
parte importante del conglomerado familiar hoy en día.
Pero las arianizaciones hechas por Kaselowsky, Oetker y
Porsche palidecían en comparación con el alcance y
tamaño de las realizadas por Günther Quandt, Friedrich
Flick y August von Finck.

Página 150
12

A finales de la primavera de 1937, Joseph Goebbels,


todavía inmerso en su intensa relación sentimental con Lída
Baarová, estaba atareado planificando distintas exposiciones
de arte. Y debía darle las gracias al barón August von
Finck por ello. Lo que al tacaño financiero le faltaba
en generosidad lo compensaba inspirándola en otros. En
cuatro años, von Finck había recaudado doce millones de
reichsmark para el nuevo museo de Hitler en Múnich,
cantidad suficiente como para cubrir los continuos sobrecostesde
la construcción. Los bávaros se mofaban del gigantesco
edificio llamándolo «el templo de la salchicha blanca».[93] El
Partido Nazi había tenido que aportar cien mil
reichsmark a su construcción; von Finck se encargó del
resto. El banquero aprovechaba sus viajes de negocios
para adelantar su misión de captación de fondos, y
visitaba a los magnates en sus mansiones y fincas.
Mientras los millones del rearme fluían desdeel régimen
hacia los bolsillos de los empresarios industriales, von
Finck convencía a algunos de los nombres más
importantes del mundo empresarial germánico para que
donaran y se convirtieran en miembros fundadores del
museo, lo que tan solo les costaría cien mil reichsmark.
Friedrich Flick, Gustav Krupp, Cari Friedrich von Siemens
y Robert Bosch se encontraban entre los dadivosos
magnates que sacaron sus talonarios.[94]
A principios de junio de 1937, Hitler y Goebbels volaron
a Múnich para inspeccionar el museo y la muestra
inaugural, escogida por un jurado, que se tituló la
«Gran exposición de arte alemán». El propio von
Finck se encargó de la visita. El dúo, sin embargo, quedó
horrorizado: «Han colgado unas obras que hacen que se
[95]
te ponga la piel de gallina» escribió Goebbels en
su diario. «El Führer está furioso». Las paredes estaban

Página 151
cubiertas casi en su totalidad con horripilantes escenas
históricas de las conquistas germánicas. Al parecer, los
encargados de la exposición la habían centrado alrededor
del concepto nazi de «sangre y tierra», y lo
habían interpretado literalmente. El resultado final no
estaba a la altura de la visión artística del
nacionalsocialismo que tenía el canciller. Hitler se planteó
posponer la exposición durante un año antes que «mostrar
[96]
semejante bazofia», y designó a su fotógrafo personal
como nuevo conservador de la muestra de ahí en
adelante. Pero aquel evento mediático no podía desmontarse
con tan poco margen sin causar con ello cierto bochorno
al canciller. La exposición debía seguir adelante.
Cuando ambos regresaron un mes más tarde para la
inauguración, Hitler quedó más contento.[97] No se
había realizado ningún cambio en la temática, pero se
había reducido el número de cuadros sangrientos. El
18 de julio de 1937, el Führer inauguró la Haus der
Deutschen Kunst y su primera exposición, con von Finch a
su lado. Durante el evento, Magda y Goebbels se
gastaron cincuenta mil reichsmark en arte nazi para sus
distintas residencias. Además, al mismo tiempo, Goebbels
había organizado otra exhibición a unas manzanas de distancia,
en los soportales del Hofgarten. Se le había ocurrido la idea
de mostrar obras de arte confiscadas —⁠ realizadas por
artistas modernos, en su mayoría alemanes, aunque
también había algunos extranjeros —, que representaran lo
que, en su opinión, era arte no deseado en el
Tercer Reich. La exhibición de «arte degenerado» mostró
seiscientas obras de artistas como Max Beckmann, Marc Chagall, Max
Ernst, Otto Dix, Paul Klee, George Grosz y Vasili Kandinsky. La
muestra atrajorápidamente a más de dos millones de
visitantes, dos veces más que la exposición de la Haus der
Deutschen Kunst.
Incluso así, el régimen estaba encantado con von
Finck y sus esfuerzos para recaudar fondos para el

Página 152
museo de Hitler, cometido por el que no tardaría
en ser recompensado.
Meses más tarde,Goebbels expresó sus opiniones sobre otra
preciada innovación nazi. A principios de septiembre de
1937, visitó Stuttgart para unirse a Ferdinand Porsche en el
rodaje de prueba del Volkswagen. «La potencia de
tracción del coche es fabulosa, sube bien las cuestas y
tiene una suspensión excelente. Pero ¿tiene que estar tan
poco adornado por fuera? Le he dado a Porsche ciertos
[98]
consejos al respecto. Los ha aceptado sin reparos»,
escribió en su diario. Prefería que lo llevaran en
bonitas limusinas. El ministro de Propagandainspeccionó el
Volkswagende nuevo tres meses después y las mejoras
lo alegraron. «El Dr. Porsche ha presentado una obra
maestra»,[99] escribió complacido, como siempre que
alguien seguía sus órdenes. Concedió a Porsche de
inmediato el Premio Nacional de las Artes y las Ciencias;
pero al diseñador lo esperaban recompensas todavía
mayores.

13

Meses después de haber ayudado a una familia


judía a huir de Alemania, Günther Quandt desvalijó a
[100]
otra. El 9 de junio de 1937, su compañía
armamentística DWM publicó una declaración de una sola
frase en el periódico financiero de Berlín. Se había hecho
con el control de otro negocio: Henry Pels, un fabricante
de herramientas de última generación que producía
perforadoras y cortadoras de hierro en su fábrica
de Erfurt, la ciudad más grande de Turingia. Lo que
no se explicaba en aquella concisa comunicación era que

Página 153
Günther había arianizado el negocio de forma agresiva
once días antes. La mañana del 29 de mayo de 1937, el
cirujano Fritz Heine se había visto obligado a vender la
participación mayoritaria de su mujeren su propia empresa
familiar muy por debajo del valor de mercado, y a
dimitir de su puesto en el consejo de supervisión
durante una tensa reunión de socios mantenida en las
oficinas de Günther, en Askanischer Platz. Heine era el único
miembro «no ario» del consejo y representaba a su
mujerJohanna, quien había heredado las participaciones cuando
su padre —⁠ el fundador de la empresa Henry Pels— y
su madre murieron en 1931. Su único hermano había sido
un soldado alemán que había «fallecido heroicamente por
[101]
la patria» durante la Primera Guerra Mundial. El
matrimonio Heine y sus dos hijos fueronbautizados como
protestantes, pero aquello no los salvaría de las
Leyes de Núremberg, puesto que los progenitores de
ambos eran judíos.
Günther compró las participaciones de los Heine con
bonos del Estado difíciles de vender que valían unos
quinientos mil reichsmark, por lo que les robó al menos
un millón y medio. El valor nominal de las
participaciones de Johanna era de unos dos millones de
reichsmark, pero su valor real sería probablemente mucho
mayor. Günther tasó las máquinas de la compañía, por
sí solas, en tres millones de reichsmark poco después del
proceso de arianización. El magnate se convirtió en el
presidente del consejo de supervisión de Henry Pels,
llenó la junta con sus socios comerciales y ejecutivos y
reestructuró la compañía para convertirla en una fructífera
empresa de armamento. Hacia 1938, la compañía ya
generaba un beneficio bruto de seis millones de
reichsmark produciendo trípodes para armas, cañones y
artillería antiaérea para submarinos. Günther también
arianizó la denominación social: retiró el nombre del
padre de Johanna (Henry Pels) y la rebautizó como Berliner-

Página 154
Erfurt Maschinenwerken. Aun así, la correspondencia comercial
a menudo seguiría realizándose en papel con el antiguo
nombre «no ario» de la empresa en el membrete.
Las cosas no terminaron bien para el matrimonio Heine.
Su hijo ya se había trasladado a América tras terminar
sus estudios de ingeniería y su hija no tardó en huir
a Gran Bretaña con la ayuda de un párroco en
Berlín. Pero la pareja permaneció en Alemania. Confiaban en
que «la persecución nacionalsocialista acabará pronto».[102]
No fue así. Se obligó a Johanna y Fritz a
abandonar su mansión en el Westend de Berlín y a
subarrendar dos habitaciones. El 24 de octubre de
1941, se los deportó en tren desdeBerlín a Lodz, situada
en el Warthegau, un territorio ocupado por los nazis en
Polonia, donde el conocido de Günther, el despiadado
Gauleiter Arthur Greiser, gobernaba sobre millones de
personas, incluidas las que ocupaban el gueto judío de
Lodz, principal puntode recogida del campo de
exterminio de Chelmno. Es probable que el matrimonio
Heine fuera asesinado en Chelmno a mediados de noviembre de
1941, aunque en sus certificados de defunción aparece
Litzmannstadt, el nombre nuevo que los nazis dieron
a Lodz. En Alemania, el resto de las posesiones de la
pareja se confiscaron como impuesto de partida por
haber «huido» del territorio del Reich. Para Günther, los
Heine fueron únicamente el principio del enorme expolio
que llevaría a cabo por Alemania y Europa.
Y no trabajaría solo. Günther había descubierto a un
joven talento que lo ayudaría a expandir su imperio.[103] Una
mañana lluviosa de septiembre de 1937, Günther se
encontraba tras el escritorio doble de su despacho en el
número 3 de Askanischer Platz, entrevistando al elegante
abogado de derecho farmacéutico que estaba sentado
frente a él y anotando cuidadosamente sus respuestas.
Se llamaba Horst Pavel,tenía veintinueve años y, cuando
Günther lo conoció en un evento empresarial, le dio

Página 155
la sensación de que tendría talento para los negocios.
A mediodía, Günther le ofreció el puesto de
director del departamento legal de la APA. Pavel tenía tres
horas para considerar la oferta. La aceptó a las tres de
la tarde.Günther pensaba que a Herbert, su hijo
mayor y sucesor natural, no le vendría mal algo de
competencia. Herbert había terminado sus cuatro años de
ciclo formativo sobre gestión en la AFA en mayo de
1937 y había empezado a trabajar como director en
Pertrix, una filial de la AFA en Berlín que producía
linternas y baterías. Pavel era dos años mayor que Herbert,
pero igual de ambicioso. Haría todo lo que estuviera en su
mano para superar al hijo del jefe.
Además, Günther fomentó aquella competición.
Pensaba en términos darwinianos y escribió sobre «una
batalla por la vida»[104] de su hijo. Le dio a Pavel
el despacho contiguo al suyo y, al poco de
contratarle, se llevó a su nuevo protegido en un crucero
de casi cuatro meses por Sudamérica. Desde el
transatlántico Cap Arcana, Günther compartió algunas
observaciones personales sobre los sudamericanos con sus
ejecutivos en Alemania: «El principio de la raza pura es
imposible [en Brasil] puesto que el país entero está
compuesto de italianos, españoles y alemanes cruzados con
[105]
indios», escribió en una carta. «Además de los negros,
con quienes también se mezclan indiscriminadamente. Esto ha
dado lugar a una raza que resiste al letal clima,con
suficiente impacto intelectual por parte de los de piel
blanca y roja. En contra de estos estándares se
encuentra el país blanco de Argentina, que es el más
inteligente». Durante el viaje, Günther le hizo a
Pavel una golosa oferta: si se quedaba en el grupo
Quandt, llevaría la gestión comercial de toda la AFA
y ocuparía una posición en el comité ejecutivo. Así
sin más, Günther convirtió a Pavel en su mano derecha:

Página 156
Herbert tendría que luchar, una vez más, por llamar la
atención de su padre.
14

En el otoño de 1937, Friedrich Flick preparaba un


expolio. El 4 de noviembre de 1937, Otto Steinbrinck, su
lugarteniente, le escribió en una comunicación que
Wilhelm Keppler, el omnipresente intermediario de
Hitler entre el régimen y el mundo empresarial, le
había informado de que «desde hace algún tiempo, hay una
nueva ola de ventas de activos judíosen
Alemania». [106] Incluso los propietarios judíos«de quienes
uno no se lo hubiera imaginado antes» se estaban
esforzando por «librarse de sus posesiones en Alemania»,
escribió Steinbrinck. Flick aprovechó la oportunidad de
inmediato. Algunos de los primeros activos pertenecientes
a judíosque adquirió fueron para su uso particular.
Disfrutaba comprando lujosos bienes inmuebles y en esta
ocasión fueron tres:[107] uno en Baviera, otro cerca de
Berlín y el último una propiedad de caza en Austria;
todos eran patrimonio de familias empresarias judías que
necesitaban venderlos mientras tuvieran opción. (La finca
bávara[108] y los terrenos de caza austríacos[109] aún son
propiedad de algunos de los nietos de Flick).
En noviembre de 1937, el primer proceso de
arianizaciónde Flick llevaba meses en curso. A finales
de ese verano había puesto sus miras en los altos
hornos de Lübeck, una importante fábrica de arrabio
[110]
de la ciudad portuaria hanseática. Era una de las
pocas empresas importantes de la industria pesada alemana
en manos de judíos. Los accionistas de Lübeck
eran sobre todo familias judías con negocios locales, así
como empresas y bancos asociados con ellas. Flick tenía a esa
empresa en el puntode mira desdehacía casi una década.
Había llegado el momento de atacar.

Página 157
La adquisición de los altos hornos de Lübeck se
había vuelto de vital importancia para Flick a principios de
ese año. Podían proveer a sus fábricas de aluminio con
arrabio, del que había una gran escasez. Y lo que es
más, Lübeck tenía un consejero delegado nazi que estaba
deseando ayudar en la arianización de la compañía que
dirigía. Veía a sus accionistas judíoscomo la razón principal
por la que la HWA no le concedía contratos
armamentísticos. Entonces Flick entró en acción. Primero,
logró sacar adelante una OPA hostil dirigida contra el
segundo mayor accionista de Lübeck, una compañía de
comercio de mineral de hierro clasificada como judía.
Cuando algunos de los accionistas de la empresa
trataron de agrupar sus acciones y trasladarlas al
extranjero, Flick recurrió a la amenaza de las sanciones
del régimen para obligara los accionistas judíosa vender.
Aun así, y a pesar de que se celebró en sus oficinas
centrales de Bellevuestrasse en Berlín, no asistió a
la última reunión de la compra a principios de
diciembre de 1937. Dicha reunión tenía como objetivo
convencer a los últimos indecisos, un grupo de
accionistas extranjeros y el banco Warburg, que se
resistían a vender sus activos. Flick explicó su
ausencia a Walther Oldewage, el negociador impuesto por
el régimen que llevaría a cabo la operación: «Obligarme a
debatir con este comité es un nuevo truco de los
judíos, en el que no voy a caer dadas mis malas
[111]
experiencias hasta este momento». Finalmente, los
accionistas vendieron.
En los días posteriores al acuerdo, Flick abordó a
los accionistas mayoritarios de Lübeck, la familia
judía Hahn. Se mostraron de acuerdo en vender sus activos
en dos lotes casi de inmediato, y por variosmillones por
debajo del valor de mercado, pero con una condición.
Para proteger a su propia empresa familiar, una
importante planta siderúrgica en el Ruhr, los Hahn

Página 158
insistieron en que se redactara una declaración en la que
se estipulara que las autoridadesinterpretarían la venta de
su parte de Lübeck como señal de su buena voluntad,
y que su empresa siderúrgica quedaría exenta de
cualquier medida coercitiva. Pero Oldewage se negó y solo
proporcionó una declaración oral a los efectos. Aun así,
los Hahn siguieron adelante con el trato, vendiendo el
primer lote de sus acciones a Flick en diciembre de
1937. Unas semanas después, como recompensa por su
ayuda, Flick arrebató a Oldewage a las autoridades
gubernamentales y lo contrató en una de sus siderúrgicas,
en un puesto de mando intermedio con un sueldo
generoso. Cuando Oldewage fue a asumir su nuevo
puesto, Steinbrinck le dio a Flick su opinión antes de
despedirse: «[Oldewage] me parece demasiado blando en
el aspecto humano; yo le aconsejé personalmente que
[112]
fuera más duro con los judíos».
En las semanas posteriores a la venta del primer
lote de los Hahn, las presiones del régimen sobre esta
familia judía solo fueron en aumento. Amenazaron con
arrestarlos e internarlos en un campo de concentración.
Cuando se dirigieron al departamento de arianizacióndel
ministro de Economía en Berlín para asegurarse de que
dejarían en paz a su empresa, un funcionario nazi les
dijo que no se creía que hubieran sido tan estúpidos
como para «aceptar una letra de cambio para la que no
hay cobertura».[113] Entonces no les quedó más remedio
que vender su planta siderúrgica a un importante
competidor y emigrar a Inglaterra. La familia vendió
el último lote de las acciones de Lübeck a
Flick, aunque, de nuevo, por millones por debajo de su
valor de mercado. Necesitaban el dinero para escapar.
Flick era ahora el accionista mayoritario de Lübeck y ya
estaba preparando su siguiente proyecto de arianización.
En su vuelo sin retorno de Londres, los Hahn
coincidieron con Otto Steinbrinck. El lugarteniente de

Página 159
Flick estaba de viaje de negocios. Miró de arriba abajo a
la familia judía y dijo con desprecio: «Tenéis suerte
de haber conseguido escapar».[114]

15

El siguiente proceso de arianizaciónque llevaría a


cabo Friedrich Flick —⁠ mucho más ambicioso— ya estaba
en marcha mientras asaltaba la Lübeck. A principios de
noviembre de 1937, Wilhelm Keppler contó a Otto Steinbrinck
que había más compañías preseleccionadas para dicho proceso. Entre
ellas se encontraban los activos alemanes propiedad de
los conglomerados de Julius e Ignaz Petschek, creados
originalmente por los epónimos hermanos Petschek, unos
judíoschecos. Para cuando los dos conglomerados llamaron
la atención de Flick, hacía tiempo que se habían
separado. Los hijos de los dos hermanos eran sus
propietarios y gestores, aunque no se llevaban bien. No
obstante, el régimen nazi mostró un gran interéspor los
herederos Petschek. En conjunto, los primos controlaban
cerca del sesenta y cinco por ciento de las reservas
de lignito del este y centro de Alemania, lo que
los convertía en los responsables del dieciocho por
ciento de la producción de carbón sin procesar de
[115]
todo el Reich alemán. Y esto solo era una pequeña
parte de todas las operaciones que desarrollaba Petschek.
La más amplia era una variedad de minasde carbón
en Bohemia y Moravia, regiones checas sobre las que
Hitler ya había puesto sus miras.
Cuando Keppler contó a Steinbrinck que los intereses
alemanes de los Petschek iban a ser arianizados,confirmó
algo que ya había llegado a oídos de Flick y

Página 160
Steinbrinck por otras fuentes: el grupo Julius Petschek,
establecido en Praga y el menor de los dos
conglomerados, ya estaba manteniendo conversaciones con dos
sociedades para vender las participaciones mayoritarias que
tenía en dos grandes empresas de lignito alemanas. Y
no eran dos sociedades cualquiera las que se peleaban por
los activos Petschek: una era Wintershall, el gigante
de la potasa y del petróleo del que Günther Quandt
poseía una cuarta parte,e IG Farben, la empresa
química más grande del mundo. Si Flick lograba hacerse
con las participaciones de lignito de los Petschek en
Alemania, se aseguraría una fuente de combustible
para su fábrica siderúrgica principal durante décadas. Era un
[116]
«asunto vital», le comunicó Steinbrinck a Keppler el
3 de noviembre de 1937. Dos semanas después,
Steinbrinck reiteraría a Keppler que el conglomerado de
Flick quería participar, «sea como sea», en la «liquidación de
la propiedad P». Ambos acordaron «causar problemas al
componente judío»,[117] como lo denominó Keppler.
El «asunto P. o Petschek», como Flick y sus auxiliares
se referían irónicamente a sus esfuerzos de arianización,
se convirtió en una prioridad. El magnate y su
lugarteniente empezaron a tantear al régimen nazi y
a sus contactos en Petschek para acceder a las
negociaciones en primera posición. Muchos de estos contactos
eran compañeros del Círculo de Amigos de Himmler,
entre los que destacaba Herbert Göring, medio hermano
del Reichsmarschall Hermann. Simplemente por su relación
consanguínea, Herbert consiguió primero el puesto de
secretario general en el Ministerio de Economía y
después distintos puestos ejecutivos en importantes
compañías alemanas. Como resumiría un historiador, Herbert
Göring «creó un puesto descaradamente parasitario en el
Tercer Reich al monetizar el acceso directo a su
poderoso medio hermano».[118] Flick y Steinbrinck se
apuntaron al carro y le prometieron a Herbert una

Página 161
buena compensación «en caso de que se resuelva el
asunto P».
En una reunión con Steinbrinck, Herbert Göring
señaló que los Petschek tenían toda la atención de su
medio hermano. Hermann Göring estaba en plena
[119]
ejecución de su «Plan Cuatrienal» para la economía de
la Alemania nazi. Su grandioso diseño pretendía conseguir
el rearme del país y, lo que era más importante,la
conversión de Alemania en una autarquía: un Estado
completamente autosuficiente que ya no dependería de las
importaciones de países extranjeros.Las reservas de lignito
de los Petschek, propiedad de judíos extranjeros nada menos,
eran parte lógica del plan. En una reunión posterior con Flick,
Herbert Göring confirmó que, aunque los herederos de
Julius Petschek querían vender, el grupo Ignaz Petschek
rechazaba todas las propuestas.[120] Tendrían que lidiar con él
más adelante.
Con el apoyo de los dos Göring, Flick se
colocó en la primera posición en la mesa de
negociación. A mediados de diciembre de 1937, el
magnate informó al consejero delegado de Wintershall, que
también era socio comercial de Günther y miembro del
Círculo de Amigos de Himmler, de que iba a
exigir la adquisición de las empresas de lignito alemán
de Julius Petschek. El consejero delegado le respondió con
[121]
un «furioso silencio». Al mismo tiempo, Herbert
Göring le contó a un miembro de la junta de
Julius Petschek que las negociaciones se transferirían a
un consorcio bajo el liderazgo de Flick. La información se
transmitió a uno de los hijos de Julius Petschek, que
rompió de inmediato las negociaciones con Wintershall e
IG Farben, demostrando así su predisposición a hablar
con Flick. Pero el proceso se alargó. Los hijos de Julius
Petschek, ciudadanos checos, habían creado una complicada
estructura de propiedad.[122] Hacía tiempo que habían
trasladado el holding principal que poseía sus acciones

Página 162
en empresas alemanas al extranjero. Dichas participaciones,
por lo tanto, estaban con la United Continental
Corporation (UCC) en Nueva York, cuyo antiguo
presidente era John Foster Dulles, el futuro secretario
de Estado de Estados Unidos. Además, los herederos de
Julius Petschek querían que les pagaran en dólares
estadounidenses, cosa que Hermann Göring y las
autoridadesnazis no permitían para la compra de empresas
alemanas.
A mediados de enero de 1938, Steinbrinck redactó un
extenso memorando que Flick utilizaría una semana después
en la presentación sobre cómo resolver el «asunto
[123]
Petschek». El 21 de enero, Flick habló en Berlín
ante un público de una sola persona: Hermann Göring.
Propuso al Reichsmarschall un proceso de arianización
doble. Según el magnate, aunque solo él se
encargaría de negociar un acuerdo con los hijos de
Julius Petschek, haría falta llegar a un compromiso en lo
relativo al pago en moneda extranjera. Expuso que se le
debía conceder en exclusiva la negociación, puesto que
varios pujadores provocaríanla subida del precio y
darían a los Petschek la opción de elegir la mejor
oferta. Afirmó que, a su vez, una venta voluntaria
debilitaría la rotunda negativa a vender de los
herederos de Ignaz Petschek. Su presentación fue un
éxito rotundo. Hermann Göring firmó el documento que
Flick había traído preparado y le confirió un mandato
para la negociación exclusiva con ambos grupos Petschek,
si bien este no era vinculante y no incluía ningún
compromiso en el asunto de la divisa extranjera.
Los representantes de los herederos de Julius Petschek
llegaron a Berlín al día siguiente. Su negociador principal era
George Murnane, un banquero de Nueva York especializado
en inversiones y con buenos contactos, que había sucedido
a su amigo Dulles como presidente de la UCC.
Murnane quería generar una «atmósfera de paz»,[124] pero

Página 163
Flick marco una línea dura desdela primera reunión al
declarar que solo él había recibido autorización para
[125]
negociar por «orden de lo más alto [sic]». El
pago en dólares, con los recursos de que disponían los
alemanes, era imposible. Si los Petschek no accedíana
ciertas concesiones pronto, Flick amenazó con la
posibilidad muy real de que se produjera una absorción
contra su voluntad. Pero Murnane se negó a ceder en
la cuestión de la divisa y del precio de compra,
estipulado en quince millones de dólares, a pesar de
expresar su simpatía por lo que él llamó «el problema
alemán, es decir, la cuestión del rearme y de los
judíos».
[126]
Tras otras dos reuniones infructuosas, Flick rompió
abruptamente las negociaciones al comienzo de una nueva
rondael 31 de enero de 1938. Mintió, alegando que su
negociaciónpor mandato expiraba aquel día. En el último
fragmento de un comunicado que leyó enigmáticamente en
voz alta a toda la sala, Flick dejó claro que, sin un
acuerdo, se expropiaría a los herederos Petschek. Un
impávido Murnane, al que Flick había mantenido bajo vigilancia
a todas horas,[127] puso en evidencia su farol y anunció
que ya había recibido una oferta de once millones de
dólares por parte de la Wintershall de Günther Quandt.
A continuación, Murnane subió la apuesta: las empresas
alemanas en Estados Unidos podrían verse «amenazadas
[…] por las mismas medidas que ahora se estaba
encontrando él en Alemania».
[128]
La respuesta de Murnane disparó las alarmas entre los
más altos cargos de las autoridadesfinancieras nazis. Ante esta
amenaza sobre los activos alemanes en el extranjero,
especialmente hacia las filiales americanas de la IG Farben,
Hermann Göring y sus lacayos cedieron en lo
concerniente al pago en dólares. Flick, sin embargo, no

Página 164
tenía ninguna prisa por reanudar las negociaciones. La
anexión de Austria por parte de Hitler era inminente, y
Flick quería esperar y ver cómo afectaba a su
posición en la negociación. Al parecer, la afectó de
forma muy positiva.
Despuésde que Hitler anexionara su país natal, Austria, a
mediados de marzo de 1938, y amenazara con que
Checoslovaquia sería la siguiente, los herederos de Julius
Petschek se mostraron dispuestos a rebajar el precio
que pedían de forma significativa. Y habría más
presiones políticas.[129] A finales de abril de 1938, Hermann
Göring promulgó variosdecretos que intensificaban la
persecución de los judíos. Toda compra o
arrendamiento de bienes estaba ahora sujeta a la
autorización del Estado si un judío, alemán o
extranjero, estaba involucrado, y los judíosextranjeros
ahora también debían notificar a las autoridadestodas las
propiedades que tuvieran en Alemania. Göring, además,
esbozó la posibilidad de que el Estado pudiera
expropiar si era en beneficio de la economía alemana.
El 10 de mayo de 1938, Flick y la UCC —⁠ ahora
representada por el vizconde Strathallan, el socio británico de
Murnane— reanudaron las negociaciones en Baden-Baden, una
ciudad-balneario de moda junto a la frontera francesa. En las
reuniones, que continuaron una semana después en Berlín,
debatieron sobre un acuerdo de 6,3 millones de dólares,
menos de la mitad del precio de mercado de las
acciones, casi 5 millones por debajo de la oferta de
Wintershall y 9 millones menos que el precio
inicial que pedía Murnane tres meses antes. El estado
de ánimo y la balanza de poderse habían inclinado
a favor de Flick. Strathallan le dio las gracias a
Flick y elogió «el espíritu de todas nuestras
[130]
conversaciones». Murnane telegrafió a Flick desde Nueva
York: «Quiero expresar mi admiración por su habilidad y
ecuanimidad al llevar a cabo la transacción y por su

Página 165
destreza en las negociaciones». Flick respondió del mismo
modo, atribuyendo el éxito a que «trabajamos juntos
fielmente, y descubrimos por su parte una amplia
comprensión de los requisitos alemanes». (Más adelante,
investigadores estadounidenses acusarían a Murnane de no
haber representado correctamente «los intereses de sus
clientes».[131] Los norteamericanos pensaban que «cayó en el
juego de los nazis en lo relativo a la propiedad de
los Petschek al ceder […] en todos los puntos y
mostrar debilidad»). Los herederos de Julius Petschek se las
ingeniaron para vender el resto de sus bienes en los
Sudetes a un consorcio checo,[132] semanas antes de que
Hitler ocupara la zona. Después, emigraron a Estados
Unidos y Canadá.
Pero Flick no había terminado. Procedió a venderle
algunas de las minas de lignito de la firma Julius
Petschek a Wintershall e IG Farben. El magnate
terminaría embolsándose unos beneficios de casi 600 000
dólares[133] con todo el proceso de arianización, además
de asegurarse gratis una fuente de combustible para sus
fábricas siderúrgicas. Como comisión por la ayuda en
la negociación, Flick transfirió temporalmente un millón de
acciones de la Lübeck a Herbert Göring. El medio
hermano corrupto del Reichsmarschall podría quedárselas
hasta que reportaran dividendos. Flick también le dio un
préstamo para comprar un conglomerado naviero que,
segúnel magnate, Herbert le devolvió tras hacer un
«magnífico negocio»[134] por el cual vendió su participación
mayoritaria al competidor armamentístico y siderúrgico de Flick,
la dinastía Krupp. Wintershall terminó perdiendo en la
arianizaciónde Julius Petschek, pero aquello no desalentó a
Günther Quandt. Ya tendría más oportunidades de
participar en negocios turbios. Y, de cualquier modo,
unas veces se gana y otras se pierde. El propio
Flick estaba a puntode aprender esa misma lección en
sus propias carnes.

Página 166
16

La Haus der Deutschen Kunst abrió sus puertas en julio de


1937, justo cuando los procesos de arianizaciónempezaban a
cobrar impulso, y el barón August von Finck estaba listo
para capitalizar todo el trabajo duro que había realizado para
Hitler. Algunos de los miembros más conocidos del
Partido Nazi, como el abogado personal del Führer,
Hans Frank, y el corrupto dirigente de Múnich, Christian
Weber, ya tenían sus cuentas personales y del
NSDAP en el banco privado del aristócrata, el Merck
Finck.[135] Había llegado la hora de que von Finck
expandiera su institución financiera y se librara de sus
rivales judíos. Primero atacó a un competidor de Múnich:
Martin Aufhäuser, socio principal de H. Aufhäuser, uno de
los bancos privados más grandes de Alemania.[136] El
financiero había protestado contra las Leyes de Núremberg,
según las cuales se lo clasificaba como judío. Aufhäuser
solicitó una exención de las leyes para que se
restauraran sus derechos personales y podersalvar su banco
familiar, procedimiento que requería el permiso directo
de Hitler. Pero, como era de esperar, el Führer se
negó a concedérselo.

Página 167
August von Finck y Hitler haciendo el saludo nazi en
la Haus der Deutschen Kunst.

Von Finck aprovechó la oportunidad para forzar la


situación. En una carta a la Cámara de Comercio de
Múnich, el 11 de noviembre de 1937, expuso una propuesta
para deshacerse del banco H. Aufhäuser y concluyó: «El
sector de la bancaprivada alemana sigue compuesto, a día
de hoy, por corporaciones no arias. La arianizacióngradual de
este oficio, que está tan fuertemente influenciado por el
componente judío, no debe detenerse con la concesión de

Página 168
exenciones, sino que […] debe fomentarse a toda costa».[137] El
banco H. Aufhäuser se incautó durante la
Kristallnacht (‘Noche de los Cristales Rotos’) [138] —⁠ la
tristemente célebre matanza de judíosque ocurrió por
toda la Alemania nazi el 9 y 10 de noviembre de
1938—, y se arianizó rápidamente.
Tras varias semanas en «detención preventiva»en el campo
de concentración de Dachau, Martin Aufhäuser y su
hermano huyeron de Alemania y terminaron en Estados
Unidos. Su otro socio en el banco y su esposa
se suicidaron tras la Kristallnacht. Von Finck, como
representante estatal de los bancos privados de Baviera,
fue el responsable de la liquidación de la cartera
[139]
personal de acciones de Martin Aufhäuser. Los
ingresos se emplearon para pagar los impuestos de «huida»
del banquero una vez logró escapar del país.
[140]
La primera arianizaciónde von Finck surgió por sí
sola mientras él redoblaba sus ataques contra sus
colegas judíosen Aufhäuser. Orto Christian Fischer, un destacado
banquero nazi que formaba parte de la junta directiva del
museo con von Finck, fue una figura clave en la
conversión aria de la banca, como director de la autoridad
bancaria del Reich. En el otoño de 1937, Fischer
puso a von Finck en contacto con Willy Dreyfus, el
propietario del importante banco privado alemán J.
Dreyfus, y con Paul Wallich, un socio de Dreyfus en la
sucursal de Berlín.
Willy Dreyfus había decidido vender su banco
familiar a raíz de las presiones para que aplicara
procesos de arianización. Ya había cerrado su banco de
Fráncfort, después de que amenazaran a uno de sus
socios con la deportación a un campo de
concentración, y, al mismo tiempo, empezó a buscar
comprador para la sucursal berlinesa, que era más grande.
Añadir una oficina en la capital era una oportunidad
excepcional para von Finck. Su banco privado tenía solo una

Página 169
sucursal en Múnich, pero toda la acción se encontraba
en Berlín. Naturalmente, él quería estar allí.
Las negociaciones entre Willy Dreyfus y el adjunto
de von Finck comenzaron en diciembre de 1937. Julius
Kaufmann, un director medio judío de Dreyfus, supervisó
los tres meses de conversaciones en Berlín. Más
adelante detallaría cómo von Finck coaccionó a Dreyfus
para que rebajara el precio de venta de su sucursal
bancaria. Para empezar, von Finck se negó a hacerse cargo de
las obligaciones del banco sobre las pensiones de sus
empleados y pensionistas judíos, valoradas en 450 000
reichsmark. Después de que Willy Dreyfus presentara el balance
general, con provisiones y amortizaciones que reducían el
valor de su filial bancaria otros 400 000 reichsmark, von
Finck lo presionó para que hiciera rebajas mayores,
entre ellas una infravaloración de sus bienes raíces.
Estos ajustes restaron otros 700 000 reichsmark del precio
de venta, que se fijó en unos dos millones de
reichsmark. En resumidas cuentas, Julius Kaufmann estimó que
von Finck obligó a Willy Dreyfus a vender su filial de
Berlín por al menos 1,65 millones de reichsmark (un millón
y medio de dólares de la época) por debajo
de su precio real.[141] Pero Merck Finck aseguraría después
que unas «negociaciones amistosas»[142] fueron las que
condujeron a la «absorción» de Dreyfus.
Paul Wallich, el antiguo socio de la sucursal de
Berlín, firmó el contrato para permanecer como asesor
durante una década, a pesar de que Merck Finck
había publicado una norma corporativa de que el banco
solo podría emplear a individuos de «pura sangre
alemana».[143] Los empleados también debían presentar «pruebas
de los orígenes arios» de sus cónyuges. Tanto Wallich
como Julius Kaufmann entraban en la categoría de judío
segúnlas Leyes de Núremberg, pero sus esposas no lo
eran, por lo que se les permitió pasar de Dreyfus a
Merck Finck, pero el acuerdo solo duraría hasta que los

Página 170
dos hombres judíos—⁠ en«privilegiados matrimonios mixtos»
previos a la llegada al poderde los nazis— dejaran
de considerarse útiles para Merck Finck.
El barón Egon von Ritter, amigo íntimo de von
Finck, se convirtió en el socio principal de la filial
berlinesa de Merck Finck. Von Ritter no tardó en despedir a
Kaufmann por «no ser ario», pero lo obligó a quedarse
los seis meses que le restaban de contrato para ayudar
con la reorganización. Kaufmann, al menos, sobrevivió. A
Paul Wallich le fue mucho peor. Su contrato se rescindió
cuando Merck Finck dejó de precisar sus servicios,
pero solo después de aprovecharse de su ayuda
para trasladar las cuentas de los clientes. Wallich se
suicidó durante un viaje de negocios a Colonia solo
unos días después de la Kristallnacht.
La arianizaciónde Dreyfus dio popularidad inmediata al
banco de Finck en Berlín, donde se lo empezó
[144]
a conocer como el «banco del Führer». Era el
mayor cumplido que podía hacerse a un fanático tan
obsesionado con Hitler como von Finck. La arianizacióntambién
se alabó en los círculos financieros alemanes como un
anteproyecto de la «desjudificación»[145] del sector de
la banca privada, lo que desencadenaría una gran retirada
de fondos de los bancos judíosmás pequeños de todo el
país. Cuando el proceso de arianización se dio por
finalizado y se notificó el 5 de marzo de
1938, Willy Dreyfus emigró a Basilea, Suiza. Pero aquella
no sería la última vez que tendría que lidiar con von
Finck.
17

La arianizaciónmás espectacular de la bancaprivada


cayó en manos de August von Finck una semana después
de concluir la adquisición de Dreyfus. El 12 de marzo
de 1938, el ejército alemán se dirigió hacia Austria

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y la incorporó al Reich. Miles de austríacos llenaron
las carreteras y las calles para dar la bienvenida a las
tropas. La persecución de la población local judía,
tanto por parte de los alemanes como de los austríacos, ya
se había iniciado mientras el Anschluss —⁠ nombre con el que
se conoció a la anexión— estaba en marcha. La
arianizaciónde S.M. von Rothschild, el banco privado más
grande del país, que pertenecía a la rama austríaca de
la afamada dinastía Rothschild, se ofreció de inmediato
[146]
a von Finck. El barón Louis von Rothschild, que dirigía
el banco, con sede en Viena, que había fundado su
bisabuelo, fue arrestado durante la anexión[147] y
encarcelado en el antiguo hotel de lujo Metropole, el
nuevo cuartel general de la Gestapo en el
casco antiguo de Viena. Y el banco familiar fue
requisado. El resto de sus posesiones, incluidas las obras de
arte y los palacios, fueron saqueadas. La infame Oficina
Central para la Emigración Judía de Adolf Eichmann se
estableció rápidamente en uno de los palacios
embargados a los Rothschild.
Emil Puhl, el vicepresidente del Reichsbank, recordaría más
adelante que el Ministerio de Economía de Funk prefería
que S.M. Rothschild fuera arianizado por un banco privado.
Funk quería evitar que los grandes bancos comerciales
como el Deutsche o el Dresdner aumentaran su
influencia en Austria. Puhl dijo que muchos bancos privados
alemanes querían arianizar S. M. Rothschild, pero que la
elección de Merck Finck «procede, sin duda, de la
influencia que el señor Fink [sic] tenía en el partido y
[148]
en el Estado». Von Finck era miembro del consejo
consultivo del Reichsbank, entre sus muchos otros puestos en
el régimen nazi.
El padre de von Finck y el de Louis von Rothschild
habían sido buenos amigos, y, por lo tanto, von
Finck hijo fue invitado a Zúrich por un representante de
Rothschild a principios de mayo de 1938 «para hablar

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sobre posibles soluciones»[149] para el banco incautado.
Después, von Finck viajó a Viena, donde se reunió con
Josef Bürckel, el corrupto Gauleiter de la capital y
comisionado del Reich en Austria tras el Anschluss. Von
Finck le explicó a Bürckel que quería expandir su
banco hasta el sudeste de Europa y le pidió
ayuda«para obtener, con ese propósito, algún banco vienés
con propietarios judíos».
En una reunión más multitudinaria al día siguiente,
von Finck fue informado de que el banco S.M.
Rothschild era el que mejorse adaptaba a sus necesidades
y se nombró a Merck Finck su administrador.
Pero las SS se negaron a transferir a su favor la
administración de un activo tan valioso. Von Finck
viajó entonces a Berlín para solicitar la intervención de
Hermann Göring. Hasta que Göring no firmó y envió un
telegrama al jefe de las SS de Austria asegurándole que
von Finck estaba «a la altura para afrontar trabajos
difíciles»[150] y que tenía «excelentes contactos en el
partido», las SS no reconocieron a Merck Finck como
administrador de S.M. Rothschild, lo que se hizo efectivo
a principios de julio de 1938, justo a tiempo para la
fiesta del cuarenta cumpleaños del barón, que se
celebraría en dos semanas.
Semanas antes de finalizar su segundo proyecto de
arianización, von Finck rechazó otro. El 3 de junio de
1938, recibió una carta del alcalde nazi de Núremberg en
la que le preguntaba, citando conversaciones previas
mantenidas sobre el asunto, si estaría interesado en la
[151]
arianizacióndel banco privado Anton Kohn. La
institución financiera, propiedad de los hermanos Kohn (judíos),
había sido junto con Merck Finck el banco privado
principal de Baviera, pero con el ascenso de Hitler
pasaba por una mala racha. El 11 de junio de 1938, von
Finck respondió al alcalde que ya no le interesaba la
arianizaciónde Anton Kohn por la terrible situación

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financiera del banco y su limitada «clientela judía».[152] A
los ojos de von Finck, la falta de clientes judíos
significaba menos activos de los que adueñarse. Con tan
poco para robar, no era una propuesta de negocio atractiva
para el aristócrata antisemita.
Más adelante, ese mismo verano, von Finck y
Friedrich Flick trabajarían juntos en la arianizaciónde un
banco. En septiembre de 1938, proporcionaron capital para la
conversión aria de Simon Hirschland,[153] un importante
banco privado judío en la región del Ruhr. Para dicha
transacción, dirigida por el Deutsche Bank, recibieron la
ayuda del experto en estos procesos raciales, Hugo
Ratzmann, el mismo banquero al que Günther Quandt
había recurrido en su incautación de Henry Pels el
verano anterior. A estas alturas, todos los magnates se
conocían bien entre ellos. Von Finck era miembro del consejo
de supervisión de una siderúrgica de Flick y de una de
sus empresas de carbón. Los dos pertenecían también al
consejo de supervisión de Allianz y al de AEG, un
fabricante de equipo eléctrico, junto con Günther.
Como Flick, von Finck también desarrolló un vínculo de
beneficio mutuo con Hermann Göring. Merck Finck no
tardó en terminar con su posición de mero administrador
de S.M. von Rothschild comprándolo por unos 6,3 millones
[154]
de reichsmark, unos cuarenta y dos millones por
debajo del valor estimado del banco.[155] La compra se
financió, en parte,con bonos robados de las propias
cuentas bancarias personales de los Rothschild. Tras la venta,
Göring volvióa intervenir a petición de von Finck.[156]
Esta vez era el Ministerio de Economía de Funk el que
se negaba a entregarle los activos de S.M. von
Rothschild a Merck Finck. Cuando Göring intervino de
nuevo, el ministro en persona los transfirió al banco
privado de von Finck.
Los procesos de arianizaciónacercaron a von Finck y
Flick aún más a Göring.[157] Puesto que los tres eran

Página 174
ávidos cazadores, los magnates asistieron a las celebraciones
de cumpleaños de Göring en su hacienda de
Carinhall, al norte de Berlín, en numerosas ocasiones. Von
Finck le hizo al ministro regalos por valor de hasta diez mil
reichsmark como agradecimiento por haberle ayudado a conseguir
el banco Rothschild. Flick fue incluso más lejos y le
regaló cuadros de antiguos maestros de la pintura
que adquirió en una subasta.
También constituían una parte esencial del régimen
nazi. Tras trece meses en la cárcel, la Gestapo liberó a
Louis von Rothschild después de obligarlo a entregar el
banco de su familia y sus posesiones personales. Von
[158]
Finck después afirmaría que utilizó su propia
relación con Göring para asegurar la liberación de
Rothschild cuando, en realidad, fueron los dos hermanos
de este quienes pagaron unos veintiún millones de
[159]
dólares por su puesta en libertad. Sigue siendo la
cantidad más alta pagada por un rescate que se
conozca en la historia moderna, ascendiendo a
unos 385 millones de dólares actuales (unos 355 millones de
euros). Rothschild emigró entonces a Estados Unidos.
El arianizado S.M. von Rothschild se refundó como el
banco Eduard von Nicolai, nombre de su nuevo
socio principal en Viena. Von Finck proporcionó casi
[160]
todo el capital y se quedó con la mayoría de
las participaciones del banco. El otro socio de Viena era
el barón Edmund von Ritter. Su hermano Egon, socio principal
de la sucursal berlinesa arianizada del Merck Finck, se
[161]
lo recomendó al propio von Finck. Dos barones
hermanos, dos procesos de arianizacióndistintos. Eduard von
Nicolai no se ganó el cariño de la comunidad
empresarial vienesa en absoluto. Las «bruscas tácticas y
codazos [de von Nicolai] durante la adquisición de
nuevos negocios para su banco eran de tal
naturaleza que desprestigió a los hombres de negocios
alemanes en el extranjero»,[162] según el director de

Página 175
Allianz en Austria. Arreglárselas para destacar por su mal
comportamiento en los negocios era toda una hazaña,
teniendo en cuenta que durante el Tercer Reich
había mucha competencia para ello.
Los esfuerzos de von Finck para recaudar fondos
para el proyecto favorito de Hitler dieron unos resultados
excelentes. Desde que se inaugurara el museo de Múnich
un año antes, había arianizado dos de los bancos
privados más importantes del país. El valor de las acciones
de Merck Finck se cuadriplicó en poco tiempo de 22,5
millones a 99,2 millones de reichsmark.[163] A pesar de
su afamada tacañería, von Finck compartió los beneficios con
sus amigos. Empezó haciendo socios de sus bancos
arianizados a los hermanos von Ritter, sus compañeros
aristócratas. Después, gracias a su proceso de
arianización más notable, también recompensó a Otto
Christian Fischer, su compañero en el consejo de
administración del museo y principal banquero nazi,
convirtiéndolo en socio y accionista de Merck Finck. Un
historiador concluyó que, con estos astutos movimientos,
Merck Finck «se estableció como el banco privado más
[164]
exitoso de la era nacionalsocialista». Fue una expansión
cimentada por su destreza en los negocios, una buena
red de contactos utilizada a la vieja usanza y, por
supuesto, los beneficios del saqueo basado en un
despiadado antisemitismo.

18

El 26 de mayo de 1938, Hitler se encontraba sobre un


podio en el claro de un bosque, con la visera de su
gorra protegiéndolo del sol abrasador, rugiéndole a un

Página 176
público de más de cincuenta mil personas: «¡Odio la
[165]
palabra imposible!». Estaba a puntode colocar la
primera piedra de la fábrica de Volkswagen. La
fábrica se encontraba en el centro geográfico de la
Alemania nazi, en el municipio de Fallersleben, cerca de
una hacienda llamada Wolfsburg. Estaba estratégicamente
situada junto a la autopista que iba de Berlín a
Hannover, a la vía del tren que unía la capital con
la región del Ruhr, y a un canal de navegación.Un
año antes, Hitler había trasladado la responsabilidad de
construir la fábrica más grande de Europa de la
industria automovilística al Frente Alemán del Trabajo
(DAF por sus siglas en alemán), la organización nazi que
había sustituido a los sindicatos. Consideraba que el DAF
estaba mejorpreparado para encargarse de un proyecto tan
importante a nivel nacional y de semejante envergadura
financiera, con un coste estimado de noventa millones de
reichsmark que, en realidad, ya se aproximaba a los
doscientos.[166] El líder corrupto y alcohólico del DAF,
Robert Ley, había dado para el proyecto un cheque en
blanco a Ferdinand Porsche, financiado por las cuotas
de los miembros y por activos incautados a los
sindicatos. Como terreno para la fábrica, el DAF compró
a un conde cerca de mil quinientas hectáreas de
praderas. Al empobrecido aristócrata le preocupaba más que
lo expropiaran que perder los robles centenarios de
su finca, por lo que finalmente sucumbió al atractivo de
los millones nazis.

Página 177
Colocando la piedra fundacional de la fábrica de
Volkswagen, 26 de mayo de 1938.

La mañana de la ceremonia se trasladó a millares


de personas al campo en trenes reservados especialmente
para la ocasión.[167] La gente se colocó a lo largo de
la carretera que conducía al lugar de construcción, al
que Hitler llegó en un coche descapotable mientras se
escuchaba el sonido de las trompetas y gritos de
«Sieg Heil!». Las SS tuvieron dificultades para controlar a
la multitud. Todo el mundo empujaba hacia delante para
conseguir vislumbrar al Führer y el nuevo y brillante

Página 178
cabriolé en que iba montado. «En la zona acordonada y
reservada para Hitler y su séquito, tres modelos del
“coche del pueblo” […] resplandecían a la luz del sol,
estratégicamente situados frente a la tribuna de madera
[168]
decorada con hojas frescas de los bosques», escribió
un cronista. Desde allí, el canciller alemán pronunció
su discurso. Hacia el final del evento, que duró una
hora y se retransmitió en directo por la radio
nacional, Hitler realizó un anunció sorprendente: los
vehículos nuevos no se llamarían Volkswagen, sino
Kraft durch Freude-Wagen («coche de la fuerza a través
de la alegría»), en honor a la organización de
turismo del DAF. Ferdinand Porsche, detrás de Hitler,
lucía una expresión horrorizada. Dejando a un lado lo
poco práctico del nombre, este era completamente opuesto
al que Porsche hubiera deseado: el suyo.
El verano anterior, Porsche se había reunido con
Henry Ford, su héroe desde hacía tiempo, en su
complejo industrial de Rouge River, Detroit. Ferdinand
Porsche quería ser para Alemania lo que Ford era
para Estados Unidos. De hecho, la planta de
Volkswagentomaría como modelo la de Ford. Y como
Ford con su epónima creación, Porsche esperaba que el
Volkswagen recibiera su nombre. Pero el diseñador de
automóviles no estaba predestinado para ello, al
menos no de momento. Tras la ceremonia, Ferry, el hijo
de veintiocho años de Porsche, condujo a Hitler de
vuelta a su tren privado en el descapotable. Su
padre, decepcionado, iba sentado en la parte de
atrás.
No obstante, la ceremonia le dio muy buena
publicidad al Volkswagen. Un corresponsal del New York
Times escribió, entusiasmado, sobre la idea de que las
autovías europeas se llenaran de «miles y miles de
pequeños escarabajos brillantes»,[169] dando así lugar,
inconscientemente, al apodo que se asociaría al

Página 179
coche cuando se convirtiera en un fenómeno global
años más tarde. Las imágenes de Ferry llevando al Führer
circularon por todo el mundo. Cartas de amor, imágenes
picantes y proposiciones de matrimonio dirigidas al
atractivo e improvisado chófer inundaron el estudio
[170]
de diseño de Porsche en Stuttgart.
Ahora que su padre se había convertido en director de
la fábrica de Volkswagen, Ferry se hizo con el control
del estudio de Stuttgart. La empresa Porsche estaba en
plena expansión,[171] lo que también se financiaría con los
millones del DAF. Un mes después de la ceremonia, la
compañía se trasladó de sus oficinas en Kronenstrasse, en
el centro de Stuttgart, a una gran parcela en el
distrito de Zuffenhausen. Se había levantado una fábrica
de coches en la que Porsche podría construir sus
diseños. El terreno, donde aún hoy permanece la
sede central de Porsche, se había expropiado a los
Wolf, una familia judía,[172] y se había arianizado la primavera
anterior a un precio por debajo de su valor de
mercado. Porche no le dio más importancia a
aquello: era como se hacían negocios. Había otro asunto,
relacionado con el cofundador judío de la compañía, cuyas
participaciones habían acabado en manos de Ferry, que
también tenía que abordar.
A principios de junio de 1938, Adolf Rosenberger recibió
una carta en su apartamento de París en la Avenue
Marceau, a la vuelta de la esquina del Arco del
Triunfo. Aquel mensaje desdeStuttgart contenía malas noticias.
El barón Hans von Veyder-Malberg informaba a su
predecesor de que la compañía de diseños Porsche ya
no podía seguir manteniendo su contrato de licencia de
patentes con él «por ordende sus superiores».[173] El
hombre que lo había sacado del campo de
concentración también interrumpía toda clase de contacto
profesional y personal con él por «cierto empeoramiento
de la situación interna». La carta estaba fechada el 2

Página 180
de junio, una semana después de que Hitler pusiera la
primera piedra de la fábrica de Volkswagen.
Ferdinand Porsche y Anton Piëch estaban cortando los
últimos lazos con el cofundador judío de la compañía.
El 23 de julio de 1938, Rosenberger escribió a
Piëch —⁠ que también era el duro asesor legal de la
Porsche—, para sugerirle dos formas de distanciarse
amistosamente:[174] darle doce mil dólares para empezar de
nuevo en Estados Unidos o licenciar las patentes de
Porsche para Estados Unidos a Rosenberger. Pero Piëch no
seguía la corriente a los nazis meramente por una
necesidad empresarial; compartía su ideología[175] y
acababa de afiliarse al partido por segunda vez. Como
austríaco, entró primero en la filial del NSDAP en su
país natal en mayo de 1933, solo para incorporarse al
Partido Nazi alemán el 2 de junio de 1938. Después,
Piëch también solicitó el ingreso en las SS, en las que
fue admitido.
En otra carta, Rosenberger hizo una solicitud especial
a la sociedad que había cofundado: «El doctor Porsche
[176]
me ha dicho en varias ocasiones que, en vista de
todos nuestros años de cooperación y los riesgos que
he asumido siempre para la compañía, puedo contar con
él en cualquier momento, y creo que las modestas
peticiones de compensación que solicito no solo contarán con
su completa aprobación, sino que empleará toda su influencia
para dar un fin amistoso a nuestros ocho años de
relación».
Rosenberger reconoció «que podría resultarte complicado
seguir trabajando conmigo, como persona no aria, como lo
hacías antes».
Pero, echando sal en la herida de la
arianización, Anton Piëch rechazó con frialdad la
propuesta. «Mi empresa no admite tus peticiones[177] bajo
ninguna circunstancia y las rechaza por falta de base
legal», le respondió el 24 de agosto de 1938 con el

Página 181
pretexto de que Rosenberger no había logrado vender
ninguna patente en el extranjero durante los últimos
años. Ese mismo mes, la Gestapo comenzó el proceso de
revocarle la nacionalidad alemana. Había llegado la
hora de abandonar Europa.

19

Las cosas entre Joseph y Magda Goebbels explotaron un


sofocante domingo demediados de agosto de 1938. Durante
los dos años anteriores, su matrimonio había constado de tres
personas. Ahora, la pareja creía haber encontradouna
solución. Ese día, Goebbels invitó a su amante Lída
Baarová a que se uniera a él, Magda y unos
amigos en su yate, el Baldur. Irían de excursión por
el río Havel, que fluía junto a su mansión de la
isla berlinesa de Schwanenwerder. La pareja tenía algo
importante que preguntarle a la actriz checa. Mientras
comían, Goebbels y Magda le propusieron un
ménage à trois; [178] Magda seguiría siendo la
esposa, la encargada de la casa, los hijos y los
deberes del Reich, y Baarová sería la amante
oficialde Goebbels. La actriz, perpleja, les pidió un tiempo
para pensárselo. Magda se arrepintió de inmediato y le
abrió su corazón a Hitler la noche siguiente. El
Führer seguía sintiendo un gran cariño por Magda y
mantenía una singular relación platónica con la pareja
desde1931, según la cual Magda y Goebbels eran su modelo
a seguir para el matrimonio.
Hitler ordenó a Goebbels que acudiera a la
Cancillería del Reich y le exigió que pusiera fin a la
aventura. «He tomado unas decisiones muy complicadas.[179]

Página 182
Pero son definitivas. Doy una vuelta en coche durante una
hora. Un buen paseosin ir a ningún sitio en particular.
Me parece que vivo en un sueño. La vida es tan
dura y cruel […]. Pero el deber está por delante de todo
lo demás», escribió Goebbels en su diario al día
siguiente. Después mantuvo«una conversación muy larga y
triste» con Baarová. «Pero me mantengo firme,aunque mi
corazón amenaza con romperse. Y ahora comienza una
nueva vida. Una vida dura y difícil dedicada únicamente al
deber. Mi juventud se ha acabado», escribió el 16
de agosto de 1938. Pero lo cierto es que mantuvo su
idilio con Baarová y Magda empezó a plantearse el
divorcio.
Goebbels y Magda acordaron una tregua y
pospusieron cualquier clase de decisión sobre su matrimonio
hasta finales de septiembre. Había temas más
importantes que atender. La guerra se aproximaba tras
la amenaza de Hitler de invadir y ocupar los
Sudetes, en Checoslovaquia, una región en la que la
mayoría de la población era de etnia alemana. Cuando
la tregua que la pareja se había dado acabódurante el
pico de la crisis de los Sudetes, Goebbels pidió a su
ayudante de siempre, Karl Hanke, que mediara en la
crisis matrimonial, aliviado de tener a alguien en quien
confiar. Después de que Hanke hablara con las partes
implicadas, Goebbels le solicitó que volviera a plantearle
el asunto a Hitler. «Todo depende de su
decisión»,[180] escribió en su diario el 11 de octubre de
1938, al día siguiente de que Hitler completara la anexión
de los Sudetes.
Hitler no había cambiado de opinión. Estaba harto de
la «fiebre del divorcio»[181] entre las filas de los líderes
nazis. Goebbels cedió por fin. Desarrolló «terribles dolores de
[182]
corazón» y fue a ver la última película de
Baarová, acertadamente titulada Cuentos prusianos de
amor, para contemplarla por última vez. Puesto que a

Página 183
Goebbels le faltaba el coraje suficiente para romper con
ella una segunda vez, hizo que su amigo íntimo, el
conde Helldorf, el jefe de policía de Berlín,
«llevara a cabo mi difícil tarea». [183] Para colmo de
males, Helldorf le dijo a Baarová que ya no se
[184]
le permitía trabajar como actriz en Alemania, por lo que
esta cambió inmediatamente Berlín por Praga, que acabaría
bajo la ocupación alemana unos meses más tarde.
Goebbels, no obstante, no quedó contento con la
actuación de Hanke como mediador. «Ya no me hablo con
Hanke.[185] Ha sido una cruel decepción», escribió en su
diario justo antes de que Hitler reiterara su decisión. Como un
biógrafo del ministro de Propagandadijo delicadamente: «Al
parecer se había aprovechado de su posición como
mediador para ofrecerle algo más que palabras de
consuelo»[186] a Magda, quien le confesaría a su
marido el verano siguiente la aventura amorosa que
mantuvo con Hanke. «Hanke ha demostrado ser un
canalla de primera categoría.[187] Mi desconfianza sobre él
estaba completamente justificada», escribió Goebbels el 23
de julio de 1939.
Esta vez fue Magda la que habló a Hitler sobre su
aventura amorosa.[188] De nuevo, el Führer decidiría
sobre el destino del matrimonio más preeminente del Tercer
Reich, y su conclusión fue la misma: seguirían
juntos. Después de todo, su matrimonio era un asunto de
Estado. Goebbels cesó a Hanke de su cargo en el
Ministerio de Propaganda. El ayudante se había
enamorado perdidamente de Magda y quería casarse
con ella, pero terminó en el frente. Los Goebbels se
reconciliaron y Magda no tardó en dar a luz a
Heidrun, su sexto y último hijo.

Página 184
20

A pesar de que las empresas alemanas de lignito de


Julius Petschek habían sido arianizadas a principios de junio de
1938, los herederos de Ignaz Petschek seguían controlando,
de momento, su propio conglomerado empresarial familiar,
que era más grande. No obstante, Friedrich Flick estaba
listo para mover ficha contra ellos, fuera como fuera. Desde
la sede central de Ignaz Petschek en la ciudad de
Aussig del Elba (Ústí nad Labem) —⁠ enlos Sudetes y a
veinte minutos en coche de la frontera alemana—, el
mensaje seguía siendo un rotundo no. La familia
Petschek se negaba a negociar con los activos a
los que Flick había echado el ojo: una amplia variedad
de minas, producción y operaciones comerciales de
lignito en el centro de Alemania, valoradas en 250
[189]
millones de reichsmark. Karl Petschek, uno de los
hijos de Ignaz, estaba a cargo de la supervisión de las
acciones alemanas de lignito de la familia. «Esta gente
quiere acabar conmigo […], bueno, pues no lo
[190]
conseguirán», reflexionó combativo. Karl sostenía que no
podía vender los activos de la familia porque su
padre ya los había «vendido» a cambio de participaciones
en otros grupos empresariales localizados en los paraísos
fiscales de Mónaco, Suiza y Luxemburgo.[191]
Sin embargo, ni residir ni tener un negocio en
el extranjero garantizaba estar a salvo de la avaricia de
los nazis. Con la crisis de los Sudetes forjándose en el
horizonte, Flick decidió aumentar la presión sobre los
herederos de Ignaz Petschek. A lo largo de junio de
1938, el asesor legal de Flick, Hugo Dietrich, sacó una
gran cantidad de información sobre las participaciones
patrimoniales de Ignaz Petschek de los registros de la
empresa, que Otto Steinbrinck había entregado a las
autoridadesnazis correspondientes. Steinbrinck se quejó ante un

Página 185
burócrata nazi de que «la actitud [de los Petschek] es
completamente indiferente».[192] Pero le parecía que el rumor
de que «J.P. Morgan [hijo] está tras el grupo Ignaz Petschek
es inverosímil. Morgan siempre ha sido antisemita, y si
se lo tienta con un excelente negocio, difícilmente estará
preparado para camuflar a los judíos». Steinbrinck pidió a
Dietrich que escribiera una nota legal en la que se
explicaba que los herederos de Petschek en realidad
dirigían su negocio desde Berlín, por lo que el
grupo podía adquirirse según los procedimientos de arianización
«habituales». Dietrich también redactó el borrador de
un decreto que estipulaba que el Estado podía nombrar
a un administrador legal que controlara cualquier empresa
[193]
clasificada como judía. Según dicho borrador, este
administrador podría vender la empresa incluso
contra la voluntad de sus propietarios. Este borrador se
trasladó al Ministerio de Economía de Walther Funk y
a la oficina del Plan Cuatrienal de Göring, con la
esperanza de que el partido adoptara sus ideas como
política oficial. Flick no pudo hacer más. Los herederos de
Ignaz Petschek seguían negándose a negociar con nadie, y
todas sus esperanzas de conseguir sus intereses empresariales en
Alemania a través del sector privado se vieron
frustradas. Había llegado el momento de que el régimen
interviniera.
A finales de julio de 1938, se formó un grupo de
trabajo interministerial en Berlín dedicado exclusivamente a
«resolver el problema» de Ignaz Petschek. Los burócratas
nazis enseguida dieron con un método que ya habían
comprobado que funcionaba para la arianización: aplicar
un gigantesco impuesto ficticio al conglomerado, lo que
permitiría al régimen hacerse con el control de los
activos del carbón de Petschek como pago. El impuesto,
que empezó en treinta millones de reichsmark en
septiembre, fue creciendo hasta los seiscientos setenta
[194]
millones, aproximadamente tres veces más que el valor

Página 186
real de las acciones alemanas de lignito de Petschek.
Los herederos habían perdido su ventaja.
Y Flick también. Con las preparaciones para la
arianizaciónahora firmemente en manos del Ministerio de
Economía del Reich, el magnate se enfrentaba de
repente a una dura competición por los intereses del
carbón. Las empresas industriales de Alemania hacían cola
para expoliar al conglomerado. Entre estos nuevos jugadores
destacaba el propio régimen nazi a través de
Reichswerke Hermann Göring, un grupo industrial propiedad
del Estado al que el ministro megalómano le había
puesto su nombre. Flick tenía un nuevo y poderoso
adversario: Paul Pleiger, el consejero delegado del complejo
estatal y uno de los funcionarios económicosmás
importantes del Tercer Reich.
Pleiger tenía un problema que resolver: Reichswerke no
disponía de fuentes importantes de energía. A finales
de junio de 1938, le comunicó a Flick que estaba
«muy descontento»[195] por haberse quedado fuera del reparto de
las acciones de Julius Petschek, tras el proceso de
arianización, que Flick había conseguido unas semanas antes tras
acorralar a la otra rama de la asediada familia Petschek.
El consejo que Flick le dio al directivo de Reichswerke
fue que esta vez subiera al ring. Pleiger respondió, con
falsa modestia, que en su mente se había imaginado un
[196]
intercambio de lignito por antracita. Pleiger
necesitaba urgentemente asegurarse una fuente de antracitaen
el centro de Alemania para Reichswerke, ya que, a
diferencia de las empresas asentadas en el Ruhr, no disponía
de sus propias minasde carbón para producir coque. Y
le hacían falta inmensas cantidades de coque para fundir
los minerales y fabricar hierro de forma
competitiva. Disponer de su propia fuente de
suministro reduciría los costes de Reichswerke y la
liberaría de su dependencia de los magnates del
Ruhr.

Página 187
Casualmente, Flick poseía mucha más antracita de la
que podía procesar a través de Harpener y Essener —
⁠ sus minasde carbón del Ruhr—, y quería más
lignito. Pleiger era plenamente consciente de ello.
Mientras que la antracita presentaba un podercalorífico más
alto, el lignito era más rentable. Pleiger necesitaba
energía y Flick quería monopolizar un mercado
lucrativo.
Hitler ocupó los Sudetes a principios de octubre
de 1938 y, en cuestión de diez días, el territorio fue
cedido a Alemania. Las oficinas del conglomerado Ignaz
Petschek fueron asaltadas el primer día de la
invasión y los documentos que allí quedaban se
confiscaron. Al mismo tiempo, Pleiger acudió de
nuevo a Flick con la idea del intercambio, justo después
de que Göring le prometiera que Reichswerke tomaría
parte en este proceso de arianizacióndel grupo Petschek.
Pero Flick no tenía ninguna prisa por llegar a un acuerdo.
Sabía que la asignación de un administrador para Ignaz
Petschek estaba al caer.
El 3 de diciembre de 1938, tres semanas después de la Kristallnacht,
Hermann Göring promulgó el «Decreto para el uso de
[197]
la propiedad judía», que se basaba en premisas
similares a las del borrador de Hugo Dietrich. De ahí en
adelante, se asignaría un administrador a cualquier
empresa clasificada como judía, y este podría venderla en
contra de la voluntad de sus dueños. Sin embargo, con
el tiempo, el decreto fue más allá. El régimen nazi
terminó empleándolo para privar a los judíosque vivían en
el territorio del Reich de todas sus pertenencias de
valor: empresas, viviendas, tierras, acciones, obras de arte, joyas y
oro. Les robaron prácticamente todo lo que tenían, salvo lo
considerado de primera necesidad. El expolio de esas
últimas modestas posesiones llegaría también con el tiempo.
El administrador para el conglomerado Ignaz Petschek se
nombró en enero de 1939. Aunque el mandato para que

Página 188
Flick fuera el único negociador de todos los activos de
Petschek seguía siendo válido, estaba perdiendo su
valor. Con la competencia amontonándose y el régimen
dando un giro hacia la expropiación directa de los
bienes Petschek, Flick consideró que su mejor oportunidad
para conseguir una parte del botín era llegar a un acuerdo
con Pleiger, por lo que aceptó su propuesta. El
Reichswerke recibiría su porción de los activos de
lignito de Ignaz Petschek y después los intercambiaría
por parte de las minasde antracita de Flick. El plan
recibió la rápida aprobación del régimen.
Sin embargo, el año de negociaciones entre Flick y
Pleiger en Berlín fue conflictivo y largo. El problema
principal era cuantificar las valoraciones y volúmenes del
carbón. Además, Pleiger quería mucha más antracita
de la que Flick estaba dispuesto a darle. Ninguna de
las partes se mostró inicialmente dispuesta a transigir.
Pleiger, que se jugaba su posición en el Reich con
esta transacción, resultó ser un negociador inconsistente.
Cuando Flick pensó a principios de junio de 1939 que
habían alcanzado un acuerdo, Pleiger cambió las
condiciones. Entonces Flick, enfurecido, se retiró de la
mesa de negociaciones. Hasta principios de diciembre no llegaron
por fin a un acuerdo,cuya ejecución se prolongaría hasta el
final de la guerra.
Flick sacó la pajita más corta en las negociaciones con
el conglomerado estatal. Tuvo que obligar a sus estimadas
minasHarpener, en el Ruhr, a que cedieran más de un
tercio de sus empleados y de su producción de coque
[198]
y carbón. Pleiger se aseguró mil ochocientos
millones de toneladas de antracitaademás de unas minas
potencialmente productivas. Flick podía asimilar las pérdidas,
pero tendría que llevar a cabo unas reinversiones muy
caras. A cambio, ganaría ochocientos noventa millones
de toneladas de lignito, lo que lo convertía en el

Página 189
actor más valioso de la industria de este mineral en
la Alemania nazi.
Como es lógico, los únicos que realmente perdieron
fueron los herederos de Ignaz Petschek. Mientras que sus
primos se las ingeniaron para vender sus empresas
justo a tiempo, Karl Petschek y sus hermanos no
recibieron nada por sus intereses familiares. Los desmesurados
impuestos que se les exigieron fueron cobrados con sus
activos y la familia fue despiadadamenteexpropiada por
el régimen nazi, ayudado por su cómplice, Friedrich
Flick.

21

El 20 de abril de 1939, durante la fiesta en Berlín del


cincuenta cumpleaños de un entusiasmado Hitler, Ferdinand
Porsche le regaló el primer Volkswagen terminado: un
Escarabajo negro descapotable. Göring recibiría el segundo
y Goebbels el cuarto. El «coche del pueblo», de
hecho, no llegó al pueblo. Durante el Tercer Reich,
solo se construyeron seiscientos treinta y todos fueron
para la élite nazi. A los 340 000 alemanes que se
apuntaron al plan de ahorro automovilístico del DAF se les
estafaron unos 280 millones de reichsmark.[199] Mientras
tanto, como el complejo industrial de la Volkswagen en
Fallersleben todavía no estaba terminado, empezó a
remodelarse para la producción de armas. Ayudado por
su hijo Ferry y su yerno Anton Piëch, Ferdinand
Porsche, jefe de la planta Volkswagen, tuvo que
cambiar radicalmente de rumbo y pasar de diseñador
de coches civiles y de carreras a fabricante de
armas, tanques y automóviles militares.

Página 190
Pero para producir lo que fuera, primero hacía falta una
fábrica que funcionara al cien por cien. Cuando Hitler
visitó la planta a principios de junio de 1939, Porsche
solo se atrevió a enseñarle la sala de prensado
porque era la sección más avanzada del complejo.[200] La
gigantesca fachada de ladrillo de la fábrica, que medía
más de mil doscientos metros de largo, ocultaba que las
salas interiores estaban completamente vacías.[201] A la que
se suponía que sería la fábrica de coches más
grande del mundo, capaz de producir en cadena un
millón y medio de vehículos al año, todavía le
faltaba la mayor parte de la maquinaria básica.
Fallersleben era poco más que un polvoriento campo de
[202]
barracones, ocupados principalmente por tres mil obreros
italianos que Mussolini, aliado de Hitler, había enviado
para ayudar a terminar la construcción (apenas había
alemanes disponibles, puesto que se había llamado a filas
a la gran mayoría). Para cuando llegó el frío atroz del
invierno de 1939, las salas de la fábrica principal de
Volkswagenseguían sin calefacción, y las escaleras no
disponían de cristales en las ventanas. Se necesitaban
mucha más mano de obra para terminar el trabajo y
mantener el lugar en funcionamiento, y a Ferdinand
Porsche le daba igual si los trabajadores venían por
voluntad propia o a la fuerza.

22

La tarde del viernes 29 de diciembre de 1939, Otto


Steinbrinck, sentado tras el escritorio de su casa de
Berlín, en el suntuoso barrio de Dahlem, escribió
a mano una carta a Friedrich Flick, su jefe desdehacía

Página 191
quince años, que estaba pasando las Navidades en su
finca de Baviera. Era una carta de renuncia. Steinbrinck
había encontrado un trabajo nuevo; el régimen lo
había escogido para supervisar el imperio siderúrgico que se
había expropiado a Fritz Thyssen. A pesar de que Thyssen
fue el primer magnate en apoyar abiertamente a
Hitler, ahora se había vuelto contra él. Como miembro
del Reichstag, Thyssen se había negado a apoyar la
declaración de guerra y había huido de Alemania.
Steinbrinck también estaba deprimido y abandonó el
conglomerado de Flick de mala manera. Su relación con
el magnate se había ido deteriorando con los años.[203] La
carga de trabajo era agobiante, sus respectivas mujeres no se
llevaban bien y Steinbrinck también se había peleado con
el incompetente hijo mayor de Flick, Otto-Ernst, al que
estaban preparando para suceder a su padre. Las
ambiciones profesionales de Steinbrinck no se estaban
cumpliendo y quería un papel más destacado. La familia
Flick nunca se lo concedería; nunca formaría parte de
la dinastía. «El esfuerzo que supone cooperar por obligación
ha destruido en nosotros más del beneficio superficial que
hemos conseguido. Me expresaste la opinión, en
numerosas ocasiones, de que ponía demasiada ambición y
entusiasmo personal en mi trabajo. Hoy sé que tus
críticas sobre mi desempeño, en lo concerniente a
[204]
tus intereses, son ciertas», escribió amargamente el
fanático funcionario de las SS a su jefe. «He seguido
siendo siempre un soldado en el frente y, por
lo tanto, no siempre he podido de compartir la
opinión de un comerciante que solo calcula y mide el
riesgo». Flick le dictó a su secretaria una enfurecida
respuesta, en la que culpaba a Steinbrinck por lo que
[205]
él consideraba hipocresía. Pero no envió la carta. En
su lugar, aceptó su dimisión y ascendió a dos
parientes para que ocuparan el puesto de Steinbrinck.

Página 192
Para entonces, la Segunda Guerra Mundial ya
había dado comienzo. Los pacíficos años de rearme y
procesos de arianizaciónhabían sido excepcionalmente
beneficiosos para Flick. Ahora era el tercer productor
de acero más importante de la Alemania nazi, con cien mil
trabajadores a su cargo, cinco veces más que en 1933. Sus
ingresos tributables entre 1937 y 1939 habían ascendido a
sesenta y cinco millones de reichsmark, unos trescientos
veinte millones de dólares actuales (unos trescientos
[206]
millones de euros). Y las conquistas territoriales del
ejército de Hitler a lo largo de Europa estaban a
puntode proporcionarle más oportunidades para expandir su
imperio industrial. Ahora debía formar a su sucesor
y embarcarse en una nueva misión de expolio sin la
ayuda de su lugarteniente de confianza. Pero esta
circunstancia no ralentizó al magnate ni lo más
mínimo.

23

A pesar de ser uno de los fabricantes de armas más


importantes de la Alemania nazi, Günther Quandt no
quería que hubiera una guerra. «Una noticia
devastadora»,[207] escribió durante la crisis de los Sudetes.
Y se alegró cuando parecía que se había evitado el
conflicto bélico: «¡Todo vuelve a la normalidad!».
Günther siempre había asumido que el rearme alemán
era una medida defensiva. «No pensaba que permitirían que
estallara la guerra»,[208] escribió tras la caída del Tercer
Reich. Pero cuando Alemania invadió Polonia el 1 de
septiembre de 1939, se adaptó enseguida a la nueva
realidad. «El pueblo alemán está luchando por sus derechos

Página 193
vitales. Henchidos de confianza, acudimos a nuestro
Führer y su Wehrmacht, que en poco tiempo ya han
conseguido triunfos nunca vistos y nos llenan de
orgullo y admiración»,[209] escribió Günther a los
empleados de la AFA, su fábrica de baterías, dos semanas
antes de la invasión.
La guerra era un buen negocio. Günther predijo que
las ventas anuales de la AFA se triplicarían respecto a
las de los tiempos de paz y alcanzarían los ciento
[210]
cincuenta millones de reichsmark, unos ingresos récord
que DWM, su fábrica de armas, pronto sobrepasaría
(e incluso doblaría). A los pocos días del comienzo del
conflicto bélico, Günther le dijo a uno de sus
ejecutivos: «Si hay guerra, hay guerra y, por lo
tanto, debemos actuar como si nunca fuera a
terminarse. Dejemos que la paz nos sorprenda felizmente».[211]
El hijo mayor de Günther, Herbert, consideraba la
postura de su padre una «estrategia corporativa prudente».[212]
Mientras que su medio hermano Harald estaba
preparado para presentarse voluntario en el frente, Herbert
tuvo que demostrarle a su arrogante padre su valía en el
igualmente despiadado campo de batalla de las sucesiones en
los negocios. Ninguno de estos dos frentes recompensaba la
moralidad.

Página 194
PARTE III

«Los muchachos ya se han convertido en


hombres»

A finales de octubre de 1939, Harald Quandt


regresó a Berlín durante un breve permiso del servicio
de trabajo obligatorio de seis meses que estaba
realizando como mensajero motorizado en la Polonia ocupada.
La Alemania de Hitler y la Unión Soviética de
Stalin habían conquistado y dividido el país a principios
de ese mes después de que los dos dictadores firmaran
un pacto de no agresión. El hijo pequeño de Günther
estaba a las puertas de la edad adulta, a solo
unos días de cumplir los dieciocho. Había terminado la
educación secundaria justo antes de que estallara la guerra.
En su ceremonia de graduación, Günther y Magda se
[1]
sentaron juntos en la primera fila, en aparente
armonía.
Durante los cinco años y medio anteriores, Harald
había vividocon su madre y su padrastro en una situación
familiar cada vez más complicada por el creciente número de
hermanastros y de infidelidades paténtales. Desde que
su aventura con Lída Baarová terminara, Goebbels pasaba
la mayor parte de la semana solo en una residencia
palaciega del centro de Berlín financiada generosamente por
su ministerio, que se encontraba en las proximidades del
inmueble.[2] Por lo demás, sin embargo, el domicilio

Página 195
fracturado de los Goebbels seguía centralizado en la
mansión familiar de la estilosa isla de Schwanenwerder
y en la finca campestre del ministro al norte de
Berlín. Claro que Harald, como millones de jóvenes,
pronto tendría un nuevo hogar: los devastadores
campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial,
repartidos por el continente europeo.
Como mensajero, Harald ya había presenciado las
atrocidades de la guerra y la ocupación en el frente
polaco y en las zonas ahora cruelmente gobernadas por los
nazis. Habló largo y tendido con Magda y Goebbels
sobre lo que allí había presenciado (aparentemente el
comienzo de los crímenes de guerra alemanes). El 28
de octubre de 1939, Goebbels escribió en su diario que
Harald «había vividotoda clase de cosas en Polonia. Los
muchachos ya se han convertido en hombres».[3] Al día
siguiente, el ministro de Propaganda celebró su cuarenta
y dos cumpleaños y Harald volvióa hablar con
su padrastro sobre sus experiencias en Polonia. Tras la
conversación, Goebbels escribió en su diario que su hijastro
«ya es un hombre de verdad y un soldado» que
«ha mejorado de forma increíble». Para Goebbels, lo que
Harald había visto era positivo; forjaba el carácter.
Pero el adolescente estaba profundamente afectado por sus
vivencias. El 2 de noviembre de 1939, un día después del
decimoctavo cumpleaños de Harald, Goebbels escribió:
«He hablado con Magda sobre Harald esta tarde.Nos
preocupa un poco».[4]
En los días entre esas dos fechas, Goebbels había
evaluado con sus propios ojos la situación de las partes
ocupadas de Polonia. Voló a Lodz el 31 de octubre de
1939, donde le dieron la bienvenida el Gauleiter
Hans Frank, un cliente bancario de Merck Finck, y su
ayudante Arthur Seyss-Inquart, el antiguo canciller de
Austria. A continuación, fue de paseoen coche por el
gueto judío de la ciudad (cerca de 230 000 personas

Página 196
—⁠ un tercio de la población de Lodz— eran judías).
Se bajó del vehículo para inspeccionarlo todo
cuidadosamente en persona.
A Goebbels no le gustó lo que vio. En una entrada
de su diario —⁠ enla que terminaba confesando su
preocupación por Harald—, detalló lo que había advertido
en el gueto: «Es indescriptible. Ya no son seres
humanos, son animales. Esta labor ya no es humanitaria,
sino quirúrgica. Se deben realizar incisiones, y bastante
radicales además. De lo contrario, Europa desaparecerá
por culpa de la enfermedad judía». El gueto
aglutinaba a unos 160 000 judíos cuando los nazis cerraron
sus puertas seis meses más tarde,encarcelando a sus
residentes. En términos generales, unos 210 000 judíospasaron
por el gueto de Lodz, que servía de centro de recogida
para los campos de exterminio repartidos por la Polonia
ocupada, pero principalmente para el cercano Chelmno.
A la mañana siguiente, Goebbels viajó en coche a
Varsovia. Llegó a la capital polaca tras un recorrido «a
través de campos de batalla y pueblos y
ciudades completamente barridos a balazos. Una imagen
de la devastación. Varsovia es un infierno; una ciudad
demolida. Nuestras bombas y proyectiles han hecho su
trabajo. Ni una sola casa está intacta. Los habitantes
tienen un aspecto sombrío y están estupefactos. Se
arrastran por entre las calles como si fueran insectos. Es
repulsivo», escribió. Voló de vuelta a Berlín a las dos
de la tarde, contento de dejar atrás «este espantoso lugar»,
y aterrizó al atardecer en Tempelhof, justo a tiempo
para las celebraciones del cumpleaños de Harald. Un día
después, informó a Hitler de su rápido viaje a
Polonia. «Mi exposición del problema judío, en especial,[5] ha
recibido su completa aprobación. Los judíos son productos de
deshecho», escribió en su diario. «Un problema clínico más
que social».

Página 197
El 1 de noviembre de 1939, mientras Goebbels
examinaba los escombros de Varsovia, el padre biológico de
Harald cerró un trato importante en la cercana Poznan. Ese
día, la DWM de Günther Quandt fue nombrada
[6]
administradora de Cegielski, un complejo de armas
expropiado y, a su vez, la fábrica más grande de
la ciudad. Las plantas Cegielski eran famosas por su
producción de locomotoras, artillería y ametralladoras, y
las autoridades armamentísticas nazis las habían clasificado
como las fábricas más importantes de la ciudad. Por
suerte para Günther, el ministro de Economía del
Reich, Walther Funk, había favorecido a su viejo amigo,
por delante de otros demandantes ansiosos por hacerse
con el control del complejo.
Las fábricas Cegielski también serían el próximo
destino de Harald. Tras regresar a Polonia, empezó
[7]
a hacer prácticas en la fundición, en el área de
construcción de locomotoras de DWM. A mediados
de enero de 1940, Magda visitó a su hijo en Poznan
e informó a Goebbels de que Harald «se comporta
[8]
maravillosamente. Se ha convertido en todo un hombre
con una pronunciada sensibilidad social. Ahora solo tiene que
unirse a la Wehrmacht para defender su posición
allí». El siguiente destino de Harald sería, de hecho, el
campo de batalla, pero en un papel mucho más
temerario de lo que su madre y su padrastro hubieran
imaginado jamás.

Harald Quandt había vividocon su madre, su padrastro


y sus hermanastros desde que tenía doce años y medio,

Página 198
cuando la pareja decidió no devolvérselo a Günther
tras las vacaciones de Pascua de 1934. A pesar de la
amarga disputa que se produjo por la custodia, Magda
y Goebbels permitían que Harald visitara a Günther una
vez cada dos fines de semana. Aunque el niño se
estaba criando en la que podría considerarse la
familia más radical del Tercer Reich, no era un
nazi. De hecho, a Harald no podría haberle
importado menos el nazismo. Podía permitirse esta opinión
porque, como hijastro de Goebbels, era libre de hacer lo
que quisiera. Además, como adolescente tenía cosas más
importantes en la cabeza que abrazar una ideología
fascista: chicas, motocicletas y coches, principalmente.[9]
Como resultado, el expediente de Harald en las
organizaciones juveniles nazis fue un despropósito.[10] Con
catorce años, lo suspendieron durante un periodo de
prueba en la Hitlerjugend de la Marina, unas
fuerzas auxiliares del movimiento juvenil nazi donde
recibió entrenamiento premilitar. Al pubescente Harald no
le gustaban los ejercicios y se peleó con el jefe de
su pelotón. Rehuía sus obligaciones y convenció a
Magda para que le escribiera notas de ausencia «por
dificultades en la escuela».[11] Su historial de asistencia
era tan irregular que, en otoño de 1936, le dijeron
que no regresara. Además, cuando llegó el momento de
que se convirtiera en miembro del NSDAP en 1938, ni
siquiera rellenó el formulario y nunca se unió al
Partido Nazi.
Harald relataría después que el objetivo de Goebbels
[12]
era apartarlo «lo máximo que pudiera de las ideas de mi
padre. Debía convertirme en un oficial de la Marina,
no en un hombre de negocios o un ingeniero».
Pero Harald no se unió a la Marina, sino a la
Luftwaffe. En junio de 1940, mientras hacía sus prácticas en
Poznan, se presentó voluntario para la unidad de
paracaidistas de élite después de que mataran a su

Página 199
mejoramigo del colegio, un comandante de tanques,
durante la invasión alemana de Francia. «Ya nada me
[13]
retiene aquí. Soy igual que todos los demás», escribió
desdePoznan a otro amigo del colegio. Goebbels se
alegraba de que su hijastro fuera a unirse a las
fuerzas armadas para que lo «pulieran como Dios
manda»,[14] ya que Magda había empezado a quejarse de la
falta de disciplina de su hijo mayor. «Es un adolescente
y su comportamiento es escandaloso», escribió en su
diario a finales de julio de 1940. Durante sus prácticas
en la fábrica de Poznan de su padre, Harald se
echó una novia,[15] una actriz del Teatro Metropolitano. Magda
la odiaba. Durante su siguiente visita a Poznan,
Magda irrumpió en el despacho del director artístico y
exigió que la despidieran, pero el director se negó.
Poco después, fue arrestado y obligado a trabajar en
la planta de Poznan de Günther.
Por suerte para su madre, el entrenamiento de
Harald con la 1.ª Unidad de Paracaidistas comenzó
unas semanas después.[16] Fue destinado a Dessau, a un par
de horas en coche del sudeste de Berlín. Cuando
Harald regresó a casa durante un permiso de dos
días a mediados de octubre de 1940, Goebbels escribió con
aprobación:«El ejército lo ha enderezado».[17]
A principios de noviembre de 1940, unos días después de
su decimonoveno cumpleaños, Harald pasó una semana de
[18]
vacaciones de vuelta en Berlín. Ursula y Silvia Quandt
lo acompañaron. Ursula acababa de divorciarse de
Herbert, el medio hermano mayor de Harald.
Silvia era la hija de tres años de ese matrimonio roto.
Cuando Harald regresó a Dessau, Ursula y Silvia se
quedaron con los Goebbels en Berlín y terminaron viviendo
con ellos casi tres meses. En un extraño giro de los
acontecimientos, Goebbels pasó el día de Navidad de
1940 con tres mujeres —⁠ Ursula, Magda y su mejor
amiga, Ello— que habían estado casadas con distintos

Página 200
hombres de la dinastía Quandt a la que Goebbels
tanto odiaba.
Celebraron ese día de Navidad en la finca de
Goebbels en Bogensee, al norte de Berlín.[19] Goebbels
había transformado la acogedora cabaña de madera, donde
había pasado tantas noches con Lída Baarová, en una
inmensa casa de campo con treinta habitaciones, un
edificio para el servicio con otras cuarenta estancias, y
[20]
un gigantesco garaje. A primera hora de la tarde,
Goebbels y las mujeres salieron a montar los
nuevos caballos de la familia durante dos horas por el
paisaje nevado de Brandenburgo. Después, se pusieron a
leer, escuchar música y contarse historias unos a
otros, probablemente cotilleos sobre Günther, Herbert y el
resto de los Quandt. La opinión que Goebbels tenía de
Herbert no había mejorado desdela primera vez que lo vio
años atrás, cuando lo había descrito como «un poco
retrasado». Escribió en su diario que Ursula «tiene un
aspecto exquisito» desdeque se divorció «de su horrible
marido».[21] Lo cierto es que Herbert se encontraba en
[22]
mitad de «un capítulo particularmente oscuro» de su vida
a finales de 1940, uno que a Goebbels le causaba
gran satisfacción.

En octubre de 1940, Günther Quandt, su mano derecha


Horst Pavel y Herbert exploraron la Francia ocupada
durante diez días. Günther había elaborado una «lista de
[23]
deseos» con una docena de objetivos franceses —⁠ entre
ellos empresas judías— que quería adquirir para su
negocio de baterías de la AFA. Para Herbert, 1940 iba

Página 201
a ser un gran año. Cumplió treinta años; se unió al
consejo ejecutivo de la AFA como responsable de
recursos humanos, del departamento de publicidad y de
Petrix, una filial de la AFA; se divorció de Ursula; y
se afilió al Partido Nazi de acuerdo con su nuevo
[24]
estatus de ejecutivo. El comienzo de la Segunda
Guerra Mundial lo había reconciliado con su
competidor, Pavel.Herbert recordaría después cómo terminó
su rivalidad: «Cuando estalló la guerra, el trabajo
se complicó […] y tenía que resolver todas mis tareas
con mi colega, el doctor Pavel […]. En resumen, la
guerra nos […] unió».[25] Entre estas tareas se incluía
la adquisición de antiguas empresas judías francesas
arianizadas. O como Herbert lo expresaría de forma
críptica más adelante: «Empresas industriales o fábricas que
se habían ofrecido o sugerido a otras para su
[26]
compra».
Ahora que la guerra había llegado, Günther estaba
decidido a hacer lo que siempre hacía en cualquier
circunstancia: sacar provecho. En agosto de 1940, dos
meses antes del viaje de reconocimiento, Günther envió a
Corbin Hackinger, uno de sus empleados de más confianza, a
Francia. Para guardar las apariencias,Hackinger dimitió de su
puesto en la AFA en Berlín antes de trasladarse a
París, donde este hombre bigotudo de cincuenta y
pocos años se instaló en el cuarto piso de la Rue La
Boétie n.º 44, cerca del Palacio del Elíseo. La «Agencia
Hackinger»[27] era una rama de la AFA, apenas disimulada,
que cubría los territorios de la Francia ocupada y
de la de Vichy. Entrelas muchas tareas que
desempeñó allí, debía identificar empresas con dueños judíosy
ayudar en su arianización. Además, colaboró en su
adquisición para la AFA a través de empresas pantalla,
fideicomisarios y testaferros, entre los que se encontraba su
propia amante.

Página 202
Günther, Herbert y sus compinchesconsideraban a
las empresas francesas de baterías un objetivo fácil.
[28]
Pero se equivocaban. Aunque las autoridades galas
colaboraron ávidamente con los nazis, no querían que sus
empresas cayeran en manos de la industria alemana
y pusieron trabas a casi todos los procesos de
arianizaciónextranjeros; preferían expropiar a sus
ciudadanos judíosellos mismos. Hackinger no veía con buenos
ojos el control de los burócratas franceses, pero no se
atrevió a hacer nada más que quejarse.
De los siete intentos conocidos de arianizaciónpor
parte de la AFA, cinco fracasaron.[29] Las dos fábricas que
Günther consiguió comprar fueron gracias a los
entusiastas esfuerzos de su hijo mayor. En nombre de
Pertrix, Herbert y Pavel negociaron la compra de la
arianizada fábrica de chapade Hirschfeld, [30] en
Estrasburgo, la capital de la Alsacia ocupada. Era
mucho más sencillo para las empresas alemanas operar
en esa región, porque estaba gobernada por las
autoridadesnazis, no por las francesas. Todavía desesperado
por impresionar a su padre, Herbert a veces hacía
negocios durante los fines de semana en Estrasburgo para
poderestar de vuelta en su puesto el lunes en Berlín.
Esto le valió los elogios de sus compañeros
ejecutivos.
Tras su éxito con Hirschfeld, Herbert ayudó a la
AFA a comprar la mayoría de las acciones de
Dreyfus,[31] otro negocio de metal laminado arianizado y
ubicado a las afueras de París. Hackinger lo denominó
[32]
el «mejor objetivo» con el que se había topado. Las
fábricas de chapapodían utilizarse para producir linternas, un
clásico de Pertrix. Herbert se había hecho fuerte en
Pertrix, donde había comenzado su carrera, y ahora era
uno de los principales ejecutivos. Pero, hasta que no asumió
estas nuevas responsabilidades durante el periodo de
guerra en la AFA, no logró ganarse el respeto de su

Página 203
padre. «Desde ese momento […] rara vez he tomado
una decisión, o considerado alguna posibilidad de
[33]
cierta importancia, sin consultarle» escribiría después
Günther sobre su hijo mayor. Poco preocupaba a padre e
hijo que estuvieran quitándoles el sustento y el trabajo de
toda su vida a los judíos. Para ellos, solo existía la
expansión del imperio Quandt. Y eso es lo que
hicieron.[34] Empresas belgas, polacas, croatas y griegas
pronto serían presa de esta verdadera banda de
saqueadores empresariales.

Harald Quandt disfrutaba mucho siendo paracaidista.


Se sentía como en casa entre sus compañeros de la
base de Dessau. Además de aprender a tirarse en
paracaídas, lo adiestraron en el disparo de rifles y
pistolas, posiblemente fabricados por la compañía de su
padre, y le enseñaron la canción de guerra de los
paracaidistas: «Verde es nuestro paracaídas, fuerte el
corazón joven, de acero nuestras armas, hechas de
[35]
mineral alemán». Todo el mundo era joven y
aventurero en aquel grupo de hermanos alemanes. Había fiestas
y bromas, que casi hicieron que Harald fuera expulsado de
la Luftwaffe antes de tan siquiera vislumbrar el campo
de batalla. «Harald ha echado a perder su carrera
militar por el momento, por una estupidez»,[36] escribió
Goebbels en su diario el 12 de febrero de 1941. «Una
travesura con un trasfondo más serio. Ahora tiene que
pagar por ello. Con suerte, no gastará más bromas y
esta historia se habrá acabado para siempre». Es imposible
saberlo a ciencia cierta, pero Harald seguramente hizo

Página 204
algo peligroso después de una noche de haber bebido
[37]
en exceso. El hecho de que Harald se hubiera
[38]
«pasado de la raya» tuvo a Goebbels preocupado
variosdías. Estaba decidido a sacar a su hijastro del
apuroe incluso mandó a uno de sus ayudantes a
Dessau para que comprobara cómo estaba Harald,
quien, claro está, no era un soldado como otro
cualquiera. Como hijastro de Goebbels, gozaba de una
protección que no tenía ningún otro miembro de la
Wehrmacht. Cuando el ayudante regresó a Berlín,
Goebbels anotó únicamente: «Problema resuelto».[39]
A primera hora de la mañana del 20 de mayo de
1941, Harald por fin fue a la guerra. Su primera
misión fue la espectacular invasión de Creta.[40] Los
Aliados querían construir una base de bombarderos en
esa isla, que era el bastión que les quedaba en el
área de Grecia, y los alemanes querían evitarlo a
toda costa. La llamada Operación Mercurio fue la primera
operación con tropas mayoritariamente aerotransportadas de
la historia militar. Como escribiría el primer ministro
británico Winston Churchill en sus memorias: «Nunca un
ataque lanzado por los alemanes fue tan arriesgado y
despiadado como este».[41]
Harald y sus compañeros despegaron de su base en
la Grecia continental antes del amanecer, «con fuego en el
corazón y una orgullosa confianza en que tendríamos
buena fortuna durante la guerra». Mientras
sobrevolaban la costa griega, cazas alemanes aparecierona
ambos lados para escoltarlos hasta su zona de salto sobre la
isla. El fuego antiaéreo británico empezó a disparar a la
aeronave en la que iba Harald en cuanto sobrevoló
la costa cretense. Entonces, Harald recibió la orden—
⁠ «¡Listos para saltar!»— y se encendió una luz verde.
El joven de diecinueve años se lanzó desdeel avión y
descendió en caída libre hacia la batalla.

Página 205
El salto fue magnífico. Era un día claro, la altitud era
perfecta y los lanzaron sobre los lugares de salto
designados con una «precisión milimétrica». Los paracaidistas
alemanes cayeron sobre el fuego de las metralletas de los
soldados británicos, pero Harald y la mayoría de sus
compañeros se las ingeniaron para aterrizar en Creta sin
ningún rasguño. Eso sí, más de cuarenta proyectiles
habían perforado su paracaídas, lo que hizo que Harald
cayera mucho más rápido y golpeara el suelo a
gran velocidad. Tras desabrocharse el arnés, recuperó el
contenedor con su arma, que había aterrizado a cincuenta
metros.
El enfrentamiento comenzó de inmediato. Harald y sus
compañeros temían particularmente a los numerosos
francotiradores, que se escondían en árboles y setos. También
les preocupabael calor. El primer día de combate hubo
más de 50°C a la sombra, y no fue el más
caluroso que padecieron. Tras un largo y difícil combate, las
tropas alemanas lograron conquistar la isla el 1 de
junio de 1941. Pero la masacre no había acabado. La
batalla de Creta fue la primera vez durante la guerra
que los alemanes se topaban con una resistencia
generalizada por parte de los civiles locales.[42] Las
fuerzas nazis, dirigidas por el general de la Luftwaffe
Kurt Student, ejecutaron a miles de cretenses como represalia
y redujeron a cenizas variospueblos para someter a
la resistencia. El segundo de Student cumplía con una
ordenque este había transmitido durante la contienda: por
cada soldado alemán muerto o herido, eliminarían a
diez cretenses.
La invasión fue un éxito para los paracaidistas a
pesar de que seis mil hombres murieron o fueron
heridos durante la acción. Incluso Winston Churchill
quedó impresionado. «Las Fuerzas Aéreas alemanas
representaban la llama de las Juventudes Hitlerianas y eran la
ardiente personificación del espíritu teutónico de venganza por

Página 206
la derrota de 1918»,[43] escribió. «La flor y nata de
la virilidad alemana se expresaba a través de
estas valientes, bien entrenadas y completamente devotas
tropas de paracaidistas nazis. Depositar su vida sobre el
altar de la gloria alemana y el podermundial era su
apasionada resolución».

Harald Quandt, de uniforme, con Magda y Joseph


Goebbels y sus seis medios-hermanos, 1942.

Harald destacó en su primer despliegue y le


[44]
concedieron la Cruz de Hierro de primera clase.
Magda había estado preocupadísima por su hijo. Había
oído decir que en Grecia se mutilaba a los
[45]
prisioneros de guerra alemanes. Goebbels, al que no se
informó previamente sobre la misión o la
movilización de Harald, estaba inmensamente orgulloso de
su hijastro, como también lo estaba Hitler. A mediados
de junio de 1941, Goebbels le habló al Führer de «la
valentía de Harald, lo que lo colma de alegría.
Sigue estando muy unido al muchacho».[46]

Página 207
Harald regresó a Alemania seis semanas después,
justo a tiempo para la fiesta del sesenta cumpleaños
de su padre en Berlín. Lo ascendieron de inmediato
a suboficial[47] y redactó un artículo para la
revista corporativa de la AFA en el que detalló sus
experiencias en Grecia. «La Operación Creta nos ha
demostrado una vez más que no existe nada “imposible”
para los paracaidistas alemanes», escribió con actitud
desafiante. «Todos tenemos el deseo único de asestar un
golpe mortal a los ingleses, preferiblemente en su propia
isla». Su padre se hizo eco de dicho sentimiento. Durante
los bombardeos sobre Londres (conocidos como el Elite) y la
batalla de Inglaterra, Günther notificó a los
empleados de la AFA por escrito que la Luftwaffe «ya ha
dado un letal y decisivo golpe contra nuestro primer
y último enemigo»,[48] los británicos. Y, en casa, «todoel
mundo cumple [también] con su deber y realiza el
máximo esfuerzo posible para contribuir al fin victorioso de
la lucha alemana por la supervivencia». Pero la invasión
de Gran Bretaña se canceló y sería el frente
oriental el que aguardaba a Harald.

El 26 de junio de 1941, la Operación Barbarroja —⁠ la


funesta invasión nazi de la Unión Soviética— llevaba en
marcha cuatro días cuando, en la
Bellevuestrasse de Berlín, Friedrich Flick pidió a su
auditor que redactara una carta importante para el ministro
[49]
de Economía del Reich. El magnate tenía grandes
planes para su sucesión. Planeaba convertir en
accionistas del holding que controlaba su inmenso conglomerado

Página 208
de acero, carbón y armas a sus dos hijos más
jóvenes: Rudolf, de veintiún años, y Friedrich Karl, de
catorce. Prácticamente cuatro años antes había hecho lo
mismo con su hijo mayor, Otto-Ernst, un día después
[50]
de que cumpliera los veintiuno. Este movimiento había
coincidido con la conversión legal del grupo de negocios
industriales en un conglomerado que llevaba el nombre
de Flick y era propiedad de la familia. Pero Flick ya
no estaba tan seguro de querer nombrar a Otto-
[51]
Ernst, su «príncipe heredero», su sucesor.
Ser el primogénito de Flick, el arrogante magnate,
suponía una carga muy especial y Otto-Ernst sentía una
enorme presión. Debía dar muestras de su valía a la
sombra de su frío y cerebral padre. Lo cierto es
que no podrían haber sido más diferentes el uno del
otro. A Otto-Ernst —⁠ que creció rodeado de sirvientes, en
la villa que la familia tenía en el frondoso barrio
de Grunewald de Berlín— le gustaba salir a correr,
la música, el cine y el teatro. Pero Flick prefería
que sus hijos compitieran en carreras de remo.«Un
muchacho criado en un ambiente burgués normal
nunca hubiera podido sobrevivir a semejante educación»,[52]
señaló Otto-Ernst en una ocasión. A la vez que ambicioso
e inteligente, también era socialmente inepto y
reaccionaba con exageración en situaciones estresantes. Su
gran estatura solo agravaba su ansiedad. Era larguirucho y
sobrepasaba desgarbadamente al resto de la familia con
su metro noventa y cinco.

Página 209
Friedrich Flick y sus hijos, Otto-Ernst (al fondo), Rudolf
(delante, a la derecha) y Friedrich Karl (a la
izquierda) en la casa familiar de Grunewald, en Berlín,
a principios de la década de 1930.

Parecía claro que Otto-Ernst no estaba hecho para


suceder a su padre, y no es que no lo intentara.
A principios de 1939, tras un semestre estudiando
administración de empresas en Berlín, su padre lo
[53]
obligó a dejarlo y le ordenó que se hiciera
cargo de la gestión de una nueva planta de
granadas en el complejo siderúrgico de Turingia. El primer
puesto ejecutivo de Otto-Ernst no fue bien. Decidido a
dejar su propia huella, tuvo un fuerte enfrentamiento
con uno de los gerentes de la fábrica de su
padre.[54]
El hijo mediano de Flick, Rudolf, tenía la férrea
determinación que le faltaba a su hermano mayor. El
«temerario»[55] de la familia se alistó en 1939 y se
convirtió en teniente de la división de élite de la
Luftwaffe que dirigía el general Göring, cuyos miembros a
menudo actuaban de guardaespaldas del Reichsmarschall. El
28 de junio de 1941, la tragedia golpeó a la

Página 210
familia. Seis días después del comienzo de la
Operación Barbarroja, Rudolf atravesaba con su regimiento la
ciudad ucraniana de Dubno cuando fue alcanzado por
un proyectilde artillería y murió.[56]
A Flick la muerte de Rudolf le afectó
muchísimo.[57] Incluso desarrolló una terrible reacción
cutánea. Solicitó a Hermann Göring que repatriaran el
cuerpo de su hijo, pero se le denegó. En cambio,
el Reichsmarschall organizó que llevaran a Flick en
avión a la tumba de Rudolf, cerca de Leópolis. Las
acciones del hijo mediano en la empresa se dividieron
entre Otto-Ernst y un adolescente Friedrich Karl, al que su
[58]
padre llamaba «el pequeño hombrecito». Flick no tenía ni
idea de la cantidad de problemas que le darían —
⁠ y darían, de hecho, al resto de Alemania—, los dos
hijos que le quedaban.
A mediados de septiembre de 1941, Flick envió a Otto-
Ernst a Lorena parasu siguiente tarea:[59] trabajar en la
planta siderúrgica expropiada de Rombach, en Francia, que
Göring le había asignado a Flick tras unas negociaciones
relámpago. Allí, el joven Otto-Ernst, de veinticinco años, estaría
bajo las órdenes de su futuro suegro, que dirigía
el complejo industrial. Ahora que Rudolf había muerto,
Otto-Ernst sentía una presión todavía mayor por
demostrarle a su padre su valía, para gran desgracia de
todos los que fueron obligados a trabajar en Rombach.

Un día húmedo de agosto de 1941, Ferry Porsche


llegó a los bosques de Masuria,[60] en Prusia Oriental,
para presentar un prototipo a Hitler y Himmler en la

Página 211
Guarida del Lobo, el cuartel general del Führer en
el frente oriental. El padre de Ferry había estado ocupado
transformando el Volkswagen para que sirviera a los
militares. En colaboración con la Wehrmacht, Ferdinand
Porsche había diseñado el Kübelwagen[61] (el ‘coche
cubo’): un vehículo todoterreno ligero que las tropas
del general Rommel estaban utilizando en la campaña del
Norte de Africa. Ferry, de treinta y un años, había sido
convocado en la Guarida del Lobo para mostrar el
último diseño de su padre: el Schwimmwagen (el
‘coche nadador’), un vehículo anfibio todoterreno que se
estaba desarrollando en colaboración con las Waffen-SS,
la rama militar de la maquinaria de terror de Himmler.
El padre de Ferry no lo acompañó en el viaje; ya se
estaba dedicando a su siguiente proyecto. El éxito del
coche cubo le había conseguido, a sus sesenta y
cinco años, otro encargo de diseño. Un día antes de que
comenzara la Operación Barbarroja, Hitler nombró a Porsche
jefe de la comisión de tanques para que realizara
nuevos diseños de los vehículos acorazados de combate
para el frente oriental. Mientras que Ferry seguía
supervisando el estudio de diseño de Stuttgart, Porsche
nombró jefe y cedió el control de la fábrica de
Volkswagen en Fallersleben a su yerno, Anton
Piëch.

Página 212
Ferry Porsche (de traje) de pie junto a Hitler mientras
este inspecciona el coche nadador, con Himmler a su
espalda. 1941.

La producción de armas y vehículos militares había


despegado desdeque finalmente terminara de construirse el
gigantesco complejo durante la primavera de 1940.[62] El
Kübelwagen, el misil V1, minasantitanques, bazucas, piezas
de tanques, el bombardero bimotor Ju 88 y el
primer avión de combate de reacción del mundo —⁠ el Me
262—, se producían en la fábrica paraalimentar la
máquina de guerra nazi.[63] Cada vez se utilizaban más
trabajadores forzados. Desde junio de 1940, se empleó
a cientos de mujeres polacas y soldados alemanes
encarcelados (en su mayoría insubordinados o desertores)
en el complejo Volkswagen, al que, aun así, le
seguían faltando trabajadores para cumplir con la demanda
de producción. Estos trabajadores recibían un sueldo muy
bajo, vivían y trabajaban en pésimas condiciones y no tenían
libertad para abandonar el complejo industrial o gastar
su irrisorio sueldo fuera de él. Se los mantenía en una
parte de los terrenos de la fábrica rodeada por alambre
de espino y los guardias los maltrataban

Página 213
terriblemente. Ahora bien, si todo salía como estaba planeado
y Hitler aprobaba el prototipo, sus callosas y huesudas
manos no tardarían en ponerse a montar las
partes del coche nadador del Tercer Reich.
Tras la demostración de Ferry, el mismísimo Hitler
dedicó un rato a inspeccionar el coche anfibio. Le hizo
varias preguntas detalladas a Ferry, al que el Führer le
pareció «más simpático [sic] si lo conocías
[64]
personalmente». A Hitler le preocupaban los soldados
que tendrían que conducir el vehículo. Además de luchar
contra los rusos,debían defenderse de enjambres de
mosquitos en el frente oriental. «¿No podrían ustedes
haber ideado para este coche alguna clase de red contra
los mosquitos que los proteja mientras se desplazan?»,
preguntó el Führer a Ferry. En ese mismo instante,
un general que estaba junto a Hitler recibió el picotazo
de un mosquito en la mejilla. A la velocidad del
rayo, el Führer alargó el brazo y lo abofeteó,
matando así al mosquito. La sangre empezó a
recorrer el rostro del hombre de inmediato. «¡Fijaos!»
graznó Hitler riéndose. «¡El primer general alemán que
ha derramado sangre durante la guerra!».
Ferry aseguraría después que Himmler le invitó a dar
un paseopor los bosques esa tarde y que lo convirtió en
[65]
oficialhonorario de las SS en el acto. Lo cierto es
que Ferry ya se había presentado voluntario para entrar en
las SS en diciembre de 1938[66] y que lo
admitieron como oficialel 1 de agosto de 1941, antes de
hacer la demostración del coche frente a Hitler y
Himmler.
Miles de coches nadadores empezaron a producirse en
el complejo de la Volkswagen en Fallersleben. A
principios de octubre de 1941, semanas después de la
exhibición de Ferry, la fábrica se convirtió en una de
las primeras del Tercer Reich en utilizar a
prisioneros de guerra soviéticos como mano de obra forzosa:

Página 214
unos seiscientos cincuenta en total.[67] Los hombres llegaron
muy desnutridos y apenas podían caminar. Muchos se
desplomaron operando las máquinas y veintisiete murieron
durante las primeras semanas. Millones de camaradas
estaban a puntode seguirles en el camino de la
esclavitud, la tortura y la muerte.

El 19 de noviembre de 1941, Friedrich Flick, tres de sus


ayudantes más cercanos y otros tantos magnates del
acero, recibieron «unos informes interesantes»[68] desdela
Ucrania ocupada. Flick iba a volver a hacer negocios
con su rival, Paul Pleiger. El imperio del consejero
delegado de Reichswerke había seguido expandiéndose desdeel
principio de la guerra.
Göring había nombrado a Pleiger supervisor de la
industria del carbón de la Alemania nazi y, ahora, el
Reichsmarschall estaba a puntode ponerlo a cargo del
saqueo de ciertos recursos industriales de las zonas de
la Unión Soviética ocupadas por los nazis. Como nuevo
[69]
«dictador financiero» de la región, Pleiger no tardó en
proponer un negocio conjunto entre una de las
compañías siderúrgicas de Flick y Reichswerke.[70] Su objetivo
sería explotar las fábricas de acero expropiadas en el río
Dniéper, que recorría de norte a sur el corazón
industrial de Ucrania. Flick aceptó de inmediato.
El informe sobre la industria siderúrgica que se leyó
aquel frío día en la oficina central de Flick, en la
Bellevuestrasse de Berlín, no era de los que uno
recibe normalmente.[71] El testimonio, redactado por el
experto en industria Ulrich Faulhaber, detallaba impasiblemente

Página 215
los horrores del frente oriental. A las afueras de
Kiev, Faulhaber pasó por delante de innumerables columnas
de prisioneros de guerra soviéticos vigiladas por tropas
alemanas. Cuando alguno de estos prisioneros tropezaba y no
podía dar un paso más, lo ejecutaban allí mismo. Durante
la noche, Faulhaber presenció actos de canibalismo entre los
famélicos soldados soviéticos, que «freían y se comían a
sus propios camaradas» en los campos de tránsito
alemanes. Las patrullas nazis, entonces, ejecutaban a estos
soldados caníbales «por su falta de disciplina».
Faulhaber, en su informe, también hablaba sobre la
matanza masiva de judíos ucranianos. Los llamados
Einsatzgruppen (grupos de operaciones especiales) recorrieron la
Europa del Este masacrando a cerca de 1,3 millones
de judíos. Bajo las órdenes de Himmler y
supervisados por su lugarteniente, Reinhard Heydrich, estos
escuadrones de la muerte se seleccionaron de
entre las filas de las Waffen-SS, la Gestapo, la policía
y demás cuerpos de seguridad nazis. A medida que
los alemanes avanzaban a través de la Europa del
Este, los Einsatzgruppen rondaban por la retaguardia,
asesinando a todo aquel que encontraban a su paso.
Algunas de las ciudades más grandes de Ucrania, entre
ellas Kiev y Dnipró, estaba ahora «libres de judíos[…].
Aquellos que no escaparon fueron “liquidados”», escribió
Faulhaber. También especificó que el centro de Kiev
estaba «en ruinas», aunque no pudo evitar reconocer que
la vista hacia las estepas orientales desdela orilla oeste del
río Dniéper era «hermosa e inolvidable». Algo es
algo.
La muerte estaba por todas partes. La Nochevieja de
1941, Rudolf-August Oetker llegó a Varėna, una localidad de
menos de dos mil habitantes al sur de Lituania, cerca de
la frontera bielorrusa. Como su padre había muerto en la
batalla de Verdún durante la Primera Guerra
Mundial, la familia Oetker no quería que su único

Página 216
heredero varón fuera destinado al frente y tiraron de
sus contactos para conseguirle un cometido distinto. Cuando
lo reclutaron se le destinó al servicio de catering de
la Wehrmacht en Berlín.[72] En Varėna, por lo tanto, el
príncipe del pudín de Bielefeld, con veinticinco años, se
encargaría de proporcionar alimento a los soldados
alemanes que estuvieran de paso hacia el frente oriental.
Se lo alojó en la ciudad con una costurera polaca
que hablaba alemán. Durante las heladoras noches,
Rudolf-August bebía vodka para entrar en calor y mantener
a los fantasmas de la ciudad a raya.

Rudolf-August Oetker (en el centro, al fondo) con su


uniforme de la Wehrmacht, detrás de su madre Ida
y el Gauleiter de Westfalia, Alfred Meyer, en 1941.

Varėna era una ciudad afligida. Tres meses y


medio antes de que RudolfAugust llegara, un tercio de
la población había sido asesinado. El 9 de septiembre de
1941, el Einsatzkommando 3, capitaneado por el
coronel de las SS Karl Jäger, acorraló a 831 judíosen la
sinagoga. Un día después los condujeron a una arboleda
a kilómetro y medio del pueblo, situada junto a
la carretera principal, donde habían cavado dos grandes
hoyosseparados entre ellos por veinticinco metros: uno para los

Página 217
hombres y los niños, y otro para las mujeres y las
niñas. El coronel Jäger anotó que ejecutaron a 541 hombres,
141 mujeres y 149 niños junto a los hoyosaquel día.
Entonces, el Einsatzkommando se trasladó al siguiente
pueblo. Y después al siguiente. Y así una y otra vez.
El 1 de diciembre, Jäger calculó que su unidad
había masacrado a 137 346 personas desdeprincipios de julio
de 1941.
Rudolf-August fingiría después sorpresa de «seguir
[73]
siquiera con vida» porque Varėna estaba situada «en
el centro de una zona de partisanos». Pero los
verdaderos partisanos del Báltico estaban luchando contra
los soviéticos, no contra los alemanes. En realidad, los
nazis utilizaban el término partisano como un eufemismo
para el exterminio de los judíosy el brutal
sometimiento de los lugareños de los territorios ocupados del
frente oriental. Las atrocidades de Varėna no hicieron
que Rudolf-August se replanteara su entrada en las SS. El
1 de julio de 1941 ya había sido aceptado como voluntario
de las Waffen-SS,[74] cuyos miembros componían una tercera
parte de los itinerantes Einsatzgruppen.
Un nuevo e importante amigo de Berlín,
llamado Rudolf von Ribbentrop, le había dado a Rudolf-
August una idea de cómo era la vida en las WaffenSS.
Rudolf era el hijo mayor de Joachim von
Ribbentrop, el servil ministro de Asuntos Exteriores de la
Alemania nazi y adorador del Führer, que no gustaba a
nadie. Goebbels bromeaba de que el arribista von
Ribbentrop se había «casado con su dinero y había
[75]
comprado su nombre». En realidad se había
desposado con una heredera de Henkell, uno de los
productores más importantes de vino espumoso de Alemania.
Además, hizo que lo adoptara un pariente muy lejano
para así poderañadir la partícula nobiliaria «von» a
su apellido, a pesar de que su nada aristocrático padre
biológico seguía con vida.

Página 218
A finales de 1940, Rudolf-August conoció al hijo de
diecinueve años de Ribbentrop en Berlín y se hicieron
[76]
amigos enseguida. Rudolf, comandante de las Waffen-
SS, había sido herido y se estaba recuperando
cerca de la capital. Es evidente que impresionó a Oetker
con sus historias de la guerra, porque, en enero de
1941, el príncipe del pudín empezó a preparar su
ingreso en las Waffen-SS.[77] En Bielefeld, el secretario de
su padrastro, Richard Kaselowsky, peleaba por conseguir los
documentos que demostraran la ascendencia «aria» de
Oetker hasta sus bisabuelos; uno de los muchos requisitos
que hacían falta para que las «racialmente puras»
Waffen-SS te admitieran. En Varėna, Oetker esperaba a
que lo licenciaran de la Wehrmacht para marcharse de los
campos bañados de sangre de Lituania y
presentarse a la instrucción de oficiales de las SS.

A finales de diciembre de 1941, Harald Quandt


regresó a la base paracaidista en Dessau tras su
primera misión en el frente oriental. No estaba
contento. Cerca del frente de Leningrado, se había
desplegado al batallón de Harald como infantería de
[78]
tierra, en lugar de dejarse caer tras las líneas enemigas
como era habitual. La carnicería que presenció en el
frente de batalla lo había dejado inquieto y
desilusionado. Pasó la Nochevieja con los Goebbels y sus
invitados, estrellas del celuloide, en la finca campestre del
ministro al norte de Berlín. Mientras todo el mundo se
sentaba alrededor de una larga mesa de comedor vestida
con un mantel blanco y reflexionaba sobre el

Página 219
ajetreado año anterior, Goebbels habló a sus invitados
sobre la perspectiva de una victoria inminente. Pero Harald
lo interrumpió: «Eso es un disparate. La guerra […]
durará al menos otros dos años».[79] Goebbels se
puso en pie y empezó a gritarle. El paracaidista de
veinte años defendió su postura. Su desencuentro se
intensificó hasta tal puntoque Magda tuvo que reunir
todas sus fuerzas para alejar a Goebbels de su hijo.
Algunas personas habían sido ejecutadas por
insubordinaciones mucho menores.
No fue el caso de Harald, desdeluego. Durante
el año siguiente, se lo destinó sin parar a distintos
puntos de la Europa asolada por la guerra. Contrajo
ictericia en la Francia ocupada, donde lo habían
mandado en una misión para colocar minas. A finales
de julio de 1942, volvióa Berlín con un permiso para
recuperarse. Le contó a su padrastro «cosas
[80]
interesantes» sobre las preparaciones que la Wehrmacht
estaba llevando a cabo contra un posible intento de
los británicos de establecer un segundo frente. Harald
y sus compañeros seguían ansiosos por pelear contra
los anglosajones. «Sienten una rabia especial hacia ellos
porque la espera constante evita que tengan vacaciones
o tiempo libre. Sería conveniente que los ingleses
vinieran, si es que acaso quieren hacerlo, cuanto
antes. Nuestros soldados están preparados para darles una
cordial y cálida bienvenida», escribió Goebbels en su
diario.
Pero los británicos no fueron, al menos no de
momento. A mediados de octubre de 1942, Harald regresó
al frente oriental. Tenía muchas ganas de que llegara su
siguiente misión y se había resistido «enérgicamente»[81]
a que lo destinaran a la reserva. A Magda y
a Goebbels les preocupabaque volviera al combate. Rezaban
para que «saliera sano y salvo de la siguiente misión
complicada»[82] que se le asignara. Esta vez se lo

Página 220
envió cerca de Rzhev, al oeste de Moscú, a una
batalla alrededor de la ciudad que llevaba en
marcha catorce meses y se había cobrado la vida de
millones de soldados alemanes y soviéticos. El número
de bajas era tan alto que se conocía a este frente
de la guerra como «la trituradora de Rzhev». Y Harald
«corría más peligros que nadie»,[83] según un compañero.
Salía solo de noche en misiones de reconocimiento
para localizar las posiciones del enemigo y se metió en
[84]
«problemas con los partisanos soviéticos» en Rzhev,
segúnrelató Goebbels a Hitler.
El 23 de febrero de 1943, Goebbels recibió una
[85]
carta de Harald en la que le agradecía el envío de
un paquete al frente de Rzhevque iba repleto de
material propagandístico. Harald halagó a Goebbels
elogiando sus últimos discursos, de los cuales el último,
que había dado cinco días antes, había sido el más
trascendental hasta la fecha. El 2 de febrero, la
Wehrmacht y sus aliados se rindieron en Stalingrado y el
Ejército Rojo aprovechó el momento para avanzar hacia el
oeste. Su larga marcha hacia Berlín había dado comienzo. Se
[86]
declaró «la guerra total» ahora que el conflicto se
había vuelto contra Hitler y sus tropas. La tarde del
18 de febrero, Goebbels subió al escenariodel Sportpalast de
Berlín frente a miles de personas, como había hecho
tantas otras veces antes. Por encima de él, bien
alto, colgaba una enorme pancarta blanca y roja con
el nuevo lema propagandístico del régimen en letras
mayúsculas: «LA GUERRA TOTAL, LA GUERRA MÁS CORTA».
Para las decenas de millones de alemanes que estaban
escuchando, Goebbels planteó unasituación fantasmagórica en
la que hordas de soldados soviéticos se aproximaban,
seguidos de «los comandos de exterminación de los
judíos», para reducir Alemania a la inanición, terror y
anarquía masivos. Al final del discurso, el ministro
preguntó a su público: «¿Queréis una guerra total? Si

Página 221
fuera necesaria, ¿queréis que sea más completa y radical
que la que podemos imaginarnos siquiera hoy en día?».
La muchedumbre enloqueció. Era puro y verdaderoodio, avivado
y convertido en fuego.

Joseph Goebbels dando su discurso de la "Guerra


Total" en el Sportpalast de Berlín, 18 de febrero de
1943.

A mitad del discurso, mientras hablaba de los judíos,


Goebbels dejó escapar la palabra «erradicación», que
enseguida reemplazó por «represión». No quería llamar la
atención sobre lo que ya estaba ocurriendo: el asesinato
sistemático de millones de judíosen campos de
exterminio que se habían estado construyendo en secreto
por la Polonia ocupada. Un año antes, durante una
conferencia dirigida por Heydrich en una mansión junto al
lago Wannsee berlinés, se había tratado el tema de «la
solución final para la cuestión judía» para asegurarse de que
todos los departamentos del régimen cooperabanen su
implementación. «Se está empleando un procedimiento un
tanto barbárico, que no debe describirse en detalle, y que
no deja mucho de los judíos»,[87] confesó Goebbels en
su diario.

Página 222
9

Mientras su hijo pequeño, Harald, luchaba a lo


largo de Europa, desdeFrancia al frente oriental, Günther
Quandt se mantenía ocupado en Berlín con la falta de
mano de obra y sus regateos con los bancos. Durante
el transcurso de 1942, Günther se había visto envuelto en
duras negociaciones con los tres bancos más importantes de
Alemania: el Deutsche Bank, el Commerzbank y el Dresdner
Bank. Quería financiar una nueva expansión de DWM,
su empresa armamentística.[88] La compañía había tenido
ventas por valor de 182 millones de reichsmark ese año
y el volumen se doblaría hasta los 370 millones en
1943. Sin embargo, DWM también tenía serias deudas. El
crecimiento no es barato, sobre todo en tiempos de
guerra. Los bancos ya habían prestado a DWM cerca de
ochenta millones de reichsmark, una cantidad de crédito
desmesurada, y se mostraban indecisos sobre si deberían
conceder más. A sus ojos, ya no parecía «justificado».[89]
Pero aun así, Günther quería más y lo quería
costara lo que costara.
En las negociaciones que mantuvo en octubre de
1942 con la directiva del Deutsche Bank, Günther no
dudó en citar «el uso de trabajadores poco cualificados
(prisioneros de guerra, reclutas extranjeros,etcétera.)»[90]
como una de las razones por las que el banco
debía concederle un tipo de interés más bajo en su próximo
préstamo. Esa clase de trabajadores costaba dinero, sobre
todo los que habían sido esclavizados, encarcelados,
maltratados y privados de alimento. Los bancos cedieron
durante el verano y procedieron a emitir un
nuevo bono de cincuenta millones de reichsmark para
[91]
DWM, que lo necesitaba desesperadamente. La demanda
era tan alta que las peticiones a los bancos para
adquirir parte de esta nueva emisión de bonos para

Página 223
DWM sobrepasaron las previsiones,y la emisión se
vendió entera en solo unos días. Los mercados de
capitales habían vuelto a superar al capital humano.
Pero después de esta emisión de bonos, los bancos
grandes le cortaron el grifo. La máquina de guerra nazi
se estaba calando y ahora su dinero corría peligro.
Puesto que millones de hombres estaban siendo
reclutados o se presentaban voluntarios para la Wehrmacht,
la mano de obra era cada vez más escasa en Alemania. La
falta de trabajadores[92] se volvióapremiante especialmente a
raíz del constante derramamiento de sangre del frente
oriental, en el que la Wehrmacht perdía a cerca de
sesenta mil soldados al mes desde junio de 1941. Para
suplir la escasez, Hitler activó «uno de los mayores
programas laborales coercitivos que el mundo ha visto
jamás» a principios de 1942. Los funcionarios nazis a
los que se encargó la tarea de ampliar el trabajo
forzoso fueron Fritz Sauckel, el Gauleiter de Turingia,
al que Hitler había nombrado general plenipotenciario para la
expansión del empleo en marzo de 1942, y el
arquitecto Albert Speer, al que el Führer había
convertido en el nuevo ministro de Armamento del
Reich ese mismo mes.
Durante 1942, Sauckel aumentó rápidamente el número
de personas a las que se reclutaba de manera
forzosa, o simplemente se deportaba, para que trabajaran
en las fábricas alemanas. Se trajo a millones de
personas de toda Europa, pero la gran mayoría, apodada
Ostarbeiter por las autoridadesnazis, provenía de la Unión
Soviética y Polonia. Mientras tanto, en una
conferencia de variosdías celebrada a finales de
septiembre de 1942, Hitler aceptó la sugerencia de Speer de
que los prisioneros de los campos de concentración debían
[93]
emplearse en la producción. Esta decisión aumentó
considerablemente el uso de este tipo de presos por
parte de las empresas alemanas, lo que provocó un

Página 224
rápido crecimiento de los campos de concentración
secundarios, o subcampos, construidos en los terrenos de
las fábricas, o cerca de ellos, a lo largo del país. Al
menos doce millones de extranjeros[94] fueron obligados a
trabajar en Alemania durante la guerra: hombres y
mujeres, niños y niñas. Dos millones y medio de
ellos murieron allí tras haber sido sometidos a espantosas
condiciones laborales y de vida.
IG Farben, Siemens, Daimler-Benz, BMW, Krupp y
diversas compañías controladas por Günther Quandt y
Friedrich Flick fueron algunas de las industrias privadas
que más mano de obra forzosa y esclava utilizaron.
Cualquier negocio alemán podía solicitar trabajadores
forzosos o prisioneros de guerra en su oficina de
empleo local. Desde principios de 1942 en adelante, la
Oficina Central de Economía y Administración de las
SS (SS-WVHA) —⁠ capitaneada por Oswald Pohl, general de
las SS y miembro del Círculo de Amigos de
Himmler— también podía proporcionar prisioneros de los
campos de concentración a los negocios. Si una
empresa los solicitaba a dicha organización, esta la evaluaba
y, tras aprobar su petición, se construía un subcampo
cerca de su fábrica y se la proveía de
prisioneros. La compañía pagaba este recinto, pero «alquilaba» a
cada prisionero esclavizado por las SS por una tarifa diaria de
cuatro a seis reichsmark, dependiendo de las capacidades
del preso. Entre las colaboraciones entre los campos de
concentración dirigidos por las SS y las compañías
alemanas que empleaban mano de obra esclava se
encontraban Auschwitz con IG Farben; Dachau con BMW;
Sachsenhausen con Daimler-Benz; Ravensbrück con Siemens;
y Neuengamme con la AFA de Günther, la Volkswagende
Porsche y Dr.
[95]
Oetker.

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10

Antes de que estallara la guerra, Günther Quandt


estaba empeñado en construir un nuevo complejo
industrial de vanguardia para su negocio de baterías de la
AFA en Alemania. Quiso la suerte que la ciudad de
Hannover vendiera una gran parcela, de unos mil metros
cuadrados, en la periferia industrial de la ciudad y
que se la ofrecieran a la AFA. Günther escribió
orgulloso que había trabajado «larga y duramente en los
planes»[96] para la nueva fábrica, con unos resultados
asombrosos. Tras la guerra, los inspectores británicos
bautizaron a la nueva fábrica de la AFA como,
posiblemente, «la planta de producción de baterías más
grande del mundo»,[97] un título que haría que Elon Musk,
el creador de Tesla, se retorciera de la envidia hoy
en día. En el otoño de 1940, la fábrica de la
AFA en Hannover empezó a producir baterías para los
infames submarinos de la Marina alemana y para los
torpedos eléctricos G7 que utilizaban para hundir barcos.[98]
Hacia principios de 1943, más de la mitad de los
3400 empleados de la fábrica de la AFA en Hannover
eran trabajadores forzados, pero ninguno procedía aún de los
campos de concentración.[99] Los gerentes de la planta
de Günther habían negociado sin éxito con las SS sobre el
empleo de prisioneros del campo de concentración de
Neuengamme, cerca de Hamburgo. Sin embargo, la AFA no
podía garantizar una separación entre los presos y los
trabajadores libres en la fábrica, una condición en la
que insistían las SS.
En marzo de 1943, las SS terminaron transigiendo
en la condición de la separación y llegaron a un
acuerdo con la AFA. Se levantó un subcampo en los
terrenos industriales de Hannover; uno de los ochenta y
cinco que Neuengamme tendría en la zona. La

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construcción del campo y sus suministros corrieron por
cuenta de la AFA, desdela instalación de las camas
al alambre de espino, e, inicialmente, la comida
preparada en las cocinas de la empresa. Las SS, en
cambio, controlaban el campo y se hacían
cargo de los guardias, los prisioneros, su ropa, comida,
«cuidado médico» (si es que se lo puede llamar así)
y su traslado desdey hacia Neuengamme. La AFA
pagaría a las SS los consabidos seis reichsmark al día
por cada prisionero cualificado y cuatro por cada uno que no
lo fuera.
Dicho precio no significaba que se fuera a pagar
nada a los prisioneros esclavizados de la AFA; de
hecho, se los consideraba «menos que esclavos». [100]
Las SS y la AFA acordaron interesadamente «proporcionar
incentivos a los detenidos para motivarlos a que mejoraran su
[101]
trabajo, por el bien de la producción». Solo que, en
lugar de dinero, recibirían cupones que únicamente podrían
emplear en el comedor del campo si alcanzaban los
objetivos semanales establecidos en el sistema de
[102]
bonificación de las SS. Evidentemente, este sistema
estaba plagado de abusos y favorecía a los
presos que gozaban de buena salud. Los llamados Kapos
—⁠ prisioneros a los que los generales al mando de
los campos encomendaban tareas de supervisión—
golpeaban a sus compañeros para «motivarlos» a
cumplir sus objetivos, pero luego les robaban los cupones.
Uno de los Kapos del subcampo de la AFA era un
criminal con problemas mentales que supervisaba a los
presos de la cocina, que eran demasiado débiles como
para trabajar en la fábrica. Les fustigaba con el
extremo de un cable, les daba manguerazos en invierno
y una vez golpeó tan fuerte a un prisionero francés
en el abdomen con sus botas con refuerzos de hierro
que este murióunas horas después.

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En el departamento de plomo de la fábrica
de la AFA, los presos no tenían permitido ponerse
máscaras protectoras o ropa que los aislaran de los
gases venenosos. Si contraían saturnismo, con síntomas como
cólicos estomacales, se los obligaba a seguir
trabajando a pesar de los dolores punzantes. Además, en esta
zona, los prisioneros también tenían accidentes con el
plomo hirviente. Sus extremidades, con quemaduras de
tercer grado, debían amputarse. Y, a menudo, se les
quedaban enganchadas las manos y los brazos en
la maquinaria de Günther, donde, según describiría después
un testigo, «mientras permanecían completamente
conscientes, la máquina le despegaba la mayor
parte de la carne de sus huesos hasta la parte superior
de los brazos».
[103]
La construcción del subcampo de la AFA comenzó a
mediados de julio de 1943. Cerca de cincuenta prisioneros
alemanes, polacos y serbios de Neuengamme empezaron a
levantar los barracones, que solo se encontraban a ciento
veinte metros de la fábrica. Se envió a unos
veinte hombres de las SS para que vigilaran la
zona de la obra y ya entonces comenzaron los
abusos a los prisioneros. El primer líder del campo fue
el sargento de las SS Johannes Pump, que había
supervisado la construcción. Según declararía
posteriormente un testigo, «golpeaba con su porra de
madera a los prisioneros que consideraba que no
trabajaban lo suficientemente rápido […]. Y cuando las
mujeres empleadas en la fábrica de baterías lo
observaban, lo hacía con especial brutalidad para
[104]
alardear».
Cerca de mil quinientos prisioneros de Neuengamme
terminaron en el campo para trabajar en la fábrica de
Günther, y se enfrentaron a la misma clase de
abusos y a algunos mucho peores. Delante de

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los barracones, se les obligó a construir una zona para
pasar lista equipada con patíbulos que se divisaban desde
fuera del campo. Los presos que escapaban y volvían
a ser arrestados eran ahorcados delante del resto de
prisioneros para dar ejemplo. A otros fugitivos se los
ejecutaba de un tiro en la nuca. Al menos 403
personas perdieron la vida en el complejo de la
AFA. Pero Günther tenía otras cosas en la cabeza.
La tarde del 27 de julio de 1943, un día antes de su
sesenta y dos cumpleaños, Günther se encontraba en casa
hablando de la evolución política con sus hijos Herbert y
Harald.[105] Las cosas pintaban mal para Alemania. El aliado de
Hitler, Mussolini, había sido depuesto en Roma dos días
antes, lo que ponía final a veintiún años de gobierno
fascista en Italia. Las fuerzas aliadas habían invadido
Sicilia y la Wehrmacht había perdido el control del norte
de Africa y del Mediterráneo.
Harald había vuelto a Berlín, de permiso, dos
semanas antes. El paracaidista de veintiún años había
sobrevivido al extenuante frente oriental, donde había «actuado
[106]
de forma excelente» en combate y había sido
ascendido a oficial. Su siguiente destino era Italia, que
estaba a puntode abandonar la alianza del Eje y
cambiar de bando. Günther defendió la deserción de
Italia mientras hablaba con sus hijos. Era «la única opción
razonable que una nación puede tomar cuando ve
que la guerra está perdida», [107] dijo. En realidad,
Günther expuso que Alemania debería seguir el ejemplo
de Italia y buscar la paz a cualquier coste.
Harald se enfureció. ¿Cómo podía tener su padre una
postura tan derrotista? Lo cierto es que el recién
nombrado oficialde la Luftwaffe se enfadó tanto con su
progenitor que al día siguiente le refirió a su
madre los comentarios de su exmarido. Sin embargo, le
rogó que no le contara a Goebbels lo que Günther
había dicho. Magda mantuvo su promesa, aunque solo

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hasta que su hijo se encontró de camino al frente
sur.
Unas semanas después, Günther recibió una llamada
telefónica en su mansión.Se lo convocaba a la residencia
privada de Goebbels en HermannGöring-Strasse, en el
centro de Berlín. Goebbels envió un coche para recogerlo,
pero cuando Günther llegó a la majestuosa residencia con
vistas al Tiergarten, el propagandista ya se había marchado
al ministerio. En su lugar, Günther se encontró con su
exmujer. Magda tenía una advertencia de parte de su marido.
Günther era plenamente consciente de cuál era el
precio de hacer comentarios derrotistas: su cabeza. Una
sola afirmación más en ese sentido, dijo Magda, y
[108]
Günther estaría «acabado».
11

El 10 de julio de 1943, Friedrich Flick cumplió sesenta


años. A diferencia de Günther Quandt, que los había celebrado
por todo lo alto dos años antes, Flick pasó el día
alejado de los focos de la capital. No habría
ninguna cena ostentosa en un hotel lujosode Berlín con
invitados importantes del régimen, las fuerzas armadas
y el mundo de los negocios, aunque Flick recibió
«un sentido telegrama personal del mismísimo Führer».[109] En
lugar de organizar una lujosa fiesta, los estrechos
colaboradores del magnate, reacio a la prensa,
montaron una campaña de relaciones públicas estrechamente
controlada para los medios alemanes, con la ayuda del
jefe de prensa de Göring, para homenajear a su jefe
[110]
«desde una perspectiva adecuada». Irónicamente, los
artículos resultantes alababan en especial la habilidad de
Flick de actuar en silencio. Su conglomerado de empresas
realizó incluso una poco habitual declaración en la que
[111]
celebraba a «los antepasados campesinos» de Flick y
criticaban a aquellos que lo consideraban un mero

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«coleccionista de participaciones industriales. Es como si
uno coge a un constructor y se piensa que solo es un
coleccionista de materiales de construcción», decía. El
hecho de que el público supiera tan poco de él «se
debe a su discreta modestia», añadía, y a que
«evita a la gente».
El sigilo había llevado a Flick muy lejos en la vida.
Mientras el imperio nazi empezaba a resquebrajarse
durante el verano de 1943, el conglomerado de Flick
estaba en su cénit. Como resultado de su expansión, que
había durado una década, el magnate era ahora uno de
los fabricantes más importantes de acero, carbón y
armas de la Alemania nazi. Había superado incluso a su
rival, Krupp, y se había convertido en el segundo
productor de acero del país. El valor de los activos de
las siete compañías más grandes de Flick —⁠ tres de las
cuales no le pertenecían directamente— se situaba
en unos novecientos cincuenta millones de reichsmark a
principios de 1943.[112] La valoración fiscal de ese año
estimó que las participaciones de Flick en su
conglomerado empresarial ascendían a casi seiscientos millones
[113]
de reichsmark. Con el imperio industrial que poseía,
era uno de los hombres más ricos de la Alemania
nazi, si no el más rico de todos. Desde las
minasde carbón y las plantas siderúrgicashasta las fábricas
de armas, y desdela Ucrania y Francia ocupadas
hasta la Alemania nazi, su imperio era colosal en
tamaño y alcance. Cuando el Tercer Reich
necesitaba más armas, Flick se encargaba. Cuando necesita
más recursos naturales, estaba ahí para prestar su ayuda.
Carbón negro y lignito, hierro y acero, cañones
y proyectiles; tenía todo lo necesario para alimentar la
máquina de guerra nazi. Sin embargo, a Flick le
faltaba un recurso clave que escaseaba en los negocios
alemanes: trabajadores cualificados. Hacia 1943, los trabajadores
forzados de las minas de carbón de Flick eran cada vez

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más a menudo mujeres y niños considerados aptos
para trabajar en sus minasa cielo abierto. Muchos
eran adolescentes rusos de entre trece y quince años.
Para cuando se acercó el sesenta y un cumpleaños
de Flick, su conglomerado empleaba entre 120 000 y
140 000 personas, de las cuales aproximadamente la
mitad eran trabajadores forzados o esclavizados.[114]
Flick había empezado a utilizar prisioneros de los
campos de concentración en septiembre de 1940, lo que
convirtió a su grupo empresarial en una de las primeras
compañías de la Alemania nazi en hacerlo. El director
de la Henningsdorf, la siderúrgica de Flick próxima a
Berlín, había cerrado un acuerdo con las SS meses
antes y había empezado empleando a cerca de cincuenta
prisioneros del cercano campo de concentración de
Sachsenhausen. Al contrario que Günther, Flick no había
logrado que le construyeran un subcampo en alguna
de sus muchas fábricas y minas. Y no era
porque no lo hubiera intentado. Los planes para levantar
uno en la siderúrgica de Döhlen —⁠ una empresa conjunta
cuyo 50 % controlaba Flick y el 50 % restante era del estado
de Sajonia— había fracasado. A finales del verano de
1942, el posible subcampo para «judíos extranjeros»
nunca llegó a materializarse, porque, para entonces, el
Führer había decidido que prefería asesinar de inmediato
a los judíos en vez de capitalizar su valor como
[115]
trabajadores sin sueldo.
Además de importar mano de obra esclava, durante el
verano de 1943 Flick estaba ocupado controlando a
su hijo mayor, Otto-Ernst, en Francia. El heredero de
veintiséis años estaba sembrando el caos en la planta
siderúrgica de Rombach,[116] de la que su padre era
administrador después de que Göring se la cediera
cuando el complejo, situado en la Lorena
controlada por los nazis, fue expropiado.En febrero de
1943, Flick había ascendido a su sucesor a director del

Página 232
enorme complejo siderúrgico, que ya manufacturaba más del
veinte por ciento de la producción de acero crudo de
Flick. Otto-Ernst sucedió a su suegro en el cargo de
director de Rombach tras haber trabajado sin descanso
para reemplazarlo. Desesperado por demostrarle su
valía a su padre, Otto-Ernst se embarcó en una
ambiciosa, pero cara, estrategia de producción armamentística
para Rombach, que irónicamente denominó «programa de
[117]
calidad».
El mes en el que ascendieron a Otto-Ernst, la
Dirección General de Armamento (HWA) nombró a
Rombach proveedora principal de quince fábricas de munición
situadas en la Francia ocupada. Les proporcionaría
acero de alta calidad a la vez que producía granadas
y proyectiles para la Wehrmacht. La decisión de Otto-
Ernst de dar prioridad al suministro de acero de calidad
para el programa de armas nazi exigía una inmensa
renovación de las infraestructuras de Rombach que no solo
supuso un enorme coste financiero, sino también de
vidas humanas.
El viraje de Otto-Ernst hacia la producción de armas con
costes más elevados alarmó de inmediato a su
padre. A principios de marzo de 1943, Flick ya se
había visto envuelto en la gestión de Rombach y
había señalado el peligroso aumento de los costes, que
eran prueba suficiente para él de que «las cosas no
podían estar yendo bien».[118] Pero incluso así, nada
había cambiado hacia junio. En una carta a Otto-Ernst y al
resto de los directores, Flick reiteró que, en Rombach,
«debemos hacer la máxima aportación armamentística posible,
pero también es imprescindible que mantengamos nuestra
reputación y estatus […]. No debemos ponernos en
ridículo».
Cuando, en agosto de 1943, las pérdidas económicas se
agravaron por una fuerte caída en la producción, la paciencia
de Flick con Otto-Ernst se agotó. Amenazó con enviar a

Página 233
uno de sus colaboradores más estrechos para que le
arrebatara el control de la compañía a su hijo si
los ingresos y la producción no mejoraban. Otto-Ernst, que
no era particularmente conocido por sus habilidades sociales,
trató de restar importancia a su propia implicación en
la debacle desacreditando a uno de los directores, táctica
que no tuvo ningún éxito ante su padre. Flick tenía
claro que al que se le había ido de las manos el
negocio era a su hijo. Otto-Ernst había vuelto a
demostrarle que no era el adecuado para dirigir el
imperio familiar.
Mientras tanto, las condiciones laborales de Rombach
[119]
eran desastrosas, «de las peores de las fábricas de
[120]
Flick», concluiría más adelante un historiador. A medida
que la escasez de mano de obra se agravaba
rápidamente en 1942, el suegro de Otto-Ernst había
empezado a depender ampliamente de los trabajadores
coaccionados y de los prisioneros de guerra soviéticos. Así,
se desplazó a cientos de rusos,como si fueran
ganado humano, hacia las distintas fábricas siderúrgicas
expropiadas de Lorena.
Cuando Otto-Ernst se hizo cargo de Rombach, el número
de trabajadores forzados asignados a la fábrica iba en
aumento, lo que le permitió compensar una parte de los
costes de su caro programa armamentístico. Hacia el
verano de 1943, más de la mitad de las 6500 personas
empleadas en Rombach eran trabajadores forzados retenidos allí
mismo, en cuatro campos distintos. Cerca de un
cuarto eran mujeres, una cifra asombrosamente alta para una
siderúrgica, y la mayoría de ellas eran Ostarbeiter,
trabajadoras forzadas del este de Europa. Se las
empleaba para trabajos duros, en jornadas de doce
horas, reparando la vía férrea, cargando y
descargando carbón y carretas, e incluso trabajando en
los hornos de fundición del acero. Las que estaban
embarazadas debían seguir con sus tareas casi

Página 234
hasta dar a luz. Se les ofrecía medio litro de sopa
para comer, «un brebaje que normalmente se daría a
[121]
los cerdos», indicaría más tarde una mujer. Se metía
hasta a treinta mujeres en una habitación diminuta para
dormir mientras la lluvia y las corrientes de aire se
colaban por el tejado de sus barracones. Además, las
que estaban en régimen de trabajo forzoso recibían un
sueldo irrisorio, y el refugio antiaéreo era
exclusivamente para las alemanas.
Los capataces y jefes de seguridad de la fábrica
de Rombach fueron una sucesión de hombres sádicos
de las SS y la Gestapo, ayudados por diversos
sicarios. La mayoría de ellos intimidaba y maltrataba a
los trabajadores simplemente porque podían hacerlo:
mataron a un joven Ostarbeiter a golpes; una intérprete se
lanzó bajo a un tren tras recibir amenazas de que iban
a apalearla y llevarla a un campo de concentración
por haber comprado ilegalmente unos zapatos; un grupo de
intérpretes rusos,que apuñalaron a un par de guardias,
fueron ahorcados en los terrenos de la fábrica. Un
historiador que más adelante detallaría cómo fue el trabajo
forzoso y esclavo que se dio en el conglomerado
de Flick escribió que estos hombres de las SS «perpetraron
estos crímenes en las mismísimas narices de Otto-Ernst
Flick, quien podría haberlos contenido en cualquier momento
[…]. El hijo de Flick dio cobijo al régimen de
terror de los capataces de la fábrica, y su
disposición a hacerlo aumentó a medida que sus
[122]
actividades empresariales en Rombach fracasaban».

Página 235
12

El 27 de mayo de 1943, un hombre llamado Josef


Herrmann escribió una carta aleccionadora a Ferdinand
Porsche, que se encontraba en Stuttgart. Este judío alemán
había trabajado con el diseñador de coches en Austro-
Daimler y necesitaba la ayuda de su antiguo
compañero. Herrmann había huido a Amsterdam con su
hermana, a la que habían deportado y, aunque él
no lo supiera entonces, asesinado en Auschwitz. Ahora él
también corría peligro. Le preguntó a Porsche si podría
enviar una carta al alto cargo bávaro de las SS al
frente de las fuerzas de seguridad de los Países
Bajos,explicando las contribuciones de Herrmann a «la
economía e industria nacional austríacas». [123] Los judíos
podían incluirse ocasional y excepcionalmente en una
lista que les libraba de ser deportados de forma
directa a campos de concentración por «méritos en
tiempos de paz». La carta en cuestión se redactó a
máquina, pero nunca se envió. A mediados de
junio de 1943, la secretaria de Porsche escribió a
Herrmann. Sin aclarar sus razones, Porsche, a pesar de
todo, no se «sentía capaz de enviar una confirmación de
tus antiguos servicios civiles al comandante de las
fuerzas de seguridad». Herrmann fue deportado poco después.
Murió en Bergen-Belsen el 30 de marzo de
1945, una semana después de cumplir setenta años y dos
semanas antes de que el campo de concentración fuera
liberado. Cuando las cosas se pusieron difíciles, el
supuestamente independiente Porsche, con todos sus contactos,
no se atrevió a ayudar a un antiguo compañero que
se enfrentaba a la muerte.

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Ferdinand Porsche sobre uno de los tanques que diseñó, 1943.

Durante el verano de 1943, Porsche estaba ocupado


salvándose a sí mismo. Su nuevo puesto como jefe de
la comisión de tanques estaba siendo un fiasco.[124] Los
prototipos que diseñaba —⁠ incluido un supertanque difícil de
manejar llamado Maus—, no eran adecuados para formar
parte de la Operación Ciudadela, la última gran ofensiva
alemana sobre la Unión Soviética. El ministro de
Armamento, Albert Speer, que también era su rival
en el campo del diseño, estaba a puntode
destituir al magnate de casi setenta años de su
puesto. Su década como ingeniero favorito de Hitler
estaba a punto de llegar a un brusco fin.
Mientras tanto, Anton Piëch, el yerno de
Porsche, gobernaba un régimen delterror en la fábrica de
Volkswagenen Fallersleben. El primer subcampo en el
complejo se llamó, eufemísticamente, «Pueblo del
Trabajo».[125] Tras un acuerdo entre Porsche y Himmler, se
asignó a los prisioneros la tarea de terminar la
construcción de una fundición de metales ligeros. A
cambio, Porsche suministró cuatro mil Kübelwagen a las
Waffen-SS. Los prisioneros provenían de Neuengamme y, más
adelante, de Sachsenhausen y Buchenwald. También

Página 237
deportaron a la fábrica a presos de Auschwitz y
Bergen-Belsen para otra clase de proyectos.
A mediados de julio de 1943, la Gestapo y los
guardias de la fábrica, provistos de porras de goma y
armas de fuego, interrumpieron «una procesión musical
[126]
espontánea» de trabajadores forzados franceses y
holandeses que estaban cantando y tocando guitarras y
flautas. Cuarenta de ellos fueron trasladados a un
brutal campo penitenciario en las proximidades. Los
que regresaron con vida tres semanas después se habían
transformado en «seres humanos distintos». Ese mismo
verano, Piëch «declaró abiertamente […] que debía emplear
a Ostarbeiter baratos para cumplir con el deseodel
Führer de que el Volkswagense produzca por
novecientos noventa reichsmark».[127] El número de
Ostarbeiter aumentó rápidamente a más de 4800 personas,
entre las que también había adolescentes. Estaban todos
amontonados en una parte del campo de la fábrica,
rodeada con alambre de espino. Un sádico cocinero
del comedor «espolvoreaba esquirlas de cristalen las
sobras para que los presos malnutridos se hicieran
daño mientras rebuscaban entre los restos de comida»,[128]
descubriría más adelante un historiador.
Cerca de la mitad de los Ostarbeiter del complejo de
Volkswageneran mujeres. Algunas de las polacas y de
las rusas se quedaban embarazadas o llegaban en ese
estado a los campos. Las madres eran obligadas a
entregar a sus bebésde inmediato tras el parto, a los
que se trasladaba al «Centro infantil para niños
[129]
extranjeros» en el cercano pueblo de Rühen. Las
condiciones de estos sitios «eran inimaginables»,[130] según palabras
de un fiscal británico que después explicó: «Por la
noche, los bichos salían de las paredes de esos
barracones y se posaban literalmente sobre los cuerpos
y caras de los niños […] Algunos de los menores
presentaban de treinta a cuarenta forúnculos o

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abscesos». Al menos 365 bebéspolacos y rusos murieron
en el centro infantil de Rühen a causa del
abandono, las infecciones y la falta de cuidados.

13

Alrededor de las nueve de la mañana del 12 de


diciembre de 1943, un tren perteneciente al líder de las
SS, Heinrich Himmler, se detuvo en la estación de
Hochwald, en los bosques masurianos de Prusia Oriental.
En él iban Richard Kaselowsky, Friedrich Flick y otros
treinta y seis miembros del Círculo de Amigos de
Himmler. El grupo había salido de Berlín la noche anterior
y, tras un trayecto de trece horas en aquel tren-cama, por
fin habían llegado a su destino. Himmler los había
invitado a visitar su puesto de mando, apodado
«Guarida Negra», que se encontraba a veinticinco
kilómetros al este de la Guarida del Lobo de Hitler.[131]
Desde la estación de tren, los hombres tomaron un
autobús hasta el cuartel general de la guerra,
donde se les ofreció un tour guiado tras un desayuno
de salchichas blancas. Himmler se unió a ellos durante
una hora al mediodía y les dedicó unas palabras. Tras
la comida, se proyectó una película y el coro de las
SS dio un concierto. La visita terminó con una cena
ligera y Himmler volvióa unirse a sus «amigos»
durante otra hora mientras tomaban el té. Finalmente, los
visitantes regresaron en tren a Berlín.
Algunos miembros describirían después la visita como una
[132]
«inmensa decepción» y «aburrida […] a pesar de las
[133]
salchichas blancas, que estaban buenas», porque Himmler
no había divulgado ninguna información confidencial sobre

Página 239
cómo pensaba Hitler darle la vuelta al curso de la
guerra. Flick dudaba de si lo que había visitado era
[134]
el cuartel general de Himmler o un manicomio.
Pero para Richard Kaselowsky, el consejero delegado de
Dr. Oetker, el tour había cumplido con su propósito.
Sacó fuerza interior del discurso de Himmler. «Según el
Reichsführer SS, todavía se otean en el horizonteduras
pruebas y batallas, por lo que debemos mantener el
ánimo. Pero el Reichsführer está plenamente
convencido de que, al final de la lucha, habrá una
victoria alemana que asegure nuestro futuro. Debemos
plantar esta creencia en nuestros corazones y no
dejar que la destruyan las numerosas dificultades del día a
[135]
día», escribió Kaselowsky a un pariente tras la visita.
El magnate del pudín de Bielefeld tenía razones para ser
optimista: Dr. Oetker estaba en auge gracias a la
guerra.
En 1942, se habían vendido en la Alemania nazi
más de quinientos millones de paquetes de su famosa
levadura en polvo y mezcla para hacer pudín,[136] más del
doble que al principio de la guerra. Dr. Oetker
había obtenido el monopolio oficialde la levadura en el
Tercer Reich y era uno de los proveedores de Hitler
para el frente. Sus productos de horneado se enviaban a
los soldados alemanes que luchaban por toda Europa, y
también se unió empresarialmente a la Wehrmacht
para suministrar nutritivas frutas y verduras deshidratadas a las
tropas.
El hecho de que Kaselowsky perteneciera al Círculo
de Amigos de Himmler le proporcionó incluso más
oportunidades de negocio. A través del grupo, había
conocido al general de las SS Oswald Pohl, jefe de
la Oficina Central de Economía y Administración de las
[137]
SS (SS-WVHA). Pohl supervisaba todos los campos de
concentración y de trabajo que dirigían las SS, así
como la miríada de intereses empresariales de la

Página 240
organización y el suministro de trabajadores
esclavizados a los negocios alemanes.
El hecho de que Kaselowsky y Pohl se conocieran de
antes resultó muy oportuno a principios de marzo de
1943. Para un negocio conjunto entre Dr. Oetker y Phrix, una
empresa química de fibra, se estaban edificando fábricas
[138]
para producir levadura. Ambas compañías necesitaban
más trabajadores esclavos para las duras labores de
construcción, ya que la dirección no estaba satisfecha con
el desempeño de los débiles prisioneros de los que
disponía. Tras una visita al lugar de las obras en
Wittenberge, Pohl envió sin demora a cientos de
prisioneros del campo de concentración de Neuengamme
al subcampo de la fábrica. Kaselowsky quedó «muy
satisfecho»[139] cuando Pohl convenció a Himmler para que
garantizara que la fábrica de levadura se terminaría de
construir. Irónicamente, la levadura Phrix se enviaría más
adelante al campo principal de Neuengamme, cerca de
Hamburgo, e incluso llegaría a la enfermería, donde
algunos de los mismos prisioneros hambrientos que
habían construido las fábricas se recuperaban, si es
que tenían esa suerte.

Página 241
Póster de las cajas de polvos para hacer pudín que Dr.
Oetker distribuyó para la Wehrmacht.

Evidentemente, todos los favores de las SS tenían


un precio. Siempre había un quid pro quo. A cambio
de más esclavos para construir las fábricas, Kaselowsky
accedió a la petición de Pohl de que las SS
participaran en el futuro negocio de la levadura de
Dr. Oetker y Phrix. En abril de 1943, el hijastro de
Kaselowsky, Rudolf-August Oetker, se unió al comité
consultivo de esta nueva aventura. Unos meses antes,

Página 242
Rudolf-August había empezado su adiestramiento para
convertirse en oficialde las Waffen-SS, con un curso de
liderazgo administrativo en la SS-Führerschule del campo
de concentración de Dachau, cerca de Múnich. Después
aseguraría falsamente que la escuela estaba «aislada»[140] del
campo de concentración vecino, como si fueran dos
entidades independientes, y que no había «notado nada […]
fuera de lo normal» en Dachau. Lo cierto es que el
colegio era parte integral de un complejo más amplio
en el que se incluía el campo de concentración.
Durante su adiestramiento allí, los prisioneros entraban a
limpiar las dependencias de los estudiantes, según escribió
el propio Rudolf-August más adelante. El heredero de
veintiséis años hablaba con los presos a los que
obligaban a limpiar su habitación y no solo anotó que no
parecían estar «mal alimentados», sino que concluyó:
«Sospecho que era intencional, para que la gente que trataba
con ellos dijera que los campos de concentración no
eran tan malos».
Además del adiestramiento militar y de combate,
Rudolf-August recibió adoctrinamiento ideológico en las
[141]
escuelas de las SS, que incluían cursos como
«Estudios sobre la raza», «Tareas de la política
racial» y «Políticas de población». Por deseoexpreso de
su abuela, Rudolf-August se uniría al consejo de
administración de Dr. Oetker cuando cumpliera
veintisiete años, la edad a la que su padre biológico
había muerto en Verdún. Pero para cuando llegó la
fecha señalada en septiembre de 1943, aún seguía
adiestrándose para convertirse en oficialde las SS. Un año
más tarde,sin embargo, un oscuro golpe del destino lo
obligaría a abandonar sus ambiciones paramilitares y hacerse
cargo de la empresa familiar.

Página 243
14

A mediados de enero de 1944, Harald Quandt regresó


a Berlín procedente del frente sur. Como adjunto al estado
mayor de la 1.ª División de Paracaidistas, había
estado luchando por el sur de Italia contra las
fuerzas aliadas desde finales del verano, intentando
conservar las regiones de Apulia y Abruzos. El oficial,
de veintidós años, tenía una salud débil y solo le
[142]
«quedaban palabras de menosprecio» para los italianos, que
habían cambiado de bando y se habían unido a los
Aliados. Goebbels, sin embargo, estaba contento con la
forma en que la guerra había enmendado el
carácter de su hijastro. «La experiencia en el frente
ha surtido en él un gran efecto»,[143] escribió el
ministro de Propagandaen su diario el 17 de enero de
1944. «Salta a la vista que la guerra no solo
destruye, sino que también da confianza, sobre todo a los
jóvenes, para quienes ha supuesto el mejoraprendizaje».
Pero Goebbels se equivocaba con respecto a su
[144]
hijastro: estaba harto de la guerra. A principios de
febrero de 1944, lo ingresaron en un hospital militar de
Múnich por un grave resfriado. Cuando Goebbels visitó la
ciudad unos días más tarde,fue a verlo y le instó a
que se recuperara cuanto antes para regresar con su
unidad. Pero Harald no volvería a la batalla en
un tiempo. «Harald nos preocupa un poco. Todavía […] no
[145]
puede partir hacia el frente», escribió Goebbels el 13
de febrero de 1944. «Me resulta muy violento porque
su división se encuentra ahora mismo en un durísimo
enfrentamiento en el frente meridional […]. Magda lo
visitará el lunes en Múnich y lo reprenderá».
Goebbels temía perder su honor por culpa de la
enfermedad de su hijastro. Solo se preocupabapor
Harald si sus heroicidades proporcionaban material para

Página 244
sus campañas de propaganda. Cuando Magda visitó a
su hijo en el hospital, mantuvieron una fuerte discusión.
Harald se había cansado de la guerra, de su madre
y de su padrastro, ambos unos nazis radicales. Se
había abierto una brecha entre ellos. Harald «mostraba de
[146]
todo menos decencia», escribió el ministro después
de que Magda se desahogara con él por teléfono. El
asunto molestó a Goebbels durante semanas, incluso
después de que Harald se hubiera recuperado y
regresado al frente italiano a mediados de marzo de
1944. Magda seguía «muy descontenta»[147] con su hijo, de
manera que Goebbels le envió «una vigorosa carta» al
frente. «Creoque es la única formade que recupere el
sano juicio», escribió en su diario el 16 de marzo
de 1944. «No debemos prestar atención al hecho de
que ahora mismo se encuentre frente al enemigo. Es
mejorque sepa lo que pensamos de él a que se vea
arrastrado aún más, a causa de nuestra indulgencia, por
terrenos resbaladizos».
Un mes después, Goebbels recibió respuesta a su
[148]
«muy severa carta». Harald le había escrito desdeel
frente de la implacable batalla de Montecasino, al sur
de Roma. Fueran cuales fueran las dudas que
albergara, habían desaparecido. Le prometía a Goebbels que
«por fin eliminaría de su vida la ofensa» que su
padrastro había criticado y que «había entrado en
razón». Goebbels quedó muy satisfecho con el aparente
éxito de su carta, según escribió en su diario el 19
de abril de 1944, un día antes del cincuenta y cinco
cumpleaños de Hitler. Durante esta misma época,
Harald escribió una carta desdeItalia a un amigo del
colegio que se encontraba en el frente oriental. «La
cabeza alta, viejo amigo, esto va sobre nosotros»,[149] dijo.
Harald sabía que Alemania iba perdiendo. Pero, incluso
aunque Harald estuviera harto de la guerra, la guerra
aún no había terminado con él.

Página 245
15

En la primavera de 1944, Günther Quandt viajó desde


Berlín al complejo armamentístico de Cegielski, en Poznan,
para atender un acto en su honor al que debían
[150]
asistir todas las personas que allí trabajaban. Había comprado
el complejo para DWM después de que se le asignara
su administración. Günther expandió los edificios originales
y construyó una nueva fábrica, lo que convirtió el
lugar en uno de los complejos armamentísticos y de
munición más grandes del Tercer Reich. Sus
mejoradas plantas de Poznan producían lanzallamas, torpedos
aéreos, cañones de artillería, ametralladoras y armas
para los bombarderos Ju 88, una de las aeronaves de
combate más importantes de la Luftwaffe. Prácticamente no
existían límites para la capacidad de producción de
DWM en la ciudad polaca. Incluso cuando la guerra
estaba bien avanzada, hacia abril de 1944, la fábrica
manufacturaba cuatrocientos millones de balas de infantería.
Para ello, según estimó después un historiador, Günther
dispuso en Poznan de hasta veinticuatro mil trabajadores
[151]
forzados. La tuberculosis era una enfermedad común,
ya que aquellos que operaban en la fundición estaban
rodeados de humo, fuego y temperaturas que llegaban
a más de 80 ° C. La asistencia médica de verdad
solo estaba disponible para los alemanes, por lo que los
polacos recibían cuidados básicos que, en realidad, se
les negabansi se consideraba que saldrían muy caros.Los
adolescentes de doce años en adelante debían realizar
turnos nocturnos y desempeñar extenuantes trabajos
manuales, y a menudo recibían palizas de los
guardias de seguridad de la fábrica y del oficialde
las SS a cargo. Unos setenta y cinco trabajadores
forzados fueron ejecutados.

Página 246
Delante de la mano de obra, principalmente esclavizada, el
Gauleiter Arthur Greiser colmó de elogios a Günther
y a su empresa armamentística, y los comparó con otro
legendario fabricante de armas. «¡El Wartheland [que era el
nombre que le habían puesto los nazis a esa
región de la Polonia ocupada] se enorgullece de la
presencia de DWM! ¿Dónde estaríamos sin Krupp, sin
DWM? Sí, con todas sus filiales aquí en el este, y
el oeste […] y en todo el gran Reich alemán, DWM
representa hoy en día el mismo poder que Krupp, y
el nombre de “Quandt” suenaigual de bien que “Krupp”
y es justamente temido por sus enemigos en todo el
[152]
mundo». Günther tomó la palabra entonces y dio su
propio discurso: «Mientras la gente se pensaba que
fabricábamos ollas para cocinar, en 1934 ya estábamos
preparando la guerra del Führer».
Un trabajador forzado alemán, llamado Reinhardt
Nebuschka, presenció dicha escena. Había sido director artístico
en un teatro de Poznan, pero, como ya vimos,
durante el verano de 1940 hizo enfadar a quien no
debía. Mientras visitaba a Harald en Poznan, Magda
había irrumpido en el despacho de Nebuschka para exigirle
que despidiera a la actriz que salía con su hijo. Nebuschka
se negó y fue arrestado por la Gestapo unos meses
más tarde.Lo obligaron a trabajar, de entre todos los
sitios posibles, en la fábrica de DWM de Günther en
Poznan. El hombre aseguraría después que Goebbels
había dado la ordende «acabar conmigo».[153] Y aun así,
tras escuchar el discurso de Günther en la fábrica,
Nebuschka escribió varias cartas dirigidas a Goebbels y
Göring en las que acusaba a Günther y a los
ejecutivos de su planta de mandar a Berlín las raciones
de comida destinadas a los trabajadores forzados polacos
y prisioneros de guerra rusos.Tras enviar las cartas,
la Gestapo volvióa arrestarlo y lo trasladaron a Fort VII,
una prisión en Poznan que, además, fue el primer

Página 247
campo de concentración que los nazis establecieron en
la Polonia ocupada. Nebuschka sobrevivió a su
cautiverio, regresó a Alemania y no tardó en volver
a redactar otra carta en la que detalló lo que había
presenciado en la fábrica de Günther. Esa misiva,
sin embargo, fue dirigida al fiscal jefe estadounidense de
los Juicios de Núremberg.

16

El 9 de mayo de 1944, Ferdinand Porsche, su hija


Louise y su hijo Ferry se pusieron a salvo en Austria
con sus familias y la mayoría de los empleados de
Porsche. Abandonaron Stuttgart porque la ciudad
estaba siendo asediada por los bombardeos aéreos
aliados y la empresa de Porsche era uno de los
objetivos. Junto a la casa de campo familiar, en lo
alto de una colinacon vistas a Stuttgart, se había
establecido un comando antiaéreo en la antigua casa de
los vecinos judíosde los Porsche, pero la presencia de
esta unidad solo aumentaba la vulnerabilidad del diseñador de
coches y de su familia. Una mañana, la familia
salió de su refugio antiaéreo y vieron que «el
brillo rojizo del fuego ascendía, brillante, desdela depresión del
[154]
terreno: Stuttgart estaba en llamas», recordaría Ferry más
adelante. Había llegado la hora de partir.
El clan Porsche-Piëch aguardó el fin de la guerra
en Austria, moviéndose entre la finca de Schüttgut, que
Ferdinand Porsche había comprado en Zell am See, y el
bucólico pueblo montañoso de Gmünd, donde Ferry
empezó a desarrollar el primer coche de carreras de
la marca Porsche. Hasta el momento de la partida,

Página 248
Ferry había estado dirigiendo la empresa de diseño de
Stuttgart, que explotó a cientos de trabajadores
[155]
forzados. En el verano de 1942, se erigió un
campo para trabajadores forzados cerca de la nueva
fábrica de coches de Porsche, parte del cual lo utilizó
de forma exclusiva, la empresa familiar para alojar a sus
Ostarbeiter.La explotación que la familia realizaba de
estos trabajadores se extendió a la esfera privada.
En marzo de 1943, Ferry y su mujerDodo incorporaron
[156]
a una «encantadora» niña ucraniana de dieciséis años al
personal de su hacienda familiar en Austria. «Si es
tan trabajadora como hermosa, Ferry puede darse por
satisfecho»,le escribió un pariente de Porsche a Louise
Piëch para hablarle de la adolescente.
Con su mujerLouise y sus hijos sanos y salvos
en Austria, el régimen de terror de Anton Piëch en
el complejo de Volkswagenen Fallersleben siguió
[157]
adelante. A mediados de mayo de 1944, un ingeniero
de Volkswagen viajó a Auschwitz y escogió a
trescientos trabajadores del metal húngaros. Se los empleó
brevemente en la fábrica de Volkswagenpara ayudar
a producir el misil V1, una de las «armas milagro»
de los nazis, pero rápidamente se los deportó a la
Lorena controlada por los nazis para la conversión de una
mina de hierro en una fábrica subterránea de
armas. En ella, los presos se unieron a otro
grupo de quinientos prisioneros judíosque también habían sido
seleccionados en Auschwitz por la Volkswagen. El 31
de mayo de 1944, se trasladó a cerca de ochocientos
prisioneros de Neuengamme al complejo de Volkswagen
para que construyeran en su lado sudoeste un campo
que alojara a los trabajadores forzados. El sargento de
las SS, Johannes Pump, fue el primero en hacerse
cargo del denominado campo Laagberg. A principios de
ese mismo mes de mayo, se desplazó a este
sádico hombre de las SS a unos noventa y

Página 249
cinco kilómetros al este, desdeel subcampo de Neuengamme
situado en la fábrica de la APA de Günther
Quandt en Hannover al ubicado en la fábrica
Volkswagendirigida por Piëch. En ambos sitios, el
régimen de violencia y brutalidad continuó.

17

A mediados de septiembre de 1944, el campo de


concentración de Sachsenhausen trasladó uno de sus
treinta subcampos en Berlín a Niederschöneweide, una zona
industrial en la parte este de la capital. Se encontraba
un poco más abajo de Pertrix —⁠ la fábrica de baterías
de Quandt cuyo jefe de personal era el hijo mayor
de Günther, Herbert— y era distinto a los demás: en
él solo había prisioneras.[158] Vigiladas por las SS en la
orilla sur del río Spree, en Berlín, las mujeres
vivían en un cobertizo para barcos abandonado situado en
los terrenos del Loreley, un antiguo club nocturno.
Durante los siguientes meses, quinientas mujeres del
subcampo fueron obligadas a trabajar en la fábrica de
Pertrix. Muchas de ellas ya habían pasado años en
prisiones policiales o campos de concentración. Las
belgas y las polacas habían sido trasladadas varias veces,
desdeun subcampo previo al cobertizo para barcos y,
antes de eso, desdeRavensbrück, un campo de
concentración femenino a casi cien kilómetros al norte de
Berlín. Las polacas, a su vez, habían llegado a
Ravensbrück desdeAuschwitz.
En Pertrix se las forzó a trabajar en turnos
de doce horas, manipulando sin ningún equipo de
protección ardientes ácidos para las baterías que les

Página 250
atravesaban la piel. Debían ir vestidas con ropa a
rayas blancas y negras —⁠ como si se quisiera enfatizar
su condición de presidiarias— y una cruz en la
espalda, además de con unos zuecos de madera en
los pies. A menudo eran víctimas del maltrato físico de
los guardias de las SS, que las acompañaban a las
fábricas y las vigilaban dentro de ellas. No disponían
de enfermería ni de jabón para poderasearse, y la
comida como Dios manda escaseaba; lo que sí había, y
a raudales, eran plagas. En el cobertizo para barcos,
las mujeres debían compartir, de dos en dos, una sola
plataforma de madera como cama.
Herbert Quandt no solo era responsable de las
esclavas del campo de concentración femenino de Pertrix.
El hombre de treinta y cuatro años estaba tratando
de construir su propio subcampo cerca de una de sus
propias casas. Dos décadas después de que su padre
comprara Severin para asegurarle un futuro profesional a su
hijo enfermo, Herbert adquirió su propia hacienda,
Niewerle.[159] El sucesor de Günther le había cogido
manía a Severin. La boda de los Goebbels la
había profanado, como también lo hizo la traición del
pariente que la cuidaba, que transformó la querida
finca familiar en una fortaleza nazi.
Aunque Herbert dejó de ir a Severin, continuó
siendo un entusiasta amante de la naturaleza, había
desarrollado una afición por la cría de caballos
Trakehner y, a pesar de su discapacidad visual,
disfrutaba con las lanchas motoras, los coches rápidos y
la navegación.En el otoño de 1942, compró la finca
de Niewerle, de más de doscientas cuarenta hectáreas y
situada en la campiña de la Baja Lusacia, a unos
ciento cincuenta kilómetros al sureste de Berlín. Durante
los dos años siguientes, en cuanto tenía tiempo libre,
cogía un tren desdeBerlín hasta el pueblo más cercano a
Niewerle. Después, desdela estación, tomaba un coche de

Página 251
caballos que lo conducía a su hacienda, a unos ocho
kilómetros de distancia. Pasaba allí todos los fines de
semana salvo «alguna ocasión muy excepcional».[160] Hacia
diciembre de 1944, ya empleaba a una docena de
extranjeros para el jardín, la cocina y el servicio
doméstico, entre los que se incluían cuatro polacos,
cuatro ucranianos y dos prisioneros de guerra.
Niewerle tenía una localización muy conveniente para
Herbert. A causa de los constantes ataques aéreos
sobre Berlín, la producción de baterías para aeronaves de
la AFA y de Pertrix se trasladaría a dos pueblos
de la Baja Silesia —en los confines remotos orientales de
la Alemania nazi—, para poder protegerla mejor. En
Żagań, uno de esos pueblos, Herbert participó
personalmente en la planificación y construcción de
un subcampo.[161] Su idea era utilizar a los
prisioneros del campo para continuar con la producción que
se reubicaría allí desdeBerlín. Żagańse encontraba a tan
solo cuarenta kilómetros al este desdeNiewerle. El 27 de
octubre de 1944, un ingeniero de la AFA presentó varios
bocetos y habló sobre ellos con Herbert y sus colegas en
el consejo de Pertrix. Una semana después, el
ingeniero envió una solicitud a la Organización Todt —⁠ la
entidad de ingeniería nazi que edificaba los campos de
concentración, entre otras estructuras homicidas— para que
construyera los barracones en los que se mantendría a los
prisioneros.
Un mes más tarde,el 2 de diciembre de 1944, se
celebró una reunión preliminar con un oficialde las SS
proveniente del cercano campo de concentración de
Gross-Rosen, que poseía aproximadamente cien
subcampos repartidos por el Tercer Reich. Dos días
después de este encuentro, se informó personalmente a la
mano derecha de Günther, Horst Pavel,y a Herbert de los
progresos de edificación en Żagań. Dos de los
barracones estaban casi completados y probablemente ya

Página 252
se empleaba a cerca de veinticinco prisioneros del campo
de concentración en su construcción. Hacia mediados de
enero de 1945, se habían mandado cuarenta vagones de
tren cargados de maquinaria y herramientas a Żagań.
Las autoridadesnazis estimaban que se tardaría tres meses
en terminar el subcampo y solo cuando se diera esta
circunstancia se podrían solicitar prisioneros de Gross-
Rosen para los distintos proyectos de trabajo esclavo. Sin
embargo, esto nunca sucedió; el Ejército Rojo se
aproximaba. A finales de enero, semanas antes de
que las tropas soviéticas conquistaran Żagańy Niewerle,
Herbert se hizo cargo personalmente de la evacuación de
aquel subcampo sin terminar.

18

El 30 de septiembre de 1944 fue un soleado sábado


otoñal. Al este de Westfalia, los bombarderos
estadounidenses salieron de la nada hacia las dos de la
tarde.Empezaron a lanzar bombas sobre Bielefeld y
demolieron gran parte del centro histórico. Cuando sonaron
las sirenas, Richard Kaselowsky, su mujery sus dos
hijas se guarecieronen el sótano de su casa de
campo en Johannisberg, donde disponían de un refugio
antiaéreo. Un impacto directo sobre la propiedad fue lo
que probablemente acabóal instante con los cuatro
miembros de la familia, aunque es posible que el
carbón almacenado en el sótano los asfixiara. Su
obituario comenzó con una frase que se había vuelto muy
común: «Arrebatados de nuestro lado por un ataque
terrorista».[162]

Página 253
Rudolf-August Oetker estaba a semanas de
convertirse en oficialde las Waffen-SS cuando recibió la
noticia de que su madre, sus dos hermanas pequeñas
y su padrastro habían muerto. La pérdida no era
solo una tragedia personal para el aspirante a oficialde
veintiocho años, sino que también era un mazazo para uno
de los proveedores principales de Hitler: Dr. Oetker.
Se concedió, por tanto, un permiso a Rudolf-August
para que aparcara sus obligaciones militares y tomara el
control de la empresa alimentaria familiar. Un mes más
tarde,tras completar con éxito su adiestramiento, fue ascendido
a SS-Untersturmführer, el rango más bajo de los oficiales de
esta organización terrorista.
Antes de que las bombas cayeran sobre el hogar de
su infancia, había sido designado para trabajar en el
cuartel general de la Oficina Central de Economía
[163]
y Administración de las SS, en Berlín, la
organización liderada por Oswald Pohl, general de las
SS y poderoso conocido de su padrastro a través del
Círculo de Amigos de Himmler. Claro que, a causa de
la muerte de Kaselowsky, Rudolf-August nunca llegaría
a trabajar para las SS en la capital. A pesar de que
su carrera paramilitar había terminado abruptamente, otra
estaba a puntode comenzar: estaba listo y
preparado para seguir los pasos de su padrastro. «No soy
capaz de imaginarmea un padre mejorque Richard
Kaselowsky»,[164] diría en una entrevista más de medio
siglo después, «ni a un maestro mejor».
A finales de octubre de 1944, Rudolf-August visitó en Berlín a Fritz
Kranefuss, compañero oficialde las SS y la fuerza
motriz tras el Círculo de Amigos de Himmler. Después
del encuentro, Kranefuss aconsejó al líder de las SS que
enviara una carta de pésame a Rudolf-August en
lugar de a su hermana mayor. «Él es el verdadero
heredero del negocio Oetker y ahora sucederá a su
padrastro como administrador»,[165] escribió Kranefuss, quien ya

Página 254
había comunicado la muerte de Kaselowsky a las SS:
«Como todos sabemos, el doctor Kaselowsky pertenecía al
Círculo de Amigos y, aunque no fuera uno de los
nuestros antes de la toma de poder, demostró
extraordinariamente bien su valía después. Tanto en hechos
como en humanidad, ha sido un ejemplo a seguir
como pocas veces puede decirse de otros líderes
empresariales».[166]
Para Kaselowsky no habían sido los contactos y las
ventajas empresariales lo que habían hecho tan especial
al Círculo de Amigos de Himmler. Todo eso no
eran más que añadidos. A este arribista westfaliano el
Círculo y sus reuniones le habían gustado tanto
porque le habían hecho sentir que realmente había
triunfado. A mediados de mayo de 1944, unos meses
antes de su muerte, reflexionaba en una carta sobre una
reunión del grupo en la bombardeada Berlín: «La hermosa
velada que pasamos en el jardín del casino del
Reichsbank, como si fuera un remanso de paz en mitad de
un mundo en ruinas, será algo que no olvidaré
nunca».[167]
19

El infortunio golpeó a Harald Quandt a finales


del verano de 1944, cuando las tropas alemanas se
retiraban de Italia. El 9 de septiembre, el general
de la Luftwaffe Kurt Student informó personalmente a
Goebbels de que su hijastro había sido herido en la
costa adriática de Italia, cerca de Bolonia. Harald estaba
desaparecido y era probable que los Aliados lo
hubieran hecho prisionero. Goebbels decidió no contárselo a
Magda «de momento, para no preocuparla
innecesariamente».[168] Esperaba que Harald siguiera con vida
y encargó a la Cruz Roja, a través de sus contactos

Página 255
internacionales, que recabaran toda la información posible
sobre el destino de su hijastro.
Goebbels tardó casi dos semanas en contarle a
Magda que su hijo mayor había desaparecido y que
probablemente lo habían capturado los Aliados, noticia que
ella se tomó con algo de filosofía, pero que decidieron no
revelar a sus seis hijos pequeños. El vigésimo tercer
cumpleaños de Harald pasó de largo el 1 de
noviembre de 1944, sin ninguna señal del joven. Magda
y Goebbels estaban cada vez más nerviosos ante la
perspectiva de no volver a verlo jamás. Una semana
después, un capitán del escuadrón de Harald le dijo
a Goebbels que habían disparado a su hijastro en
[169]
el pulmón antes de que desapareciera. Seguía sin
estar claro si había sobrevivido a la bala o dónde se
encontraba. Goebbels amplió la red de contactos,
inmiscuyendo en el asunto a las embajadas alemanas de
las neutrales Suiza y Suecia para que lo ayudaran en la
búsqueda de Harald. El servicio diplomático de la
Alemania nazi, a través de su embajada en
Estocolmo, incluso contactó con embajadas aliadas para que
aportaran información sobre el destino del hijastro de
Goebbels.
El 16 de noviembre de 1944, más de dos meses
después de que se notificara la desaparición de
Harald, Goebbels recibió un telegrama de la Cruz
Roja con buenas noticias: Harald, aunque herido,
había sido localizado en un campo de prisioneros de
guerra británico en el norte de Africa.[170] Magda rompió
a llorar de alegría cuando su marido le comunicó
la noticia por teléfono. Sentía como si su
primogénito hubiera vuelto a nacer. La pareja
recibió una carta de él la tarde siguiente, en la que
relataba que lo habían malherido y había recibido dos
transfusiones de sangre, pero que médicos alemanes lo
estaban tratando y cuidando muy bien en el campo

Página 256
de prisioneros. A Hitler, que había estado «muy
[171]
preocupado» por Harald, también le «complació mucho» que
hubieran localizado al joven, escribió Goebbels en su
diario.
Dos meses más tarde,el 22 de enero de 1945, en
la residencia de Hitler en la Cancillería del Reich, Hermann
Göring dio al matrimonio Goebbels una carta personal en
la que se honraba a Harald, y una Cruz Alemana
de oro con una esvástica en el centro. Se les
entregó la medalla a ellos, en ausencia de Harald, por
sus hazañas en combate. A Goebbels le emocionó el
gesto de Göring; los dos hombres siempre habían tenido
una relación complicada. Más adelante, sin embargo,
Goebbels no pudo evitar criticar a su compañero de
gabinete, encargado de la Luftwaffe, en su diario:
«Uno se siente siempre conmovido por su humanidad,
pero, lamentablemente, no está consiguiendo lo que debería
en su campo, y tanto el Reich como el pueblo
alemán están pagando muy caro su fracaso».[172]
Al final, las premoniciones de Harald sobre la guerra
resultaron acertadas. Las tropas soviéticas y aliadas se
acercaban a Berlín y el final de la Alemania nazi
estaba cerca.Da la casualidad de que Harald no
volvería a ver a su madre, a su padrastro o a
sus seis medio hermanos nunca más. Las palabras de
despedida de la funesta pareja para su querido
Harald le llegarían por carta, mucho después de que
fallecieran.

Página 257
PARTE IV

«Túseguirás con vida»

Días antes de la rendición de la Alemania nazi, el 8


de mayo de 1945, Harald Quandt se encontraba en el
cuartel para oficiales al que había sido asignado enel
campo de prisioneros de guerra 305, en la ciudad
portuaria de Bengasi (Libia), donde el Ejército británico
lo retenía como el preso número 191.901. [1] Se estaba
tomando un vaso de ron con sus compañeros cuando
la BBC emitió por radio un boletín informativo: se
habían descubierto los cuerpos de sus seis medios
hermanos en el Führerbunker, un refugio antiaéreo en
el jardín de la Cancillería del Reich, en el centro
de Berlín. Los cuerpos de su madre y de su
padrastro, Magda y Joseph Goebbels, aparecieronen el
exterior, en dicho jardín. Harald no creía lo que
estaba escuchando. El antiguo paracaidista y teniente
de la Luftwaffe de veintitrés años había estado muy
unido a los seis pequeños y quedó destrozado al
enterarse de que habían muerto. Un compañero de guerra
que estaba con él cuando escuchó la noticia dijo
después que Harald, «un hombre estrictamente
[2]
disciplinado, frío y reservado» se había pasado horas
consternado.

Página 258
Más adelante, todavía durante su cautiverio, recibió
dos cartas de despedida que parecían enviadas desdela
tumba. La primera era de su madre, Magda:

¡Mi querido hijo![3]


Llevamos ya seis días encerrados en el Führerbunker
—⁠ papá, tus seis hermanitos pequeños y yo— para dar
a nuestras nacionalsocialistas vidas el único final
honorable que parece posible. No sé si recibirás
esta carta. Tal vez algún alma caritativa consiga, después
de todo, que mi despedida definitiva llegue a tus
manos. Deberías saber que me he quedadocon papá
contra su voluntad y que el domingo pasado
el Führer quería ayudarme a escapar. Pero ya
conoces a tu madre; compartimos la misma
sangre, por lo que ni me lo planteé. Nuestra
gloriosa idea es morir, y con nosotros, todo lo
hermoso, admirable, noble y bueno que he conocido
en mi vida. No merece la pena vivir en el mundo
que vendrá tras el Führer y el
nacionalsocialismo, así que también he traído a
los niños. Son demasiado buenos para la vida que
nos espera y Dios misericordioso me comprenderá
cuando yo misma les dé la salvación. Tú seguirás
con vida y solo quiero pedirte una cosa: nunca
olvides que eres alemán, nunca actúes con
deshonra y asegúrate a lo largo de tu vida de que
nuestras muertes no han sido en vano.
Los niños son maravillosos. Sin ayuda alguna,
cuidan los unos de los otros en estas condiciones más
que primitivas. Tanto como si tienen que dormir en
el suelo,tienen poco que comer o deben
estar sin lavarse, entre otras cosas, ni protestan
ni derraman lágrimas. El impacto [de las bombas]
hace que el búnker se sacuda. Los niños
mayores protegen a los pequeños, y su presencia

Página 259
aquí es una bendición, aunque solo sea porque hacen
sonreír al Führer de vez en cuando.
Ayer por la tarde,el Führer se quitó su
insignia dorada del partido y me la puso a
mí. Me siento feliz y orgullosa. Ojalá Dios me
dé fuerzas para llevar a cabo la última tarea y
la más dura. Solo nos queda un objetivo:seguir
fieles al Führer hasta la muerte. Que tengamos
que terminar nuestras vidas con él es una
bendición del destino con la que nunca nos
hubiéramosatrevido a soñar.
Harald, mi querido hijo, para tu viaje te ofrezco
lo mejorque me ha enseñado la vida: ¡sé fiel!
¡Fiel a ti mismo, fiel a otros y fiel a
tu país! ¡De todas las formas posibles!
Empezar una nueva página es difícil.Quién
sabe si seré capaz de rellenarla. Pero sigo teniendo
tantísimo cariño que me gustaría poder darte,
tantísima fuerza, y quiero aliviarte todo el
dolor que sentirás por nuestra pérdida. Enorgullécete
de nosotros e intenta recordarnos con honra y
felicidad. Todo el mundo muere algún día y
¿no es mejorvivir una vida breve, pero honorable y
valiente, a una larga y deshonrosa?
Debodejar ya la carta… Hanna Reitsch se la
llevará. ¡Tiene que marcharse! ¡Te abrazo con el
amor de madre más profundo y sincero de todos!
Mi querido
hijo… ¡Vive por
Alemania! Tu
madre

La segunda carta era del padrastro de Harald, Joseph


Goebbels:

Página 260
Mi querido Harald:[4]
Estamos encerrados en el Führerbunker de la
Cancillería del Reich y luchamos por nuestras vidas y
nuestro honor. Solo Dios sabe cómo terminará esta
batalla. Lo que sí sé es que, vivos o
muertos, saldremos de esta con honor y
prestigio. No creo que volvamos a vernos nunca,
de manera que estas serán, probablemente, las últimas
palabras que recibas de mí. Si sobrevives a esta
guerra, espero que solo nos brindes honor a
tu madre y a mí. No es necesario que todos
estemos con vida para producir un impacto en
el futuro de nuestro pueblo. Quizá solo quedes
tú para proseguir con el legado de nuestra familia.
Hazlo siempre de manera que no nos dé razones
para sentirnos avergonzados. Alemania sobrevivirá a
esta terrible guerra, pero solo si nuestro pueblo
tiene ejemplos en los que fijarse para volver a
alzarse, y queremos que tú seas ese ejemplo.
Puedes sentirte orgulloso de tener una madre
como la que tienes. Anoche, el Führer le dio
su insignia dorada del partido, que ha llevado
prendidaen su abrigo durante años, y ella sin
duda se la merece. De aquí en adelante solo
tienes un cometido: demostrarte a ti mismo
que eres merecedor del mayor de los sacrificios,
sacrificio que estamos dispuestos y decididos a
realizar. Sé que lo serás. No dejes que el ruido
del mundo que está a puntode comenzar te
confunda. Algún día, las mentiras caerán por su
propio peso y la verdad volverá a
imponerse. Habrá llegado el momento entonces de
que nos alcemos por encima de todos, puros e
inmaculados, como siempre ha sido nuestra fe y
nuestro empeño.

Página 261
¡Adiós, mi querido Harald! Si volvemos a
vernos alguna vez dependerá de Dios. Si no es
así, siéntete orgulloso de formar parte de una
familia que, incluso en los tiempos de desdicha,
ha permanecido fiel al Führer y a su pura y
sagrada causa hasta el último momento.
Te deseolo mejory te envío mis más sinceros
saludos,
Papá

Harald no conocía aún los horripilantes detalles de


la muerte de su familia; no saldrían a la luz
pública durante un tiempo. La tarde del 28 de abril
de 1945, Magda y Joseph Goebbels escribieron estas dos
[5]
cartas a su querido Harald. Magda se las dio a
Hanna Reitsch, la mejorpiloto de pruebas de la Alemania
nazi, que había ido de visita al Führerbunker mientras las
tropas soviéticas se acercaban al centro de Berlín.
Hitler le dio a Reitsch dos cápsulas de cianuro como
regalo de despedida. Ella salió de la capital alemana esa
misma noche desdeuna pista improvisada cerca de la
Puerta de Brandenburgo. Fue el último vuelo que
salió de Berlín antes de que el Ejército Rojo capturara la
ciudad. Los soviéticos intentaron destruir el avión,
temerosos de que Hitler estuviera escapando en él, pero
Reitsch consiguió despegar con éxito. Fue detenida por
soldados estadounidenses después de tomar tierra en Austria,
con las cartas para Harald aún en su posesión.
Aunque el capitán de la Fuerza Aérea de Estados
Unidos que interrogó a Reitsch se quedó con las
cartas originales, las autoridadesamericanas enviarían después
copias de ellas a Harald a Bengasi.[6]

Página 262
El 30 de abril de 1945, dos días después de que
Magda y Joseph escribieran a Harald, Adolf Hitler
ingirió una cápsula de cianuro —⁠ al igual que su
mujer, Eva Braun, sentada a su lado—, y
después se disparó en la cabeza con su pistola
modelo Walther. Ambos se habían casado la
noche anterior, poniendo fin de manera oficialal voto de
castidad que Hitler había mantenido como símbolo de su
dedicación al pueblo alemán. Pero la pareja no disfrutaría
de su matrimonio durante mucho tiempo. El Führer
sabía que el Ejército Rojo había entrado en la ciudad de
Berlín y que se encontraba a pocas manzanas de distancia,
cada vez más cerca de su búnker de hormigón reforzado.
Siguiendo las instrucciones de Hitler, los cuerpos de
ambos se incineraron en el jardín de la Cancillería.
De acuerdo con el testamento del Führer, el
padrastro de Harald, Joseph Goebbels, sería nombrado nuevo
canciller de Alemania. El cargo, sin embargo, solo le
duraría un día. El documento también especificaba que
su sucesor debía escapar de Berlín con su mujery sus
hijos, pero Goebbels se negó. El hombre que tanto había
servido a su Führer durante más de veinte años no
cumpliría su última orden.
Al día siguiente del suicidio de Hitler, Magda
vistió a los seis niños con camisones blancos y les
cepilló el pelo. El dentista de las SS, Helmut
Kunz les puso una inyección de morfina. Cuando estaban
bajo los efectos de la droga, Magda les introdujo a
cada uno una cápsula de cianuro en la boca y se
aseguró —⁠ ayudadapor uno de los médicos personales de
Hitler, el doctor Ludwig Stumpfegger— de que mordían
el cristal. Magda llevó a cabo este acto en sus
dependencias privadas para evitar preocupar al personal.
Rochus Misch, uno de los guardaespaldas de Hitler,
descubrió posteriormente a Magda jugando al solitario, con

Página 263
el rostro muy pálido, los ojos inyectados en sangre y
[7]
una «fría» expresión.
Unas horas después de que Magda asesinara a sus
hijos, Joseph y ella subieron, cogidos del brazo, las
escaleras que conducían hacia el jardín de la Cancillería.
Poco después, el ayudante de Goebbels, Günther
Schwägermann descubrió los cuerpos sin vida de la
pareja en dicho jardín. El matrimonio también había
ingerido cianuro. La insignia dorada del Partido Nazi
del Führer seguía prendida del vestido de Magda. Un
soldado de las SS, que cumplía órdenes de Goebbels,
disparó varias veces a sus cuerpos por si acaso, los
empapó con gasolina y les prendió fuego. Sus
restos carbonizados fueron descubiertos al día siguiente
por una tropa soviética en el suelo arrasado del jardín,
tirados entre unas hormigoneras.
Entre las últimas personas que vieron con vida a
Magda en el Führerbunker se encontraba Albert Speer,
el arquitecto de Hitler convertido en ministro de
Armamento. «Estaba pálida y hablaba solo de
trivialidades, con un tono de voz bajo, aunque noté que
sufría una profunda agonía por la irrevocable y cada vez
más cercana hora de la muerte de sus hijos […]. Solo
cuando estaba a puntode marcharme insinuó cómo se
sentía: “Cuánto me alegro de que al menos Harald
[8]
[…] esté con vida”», detallaría luego Speer en sus
memorias.

A principios de marzo de 1945, Magda le había


hecho una visita a su mejor amiga Ello,[9] la

Página 264
madrina de Harald, en un sanatorio en las colinas
de Dresde, dos semanas después de que la ciudad
fuera arrasada por las bombas de los Aliados. Magda no
acudió en su acostumbrada limusina, sino en una
furgoneta de reparto de una compañía tabacalera, sentada
junto al conductor. Había ido a despedirse de quien era su
mejoramiga desdehacía veinticinco años. Parecía haber pasado
un siglo desdesu primer encuentro en la rural Pritzwalk.
Se habían casado con los Quandt y después se
habían divorciado de ellos. Pero Ello nunca había vuelto
a pasar por el altar. Más adelante confesaría que Günther
había ofrecido ayuda a Magda para salvar a los
niños. Según Ello, Günther había dispuesto un refugio en
Suiza para ellos y se ofreció a mantenerlos y
encargarse de su educación. Pero Magda se negó. Sus hijos
morirían con ella. Ello recordaría más adelante el soliloquio
de Magda; cómo, en un intento final por
responsabilizarse de su papel cómplice en las atrocidades
masivas del Tercer Reich, justificaba sus razones
para hacerles a sus hijos lo impensable:

Hemos exigido cosas monstruosas al pueblo


alemán y hemos tratado a otras naciones
con una crueldad despiadada. Por esta razón,
los vencedores reclamarán una venganza total… Todo
el mundo tiene derecho a vivir; pero nosotros
no, lo hemos perdido… Me responsabilizo a
mí misma. Yo formé parte de ello. Creía en
Hitler y durante bastante tiempo también en
Joseph Goebbels… En los días que están por llegar,
Joseph será recordado como uno de los mayores
asesinos que Alemania haya producido jamás. Sus
hijos lo escucharán a diario y la gente les
atormentará, los odiará y los humillará.
Tendrán que cargar con los pecados de su
padre; les harán pagar por ellos… ¿Recuerdas que
te conté en su momento, con bastante sinceridad,

Página 265
lo que el Führer dijo en el Café Anast de
Múnich cuando vio al pequeño niño judío?
¿Lo recuerdas? Que le gustaría aplastarlo como a
un bicho en una pared… No podía creérmelo y
penséque solo lo dijo para provocar. Pero después
lo hizo de verdad. Era todo tan horrorosamente
espantoso; y perpetrado por un sistema al que
yo pertenecía. Ha conseguido esparcir por todo el
mundo una gran sed de venganza. No me queda
más remedio, debo llevarme a los niños conmigo,
¡debo hacerlo! Solo me sobrevivirá mi Harald. Él
no es hijo de Goebbels…
Magda pasó la noche con Ello en el sanatorio. A
la mañana siguiente, Ello laacompañó al camión de
reparto, donde aguardaba el conductor. Magda aceleró
hacia los escombros de Dresde, camino hacia las ruinas
de Berlín, al Führerbunker, su destino final. Se arrodilló
sobre el asiento delantero, se asomó por la ventanilla y
le dijo adiós con la mano a Ello hasta que perdió por
completo de vista a su amiga.

El 25 de abril de 1945, una semana antes de que su


exmujer matara a sus seis hijos y se quitara la
vida, Günther Quandt huyó de Berlín y de las tropas
soviéticas que cada vez estaban más cerca.Trató de conseguir
un permiso de entrada en Suiza por «asuntos de
negocios», pero puesto que aparecía registrado en la
oficina de inmigración de dicho país como financiador de Hitler,
se le negó el acceso. El magnate, por tanto,
tuvo que partir hacia Baviera. Se había filtrado la noticia

Página 266
de que este estado del sur de Alemania formaría
parte de la zona de ocupación estadounidense. Hombres
como Günther, Friedrich Flick y August von Finck
esperaban, no sin razón, políticas empresariales «amistosas»[10]
por parte de los estadounidenses, que eran capitalistas.
Günther empezó alquilando una «modesta habitación» en un
castillo de Leutstetten —⁠ un pueblo rural cerca del lago
Starnberg, a veinte kilómetros al sur de Múnich—, pero los
soldados británicos y estadounidenses no tardaron en ocupar
el edificio. No obstante, en lugar de ser detenido por
los Aliados, lo acogió el alcalde de la ciudad, que
vivía en una casa en las montañas. Por el momento, el
magnate creía que «la única opción acertada que tenía»[11]
era «pasar todo lo desapercibido que pudiera». Y tenía
buenos motivos para ello. Además de la gran cantidad
de armas que había fabricado y de todas las empresas
que había arianizado, según la estimación posterior de un
historiador, el magnate había empleado en todas sus fábricas
a unos 57 500 trabajadores forzados y esclavizados.[12]
El 18 de abril de 1945, una semana antes de que
Günther abandonara Berlín, la Oficina de Servicios
Estratégicos (OSS),la antecesora de la CIA, había publicado
un informe de cuatro páginas sobre el magnate. La
agencia de espionaje tenía vigilado al calvo hombre de
negocios desdeel verano de 1941, cuando tuvo lugar la
lujosa celebración de su sesenta cumpleaños. La OSS
describía a Günther como «uno de los principales
empresarios industriales de Alemania, cuya cartera de
sociedades, considerable antes de 1933, se ha expandido
enormemente desdeel ascenso al poderde Hitler».[13]
«Comparte la responsabilidad de preparar y ejecutar las
políticas económicas nazis y de explotar financieramente los
territorios dominados por los alemanes». Los métodos
empresariales de Günther le habían asegurado el
éxito «sin tener que meterse en jaleos de batallas».[14] Los
investigadores del Departamento del Tesoro estadounidense no

Página 267
tardaron en incluirlo en la lista de cuarenta y tres
líderes empresariales alemanes que serían acusados de
crímenes de guerra ante un tribunal militar en
Núremberg.[15] Cuando Günther se enteró de que
estaba en la lista, redactó una encolerizada réplica
y pidió que se enviara al Senado de Estados Unidos.
Antes de considerar huir a Suiza y Baviera, los
planes de Günther habían pasado por huir de Berlín a
[16]
Bissendorf, un pueblo a veinte kilómetros al norte
de su fábrica de la AFA en Hannover, que estaba
a puntode ser ocupada por los británicos. Quería
estar presente como máximo representante de su negocio de
baterías, pero se lo pensó mejor; su figura
despertaba demasiada atención. Desde febrero de 1945, un
grupo de directivos de Günther habían estado yendo y
viniendo de Berlín a Bissendorf para establecer una oficina
central alternativa cerca de la moderna fábrica de la
AFA. Entre ellos se encontraba su hijo mayor, Herbert,
quien tras supervisar personalmente la evacuación a finales
de enero del inacabado subcampo de Gross-Rosen, en la
Baja Silesia, ahora se trasladaría más cerca de la preciada
nueva fábrica de su padre, donde estaban
sucediendo nuevos horrores.[17]
Con las fuerzas aliadas aproximándose, la planta
industrial de Günther en Hannover cerró a finales de
marzo de 1945. La dirección de la fábrica quemó
todos los documentos, salvo una lista con nombres de
prisioneros. Más o menos al mismo tiempo, otros cientos
de presos débiles y enfermos llegaron al subcampo de
la AFA, procedentes del campo de concentración
principal de Neuengamme. Una semana más tarde,el 5 de
abril, cerca de mil prisioneros del subcampo de la AFA, a
los que se consideró lo suficientemente «aptos», fueron
obligados a caminar hacia el campo de concentración
de BergenBelsen, a más de cincuenta kilómetros de
distancia, en una marcha de la muerte. Su estado de

Página 268
salud era deplorable y no disponían de suficiente alimento,
ropa o calzado. Solo el primer día, un enfermero de
las SS ejecutó fácilmente a cincuenta de ellos que ya
no podían dar un paso más. Y más prisioneros fueron
ejecutados en los días siguientes. Lo que quedó del
grupo llegó a Bergen-Belsen el 8 de abril, y los que
seguían vivos una semana después fueron liberados por las
tropas británicas.
A los que fueron dejados en el subcampo de la
AFA en Hannover les aguardaba un destino horrible.
Cerca de seiscientos prisioneros habían estado demasiado
enfermos o débiles como para unirse a la caminata,
pero ahora había que trasladarlos. El 6 de abril, un día
después de que comenzara la marcha de la muerte
hacia Bergen-Belsen, un comandante de las SS ordenó
la evacuación del campo de la AFA. Dos días después
llegó un tren de mercancías, aparentemente por petición de
la AFA, para evacuar a los prisioneros. Pero el tren se
detuvo en la zona rural de Sajonia-Anhalt. Los restos
bombardeados de otro tren bloqueaban las vías y el
transporte de prisioneros desdelos campos de concentración
de toda Alemania se interrumpía allí. Se vaciaron los
trenes. Sesenta y cinco presos ya habían muerto en
el viaje desdeHannover y ahora se obligó a la
mayoría de los supervivientes a continuar a pie. Había,
eso sí, algunas carretas para transportar a los más
débiles. Los prisioneros terminaron en la ciudad de
Gardelegen, a la que las tropas estadounidenses se
estaban acercando. Tras analizar la situación con los
oficiales de las SS y de la Wehrmacht, el
líder nazi local decidió encerrar a los prisioneros en un
granero a las afueras de la ciudad y prenderle
fuego. Las fuerzas de las SS lanzaron granadas de
mano hacia la estructura en llamas y dispararon a los
que trataban de escapar. El 15 de abril de 1945, los
soldados estadounidenses descubrieron los cuerpos carbonizados

Página 269
de mil dieciséis personas. A muchos se los había
quemado vivos.
Diez días después, el coronel estadounidense George
Lynch se dirigió a los habitantes de Gardelegen: «Algunos
dirán que los responsables de este crimen fueron los
nazis. Otros señalarán a la Gestapo. Pero la responsabilidad
no recae sobre ninguno de los dos, sino sobre el pueblo
alemán […]. Vuestra supuesta Raza Superior ha demostrado
que solo lo es para los crímenes, la crueldad y el
sadismo. Habéis perdido el respeto del mundo
civilizado».[18]

Durante la noche del 7 al 8 de abril de


1945, un día después de que las SS evacuaran el
subcampo de la AFA en Hannover, Herbert Quandt y
la mano derecha de Günther, Horst Pavel,huyeron de
Berlín y se instalaron en Bissendorf con veinte
empleados. La sede provisional de la empresa se ubicó en
el balneario de la ciudad, y el grupo se instaló
en unos barracones situados en un pinar a las afueras del
pueblo. Las condiciones de vida allí eran algo primitivas.[19]La
comida escaseaba, el campamento se inundaba a
menudo y los hombres utilizaban esquirlas de un foco
reflector antiaéreo como espejos para afeitarse.
Los soldados británicos ocuparon la fábrica de la
AFA en Hannover el 20 de abril de 1945. Estaba
prácticamente intacta, por lo que no tardaron en volver
a ponerla en marcha. La planta industrial, en la
que apenas unas semanas antes había trabajado personal
esclavizado en condiciones escalofriantes, fabricando baterías

Página 270
para submarinos y torpedos, empezó a producir pilas secas
para el ejército británico. Herbert permanecióbajo vigilancia;
se sospechaba que era un «títere de su padre».[20] Los
británicos le prohibieron la entrada en la fábrica y
que trabajara para la AFA, y nombraron a Horst Pavel
administrador de la planta.
Ahora dependía de Pavel conseguir salvar la fábrica de
la AFA en Hannover y evitar su desmantelamiento
total. Günther, desdeBaviera, no soportaba que lo hubieran
[21]
obligado a renunciar a su control. Empezó a
obsesionarse con la idea de que Pavel,su lugarteniente
de confianza, estaba conspirando contra él. Ni siquiera
Herbert se libró de las sospechas de su padre. El
heredero escribió a Günther para comunicarle que
debía dejar a un lado su desconfianza si querían
superar los retos a los que se enfrentaban.
Unas semanas antes de huir de Berlín, a Herbert
se le presentó la oportunidad de conseguir una empresa
arianizada para él solo mediante la adquisición de Max
Franck, uno de los principales fabricantes de ropa interior
de Chemnitz. Se planteó seriamente la compra de
aquella antigua empresa judía porque, por una vez,
sería una decisión exclusivamente suya, alejada de «la
sombra de su gran padre».[22] Al final, sin embargo, no
siguió adelante.
A pesar del enorme sufrimiento que habían causado los
dos Quandt, Herbert se sentía agradecido por todo lo que
había aprendido de Günther durante la guerra. «Creoque,
especialmente durante estos difíciles años, desde un puntode
vista industrial, he sido capaz de aprender más cosas de mi
padre de lo que habría podido hacer en circunstancias
normales»,[23] reconocería más adelante. Hacia el verano de
1945, lo que quedaba del imperio empresarial de ambos
pendía de un hilo. Pero, aun así, sus problemas palidecían
en comparación con el escrutinio al que se estaba

Página 271
sometiendoa Friedrich Flick y con el caos que asolaba a
las empresas lideradas por el mediocre Otto-Ernst.

Friedrich Flick huyó de Berlín a Baviera en febrero de


[24]
1945. Se fugó a su finca de Sauersberg, situada a
tan solo una hora al sur de donde Günther se
escondía de la justicia. Flick la había adquirido del
perseguido fabricante de cervezas judío Ignaz Nacher años antes.
(La propiedad sigue perteneciendo a una de las nietas de
Flick hoy en día).[25]
Poco antes de que las fuerzas aliadas liberaran el
complejo siderúrgico francés de Rombach a finales del
verano de 1944,[26] Otto-Ernst Flick regresó a Alemania,
donde su padre le ofreció otro trabajo. En esta
ocasión, quería que liderara la fábrica armamentística de
Gröditz, en Sajonia.[27] En ella, más de mil prisioneros
malnutridos —⁠ traídos de los campos de concentración
de Flossenbürg y Dachau en Baviera; Mauthausen y
Gusen en Austria; y, finalmente, de Auschwitz—
manufacturaban cañones y proyectiles de artillería. Las SS
los retenían y maltrataban en el ático de la
planta industrial. En octubre de 1944, Flick inspeccionó las
instalaciones cuando acudió para presentar a su hijo
de veintiocho años como director. Después fue a cenar al
casino de la fábrica para celebrar el nuevo
puesto de Otto-Ernst. Como había ocurrido en Rombach, este
nombramiento también resultó contraproducente. [28] A las
pocas semanas de su llegada, el imprudente Otto-Ernst
trató de despedir a dos de los ejecutivos de más confianza
de su padre.

Página 272
Otto-Ernst había fracasado en todos y cada uno de los
puestos de gestión en los que había estado desdeque
comenzara la guerra. Pero, aun así, su padre volvió a
ascenderlo.[29] El 1 de febrero de 1945, Flick nombró
a su hijo consejero delegado de Maxhütte, su empresa
siderúrgica más importante,con acerías y minasrepartidas por
toda Baviera y Turingia. Como sucedió en Rombach,
Otto-Ernst estaba sustituyendo a su suegro, al que
obligaron a jubilarse anticipadamente. El heredero de Flick
empezó en su nuevo empleo el 7 de marzo de
1945 mientras el mundo se derrumbaba a su
alrededor.
En Maxhütte, los gerentes de la fábrica habían
tenido trabajando a los Ostarbeiter y prisioneros de
guerra durante casi cien horas a la semana, por lo
que estos estaban muy débiles para continuar. Los gerentes
decidieron entonces castigarlos y redujeron sus ya de por
sí mínimas raciones de comida por «fingir» sentirse
incapacitados. «El ruso come mucho, y tampoco recibían
tanto»,[30] concluyó lacónicamente un empleado más adelante.
Los accidentes y las muertes eran frecuentes. Las
trabajadoras forzadas iban descalzas en las acerías; «algo
poco recomendable con mal tiempo»,[31] comentó con indiferencia
uno de los directivos de la empresa.
A mediados de marzo de 1945, una epidemia de
tifus de la garrapata se extendió por Gröditz y mató a
ciento cincuenta prisioneros en cuestión de días. Semanas
más tarde,con el Ejército Rojo y las tropas
estadounidenses acercándoserápidamente a la fábrica, las
SS enviaron al resto de prisioneros de Gröditz en una
marcha de la muerte de diez días de duración
hacia Praga. Antes de partir, ejecutaron a unos 185
prisioneros a los que consideraron demasiado débiles
para caminar y los enterraron en una gravera junto a
la fábrica de Flick.[32]

Página 273
Mientras se mataba de hambre y se asesinaba
a los prisioneros en sus fábricas, Flick —⁠ sano y
salvo en su finca de Sauersberg, en una colinaal oeste de
Bad Tölz— puso en marcha el llamado «programa
[33]
Tölzer». El magnate ya había dividido su oficina central
entre Berlín, Düsseldorf y Baviera, pero ahora, para conseguir
un colchón que lo mantuviera durante la posguerra,
trató de transferir los activos de su conglomerado
empresarial a su propiedad personal. La maniobra, sin
embargo, falló.
Para cuando el Cuerpo de Contrainteligencia
(CIC) —⁠ la agencia de seguridad militar encargada de
detener e interrogar a muchos de los sospechosos más
infames de la Alemania nazi— lo puso bajo arresto
domiciliario a mediados de junio de 1945, Flick solo había sido
capaz de transferir uno de sus negocios a su control
directo. Dio la casualidad de que Fella era la única
empresa de maquinaria de Flick que no había producido
armas durante la guerra. Flick corría ahora el riesgo
de que le arrebataran por completo su conglomerado de
acero y carbón. Más de la mitad de sus fábricas y
minasse encontraban en la zona soviética y pronto
se le expropiarían. El resto de plantas industriales de
Flick fueron puestas, de momento, bajo control aliado.
Su imperio continental de armas, esclavos y saqueos
había llegado a su fin.
La detención de Flick llevaba meses gestándose. En
una comunicación de mayo de 1945, la OSS lo denominó
«el líder empresarial individual más poderoso, que comparte la
formulación y ejecución de las políticas económicas
nazis» y que «se ha beneficiado del botín de la
conquista nazi en Europa».[34] Tras semanas de arresto
domiciliario, Flick fue detenido oficialmente y trasladado al
[35]
castillo de Kransberg (cuyo nombre en clave era
Dustbin, ‘cubo de basura’), un centro de detención al
norte de Fráncfort en el que se estaba interrogando a

Página 274
sospechosos preeminentes como Albert Speer, Hjalmar
Schacht y Wernher von Braun. Robert H. Jackson,
un juez del Tribunal Supremo estadounidense recién
nombrado fiscal jefe en Núremberg, recibió una comunicación
en la que uno de sus ayudantes esbozaba las líneas
generales de un posible juicio contra los empresarios
industriales, y en la que citaba a Flick, «el más
poderoso [de ellos]»,[36] como uno de los posibles acusados.
A principios de agosto de 1945, Flick fue trasladado de
Kransberg a Fráncfort y entregado a la Oficina del
Gobierno Militar de Estados Unidos en Alemania
(OMGUS), que había ocupado la antigua sede de IG
Farben situada en el barrio de Westend. Días antes del
traslado de Flick, había concluido la última Conferencia de
los Aliados en Potsdam. En ella, el presidente americano
Harry Truman, el dictador soviético Iósif Stalin y el
nuevo primer ministro británico Clement Attlee
alcanzaron un acuerdo sobre los objetivos de ocupación
para Alemania: «democratización, desnazificación, desmilitarización
y descartelización».[37]
Hacía tiempo que Truman había firmado la primera
ley de ocupación americana para Alemania, que mantendría
ciertas partes de la industria, en lugar de destruirla
por completo, y que establecía procedimientos judiciales
apropiados contra los criminales de guerra nazis, en
lugar de ejecutarlos directamente. Días después de que
finalizara la Conferencia de Potsdam, las fuerzas aliadas,
incluida Francia, firmaron la carta de constitución del
Tribunal Militar Internacional (TMI) de Núremberg.
Dicho organismo se encargaría de acusar y juzgar a
veinticuatro de los líderes políticos y militares más
importantes de la Alemania nazi por crímenes de
guerra, crímenes contra la paz y crímenes contra la
humanidad.El TMI sería el primero de muchos juicios en
Núremberg, incluido un posible segundo tribunal[38]
organizado por los Aliados que se centraría exclusivamente

Página 275
en juzgar a los principales empresarios industriales,
financieros y consejeros delegados alemanes. Sin embargo,
dado lo fuertemente entrelazados que habían estado
estos conglomerados y cárteles industriales con la máquina
de guerra nazi —⁠ tomemos a los grupos siderúrgicos
y de carbón de Flick o Krupp y al gigante
químico IG Farben como ejemplos—,los Aliados optaron
por un enfoque de divide y vencerás. Su plan era
desintegrar estos mastodontes industriales y procesar a sus
propietarios y directivos.
Tras la detención de su padre, Otto-Ernst
aprovechó que el puesto de mayor responsabilidad había
quedado vacante y se embarcó en una arriesgada
[39]
reorganización. Empezó despidiendo a los directivos de
Maxhütte de toda la vida, en los que no confiaba, y
los reemplazó por otros que le parecieron leales a su
causa, entre ellos dos antiguos miembros de las SS y
SA. Las autoridades estadounidenses de Baviera, sin embargo,
no se tomaron muy bien este cambio. Arrestaron a
Otto-Ernst durante unos días y revirtieron los cambios de
personal que había realizado. Pero tras su liberación, el
heredero de Flick siguió donde lo había dejado: el 30
de julio de 1945 se reincorporó y readmitió a los gerentes
nazis. Las autoridadesestadounidenses, hartas, prohibieron la
entrada del joven de veintiocho años a Maxhütte y no
tardaron en arrestarlo y conducirlo a la misma prisión
de Fráncfort en la que se encontraba su padre. Con
ambos entre rejas y todas sus minasy fábricas ocupadas,
los pronósticos para el grupo empresarial Flick eran verdaderamente
sombríos.

Página 276
El barón August von Finck pasó una guerra mucho más
tranquila que Günther Quandt y Friedrich Flick. Los dos
hijos adolescentes del aristócrata de cuarentay seis años
eran aún demasiado jóvenes para recibir la formación
necesaria para convertirse en sus sucesores. Además, había
llevado a cabo la arianización del banco Dreyfus de
Berlín y del banco Rothschild de Viena antes de que
estallara la guerra. Como resultado, el magnate de las
finanzas pudo sentarse relajadamente a supervisar su
creciente banco privado Merck Finck y las
inversiones de su familia en Allianz y Munich Re,
y no tuvo que preocuparse por asuntos como la
producción armamentística, la mano de obra esclava o los
demás quebraderos de cabeza a los que se
enfrentaron sus compañeros durante la guerra. (Solo
sufrió uno, inesperado, durante esta época: su divorcio). Reunió
otros ocho millones de reichsmark para la Haus der
Deutschen Kunst de Múnich, después de que Hitler
«expresara su deseo»[40] de que otro edificio independiente
mostrara exposiciones relacionadas con la arquitectura. A
causa de la guerra, sin embargo, la estructura nunca
llegó a edificarse. Von Finck también continuó ejerciendo su
habilidad para los saqueos.[41] Ni siquiera los amigos
fallecidos de Günther se encontraban a salvo de la
avaricia del barón. En 1941, Merck Finck e IG Farben
expropiaron una empresa minera de magnesio austríaca
después de que su propietario estadounidense, Emil Winter,
muriera. Winter era un emigrante alemán gentil que se
había convertido en empresario siderúrgico en Pittsburgh. Como
Günther lo había admirado enormemente, a él y a
su compañía,[42] Magda y él lo habían visitado en
su mansión de Pittsburgh, un edificio digno de la realeza,
durante su viaje por Estados Unidos. Sin embargo, este
era un mundo en el que imperaba la ley del más
fuerte.

Página 277
La paz y la tranquilidad de von Finck se vieron
bruscamente interrumpidas cuando la Wehrmacht se rindió el
8 de mayo de 1945. Este arianizador antisemita, conocido por
su tacañería, fue puesto bajo arresto domiciliario por los
soldados estadounidenses en su finca de Möschenfeld, al
este de Múnich. Los había estado esperando fuera, en el
frío helador, envuelto en unas pieles antiguas completamente
raídas, a pesar de que tenía suficiente maderaa su
[43]
disposición como para encender un fuego. Von Finck retiró
rápidamente una foto de Hitler que tenía sobre el piano y
que incluso llevaba una dedicatoria. Confiscaron sus expedientes
y los enviaron a Múnich, donde las autoridades
estadounidenses se hicieron con el control de Merck
Finck, gracias a una política por la que los activos
alemanes quedaban bajo su dirección, y nombraron
administrador del banco a un superviviente de un
campo de concentración. También se apartó al
aristócrata de su puesto de presidente del consejo de
supervisión de las dos aseguradoras más importantes de
Europa, Allianz y Munich Re. Pero, por el
momento, continuó siendo el mayor accionista de ambas
compañías.
Ya se había señalado al banco privado de von
Finck en un informe de 1944 del Departamento del
Tesoro estadounidense sobre la destitución de los altos
cargos de los bancos alemanes: «Estudien especialmente
a las […] compañías privadas que se han enriquecidocon
las arianizaciones (por ejemplo, Merck Finck & Co.)».[44]
Los Aliados tenían especial interés en disolver los
bancos privados y comerciales de Alemania que habían
financiado incontables fábricas armamentísticas, procesos de
arianizacióny campos de concentración y de exterminio a
lo largo y ancho del Tercer Reich. Los puestos de
Günther Quandt y Friedrich Flick en los consejos de
supervisión, respectivamente, del Deutsche Bank y del Dresdner

Página 278
Bank, por lo tanto, los hacían incluso más sospechosos
[45]
a ojos de los Aliados.
A pesar de la caída de Hitler, la lealtad de von
Finck hacia el Führer permaneció intacta hasta el final. Kurt
Schmitt, el antiguo consejero delegado de Allianz y
ministro de Economía del Reich, que tan a menudo
había acompañado al aristócrata en sus visitas a
Hitler, le dijo a uno de los interrogadores
americanos: «Incluso durante los últimos años de la
guerra, cuando personajes destacables me confesaron abiertamente
que Hitler […] había conducido a Alemania al bordedel
abismo, v. Finck […] nunca me expresó ninguna duda o
crítica sobre el liderazgo del Führer».[46] Hans Schmidt-Polex,
otro directivo de Allianz y viejo amigo de von
Finck, declaró ante su interrogador estadounidense que el
barónbanquero, incluso durante los primeros meses de
1945, le había reconocido que «seguía siendo un nazi
convencido» que «moriría por sus creencias si era
[47]
necesario».
Los estrechos lazos de von Finck con Hitler situaron de
lleno a su banco privado en el puntode mira de los
estadounidenses y los soviéticos. En mayo de 1945, un
informe de la Sección de Economía de Guerra del
Departamento de Justicia de Estados Unidos manifestó que
el banco de von Finck era «el propietario y
administrador de la fortuna privada de Hitler».[48] Esa
afirmación todavía estaba por demostrar. El nombre de
Hitler no aparecía en la lista que había entregado el banco
de nazis prominentes que habían abierto alguna cuenta
privada en Merck Finck. La propaganda soviética
afirmaba que, mientras Hitler estuvo en el poder, von
[49]
Finck lo había convertido en accionista de Merck Finck,
pero el banco también negó esta acusación.
La impresión que tenían las autoridadesamericanas sobre von
Finck empeoró mientras seguía bajo arresto domiciliario.
Un informe del Departamento de Hacienda de Estados

Página 279
Unidos describía al banquero como «pronazi en todos los
aspectos: alto, esnob, reservado, quisquillosoy burócrata. Se
dice que tiende totalmente hacia la frialdad; que es tan
poco sentimental que raya la crueldad, así como
[50]
extremadamente ambicioso». A finales de mayo de 1945,
oficiales estadounidenses lo trasladaron a un campo de
internamiento, donde lo interrogaron. Descubrieron que
era «un tipo algo complicado; alguien que durante años ha
tratado de sacar el mayor provecho de dos mundos,
beneficiándose enormemente de la [re] organización de
los bancos judíos[Rothschild, Dreyfus, etcétera] bajo la apariencia
de estar protegiéndolos».[51] Pero ahora que tenían bajo
custodia a este astuto personaje, ¿qué planeaban hacer con él
los americanos? Resultó que prácticamente nada.
7

Los estadounidenses sacaron al barón August von Finck del


campo de internamiento en octubre de 1945, tras cinco
meses de detención. Lo aguardaba un futuro incierto.
Se le prohibió el acceso a su banco y a
los consejos de administración a los que pertenecía, y
el asunto de los procesos dearianizaciónseguía sobre la
mesa.Se había liquidado lo que quedaba del banco S. M. von
Rothschild de Viena[52] y algunas de las acciones se
devolvieron al barón Louis von Rothschild, que había emigrado a
Estados Unidos.
Willy Dreyfus, el antiguo dueño de su banco
familiar, no se había aventurado a ir tan lejos. Había
emigrado a Basilea, Suiza, después de que Merck Finck
arianizara su sucursal en Berlín en 1938. Cuando terminó
la guerra, Dreyfus empezó a investigar si él y los
herederos de su socio fallecido podían hacer responsable
económicamente a von Finck de dicho proceso de arianización.
Como Dreyfus no tenía interés alguno, ni opciones, de
reabrir el banco, quería una indemnización. A pesar de

Página 280
una «comprensible reticencia por volver a pisar suelo
[53]
alemán», Dreyfus cruzó la frontera para explorar qué
opciones tenía su recurso y se encontró por
casualidad con von Finck en una reunión en Múnich el
29 de septiembre de 1946. El aristócrata se sintió
profundamente ofendido cuando Dreyfus se negó a
saludarle.
Von Finck le dijo a Dreyfus que «si los papeles
se hubieran invertido, él se habría acercado y hubiera
aprovechado la oportunidad para darle las gracias por la
digna adquisición de su negocio en 1937-38». Cuando el
asesor legal de Dreyfus le contó a von Finck la razón de
la visita de ambos a Múnich —⁠ poner en marcha los
procedimientos de indemnización contra él—, el barón
pareció «sorprendido» y «algo preocupado». Von Finck
accedió a resolver el asunto de forma directa y
tan rápida como fuera posible. Pero Dreyfus, dudoso, dijo que
rompería de inmediato cualquier negociaciónsi el banquero
aristócrata «seguía banalizando las circunstancias de la
arianización».
Las negociaciones entre los dos hombres se
desarrollaron en una atmósfera «glacial»,[54] pero se
cerraron en tan solo tres días. El 2 de octubre de
1946, Dreyfus y von Finck firmaron un acuerdo: Dreyfus
recibiría cerca de dos millones de reichsmark, principalmente
en participaciones de Allianz y Munich Re. Así, se
restituirían los cerca de 1,65 millones de reichsmark que
Merck Finck no pagó por la sucursal de Dreyfus en
Berlín en marzo de 1938, más algunos fondos de
comercio. Los herederos del antiguo socio de Dreyfus, Paul
Wallich, que se suicidó poco después del proceso de
arianización, recibirían unos cuatrocientos mil reichsmark también
en acciones.
Sin embargo, el acuerdo entre Dreyfus y von
Finck se frenó en seco.[55] El control de los bienes de
Merck Finck estaba en manos de los americanos,

Página 281
por lo que el barón ni tenía acceso a las acciones de
su banco privado, ni podía transferir participaciones a
Suiza, donde Dreyfus vivía y se había nacionalizado.
Puesto que tampoco existían todavía leyes americanas
sobre las compensaciones de guerra para la Alemania
ocupada, el acuerdo quedó en pausa. Mientras tanto,
von Finck seguía siendo un objetivo clave de los
investigadores estadounidenses. Aunque los descubrimientos de
dichas investigaciones continuaban siendo un secreto
bien guardado, un juicio contra el barón estaba más que
asegurado.

La producción se detuvo en la fábrica de


Volkswagena principios de abril de 1945. Apenas quedaba
comida en el inmenso complejo de Fallersleben, y
los nazis comenzaron a emplearlo como lugar de tránsito
de las deportaciones de otros subcampos de
concentración.[56] El 7 de abril, las SS ordenaron la
evacuación del resto de subcampos de la fábrica de
Volkswagen. Un centenar deprisioneros de uno de ellos
pereció tras su deportación a Wöbbelin, uno de los
muchos subcampos de Neuengamme, situado a horas de
distancia hacia el norte. Seiscientas cincuenta prisioneras judías
retenidas en una de las salas de la fábrica fueron
deportadas en vagones de carga a Salzwedel, un campo
de concentración solo para mujeres a una hora de distancia
hacia el noreste. Una semana después, las fuerzas
estadounidenses las liberaron.
El resto de los trabajadores forzados y esclavizados
de la planta industrial de Volkswagenfueron liberados

Página 282
por tropas norteamericanas el 11 de abril de 1945. Un
día antes de la llegada de los soldados, el sádico
director de la fábrica, Anton Piëch, huyó del complejo,
llevándose consigo[57] más de diez millones de reichsmark en
efectivo robados de las arcas de Volkswagen, y de
enviar a cerca de doscientos cincuenta soldados de la
milicia de la fábrica a luchar al frente. Se
escabulló a su Austria natal con esos millones, donde
el clan Porsche-Piëch lo esperaba en la finca familiar
de Zell am See. Durante los ocho años anteriores, la empresa
Porsche ya había facturado a la planta Volkswagen
unos veinte millones y medio de reichsmark por sus
servicios de diseño y desarrollo. «Es probable que esta
suma sentara las bases económicas del éxito de la creación,
tras la guerra, de la sociedad Porsche»,[58] concluyeron
décadas más tarde dos historiadores.
A mediados de mayo de 1945 en Austria, un equipo
de investigación aliado llevó a cabo una redada en la
finca de cuatrocientas hectáreas de Zell am See y en
las oficinas centrales provisionales de Porsche en
[59]
Gmünd. Comenzaron preguntando a Ferdinand Porsche y
a sus ingenieros sobre su participación en el desarrollo de
tanques y vehículos militares. A medida que el
interrogatorio se iba endureciendo, Porsche y su
personal se vinieron abajo y entregaron los diseños
técnicos de la compañía. En el momento de la redada,
la OSS publicó un memorando sobre el diseñador de
armas y automóviles: a través de Hitler, «a
Porsche se le confió la ejecución de uno de los
[60]
proyectos favoritos de los nazis»: el Volkswagen.
Porsche también «jugó un papel importante en el
equipamiento de la maquinaria de guerra nazi».
Anton Piëch, de cincuenta años, y el hijo de
Porsche, Ferry, fueron arrestados por el CIC el 29 de julio
de 1945 y llevados a un campo de internamiento
cerca de Salzburgo. Detuvieron a Ferdinand Porsche cinco días

Página 283
después, pero se lo trasladó al castillo de
Kransberg, en Alemania. El diseñador estrella de sesenta
y nueve años se quejó a sus interrogadores de que
ya lo habían investigado exhaustivamente en Austria. «El
apoyo de Hitler era meramente necesario para conseguir
implementar mis ideas»,[61] les dijo.
Pero la producción de armas para los nazis no era
lo único que había puesto a Ferdinand Porsche a
merced de estos investigadores. Los Aliados querían esos
secretos comerciales para ellos. Y en cuanto a la
gestión brutal que Porsche y Piëch habían llevado de
la fábrica de Volkswagen, en la que emplearon a
unos veinte mil trabajadores forzados y esclavizados,
entre ellos unos cinco mil prisioneros de campos de
concentración, a los Aliados les importaban poco las
deplorables prácticas profesionales de los magnates. Les
preocupaba sobre todo el dinero de Porsche y Piëch,
por lo que los acusaron de robar los activos de
Volkswagenpara su propio beneficio. Y no se equivocaban.
Tras saquear las arcas de Volkswagen, Piëch había seguido
[62]
enviando facturas desdeAustria, por valor de más de 1,25
millones de reichsmark por los servicios prestados por la
compañía, incluso después de que ocuparan la planta
y empezaran a supervisarla las fuerzas armadas
británicas. Puesto que Piëch todavía no había sido depuesto
oficialmente de su cargo de director de la fábrica,
seguía sintiéndose con derecho a actuar así.
Ferdinand Porsche negó haber participado en ningún
desfalco; después de todo, quien había robado a
Volkswagenhabía sido su yerno. Lo liberaron tras cinco
semanas y regresó a Austria. Anton Piëch y
Ferry también salieron del campo de internamiento en que
se encontraban después de que Ferdinand se pasara
varias semanas hablando con las autoridadesaliadas para
conseguirlo. Pero cuando los investigadores estadounidenses y

Página 284
británicos empezaron a olvidarse de ellos, el trío cayó en el
puntode mira de otra fuerza aliada: los franceses.

Bielefeld, ciudad natal de Rudolf-August Oetker, fue


tomada por los norteamericanos el 4 de abril de
1945. En cuestión de unos días, el magnate tuvo a tres
oficiales del ejército estadounidense alojados en su
casa, a los que agasajó con botellas de schnapps de
Steinhäger, la ginebra local de Westfalia, y a los que
aseguró que quería marchar con ellos contra los
[63]
soviéticos. Claramente, no tenían ni idea de que su
encantador anfitrión era un oficialde las Waffen-SS.
La diversión de Rudolf-August, de por entonces
veintiocho años, terminó cuando la Alemania nazi capituló el
8 de mayo: Bielefeld se encontraba en la zona
ocupada por los británicos. Como oficialde las Waffen-SS, lo
arrestaron de inmediato y lo destituyeron de todos sus
cargos profesionales. Llevaba al frente de la empresa
alimentaria de su familia desdeque su madre, padrastro
y hermanastras murieran durante un bombardeo
estadounidense. El 18 de mayo rindiócuentas ante las
autoridadesbritánicas de Bielefeld, que lo detuvieron
directamente. Le comunicaron que al día siguiente se
le trasladaría a Staumühle, un gigantesco campo de
internamiento británico a treinta kilómetrosal sur de
Bielefeld. Junto a otros presos, se lo retuvo al
principio en una fábrica abandonada a las afueras del
pueblo. Más adelante, el heredero recordaría: «De la
nada, aparecieronunos tipos que empezaron a apalearnos como si
no hubiera un mañana. Luego escuché que eran

Página 285
polacos, pero nadie lo sabía a ciencia cierta. Yo
tampoco pude fijarme mucho porque enseguida me
[64]
golpearon en la cabeza y me desmayé».
Cuando Rudolf-August se despertó en Staumühle, estaba
paralizado, por lo que se lo trasladó rápidamente a un
hospital militar británico en un castillo, a unos
kilómetros al este de la frontera holandesa. Durante su
recuperación mientras estaba detenido, leyó la novela
debutde Thomas Mann, Los Buddenbrook. El texto relata la
caída de una rica familia comerciante del norte de
Alemania a través de cuatro generaciones, y fue
la razón principal por la que concedieron a Mann el
Premio Nobelde Literatura. Leerla «deprimió mucho»[65] a
Rudolf-August; y no era de extrañar. Era el heredero
de una dinastía empresarial diezmada, también del norte de
Alemania, y se hallaba preso e inmóvil en su país
natal, que estaba destrozado por la guerra y ocupado por
los extranjeros.Al menos tenía a su mujer, Susi, que
iba a visitarlo y conseguía llevarle a escondidas tabaco,
juegos de mesa y, claro está, polvos de chocolate
para hacer pudín. A mediados de enero de 1946, Rudolf-
August salió en libertad tras ocho meses detenido.
Aunque con el tiempo había empezado a caminar poco a
poco, los médicos le dijeron que tendría que utilizar un
bastón el resto de su vida.
Rudolf-August pensaba que, como sucesor de Richard
Kaselowsky, su padrastro nazi, las autoridadesbritánicas lo
habían apresado por ser «culpable por asociación».
Bajo el control que Kaselowsky había ejercido en Dr.
Oetker durante la época nazi, la familia se había
beneficiado de los procesos de arianización, de la
producción de armas, del empleo de mano de obra
forzada y esclava, y había colaborado estrechamente con las
SS y la Wehrmacht para dar a los soldados una
mejoralimentación. Kaselowsky incluso había sido miembro del
Círculo de Amigos de Himmler y había pagado una

Página 286
cuota por ello. Pero todos estos asuntos se olvidaron con su
muerte. A los británicos solo les importaba el papel de
Rudolf-August como oficialde las Waffen-SS.
Mientras el magnate permaneció entre rejas, la propiedad
de Dr. Oetker y sus filiales quedó bajo control
británico y se nombró un nuevo administrador. A raíz
de su detención, le habían prohibido reconstruir su
negocio familiar, y ahora también habían congelado sus
activos. Había perdido su empresa, no le permitían
trabajar, probablemente iban a juzgarlo como oficialde las
SS y seguía gravemente herido. Tras su liberación, se
trasladó con su mujery sus hijos a la casa de
invitados de su finca familiar en Bielefeld. La
prohibición de trabajar le resultó «frustrante»,[66] pero,
aparte de leer y aprender a andar de nuevo, no
había mucho más que pudiera hacer. Daba largos
paseos con su hijo por parajes salpicados de ovejas
y cabras. Pero, aun así, todavía no se había resignado
a vivir una vida apacible apartado del mundo. El
príncipe del pudín estaba esperando el momento oportuno.

10

Günther Quandt también prefirió pasar desapercibido tras


la derrota bélica. Mientras detenían a infinidad de
ricos compañeros, él había conseguido dar esquinazo a los
Aliados, milagrosamente, en la Baviera rural. Se estaba
planteando,no obstante, trasladarse a Hannover,[67] donde
su hijo Herbert estaba instalado cerca de la que una vez
fue su preciada fábrica de baterías AFA, ahora ocupada
por los británicos. Sin embargo, mientras aguardaba la
decisión de los norteamericanos sobre si lo imputarían o

Página 287
no en Núremberg, dos tribunales alemanes también
empezaron a investigarlo: uno en Hannover y otro en
Starnberg, cerca de la ciudad a la que había huido.
Tuvo que renunciar, por lo tanto, a sus planes de
traslado a finales de 1945; parecía más prudente
quedarse en Baviera.
En enero de 1946, Günther pensaba que las
inminentes elecciones en Estados Unidos a mitad de legislatura
supondrían un cambio positivo para él en la zona de
ocupación americana. «Los republicanos no compartirán el
punto de vista de que el dinero es robado. Ya casi
siento una brisa de aire fresco»,[68] le escribió a un
amigo. Sin embargo, para cuando los republicanos
celebraron su victoria aplastante frente a los
demócratas y retomaron el control del Congreso ese otoño,
hacía tiempo que se había arrestado a Günther y se lo
había trasladado a un campo de internamiento.
A mediados de marzo de 1946, los investigadores del
CIC interrogaron a Günther durante dos horas en
Starnberg. A sus ojos, este organismo no era más que «la
[69]
versión americana» de la Gestapo. Cuando entregó
su cuestionario de la OMGUS, Günther añadió una
sección titulada la «Persecución política del doctor
Günther Quandt»,[70] en la que detallaba su supuesto
maltrato a manos de Goebbels. Pero con esto no
impresionó a sus investigadores. A mediados de junio de
1946, pusieron a Günther bajo arresto domiciliario en la
casa que el alcalde tenía en Leutstetten, en la
[71]
montaña de Tierkopf.«Unos cuantos caballeros» se
interesaron ahora por él. Los estadounidenses confiscaron todos sus
archivos y los enviaron a Núremberg. Después, el 18
de julio de 1946, diez días antes de su sesenta y
cinco cumpleaños, el CIC lo detuvo. Este año no
habría ocasión para celebraciones lujosas.
En primer lugar, se encarceló a Günther en
Starnberg. A finales de agosto de 1946, sin embargo, se

Página 288
lo trasladó a un campo de internamiento de
Moosburg, al noreste de Múnich, donde se lo
[72]
registró bajo la categoría de «se busca» para los
juicios a empresarios industriales en Núremberg,
sobre los que todavía no se había tomado una decisión.
Las pesquisas que se estaban llevando a cabo sobre el
magnate en Hannover acababan de concluir y los
investigadores lo consideraron un «capitalista reaccionario,
uno de los primeros soldados de asaltoy un activista
militar. Sus influencias contra la ideología nazi y la
economía de guerra tendrían que haber sido más activas
dada la posición que ocupaba en la esfera
económica, para que su reivindicación de que se oponía al
régimen fuera fidedigna […]. Su antagonismo privado y
personal hacia el doctor Goebbels […] no puede
considerarse, bajo ningún concepto, una descarga de
[73]
responsabilidad política». Los investigadores también recibieron
«la urgente solicitud» de los representantes de los
trabajadores de la AFA de que apartaran «de una vez
por todas» a Günther y a su hijo Herbert de
cualquier contacto que tuvieran con la empresa de
baterías. Se tachó a Günther de «no apto para ningún
puesto» en la economía alemana de ahí en adelante.
El magnate empezó entonces a trabajar en su
[74]
defensa. Como conseguir cualquier tipo de representación
legal era todo un logro —⁠ millones de alemanes la estaban
buscando— y no hablemos ya de dar con un buen
abogado, en agosto de 1946 Günther contrató a uno
de Starnberg sin experiencia a quien ordenó que, junto a
sus familiares y empleados, empezara a recopilar declaraciones
y documentos que lo exculparan.
Una de las primeras paradas del abogado fue en
la casa que Ello, la mejor amiga de Magda y
antigua integrante del clan Quandt, tenía en Berlín. Ello
había dejado el Partido Nazi en 1935, pero siguió siendo
una invitada muy querida en la casa de los Goebbels.

Página 289
Günther estaba basando parte de su defensa en el
hecho de que había sido un opositor al nazismo y
una víctima de Goebbels, que lo había chantajeado
para que se uniera al NSDAP. Ello le ayudó
felizmente a confirmar esta mentira. «Goebbels aprovechó
todas las oportunidades que se le presentaban para denigrar
y burlarse del “odiado Quandt”»,[75] expuso en una
declaración jurada de finales de agosto de 1946.
Explicó el conocido cuento sobre la relación entre los
dos hombres: Günther se había visto obligado a plegarse
ante las exigencias de Goebbels de que se uniera al
Partido Nazi por miedo a que el maestro de la
propaganda se hiciera con la custodia del joven Harald,
«eliminara la influencia de su padre» y lo adoctrinara
e introdujera en la causa nazi. Incluso después de que
Goebbels lograra quedarse con el hijo de Günther, Ello
declaró que Harald nunca sucumbió a la ideología nazi
y que el «amor y el cariño que sentía por
su padre», contra todo pronóstico, nunca desapareció.
Este testimonio recibiría el apelativo de Persilschein —
⁠ ‘un vale para Persil’— por la famosa marca de
detergente alemán. Es un término irónico paracualquier
declaración que pretenda blanquear la mancha de
colaboración y simpatía hacia los nazis. Las personas
sospechosas de ser nazis podían quedar absueltas de sus
supuestos delitos si las declaraciones juradas de
familiares, amigos o compañeros los refutaban ante los
tribunales. A menudo, un Persilschein era suficiente para
garantizar a cualquier acusado de nazismo un certificado de
respetabilidad que le permitiría volver al trabajo o,
en el caso de los magnates, recuperar el control de
sus imperios empresariales y sus puestos en los consejos
de administración. Como es evidente, Günther necesitaba
mucho más que un único Persilschein. Mientras que su
abogado claramente intervino en la redacción del
[76]
testimonio de Ello, Günther ordenó personalmente a su

Página 290
hermano pequeño Werner, el exmarido de Ello, que no
hiciera «ninguna promesa ni mención a ningún
[77]
asunto monetario» a la hora de conseguir más
declaraciones exculpatorias, de Ello o de cualquier otro,
para así mantener una apariencia de honestidad.
A finales de octubre de 1946, Harald envió una
declaración desdeel campo de prisioneros de guerra británico
de Bengasi, que confirmaba los «hechos» detallados en el
afidávit de Ello: «Nunca fui miembro ni candidato del
NSDAP. Este rechazo al partido y sus organizaciones
se debe, exclusivamente, a la influencia de mi padre,
y pude permitírmelo porque, como “hijastro del doctor
Goebbels”, no solían preguntarme por estos temas». [78] Harald
estaba ansioso por empezar de nuevo en la
vida. Consideró la opción de viajar o incluso emigrar a
Australia, Nueva Zelanda o Egipto cuando lo
[79]
liberaran. Pero no tardó en cambiar de opinión.
Hacia principios de 1947, el joven de veinticinco años estaba
listo para regresar a Alemania. No paraba de ver
cómo ponían en libertad a docenas de sus
compañeros de guerra, pero su turno no llegaba. «Esto ya
no resulta nada divertido. Quieres irte a casa; volver a
ser un ser humano entre otros humanos y no un
prisionero entre gente autoritaria que, aunque muy afable, no
olvida ni por un segundo que eres “un miembro de
[80]
la derrotada Wehrmacht”», escribió a su padre.
Los Persilschein más valiosos eran los que redactaban las
personas con algún origen o conexión judía, lo que
condujo a la vulgar expresión coloquial de «judíos-
[81]
coartada». Algunas de estas declaraciones, sin embargo,
eran sinceras. En octubre de 1946, Georg Sachs, un
antiguo directivo armamentístico de Günther, escribió
desdeEstados Unidos una carta a un miembro del
consejo de DWM. Günther había apoyado
económicamente a Sachs para que pudiera huir de la
Alemania nazi en 1936, y el hombre respondía ahora con

Página 291
empatía ante el encarcelamiento del magnate: «Siento lástima
por Quandt porque siempre se comportó con bastante
decencia. Si lo desea, puedo realizar por él una
declaración jurada […] si piensa que puede estaren
dificultades. ¿Ha escapado su hijo del suicidio colectivo
de Goebbels? […] Nadie puede esperar de mí que
juzgue con moderaciónla situación de Alemania. Evidentemente,
lo siento por toda la gente que, sin tener culpa directa
de ello, ahora atraviesa terribles dificultades. Pero, por otro
lado, cualquier persona con estudios o sin ellos tendría
que haberse dado cuenta antes de la clase de canallas
que estaban al mando». Günther ansiaba obtener un
afidávit de Sachs. Y este, ahora catedrático de
metalurgia física en Cleveland (Ohio), se lo dio. Testificó
que Günther había preparado un «generoso acuerdo
financiero»,[82] que lo ayudó a trasladar a su
familia y sus pertenencias, y que ahora solo deseaba,
«sinceramente, que no se considere un criminal de
guerra al doctor Quandt».
Mientras lo retenían en el campo de
internamiento de Moosburg, Günther empezó a escribir sus
memorias, en las que habló de su infancia, sus comienzos
en el mundo empresarial, sus viajes al extranjero y
su conquista de varias compañías durante la República de
Weimar. Dedicó casi treinta páginas a su vida con
Magda, aprovechando la oportunidad para describirse a sí
mismo como una víctima de los nazis que, a diferencia
de los fanáticos de los Goebbels, no había apoyado ni a
Hitler ni a sus ideas. No escribió prácticamente nada sobre sus
actividades empresariales durante el Tercer Reich. Sí se
refirió, sin embargo, tres veces, a su negocio
armamentístico de la Deutsche Waffen-und Munitionsfabriken,
aunque solo por su acrónimo DWM, que sonaba más
inofensivo y menos militar. Insinuó que solo fabricaba
locomotoras, piezas industriales y máquinas. Además, no
pudo evitar alardear sobre que el número total de

Página 292
«empleados» había crecido hasta los 150 000 durante la
guerra, aunque se le olvidó mencionar la utilización
de decenas de miles de trabajadores forzados y
esclavizados en sus plantas industriales. Sí que aludió
a todo el duro trabajo adicional que el desarrollo de
la guerra les había causado a él y a todos sus
«empleados», pero concluyó, orgulloso: «Conseguimos
hacerlo».[83]
La autobiografía fue un intento poco sutil de disfrazar
y blanquear el papel de Günther durante el Tercer
Reich, y de ponera los estadounidenses de su parte
ahora que se acercaban los Juicios de Núremberg.
Dedicó un capítulo entero a sus viajes por Estados
Unidos y a su admiración por el país, concluyendo con
sensiblería: «¡América! Con cuánta frecuencia pienso: el ascenso
de este continente es uno de los capítulos más
maravillosos de la historia de la humanidad».[84] Dada su
inmensa fortuna y conexiones, Günther admitía en sus
memorias que podría haberse marchado de la Alemania
nazi cuandohubiera querido; sin embargo, a pesar de que
nunca sirvió en ninguna guerra, se consideraba a sí
mismo un soldado leal: «un empresario como yo podría
haberse alejado. Tenía amigos en el extranjero, en el
norte y sur de América,que me hubieran acogido en
cualquier momento. Pero me habría parecido que eso era
desertar, por lo que permanecí en mi puesto. Mantuve
un contactoestrecho con mis colegas más allegados, cuidé de
mi gran número de trabajadores y plantilla e intenté
mantener las fábricas y las empresas a mi cargo
intactas».
Incluso la única reflexión que Günther realizó sobre su
propia «culpa» le dejaba en buen lugar. Escribió que, a
diferencia de sus compatriotas, había sido de los primeros
en leer Mein Kampf, el libro de Hitler: «En él
aparecían las cosas a las que nos enfrentaríamos si este
hombre entraba en el gobierno. No hablaba solo del

Página 293
trabajo y el pan, sino también de la guerra y
la opresión de otras sociedades. Por desgracia, la mayoría de
los alemanes no leyó este libro hasta que ya fue tarde.Si
lo hubieran hecho, podríamos habernos ahorrado uno de
los capítulos más espantosos de la historia de Alemania.
Me reprocho a mí mismo no haberme tomado a
Hitler más en serio. Si otras personas y yo hubiéramos
hecho copias de algún fragmento de Mein Kampf y
hubiéramos repartido millones de ellas, con la condición de
que las hubieran leído, ¡no hubiéramosrecibido un castigo
tan severo!».
El gran fabricante de armas escribió que había dado la
bienvenida a la reconstrucción de las fuerzas armadas
alemanas durante la década de 1930, «porque pensaba
que era la única forma de ponerfreno al gobierno
arbitrario del partido. Durante un tiempo me pareció
imposible que algún día se emplearan para una nueva
guerra mundial. Las continuas afirmaciones de Hitler de
que quería la paz me engañaron».
La derrota de Alemania había supuesto pérdidas
materiales para Günther. Para empezar, algunos de los
negocios que había arianizado se devolvieron a sus legítimos
dueños o a los herederos de estos que habían
sobrevivido. Günther también lamentó la pérdida de su
casa de Berlín, su finca de Severin y sus fábricas
textiles, «de maquinaria» y de baterías. Muchas se
destruyeron, fueron incautadas o acabaron en el territorio
ocupado por los soviéticos. «Admito que estas pérdidas no
son tan importantes en comparación con la catástrofe
que le ha tocado sufrir al pueblo alemán. Pero, aun
así, me han afectado profundamente»,[85] escribió en un
vago intento de evitar sentir lástima por sí mismo.
«Había planes, esfuerzos y esperanzas depositadas en
cada fábrica y máquina perdida». En una carta a un
amigo, escribió que el número de fallecidos era
«terrible»,[86] pero también se preguntó: «¿Quién tenía

Página 294
siquiera la más mínima idea de la cantidad de
víctimas que los nazis cargaban sobre su conciencia?».
La vida en el campo de Moosburg, en el que
había más de diez mil prisioneros alemanes, fue dura para el
envejecido magnate.[87] Günther compartía un barracón con
cerca de cien hombres. Se levantaba a las cinco y media
de la mañana para así poderutilizar el baño, que solo
disponía de dos grifos, él solo. Comía de una lata, iba
ataviado con la ropa del campamento, que no era de
su talla, y llevaba puestos unos zapatos demasiado
grandes, que adaptó a su pie con ocho trozos de
cartón. Se le estaba encorvando la espalda de pasar
semanas y semanas sentado en bancos y
banquetas sin respaldo. Para evitar «reflexionar sobre su
destino»,[88]acudía a las charlas que ofrecía el colegio
del campo por las tardes: «Tres sobre el Tíbet, dos
sobre África oriental, una sobre China, seis sobre agricultura, dos
sobre teoríamusical, dos sobre pedagogía, seis sobre el círculo
de estudios europeo-americano, dos sobre la India, tres
sobre las religiones cristianas a lo largo del tiempo y
[89]
al menos veinte sobre medicina, de 19:00 a 20:00».
Hacia mediados de septiembre de 1946, las investigaciones
norteamericana y alemana sobre el imperio de Günther
continuaban, pero todavía no se había hecho ninguna
acusación contra él. En su lugar, lo fueron trasladando
de un campo a otro hasta que terminó en uno
situado en los terrenos del antiguo campo de
concentración de Dachau. Las condiciones en Dachau habían
mejorado mucho desdeque los nazis se marcharan.
«Calefacción central, baños amplios, que puedes
utilizar tú solo si te levantas a las seis en punto,
lo cual no es difícil porque descansamos de 21:00 a
6:00 y de 13:00 a 15:00. Hay agua corriente fría y
tenemos agua caliente tres veces por semana»,[90] le
escribió a un amigo. Cuando el magnate fue
llevado al hospital militar de Dachau por problemas

Página 295
cardiacos, describió que se sentía como un «invitado del
gobierno de Estados Unidos en el mejorsanatorio de
Alemania. No está nada mal; las habitaciones están
agradablemente calefactadas, hay agua corriente, y están los
baños y la comida, buena y abundante. Sin
[91]
olvidar los impresionantes cuidados médicos».

11

Los Flick, padre e hijo, estaban causándoles a sus


interrogadores americanos un buen dolor de cabeza. Los
interrogatorios de ambos en Fráncfort estaban demostrando
ser «poco satisfactorios, puesto que los Flick se
muestran esquivos y contradictorios en sus respuestas»,[92]
decía una de las comunicaciones escritas de uno de los
investigadores. Flick padre se retrataba a sí mismo como un
opositor y víctima de los nazis, al que habían
obligado a trabajar con ellos.[93] Le dio la vuelta a
la verdad sobre los procesos de arianización que había
llevado a cabo para que así el relatole fuera favorable:
eran acuerdos diseñados para ayudar a los empresarios
judíosa escapar de los nazis. El magnate también
resaltó la supuesta naturaleza descentralizada de su
conglomerado empresarial para fingir que toda la toma de
decisiones recaía, de forma individual, en los gerentes.
Aseguró, por lo tanto, no haber tomado parte en la
producción armamentística ni en las solicitudes para conseguir
trabajadores forzados o esclavizados. Los lugartenientes
de Flick, la mayoría de ellos arrestados a principios de
1946, se ciñeron a historias parecidas para defenderse.
Durante su interrogatorio, Otto-Ernst descargó todas las
responsabilidades respecto a las condiciones laborales y de

Página 296
vida de los trabajadores del complejo siderúrgico de
Rombach, sobre los otros directores y las autoridades nazis.
Los Ostarbeiter estaban alojados en habitaciones que
eran «casi demasiado bonitas»,[94]declaró el heredero de los
Flick durante uno de los interrogatorios. Dijo que había
querido mantenerse al margen de las condiciones
laborales lo máximo posible, pero aseguró haberse
dado cuenta de que «los Ostarbeiter tenían libertad para ir
de un lado a otro» y de que «parecían estar muy
bien alimentados. La comida era excelente. ¿Verjas con
alambre de espino? No lo sé». Otto-Ernst negó que
existiera ninguna diferencia entre el sueldo de los
trabajadores normales y los forzados: «En principio, el
Reich tenía una política de trabajo y desempeño
igualitarios; daba exactamente lo mismo quién realizara el
trabajo».
En respuesta a las rocambolescas respuestas de
Otto-Ernst, Josif Marcu, uno de los investigadores
norteamericanos asignados a los Flick, lo amenazó con
someterlo a trabajos forzados o encarcelarlo durante
[95]
diez años si no dejaba de mentir. No causó efecto
alguno. De hecho, el heredero de Flick se quejó de
estar encerrado en el mismo pasillo que los infames
asesinos de las SS Oswald Pohl y Otto Ohlendorf.
Irónicamente, esos mismos hombres, junto al padre de
Otto-Ernst, habían formado parte del Círculo de Amigos
de Himmler. Flick padre incluso había acudido a una
presentación de Ohlendorf en el Ministerio de
Propagandade Goebbels en 1943, en la que, con el
apoyo de material filmado en el frente oriental,
Ohlendorf habló sobre sus labores como comandante del
Einsatzgruppe D, responsable de la masacre de más
de noventa mil personas —⁠ sobre todo judíos— en la
Unión Soviética.
En marzo de 1946, Robert H. Jackson, el
fiscal jefe, escogió a Telford Taylor como su ayudante

Página 297
para el primer juicio de Núremberg, que sería el más
[96]
importante. Taylor también presidiría la División de
Procedimientos Posteriores, que constituyó la base de la
Oficina del Jefe del Consejo para los Crímenes de
Guerra, una autoridad americana de enjuiciamiento en
Alemania encargada, en parte,de investigar a las grandes
empresas. Ese mes, Josif Marcu informó a la prensa de
la detención oficialde Flick, llamándolo «el mayor poderindividual
tras la máquina de guerra nazi».[97] Además, respaldó
encarecidamente la idea de juzgar al magnate junto a
otros empresarios industriales.
Cuando finalmente entregó sus hallazgos al afable
Taylor —⁠ educado en la Escuela de Derecho de
Harvard—, Marcu dejó claro que Flick era un firme candidato
para Núremberg. Marcu denominó a Flick «el barón
ladrón germánico, moderno y hecho a sí
[98]
mismo», que «se caracterizaba por un perversodeseode
conseguir un poderabsoluto. Su crecimiento industrial se basaba
en operaciones inmorales y despiadadas; apoyaba
actos y a individuos condenados hoy en día por un
mundo indignado; privaba a trabajadores honestos de los
frutosde su esfuerzo; participó en programas de
arianización de un alcance inaudito; en el expolio de
bienes y propiedades en países brutalmente anexados
y subyugados; empleó decenas de miles de
trabajadores esclavizados, hombres y mujeres, apartados a
la fuerza de sus hogares y países. Era el productor
de armas más importante de la máquina bélica nazi».
Como conclusión, Marcu terminó su comunicación a
Taylor declarando que Flick «había empleado a
trabajadores esclavizados ucranianos en sus propiedades
expoliadas de Francia, y a trabajadores esclavizados
franceses en sus fábricas expoliadas de Ucrania; era un
hombre que había derribado las fronteras nacionales de
Europa para satisfacer su deseopersonal de poder» debía
estar en el banquillo de los acusados de Núremberg.

Página 298
En noviembre de 1946, padre e hijo fueron
trasladados de la sección de descartelización de la
OMGUS en Fráncfort a la de crímenes de guerra
de Núremberg. Este movimiento se produjo un mes
después de que se dictaran los veredictos finales del
[99]
primer juicio de Núremberg. El viejo camarada de
Flick, Hermann Goring, fue sentenciado a muerte,
pero se suicidó la noche anterior a su ejecución. En
su lugar, el antiguo ministro de Asuntos Exteriores nazi,
Joachim von Ribbentrop, fue el primero de los
condenados que murió ejecutado en la horca. El
ascenso social de von Ribbentrop concluyó en el patíbulo. El
esclavista Fritz Sauckel fue ahorcado una hora después.
Robert Ley, que había financiado la fábrica de Volkswagende
Ferdinand Porsche, también se suicidó antes de que
comenzara el juicio.El viejo amigo de Günther Quandt,
Walther Funk, fue condenado a veinte años en prisión,
como también le ocurrió al rival de Porsche en
tiempos de guerra, Albert Speer. El antiguo canciller
Franz von Papen, cuyo deseode venganza había llevado al
poder a Hitler, fue absuelto, como también lo fue
Hjalmar Schacht, amigo de Flick y antiguo
presidente del Reichsbank.
Flick había contratado al abogado litigante de Schacht
para preparar su defensa, pero seguían sin imputarlo. Ni
siquiera estaba claro si finalmente habría juicio.Aun así,
Flick se estaba preparando para plantar batalla.
Tras concluir el principal juicio de Núremberg,
quedó claro que el segundo, dirigido por los Aliados y
[100]
centrado en los empresarios alemanes, no se celebraría.
Para empezar, la absolución de Hjalmar Schacht había
sentado un mal precedente. Además, a los Aliados
les preocupabatanto celebrar «un juicio-espectáculo
anticapitalista dominado por los soviéticos»[101]como que al
público no le apeteciera ver otro largo conjunto decasos que
podría «restarle valor a los verdaderos éxitoslogrados con

Página 299
el primer»[102] juicio de Núremberg. A los británicos,
cansados de la guerra, también les inquietaba que surgieran
costes financieros adicionales. De manera que los
norteamericanos seguirían adelante solos. Telford Taylor, que
sucedió a Robert H. Jackson como fiscal jefe, accedió
a supervisar doce juicios posteriores en Núremberg —
⁠ competencia exclusiva de Estados Unidos —, entre los que
se incluirían tres contra los ejecutivos y empresarios
industriales alemanes. Pero una pregunta importante seguía
flotando en el aire: ¿a cuáles de todos ellos escogería
Taylor?
12

A principios de noviembre de 1945, un teniente del


ejército francés visitó la finca de los Porsche-Piëch en
Zell am See, Austria. Hacía poco que las autoridades británicas
y estadounidenses habían dejado en libertad a
Ferdinand Porsche, a su hijo Ferry y a su yerno
Anton Piëch, a la espera de futuras investigaciones.
Ahora, el oficialfrancés se acercó al trío con una
invitación. Una comisión gala, encabezada por el ministro
comunista de Industria, quería trabajar con el patriarca
para desarrollar una versión francesa del Volkswagen,
tarea en la que le ayudaría la firma Renault, propiedad
del Gobierno después de haberla nacionalizado por su
colaboración con los nazis.
Ansioso por volver a trabajar con un Gobierno,
Porsche proveyó rápidamente a los galos de montones de
folios con diseños y datos técnicos. [103] A continuación
empezó a negociar con la comisión de Baden-Baden,
la base de las autoridadesde ocupación francesas que se
encontraba cerca de la frontera alemana con Francia. A
mediados de diciembre de 1945, Porsche, Piëch y Ferry
viajaron a Baden-Baden para la segunda rondade las
negociaciones, pero unos soldados franceses vestidos de

Página 300
paisano los arrestaron repentinamente como sospechosos de
haber cometido crímenes de guerra.
Resulta que Peugeot, el competidor de Porsche, se
había quejado al Gobierno tras escuchar los rumores de las
negociaciones. Según Peugeot, contactar con Ferdinand
Porsche era antipatriótico por parte de los franceses, dada
la relación del magnate con Hitler y la asociación de
Volkswagencon los nazis (lo que Peugeot realmente temía era
un aumento de la competitividad de Renault). Más grave fue,
sin embargo, la acusación de Peugeot de que Porsche y
Piëch habían cometido crímenes de guerra. Siete directores
de una fábrica de Peugeot francesa saqueada por
Volkswagen habían sido deportados a campos de
concentración y tres habían muerto en ellos. Y
todo mientras Porsche y Piëch estaban a cargo del
complejo de Volkswagen, en el que se obligó a
miles de civiles y soldados franceses a trabajar como
mano de obra forzada y esclavizada. Pero, como venía siendo
típico de las autoridadesaliadas, las brutales prácticas
laborales de los magnates no importaban lo más mínimo
al Gobierno francés.
Tuvieron que ser, por lo tanto, la deportación
del personal de Peugeot y la acusación de asesinato
las que propiciaran el arresto de los tres hombres por
parte de las fuerzas de seguridad francesas y su
reclusión en Baden-Baden.
Ferry fue liberado en marzo de 1946, pero permaneció bajo
arresto domiciliario en un pueblo de la Selva Negra
hasta julio, momento en el que por fin se le permitió
regresar a Austria. Por su parte,a Porsche y a
Piëch se los trasladó a las afueras de París, donde se
los recluyó en las habitaciones de los criados de una
villa que había pertenecido a la familia Renault. En
lugar de quedarse a la espera de juicio en la
cárcel, se solicitó a Porsche que asistiera en el
desarrollo del Renault 4CV, y aunque contribuyó en

Página 301
aspectos cruciales del diseño del mini coche, el
consejero delegado de Renault le dijo al Gobierno que
el magnate había hecho un trabajo lamentable. El
director de la compañía, héroe de la Resistencia, no soportaba
que se concediera a este diseñador estrella alemán,
acusado de cometer crímenes de guerra contra
compatriotas franceses, ni el más mínimo reconocimiento
por su ayuda en la construcción del coche francés. A
mediados de febrero de 1947, se trasladó a Porsche y
a Piëch desdelas afueras de París a una dura prisión
militar en Dijon, donde quedaron a la espera de
juicio.
Con los dos hombres en la cárcel, la
responsabilidad de rescatar el negocio familiar, que se
encontraba en serias dificultades, cayó en manos de los
hijos de Porsche, Louise Piëch y Ferry.[104] La fábrica
de Porsche en Stuttgart—⁠ abandonada desdeque el clan y
sus empleados se marcharan a Austria— estaba utilizándose
como taller de reparaciones del ejército estadounidense
desdeque cayera, junto con los demás activos privados
de Ferdinand Porsche, bajo el poderde los
norteamericanos. Puesto que la familia había huido a Austria,
los estadounidenses se estaban planteando seriamente la
liquidación de la sociedad Porsche en Alemania. Mientras
tanto, la solicitud de Ferdinand Porsche para convertirse en
ciudadano austríaco fue rechazada porque se hallaba
detenido. La ciudadanía le habría permitido transferir su
compañía y sus acciones a Austria, librándose así del
control que ejercían sobre ellas los estadounidenses, pero no
pudo ser. Tendría que dar con otro método para rehuir
a los americanos.
En tiempos desesperados son necesarias medidas
desesperadas. A principio de 1947, los hermanos Porsche
decidieron dividir formalmente el negocio familiar.[105] Louise
había mantenido la nacionalidad austríaca gracias a su
matrimonio con Anton Piëch, por lo que constituyó una

Página 302
nueva empresa en Salzburgo, con el nombre de Porsche,
a la que se transfirieron los activos austríacos de la
familia. Ferry, por su parte,se aferró a su nacionalidad
alemana para salvar la parte de la compañía Porsche de
Stuttgart. Pero, debido al control que los
norteamericanos ejercían sobre dichos bienes, Ferry tuvo que
operar desdela seguridad de la base que la compañía
tenía en Austria, en los Alpes, donde se mantenía
ocupado cumpliendo el sueño de su padre de diseñar
el primer coche de carreras con el nombre familiar: el
Porsche 356.
Desde la cárcel, Anton Piëch escribió al
cofundador de Porsche, Adolf Rosenberger, solicitándole mil
dólares para pagar su fianzay la de Ferdinand
Porsche.[106]Esta petición llegaba después de que ambos
arianizaran las participaciones de Rosenberger en la
empresa más de una década antes. Ahora Piëch le
ofrecía la licencia americana de las patentes de
Porsche, a pesar de haber rechazado fríamente esta petición
cuando Rosenberger se la hizo en 1938. El hombre
había emigrado a Estados Unidos en 1940 y ahora
vivía en Los Ángeles bajo el nombre de Alan Robert.
Tras la guerra, mandó un telegrama a Louise Piëch,
al que ella respondió transmitiéndole sus esperanzas de que
pudieran retomar sus relaciones comerciales con él cuando se
levantara el embargo sobre los bienes de Porsche. A
partir de entonces empezaron a escribirse con regularidad.
Rosenberger también mantenía correspondencia con Ferry e
incluso envió paquetes con surtidos a la hacienda
familiar. Era evidente que Rosenberger quería volver
a formar parte de la compañía.
Con Ferdinand Porsche y Anton Piëch a puntode
ser juzgados en Francia y la siguiente generación luchando
por la supervivencia de Porsche como empresa, parecía
que el judío Rosenberger tenía verdaderas posibilidades de

Página 303
regresar a la firma de diseño de coches que
había cofundado.

13

Tras pasar un año en el limbo de los campos de


internamiento, Günther Quandt, de sesenta y seis años, fue
informado a mediados de septiembre de 1947 de que no
estaría entre los magnates que serían juzgados en los
procesos a empresarios industriales en Núremberg.[107] En su
lugar, la oficina de crímenes de guerra de Telford
Taylor lo transfirió, junto con todas las pruebas que se
habían recopilado contra él, a la jurisdicción alemana.
«Entre los treinta primeros que se entregaron a los
alemanes […] se encontraba Guenther (sic) Quandt, fabricante
de armas alemán y primer marido de la
[108]
señora de Paul Joseph Goebbels», escribió
Associated Press el 27 de octubre de 1947, que cubrió
su traslado a Dachau. Uno de los fiscales de
Starnberg había presentado un escrito contra Günther en
el que se lo acusaba de haber cometido delitos
graves durante el régimen nazi, pero solo se le
imputaban cargos por haberse beneficiado de la producción de
armas y munición.[109]
Con el comienzo de la Guerra Fría a principios
de 1947, las prioridades de la administración de Truman
cambiaron: se pasó de sancionar a Alemania a alentar su
[110]
recuperación económica. En resumen, Estados Unidos
quería un bastión contra la expansión comunista en
Europa, y la parte occidental de Alemania, que tenía el
potencial para convertirse en la mayor economía de
Europa, podría ser clave para contener a la Unión

Página 304
Soviética y reanimar al resto del continente. El secretario
de Estado George C. Marshall no tardó en anunciar un
plan de ayudas con su nombre que proporcionó
quince mil millones de dólares a Alemania y a
otros países occidentales de Europa. El gobernador
militar de la OMGUS, Lucius D. Clay, sustituyó la
política de ocupación punitiva aplicada por Estados
Unidos por otra que fomentaba el autogobierno alemán. Las
zonas de ocupación británica y estadounidense en Alemania
occidental ya se habían unido para coordinar este viraje.
A esto siguieron unos cambios cruciales. Las autoridades
aliadas aceleraron la entrega de los posibles criminales
de guerra y simpatizantes nazis a los llamados
tribunales alemanes de desnazificación, que eran unos comités
judiciales regionales con una estructura similar a la de
un tribunal penal.[111] Los demandados contrataban a
sus propios abogados si podían permitírselo, pero, dado el
abrumador número de acusados, los jueces y los
fiscales eran mayoritaria y significativamente no juristas,
salvo en los casos más importantes. A los imputados se
los acusaba de haber cometido un delito grave, un
delito a secas o un delito menor, o de haber sido
meros simpatizantes, y si alguno era condenado, la
pena era la cárcel, un campo de trabajos forzados, una
multa o alguna combinación de estas opciones. A los
que se absolvía, se los clasificaba como «persona
exonerada».
Como es natural, la mayoría de los alemanes no
tenía muchas ganas de sentenciar a sus compatriotas, a
los que se estaba juzgando por delitos y convicciones
políticas en las que muchos de los propios elegidos
como jueces o fiscales habían participado.Y los millones
de acusados tampoco se sentían particularmente inclinados
a contar la verdad sobre sus simpatías hacia los nazis
y sus transgresiones durante la guerra. Innumerables
delitos y secretos quedaron enterrados.

Página 305
Günther permaneció cautivo incluso tras su traslado a
[112]
Dachau. Las autoridades consideraban que había un alto
riesgo de fuga y lo ubicaron en una parte del
campo donde otros sospechosos de haber cometido
crímenes de guerra aguardaban sus juicios de desnazificación.
Desde allí, Günther pasó al contraataque. A finales de
octubre de 1947 escribió una carta a su abogado en
la que aseguraba que había abandonado la fabricación de
armas en DWM después de comprar la empresa en
1928, y que solo retomó la producción cuando las
autoridadesnazis se lo ordenaron en 1943.[113] El abogado
trasmitió esta mentira descarada, junto con varias declaraciones
juradas que la apoyaban, al tribunal de Starnberg. La
estratagema funcionó. A principios de diciembre de
1947, el fiscal de Starnberg rebajó los cargos contra
Günther de delitos graves a simples delitos, aunque
[114]
basándose en dudosos principios legales. También se
trasladó al magnate desdeDachau a un campo de
internamiento más cómodo en Garmisch-Partenkirchen, un
pueblo de montaña en la frontera con Austria.
Pero eso bastó para Günther. El 10 de enero de
1948, escribió otra carta al tribunal de Starnberg quejándose de
que llevaba «encarcelado más de un año y medio sin
ningún motivo aparente».[115] Pidió que lo liberaran de
inmediato y que se lo juzgara por delitos menores,
defendiendo vergonzosamente en dicha misiva que su
«pertenencia al partido se produjo bajo circunstancias
abusivas» y que «el gobierno nacionalsocialista [lo] había
acosado severamente durante años».
Günther fue puesto en libertad diez días más tarde,
pendiente de futuros procesos judiciales y sin que el
tribunal de Starnberg hubiera fijado una fianza.[116] Por la
razón que fuera, ya no consideraban que existiera riesgo
de fuga. Ese mismo mes, se nombró a Julius Herf
nuevo fiscal del caso. Günther encontróa un fuerte
adversario en Herf, un destacado abogado público. Este

Página 306
personaje «lógico y frío como un témpano»[117] había
procesado a varios miembros de las SA en Berlín antes de
1933 y ahora estaba a cargo de los casos de
desnazificación más importantes de Baviera. Con su
«mordaz ingenio, inteligentes formulaciones y cortante estilo al
[118]
acusar», y sus elegantes trajes —⁠ llevaba un pequeño
pañuelo perfumado en el bolsillo de la chaqueta—,[119]era
temido en toda Alemania.
El 8 de febrero de 1948, Herf presentó una nueva
demanda contra Günther en el tribunal de Starnberg.[120]
Ofreciendo mucho más contenido que la vez anterior, Herf
comenzó exponiendo que incluso aunque la pertenencia
de Günther al NSDAP fuera resultado de la extorsión a
la que lo sometió Goebbels, el magnate «no sufrió
ninguna desventaja de la supuesta enemistad con el
partido. Ningún obstáculo se cruzó en su camino a
la hora de consolidar y expandir sus intereses
comerciales e industriales». De hecho, como argumentó
Herf, Günther «recibió todo el apoyo de las
autoridades competentes del Reich en sus intereses
empresariales». Para ponertodo esto de relieve, el fiscal
enumeró veintinueve puestos ejecutivos que Günther tuvo
durante la época nazi en las empresas que
controlaba, desdela APA a DWM, y los cargos que
ocupó en los consejos de supervisión de Deutsche
Bank, Daimler-Benz y AEG.
Además de citar la producción de armas y munición
del magnate, Herf centró el caso contra Günther en el
fallido proceso de compra de la mayor parte de
las acciones de Tudor, una compañía de baterías con
sede en Bruselas. El fiscal procedió de esta manera —
⁠ a pesar de tener en su poder muchas pruebas
documentales de otras arianizaciones que Günther había
intentado y en las que había tenido éxito, y de
otras expropiaciones que, junto a su hijo Herbert y sus
auxiliares en la APA, habían llevado a cabo en la

Página 307
Europa ocupada—, porque, a diferencia de los otros
casos, en este Herf tenía un testigo clave: Léon Laval, el
socio mayoritario de Tudor. Günther y sus asociados
habían presionado a Laval para que vendiera sus
participaciones mientras el hombre estaba detenido por
la Gestapo y su hijo estaba preso en un campo de
concentración.[121]
A finales de febrero de 1948, Günther reemplazó a
un abogado sin experiencia por otro y escogió a uno
que acababa de colegiarse.[122] Era una mala señal y el
juicio planeaba sobre su cabeza. Su nuevo abogado
consiguió un aplazamiento de un mes para familiarizarse
con el caso y ganar tiempo. La estrategia de la
defensa sería agresiva. En respuesta a la acusación de
Herf, Günther escribió una biografía de 164 páginas a
modo de impugnación y exigió la absolución. Además,
afirmaba que las declaraciones de Herf se basaban en
pruebas circunstanciales y en «argumentos falsos».[123] Y
añadió treinta Persilscheine a su demanda, entre las que
se incluían las declaraciones juradas de Herbert y
otros socios empresariales cercanos, que dieron fe de
la fuerza moral de Günther y de la suya propia. La
misma pandilla de hombres que había sido tan
fundamental para la producción armamentística masiva, la
estrategia de arianizacióny el uso de mano obra esclava
del imperio Quandt se reunía ahora para limpiar su
[124]
buen nombre.
14

El juicio de desnazificación de Günther en Starnberg


comenzó el 13 de abril de 1948. Una semana antes,
el magnate se había trasladado de Baviera a una
pequeña casa prefabricada en Stuttgart, situada en el
barrio de Ferdinand Porsche,[125] por lo que, los días que
se celebrara alguna sesión —⁠ estaban planeadas ocho,

Página 308
desdemediados de abril a finales de julio— tendría
que desplazarse de vuelta hasta Starnberg. Harald y
Herbert acudirían para testificar en persona. Harald
había abandonado el campo de prisioneros británico en
Bengasi tras ser puesto en libertad en abril de
1947. El joven, de veintiséis años, había pasado la
mitad de su vida hasta ese momento en el hogar de los
Goebbels, en el frente y en el campo de
prisioneros. Ahora trabajaba de soldador, albañil y empleado
de fundición, pero pronto empezaría a estudiar ingeniería
mecánica en Hannover.[126] Puesto que Harald nunca se
había unido al Partido Nazi, no tuvo que pasar por ningún
proceso de desnazificación.
El medio hermano de Harald, Herbert, sí que
pasó por estos procedimientos a finales de 1946 en
Hannover. Herbert —⁠ que se había afiliado
voluntariamente al partido, estuvo involucrado en procesos
de arianización en Francia, ayudó a planear y
construir un subcampo de concentración en la Baja Silesia
y había sido el responsable de personal de una
fábrica de baterías en Berlín en la que se abusó
de cientos de prisioneras de campos de
concentración— fue absuelto por un comité de
desnazificación que no sabía nada de estos delitos. Los
jueces dictaminaron que el heredero no solo «nunca
apoyó activamente al partido, sino que criticó
abiertamente sus políticas».[127] Así, Herbert quedó en
libertad.
Los hijos de Günther estuvieron entre los primeros
testigos de la defensa. [128] Harald habló sobre cómo
Goebbels había desacreditado a su padre por no ser un
nazi, mientras que Herbert describió peleas entre Günther
y Magda relacionadas con el antisemitismo de esta.
Cuando los dos hermanos hubieron cumplido con su
cometido hacia su padre, Léon Laval subió al estrado. Herf
no se había hecho ningún favor a sí mismo

Página 309
construyendo el caso en torno a Laval. La situación de
Tudorera compleja y Laval no era el testigo perfecto.
[129]
Había tenido contacto con un nazi muy bien
conectado durante el intento de adquisición de Tudor—
⁠ Herbert Göring, el corrupto medio hermano del
Reichsmarschall—, hecho que no favoreció a las
perspectivas de la acusación. Y la animadversión de
Laval por Günther tampoco ayudó.[130] A pesar de no
tener pruebas de ello, responsabilizó al magnate de su
arresto por parte de la Gestapo e influyó en el
cariz del juicio a causa de la indignación que sentía. Así,
los testimonios se convirtieron en una competición de
gritos. El propio abogado de Laval lo reprendió por su
conducta emocional y por llamar al estrado a varios
asociados que procedieron a debilitar el caso.
Günther lo presenció todo con regocijo. Creía que su
«completa rehabilitación»[131] era cosa hecha. En sus
argumentaciones finales, Herf sostuvo que Günther había
intentado obligar a Laval a vender sus participaciones
en su momento de máxima debilidad.[132] El fiscal
también apeló a los esfuerzos de Günther por arianizar
y expropiar empresas a lo largo de la Europa
ocupada, para demostrar que la «cruzada por el poder»
del magnate se había extendido por todo el continente; no
se limitó a Laval y Tudor. Herf recomendó que, por haber
apoyado a los nazis y haberse beneficiado de la
situación, se declarara a Günther un delincuente, se
lo multara con quinientos mil marcos, se lo sentenciara a
cumplir condena durante un año y medio en un
campo de trabajos forzados, condena de la que
descontaría el tiempo que ya había permanecido preso.
El tribunal de Starnberg no estuvo de acuerdo. En
el fallo que emitieron el 28 de julio de 1948,[133] el día
del sesenta y seis cumpleaños de Günther, se declaró
a este un mero seguidor de los nazis y su única
sanción fue el pago de las costas del proceso judicial.

Página 310
El tribunal consideró que el magnate era «un ser
humano apolítico» que había rechazado por completo el
nazismo. Aunque sus peleas con Magda y Goebbels no
podían concebirse como una «resistencia activa», los jueces
creyeron que el ministro de Propagandalo había obligado
a convertirse en miembro del Partido Nazi. El inexperto
tribunal tampoco consideró que el empresario industrial se
hubiera beneficiado del régimen de Hitler. Dictaminaron
que Günther «se negó a poner las fábricas que dirigía
al servicio de la política de armamento de los
tiranos», a pesar del hecho de que había sido en uno
de los mayores fabricantes de armas de todo el
Tercer Reich. Según el tribunal, sus esfuerzos para
llevar a cabo procesos de arianizacióna lo largo de
Europa no podían verse como «una política de expansión
inaceptable». Además, los jueces se quedaron con una
opinión negativa de Léon Laval y declararon que había
convertido una disputa empresarial en un asunto político.
Los numerosos afidávits que Günther había presentado a su
favor, particularmente los que proporcionaron las personas con
alguna clase de relación con el judaísmo, también
impresionaron al tribunal, que declaró que estos
testimonios hablaban de la «naturaleza humana» de Günther.
Y, por si fuera poco, concluyeron que en las empresas
del magnate se había «cuidado adecuadamente a los
extranjeros». Solo una víctima de trabajos forzados había
testificado lo contrario y, según la conclusión (errónea) de
los jueces, no había acusado a Günther personalmente de
ningún delito.
Herf recurrió la sentencia. Las audiencias del recurso
tuvieron lugar en Múnich, a finales de abril de 1949, y
el propio Günther no asistió por motivos de salud. En
sus argumentos finales, Herf empleó el libro de Max
Weber, La ética protestante y el espíritu del
capitalismo para explicar la personalidad de Günther: «En
la base de todo esto se encuentra la excitación de la

Página 311
búsqueda del poder, la embriaguez de levantar una
enorme compañía y la obsesión con laautoafirmación;
pero también está el creer en el valor del trabajo que
uno realiza, no solo porque el trabajo es algo moral,
sino porque levantar la compañía es el bien supremo
y cualquier cosa que se resista a ello es
deleznable»,[134] afirmó.
Herf insistió en su recomendación de que se
condenara a Günther. Pero la cámara de apelaciones de
Baviera confirmó el fallo del tribunal inferior.[135]
Dictaminaron que no había «pruebas claras» de que
Günther se hubiera procurado unas «ventajas excesivas». Sin
embargo, los jueces reconocieron que la valoración no
había sido fácil «en el caso de un hombre que había
demostrado a lo largo de toda su vida que sabía
cómo acumular una gran fortuna y un gran poder
económico».
El 23 de mayo de 1949, cuatro semanas tras el
veredicto de la cámara de apelaciones de Múnich, el
país se dividió oficialmente en dos. La República
Federal de Alemania, denominada informalmente Alemania
Occidental, unificó tres zonas de ocupación —⁠ la
estadounidense, la británica y la francesa — en un
nuevo Estado independiente, con su capital en
Bonn y con el canciller Konrad Adenauer como líder. El
verano anterior, el marco alemán había reemplazado
al reichsmark como moneda oficialdel país para ayudar con la
descontrolada inflación. La zona ocupada por los soviéticos
se estableció como la República Democrática Alemana, un
Estado comunista más conocido como Alemania Oriental, con
su capital en Berlín Este.
Herf recurrió el veredicto sobre Günther una última
vez. En diciembre de 1949, el tribunal de casación de
Baviera mantuvo la decisión de la cámara de
apelaciones, concluyendo que, en el caso de Günther,
no había «pruebas concluyentes de culpabilidad».[136] Aunque el

Página 312
magnate inicialmente se enfadó porque no lo habían
absuelto activamente, no tardó en alabar el fallo
como la
«sentencia más magnífica de todas».[137]
Pero Günther todavía no estaba libre de sospecha.
Ese mismo diciembre, fue investigado en Berlín por el
maltrato a trabajadores de su fábrica de Pertrix,
donde se emplearon y mantuvieron en un subcampo
cercano durante las últimas etapas de la guerra
unas quinientas prisioneras de campos de concentración, entre
[138]
otros muchos cautivos. Günther aseguró que solo había
visitado la fábrica de baterías dos veces durante la
guerra y negó tener conocimiento alguno sobre el
[139]
«denominado Judenlager» (‘campo judío’) en Pertrix.
También protegió a su hijo Herbert; una investigación
similar en Berlín, relacionada con las actuaciones de Herbert
en Pertrix, no condujo a ninguna parte.En una carta a
su abogado, Günther mintió más aún si cabe, y escribió
que Herbert, como director comercial de la compañía
durante la guerra, no había estado a cargo del personal.
Pero lo cierto es que, según concluiría un historiador más
adelante, Herbert habría tenido «conocimientos
precisos»[140] sobre el empleo de trabajadores forzados
y esclavizados en la fábrica.
El 24 de febrero de 1950, un juzgado berlinés de
desnazificación rehabilitó a Günther después de que la
comunidad judía que quedaba en la ciudad no pusiera
objeción.[141] El magnate cargó los 29 500 marcos de
los honorarios de sus abogados a la APA y volvióal
trabajo. Por fin era un hombre libre. Había dado comienzo una
nueva década y, con ella, una nueva era para Alemania;
una era de inmensa prosperidad y un sepulcral
silencio.

Página 313
15

Aunque Julius Herf se había visto obligado a aceptar la


casi completa exculpación de Günther Quandt, el obstinado
abogado no se rendiría con los especuladores del Tercer
Reich. Tuvo otra oportunidad en los tribunales cuando
acusó al barón August von Finck. A pesar del exhaustivo
escrutinio de los investigadores estadounidenses, al final el
hombre más rico de Baviera no fue un candidato
serio para los Juicios de Núremberg. A principios de
noviembre de 1948, Herf imputó a von Finck por ser un
nazi comprometido que había recaudado veinte millones de
reichsmark para el museo de arte de Hitler, y al que
el régimen había recompensado ampliamente por sus
esfuerzos, según demostró Herf. Los procesos de arianizaciónque
había llevado a cabo en dos bancos —⁠ Dreyfus, en
Berlín, y Rothschild, en Viena— habían cuadriplicado el
balance general de su banco privado, Merck
Finck: de 22,5 millones de reichsmark en 1933 a 99,2
millones en 1944.[142]
El juicio de desnazificación contra von Finck se celebró
en Múnich, a finales de diciembre de 1948. El testigo
principal contra el banquero era Willy Dreyfus. Aunque
Dreyfus y von Finck habían llegado a un rápido
acuerdo en octubre de 1946, no se les había permitido
llevarlo a cabo y tuvieron que adaptarse iniciando los
procedimientos formales de restitución que dictaba la ley de
ocupación americana. Después de que dicha ley se
implementara en noviembre de 1947, los dos hombres
reiniciaron las negociaciones. En agosto de 1948, tras varias
conversaciones exhaustivas, llegaron a un acuerdo que
era exactamente igual al que habían cerrado dos años
antes.
Dreyfus recibiría varias participaciones para restituir lo que
Merck Finck no le había pagado por la filial de su

Página 314
banco en Berlín, como también las obtendrían los
parientes del antiguo socio de Dreyfus, Paul Wallich.
Dreyfus sostuvo que Wallich, que se había suicidado tras los
procesos de arianización del negocio, «había sufrido
tales humillaciones por parte de la dirección de Merck,
Finck & Co., que […] aquello contribuyó en amplia
medida a quebrantar su espíritu».[143] Pero Dreyfus se
apresuró entonces a cambiar una última cláusula del
acuerdo, que los habría obligado, a él y a los
familiares de Wallich, a devolver todas las participaciones de
la restitución si una futura ley alemana anulaba el
acuerdo. Viendo la oportunidad de recuperar unas
participaciones que se escapaban de sus manos, von
Finck dio marcha atrás. De pronto aseguró que la ley
americana de la restitución no era aplicable al acuerdo y
que cualquier insinuación de que su banco era
responsable del suicidio de Wallich era una ofensa. El
[144]
acuerdo se rompió.
El 22 de diciembre de 1948, al comienzo del juicio,el
normalmente implacable Herf, por razones que no estaban
claras, cambió la categoría de la acusación de von
[145]
Finck de un delito normal a un delito menor. Ese
mismo día, en los juzgados, von Finck negó todos los cargos.
Según el banquero, la transacción de Dreyfus había
concluido de buena fe en 1938, y la adquisición que
su banco realizó del Rothschild había sido para proteger
los activos de los clientes de los nazis. Sostuvo que sus
esfuerzos en la recaudación de fondos como
presidente del consejo de administración del museo, en
el que se lo había incluido por indicación directa de
Hitler, no habían sido una demostración de sus
simpatías nazis, sino más bien una buena forma de
promocionar los intereses de su negocio. Afirmó que
hacer contactos también había influido en el crecimiento de
su banco durante los años del nazismo.

Página 315
Se entregaron al tribunal unos cuarenta Persilscheine,
todos los cuales atestiguaban la postura apolítica, e
incluso antinazi, de von Finck, y varias declaraciones
juradas de antiguos colegas y clientes judíos. Este
movimiento de la defensa se había vuelto
extremadamente común en los procedimientos de
desnazificación. Pero entonces se produjeron variosgiros extraños
en el juicio a von Finck.[146] Que Herf hubiera rebajado
la gravedad de la acusación contra el banquero ya fue
muy inusual. Una correspondencia, supuestamente incriminatoria,
que los investigadores estadounidenses habían confiscado al
barón, desapareció misteriosamente del expediente judicial;
los jueces ordenaron, de repente, que la parte del
procedimiento que tenía que ver con el proceso de
arianizaciónde Rothschild se realizara a puerta cerrada
«por razones de seguridad nacional»;[147] testigos de la
acusación a los que se había citado para testificar
contra von Finck no se presentaron ante el tribunal o
cambiaron radicalmente la naturaleza de su testimonio
ante los jueces.
Un antiguo confidente de von Finck revelaría más
adelante a la revista Der Spiegel que un posible
testigo de la acusación «que sabía muchas cosas y odiaba
a Finck»[148] recibió la impactante suma de 500 000
marcos (unos 120 000 dólares de la época, casi un
millón y medio de euros actuales) por no asistir al
juicio.Se decía que el soborno se había realizado sin que
el tacaño empresario financiero lo supiera.
Pero el subterfugio no terminó ahí. Julius Herf era
homosexual, cosa que era un secreto a voces. A
principios de la década de 1930, el apodo del
fiscal de casos penales en los bajos fondos de Berlín
[149]
había sido Schwule Jule o «Jules el gay». Justo antes de
que comenzara el juicio contra von Finck, alguien se
presentó en el despacho de Herf y aludió
abiertamente a la orientación sexual del abogado;

Página 316
también «reveló que conocía ciertos detalles de una
naturaleza muy delicada, cuya revelación hubiera sido terrible
[150]
para el fiscal», contó el antiguo confidente de von
Finck a Der Spiegel. «Herf debía tener todo esto en cuenta
antes de decidir qué iba a hacer ante el tribunal». Los
actos homosexuales eran delito en Alemania (siguieron siéndolo
hasta 1994) y solían ser objeto de cotilleos. Circulaban
rumores sobre las relaciones de Herf y otros fiscales con
hombres más jóvenes y, sin duda, los partidarios de von
Finck estaban ansiosos por explotarlos.[151]
Además de rebajar los cargos contra von Finck, Herf
también anunció, hacia el final del proceso judicial, que
ya no tomaría en consideración el proceso de
arianizaciónde Rothschild en sus argumentaciones finales,
pues daba por buenas las afirmaciones de la defensa
de que von Finck se había hecho con el control de
la compañía para proteger las acciones de esta.[152] A
pesar de que el testimonio de Willy Dreyfus se consideró
creíble, se descartó a otro testigo clave de la
acusación, un director medio judío al que Merck Finck
retuvo inicialmente tras el proceso de conversión
aria, por ser, según palabras de sus antiguos compañeros,
un borracho en quien no se podía confiar.
El 14 de enero de 1949, el tribunal de desnazificación
de Múnich sentenció que von Finck había sido un mero un
seguidor de los nazis y le condenó solo a pagar dos mil
[153]
marcos a un fondode restitución general. Los jueces
fallaron a favor del banquero y aceptaron su
declaración de que su papel en el asunto del museo
no había sido una demostración de sus simpatías nazis, sino
que se debía meramente a la promoción de los intereses
de su negocio. Estuvieron de acuerdo en que Dreyfus
había experimentado graves desventajas como resultado de las
leyes discriminatorias del régimen hitleriano, pero también
sostuvieron que ni von Finck fue el responsable directo de
esas leyes ni se había aprovechado de la situación.

Página 317
Además, determinaron que, en el caso Rothschild, von Finck «se
comportó de una forma tan ejemplar que decir lo contrario
es ir demasiado lejos». Según el tribunal, el banquero
de cincuenta años se había comportado como un «mercader
de la realeza» que, en realidad, había corrido un
gran peligro frente a las autoridadesnazis por la
transacción. De hecho, los jueces llegaron incluso a
calificar sus «esfuerzos» en el asunto Rothschild
como una «resistencia activa».
Herf no tardaría en arrepentirse de haber cedido
al chantaje. Un mes después de la sentencia, el
fiscal presentó un recurso de apelación contra von Finck.
Pero, de nuevo, el mismo visitante de la otra vez
volvióa aparecer en su oficina con las mismas amenazas
veladas.[154] Una semana después de presentar el recurso,
Herf lo retiró sin explicación alguna, con una parca nota de
una sola línea dirigida al tribunal de Múnich.[155]
En cuanto a von Finck, no estaba del todo
satisfecho con el resultado del juicio y recurrió la
sentencia. Solicitó la amnistía, basándose en una herida
que había recibido durante la Primera Guerra Mundial,
para no pagar nada y se le concedió.[156] Von Finck quedaba
así desnazificado y regresó al trabajo.
Herf y Dreyfus, sin embargo, no tuvieron tanta
suerte. Poco después del juicio, Herf fue relevado de su
puesto de fiscal por «delitos» de índole homosexual,[157] que
se le imputaron cuando unas cartas insinuantes que había
escrito a hombres jóvenes salieron a la luz.[158]
En 1951, según Dreyfus, su propio abogado actuó a sus
espaldas y aceptó en su nombre solo una fracción
del acuerdo inicial que había cerrado con von Finck. El
barón habíaido retrasando el tema hasta que la balanza del
poderestuvo a su favor. Dreyfus inició entonces un
procedimiento contra von Finck en los tribunales
estadounidenses. Su litigio avanzó hasta el Tribunal Supremo,
pero en 1976 dicho organismo se negó a tratar el caso.[159]

Página 318
Willy Dreyfus murióal año siguiente con noventa y un
años.

16

La desnazificación de Rudolf-August Oetker ni siquiera


llegó a los tribunales. Un subcomité interno de su
propia empresa lo desnazificó después de que recurriera
su despido como consejero delegado de Dr. Oetker (las
autoridades británicas lo habían apartado del puesto por
haber pertenecido a las WaffenSS). El 9 de abril de
1947, su caso se presentó ante el comité de
desnazificación de Dr. Oetker en Bielefeld, que estaba
formado por empleados de la compañía en su totalidad.
La espuria defensa de este treintañero fue la
siguiente:[160] como le habían ordenado dejar el servicio
de catering de la Wehrmacht para unirse a las Waffen-
SS, envió una solicitud para recuperar su rango de oficial,
que había perdido después de que lo trasladaran
«obligado» a las Waffen-SS. Procedió de este modo porque
le habían dicho que este rango era un prerrequisito para
convertirse en director general de una empresa.
Se habían recibido muchos Persilscheine en nombre
de Rudolf-August y, ahora, variosempleados de Dr. Oetker
testificaron a su favor ante el comité. No había testigos de
la acusación porque «nadie notó ninguna actividad
[161]
política» por parte del heredero de la compañía. El
comité de desnazificación, compuesto por cinco miembros,
aceptó la explicación de Rudolf-August y lo absolvió,
recalcando que, además de haberse visto obligado a
unirse a las Waffen-SS, también se lo había
considerado no apto para el servicio militar.

Página 319
Unos meses más tarde,las autoridadesbritánicas
confirmaron el veredicto de exoneración. En agosto
de 1947, Rudolf-August fue restituido como consejero delegado
de Dr. Oetker tras más de dos años de ausencia. Sus
participaciones mayoritarias en la compañía quedaron
fuera del control británico al mes siguiente y, unos días
después, Rudolf-August solventó el último obstáculo. El 20
de septiembre de 1947, el día de su trigésimo primer
cumpleaños, el administrador asignado por los británicos
fue oficialmente retirado de sus funciones de supervisión en
Dr. Oetker. Rudolf-August volvía a tener el control del
negocio repostero de su familia.[162] El príncipe del pudín
volvía a resurgir.

17

Siete semanas más tarde,el 31 de julio de 1947, Ferdinand


Porsche y Anton Piëch salieron libres de la prisión
militar de Dijon después de que Louise Piëch entregara
un millón de francos como fianza. Los hombres
habían estado detenidos prácticamente en todo momento
desdehacía dos años. Regresaron a Austria, donde se les
permitió esperar su juicio en Francia por delitos de
crímenes de guerra.[163] A ambos se los había imputado
por el saqueo de la fábrica de Peugeot —⁠ que en
su momento estuvo en manos de Volkswagen— y por
la deportación de siete jefes de dicha planta a
distintos campos de concentración (tres de ellos murieron).
El 5 de mayo de 1948, un tribunal militar de
Dijon exculpó a Porsche y a Piëch. El caso, ya de
por sí considerado débil, se vino abajo cuando los
testigos franceses testificaron a favor de los magnates. Los

Página 320
jueces decretaron que ninguno de los dos había
desempeñado ningún papel en el saqueo de la fábrica
de Peugeot o en la deportación de sus gerentes.
De hecho, se dijo que habían presionado por la liberación
de los prisioneros. Y, eso sí, en ningún momento del
juicio se mencionó el empleo, por parte de Porsche y
Piëch, de miles de civiles y soldados franceses
como trabajadores forzados y esclavizados en el complejo
industrial de Volkswagen.
Durante la detención de los dos hombres, Ferry y
Louise trataron de salvar el negocio familiar
dividiéndolo formalmente en dos: Louise Piëch creó una
nuevaempresa bajo el nombre de Porsche en Salzburgo
mientras que Ferry resucitó la Porsche original en
Stuttgart. Una pregunta, sin embargo, quedaba sin
responder: ¿qué harían con Volkswagen? El complejo
industrial de Fallersleben estaba bajo control de los
militares británicos, que renombraron el pueblo que lo
rodeaba como Wolfsburgo y empezaron a producir en
masa los Volkswagenoriginales. El «coche del pueblo» de
Hitler se estaba convirtiendo en el muy querido
Escarabajo. Aun así, Ferdinand Porsche lo había diseñado y,
durante la guerra, había negociado con Volkswagenun
contrato sobre la remuneración inicial que recibiría en el
caso de que, en algún momento, el coche se produjera en
[164]
masa.
El momento había llegado al fin. A mediados de
septiembre de 1948, pocos meses después de que
Ferdinand Porsche y Anton Piëch fueran absueltos en
Francia, sus familias iniciaron negociaciones con el
nuevo consejero delegado de Volkswagen, Heinrich Nordhoff.
El directivo, escogido por los británicos, también tenía un
pasado reciente algo turbio. Como Ferdinand Porsche,
Günther Quandt y Friedrich Flick, Nordhoff había sido
nombrado Wehrwirtschaftsführer por el régimen nazi mientras
trabajaba como ejecutivo de Opel, donde empleó a

Página 321
cerca de dos mil trabajadores forzados.[165] Pero tras la
desnazificación de Nordhoff, las autoridades británicas ignoraron
sus antiguos pecados.
Las negociaciones tuvieron lugar en la ciudad
balneario de Bad Reichenhall, en Baviera, pegada a la
frontera de Austria y a tan solo quince kilómetrosde
Obersalzberg, el antiguo lugar de retiro de Hitler en las
montañas donde, doce años antes, Porsche había
presentado sus prototipos de Volkswagen ante el Führer y
lo había convencido para que empezara a producirlos. Ahora
se negociaba otra clase de acuerdo: cómo pagar a Porsche
en los años venideros por el modelo Escarabajo de
[166]
Volkswagenque había diseñado.
Generosamente, por supuesto. El coche se convertiría en
un gran éxito. La familia Porsche terminó negociando un 1 %
sobre la tasa de matriculación de cada Escarabajo que se
vendiera, lo que serían unos 21,5 millones de modelos
en todo el mundo hasta que dejaron de fabricarse en
2003. Y lo que es más, la compañía Porsche que
Louise y Anton Piëch tenían en Salzburgo recibiría
derechos exclusivos de importación de los Volkswagen.
Gracias a ello, su empresa se convertiría en la concesión
automovilística más grande de Austria y volvería a
venderse a Volkswagenpor 3300 millones de euros en
2011. Además, otro acuerdo oficialtambién mejoró la
situación de la dinastía: la hijade Heinrich Nordhoff se
casó con el hijo de Louise y Anton Piëch.
A diferencia de otras dinastías empresariales alemanas, el
clan PorschePiëch había entrado en la época nazi, en
enero de 1933, al bordede la bancarrota. Ahora, durante
la posguerra, sin embargo, el acuerdo de Bad Reichenhall
le aseguraba un lugar junto al resto de dinastías y lo
convertiría en una de las familias más ricas de Alemania
y Austria. Y todo sucedió a mediados de septiembre de
1948, antes de que se manufacturara el primer coche
deportivo de Porsche y mientras la fábrica originaria

Página 322
de Porsche en Stuttgart—⁠ la que un día produciría millones
de unidades de los coches más deseados del mundo—
seguía bajo el control del ejército estadounidense.
Desde Austria, Ferdinand Porsche escribió: «Lamento la
pérdida de mi fábrica de Stuttgart […] todos los días».[167]
Aunque el control americano de la empresa de Porsche
y de sus activos privados en Stuttgart se levantó
a principios de marzo de 1949, esta libertad no duró
mucho. Adolf Rosenberger y la firma Porsche llevaban
envueltos en una acalorada batalla legal desdeel verano de
1948.[168] A pesar de que el emigrante judío no había
vuelto a la empresa, ahora quería una compensación: ser
restituido como socio en el negocio que había cofundado, con el
mismo número de participaciones que Ferdinand Porsche
y Anton Piëch le habían arrebatado durante el
proceso de arianización de 1935. Después de que la
compañía se negara constantemente a llegar a ningún
acuerdo, Rosenberger solicitó que volvieran a
congelarse los activos de esta en Stuttgart, petición que se
le concedió en octubre de 1949.
Cuando el caso llegó a los tribunales a finales de
septiembre de 1950, uno de los abogados de Porsche y
Piëch le propuso un trato al de Rosenberger: cincuenta mil
marcos y un coche, del que se le permitía
[169]
elegir el modelo. Podía ser una versión lujosa del
Escarabajo de Volkswageno un Porsche 356, el primer
coche deportivo con el nombre de la familia, diseñado
por el hijo de Porsche, Ferry. Rosenberger todavía no
había regresado a Stuttgart, seguía en Los Angeles,
cuidando de su mujerenferma, de manera que el
abogado de Rosenberger aceptó el trato sin consultarle y,
en su lugar, lo informó por carta cuando el asunto
quedó resuelto. La empresa Porsche volvióa quedar
libre del control americano y Rosenberger terminó
escogiendo un Escarabajo.

Página 323
Ferry ya había vuelto a Stuttgart desdeAustria con
el diseño de su coche deportivo bajo el brazo, y
ahora su padre podría por fin reunirse con él. Mientrasla
batalla legal con Rosenberger se encontraba en su
cénit en junio de 1949, también había dado comienzo el
proceso de desnazificación contra Ferdinand Porsche. Había
esperado en su finca de Austria —⁠ donde las medidas
impuestas por estos procesos eran laxas y generosas— a
que el fervor alemán por ellos disminuyera. La estrategia
de defensa de su abogado fue esencialmente la
misma que muchos otros alemanes habían utilizado antes:
«El profesor Porsche siempre ha sido un simple
técnico, un diseñador […], los asuntos políticos del
momento son y siguen siendo completamente ajenos al
ámbito de su pensamiento».[170] El 30 de agosto
de 1949, un tribunal de desnazificación, cerca de Stuttgart,
absolvió al diseñador de coches al que Hitler un día
había considerado su ingeniero favorito.
Ferdinand Porsche estaba particularmente feliz con este
resultado porque significaba que no tendría que correr
con los gastos del procedimiento judicial, que ascendían a
cerca de treinta y nueve mil marcos. Puesto que
no dejaban de congelar intermitentemente los activos de
su empresa, había estado viviendo de sus dos hijos y
del alquiler de su mansión en Stuttgart: «Estaba
entbräunt gratis. Y ese “gratis” era muy importante
para mí»,[171] le escribió a un amigo variosmeses
después del veredicto. Como los uniformes de las SA
eran marrones, estar «entbräunt», o haber perdido el
moreno de la piel, significaba haber sido «desnazificado».
Ferry, que había sido oficial voluntario de las SS y también
quedó absuelto, estaba menos preocupado por el
color de los uniformes nazis que sus nuevos socios
habían lucido (el negro de las SS y el gris del
uniforme militar, para ser más exactos). Para promocionarel
primer coche deportivo de Porsche, Ferry se unió a

Página 324
Albert Prinzing, uno de los primeros miembros del NSDAP,
que fue oficialdel servicio de seguridad de las SS de
Heydrich y había cultivado lazos con el partido fascista de
Mussolini en Italia.[172] En resumen, un verdadero creyente.
Prinzing se había pasado tres años bajo custodia de los
Aliados hasta que, en mayo de 1948, un tribunal de
desnazificación determinó que solo había cometido delitos
menores. Entonces Ferry, su amigo de la infancia, lo
contrató como director comercial de Porsche.
Desde su nuevo puesto, además, Prinzing ayudaría
a Ferdinand Porsche a superar su proceso de
desnazificación, pues quedó al cargo de reunir los
Persilscheine necesarios. El diseñador de coches estaba
agradecidísimo a su nuevo empleado. A mediados de
enero de 1950, Porsche escribió a Prinzing para darle las
gracias y decirle que era consciente de «lo mucho
que has trabajado por nosotros y de lo mucho que
[173]
has contribuido en todo lo que hemos conseguido». Mientras
que el frágil Porsche ya no tenía un papel significativoen
la compañía de diseños automovilísticos que llevaba su
nombre, para los dos antiguos oficiales de las SS,
Ferry y Prinzing, aquel fue solo el principio. La
producción del Porsche 356 comenzó en Stuttgart en
noviembre de 1949 y, en solo dieciocho meses, ya
había quinientas unidades disponibles. Prinzing introdujo entonces
el modelo en Estados Unidos, el mayor mercado
automovilístico del mundo. Fue un rotundo éxito. Los
americanos ricos se convirtieron rápidamente en los
clientes más importantes de Porsche fuera de Alemania. Al
final no sería el perseguido cofundador judío de la marca
y emigrante alemán Adolf Rosenberger el que llevaría
el preciado nombre de Porsche a América, sino Prinzing,
un antiguo SSHauptsturmführer.

Página 325
18

Mientras que la mayoría de los magnates del Tercer


Reich se libraron con poco más que una reprimenda, a
uno en particular no le ocurrió lo mismo. El 15 de
marzo de 1947, Friedrich Flick fue conducido al atestado
banquillo de los acusados del Palacio de la Justicia
de Núremberg junto a cinco de sus socios. Telford Taylor,
el fiscal estadounidense del caso, leyó en voz alta los cargos
contra ellos. Flick y los demás fueron acusados de
crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad por
el uso masivo de trabajadores forzados y
[174]
esclavizados. A Flick y a cuatro de los acusados
se los imputó por el saqueo de empresas expropiadas
en la Francia ocupada y zonas de la Unión Soviética.
El magnate, su antiguo hombre de confianza, Orto
Steinbrinck, y su primo, Konrad Kaletsch, también estaban
allí por los importantes procesos de arianización que
habían llevado a cabo en la Alemania nazi antes de
la guerra. Y, por último, Flick y Steinbrinck estaban
acusados de apoyar financieramente a las SS y sus
crímenes como miembros del Círculo de Amigos de Himmler.
Los seis imputados se declararon no culpables.
El caso de Flick fue el quinto de los doce juicios
que los estadounidenses celebraron en el Tribunal Militar
de Núremberg y el primero de los tres que estaban
relacionados con empresarios industriales. Los procesos
contra Alfried Krupp, sus directivos y los ejecutivos del
conglomerado químico IG Farben completaron el
triunvirato empresarial (los funcionarios económicos nazis Wilhelm
Keppler y Paul Pleiger fueron sentenciados a
pasar una década en prisión en el denominado «Juicio
de los Ministerios»). Flick había realizado las arianizaciones
más importantes y había sido uno de los mayores
productores de armas y explotadores de

Página 326
trabajadores forzados y esclavizados del Tercer Reich a
través de su grupo empresarial de acero, carbón y
maquinaria. Durante la guerra, el número de personas
a las que se había obligado a fabricar cañones y
proyectiles en las plantas siderúrgicasde Flick, o a
sacar carbón de sus minas, podría haber alcanzado la
cifra de los cien mil.
[175]
Ningún magnate se había beneficiado tanto de la Alemania
[176]
nazi como Flick. Solo Alfried Krupp, el otro gigante
del acero, cuyo juicio comenzaría más tarde ese año, y su
padre, Gustav, cuyo estado senil le impedía ser
procesado, podían competir en magnitud con dicha
producción de armas y ansia de mano de obra esclava y
forzada. Pero Flick, en lugar de heredar su imperio industrial
un siglo antes como los Krupp, lo había levantado de la
nada en treinta años. Hitler había apelado a menudo a
los Krupp en público como modelo a seguir para la
industria alemana —⁠ de hecho, había creado incluso una
ley de sucesiones solo para ellos que regulaba sus traspasos
de poder—, pero Flick lo había hecho todo pasando
desapercibido, con sigilo y cautela, desde1933. El magnate
que odiaba a la prensa ahora sería expuesto, por primera
vez, ante el mundo entero.

Página 327
Friedrich Flick de pie en su juicio de Núremberg, 1947.

El juicio contra Flick dio comienzo verdaderamente el 19


de abril de 1947. En su presentación del caso, Telford
Taylor hizo hincapié en que los empresarios industriales
alemanes habían sido corresponsables de los crímenes
nazis y de mantener a flote a Hitler. «Una dictadura
tiene éxito no porque todo el mundo se oponga a ella,
sino porque los grupos de poderla apoyan»,[177] afirmó.
«La dictadura del Tercer Reich se basaba en esta
infame trinidad de nazismo, militarismo e imperialismo
económico». Taylor citó entonces el discurso que
Hitler había dado, en febrero de 1933, durante la ahora
tristemente célebre reunión que había congregado en Berlín a
varios magnates, entre ellos, Flick, Günther Quandt y August
von Finck. «Las empresas privadas no pueden mantenerse
en la época de la democracia», había dicho el
Führer. Y los titanes de la industria y las
finanzas se habían mostrado de acuerdo con el líder
nazi, declaró el fiscal. Sostuvo, además, que a medida que
los valores morales de estos hombres se corrompieron,
lo mismo sucedió con sus prácticas empresariales.
El fiscal concluyó su alegato de apertura con un
duro comentario:

La historia de este caso es […] una historia


de traición. Los acusados eran hombres ricos;
dueños de numerosas minasy fábricas. Sin duda
les contarán que creían en la santidad de
dicha propiedad privada, y quizá digan que apoyaron
a Hitler porque el comunismo alemán amenazaba
dicha propiedad. Pero las fábricas de Rombach y
Riga pertenecían a otras personas. Los acusados les
asegurarán que no son antisemitas y que incluso
protegieron a individuos judíosde los nazis. Pero, aun
así, aparecer en público con Himmler y
pagarle un dineral no les parecía indigno a

Página 328
pesar de que este casi aniquiló por completo a los
judíosde Europa. Se cebaron con las desgracias
de los judíos ricos. Utilizaron a seres humanos en
sus minasy fábricas y ellos, de entre todos,
tendrían que haber comprendido realmente la
dignidad del trabajo. Sin embargo, hicieron
retroceder el tiempo y restablecieron la esclavitud
en Europa. Estos hombres han traicionado
vergonzosamente los ideales que se pudiera haber
esperado de ellos y, como consecuencia, han
traicionado a Alemania. Ahí es donde reside su
verdadera culpa.[178]

Durante las siguientes cinco semanas, Taylor y sus


ayudantes presentaron el caso de la acusación contra
Flick y los otros cinco imputados. Había pruebas apabullantes
sobre el empleo de trabajadores forzados y
esclavizados en el conglomerado empresarial de Flick, como
también las había de los procesos de arianizaciónque
había llevado a cabo y de la expropiación de otras
compañías. Pero a la fiscalía no le resultó
particularmente fácil intimidar a Flick y al resto de acusados
cuando llegó el momento de medir los conocimientos
individuales y la responsabilidad personal de cada uno en
estas masivas transgresiones.[179] Y los tres jueces
norteamericanos tampoco ayudaron. A veces tenían
dificultades con la complejidad del caso y con los
montones de documentos corporativos traducidos del
alemán.
El 2 de julio de 1947, el abogado de Flick, Rudolf
Dix, inició la exposición de la defensa. Flick se había
adelantado a Günther Quandt y había conseguido quedarse
con Dix después de que este defendiera con éxito a Hjalmar
Schacht en el juicio principal de Núremberg. En su
alegato de apertura, el abogado habló sobre la
indefensión que sufrieron la industria y los empresarios

Página 329
alemanes acusados frente al todopoderoso Estado
[180]
nazi. Argumentó que el responsable de los procesos
de arianizacióny del trabajo esclavo era el régimen, no
Flick. El magnate no había expoliado las empresas expropiadas
en el extranjero, sino que había invertido en ellas, dijo.
Además, sostuvo que el simple hecho de que hubiera
pertenecido a un grupo como el Círculo de Amigos de
Himmler no podía considerarse un delito. En resumen,
según Dix, los estadounidenses solo habían imputado a
Flick para que sirviera de ejemplo como representante de
toda la industria alemana.
Tres días después, Flick fue el primer acusado en
subir al estrado. Durante los siguientes once días, y a lo
largo de hasta seis horas al día, el envejecido empresario
industrial se defendió en los contrainterrogatorios,
manteniéndose erguido en todo momento.[181] Flick se retrató
a sí mismo como alguien que, en 1933, había entrado
en el periodo nazi con una diana en la espalda. Dijo
que todo el mundo lo odiaba por haber vendido en
secreto su mayoría de acciones del mayor conglomerado
industrial del país, la VSt, a un debilitado Estado alemán
en el pico de la Depresión y a un precio
alto, para colmo. También afirmó que sus generosas
donaciones a otros partidos y candidatos políticos que no
fueran el NSDAP, justo antes de que Hitler se hiciera
con el poder, lo convirtieron en un objetivo. Además,
negó que el régimen nazi le hubiera ayudado a generar
su fortuna: «Me contentaba si me dejaban tranquilo y me
sentía seguro. No pedí nada más porque quería vivir
en paz y armonía y continuar con el trabajo de mi
vida. Evidentemente, necesitaba cierta protección para ello, porque,
después de todo, tenía un pasado político».
[182]
Flick se presentó a sí mismo como una víctima
de los nazis, un hombre con vínculos con la
Resistencia y un protector de los desfavorecidos y

Página 330
oprimidos. Dijo que había sido «un defensor»[183] de los
Petschek —⁠ la familia judía a la que, en realidad,
había robado sus inmensos activos de lignito— y expuso
que había «representado sus intereses [de los Petschek]
durante la desesperada situación financiera». Asimismo,
rechazó cualquier actuación o declaración antisemita que se
le atribuyera, diciendo que, simplemente, «aullaba con los
lobos»,[184] y aseguró que su pertenencia al Círculo de
Amigos de Himmler era, por una parte,una garantía
personal, por otra, una red de contactos y, por último,
un apoyo a las aficiones e intereses culturales de
los líderes de las SS. También dijo que había invertido
capital en fábricas tomadas por la fuerza, como Rombach,
y que había introducido mejoras en la alimentación que
allí se ofrecía a la mano de obra esclava y forzada.
Ante la enorme cantidad de pruebas documentales
de la fiscalía, la defensa optó por desplegar diversas
[185]
estrategias. Una fue trasladar todas las responsabilidadesa
la coacción impuesta por el Estado. Otra resaltó la
descentralización del grupo empresarial de Flick, haciendo que
pareciera que la toma de decisiones recaía sobre los
directivos a título personal, no en el propio Flick. La
defensa apabulló a los jueces con los Persilscheine,
presentando 445 declaraciones juradas en las que se
daba testimonio de las virtudes apolíticas o antinazis de los
acusados. La defensa también trató de desacreditar a los
testigos de la acusación, sobre todo a aquellos que
habían sobrevivido al trabajo forzado o esclavo en
las fábricas de Flick, lo que produjo varios
enfrentamientos insólitos. Un abogado de la defensa
reprendió a una mujer, una antigua Ostarbeiter,afirmando que
cualquier alemán actual disponía de menos comida de
la que ella había tenido en el campo de trabajos
forzados de Rombach. Dix restó importancia a una
descripción del uso de trabajadores forzados franceses en una
de las cocinas de la fábrica de Flick, diciendo que

Página 331
los franceses eran, al fin y al cabo, los «mejores
[186]
cocineros del mundo». El presidente del tribunal
personificaba la imagen de lo dolorosamente poco
informados que estaban los jueces estadounidenses cuando
le preguntó, completamente en serio, a un antiguo
prisionero del campo de concentración de Gröditz, la
fábrica de Flick, si allí no les daban vino tinto para
cenar.[187]
El inútil hijo mayor de Flick, Otto-Ernst, les siguió la
corriente en esta farsa. Aunque, de alguna manera,
había logrado que no lo imputaran por su rol de líder en
las plantas siderúrgicasde Rombach y Gröditz, lo
convocaron como testigo de la defensa. El heredero, de
treinta y un años, habló en su testimonio sobre los
[188]
«paseos» que había dado por el complejo de Rombach,
en Lorena (Francia), y en los que había observado lo
que él consideraba unas condiciones de vida más o menos
confortables para los trabajadores forzados. También declaró
que a las trabajadoras infrautilizadas les había dado la
oportunidad de trabajar en su jardín personal los
domingos para que «pudieran conseguir algo particularmente
bueno para comer».
La defensa tardó tres meses en presentar el caso de
los seis acusados. Por fin, a finales de noviembre de
1947, la fiscalía comenzó sus alegatos finales.
Telford Taylor instó a los jueces americanos a que
no sucumbieran a la afirmación de la defensa de
[189]
que este juicio no era más que «un mero anacronismo» en
una Alemania que estaba cambiando rápidamente. En su
lugar, Taylor sostuvo que «la reconstrucción que el
mundo necesita no es puramente material, sino también
moral». Expuso que mientras que los acusados habían
dado «toda muestra de devoción por los beneficios […], están
mucho menos unidos a ciertos principios
fundamentales de los que depende la comunidad
[190]
empresarial de cualquier nación civilizada». Su «devoción

Página 332
por el sistema capitalista» no estaba por encima de
la ley, dijo. «El sistema de libre empresa aborrece el
trabajo esclavizado,y los negocios honrados no se
expanden a través de los saqueos». Finalmente, el
fiscal concluyó diciendo: «Sin duda […], a los empresarios
se les debe pedir que se ajusten a los mismos
estándares de constancia y rechazo a la perpetración
de delitos que la ley exige de todos los individuos, tanto si
se los tienta como si se los amenaza».
Dix resumió su alegato final en defensa de
Flick citando palabras de su propia declaración inicial:
«Los acusados vivían en el Tercer Reich bajo un gobierno
que obligaba a sus ciudadanos a realizar actos impíos
y perversos. Fue una tragedia, pero no fue culpa suya, si
siquiera su trágica culpa».[191] El abogado de Bernhard
Weiss, el sobrino de Flick, no fue tan sutil y
cuestionó la «causa general»[192] que la fiscalía
pretendía obtener con los procedimientos: «Este primer
juicio a empresarios industriales no es un ataque al
doctor Flick y sus adjuntos, sino a la economía y
el capitalismo alemanes al completo y a los hombres
de su industria».
Flick estuvo de acuerdo. Ejerció su derecho a
la última palabra frente a los jueces y realizó
una declaración en nombre de los seis acusados. Durante
casi todos los días de los últimos ocho meses había
lucido un ceño fruncido, sobre unas gafas para leer con
montura negra, y un traje cruzado de un gris
gastado. «Me hallo aquí como un exponente de la industria
[193]
alemana», pronunció en voz alta el magnate de
cabello cano. «Haciendo que se me condene, la fiscalía
pretende ponerverdad en su afirmación de que fue la
industria alemanala que encumbró a Hitler, la que lo
animó a llevar a cabo violentas guerras e instigó la
despiadada explotación del potencial humano y económico de
los territorios ocupados […]. Protesto contra el hecho

Página 333
de que, en mi presencia, se esté estigmatizando a los
empresarios industriales alemanes a los ojos del mundo,
tachándolos de esclavistas y expoliadores […]. Nadie […] que
nos conozca a mí y mis compañeros acusados
estará dispuesto a creer que cometimos crímenes contra la
humanidad,y nada nos convencerá tampoco a nosotros de
que somos criminales de guerra».
El presidente del tribunal ordenó entonces un receso.
Los jueces regresarían en cuatro semanas para dictar
sentencia sobre el caso de Flick, justo a tiempo para las
Navidades.

19

El 22 de diciembre de 1947, más de cinco meses


después de que Telford Taylor leyera los cargos
contra Flick y sus cinco cómplices, los jueces
norteamericanos volvieron al tribunal para dar su veredicto.
La sesión había durado más de seis meses, se
habían presentado más de mil quinientas pruebas y se
había escuchado a casi sesenta testigos, entre ellos los seis
acusados. La transcripción del procedimiento en inglés
ocupaba más de once mil páginas. Había sido un juicio
monstruoso.[194]
El veredicto decepcionaría a todas las partes.[195] Friedrich
Flick fue sentenciado a siete años de prisión, de los que
se restó el tiempo que ya había permanecido arrestado
desdemediados de junio de 1945; Otro Steinbrinck, a cinco
años; y Bernhard Weiss, el sobrino de Flick, fue
condenado a tan solo dos años y medio. Los otros tres
hombres, entre ellos el primode Flick, Konrad Kaletsch,
fueron absueltos.

Página 334
De los seis imputados, solo Flick y Weiss fueron
declarados culpables de emplear mano de obra forzada y
esclava, y únicamente en una de sus fábricas. Flick fue
el único condenado por saqueo, pero solo por el complejo
siderúrgico expropiado de Rombach, en Francia. Los cargos
por los procesos dearianizaciónse desestimaron por completo;
las transacciones habían finalizado antes del comienzo de la
guerra y el tribunal dijo que su jurisdicción solo
concernía a los crímenes cometidos durante el conflicto
o relacionados con él. Hallaron culpables a Flick y a
Steinbrinck por haber apoyado financieramente a las SS y
a los delitos que estas cometieron a través del Círculo
de Amigos de Himmler. Y Steinbrinck, por su parte,
también fue condenado por un cargo adicional: como oficialde
las SS había formado parte de una organización criminal.
En su informe final sobre el resto de procedimientos
jurídicos de Núremberg, Taylor llegó a tachar a la
sentencia de Flick de «extremadamente (si no excesivamente)
moderada y conciliadora».[196] Sobre todo considerando lo que
le ocurriría a Alfried Krupp, al que se condenó
a doce años de prisión y cuyos activos se
confiscaron en su totalidad. En el caso de Flick, los
jueces siguieron la línea de argumento de la defensa
en relación con elpuntomás importante:el programa de
trabajo forzado y esclavo había sido creado por el
régimen nazi, y su funcionamiento escapaba por completo
al control de los seis acusados y de la industria
alemana. Según los jueces americanos, la fiscalía solo
había conseguido probar, inequívocamente,que Flick y Weiss
habían hecho lo indecible por conseguir prisioneros de
guerra rusos para aumentar la productividad en una de
sus fábricas.
Los jueces también manifestaron que las empresas
siderúrgicasque se habían expropiado en la Unión Soviética
eran propiedad estatal, no privada, por lo que, en el
contexto de la guerra, las incautaciones que había

Página 335
realizado Flick habían sido admisibles. A ese respecto, solo
se lo consideraba culpable por haber arrebatado el
complejo siderúrgico de Rombach a sus dueños franceses.
Y aun así, de alguna manera, el tribunal concluyó
que Flick había dejado el complejo en mejores
condiciones que cuando se hizo con su control. Los jueces
también desestimaron los cargos sobre los procesos de
arianización porque escapaban a su jurisdicción y, de
cualquier modo, no habían sido capaces de ver que
estas transacciones eran típicamente delictivas. Según ellos, era
mejordejárselos a un juzgado de lo civil: «Una venta que
se haya llevado a cabo a causa de presiones o
coacciones puede cuestionarse en un tribunal de
[197]
equidad, pero […] dicho uso de las presiones, incluso
en el ámbito de la religión o la raza, nunca
se ha considerado un crimen contra la
[198]
humanidad».
Sin embargo, los tres jueces no creyeron a
Flick y Steinbrinck cuando afirmaron que sus cuotas como
miembros del Círculo de Amigos de Himmler solo
eran para apoyar los esotéricos pasatiempos e intereses
culturales del líder de las SS. Aunque el tribunal
consideró un atenuante el hecho de que la pertenencia
a ese círculo les granjeó a los acusados cierta
protección personal y concibió posible que hubieran entrado
por ese motivo, los jueces afirmaron que, en algún
momento tendrían que haberse dado cuenta de que sus
sustanciales contribuciones anuales servían para financiar, al
menos en parte, una organización criminal que estaba
exterminando, entre otros, al pueblo judío. Flick y
Steinbrinck habían proporcionado «un cheque en
blanco»[199] a Himmler y, según los jueces, no les había
«importado si se gastaba en sueldos o en gas letal».
El siguiente destino de Flick fue la prisión de
Landsberg, donde más de dos décadas antes Hitler había
dictado el Mein Kampf a dos ayudantes mientras

Página 336
permanecía encerrado por el fallido Putsch de Múnich.
Flick también volvería a resurgir. Mucho antes de que
se dictara su sentencia, había contratado a un abogado
en Estados Unidos. Flick no solo fue el único
condenado de Núremberg que presentó un recurso de
apelación ante el sistema judicial estadounidense, sino que
lograría que este llegara hasta el Tribunal Supremo. No
obstante, en 1949, dicho tribunal se negó a aceptar su
[200]
caso, por lo que su condena se mantuvo.

20

Desde prisión, Flick tuvo que delegar ciertas tareas


para lograr rescatar lo que quedaba de su imperio
industrial. Mientras que una mitad de su conglomerado había
sido expropiado por las autoridadessoviéticas en su zona de
ocupación, la otra mitad se encontraba en manos de
británicos y estadounidenses. Esta última parte debía controlarse
cuidadosamente, pues los Aliados planeaban reestructurar los
conglomerados de acero y carbón de Alemania
Occidental. Los estadounidenses y los británicos querían
descentralizar la economía alemana y eliminar el
riesgo de un nuevo rearme. Tras el final de su
juicio en diciembre de 1947, Flick mandó a dos socios
que habían sido absueltos a las zonas de ocupación
americana y británica, uno a cada una. Su cometido
sería negociar con los Aliados y las autoridadesalemanas
el aspecto que tendría dicha reestructuración.
Estas complejas negociaciones seguían en marcha
cuando Flick salió de la prisión de Landsberg.[201] Tras la
creación de Alemania Occidental, el presidente Truman
había nombrado a John J. McCloy —⁠ el abogado republicano

Página 337
que había sido el artífice de la política de ocupación
americana y del tribunal de Núremberg— primer alto
comisionado estadounidense de la Alemania ocupada. Durante
1950 y 1951, McCloy protagonizó una serie de
controvertidos actos de clemencia que afectaron a más de
cien condenados en Núremberg. No solo perdonó a
empresarios industriales como Alfried Krupp (devolviéndole
incluso sus activos), sino que también conmutó las
sentencias de muerte y redujo el tiempo en
prisión de numerosos oficiales superiores de las SS, todos
ellos responsables de la masacre de cientos de
miles de personas, en su mayoría judías, a lo
largo del territorio europeo que habían ocupado los nazis. La
decisión de McCloy era política.[202] Debía apaciguar a un
importante nuevo aliado: el Gobierno y los
ciudadanos de Alemania Occidental. Después de todo, muchos
de ellos clamaban por la reducción de las sentencias.
Telford Taylor estaba furioso. A principios de
1951, el antiguo fiscal de Núremberg condenó la decisión
de McCloy en The Nation, al considerarla la
«encarnación de la conveniencia política, distorsionada
por una aproximación a la ley y los hechos muy
poco sensata, por no hablar de las realidades de la
política mundial contemporánea».[203] Pero el caso es que
esas realidades políticas ahora favorecían a los criminales de
guerra alemanes. El gobierno de Truman se estaba
empantanando con la Guerra Fría y la guerra de
Corea, y necesitaba una buena relación con Alemania
Occidental. Era necesario hacer ciertos sacrificios.
Flick salió de prisión el 25 de agosto de
1950, después de que McCloy redujera su condena dos
años por buena conducta.[204] El magnate, de sesenta y
siete años, se había pasado cinco años entre rejas trabajando a
tiempo parcial como secretario en la biblioteca de la
cárcel de Landsberg. Flick hizo tan mal este trabajo que su
sucesor tuvo que poneral día cuatro meses de

Página 338
devoluciones de libros que se habían ido acumulando.
Ahora Flick podría volver al trabajo de verdad.
Cuando las puertas de la cárcel se abrieron, reporteros
y fotógrafos esperaban al magnate y al resto de
presidiarios de Núremberg a los que también se liberaba
ese día. Flick, que seguía aborreciendo la atención
mediática, se escondió tras un paraguas y fue derecho
a una limusina en cuya parte trasera lo esperaba su
mujer, Marie. En cuanto subió, el vehículo salió
disparado hacia la campiña bávara. Friedrich Flick era un
hombre libre.
Cuando hablaba con amigos y colegas, Flick mostraba
menosprecio por su condena en los Juicios de
Núremberg: «El tribunal que me tocó era claramente
estadounidense. Todo el mundo —⁠ secretarias, auxiliares y
jueces — era norteamericano. Además, rezaban por su país
dos veces al día. El rechazo a mi recurso de apelación
se debió únicamente a los intereses nacionales de Estados
Unidos».[205] Flick se había sometido a un proceso de
desnazificación desdela cárcel y fue clasificado como
exonerado en la zona de ocupación británica.[206] Puesto
que había trasladado la sede de su grupo empresarial a
Düsseldorf, situado en dicha zona, Flick estaba autorizado
para volver al trabajo nada más quedar libre y pudo
ponerse al frente de las delicadas negociaciones de
reestructuración de su negocio.
Y lo hizo con bastante éxito. A finales de 1951,
vendió al estado de Baviera un cuarto de sus
participaciones en la gigantesca empresa siderúrgica de
Maxhütte. Un año después, la Alta Comisión aliadadio su
visto bueno al plan de reestructuración de Flick. En
mayo de 1954, Flick ya había vendido las participaciones
mayoritarias de las dos compañías mineras que le
quedaban. Todasestas ventas reportaron a Flick cerca de 250
millones de marcos, de los que reinvertiría una parte en una
siderúrgica francesa y belga y se convertiría, por tanto, en

Página 339
el precursor más indeseable de la naciente integración
económica de Europa occidental. Y, aun así, le quedaban
cerca de ciento cincuenta millones de marcos para invertir.
¿Qué podía hacer con ese dinero? Flick no tardó en descubrir un
lugar para ellos en una de las compañías automovilísticas más
importantes del mundo: Daimler-Benz. Hacia finales de
la década, el criminal de guerra nazi al que se
había declarado culpable volvía a estar en lo alto. Era el
hombre más rico de Alemania.

Página 340
PARTE V

«Nueve ceros»

El 27 de diciembre de 1954, Günther Quandt se fue


de vacaciones a Egipto. Desde que terminaran los juicios
de desnazificación, trabajaba más que nunca desde una
anodina oficina de Fráncfort en la reestructuración de
[1]
su imperio empresarial. Pero tenía una salud frágil. Se había
recuperado rápidamente de un pequeño derrame cerebral en
1950, pero todavía debía ingresar en el hospital durante
algunas semanas cada tres o seis meses para tratarse
otros problemas de salud. Günther siempre se presentaba en
el hospital con un maletín repleto de papeles del
trabajo. Ahora quería huir del brutal invierno de
Alemania y pasar un par de semanas en África.
Para estas vacaciones tras las Navidades, había elaborado un
itinerario que incluía un viaje turístico a las pirámides
de Guiza, a las afueras de El Cairo. Se hospedó
en el Meno House, el afamado hotel de lujo de la
capital. Pero nunca llegaría a las pirámides. La
mañana del 30 de diciembre de 1954, Günther murióen
la suite de su hotel con vistas a la esfinge. Si
murióestando solo o acompañado sigue siendo un
misterio. Durante largo tiempo se rumoreó que el
magnate había sucumbido tras «una pequeña muerte».[2] Tenía
setenta y tres años.

Página 341
El ambiente en Alemania Occidental había cambiado a
principios de ese año. El orgullo alemán había vuelto.
Después de que el país derrotara a Hungría en la final
de la Copa del Mundo de Fútbol de 1954, el
cántico de la época nazi de «Deutschland, Deutschland
[3]
über alles!» (‘¡Alemania, Alemania, por encima de todos!’)
resonó por todo el estadio de Berna.
Alemania había vuelto, pero Günther se había marchado.
Los años cincuenta fueron más que una década.
Supusieron el amanecer de una nueva era alemana,
todo gracias al Gobierno estadounidense. El estallido de la
guerra de Corea en junio de 1950 fue la chispa que
encendió el resurgimiento económico de Alemania Occidental. El
Gobierno de Truman empezó a gastar miles de millones
de dólares en el rearme, por lo que muchas fábricas
americanas se convirtieron en productoras de armas.
Como resultado, la producción de otros bienes se demoró
y aumentó la escasez, lo que hizo que Alemania
Occidental aprovechara la ocasión. En su papel clave de
nación occidental industrializada, fue capaz de llenar ese vacío en
la producción y de encargarse de la descomunal
demanda mundial de bienes de consumo gracias a su
capacidad de exportación. Para cuando llegó 1953, la
economía de Alemania Occidental se había cuadruplicado.[4]
Cualquier aversión que quedara en el resto de los
países a la compra de productos alemanes se
desvaneció clara y rápidamente.
En la nueva república federal de Alemania
Occidental, liderada por el canciller Konrad Adenauer, el
Wirtschaftswunder, o ‘milagro económico’, proclamó una
nueva era de crecimiento económico nunca antes visto y
de gran prosperidad para la mayoría de los alemanes.
En particular, los magnates desnazificados asentados en el
oeste y sus herederos entraron en una época de
inconmensurable riqueza mundial, que se mantiene hasta hoy.
Pero estas nuevas ganancias inesperadas pasaron

Página 342
completamente por alto a los millones de alemanes que
vivían en el Estado comunista de Alemania Oriental,
gobernado por los soviéticos. Y a medida que la
desigualdadse enquistaba, una cultura del silencio también
se instauró en esta Alemania dividida. Enterró los horrores
del Tercer Reich y el papel diabólico que muchos
alemanes habían tenido en él. Los magnates de
Alemania Occidental convirtieron sus decenas o cientos de
millones de reichsmark en miles de millones de marcos o
dólares, y recuperaron o consiguieron el control
de sectores enteros de la economía alemana y global,
sin casi nunca, o nunca, volver la vista atrás. Estos
hombres dejaron a sus herederos empresas y fortunas
valoradas en miles de millones, pero también un pasado
manchado de sangre que aguardaba para salir a la luz.

El 8 de enero de 1955 se celebró un homenaje


póstumo en recuerdo de Günther Quandt en el salón de
actos de la Universidad Goethe de Francfort. Hermann
Josef Abs —⁠ uno de los banqueros más influyentes del
Tercer Reich, que se estaba convirtiendo actualmente
en el financiero más poderoso de Alemania Occidental
como presidente del Deutsche Bank— dijo lo siguiente sobre
Günther en su panegírico: «Nunca se sometió
servilmente al Estado autoritario».[5] Era exactamente lo
contrario a lo que el propio Abs había dicho de él
durante la fastuosa celebración del sexagésimo cumpleaños
del magnate en Berlín en 1941. En aquella época,
mientras se dirigía a la élite nazi, el banquero
había elogiado el servilismo de Günther: «Pero tu característica

Página 343
más destacada es tu fe en Alemania y en el
Führer».
Horst Pavel,el ayudante más cercano de Günther y
artífice principal de la estrategia para arianizar la
AFA, también pronunció unas palabras que apenas hicieron
mención a la época nazi, salvo para decir lo
arduamente que su jefe y mentor había trabajado durante
la guerra. Pavel habló con admiración sobre la «asombrosa»
habilidad de Günther para sacar el máximo rendimiento
de los numerosos desastres económicosy políticos de
Alemania: «Preparaba sus movimientos con cautela, y después
actuaba con habilidad y tenacidad hasta que, finalmente,
[6]
conseguía su objetivo».
Aunque las autoridadessoviéticas habían arrebatado a
Günther empresas, fábricas, residencias y fincas en Alemania
del Este, conservó muchos activos en Alemania Occidental:[7]
la fábrica de baterías AFA en Hannover, numerosas
plantas armamentísticas de DWM (además de sus filiales
Mauser y Dürener), y lo que quedaba de Byk Cuiden,
una inmensa empresa química y farmacéutica que ya
había sido arianizada cuando Günther la compró durante la
guerra; por nombrar algunas. También le quedaban un
tercio de las participaciones de Wintershall, el gigante
del potasio y el petróleo, y un 4 % de acciones
en Daimler-Benz (hasta 1945 había formado parte del
consejo supervisor de esta importante empresa automovilística
con sede en Stuttgart). Fue un movimiento clarividente.
La motorización en masa estaba creciendo por todo el
mundo, y el futuro económico de Alemania
Occidental pasaba por la industria automovilística. En los
años previos a su muerte, Günther reestructuró la AFA
y la situó como el proveedor clave de acumuladores y
baterías de arranque para coches.
Reestructurar en Alemania Occidental significaba saldar
cuentas con algunas verdades desagradables. El nombre
completo de DWM —⁠ Deutsche Waffen- und Munitionsfabriken—

Página 344
se cambió por algo que sonaba más inofensivo: IWK
(Industriewerke Karlsruhe). Además, se prohibió a la
compañía fabricar armas y munición (por el
momento, al menos). Byk Gulden,por su parte,se había
convertido en uno de los negocios farmacéuticos más grandes
de Alemania a finales de la guerra, pero se
debía en parte a sus filiales arianizadas. Tras el conflicto
bélico, los herederos de los dueños judíosoriginales pusieron
en marcha los procedimientos de restitución.[8] Las
negociaciones concluyeron discretamente y se devolvió
a los herederos tierras, edificios y maquinaria.El abogado
de Günther abordó estos asuntos con pragmatismo: «No
había ni una sola empresa alemana que no hubiera
llevado a cabo procesos de arianizacióndurante la
guerra, por lo que había demandas de restitución aquí y
allá y hacían falta abogados para resolverlas»,[9] recordaría
más adelante.
Günther había luchado con uñas y dientes contra
algunos de estos procesos judiciales. En 1947, Fritz Eisner,
un químico judío alemán que había huido a Londres,
presentó una demanda de restitución contra la AFA en
[10]
la zona de ocupación británica. Günther había
arianizado las empresas electroquímicas de Eisner, situadas
a las afueras de Berlín, en 1937, y ahora Eisner
quería una compensación que complementara la miseria
que Günther le había pagado. Pero las empresas se
encontraban ahora en la zona de ocupación soviética y
habían sido expropiadas. En lugar de disculparse con Eisner
por extorsionarlo y haberle pagado menos de lo
que debía, Günther hizo que sus abogados de la AFA
combatieran a la demanda basándose en la premisa de
la jurisdicción.La petición Eisner fue rechazada en
1955, poco después de la muerte de Günther.

Página 345
3

Pero ¿cuál fue exactamente el legado empresarial de


Günther Quandt? Kurt Pritzkoleit, un periodista de negocios
que informaba sobre empresarios industriales, le dio este
título a un capítulo de un libro sobre Quandt en
1953: «El poderdel gran desconocimiento».[11] Pritzkoleit fue el
primer reportero en sacar a la luz el verdadero
tamaño del imperio industrial de Günther y su
inclinación por el secretismo:
Quandt desarrolló un talento para proteger su
trabajo de la opinión de los extraños y lo
convirtió en una habilidad que es difícil de
encontrar […]. Casi nadie ha sido capaz de comprender
el alcance completo y la universalidad de sus
actividades, salvo aquellos que estuvieron a su lado.
Desarrolla a la perfección su camuflaje; la
habilidad, tan poco común entre nosotros, seres
humanos débiles y vanidosos, para absorber el
color protector de su entorno: entre los fabricantes
textiles, parece un fabricante textil; entre los
trabajadores del metal, parece un trabajador
del metal; entre los especialistas en armas,
parece un especialista en armas; entre los
ingenieros eléctricos parece un ingeniero eléctrico;
entre los expertos en seguros, parece un
experto en seguros; entre los mineros de potasa,
parece un minero de potasa; y en cada una
de sus manifestaciones parece tan auténtico y
convincente que el observador que lo descubre en
alguna de sus polifacéticas actividades se cree
que ese color protector es el original y único,
innato e inmutable.

Página 346
La continuidad dinástica y empresarial había sido crucial
[12]
para Günther. El magnate había visto cómo otros negocios
familiares caían presa de luchas internas relacionadas con la
sucesión. Como quería evitar eso a toda costa, antesde
morir dispuso unos meticulososplanes. Sus hijos, Herbert y
Harald, se harían cargo cada uno de una rama específica de
su imperio industrial. Harald era el más dotado
técnicamente de los dos. Se había graduado como ingeniero
mecánico en 1953 y, como estudiante, ya había formado
parte de numerosos consejos de supervisión de las empresas
de su padre. Tenía sentido, por lo tanto, que se
pusiera al frente de los negocios de armas y
maquinaria IWK, Mauser, Busch-Jaeger Dürener y Kuka.
Herbert, el hermano mayor de Harald —⁠ al que sacaba
diez años—, supervisaría la AFA y las participaciones
que tenían en Wintershall y Daimler-Benz.
Günther dejó a su espalda una fortuna de 55,5
millones de marcos (unos 125 millones de euros
actuales),[13] la mayoría en participaciones empresariales,
que legó a Herbert y a Harald prácticamente a
partes iguales a través de dos conglomerados. Pero
puesto que Günther ya había transferido muchos de
esos activos a sus hijos a lo largo de la década
anterior —⁠ una estrategia para evitar el impuesto de
sucesiones de la que muchas de las personas más
ricas del mundo hoy en día se siguen
aprovechando—, el verdadero tamaño de su patrimonio era
imposible de calcular. Baste decir que era superior a 55,5
[14]
millones de marcos. La estructura formada por propiedades
y deudas a través de diversos holdings era tan
compleja que incluso los auditores más experimentados tiraron
la toalla. «No resulta fácil detallar hasta qué puntolos
títulos financieros se adquirieron a través de fondos
personales o de préstamos bancarios […]. Estas transacciones
[…] están tan entrelazadas que es imposible establecer una
conexión entre la compra de títulos y de empréstitos

Página 347
individuales»,[15] recogía una evaluación de 1962 realizada por
mandato del Gobierno alemán.
En cualquier caso, el traspaso del negocio a la
siguiente generación de los Quandt se desarrolló sin
contratiempos. El hijo de Günther, Herbert, bromearía
después: «Con todo el respeto hacia mi padre: si su
muerte no hubiera aparecido en los periódicos, nadie del
sector lo habría notado».[16] El trabajo en las fábricas
Quandt se suspendió en señal de duelo durante el
homenaje a Günther, pero se retomó enseguida. Herbert
y Harald vivían a menos de cien metros el uno del
otro en Bad Homburg, una ciudad-balneario al norte de
Fráncfort. Tenían gran interés por expandir su imperio
empresarial y dejar su propio legado, por lo que, tras
la muerte de su padre, ampliaron rápidamente el lote
de participaciones que habían heredado de este en
Daimler-Benz, el fabricante de Mercedes. Sin embargo, sin
que ellos lo supieran, otro magnate alemán, con incluso más
dinero a su disposición que ellos, tenía sus propios
planes de inversión y los millones suficientes para
llevarlos a cabo. Ese magnate era Friedrich Flick, que
también había posado sus miras sobre la marca automovilística
más importante de Alemania. La «batalla por Daimler»[17] estaba
a puntode comenzar.

A mediados de julio de 1955, en la junta anual de


Daimler-Benz en Stuttgart, se incorporó a dos nuevos
socios con paquetes importantes de acciones que,
además, fueron elegidos para formar parte del consejo
supervisor del fabricante de coches: Herbert Quandt y

Página 348
Friedrich Flick. Herbert contaba con un considerable
3,85 % de participaciones de Daimler que él y
Harald habían heredado de Günther. Pero Flick sorprendió a
todo el mundo cuando declaró que tenía el 25 % de las
acciones, es decir, una minoría con capacidad de bloqueo.El
magnate, recién salido de prisión, había empezado a
comprar acciones de Daimler en secreto, y ahora,
tanto él como los hermanos Quandt querían más. Herbert y
Harald ansiaban un 25 %; Flick se planteaba obtener el
control mayoritario. Mientras dos de las dinastías
empresariales más ricas de Alemania se enfrentaban en
un mano a mano por aumentar su número de acciones en
Daimler, el precio de estas aumentó notablemente.[18] En
enero de 1956, surgió un tercer inversor: un
especulador comerciante de maderas de Bremen que se
había hecho con un 8 % de las participaciones. Quería
vender su lote a una de las dos partes por una
cuantiosa prima: el doble de su precio.
Unidos por la presencia de un enemigo común, los
Quandt y Flick firmaron una tregua. Llegaron a un
acuerdo secreto para expulsar al nuevo inversor. Flick
rechazó la oferta del especulador, lo que obligó
a este último a venderle sus participaciones a Herbert
y Harald por un precio mucho menor. Los hermanos
Quandt y Flick dividieron entonces el lote y siguieron
aumentando su número de participaciones. En la
siguiente junta general anual de Daimler, celebrada en
junio de 1956, Harald Quandt y el hijo mayor de
Flick, Otto-Ernst, se unieron al consejo de supervisión del
fabricante de coches de Stuttgart.
Hacia finales de 1959, Flick era el socio mayoritario de
Daimler-Benz, con cerca de un 40 % de la compañía. Los
Quandt, por su parte,tenían un 15 %. Y, entre ambos,
se encontraba el Deutsche Bank, con un 28,5 %. El
triunvirato formado por Hermann Josef Abs —⁠ presidente de
Deutsche Bank y también del consejo de supervisión de

Página 349
Daimler-Benz—, los Flick y los Quandt dirigiría la compañía
del mayor fabricante automovilístico de Europa durante las
próximas décadas. Y no fue un reinado problemático.
Flick ubicó una parte de sus acciones en Daimler en un
holding propiedad de Herbert Quandt, lo que permitió a
este último cumplir los requisitos para desgravarse los
impuestos. Las dinastías estaban ahora oficialmente unidas.
Pero mientras que Herbert y Flick terminaron
colaborando en Daimler, cuando trataron de rescatar
BMW se encontraron en bandos opuestos.[19] El
fabricante de coches de Múnich estaba al bordede
la bancarrota a finales de la década de 1950 a
causa de la poca variedad en sus modelos y la
mala gestión. Herbert le pidió permiso a Harald
para comprar acciones en BMW a título personal, sin
implicar al grupo Quandt. Era una inversión arriesgada, pero
Herbert, al que le encantaban los coches rápidos,
quería tener la oportunidad de reestructurar la empresa.
Así, comenzó a comprar participaciones de BMW y
bonos convertibles. La prensa sospechó al principio que
Flick estaba tras el aumento de los precios de las
participaciones, pero él lo negó. Aun así, en la junta
anual de BMW en diciembre de 1959, se presentó un plan
de reestructuración, secundado por Flick, que incluía la
emisión de nuevas participaciones exclusivas para Daimler-
Benz, que con ello controlaría mayoritariamente a su
competidor. Flick, como socio principal de Daimler, lo vio
como una forma barata de tener a BMW bajo su control.
Pero el plan que Flick propuso no fue aceptado al final
por los socios en la junta de Múnich, que fue
bastante intensa. Tras el intento de golpe de Estado
empresarial por parte de Flick, Herbert tomó firmemente las
riendas de BMW y empezó a reorganizarla él solo
tras convertirse en su principal accionista.
La reestructuración de Herbert, que duraría una década,
fue un éxito.[20] Cambió la gerencia, expandió la variedad

Página 350
de modelos de coche y continuó comprando participaciones.
En 1968, BMW consiguió mil millones de marcos de beneficios
y Herbert controlaba ya el 40 %. Ese verano, vendió
las acciones que la familia tenía en Wintershall, el
gigante del petróleo y el gas, al coloso químico
BASF por cerca de ciento veinticinco millones de marcos.
Utilizó parte de estas ganancias para convertirse en el
accionista mayoritario de BMW Hasta el día de hoy, dos de
sus hijos siguen manteniendo ese nivel de control
sobre la compañía automovilística, motivo por el que
ostentan el título de los hermanos más ricos de Alemania.

Para los Quandt y muchas otras dinastías empresariales


alemanas, los fantasmas del Tercer Reich nunca se
alejaron mucho, principalmente porque los propios magnates
[21]
no dejaban de invitarlos de nuevo. Harald Quandt
contrató a una pareja, que había trabajado para los
Goebbels durante la época del nazismo para que se
uniera al servicio doméstico de su casa en Bad
Homburg. «El mismo hombre que había llevado a su
madre en coche durante los años treinta ahora hacía lo
propio acercando a sus hijas al colegio»,[22] reveló más
tarde un biógrafo de la familia Quandt. Pero estas
contrataciones no se limitaron a la vida privada de
Harald. Durante los primeros años de la década de
1950, Harald introdujo y situó en puestos de
importancia dentro del grupo Quandt a dos de los
ayudantes de más confianza de Joseph Goebbels en el
Ministerio de Propaganda. El más destacado era Werner
Naumann, al que se designó como sucesor de Goebbels

Página 351
en el testamento de Hitler. Además, Naumann había sido
otro de los amantes de su madre, Magda. Cuando
lo contrató como miembro del consejo de administración de
Busch-Jaeger Dürener, las autoridadesbritánicas de Alemania
acaban de dejarlo libre después de que, en 1953, él
y un grupo de neonazis intentaran infiltrarse en un partido
político, plan que frustraron los británicos. Al parecer, al
heredero de los Quandt esto no le importó lo más
mínimo. Mientras hablaba con un amigo, Harald defendió
su decisión de contratar a Naumann describiéndolo como
«un compañero inteligente, no un nazi».[23] Pero Naumann se
había unido al NSDAP en 1928 y lo habían
nombrado general de brigada de las SS en 1933. Era un
nazi comprometido, se viera por donde se viera.
Claro que Harald no fue el único en mantener sus
vínculos con el oscuro pasado de Alemania mientras
amasaba riqueza para su dinastía. Los dos antiguos
oficiales de las SS, Ferry Porsche y Albert Prinzing,
estaban muy ocupados convirtiendo el Porsche 356 en
un enorme éxito global durante la década de 1950.
Como consecuencia, Ferry se rodeóde antiguos oficiales de
las SS en las oficinas de la marca en
Stuttgart.[24] En 1952 colocó al barón Fritz Huschke von
Hanstein a cargo de las relaciones públicas globales de
Porsche y lo nombró director de su equipo de
carreras automovilísticas. Von Hanstein había sido un icono de
este deporte durante la guerra. Había pilotado el BMW
favorito de Himmler luciendo un mono adornado con las
iniciales « SS»,que lacónicamente explicó que significaban
[25]
«Super-Sport» («súper deporte»). No obstante, la
trayectoria de von Hanstein en las SS no se limitó a las
carreras de coches. Como capitán de las SS, ayudó
en el «reasentamiento» de los judíosy los polacos en
la Polonia ocupada por los nazis. Pero después de que un
tribunal de las SS lo reprendiera por un intento de
violación, perdió el favor de Himmler.

Página 352
En enero de 1957, Porsche contrató a Joachim
Peiper, que había salido de la prisión de Landsberg solo
cuatro semanas antes, después de que una comisión
de indultos germano-estadounidense conmutara su sentencia
de muerte. Peiper, un antiguo adjunto de Himmler,
había sido condenado por un tribunal militar estadounidense en
Alemania después de la guerra por haber dirigido la
unidad de tanques de las SS responsable de la
matanza de Malmedy en 1944, en la que ochenta y
cuatro prisioneros de guerra americanos habían sido
asesinados. Por iniciativa de Prinzing, Porsche contrató al
criminal de guerra nazi como su jefe de promoción de
ventas.
Peiper estaba encantado con su nuevo puesto.
«Verá […], nado silenciosamente en las grandes y viscosas
inundaciones de la maravilla económica de la República
Federal. No en lo más alto, pero tampoco en lo más
bajo. En el medio, sin provocar la más mínima
ola»,[26] le escribió a su abogado. Pero, con el
tiempo, la contratación de Peiper agitaría bastante
las aguas, incluso en una compañía tan bien provista de
antiguos oficiales de las SS (el antiguo chófer de
Hitler, Erich Kempka, y el general de las SS
Franz Six, fueron otras de sus incorporaciones). En 1960,
Porsche concluyó que esta línea de contratación podría
dañar potencialmente la reputación de la marca en el país
al que más vehículos se exportaban: Estados Unidos.
De manera que Peiper fue despedido.
Durante este mismo periodo, otro antiguo oficialde las
SS, RudolfAugust Oetker, se estaba beneficiando
extraordinariamente del milagro económico de Alemania
Occidental. Su empresa familiar, Dr. Oetker, alcanzó un
récord de ventas en 1950, cuando vendió cerca de
1250 millones de paquetes de levadura en polvo y
mezcla para hacer pudín.[27] Con esos beneficios, Rudolf-August
transformó su negocio de productos de horneado, establecido

Página 353
en Bielefeld, en un conglomerado mundial.[28] Aumentó las
participaciones de la familia en la empresa de
fletes de Hamburg Süd e invirtió en más cerveceras. Además,
también se introdujo en nuevos sectores: compró el
banco privado Lampe y nombró al banquero nazi
[29]
Hugo Ratzmann su socio principal. Durante el Tercer
Reich, Ratzmann había ayudado a Günther Quandt, Friedrich
Flick, August von Finck y muchos otros magnates a llevar a
cabo sus procesos de arianizacióny expropiación en
Alemania y la Polonia ocupada.
Cuatro años después de la muerte de Ratzmann en
un accidente de coche en 1960, Rudolf-August nombró a
Rudolf von Ribbentrop director general de Lampe. Era el
hijo mayor del arribista ministro de Asuntos Exteriores
de la Alemania nazi, que también había sido el primer
hombre en morir ahorcado en Núremberg. Rudolf-August
y Rudolf von Ribbentrop habían sido amigos desde
1940, pero la carrera de von Ribbentrop en las SS
había sido mucho más exitosa que la del príncipe del
pudin. Von Ribbentrop había sido un comandante de tanques
Panzer, altamente condecorado, de la selecta 1.ª
División Leibstandarte SS Adolf Hitler. Su madre
había sido una de las herederas de Henkell, uno de los
mayores productores de vino espumoso de Alemania.
Había propuesto a su hijo como socio gerente de la
compañía, después de que fuera hecho prisionero de
guerra y lo liberaran, pero sus parientes y el
presidente de Henkell, Hermann Josef Abs, vetaron el
nombramiento. Pensaban que el apellido Ribbentrop sería
malo para el negocio. Pero Rudolf-August no tenía tantos
reparos. «Me convenció para que me alejara del círculo
íntimo de mi familia y fuera a trabajar con
[30]
él», escribió después von Ribbentrop en su autobiografía.
«La oportunidad que me brindó supuso un mayor reto
para mí del que podría haberme imaginado. Le estaré
siempre agradecido».

Página 354
Para empezar, Rudolf-August colocó a von
Ribbentrop en una fábrica de marionetas en la que
[31]
había invertido, periodo durante el cual von Ribbentrop
reforzó sus lazos con su red de contactos de las
Waffen-SS. En enero de 1957, pidió a Rudolf-August que
proporcionara ayuda económica a los veteranos de su
unidad de tanques de las SS que habían sido
condenados por la matanza de Malmedy y que habían
salido recientemente de la cárcel. Entre este grupo de
criminales de guerra nazi se encontraba Joachim Peiper, el
antiguo comandante en jefe de la unidad y
nuevo empleado de Porsche. El mundo era un pañuelo,
al fin y al cabo. Rudolf-August estaba feliz de
poder ayudar económicamente a estos antiguos camaradas de
las SS, pero el tacaño magnate quería evitar los pagos
directos porque estos no eran deducibles. En su lugar, Rudolf-
August propuso utilizar el grupo empresarial Dr. Oetker,
como ya había hecho en otras ocasiones (según dio a
entender), para transferir el dinero a Stille Hilfe (‘Ayuda
Silenciosa’), la hermética organización de ayuda humanitaria
para miembros de las SS condenados y fugados; hoy
en día sigue activa.
Rudolf-August no tardó en ascender a von Ribbentrop a
socio general del banco Lampe. Pero el vínculo que unía
a estos antiguos compañeros de las SS se terminó de
consolidar cuando Rudolf-August compró el negocio
familiar de vino espumoso de Henkell por ciento treinta
millones de marcos en 1986.
[32]

Página 355
Uno de los magnates sí que tuvo que enfrentarse a
repercusiones empresariales por sus acciones durante el
[33]
Tercer Reich; y reaccionó de forma radical. En
noviembre de 1954, el barón August von Finck se
encontraba a los pies de los Alpes planeando su venganza. El
jefe de caza al que tenía empleado, un hombre llamado
Bock, había puesto cadenas para la nieve al viejo
todoterreno aparcado en el pueblo de Mittenwald,
en Baviera, junto a la frontera con Austria. Acompañado
de su sirviente, su cocinero y su perro de caza,
Dingo, von Finck ascendió a toda prisa por las
vertiginosascarreteras hasta Vereinsalm, su rústica cabaña de
montaña decorada con astas de ciervo. Quería tomarse un
respiro en soledad en la nevada cordillera de
Karwendel. Acababa de soportar el primer intercambio
de golpes en su lucha por conseguir el poderde dos
de las aseguradoras más importantes del mundo.
De nuevo a la cabeza de su banco
privado, Merck Finck, el aristócrata de sesenta y seis
años llevaba un tiempo preparando una OPA hostil sobre
Allianz y Munich Re, los dos gigantes de los
seguros cofundados por su padre. ¿La razón tras el intento
de von Finck de intentar tomar el poderde forma tan
drástica? Lo habían apartado de sus funciones
recientemente. En 1945, las autoridadesde ocupación
estadounidenses habían depuesto al barón como
presidente de los consejos supervisores de las dos
aseguradoras, aunque se le permitió regresar como miembro,
que no presidente, del consejo de supervisión de Munich
Re tras la finalización de su juicio de desnazificación. Claro
que esto no era suficiente para von Finck; quería recuperar
sus dos antiguos puestos. Dado el historial reciente de
von Finck como leal seguidor de Hitler e importante especulador
en los procesos de arianizaciónde bancos privados, era
inconcebible que dos de las aseguradoras más
reconocidas del mundo le dejaran regresar como

Página 356
presidente. De manera que, furioso, abandonó el consejo
de Munich Re. «El año 1945 tiró por la bordamuchas
tradiciones, y los hombres nuevos de Allianz querían
su propio círculo de confianza. Después de todo,
durante aquellos años, los tanques de los norteamericanos
traqueteaban por todo el país y debían rodar algunas
cabezas»[34] se quejó el magnate, cómodamente instalado en
su cabaña, a un periodista de Der Spiegel.
A través de la herencia y el banco privado
de su padre, von Finck seguía siendo el principal
accionista de ambas aseguradoras, cuyo capital social
estaba estrechamente interconectado. De manera que,
como reacción al menosprecio recibido, el banquero empezó
a comprar en secreto participaciones de Allianz, a
través de testaferros, a lo largo de 1954. Pretendía
aumentar su proporción del 8 % a, por lo menos, un
25 % para así convertirse en una minoría con poderde
bloqueo y lograr el control de ambas compañías. Von
Finck no recibió ninguna ayuda de los bancos
comerciales de Alemania en su compra hostil porque
tenían una relación muy cercana con las aseguradoras.
Pero el hombre más rico de Baviera tenía dinero más
que suficiente. En un movimiento excepcionalmente
poco habitual en él, el tacaño financiero llegó a comprar
un 16,5 % de las acciones. Sin embargo, la aseguradora
bloqueó el registro de sus nuevas acciones para que
el barón no pudiera hacer uso de todos sus derechos de
voto. Mientras tanto, el altivo von Finck, que nunca
había considerado al hombre común uno de los
suyos, no logró convencer al suficiente número de
pequeños socios de que se unieran a él y formaran
una minoría de bloqueo.
Había que buscar una solución. Tras unas arduas
negociaciones, von Finck y las aseguradoras llegaron a
un acuerdo a finales de enero de 1955. A cambio de
que se registraran las participaciones que acaba de adquirir,

Página 357
von Finck retiró su plan de que se votaran, en una
junta extraordinaria de socios que él mismo había
convocado, sus propuestas relacionadas con la reestructuración.
Pero el banquero seguía siendo el principal accionista
de las dos aseguradoras, de modo que todavía podía
causarles enormes dolores de cabeza en el futuro. Se
sucedieron más negociaciones, y las aseguradoras llegaron a
otro acuerdo con el antiguo presidente. A cambio de
una amplia porción de sus participaciones en Allianz y
Munich Re, von Finck recibiría una minoría considerable
en una importante empresa siderúrgica, Südwestfalen.
Para gran consternación de von Finck, sin embargo, no
pasó mucho tiempo hasta que tuvo que enfrentarse a un
nuevo socio mayoritario en Südwestfalen. Y no era otro que
Friedrich Flick, el viejo conocido del barón. El magnate se
pasó la década de 1950 haciendo negocios a diestro
y siniestro, recuperando el tiempo y los activos que
[35]
había perdido mientras estuvo encarcelado. El grupo
empresarial de Flick, asentado en Düsseldorf, se había
despedido casi por completo del carbón, estaba
intensificando sus inversiones en el acero y se estaba
aventurando en la industria química y del automóvil.
Todo mientras un antiguo sector muy familiar para el
magnate empezaba a resurgir en Alemania Occidental: la
producción de armas. Flick quería acceder a ella, pero no
era el único. Había lucrativos contratos de defensa que
conseguir y numerosos magnates echándoles el ojo. La
carrera armamentística de Alemania volvía a ponerse en
marcha.
7

Harald Quandt, antiguo teniente de los paracaidistas


de la Luftwaffe, estaba a cargo de la rama
armamentística del creciente imperio empresarial de la familia.
Era el máximo responsable de IWK —⁠ antigua DWM—,

Página 358
que estaba resurgiendo rápidamente como uno de los
fabricantes de armas más importantes de Alemania
Occidental. El país le debía esta situación de rearme a la
intervención de Estados Unidos en la guerra de
Corea y en la Guerra Fría. Tras el fin de la
primera, la administración Eisenhower exigió a sus aliados
occidentales que se comprometieran a contribuir de
forma más igualitaria a la carga militar que suponía
la segunda. El canciller Adenauer se lo tomó como una
oportunidad para tratar el tema del rearme de Alemania
Occidental. En mayo de 1955, el país se unió a la
OTAN y se le permitió volver a tener un ejército. Seis
meses más tarde,se oficializaron sus nuevas Fuerzas
Armadas, la Bundeswehr. Poco después, la IWK de los
Quandt y su filial, Mauser, que fabricaba rifles, recibieron
autorización para volver a producir armas.
La decisión sobre el rearme satisfizo especialmente a
[36]
un genio de las tecnologías como Harald. Tenía un gran
campo de tiro automático, instalado en su sótano, un
búnker a prueba de radiación construido bajo la villa
familiar de los Quandt en Bad Homburg. En 1957, el
licenciado en ingeniería incluso tuvo la oportunidad de
desarrollar el prototipo de un tanque. Los ejércitos de
Francia y Alemania Occidental habían acordado producir
uno juntos y convocaron un concurso de diseño, que
ganó un consorcio que lideraba la IWK de Harald.
Pero el proyecto francoalemán del tanque no terminaría
saliendo adelante. Alemania Occidental se retiró porque el
Gobierno quería que el país construyerasu propio
tanque: el Leopard.
Alemania Occidental encargó unas cantidades impresionantes
del nuevo tanque de batalla. El ejército quería
entre mil y mil quinientos, ensamblados por un precio
unitario de 1,2 millones de marcos; este primer
pedido podía ascender, pues, a mil ochocientos millones
de marcos. Harald confiaba en poder conseguir este

Página 359
contrato, pero se enfrentaba a la dura competencia de
dos magnates mucho más experimentados que él en la
construcción y el diseño de tanques: Friedrich Flick y
Ferry Porsche. Aunque el hombre de confianza de
Flick declaró a la prensa en 1956 que el veterano
fabricante de armas «siente verdadero rechazo por cualquier
clase de armamento»,[37] este se reincorporó al sector ese
mismo año. Una de las filiales siderúrgicasde Flick
empezó a fabricar piezas para el nuevo avión
militar de transporte de la Luftwaffe, el Noratlas; el
caza de combate Fiat G91; y el bombardero Lockheed F-
104.
Pero esto solo era el principio de los planes de
[38]
producción de armas de Flick. Cuando los pedidos de
locomotoras empezaron a reducirse en Krauss-Maffei —⁠ que
se encontraba bajo el control de Flick—, hizo que la
compañía entrara en la producción armamentística a
través de la licitación del tanque Leopard, uniéndose a
Daimler-Benz, para el motor, y a Porsche, para el
diseño. Pero a la empresa automovilística de Stuttgart
le faltaban dos de sus cofundadores.[39] Ferdinand Porsche
había muerto con setenta y cinco años en 1951, seguido
al año siguiente por Anton Piëch, que murió
inesperadamente con cincuenta y siete años de un ataque
al corazón. Los dos hombres nunca se habían
recuperado del todo del tiempo que pasaron detenidos en
una prisión militar francesa.
Ferry Porsche y su hermana, Louise Piëch,
tomaron las riendas para fortalecer a sus respectivas
compañías Porsche. Tras haber construido el primer coche con el
nombre de la familia, Ferry volvía ahora a tener éxito
donde su padre no lo había conseguido: con el
prototipo de un tanque Porsche para su producción en
[40]
masa. En 1951, durante unas vacaciones esquiando en
Davos, Suiza, Ferry se reunió con un miembro de la
familia Tata, unos empresarios industriales de la India. Quería

Página 360
fabricar camiones y tanques en la India con Daimler-
Benz tras la buena experiencia que tuvieron con la
producción de locomotoras con Krauss-Maffei. Como es
evidente, por aquel entonces a las empresas de Alemania
Occidental no se les permitía construir tanques, pero
Ferry dio con un vacío legal: crearían una empresa conjunta
con Daimler para el diseño del tanque y la
establecerían en Suiza, sorteando de esa manera la
prohibición de fabricar armas en Alemania. El resultado
fue una fábrica de Tata-Daimler en la India que producía
en masa tanques basados en el diseño de Ferry.
Una década después, Krauss-Maffei y Daimler-Benz,
ambas ahora bajo el control de Flick, le devolvieron el
favor a Porsche sumando a esta empresa como
encargada del diseño en su licitación por el tanque
Leopard. Harald Quandt pensaba que tenía la mejor
estrategia, pero subestimaba las conexiones políticas de
Flick. Mientras que Harald quería llevarse la producción
a Hamburgo (de ideología izquierdista), Flick propuso que
el Leopard se fabricara en Baviera, el hogar conservador
de Franz Josef Strauss, antiguo ministro de Defensa y
poderoso presidente del partido político gobernante en
Baviera, la Unión Social Cristiana (CSU). Con el
respaldo de Strauss, Flick y Ferry vencieron a Harald y
consiguieron el contrato en 1963.
El tanque Leopard fue un éxito rotundo.[41] Krauss-Maffei
estimó el valor de su facturación,solo con el primer
contrato, en cuatrocientos ocho millones de marcos. Poco
después, los ejércitos de distintos aliados de Alemania
Occidental en la OTAN también empezaron a hacer sus
pedidos. Hacia 1966 se habían construido cerca de 3500
tanques Leopard y se había encargado un nuevo modelo
mejorado. Ferry Porsche no tenía problema con que su
empresa automovilística hubiera vuelto al desarrollo
armamentístico. «Uno nunca sabe en qué dirección irá la
política. De acuerdo con el concepto por el que está

Página 361
estructurado, nuestro ejército se rige por el principio
de la defensa. Y para esta tarea debemos equiparlo con
las mejores armas disponibles»,[42] escribió Ferry en una
de sus autobiografías.
A pesar de haber perdido el Leopard, Harald siguió
adelante con el desarrollo y la producción armamentística
como si nada. Lideró otro consorcio, en este caso para
diseñar el prototipo de un tanque germanoamericano,
pero este caro proyecto tampoco se llevó a cabo.[43]
Harald y Ferry diseñaron, además, sus propios vehículos
anfibios.[44] Sin embargo, el prototipo militar de Ferry —⁠ no
muy distinto del coche cubo de su padre— no fue
seleccionado por la Bundeswehr. Y el «anficoche»
para el ciudadano de a pie fue un fracaso a nivel
mundial. Su empresa IWK, por el contrario, tuvo más
éxito fabricando minasterrestres, y suministró más de un
millón de minas antipersonas y minasantitanque al
ejército de Alemania Occidental y a sus numerosos aliados.[45]
Algunas de las minasantipersonade IWK se exportaron
directamente o se revendieron a las zonas en
guerra de Africa (se han descubierto unidades sin explotar
en Etiopía, Eritrea y Angola, entre otros países).
Proyectadas para mutilar o matara soldados, podrían
haber terminado matando incluso a más niños y civiles.
Es probable que muchas de esas minas terrestres sigan
estando latentes bajo suelo africano hoy en día, largo
tiempo después de la muerte de Harald Quandt.

A las 22:30 del 22 de septiembre de 1967, el avión


Beechcraft Ring de Harald Quandt despegó desdeel

Página 362
aeropuerto de Fráncfort.[46] Su destino era Niza o, más
concretamente, la villa de Harald en la Riviera
Francesa que tenía intención de ponera la venta. Con
él iban su amante y otros dos invitados. El tiempo
sobre Francfort era tormentoso aquella noche y los
pilotos no tardaron en perder el contacto por radio con
el control de tráfico aéreo. Al día siguiente, un
pastor que se encontraba en las últimas laderas de
los Alpes descubrió los restos del avión privado. Se
había estrellado contra las montañas de la región del
Piamonte, no muy lejos de Turín. Harald, junto con elresto de
los pasajeros y los pilotos, había perdido la vida.
Solo tenía cuarenta y cinco años cuando murió.
Dejaba a su mujer, Inge; a sus cinco hijas pequeñas, con
edades entre los dos meses y los dieciséis años; y
veintidós puestos ejecutivos o en consejos de
supervisión. Su medio hermano, Herbert, sin embargo,
superaba estos números con sus seis hijos de tres
matrimonios distintos y su condición de ser el
hombre con más presencia en consejos directivos de
Alemania Occidental. Cuando Harald murió, el único
alemán más rico que los Quandt era Friedrich Flick.
Flick, al igual que los altos cargos del ejército de
Alemania Occidental y Estados Unidos, acudió al funeral
de Harald en Fráncfort. Entre todos, rindieron homenaje a
este empresario industrial, emprendedor y encantador, que
tanto disfrutaba con las personas y las fiestas. Los
asociados más cercanos a Harald estaban «horrorizados»
[47]
por su temprana muerte, pero tampoco les sorprendió
particularmente. Hacía tiempo que temían que este día
llegara. A Harald siempre le había gustado vivir al
límite.[48] Después de todo lo que había presenciado y
superado, seguía sintiendo una pasión infantil por la
vida. Esta actitud contrastabaclaramente con la de su
conservador medio hermano mayor, Herbert, el salvador
de BMW, con una discapacidad visual, al que no le

Página 363
gustaban los extraños. Claro que, en realidad, el que
llevaba una carga sobre los hombros era Harald. Una de
sus hijas le preguntó una vez si ella tenía tantos hermanos
porque él mismo los había tenido en el pasado.
La respuesta a la pregunta no fue nada amable.
Aunque es cierto que hablar de esos trágicos sucesos
no estaba completamente prohibido, sí que se dejaron
sin tratar en su mayoría. Pero eso no hacía que Harald
no cargara con ese macabro pasado allá donde
fuera.
Un periodista alemán describió una vez su encuentro
con Harald en una fiesta en Fráncfort, organizada por un
famoso arquitecto judío: «Entre las caras alegres y
animadas había una pálida como la luna, quieta y en
silencio, con los ojos brillantes y húmedos, mirando
fijamente […] a la nada. Aquel rostro pálido, que
sonreía educadamente pero con esfuerzo, permaneció inmóvil.
Me pareció como si una lejana tormenta rugiera tras
aquellos ojos cerosos, el recuerdo de una desgracia
incurable. Harald Quandt, rico heredero, hijo de Magda
Goebbels… Todo aquel que le miraba recordaba el terrible
sacrificio a Baal que su madre llevó a cabo en el
Führerbunker, cuando todo llegó a su fin».[49] Harald
nunca perdonó a su madre y a su padrastro
por haber matado a sus propios hijos, sus queridos
hermanos, ni tampoco logró superar su acto de asesinato-
suicidio. Cuando un abogado que representaba los intereses
de Goebbels contactó con Harald para hablarle de la
[50]
herencia de su padrastro, no quiso saber nada. Le dijo al
abogado que prefería mantener sus recuerdos de la casa
de la isla de Schwanenwerder, en Berlín, con sus seis
hermanos y su madre vivos en ella.
La muerte de Harald partió al clan Quandt por
la mitad. Y la familia de Flick también se
estaba disolviendo. Solo una de las dinastías

Página 364
empresariales sobreviviría a esta agitación interna; la otra
se derrumbaría.

El barón August von Finch llevaba puesto un sencillo


traje azul y unos zapatos marrones, con los talones
gastados, el frío día de principios de la primavera de
1970 en el que un periodista de la revista Der
Spiegel se reunió con él en su finca de Möschenfeld,
al este de Múnich. El periodista quería trazar un
perfil sobre el hombre de setenta y un años para un
artículo que estaba escribiendo sobre la reforma agraria. El
cuelloy los puños de la camisa del banquero parecían
deshilachados y llevaba la corbata torcida. «No
resulta complicado para el viejo hombre contradecir el
dicho de que el hábito hace al monje. Detrás de los
miles de millones de marcos, vuelven a aplicarse las
normas de la gente del campo»,[51] escribió el reportero
al principio de su artículo de doce páginas, titulado
«Nueve ceros». El aristócrata «bebe poco y fuma
moderadamente, sobre todo tabaco picado de Virginia, lo
que desmiente el refrán de que el dinero no
apesta». Hacia 1970, Friedrich Flick, August von Finck, Herbert
Quandt y Rudolf-August Oetker eran los cuatro
hombres de negocios más ricos de Alemania Occidental, de
mayor a menor según su fortuna.[52] Todos eran
antiguos miembros del Partido Nazi, uno de ellos se había
presentado voluntario como oficialde las Waffen-SS y todos se
habían convertido en multimillonarios.
El banco privado de este magnate en concreto,
Merck Finck, estaba valorado en mil millones de marcos,

Página 365
pero la mayor parte de su fortuna se encontraba en
las tierras. La finca principal de von Finck se extendía,
casi ininterrumpidamente, a lo largo de diecinueve
kilómetros a las afueras de Múnich. Las más de dos mil
hectáreas de terreno a las afueras de la ciudad
más rica de Alemania —⁠ más de 18,5 millones de
metros cuadrados de potencial terreno para construir,
valorados en cerca de dos mil millones de marcos de la
época— estaban compuestas por un tercio de praderas
y tierra de cultivo y dos tercios de bosques. Los
domingos, el barón conducía su destartalado Volkswagenhacia la
campiña bávara y caminaba fatigosamente a través de
sus bosques, ataviado con un abrigo de loden gastado.
En Baviera, August von Finck era una figura omnipresente. «Es
como el cuento de la liebre y el erizo»,[53] se
quejó un constructor sindicalista a un periodista de Der
Spiegel. «Vayamos a donde vayamos, [von] Finck ya está
allí».
El hombre más rico de Baviera seguía siendo
además el más tacaño. Von Finck no llevaba suelto;
si necesitaba dinero, perforaba con los descuidados dedos
su chaleco y murmuraba: «¡Oh! Creo que no llevo
nada en el bolsillo». Aceptaba monedas de buena
gana de cualquiera que estuviera a su alrededor y hacía
autostop para ir al peluquero de un pueblo cercano
porque era quince céntimos más barato que cortarse el
pelo en Múnich. «No comprende el necesariocambio social en
el mundo y tampoco quiere intentar comprenderlo»,
escribió el periodista. «Como si estuviera en un
museo, sigue viviendo en la época en la que se
crio». Y von Finck no era el único magnate que se
aferraba a una era más oscura.
El antiguo oficialde las Waffen-SS, Rudolf-August Oetker,
seguía siendo amigo de los nazis. No había tenido
reparos en contratar a su viejo compañero de las SS,
von Ribbentrop, ni en donara Stille Hilfe. A principios de

Página 366
la década de 1950, su segunda mujer, Susi, le dejó
para casarse con un príncipe que pronto se
convertiría en un reconocido político del NPD, el partido
neonazi de Alemania Occidental.[54] En 1967, en la
cresta de la popularidad del partido radical, Der
Spiegel informó de que Rudolf-August se había reunido
en secreto con ciertos políticos neonazis.[55] Conoció
al fundador del NPD a través del nuevo marido
de su exmujer mientras hospedaba a otro de los líderes
del partido en su mansión de Hamburgo. En mayo de
1968, el periódico alemán Die Zeit incluyó los grupos
empresariales de Dr. Oetker y Flick en una lista de
[56]
los patrocinadores corporativos del NPD. Ambas
compañías negaron, sin embargo, haberlos apoyado.
A finales de septiembre de 1968, a pesar de las
multitudinarias protestas, se inauguró un museo público
en Bielefeld con el nombre de Richard Kaselowsky, el
adorado padrastro nazi de Rudolf-August y miembro del
Círculo de Amigos de Himmler.[57]Para el diseño del
edificio, Rudolf-August había contratado al arquitecto estrella
norteamericano Philip Johnson, que también había apoyado el
[58]
nazismo. Cuando la polémica sobre el nombre del museo
resurgió décadas después, el ayuntamiento de la
ciudad decidió cambiarlo y, como respuesta, Rudolf-August
retiró su apoyo económico al museo, junto con las obras de
arte que había prestado.

10

En diciembre de 1967, Adolf Rosenberger muriócomo Alan


Robert en Los Angeles, de un ataque al corazón.
El perseguido cofundador de Porsche y emigrantetan solo

Página 367
tenía sesenta y siete años. Tras el acuerdo al que
llegó con laempresa y las muertes de Ferdinand Porsche
y Anton Piëch a principios de la década de 1950,
Rosenberger había viajado a Stuttgart y se había
reunido conFerry, al que le había ofrecido varias patentes con
la esperanza de representar a Porsche en California.[59]
Después de todo lo que había ocurrido, Rosenberger
seguía queriendo formar parte de la compañía que había
ayudado a crear. Ferry le contestó con evasivas y el
asunto quedó en nada.
Casi una década después de la muerte de
Rosenberger, Ferry publicó su primera autobiografía: We at
Porsche [‘Nuestra vida en Porsche’, cuyo título alemán fue
Ein Leben für das Auto]. En ella, el diseñador de
coches deportivos no solo tergiversó la verdad sobre el
proceso de arianizaciónque sufrió Rosenberger y su
huida de la Alemania nazi, sino también sobre las historias de
otros judíosalemanes a los que se obligó a vender
sus empresas y escapar del régimen de Hitler. Ferry
incluso acusó a Rosenberger de haberlo extorsionado
después de la guerra. Y lo que es más, el
antiguo oficialde las SS empleó descarados estereotipos
y prejuicios antisemitas en su retorcido relato: «Tras la
guerra, era como si las personas a las que los
nazis habían perseguido se creyeran con derecho a
exigir un beneficio extra, incluso en los casos en los que
ya se los había indemnizado. Rosenberger no
constituía, bajo ningún concepto, una excepción».[60]
Ferry, que ya tenía más de sesenta años, ofreció un
ejemplo de una familia judía que había vendido su
fábrica de forma voluntaria después de marcharse de
la Alemania nazi a la Italia de Mussolini, solo para
regresar tras la guerra y reclamar que les «pagaran una
segunda vez», al menos según su interpretación de los
acontecimientos. Ferry continuó diciendo: «Sería difícil culpar
a Rosenberger por pensar de una manera parecida.

Página 368
Sin duda sentía que, puesto que era judío y los nazis —
⁠ que tanto daño habían hecho— lo habían obligado a
dejar Alemania, tenía derecho a un beneficio extra».
Ferry aseguró falsamente que su familia había liberado
a Rosenberger cuando los nazis lo detuvieron. Pero no
habían sido ni Ferry ni su padre ni su cuñado, Anton
Piëch, quienes habían conseguido sacar a Rosenberger
de un campo de concentración a finales de
septiembre de 1935, a las pocas semanas de que los magnates
del automóvil hubieran arianizado sus participaciones en
Porsche. De hecho, el sucesor de Rosenberger en
Porsche, el barón Hans von Veyder-Malberg, fue el que
negoció con la Gestapo para que lo dejaran libre y
después ayudó a los padres de este a que
escaparan de Alemania.[61] Pero Ferry le arrebató el
mérito de estas acciones, tan moralmente sensatas, al
difunto barón en nombre de la familia Porsche:
«Teníamos tan buenos contactos que fuimos capaces de
ayudarlo, y lo liberaron. Por desgracia, todo esto quedó
olvidado cuando el señor Rosenberger vio lo que a
él le pareció una oportunidad de ganar más dinero.
Claro que la mayoría de los inmigrantes que habían
dejado Alemania, no solo los judíos, se sentía
así».

11

Cuando muriósu padre, Herbert y Harald «se


juraron el uno al otro que no habría ningún conflicto
[62]
fratricida en la familia Quandt». Pero tras el
fallecimiento de Harald en el accidente aéreo de
1967, la relación entre su viuda, Inge, y su medio

Página 369
hermano Herbert empeoró. Inge inició una relación con el
mejoramigo de su difunto marido, que empezó a
criticar las decisiones empresariales de Herbert. Las dos
ramas de la familia Quandt iniciaron una separación
[63]
de sus activos. Tras unas largas y difíciles negociaciones,
Inge ysus cinco hijas recibieron de Herbert cuatro quintos
del 15 % de acciones que la dinastía tenía en Daimler-
Benz. Y poco después se dividió el resto de activos
entre las dos familias.
Inge no estaba hecha para la vida de una
heredera Quandt.[64] Se enganchó a las píldoras y
fumaba cerca de cien cigarrillos al día. La mañana del día
de Nochebuena de 1978, Inge apareció muerta en su
cama.Había fallecido de un paro cardíaco a los cincuenta
años, y debía haber sucedido mientras sostenía un cigarrillo
en la mano, pues tenía quemados dos dedos. Sus hijas se
quedaron huérfanas, pero incluso entonces les aguardaba otra
tragedia. Al día siguiente, durante la noche de
Navidad, el nuevo marido de Inge se tumbó
junto al cuerpo inertede su mujer, que se había
dispuesto en su casa de Bad Homburg, se llevó una
pistola a la boca y apretó el gatillo. Una de
sus hijastras descubrió el cuerpo un día después.
El único consuelo para las hijas de Harald tras esta
nueva doble tragedia fue que, al menos, no tenían
problemas de dinero. Los Quandt habían empezado a
buscar comprador para sus acciones de Daimler-Benz
alrededor de 1973. La familia Flick no estaba
interesada; tenían sus propios problemas, por lo que los
Quandt buscaron rápidamente otro candidato. En
noviembre de 1974, las familias vendieron su paquete de
acciones.[65] El comprador, cuya identidad inicialmente se
mantuvo en secreto, no tardó en revelarse: la Kuwait
Investment Authority, el fondosoberano de inversión más
antiguo del mundo. La venta resultó polémica en Alemania
Occidental, pues le pisaba los talones a la crisis del

Página 370
petróleo de 1973, pero reportó a las familias Quandt
casi mil millones de marcos, la mayor transacción de
participaciones de la historia alemana. Las hijas de Harald
tenían la vida resuelta. Dio la casualidad de que, en
cuestión de seis semanas desdeque se realizara la
venta, otra más alta la eclipsó: un heredero de Flick
vendió un lote de acciones de Daimler, el doble de
grande, por dos mil millones de marcos. El grupo
empresarial de Flick, y la familia a la que pertenecía,
también se estaban viniendo abajo.

12

A principios de la década de 1960 estalló una


acalorada batalla legal entre Friedrich Flick y su hijo
mayor, Otto-Ernst. La sucesión estaba en peligro, como
también lo estaba el futuro del conglomerado de
Flick, el grupo de empresas privado más grande de
Alemania Occidental. Como en el caso de Günther Quandt, la
continuidad dinástica y empresarial lo era todo para Flick. Pero
a diferencia de Günther, Flick nunca implemento las
estructuras que permitirían que la sucesión corporativa se
realizara con normalidad y el testigo pasara a sus
hijos. Y si eso no fuera suficiente, el deseode Otto-
Ernst de separarse de su controlador padre lo convirtió en
un líder brusco y autoritario en la sala de juntas,
que irritaba a aquellos con los que trabajaba.
Otto-Ernst era lo opuesto a su frío, intelectual y
calculador padre. Durante una intensa reunión familiar
en Düsseldorf, que se había convocado para hablar sobre el
futuro profesional de Otto-Ernst, este acusó a su padre de
ser un cobarde. Flick respondió que «era la persona con

Página 371
mejorcarácter sobre la faz de la Tierra, pero no un
[66]
cobarde», y añadió que su hijo lo descubriría
pronto cuando acudieran a los tribunales. El veredicto
que Marie, la mujerde Flick, dio sobre su hijo, fue
particularmente brutal: «Teníamos grandes esperanzas puestas
en ti. Sin embargo, tus malas cualidades, aunque pocas,
han cogido tanta fuerza a lo largo de tu vida que
[…] te falta el carácter necesario y la idoneidad
profesional para suceder a tu padre».
Despuésde años de tensas disputas, Flick por fin
llegó a la conclusión, a finales de 1961, de que Marie
tenía razón: su hijo mayor no estaba a la
altura. Flick modificó el acuerdo de socios de su
grupo empresarial a favor de su hijo menor, Friedrich Karl, al
que se ascendió por encima de su hermano, once años
mayor que él. Como respuesta, Otto-Ernst demandó a su
padre y hermano por incumplimiento de contrato y solicitó
en los tribunales que el conglomerado Flick se disolviera y
se dividiera.[67]

Página 372
La familia Flick. Otto-Ernst, el primeropor la izquierda; Marie
y Friedrich, en el centro; y Friedrich Karl, el primero
por la derecha.

El proceso judicial en Düsseldorf se alargó durante


años. Otto-Ernst perdió dos veces, pero se llegó a un
acuerdo extrajudicial en otoño de 1965. [68] Otto-
Ernst fue expulsado del grupo empresarial familiar por un
precio cercano a los ochenta millones de marcos, y
su 30 % de participaciones se transfirió a sus tres hijos. Su
hermano pequeño, Friedrich Karl, controlaba ahora la mayoría
de las acciones de la compañía. Flick tampoco estaba
especialmente entusiasmado con este hijo, pero se estaba
quedando sin tiempo y sin opciones. Ahora tenía sus
esperanzas depositadas en sus dos nietos —⁠ ambos hijos de
Otto-Ernst—, a los que se conocía como Muck y
Mick.
Meses después de la conclusión del acuerdo que
partió en dos a su familia, Marie falleció. La mujerde
Flick desdehacía más de cincuenta años había sido testigo de
la incompetencia de sus dos hijos para suceder a su
marido. Otto-Ernst «siempre ha tenido talento y ha
sido competente y trabajador, pero no sabe arreglárselas».
Friedrich Karl «no tenía talento y nunca ha sido
competente ni trabajador, pero sabe arreglárselas».[69] Ese fue
la despiadada valoración que hizo de sus hijos.
Tras la muerte de su mujer, Flick, que padecía
una enfermedad bronquial producto de toda una vida
fumando puros baratos, se trasladó de Düsseldorf al sur de
Alemania, en busca del fresco aire alpino. Terminó
instalándose definitivamente en un hotel en el lago
Constanza, a pocos minutos de Suiza. Falleció en dicho
hotel, en su suite, el 20 de junio de 1972, diez días
después de su ochenta y nueve cumpleaños.

Página 373
13

En el momento de su muerte, Friedrich Flick era el


hombre más rico de Alemania Occidental y se
encontraba entre las cinco personas más acaudaladas del mundo.
Controlaba el grupo empresarial privado más grande la nación,
con acciones mayoritarias en 103 casos y 227 minorías
significativas, unos beneficios anuales de casi 5500 millones
de euros actuales y más de 216 000 empleados, incluidos los
que trabajaban en Daimler-Benz.
[70]
Y aun así, Flick se había negado siempre a pagar ni
un solo céntimo a aquellos que habían realizado trabajos
forzados o esclavos en las fábricas y minas que
controlaba. A principios de la década de 1960, la
Conferencia sobre Reclamaciones Materiales Judías presentó
[71]
una demanda contra Dynamit Nobel, una productora de
explosivos que ahora fabricaba plásticos y que estaba en
manos de Flick. Durante la guerra, había empleado a
cerca de 2600 mujeres judías de Hungría, Checoslovaquia y
Polonia como esclavas para que elaboraran munición en
fábricas subterráneas. Las mujeres salieron de los campos
de concentración de Auschwitz y Gross-Rosen y se
las deportó a los subcampos de Buchenwald, donde se
las puso a trabajar para la marca de explosivos. Cerca de
la mitad de las mujeres sobrevivieron a este calvario.
Pero da la casualidad de que Flick no era el dueño
de Dynamit Nobel durante la guerra, sino que se
había convertido en su socio mayoritario en 1959. Sin piedad
alguna, no solo rechazó de plano las demandas de
compensación de las mujeres, sino que alargó las
negociaciones durante años antes de retirarse por completo
de ellas. Incluso John J. McCloy, el antiguo alto
comisionado estadounidense de la Alemania ocupada que
había ordenado que se liberara a Flick antes de tiempo,

Página 374
se involucró en el asunto. Apeló a la obligación
moral de Flick, pero, claro está, no consiguió nada.
En los quince años anteriores a que la demanda
de Dynamit Nobel acabara sobre su mesa,Flick había adquirido
mucha experiencia en la negociación de indemnizaciones.[72]
Durante ese periodo, el magnate resolvió tres casos de
arianizaciónextremadamente complejos. Sin admitir su culpa,
Flick devolvió una mera fracción de las enormes empresas
industriales que había comprado por la fuerza o que
había ayudado a arrebatar a las familias Hahn y
Petschek, cuyos miembros al completo habían tenido que
emigrar. Y lo que es más, no solo fue capaz de quedarse
con el resto de los activos, sino que Flick se las
ingenió para sacar partido negociando con el Gobierno una
compensación por todo el carbón que había cedido al
grupo empresarial nazi Reichswerke Hermann Göring durante la
arianizaciónde Ignaz Petschek.
No resultó extraño, por lo tanto, que Hermann
Josef Abs, el ubicuo presidente del Deutsche Bank, empleara
un tono más serio durante el panegírico del funeral de
Flick, celebrado en Düsseldorf, del que había mostrado durante
el de Günther Quandt en Fráncfort. Tras alcanzar un
acuerdo con los herederos de Ignaz Petschek por su
dudosa participación en el proceso de arianización, Abs
medió entre el Gobierno alemán y Flick en nombre de
los herederos. En su papel de eterno intermediario, Abs
realizó las mismas funciones para Flick en sus insensibles
negociaciones con la Conferencia sobre Reclamaciones
Materiales Judías. Durante el funeral de Flick, dijo que
cualquier valoración sobre el trabajo que el magnate
había realizado a lo largo de su vida debía «dejarse a
una historiografía más objetiva que la que es habitual
[73]
hoy en nuestro atormentado y derrotado país».
Los turbios negocios de Flick —⁠ o los suyos propios—
durante el Tercer Reich no fueron el único motivo
por el que Abs realizó esta tan poco característica

Página 375
declaración taciturna a finales de julio de 1972. En la
década de 1960, el movimiento de protesta
estudiantil había marcado un giro cultural en Alemania
Occidental. Una generación más progresista se había hecho
adulta; una que había nacido tras la guerra y que
criticaba la estructura de poderdel país, el continuo y
virtual dominio del Tercer Reich sobre puestos de
importanciaen todos los aspectos de la sociedad, y la
falta de cualquier reconocimiento real sobre el pasado nazi
de Alemania. Los viejos hombres reaccionarios que habían
dirigido las grandes industrias alemanas estaban perplejos.
Habían crecido en una época en la que la
autoridad era incuestionable y los asuntos escabrosos
simplemente se escondían bajo la alfombra.Además, tras casi
veinticinco años de un crecimiento ininterrumpido, el boom
económico de Alemania Occidental se estaba enfriando. Flick
dejaba atrás un grupo empresarial que envejecía por momentos
y a una familia que tenía la misión de
mantenerlo todo unido mientras ella misma se estaba
desintegrando.
Otto-Ernst no asistió al funeral de su padre en
Düsseldorf. Casi dieciocho meses más tarde,sucumbió a un
ataque al corazón; era un hombre roto de tan solo
cincuenta y siete años. Su hermano pequeño, Friedrich
Karl, no perdió el tiempo y se hizo con el control
total del conglomerado, sucediendo a su padre comoconsejero
delegado.[74] A mediados de enero de 1975, anunció la
venta de un 29 % de las participaciones de Daimler-Benz
al Deutsche Bank por dos mil millones de marcos. Se
habían escuchado rumores de que Friedrich Karl estaba
negociando la venta al completo de las participaciones en
Daimler al sah de Persia, pero al Gobierno de Alemania
Occidental le pareció inaceptable, sobre todo teniendo en
cuenta que seis semanas antes las participaciones de los
Quandt en dicha empresa se habían vendido a
Kuwait. De manera que el Deutsche Bank apareció en

Página 376
escena. Friedrich Karl necesitaba el dinero por
apremiantes asuntos familiares. Al mes siguiente, compró
la parte de sus sobrinos, Muck y Mick, y de su
sobrina, Dagmar, por cuatrocientos cinco millones de marcos.
Así, los tres hijos de Otto-Ernst quedaron fuera del negocio
familiar y Friedrich Karl gobernó solo el imperio de los
Flick.[75]
A diferencia de su padre, severo y adicto al
trabajo, que prefería un estilo de vida austero, Friedrich
Karl disfrutaba con el boato de la riqueza. Se movía en
avión privado entre sus mansiones de Baviera y
Düsseldorf, su coto de caza en Austria, una villa en la
Riviera Azul, un ático en Nueva York, un castillo cerca de
París y un yate de sesenta metros de eslora
llamado Diana II. Sus fiestas en Múnich eran
legendariamente libertinas. El heredero de Flick, aunque
listo, era perezoso, y no le interesaba especialmente
dirigir el negocio familiar. Dicho cometido lo dejó
mayoritariamente en manos de su amigo de la
infancia, Eberhard von Brauchitsch, un deslumbrante
abogado al que Flick padre había ascendido e incluido en
la gerencia. Los dos mejores amigos nadaban en montañas
de dinero.
Hicieron un trato con el ministro de Hacienda de
Alemania Occidental: los millones de la venta de Daimler-
Benz no se declararían en su gran mayoría siempre que
el dinero volviera a invertirse, en los siguientes dos
años, en la economía alemana o en activos
extranjeros declarados aptos. De manera que, en los años
siguientes, se dedicaron a mejorar distintas empresas de
Flick y cientos de millones se invirtieron en negocios
estadounidenses, como la empresa química W. R. Grace. La
exención fiscal del grupo empresarial privado más grande
de Alemania Occidental llegó justo a tiempo.
[76]

Página 377
Pero todo se derrumbó a principios de noviembre de
1981, cuando las autoridades fiscales hicieron una redada
en la oficina del contable principal del conglomerado
en Düsseldorf; se sospechaba que estaba evadiendo impuestos
a nivel personal. Lo que los investigadores descubrieron
fue mucho más insidioso: documentos detallando que, durante
más de una década, von Brauchitsch había pagado casi
veintiséis millones de marcos en sobornos a los tres
partidos más importantes de Alemania Occidental con el
objetivo de favorecer las exenciones fiscales.[77] Se había
empleado una misión católica para lavar el dinero
donado por Flick, que después se devolvía a su
grupo empresarial para que se distribuyera entre sus
receptores principales: la CDU/CSU, la alianza de dos
partidos políticos conservadores: la Unión Democrática
Cristiana y la Unión Social Cristiana de Baviera. Von
Brauchitsch se refería eufemísticamente a los sobornos
[78]
como «cultivar el panorama político».
El caso Flick, el escándalo político más importante de
Alemania hasta la fecha, sacudió de lleno al país. Der
Spiegel lo denominó «la república comprada».[79] En la
investigación que se llevó a cabo, se implicó a
cientos de miembros pertenecientes o que habían
pertenecido al parlamento, incluido el nuevo canciller
Helmut Kohl.[80] Aunque este logró conservar su puesto,
su ministro de Asuntos Económicos, el conde Otto von
Lambsdorff,fue imputado por aceptar sobornos del
conglomerado de Flick y tuvo que dimitir. Friedrich Flick
negó saber nada sobre el asunto y culpó de todo a su
amigo von Brauchitsch. En 1987, se condenó al directivo,
al que también se había despedido, a dos años de
prisión, que no llegó a cumplir, y a pagar una
multa por evasión de impuestos. Von Brauchitsch se mudó
entonces a Zúrich y Mónaco. Siguió siendo amigo
íntimo de Friedrich Karl, aunque parecía más por
necesidad que por otra cosa. De hecho, la autobiografía

Página 378
que publicó posteriormente von Brauchitsch llevaba un título
revelador: Der Preis des
Schweigens (‘El precio del silencio’).[81]

Friedrich Karl Flick alrededor de 1980.

Para entonces, el grupo empresarial Flick había dejado de


[82]
existir. En diciembre de 1985, mientras muchas de las
investigaciones sobre el caso Flick seguían en curso,
Friedrich Karl vendió su negocio al completo al
Deutsche Bank por 5400 millones de marcos (unos 2000
millones de euros), marcando un nuevo récord sobre la
mayor transacción empresarial llevada a cabo en Alemania
Occidental. Con casi sesenta años, Friedrich Karl ya estaba
harto de los grandes negocios. Cobró el dinero y
emigró a Austria, un país fiscalmente laxo. Casi setenta
años después de que su padre pusiera en marcha la
adquisición secreta de su primera compañía siderúrgica, el
grupo empresarial de los Flick se había desintegrado. El
escándalo de los sobornos terminó siendo la puntilla
para este infame negocio familiar. Como concluiría más

Página 379
adelante un historiador alemán, todo lo que quedó de
la anteriormente poderosa compañía de Friedrich Flick era
«la enorme fortuna de sus herederos y la mala
reputación de su apellido».[83]
Como su padre, Friedrich Karl se negó en rotundo
a indemnizar a aquellos que habían realizado trabajos
forzados o esclavos para el grupo familiar. Dejó al
Deutsche Bank la tarea de satisfacer las demandas de la
Conferencia sobre Reclamaciones Materiales Judías sobre
Dynamit Nobel, cosa que hizo rápidamente en enero de
1986, al pagar cinco millones de marcos (casi dos millones
euros) a las mujeres judías que por entonces seguían
con vida.[84] El cambio en Alemania estaba a la
vuelta de la esquina, y desenterraría el oculto
pasado nazi de sus patriarcas empresariales más ilustres.

14

Mientras el imperio de los Flick se hundía, otras


dinastías empresariales alemanas también colapsaron. El clan
Porsche-Piëch no había parado de generar titulares durante
las décadas de 1970 y 1980, pero no por sus nuevos y
emocionantes diseños automovilísticos, sino más bien por sus
sórdidos escándalos sexuales y sus luchas internas por
la sucesión.[85]Y a estas disputas, bastante típicas en
las dinastías, se unieron las amenazas de secuestro.[86] En
1976, uno de los hijos de Rudolf-August Oetker fue
raptado en el aparcamiento de la universidad bávara en
la que estudiaba. El joven fue retenido durante cuarenta
y siete horas en una caja de madera en la que
recibía descargas eléctricas. Después de que su padre
pagara su rescate de veintiún millones de marcos

Página 380
(13,5 millones de euros), fue liberado, pero aquella
terrible experiencia le dejó secuelas permanentes.
Aun así, de todas las tragedias que podrían ocurrirle
a un negocio familiar, la muerte de su patriarca
seguía siendo la más peligrosa. Un soleado día de
finales de abril de 1980, el barón August von Finck se
desplomó tras el escritorio de su finca de Móschenfeld y
falleció. Tenía ochenta y un años. En el momento de su
muerte, el aristócrata reaccionario estaba considerado
el banquero más rico de Europa, con una fortuna
estimada en más de dos mil millones de marcos
(unos mil veintidós millones de euros actuales). Dejaba tras de
sí tanto Merck Finck, su banco privado, como también
miles de hectáreas de terreno alrededor de Múnich, de
las más caras del mundo. El barón tenía cinco hijos de dos
matrimonios. «Este avaro tirano […] sometía a sus cinco
hijos a una versión teutónica de “papáquerido”[87], con
[88]
su tacañería y exigencia, y su frialdad y distancia»,
dijo un perfil suyo realizado por la revista Fortune. Von
Finck quitó a su única hija de su testamento a cambio
de meras migajas y desheredó a su hijo Gerhard en
[89]
1978 por «llevar un estilo de vida deshonroso» tras
emigrar a Canadá (Gerhard es ahora un agente
inmobiliario de lujo en Toronto, que ofrece a sus
clientes «una combinación de la eficiencia alemana y la
[90]
cortesía canadiense»).
Esto dejaba a los tres hijos restantes libres para
repartirse el patrimonio. [91] Los dos mayores, August hijo
y Wilhelm, siguieron fielmente los pasos de su padre y se
hicieron cargo de Merck Finck. Su hermano pequeño,
Helmut, eligió un camino diferente. Se unió a la
secta mística de Bhagwan Shree Rajneesh en Oregón. A
sus archiconservadores hermanos no les hizo ni un pelo
de gracia. En febrero de 1985, el dúo citó a
Helmut en una notaría de Múnich, donde le pidieron
que renunciara a su herencia a cambio de sesenta

Página 381
y cinco millones de marcos. Aceptó, dejó el
movimiento Rajneesh y se hizo criador de caballos en
Alemania. Cinco años después, sus medio hermanos vendieron
Merck Finck a Barclays por seiscientos millones de
marcos.
Helmut tardaría otras dos décadas en recordar que en
el momento de renunciar a su herencia había sido
adicto al alcohol y a las drogas, por lo
que, según él, no había estado capacitado legalmente. Además,
sus medios hermanos habían violado el testamento de su
padre al vender el banco familiar y otros activos. Los
denunció y les reclamó cientos de millones de euros
que, según él, le debían. En 2019, un tribunal dictó que
Helmut había estado en plena posesión de sus facultades
cuando firmó el acuerdo, por lo que perdió la
demanda. Mientras tanto, August hijo siguió el ejemplo
de su padre también en otros sentidos: empezó a
financiar políticas de ultraderecha.

15

Aunque otras dinastías empresariales luchaban, flaqueaban e


incluso desaparecían, los Quandt, de alguna manera,
sobrevivieron. A principios de junio de 1982, Herbert
Quandt murióinesperadamente de un ataque al corazón
mientras visitaba a unos parientes en Kiel, semanas
antes de cumplir setenta y dos años. Herbert dejaba
atrás seis hijos de tres matrimonios distintos. Como su padre,
había transferido gran parte de su fortuna antes de su
[92]
fallecimiento. Su hija mayor, pintora, recibió acciones
y propiedades. Los tres siguientes consiguieron una
participación mayoritaria en Varta, el gigante de las

Página 382
baterías, antiguamente conocido como la AFA. Dejó las
joyas de su fortuna a su tercera mujer, Johanna,
y a sus dos hijos, Susanne y Stefan. Ellos
heredaron casi la mitad de BMW y también Altana, la
empresa química y farmacéutica que anteriormente se
había llamado Byk Cuiden. Cuando Friedrich Karl Flick emigró
a Austria, los últimos herederos de Herbert Quandt se
convirtieron en la familia más rica de Alemania.

Herbert Quandt

A pesar de que Herbert había sobrepasado el éxito de


su padre, salvando y comprando BMW, el heredero
de Quandt, con discapacidad visual, fue incapaz de
abandonar del todo la sombra de Günther. En el
funeral que se celebró en la antigua ópera de Fráncfort,
el ayudante más cercano de Herbert recordó a su jefe
como alguien que «en su interior seguía siendo el

Página 383
hijo que se sentía orgulloso por no haber decepcionado las
[93]
expectativas de su padre».
Tras su muerte, las dos ramas de la dinastía
Quandt empezaron a gestionar sus fortunas desdeedificios
vecinos en las afueras de la ciudad de Bad
Homburg. A los herederos de Herbert y Harald no
los separaba solo una calle y un valor neto de miles de
millones, sino distintos estilos para hacer negocios y una
actitud opuesta: unos miraban al pasado y otros al
futuro.[94] Mientras que la oficina de Susanne y
Stefan Quandt se encuentra en un sencillo edificio
brutalista, construido en la década de 1960 y que
lleva el nombre de su abuelo Günther, los herederos de
Harald realizan sus inversiones desdeunas elegantes oficinas
estilo bungaló, rodeadas de verde y con el nombre de
su padre y su madre. Le encargaron unos retratos de
Harald y su mujer, Inge, a Andy Warhol, y
colgaron el de su padre en el vestíbulo de la
oficina familiar. Los otros Quandt colocaron un austero
retrato de Günther sobre la mesa de la recepción y
unos bustos del patriarca y de Herbert en el
vestíbulo de entrada. Susanne y Stefan heredaron una
inmensa responsabilidad económica con el control que ejercen
sobre BMW y Altana. Las hijas de Harald, por otro
lado, invierten su dinero libremente, ayudadas por la
oficina familiar. Una vez les llegó una oferta para
comprar el edificio Chrysler de Nueva York, pero su
madre no fue capaz de tomar una decisión. Las dos
ramas de la familia Quandt difieren tanto como lo
hacían Herbert y Harald: el hermano mayor,
conservador, miope y desesperado por agradar a
su padre; el pequeño, moderno y con visión de
futuro, a pesar, o a raíz, de todo lo demás.
En un increíble movimiento histórico por parte de
la rama moderna de los Quandt de hacer las paces con el
pasado, una de las cinco hijas de Harald se convirtió al

Página 384
judaísmo.[95] Cuando Colleen-Bettina Quandt quedó
huérfana en 1978, solo tenía dieciséis años. A principios de
ese año se había enterado de que su abuela era
Magda Goebbels, la primera dama del Tercer Reich.
Su familia no fue la que le dio la noticia, sino su
novio judío. Al igual que Magda durante su adolescencia en
Berlín, Colleen-Bettina se hizo amiga de un grupo de
jóvenes judíosen Fráncfort. Ella también se sentía
aislada en casa y, buscandouna forma de pertenecer a
algo, quedó fascinada por el judaísmo. La noticia de
que una nieta de Magda Goebbels tenía un novio judío se
extendió como la pólvora por la unida comunidad religiosa
de Fráncfort. «Al final, toda la mishpacha lo sabía»,[96] le
contó después a un biógrafo de la dinastía Quandt. Sin
embargo, no todo el mundo en la comunidad judía la
recibió con los brazos abiertos. Algunos de los
padres de sus amigos incluso se negaban a hablar
con ella.
Colleen-Bettina terminó mudándose a Nueva York
para estudiar diseño de joyas en el Parsons School
of Design. Como en Fráncfort, la mayoría de sus
amigos eran judíosy fue allí donde decidió
convertirse al judaísmo ortodoxo moderno. En 1987, con
veinticinco años, la nieta de Magda cambió de fe frente
a tres rabinos. Poco después de la ceremonia conoció
a Michael Rosenblat, un judío alemán que se había
trasladado a Nueva York para trabajar en el negocio
textil. Rosenblat se había criado en Hamburgo, en un hogar
judío ortodoxo, y su padre había logrado salir con vida de
un campo de concentración. Ahora, su familia tendría
que hacerse a la idea de que no solo estaba saliendo
con una conversa, sino también con la nieta de la
matriarca más infame del Tercer Reich.
Pero el amor pudo con todo. En 1989, la pareja se
casó en una sinagoga en Nueva York. Colleen-Bettina estaba
encantada de perder su apellido de soltera. «Quandt… Ese

Página 385
nombre solo molestaba y destruía. Guardaespaldas, conflictos,
una soledad interminable. Personas terriblemente celosas
e hipócritas. No quiero tener nada que ver con eso
nunca más»,[97] le dijo a un periodista alemán en
1998. Rosenblat y ella se habían divorciado el año
anterior, pero ella sigue llevando su apellido a día de
hoy.

Página 386
PARTE VI

El ajuste de cuentas

En 2019, Stefan Quandt y Susanne Klatten, los


hijos pequeños de Herbert Quandt y herederos de BMW,
ya no podían presumir de ser la familia más rica
de Alemania. Otra dinastía, incluso más solitaria, les
había arrebatado el título ese año: los Reimann.[1] No se
conocían imágenes de dichos herederos. Nadie sabía siquiera
dónde vivían. Este clan de accionistas controlaba JAB, una
empresa de inversión en bienes de consumo cuya
sede se encontraba, por razones fiscales, en Luxemburgo.[2]
Desde 2012, JAB se ha gastado más de 45 000 millones
de euros en adquirir marcas de comida y bebida
estadounidenses como Snapple, Dr. Pepper, dónuts Krispy
Kreme, Peet’s Coffee, Einstein Bros. Bagels, Stumptown
Coffee Roasters, Keurig Green Mountain, Panera Bread,
y Pret a Manger. En Europa, adquirieron Douwe Egberts,
que comercializa té y café, y también tienen el
control de la marca de belleza Coty y la de
moda Bally. En su momento, además, fueron dueños de
la marca de zapatos Jimmy Choo.
Pero las raíces de la fortuna de la familia
Reimann van más allá de los dónuts, bagels, pintalabios y
zapatos de tacón de aguja. Tienen su origen en
la lóbrega ciudad industrial de Ludwigshafen, a una
hora al sur de Fráncfort en coche. Durante cuatro

Página 387
generaciones, la dinastía Reimann tuvo en su podery
dirigió Joh. A. Benckiser (JAB), una empresa química que
operaba desde dicha ciudad. Bajo el liderazgo de Albert
Reimann en la década de 1960, la empresa familiar se
extendió a los bienes de consumo caseros,
estableciendo así las bases de un imperio que ahora es
omnipresente en nuestra vida como consumidores. Albert
era el padre de los actuales herederos. Murió en
1984. Como muchos otros magnates alemanes de su
generación, Albert había llevado una doble vida ocultando
numerosos secretos oscuros. Su pasado nazi solo fue una
faceta más de la extraña historia que empezó a
revelarse, en tiempo real, cuando cuatro de sus herederos
se hicieron con el título de la familia más rica de
Alemania.
Las noticias del pasado nazi de los Reimann
aparecieronpor primera vez cuando el tabloide inglés Mail on
Sunday reveló, en septiembre de 2018, que Albert había sido
miembro del NSDAP. Los reporteros habían descubierto su
carné de afiliado en un archivo alemán, en el que
habían estado investigando después de que JAB
adquiriera, por mil setecientos millones de euros, Pret a
Manger, la cadena global de sándwiches fundada por
un judío londinense. Dicho fundador, que había fallecido en
2017, no pudo responder a los tabloides, pero su hermana
sí lo hizo: «Es horrible […]. Mi hermano se habría
sentido avergonzado. Somos una familia judía».[3] Los
portavoces de JAB y de la familia Reimann comentaron
al periódico que eran conscientes de que Albert había sido
miembro del Partido Nazi, y confirmaron que su
empresa había hecho uso de trabajadores forzados y
de prisioneros de guerra. Pero, por el momento, eso fue
todo. El artículo no daba más detalles.
Tras leer la historia el otoño de 2018, llamé a
la portavoz de toda la vida de la familia Reimann
en Düsseldorf. Me había tirado años dedicado a informar

Página 388
sobre las adquisiciones globales de JAB mientras trabajaba
en Bloomberg News. De hecho, la primera historia
que publiqué para el medio, en 2012, identificaba a los
cuatro discretos accionistas que se ocultaban tras JAB.[4]
Además de sus nombres y sus edades, mi colega
y yo descubrimos que la mayoría de ellos eran químicos
cualificados que dirigían una organización benéfica infantil y
que nunca habían trabajado para el negocio de bienes
de consumo de su padre. Su oficina se
encontraba en Viena. Los Reimann habían intercambiado
sus pasaportes alemanes por otros austríacos, un movimiento
que muchas otras familias ricas alemanas también llevaron
a cabo por temas fiscales (entre otros muchos
beneficios, Austria no tiene impuesto de sucesiones). En
aquel momento, descubrimos poco más que eso.
En el otoño de 2018, la portavoz de la
familia me aseguró por teléfono que lo que se
había publicado sobre el pasado nazi de Reimann era
todo. Sí, Albert Reimann había pertenecido al NSDAP,
pero no había nada más, me dijo. Reprimiendo mi instinto
de reportero, acepté su explicación. Ya llevaba un año
trabajando en este libro sobre las dinastías empresariales
alemanas y sus historias durante el Tercer Reich, y
lo último que quería era añadir otra familia más a
la historia.
Pero no tardé en cambiar de idea. A finales de
marzo de 2019, la portada de Bild am Sonntag, el
tabloide dominical más importante de Alemania, abría con una
enorme primicia: el pasado nazi de la dinastía
[5]
Reimann. Un reportero de Bild había descubierto en varios
archivos que Albert Reimann, su hermana Else y el
padre de ambos fueron unos despiadados antisemitas y
de los primeros simpatizantes de la causa nazi. Padre e hijo
empezaron a hacer donaciones a las SS en 1931 y se
afiliaron al NSDAP en 1932. Los dos hombres incluso
lograron colarse en el ayuntamiento de Ludwigshafen

Página 389
en representación del Partido Nazi. En mayo de 1933, el
padre de Albert dijo a sus empleados: «El judío Karl Marx ha
reunido a su alrededor a las peores personas posibles
para sacar adelante su idea, mientras que Hitler ha reunido
[6]
a las mejores». En julio de 1937, Albert le escribió una
carta a Heinrich Himmler en la que le decía:«Somos un
negocio familiar puramente ario que tiene más de cien
años. Los dueños somos seguidores incondicionales de la
teoría de la raza». Albert Reimann tenía treinta y
ocho años por aquella época y era el consejero delegado
de la compañía. Su hermana Else se casó con un
hombre de las SS.
El reportero de Bild también descubrió que, hacia 1943, el
30 % de la mano de obra de la planta química de
los Reimann, cerca de 175 personas, eran trabajadores
forzados o prisioneros de guerra franceses. El
encargado principal de la fábrica abusaba brutalmente
de estos trabajadores e incluso llegó a torturar a
una mujerrusa en la carbonera del sótano de la
mansión privada de Albert. Este último, además, alentaba
los maltratos. Su encargado ordenó a las trabajadoras
forzadas que se desnudaran frente a los barracones en
mitad de la noche para manosearlas. Durante un
bombardeo aéreo de los Aliados en 1945, dicho individuo echó a
la fuerza a docenas de trabajadores del refugio
antiaéreo de la fábrica. Un ruso murióy muchos
otros resultaron heridos.
Tras la guerra, Ludwigshafen quedó en la
zona de ocupación francesa. Los Aliados arrestaron a
Albert y lo retuvieron en un campo de
internamiento. Los activos empresariales de la familia
fueron confiscados y sus acciones se congelaron. En
febrero de 1947, las autoridadesfrancesas despidieron al padre
y al hijo de su propia empresa y les
prohibieron ocupar otros puestos en el mundo de los
negocios. Pero los dos hombres acudieron a las

Página 390
autoridades de arbitraje de la zona ocupada. Recurrieron la
sentencia en Heidelberg, situada en la zona americana y
donde disponían de una segunda residencia.
Como muchos otros alemanes, ambos presentaron declaraciones
Persilscheine que daban falso testimonio sobre su postura
contra los nazis y su participación activa en la
Resistencia. Durante sus juicios de desnazificación, se los
declaró meros seguidores de los nazis. Tuvieron que pagar
una pequeña multa y el negocio familiar volvióa sus
manos. A lo largo de las décadas siguientes, Albert
convirtió su empresa familiar de Ludwigshafen en un
importante negocio de bienes de consumo, que producía
la pasta de dientes Kukident y el detergente para
lavavajillas Calgonit.
Ninguno de los Reimann hizo comentario alguno
sobre las revelaciones del Bild am Sonntag. Pero Peter Harf, el
presidente de JAB y confidente de la familia desdehacía
años, confirmó todo lo publicado y añadió que padre e
[7]
hijo «deberían haber sido encarcelados». Harf anunció que la
familia donaría diez millones de euros a una organización
apropiada para la causa. También reveló que hacía tiempo
que los Reimann habían contratado a un destacado
profesor de historia alemán para que investigara el
pasado nazi de la familia y realizara un estudio
independiente que sería de acceso público. Semanas antes de
que la noticia apareciera en Bild, el historiador presentó
ante cinco de los Reimann y Harf un informe
provisional. «Nos avergonzamos y nos quedamos pálidos
como la nieve. No podemos suavizarlo de ninguna
manera. Son unos delitos repugnantes», dijo Harf.
Las consecuencias sobre estos hallazgos llegaron pronto.
La mayoría de las marcas que la familia controla
tienen su sede en Estados Unidos y están
profundamente enraizadas en la cultura americana. Titulares
como «Krispy Kreme Owners Admit to Family History
of Nazi Ties» (‘Los propietarios de Krispy Kreme admiten

Página 391
su pasado familiar nazi’)[8] dieron la vuelta al
mundo y enseguida se llamó al boicot. La crítica
gastronómica judía del Boston Globe escribió una mordaz
columna titulada «I Found Out Nazi Money Is Behind
My Favorite Coffee. Should I Keep Drinking It?» (‘He
descubierto que hay dinero nazi detrás de mi marca
favorita de café. ¿Debería seguir bebiéndolo?’).[9] Mi artículo
favorito fue una parodia en McSweeney’s titulado «This Is
Embarrassing, but It Turns Out Our Fake Jewish Bagel
Chain Was Funded by Nazis» (‘Me da vergüenza
reconocerlo, pero resulta que los nazis financiaron nuestra
falsa cadena judía de tiendas de bagels’).[10] Los Reimann
necesitaban desesperada y urgentemente realizar un
control de daños para que su reputación y la de sus
marcas no quedaran perjudicadas de forma irreversible. La
familia debía hacer una declaración. Pero, cuando la
hicieron, volvieron a los titulares de todo el mundo.
Los Reimann se apoyaban, podríamos decir que
demasiado, en Peter Harf. El economista, nacido en
Colonia y titulado en la Escuela de negocios de
Harvard, es el principal responsable de haber creado
la fortuna de esta familia, estimada en alrededor de
32 000 millones de euros en 2020.[11] El manejo de los
activos familiares también convirtió al propio Harf en
multimillonario. Los herederos de Albert Reimann lo
nombraron consejero delegado del negocio familiar en
1988, siete años después de que dejara Boston Consulting
Group y se uniera a la compañía en
Ludwigshafen. Durante las siguientes décadas, Harf y un
protegido suyo holandés convirtieron la empresa familiar en
Reckitt Benckiser, uno de los negocios de bienes de
consumo más importantes del mundo. En 2012, Harf y
dos de sus directivos utilizaron el dinero de los
dividendos y de la venta de acciones de Reckitt para
crear JAB como empresa de inversión de los Reimann, con
una estrategia centrada en el café, los carbohidratos, los

Página 392
productos de belleza y los artículosde lujo. En 2019, JAB
se expandiría a productos para el cuidado de las mascotas.
Harf es un hombre calvo, de mirada intensa y
sonrisa fácil. Siente inclinación por los vaqueros, las camisas
de diseño chillón, que lleva por fuera de los
pantalones, y las gafas de pasta negra que suelen verse más
en arquitectos y artistas que en serios ejecutivos alemanes.
Pero es más cosmopolita que un directivo mundial normal
—alterna su tiempo entre Londres, Milán y Nueva
York— y también tiene mejores contactos. Harf diseñó JAB
a imagen y semejanza de su empresa favorita,
Berkshire Hathaway. Aunque los réditos de Harf no han
sido tan buenos como los de Warren Buffett, parece que
todo aquel que quiera ser alguien en ese mundo tiene
interés en invertir parte de su dinero con JAB.
Desde Buffett a su banquero predilecto —⁠ el antiguo
socio de Goldman Sachs, Byron Trott— pasando por la
empresa de inversiones brasileña 3G, la familia francesa
Peugeot, o las dinastías cerveceras belgas y
colombianas, todos han invertido en JAB y han trabajado
con Harf. Cuando me dedicaba a informar sobre la
compañía, las breves respuestas de Harf por correo
electrónico siempre estaban cuidadosamente elaboradas y eran
bastante genéricas, nunca revelaban demasiado. Todo lo que
rodeaba a JAB y los Reimann estaba envuelto en un
halo de misterio, una estrategia de comunicación ideada
por Harf y ejecutada por una cara agencia de relaciones
públicas en Nueva York, para el ámbito de los
negocios, y por una portavoz en Düsseldorf, para el de
la familia. Los hallazgos de Bild fueron un duro golpe
para esa imagen tan meticulosamente controlada. Pero también
supusieron una oportunidad de cambio. «Al asumir la
responsabilidad por el pasado, evitábamos el daño presente
y futuro sobre la compañía», me escribiría después
Harf. «Si hubiera tenido que elegir entre los intereses de la

Página 393
empresa y las responsabilidades sobre el pasado,
[12]
creo que hubiera escogido esto último».

Durante la década de 1990, las presiones externas


obligaron a los negocios alemanes a lidiar con una
parte de su pasado nazi que llevaban décadas eludiendo:
la brutal utilización de millones de personas como
mano de obra forzada y esclava.[13] El Muro de Berlín y
la Unión Soviética cayeron. La Guerra Fría terminó y
Alemania fue por fin reunificada. Más de un millón de
trabajadores forzados que seguían con vida fueron
liberados después de décadas tras el Telón de Acero, y
algunos volcaron su rabia sobre las empresas alemanas que
los habían explotado bajo el régimen nazi. En Estados
Unidos, los supervivientes presentaron demandas colectivas
contra dichos negocios, y diversos anuncios llamaron al
boicot de empresas alemanas y de sus productos. En
un mundo globalizado,las compañías alemanas empezaban a
darse cuenta del daño que su implicación no resuelta con
los nazis podría ocasionar sobre el precio de sus acciones,
ventas y prestigio. Algunas de las compañías abrieron
sus archivos para permitir que los historiadores investigaran
el papel que estas habían tenido durante el Tercer
Reich; y unas pocas incluso se encargaron personalmente
de dicha investigación. DaimlerBenz, Volkswagen, Allianz
y el Deutsche Bank fueron las más destacadas.
Para cuando se iniciaron estos estudios, ninguna de
las compañías globales alemanas que los habían
encargado estaba bajo el control de una dinastía
empresarial. Hacía tiempo que los Flick y los Quandt

Página 394
habían abandonado Daimler, y lo mismo sucedía con
los Finck y Allianz y Munich Re. La influencia dinástica
sobre Volkswagense limitaba a Ferdinand Piëch, un poderoso
descendiente de Anton Piëch y Ferdinand Porsche.
Empezó liderando el grupo Volkswagenen 1993, años después
de que se pusiera en marcha uno de estos estudios,
pero no antes de que ciertos ejecutivos contrariados —⁠ a los
que se había pasado por alto para el puesto—, filtraran
la noticia de que Piëch no era una buena opción
para dirigir la compañía, dado que su padre y su abuelo
habían empleado a decenas de miles de personas como
trabajadores forzados y esclavizados durante su
[14]
reinado sobre Volkswagen. Los enemigos de Piëch
insinuaron que su nombramiento generaría mala prensa en
Estados Unidos, el mercado en expansión más importante
de la marca. Piëch sobrevivió al ataque y ninguna
otra dinastía empresarial alemana movió un dedo, durante
los noventa, para aclarar el papel que habrían jugado
sus familiares durante el Tercer Reich.
Una rama de la dinastía Flick —⁠ para ser más
específicos, los hijos de Otto-Ernst Flick, Muck y Mick— fue
la primera en experimentar el rechazo de la población
después de unir su apellido a las donaciones
filantrópicas a las artes y al ámbito académico. En
1975, Friedrich Karl, su tío, los había expulsado a ambos
del conglomerado Flick a cambio de cientos de
millones de marcos (al igual que a su hermana Dagmar,
que, sin embargo, recibió mucho menos dinero que
ellos porque, desdeun principio, había dispuesto de la mitad de
las participaciones).[15]
En 1992, Muck, que vivía en Londres, fue
nombrado benefactor de la Universidad de Oxford por su
donación inicial de 350 000 libras.[16] Este dinero se utilizó
para crear una cátedra en el Balliol College que
llevaría el apellido Flick. Pero en 1996 Muck retiró su nombre
y su aportación tras una ola de protestas sobre el

Página 395
pasado de la familia Flick. A los manifestantes les
enfurecía que los Flick se hubieran negado a
indemnizar a ningún superviviente del trabajo forzado y
esclavo. Aunque, en una carta abierta que publicó el
Daily Telegraph, el multimillonario Muck expresaba su
«completo rechazo por lo que había sucedido en Alemania
durante el Tercer Reich» y decía sentir «verdadera
vergüenza por la participación de mi abuelo en
[17]
estos espantosos acontecimientos», confesó al Jewish
Chronicle que una indemnización podría dejarle «sin
recursos», y añadió: «¿Cómo se puede compensaruna
tragedia humana con dinero?».[18]
A pesar de que el alboroto se calmó en Oxford
después de que Muck retirara sus fondos, la polémica
sobre los Flick y las indemnizaciones acababa de comenzar. En
agosto de 2000, el Estado alemán y las empresas
alemanas crearon una fundación llamada Recuerdo, Responsabilidad
y Futuro (EVZ por sus siglas en alemán) en Berlín.
La EVZ surgió tras un acuerdo entre los Gobiernos
alemán y estadounidense por el que se establecía que
se pagarían indemnizaciones a los supervivientes de los
trabajos forzados y esclavizados, con la condición de que
en los tribunales americanos no se aceptaran más casos
legales contra las empresas alemanas.[19] Como lo
resumiría un historiador: «De esta manera, el Gobierno y
la industria alemanes desarrollaron juntos una narrativa
sobre la responsabilidad que, una vez más, no era una
admisión explícita ni individual de ninguna responsabilidad
legal […]. El Gobierno alemán reivindicaba la
superioridad moral, mientras que los perpetradores
principales desaparecían convenientemente tras un velo de
aparente responsabilidad sin culpa».[20] El negociador por
parte del Estado fue el conde Orto von Lambsdorff,el
único ministro que había tenido que dimitir por el escándalo
de los sobornos de los Flick. El antiguo político fue
incluso condenado por evasión de impuestos por el

Página 396
caso, pero claramente eso no fue obstáculo para que se
convirtiera en el encargado de las negociaciones de
compensación.
Entre 2001 y 2006,[21] la EVZ pagó cerca de 4400
millones de euros a más de 1,66 millones de antiguos
trabajadores coaccionados. Para los casi 300 000
supervivientes del trabajo esclavo que se emplearon en
los campos de concentración y los guetos, la
indemnización más alta fue de 7670 euros para cada uno.
Para los 1,35 millones de personas que habían
sobrevivido a los trabajos forzados, fue de 2560 euros por
cabeza. En total, el Estado alemán y los empresarios
contribuyeron, a partes iguales, a los 5200 millones
de euros que la fundación tenía a su disposición. Pero más
del 60 % de ese dinero lo habían aportado solo diecisiete
empresas de las 6500 que hicieron una donación al
fondoEVZ. Entre estos diecisiete negocios se encontraban nombres
destacados a nivel mundial como Allianz, BMW, Daimler,
Volkswagen, Siemens y Krupp. Cerca de 1560 empresas
alemanas aportaron únicamente 500 euros cada una a la
fundación; un gesto simbólico en el mejor de los casos.
Todo el dinero que las empresas alemanas
prometieron donartendría que haberse abonado para
cuando la fundación quedara establecida en 2000. Sin
embargo, cuando la EVZ empezó a funcionar ese
año, seguían faltándole cientos de millones de contribuciones
que variosnegocios y sus dueños aseguraron que
realizarían. Las empresas controladas por los Quandt y los
Reimann ya habían pagado su parte,así como las que
estaban en manos de los Porsche-Piëch y los Oetker.
La fundación llamó la atención a los Flick para hicieran
lo mismo… pero sin resultados inmediatos.
En 2001, cuando el hermano pequeño de Muck,
Mick, anunció la construcción de un museo en Zúrich
que Rem Koolhaas diseñaría para acoger su colección de arte
contemporáneo, se reanudó la polémica sobre las

Página 397
indemnizaciones. Se sucedieron grandes protestas contra el
museo y Mick canceló el proyecto, prestando en su
lugar su colección a un museo de Berlín en 2004. De
nuevo, la historia encendió al público. En el
culmen de las protestas, la hermana de Mick, Dagmar,
escribió una carta abierta a Die Zeit en la que
anunciaba que había donado, de forma anónima, varios
millones a la EVZ a principios de 2001, y que
estaba contratando a un grupo de historiadores alemanes
para que indagaran sobre la familia Flick y sus negocios
durante el siglo XX.[22] Los hermanos de Dagmar pronto
siguieron su ejemplo. Mick, especialmente, copió casi al
detalle las acciones de su hermana: donó millones a
la EVZ y después financió el trabajo de cinco
historiadores que investigaron las operaciones del
grupo empresarial Flick durante el Tercer Reich.[23]

A pesar del escándalo que causaron, estos tres hermanos


eran, en realidad, la fracción más pobrede la dinastía
Flick. Apenas disponían de unos millones. Los multimillonarios
se encontraban en la rama de la familia de su
tío Friedrich Karl. Este había emigrado a Austria unos
años después de vender el conglomerado de los Flick al
Deutsche Bank por 5400 millones de marcos (unos 1800
millones de euros), y había fallecido allí en 2006 a
la edad de setenta y nueve años.
Pero incluso en el más allá, Friedrich Karl no
podía escapar de la mala reputación de la dinastía
familiar. En 2008, unos ladrones de tumbas se llevaron el
ataúd de trescientos kilos que contenía su cuerpo del

Página 398
mausoleo en el que se encontraba en Yelden, una ciudad
austríaca frente a un lago. Le exigieron a su
viuda, Ingrid, una mujerrubia y pequeña rodeada
constantemente de guardaespaldas, un pago de seis millones
de euros por recuperarlo.[24] Los restos de Friedrich Karl
se recuperarían más adelante en Hungría y se volverían
a enterrar en Yelden. «Por fin, mi marido ha
vuelto a casa», declaró Ingrid a un tabloide alemán.
«El miedo y las esperanzas han terminado, y las
[25]
oraciones han sido escuchadas».
Como su padre, Friedrich Karl se había negado a
indemnizar a los supervivientes de los trabajos forzados y
esclavizados y nunca hizo ninguna aportación a la
EVZ. Cada uno de sus cuatro hijos —⁠ fruto de sus dos
matrimonios— recibió un cuarto de su fortuna de
seis mil millones en 2006. Sus hijos más pequeños, un
niño y una niña mellizos, solo tenían siete años cuando
falleció, lo que los convirtió en los multimillonarios más
jóvenes del mundo.[26] Su dinero se invierte a
través la oficina familiar de los Flick en el centro
de Viena, cerca de la Ópera Nacional. Y su
madre, Ingrid, hija de un carpintero y antigua
recepcionista de hotel, está encargada de gestionar su fortuna
y su fundación.
Ingrid se enorgullece de sus donaciones filantrópicas.
«Ayudo allí donde considero que es útil y necesario»,[27]
dijo a un periódico regional austríaco en 2019. Cinco
años antes, por ejemplo, Ingrid donó «una cuantía bastante
considerable»[28] al Museo de Arte de Tel Aviv, que se
utilizaría en parte «para un intercambio multicultural de
niños judíos, musulmanes y cristianos llamado The Art
Road to Peace (‘El camino artístico a la paz’)». Sin
embargo, ayudar a las víctimas del imperio de los
Flick nunca fue, aparentemente, una causa que a la
rama multimillonaria de la familia le apeteciera adoptar
tras la muerte de Friedrich Karl. A pesar de su

Página 399
generosidad, las hijas mayores que este tuvo con Ingrid no
han aportado ni un solo céntimo a la EVZ.

Página 400
Ingrid Flick

Mientras tanto, Ingrid preside la Fundación Friedrich


Flick en Düsseldorf. Dedica el dinero a causas
educativas, médicas y culturales, principalmente en Austria y
Alemania, a través de una fundación familiar que
mantiene el nombre de un criminal de guerra nazi
condenado, en cuyas fábricas y minas decenas de miles de
personas, entre ellas miles de judíos, trabajaron y murieron
como mano de obra esclava y forzada. Pero si echamos

Página 401
un vistazo solo a la página web de la fundación,
nunca seríamos conscientes de la mancha que arrastran la
fortuna Flick o su patriarca. De hecho, «la
preocupación principal» de Ingrid como presidenta es «seguir
con las actividades filantrópicas de la fundación según el
espíritu de su fundador, el doctor Friedrich Flick»,[29] y
su difunto marido. Dos hombres famosos por muchas
cosas, pero no por su caridad.
Flick creó la fundación que lleva su nombre en
[30]
1963, evidentemente por motivos de imagen. A través
de su altruismo, el empresario condenado en Núremberg
esperaba reparar su reputación y añadir lustre a su
nombre para que, en su ochenta cumpleaños, se le
concediera uno de los mayores honores federales de
Alemania, la Orden del Mérito. Y funcionó. Después,
en 2006, Ingrid Flick se hizo cargo de la presidencia de la
[31]
fundación y mantuvo su nombre intacto, pero una
institución diferente tomaría otro camino. En 2008, el
nombre de Friedrich Flick se retiró de un instituto de
la ciudad natal del magnate, Kreuztal, tras años y
años de intensos debates locales, lo que recibió una
atención especial por parte de la prensa nacional.[32] Un
colegio no podía llevar el nombre de un criminal de
guerra nazi condenado, argumentaban aquellos que estaban
a favor de cambiarlo. Pero otra institución educativa más
importante no parece tan preocupadapor colocar los
hechos de la historia por encima de sus deseos de
financiación.
Desde 2015,[33] la Fundación Friedrich Flick ha
cofinanciado varias iniciativas académicas destacadas en la
famosa Universidad Goethe de Fráncfort, entre ellas una
prestigiosa beca para estudiantes alemanes.[34] En 2018, la
organización benéfica de los Flick relevó al Grupo
Edmond de Rothschild, la rama francosuiza de la dinastía
bancaria judía, en la financiación de un intercambio de
catedráticos de historia financiera en la universidad.

Página 402
Desde entonces, el dinero de los Flick ha ayudado
a traer profesores de Princeton, Berkeley y Oxford.[35] Y
dicha inversión no ha quedado sin recompensa. La
Fundación Friedrich Flick ha conseguido un sitio en el
[36]
patronato de la fundación de la universidad.
Pero no es la primera vez que la Universidad
Goethe ha aceptado dinero de una fundación que lleve el
nombre de un especulador nazi y, por lo tanto, le
ha mostrado respeto. En 2015, la institución bautizó una
sala del campus en honor de Adolf Messer tras una
década de donaciones por parte de su fundación. No era
ningún secreto que Messer había sido uno de los
primeros miembros del NSDAP y que se había
beneficiado de la producción de armas y del uso de
trabajadores forzados en su negocio de maquinarias.
Pero los estudiantes se plantaron ante esta burla. «Adolf
Messer no es en absoluto un ejemplo a seguir
para los estudiantes y profesores de la Universidad Goethe»,
[37]
sostuvieron. Al final, las protestas surtieron efecto.
La sala fue renombrada en 2019,[38] tras cuatro años de
quejas y debates, y la familia Messer también ha
cambiado el nombre de su fundación.[39]
Pero las donaciones de la Fundación Friedrich Flick se
han mantenido, ocultas a plena vista… hasta ahora.
Muchas otras fundaciones en Alemania llevanel nombre
de los empresarios que apoyaron y se beneficiaron del
régimen nazi, y por lo que fueron condenados tras la
guerra. Tomemos como ejemplo las fundaciones de Alfried
Krupp y Fritz Thyssen, a las que, al menos, no
se puede acusar de esconder su pasado. Mientras
que la Fundación Friedrich Flick sigue ocultando su legado
del Tercer Reich, las instituciones benéficas asociadas
a Krupp y Thyssen son más transparentes.[40] Ambas
ofrecen información en sus páginas web sobre las
condenas y crímenes nazis de sus epónimos magnates.
Cualquiera que reciba una donación de una de estas

Página 403
fundaciones al menos puede aprender algo de la
persona a la que hace honor su nombre.
Ingrid Flick dijo una vez sobre sus mellizos: «Los niños
tienen que aprender que no son especiales, pero que el
apellido Flick te obliga a ciertas cosas».[41] Pero ¿a qué
cosas exactamente? Si la penitencia que la matriarca de
los Flick está cumpliendo por la riqueza corrompida y el
despiadado pasado de su familia dan alguna
indicación, parece que no a muchas.
Y aunque Ingrid Flick pueda ser cómplice de enterrar
los pecados asociados a la fortuna que ha heredado,
la heredera austríaca no es la única.

La noche del 30 de septiembre de 2007, rondando la


medianoche, se emitió un documental, sin previo
aviso, en el principal canal de la televisión pública
alemana. Se titulaba Das Schweigen der Quandts (‘El
silencio de los Quandt’). La siniestra voz que lo
narraba marcaba el tono tenso que tendría al plantear una
pregunta en la introducción: ¿ocultan deliberadamente los
Quandt, la dinastía más rica de Alemania, su historia
familiar?[42] En los veinticinco años desdela muerte de
Herbert, sus herederos más ricos y visibles —⁠ los que
controlan BMW— han mantenido un silencio casi absoluto
en los medios de comunicación. A pesar de que
muchos hechos brutales sobre las actividades de sus
patriarcas durante el Tercer Reich emergieron en una
biografía familiar de 2002 que se convirtió en un
supervenías, los herederos de Herbert dueños de
BMW no hicieron ningún comentario en él sobre esa

Página 404
oscura parte de la historia de los Quandt que
[43]
dejaba al descubierto. Pero la emisión del documentalpor
fin logró que hablaran.
El podervisceral del documentalresidía en el
testimonio de dos trabajadores esclavizados que habían
trabajado en la fábrica de la AFA en Hannover
mientras permanecían cautivos en su subcampo y que
habían logrado sobrevivir. Uno de ellos, un danésoctogenario,
fue entrevistado en el antiguo emplazamiento de la
fábrica de los Quandt y del subcampo controlado por
las SS. Allí, habló sobre el verdadero infierno que había sido
ese lugar: «Cada vez que sueño, estoy aquí de vuelta,
en el campo», dijo CarlAdolf Soerensen, mientras miraba
a su alrededor horrorizado. «Y eso no cambiará
mientras viva».[44]
La empresa que sucedió a la AFA, Varta, había
rechazado la petición que le había hecho un antiguo
grupo de trabajadores esclavizados daneses en 1972 de
concederles una donación. «Puesto que no reconocemos
ninguna obligación legal ni moral que pudiera derivarse de
un comportamiento culpable por parte de nuestra
compañía, rogamos su comprensión si no tomamos en
[45]
consideración su solicitud», respondió la empresa
propiedad de los Quandt. En el documental,
Soerensen contestó a estas declaraciones: «Reaccionaron de una
forma dura y arrogante. Nos humillaron».[46]
A finales de 1980, Varta terminó donando dinero
para una cuestión diferente, pero relacionada: para preservar
el campo de concentración de Neuengamme como
monumento histórico.[47]Claro que, incluso en ese caso, el
presidente de la organización benéfica que realizó la
petición tuvo que emplearse a fondopara convencer a
Varta de que diera dinero. Y después de que enviaran
el cheque en apoyo al monumento histórico —
⁠ unosmiserables cinco mil marcos, una cantidad tan baja que
el presidente de la organización benéfica pensó que

Página 405
había sido un error—, el gigante de las baterías
pidió que se le enviara un justificante del gasto para así
conseguir deducirse la donación.
Mientras que los Quandt más acaudalados se
habían negado a que los entrevistaran para el
documental, uno de los otros hijos de Herbert sí que
accedió. Sven Quandt había heredado una parte de Varta y
ocupaba un puesto en su consejo supervisor. En pantalla,
Sven rechazó sonriente cualquier responsabilidad moral que
debiera sentir por haber heredado su fortuna y minimizó la
participación de su padre y su abuelo en los
crímenes del Tercer Reich. El heredero de los Quandt
también instó a Alemania a que dejara atrás su
propio pasado nazi: «Debemos tratar de olvidar esto. Han
pasado cosas parecidas […] por todo el mundo y
nadie habla ya de ellas».[48]
La emisión reunió a millones de espectadores.
Para los Quandt fue una catástrofe publicitaria. El
persuasivo testimonio de los antiguos trabajadores esclavizados
y los comentarios despectivos y fuera de tono de
Sven crearon una disonancia que no podía ignorarse. Pero,
lamentablemente, el documental también tenía sus fallos.
Introducía la falsa premisa de que la riqueza de los
Quandt había empezado con los beneficios obtenidos durante
la época nazi —⁠ una fortuna amasada sobre las espaldas
de los trabajadores forzados y esclavizados— y establecía
este origen nazi de su dinero como la razón por la
que guardaban un silencio absoluto. Pero esta conclusión era
errónea. Günther Quandt ya era uno de los hombres más
ricos de Alemania cuando Hitler llegó al poder.
El 5 de octubre de 2007, cinco días después de la
emisión, los herederos de Herbert y Harald emitieron
un sucinto comunicado conjunto. Las acusaciones del
documentalhabían «conmovido» a la familia, decían.
Además, reconocieron que no lo habían hecho
bien a la hora de admitir su pasado durante el

Página 406
Tercer Reich. Ahora tenían la intención de
contratar a un historiador para que investigara, de forma
independiente, el pasado nazi de la familia; darle acceso
a los archivos disponibles para así facilitarle la tarea; y
publicar los hallazgos. En conclusión, pedían a los
medios que «traten nuestra historia como empresa familiar
alemana con cuidado y justicia».[49] Resultaba irónico viniendo
de una dinastía que seguía negándole un mínimo
respeto a los supervivientes del trabajo forzado y
esclavista a los que sus empresas habían explotado. El
comunicado familiar ni siquiera pedía perdón por ello.
Aunque la familia más acaudalada de Alemania no
solía ofrecer entrevistas, los herederos de Herbert que
controlaban BMW llevaban desde 1986 concediendo
anualmente un premio de periodismo:el Herbert
Quandt Medien-Preis, dotado con cincuenta mil euros,
llevaba el nombre de la persona de la que una vez
se dijo que tenía «una inclinación casi patológica por el
secretismo».[50] Meses después de que el documentalse
emitiera, dimitieron tres directores editoriales de la junta de
la Fundación Quandt que entregaba el premio. No
querían seguir concediendo un premio en el
nombre de Herbert mientras hubiera una investigación en
marcha sobre el pasado nazi de la familia. Pero, aun
así, la rama de los Quandt de BMW otorgó el
premio de periodismo de ese año y no ha dejado de
hacerlo desdeentonces.
Durante la ceremonia de entrega de junio de 2008,
Stefan Quandt, el heredero más rico de Alemania, fue el
primero de la dinastía en declarar públicamente sus
remordimientos por el empleo de mano de obra forzada
y esclava en las empresas de la familia durante el
Tercer Reich. Aunque no llegó a disculparse, Stefan
expresó su aflicción por los numerosos trabajadores
forzados que sufrieron y murieron en las fábricas
Quandt durante la guerra. A pesar de que quedaban tres

Página 407
años para que se completara el estudio encargado por la
familia, el hijo menor de Herbert ya estaba
defendiendo a sus antepasados y rechazando cualquier
crítica hacia ellos. Durante el Tercer Reich, a
Günther y a Herbert se los había obligado a
operar en medio de «una atmósfera de miedo e
inseguridad»,[51] argumentó. Una declaración desconcertante teniendo
en cuenta que incluso Günther no lo había
considerado así. En sus memorias, el patriarca de la
familia Quandt escribió que podría haber abandonado la
Alemania nazi en cualquier momento, pero que se había
quedado para mantener en funcionamiento sus empresas y
[52]
fábricas.
Cinco meses después de las declaraciones de
Stefan, en noviembre de 2008, su hermana mayor,
Susanne Klatten, la mujermás acaudalada de Alemania,
habló por primera vez con un periodista sobre su vida
personal. Las razones para esta repentina transparencia con
el Financial Times Deutschland eran diversas. Para empezar,
Susanne estaba saliendo de una sórdida aventura
amorosa.[53] El otoño anterior, mientras el
documentalsobre el pasado nazi de su familia sacudía
el país, la heredera casada de los Quandt era víctima
del chantaje que le estaba haciendo su antiguo
amante, Helg Sgarbi, que le exigía millones de euros. Este
estafador suizo se había encargado de que un cómplice los
grabara en secreto mientras mantenían relaciones sexuales
en la habitación de un hotel. Si ella se negaba a
pagar, Sgarbi mandaría copias de la cinta a su
familia, a la prensa y a la dirección de BMW
(Susanne formaba parte del consejo supervisor). Al final,
Susanne acudió a la policía y Sgarbi fue detenido.
Pero este caso de extorsión acabó ocupando los titulares de
todo el mundo.
La entrevista, por lo tanto, trató solo brevemente el
tema del pasado nazi de su familia. Susanne no

Página 408
evitó el asunto, ni tampoco sacó conclusiones apresuradas
como había hecho su hermano pequeño. «Se ha arrojado
luz sobre una sombra», dijo. «Eso siempre es mejorque
dejarlo crecer en la oscuridad […]. Es mejorsaber lo
que hay que ignorarlo». Y, como conclusión, Susanne, de
cuarenta y seis años, añadió: «Nunca perderé el respeto
y el cariño que siento por mi padre. Nadie
puede juzgar cómo era la vida entonces».[54]
El catedrático de historia Joachim Scholtyseck y su
equipo de investigadores tardaron otros tres años en completar
el estudio que los Quandt les habían encargado. El
volumen de 1183 páginas, publicado en septiembre de
2011, proporcionaba abundantes pruebas que demostraban que
Günther y Herbert, sus altos ejecutivos y las empresas que
dirigían, habían sido cómplices de los delitos del
Tercer Reich. Günther había sido un despiadado
oportunista, no un nazi comprometido, según Scholtyseck.
Aun así, su espíritu emprendedor «era inseparable»[55] de los
crímenes nazis, escribió. El deseo de Günther de aumentar
su fortuna era tan fuerte que «no dejaba espacio
para cuestiones fundamentales de legitimidad y moralidad».[56]
El historiador concluyó: «El patriarca formó parte del
[57]
régimen nazi».
Günther había retirado de los consejos de administración
a los miembros judíos «sin remordimientos y
vergonzosamente pronto»,[58] escribió Scholtyseck, que también
descubrió la existencia de más procesos de arianización
llevados a cabo por padre e hijo a partes iguales:
«Quandt no era uno de los compradores “amistosos”
que cumplían con sus obligaciones […]. Más bien
pertenecía a ese gran grupo de “arianizadores” que
consciente y fríamente se aprovecharon de los apuros de
los propietarios judíospara hacerse con el control de
los negocios que hubieran quedado disponibles», explicó. «No
se encuentran por ninguna parte dudas sobre la
legitimidad de los procesos de arianizaciónni ningún tipo de

Página 409
reservas morales […] por parte de Günther Quandt, su
[59]
hijo Herbert o sus directivos».
El historiador juzgó con dureza el papel de Herbert
durante la época del nazismo. «No cabe ninguna
duda de que Herbert […] estaba al tanto de hasta
dónde llegaba la participación del Grupo Quandt,
no solo en los actos de injusticiadel régimen relacionados
con el uso de los trabajadores forzados y los
prisioneros de los campos de concentración, sino también
en los procesos dearianización. Hasta donde se sabe hoy
en día, no expresó desconfianza alguna sobre la gestión
de su padre, ni entonces ni más tarde.Y lo que
es más, en el transcurso de su ascenso a lo alto
de la empresa, él mismo fue el responsable directo
[60]
de las injusticias cometidas».
5

En septiembre de 2011, Stefan Quandt y su prima


Gabriel, una de las hijas de Harald, se reunieron con dos
periodistas de Die Zeit, el intelectual periódico semanal
alemán, para conceder la primera y única entrevista
hasta la fecha sobre los hallazgos del estudio. Uno de los
entrevistadores era Rüdiger Jungbluth, autor de la popular
biografía de la familia Quandt en 2002 y la primera
persona en acercar el pasado nazi de la dinastía
a la ciudadanía.
Gabriel expresó horror y vergüenza por la forma
en que los trabajadores forzados y esclavizados habían
sido tratados en las empresas de los Quandt durante el
Tercer Reich. «Duele. Günther Quandt era nuestro
abuelo. Nos habría gustado tener otro distinto. O mejor
dicho: nos habría gustado tenerle de otra forma
distinta»,[61] reconoció. Según dijo, el documental,
aunque erróneo, había puesto las cosas en marcha: «La
insinuación de que nuestra timidez hacia los medios sugería

Página 410
que ocultábamos algo bajo la alfombra y de que
nuestro dinero provenía de fuentes cuestionables me
resultó dolorosa e intolerable. Pero también sirvió para
abrirnos los ojos».
Aunque,al parecer, no se los había abierto a
todo el mundo. Stefan volvió a ponerse a la
defensiva. La entrevista comenzó con el heredero más rico
de Alemania relatando las cosas que el estudio
confirmaba que su abuelo Günther no era: «[…] No era
antisemita. Ni un nacionalsocialista convencido. Ni un belicista».
Los numerosos procesos de arianizaciónque Günther había
realizado eran algo nuevo para el heredero de cuarenta
y cinco años, que describió estos hallazgos como «dolorosos».
Pero, incluso así, Stefan no compartía la conclusión de
Scholtyseck de que su abuelo formara parte del régimen
nazi: «Preferiría [la expresión] “parte del sistema nazi”.
Para mí, “régimen” significa liderazgo político, al que él
no pertenecía. Aprovechó las oportunidades que el sistema
ofrecía a los empresarios industriales, pero no siguió
sus objetivos ideológicos».
Y aunque Stefan reconoció que los trabajadores
forzados habían sufrido unas condiciones terribles en las
fábricas familiares, y le pareció «una triste realidad que
hubo personas que no sobrevivieron a los trabajos
forzados en las empresas Quandt», el heredero de BMW
argumentó que Günther «no perseguía el objetivo de
matargente. Esto es algo muy importante para mí como su
nieto. Esa línea no se cruzó. El empleo de
trabajadores forzados era necesario en el sistema de
la época para mantener la producción. Los hombres
alemanes estaban en el frente». Stefan pasó por alto
que Günther se había beneficiado directamente de la
matanza de los combatientes simplemente por el hecho
de ser el mayor productor de armas y munición
de la Alemania nazi.

Página 411
Mientras que Stefan reconoció que su padre,
Herbert, también formó parte de ese mismo sistema
nazi y que participó en la utilización de mano de
obra forzada y esclavizada, el Tercer Reich le parecía
un periodo demasiado corto como para que sirviera para
entender a Herbert o deducir «su personalidad al
completo por sus acciones. Estaba a la sombra de
su padre». Durante la entrevista, Stefan anunció
además que, junto con su madre Johanna y su
hermana Susanne, los tres herederos de BMW harían una
donación al Centro de Documentación del Trabajo Forzoso
de Berlín. Dicha institución se encuentra en un campo
intacto en el que estuvieron presas doscientas mujeres
esclavizadas en la fábrica de Pertrix, que Herbert
dirigió durante la guerra. Sus herederos contribuyeron a
su renovación, así como a sus programas educacionales y
exposiciones —⁠ incluyendo una sobre el empleo de
mano de obra forzada y esclava en Pertrix— con más
de cinco millones de euros.[62] Stefan visitó el centro y
quedó impresionado por el trabajo para el recuerdo
que se estaba llevando a cabo en él.
Cuando los entrevistadores preguntaron a Stefan por
las declaraciones de su hermano sobre que Alemania debería
olvidarse ya de su propio pasado nazi, terminó
admitiendo que las palabras de Sven habían sido
desafortunadas: «No veo ningún momento posible en el
que en Alemania podamos decir: deberíamos dejar de pensar
en la época nazi o de tomarla en consideración.
Pero este país tampoco puede definirse por los doce
años que vivió bajo el nacionalsocialismo».[63] Al principio, sin
embargo, Stefan había defendido a Sven diciendo que este
«no estaba preparado para estas preguntas». Además, Stefan
parecía encontrar injusto que un periodista le hiciera, a
él o a cualquiera de sus familiares, todo tipo de
preguntas sin previo aviso o sin la oportunidad de

Página 412
vetarlas de antemano. Esta queja salía del organizador de un
premio anual de periodismo.
Stefan describió el distanciamiento familiar de su
padre y de su abuelo como una necesidad, pero también
como un «inmenso y doloroso» conflicto interno. Y, aun así,
a pesar de estas confesiones, poco pareció cambiar
entre los miembros más jóvenes y arrepentidos de la
familia. Los Quandt de BMW no retiraron el nombre
de Günther de su sede central de Bad Homburg. «No
podemos y no queremos eliminar a Günther Quandt
de nuestra historia, pero le recordaremos con sus
claroscuros.Todo lo demás es tomar el camino fácil»,
dijo Stefan en la entrevista. La familia más rica de
Alemania también decidió mantener el nombre de Herbert
en el premio de periodismo y en una de sus
fundaciones. Stefan pensaba que el «legado laboral»
de su padre lo justificaba. No le resultaba extraño que
dieran un premio de periodismo en nombre de una
persona que apenas habló con la prensa, y no
digamos ya que fue «responsable directo» de los
crímenes del Tercer Reich. Como Herbert antes que él,
Stefan parecía reacio o incapaz de escapar de
la sombra de su padre.
En la entrevista también comentó que el principal
objetivo que su familia quería conseguir con el encargo
del estudio sobre su pasado era «la sinceridad yla
transparencia». Pero, durante toda la década siguiente a
esta entrevista, al visitar la página web del Premio de
Periodismo de Herbert Quandt y leer la biografía de
este, no se encontraba mención alguna a sus
actividades durante la época del nazismo salvo una: que se
unió al consejo de administración de la AFA en
1940. No había nada escrito sobre los delitos que él, su
padre, y sus empresas, habían cometido. La
descripción de la página web sobre el estudio de
Scholtyseck era incomprensiblemente vaga. La razón por la que

Página 413
se encargó el estudio y la importancia de sus
hallazgos brillaban por su ausencia, ni tampoco se
mencionaba al Tercer Reich en ninguna parte.De
estas acciones podía deducirse el verdadero catalizador para
elaborar dicho estudio: la presión social, no un verdadero
deseode enfrentarse a un pasado problemático. Esta frase
eufemística fue lo más cerca que estuvo la página web de
explicar la razón para la elaboración del estudio: «Como
sucedió con otras compañías y familias de empresarios
importantes del siglo XX, hubo una clara necesidad de
representar de forma completa la historia del negocio
familiar».[64]
Hasta la última semana de octubre de 2021 —
⁠ más de una década después de la publicación del estudio,
pero solo unos días tras la última de una serie de
investigaciones llevadas a cabo por mí—, no se
reemplazó la versión edulcorada de la biografía de
Herbert en la página web por una más extensa. Esta
nueva versión incluía alguna de sus actividades
durante el Tercer Reich, partede los hallazgos y
conclusiones de Scholtyseck y la razón por la que el
estudio se realizó: la presión popular.

Al principio, parecía que las cosas iban mejorpara los


miembros de la dinastía de los Oetker en lo relativo
a lidiar con los pecados de su padre. A mediados de
octubre de 2013, dos años después de la entrevista con
los herederos de los Quandt, dos periodistas de Die Zeit
volvieron a sentarse con otro heredero empresarial con
fobia a la prensa para hablar de los hallazgos de

Página 414
otro estudio encargado de desvelar las andanzas de la
empresa y de la familia durante el Tercer Reich.[65]
Y, de nuevo, uno de los periodistas era Rüdiger
Jungbluth. Después de su biografía de los Quandt, de
2002, escribió otra centrada en los Oetker que se
publicó en 2004. Aunque a Jungbluth se le negó el
acceso a los archivos de los Oetker,[66] logró dar con
bastante información que los conectaba con los nazis. Y
ahora que el patriarca había fallecido unos años antes y el
estudio estaba a puntode ver la luz, uno de los
miembros de la familia estaba listo para hablar.
Rudolf-August Oetker murióen Hamburgo a la edad de
noventa años en enero de 2007; era el último de los
multimillonarios nazis. El antiguo oficial de las Waffen-SS, que
recibió parte de su entrenamiento en Dachau, dejó tras
de sí en Bielefeld un grupo empresarial global con una
facturación anual de catorce mil millones de euros e intereses
en transporte de mercancías, alimentación, bebidas, banca
privada y hoteles de lujo. Las pizzascongeladas y la
mezcla para hacer pudin de Dr. Oetker son famosas en
todo el mundo. Sus ocho hijos de tres matrimonios distintos
han heredado una participación igualitaria en el negocio
familiar, lo que los ha convertido, individualmente, en
multimillonarios.[67] Pero con la muerte de Rudolf-August,
los herederos también se quedaron con ciertas incógnitas
sin resolver.
Supadre apenas había hablado con sus hijos sobre el
nazismo y la guerra, pero ellos sabían que había
estado en Dachau. Un año antes de su muerte, Rudolf-
August publicó unas memorias privadas tituladas Spoiled
by Luck (‘Malcriado por la suerte’, cuyo título original en
alemán es Vom Glück verwöhnt), que al parecer revelaban
poco sobre ese periodo de su vida. En 2008, un año
después de su muerte, sus hijos, por iniciativa propia,
encargaron a tres historiadores que investigaran las
actividades de su negocio, de su padre y del padrastro de

Página 415
este, Richard Kaselowsky, durante el Tercer Reich. Su
padre había vetado la realización de un estudio así
mientras estuviera con vida, pero el documentalsobre los
Quandt motivó a los Oetker a querer aclarar el
asunto antes de que la prensa lo hiciera por
[68]
ellos.
Esta claridad llegó en el otoño de 2013. Los
historiadores concluyeron en su estudio que «Kaselowsky,
y con él, la familia y la empresa Oetker,
fueron en parte responsables del sistema político en el
que vivían. Eran pilares de la sociedad nazi; buscaron
acercarse al régimen y se beneficiaron de sus
[69]
políticas». Fue el hijo mayor de Oetker, August,
el que habló en octubre de 2013 con Jungbluth y su
compañero del Zeit sobre la inminente publicación del estudio
y del pasado de su padre. August nació en
1944, mientras su padre se estaba entrenando para ser
oficialde las Waffen-SS. Había sucedido a su padre como
consejero delegado del conglomerado familiar y no tuvo
ningún problema en distanciarsedel patriarca. «Mi padre era un
nacionalsocialista», dijo durante la entrevista. «Parece que
[70]
ahora las cosas se van aclarando». También confirmó que su
progenitor siguió albergando sentimientos de extrema derecha
mucho después de la guerra. Un tema, sin embargo,
quedó sin tratar: los herederos seguían manteniendo dos
fundaciones con el nombre de su padre y sus abuelos,
aunque todos ellos fueron unos nazis comprometidos.
Durante la entrevista, se hizo visible un distanciamiento
generacional entre los Oetker. Según August, los
cinco hermanos mayores —nacidos en los años cuarenta y
principios de los cincuenta—habían insistido en encargar
el estudio, pero los tres hermanos menores —⁠ nacidos a
finales de los sesenta y en los setenta— se
mostraron dudosos al principio. También dijo que sus
medios hermanos pequeños todavía no se habían
distanciado de su padre de la misma forma que él y
sus hermanos.

Página 416
El día que se publicó el estudio, a finales de
octubre de 2013, Maja, la viuda de Oetker y madre
de los tres herederos más jóvenes, criticó el volumen
de 624 páginas y a su hijastro August en una
entrevista para un periódico local de Westfalia. La matriarca
sostenía que el único objetivo de los historiadores era
probar que su difunto marido y el padrastro de
este, Kaselowsky, habían sido unos nazis comprometidos. Maja
también rebatió la afirmación de su hijastro de que
su padre siguió mostrando tendencias de ultraderecha tras la
guerra. «Siempre hemos estado de acuerdo con las
ideas conservadoras. Los izquierdistas pueden considerar que
el pensamiento conservador es algo negativo, pero, para
nosotros, significa aferrarse a los valores cristianos y
preservar las buenas tradiciones que han resistido el
paso del tiempo»,[71] dijo. Maja admitió haber leído solo las
partes del estudio que trataban sobre su marido,
pero aseguraba haber descubierto en él numerosas insinuaciones
sin demostrar, aunque no especificó cuáles eran.
Ambas entrevistas eran una señal de lo que estaba por
llegar. Tres meses después, a finales de enero de
2014, estalló en la prensa alemana un enfrentamiento
de poderentre los dos grupos de hermanos Oetker que
sacudió el tranquilo mundo de los negocios del país.[72]
La disputa estaba relacionada con la sucesión entre
ellos por el puesto de consejero delegado de Dr.
Oetker. [73] Los frentes de combate eran de nuevo
generacionales: los cinco hermanos mayores contra los tres
medio hermanos pequeños. Les esperaban años de
enfrentamientos. Se presentaron demandas y comenzaron
los arbitrajes. Por primera vez en su historia, la empresa
nombró a un consejero delegado que no era miembro
de la familia. Pero aquello no puso fin a las
rencillas.
A finales de julio de 2021, la peor pesadilla de
Rudolf-August se hizo realidad: ocho de sus herederos

Página 417
anunciaron que dividían el conglomerado de Dr. Oetker
en dos grupos independientes.[74] El negocio familiar
que había construido se estaba viniendo abajo, una
situación muy del estilo de Los Buddenbrook. Aunque los
herederos multimillonarios se han repartido el imperio
empresarial de los Oetker, este todavía se encarga de
producir todo tipo de caprichos: pasteles, pudín, pizza,
cervezas Radeberger, el vino espumoso de Henkell
Freixenet y afamados hoteles de lujo, como Lanesborough
en Londres, Le Bristol en París y Cap-Enden-Roc en
Antibes.
Tras la separación, los herederos mayores de Oetker
rebautizaron la fundación que llevaba el nombre de
sus abuelos nazis, Richard e Ida Kaselowsky. Sin embargo,
los tres hijos menores de Rudolf-August mantuvieron la
fundación y la colección de arte que lleva el nombre
de su padre, el oficialde las Waffen-SS. Pero, de nuevo,
nadie se enteraría de esta historia leyendo la página
web de su nuevo grupo empresarial. Es otro más de
los oscuros pasados que permanecen ocultos.

En marzo de 2019, la Fundación Ferry Porsche anunció


que financiaría la primera cátedra de historia empresarial de
Alemania en la Universidad de Stuttgart. La empresa
Porsche había creado esta fundación un año antes —
⁠ setenta años después de que Ferry diseñara su primer
coche deportivo para Porsche— con la esperanza de «reforzar
su compromiso con la responsabilidad social».[75] En un
comunicado, el por entonces presidente de la organización
benéfica dijo: «Lidiar con el pasado de uno mismo

Página 418
es un compromiso permanente. Es precisamente esta
reflexión crítica la que la Fundación Ferry Porsche
quiere fomentar, ya que para saber a dónde vas, tienes
que saber de dónde vienes».[76] El presidente añadió
asimismo que «la creación de la cátedra es […] una
invitación a las empresas familiares en particular, para que
se relacionen con su historia de una forma más
intensa y sincera, y también con los resultados y
posibles consecuencias de esta». Eran unas declaraciones
particularmente atrevidas teniendo en cuenta las mentiras
de Ferry sobre su solicitud para ingresar en las SS, su
descarado empleo de estereotipos y prejuicios antisemitas en
su primera autobiografía, y el eterno silencio que la
familia Porsche había guardado ante todo esto.
En 1998, Ferry falleció a los ochenta y ocho
años en Zell am See, Austria, mientras dormía. El icono de
los coches deportivos, famoso en todo el mundo, había
publicado su segunda autobiografía una década antes,
pero en esta versión había empleado otro tono. Los
comentarios antisemitas habían desaparecido y redujo el
problema con Adolf Rosenberger a solo un par de
párrafos. El multimillonario seguía negando el proceso
de arianizaciónque su padre, Ferdinand, y su cuñado,
Anton Piëch, habían llevado a cabo sobre las
acciones de Rosenberger en Porsche, y, en su
lugar, trataba de dar pena: «Por muy terribles que fueran
estos acontecimientos para Rosenberger en aquel momento,
dadas las circunstancias siempre fuimos correctos y
justoscon él. Para nosotros, la situación también fue de
[77]
todo menos fácil».
Una constante de la autobiografía posterior de
Ferry fue su afirmación de que nunca quiso ser un
oficialde las SS; Himmler le había otorgado ese cargo, que
era meramente honorario. Siguió negando explícitamente,
además, haberse presentado voluntario para unirse a la
organización. En su nueva autobiografía, aseguraba que el

Página 419
hecho de que se le concediera este «puesto honorario»
no era prueba de que fuera un hombre de las SS:
«Si te hacen ciudadano honorario de Salzburgo, ¿eres entonces
un ciudadano austríaco?». [78] Pero las invenciones de Ferry tras
la guerra se destaparon en 2017, cuando tres historiadores
alemanes revelaron, en un estudio sobre los orígenes de
la empresa Porsche, que Ferry sí que se había presentado
voluntario para unirse a las SS en 1938.[79] Habían
descubierto los formularios de la organización, rellenados y
firmados por Ferry, que sirvieron para «exponer que la
negativa [de Ferry]de que había buscado activamente la
pertenencia a las SS era una de las excusas más
[80]
extendidas para ocultar su propio pasado». La mentira
que Ferry había contado toda su vida se había descubierto.
Pero, aun así, la familia Porsche permanecióen silencio.
El estudio sobre los orígenes de Porsche había sido
[81]
financiado por la propia compañía. En 2012, la marca
de coches deportivos de Stuttgart se convirtió por completo
en una filial del Grupo Volkswagen, que ahora
controlabanlos Porsche-Piëch.[82] El gigante, con sede en
Wolfsburgo, genera unas ventas de unos 225 000
millones de euros al año y tiene más de 665 000
trabajadores que fabrican y venden coches de lujo
como Audi, Bentley y Lamborghini, además de los de las
marcas de la «casa», Volkswageny Porsche.[83] La
fortuna de la dinastía ha aumentado hasta los 20 000
millones de euros.[84]
De hecho, la razón por la que la Fundación
Ferry Porsche financió la cátedra a la Universidad de
Stuttgart fue porque variosmiembros de su departamento de
historia redactaron el estudio financiado por la
[85]
compañía. La empresa automovilística se mostró satisfecha
con los hallazgos, aunque nadie del clan Porsche-Piëch
reaccionó públicamente a ellos. En respuesta a sus
revelaciones, se colocó una placa en la fábrica de
Porsche de Stuttgart, para conmemorar a las personas

Página 420
a las que se había mantenido cautivas y a las que
se había obligado a trabajar allí durante la guerra.
Sin embargo, la opinión pública no tardó en hacer una
pregunta: ¿se basaba el estudio realmente en un análisis
independiente y objetivo de los registros históricos?
En junio de 2019, se emitió por la televisión
pública alemana un documental sobre el cofundador olvidado
de Porsche, Adolf Rosenberger.[86] En él se detallaba el
papel crucial que Rosenberger había jugado en la
creación de Porsche; cómo sus cofundadores, Ferdinand
Porsche y Anton Piëch, habían arianizado sus
participaciones en 1935; cómo Rosenberger había luchado por
conseguir una indemnización; y cómo fue eliminado finalmente
de la historia de la empresa Porsche.
El documentaltambién cuestionaba a un tal Wolfram
Pyta, profesor de historia moderna de la Universidad de
Stuttgart, y autor principal del estudio que Porsche había
encargado; de alguna manera, ninguno de los papeles
personales de Rosenberger se había incluido en la
investigación. Pyta dijo que una pariente de Rosenberger
en Los Ángeles se había negado a darle acceso a
los papeles que había heredado. Pero en el documentalla
prima de Rosenberger lo rebatió y explicó que uno de
los investigadores de Pyta se puso en contacto con ella,
pero que nunca fue a ver los papeles.
Igual de dudoso es otro descubrimiento —⁠ o la
ausencia de él— en el estudio. En 1935, se adquirió la
parte de Porsche que pertenecía a Rosenberger por la
misma cantidad de dinero que él había aportado por
su participación del 10 % en 1930, a pesar de que los
beneficios de la compañía habían aumentado considerablemente
en los años transcurridos. En pocas palabras, habían
estafado a Rosenberger y no le habían pagado
el valor real de sus acciones. Aunque Pyta escribió que
«no cabía duda de que se había producido un beneficio
económico a expensas de la situación precaria de

Página 421
Rosenberger»[87] y que «uno no puede obviar la
[88]
impresión de que a Rosenberger […] lo timaron» para
arrebatarle sus acciones, el catedrático se negó a calificar
a la transacción lo que claramente fue: un proceso de
arianización.
En el documental, Pyta dijo que Ferdinand Porsche
y Anton Piëch llevaron a cabo la operación para
reforzar el carácter familiar de la compañía, no
porque Rosenberger fuera judío. Pero pagar a un socio
judío, en una empresa alemana, por debajo del valor real
de mercado de sus participaciones en la Alemania de
Hitler de 1935 solo podía significar una cosa: la compra fue un
proceso de arianización. Ochenta y dos años después,
un historiador pagado por Porsche decidió
intencionadamente no reconocer ese hecho.

A finales de noviembre de 2018, Der Spiegel publicó


un incendiario artículo de portada titulado: «El multimillonario
y AfD». En las elecciones federales de 2017, Alternative für
Deutschland (‘Alternativa para Alemania’) se convirtió en el
principal partido de la oposición del parlamento, y
en el primero de extrema derecha en ocupar escaños
en sesenta y cinco años. Desde su creación en 2013, no
ha parado de crecer.
Pero el octogenario multimillonario mencionado en
el titular, el barón August von Finck hijo, seguía
entre las sombras. Tras vender el banco privado familiar,
Merck Finck, a Barclays por 370 millones de dólares
en 1990, el aristócrata se convirtió en uno de los
inversores más ricos y retraídos del mundo. Algunas de

Página 422
sus operaciones financieras, al menos de las que
tenemos constancia, han incluido empresas suizasy alemanas,
como la constructora Hochtief, la cadena hotelera
Mövenpick, la empresa de servicios de inspección SGS y el
fabricante de aislantes von Roll. La fortuna del barón,
estimada en más de 8100 millones de euros, se
gestiona desdela sede empresarial de la familia en la
elegante Promenadeplatz de Múnich.[89] Aunque se dice que
los activos de von Finck incluyen medio centro de
la ciudad y la mayoría de los terrenos que la
rodean, él vivió sobre todo en el extranjero.[90] En 1999,
emigró con su mujer, Francine, y sus cuatro
hijos al paraíso fiscal de Suiza. Una de sus sedes allí se
estableció en un castillo medieval que había comprado su
padre y que tiene vistas a la ciudad de Weinfelden,
cerca de la frontera con Alemania.

Página 423
August von Finck Jr. en los 2000

Von Finck hijo era incluso más reservado que su


padre. El heredero, al que apodaban «Gustl», nunca
concedió ni una sola entrevista a la prensa. Las pocas
imágenes que existen de él muestran a un hombre
alto de pelo cano y con astutos ojos verdes, a menudo
ataviado con un traje gris oscuro y una corbataHermès,
y que alterna entre dos expresionesfaciales: una mirada
seria o una sonrisa. Heredó cierta parte de la excéntrica
tacañería de su padre.[91] Aunque le gustaba desplazarse en
helicóptero entre sus residencias, conducía sus coches hasta que

Página 424
se oxidaban y averiaban sin remedio. Llevaba sus
propios embutidos, queso y pan a las fiestas, y
servía a sus ricos invitados una rebanada de pastel de
carne en las celebraciones familiares. Además, nunca encargó
un estudio histórico que desvelara la adulación que su
padre mostró hacia Hitler, los procesos de arianizaciónde
bancos privados que llevo a cabo o su dudosa
desnazificación. Entre los atributos que Gustl heredó de su
padre se contaba una tendencia política reaccionaria.
Mientras que su padre había recaudado veinte millones de
reichsmark para la Haus der Deutschen Kunst de Hitler, von
Finck hijo se convirtió en un donante habitual de las
organizaciones políticas de derecha y extrema derecha
alemanas.
Las donaciones políticas de Gustl que se han
documentado comenzaron poco después de que vendiera el
banco privado de la familia. En 1993, un amigo
banquero del aristócrata inversor dijo a Der Spiegel,
bromeando: «A la derecha de Gustl solo está Gengis
Kan».[92] Con mucho dinero tras la venta a Barclays, von
Finck hijo empezó a apoyar causas reaccionarias.
Entre 1992 y 1998, donó ocho millones y medio de
marcos (unos cuatro millones y medio de euros) en
efectivo al fundador de un partido de extrema
derecha radical en Alemania, que hacía campaña contra
la introducción del euro. Dicho político sería después
condenado por la evasión de los impuestos relativos al
dinero de esa donación que, a menudo, le entregaba
en mano Ernst Knut Stahl, el hombre de confianza de Gustl.[93]
Tras este fallo inicial, von Finck hijo decidió apoyar
a partidos que ya llevaran tiempo establecidos. Para
mantener su anonimato, solo realizó una donación bajo su
propio nombre; el resto salió de distintas entidades que
estaban bajo su control.[94] Entre 1998 y 2008, algunas de
sus filiales donaron cerca de 3,6 millones de euros a
la Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera. En 2009, una de

Página 425
estas filiales en concreto dio 1,1 millones de euros,
en tres tramos, al Partido Demócrata Liberal (FDP).
Poco después de recibir el dinero, la coalición de
partidos consiguió que se bajaran las tasas turísticas de
[95]
los hoteles y, casualmente, von Finck hijo era por
entonces dueño de una parte de la cadena hotelera
Mövenpick. El FDP fue objeto de burlas, en las que
se lo denominaba «el partido de Mövenpick».[96] Los
medios de comunicación consideraron el escándalo como una
versión a menor escala del caso Flick, sinónimo en
Alemania de sobornos políticos.
Von Finck hijo donó a causas que podrían
describirse como conservadoras, de libre mercado y
euroescépticas, y podríamos definir su postura política
como libertaria. En 2003, donó variosmillones a la organización
de un grupo de presión que abogaba por un gobierno
[97]
más pequeño en Alemania. La presidenta del ahora
desaparecido grupo, Beatrix von Storch, que ocupó
durante largo tiempo el cargo, es actualmente la
número dos del partido Alternativa para Alemania (AfD). El
Instituto Ludwig von Mises alemán —⁠ que lleva el nombre
del economista cuyos trabajos a favor del patrón oro son
una seña de identidad de los libertarios desdehace tiempo,
como lo son las inversiones en oro— se encuentra en la
[98]
sede central de von Finck en Múnich. De manera que, en
2010, con Europa en plena crisis financiera, Gustl entró en el
negocio del intercambio de oro. Su aventuraempresarial se
produjo con una horripilante, aunque no sorprendente,
falta de sensibilidad histórica.
Para nombrar a su nueva compañía de
intercambio de oro, una de las entidades de Gustl
pagó dos millones de euros por los derechos de la
marca registrada Degussa, un acrónimo del Instituto Alemán
de Separación de Oro y Plata.[99] El infame conglomerado
químico Degussa había ayudado a producir el pesticida con
base de cianuro Zyklon B y había fundido metales

Página 426
preciosos saqueados por los nazis. En un estudio de
2004 encargado por la compañía, un catedrático de historia
de la Universidad Northwestern, Peter Hayes, detalló cómo una
de las filiales de Degussa había desarrollado el
pesticida y cómo las SS se convirtieron en uno de
[100]
sus clientes más fieles. Entre 1941 y 1945, las SS
emplearon el Zyklon B para gasear a más de un
millón de personas, la mayoría de ellos judíos, en
los campos de exterminio. Tras asesinar a millones en
campos y guetos, los nazis les arrancaban los dientes
y empastes de oro. Muchos de esos metales terminaron en
las fundiciones de Degussa,generalmente comprimidos, pero a
veces en su estado original. Degussa también refinoy
revendió oro y plata, valorada en variosmillones. Parte de
los metales procedía de los robos de los nazis por
toda Europa y otra parte de los judíosque enviaron a
los campos de exterminio y de concentración.
En un giro perverso del destino, von Finck hijo, un
multimillonario de derechas cuyo padre, antisemita y
obsesionado con Hitler, había hecho crecer su banco
privado gracias a los activos judíosque se habían
arianizado durante el Tercer Reich, terminó dirigiendo
Degussa. Hoy en día, el oro y la plata de Degussa se
comercializan en tiendas de lujo de toda Europa.[101] Una
de ellas se encuentra junto a la oficina central de
von Finck en Múnich y cualquiera puede entrar a
comprar o vender metales preciosos. Pero von Finck hijo
no se detuvo aquí. También designó como director ejecutivo
de la empresa a un hombre de extrema derecha, que
una vez describió la política monetaria del
Banco Central Europeo como la «sala de motores del
autogenocidio».[102]

Página 427
9

August von Finck hijo tuvo mucho menos éxito con sus
financiaciones políticas que con sus inversiones empresariales.
Pero entonces le llegó una oportunidad que podría beneficiar
a estos dos intereses. A principios de 2013, se fundóel
partido euroescéptico Alternativa para Alemania (AfD). Días
después del primer congreso del partido, un grupo de
reflexión afiliado al CDU, el partido gobernante de la
canciller Angela Merkel, especuló en una circular con que
von Finck hijo se convertiría en uno de los donantes
principales del AfD.[103] A día de hoy, no existen
pruebas directas de que sus predicciones se cumplieran,
pero las señales están ahí.
En Alemania no existen límites a las
donaciones que pueden hacerse a los partidos políticos.
Pero los individuos y sociedades tan solo pueden dar, de
formaanónima, diez mil euros como máximo en cada una de
ellas. Si la cantidad supera esa cifra, el partido debe
revelar anualmente la identidad del donante. En los
casos en los que se aportan más de cincuenta mil
euros de golpe, la contribución debe comunicarse de
inmediato al Bundestag, que la hará pública junto con el
nombre del donante.[104] Es fácil deducir, por ejemplo,
que los herederos Quandt, que controlan BMW, han
donado millones de euros, sobre todo al CDU, desdeal
menos 2002. Pero von Finck hijo, por el contrario, emplea
métodos más discretos para financiar a una escala
considerable a partidos políticos a la vez que
trata de mantener el anonimato.
El AfD, incluso antes de su primera campaña fallida
en unas elecciones nacionales, en septiembre de 2013, estaba
medio arruinado. Tenía a muy pocos donantes y afiliados
que pagaran una cuota. Por aquel entonces, una portavoz
del partido, que financiaba alguno de sus eventos y

Página 428
gastos, también se encargaba de la publicidad de Degussa.
Der Spiegel siguió el rastrodel dinero y publicó que una
parte de esas facturas parecían estar pagadas por von Finck
hijo a través de su hombre de confianza: Ernst
[105]
Knut Stahl. Todo ello a pesar del hecho de que en
Alemania es ilegal actuar como canal para financiar un
partido político. Para recaudar más fondos, el AfD
también abrió una tienda de oro en internet mientras
suscitaba temores de que la divisa del euro se estaba
derrumbando. Der Spiegel, siguiendo el rastrofresco de
von Finck hijo, descubrió que Degussa era uno de los dos
fabricantes de los productos de oro de la tienda.
El negocio online del AfD vendió productos de oro
valorados en dos millones de euros en 2014 y 2015,
catapultando las ventas de Degussa. Mientras tanto,
el AfD cosechó subvenciones estatales (los partidos
políticos alemanes reciben financiación del Gobierno si
consiguen recaudar fondos externos a través de
donaciones, cuotas de afiliación u otros ingresos).
Pero en diciembre de 2015, una modificación de la ley
alemana concerniente a los partidos políticos hizo que la
tienda online de oro del AfD ya no fuera suficiente
para que este cumpliera con los requisitos necesarios para
conseguir las subvenciones. Pero la ley de partidos
alemana no era la única reestructuración en marcha. La
propia plataforma política del AfD estaba cambiando.
Durante la crisis migratoria en la Europa de 2015, el
AfD renovó su imagen: ya no era un partido
euroescéptico, sino uno contrario a la llegada de
inmigrantes, que avivó y explotó los temores de que
la decisión de Merkel de aceptar a más de un
millón de refugiados de países predominantemente
musulmanes cambiaría la identidad cultural de Alemania.
En febrero de 2016, dos meses después de que
se le restringieran las subvenciones estatales, el AfD
empezó a recibir ayuda para la campaña de otra

Página 429
forma distinta y, aparentemente, salida de la nada.
Miles de vallas publicitarias y carteles comenzaron a
aparecer de repente en dos estados alemanes, Baden-
Württemberg y Renania-Palatinado, que estaban en
pleno ciclo electoral. Un periódico gratuito se repartió por
cerca de dos millones de hogares. Y el mensaje siempre
era el mismo: vote por el AfD. Pero el material de la
campaña no provenía directamente del partido. Lo
había pagado la Asociación para la Preservación del
Estado de Derecho y las Libertades de los Ciudadanos,
una misteriosa organización sin afán de lucro muy similar
a los grupos de presión de «dinero oscuro»
estadounidenses. La asociación podía recibir y gastar
ilimitadas cantidades de dinero, y la ley no la
obligaba a divulgar el nombre de sus donantes mientras
no colaborara directamente con elpartido político o el
candidato al que apoyaba. Si alguna vez salían a la
luz pruebas de una colaboración, las campañas de la
asociación contarían como donaciones ilegales. El AfD tendría
que hacer frente a cuantiosas multas y los donantes
de la asociación saldrían a la luz. Durante 2016 y
2017, esta organización sin ánimo de lucro montó las
campañas electorales del AfD a lo largo de todo el
país, pero el partido negó cualquier cooperación con ella.
La historia, no obstante, se fue enturbiando. En
septiembre de 2016, Der Spiegel reveló que las campañas de
la asociación estaban diseñadas por Goal, una empresa de
relaciones públicas políticas con base en Suiza.[106] La
empresa tapadera de la asociación en Stuttgart tenía,
casualmente, una dirección de reenvío: la de Goal,[107]
cuyo dueño es Alexander Segert, el gurú alemán de
las campañas de los principales partidos de derechas. Ha
diseñado campañas electorales —⁠ tristemente célebres por sus
mensajes e imaginería en contra de la inmigración—
para el SVP, el partido gobernante en Suiza; el FPO
austríaco; y para algunos de los candidatos más

Página 430
importantes del AfD. [108] Además, Goal tiene su sede
principal en la moderna y fuertemente protegida mansión
de Segert, situada en el bucólico pueblo de
Andelfingen, cerca de la frontera alemana, y a
unos veinte minutos en coche al oeste del castillo suizo de
[109]
von Finch hijo en Weinfelden.
La intrincada red de coincidencias llegaba todavía más
lejos. Desde septiembre de 2016, la asociación ha sido
dirigida por David Bendels, al que se ha visto en
compañía de Segert en alguna ocasión. En julio de
2017, Bendels también se convirtió en el redactor jefe
del Deutschland-Kurier, un periódico nuevo que
inicialmente publicaba la asociación, y que todavía hoy
sirve para dar voz al AfD. Añadiendo otra capa a la
conspiración, Der Spiegel reveló que Ernst Knut Stahl, el
hombre de confianza de von Finch hijo, tomó parte en la
creación del Kurier. Stahl había intentado reclutar a un
editor durante un almuerzo en Múnich en mayo de
2017. «El peligro nos acecha», dijo el lugarteniente de
von Finch hijo en la reunión. «Hay una calle en Nueva
York con numerosos banqueros de inversión, abogados, etcétera.
Casualmente, todos son judíos, pero esa parte no importa.
Quieren conducir a Alemania a la ruina. Lo controlan
todo».[110]
En septiembre de 2017, el AfD fue el principal
ganador de los comicios nacionales. Pasó de no tener
ningún escaño en el parlamento a ser la tercera
fuerza de Alemania. En cuestión de un breve espacio
de tiempo, el AfD obtuvo representación en los dieciséis
parlamentos de los estados federados. Las campañas que
la asociación organizó por todo el país habían
aumentado el perfil nacional de este partido, cada vez más
identificado con la extrema derecha; mientras tanto, sus
grandes mecenas permanecían en la sombra. Bendels ha
asegurado que la asociación depende de las donaciones de
sus bases, pero nunca ha presentado pruebas de ello.[111]

Página 431
Según una estimación de LobbyControl de Alemania, la
organización ha gastado hasta el momento más de diez
millones de euros en campañas electorales a favor del AfD.
Bendels y el AfD continuaron negando ningún tipo
de cooperación. Pero, en 2018, el AfD se vio
involucrado en numerosos escándalos relacionados con las
donaciones. Dos tenían que ver con Goal, la empresa
de Segert, que actuaba como testaferro para financiar las
campañas electorales de dos políticos destacados del AfD.
Como consecuencia, en abril de 2019, el partido tuvo que
pagar una multa de más de cuatrocientos mil euros por este
asunto. [112] Días más tarde,la sede de la Fiscalía en
Berlín anunció que estaba investigando al tesorero nacional
del AfD por de las campañas electorales de la asociación
diseñadas por Goal en apoyo al partido político.[113] Si
la fiscalía puede probar que la asociación y el AfD
cooperaron, sería el escándalo de donaciones políticas más
importante desdeel caso Flick. En estos momentos, mientras
escribo en diciembre de 2021, la investigación sigue
abierta.[114] El AfD ha abonado a día de hoy casi un
millón de euros en multas por sus numerosos escándalos
sobre donaciones.[115]
Mientras tanto, el AfD se radicaliza cada vez
más. Los miembros del partido atacan la cultura del
recuerdo y la forma en la que el país carga con
su pasado nazi. Tal y como expresó delicadamente su por
entonces líder, Alexander Gauland, en un discurso de
2018: «Hitler y los nazis solo son una cagarruta de
pájaro en más de mil años de éxitosde la historia
[116]
alemana». Y él representa a la parte moderada del
partido.
La sección extremista del AfD abraza abiertamente el
antisemitismo, la islamofobia y el revisionismo histórico,
incluyendo la minimización de los crímenes nazis y la
denigración del Holocausto. Al mismo tiempo, las amenazas
y los ataques contra inmigrantes, judíosy políticos

Página 432
están aumentando en Alemania.[117] Cabría destacar
especialmente el tiroteo de Hanau en febrero de
2020, cuando un hombre armado asesinó a nueve
personas —⁠ todos ellos inmigrantes o alemanes de familias
extranjeras—, además de a su madre. Antes de eso está
el tiroteo que se produjo en octubre de 2019 en una
sinagoga de Halle, en la que un atacante mató a dos
transeúntes, y, en junio de 2019, el asesinato en su
casa de Hesse de un político local favorable a la
inmigración. Todasestas agresiones las llevaron a cabo
extremistas de ultraderecha; algunos de ellos, de hecho,
tenían conexión con grupos neonazis.
En junio de ese mismo año, se vio a von
Finck hijo sentado junto al primer ministro de Baviera,
Markus Söder, en una cena de gala en Múnich. Existía
un vínculo entre ellos: el antiguo hombre de confianza
de Söder se había unido recientemente a la oficina
[118]
familiar de Gustl. Ahora, los dos asistían a la
fiesta del setenta cumpleaños de un conocido abogado
y destacadopolítico euroescéptico al que Gustl había pagado
más de once millones de euros por «honorarios de
[119]
consultoría» legal mientras dicho letrado fue diputado
del parlamento. Pero, aunque la carrera de este
antiguo parlamentario estaba terminando, la de Söder
estaba cogiendo altura. A pesar de que, en la
primavera de 2021, Söder se retiró de la lucha por sustituir
a Angela Merkel como líder y candidato de los
conservadores cristianos para la cancillería, no tiene intención
de irse a ninguna parte.A finales de noviembre de
2021, August von Finck hijo muriócon noventa y un
años en Londres.

Página 433
10

El titular que acompañaba al artículo del New


York Times de mediados de junio de 2019 podría haber sido
el subtítulo de una novela barata: «Los nazis mataron
a su padre. Después se enamoró de uno de
ellos». Pero la crónica estaba escrita con un tono
mucho más serio. Por primera vez en la historia, dos
miembros de la dinastía Reimann —ahora la familia
más rica de la Alemania— hablaron on the record, con
un periodista. Y el relatoque contaron era tan trágico
como extraño. Durante la guerra, o poco después de
ella, Albert Reimann —⁠ el patriarca antisemita de la
dinastía y político local del Partido Nazi— mantuvo
una relación de varias décadas con Emily Landecker, empleada
del magnate e hija de un judío. En 1941, Emily fue
contratada por la empresa de Reimann en Ludwigshafen.
En 1942, su padre, Alfred, fue arrestado por los oficiales
de la Gestapo en su casa, en Mannheim, y asesinado
poco después. El último mensaje que envió llegó desdeun
gueto de la Polonia ocupada, que se utilizaba como
puntointermedio para el traslado a los campos de
exterminio de Sobibor y Belzec.
De 1951 en adelante, Albert Reimann tuvo tres
hijos con Emily; dos de ellos son accionistas de JAB, el
grupo empresarial de la familia. Ahora, algunos de los
Reimann estaban listos para hablar sobre el legado
familiar. Descendían de un nazi acérrimo y de un
hombre judío asesinado por los nazis. Eran el producto de
un delincuente y una víctima, y su historia aunaba
tanto el reconocimiento de los errores como el dolor.
Pero el asunto era todavía más complejo. A lo
largo de su romance con Emily, Albert había estado
casado con otra mujer. Su unión no les dio ningún hijo,
sin embargo, por lo que en 1965 Albert adoptó

Página 434
formalmente a aquellos que había tenido con Emily y
siguieron adelante con su relación. Albert y Emily
hablaban poco de la guerra con sus hijos. Lo único que
Albert les contó fue que «a menudo se daba vino tinto
los sábados» a los prisioneros de guerra franceses y
que «los trabajadores forzados habían disfrutado tanto
trabajando para la empresa, que lloraron cuando el
conflicto terminó y tuvieron que marcharse».[120]
Wolfgang Reimann, el hijo de Emily y Albert,
contó al Times que cuando le preguntaban a su madre
por las raíces judías de la familia, comentaba de pasada que
se crio en un «entorno judío» y después les
regañaba por hablar de «esas cosas del pasado». No
descubrieron que su padre había sido un ferviente nazi
hasta que el historiador al que habían contratado les
presentó su informe provisional en enero de 2019. Emily, a
pesar de todo, había querido a Albert. «Nunca entendí la
razón», confesó Wolfgang en el New York Times. «Desde
mi puntode vista, no era una persona especialmente
cariñosa».
En el artículo, el presidente de JAB y hombre
de confianza de los Reimann, Peter Harf, nacido
exactamente un año y un día después de que la
guerra terminara, reveló que su propio padre también
había sido un nazi. Estaba preocupado por el aumento del
nacionalismo en Occidente y dijo que había llegado la
hora de tomar postura. El multimillonario pensaba que
muy pocas voces del mundo corporativo se estaban elevando
contra el resurgimiento del populismo. «A lo largo de la
historia, las empresas han posibilitado la existencia de los
populistas», explicó al periodista del Times. «No podemos
volver a cometer ese error hoy».
En un importante avance para el mundo de los
negocios alemán en lo referente al reconocimiento de los
errores durante el Tercer Reich, la dinastía
empresarial más rica del país anunció que iban a cambiar

Página 435
el nombre a su fundación familiar. Ya no honraría
al padre o el abuelo nazi de los Reimann, sino a
su abuelo judío, que había sido asesinado por los nazis.
Además, la Fundación Alfred Landecker se centraría en
educar a las personas sobre el Holocausto. Los Reimann
sellaron su compromiso con este objetivo con una muy
generosa donación familiar: doscientos cincuenta millones de
euros, cada diez años, indefinidamente. Llenaron el consejo de
la fundación con nombres mundialmente reconocidos del
ámbito académico, de los negocios y de la política, y
anunciaron la financiación de un nuevo programa y
una cátedra en la Universidad de Oxford para la
investigación de la persecución de minorías en Europa.
Pero la familia no se detuvo ahí. La fundación
empezó a buscar a supervivientes de los trabajos
forzados que se realizaron en la empresa familiar y los
indemnizaron. Hablando claro, la nueva dinastía empresarial
más rica de Alemania estaba acompañando sus buenas
palabras con acciones económicas significativas de verdad,
en nombre de un hombre judío al que los magnates
fundadores de la familia habían demonizado. Y lo
que es más, la página web de la Fundación Alfred
Landecker muestra transparencia sobre los patriarcas nazis de la
familia Reimann y sobre sus crímenes.[121]
Todo lo contrario que los Quandt de BMW. El
20 de junio de 2019, seis días después de que saliera
a la luz el artículo sobre los Reimann en el
New York Times, Manager Magazin, una publicación alemana
parecida a la revista Forbes, publicó un artículo de
portada sobre dos de los Quandt. Era la primera vez que
Susanne Klatten y Stefan Quandt, los hijos menores
de Herbert, se sentaban juntos a conceder una
entrevista. La revista estimó que su fortuna ese año
ascendía a unos 26 500 millones de euros, lo que
los convertía en la segunda familia más acaudalada de
[122]
Alemania por detrás de los Reimann. Los dos hermanos

Página 436
Quandt controlan un 47 % de BMW, entre otras muchas
[123]
inversiones. BMW les reportó unos dividendos totales de
casi ochocientos millones de euros en 2019, aunque el
precio por acción de la empresa había bajado. En la
entrevista no se habló del pasado nazi de la familia. Al
parecer, la revista opinaba que hacía tiempo que el
tema había dejado de ser interesante.
En su lugar, Stefan utilizó la oportunidad
para cuestionar la lógica de los impuestos de sucesión.
Susanne dijo que la redistribución de la riqueza no
funcionaba y se mostró a favor de las meritocracias,
argumentando que una sociedad justa debería permitir que
la gente persiga oportunidades a la altura de sus
habilidades. «Nuestro potencial deriva de nuestro
papel como herederos y del desarrollo que hagamos de esta
[herencia]» dijo en la revista. «Trabajamos duro todos los
días. El papel de guardianes de la riqueza también tiene
aspectos personales que no resultan tan agradables».[124] Una
de esas antipáticas facetas, según los hermanos
multimillonarios, es lidiar con laenvidia que sienten los
demás con respecto a su inmensa herencia. «Algunas
personas se piensan que nos pasamos la vida sentados
en un yate en el Mediterráneo», dijo Susanne. Su hermano
había hecho un comentario parecido casi ocho años antes
cuando habló con Die Zeit sobre el pasado nazi de la
familia. «No estamos todo el día en la playa»,
comentó por entonces. «No tengo un contenedor de dinero
como el Tío Gilito».[125] Daba la impresión de que él
también pensaba que su herencia era una inmensa cruz
con la que tenía que cargar. El titular de esta
nueva entrevista —⁠ «¿Quién querría cambiarse por
nosotros?»— citaba directamente una pregunta que había
planteado Susanne a los entrevistadores, que recordaba, sin
una pizca de ironía, a otra de las cavilaciones pasadas
de su hermano.

Página 437
El 22 de junio de 2019, dos días después de que la
entrevista viera la luz, se entregó el Premio Herbert
Quandt de Periodismo;como todos los años, en el aniversario del
nacimiento del magnate. Ese día, Stefan publicó en una
columna del conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung, uno
de los periódicos más leídos e influyentes del país, una
versión del discurso que daría en la ceremonia de
entrega. El título de dicha columna era: «¡Proteged la
[126]
propiedad privada!». En ella, despotricaba contra las
supuestas amenazas hacia los derechos de propiedad, el
peligro de un impuesto de sucesiones más elevado y
el espectro de las expropiaciones en la Alemania
actual. El hecho de que su abuelo y su
padre se hubieran burlado de los derechos a la
propiedad privada de sus víctimas durante la época
del nazismo y se hubieran beneficiado cuantiosamente de las
expropiaciones apoyadas por el estado parecía ser
totalmente ajeno al heredero de BMW. Diez días
después, Stefan se unió al consejo de supervisión del
periódico.[127]

Página 438
Stefan Quandt en 2015

Hasta la actualidad, los dos hermanos Quandt


supervisan su imperio empresarial desdela Günther Quandt
Haus, en Bad Homburg. Stefan entrega anualmente el
Premio Herbert Quandt de Periodismo a profesionales
del mundo de los medios alemanes. En 2016, la rama
benéfica de BMW se fusionó con la Fundación Herbert
Quandt, cuyos activos se incrementaron hasta los cien
millones de euros; otros treinta millones fueron
aportados personalmente por Stefan y Susanne.[128] Su
misión es la de promover e inspirar un «liderazgo
responsable»[129] en nombre del hombre que una vez ayudó
a arianizar empresas en Francia, que supervisaba una
fábrica de Berlín repleta de trabajadoras esclavizadas
y que controlaba la planificación y la construcción de
un subcampo de concentración en la Polonia ocupada.
Pero nada de eso es importante para BMW, al parecer.

Página 439
Si nos creemos lo que dice la fundación, toda la
biografía de Herbert se centra en un solo cometido:
[130]
«aseguró la independencia» de BMW. Los triunfos
y las farsas de su vida se reducen a esa concisa
frase.
En mayo de 2021, el Süddeutsche Zeitung informó
de que una calle de Múnich con el nombre de Herbert
Quandt era una de las posibles candidatas a cambiar de
denominación. Cuando un miembro regional del AfD
argumentó que los méritos empresariales de Herbert tras
la guerra deberían tenerse en cuenta durante el
debate, el historiador a cargo de la recomendación del
cambio de nombres replicó que cualquiera que se
hubiera «beneficiado del sistema nazi» y, por lo tanto,
hubiera «pecado» contra los valores fundamentales de la
humanidad «no merece una visión relativista que abarque todo
el trabajo de su vida».[131]
Hasta ahora, la balanza sigue inclinada en favor del
dinero y el poder. Muchas dinastías empresariales
alemanas continúan negándose a reconocer la oscura historia
que mancha sus fortunas y, como consecuencia, los
fantasmas del Tercer Reich no dejan de acecharlas.

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Epílogo

El museo

A finales de 2019, fui a Tel Aviv una semana


para visitar a mi novia alemana, que estaba
trabajando como reportera en Israel y en los Territorios
Palestinos, sustituyendo durante un mes a un
compañero de baja. Una tarde a principios de diciembre, nos
acercamos al Museo de Arte de Tel Aviv, un edificio
laberíntico con una mezcla de arquitectura brutalista y
modernista. Siguiendo la recomendación de un amigo
de Nueva York, fuimos a ver una exposición de
Raymond Pettibon, el artista estadounidense. El tiempo
seguía siendo cálido, pero, aun así, cuando llegamos a
la exposición, sentí un escalofrío que me recorrió toda la
espalda. Justo antes de entrar, me di cuenta de que
había una lista de nombres escritos en alemán y
hebreo sobre una pared y, sobre ellos, un cartel: «GALERÍA
DE LOS AMIGOS ALEMANES DEL MUSEO DE ARTE DE TEL
AVIV».
Entre los apellidos que aparecían bajo el rótulo,
como Gottesdiener y Gleitman, unos especialmente destacados
llamaron mi atención. Casi arriba del todo, Gabriele Quandt,
la nieta de Magda Goebbels e hija de Harald Quandt,
el heredero que se crio en casa de los Goebbels
pero que nunca se convirtió en miembro del Partido
Nazi; el hombre que intentaba mirar hacia el futuro pero que
nunca pudo escapar de las tragedias del pasado.
Al final de la lista, Ingrid Flick, la tercera mujerde
Friedrich Karl Flick, el hombre responsable del mayor
escándalo de corrupción de Alemania tras la guerra, y el
hijo más pequeño de los tres que tuvo Friedrich Flick,

Página 441
quien a su vez fue el empresario industrial alemán más
poderoso y despiadado de todos, a quien se condenó en
Núremberg, y quien llegó a convertirse en el hombre
más rico de Alemania en tres épocas distintas de la
historia. Friedrich Flick, que, como no pudo dejar ir aquello
que había levantado, provocó que su imperio y su familia
se desintegraran. Friedrich Karl, que, como su padre, se
negó siempre a indemnizar a las decenas de miles de
personas que emplearon como trabajadores forzados y
esclavizados en las fábricas y minasFlick; miles murieron
allí, muchos de ellos judíostrasladados desdecampos de
concentración. Friedrich Karl tomó sus millones y huyó a
Austria, dejando a su sobrina y sobrinos para que se
enfrentaranpúblicamente con los fantasmas de la familia.
Mientras tanto, Ingrid Flick sigue adelante con la envilecida
labor de su difunto marido. Todavía conserva la
fundación con el nombre de su suegro fallecido, un
criminal de guerra nazi condenado que robó el sustento de
tantísima gente para expandir su imperio.
Ver los nombres de Quandt y Flick siendo
honrados en un museo israelí —⁠ escritos también en
hebreo— fue, como dirían los alemanes, unheimlich, espeluznante.
La generación actual de herederos tiene la posibilidad de
cambiar el rumbo antes de ceder sus imperios a la
siguiente; de comprometerse completamente con la
transparencia histórica y la responsabilidad moral, y
de esforzarse, incondicionalmente, por saldar con la
sociedad la enorme deuda que sus padres
contrajeron. Los hijos de esos herederos, a su vez,
tendrán la oportunidad de utilizar su podery
riqueza para ayudara crear un mundo mejor, uno en
el que sus abuelos no hubieran tenido cabida.
Bajo los nombres de Gabriele e Ingrid se
encuentran los de sus descendientes: los hijos de Gabriele,
ahora treintañeros, y los mellizos Flick, los multimillonarios
más jóvenes del mundo, ahora veinteañeros. Son la

Página 442
siguiente generación; mi generación. «Lo haremos mejor», dije
en voz alta a nadie en particular. Mi novia me sonrió.
Decidimos saltarnos la exposición y salimos del museo,
adentrándonos en la tarde cálida de diciembre y en una
nuevadécada.
Apéndice

Árboles genealógicos
Estos árboles genealógicos no están completos, ya que
omiten a ciertos cónyuges y miembros de generaciones
pasadas y presentes. Solamente se han incluido a
aquellas personas que son relevantes para este libro.

Página 443
Página 444
Agradecimientos

El núcleo de este libro está formado por los artículos


que escribí para Bloomberg News entre abril de 2012 y
mayo de 2018. Aunque dejé el trabajo un tiempo para
poderescribir esta obra, nunca hubiera indagado en este
tema de no haber sido por el apoyo de muchas
personas en Bloomberg. A Matthew (G.) Miller no solo se
le ocurrió inconscientemente el título del libro («de Jong,

Página 445
¿tenemos alguna otra historia sobre dinero y poderen
el Tercer Reich en el tintero?»), sino que Peter Newcomb
(su sugerencia de Millonazis estuvo cerca de convertirse en
el título) y él me dieron una oportunidad y
me empujaron hacia este camino. Gracias a los dos.
Matt, creo que me tomé demasiado en serio tu encargo de
«ve y encuentra el oro de los nazis». Gracias también
a Rob LeFranco y Fierre Paulden por su orientación
editorial, y a Pamela Roux Castillo y Jack Witzig,
dos incondicionales de los Multimillonarios Bloomberg
convertidos en un valioso equipo.
Gracias a Max Abelson por guiarme sin darse cuenta
hacia el principio y el final de este libro: por introducirme
en Bloomberg en el otoño de 2011 y por decirme que
fuera a ver la exposición de Raymond Pettibon del
Museo de Arte de Tel Aviv en el otoño de
2019. Muchas gracias a Donal Griffin, mi irlandés
cascarrabias favorito, por tomarse la molestia de
leerse los primeros borradores. Gracias también a
Caleb Meby, quien, en su momento, me dijo que
debería escribir un libro sobre este asunto, lo que fijó
con fuerza esta idea en mi cabeza. Gracias a mis
editores de entonces, Simone Meier, Elisa Martinuzzi y
Neil Callanan por animarme a que me lanzara a la
piscina y escribiera el libro; y a Annette Weisbach y
Matthew Boyle, con los que colaboré en mis primeros
reportajes sobre los Reimann y los Quandt.
Le estoy muy agradecido a mi agente, Howard Yoon, por
creer en este proyecto desdeel principio y por su
enorme ayuda y apoyo, y a sus asociados en
Ross Yoon, sobre todo a Dara Kaye. También quiero darle las
gracias a Alexander Littlefield, mi exigente editor en
Houghton Mifflin Harcourt/Harper-Collins, que se mantuvo
impávido y nunca perdió de vista el objetivo final.
Gracias a Zach Phillips, Marleen Reimer y Lisa
Glover, por ayudarme tantísimo; a Susanna Brougham, por

Página 446
su excelente trabajo como correctora; a David Eber, por su
revisión legal; y a Mark Robinson y Chloe Foster, por
la portada y el diseño interior. Gracias también
a Glen Pawelski y al equipo de cartógrafos expertos. Y
no puedo olvidarme de Arabella Pike y Jo Thompson de
William Collins en Londres, por su ayuda con el
libro.
Muchas gracias a mis compañeros de Büro Hermann
& Söhne, particularmente a Gerben van der Marel, Jan
Zappner y Peter Wollring, por los años de camaradería
a falta de una verdadera sala de redacción. Pauline Peek,
con sus mil talentos, me ayudó a investigar y
corroborar datos para el libro. Le estoy muy agradecido a
Martin Breitfeld y sus colegas de Kiepenheuer &
Witsch en Colonia por toda su ayuda; y a
Rüdiger Jungbluth, que una vez me dijo mientras comíamos
en Hamburgo: «Si no está escrito en inglés, no se
consideran noticias». Aquello me hizo darme cuenta de
que estas oscuras historias sobre dinero y poderno
eran conocidas fuera de Alemania. Gracias a todos los
historiadores alemanes que se prestaron a hablar
conmigo largo y tendido sobre este tema; especialmente a
Tim Schanetzky, Kim Christian Priemel y Sven Keller.
Debo darle las gracias, por variosmotivos, a Alex
Cuadros, Alice Pearson, Ben y Jenny Homrighausen, Volker
Berghahn, Yana Bergmann, Brittany y Sam Noble, Ruby
Bilger, Daniel Sedlis, Nina Majoor, Eric Gade,
Evan Pheiffer, Sven Becker, Janette Beckman, Daniel
Steinmetz-Jenkins, Norman Ohler, Taunton y Nikki Paine,
Sam Moyn, Majlie de Puy Kamp,
Patrick Radden Keefe, Mary Vromen, Mathew Lawrence,
Hayden Miller, RyanAlexander Musto, Heather Jones, Joe
Dolce, Lauren Streib, Henry Seltzer, Line Lillevik y
Max Raskin. La oscura historia de Alemania nunca
estuvo lejos en Berlín, pero a veces parecía estar
demasiado cerca.Quiero dar unas danke enormes a

Página 447
toda la «panda» de la capital, sobre todo a Elsa
Wallenberg, Alexander Esser, Laura Stadler, Cäcilie von
Trotha, Richard Meyer zu Eissen, Finn Weise y al
resto de raritos. Gracias también especialmente a todos mis
queridos amigos de Amsterdam.
Escribir este libro me ha hecho darme cuenta de
lo afortunado que soy de que me rodeen familias
extraordinarias. Muchísimasgracias a mis padres, Helen y
Philip, por su amor y apoyo incondicionales, y
también a mi tía Jaqueline, a los de Zwart, a
los Velaise y a los Tann.
Por último, muchas gracias a Sophie, una
gran fuerza de la naturaleza. La eterna trabajadora; la
eterna exploradora. Me alegro de haberme quedado
atrapado en tu torbellino y me muero de ganas por
saber a qué otra aventura nos conduce.
Nota sobre las fuentes

La mayoría de los miembros de las dinastías


empresariales alemanas detalladas en este libro se negaron
a hacer comentarios o a ser entrevistados; otros no
respondieron a las solicitudes de entrevistas o a las
preguntas enviadas a sus portavoces o representantes de
las oficinas familiares. Pero hubo una notable excepción.
Jörg Appelhans, el portavoz desdehace tiempo de los
dos hermanos Quandt que controlan BMW, rechazó mi
solicitud de entrevistar a Stefan Quandt bajo el pretexto
de que el estudio académico que la familia había
encargado para que investigara las actividades de los patriarcas
durante el Tercer Reich era «revolucionario y exhaustivo. De
ahí que no fuéramos más lejos o buscáramos nueva
información más allá de la que descubrió el estudio,
que es de dominio público desdeque se publicó en
2011». Cuando le pregunté en qué sentido y para
quién consideraba que la información era «de dominio

Página 448
público», Appelhans respondió: «De dominio público en el
sentido de que se ha publicado y, por lo tanto, es
accesible para todo el mundo».
Accesible para todo el mundo que sepa alemán,
claro. El estudio de los Quandt, como muchos similares
encargados por otras dinastías familiares, nunca se ha traducido
a otras lenguas, a pesar de que la mayoría de las
víctimas de las actividades que llevaron a cabo los
patriarcas durante la época del nazismo no eran alemanas,
y los intereses empresariales de dichas dinastías eran y
son globales. No obstante, Appelhans escribió: «la familia
Quandt está convencida de que se alcanzaron los objetivos
de franqueza y transparencia […]. No pensamos que cambiarle
el nombre a las calles, lugares e instituciones sea
una forma responsable de abordar a las figuras
históricas, porquesemejante damnatio memoriae […] impide una
exposición consciente al papel que tuvieron en la historia
y, en su lugar, fomenta su olvido». Pero conmemorar
a figuras históricas sin mencionar su pasado nazi
produce el mismo efecto.
En respuesta a las preguntas que envié al Grupo
BMW —⁠ entre ellas que por qué el fabricante de coches
de Múnich mantiene el nombre de su salvador en su
fundación benéfica (que promueve un «liderazgo responsable»)
cuando sus actividades durante el Tercer Reich han salido a
la luz pública—, un representante de la Fundación Herbert
Quandt de BMW me escribió, en un comunicado, que «[la
fundación] se apoya en las hazañas empresariales de
BMW y Herbert Quandt, razón por la que tomó esta
decisión consciente: las actuaciones a largo plazo y con
visión de futuro que Herbert Quandt llevó a cabo
desde1959 hasta su muerte en 1982 […] deberían estar
representadas en el nombre de la fundación».
Solicité entrevistas con Gabriele Quandt y Colleen-Bettina
Rosenblat, las hijas de Harald Quandt, pero «decidieron no

Página 449
dar ninguna entrevista»,según me contestó por escrito
Ulrich von Rotenhan, el portavoz oficialde la familia.
Los documentos que detallan los juicios de
desnazificación y los recursos de apelación de Günther
Quandt, entre ellos muchos sobre los procesos de arianización
que Günther, Herbert y sus ejecutivos realizaron en los
países ocupados por los nazis durante la Segunda Guerra
Mundial pueden encontrarse en microfichas de las carpetas
1362 y 1363 de los Archivos Estatales Bávaros de
Múnich. Los documentos de los archivos familiares de
los Quandt que Joachim Scholtyseck cita en el estudio
que le encargaron,y que los Quandt consideraron lo
suficientemente relevantes como para dar acceso a los
investigadores, están disponibles en los Archivos Empresariales
Hesianos de Darmstadt.
Los vendedores de libros antiguos de Alemania
demostraron ser una mina de oro a la hora de
conseguir fuentes primarias. Me vendieron el conjunto de
cartas de Günther de 1938, sus memorias de la
posguerra, los libros empresariales de Quandt de la
década de 1930 y mucho más. Comprar la biografía
privada de 1980 que Herbert había encargado me resultó
particularmente satisfactorio, dado lo lejos que llegaron los
asesores de Herbert para que no cayera en manos de
los periodistas, un supuesto claramente descrito en la
correspondencia archivada. Los diarios de Joseph Goebbels, que
van de 1923 a 1945 y fueron editados por Elke
Fröhlich, están disponibles en internet en la página web
de la editorial De Gruyter a través de una
cuota de licencia anual.
Las biografías de 2002 y 2015 de Rüdiger Jungbluth
sobre la dinastía de los Quandt fueron unas fuentes
igual de indispensables, como lo fue el estudio de Joachim
Scholtyseck de 2011.

Página 450
Los representantes de la oficina familiar de Ingrid
Flick y sus mellizos, en
Viena, se negaron a hacer comentarios en relación
con la lista de preguntas que envié sobre las donaciones
filantrópicas personales de Ingrid y las que hace en
nombre de su suegro, Friedrich Flick, el criminal de
guerra nazi condenado. Tras ponerme en contacto con la
Universidad Goethe de Fráncfort, con preguntas sobre cómo
conciban las contribuciones financieras anuales que la
fundación Flick realiza a la institución académica con el
problemático papel que dicho hombre tuvo en la historia,
un portavoz de la universidad me envió este comunicado:
«La Universidad Goethe lleva seis años trabajando con la
Fundación Friedrich Flick y ha llegado a conocerla bien
como una socia justa, fiable y generosa. Gracias al
compromiso ejemplar dela fundación, ha sido posible
financiar proyectos de investigación y de enseñanza, así
como también becas, para los que, de otra manera, no
hubiera habido fondos. La cooperación representa una
importante pieza en el contexto del compromiso de los
diversos mecenas con la universidad». Las hijas mayores
de Friedrich Karl Flick, Alexandra Flick-Butz y Elisabeth von
Auersperg-Breunner, no respondieron a mi petición
para entrevistarlas ni a las preguntas que envié a los
representantes de sus respectivas oficinas familiares de
Múnich.
De todas las dinastías empresariales alemanas detalladas
en este libro, el único miembro de una de ellas que
contestó a mis preguntas fue Gert-Rudolf Flick, también
conocido como «Muck». Y lo hizo con sinceridad. El
nieto mayor de Friedrich Flick, e hijo mayor de
Otto-Ernst, tiene casi ochenta años y lleva décadas viviendo
en Londres, donde escribe y da clase sobre las
pinturas de los antiguos maestros. Muck nació en Francia
en 1943, durante el desastroso gobierno de su padre en
la planta siderúrgica expropiada de Rombach, en la

Página 451
Lorena ocupada. Tuvo una relación cercana con su
abuelo Friedrich hasta la muerte del patriarca en 1972,
cuando Muck tenía casi treinta años. Friedrich Flick había esperado
que Muck y su hermano pequeño, Mick, a los que el
patriarca había enseñado, tomaran algún día las riendas del
conglomerado familiar. Pero nada salió como estaba planeado.
Muck me dio su permiso para citar parte de nuestra
correspondencia por correo electrónico. «Durante su vida, nunca
hablamos de la guerra; mi hermano y yo, como es
lógico, admirábamos y venerábamos a nuestro
abuelo, que era un genio en más de un sentido», escribió.
«Ahora han salido más cosas desagradables. Uno podría
tener una visión más dura del asunto, pero le recuerdo como un
ser humano de muchos talentos y no puedo
cambiar mis sentimientos a toro pasado. Estoy profundamente
agradecido de haberlo conocido,y no solo por la fortuna
que nos ha conferido». Los hermanos de Muck, Mick Flick y
Dagmar von Wietersheim, no respondieron a las
solicitudes para entrevistarles que envié a las fundaciones
de Mick en Potsdam y Zúrich y a la oficina
familiar de Dagmar en Múnich.
Los procedimientos judiciales de Núremberg contra
Friedrich Flick y sus socios, incluyendo muchos documentos,
están disponibles online. Como fuentes de información
secundaria, me he apoyado especialmente en el estudio de
2007 de la doctora Kim Christian Priemel sobre el
conglomerado de los Flick, y en las investigaciones que
Dagmar y Mick encargaron, respectivamente,a dos grupos
independientes de historiadores alemanes: el estudio de
2009 sobre el conglomerado de los Flick en el siglo XX,
dirigido por Norbert Frei, Ralf Ahrens, Jörg Osterloh y Tim
Schanetzky; y el estudio de 2008 sobre el grupo empresarial
durante el Tercer Reich, dirigido por Johannes
Bähr, Alex Drecoll, Bernhard Gotto, Harald Wixforth, y,
de nuevo, Kim Christian Priemel. La biografía que Günther
Ogger escribió sobre Friedrich Flick en 1971 también ha

Página 452
resistido muy bien el paso del tiempo. El Archivo
Empresarial de Berlín-Brandenburgo tiene toda una sección de
investigación dedicada a Flick que contiene documentos
originales y copias que se emplearon en el estudio
académico que encargó Dagmar. En una extrañacoincidencia,
el archivo de Flick se encuentra en lo que solía ser
una parte del complejo armamentístico de DWM de Günther
Quandt, en el barrio berlinés de Wittenau.
Lamentablemente, debido a la pandemia de COVID-19,
no pude visitar el archivo.
En junio de 2021, Annemarie Thoene, que llevaba
años siendo secretaria de August «Gustl» von Finck hijo
en su oficina privada de Múnich, me informó por
teléfono de que su «política de comunicación» no
había cambiado; von Finck hijo seguía sin conceder
entrevistas y no había ninguna cuenta de correo
electrónico específico en la que solicitarlas. Anteriormente, me
habían remitido a un número de fax cuando
buscaba algún comentario por parte de Gustl. Pero para este
libro me dijeron que debía escribir una carta. Gustl no
respondió a mi petición de entrevistarle ni a
ninguna de las preguntas que le mandé por correo
postal a su oficina privada durante el verano
y principios de otoño de 2021. Gustl falleció en Londres
a finales de noviembre de 2021. Sus hermanastros,
Helmut y Gerhard, tampoco contestaron a mis
solicitudes para entrevistarles, como tampoco lo hizo el
gurú de las relaciones públicas de Goal AG, Alexander
Segert. Traté de reunirme con David Bendels para hablar
sobre las supuestas conexiones entre el AfD y la misteriosa
Asociación para la Preservación del Estado de Derecho
y las Libertades de los Ciudadanos, pero no me
respondió. El portavoz del AfD, Peter Rohling, se negó a
liberar la agenda de algún líder del partido para que
lo entrevistara en relación con este tema.

Página 453
Los documentos originales del juicio de desnazificación
de August von Finck padre se encuentran en la carpeta
409 de los Archivos Estatales Bávaros de Múnich. Muchos
de ellos, que detallan las operaciones de venta de los
bancos de Dreyfus y Rothschild tras las arianizaciones
que realizó Merck Finck, pueden encontrarse en los
Archivos Nacionales y Administración de Documentos de
College Park, Maryland (Estados Unidos), o a través de
su socio en internet, Fold3, que ha digitalizado millones
de registros. El estudio de 2005 del doctor Ingo
Köhler sobre la arianizaciónde bancos privados propiedad de
judíosen Alemania fue una fuente vital, como también lo
fue el estudio sobre Allianz durante el Tercer
Reich elaborado por Gerald Feldman. Para el capítulo sobre las
conexiones sobre el AfD, la Asociación, Goal y la órbita
de August von Finck hijo, recurrí al revolucionario trabajo
de periodistas como Melanie Amann, Sven Becker, Ann-Katrin
Müller y Sven Röbel de Der Spiegel; Anna Jikhareva, Jan
Jirat y Kaspar Surber de Wochenzeitung, Friederike Haupt
del Frankfurter Allgemeine Zeitung, Christian Fuchs y Paul
Middelhoff de Die Zeit; y Roman Deininger, Andreas Glas y
Klaus Ott de Süddeutsche Zeitung.

La sede de Porsche en Stuttgart se negó a que


Wolfgang Porsche, uno de los hijos de Ferry y portavoz
de la rama Porsche del clan Porsche-Piëch, me concediera
una entrevista. Como respuesta escrita a mis preguntas,
Sebastian Rudolph, el responsable de comunicación de
la empresa, describió las declaraciones antisemitas y
discriminatorias de la autobiografía de Ferry de 1976, We
at Porsche, como la muestra de «una falta de empatía
por parte de Ferry Porsche hacia el destino de Adolf
Rosenberger y otras familias judías que tuvieron que
abandonar Alemania […]. Ferry Porsche creía que, al menos en
el caso de Rosenberger, la empresa se había portado
bien y lo había indemnizado correctamente. Es la

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única forma de interpretar su irritación cuando, tras la
Segunda Guerra Mundial, surgieron las nuevas disputas».
El estudio de 1996 sobre el complejo Volkswagendurante
el Tercer Reich, realizado por Hans Mommsen y Manfred
Grieger, fue una fuente inestimable de información,
como también lo fue el estudio de 2013 de Bernhard
Rieger sobre la historia del Escarabajo de Volkswagen.
Recurrí, asimismo, a distintas biografías sobre el clan
Porsche-Piëch escritas por los periodistas alemanes y
austríacos Stefan Aust, Thomas Ammann, Georg Meck y
Wolfgang Fürweger, y a los documentales de Eberhard
Reuß sobre el cofundador judío de Porsche, Adolf Rosenberger.
La versión original alemana del estudio de 2017 de
Wolfram Pyta y dos colegas sobre los orígenes de la
marca Porsche puede tomarse como una fuente fiable,
a pesar de sus importantes carencias. Está investigado a
conciencia, lo que hace que la incapacidad de Pyta de
inspeccionar la documentación privada de Adolf Rosenberger
resulte aún más inexplicable e inquietante. Aunque Pyta
tampoco fue capaz de describir correctamente la compra de
las participaciones de Rosenberger y su expulsión de
Porsche por parte de Ferdinand Porsche y Anton
Piëch como un proceso de arianización, el historiador me
aseguró durante una reunión por Zoom que la venta
había sido un «beneficio arianizado».
En las últimas etapas de verificación de datos
para este libro, el portavoz de la firma Porsche me envió
repentinamente un código de acceso a una traducción
al inglés del estudio de Pyta que solo estaba disponible
en formato digital. Tras cuatro años de investigación, me
sorprendió mucho averiguar que esta versión existía
siquiera. Nunca me había cruzado con ella porque
prácticamente no aparece mencionada en internet.
Pero claro, resulta que solo puedesconsultar la traducción tras
solicitárselo a Porsche o cuando la empresa decide
darte acceso a ella. Esta es una razón por la que la

Página 455
traducción inglesa no puede considerarse una fuente
fiable. La segunda, y quizá la más importante, es que
se añadieron varias palabras a al menos uno de los
párrafos cruciales de la versión en inglés, que dan a
entender que Ferry Porsche solo mintió sobre su solicitud de
entrada en las SS durante la época inmediatamente
posterior a la guerra. Pero lo cierto es que mentiría
sobre su ingreso voluntario durante el resto de su vida;
segúnél, fue Himmler quien lo obligó a aceptar ese
rango honorífico. Esta invención aparece en las dos
autobiografías del magnate y en una declaración jurada
del propio Ferry de 1952, que se envió al consulado de
Estados Unidos en Stuttgart, y que la empresa de
Porsche me facilitó.

Jörg Schillinger, el portavoz del grupo empresarial Dr. Oetker


en Bielefeld, se negó a que ningún miembro de la
familia Oetker fuera entrevistado. Christoph Walther,
portavoz de los tres hijos menores de Rudolf-August
Oetker, me escribió: «No tienen intención de hablar
sobre este tema de forma oficialmás allá de lo que ya
se ha publicado».
El estudio de 2013 sobre la empresa y la familia
Oetker-Kaselowsky durante el Tercer Reich, llevado a
cabo por Jürgen Finger, Sven Keller y Andreas Wirsching, fue
una fuente de información indispensable, como también
lo fue la historia sobre la dinastía y el
conglomerado Oetker que publicó en 2004 Rüdiger
Jungbluth. El archivo de Dr. Oetker en Bielefeld suele
estar abierto a los investigadores, pero lleva cerrado
desdeel comienzo de la pandemia de COVID-19. Por este
motivo, no he podido visitarlo.

La portavoz de la familia Reimann rechazó la


posibilidad de que entrevistara a alguno de los miembros

Página 456
del clan establecido en Viena. Sí que me concertó una
cita en Berlín, no obstante, con Peter Harf y otros dos
directivos de la Fundación Alfred Landecker. Como era de
esperar, Harf no asistió, aunque sí que se mostró
dispuesto a contestar a la mayoría de mis preguntas
por escrito. A pesar de ello, mi cruzada para lograr
entrevistar a este elusivo multimillonario sigue en marcha. El
estudio que los Reimann encargaron sobre su familia y
su empresa durante el Tercer Reich verá la luz en
2023 e irá acompañado de la publicación de una biografía
de Alfred Landecker. El estudio de los Bahlsen debería
estar terminado a lo largo del verano de 2023, según
un portavoz de la empresa, aunque todavía se
desconoce cuándo se publicará. En una entrevista con el
Süddeutsche Zeitung en septiembre de 2021, Verena
Bahlsen parecía haber recapacitado y declaró al
periódico: «Durante décadas no hemos logrado ser
transparentes sobre nuestro pasado nazi. Creo que, si no
aprovechamos la oportunidad que se nos presenta
ahora, se mantendrá esta tendencia. Así que tengo que obligar
a mi familia a que hablen de ello».
Este libro es una obra de no ficción narrativa. Está
basado en una enorme cantidad de fuentes, especificadas
en la sección de notas al final, y los hechos
descritos se han comprobado de forma independiente.
En las ocasiones en las que varias de las fuentes
citadas ofrecían distintas versiones sobre el mismo
acontecimiento, me he decantado por la que parecía más
plausible. Cualquier error que pueda existir es mío.
Abreviaturas

ARD: Principal servicio público de radiodifusión de


Alemania
HWA: Archivos Empresariales Hesianos
NARA: Archivos Nacionales y Administración de Documentos,

Página 457
Washington D.C. (Estados Unidos)
NDR: Servicio de radiodifusión del norte de Alemania
NND:Denominación para los documentos desclasificados
OMGUS: Oficina del Gobierno Militar de Estados
Unidos en Alemania OSS: Oficina de Servicio
Estratégicos
STAM: Archivos estatales de Múnich
SWR:Servicio de radiodifusión del sudoeste de Alemania
TG: Diarios de Joseph Goebbels (Die Tagebücher von Joseph
Goebbels)
TMI: Tribunal Militar Internacional de Núremberg
USACA: Comisión Aliada Estadounidense de Austria
USHMM: Museo del Holocausto, Washington D.C. (Estados
Unidos)

DAVID DE JONG es periodista y escritor. Dinero y


poder en el Tercer Reich es su primer libro, para cuya
investigación y redacción se trasladó a Berlín durante
cuatro años, desdedonde continuó su labor periodística.
Anteriormente, cubrió noticias relacionadas con el

Página 458
mundo bancario y financiero europeo desdeÁmsterdam, así
como diversas investigaciones sobre riquezas ocultas y
fortunas multimillonarias para Bloomberg News. Su trabajo
también ha aparecido en Bloomberg Businessweek, The
Wall Street Journal y el Dutch Financial Daily. Aunque
nació en los Países Bajos,en la actualidad reside en
Tel Aviv y trabaja como corresponsal de Medio
Oriente para el Dutch Financial Daily.
Notas

Página 459
[1]
Éric Vuillard, El orden del día (Barcelona: Tusquets
Editores, 2018). <<

Página 460
[2]
Para dos listas de asistentes, incompletas, véase Dirk
Stegmann, «Zum Verhältnis von Großindustrie und
Nationalsozialismus 1930-1933», Archiv für Sozialgeschichte
13 (1973), 478, 481; Henry Ashby Turner Jr.,
German Big Business and the Rise of Hitler (Nueva
York: Oxford University Press,
1985), 468 n81. <<

Página 461
[3]
Juicios de los criminales de guerra ante el Tribunal
Militar Internacional
(TMI), Vol. VII, «The IG Farben Case», (Washington
D.C.: U.S. Government
Printing Office, 1953), 557,

https://www.loc.gov/rr/frd/Military_Law/pdf/NT_war-criminals_Vol-
VII.pdf <<

Página 462
[4]
Stegmann, «Verhältnis», 478. <<

Página 463
[5]
TMI, Vol. VII, 557-560. <<

Página 464
<<
[6]
TMI, Vol. Vil, 558.

Página 465

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