Primer Libro de Adán y Eva
Primer Libro de Adán y Eva
Primer Libro de Adán y Eva
CAPÍTULO I
El mar de cristal, Dios expulsa a Adán y Eva del Edén, para vivir en la cueva de Tesoros.
1 En el tercer día de la Creación, Dios plantó el jardín del Edén en la parte oriental
de la Tierra, en la frontera del mundo hacia el Este, más allá de donde sale el Sol
y donde se encuentra nada más que agua, que abarca todo el mundo, y llega a las
fronteras de los cielos. 2 Y al norte del jardín hay un mar de agua, clara y pura
para el paladar, a diferencia de cualquier otra cosa, a fin de que, a través de la
claridad, uno pueda ver en las profundidades de la Tierra. 3 Y cuando un hombre
se lava a sí mismo en ella, se convierte en limpio en su limpieza, y blanco en su
blancura, incluso si fuera oscuro. 4 Y Dios creó ese mar a su buen parecer, porque
Él sabía lo que el hombre haría, y así una vez salido del jardín, con motivo de su
transgresión, los hombres deberían nacer en la Tierra. Entre ellos se encontrarán
los justos que van a morir, y cuyas almas irán a Dios, y regresarán en el último día
y volverán a su carne, y se bañarán en las aguas de ese mar, y se arrepentirán de
sus pecados. 5 Pero cuando Dios echó a Adán del jardín, Él no lo ubicó en la
frontera norte del mismo, para que él y Eva no puedan acercarse al mar de agua
donde pudieran lavarse en ella y ser limpiados de sus pecados, y así borrar la
transgresión que habían cometido y luego no se acordaran de su castigo.
6 En cuanto a la parte sur del jardín, Dios no quiso que Adán viviera allí, porque,
cuando el viento soplara desde el Norte, hacia el Sur, Adán recibiría el grato olor
de los árboles del jardín. 7 Por lo cual Dios no puso a Adán y a Eva, en el lado sur,
para que no fueran capaces de oler su dulce aroma y olvidar así su transgresión y
encontraran consuelo en el aroma y no se limpiaran de su pecado. 8 Una vez más,
Dios, que es misericordioso y de gran compasión, y que gobierna todas las cosas
de la manera que sólo Él sabe; hizo que nuestro padre Adán viviera en la frontera
occidental del jardín, porque en ese lado de la Tierra, hay un territorio amplio. 9 Y
Dios los mandó a vivir allí, en una cueva, dentro de una gran roca, llamada la
cueva de los Tesoros, que se encontraba por debajo del jardín.
CAPÍTULO II
Adán y Eva, débiles cuando dejan el Jardín. Dios envía su Palabra para alentarlos.
1 Sin embargo, cuando nuestro padre Adán y Eva, salieron del jardín, caminaron
en la tierra con sus pies, sin saber que estaban caminando. 2 Y cuando llegaron a
la apertura de la puerta del jardín, y vieron la amplia extensión de tierra ante ellos,
cubierta con piedras grandes y pequeñas, y con arena, temían y temblaban,
cayendo sobre sus rostros, por el temor que les sobrevino, y quedaron como
muertos.
3 Dado que hasta este momento habían estado en la tierra del jardín, bellamente
plantado con todo tipo de árboles, ahora veían a sí mismos, una tierra extraña,
que no conocían y nunca habían visto. 4 Además se encontraban en el jardín,
llenos de la gracia y de una brillante naturaleza, y no habían vuelto sus corazones
hacia las cosas terrenales. 5 Por esto, Dios, tuvo piedad de ellos, y cuando los vio
disminuidos ante la puerta del jardín, les envió su Palabra a nuestro padre, Adán y
a Eva, en su estado caído.
CAPÍTULO III
6 Entonces Dios en su misericordia para con Adán, que lo hizo a su propia imagen
y semejanza, le explicó, que estos cinco días y medio, son realmente 5500 años, y
cómo es que vendría y lo salvaría a él y a sus descendientes. 7 Pero antes de
todo esto, Dios hizo un pacto con nuestro padre Adán, en los mismos términos,
antes de que saliera del jardín, en el árbol de donde Eva tomó del fruto y se lo dio
a él para que comiera. 8 Porque, cuando nuestro padre Adán salió del jardín, pasó
por donde estaba este árbol, y vio cómo Dios le había cambiado la apariencia,
dándole otra forma, una forma arrugada. 9 Y como Adán salió hacia donde temía,
temblando cayó, y Dios en su misericordia le levantó, y luego hizo este pacto con
él.
10 Y otra vez, cuando Adán fue por la puerta del jardín, y vio al querubín con una
espada de fuego parpadeante en la mano, y que el querubín se levantaba
enfadado y lo veía mal, tanto a Adán como a Eva, le tuvo mucho temor, y pensó si
esto significaba la muerte. Así que cayeron sobre sus rostros, temblando de
miedo. 11 Pero en realidad, el ángel tenía pena por ellos y mostrando
misericordia, subió al cielo y orando al Señor, dijo: 12 Señor, me enviaste a ver la
puerta del jardín, con una espada de fuego. 13 Pero cuando tus siervos, Adán y
Eva, me vieron, cayeron sobre sus rostros, y estuvieron muertos de miedo. ¡Oh mi
Señor! ¿qué vamos a hacer con tus siervos? 14 Entonces Dios tuvo piedad de
ellos, y les mostró misericordia, y envió a su ángel para mantener el jardín. 15 Y la
Palabra del Señor vino a Adán y Eva.
16 Y les dijo: Adán te dije que al final de los cinco días y medio, iba a enviar mi
Palabra, 17 fortalece tu corazón, por tanto, y permanece en la cueva de los
Tesoros, de la que te he hablado. 18 Cuando Adán escuchó esta Palabra de Dios,
fue confortado por las palabras que Dios le había dicho, también le dijo la forma en
que lo salvaría.
CAPÍTULO IV
Adán llora sobre el cambio de condiciones. Adán y Eva entran en la Cueva de Tesoros.
1 Sin embargo, Adán y Eva lloraron por haber salido del jardín, su primera casa. 2
Y de hecho, cuando Adán miró que su carne fue alterada, lloraba amargamente
junto con Eva, por lo que habían hecho. Y ellos caminaron y se dirigieron
suavemente hacia abajo en la cueva de Tesoros. 3 Y cuando la vieron, Adán gritó
sobre sí mismo y dijo a Eva, ¡Mira esta cueva, parece una cárcel de castigo para
nosotros en este mundo! 4 ¿Qué es esto en comparación con el jardín? ¿No hay
aquí tanta estrechez comparándola con el espacio que tiene lo demás? 5 ¿Qué es
esta piedra, por el lado de los huertos? ¿Cuál es la oscuridad de esta caverna, en
comparación con la luz del jardín?
CAPÍTULO V
Eva hace una noble y emocional intercesión, sintiendo la culpa de todo lo sucedido.
1 Entonces Adán y Eva entraron en la cueva, y estaban orando, en su propia
lengua, que para nosotros es desconocida, pero que ellos conocían bien. 2 Y
cuando oraban, Adán levantó sus ojos y vio la piedra y el techo de la cueva que
les cubría y les impedía ver el cielo y a las criaturas de Dios; así que se puso a
llorar y golpeando con fuerza sobre su pecho, cayó al suelo como muerto. 3 Y
Eva, se sentó llorando a su lado, porque ella creyó que estaba muerto.
4 Entonces levantándose, dirigió sus manos hacia Dios, y apeló a Él, pidiéndole
misericordia y piedad, diciendo: !Oh Dios!, perdona mi pecado, el pecado que he
cometido, y no te acuerdes de él ni te pongas en mi contra. 5 Porque yo he sido la
causante de que tu siervo haya caído en el jardín, y que estemos condenados en
esta Tierra; de que hayamos pasado de la luz, a esta oscuridad, y de la casa de
alegría, a esta prisión.
6 ¡Oh Dios!, mira a tu siervo, caído de esta manera, y llévalo de vuelta a la vida,
que pueda llorar y arrepentirse de su transgresión que cometió a través de mí. 7
No te lleves su alma en este momento, permítele vivir y que pueda arrepentirse y
hacer tu voluntad, como antes de su muerte. 8 Pero si no deseas devolverle la
vida, entonces, ¡Oh Señor y Dios!, lleva mi alma también y no me dejes en este
calabozo, porque yo no podría estar sola, sin él, en este mundo. 9 Porque tú, ¡oh
Dios!, lo hiciste caer en un profundo sueño, y tomaste un hueso de su costado, y
restableciste la carne en el lugar de ella, por tu poder divino.
CAPÍTULO VI
Amonestación de Dios a Adán y a Eva en el que señala cómo y por qué pecaron.
1 Y Dios los miró, pues estaban tendidos en el suelo como muertos, debido a su
gran dolor. 2 Y decidió aumentarles su comodidad. 3 Por lo tanto, envió Dios su
Palabra; y les mandó que se pusieran de pie de inmediato. 4 Y el Señor dijo a
Adán y a Eva: Ustedes han transgredido por su propia y libre voluntad, y salieron
del jardín en el que yo los había colocado. 5 Por su propia y libre voluntad han
transgredido a través de su deseo por la divinidad, la grandeza, y un estado
exaltado, como el que tengo, así que yo les privé de la naturaleza brillante, que
entonces tenían, y los hice salir del jardín, a esta tierra, áspera y llena de
problemas. 6 Si tan sólo no hubieran transgredido mi mandamiento y hubiesen
guardado mi derecho, y no hubieran comido del fruto del árbol que le dije que no
comieran, pues habían árboles frutales en el jardín, unos mejores que otros. 7
Pero el malvado Satanás no mantuvo su fe y no tenía buenas intenciones hacia
mí, y a pesar que yo lo había creado, me consideró inútil, y solicitó la Divinidad
para sí mismo; por esto yo lo arrojé del cielo, pues ya no podía permanecer en su
primera morada. El fue el que hizo el árbol agradable a sus ojos, hasta que
comieron, creyendo en sus palabras.
8 Así fue transgredido mi mandamiento, por lo tanto, he traído a usted todos estos
dolores. 9 Porque yo soy Dios el Creador, que, cuando creé a mis criaturas, no
tuve la intención de destruirlas. Sin embargo, después de haber despertado tanto
mi enojo, los castigué con graves plagas, hasta que se arrepientan. 10 Pero, si por
el contrario, siguen endureciendo su corazón, en su transgresión, estarán bajo
maldición para siempre.
CAPÍTULO VII
Las bestias se aplacaron.
1 Cuando Adán y Eva escucharon estas palabras de Dios, lloraron y se
entristecieron aún más, pero Dios trajo fortalecimiento a sus corazones, pues
ahora sentían que el Señor era para ellos como un padre y una madre, y por esta
misma razón, lloraron ante Él, y le pidieron misericordia. 2 Entonces Dios tuvo
piedad de ellos, y les dijo: ¡Oh Adán!, he hecho mi pacto con ustedes, y no voy a
cambiar, ni voy a dejar que vuelvan al jardín, hasta que mi pacto de los grandes
cinco y medio días se cumpla. 3 Entonces dijo Adán a Dios: Señor, nos creaste y
nos hiciste aptos para estar en el jardín, y antes de que transgrediéramos tu
mandamiento, hiciste que todas las bestias vinieran a mí, para que les pusiera
nombre. 4 Tu gracia fue entonces sobre mí y nombré a cada uno de acuerdo a tu
mente, e hiciste que todos ellos estén sujetos a mí. 5 Pero ahora, ¡oh Señor Dios!,
que he transgredido tu mandamiento, todas las bestias se pondrán en contra de
mí y me van a devorar, y también a Eva tu sierva, y les cortarás la vida de la faz
de la Tierra.
6 Por lo tanto, te ruego, ¡oh Dios!, que nos has hecho salir del jardín, y nos has
hecho estar en esta tierra extraña, no dejes que las bestias nos ataquen. 7
Cuando el Señor escuchó estas palabras de Adán, sintió piedad de él, porque lo
que Adán dijo respecto a que las bestias del campo los atacarían era cierto,
debido a que Dios estaba enojado por la transgresión que ellos cometieron. 8
Entonces Dios mandó a las bestias, y a las aves, y a todo lo que se mueve sobre
la tierra, que vinieran a donde Adán y se familiarizaran con él, y que no tuvieran
problemas con él y con Eva, ni con ninguno de sus hijos buenos y justos. 9
Entonces todas las bestias rindieron homenaje a Adán, según el mandamiento de
Dios, excepto la serpiente, contra la que Dios estaba enojado y no llegó a Adán,
con las bestias.
CAPÍTULO VIII
La naturaleza brillante del hombre es quitada.
1 Entonces Adán lloró y dijo: ¡Oh Dios!, cuando vivíamos en el jardín, nuestros
corazones se alegraban porque veíamos a los ángeles cantando alabanzas en el
cielo, pero ahora no podemos ver como antes y cuando entramos en esa cueva
toda la creación se nos fue oculta y no la podemos apreciar.
2 Entonces el Señor Dios dijo a Adán, Cuando estaban sometidos a mí, ustedes
tenían una naturaleza brillante por dentro, por esta razón podían ver las cosas
celestiales. Pero después de su transgresión, su naturaleza brillante les fue
quitada y ya no pueden ver las cosas celestiales, solo lo que es de la Tierra y que
está al alcance de sus manos, la capacidad de la carne, que es brutal. 3 Cuando
Adán y Eva escucharon estas palabras de Dios, referente a su camino, lo alabaron
y adoraron con un corazón triste. 4 Y Dios se apartó de ellos.
CAPÍTULO IX
6 Y Eva le dijo: ¿Qué es lo que has visto que te ha causado tal tristeza y te ha
hecho hablarme de esta manera? 7 Respondiéndole Adán, le dijo, ¿no ves esta
agua que estuvo con nosotros en el jardín y que regaba los árboles del jardín, y se
divide en ramas? 8 Y nosotros, cuando estábamos en el jardín, no nos
preocupábamos por él, pero desde que vinimos a esta tierra extraña, todo ha sido
difícil y hasta lo necesitamos para nuestro cuerpo. 9 Pero cuando Eva escuchó
estas palabras, lloró, y era tanto el dolor de su llanto, que cayeron en el agua, y
quedándose tendidos en el agua, empezaron a ahogarse, pues así estaba
estipulado que la vida de los seres debía terminar de alguna manera.
CAPÍTULO X
CAPÍTULO XI
Un recuerdo de los gloriosos días en el Jardín.
2 Y dijo Adán a Eva: No vamos a beber de esta agua, aunque tengamos que
morir. ¡Oh Eva!, cuando esta agua entra en nuestro interior, nos aumenta nuestras
penas y la de nuestros descendientes. 3 Tanto Adán como Eva se alejaron del
agua y sin probar de ella entraron en la cueva de los Tesoros. 4 Ya adentro, Adán
no podía ver a Eva, ni Eva podía ver a Adán, por la profunda oscuridad que allí
había, solamente escuchaban los ruidos que hacían. 5 Entonces gritó Adán, en
una profunda aflicción, y se golpeó el pecho, y levantándose dijo a Eva: ¿Dónde
estás? 6 Y ella le dijo: Estoy de pie en esta oscuridad. 7 A continuación, le dijo:
Recuerdo la naturaleza brillante que teníamos cuando vivíamos en el jardín. 8 ¡Oh
Eva! Recuerdo que la gloria descansaba sobre nosotros en el jardín. ¡Oh Eva!
Recuerdo que los árboles nos tapaban en el jardín mientras nos mudamos entre
ellos. 9 ¡Oh Eva! Recuerdo que mientras estábamos en el jardín, no conocíamos
ni el día ni la noche. Pienso en el árbol de la Vida, debajo del cual fluía el agua, y
que arrojaba sobre nosotros más luz. Recuerdo, ¡Oh Eva!, la tierra del jardín, y el
brillo del mismo. 10 En el jardín no había oscuridad, mientras vivíamos en el. 11
Pero ahora que hemos entrado a esta cueva de los Tesoros, la oscuridad nos
rodea por todas partes y no podemos vernos el uno al otro y todo el placer de esta
vida ha llegado a su fin.
CAPÍTULO XII
¿Cómo llegó la oscuridad entre Adán y Eva?
1 Entonces Adán se golpeó el pecho, él y Eva, lloraron toda la noche hasta que
rompió el amanecer y suspiraron a lo largo de toda la noche. 2 Y Adán
golpeándose a sí mismo, se tiró sobre el terreno en la cueva, lleno de amargo
dolor, y debido a la oscuridad, se mantuvo allí como muerto. 3 Y Eva escuchó el
ruido que hizo Adán al caer sobre el terreno. Y tanteando, lo tocó y lo sintió frío
como si fuera un cadáver. 4 Entonces con miedo se quedó sin palabras, y se
mantuvo cerca de él. 5 Pero el Señor que es misericordioso aguardaba a Adán y
Eva en el silencio de la oscuridad.
6 Y la Palabra de Dios vino a Adán y le levantó de su estado, y abrió la boca de
Eva para que hablara. 7 Adán se puso de pie en la cueva y dijo: ¡Oh Dios!, ¿por
qué se ha ido la luz de nosotros y ha llegado la oscuridad? ¿Por qué nos dejas en
esta larga oscuridad? ¿Por qué dura esta peste? 8 Y esta oscuridad, ¡oh Señor!,
¿dónde estaba antes? no podíamos vernos entre sí. 9 En todo el tiempo que
estuvimos en el jardín no la vimos, ni siquiera sabíamos que existía, Eva no me
era oculta, ni yo a ella y no había oscuridad que nos separara. 10 Tanto ella, como
yo, estábamos ambos en una luz brillante. La veía y me veía. Sin embargo, ahora,
dentro de esta cueva, la oscuridad nos ha cubierto, y nos separa el uno del otro, y
no podemos vernos. 11 ¡Oh Señor!, ¿entonces es una plaga esta oscuridad?
CAPÍTULO XIII
6 Y tú, ¡oh Adán!, mientras estabas en mi jardín y eras obediente a mí, la luz
brillante de descanso era sobre ti también. 7 Pero cuando me enteré de tu
transgresión, te privé de esta luz brillante. Sin embargo, por mi misericordia, Yo no
te convertiré en oscuridad, pero te he hecho un cuerpo de carne, y te di una piel
que pueda soportar el frío y el calor. 8 Si yo hubiera dejado que toda mi ira caiga
sobre ti y sobre Eva, entonces los hubiera destruido convirtiéndolos en oscuridad y
hubiera sido como si los hubiese matado. 9 Pero en mi misericordia, te he hecho
así como eres ahora y aún cuando transgrediste mi mandamiento, te saqué del
paraíso, te mandé a esta tierra y te ordené que entraras en esta cueva, la que se
llama la cueva de los Tesoros, con la oscuridad a la que te refieres. 10 Esta
oscuridad, ¡Oh Adán!, es la noche y que no te engañe, no dura para siempre, solo
doce horas y cuando haya terminado, volverá el día.
CAPÍTULO XIV
CAPÍTULO XV
Adán y Eva de luto por el sufrimiento de Dios para salvarlos de sus pecados.
1 Entonces Adán y Eva lloraron y se lamentaron tremendamente por lo que Dios
les había dicho, de que no volverían al paraíso hasta que el pacto de Dios se
cumpla y sobre todo porque Dios mismo bajará a la Tierra de los hombres donde
sufrirá para salvarnos.
CAPÍTULO XVI
CAPÍTULO XVII
El capítulo de la serpiente.
1 Adán y Eva salieron a la puerta de la cueva, y se dirigieron hacia el jardín. 2 Y a
medida que se iban acercando a la puerta occidental, donde Satanás los engañó y
se dieron cuenta de que la serpiente se convirtió en Satanás, lamiendo el polvo y
arrastrándose sobre él, con la maldición que Dios le dio. 3 Y antes la serpiente era
el más exaltado de todos los animales, ahora se cambió y se convirtió en
resbaladiza, y el peor de todos ellos, y deslizándose sobre su pecho, se dirigió en
su vientre. 4 Y fue la manera más justa de juzgarla entre los animales, pues ahora
es la más horrible de las bestias y en lugar de alimentarse de la mejor comida
ahora come polvo y en lugar de vivir en los mejores lugares como antes, ahora
vive en el polvo. 5 Había sido la más hermosa de todas las bestias, todo lo cual
era mudo en su belleza, es ahora aborrecida de ellos. 6 Y de nuevo, mientras que
vivía en una hermosa casa, diferente al resto de los animales que venían de otros
lugares y bebía de la misma fuente que los demás, ahora, por su veneno los
animales ya no se acercan a su casa ni beben de la misma fuente.
CAPÍTULO XVIII
CAPÍTULO XIX
Las bestias se someten a Adán.
1 Sin embargo, Adán y Eva lloraron ante Dios. Y Adán dijo: 2 ¡Oh Señor!, cuando
yo estaba en la cueva, te dije: mi Señor, las bestias del campo se levantarán
contra mí e intentarán devorarme, cortando mis días en la Tierra. 3 Adán decía
esto por lo que le había acontecido y se golpeaba el pecho y tanto era su lamento
que cayó al suelo como muerto. Luego la Palabra de Dios vino a él, y lo levantó y
le dijo: 4 ¡Oh Adán!, ninguna de estas bestias será capaz de atacarte, he hecho
venir a las bestias a la cueva cerca de ti, y no dejaré que la serpiente esté entre
ellas, la he hecho temblar y que tenga temor de ustedes en su corazón. 5 Porque
yo sabía que el maldito es un malvado, por eso no dejaré que venga a ustedes
junto con las otras bestias. 6 Pero ahora fortalece tu corazón y no tengas miedo.
Yo estoy con ustedes hasta el final del tiempo determinado.
CAPÍTULO XX
Adán desea proteger Eva.
1 Entonces Adán llorando dijo: ¡Oh Dios!, llévanos lejos de aquí, a algún otro
lugar, donde la serpiente no se nos acerque y se levante contra nosotros, esto
decía porque temía que la serpiente encontrara a Eva sola y la matara porque sus
ojos la miraban para mal. 2 Pero Dios dijo a Adán y a Eva: De ahora en adelante,
no tengan miedo, no dejaré que se les acerque, me la he llevado muy lejos y le he
quitado la capacidad de dañarlos. 3 Entonces Adán y Eva adoraron ante Dios y le
dieron gracias, y le alabaron por haberlos librado de la muerte.
CAPÍTULO XXI
6 Y ella dijo: No quiero vivir después de él, porque todo lo que él ha hecho, ha sido
por mi causa. 7 Entonces ella se lanzó también, después de él, y su piel fue
desgarrada y arrancada por las piedras y cayó, quedando como muerta. 8 Pero
Dios, que es misericordioso, y que ve por sus criaturas, miró a Adán y a Eva, que
estaban como muertos, y Él pronunciando su Palabra, los levantó. 9 Y dijo a Adán,
¡Oh Adán!, toda esta miseria que has traído a ti mismo, no afectará mi decisión ni
va a modificar mi pacto de 5,500 años, como ya dije.
CAPÍTULO XXII
6 Entonces Adán y Eva estando debajo del altar con gran llanto, oraron a Dios,
diciendo: Perdona nuestra intrusión y nuestro pecado, y míranos con ojos de
misericordia porque cuando estábamos en el jardín, nuestras alabanzas e himnos
estaban delante de ti sin cesar. 7 Pero desde que entramos en esta tierra extraña,
los santos elogios ya no salen de nosotros, ni oraciones justas, ni comprensión en
nuestros corazones, ni hay dulces pensamientos, ni buenos sentimientos, ni está
nuestra brillante naturaleza que teníamos antes, cuando fuimos creados. 8 Sin
embargo, ahora al ver nuestra sangre que es ofrecida en estas piedras, acepta
esto que está en nuestras manos, al igual que los elogios que hemos utilizado
antes para cantarte como en el principio, cuando estábamos en el jardín. 9 Y Adán
comenzó a hacer más peticiones a Dios.
CAPÍTULO XXIV
6 Y ahora, he aquí, he aceptado tu ofrenda, ¡oh Adán!, pero los días de la alianza
que he dicho estoy obligado a cumplir y cuando se cumplan, entonces te voy a
traer de vuelta al jardín. 7 Ahora, por lo tanto, fortalece tu corazón, y cuando el
dolor venga más sobre ti, hazme una ofrenda, y voy a ser favorable a ti.
CAPÍTULO XXV
CAPÍTULO XXVI
6 Y oró a Dios para que el Sol apareciera junto con su luz y así la oscuridad no
cayera sobre ellos y así no tuviesen que venir a la cueva, y deseaban estar
muertos antes que ver la oscuridad. 7 Entonces Dios miró a Adán y a Eva, en su
gran pesar, y en todo lo que habían hecho con un corazón ardiente, y observó
todos los problemas que estaban pasando a diferencia del antiguo bienestar que
gozaban y todas las desgracias que les sobrevino en la extraña tierra. 8 Por lo
cual Dios no se enojó con ellos ni fue impaciente, Dios se mostró paciente y
benévolo hacia ellos como un Padre con los hijos que creó.
9 Entonces vino la Palabra de Dios a Adán, y le dijo: Adán, si te trajera el Sol para
que nunca se moviera de ti, los días, meses y años pararían y el pacto que he
hecho contigo nunca se cumpliría, 10 y serían abandonados y atrapados en una
perpetua peste y no encontrarían donde guarecerse. 11 Más bien, vive y trae
calma a tu alma, mientras vivas, día y noche habrá, que te traerán descanso,
hasta el cumplimiento de los días, y el momento en que mi pacto se cumpla. 12
Entonces yo vendré y te guardaré, ¡Oh Adán!, porque no quiero que seas dañado.
13 Y cuando recuerde las maravillas con la que vivías y las cosas buenas que
tenías y porque razón perdiste todo ello, entonces yo voluntariamente tendré de ti
misericordia. 14 Pero yo no puedo alterar el pacto que he pronunciado, de lo
contrario te habría traído de vuelta al jardín. 15 Pero cuando el pacto se cumpla, te
pondré a ti y a tu descendencia en una tierra de alegría, donde no existirá ni el
dolor ni la tristeza, donde vivirán llenos de gozo, la luz nunca se apagará y la
alabanza nunca cesará y este hermoso jardín no tendrá final.
CAPÍTULO XXVII
CAPÍTULO XXVIII
CAPÍTULO XXIX
CAPÍTULO XXX
CAPÍTULO XXXI
6 Y voy a ir a otro lugar, bajaré y haré lo mismo que tú. 7 Entonces Eva cayó en el
agua, como Adán le había mandado. Adán también bajó en el agua, y estaba
orando, pidiendo que el Señor perdonara sus delitos y los restaurara a su estado
anterior. 8 Y oraban cada día hasta que se cumplieran los treinta días y cinco más.
CAPÍTULO XXXIII
CAPÍTULO XXXIV
16 Y por tu buena voluntad, ¡oh Señor! nos hiciste con órganos brillantes y nos
hiciste dos en uno y nos diste de tu gracia y nos llenaste de gloria por virtud de tu
Santo Espíritu; y no teníamos hambre ni sed ni conocíamos la tristeza, ni nuestro
corazón desfallecía, ni sufríamos por causa del ayuno. 17 Pero ahora, ¡oh Dios!,
que hemos transgredido tu mandamiento y se rompió tu ley, nos has llevado a una
extraña tierra, causándonos sufrimiento, y desfallecimiento, por el hambre y la sed
que nos ha sobrevenido. 18 Ahora, pues, ¡oh Dios!, oramos pidiéndote que nos
des algo de comer del jardín para satisfacer nuestra hambre y saciar nuestra sed.
19 Pues, he aquí, que ya muchos días han pasado, ¡oh Dios!, y no hemos probado
nada, ni bebido nada y nuestra carne se seca y nuestra fuerza se pierde y el
sueño se ha ido de nuestros ojos debido al llanto y a los desvelos.
20 Entonces, ¡oh Dios!, no nos atrevemos a recoger algo del fruto de los árboles,
porque tememos que con esto vayamos a transgredir la ley como la primera vez y
en esta ocasión nos hagas morir. 21 Por eso ahora pensamos en nuestros
corazones, que si tomamos el fruto de los árboles sin orden de Dios, él nos va a
destruir en el momento y nos limpie de la faz de la Tierra. 22 Y si queremos beber
de esta agua, sin orden de Dios, Él nos pondrá fin, de una vez por todas. 23
Ahora, pues, ¡oh Dios!, que me has traído a este lugar junto con Eva, te ruego que
nos des algunos frutos del huerto para que me sienta satisfecho junto con ella. 24
Porque es deseo nuestro que podamos tomar fruto de la Tierra y todo lo que nos
falta en ella.
CAPÍTULO XXXV
La respuesta de Dios.
1 Entonces Dios miró de nuevo a Adán en su llanto y gemido, y su Palabra vino a
él, y le dijo: 2 ¡Oh Adán! , cuando estabas en mi jardín, no sabías que era tener
falta de alimento y de bebida, ni conocías los desmayos, el sufrimiento, ni las
magras de la carne, ni lo que significaba que el sueño se aparte de tus ojos; pero
luego de tu transgresión y entrado a esta tierra extraña, todas estas aflicciones
han venido sobre ti.
CAPÍTULO XXXVI
Figuras.
1 Entonces Dios mandó al querubín que mantiene la puerta del jardín con una
espada de fuego en su mano, para que tomase algunos de los frutos del árbol de
la higuera, para darle a Adán y a Eva. 2 El querubín obedeciendo el mandato del
Señor Dios, entró al jardín y trajo dos higos en dos ramas, cada higo estaba
colgado de su hoja, estos eran de dos árboles, entre los cuales Adán y Eva se
escondieron cuando Dios se dirigió a pie al jardín y cuando Dios preguntó: Adán,
Adán ¿Dónde estás? 3 Y Adán respondió: ¡Oh Dios!, aquí estoy. Cuando oyó el
sonido de su persona y su voz, y se escondió porque estaba desnudo. 4 El
querubín entonces tomó los dos higos y se los llevó a Adán y a Eva; pero se los
tiró desde cierta distancia, para que no se le acercaran, por motivo de su carne,
pues no podían acercarse al fuego. 5 En un primer momento, los ángeles
temblaban ante la presencia de Adán y tenían miedo de él, pero ahora era Adán
quien temblaba delante de los ángeles y les tenía miedo. 6 Adán se acercó y tomó
un higo, y Eva, viniendo también tomó el otro. 7 Y cuando ellos tomaron los higos
en sus manos, se vieron mutuamente, y supieron en ese instante, que eran de los
árboles entre los cuales se habían escondido.
CAPÍTULO XXXVII
CAPÍTULO XXXVIII
CAPÍTULO XXXIX
CAPÍTULO XL
1 Entonces Adán tomó el higo, y se sentó en las barras de oro. Eva también tomó
sus higueras, y las puso sobre el incienso. 2 Y el peso de cada higo era la de un
melón de agua; pues los frutos del Edén eran de mayor tamaño que los frutos de
esta tierra. 3 Y Adán y Eva se mantuvieron de pie y en ayuno toda esa noche
hasta la mañana siguiente. 4 Cuando el Sol se había levantado en el cielo, ellos
todavía estaban orando y después de la oración, Adán le dijo a Eva: 5 Eva, ven,
vámonos a la frontera sur del jardín, al lugar donde el río fluye y donde se parte en
cuatro brazos y roguemos a Dios que nos dé algo de agua para beber.
6 Ya que Dios no nos ha dado del fruto del árbol de la Vida, con el fin de que
vivamos, vamos a pedirle que nos dé de la aguas de la vida humana, para saciar
nuestra sed, en lugar de un vaso de agua de esta tierra. 7 Cuando Eva escuchó
estas palabras de Adán, estuvo de acuerdo con él y se levantaron y llegaron a la
frontera sur del jardín, al borde del río, a poca distancia de los jardines. 8 Y en su
condición, oraron a Dios y le pidieron una vez más para que los perdonara y les
conceda su petición. 9 Después de esta oración hecha por los dos, Adán comenzó
a orar con su voz ante Dios, y dijo: 10 ¡Oh Señor!, cuando yo estaba en el jardín y
vi el agua que fluía de debajo del árbol de la Vida, mi corazón no la deseó, ni
tampoco mi cuerpo la necesitó para beber de él; tampoco tenía sed, porque yo
estaba viviendo, por encima de lo que soy ahora.
11 Así que, a fin de vivir y que no requiera de ningún tipo de alimento de la vida
humana, ni tampoco del agua de la vida humana, 12 Dame del agua de la vida y
permíteme beberla para vivir, pues, ¡Oh Dios!, estoy muerto y mi carne está seca
por la sed. 13 Por tu misericordia, ¡Oh Dios!, me salvaste de las plagas y de los
juicios, y me has llevado a una tierra diferente y no me dejaste vivir en el jardín.
CAPÍTULO XLII
CAPÍTULO XLIII
16 Pero por la misericordia de Dios, Satanás no podía destruir la cueva, así que
envió un ángel para que protegiera la cueva del fuego, hasta que este salió y se
apagó. 17 Y este fuego duró desde el mediodía hasta el anochecer. Ese fue el
cuadragésimo quinto día.
CAPÍTULO XLIV
CAPÍTULO XLV
6 ¿Por qué es, Adán, que no ha mantenido su acuerdo contigo, aunque sea un
día?; pero él te ha privado de la gloria que estaba en tus manos, cuando cediste a
su mando. 7 ¿Crees oh Adán, que él te amó cuando hizo este acuerdo contigo? O
¿que él te amó y desea ponerte en alto? 8 Pero no, Adán, él no lo hace por amor,
él desea que pases de la luz a la oscuridad, de un estado de exaltación, a uno de
degradación, de la gloria a la caída, de la alegría a la tristeza y del descanso, al
ayuno y a los desmayos. 9 Dios también dijo a Adán: Mira este incendio
provocado por Satanás alrededor de la cueva; mira todo esto que te rodea y que
estará presente para ti y tus descendientes, cuando obedezcan sus órdenes, pues
estará esta peste cuando bajen a los infiernos, después de muertos. 10 Y verás la
potencia de su fuego, que quema a su alrededor y también de tu descendencia. Y
tú no serás librado de él, sino hasta que yo venga a ti. Y así como no pudiste
entrar a la cueva, debido al grande incendio que la rodeaba, sino hasta que vino
mi Palabra, es así esta una forma para cuando mi pacto se haya cumplido.
CAPÍTULO XLVII
CAPÍTULO XLVIII
6 Entonces les dijo a sus anfitriones: Tomen esta piedra, que es plana y láncenla
sobre ellos y cuando lo hagan, retírense rápidamente. 7 Y lo hicieron como les
dijo. Pero a medida que la roca caía de la montaña hacia Adán y Eva, Dios mandó
que la roca se convierta en una cúpula sobre ello para que no les hiciera daño; y
así fue, como Dios lo ordenó. 8 Pero cuando la piedra cayó, toda la tierra tembló
con él, y fue sacudido por el tamaño de la roca. 9 Y ya que tembló y sacudió, Adán
y Eva se despertaron del sueño, y se encontraron bajo una cúpula de roca. Pero
ellos no sabían lo que había ocurrido, porque cuando se durmieron, estaban bajo
el cielo y no bajo una cúpula, y cuando la vieron se asustaron. 10 Entonces dijo
Adán a Eva: La montaña se ha doblado sobre sí misma y la tierra se ha agitado y
temblado por culpa nuestra; Porque la roca se ha puesto sobre nosotros
cubriéndonos.
11 ¿Acaso la intención de Dios fue encerrarnos en esta prisión o que la tierra nos
cubriera? 12 Está enojado con nosotros por haber salido de la cueva, sin su orden,
y porque hemos hecho nuestra voluntad sin consultarle, cuando nos fuimos de la
cueva y vinimos a este lugar.
13 Entonces Eva dijo: Sí, de hecho, la tierra tembló por nuestra causa, y esta roca
forma una tienda de campaña sobre nosotros debido a nuestra transgresión,
entonces lo siento, oh Adán, porque nuestro castigo será largo. 14 Y se levantaron
y oraron a Dios para saber lo que había acontecido y porque la roca estaba sobre
ellos. 15 A continuación, Adán se puso de pie y oró ante el Señor, para darle a
conocer lo que había dado lugar a ese difícil momento. Y Adán oró hasta la
mañana.
CAPÍTULO XLIX
11 Y Adán y Eva vivieron bajo la roca tres días y tres noches, así como Dios les
dijo. 12 Y Dios lo hizo así, porque habían dejado su cueva y había llegado a este
mismo lugar, sin orden de Dios. 13 Pero, después de tres días y tres noches, Dios
creó una abertura en la cúpula de la roca y les permitió salir de debajo de ella. Su
carne se secó, y sus ojos y sus corazones se turbaron de llanto y dolor.
CAPÍTULO L
6 Luego Adán oró y pidió a Dios que le diera algo con que cubrir sus cuerpos. 7
Entonces vino la Palabra de Dios y le dijo: ¡Oh Adán, oh Eva!, vayan a las orillas
del mar donde habían estado haciendo ayuno y tomen las pieles de ovejas que
quedaron después que unos leones las mataron para comerlas, con ellas hagan
prendas y vístanse.
CAPÍTULO LI
9 ¿Qué belleza le vieron para que lo siguieran? ¿Y qué han ganado por
obedecerle? Miren su mal obrar y luego véanme a mí, su Creador y las buenas
cosas que hago. 10 Mas yo conozco tu debilidad y no dejaré que él manifieste
todo su poder sobre ustedes. 11 Y Dios los liberó de sus obligaciones.
CAPÍTULO LII
6 Entonces el ángel antes de que ellos comenzaran a trabajar las pieles, tomó las
espinas y fue pegando la piel a la manera de como uno prepara una camisa. 7
Entonces el ángel de nuevo se puso de pie y oró a Dios para que las espinas que
estaban en las pieles fueran ocultas y quedaran las pieles bien unidas, como
cuando pasamos el hilo. 8 Y así fue, por orden de Dios, y se convirtieron en
prendas para Adán y Eva, y Él los vistió de esta manera. 9 A partir de ese
momento Adán y Eva no vieron más su desnudez, pues ya habían sido vestidos.
10 Y esto ocurrió al final del quincuagésimo primer día.
11 Entonces, cuando Adán y Eva estaban vestidos con prendas hechas de oveja,
oraron, buscando la misericordia y el perdón del Señor, y le dieron gracias porque
había tenido misericordia de ellos y había cubierto su desnudez; y no dejaron de
orar toda la noche. 12 Entonces, cuando llegó la mañana y salió el Sol, oraron,
como era ya su costumbre y salieron de la cueva. 13 Y dijo Adán a Eva: Dado que
no sabemos lo que hay al oeste de esta cueva, vamos, vayamos y veamos;
salieron pues y se dirigieron a la parte occidental de la cueva.
CAPÍTULO LIII
CAPÍTULO LIV
6 Por eso, el querubín pensó que Dios era favorable a ellos, y quizás lo quería de
vuelta en el jardín, se preguntaba. 7 Y no podía ir al cielo para saber si era orden
de Dios que entraran al jardín, por lo que siguió de pie ante ellos, porque tenía
miedo de que si entraban sin el permiso del Señor, lo destruyera 8 Cuando Adán y
Eva vieron que el querubín estaba muy cerca a ellos con su espada flameante en
su mano, que llegó hasta sus rostros, cayeron como muertos por el miedo. 9 En
ese momento los cielos y la Tierra se sacudieron, y otros querubines bajaron del
cielo hacia donde estaba el querubín que vigilaba el jardín, y lo vieron asombrados
y en silencio. 10 Entonces, una vez más, otros ángeles vinieron abajo cerca del
lugar donde Adán y Eva estaban. Y ellos se encontraban entre la alegría y la
tristeza. 11 Ellos se alegraron, porque pensaban que Dios les fue favorable a Adán
y a Eva, y que deseaba que regresaran al jardín y que puedan recuperar la alegría
que tenían antes de la transgresión.
12 Pero ellos se acongojaron por Adán, porque él estaba caído como un hombre
muerto, él y Eva, y se dijeron en sus pensamientos: Adán no ha muerto en este
lugar, pero Dios le ha dado muerte, por haber llegado a este lugar y desear entrar
en el jardín sin su permiso.
CAPÍTULO LV
1 Entonces vino la Palabra de Dios a Adán y Eva, y sanando sus cuerpos, les dijo:
¿Por qué han llegado hasta aquí? ¿Tienen la intención de entrar en el jardín, a
pesar de las palabras que les fue dicha?, No puede ser hoy, pero sólo cuando el
pacto que he hecho con ustedes se haya cumplido, recién podrán entrar. 2 Adán,
al escuchar la Palabra de Dios, y el aleteo de los ángeles, a quienes no podían
ver, sino tan solo escuchar el sonido de sus alas, lloró junto con Eva y dijeron a los
ángeles: 3 ¡Oh, benditos seres espirituales!, que esperan en Dios, mírenme, soy
incapaz de verlos, pero cuando yo estaba en mi antigua naturaleza brillante, podía
verlos; canté alabanzas y mi corazón se ponía por encima de ustedes; 4 Pero
ahora, que he transgredido, que la naturaleza brillante se ha apartado de mí y he
caído en este estado miserable; ya no puedo verlos, y ustedes ya no me sirven
como solían hacerlo, pues ahora tengo carne animal. 5 Sin embargo, ¡oh ángeles
de Dios!, pidan a Dios conmigo, para que restablezca, para ser como era antes,
para que me rescate de esta miseria, para que me saque de esta pena de muerte,
por haber transgredido en su contra.
CAPÍTULO LVI
6 Pídanle que les haga un cuerpo como el que les hice o que les dé un día de
descanso como el que les concedí, o que cree dentro de ustedes un alma
razonante, como la que les creé; pero créeme que él no les dará ni una de las
cosas que les prometió. 7 Reconoce, entonces, mi favor hacia ti, y mi misericordia
sobre ti, mi criatura, que no me he vengado por su transgresión contra mí, pero en
mi misericordia por ti he prometido que al final de los grandes cinco y medio días
voy a venir y a salvar. 8 Entonces Dios dijo de nuevo a Adán y a Eva: Levántense,
vayan desde aquí abajo, antes de que el querubín con una espada de fuego en la
mano los destruya. 9 Pero el corazón de Adán fue confortado por las palabras de
Dios y adoró junto con Eva, antes de que salieran de la presencia de Dios. 10 Y
Dios mandó a sus ángeles para que escoltaran a Adán y a Eva, a la cueva con
alegría, en lugar del miedo que había llegado sobre ellos. 11 Entonces los ángeles
vinieron hasta Adán y Eva, y los trajeron abajo de la montaña por el jardín, con
canciones y salmos, hasta que llegaron a la cueva. Entonces los ángeles los
fortalecieron y brindaron comodidad y luego se apartaron hacia el cielo, a donde
su Creador, que les había enviado. 12 Pero después de que los ángeles se habían
apartado de Adán y Eva, Satanás vino tímidamente y se puso a la entrada de la
cueva en la que estaban Adán y Eva. Luego llamó a Adán y dijo: Adán ven, quiero
hablar contigo.13 Entonces Adán salió de la cueva, pensando que era uno de los
ángeles de Dios que venía a darle un buen consejo.
CAPÍTIULO LVII
6 Por lo tanto, cayeron ustedes, y yo les he hecho caer de aquel que yo mismo
caí, y así como ustedes, cualquiera que acepta mi consejo, también caerá. 7 Pero
ahora, ¡oh Adán!, porque caíste, estás bajo mi regla y soy rey sobre ti porque me
has obedecido y has transgredido en contra de tu Dios, y no tendrán ninguna
liberación de mi mano hasta el día que Dios te prometió liberarte. 8 Una vez más
dijo: Porque no sabemos el día acordado que Dios tiene para contigo, ni la hora en
que irás con Él, por eso multiplicaremos la guerra y el asesinato para ti y tu
descendencia, después de ti. 9 Esta es nuestra voluntad y nuestro gusto, que
ninguno de los hijos de los hombres puedan heredar el cielo. 10 Porque nuestra
casa está cimentada en el fuego y por eso no dejaremos nunca, ni día, ni hora, de
hacer nuestro mal, y así como entraste a la cueva para morar en ella, yo
estableceré fuego sobre ti.
CAPÍTULO LVIII
CAPÍTULO LIX
6 Entonces Dios le dijo: ¡Oh Adán!, él es amo y señor de todo lo que tiene, él que
te dijo, que te daría la divinidad. ¿Dónde está ese amor para contigo? Y ¿dónde
está el regalo que te prometió? 7 ¿Por favor, él tan sólo alguna vez, ¡oh Adán!, te
trajo confort, te fortaleció, se regocijó contigo, o envió a sus anfitriones para
protegerte; mas tú les has bendecido y seguido su consejo y mandamiento? 8
Entonces Adán lloró ante el Señor, y dijo: ¡Oh Señor! he transgredido un poco, sin
embargo el castigo es severo, te pido que me liberes de sus manos o de lo
contrario tengas piedad de mí y tomes mi alma fuera de mi cuerpo ahora y nos
saques de esta tierra extraña. 9 Entonces Dios dijo a Adán: Si tan sólo hubieras
pensado esto y hubieras orado antes de transgredir, entonces te hubieras librado
del problema que tienes ahora. 10 Pero Dios tuvo paciencia con Adán, y dejó que
él y Eva permanecieran en la bodega hasta que hubieran cumplido los cuarenta
días.
11 Pero como las fuerzas y la carne de Adán y Eva se marchitaron por el ayuno y
la oración, por el hambre y la sed, pues no habían probado ni alimento ni bebida
desde que salieron del jardín, ni sus cuerpos habían cumplido sus funciones en
una forma completa, no tenían fuerzas para seguir orando, hasta el final del día
siguiente a la cuadragésima; estaban entonces caídos en la cueva y lo que salía
de sus bocas era solo alabanzas.
CAPÍTULO LX
6 ¡Oh Adán!, levántate, levántate y ven con Eva, y vayamos a una buena tierra, no
tengan temor, pues soy de carne y hueso como ustedes, y al principio yo era una
criatura creada por Dios. 7 Y fue así, que cuando Él me creó a mí, me puso en un
jardín en el norte, en la frontera del mundo. 8 Y Él me dijo: ¡Quédate aquí! Y me
quedé allí de acuerdo con su Palabra, y no transgredí a su mandamiento. 9
Entonces me hizo entrar en un sueño y te alejó de mí. 10 Pero Dios te llevó en su
mano divina, y te colocó en un jardín al Este.
21 Entonces dije: ¡Oh mi Señor!, estoy viejo, y no puedo ir. Envía tus ángeles para
llevarlos. 22 Pero Dios me dijo: A los ángeles, en verdad, no, porque no son como
ellos, además no consentirán en venir; por eso te he elegido porque son tus hijos y
son como tú y te escucharán en todo lo que les vayas a decir. 23 Dios me dijo
además: Si no tienes suficiente fuerza para caminar, voy a enviarte una nube para
transportarte hasta la puerta de la cueva, entonces la nube se regresó y me dejó
allí. 24 Y si ellos vienen contigo, entonces enviaré una nube para que te traiga a ti
y a ellos. 25 Entonces mandó una nube, la que me trajo hasta aquí y luego
regresó.
26 Y ahora, ¡oh mis hijos!, Adán y Eva, vean mis cabellos, ya viejos y grises, y mi
débil estado por estar lejos de aquel lugar, Vengan conmigo a ese lugar de
descanso. 27 Entonces él comenzó a llorar ante Adán y Eva, y sus lágrimas se
vertieron sobre el terreno como agua. 28 Y cuando Adán y Eva levantaron sus
ojos y vieron su barba, y escucharon su dulce hablar, suavizaron sus corazones
hacia él, y le obedecían, porque creyeron que era cierto. 29 Y les pareció a ellos
que realmente eran sus hijos, cuando vieron que su rostro era como el de ellos, y
confiaron en él.
CAPÍTULO LXI
16 Entonces Adán y Eva se pusieron de pie y oraron, y llamaron a Dios para que
los fortaleciera, y para que les enviara algo para satisfacer su hambre. 17 Pero
después de que terminaron sus oraciones, eran demasiado débiles para moverse.
18 Luego vino la Palabra de Dios una vez más, y les dijo: ¡Oh Adán, levántense,
vayan y traigan los dos higos que tienen en la cueva, hasta aquí. 19 Entonces
Adán y Eva se levantaron y caminaron hasta que llegaron cerca de la cueva.
CAPÍTULO LXII
CAPÍTULO LXIII
6 A continuación, Adán se puso de pie y oró diciendo: ¡Oh Dios!, tú nos dijiste que
volviéramos a la cueva, que tomemos los higos y que regresemos a ti; 7 Pero
ahora, no los hemos encontrado. ¡Oh Dios!, ¿has tomado, y sembrado estos dos
árboles, o hemos ido camino a la tierra, o el enemigo nos ha vuelto a engañar? En
caso de que sea real, entonces, ¡oh Dios!, revélanos el secreto de estos dos
árboles y de estos dos higos. 8 Entonces vino la Palabra de Dios a Adán, y le dijo:
¡Oh Adán!, cuando te envié a buscar los higos, Satanás fue antes que ustedes,
tomó los higos y los enterró al este de la cueva, con la intensión de destruirlos, no
los sembró para bien. 9 Mas tuve misericordia y mandé que estos árboles
crecieran y dieran sombra a la cueva para traerte descanso y para mostrarte mi
poder y las maravillas de mis obras. 10 Y también, mostrarte la mezquindad de
Satanás, y su mal obrar, por siempre, y desde que salió del jardín, no ha cesado,
ni un solo día, haciéndote de algún modo, daño. Pero no he dado poder sobre él.
11 Y dijo Dios: A partir de ahora, ¡oh Adán!, se regocijarán por los árboles, tanto tú
como Eva y el resto, cuando se sientan cansados, pero no coman ninguno de sus
frutos ni vengan cerca de ellos. 12 Entonces Adán lloró, y dijo: ¡Oh Dios, ¿nos vas
a matar de nuevo, o apartarnos de tu rostro y cortar nuestra vida de la faz de la
tierra?
13 ¡Oh Dios!, te pido, si existe en estos árboles, ya sea la muerte o algún otro mal,
como en el primer tiempo, y ahora que están cerca de nuestra cueva, mejor
déjanos morir por el calor, el hambre o la sed. 14 Porque sabemos de tus
maravillosas obras, ¡oh Dios!, que son grandes, y que por tu poder puedes llevar a
cabo una cosa, como otra, sin que uno de ellos lo deseen. Por tu poder puedes
hacer que las rocas se conviertan en árboles, y los árboles, en rocas, si así lo
deseas.
CAPÍTULO LXIV
6 Y el ángel dijo a Adán y a Eva: Dios me ha enviado a decirles que deben comer,
porque ya no tienen fuerzas para continuar, pues si no comen van a morir; ahora
tienen carne animal y esta carne no puede subsistir sin alimento ni bebida. 7
Entonces Adán y Eva tomaron los higos y comenzaron a comer; y Dios había
puesto en estos un agradable sabor, como una mezcla de pan y sangre. 8
Entonces el ángel dejó a Adán y a Eva, quienes comieron de los higos hasta
quedar satisfechos; luego dejaron de lado lo que sobró, pero Dios en su amor y
poder hizo que los higos estuvieran completos nuevamente, bendiciéndolos. 9
Después de esto Adán y Eva se levantaron, y oraron a Dios, con un corazón
alegre y con renovada fuerza, y se regocijaron y alabaron por la abundancia de
toda esa noche. Y este fue el final de los ochenta y tres días.
CAPÍTULO LXV
6 Entonces Dios los miró, y les mostró el comer un alimento a la vez, tal cual se
hace hasta el día de hoy, para que no perecer. 7 Entonces Adán y Eva regresaron
de nuevo en la cueva, estando tristes y llorando debido a la alteración que
sufrieron sus cuerpos. Y ambos sabían desde esa hora que eran seres alterados y
que toda esperanza de volver al jardín ahora estaba perdida, y que no podían
entrar en él. 8 Ahora sus cuerpos cumplían funciones extrañas para ellos y
entendieron que toda carne necesita de los alimentos y de las bebidas para
subsistir y que ya no podían entrar al jardín. 9 Entonces dijo Adán a Eva: He aquí,
nuestra esperanza ahora está perdida y también lo está nuestra confianza para
entrar en el jardín. Ya no pertenecemos a los habitantes del jardín, pues a partir de
ahora somos de la tierra y el polvo, y de los habitantes de la Tierra. No vamos a
volver al jardín, hasta el día en que Dios ha prometido salvarnos, y para traernos
de nuevo en el jardín, como Él nos prometió. 10 Luego oró a Dios que Él tuviera
misericordia de ellos, tras lo cual, su mente se inquietaba, sus corazones se
rompieron, y su anhelo era enfriado y eran como extraños en la Tierra. Esa noche
Adán y Eva pasaron en la cueva, donde durmieron en gran medida a causa de los
alimentos que habían comido.
CAPÍTULO LXVI
6 Entonces Adán y Eva estando de nuevo fuera de la cueva, pidieron a Dios que
les mostrara algo de comida con la que podrían nutrir su cuerpo. 7 Entonces la
Palabra de Dios se acercó y les dijo: ¡Oh Adán!, vayan hasta el oeste de la cueva,
hasta llegar a una zona oscura de la tierra, y allí encontrarán alimentos. 8 Y Adán
obedeció a la Palabra de Dios, y tomó a Eva, y bajaron a la tierra oscura, y allí
encontraron trigo creciente y maduro, e higos para comer, y Adán se alegró por
ello. 9 Entonces la Palabra de Dios vino de nuevo a Adán, y le dijo: Toma una
parte de este trigo y hagan con él algunos panes para que nutran sus cuerpos. Y
dio Dios sabiduría al corazón de ellos para que elaboraran con el trigo, los panes.
10 Adán sacó el trigo hasta quedar débil y cansado, luego regresó a la cueva muy
regocijado con lo que había aprendido con el trigo para lograr hacer pan.
CAPÍTULO LXVII
3 Pero Satanás vio lo que Adán y Eva había hecho. Y llamó a sus anfitriones, y les
dijo: Puesto que Dios ha mostrado a Adán y a Eva todo acerca de este trigo, que
les sirve para fortalecer sus cuerpos, nosotros vamos a hacerles el trabajo más
difícil, ellos han hecho una pila de trigo y estando cansados por el trabajo duro, se
han quedado dormidos, vengan, vamos a incendiar el trigo para que se queme
todo y vaciemos por tierra esa botella de agua que tienen para que no tengan con
que calmar su sed y así mueran por hambre y por sed.
CAPÍTULO LXVIII
6 Pero ahora, ¡oh Adán!, yo haré buenas obras para ustedes. 7 Y Dios le dijo a
sus ángeles que tomaran a Adán y a Eva, y los llevaran al campo de trigo y que lo
encontraran como estaba antes y también el cubo, lleno del agua. 8 Y allí vio un
árbol, y encontraron en él maná sólido, lleno por el poder de Dios. Y los ángeles
les mandaron que comiesen del maná, por cuanto estaban hambrientos. 9 Y Dios
amonestó a Satanás y lo maldijo, prohibiéndole venir nuevamente al campo y
destruirlo. 10 Entonces Adán y Eva tomaron del trigo, e hicieron con él una
ofrenda, en la montaña, donde habían hecho su primera ofrenda de sangre.
14 Entonces Dios mandó un ángel a tomar fuego, con pinzas, como si fuera una
cuchara, y con ella tomó de la ofrenda y se la llevó a Adán y a Eva; así lo hizo el
ángel, tal como Dios se lo había mandado. 15 Y cuando recibieron de la ofrenda,
las almas de Adán y Eva se iluminaron, y sus corazones estaban llenos de gozo y
alegría y de las alabanzas de Dios.
16 Y Dios dijo a Adán: Esta será una costumbre, y cuando la aflicción y el dolor
venga sobre ustedes, háganlo. Pero su liberación y su entrada al jardín, no será
hasta que se cumplan los días ya acordados entre ustedes y Yo, y si no fuese así,
Yo por mi misericordia y mi piedad sobre ustedes, haría que regresen al jardín,
debido a la ofrenda que acaban de hacer en mi nombre. 17 Adán, al escuchar esto
del mismo Dios, se regocijó, y él y Eva adoraron ante el altar, al que cedieron, y
luego volvieron a la cueva de los Tesoros.
18 Y esto tuvo lugar al final del duodécimo día después del octogésimo día, a
partir del momento que Adán y Eva salieron del jardín. 19 Y se pasaron de pie
toda la noche hasta la mañana orando, y luego salieron de la cueva. 20 Entonces
dijo Adán a Eva, con alegría de corazón, porque la ofrenda que habían hecho a
Dios, había sido aceptada: Vamos a hacer esto tres veces a la semana, el día
miércoles, que es el cuarto de la semana, entre el viernes y el sábado y el día
domingo, todos los días de nuestra vida.
21 Y por el acuerdo que Adán y Eva tomaron entre sí, Dios se sintió complacido.
22 Después de esto, vino la Palabra de Dios a Adán, y dijo: ¡Oh Adán!, estos días
que han determinado para las ofrendas, son los día que vienen sufrimientos sobre
mí, cuando esté en la carne, el día miércoles y el día de la preparación para el
viernes. 23 Pero en cuanto al primer día, es el día en que he creado todas las
cosas, y he puesto los cielos.
Y una vez más, a través de mí, voy a crear alegría y crearé en alto a todos los que
creen en mí. ¡Oh Adán!, ofrece esta ofrenda todos los días de tu vida. 24 Entonces
Dios retiró su Palabra de Adán. 25 Y Adán siguió ofreciendo la ofrenda, cada
semana, tres veces, hasta el final de siete semanas. Y el primer día, que es el
quincuagésimo, Adán hizo una ofrenda como él estaba acostumbrado, y él y Eva
llegaron al altar ante Dios, como Él les había enseñado.
CAPÍTULO LXIX
6 Dios dijo además a Adán: Así también me va a suceder cuando baje a la Tierra,
cuando sea traspasado, pues de mi costado va a salir sangre y agua siendo mi
cuerpo ejecutado y ofrecido sobre el altar como la ofrenda perfecta y verdadera. 7
Entonces Dios mandó a Adán terminar su ofrenda, y cuando había terminado, le
rindieron culto a Dios y le alabaron por las señales que les había mostrado. 8 Y
Dios curó a Adán en un día, el final de las siete semanas, y que es el
quincuagésimo día. 9 Entonces Adán y Eva regresaron de la montaña, y entraron
en la cueva de los Tesoros, tal y como estaban acostumbrados a hacer. Con esto
eran ya ciento cuarenta días en que Adán y Eva habían salido del jardín. 10
Durante esa noche, Adán y Eva estuvieron de pie orando al Señor y cuando era ya
de mañana, salieron y bajaron hacia el lado oeste de la cueva, al lugar donde
estaba su trigo y allí descansaron bajo la sombra de un árbol, como ya estaban
acostumbrados. 11 Pero Satanás haciendo uso de su maldad, quería librar una
guerra contra Adán a través del matrimonio y una multitud de animales vinieron a
su alrededor.
CAPÍTULO LXX
11 Así que cuando Adán escuchó estas palabras, a su juicio pensó que estos
ángeles hablaban la palabra de Dios, por lo tanto podrían disfrutar. 12 Y el diablo
le dijo: Jura, y te prometo que recibirás. 13 Y Adán dijo: No sé cómo jurar y
prometer. 14 Y el diablo le dijo: Mantén tu parte, y ponla dentro de mi mano. 15
Entonces Adán se celebró en su mano, y la puso en manos de Satanás, cuando
Satanás le dijo: Repite, ahora: Tan cierto como que Dios es vida, es la razón y por
su palabra creó las estrellas en los cielos y estableció el terreno seco sobre las
aguas y me ha creado fuera de los cuatro elementos y del polvo de la tierra, digo
que no romperé mi promesa, ni renunciaré a mi palabra. 16 Y Adán juró así. 17
Entonces el diablo le dijo: Mira, ahora es ya un buen tiempo desde que salieron
del jardín, y no sabes nada sobre la maldad. Pero ahora Dios te dice que poseas a
Eva, puesto que ella salió de tu costado, y debes unirte a ella y tener hijos, para su
comodidad y para evitar problemas y dolor, mas esto en realidad no es difícil para
ti, ni debe causarte escándalo.
CAPÍTULO LXXI
CAPÍTULO LXXII
12 Por lo tanto, Satanás trabajó duro por esta aparición ante Adán y Eva, porque
él quería matarlo, y hacer que desapareciera de la faz de la Tierra. 13 Mientras
tanto el fuego del pecado entró en Adán, y él pensó en cometerlo. Pero él mismo
se sujetó, temiendo que si él seguía este consejo de Satanás, Dios lo mataría. 14
Entonces Adán y Eva se levantaron, y oraron a Dios, mientras que Satanás y sus
anfitriones cayeron en el río, en presencia de Adán y Eva; y les dejaron
regresando a su propio mundo. 15 Entonces Adán y Eva volvieron a la cueva de
los Tesoros, y como estaba ya cerca la noche, llegaron como era su costumbre, a
tiempo.
16 Y los dos se levantaron y oraron a Dios esa noche. Adán se mantuvo de pie en
oración, aún sin saber cómo orar, por la razón de los pensamientos que en su
corazón estaban acerca de su unión con Eva, y continuó hasta mañana. 17 Y
cuando la luz surgió, dijo Adán a Eva: Levántate, vamos a ir por debajo de la
montaña, a donde nos dieron el oro, y vamos a pedir al Señor en relación con esta
cuestión. 18 Luego Eva dijo: ¿Qué asunto es ese, Adán? 19 Y él respondió a ella:
Eso, de pedirle a Dios que me permita unirme a ti, porque no lo voy a hacer sin su
permiso, o si no Él nos hará perecer, a ti y a mí. Los demonios, con sus
apariciones pecaminosas, han fijado en mi corazón el fuego del pecado. 20
Entonces dijo Eva a Adán: ¿Por qué es necesario que vayamos abajo de la
montaña? ¡Levantémonos en oración aquí mismo en la cueva y Dios nos dirá si
nos es permitido esto que pedimos o no!
21 Adán, entonces se levantó en oración y dijo: ¡Oh Dios!, tú sabes que hemos
transgredido en contra tuya, y desde el momento que transgredimos fuimos
despojados de nuestra brillante apariencia y nuestro cuerpo se volvió en brutal,
requiriendo de alimento y bebida, como el animal desea. 22 Venimos ante ti, ¡oh
Dios!, porque no queremos hacer nada sin tu permiso, porque tenemos temor de
ti, de que nos vayas a destruir, porque si hacemos sin tu permiso lo que Satanás
nos dijo, tú nos harás perecer; 23 por eso, entonces Señor, toma nuestras almas
de nosotros, y haznos libres de esta animal lujuria. Y si no, sepáranos el uno del
otro, para estar lejos de los demás.
24 Por otra parte, ¡Oh Dios!, si nos separas el uno del otro, los demonios nos van
a engañar con sus apariciones que se asemejan a nosotros, y destruirán nuestros
corazones y nuestros pensamientos queriendo ir a donde los demás. Sin embargo,
si cada uno de nosotros no vamos hacia los demás, los demonios vendrán a
nosotros en apariciones según nuestra semejanza y nos tentarán constantemente.
Aquí Adán terminó su oración.
CAPÍTULO LXXIII
CAPÍTULO LXXIV
El nacimiento de Caín y Luluwa.
1 Y les tocó vivir en la tierra de trabajo con el fin de mantener sus cuerpos en buen
estado de salud, y que continuó hasta los nueve meses de embarazo de Eva, y el
tiempo se acercaba cuando ella debería dar a luz. 2 Luego dijo a Adán: Las
señales nos indican que esta cueva desde que salimos del jardín es un lugar puro
y estaremos orando aquí, de nuevo, por algún tiempo. No es conveniente que dé
a luz en este lugar, vayamos a la cúpula de roca que Dios nos hizo de refugio,
librándolos de la mala intención de Satanás de matarnos con una gran piedra.
3 Adán luego tomó a Eva de la cueva y cuando llegó el momento de dar a luz, ella
se asustó mucho. Y Adán sintió mucha compasión, y estaba muy preocupado por
ella porque creía que estaba cerca de la muerte y las palabras de Dios, sobre su
fin, se estaban cumpliendo: Con sufrimiento tendría a sus hijos y con dolor los
daría a luz. 4 Pero cuando Adán vio el peligro en que Eva estaba, se levantó y oró
a Dios, y dijo: ¡Oh Señor!, mírame con ojos de compasión y de misericordia y
libérame de esta angustia. 5 Y Dios miró a su sierva Eva, y en su entrega, dio a
luz a su primer hijo, y con él una hija.
6 Y se regocijó Adán en Eva y agradeció por la liberación del dolor y también por
los hijos nacidos. Adán y Eva rindieron culto en la cueva, hasta el final de ocho
días, y a su hijo llamó Caín y a la hija Luluwa. 7 Y el significado de Caín es "odio",
porque odiaba a su hermana en el vientre materno, antes de que naciera. Por eso
Adán lo nombró Caín. 8 Pero Luluwa significa "hermosa," porque era más
hermosa que su madre. 9 Entonces Adán y Eva esperaron hasta que Caín y su
hermana tuvieran cuarenta días de nacidos, entonces Adán dijo a Eva: Vamos a
hacer una ofrenda y ofrecerla en nombre de los niños. 10 Y Eva dijo: Vamos a
hacer una ofrenda para el primer hijo nacido y luego vamos a hacer otra por la
hija.
CAPÍTULO LXXV
6 Pero ellos no regresaron a la cueva en la que nacieron los niños, sino que
llegaron a la cueva de los Tesoros, a fin de que los niños fueran bendecidos con
todas las señales que fueron traídas del jardín. 7 Sin embargo, después de haber
sido bendecidos con estas señales, regresaron a la cueva en la que nacieron. 8
Sin embargo, antes de que Eva hubiera ofrecido la ofrenda, Adán había tomado a
Eva y habían bajado hasta el río, donde se habían tirado la primera vez y se
lavaron. Adán lavó su cuerpo y Eva el suyo, luego de haber terminado la angustia
por la que habían pasado. 9 Adán y Eva, después de lavarse en el río de agua,
cada noche, regresaban a la cueva de los Tesoros, donde oraban y se bendecían,
y luego regresaban a su cueva, donde sus hijos habían nacido.
10 Adán y Eva hicieron esto hasta que los niños fueron sido destetados. Después
de que fueron destetados, Adán hizo una ofrenda para las almas de sus hijos,
además de las tres veces cada semana que hacía ofrenda por ellos mismos. 11
Cuando los niños fueron destetados, Eva concibió una vez más, y cuando su
embarazo llegó a término, dio a luz a otro hijo e hija. Y ellos fueron llamados Abel,
el hijo, y Aklia, la hija. 12 Entonces al final de cuarenta días, Adán hizo una
ofrenda para el hijo, y al final de los ochenta días, hizo otra ofrenda para la hija, y
fueron tratados, como habían sido tratados Caín y su hermana Luluwa. 13 Fueron
luego a la cueva de los Tesoros, donde recibieron sus bendiciones, tras lo cual
regresaron a la cueva donde habían nacido. Después de que estos niños
nacieron, Eva dejó de tener hijos.
CAPÍTULO LXXVI
6 Por otra parte su padre, Adán, le contó de las obras de Dios, y del jardín.
Después de escuchar todo lo que su padre le contó, Abel se quedó en la cueva de
los Tesoros durante toda la noche. 7 Y esa noche, mientras estaba orando,
Satanás se le apareció bajo la figura de un hombre, que le dijo: Tú
constantemente has ido a hacer las ofrendas con tu padre, has hecho oración y
ayuno, por esto, te voy a matar y te quitaré de esta Tierra. 8 Pero Abel oraba más
fervientemente y echó al diablo fuera y no creyó ninguna de las palabras que le
había dicho. Luego, cuando era ya de día, un ángel de Dios se le apareció y le
dijo: No cortes tu ayuno y tu oración, porque son ofrendas a Dios, mira, el Señor
ha aceptado tu oración y no tengas miedo a lo que el diablo te dijo anoche, sobre
la muerte. Y el ángel se retiró. 9 Entonces, cuando fue de día, Abel llegó a Adán y
a Eva, y les dijo de la visión que había visto. Cuando oyeron esto, se angustiaron
mucho por él, pero no le dijeron nada sobre esto, sino que sólo lo confortaron. 10
Pero en cuanto a Caín, Satanás también vino a él por la noche y mostrándose a sí
mismo le dijo: Adán y Eva tienen mucho amor por tu hermano, más que a ti, y le
van a dar en matrimonio a tu hermana que es muy bella, porque a él le gusta, pero
a ti, te van a dar la hermana fea porque ellos te odian.
11 Ahora escucha, antes de que lo hagan, te estoy diciendo que debes matar a tu
hermano. De esta forma tu hermana quedará para ti, porque quedará sola. 12 Y el
diablo se apartó de él. Pero las palabras que el diablo pronunció se quedaron en el
corazón de Caín, y con frecuencia deseaba matar a su hermano.
CAPÍTULO LXXVII
CAPÍTULO LXXVIII
11 Con estas palabras de Satanás Caín abrió sus orejas, e inclinó su corazón
hacia su discurso. 12 Y Caín no quiso permanecer ya más en el campo y fue a
donde Eva, su madre y la golpeó, maldiciéndola y recriminándole por los planes de
dar su hermana en matrimonio a Abel. Y le dijo: ¿Acaso estoy yo muerto para dar
mi hermana a Abel? 13 Su madre, sin embargo, trató de tranquilizarlo y lo envió al
campo en el que había estado. 14 Entonces, cuando Adán llegó, ella le dijo lo que
Caín había hecho. 15 Y Adán se afligió, pero tomó fuerza y no dijo ni una sola
palabra.
16 Entonces en la mañana siguiente, Adán dijo a su hijo Caín; Toma de tus frutos,
los jóvenes y los buenos, y los ofrecerás a Dios, y voy a ir a hablar con tu
hermano, para hacer lo mismo. 17 Ambos obedecieron a su padre Adán, y
tuvieron listas sus ofrendas y las ofrecieron en la montaña donde estaba el altar.
18 Pero Caín se comportaba altivamente con su hermano, y lo empujó, votándolo
del altar, y no le permitió ofrecer su regalo en el altar, pero él ofreció su propia
ofrenda en él, con un corazón orgulloso, lleno de engaño y de fraude. 19 Pero en
cuanto a Abel, construyó un altar con algunas piedras que estaba cerca a su
alcance y ofreció su ofrenda con un corazón humilde y libre de engaño. 20 Caín
estaba entonces de pie frente al altar en el que había ofrecido su regalo, y gritó a
Dios para aceptar su ofrenda, pero Dios no la aceptó de él, ni hizo un divino fuego
para consumirla.
31 Pero cuando Adán escuchó esto, se puso muy triste, porque era el altar que
había construido inicialmente y en el que había ofrecido todas ofrendas. 32 Y Caín
estaba resentido y tan enojado que entró en el campo, donde Satanás vino a él y
le dijo: Tu hermano Abel se ha refugiado con tu padre Adán, porque él fue echado
desde el altar, y le han besado su rostro, y se han regocijado con él, mucho más
que contigo. 33 Cuando Caín escuchó estas palabras de Satanás, se llenó de ira,
y no dejó que nadie lo supiera. Pero él tenía, el deseo de matar a su hermano,
hasta que tomándolo en la cueva le dijo: 34 ¡Oh hermano!, el país es tan hermoso,
y hay esos hermosos árboles tan agradables en él, que forman un paisaje
encantador, digno de a ver. Pero hermano, dijo Abel, tú nunca has ido a ese lugar
para descansar. 35 Es que, mi hermano, es mi gran deseo que vengas conmigo al
campo, para disfrutar y sentirnos bendecidos de nuestros campos y nuestros
rebaños, que para ti son justos, y te quiero mucho, ¡oh mi hermano! Pero tú has
hecho que nos enemistáramos.
CAPÍTULO LXXIX
26 Y en la Palabra que Dios dijo: Voy a poner siete castigos a todo aquel que mate
a Caín, Dios no estaba tratando de matar a Caín con la espada, pero Él trató de
hacerle morir a través del ayuno, del llanto y de la oración, para que de una forma
difícil sintiera su pecado. 27 Y los siete castigos son las siete generaciones
durante las cuales Dios espera que Caín sienta por el asesinato de su hermano.
28 Pero, Caín, desde que asesinó a su hermano, no pudo encontrar ningún
descanso en cualquier lugar, pero volvió a Adán y Eva, temblando, aterrorizado, y
manchado con sangre.