La Transferencia en Las Psicosis - Belluci
La Transferencia en Las Psicosis - Belluci
La Transferencia en Las Psicosis - Belluci
1. Recientemente, durante unas jornadas en la ciudad de Viedma (1), señalé que, según lo
entiendo, el porvenir del psicoanálisis se juega en gran medida en nuestro país. No sólo
por lo que se produce en el terreno del pensamiento, sino por la particular relación que
se establece entre nosotros a nuestro real. El psicoanálisis tiene un porvenir si la relación
a su real se mantiene. Como toda práctica, la nuestra apunta a incidir sobre un real. Freud
lo caracterizó como “lo que no anda”, es decir la Versagung, término que una serie de
desacertadas traducciones volcaron como “frustración”. Cada condición de estructura
implica, a su vez, determinado modo de hacer con ese real. La neurosis —y, en este
punto, también la perversión— podría pensarse como una respuesta religiosa a lo real,
porque se sostiene en la garantía del Padre. En las psicosis, los modos de hacer con eso
son siempre singulares, y llevaron a Lacan a introducir el concepto de suplencia. Un
análisis se plantea entonces como la posibilidad de que, ahí donde se escribió una
respuesta religiosa a lo real (en especial el fantasma, como versión del padre), se escriba
alguna otra, que permita de algún modo soportar lo real y hacer con eso. En las psicosis,
el “tratamiento posible” pivoteará en cambio alrededor de las suplencias, en sentido
amplio, es decir como los diversos modos de hacer con lo real que —forcluida la Ley del
Padre— el sujeto produjo o podría producir.
3. Pensar la transferencia en las psicosis supone tomar posición sobre su existencia. Hubo
quienes sostuvieron, comenzando por el propio Freud, la imposibilidad de la transferencia
y del psicoanálisis en ese campo. Podemos acordar en algo: la modalidad transferencial
que se verifica en la cura de la neurosis (investidura libidinal del analista, suposición de
saber) no existe aquí. Sin embargo, al finalizar la Cuestión preliminar Lacan señaló que
todo lo que había articulado sobre la condición psicótica no servía para otra cosa que
para formular la estructura particular de la transferencia. Por otra parte, es una verdad de
experiencia que también aquí la transferencia es el territorio en el que se escribe alguna
posible respuesta a lo real. Aceptar la transferencia psicótica lleva, entonces, a interrogar
su estructura. Esa estructura se deriva de la especificidad del Otro. Si seguimos los
desarrollos de la Cuestión preliminar, reconocemos tres dimensiones del Otro que es
importante no confundir. La primera, que en el esquema I Lacan escribe con la letra M,
es indistinguible en las psicosis del lugar A. La relación entre el Otro y los otros no es
entonces de representación, sino que el lugar no se diferencia aquí de quien lo encarna.
Se trata del Otro del goce, que justamente las psicosis hacen existir. Es éste el Otro que
el sujeto padece y del que intenta sustraerse, muchas veces sin éxito. Quien encarna ese
lugar deviene regularmente perseguidor o suscita la respuesta erotómana. Más allá del
Otro del goce, hay una segunda dimensión que Lacan ubica en el eje del “se dirige a
nosotros”. Es la que podríamos llamar destinatario, toda vez que el sujeto logra producir
un testimonio de su padecimiento. Schreber no escribió sus Memorias dirigidas al Otro
del goce —a Flechsig, por ejemplo— sino a quien estaba en posición de leerlas, a “los
hombres de ciencia del futuro”, y fue así como llegaron a Freud. Una tercera dimensión
Lacan la sitúa en el eje del “ama a su mujer”, en el que el otro se presenta como
semejante, un otro vaciado de goce y por ende más amable. Schreber, en efecto, dio
testimonio de que, aun en los momentos más álgidos de la enfermedad, cuando
consideraba que el mundo había sido aniquilado, había conservado en alguna medida su
antiguo amor por su mujer, que en ningún momento tuvo para él un carácter persecutorio,
y cuya partida a Berlín precipitó su derrumbe.
5. Como señala Freud en La organización genital infantil, puede disponerse durante mucho
tiempo de un conjunto de hechos clínicos y de formulaciones teóricas, pero no es lo
mismo contar con un concepto que los ordene. Y bien, estoy en condiciones de enunciar
aquí una tesis que articula de un modo muy preciso las distintas dimensiones de la
transferencia psicótica, que desde hace años vengo postulando y que he extraído de la
clínica y de la lectura de quienes me antecedieron. Es ésta: la transferencia en las psicosis
es una función de terceridad, que opera en acto una separación del Otro y apunta a que
se sostenga más allá. Desarrollaré esta idea en lo que sigue, en las distintas vertientes
transferenciales que desde hace años venimos reconociendo.