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Tardoantigüedad e Hispania Visigoda (Siglos Iv-Vii)

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TEMA 1: TARDOANTIGÜEDAD E HISPANIA VISIGODA (SIGLOS IV-VII)

1. La Crisis del Imperio Romano.


Desde el siglo III asistimos a una crisis imparable que va minando la estructura del imperio romana.
Los emperadores Diocleciano, Constantino y Teodosio intentaron frenar esta decadencia con
reformas, pero no lo van a conseguir por varios motivos:
1-Una fiscalidad que asfixiaban a las clases más humildes.
2-Los impuestos se pagaban tarde y mal, la gente no tenía recursos para pagar los impuestos.
3-Los grandes propietarios senatoriales controlaban la vida social y económica e incluso
llegaron a suplantar el papel del Estado en sus funciones. Tanto es así que, ante los altos
impuestos, las clases bajas y medias (el campesinado) buscaban o se acogían a la protección de
estos ricos para escapar a la presión fiscal porque no podían pagar los impuestos.
Además, otro punto importante, los colonos son adscritos a la tierra porque a partir de Constantino,
los oficios se van a heredar de padres a hijos (sucede tanto en las magistraturas como en el campo).
Los campesinos no van a poder salir de la tierra que trabajaban, es un inicio de lo que es la
servidumbre y con un protofeudalismo, pero no existe una ideología que sustente este sistema
(como veremos en el medievo). Se estableció un régimen de castas que logró retrasar la crisis, tal
como había previsto Diocleciano, pero no evitarla, ya que la crisis era no solo política sino
productiva, social y financiera.
Desde mediados del siglo III los problemas se agudizan en el imperio especialmente en las fronteras
del Rin y del Danubio. Los pueblos barbaros se van organizando políticamente y van a llevar a
cabo incursiones en el imperio, lo que pone de manifiesto su debilidad. Debido a estos ataques, las
ciudades se van a amurallar, incluso Roma (murallas aurelianas). Además, como la ciudad no es
segura, la gente se marcha al campo (la sociedad se ruraliza) y las ciudades pierden importancia.
Por todas partes vemos un empobrecimiento, aunque este empobrecimiento es más fácil de ver en la
parte occidental que en la oriental. A pesar de este empobrecimiento vemos una moneda fuerte,
vemos que Constantino crea el solidus de oro (los mismos germanos van a utilizarlo posteriormente
en sus monarquías, esta moneda la emite Bizancio). Esto es posible gracias a los recursos de
Bizancio (las minas bizantinas). Va a tener una gran aceptación (ha llegado a hasta China, se han
encontrado restos arqueológicos allí).
En cuanto a la estructura política, Diocleciano que vivió a inicios del siglo IV d.C. quiso salvar de
alguna forma la estructura imperial y para ello hizo una modificación política muy importante
(dividió el imperio en dos: Imperio de Occidente y de Oriente) estableciendo en cada una de las
partes un Augusto y por debajo de este un César (dos augustos y dos cesares en total). Esta forma de
gobierno se denomina la tetrarquía.
Además, vamos a ver como la ciudad de Roma se va a producir un abandono como residencia del
emperador y se van a vivir a Tréveris, Milán o Rávena.
En el siglo V los cristianos son mayoría en el Imperio y los emperadores ven en el cristianismo un
factor de cohesión del mismo, aunque, muchas veces, serán victimas de sus disputas teológicas y
tendrán que adherirse a una determinada facción enfrentándose a la rival. Cuando se produzca el
desastre de Adrianópolis (378) donde perdió la vida el emperador Valente o el saqueo de Roma por
Alarico (410), serán varios autores paganos que achaquen el origen de estos males a la difusión del
cristianismo y al abandono de la cultura romana y la religión tradicional, tal como había denunciado
hacia el 178 el intelectual pagano Celso en su obra Contra los cristianos. La interpretación de San
Agustín de que Roma fue grande mientras practicó las virtudes morales que la hicieron grandes en
épocas pasadas, y de que sus pecados actuales le habían atraído la cólera divina, impregnó toda la
historiografía medieval y abrió el camino a un tipo de Historia, desconocido hasta entonces por los
romanos, en el que Dios se inmiscuía en la vida de los hombres (historia providencialista) y en el
que las victorias o derrotas eran el resultado del comportamiento moral de los hombres. Esta manera
de escribir la historia será común entre otros autores del momento y posteriores como el obispo de
Chaves Hidacio (“Si Roma cae, caerá el mundo”).
 Causas de la crisis del Imperio:
-Se produce una crisis de la vida urbana que se desarrolla fundamentalmente en la parte
occidental del Imperio. Ante la creciente presión fiscal, muchas gentes de la ciudad se
marchan a vivir al campo. Las clases más pudientes trasladan sus residencias a villae
rurales, lo que provoca un progresivo declive del evergetismo urbano. También la riqueza
y la actividad económica se trasladará al campo. Se producen dos fenómenos
socioeconómicos importantes: la encomendación campesina y el patrocinio o
patronazgo. El número de pequeños y medianos propietarios fue disminuyendo
progresivamente. Las causas fundamentales, junto a la de las continuas fragmentaciones por
vía de herencia, fueron la excesiva presión fiscal y el endeudamiento progresivo. Su
pésima situación los llevó a buscar protección a través del «patronato», es decir, entrando
en encomendación respecto a algún latifundista, a quien cedían sus tierras o parte de ellas,
conservando el usufructo, a cambio de protección real tanto frente al fisco como frente a la
violencia existente. También la situación de los campesinos no propietarios, arrendatarios o
«colonos» se degradó a lo largo del siglo IV, al encontrarse adscritos personalmente al
propietario de la tierra, quien podía perseguirles si huían y maltratarles físicamente. El
colono, además, pagaba sus impuestos a través del propietario, y se hallaba incapacitado
para litigar con éste en juicio, así como para enajenar bienes sin su consentimiento. Este
período se caracteriza por una decadencia de la esclavitud y un desarrollo del trabajador
autónomo.
-A mediados del siglo III se produjo la peste de Cipriano, lo que provocó una disminución
de la población.
- Devaluación monetaria. Las crecientes necesidades financieras llevaron a la emisión
desordenada e incoherente de piezas de baja calidad (aumento de inflación). La inflación se
disparó, mientras que salarios y sueldos no experimentaban la misma evolución. Los
esfuerzos por restablecer la situación no impidieron una creciente desconfianza en la
moneda.
- Problemas financieros del Estado. Las grandes necesidades de gasto de este aumentaron
a lo largo de este período, mientras que el tradicional sistema fiscal se vio afectado por la
crisis institucional y la conflictividad. Creciente presión fiscal que, según la mayoría de los
autores, afectó muy negativamente al tejido económico. Dicha carga recayó
fundamentalmente sobre el ordo decurionum.
-Presión en el limes. Debido a la irrupción de los pueblos germanos.
1.2. Reformas de Diocleciano.
La salida de la crisis viene de las reformas del emperador Diocleciano. Establece una reforma
administrativa (la tetraquía, incremento del numero de provincias, reforma fiscal (iugatio, impuesto
sobre la tierra, la capitatio, impuesto personal), y el decreto decreto de precios máximos del 301 d.
C.).
La tetrarquía
• La Tetrarquía. Gobierno colegiado entre cuatro (dos augustos y dos césares) que pretende dotar de
mayor estabilidad a la sucesión
• Cuatro zonas de influencia con cuatro ciudades que ejercen cierto papel de capitalidad: Sirmio (o
Tesalónica), Tréveris, Milán y Nicomedia. Aunque el poder era mancomunado, en la práctica
Diocleciano se reservó la primacía
• Pretensión de proceder a una sucesión ordenada. En el 305 Diocleciano se retira y obliga a
retirarse a Maximiano.
• El sistema fracasa en la práctica, produciéndose una serie de guerras civiles a la muerte de
Diocleciano

Las reformas económicas.


Con Diocleciano se llevaron igualmente a cabo los últimos intentos de reforma monetaria y
financiera, empezando por el ejercicio de la regalía monetaria. Constantino creó la moneda de oro
llamada «solidus» de 4.5 gramos, que sería modelo para las acuñaciones de los reinos germanos, y
la moneda de plata que equivalía a 1/24 de solidus. Paralelamente, se adoptaron medidas para
regular los precios de los productos y los salarios de los trabajadores (Edicto de Diocleciano del año
301). Desde el punto de vista fiscal, el Estado de los siglos IV y V, junto a la denominada «res
privata» (tierras propiedad del titular del Imperio), los ingresos ordinarios y las regalías, hizo
proliferar los impuestos extraordinarios que se cobraban en especie para mantener la «annona»
alimenticia de los soldados y las obras públicas. Diocleciano los regularizó a través de la
«indicción» (cálculo anual de las necesidades de alimentos y materiales que el gobierno tenía, cuyo
montante se repartía entre las tierras agrícolas de acuerdo con su rendimiento para cubrir asi el total
del presupuesto de gasto). A este impuesto, Constantino añadió el censo de la población agrícola o
«capitatio». Sin duda, la «indicción» proporcionó unos sustanciosos ingresos a la Hacienda
tardorromana, pero resultó aplastante para buena parte de la población.
Las reformas fiscales se completaron con otras medidas coactivas, adoptadas para organizar las
fuerzas productivas mediante la adscripción hereditaria al oficio. A fines del siglo III, con
Aureliano, se obligó a los artesanos a integrarse en corporaciones, los «collegia».
La reforma provincial
Diocleciano burocratiza el imperio, se incrementa la carga impositiva y aumentando el número de
provincias. Este número se duplica hasta llegar casi al centenar. Varias provincias se agrupan en
una unidad administrativa superior denominada diócesis, al cargo de un vicario.
Así se creó la Diócesis Hispaniarum dentro de la Prefectura de las Galias, a cuyo mando estaba un
vicario prefectorum. El territorio de la diócesis estaba
dividido en 6 provincias: la Bética, Lusitania,
Cartaginense, Gallaecia, Tarraconense y Mauritania
Tingitania.
La situación económica de Hispania era similar a la
comentada anteriormente. Se difundió el patrocinio y
la encomendación (ponerse bajo el parocionio de un
gran potentador) y la gran propiedad (villae).
Sin embargo, para el caso del cristianismo la
situación de la Península Ibérica era diferente El
cristianismo había penetrado con mayor facilidad en
las ciudades hispanas, pero no así en el mundo rural
peninsular. Sobre todo, en la provincia de Gallaecia y
en el norte.
De Hispania era dos obispos y figuras importantes para la reconstrucción de este período: Hidacio
(con su Crónica) y el obispo Osio de córdoba.
Además, en la Península se produjo una importante controversia religiosa: el priscilianismo.
Prisciliano defendía un ascetismo muy ortodoxo y critica a la mundanización de la Iglesia. Quiere
establecer una Iglesia en la que la diferencia de estatus sea menos diferenciada. E introducir a la
mujer en cargos.
El Sínodo de Zaragoza no consideraba a Prisciliano como hereje, porque no cuestiono el dogma (la
idea de la Trinidad). Prisciliano es condenado de acusado que es maniqueo y mago y es ejecutado
en Tréveris en el año 385. Pese a su eliminación, el priscilianismo fue un movimiento social muy
presente en la Península (teniendo su núcleo en la Gallaecia) y que llegó a sobrevivir a su fundador.
2. La irrupción de los pueblos germanos.
Tras la muerte del emperador Teodosio el Imperio Romano quedó dividido en dos partes de manera
definitiva: Occidente (bajo el mando de Honorio) y Oriente (a cuyo cargo se situó, el también hijo
de Teodosio, Arcadio). El emperador Teodosio había favorecido la presencia masiva de “barbaros”
en sus ejércitos en calidad de foederati. Los elementos más destacados alcanzaron más altas
magistraturas militares (Estilicón, Aecio), interviniendo y condicionando muchas veces la política y
la sucesión al trono. Se calcula que, en el momento de las invasiones, el ejército romano estaba
compuesto por francos, godos, burgundios... de todo menos romanos. Roma, sin darse cuenta, había
puesto su suerte en las manos de sus invasores.
Los pueblos barbaros habrían de ser el principal derrumbe de la mitad occidental, pero no la única
causa. Como hemos visto el Imperio Romano presentaba una serie de problemas estructurales que
venía arrastrando desde largo tiempo atrás. Para Hidacio (obispo de Chaves), las invasiones de los
pueblos germanos era una señal del fin del mundo (“Si Roma cae, caerá el mundo”) y junto a otros
fenómenos como un terremoto sucedido en Jerusalén, las noticias que hablaban de que la sangre
brotaba de la tierra o que algunos peces del rio Miño portaban letras escritas en griego y hebreo le
sirvieron para escribir su Crónica, una de nuestras fuentes para reconstruir el pasado de la
TardoAntigüedad peninsular.
2.1. Causas de la invasión (según Eduardo Manzano las dos primeras causas).
1. Los cambios internos que experimentaron las sociedades germánicas fueron
importantes. Se paso del antiguo igualitarismo tribal (que poco antes del comienzo de
nuestra era había sido descrito por Julio César) a una diferenciación social basada en la
posesión de bienes y de comitivas armadas (comitatus o gefolge) por parte de algunos jefes.
En buena medida, la propia Roma fue responsable de estas transformaciones. El limes fue
escenario de conflictos bélicos y de contactos pacíficos que produjeron transformaciones
profundas en las sociedades tribales germánicas. Riqueza y objetos de todo tipo llegaron
hasta las tribus, y con ellos las ansias por poseerlos. Las jefaturas tribales se hicieron más
fuertes a medida que acaparaban estas riquezas y eran también capaces de redistribuirlas
entre sus seguidores. Además, los propios romanos estaban mucho más interesados en tratar
con caudillos que con asambleas tribales. De esta forma, el cambio social fue haciéndose
cada vez más patente. Surgieron así caudillos rodeados de sus propios séquitos militares
articulado una sociedad no ya sólo jerarquizada, sino también muy expansiva. Un jefe debía
mostrarse capaz de conducir a sus gentes contra objetivos que reportaran botín y demostrar
así su autoridad.
2. La gran expansión de los hunos. Esta supuso un efecto de empuje sobre otros pueblos, y
estos pueblos sobre otros, generando así un efecto dominó. El asentamiento de los hunos en
Panonia ha sido interpretado como una de las causas que motivo el cruce del Rin en el 406
por parte de suevos, vándalos y alanos. La actuación de los hunos en la historia de las
invasiones ha sido a veces comparada con la de una bola de billar que golpea a otras: su
expansión empujó a otros pueblos que pusieron en marcha una reacción en cadena que
provocó el paso de muchos pueblos hacia el interior de las mal defendidas fronteras
romanas. Quienes se muestran críticos con esta interpretación señalan que ni los pueblos son
bolas, ni los territorios que ocupan mesas de billar. Muchas veces cuando un pueblo
conquista a otro lo que hace es simplemente someterlo, pero no provoca su desbandada
general.
3. Finalmente, también se han esgrimido causas climáticas. La búsqueda de mejores
condiciones ante el empeoramiento de la situación climática habría llevado al asentamiento
de estos pueblos en lugares más cálidos.
2.2. Los suevos, vándalos y alanos cruzan el Rin.
La presión de los hunos había obligado a los alanos a desplazarse hacia las llanuras de Hungría,
donde se hallaban asentados los vándalos asdingos. Tras intentar cruzar el Danubio (401) defendido
por las tropas de Estilicón, avanzaron hacia el Rin arrastrando a los vándalos silingos y suevos que
se hallaban asentados sobre el Maine. El 31 de diciembre del 406 estos pueblos atravesaron el Rin
por Maguncia, escasamente defendido por los francos ripuarios, que se hallaban establecidos allí
como federados. Recorrieron y saquearon la Galia, desprovista de tropas imperiales de que Estilicón
las había retirado para defender Italia de los ataques de Alarico. Tras un lento avance por la Galia,
recordemos que se desplazaban con sus mujeres, hijos y toda clase de impedimenta y ganados,
saquearon la Aquitania y se dirigieron a Hispania, atravesando los Pirineos en el otoño del 409. Los
historiadores Orosio e Hidacio nos han dejado en sus escritos las vicisitudes del establecimiento de
estos pueblos en España. Tras llegar a un acuerdo con los representantes del emperador (411), los
suevos y vándalos asdingos se asentaron en Galicia y norte de Portugal, los alanos en la Lusitania y
la Cartaginense, y los vándalos silingos en la Bética. La Tarraconense quedó libre y bajo control de
las aristocracias hispanorromanas.
El incumplimiento de los pactos por parte de estos pueblos, y los numerosos saqueos que llevaron a
cabo, hizo que el Imperio encargara al rey visigodo Walia que entrara en la Península y sometiera a
dicho pueblos. Tras varias campañas logró someter a los vándalos silingos y a lo alanos. Los
supervivientes encontraron refugio en Galicia junto a suevos y vándalos asdingos. De esta forma
gran parte de la Península volvía de nuevo al dominio teórico de Roma. Para alejar a los visigodos
de Hispania, tras sus campañas, fueron acantonado en Aquitania (418), estableciendo su capital en
Tolosa. Tras la marcha de los visigodos, los vándalos asdingos y los alanos, al mando de Gunderico,
se apoderaron de la Bética y, tras aprender en pocos años las técnicas náuticas, se apoderaron de las
Baleares y cruzaron el Estrecho (mayo del 429) iniciando la conquista de África, a sangre y fuego,
al mando de Genserico. Según el escritor Víctor de Vita, que narró los hechos unos 70 años
después, los bárbaros que cruzaron el Estrecho fueron unos 70.000. En el asedio de la ciudad de
Hipona (430-431) murió su obispo san Agustín. Mediante un foedus (435), Genserico entró al
servicio del Imperio estableciéndose en la Numidia. Tras romper este pacto conquistó Cartago,
Sicilia y Cerdeña. Roma tuvo que aceptar los hechos consumados y para apaciguar los ánimos se
acordó el matrimonio de Eudoxia, hija mayor de Valentiniano III, con Hunerico, hijo de Genserico.
Mientras que otros pueblos bárbaros federados, reconocían la ficción del Imperio, Genserico no lo
hizo constituyéndose de esta manera el primer reino independiente, al reconocerlo así el emperador
Zenón en 474.
3. Los visigodos.
Orígenes
Las principales fuentes romanas (Jordanes
y Casiodoro) sitúan en Escandinavia
(vagina gentium) el origen del pueblo
godo. Su origen pudo ser Gotland, en el
sur de Suecia. Según Roger Collins (2004)
se puede fechar en torno al siglo I a.C. la
génesis de este pueblo.
A este período de génesis le siguió una
migración de la tribu a través del mar
Báltico hasta el noreste de Alemania, al
otro lado del río Elba, a lo largo del siglo I d. C, y posteriormente un desplazamiento gradual hacia
el sur, en dirección al Danubio. Fue a mediados del siglo III cuando se produjo el primer impacto
significativo de la migración de los godos hacia el sur en el Imperio Romano, cuya frontera estaba
establecida en la orilla sur de aquel río durante un gran trecho de su curso. Después de cruzar el
Danubio y de una impresionante victoria sobre el emperador Trajano Decio en 251, los visigodos
permanecieron dentro del Imperio, dedicados al saqueo y la destrucción durante veinte años, hasta
ser expulsados por Claudio II el Gótico (268-270) y Aureliano (270-275). Al final, acabaron
asentándose en el norte del curso del Danubio (la actual Rumania), siendo un pueblo bastante
romanizado por su contacto fronterizo con el Imperio y que experimentaría un progresivo paso de
un conglomerado tribal a experimentar un proceso de aristocratización y de control del poder en
torno a un jefe.
De manera similar, un segundo pueblo godo, que llegaría a ser conocido con el nombre de
ostrogodo (godos del este), siguió una pauta parecida de migración hacia el sur partiendo de
Escandinavia durante el mismo período, pero adoptando una línea de desplazamiento más oriental
que la de sus parientes visigodos. Finalmente llegaron a las estepas del sur de Rusia, siguiendo las
costas del mar Negro (territorio de la actual Ucrania), tras haber sometido a varios pueblos
indígenas en aquella región, creando así un imperio godo. Los visigodos, expulsados finalmente del
territorio romano a principios de la década de 270, se establecieron entonces entre el Danubio y el
dominio más extenso de sus hermanos ostrogodos que se encontraba al noreste, mientras
continuaban amenazando la frontera imperial.
El empuje de los hunos llevó al hundimiento del reino ostrogodo y a la huida de algunos de estos
godos hacia el suroeste. Los visigodos bajo estas presiones cruzaron el Danubio. El emperador
Valente los acogió y les permitió en el 376 mediante un foedus asentarse en Mesia. Los visigodos se
vieron afectados por las leyes romanas, debían servir al emperador como tropas auxiliares.
En este periodo es cuando los visigodos se convierten al cristianismo. Ulfilas (el obispo) que
inventa el alfabeto gótico y traduce la Biblia al gótico para convertirlos al cristianismo arriano.
Sin embargo, los malos tratos a los que estaban sometidos por los funcionarios locales llevaron a los
visigodos a la rebelión, en la cual contaron se enfrentaron al emperador Valente en la batalla de
Adrianópolis (388), donde Valente falleció dejando a los visigodos dueños de gran parte de la mitad
oriental de los Balcanes. Bajo el gobierno del siguiente emperador, Teodosio I (379-395) los
distintos grupos godos no tardaron en ser convencidos de que debían firmar un foedus con el
Imperio, y a partir de ese momento prestaron servicios en sus ejércitos en una serie de guerras
civiles contra emperadores rivales en occidente durante los años 388 y 394. A cambio se les
permitió asentarse en Tracia. Mientras se ponía en marcha este proceso, los godos se reunieron bajo
el mando de Alarico, un miembro de la dinastía de los Balthos.
Tras la muerte de Teodosio, Alarico se opuso al Imperio (ahora dividido en dos y gobernado por los
hijos del antiguo emperador) a fin de asegurarse una posición para sí mismo dentro de su pueblo y
obtener una fuente segura de pagos y suministros para sus seguidores visigodos. Durante sus
intentos de forzar al gobierno occidental se dirigió con sus tropas al interior de Italia, y ante la
negativa del emperador a llegar a un acuerdo, saqueó la ciudad de Roma en 410 raptando a la
hermana del emperador Honorio, Gala Placidia y haciéndose con un fuerte botín.
“El saqueo de la antigua y venerable metrópoli del imperio había causado una gran
conmoción. No faltaron voces que lo achacaron a la reciente conversión del imperio al
cristianismo. Los antiguos dioses paganos, cuyo culto había garantizado a Roma su poderosa
expansión, la habían abandonado ahora a su suerte. Autores cristianos como San Agustín o
su discípulo Paulo Orosio no tardaron en contratacar: La ciudad de Dios, escrita por el
primero, y la Historia contra los paganos, por el segundo, recogían amplios catálogos de
calamidades históricas para demostrar que antes de la aparición del cristianismo los hombres
ya habían tenido que soportar todo tipo de catástrofes”. Eduardo Manzano.
El objetivo visigodo posterior era asentarse en las ricas tierras cerealísticas del norte de África
(Túnez), navegando desde los puertos del sur de Italia. Sin embargo, una fuerte tormenta acabó con
todos los barcos de los godos. Alarico moriría poco después.
4.El Reino Visigodo de Tolosa.
El sucesor de Alarico, Ataúlfo (410-415), logró un acuerdo con Roma (411) mediante el cual le
permitía el desplazamiento de su pueblo a la Galia. Las estimaciones cifran en 100.000 el número
máximo de visigodos que acabaron asentándose en la Galia. Allí Ataúlfo llegó a un acuerdo con
Honorio para derrotar al usurpador Jovino Las desavenencias en las negociaciones entre Ataúlfo y
la corte de Honorio, cuya política militar dirige ahora Constancio (magister militum), deparan el
apoyo visigodo a Atalo, el mismo a quien, poco tiempo antes, Alarico había colocado como
emperador y a quien finalmente había depuesto.
En todo caso, Constancio logra bloquear los aprovisionamientos godos por mar y tierra. Constancio
logró controlar el núcleo urbano y comercial de Arlés. Mientras que la corte de Honorio reclamaba
de manera insistente la devolución de la hermana del emperador: Gala Placidia.
Ataúlfo se casó con Gala Placidia en Narbona en el 414. Ataúlfo, según Paulo Orosio, aseguraba
que su primer plan era derribar el orden romano y hacer del mundo un reino Godo. Pero, al
percatarse de inviabilidad de dicho plan, había decidido poner el potencial militar de los godos al
servicio del mantenimiento del orden romano.
La hostilidad de la política de Honorio hacia los godos, y especialmente de su estratega y general
Constancio, provoca algunos conflictos armados. Las dificultades por las que ya se pasaba en
Narbona condujeron a Ataúlfo y sus godos a Barcino/Barcinona (Barcelona), probablemente ya en
415.
La marcha de Ataúlfo y los godos a Barcelona es más bien una consecuencia del bloqueo que
habían sido sometidos en Narbona. En Barcelona, durante el verano del año 415, Ataúlfo fue
asesinado por uno de sus hombres. Santiago Castellanos mantiene que probablemente este hombre
estuviera vinculado al noble Sigerico y a sus clientelas. Es muy probable que, además de la
ambición de poder de Sigerico, la división interna de la aristocracia goda haya tenido mucho que
ver en la misma.
Sigerico fue el sucesor de Ataúlfo, quien purgó a la familia de Ataúlfo y humilló a Placidia y a los
prisioneros seguidores del antiguo rey, haciéndoles desfilar fuera de las murallas de la ciudad. Sin
embargo, el nuevo rey solamente vivió unos pocos días, pues igualmente fue asesinado.
El siguiente rey, Walia, acordó con Roma devolver a Gala Placidia al emperador Honorio y la
realización de campañas en Hispania para someter a los suevo, vándalos y alanos, que llevaban años
establecidos allí. A cambio recibieron provisiones de Roma.
Los visigodos cumplieron fielmente con su parte de lo acordado y comenzaron a emprender una
serie de expediciones realizadas en nombre de Roma y destinadas de limpiar de bárbaros la
península Ibérica. Fueron efectivas en acabar con los alanos y con parte de los vándalos (con los
silingos), aunque no así con los suevos y los vándalos asdingos.
Tiempo después, los vándalos asdingos, junto con parte de lo que quedaba de los grupos derrotados
por Walia, pasarán a África (en el año 429, bajo el reinado de Genserico), dando lugar al reino
vándalo del norte de África, que tantos problemas iba a causar a la estabilidad romana en Occidente
y que perduró hasta su derrota por las tropas del Imperio romano de Constantinopla, ya en el siglo
VI.
Gracias a su éxito en Hispania, el magister militum Constancio llamó a los godos y les pidió que se
retiraran de Hispania para acortar un nuevo foedus con ellos y su rey Walia (en el 418) que les
permitía asentarse en la Aquitania Secunda (desde Toulouse o Tolosa hasta la costa atlántica). Se le
entregaron tierras bajo el principio de hospitalitas. El hospititum era un pacto tradicional en el
cual se regulaban las relaciones entre una comunidad y los extranjeros que llegan a allí.
El código de Eurico nos habla que 2/3 de las tierras de este territorio pasaron a los godos y 1/3 era
para los romanos, según el foedus acordado con Roma. A cambio de estas tierras los visigodos
ofrecieron apoyo militar a los romanos como hemos visto.
Sin embargo, existe una controversia historiográfica a cerca de este hecho:
1. Para W. Goffart y J. Durliat los visigodos no accedieron necesariamente a las tierras, sino a
las rentas o a los impuestos de las mimas. Los visigodos solo se repartieron las tierras que
estaban abandonadas o sin dueño (las bona vacantia).
2. P.D. King mantiene que solo la aristocracia visigoda habría recibido tierras y ella habría
repartido estas a sus fieles o clientes. El resto de la gens visigoda se habría asentado en las
tierras abandonadas (las denominadas bona vacantia).
3. Para Rosa Sanz Serrano considera que ocurrió una variedad de situaciones. Los visigodos
pudieron convertirse en terratenientes, los colonos galorromanos pasarían a pagar su censo a
un visigodo. Además, considera que las dos interpretaciones anteriores no son excluyentes,
sino que se complementan. Pudo haber una mezcla de las dos situaciones.
En cualquier caso, y dejando controversias a un lado, esta época conocida como el reino visigodo de
Tolosa supuso una consolidación de la figura del rey (rex Gothorum) como figura política y del
regnum como sistema político jurídico. Desde una perspectiva general, el Imperio asienta a los
godos de Walia y les da acceso a territorios, rentas, cultivos y aprovisionamientos, de manera que
dicho asentamiento es una consecuencia de la geopolítica romana, y no el resultado de invasión
alguna. (S. Castellanos, 2018).
4. Hispania durante la primera mitad del siglo V.
Podemos dividir este período en dos etapas: una de predomino vándalo asdingo (419-429). En el
que los vándalos se asentarían en la península en la Bética y que, posteriormente, por la presión
visigoda decidirán cruzar el estrecho, bajo el mando de su rey Genserico, y crear un reino en el
norte de África.
La etapa posterior, del 430 al 456, se caracterizó por un predominio suevo en la península. Diversas
bandas de suevos se trasladaron al sur de Galicia, donde ya habían estado anteriormente confinadas
desde 411-412. Bajo el gobierno de los reyes Requila (438-448) y su hijo Requiario (448-455), los
suevos se establecieron en Mérida (439) y extendieron su dominio a la mayor parte del oeste y el
sur de Hispania (Bética y Carthaginense), permaneciendo bajo control imperial directo sólo la
Tarraconense. Este control se ejercía en nombre del emperador a través de una serie de mandos
militares.
El rey Requiario o Rekhiario fue el primer rey germano en convertirse al cristianismo en el 448 y se
aliará con los visigodos estableciendo un matrimonio con el rey Teodorico I (sucesor de Walia en el
trono) con una de las hijas de Requiario.
Sin embargo, el expansionismo suevo provocará que las tropas visigodas se enfrenten a las suevas
en el río Órbigo en el 456 en Astorga, saliendo victoriosos los visigodos.
5. La revuelta bagauda de la Tarraconense.
La revuelta bagauda (baga: “guerrilla”, bagaudas: “vagantes) es una manifestación de conflictividad
social de este período. Son movimientos contrarios al poder político, tanto romano como godo. En
otras palabras, eran elementos de la población rural que, por la penuria económica o las condiciones
de desorden que generó la guerra entre los visigodos y el Imperio, se hubieran visto impelidos a
formar bandas armadas que saqueaban las propiedades de los grandes terratenientes y los
asentamientos urbanos.
Para la historiografía marxista la bagauda sería una manifestación de la lucha de clases (entre
productores/terratenientes y campesinos). Sin embargo, Gonzalo Bravo entendió este fenómeno
como una revuelta social de componente diverso (libertos, esclavos, colonos, campesinos...) contra
los grandes terratenientes. El poder romano pedirá a los visigodos que intervengan para someter a
estos líderes de la bagauda.
6. De Teodorico I a Alarico II.
Teodorico I fue el sucesor de Walia. Su largo reinado, entre 418 y 451, supone la consolidación
del reino como sistema político estable con unas bases territoriales. Los visigodos han dejado de
ser, por el momento, un grupo de amalgama en constante migración, y han visto reconocido su
asentamiento como reino dentro del Imperio. Desde el comienzo de su reinado, tropas godas actúan
en Hispania al servicio de los generales romanos que imponen la autoridad de Honorio sobre
usurpadores como Máximo y, momentáneamente, sobre los vándalos de Gunderico. Sin embargo,
los godos deciden abandonar su apoyo militar, probablemente en el contexto de los cambios que se
están produciendo en los equilibrios de poder de la corte romana occidental. De hecho, Teodorico
pasa a ocupar el área de Arlés, enclave fundamental del gobierno imperial para la zona de la Galia.
A Honorio le sucedió Valentiniano III hijo de Gala Placidia y de Constancio. El nuevo magister
militum, Aeccio, tuvo que hacer frente a la invasión de Atila en las Galias. Esto se concretó en la
batalla de los Campos Cataláunicos (451) en la que participó el rey visigodo Teodorico I. Atila fue
vencido, pero Teodorico I murió en el fragor del combate. Al año siguiente Atila volvió a probar
fortuna atacando esta vez Italia. La intermediación del papa León I, junto al hambre y las epidemias
que asolaban a las tropas hunas hicieron que el rey Atila volviera sobre sus pasos. Moriría poco
después, en el 453, desapareciendo con él el reino huno.
El sucesor de Teodorico I fue uno de sus hijos, Teodorico II (453-466). Luchó contra los bagaudas
de Hispania y contra el reino suevo, venciendo a Requiario en la batalla de Astorga (antes
mencionada) en el año 456. Además, expandió el territorio visigodo tomando la provincia de la
Narbonense.
Sus luchas frente a suevos y bagaudas comenzaron a convencer a muchos hispanos de que los
visigodos eran gentes con la que se podía llegar a acuerdos. Las intervenciones visigodas en
Hispania fueron abriendo camino para la ocupación que empezó a consolidarse durante los últimos
lustros del siglo V. Teodorico II, en el año 466, fue asesinado por su hermano Eurico (466-484),
quien aprovechó el vació de poder que existía en Roma y las constantes usurpaciones de un Imperio
moribundo para expandir el territorio de los visigodos.
Con Eurico se produjo la ocupación de la Provenza y de Auvernia. Posteriormente, cuando Rómulo
Augústulo fue depuesto en 476, los generales de Eurico invadieron rápidamente las zonas del
noreste de Hispania que todavía estaban administradas directamente por el Imperio.
Eurico promulgó un Edictum, emulando a los emperadores romanos presentándose como un rey
legislador, el denominado Código de Eurico, que era un conjunto de leyes en el que se regulaban
actos jurídicos como compraventas, donaciones, sucesiones y otras normas de diversa índole
inspiradas en el derecho romano vulgar. Además, Eurico consideró que el anterior foedus con Roma
no tenía ya ningún valor y, por tanto, reguló en una de sus leyes (la 277) la división y reparto de
tierras entre los visigodos y los galorromanos que se había establecido en época de Walia,
otorgándole de nuevo validez jurídica (puesto que el poder del Imperio había desparecido).
Hacia el año 480, como muy tarde, el reino visigodo en la Galia había llegado a extenderse desde
los valles del Loira y el Ródano hasta los Pirineos, y abarcaba también la totalidad de la península
Ibérica, salvo Galicia, que seguía estando en manos de los suevos. Eurico murió por causas
naturales en 484 y el reino que él había ampliado tanto fue heredado por su hijo Alarico II (484-
507). Este nuevo rey también promulgó un código de leyes: la Lex Visigothorum. Pero lo más
importante de su reinado fue el enfrentamiento contra los francos de Clodoveo y la derrota visigoda
en Vouillé (507) que supuso el fin del reino de Tolosa, que sería conquistado por los francos. Desde
entonces los visigodos únicamente mantendrán la Septimania como territorio fuera de Hispania y se
asentarán definitivamente en Hispania (en torno unos 70.000-100.000). El rey Alarico II cayó
combatiendo en Vouillé, y le sucedió un periodo de inestabilidad interna.
El rey ostrogodo Teodorico decidió acudir en auxilio de su aliado Alarico II (quien estaba casado
con una de sus hijas, Teodegonda) deteniendo el avance de Clodoveo en la Septimania y
proclamándose tutor del hijo de Alarico II, Amalarico.
Durante los quince años de regencia del rey ostrogodo Teodorico debió de extenderse la ocupación
visigoda de la península, con la única excepción de la Gallaecia en manos de los suevos. En el 526
ascendió al trono Amalarico (526-531), pero poco después sería asesinado a causa de una conjura y
general de origen ostrogodo, Teudis (531-548), se hizo con el poder. Este último fue también
asesinado y en el 548 le sucedió Teudiselo, que solo duraría un año en el trono y cuya aportación
más destacada fue el desplazamiento del centro de poder hacia el sur peninsular.

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