Apuntes Introducción A La Teología
Apuntes Introducción A La Teología
Apuntes Introducción A La Teología
1. ¿QUÉ ES LA TEOLOGÍA?
a. ¿Por qué estudiar Teología?
Teología, ¿PARA QUÉ? Pueden proponerse tres finalidades distintas que en la historia de la teología
se enfrentaron a veces de manera positiva, pero que en principio son perfectamente compatibles,
pudiendo combinarse entre sí. Corresponden a las formas que asume la fe como principio de la
teología. Así es como se presentan, de manera debidamente jerarquizadas, las tres finalidades de
la teología:
2. Pero el saber teológico no finaliza en sí mismo, sino que está orientado hacia la experiencia de
Dios y de su amor. Ésta es, pues, la finalidad mediata e indirecta de la teología. Es lo que
sustentaron en Occidente san Buenaventura y la escuela franciscana, así como todavía hoy la
teología oriental, y, en general, la patrística. La teología aparece aquí no como ciencia, sino como
sabiduría.
3. Sin embargo, el saber teológico no puede de ninguna manera terminar en el nivel experiencial o
afectivo del Misterio. Debe pasar a la práctica de la voluntad de Dios. La finalidad última de la
teología en la tierra es ésta. Y en este sentido, la teología es servicio a la fe y al compromiso
cristiano, como subrayaron las diferentes teologías de la praxis y de modo muy particular la
teología de la liberación. La teología toma aquí la forma de un saber crítico.
Por consiguiente, el saber teológico no puede en modo alguno terminar en sí mismo, sino que debe
llevar a la experiencia de Dios y al amor comprometido, aunque también una teología destituida de
seriedad crítica no presta un buen servicio a las finalidades mencionadas.
b. Concepto de Teología
Se utiliza por primera vez en la República de Platón, cuando se pregunta cuáles deberían ser los
criterios, para hablar correctamente sobre los dioses: «Cuáles deben ser los modelos a seguir para
la teología», es decir, para el discurso sobre Dios. La misma pregunta vuelve en la Metafísica de
Aristóteles, que habla de la teología como la ciencia teórica dirigida hacia la realidad divina y
eterna: a esta ciencia, la más elevada de todas, le corresponde reflexionar «sobre el ser en cuanto
ser, sobre la esencia y sobre los atributos que le pertenecen en cuanto ser».
2
A diferencia de lo que sucede en el mundo griego, el término teología está ausente en el Nuevo
Testamento: la palabra (logos) o conocimiento (gnosis) de Jesucristo y del Padre no son nunca
calificados como teología, sino más bien como charis, dones de la gracia. La ausencia del término
es significativa y obliga a preguntarse por qué fue retomado en un determinado momento. El
término reaparece en los Padres griegos: buscando presentar de forma orgánica el dato de la fe,
los Padres lo reúnen en torno a la «economía» o doctrina del actuar salvífico de Dios (como se da,
por ejemplo, en la creación y en la redención) y a la «teología» o doctrina sobre Dios en sentido
estricto, Esta organización del dato de fe refleja la visión griega del saber y se basa en las
concepciones platónicas evocadas más arriba. Aunque la distinción entre economía y teología no se
impondrá, puesto que de Dios sólo sabemos lo que se ha realizado en la historia de salvación, el
término teología entrará así en el pensamiento cristiano y se establecerá en él de forma definitiva.
La teología impone las exigencias de un saber crítico que con los apologistas procura dar razón de
la fe y con los padres alejandrinos y capadocios señala en la fe cristiana el lugar donde aprovechar
la herencia de la cultura clásica. La teología escolástica lleva a plenitud en la Edad media este
desarrollo: la teología es scientia fidei (ciencia de la fe), presentación orgánica y sistemática de la
fe.
2. Dimensión cognitiva. Es la fides quae, la fe que se hace lenguaje y que busca ser verdadera,
correcta, «ortodoxa». Ahora bien, el testimonio originario de la fe cristiana está revelado en las
Escrituras. Ellas comprenden los libros llamados «canónicos» por constituir la «regla de la fe». Su
expresión concentrada es el Credo. La «doctrina de la fe» es para la teología su principio de
constitución «formal». Y por eso es también el criterio determinante y decisivo de la verdad de una
teología. Ninguna teología, por más mística o práctica que sea, puede dejar de medirse por la
doctrina de la fe.
3. Dimensión práctica. Es la «fe que obra por la caridad» (Gál 5,6), la fe informada por el amor y
por sus obras. Por tanto, la teología, en su arranque y en su constitución, no puede prescindir de la
vida y de la práctica del pueblo de Dios.
La fe constituye, según cada una de estas dimensiones, la fuente de toda teología. Sin embargo, la
teología, sin separar ni contraponer estas dimensiones, puede privilegiar una de ellas, Así la
teología oriental destacó la dimensi6n experiencial o mística, mientras que la teología occidental
desarrolló la dimensión intelectual o científica y la teología del sur del mundo, especialmente en
América latina, subrayó la dimensión práctica de la teología. De este modo, las diferentes
tradiciones teológicas se completan unas a otras.
Por tanto, el teólogo ve todo a partir de la perspectiva de la fe: Dios y el mundo, la Iglesia y la
sociedad, pues lo que define el objeto propio de la teología, como el de toda ciencia, no es su
«objeto material» («lo que» se estudia), sino el «objeto formal» («cómo» se estudia).
2. La elaboración de la Teología
a. Escritura, Tradición, Magisterio y Teología:
Diferencias, relaciones y complementariedad
Sobre la Revelación (VD 6-7)
7. […] si bien es cierto que en el centro de la revelación divina está el evento de Cristo,
hay que reconocer también que la misma creación, el liber naturae, forma parte
esencialmente de esta sinfonía a varias voces en que se expresa el único Verbo. De
modo semejante, confesamos que Dios ha comunicado su Palabra en la historia de la
salvación, ha dejado oír su voz; con la potencia de su Espíritu, «habló por los
profetas». La Palabra divina, por tanto, se expresa a lo largo de toda la historia de la
salvación, y llega a su plenitud en el misterio de la encarnación, muerte y resurrección
del Hijo de Dios. Además, la palabra predicada por los apóstoles, obedeciendo al
mandato de Jesús resucitado: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la
creación» (Mc 16,15), es Palabra de Dios. Por tanto, la Palabra de Dios se transmite en
la Tradición viva de la Iglesia. La Sagrada Escritura, el Antiguo y el Nuevo Testamento,
es la Palabra de Dios atestiguada y divinamente inspirada. Todo esto nos ayuda a
entender por qué en la Iglesia se venera tanto la Sagrada Escritura, aunque la fe
cristiana no es una «religión del Libro»: el cristianismo es la «religión de la
Palabra de Dios», no de «una palabra escrita y muda, sino del Verbo
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Tradición y Escritura
17. Al reafirmar el vínculo profundo entre el Espíritu Santo y la Palabra de Dios, hemos
sentado también las bases para comprender el sentido y el valor decisivo de la
Tradición viva y de las Sagradas Escrituras en la Iglesia. En efecto, puesto que «tanto
amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único» (Jn3,16), la Palabra divina,
pronunciada en el tiempo, fue dada y «entregada» a la Iglesia de modo definitivo, de
tal manera que el anuncio de la salvación se comunique eficazmente siempre y en
todas partes. Como nos recuerda la Constitución dogmática Dei Verbum, Jesucristo
mismo «mandó a los Apóstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente
de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicándoles así los bienes
divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que Él mismo cumplió y promulgó con
su boca. Este mandato se cumplió fielmente, pues los Apóstoles, con su predicación,
sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de
las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó; además, los
mismos Apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la
salvación inspirados por el Espíritu Santo».
El Concilio Vaticano II recuerda también que esta Tradición de origen apostólico es
una realidad viva y dinámica, que «va creciendo en la Iglesia con la ayuda del
Espíritu Santo»; pero no en el sentido de que cambie en su verdad, que es
perenne. Más bien «crece la comprensión de las palabras y las instituciones
transmitidas», con la contemplación y el estudio, con la inteligencia fruto de una más
profunda experiencia espiritual, así como con la «predicación de los que con la
sucesión episcopal recibieron el carisma seguro de la verdad».
[….] En definitiva, es la Tradición viva de la Iglesia la que nos hace comprender de
modo adecuado la Sagrada Escritura como Palabra de Dios. Aunque el Verbo de Dios
precede y trasciende la Sagrada Escritura, en cuanto inspirada por Dios, contiene la
palabra divina (cf. 2 Tm 3,16) «en modo muy singular».
18. […] En definitiva, mediante la obra del Espíritu Santo y bajo la guía del Magisterio,
la Iglesia transmite a todas las generaciones cuanto ha sido revelado en Cristo. La
Iglesia vive con la certeza de que su Señor, que habló en el pasado, no cesa de
comunicar hoy su Palabra en la Tradición viva de la Iglesia y en la Sagrada Escritura.
En efecto, la Palabra de Dios se nos da en la Sagrada Escritura como testimonio
inspirado de la revelación que, junto con la Tradición viva de la Iglesia, es la regla
suprema de la fe1.
1
De aquí se deduce la importancia de educar y formar con claridad al Pueblo de Dios, para acercarse a las Sagradas
Escrituras en relación con la Tradición viva de la Iglesia, reconociendo en ellas la misma Palabra de Dios. Es muy
importante, desde el punto de vista de la vida espiritual, desarrollar esta actitud en los fieles. En este sentido, puede ser útil
recordar la analogía desarrollada por los Padres de la Iglesia entre el Verbo de Dios que se hace «carne» y la Palabra que se
hace «libro». Esta antigua tradición, según la cual, como dice san Ambrosio, «el cuerpo del Hijo es la Escritura que se nos
ha transmitido», es recogida por la Constitución dogmática Dei Verbum, que afirma: «La Palabra de Dios, expresada en
lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra débil
condición humana, se hizo semejante a los hombres». Entendida de esta manera, la Sagrada Escritura, aún en la
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b. El lenguaje teológico
multiplicidad de sus formas y contenidos, se nos presenta como realidad unitaria. En efecto, «a través de todas las palabras
de la sagrada Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo único, en quien él se dice en plenitud (cf. Hb 1,1-3)», como ya
advirtió con claridad san Agustín: «Recordad que es una sola la Palabra de Dios que se desarrolla en toda la Sagrada
Escritura y uno solo el Verbo que resuena en la boca de todos los escritores sagrados». Benedicto XVI, Verbum Domini,
n.18
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ESCUELAS PARROQUIALES
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Contexto: dos grandes peligros.- helenizar y secularizarse Cfr. Libanio- Murad p. 110ss..
Algunos datos o visión general: Cfr. Morales, p. 291ss. (Tomando el cuadro del Diccionario,
Apéndice)
La T. como anagogía (subida) hacia el misterio divino: creer para entender, entender para
creer: vid. Congar, La fe y la Teología, p. 281-286.
La fe permite la búsqueda y la comprensión (aunque la desprecian, no pueden rechazar
la filosofía de su tiempo).
Los Pp. tienen una cultura pagana: Para el estudio de la Escritura, usan la segunda
sofística...; pero en general toman la neoplatónica y estoica (cfr. Ciudad de Dios).
La santidad de los Pp. => místicos=anagogía (vid. Libanio, 112)
Características de Bíblica
2
Queda patente que para los que nos precedieron hacer teología no supuso un encuentro con el Dios cristiano considerado
en abstracto, sino que comportó la historicidad del testimonio creyente, la diversidad de las culturas, las diferenciaciones
de las ciencias humanas. Puede decirse en verdad que así como la T., en este complejo contexto, reflexiona sobre la Palabra
de Dios vivida en la Iglesia, la historia reflexiona sobre la T. Y las Teologías.
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la T. Patrística: Litúrgica
Cfr. Libanio-Murad, Crística y eclesial
p. 111ss. Trinitaria
Creativa, inculturada y plural
Evaluación:
Positivo Límites
Inculturación Desescatologización y deshistorización de la T.
La frescura de la T. simbólica No poder superar siempre los límites de la F. Griega.
Fuente de la Liturgia
Herencia:
Cfr. Congar, p. 293-295
Transmisión por los monjes (Casiodoro).
Boecio recoge la lógica de Aristóteles.
Tener una formación enciclopédica y usarla para el estudio de la Escritura.
Servicio a la religión.
T. escolástica.
A partir del s. XI, se distinguen 6 elementos en la enseñanza escolástica: Lectio,
Commentarium, Quaestio, Disputatio, Quodlibet, Sententiae.
La T. se convierte en ciencia con la sistematización de Santo Tomás.
La escolástica elabora la teología en el interior del círculo cultural homogéneo típico de la
cristiandad.
Por un lado está la escuela “dominica”, más especulativa; y por otro, la “franciscana”, más
voluntarista y del afecto siguiendo la corriente agustiniana.
Al mismo tiempo se desarrolla una T. ascética y mística, cuyo representante lo encontramos en
la “Imitación de Cristo” de Kempis.
- Los conceptos le dan rigor teórico al acto de pensar la fe (lógica, método deductivo,
categorías...)
- Comparte los límites del aristotelismo: conceptualismo, racionalismo, esencialismo,
metafisismo, abstractismo, tendencia al deduccionismo, a-historicismo. Se pierde el lado
concreto, histórico, experimental, personal del ser...
- La T. se reduce a una ciencia de conclusiones. Se pierde el sentido histórico-salvífico de la fe y
de su pensamiento reflexivo.
- Características
De controversia (antiprotestante) y demostrativa (“biblicista”); los teólogos asumieron la
carga de probar, no sólo la legitimidad, sino la necesidad de creer, en relación a la razón.
sumisión al Magisterio, defensora de la Iglesia;
abandona su función de investigación para convertirse en exposición autoritaria de la
doctrina (Denzinger);
se desarrolla en tres ejes: fundamental, moral (San Alfonso), dogmática (Petavio,
Thomassin, Bossuet);
Fray Bartolomé de las Casas aparece como el precursor de la T práctica y política (Rovira
Belloso, p. 64).
- Evaluación crítica
Prevalece la dimensión cognoscitiva, sobre lo existencial y celebrativo;
se aleja de la realidad histórica y pastoral;
se quiso “perpetuar” una teología en un mundo cambiante...
h) Teología plural
Hoy se habla de teologías...; así tenemos las llamadas T. del Genitivo 3, pero también de enfoques
teológicos, tal como distingue Libanio-Murad en su capítulo 6°:
http://www.verbodivino.es/libro/3046/teologia-y-magisterio-tensiones-antiguas-y-nuevas-
concilium-345
http://www.verbodivino.es/libro/2443/padres-de-la-iglesia-en-america-latina-concilium-333
https://revistas.uco.edu.co/index.php/kenosis/article/view/81
3
Sobre ellas tenemos el Apéndice 5 tomado de Raúl Berzosa, p. 115ss.
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Junto a las declaraciones del magisterio extraordinario o solemne, originadas en los Concilios
ecuménicos y en las definiciones ex cathedra hechas por el Papa, la gran mayoría de los
documentos magisteriales proceden del magisterio ordinario, realizado por el Papa y por los
Obispos en comunión con él.
Estos documentos son muy variados y encierran valor doctrinal diferente, aunque siempre
orientador para la fe y las costumbres. Los títulos formales que llevan (encíclica, exhortación,
constitución, carta, declaración, discurso, etc.) son parte de una terminología que ha
evolucionado con el tiempo y no tiene necesariamente carácter inalterable, ni indica de modo
absoluto el valor doctrinal del documento de que se trate.
Podemos mencionar los siguientes tipos de documentos:
a) Constituciones Apostólicas.
Esta clase de documentos contienen aspectos disciplinares y normativos, y equivalen a leyes de
la Iglesia, cuyas disposiciones se motivan doctrinalmente.
d) Cartas Apostólicas.
e) Declaraciones papales.
f) Discursos papales.
Recientemente se ha editado la 38a edición de esta obra (Herder 1999), que contiene en texto
latino y castellano documentos hasta el año 1995.
b) J. Collantes, La Fe de la Iglesia Católica, Madrid 1983. El autor agrupa los textos con un
criterio temático, en vez de cronológico como hace Denzinger. El libro se divide en once
capítulos (l. Fe y razón; 2, Las fuentes de la Revelación; 3. Dios Creador; 4. Cristo Salvador; 5.
María en la obra de la salvación; 6. Dios revelado por Cristo; 7. La Iglesia de Cristo; 8. La
gracia; 9. Los sacramentos de la Iglesia;10. Las realidades últimas;11. Símbolos de Fe
cristiana). Contiene breves introducciones a cada capítulo, y notas con útil bibliografía.
c) J. Ibáñez-E. Mendoza, La Fe divina y católica de la Iglesia, Madrid 1978.
Los autores siguen un criterio expositivo de los textos semejante al de la obra anterior. En una
extensa primera parte del libro se contienen amplias introducciones por temas y un breve
vocabulario teológico.
d) F Guerrero (director), El Magisterio Pontificio Contemporáneo, 2 vols, Madrid 1991-1992.
Contiene una amplia colección de encíclicas y documentos desde León XIII a Juan Pablo II. Los
textos se agrupan cronológicamente dentro de nueve apartados: Sagrada Escritura, Dogma,
Moral, Sagrada Liturgia, Espiritualidad, Evangelización, Familia, Educación, Orden sociopolítico.
Publicaciones periódicas como Osservatore Romano (edición diaria italiana y semanal en
español) y Ecclesia publican habitualmente numerosos textos del magisterio papal y episcopal.
El Vaticano difunde diariamente por Internet textos y noticias relacionadas con la actividad del
Romano Pontífice.
José MoralesIniciación a la TeologíaRialp 2000, cap. IV, pp. 87-117, Consultado el 11-nov-2013
en: http://www.mercaba.org/Enciclopedia/M/magisterio_y_teologia_en_la_vida.htm